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|| They Don't know about Us ||
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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|| They Don't know about Us ||
Nombre: They don't know about Us
Autor: Me
Adaptación: No
Genero: Generales
Otras páginas: Que yo sepa, no.
Autor: Me
Adaptación: No
Genero: Generales
Otras páginas: Que yo sepa, no.
They don't know about Us
Sinópsis
Hazel Risermoon era una chica ordinaria de trece años, cuya única preocupación, era obtener buenas calificaciones en el colegio y divertirse con sus amigos. El amor, aún no estaba en los planes de aquella infantil cabecilla. Sin embargo, aquel chico que tiene como vecino, le provoca ese "Click" en su corazón que cuyo sentimiento tratará de disipar y mantener al margen por unos simples tres motivos:
Punto uno, el chico jamás se fijaría en una niñita con cuerpo subdesarrollado teniendo una fila de chicas modelo tras él.
Punto dos, era uno de los integrantes de la banda británica One Direction.
Punto tres, existía una amplia y alta barrera de seis años que los separaba.
Hazel pasará sus noches soñando en aquel amor imposible, pero el tener su ventana a escasos centímetros de la suya le dificultará olímpicamente la tarea.
Punto uno, el chico jamás se fijaría en una niñita con cuerpo subdesarrollado teniendo una fila de chicas modelo tras él.
Punto dos, era uno de los integrantes de la banda británica One Direction.
Punto tres, existía una amplia y alta barrera de seis años que los separaba.
Hazel pasará sus noches soñando en aquel amor imposible, pero el tener su ventana a escasos centímetros de la suya le dificultará olímpicamente la tarea.
thanks winter!
- Hey you!:
- Holaa, mi nombre es Melissa pero pueden llamarme Meli o como quiera. He venido a compartir esta nove con ustedes que logre rescatar antes de que la eliminaran. Espero les guste y comenten c:
Última edición por Melissa el Lun 14 Abr 2014, 3:10 pm, editado 1 vez
Mess.
Re: || They Don't know about Us ||
Ola primera lectora ;) me gusto mucho la sinopsis ya quiero que suvas el primer capitulo a aproposito soy de chile y tu en fin me gusto mucho y siguela cuando puedas ;)
happy*eva
Re: || They Don't know about Us ||
happy*eva escribió:Ola primera lectora ;)me gusto mucho la sinopsis ya quiero que suvas el primer capitulo a aproposito soy de chile y tu en fin me gusto mucho y siguela cuando puedas ;)
Bienveniida cariño!! Gracias por comentar y me alegro que te haya gustado, justo estaba a punto de publicar el primer cap c: Tambien soy Chilena cielo c:
Mess.
Re: || They Don't know about Us ||
They don't know about Us
Capítulo Uno
- ¡Adiós, Hazel!. – Gritó mi mejor amigo despidiéndose de mi, moviendo la mano en el aire mientras seguía su camino hacia su casa. Le devolví el gesto sonriendo y comencé a caminar por el pasaje que me llevaría a mi casa. Había sido un buen día. No había peleado con nadie y eso según mi madre era bueno.
Me miraba los zapatos mientras andaba, también las rodillas. Una de ellas con una enorme rotura en el pantalón. Eso era lo que me pasaba por intentar ser igual que algunos chicos y saltar una cerca para “escapar” de la escuela, lo que obviamente, resultó dejándome tirada en el piso y como la suerte no me acompañaba, había caído del lado equivocado y no había podido escaparme…
Caminé por encima del césped para llegar hasta la puerta, acto que mi madre odiaba alegando que para algo había pavimentado un camino hasta la casa. Justo en ese momento vi como la puerta de los vecinos se habría y de allí salía el Harry. El chico de los rulos abundantes. Estúpidamente me caía bien, y digo estúpidamente porque nunca hablaba con él y no tendría por qué hacerlo, Una niña de trece años no tendría tema de conversación con un chico de diecinueve. Me miró sonriendo y yo le respondí de la misma manera como buena vecina que era. Él cerró la puerta y comenzó a caminar en mi dirección. Ví como sus ojos vagaron hasta mis rodillas, para luego reírse en mi cara al pasar por mi lado. Fruncí el ceño y decidí no darle importancia.
Toqué el timbre, esperando que mi madre se dignara a abrir. Ayer me había dicho que hoy llegaba temprano de trabajar… a los cinco segundos la puerta se abrió y vi a mi madre con una sonrisa.
- ¡Cariño! ¿Qué tal hoy en el colegio?. – Preguntó animada. Yo me hacerqué a ella y la saludé de beso en la mejilla.
- Bien. – respondí algo insegura. – Lodemipantalonnofueculpamia. – dije rápidamente. Sabía que ella se enojaría, nuestra situación económica no era muy buena que digamos y los pantalones estaban completamente inutilizables.
- ¿Tu qué? – Me dejo pasar y cerró la puerta tras de mi.
- Fue un accidente, mamá, me caí… - Me encogí de hombros. Mi madre me miró las rodillas y arrugó el entrecejo.
- A ver, date la vuelta. – Me ordenó. Me giré lentamente a la espera de sus gritos. Sin embargo su cara no era de enojo, si no que más bien era algo cómica. – Pues, a ver tu que haces con eso, lo coses o si se te ocurre algo mejor… - se rió en mi cara.
- Si… pensaba cortarlos y usarlos como unos shorts ¿puedo? – sonreí de medio lado ante mi idea.
- Que te quede parejo el corte. – asintió.
- Si mamá. – resoplé y subí a mi habitación.
Al ingresar a mi habitación y ver los cuadernos tirados en la cama, recordé lo mucho que tenía que estudiar,sin embargo no pensaba hacerlo, no quería y no me gustaba. Lancé la mochila sobre una pila de ropa sucia en el suelo y me tumbé en la cama luego de lanzar los cuadernos y libros al piso para descansar un poco. El día había estado agotador y tenía sueño. Cerré los ojos y medio segundo después sentí los pasos de mi madre acercándose. Lo mismo de siempre…
- Hazel, a ordenar tu habitación. – Dijo mientras se asomaba por la puerta y desaparecía al instante. Yo puse los ojos en blanco y me levanté. “mientras más rápido, mejor” pensé. Me puse a quitar todo lo que había sobre la cama, para luego armarla, siempre quedaba llena de arrugas ya que no me empeñaba tanto en que quedara estirada. ¿Para qué?, si luego me acostaría y se desarmaría de todos modos. Al terminar, recogí toda la ropa sucia y la metí en el canasto. Boté los papeles al papelero y las cosas esparcidas por el suelo las metí a los cajones. Al menos lo que se veía estaba ordenado.
Suspiré satisfecha por mi trabajo y me cambie de ropa. No tenía planes para la tarde -normalmente no los tenía - pero no pensaba quedarme con los jeans rotos, luego mi madre me mandaría a comprar como todos los días y no quería salir exhibiendo mi rodilla.
Me puse unos jeans un tanto desgastados, con las únicas zapatillas converse blancas que tenía, una poléra de tirantes blanca y un polerón dos tallas más grandes que yo. Nunca me había maquillado y tampoco era algo que me llamara la atención.
Abrí la ventana para que entrase un poco de aire y no pude evitar echarle un vistazo a la casa vecina. Mi ventana estaba a metro y medio de la del chico ese que me había pillado de vuelta de la escuela.
Siempre habíamos sido vecinos pero yo nunca había hablado con él. Su madre y la mía eran muy amigas aunque eso no quería decir que nosotros igual lo fuéramos. La mujer tenía una hija aparte de Harry, por lo que había escuchado, era mayor que él, aunque a simple vista no pareciera que se llevaran por mucho,hasta llegué a pensar que eran mellizos. Mi madre siempre me hablaba de el chico, Harry, diciendo que era un buen chico y blablabla. A veces incluso llegaba a molestar. Cada vez que hablaba de ellos yo me sentía inferior, como si ella no me quisiera, pero claro, ellos estaban prácticamente en un pedestal. Mi madre era de aquellas que te compara con la chica mas guapa del colegio, o la mas simpática, o la mas inteligente. Aunque nunca se lo demostraba, en el fondo me importaba y me hacía sentir bastante mal ese tipo de comentarios, dejando mi autoestima por los suelos.
–¡Hija! –Sentí los gritos de mi madre desde abajo. Puse los ojos en blanco, no tenía ganas de salir de casa y de seguro que me enviaría a comprar al negocio de unas cuantas cuadras más allá.
–¡Ya voy!–Grité con todas mis fuerzas. Arrastré los pies hacia la puerta, sin apagar la tele y bajé hasta la cocina.
–cariño, necesito que vayas a comprar las cosas para el almuerzo de mañana– Dijo sin quitar la vista de la cacerola que fregaba con fuerza apenas me sintió entrar– El dinero y la lista de compra están en la mesa– Volteé hacia atrás y cogí el papel escrito con los billetes.
–Vale–Suspiré y salí de la cocina tras escuchar las recomendaciones de mi madre: “Anda con cuidado”, “mira a los dos lados” y todas esas estupideces que uno se cansa de oír una y otra vez antes de salir de casa.
Cerré la puerta con fuerza y me eché el dinero en el bolsillo del pantalón. Miré a todos sitios viendo si había alguien y comencé a caminar hacia la esquina. El pequeño negocio estaba en la siguiente calle y no tardaría en llegar.
Mientras caminaba leí la lista: Papel higiénico, pan, 1 Kg de arroz, sal y unos cuantos gramos de carne, "Ojala no me falte dinero", pensé.
Arrugué la lista y le metí al bolsillo. Ya me había aprendido las cosas de memoria y no era necesario echarle otro vistazo.
Seguí caminando lentamente, mientras miraba mis pies. Sentía que no encajaba en ese lugar. Ese barrio tan elegante y con gente adinerada. Una chica como yo no debería estadar allí. Pero mi madre había insistido a mi padre -cuando seguían juntos, claro- en endeudarse hasta el cuello para comprar una casa en ese lugar.
Entré en la tienda aún mirando el suelo y busqué todo en silencio. No choqué con nadie, y eso era un record. Caminé hacia la caja sosteniendo las cosas en los brazos y los deposité en ese gran mesón color crema, siempre atendido por una mujer regordeta y de mejillas rojas. Daba la impresión de que iba a reventar en cualquier momento. Levanté la vista y le sonreí en modo de saludo. Ella hizo lo mismo.
Mientras anotaba y sacaba cuentas, yo buscaba el dinero en mi bolsillo y cuando lo encontré, lo puse el dinero en el mostrador. La señora lo cogió y luego me miró con los ojos entrecerrados.
–Falta dinero. – Me dijo amablemente. Yo abrí los ojos como platos. ¡Qué vergüenza!
–¿De verdad?– Miré la pequeña máquina donde marcaba el precio. Sí, me faltaba. – Oh, lo siento– Metí mis manos en los bolsillos nuevamente y comencé a buscar más dinero. Pero los billetes no aparecían así por así en un acto de magia. Me estaba comenzando a poner nerviosa. Apreté la mandíbula y me sentí avergonzada. Dios, maldita sea mi madre que cree que con un euro se puede comprar el mundo. – Esto… - comencé a decir.
– Yo pagaré lo que falta– Escuché una voz detrás de mí. Me sorprendí un poco y me quedé de piedra mirando como el chico le daba un billete a la señora, esta lo recibía y lo guardaba en la caja junto a los otros. Luego sacaba un par de monedas y se las daba. El chico las recibió mientras ponía una bolsa de papas fritas en el mostrador.
– Quisiera llevar esto. – Le dijo amablemente a la cajera. No pude evitar darme cuenta en sus movimientos. En los perfectos que eran. En sus ojos y su sonrisa. Cuando su mirada cayó sobre mí logré salir de mis pensamientos y coger las bolsas que estaban frente a mí.
– Gracias– Le dije a la señora. Luego salí de la tienda a paso rápido, sin siquiera mirar al chico o agradecerle siquiera. Había sido una mal agradecida, lo sé, pero ya le daría las gracias pertinentes en cuanto le devolviera su dinero.
No tuve tiempo de seguir pensando, él salió de allí con la bolsa de papas fritas dentro de otra bolsa y comenzó a caminar, no me había visto.
Me apresuré en alcanzarlo y me puse a caminar a su lado.
Le eché una mirada, la cual él me la devolvió divertido.
–Hazel, ¿no? – Me preguntó. Yo asentí. – Sabía que no se me había olvidado– Rió.
–¿Y tú eres Harry?– Lo miré hacia arriba. Me ganaba por más de 20 cm, eso era seguro. Yo con mis trece años no llegaba al metro sesenta.
– Gracias por lo de la tienda, te lo pagaré. – Le dije luego de un rato en silencio. Sentía las mejillas arder, ya podía imaginarme roja como un tomate.
– No te preocupes– Dijo sonriendo. Sabía que él se negaba por cortesía como todo el mundo, pero yo le pagaría el dinero para no quedar mal.
– Claro– Respondí. Caminé un par de pasos más y ya estaba frente a mi casa. – Adiós y gracias. – Le dije sonriendo.
– Adiós– Me contestó con el mismo tono amable que había usado en toda la conversación. Vi como se me acercaba y se agachaba un poco para darme un beso en la mejilla. Yo no solía saludar ni despedirme de esa manera así es que me quedé inmóvil con los ojos cerrados para que el hiciera su trabajo. Me sentí incómoda al dárselo ya que lo mío era chocar la mano o ese tipo de cosas que hacen los chicos – eres considerablemente pequeña– Se burló mientras volvía a erguirse.
– ¿hay problema con eso?– Fruncí el ceño enojada.
– Ya crecerás, no te preocupes– Siguió con la burlándose a lo que respondí poniendo los ojos en blanco.
– Idiota– Murmuré.
– Oh, vamos, ¿no puedes tolerar una broma después de haberte salvado de pasar la vergüenza de tu vida? – Lo fulminé con la mirada.
– ¿Me estás sacando cosas en cara?– alcé una ceja. Él se echó a reír.
– Para nada – dijo sin quitar aquella hermosa sonrisa estúpida de su rostro.
Sentía mis mejillas arder y no sabía que responderle, no quería que lo que dijera fuera usado en mi contra. Me dí la vuelta y caminé hacia mi casa. Pude sentir su risa tras de mí. Obviamente yo le parecía graciosa. Para él yo era una niña pequeña.
Llegué a la puerta y toqué el timbre. Al instante pude sentir los pasos de mi madre. Giré la cabeza un poco hacia la izquierda para ver a Harry. Este abría la puerta de su casa con una llave.
La puerta se abrió y mi madre apareció en ella.
– ¡Hasta que llegas! – Me quitó las bolsas de las manos y entró en la casa dejándome fuera. Se merecía el premio por ser la madre del año. Entré en la casa y cerré la puerta tras de mí. No sabía la razón pero me encontraba feliz. Más de lo habitual. Sentía que la mueca de felicidad no la podía borrar del rostro.
Subí a mi habitación rápidamente. Haciendo sonar bastante fuerte la escalera. Mi madre me gritó desde la cocina pero no logré oír lo que decía.
Una vez llegué a mi santuario, cerré la puerta con llave y me lancé a la cama, para quedar boca abajo, con los brazos y las piernas extendidas.
Me sentía extraña, nunca me había sentido así. Era como si estuviese enferma… tenía ganas de ponerme a saltar por toda la habitación y romper unas cuantas cosas. Estaba eufórica. Pero lo extraño era que no había razón para estarlo. O al menos no una razón aparente.
Luego de unos minutos, sentí un portazo proveniente de la casa vecina. Giré la cabeza hacia la izquierda y miré a través de la ventana abierta. No se distinguía demasiado, pero pude ver tres siluetas allí dentro. Harry y sus amigos.
Resoplé y me cubrí la cabeza con una almohada apenas comenzaron a hacer demasiado ruido. Según lo que escuchaba, querían ver una película, y estaba peleando por cual poner.
Alargué la mano y cogí el control de la TV que estaba en el suelo. Luego, sin siquiera quitarme la almohada de la cabeza, le di al botón power, para encenderla. Le subí el volumen a cuarenta y me destapé para mirar el video que pasaban.
Resoplé mientras esperaba a que acabara el ridículo video de música en donde solo aparecía una chica luciéndose. La TV estaba tan fuerte que supuse mi madre llegaría en cualquier momento para decirme que le bajase un poco, que parecía casa de locos y ese tipo de cosas. A mí me daba igual, pero a mi madre le preocupaba lo que la gente decía.
La canción acabo y en ese momento comenzó a sonar una mucho más fuerte. Podía escuchar la batería por encima de los otros instrumentos, el sonido de la guitarra mezclado con una voz desgarradora, que cantaba a gritos una canción bastante rápida y extraña. Miré la TV y pude ver un cuerpo lleno de tatoos. Un chico encorvado tocando una guitarra eléctrica y cosas muy escalofriantes.
Dirigí una fugaz mirada hacia la ventana, ya que de pronto me había sentido observada.
Allí estaba de pie un chico rubio, su cabello era casi fosforescente. Muy lindo, si. Nunca antes lo había visto. El chico me sonrió y me quedé de piedra en el sitio. Cuando pude generar movimenti, volteé la cabeza rápidamente para apartar la mirada el chico. Sentí que el calor se me subió a la cara, y unas inmensas ganas de salir corriendo de allí. Pero no lo hice. Parecería una niñita asustada.
– ¡Hazel!– Escuché que alguien gritaba mi nombre desde el otro lado de la ventana. Volví a voltear la cabeza y allí estaba Harry mirándome junto con el chico rubio. Ambos con una sonrisa en el rostro.
– Hola– saludé. Sonreí a la fuerza y le hice una seña con la mano. Ambos chicos se miraron y luego estallaron en risas. Me sentí ridícula.
– ¿Qué haces?– Habló Harry nuevamente. Señalé la televisión en vez de responder con palabras. Él miró al rubio con expresión insinuante y luego me volvió a mirar – ¿No quier..? - comenzó a decir.
– ¡¡HAZEL!!– Gritó mi madre desde la planta de abajo. Fruncí el seño.
– ya voy – Grité. Puse los ojos en blanco los y miré a ambos chicos. – Lo siento. – Me disculpé ante tal griterío y me levanté de la cama apagando la televisión y saliendo de la habitación a paso rápido.
Me miraba los zapatos mientras andaba, también las rodillas. Una de ellas con una enorme rotura en el pantalón. Eso era lo que me pasaba por intentar ser igual que algunos chicos y saltar una cerca para “escapar” de la escuela, lo que obviamente, resultó dejándome tirada en el piso y como la suerte no me acompañaba, había caído del lado equivocado y no había podido escaparme…
Caminé por encima del césped para llegar hasta la puerta, acto que mi madre odiaba alegando que para algo había pavimentado un camino hasta la casa. Justo en ese momento vi como la puerta de los vecinos se habría y de allí salía el Harry. El chico de los rulos abundantes. Estúpidamente me caía bien, y digo estúpidamente porque nunca hablaba con él y no tendría por qué hacerlo, Una niña de trece años no tendría tema de conversación con un chico de diecinueve. Me miró sonriendo y yo le respondí de la misma manera como buena vecina que era. Él cerró la puerta y comenzó a caminar en mi dirección. Ví como sus ojos vagaron hasta mis rodillas, para luego reírse en mi cara al pasar por mi lado. Fruncí el ceño y decidí no darle importancia.
Toqué el timbre, esperando que mi madre se dignara a abrir. Ayer me había dicho que hoy llegaba temprano de trabajar… a los cinco segundos la puerta se abrió y vi a mi madre con una sonrisa.
- ¡Cariño! ¿Qué tal hoy en el colegio?. – Preguntó animada. Yo me hacerqué a ella y la saludé de beso en la mejilla.
- Bien. – respondí algo insegura. – Lodemipantalonnofueculpamia. – dije rápidamente. Sabía que ella se enojaría, nuestra situación económica no era muy buena que digamos y los pantalones estaban completamente inutilizables.
- ¿Tu qué? – Me dejo pasar y cerró la puerta tras de mi.
- Fue un accidente, mamá, me caí… - Me encogí de hombros. Mi madre me miró las rodillas y arrugó el entrecejo.
- A ver, date la vuelta. – Me ordenó. Me giré lentamente a la espera de sus gritos. Sin embargo su cara no era de enojo, si no que más bien era algo cómica. – Pues, a ver tu que haces con eso, lo coses o si se te ocurre algo mejor… - se rió en mi cara.
- Si… pensaba cortarlos y usarlos como unos shorts ¿puedo? – sonreí de medio lado ante mi idea.
- Que te quede parejo el corte. – asintió.
- Si mamá. – resoplé y subí a mi habitación.
Al ingresar a mi habitación y ver los cuadernos tirados en la cama, recordé lo mucho que tenía que estudiar,sin embargo no pensaba hacerlo, no quería y no me gustaba. Lancé la mochila sobre una pila de ropa sucia en el suelo y me tumbé en la cama luego de lanzar los cuadernos y libros al piso para descansar un poco. El día había estado agotador y tenía sueño. Cerré los ojos y medio segundo después sentí los pasos de mi madre acercándose. Lo mismo de siempre…
- Hazel, a ordenar tu habitación. – Dijo mientras se asomaba por la puerta y desaparecía al instante. Yo puse los ojos en blanco y me levanté. “mientras más rápido, mejor” pensé. Me puse a quitar todo lo que había sobre la cama, para luego armarla, siempre quedaba llena de arrugas ya que no me empeñaba tanto en que quedara estirada. ¿Para qué?, si luego me acostaría y se desarmaría de todos modos. Al terminar, recogí toda la ropa sucia y la metí en el canasto. Boté los papeles al papelero y las cosas esparcidas por el suelo las metí a los cajones. Al menos lo que se veía estaba ordenado.
Suspiré satisfecha por mi trabajo y me cambie de ropa. No tenía planes para la tarde -normalmente no los tenía - pero no pensaba quedarme con los jeans rotos, luego mi madre me mandaría a comprar como todos los días y no quería salir exhibiendo mi rodilla.
Me puse unos jeans un tanto desgastados, con las únicas zapatillas converse blancas que tenía, una poléra de tirantes blanca y un polerón dos tallas más grandes que yo. Nunca me había maquillado y tampoco era algo que me llamara la atención.
Abrí la ventana para que entrase un poco de aire y no pude evitar echarle un vistazo a la casa vecina. Mi ventana estaba a metro y medio de la del chico ese que me había pillado de vuelta de la escuela.
Siempre habíamos sido vecinos pero yo nunca había hablado con él. Su madre y la mía eran muy amigas aunque eso no quería decir que nosotros igual lo fuéramos. La mujer tenía una hija aparte de Harry, por lo que había escuchado, era mayor que él, aunque a simple vista no pareciera que se llevaran por mucho,hasta llegué a pensar que eran mellizos. Mi madre siempre me hablaba de el chico, Harry, diciendo que era un buen chico y blablabla. A veces incluso llegaba a molestar. Cada vez que hablaba de ellos yo me sentía inferior, como si ella no me quisiera, pero claro, ellos estaban prácticamente en un pedestal. Mi madre era de aquellas que te compara con la chica mas guapa del colegio, o la mas simpática, o la mas inteligente. Aunque nunca se lo demostraba, en el fondo me importaba y me hacía sentir bastante mal ese tipo de comentarios, dejando mi autoestima por los suelos.
–¡Hija! –Sentí los gritos de mi madre desde abajo. Puse los ojos en blanco, no tenía ganas de salir de casa y de seguro que me enviaría a comprar al negocio de unas cuantas cuadras más allá.
–¡Ya voy!–Grité con todas mis fuerzas. Arrastré los pies hacia la puerta, sin apagar la tele y bajé hasta la cocina.
–cariño, necesito que vayas a comprar las cosas para el almuerzo de mañana– Dijo sin quitar la vista de la cacerola que fregaba con fuerza apenas me sintió entrar– El dinero y la lista de compra están en la mesa– Volteé hacia atrás y cogí el papel escrito con los billetes.
–Vale–Suspiré y salí de la cocina tras escuchar las recomendaciones de mi madre: “Anda con cuidado”, “mira a los dos lados” y todas esas estupideces que uno se cansa de oír una y otra vez antes de salir de casa.
Cerré la puerta con fuerza y me eché el dinero en el bolsillo del pantalón. Miré a todos sitios viendo si había alguien y comencé a caminar hacia la esquina. El pequeño negocio estaba en la siguiente calle y no tardaría en llegar.
Mientras caminaba leí la lista: Papel higiénico, pan, 1 Kg de arroz, sal y unos cuantos gramos de carne, "Ojala no me falte dinero", pensé.
Arrugué la lista y le metí al bolsillo. Ya me había aprendido las cosas de memoria y no era necesario echarle otro vistazo.
Seguí caminando lentamente, mientras miraba mis pies. Sentía que no encajaba en ese lugar. Ese barrio tan elegante y con gente adinerada. Una chica como yo no debería estadar allí. Pero mi madre había insistido a mi padre -cuando seguían juntos, claro- en endeudarse hasta el cuello para comprar una casa en ese lugar.
Entré en la tienda aún mirando el suelo y busqué todo en silencio. No choqué con nadie, y eso era un record. Caminé hacia la caja sosteniendo las cosas en los brazos y los deposité en ese gran mesón color crema, siempre atendido por una mujer regordeta y de mejillas rojas. Daba la impresión de que iba a reventar en cualquier momento. Levanté la vista y le sonreí en modo de saludo. Ella hizo lo mismo.
Mientras anotaba y sacaba cuentas, yo buscaba el dinero en mi bolsillo y cuando lo encontré, lo puse el dinero en el mostrador. La señora lo cogió y luego me miró con los ojos entrecerrados.
–Falta dinero. – Me dijo amablemente. Yo abrí los ojos como platos. ¡Qué vergüenza!
–¿De verdad?– Miré la pequeña máquina donde marcaba el precio. Sí, me faltaba. – Oh, lo siento– Metí mis manos en los bolsillos nuevamente y comencé a buscar más dinero. Pero los billetes no aparecían así por así en un acto de magia. Me estaba comenzando a poner nerviosa. Apreté la mandíbula y me sentí avergonzada. Dios, maldita sea mi madre que cree que con un euro se puede comprar el mundo. – Esto… - comencé a decir.
– Yo pagaré lo que falta– Escuché una voz detrás de mí. Me sorprendí un poco y me quedé de piedra mirando como el chico le daba un billete a la señora, esta lo recibía y lo guardaba en la caja junto a los otros. Luego sacaba un par de monedas y se las daba. El chico las recibió mientras ponía una bolsa de papas fritas en el mostrador.
– Quisiera llevar esto. – Le dijo amablemente a la cajera. No pude evitar darme cuenta en sus movimientos. En los perfectos que eran. En sus ojos y su sonrisa. Cuando su mirada cayó sobre mí logré salir de mis pensamientos y coger las bolsas que estaban frente a mí.
– Gracias– Le dije a la señora. Luego salí de la tienda a paso rápido, sin siquiera mirar al chico o agradecerle siquiera. Había sido una mal agradecida, lo sé, pero ya le daría las gracias pertinentes en cuanto le devolviera su dinero.
No tuve tiempo de seguir pensando, él salió de allí con la bolsa de papas fritas dentro de otra bolsa y comenzó a caminar, no me había visto.
Me apresuré en alcanzarlo y me puse a caminar a su lado.
Le eché una mirada, la cual él me la devolvió divertido.
–Hazel, ¿no? – Me preguntó. Yo asentí. – Sabía que no se me había olvidado– Rió.
–¿Y tú eres Harry?– Lo miré hacia arriba. Me ganaba por más de 20 cm, eso era seguro. Yo con mis trece años no llegaba al metro sesenta.
– Gracias por lo de la tienda, te lo pagaré. – Le dije luego de un rato en silencio. Sentía las mejillas arder, ya podía imaginarme roja como un tomate.
– No te preocupes– Dijo sonriendo. Sabía que él se negaba por cortesía como todo el mundo, pero yo le pagaría el dinero para no quedar mal.
– Claro– Respondí. Caminé un par de pasos más y ya estaba frente a mi casa. – Adiós y gracias. – Le dije sonriendo.
– Adiós– Me contestó con el mismo tono amable que había usado en toda la conversación. Vi como se me acercaba y se agachaba un poco para darme un beso en la mejilla. Yo no solía saludar ni despedirme de esa manera así es que me quedé inmóvil con los ojos cerrados para que el hiciera su trabajo. Me sentí incómoda al dárselo ya que lo mío era chocar la mano o ese tipo de cosas que hacen los chicos – eres considerablemente pequeña– Se burló mientras volvía a erguirse.
– ¿hay problema con eso?– Fruncí el ceño enojada.
– Ya crecerás, no te preocupes– Siguió con la burlándose a lo que respondí poniendo los ojos en blanco.
– Idiota– Murmuré.
– Oh, vamos, ¿no puedes tolerar una broma después de haberte salvado de pasar la vergüenza de tu vida? – Lo fulminé con la mirada.
– ¿Me estás sacando cosas en cara?– alcé una ceja. Él se echó a reír.
– Para nada – dijo sin quitar aquella hermosa sonrisa estúpida de su rostro.
Sentía mis mejillas arder y no sabía que responderle, no quería que lo que dijera fuera usado en mi contra. Me dí la vuelta y caminé hacia mi casa. Pude sentir su risa tras de mí. Obviamente yo le parecía graciosa. Para él yo era una niña pequeña.
Llegué a la puerta y toqué el timbre. Al instante pude sentir los pasos de mi madre. Giré la cabeza un poco hacia la izquierda para ver a Harry. Este abría la puerta de su casa con una llave.
La puerta se abrió y mi madre apareció en ella.
– ¡Hasta que llegas! – Me quitó las bolsas de las manos y entró en la casa dejándome fuera. Se merecía el premio por ser la madre del año. Entré en la casa y cerré la puerta tras de mí. No sabía la razón pero me encontraba feliz. Más de lo habitual. Sentía que la mueca de felicidad no la podía borrar del rostro.
Subí a mi habitación rápidamente. Haciendo sonar bastante fuerte la escalera. Mi madre me gritó desde la cocina pero no logré oír lo que decía.
Una vez llegué a mi santuario, cerré la puerta con llave y me lancé a la cama, para quedar boca abajo, con los brazos y las piernas extendidas.
Me sentía extraña, nunca me había sentido así. Era como si estuviese enferma… tenía ganas de ponerme a saltar por toda la habitación y romper unas cuantas cosas. Estaba eufórica. Pero lo extraño era que no había razón para estarlo. O al menos no una razón aparente.
Luego de unos minutos, sentí un portazo proveniente de la casa vecina. Giré la cabeza hacia la izquierda y miré a través de la ventana abierta. No se distinguía demasiado, pero pude ver tres siluetas allí dentro. Harry y sus amigos.
Resoplé y me cubrí la cabeza con una almohada apenas comenzaron a hacer demasiado ruido. Según lo que escuchaba, querían ver una película, y estaba peleando por cual poner.
Alargué la mano y cogí el control de la TV que estaba en el suelo. Luego, sin siquiera quitarme la almohada de la cabeza, le di al botón power, para encenderla. Le subí el volumen a cuarenta y me destapé para mirar el video que pasaban.
Resoplé mientras esperaba a que acabara el ridículo video de música en donde solo aparecía una chica luciéndose. La TV estaba tan fuerte que supuse mi madre llegaría en cualquier momento para decirme que le bajase un poco, que parecía casa de locos y ese tipo de cosas. A mí me daba igual, pero a mi madre le preocupaba lo que la gente decía.
La canción acabo y en ese momento comenzó a sonar una mucho más fuerte. Podía escuchar la batería por encima de los otros instrumentos, el sonido de la guitarra mezclado con una voz desgarradora, que cantaba a gritos una canción bastante rápida y extraña. Miré la TV y pude ver un cuerpo lleno de tatoos. Un chico encorvado tocando una guitarra eléctrica y cosas muy escalofriantes.
Dirigí una fugaz mirada hacia la ventana, ya que de pronto me había sentido observada.
Allí estaba de pie un chico rubio, su cabello era casi fosforescente. Muy lindo, si. Nunca antes lo había visto. El chico me sonrió y me quedé de piedra en el sitio. Cuando pude generar movimenti, volteé la cabeza rápidamente para apartar la mirada el chico. Sentí que el calor se me subió a la cara, y unas inmensas ganas de salir corriendo de allí. Pero no lo hice. Parecería una niñita asustada.
– ¡Hazel!– Escuché que alguien gritaba mi nombre desde el otro lado de la ventana. Volví a voltear la cabeza y allí estaba Harry mirándome junto con el chico rubio. Ambos con una sonrisa en el rostro.
– Hola– saludé. Sonreí a la fuerza y le hice una seña con la mano. Ambos chicos se miraron y luego estallaron en risas. Me sentí ridícula.
– ¿Qué haces?– Habló Harry nuevamente. Señalé la televisión en vez de responder con palabras. Él miró al rubio con expresión insinuante y luego me volvió a mirar – ¿No quier..? - comenzó a decir.
– ¡¡HAZEL!!– Gritó mi madre desde la planta de abajo. Fruncí el seño.
– ya voy – Grité. Puse los ojos en blanco los y miré a ambos chicos. – Lo siento. – Me disculpé ante tal griterío y me levanté de la cama apagando la televisión y saliendo de la habitación a paso rápido.
thanks winter!
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Re: || They Don't know about Us ||
:OO Bienvenida nenaa!! no te preocupes, ya la sigo c:Ángel D. Cielo escribió:QUE LA SIGAS, SÍGUELAAAAAAAAAAAAAAAAAA
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Re: || They Don't know about Us ||
They don't know about Us
Capítulo Dos
La mañana en Londres estaba extremadamente fría, tan fría que provocaba un dolor insoportable entre las cejas. El viento me congelaba las pestañas debido a la velocidad con que corría. Sí, corría porque estaba atrasada y si no corría, llegaría tarde a clases y tendría la suspensión por atrasos a demás del castigo que mi madre me daría. Mientras corría solo pensaba en darme la media vuelta y regresar al calor de mi cama e invernar durante toda la época de frío.
Llegué al salón justo a tiempo. Caminé hacia mi asiento de siempre, el último de atrás del lado de la ventana. Dejé mis cosas a un lado y me senté. Justo en ese momento entró el profesor haciendo callar a todo el mundo. Me recosté en el asiento haciendo caso omiso a sus palabras. Me crucé de brazos y cerré los ojos.
Las clases pasaron dolorosamente lentas, sobre todo porque mi compañero de travesuras no había asistido a clases. Cuando el timbre sonó por fin, cerré mi cuaderno que seguía intacto y sin una linea de materia, y guardé las cosas en tiempo récord para salir disparada del aula de clases.
En cuanto salí del edificio, pude apreciar que aún hacía frío y unas pequeñas gotas se caían y golpeaban mi cara y humedecían mi cabello. No había traído dinero para un autobús por lo que me vi obligada a caminar bajo la lluvia. Genial. Llegaría empapada a mi casa. Me puse la capucha de la chaqueta y comencé a caminar a paso rápido.
De pronto oí un silbido proveniente de algún lugar de la calle. Miré a todos lados, buscando a alguien por allí cerca, y no era alguien, si no que “alguienes”. Si, eran alrededor de ocho o así. Estaban apoyados en la pared de un bar. Se veían algo ebrios. No eran más que unos jóvenes alcoholizados. Soltaron unas carcajadas y comenzaron a gritar cosas en cuanto los miré.
Sentí pánico. No había nadie más en aquella calle. Encima era invierno y el cielo estaba oscuro producto de las nubes de lluvia.
Puse la peor cara que tenía y los miré amenazante. Ellos siguieron con sus bromas y gritos incoherentes que me hacían temblar de miedo. Levanté una mano y les enseñé el dedo de en medio haciendo que rompieran en carcajadas de forma exagerada. Uno de ellos se apartó del grupo y comenzó a avanzar hacia mí. Miré a todos lados de la calle buscando a alguien, pero nada. Comencé a trotar y luego a correr sin mirar atrás.
Los perdí. Ya no escuchaba sus gritos, ni nada por el estilo. Estaba a una cuadra de mi casa, cuando choqué con alguien tan fuertemente que reboté y caí hacia atrás. Bueno, habría caído de no ser porque alguien me sujetó de los hombros. Abrí los ojos como platos. Que susto que me había llevado.
—Ten más cuidado —escuché una voz grave. Miré sus manos posadas en mis hombros y luego lo miré a él.
—Oh, sí, lo siento. ¿Te hice daño? —lo estudié con la mirada.
—No te preocupes. Pero para la otra caminas o ves por dónde vas —dijo uno de los chicos que solía concurrir la casa de los vecinos. Cuando recobré el equilibrio, soltó mis hombros y me sonrió. Me limité a bajar la mirada y a seguir caminando el resto de trayecto que me quedaba.
Cuando estuve frente a la puerta, suspiré aliviada. Hogar dulce hogar. Sin embargo, ese alivio no duró mucho al darme cuenta que no traía llaves y que mi madre no estaba en casa ni llegaría temprano. Genial… esta vez me había tocado con lluvia y todo.
- Felicidades, Hazel, me sorprende tu nivel de buena suerte - me regañé a mí misma.
Dejé caer mi cabeza hacia adelante, golpeándome la frente con la puerta. ¡¿Por qué a mí?! Encima en un día como hoy.
Podía sentir como las gotas caían en mi cabeza y goteaban de mi cabello. Llegando algunas a mi cara y mojándola.
Me di la vuelta y miré a todos lados de la calle, no había nadie. Apoyé mi espalda en la puerta y me quité la mochila con brusquedad. La arrojé a un lado y seguidamente me dejé caer con fuerza hacia el piso. Me cubrí la cabeza con las manos, dejando mi frente apoyada en mis rodillas. Suspiré.
Alguna idea… idea… necesitaba una idea.
La ventana de… no, todas las del piso de abajo estaban cerradas.
La puerta de atrás… no, no podría saltar el cerco, soy demasiado pequeña. Mierda.
—¿Hazel? —escuché mi nombre desde muy cerca mientras una manos se posaba sobre mi hombro. Me asusté un poco, por lo que pegué un bote y levanté la cabeza en menos de medio segundo. Por alguna razón desconocida, mi corazón había empezado a latir demasiado fuerte para mi gusto— ¿Estás bien? —me preguntó.
—Yo... si— dije nerviosa ¿Y quién no lo estaría si estaba en mi posición? Él estaba agachado a unos centímetros de mí y dios, qué vergüenza, creo que comenzaba a enrojecer y a parecerme a un tomate.
—Pensé que… —suspiró —¿Qué haces aquí?
—Es mi casa —contesté como si fuera la cosa más obvia del mundo.
— Lo sé, pero me refería a aquí afuera - explicó - Está lloviendo. —Continuó.
- No me digas ... - me burlé. El chico puso cara de circunstancia al ver que no le respondía la pregunta. Tragué saliva para enfrentarme a la humillación.
—Dejé las llaves. —me sentí una completa idiota al decir eso. Harry resopló y luego se levantó.
—¿No quieres quedarte en mi casa hasta que llegue tu madre? —Levanté mi mirada rápidamente. Fruncí el ceño mientras pensaba en que no estaría bien. Pero tenía frío y…
—No, no te preocupes. Seguro mi madre no tarda en llegar - le dije dedicándole una sonrisa de medio lado mientras mis dientes comenzaban a chocar entre sí, no sé si por los nervios o por el frío.
—Oh vamos, yo no muerdo. —dijo divertido. Yo alcé una ceja y enseguida él se agachó y cogió mi mochila —¿vienes? —se volteó y comenzó a caminar de espaldas sin dejar de mirarme sonriéndome con un aire malicioso. Me levanté con un poco de torpeza y corrí hasta alcanzarlo.
—¡Dame eso! —cogí la mochila e intenté quitársela. Pero no pude. Él era mucho más fuerte que yo, eso era seguro. Con tan sólo comparar su altura con la mía, se podía apreciar que hacía el ridículo dando saltitos intentando quitarle mi bolso de sus manos
—Te enfermarás como sigas afuera, vamos. —dijo riendo. Tiró de la mochila y la dejó a un constado de su cuerpo, sujetado con una mano, mientras que con la otra me acercó a él y me abrazó por la espalda. — estás temblando. —sí, eso era seguro, lo que no era seguro es que si era de frío o por el hecho de que él estuviese tan cerca de mí. —¿tienes mucho frío?
—Eh…
—Aquí dentro podrás entrar en calor. —me dijo con una sonrisa, mientras abría la puerta de su casa y la empujaba. Pasó por la puerta, pasando a la vez conmigo y luego la cerró a mis espaldas. —¿quieres comer algo caliente? ¿O quieres ropa seca? —no respondí. Él no se molestó en esperar mi respuesta y se dirigido rápidamente hacia las escaleras. —siéntate en el sillón, ya vuelvo con ropa seca -decía mientras desaparecía por las escaleras y sentí un par de pasos en el piso de arriba. La casa estaba en silencio por lo que deduje que estábamos solos. Cerré los ojos para disfrutar del silencio interrumpido por las gotas de lluvia golpeando el tejado. Me encantaba ese sonido.
Apreté la mandíbula para que mis dientes dejasen de castañear y me dediqué a observar aquella casa. Era muy bonita. Tenía cosas mucho más finas y costosas que la mía. Las paredes estaba pintada en un color crema y le daba un toque más elegante a ese lugar, combinado con unas cortinas color mostaza. Había una repisa llena de cuadros con fotos. Entrecerré los ojos para intentar ver mejor, pero sólo pude distinguir siluetas ya que estaban bastante lejos.
Sentí pasos en la escalera nuevamente y dirigí mi mirada hacia allí. Harry venía bajando con algo entre las manos.
—A ver si esto te sirve. —se acercó a mí y me dio ese muño de ropa. Yo lo cogí y luego le sonreí.
—Gracias ¿dónde me cambio? - Pregunté.
—¿No vas a ver qué es lo que te traje? —me encogí de hombros. La verdad es que no me importaba, solo quería estar seca —Ve al baño… tu sabes dónde está, ¿no? - preguntó.
—Ah… si. —dije al recordar que nuestras casas eran iguales. Me levanté del sillón y comencé a caminar. —Gracias. – sonrió.
—Para eso están los vecinos, ¿no?. —solté una risita y asentí con la cabeza. —espero que te quede bien la ropa, es de Gemma, es más grande que tú pero es bastante delgadita —me paré en seco.
—Gracias —me volteé a mirarlo.
—De nada. —asintió y yo me quedé mirando su hermosa sonrisa
—¿Qué no piensas en ir a cambiarte? me estas mojando el piso - se burló. Sacudí mi cabeza saliendo de mis pensamientos de niña enamoradiza y me día la media vuelta para correr al baño. Me sentía estúpida, de seguro pensaba que no era más que una niñita tonta. Luego de cambiarme salí indecisa. Si pudiera, me quedaría encerrada en el baño para no pasar más vergüenza ante él. Pero... ¿por qué me preocupaba tanto lo que él pensaba de mí?
Llegué al living donde estaba él esperando sentado en el sillón.
- Listo - le dije para que se percatara de mi presencia en la sala. Harry me miró de pies a cabeza y me sonrió.
- al parecer eres menos pequeña de lo que pensaba - bromeó al ver que la ropa de su hermana no me quedaba tan grande. Los pantalones eran un problema ya que Gemma al parecer, ya tenía su cuerpo de mujer desarrollado y sus curvas bien marcadas mientras que yo era una tabla.
—¡que te digo que no soy tan pequeña! - le dije molesta. Por una extraña razón me hacia sentir inferior a él. Poca cosa.
—¿Ah, no? ¿Qué edad tienes, pequeñita? – Puso énfasis en la última palabra, haciendo que me enfadara aún más.
—Trece ¿y tú? —a él se le congeló la expresión, y se quedó callado unos segundos.
—Pues…
Llegué al salón justo a tiempo. Caminé hacia mi asiento de siempre, el último de atrás del lado de la ventana. Dejé mis cosas a un lado y me senté. Justo en ese momento entró el profesor haciendo callar a todo el mundo. Me recosté en el asiento haciendo caso omiso a sus palabras. Me crucé de brazos y cerré los ojos.
Las clases pasaron dolorosamente lentas, sobre todo porque mi compañero de travesuras no había asistido a clases. Cuando el timbre sonó por fin, cerré mi cuaderno que seguía intacto y sin una linea de materia, y guardé las cosas en tiempo récord para salir disparada del aula de clases.
En cuanto salí del edificio, pude apreciar que aún hacía frío y unas pequeñas gotas se caían y golpeaban mi cara y humedecían mi cabello. No había traído dinero para un autobús por lo que me vi obligada a caminar bajo la lluvia. Genial. Llegaría empapada a mi casa. Me puse la capucha de la chaqueta y comencé a caminar a paso rápido.
De pronto oí un silbido proveniente de algún lugar de la calle. Miré a todos lados, buscando a alguien por allí cerca, y no era alguien, si no que “alguienes”. Si, eran alrededor de ocho o así. Estaban apoyados en la pared de un bar. Se veían algo ebrios. No eran más que unos jóvenes alcoholizados. Soltaron unas carcajadas y comenzaron a gritar cosas en cuanto los miré.
Sentí pánico. No había nadie más en aquella calle. Encima era invierno y el cielo estaba oscuro producto de las nubes de lluvia.
Puse la peor cara que tenía y los miré amenazante. Ellos siguieron con sus bromas y gritos incoherentes que me hacían temblar de miedo. Levanté una mano y les enseñé el dedo de en medio haciendo que rompieran en carcajadas de forma exagerada. Uno de ellos se apartó del grupo y comenzó a avanzar hacia mí. Miré a todos lados de la calle buscando a alguien, pero nada. Comencé a trotar y luego a correr sin mirar atrás.
Los perdí. Ya no escuchaba sus gritos, ni nada por el estilo. Estaba a una cuadra de mi casa, cuando choqué con alguien tan fuertemente que reboté y caí hacia atrás. Bueno, habría caído de no ser porque alguien me sujetó de los hombros. Abrí los ojos como platos. Que susto que me había llevado.
—Ten más cuidado —escuché una voz grave. Miré sus manos posadas en mis hombros y luego lo miré a él.
—Oh, sí, lo siento. ¿Te hice daño? —lo estudié con la mirada.
—No te preocupes. Pero para la otra caminas o ves por dónde vas —dijo uno de los chicos que solía concurrir la casa de los vecinos. Cuando recobré el equilibrio, soltó mis hombros y me sonrió. Me limité a bajar la mirada y a seguir caminando el resto de trayecto que me quedaba.
Cuando estuve frente a la puerta, suspiré aliviada. Hogar dulce hogar. Sin embargo, ese alivio no duró mucho al darme cuenta que no traía llaves y que mi madre no estaba en casa ni llegaría temprano. Genial… esta vez me había tocado con lluvia y todo.
- Felicidades, Hazel, me sorprende tu nivel de buena suerte - me regañé a mí misma.
Dejé caer mi cabeza hacia adelante, golpeándome la frente con la puerta. ¡¿Por qué a mí?! Encima en un día como hoy.
Podía sentir como las gotas caían en mi cabeza y goteaban de mi cabello. Llegando algunas a mi cara y mojándola.
Me di la vuelta y miré a todos lados de la calle, no había nadie. Apoyé mi espalda en la puerta y me quité la mochila con brusquedad. La arrojé a un lado y seguidamente me dejé caer con fuerza hacia el piso. Me cubrí la cabeza con las manos, dejando mi frente apoyada en mis rodillas. Suspiré.
Alguna idea… idea… necesitaba una idea.
La ventana de… no, todas las del piso de abajo estaban cerradas.
La puerta de atrás… no, no podría saltar el cerco, soy demasiado pequeña. Mierda.
—¿Hazel? —escuché mi nombre desde muy cerca mientras una manos se posaba sobre mi hombro. Me asusté un poco, por lo que pegué un bote y levanté la cabeza en menos de medio segundo. Por alguna razón desconocida, mi corazón había empezado a latir demasiado fuerte para mi gusto— ¿Estás bien? —me preguntó.
—Yo... si— dije nerviosa ¿Y quién no lo estaría si estaba en mi posición? Él estaba agachado a unos centímetros de mí y dios, qué vergüenza, creo que comenzaba a enrojecer y a parecerme a un tomate.
—Pensé que… —suspiró —¿Qué haces aquí?
—Es mi casa —contesté como si fuera la cosa más obvia del mundo.
— Lo sé, pero me refería a aquí afuera - explicó - Está lloviendo. —Continuó.
- No me digas ... - me burlé. El chico puso cara de circunstancia al ver que no le respondía la pregunta. Tragué saliva para enfrentarme a la humillación.
—Dejé las llaves. —me sentí una completa idiota al decir eso. Harry resopló y luego se levantó.
—¿No quieres quedarte en mi casa hasta que llegue tu madre? —Levanté mi mirada rápidamente. Fruncí el ceño mientras pensaba en que no estaría bien. Pero tenía frío y…
—No, no te preocupes. Seguro mi madre no tarda en llegar - le dije dedicándole una sonrisa de medio lado mientras mis dientes comenzaban a chocar entre sí, no sé si por los nervios o por el frío.
—Oh vamos, yo no muerdo. —dijo divertido. Yo alcé una ceja y enseguida él se agachó y cogió mi mochila —¿vienes? —se volteó y comenzó a caminar de espaldas sin dejar de mirarme sonriéndome con un aire malicioso. Me levanté con un poco de torpeza y corrí hasta alcanzarlo.
—¡Dame eso! —cogí la mochila e intenté quitársela. Pero no pude. Él era mucho más fuerte que yo, eso era seguro. Con tan sólo comparar su altura con la mía, se podía apreciar que hacía el ridículo dando saltitos intentando quitarle mi bolso de sus manos
—Te enfermarás como sigas afuera, vamos. —dijo riendo. Tiró de la mochila y la dejó a un constado de su cuerpo, sujetado con una mano, mientras que con la otra me acercó a él y me abrazó por la espalda. — estás temblando. —sí, eso era seguro, lo que no era seguro es que si era de frío o por el hecho de que él estuviese tan cerca de mí. —¿tienes mucho frío?
—Eh…
—Aquí dentro podrás entrar en calor. —me dijo con una sonrisa, mientras abría la puerta de su casa y la empujaba. Pasó por la puerta, pasando a la vez conmigo y luego la cerró a mis espaldas. —¿quieres comer algo caliente? ¿O quieres ropa seca? —no respondí. Él no se molestó en esperar mi respuesta y se dirigido rápidamente hacia las escaleras. —siéntate en el sillón, ya vuelvo con ropa seca -decía mientras desaparecía por las escaleras y sentí un par de pasos en el piso de arriba. La casa estaba en silencio por lo que deduje que estábamos solos. Cerré los ojos para disfrutar del silencio interrumpido por las gotas de lluvia golpeando el tejado. Me encantaba ese sonido.
Apreté la mandíbula para que mis dientes dejasen de castañear y me dediqué a observar aquella casa. Era muy bonita. Tenía cosas mucho más finas y costosas que la mía. Las paredes estaba pintada en un color crema y le daba un toque más elegante a ese lugar, combinado con unas cortinas color mostaza. Había una repisa llena de cuadros con fotos. Entrecerré los ojos para intentar ver mejor, pero sólo pude distinguir siluetas ya que estaban bastante lejos.
Sentí pasos en la escalera nuevamente y dirigí mi mirada hacia allí. Harry venía bajando con algo entre las manos.
—A ver si esto te sirve. —se acercó a mí y me dio ese muño de ropa. Yo lo cogí y luego le sonreí.
—Gracias ¿dónde me cambio? - Pregunté.
—¿No vas a ver qué es lo que te traje? —me encogí de hombros. La verdad es que no me importaba, solo quería estar seca —Ve al baño… tu sabes dónde está, ¿no? - preguntó.
—Ah… si. —dije al recordar que nuestras casas eran iguales. Me levanté del sillón y comencé a caminar. —Gracias. – sonrió.
—Para eso están los vecinos, ¿no?. —solté una risita y asentí con la cabeza. —espero que te quede bien la ropa, es de Gemma, es más grande que tú pero es bastante delgadita —me paré en seco.
—Gracias —me volteé a mirarlo.
—De nada. —asintió y yo me quedé mirando su hermosa sonrisa
—¿Qué no piensas en ir a cambiarte? me estas mojando el piso - se burló. Sacudí mi cabeza saliendo de mis pensamientos de niña enamoradiza y me día la media vuelta para correr al baño. Me sentía estúpida, de seguro pensaba que no era más que una niñita tonta. Luego de cambiarme salí indecisa. Si pudiera, me quedaría encerrada en el baño para no pasar más vergüenza ante él. Pero... ¿por qué me preocupaba tanto lo que él pensaba de mí?
Llegué al living donde estaba él esperando sentado en el sillón.
- Listo - le dije para que se percatara de mi presencia en la sala. Harry me miró de pies a cabeza y me sonrió.
- al parecer eres menos pequeña de lo que pensaba - bromeó al ver que la ropa de su hermana no me quedaba tan grande. Los pantalones eran un problema ya que Gemma al parecer, ya tenía su cuerpo de mujer desarrollado y sus curvas bien marcadas mientras que yo era una tabla.
—¡que te digo que no soy tan pequeña! - le dije molesta. Por una extraña razón me hacia sentir inferior a él. Poca cosa.
—¿Ah, no? ¿Qué edad tienes, pequeñita? – Puso énfasis en la última palabra, haciendo que me enfadara aún más.
—Trece ¿y tú? —a él se le congeló la expresión, y se quedó callado unos segundos.
—Pues…
thanks winter!
- Lee Lee:
- Holaa!! aquí dejo cap. Agraezco a las dos lectoras que se han dado el tiempo de comentar, eso me da la motivación para seguir publicando <3
Mess.
Re: || They Don't know about Us ||
Pos llegaran más lectoras a molestarte! Vamos, que amo esta nove, y pensar que hace mucho no leo una con un buen tema como este, es horrible, solo no la canceles ;-; Por qué si no, shoro por una semana(?) ;-;
Miss Stalker
Re: || They Don't know about Us ||
Aaaaaa me encantaron los capitulos que quede con la voca avierta al saver que ya avias suvido cap que emision jiji y ahora que va a pasar me dejaste con la intriga mala ;) a y de que parte de chile eres yo vivo en copiapo y tup
lo unico que espero es que no la canseles porfis es que es muy buena bueno siguela pronto ;) besos
lo unico que espero es que no la canseles porfis es que es muy buena bueno siguela pronto ;) besos
happy*eva
Re: || They Don't know about Us ||
They don't know about Us
Capítulo Tres
—Pues... Te prepararé algo caliente —entrecerré los ojos. ¿Me estaba ocultando algo? Vale, sí, eso era seguro. Pero a ver que quizás tenía unos veinticinco y yo ni cuenta me había dado. Ok, ok, estaba exagerando pero…
—Pero…
—¡Vamos! —me apresuró —mientras más rápido, mejor —dijo sonriente. Abrí la boca y fui a decir algo… pero no. Era mejor no meterme. Luego le preguntaba.
—¿Me das una bolsa de plástico para guardar esto? —le pregunté. El chico me miró desviando su atención desde el mueble de cocina hacia mí, al parecer mirarme le causaba chite pues ahí estaba nuevamente aquella sonrisa, me estaba poniendo nerviosa. Él pareció salir de una especie de trance y luego, aún con la sonrisa en la cara, me dijo:
—Dámela —señaló la ropa. Yo se la tendí y él se acercó a mí para coger el muño —está mojado —puse los ojos en blanco mientras él parecía reírse de su propio chiste —siéntate —miré la silla que sobresalía de la mesa que estaba a mi lado y me senté allí mientras Harry desaparecía de mi vista. Supuse que allí se encontraría la lavadora, secadora y esas cosas. ¿A caso pensaba lavarla? ¿No la iba a poner en una bolsa o algo así?
—¿La lavarás?
—Si—escuché como le daba a un botón
—Pero Harry, yo puedo lavarla en mi casa —dije rápidamente.
—Demasiado tarde —me sonrió travieso mientras volvía a entrar en la cocina —ahora… —se acercó a un mueble donde reposaba una taza color crema la cogió —toma esto —me tendió la taza elegante. Alargué las manos para cogerla, estaba caliente —supongo que te gusta el chocolate.
—Sí.
—No hay chica a la que no le guste —Bufó. Yo alcé una ceja mientras dejaba rápidamente la taza sobre la mesa, ya que me estaba quemando las manos —¡Auu! – Me quejé.
—¡Oh! lo siento, ¿te dolió mucho? —hizo ademán de acercarse.
—No, no pasa nada.-lo tranquilicé.
—Ah —dijo simplemente. Fingiendo estar tragándose mi cuento. En todo caso una quemadura no era importante. Cogí la taza, le di un sorbo al líquido hirviendo, provocando que me quemara la lengua. Para no llamar su atención, tragué sin quejarme.
Harry dio un paso hasta sentarse en la silla que estaba frente a mí.
—¿Cómo está? —preguntó refiriéndose al chocolate caliente que estaba entre mis manos.
—Delicioso, ¿quieres? —le ofrecí. Él negó con la cabeza.
—No me gusta.
—¿De verdad? —asintió. Yo me eché a reír.
—¿Cómo no te va a gustar el chocolate? ¿Estás mal de la cabeza o finges estarlo? —lo señalé con el dedo. El con un movimiento rápido bajó mi dedo, dejándolo casi muerto sobre la mesa aplastado con su mano.
—Estoy mal de la cabeza, eso es seguro —dijo serio —¡Pero el chocolate es la peor cosa del mundo!
—¡Claro que no! —intenté quitar mi dedo de allí, pero fue imposible.
—Eres una niñita debilucha —rió malicioso.
—Claro que lo no soy—añadí. Harry se echo a reír.
—¡Eres un palito! –se rió de mi estado físico.
—No me digas… —dije irónica —¡Tengo trece años!
—Hay niñas que tiene tu edad y son gorditas o ya tienen sus curvas..
—Pues ya ves que no soy de ese tipo de Niñas—le espeté recalcando la palabra “niña” que tanto usaba para referirse a mí.
—Y dime, ¿cómo te fue hoy en la escuela? —dijo medio riendo. Sabía que buscaba algún tema de conversación. Pero ese no me agradaba para nada.
—¡Pff! Como siempre—me recosté en la silla y me acerqué la taza a la boca para seguidamente darle un sorbo, ya iba por la mitad. El asintió y me siguió mirando. Era como si estuviese examinando cada parte de mi cuerpo con la mirada, hasta el más mínimo detalle. No me hubiese sorprendido al escuchar algo como “tienes una diminuta mancha allí” o “tienes un lunar bajo la ceja”. Me sentí incómoda, muy incómoda.
No dejé que él me mirase a los ojos. Yo era débil, muy débil, o al menos así era como me consideraba. No podía sostenerle la mirada a una persona por las de dos segundos. Carraspeé un poco y luego le di otro sorbo a la taza. Harry me seguía mirando y la situación, al menos para mí, iba empeorando cada vez más. Decidí meterlo en aprietos a él también, sabía que no quería decírmelo, por alguna razón. Pero, con tal de que dejase de mirarme…
—¿Cuántos me dijiste que tenías? —alcé una ceja.
—¿Cuantos qué?
—Años —Le espeté en un tono más alto y bebí un poco más de chocolate. Dejé la taza sobre la mesa.
Harry aún no me había contestado. Lo miré. Tenía las manos entrelazadas y se mordía los labios, tenía los ojos puestos en otra parte y parecía estar pensando. ¡Como si tuviera que pensar mucho para contestar eso! vamos, que no creo que se le hubiese olvidado y estuviera contando los años que habían pasado desde su nacimiento.
—Diecinueve —me contestó. Él me miró, yo lo miré... nos miramos.
—Eres un anciano —dije en broma entrecerrando los ojos.
—Lo sé —soltó una risita —¿Ya terminaste? —apuntó mi taza. Cambiando de tema, lo sabía. Y yo que creía que era cosa de mujeres complicarse con decir su edad.
—Si —dije en el momento que me acercaba la taza a la boca y le daba el último sorbo. Luego le di la taza y él se levantó de la silla para lavarla.
—Y... ¿Qué quieres hacer? —dijo una vez había terminado de lavarla. Como respuesta me encogí de hombros. —¿A qué hora llega tu madre? —no respondí. No lo sabía. Siempre llegaba a horas diferentes o a veces no llegaba si no hasta el otro día y luego me explicaba que tenía mucho trabajo y ese tipo de cosas que yo sabía que eran mentiras, sabía que ella andaba con alguno de sus novios. Para mí no era agradable que ella tuviese novios, no me gustaba. Y más si eran “novios” ¿A caso no se conformaba con uno sólo? Y es que yo me había enterado de la peor manera de que mi madre era por así decirlo… una “puta”. Nos es para nada bonito que las chicas más populares del instituto te lo griten a la cara en medio de uno de los pasillos más transitados del lugar.
Me estremecí al recordarlo y bajé la cabeza.
—No lo sabes —dijo más como una afirmación que como una pregunta —son las siete —supuse que había visto la hora en el reloj de pared que tenía en la pared de enfrente, atrás de mi —podríamos... ver la TV. Mi madre no se tarda en llegar y nos podría cocinar algo bueno —alcé la vista, me estaba sonriendo. No pude evitar que en mis labios se formara una mueca perecida.
—¿Qué hay de bueno a esta hora? —pregunté refiriéndome a los programas de televisión mientras me bajaba de la silla y caminaba junto a Harry hacia el salón.
—Pues… no lo sé —se encogió de hombros —siéntate —se lanzó sobre el sillón y yo me senté a su lado. Lo vi buscando algo con la mirada.
—¡Aquí está! —solté al encontrarlo. Lo cogí y se lo di. Él me sonrió y se recostó en el sillón, para luego encender la TV y comenzar a pasar los canales.
—Cuando quieras que me detenga, me avisas.
—¡Ya! —grité al instante. El dejó de presionar el botón y me miró extraño.
—¿Te gusta ver esa clase de películas? Digo, ¿no eres un poco menor de edad para ver esas cosas?…
—Pensé que sería algo que te gustaría. Tú debes de ver esas cosas —sentí como me ruborizaba un poco. Le había dicho que parase sólo para molestarlo y todo había salido mal. Justo se había detenido en una escena no apta para menores.
Harry alzó una ceja. Podía ver que estaba conteniendo una carcajada. Me sentí ridícula. ¡Claro! habría sido mucho mejor echarme a reír que dar una tonta disculpa de “tú debes de ver esas cosas”. Dios, que estúpida. Sentí como mis mejillas casi explotaban de lo rojas que debían estar y no sabía dónde meterme. Pero Bill me seguía mirándome, haciendo que me encontrara mucho más incómoda.
Miré hacia otro lado, no la TV, eso estaba claro y luego murmuré entre dientes:
—¿No la vas a cambiar?
—Creí que tú querías ver eso —dijo con tono inocente. Yo puse los ojos en blanco, obviamente él no me estaba mirando.
—Fue un accidente.
—Ok, ok —al parecer había decidido no avergonzarme más. Soltó una risita y luego cambió de canal. Sentí los sonidos de todos ellos, hasta que se detuvo en uno no muy agradable. Me di vuelta hacia la TV y lo comprobé. Mi cara se contrajo en una mueca de asco y luego lo miré.
—¿Me va a poner a ver… Barney?
—Pensaba que a todos los chicos le gustaba —se encogió de hombros.
—Yo ya estoy grande para eso Harry—me apunté a mi misma y lo miré enojada. Me examinó con la mirada.
—Pues, la verdad…
- ¡Argh! ¡Cambia esa cosa! ¡No soporto a ese elefante! —me llevé una mano a la cara y me golpeé la frente al ver que Harry no tenía intensiones de cambiarla y me miraba con los ojos como platos, seguramente por mi grito. Luego cogí yo el control de la TV y le cambié de canal a unodonde pasaban “Keeping Up with the Kardashiasn—ya está —me volví a recostar en el sillón, ya que cuando había estado “gritando” me había incorporado. Harry no dijo nada. Por lo que me dediqué a mirar el reality.
—¿Te gustan los reality?
—Si —contesté sin apartar la vista de la TV.
—Yo los odios – se quejó.
—Que bien por tí—hablé rápidamente
—No pareces la tipa de chica que le gustan los reality —soltó.
- Puede que no vaya con mi personalidad, lo sé, soy extraña – expliqué – o al menos eso es lo que todos dicen
—¿Todos?
—No soy… emm... —lo miré. No pude descifrar su expresión... pero me pareció algo extraña —no soy muy sociable. Para nada sociable —curvé mis labios en una sonrisa, resignada a pasarme la vida de esa manera. Ya lo había asumido.
—Yo te veo como una chica muy simpática… de verdad que no pareces ser de esas.
—Me llevo mejor con los chicos —suspiré —creo que eso lo explica —reí un poco.
—¿Y no tienes amigas?
—No. Tampoco necesito tenerlas. Creo… —la última palabra la dije en un susurro. Miré mis manos. Había veces en que necesitaba a una amiga. En realidad nunca supe que era tener a alguien... a una “amiga”. Porque nunca había tenido una. Había sido rechazada socialmente desde el primer día de clases en primer grado.
Sentí como pasaba su brazo por sobre mis hombros y me pegaba a él. Yo me quedé rígida, no sabía qué hacer en ese momento. Me había sentido angustiada. Me habían entrado ganas de llorar. Realmente estaba sola. Por que los chicos eran nada más para juegos estúpidos y esas cosas. Ellos no me podían comprender y yo a ellos tampoco.
—No necesitas tenerlas —afirmó hablando bajito –—porque tú te vales por ti misma. Y eres una persona muy… —se quedó en silencio, supongo que buscando una palabra. Pero como siempre, no había buenos adjetivos para calificarme —valiosa. Si, vales mucho. Y esas chicas se lo pierden. —lo miré y él me sonrió. Realmente, me había hecho sentir mejor.
—Gracias.
—No es nada… —me rodeó con su otro brazo y entrelazó sus dedos, dejándome “prisionera”. Yo cambié nuevamente de canal, hasta quedar en una película, era de terror… ya la había visto antes. Dejé caer mi cabeza sobre su hombro. Estaba tan cómoda que llegaba a tener sueño.
—¿Sabes? realmente estás grande —sentí como hablaba a escasos centímetros cabeza.
—¿Ves? Te lo dije —hablé sin saber... pues eso de que yo era grande no venía a cuento… y no entendía por qué lo había dicho.
—Cuando tú eras pequeñita yo paseaba contigo por las calles. Llevaba tu coche a todas partes. Ya ni te acuerdas —rió un poco —Obviamente yo también era pequeño así es que mis recuerdos son un tanto vagos—me quedé atónita.
Yo no recordaba eso, en absoluto… pude sentir mis mejillas arder. ¡Que vergüenza!
No lo miré, no lo estaba mirando y tampoco daría vuelta el rostro para hacerlo. Aunque estoy segura de que él me había visto enrojecerme por completo.
—Wow —fue lo único que salió de entre mis labios.
—Si, también te cambiaba los pañales.
—¿¡Qué!? —di un saltito en el sillón. Luego me quedé completamente quieta. Sentí cómo él reía y luego se acercaba a mi oído.
—Broma —al escuchar su murmullo, solté todo el aire que había retenido en los pulmones debido a la sorpresa. Pero no sirvió de mucho, ya que tuve que aguantar nuevamente la respiración para no soltar un chillido histérico. Su aliento rozaba la piel de mi cuello y mi oído. Harry rió de nuevo.
—Esto… yo creo que ya es hora de que me vaya —sentí como su brazos se tensaban y no creo que haya sido por el grito que salió de la TV. Estúpida película.
—Pero tu madre aún no llega —dijo sin soltarme aún.
—Si, pero ya no llueve —miré la ventana velozmente. Si llovía.
—Si llueve.
—Puedo estar bajo la lluvia —hice el ademán de separarme, pero él no me lo permitió.
—No con la ropa de Gemma —dijo en tono divertido. Yo relajé mi cuerpo y me dejé caer sobre él, como si estuviese muerta. Cerré los ojos y sentí como me golpeaba la cabeza contra el sillón. El golpe resonó por toda la habitación.
Me incorporé de un salto, haciendo caso omiso al golpe y al dolor que este me provocaba y miré al castaño avergonzada.
—Dios, Hazel, lo siento – Dijo suave. Enseguida sentí algo que me tocaba la cabeza, en la zona golpeada. – ¿Te duele? —era su mano. Negué con la cabeza —¿Te pongo hielo?
—No es necesa… —comenzó a caminar hacia la cocina, llevándome con él, vale, al parecer el preguntaba las cosas sólo para anunciar lo que haría –—…rio —terminé la oración.
Llegamos a la cocina en silencio. Me sentó en la misma silla de hace un rato y vi como sacaba unos hielos y los echaba en una bolsa. Luego se acercó a mí con una sonrisa de medio lado. Estiré la mano para recibir el hielo pero el pasó directamente de ella y me lo depositó en mi cabeza él mismo. Acercó una silla con la otra mano y se sentó frente a mí.
—¿Estas mejor?
—Está helado —le sonreí —gracias.
En ese momento ambos volvimos la mirada hacia la puerta de la cocina, ya que habíamos escuchado un sonido en la cerradura de la casa.
Nos quedamos como estatuas mirando hacia la puerta. Pude oír como la abrían y cerraban tras haber pasado unos segundos. El ruido que emitía la TV no me dejó oír más. Y al parecer a Harry tampoco. Acomodó de mejor manera el hielo en mi cabeza y se detuvo al escuchar unos pasos acercándose, los cuales yo también oí.
Pude ver a la madre de los chicos, mi vecina, Anne… O al menos es así como recuerdo que se llamaba, en esos momentos no lo recordaba muy bien. Ella se asomó a la puerta con una sonrisa y creo que se sorprendió.
—¿Pero qué hace la pequeña Hazel aquí? — “pequeña” como odiaba que me llamasen así. ¡Que no era pequeña! Argh!! Y es que nadie me comprendía. Pero estaba completamente segura de que Anne o como sea que se llamase lo decía sin saber que me afectaba. Le sonreí y ella nos miró a ambos intermitentemente.
—Hola —dijimos Harry y yo al mismo tiempo, sólo que el añadió un “mamá”. Ella encendió la luz de la cocina mientras fruncía el ceño y se acercaba a nosotros. No me había dado cuenta de lo oscuro que estaba hasta que ella encendió la luz y quedé casi ciega.
—¿Qué te pasó, querida?
—No es nada, un golpe —hice un gesto con la mano para restarle importancia. Anne se agachó a mi altura y me dio un beso en la mejilla, luego besó a Harry en la frente.
—Fue mi culpa —resopló.
—Este no te hizo nada, ¿no? —reí un poco ante el comentario de la mujer y negué con la cabeza.
—Mamá… —se quejó el chico. Anne sonrió y lo miró intentando hablarle con la mirada, como si sólo ellos dos se entendiesen. Como si me ocultaran algo que yo no supiera… y que no querían que supiera.
No le di importancia, cosas familiares.
Anne caminó hacia un mueble y lo abrió.
—¿Y qué haces aquí, Hazel? —sacó del mueble una cacerola mediana y la dejó sobre la mesa, frente a mí.
—Su madre no está en casa, no tiene llaves y está lloviendo —explicó Harry—decidí traerla a casa.
—¡Ah! Qué bien. Tendremos una acompañante para la cena. ¿Te quedas, no? —miré al castaño y este asintió.
—Si, se queda —habló por mí. Luego me miró con una media sonrisa en el rostro y se levantó quitando el hielo embolsado de mi cabeza. Pero seguía sosteniéndolo en la mano derecha —en la lavadora está su ropa.
—Ajam… —asintió su madre con la cabeza metida dentro del refrigerador.
— ¿Vienes? – Dijo esta vez para mí. Yo me encogí de hombros y él me cogió del brazo para sacarme de la cocina. Subimos la escalera con mucho cuidado.
Entramos en su habitación. Nunca había estado allí, aunque ya la conocía bastante bien, ya que se podía ver desde mi ventana. De todas maneras desde esta perspectiva era más interesante que desde la ventana de mi cuarto.
—Aquí podemos esperar la comida —suspiró mientras se lanzaba de espaldas a la cama.
—Si —dije distraídamente. Comencé a mirar en el mueble que había sobre su escritorio. Estaba lleno de CD’s no quise tocarlos ya que lo más probable alguno caería de mis manos. Con lo torpe que era y la suerte que tenía…
—Deja de husmear en mis cosas y ven aquí —sentí hablar a Harry a mis espaldas. Me volteé y con resignación fingida me acerqué hacia él.
… Si no hubiese querido ir, no hubiese ido pero por una extraña razón, que no sabría explicar, me gustaba estar cerca suyo.
Me dejé caer a su lado, a unos cuantos centímetros de distancia, sin que nos tocásemos. Y volteé la cabeza hacia un lado. Hice un mueca de dolor por el golpe y luego busqué la posición más cómoda. Entonces quedamos cara a cara.
El alzó el brazo y puso el hielo en su lugar y lo dejó allí, como en la cocina. Debatí internamente caso poner mi mano sobre la suya. Pero no. Hubiese sido demasiado estúpido.
Por lo que me dediqué a observarlo… hasta el más mínimo detalle, para poder guardarlo en mi memoria.
Comencé por sus ojos. Simplemente, perfectos. Color verde y muy atractivos, tenían un brillo especial… cierta vitalidad y algo que no podía identificar. Realmente podría hundirme en ellos durante años, incluso siglos y no me cansaría de mirarlos…
Perfectos.
Quise seguir examinando el resto de sus rasgos, pero una fuerza extraña pegaba mis ojos a los suyos.
Sentí algo en el estómago, era una linda pero a la vez extraña sensación de cosquillas. me estremecí. El corazón me comenzó a andar más rápido y me costaba respirar.
¿A caso era…?
No. En esos momentos no podría haber sido.
—Pero…
—¡Vamos! —me apresuró —mientras más rápido, mejor —dijo sonriente. Abrí la boca y fui a decir algo… pero no. Era mejor no meterme. Luego le preguntaba.
—¿Me das una bolsa de plástico para guardar esto? —le pregunté. El chico me miró desviando su atención desde el mueble de cocina hacia mí, al parecer mirarme le causaba chite pues ahí estaba nuevamente aquella sonrisa, me estaba poniendo nerviosa. Él pareció salir de una especie de trance y luego, aún con la sonrisa en la cara, me dijo:
—Dámela —señaló la ropa. Yo se la tendí y él se acercó a mí para coger el muño —está mojado —puse los ojos en blanco mientras él parecía reírse de su propio chiste —siéntate —miré la silla que sobresalía de la mesa que estaba a mi lado y me senté allí mientras Harry desaparecía de mi vista. Supuse que allí se encontraría la lavadora, secadora y esas cosas. ¿A caso pensaba lavarla? ¿No la iba a poner en una bolsa o algo así?
—¿La lavarás?
—Si—escuché como le daba a un botón
—Pero Harry, yo puedo lavarla en mi casa —dije rápidamente.
—Demasiado tarde —me sonrió travieso mientras volvía a entrar en la cocina —ahora… —se acercó a un mueble donde reposaba una taza color crema la cogió —toma esto —me tendió la taza elegante. Alargué las manos para cogerla, estaba caliente —supongo que te gusta el chocolate.
—Sí.
—No hay chica a la que no le guste —Bufó. Yo alcé una ceja mientras dejaba rápidamente la taza sobre la mesa, ya que me estaba quemando las manos —¡Auu! – Me quejé.
—¡Oh! lo siento, ¿te dolió mucho? —hizo ademán de acercarse.
—No, no pasa nada.-lo tranquilicé.
—Ah —dijo simplemente. Fingiendo estar tragándose mi cuento. En todo caso una quemadura no era importante. Cogí la taza, le di un sorbo al líquido hirviendo, provocando que me quemara la lengua. Para no llamar su atención, tragué sin quejarme.
Harry dio un paso hasta sentarse en la silla que estaba frente a mí.
—¿Cómo está? —preguntó refiriéndose al chocolate caliente que estaba entre mis manos.
—Delicioso, ¿quieres? —le ofrecí. Él negó con la cabeza.
—No me gusta.
—¿De verdad? —asintió. Yo me eché a reír.
—¿Cómo no te va a gustar el chocolate? ¿Estás mal de la cabeza o finges estarlo? —lo señalé con el dedo. El con un movimiento rápido bajó mi dedo, dejándolo casi muerto sobre la mesa aplastado con su mano.
—Estoy mal de la cabeza, eso es seguro —dijo serio —¡Pero el chocolate es la peor cosa del mundo!
—¡Claro que no! —intenté quitar mi dedo de allí, pero fue imposible.
—Eres una niñita debilucha —rió malicioso.
—Claro que lo no soy—añadí. Harry se echo a reír.
—¡Eres un palito! –se rió de mi estado físico.
—No me digas… —dije irónica —¡Tengo trece años!
—Hay niñas que tiene tu edad y son gorditas o ya tienen sus curvas..
—Pues ya ves que no soy de ese tipo de Niñas—le espeté recalcando la palabra “niña” que tanto usaba para referirse a mí.
—Y dime, ¿cómo te fue hoy en la escuela? —dijo medio riendo. Sabía que buscaba algún tema de conversación. Pero ese no me agradaba para nada.
—¡Pff! Como siempre—me recosté en la silla y me acerqué la taza a la boca para seguidamente darle un sorbo, ya iba por la mitad. El asintió y me siguió mirando. Era como si estuviese examinando cada parte de mi cuerpo con la mirada, hasta el más mínimo detalle. No me hubiese sorprendido al escuchar algo como “tienes una diminuta mancha allí” o “tienes un lunar bajo la ceja”. Me sentí incómoda, muy incómoda.
No dejé que él me mirase a los ojos. Yo era débil, muy débil, o al menos así era como me consideraba. No podía sostenerle la mirada a una persona por las de dos segundos. Carraspeé un poco y luego le di otro sorbo a la taza. Harry me seguía mirando y la situación, al menos para mí, iba empeorando cada vez más. Decidí meterlo en aprietos a él también, sabía que no quería decírmelo, por alguna razón. Pero, con tal de que dejase de mirarme…
—¿Cuántos me dijiste que tenías? —alcé una ceja.
—¿Cuantos qué?
—Años —Le espeté en un tono más alto y bebí un poco más de chocolate. Dejé la taza sobre la mesa.
Harry aún no me había contestado. Lo miré. Tenía las manos entrelazadas y se mordía los labios, tenía los ojos puestos en otra parte y parecía estar pensando. ¡Como si tuviera que pensar mucho para contestar eso! vamos, que no creo que se le hubiese olvidado y estuviera contando los años que habían pasado desde su nacimiento.
—Diecinueve —me contestó. Él me miró, yo lo miré... nos miramos.
—Eres un anciano —dije en broma entrecerrando los ojos.
—Lo sé —soltó una risita —¿Ya terminaste? —apuntó mi taza. Cambiando de tema, lo sabía. Y yo que creía que era cosa de mujeres complicarse con decir su edad.
—Si —dije en el momento que me acercaba la taza a la boca y le daba el último sorbo. Luego le di la taza y él se levantó de la silla para lavarla.
—Y... ¿Qué quieres hacer? —dijo una vez había terminado de lavarla. Como respuesta me encogí de hombros. —¿A qué hora llega tu madre? —no respondí. No lo sabía. Siempre llegaba a horas diferentes o a veces no llegaba si no hasta el otro día y luego me explicaba que tenía mucho trabajo y ese tipo de cosas que yo sabía que eran mentiras, sabía que ella andaba con alguno de sus novios. Para mí no era agradable que ella tuviese novios, no me gustaba. Y más si eran “novios” ¿A caso no se conformaba con uno sólo? Y es que yo me había enterado de la peor manera de que mi madre era por así decirlo… una “puta”. Nos es para nada bonito que las chicas más populares del instituto te lo griten a la cara en medio de uno de los pasillos más transitados del lugar.
Me estremecí al recordarlo y bajé la cabeza.
—No lo sabes —dijo más como una afirmación que como una pregunta —son las siete —supuse que había visto la hora en el reloj de pared que tenía en la pared de enfrente, atrás de mi —podríamos... ver la TV. Mi madre no se tarda en llegar y nos podría cocinar algo bueno —alcé la vista, me estaba sonriendo. No pude evitar que en mis labios se formara una mueca perecida.
—¿Qué hay de bueno a esta hora? —pregunté refiriéndome a los programas de televisión mientras me bajaba de la silla y caminaba junto a Harry hacia el salón.
—Pues… no lo sé —se encogió de hombros —siéntate —se lanzó sobre el sillón y yo me senté a su lado. Lo vi buscando algo con la mirada.
—¡Aquí está! —solté al encontrarlo. Lo cogí y se lo di. Él me sonrió y se recostó en el sillón, para luego encender la TV y comenzar a pasar los canales.
—Cuando quieras que me detenga, me avisas.
—¡Ya! —grité al instante. El dejó de presionar el botón y me miró extraño.
—¿Te gusta ver esa clase de películas? Digo, ¿no eres un poco menor de edad para ver esas cosas?…
—Pensé que sería algo que te gustaría. Tú debes de ver esas cosas —sentí como me ruborizaba un poco. Le había dicho que parase sólo para molestarlo y todo había salido mal. Justo se había detenido en una escena no apta para menores.
Harry alzó una ceja. Podía ver que estaba conteniendo una carcajada. Me sentí ridícula. ¡Claro! habría sido mucho mejor echarme a reír que dar una tonta disculpa de “tú debes de ver esas cosas”. Dios, que estúpida. Sentí como mis mejillas casi explotaban de lo rojas que debían estar y no sabía dónde meterme. Pero Bill me seguía mirándome, haciendo que me encontrara mucho más incómoda.
Miré hacia otro lado, no la TV, eso estaba claro y luego murmuré entre dientes:
—¿No la vas a cambiar?
—Creí que tú querías ver eso —dijo con tono inocente. Yo puse los ojos en blanco, obviamente él no me estaba mirando.
—Fue un accidente.
—Ok, ok —al parecer había decidido no avergonzarme más. Soltó una risita y luego cambió de canal. Sentí los sonidos de todos ellos, hasta que se detuvo en uno no muy agradable. Me di vuelta hacia la TV y lo comprobé. Mi cara se contrajo en una mueca de asco y luego lo miré.
—¿Me va a poner a ver… Barney?
—Pensaba que a todos los chicos le gustaba —se encogió de hombros.
—Yo ya estoy grande para eso Harry—me apunté a mi misma y lo miré enojada. Me examinó con la mirada.
—Pues, la verdad…
- ¡Argh! ¡Cambia esa cosa! ¡No soporto a ese elefante! —me llevé una mano a la cara y me golpeé la frente al ver que Harry no tenía intensiones de cambiarla y me miraba con los ojos como platos, seguramente por mi grito. Luego cogí yo el control de la TV y le cambié de canal a unodonde pasaban “Keeping Up with the Kardashiasn—ya está —me volví a recostar en el sillón, ya que cuando había estado “gritando” me había incorporado. Harry no dijo nada. Por lo que me dediqué a mirar el reality.
—¿Te gustan los reality?
—Si —contesté sin apartar la vista de la TV.
—Yo los odios – se quejó.
—Que bien por tí—hablé rápidamente
—No pareces la tipa de chica que le gustan los reality —soltó.
- Puede que no vaya con mi personalidad, lo sé, soy extraña – expliqué – o al menos eso es lo que todos dicen
—¿Todos?
—No soy… emm... —lo miré. No pude descifrar su expresión... pero me pareció algo extraña —no soy muy sociable. Para nada sociable —curvé mis labios en una sonrisa, resignada a pasarme la vida de esa manera. Ya lo había asumido.
—Yo te veo como una chica muy simpática… de verdad que no pareces ser de esas.
—Me llevo mejor con los chicos —suspiré —creo que eso lo explica —reí un poco.
—¿Y no tienes amigas?
—No. Tampoco necesito tenerlas. Creo… —la última palabra la dije en un susurro. Miré mis manos. Había veces en que necesitaba a una amiga. En realidad nunca supe que era tener a alguien... a una “amiga”. Porque nunca había tenido una. Había sido rechazada socialmente desde el primer día de clases en primer grado.
Sentí como pasaba su brazo por sobre mis hombros y me pegaba a él. Yo me quedé rígida, no sabía qué hacer en ese momento. Me había sentido angustiada. Me habían entrado ganas de llorar. Realmente estaba sola. Por que los chicos eran nada más para juegos estúpidos y esas cosas. Ellos no me podían comprender y yo a ellos tampoco.
—No necesitas tenerlas —afirmó hablando bajito –—porque tú te vales por ti misma. Y eres una persona muy… —se quedó en silencio, supongo que buscando una palabra. Pero como siempre, no había buenos adjetivos para calificarme —valiosa. Si, vales mucho. Y esas chicas se lo pierden. —lo miré y él me sonrió. Realmente, me había hecho sentir mejor.
—Gracias.
—No es nada… —me rodeó con su otro brazo y entrelazó sus dedos, dejándome “prisionera”. Yo cambié nuevamente de canal, hasta quedar en una película, era de terror… ya la había visto antes. Dejé caer mi cabeza sobre su hombro. Estaba tan cómoda que llegaba a tener sueño.
—¿Sabes? realmente estás grande —sentí como hablaba a escasos centímetros cabeza.
—¿Ves? Te lo dije —hablé sin saber... pues eso de que yo era grande no venía a cuento… y no entendía por qué lo había dicho.
—Cuando tú eras pequeñita yo paseaba contigo por las calles. Llevaba tu coche a todas partes. Ya ni te acuerdas —rió un poco —Obviamente yo también era pequeño así es que mis recuerdos son un tanto vagos—me quedé atónita.
Yo no recordaba eso, en absoluto… pude sentir mis mejillas arder. ¡Que vergüenza!
No lo miré, no lo estaba mirando y tampoco daría vuelta el rostro para hacerlo. Aunque estoy segura de que él me había visto enrojecerme por completo.
—Wow —fue lo único que salió de entre mis labios.
—Si, también te cambiaba los pañales.
—¿¡Qué!? —di un saltito en el sillón. Luego me quedé completamente quieta. Sentí cómo él reía y luego se acercaba a mi oído.
—Broma —al escuchar su murmullo, solté todo el aire que había retenido en los pulmones debido a la sorpresa. Pero no sirvió de mucho, ya que tuve que aguantar nuevamente la respiración para no soltar un chillido histérico. Su aliento rozaba la piel de mi cuello y mi oído. Harry rió de nuevo.
—Esto… yo creo que ya es hora de que me vaya —sentí como su brazos se tensaban y no creo que haya sido por el grito que salió de la TV. Estúpida película.
—Pero tu madre aún no llega —dijo sin soltarme aún.
—Si, pero ya no llueve —miré la ventana velozmente. Si llovía.
—Si llueve.
—Puedo estar bajo la lluvia —hice el ademán de separarme, pero él no me lo permitió.
—No con la ropa de Gemma —dijo en tono divertido. Yo relajé mi cuerpo y me dejé caer sobre él, como si estuviese muerta. Cerré los ojos y sentí como me golpeaba la cabeza contra el sillón. El golpe resonó por toda la habitación.
Me incorporé de un salto, haciendo caso omiso al golpe y al dolor que este me provocaba y miré al castaño avergonzada.
—Dios, Hazel, lo siento – Dijo suave. Enseguida sentí algo que me tocaba la cabeza, en la zona golpeada. – ¿Te duele? —era su mano. Negué con la cabeza —¿Te pongo hielo?
—No es necesa… —comenzó a caminar hacia la cocina, llevándome con él, vale, al parecer el preguntaba las cosas sólo para anunciar lo que haría –—…rio —terminé la oración.
Llegamos a la cocina en silencio. Me sentó en la misma silla de hace un rato y vi como sacaba unos hielos y los echaba en una bolsa. Luego se acercó a mí con una sonrisa de medio lado. Estiré la mano para recibir el hielo pero el pasó directamente de ella y me lo depositó en mi cabeza él mismo. Acercó una silla con la otra mano y se sentó frente a mí.
—¿Estas mejor?
—Está helado —le sonreí —gracias.
En ese momento ambos volvimos la mirada hacia la puerta de la cocina, ya que habíamos escuchado un sonido en la cerradura de la casa.
Nos quedamos como estatuas mirando hacia la puerta. Pude oír como la abrían y cerraban tras haber pasado unos segundos. El ruido que emitía la TV no me dejó oír más. Y al parecer a Harry tampoco. Acomodó de mejor manera el hielo en mi cabeza y se detuvo al escuchar unos pasos acercándose, los cuales yo también oí.
Pude ver a la madre de los chicos, mi vecina, Anne… O al menos es así como recuerdo que se llamaba, en esos momentos no lo recordaba muy bien. Ella se asomó a la puerta con una sonrisa y creo que se sorprendió.
—¿Pero qué hace la pequeña Hazel aquí? — “pequeña” como odiaba que me llamasen así. ¡Que no era pequeña! Argh!! Y es que nadie me comprendía. Pero estaba completamente segura de que Anne o como sea que se llamase lo decía sin saber que me afectaba. Le sonreí y ella nos miró a ambos intermitentemente.
—Hola —dijimos Harry y yo al mismo tiempo, sólo que el añadió un “mamá”. Ella encendió la luz de la cocina mientras fruncía el ceño y se acercaba a nosotros. No me había dado cuenta de lo oscuro que estaba hasta que ella encendió la luz y quedé casi ciega.
—¿Qué te pasó, querida?
—No es nada, un golpe —hice un gesto con la mano para restarle importancia. Anne se agachó a mi altura y me dio un beso en la mejilla, luego besó a Harry en la frente.
—Fue mi culpa —resopló.
—Este no te hizo nada, ¿no? —reí un poco ante el comentario de la mujer y negué con la cabeza.
—Mamá… —se quejó el chico. Anne sonrió y lo miró intentando hablarle con la mirada, como si sólo ellos dos se entendiesen. Como si me ocultaran algo que yo no supiera… y que no querían que supiera.
No le di importancia, cosas familiares.
Anne caminó hacia un mueble y lo abrió.
—¿Y qué haces aquí, Hazel? —sacó del mueble una cacerola mediana y la dejó sobre la mesa, frente a mí.
—Su madre no está en casa, no tiene llaves y está lloviendo —explicó Harry—decidí traerla a casa.
—¡Ah! Qué bien. Tendremos una acompañante para la cena. ¿Te quedas, no? —miré al castaño y este asintió.
—Si, se queda —habló por mí. Luego me miró con una media sonrisa en el rostro y se levantó quitando el hielo embolsado de mi cabeza. Pero seguía sosteniéndolo en la mano derecha —en la lavadora está su ropa.
—Ajam… —asintió su madre con la cabeza metida dentro del refrigerador.
— ¿Vienes? – Dijo esta vez para mí. Yo me encogí de hombros y él me cogió del brazo para sacarme de la cocina. Subimos la escalera con mucho cuidado.
Entramos en su habitación. Nunca había estado allí, aunque ya la conocía bastante bien, ya que se podía ver desde mi ventana. De todas maneras desde esta perspectiva era más interesante que desde la ventana de mi cuarto.
—Aquí podemos esperar la comida —suspiró mientras se lanzaba de espaldas a la cama.
—Si —dije distraídamente. Comencé a mirar en el mueble que había sobre su escritorio. Estaba lleno de CD’s no quise tocarlos ya que lo más probable alguno caería de mis manos. Con lo torpe que era y la suerte que tenía…
—Deja de husmear en mis cosas y ven aquí —sentí hablar a Harry a mis espaldas. Me volteé y con resignación fingida me acerqué hacia él.
… Si no hubiese querido ir, no hubiese ido pero por una extraña razón, que no sabría explicar, me gustaba estar cerca suyo.
Me dejé caer a su lado, a unos cuantos centímetros de distancia, sin que nos tocásemos. Y volteé la cabeza hacia un lado. Hice un mueca de dolor por el golpe y luego busqué la posición más cómoda. Entonces quedamos cara a cara.
El alzó el brazo y puso el hielo en su lugar y lo dejó allí, como en la cocina. Debatí internamente caso poner mi mano sobre la suya. Pero no. Hubiese sido demasiado estúpido.
Por lo que me dediqué a observarlo… hasta el más mínimo detalle, para poder guardarlo en mi memoria.
Comencé por sus ojos. Simplemente, perfectos. Color verde y muy atractivos, tenían un brillo especial… cierta vitalidad y algo que no podía identificar. Realmente podría hundirme en ellos durante años, incluso siglos y no me cansaría de mirarlos…
Perfectos.
Quise seguir examinando el resto de sus rasgos, pero una fuerza extraña pegaba mis ojos a los suyos.
Sentí algo en el estómago, era una linda pero a la vez extraña sensación de cosquillas. me estremecí. El corazón me comenzó a andar más rápido y me costaba respirar.
¿A caso era…?
No. En esos momentos no podría haber sido.
thanks winter!
- Lee Lee:
- Holaa!! aquí dejo otro cap. Muchas gracias a mi fiel lectora <3 :(L):
Mess.
Re: || They Don't know about Us ||
Hola! Nueva lectora!
Me llamo Tamara, pero todos me dicen Tiky! :)
Y soy de Argentina.
Me llamo Tamara, pero todos me dicen Tiky! :)
Y soy de Argentina.
TamiSanchez
Re: || They Don't know about Us ||
¡Nueva lectora! :corre:
Quiero decirte que la nove está tan asdfghjklñ :coco:
¡Necesito que la sigas!
Espero lo hagas cuanto antes.
Kisses
Chris xx
Quiero decirte que la nove está tan asdfghjklñ :coco:
¡Necesito que la sigas!
Espero lo hagas cuanto antes.
Kisses
Chris xx
●cнrιѕ●
Re: || They Don't know about Us ||
Omg!!!! El capitulo estuvo muy bueno porrrr que me ases esto me dejaste con la intriga aaa y siguela pronto porfisss
happy*eva
Re: || They Don't know about Us ||
Primero que todo, doy la Bienvenida a las dos nuevas lectoras <3 Gracias por leer y por sobre todo, darse el tiempo de comentar
Segundo, avisarles que hoy en la tarde subiré cap c: Les prometo que las cosas se ponen interesantes y… tensas :O
Besiitos!
Segundo, avisarles que hoy en la tarde subiré cap c: Les prometo que las cosas se ponen interesantes y… tensas :O
Besiitos!
Mess.
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