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Hunters of the Night - The Dark Beginning
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
Página 1 de 1. • Comparte
Hunters of the Night - The Dark Beginning
• Titulo: Hunters of the Night - The Dark Beginning
• Autor: Evey!
• Adaptación: no
• Género: Paranormal/fantasía, romance, comedia.
• Contenido: acción (y sus consecuentes escenas de gore liviano), romance, drama, humor, contenido erótico soft y no demasiado explícito...
• Advertencias:
-En algunas partes, roza lo que se califica como crackfic (fic parodia/irónico)
-Mezcla de la serie Supernatural + Crepúsculo, aunque centrado en personajes que no tuvieron mucho protagonismo en esta última (Nessie adolescente, Rebecca Black). Además, hay personajes originales.
-No se mantiene fiel ni a Supernatural ni a Crepúsculo. En general, la mayoría de las cosas están adaptadas, salvo los detalles más importantes (pasado de los Winchester y de Renesmee, los Vulturis, etc).
-Esta historia surgió en el 2010 en el ámbito del roleplay. Muchas escenas están basadas en mis propios temas de rol.
-Actualizaciones probablemente lentas. Aunque la novela tenga tanto tiempo, todavía está inconclusa (falta escribir poco menos de la mitad para su finalización) y muchos capítulos están escritos a mano (por lo que falta que los pase a la pc y los edite).
• Otras páginas: Wattpad, publicado bajo el seudónimo EvangelineV
• Autor: Evey!
• Adaptación: no
• Género: Paranormal/fantasía, romance, comedia.
• Contenido: acción (y sus consecuentes escenas de gore liviano), romance, drama, humor, contenido erótico soft y no demasiado explícito...
• Advertencias:
-En algunas partes, roza lo que se califica como crackfic (fic parodia/irónico)
-Mezcla de la serie Supernatural + Crepúsculo, aunque centrado en personajes que no tuvieron mucho protagonismo en esta última (Nessie adolescente, Rebecca Black). Además, hay personajes originales.
-No se mantiene fiel ni a Supernatural ni a Crepúsculo. En general, la mayoría de las cosas están adaptadas, salvo los detalles más importantes (pasado de los Winchester y de Renesmee, los Vulturis, etc).
-Esta historia surgió en el 2010 en el ámbito del roleplay. Muchas escenas están basadas en mis propios temas de rol.
-Actualizaciones probablemente lentas. Aunque la novela tenga tanto tiempo, todavía está inconclusa (falta escribir poco menos de la mitad para su finalización) y muchos capítulos están escritos a mano (por lo que falta que los pase a la pc y los edite).
• Otras páginas: Wattpad, publicado bajo el seudónimo EvangelineV
Casting
Kaya Scodelario - Renesmee Carlie Cullen
Jensen Ackles - Dean Winchester
Jared Padalecki - Sam Winchester
Shay Mitchell - Rebecca Black
Ian Somerhalder - Drake
Genevieve Padalecki - Ruby
Última edición por Evey! el Lun 10 Feb 2014, 7:07 pm, editado 1 vez
Evey!
Re: Hunters of the Night - The Dark Beginning
Prólogo
Desde que nací todo fue distinto a lo común. Mi familia era vampira, yo era una híbrida que conservaba parte de la humanidad de mi madre y mis mejores amigos eran metamorfos.
A la edad de ocho años ya había alcanzado mi madurez física y aparentaba ser una jovencita de dieciocho. Y a pesar de que también había madurado mentalmente, mis padres me seguían considerando la tierna bebé de la casa, sin darse cuenta de que en realidad ya no lo era. Me trataban como a una auténtica niña, sin permitirme hacer nada, sin dejarme conocer un poco de ese mundo que había allí afuera de las paredes de la mansión Cullen.
Así que, básicamente, pasaba todos mis días rodeada de mis padres, tíos y abuelos que me consentían sin descanso. Pero ya estaba harta de esa vida, necesitaba algo más, necesitaba sentirme útil… Necesitaba ser alguien.
Y, sin pensarlo demasiado, encontré una opción que me venía como anillo al dedo pero que sin dudas me ocasionaría grandes problemas.
Cazar…
A la edad de ocho años ya había alcanzado mi madurez física y aparentaba ser una jovencita de dieciocho. Y a pesar de que también había madurado mentalmente, mis padres me seguían considerando la tierna bebé de la casa, sin darse cuenta de que en realidad ya no lo era. Me trataban como a una auténtica niña, sin permitirme hacer nada, sin dejarme conocer un poco de ese mundo que había allí afuera de las paredes de la mansión Cullen.
Así que, básicamente, pasaba todos mis días rodeada de mis padres, tíos y abuelos que me consentían sin descanso. Pero ya estaba harta de esa vida, necesitaba algo más, necesitaba sentirme útil… Necesitaba ser alguien.
Y, sin pensarlo demasiado, encontré una opción que me venía como anillo al dedo pero que sin dudas me ocasionaría grandes problemas.
Cazar…
Evey!
Re: Hunters of the Night - The Dark Beginning
1. Mi elección
Haces de luz blanquecina chocaban directo contra mis ojos desde la ventana. Era otro nuevo día encapotado en Forks, el pueblito que me vio nacer y crecer.
Me desperecé y salí de mi cama con un poco más de ánimos que las últimas semanas. Hoy era mi último día aquí, junto a mi familia y mis amigos y aún así me sentía feliz. Lo sé, suena fatal y parecerá que no los quiero –lo cual no tiene nada que ver con la realidad- pero el mudarme a Nueva York significaba expandir mis horizontes y lograr esa autonomía que tanto deseaba.
Había sido demasiado complicado convencer a todos de que ser cazadora era lo mejor, sobretodo a papá y mamá, quienes se negaban rotundamente a que yo ejerciera ese trabajo. Pero, por suerte, logré que finalmente lo aceptaran sin poner más objeciones.
¿Por qué ser cazadora? Fue la pregunta que más escuché y la respuesta siempre fue la misma. Estaba harta de estar en casa sin nada que hacer, sin serle útil a nadie, sin hacer un cambio a este mundo ni aportarle nada. Estaba harta de estar siempre en el mismo lugar viviendo cada monótono día de mi eterna existencia. Convertirme en cazadora era mi vía de escape, haciendo lo que tantos años atrás había hecho mi padre.
Mi tarea consistía, en un principio, en acabar con cada ser humano que pusiera en peligro la vida de otras personas. Asesinos, violadores y dealers fueron mi objetivo principal, aunque con ellos no me bastaba. Con el tiempo la tarea se volvió insulsa, repetitiva y demasiado sencilla. Necesitaba algo que pusiera las cosas un poco más interesantes.
Equivocadamente creí que había llegado a mis límites hasta que una noche en Port Angels descubrí lo impensado. Siempre supe que nada era lo que parecía, que aún había muchas cosas por descubrir, que había más de lo que veíamos allí afuera. Mi familia, la mayoría de mis amigos y yo éramos la prueba de ello. Pero lo que esa madrugada encontré no entraba precisamente en mi lista de seres posiblemente reales.
Era una mujer joven, de unos veinte años, no muchos más. Su andar era pausado y errante, lo que me preocupó aún más de la impresión que ya tenía por verla sola en un callejón como en el que estaba a estas horas.
Sus ojos se encontraron brevemente con los míos, permitiéndome ver las grandes ojeras violáceas que los enmarcaban y el violento tono rojizo que rodeaba a sus iris.
Me quedé inmóvil, con mi mano sobre la cintura donde solía llevar mi Colt para cada caza -solo por si mis habilidades y dones vampíricos no eran lo suficientemente rápidos como para salir de cualquier situación-, esperando que sucediera cualquier cosa. Ella solo se quedó viéndome, con su boca ligeramente entreabierta, dándole a su rostro una expresión totalmente desencajada.
Todo sucedió con extrema rapidez. Fueron escasos segundos, demasiado intensos, en los que comprendí que todo era bastante diferente a lo que me planteaba. La mujer se abalanzó sobre mí, intentando morderme en cuanto lugar tuviera disponible. Gruesas gotas de su viscosa y desagradable saliva resbalaron sobre mi mejilla mientras sus agudos chillidos invadían mis oídos, hasta que logré apretar el gatillo de mi Colt. Su cuerpo quedó tendido en el sucio pavimento, completamente mutilado. La humeante herida en su frente casi no supuraba sangre.
Esa fue mi primera experiencia con zombis, pero no la última. Fue desde esa noche que le encontré un gusto agradable y placentero a la adrenalina que me producía el peligro de enfrentarme a algo como aquello. Mi campo de cacería se extendió bastante más y empecé a realizar trabajos de inteligencia para localizar a otros zombis y así exterminarlos. Incluso conseguí nuevas armas para defenderme, entre ellas mi fusil FAL y mi Mágnum, y Emmett me obsequió una motocicleta reformada específicamente para mis tareas.
Y es así que hoy, después de casi cuatro meses de ser una auténtica cazadora, firmaba mi acta de independencia.
Bajé a la cocina luego de asearme y cambiarme de ropa. Todos me estaban esperando allí y cada uno me dio un fuerte abrazo antes de dejarme sentar a la mesa. Los iba a extrañar muchísimo y lo sabía, pero no me arrepentiría de la decisión que había tomado.
Alice me había ayudado a conseguir mi apartamento en Nueva York gracias a sus visiones y sus contactos y junto con mi padre se encargaron de toda la mudanza, incluyendo el traslado de mi Yamaha y mi BMW M5, regalo de despedida de mis abuelos.
Se suponía que viajaría en avión pero finalmente decidimos que lo hiciera en mi auto así podría cargar conmigo todas mis armas, incluyendo katanas, navajas, dagas, unas cuantas estacas que prácticamente tenía de adorno, shurikens, mis fusiles, mis pistolas, municiones y algunos juguetitos más que no había podido resistirme a comprar. Claramente me había convertido en la bendición de Henry, que a estas alturas podría decirse que era mi traficante de armas personal.
—¿Cómo amaneciste hoy cariño? ¿Lista para el último día? —preguntó mamá sirviendo mi típico desayuno de huevos revueltos. Era prácticamente de lo único que me alimentaba además de la sangre de animales.
—Lista para lo que el destino me depare ma.
—Entonces ya puedes irte preparando porque te esperan muchos sorpresas —dijo Alice soltando una risilla cantarina.
Fue un tanto extraño ese desayuno. Nadie se atrevía a hablar y yo estaba demasiado concentrada en el asunto del viaje y mi nuevo hogar como para intentar entablar una conversación decente.
Luego de terminar y colaborar en lo poco que me dejaron, Alice me arrastró hasta mi cuarto para probarme un nuevo conjuntito de su autoría. Y claro, como su pequeña muñequita se iría para no volver en mucho tiempo, le di el gusto de que me arreglara como ella deseara.
—Te queda precioso sobrinita.
—No exageres tía Al.
—Solo mírate nena, estás hermosa —dijo poniéndome frente a mi espejo de cuerpo entero.
Y el reflejo que se presentaba ante mí era totalmente diferente a la chica dura y reacia a la que me había acostumbrado a ver últimamente.
Mi rostro conservaba ese toque aniñado y frágil que tanto me alababan. Largas y espesas pestañas enmarcaban mis ojos verde azulados, creando la ilusión de una profundidad que encerraba demasiados secretos y misterios. Mi largo cabello ondulado caía suavemente, reflejando destellos dorados de luz. El vestido se ajustaba perfectamente a mi silueta, no precisamente la de la niña de hace poco tiempo atrás. Era la silueta de una mujer joven, fuerte y decidida, con curvas lo suficientemente sugerentes como para conquistar a quien deseara.
Y así era. Varias veces tuve encaprichamientos con chicos de la manada quileute y había logado conquistarlos sin mucho esfuerzo. Miradas cómplices, sonrisitas pícaras y el trabajo estaba hecho. Claro que a mi padre no le hacía mucha gracia el asunto de que su niñita anduviese coqueteando por ahí, pero en algún momento debería aceptar que de niñita no tenía nada desde hace mucho.
—Gracias Alice… Es perfecto —le dije sonando lo más emocionada posible. No es que no me gustara, porque en verdad creía que era perfecto, pero ocultar mis sentimientos lo mejor posible había sido mi meta desde que empecé mi trabajo como cazadora. Y lo había conseguido.
—De nada linda, siempre estaré para ti aunque miles de kilómetros nos separen.
—Lo sé tía, lo sé —no pude evitar abrazarla, aguantándome las lágrimas que luchaban por salir—. Y bien, ¿qué sorpresa me tienen para hoy? —pregunté cambiando ligeramente de tema.
—Si te lo digo dejaría de ser sorpresa nena. Solo es algo para que nos recuerdes.
—Siempre lo haré, sin importar lo que pase. Son mi familia, mi todo…
—Ya, no querrás ponerte sentimental… Sé que eso no se te da ahora —susurró a mi oído haciendo que una pequeña sonrisa asomara en mi rostro. Estaba en lo correcto.
Cuando era pequeña solía ser la niñita más adorable del planeta. Cariñosa, amable y totalmente entregada a mis seres queridos. No había un segundo en que no les demostrara mi cariño y mi agradecimiento por haberme salvado de una muerte segura cuando los Vulturis vinieron aquí a Forks hace ocho años. No había un momento del día en que yo no sonriera, en que no correteara por la casa jugando con alguno de mis tíos o Jake. No había ni un solo instante en que mis ojos no brillaran de alegría y felicidad por tener la fortuna de vivir por y para ellos.
Me sorprende lo mucho que llegué a cambiar en este último año. Ya mis risas escaseaban y era poco frecuente verme realmente feliz. Cada día iba ocultándome más, encerrada en mí misma, intentando que los demás no notaran lo que me sucedía. Quería dejar de ser la niña débil a la que todos debían cuidar y proteger, quería que vieran que detrás de tanta inocencia había alguien más… Una Renesmee muy diferente a la que ellos conocían.
Y sin proponérmelo concretamente, me convertí en la chica fría y dura que soy ahora, la que no le tiene miedo a nada, la que se enfrenta a todo y a todos. Y aunque pareciera que nadie más que yo me importara, era todo lo contrario. Luchaba por ellos, vivía para que los demás fueran felices. Ya no pensaba demasiado en mí misma y tampoco tenía mucho tiempo como para hacerlo. Así que, básicamente, lo único que me interesaba era el bienestar ajeno y sentir que hacía algo que valía la pena. Con eso me bastaba para llevar una vida lo suficientemente confortable, en apariencia algo feliz. Pero claro, seguía faltándome algo, no sabía muy bien qué pero sí estaba segura de que era el motivo del por qué me sentía tan absolutamente vacía.
Abajo todos estaban esperándonos a Alice y a mí. Pude comprobar que ellos también se habían vestido de manera especial para la ocasión.
—¿Ya podemos irnos? ¡Se nos hace tarde!
—Emmett, Rose, Jasper y Alice irán en el Jeep de Emmett. Bells, Nessie, Esme, Carlisle y yo iremos en mi Volvo.
—Como digas hermanito —dijo el oso gigante que representaba a mi tío sacudiendo las llaves en sus manos.
—¿A dónde vamos?
—Ya verás nena.
Ocupé el asiento de atrás, del lado de la ventanilla izquierda. Esme se sentó a mi lado y junto a ella Carlisle. Mamá iba en el asiento del copiloto, con una sonrisa grabada en su rostro perfecto.
El auto arrancó con apenas un siseo suave del motor y salimos rumbo a… A donde fuera que me llevaran. El Jeep del tío Emm nos seguía a pocos metros.
No tardé mucho en darme cuenta hacia donde nos dirigíamos y, francamente, me dio mucha curiosidad. Todos sabíamos que ese lugar no podía ser visitado por nadie que fuera como todos los de mi familia ya que estaba prohibido. Según sabía, todo se debía a un tratado viejísimo que firmaron con los Quileutes, acordando que jamás pondrían un pie sobre su territorio. Entonces… ¿Qué rayos hacíamos yendo directo hacia la Push?
—Pronto lo sabrás Ness.
—Papá, ya deja de meterte en los pensamientos que no te corresponden.
—Es que poco más y me aturdes con tus razonamientos pequeña.
—Como sea… Me gusta tener privacidad y puedo gritar en mi mente cuanto quiera.
—Entonces no te quejes —concluyó soltando una risita. ¿Alguien podría decirme qué es peor que tener un padre que lee tus pensamientos, un tío que capta y controla tus emociones y una tía que adivina el futuro?
Unos treinta minutos después ya estábamos llegando a la playa que tanto adoraba. Desde niña solía visitarla acompañada por Jake o Embry, mis mejores amigos de toda la vida. Estuvieron siempre a mi lado y soportaron cada una de mis locuras, cada uno de mis berrinches y cada uno de mis caprichos sin siquiera quejarse una vez. Ellos solo sonreían y hacían todo lo que estuviera al alcance de sus manos para que yo fuera feliz.
El cielo estaba encapotado con densas nubes grises como cada día aquí en Forks. La playa estaba unos cuantos metros más abajo pero el aire traía impregnado el aroma a salitre que me fascinaba de ese lugar.
Papá estacionó el Volvo justo fuera de la casa de Jake. Y yo, claro, seguía sin entender absolutamente nada. Los Cullen en territorio Quileute… ¿A caso querían jugar a la cacería o algo así? ¿Un ponle la cola a un Cullen? ¿O sería un “juguemos en el bosque mientras el lobo no está”? De solo pensar en tantas idioteces juntas me daban ganas de estallar en risas.
Me quedé inmóvil dentro del auto, esperando a que alguien dijera algo. Pero todos estaban callados como si hubieran perdido el don del habla.
—Ya entiendo, el efluvio lobuno.
—Nos encontraremos un rato más tarde nena, tenemos que hablar con Billy primero.
—No estarán metidos en problemas por haberme traído hasta aquí, ¿no?
—Claro que no, ya saben que veníamos aquí.
Jacob apareció justo en ese instante con una sonrisa un tanto extraña, mezcla de rebosante alegría y asco extremo. Bendita fuera la diferencia de especies. Por suerte yo no tenía esos problemas olfativos y me las arreglaba de maravillas fuera quien fuera que me acompañara. Y por eso agradecía ser esa cosa anormal varada entre el mundo vampírico y el humano.
Bajé del coche y me lancé a los brazos del gigante y sexy chico de piel morena que me esperaba en la entrada, dándole un sonoro beso en su mejilla.
—¡Mi Ness! ¿Cómo estás hoy preciosa? —preguntó mientras me hacía girar entre sus brazos, dando varias vueltas.
—¡Feliz! Y contenta de verte Jake.
—¿Segura que vas a estar bien allí? En serio, no puedo soportar la idea de que te vayas a alejar… Siempre estuvimos juntos…
—Seguiremos estando juntos incluso a la distancia Jacob. ¿Crees que te desharás tan fácil de mí? ¡No señor!
—Eso me deja un poco más tranquilo. Pero vamos, no hay tiempo que perder. Te irás esta tarde y quiero aprovechar estas horas al máximo.
—¿Y mi Embry? ¿Y los otros locos de la manada?
—Ya Nessie, solo sígueme.
Estuve a punto de seguir pero Jake no me dejó continuar con mi perorata, así que luego de un leve bufido de mi parte lo seguí rumbo a la playa.
Una gran carpa blanca -de esas que mi tía Alice había utilizado en un par de ocasiones para mis fiestas de cumpleaños en casa- estaba situada en la parte más cercana al bosque, adornada con unas cuantas guirnaldas de flores naturales de colores claros. Varias voces surgían del interior y eran perfectamente reconocibles para mí.
—Sorpresa linda —susurró Jake junto a mi oído.
Creo que prácticamente corrí en los últimos metros que me quedaban para llegar a donde todos me esperaban. Eran mi otra familia y, por más diferencias que hubiera entre nosotros, me habían aceptado sin dudarlo.
Cada uno de los chicos se tomó el tiempo de saludarme con un gran abrazo al punto de dejarme sin oxígeno al final. Incluso Leah, que era con quien menos simpatía tenía, se digno a recibirme de una manera bastante cordial. Pero quien más mimada me hizo sentir fue mi Embry, el loco aquel que siempre estaba conmigo para seguir cada una de mis bromas. Lo extrañaría tanto…
—No puedo creer que me dejes loquita mía, me harás mucha falta.
—Tú también a mí Embry, demasiado. Prometo contactarme lo más seguido posible, ¿si?
—¿Segura que la cazadora no estará demasiado ocupada como para hablar con su mejor amigo?
—Puedo hacerme espacios en mi agenda —contesté riendo.
Fue la mejor tarde de todas, llena de risas, anécdotas y momentos que me llevaría conmigo en este largo viaje. Era la mejor manera de despedirme de mi hogar para arrancar mi nueva vida.
Mis padres, tíos y abuelos llegaron junto con Billy por la tarde y se unieron a la fiesta como si el tratado jamás hubiera existido y como si los lobos y vampiros se llevaran a las mil maravillas. No había peleas, no había quejas, no había nada que opacara el festejo que todos ellos habían organizado especialmente para mí.
Y, como todas las cosas buenas, el fin llegó demasiado rápido. Era como si el tiempo hubiera acelerado su marcha y aquí me encontraba yo, a punto de irme y sin querer hacerlo. Quería quedarme un rato más allí, junto a mis seres queridos, recordando viejas historias y bailando al son de la música junto al mar. Pero ya era hora, debía partir.
—Bueno Ness, solo falta una última cosa— dijo papá, quien estaba junto a mi madre sosteniéndola por la cintura—. Emmett, prepara el proyector.
Todos tomamos asiento frente a una gran pantalla que colocaron en la parte más oscura de la carpa, la que estaba junto al bosque. Lo que quedaba de claridad lo eliminaron con unas cuantas telas oscuras para permitir que la proyección pudiera verse de manera nítida.
Y si esta mañana había pensado que ya no era la niñita sentimental de antes, este video derrumbó todas mis creencias. Terminé llorando como una magdalena después de ver el recopilado de momentos de mi niñez junto a ellos y sus mensajes de buena suerte. Había sido lo que se dice un golpe bajo. ¿En serio quería irme a vivir a Nueva York para seguir mi camino de cazadora?
—Yo… No sé qué decirles. Todo fue tan perfecto, cada detalle, cada gesto… En verdad los amo más que a nada en el mundo y no importa lo que pase, siempre los llevaré en mi corazón —conseguí decir con bastante dificultad, enjugándome las lágrimas que seguían cayendo por mi rostro.
Hubo otra ronda de abrazos como cuando me habían recibido, pero esta vez era para decirme adiós. Y si esto me resultaba difícil, la idea de que fuera simplemente un hasta luego me ponía las cosas un poco más sencillas de asimilar. Podría visitarlos cuando yo lo deseara y ellos podrían visitarme a mí también. Este no era un adiós para siempre.
—Esto es de parte de todos cariño, queremos que tengas algo nuestro para que siempre te acompañemos vayas a donde vayas —dijo Esme dándome una gran caja, cuya tapa estaba rematada por un enorme moño de un azul brillante—. Ábrelo una vez que estés en tu nueva casa querida.
—Gracias… En verdad gracias por todo esto. No podría pedir más.
—No es nada Renesmee… Sabes lo mucho que te queremos.
Muy a mi pesar arrastré mis pies hasta la casa de Jacob, donde mi Ferrari Spider me esperaba. Seguramente lo habría traído alguno de los Cullen mientras no estaban en la fiesta.
Y fue así que, después de una media hora de saludos y buenos deseos, me estaba subiendo a mi auto y arrancando el motor hacia mi nuevo destino.
No pude dejar de mirar por mi espejo retrovisor a las figuras de todos los que en mis ocho años de vida me habían acompañado hasta que solo se convirtieron en una pequeña mancha borrosa y una imagen en mi memoria.
—Aquí vamos Nessie, a enfrentarte con eso a lo que llaman independencia… —suspiré y solté una pequeña risita mientras prendía el stereo.
La música invadió por completo el interior del auto con las notas de una balada de blues que adoraba mientras tomaba la carretera principal.
Hoy era el final de una etapa, de un capítulo y el comienzo de uno completamente nuevo. Era tan solo el principio de lo que el destino me había deparado.
Me desperecé y salí de mi cama con un poco más de ánimos que las últimas semanas. Hoy era mi último día aquí, junto a mi familia y mis amigos y aún así me sentía feliz. Lo sé, suena fatal y parecerá que no los quiero –lo cual no tiene nada que ver con la realidad- pero el mudarme a Nueva York significaba expandir mis horizontes y lograr esa autonomía que tanto deseaba.
Había sido demasiado complicado convencer a todos de que ser cazadora era lo mejor, sobretodo a papá y mamá, quienes se negaban rotundamente a que yo ejerciera ese trabajo. Pero, por suerte, logré que finalmente lo aceptaran sin poner más objeciones.
¿Por qué ser cazadora? Fue la pregunta que más escuché y la respuesta siempre fue la misma. Estaba harta de estar en casa sin nada que hacer, sin serle útil a nadie, sin hacer un cambio a este mundo ni aportarle nada. Estaba harta de estar siempre en el mismo lugar viviendo cada monótono día de mi eterna existencia. Convertirme en cazadora era mi vía de escape, haciendo lo que tantos años atrás había hecho mi padre.
Mi tarea consistía, en un principio, en acabar con cada ser humano que pusiera en peligro la vida de otras personas. Asesinos, violadores y dealers fueron mi objetivo principal, aunque con ellos no me bastaba. Con el tiempo la tarea se volvió insulsa, repetitiva y demasiado sencilla. Necesitaba algo que pusiera las cosas un poco más interesantes.
Equivocadamente creí que había llegado a mis límites hasta que una noche en Port Angels descubrí lo impensado. Siempre supe que nada era lo que parecía, que aún había muchas cosas por descubrir, que había más de lo que veíamos allí afuera. Mi familia, la mayoría de mis amigos y yo éramos la prueba de ello. Pero lo que esa madrugada encontré no entraba precisamente en mi lista de seres posiblemente reales.
Era una mujer joven, de unos veinte años, no muchos más. Su andar era pausado y errante, lo que me preocupó aún más de la impresión que ya tenía por verla sola en un callejón como en el que estaba a estas horas.
Sus ojos se encontraron brevemente con los míos, permitiéndome ver las grandes ojeras violáceas que los enmarcaban y el violento tono rojizo que rodeaba a sus iris.
Me quedé inmóvil, con mi mano sobre la cintura donde solía llevar mi Colt para cada caza -solo por si mis habilidades y dones vampíricos no eran lo suficientemente rápidos como para salir de cualquier situación-, esperando que sucediera cualquier cosa. Ella solo se quedó viéndome, con su boca ligeramente entreabierta, dándole a su rostro una expresión totalmente desencajada.
Todo sucedió con extrema rapidez. Fueron escasos segundos, demasiado intensos, en los que comprendí que todo era bastante diferente a lo que me planteaba. La mujer se abalanzó sobre mí, intentando morderme en cuanto lugar tuviera disponible. Gruesas gotas de su viscosa y desagradable saliva resbalaron sobre mi mejilla mientras sus agudos chillidos invadían mis oídos, hasta que logré apretar el gatillo de mi Colt. Su cuerpo quedó tendido en el sucio pavimento, completamente mutilado. La humeante herida en su frente casi no supuraba sangre.
Esa fue mi primera experiencia con zombis, pero no la última. Fue desde esa noche que le encontré un gusto agradable y placentero a la adrenalina que me producía el peligro de enfrentarme a algo como aquello. Mi campo de cacería se extendió bastante más y empecé a realizar trabajos de inteligencia para localizar a otros zombis y así exterminarlos. Incluso conseguí nuevas armas para defenderme, entre ellas mi fusil FAL y mi Mágnum, y Emmett me obsequió una motocicleta reformada específicamente para mis tareas.
Y es así que hoy, después de casi cuatro meses de ser una auténtica cazadora, firmaba mi acta de independencia.
Bajé a la cocina luego de asearme y cambiarme de ropa. Todos me estaban esperando allí y cada uno me dio un fuerte abrazo antes de dejarme sentar a la mesa. Los iba a extrañar muchísimo y lo sabía, pero no me arrepentiría de la decisión que había tomado.
Alice me había ayudado a conseguir mi apartamento en Nueva York gracias a sus visiones y sus contactos y junto con mi padre se encargaron de toda la mudanza, incluyendo el traslado de mi Yamaha y mi BMW M5, regalo de despedida de mis abuelos.
Se suponía que viajaría en avión pero finalmente decidimos que lo hiciera en mi auto así podría cargar conmigo todas mis armas, incluyendo katanas, navajas, dagas, unas cuantas estacas que prácticamente tenía de adorno, shurikens, mis fusiles, mis pistolas, municiones y algunos juguetitos más que no había podido resistirme a comprar. Claramente me había convertido en la bendición de Henry, que a estas alturas podría decirse que era mi traficante de armas personal.
—¿Cómo amaneciste hoy cariño? ¿Lista para el último día? —preguntó mamá sirviendo mi típico desayuno de huevos revueltos. Era prácticamente de lo único que me alimentaba además de la sangre de animales.
—Lista para lo que el destino me depare ma.
—Entonces ya puedes irte preparando porque te esperan muchos sorpresas —dijo Alice soltando una risilla cantarina.
Fue un tanto extraño ese desayuno. Nadie se atrevía a hablar y yo estaba demasiado concentrada en el asunto del viaje y mi nuevo hogar como para intentar entablar una conversación decente.
Luego de terminar y colaborar en lo poco que me dejaron, Alice me arrastró hasta mi cuarto para probarme un nuevo conjuntito de su autoría. Y claro, como su pequeña muñequita se iría para no volver en mucho tiempo, le di el gusto de que me arreglara como ella deseara.
—Te queda precioso sobrinita.
—No exageres tía Al.
—Solo mírate nena, estás hermosa —dijo poniéndome frente a mi espejo de cuerpo entero.
Y el reflejo que se presentaba ante mí era totalmente diferente a la chica dura y reacia a la que me había acostumbrado a ver últimamente.
Mi rostro conservaba ese toque aniñado y frágil que tanto me alababan. Largas y espesas pestañas enmarcaban mis ojos verde azulados, creando la ilusión de una profundidad que encerraba demasiados secretos y misterios. Mi largo cabello ondulado caía suavemente, reflejando destellos dorados de luz. El vestido se ajustaba perfectamente a mi silueta, no precisamente la de la niña de hace poco tiempo atrás. Era la silueta de una mujer joven, fuerte y decidida, con curvas lo suficientemente sugerentes como para conquistar a quien deseara.
Y así era. Varias veces tuve encaprichamientos con chicos de la manada quileute y había logado conquistarlos sin mucho esfuerzo. Miradas cómplices, sonrisitas pícaras y el trabajo estaba hecho. Claro que a mi padre no le hacía mucha gracia el asunto de que su niñita anduviese coqueteando por ahí, pero en algún momento debería aceptar que de niñita no tenía nada desde hace mucho.
—Gracias Alice… Es perfecto —le dije sonando lo más emocionada posible. No es que no me gustara, porque en verdad creía que era perfecto, pero ocultar mis sentimientos lo mejor posible había sido mi meta desde que empecé mi trabajo como cazadora. Y lo había conseguido.
—De nada linda, siempre estaré para ti aunque miles de kilómetros nos separen.
—Lo sé tía, lo sé —no pude evitar abrazarla, aguantándome las lágrimas que luchaban por salir—. Y bien, ¿qué sorpresa me tienen para hoy? —pregunté cambiando ligeramente de tema.
—Si te lo digo dejaría de ser sorpresa nena. Solo es algo para que nos recuerdes.
—Siempre lo haré, sin importar lo que pase. Son mi familia, mi todo…
—Ya, no querrás ponerte sentimental… Sé que eso no se te da ahora —susurró a mi oído haciendo que una pequeña sonrisa asomara en mi rostro. Estaba en lo correcto.
Cuando era pequeña solía ser la niñita más adorable del planeta. Cariñosa, amable y totalmente entregada a mis seres queridos. No había un segundo en que no les demostrara mi cariño y mi agradecimiento por haberme salvado de una muerte segura cuando los Vulturis vinieron aquí a Forks hace ocho años. No había un momento del día en que yo no sonriera, en que no correteara por la casa jugando con alguno de mis tíos o Jake. No había ni un solo instante en que mis ojos no brillaran de alegría y felicidad por tener la fortuna de vivir por y para ellos.
Me sorprende lo mucho que llegué a cambiar en este último año. Ya mis risas escaseaban y era poco frecuente verme realmente feliz. Cada día iba ocultándome más, encerrada en mí misma, intentando que los demás no notaran lo que me sucedía. Quería dejar de ser la niña débil a la que todos debían cuidar y proteger, quería que vieran que detrás de tanta inocencia había alguien más… Una Renesmee muy diferente a la que ellos conocían.
Y sin proponérmelo concretamente, me convertí en la chica fría y dura que soy ahora, la que no le tiene miedo a nada, la que se enfrenta a todo y a todos. Y aunque pareciera que nadie más que yo me importara, era todo lo contrario. Luchaba por ellos, vivía para que los demás fueran felices. Ya no pensaba demasiado en mí misma y tampoco tenía mucho tiempo como para hacerlo. Así que, básicamente, lo único que me interesaba era el bienestar ajeno y sentir que hacía algo que valía la pena. Con eso me bastaba para llevar una vida lo suficientemente confortable, en apariencia algo feliz. Pero claro, seguía faltándome algo, no sabía muy bien qué pero sí estaba segura de que era el motivo del por qué me sentía tan absolutamente vacía.
Abajo todos estaban esperándonos a Alice y a mí. Pude comprobar que ellos también se habían vestido de manera especial para la ocasión.
—¿Ya podemos irnos? ¡Se nos hace tarde!
—Emmett, Rose, Jasper y Alice irán en el Jeep de Emmett. Bells, Nessie, Esme, Carlisle y yo iremos en mi Volvo.
—Como digas hermanito —dijo el oso gigante que representaba a mi tío sacudiendo las llaves en sus manos.
—¿A dónde vamos?
—Ya verás nena.
Ocupé el asiento de atrás, del lado de la ventanilla izquierda. Esme se sentó a mi lado y junto a ella Carlisle. Mamá iba en el asiento del copiloto, con una sonrisa grabada en su rostro perfecto.
El auto arrancó con apenas un siseo suave del motor y salimos rumbo a… A donde fuera que me llevaran. El Jeep del tío Emm nos seguía a pocos metros.
No tardé mucho en darme cuenta hacia donde nos dirigíamos y, francamente, me dio mucha curiosidad. Todos sabíamos que ese lugar no podía ser visitado por nadie que fuera como todos los de mi familia ya que estaba prohibido. Según sabía, todo se debía a un tratado viejísimo que firmaron con los Quileutes, acordando que jamás pondrían un pie sobre su territorio. Entonces… ¿Qué rayos hacíamos yendo directo hacia la Push?
—Pronto lo sabrás Ness.
—Papá, ya deja de meterte en los pensamientos que no te corresponden.
—Es que poco más y me aturdes con tus razonamientos pequeña.
—Como sea… Me gusta tener privacidad y puedo gritar en mi mente cuanto quiera.
—Entonces no te quejes —concluyó soltando una risita. ¿Alguien podría decirme qué es peor que tener un padre que lee tus pensamientos, un tío que capta y controla tus emociones y una tía que adivina el futuro?
Unos treinta minutos después ya estábamos llegando a la playa que tanto adoraba. Desde niña solía visitarla acompañada por Jake o Embry, mis mejores amigos de toda la vida. Estuvieron siempre a mi lado y soportaron cada una de mis locuras, cada uno de mis berrinches y cada uno de mis caprichos sin siquiera quejarse una vez. Ellos solo sonreían y hacían todo lo que estuviera al alcance de sus manos para que yo fuera feliz.
El cielo estaba encapotado con densas nubes grises como cada día aquí en Forks. La playa estaba unos cuantos metros más abajo pero el aire traía impregnado el aroma a salitre que me fascinaba de ese lugar.
Papá estacionó el Volvo justo fuera de la casa de Jake. Y yo, claro, seguía sin entender absolutamente nada. Los Cullen en territorio Quileute… ¿A caso querían jugar a la cacería o algo así? ¿Un ponle la cola a un Cullen? ¿O sería un “juguemos en el bosque mientras el lobo no está”? De solo pensar en tantas idioteces juntas me daban ganas de estallar en risas.
Me quedé inmóvil dentro del auto, esperando a que alguien dijera algo. Pero todos estaban callados como si hubieran perdido el don del habla.
—Ya entiendo, el efluvio lobuno.
—Nos encontraremos un rato más tarde nena, tenemos que hablar con Billy primero.
—No estarán metidos en problemas por haberme traído hasta aquí, ¿no?
—Claro que no, ya saben que veníamos aquí.
Jacob apareció justo en ese instante con una sonrisa un tanto extraña, mezcla de rebosante alegría y asco extremo. Bendita fuera la diferencia de especies. Por suerte yo no tenía esos problemas olfativos y me las arreglaba de maravillas fuera quien fuera que me acompañara. Y por eso agradecía ser esa cosa anormal varada entre el mundo vampírico y el humano.
Bajé del coche y me lancé a los brazos del gigante y sexy chico de piel morena que me esperaba en la entrada, dándole un sonoro beso en su mejilla.
—¡Mi Ness! ¿Cómo estás hoy preciosa? —preguntó mientras me hacía girar entre sus brazos, dando varias vueltas.
—¡Feliz! Y contenta de verte Jake.
—¿Segura que vas a estar bien allí? En serio, no puedo soportar la idea de que te vayas a alejar… Siempre estuvimos juntos…
—Seguiremos estando juntos incluso a la distancia Jacob. ¿Crees que te desharás tan fácil de mí? ¡No señor!
—Eso me deja un poco más tranquilo. Pero vamos, no hay tiempo que perder. Te irás esta tarde y quiero aprovechar estas horas al máximo.
—¿Y mi Embry? ¿Y los otros locos de la manada?
—Ya Nessie, solo sígueme.
Estuve a punto de seguir pero Jake no me dejó continuar con mi perorata, así que luego de un leve bufido de mi parte lo seguí rumbo a la playa.
Una gran carpa blanca -de esas que mi tía Alice había utilizado en un par de ocasiones para mis fiestas de cumpleaños en casa- estaba situada en la parte más cercana al bosque, adornada con unas cuantas guirnaldas de flores naturales de colores claros. Varias voces surgían del interior y eran perfectamente reconocibles para mí.
—Sorpresa linda —susurró Jake junto a mi oído.
Creo que prácticamente corrí en los últimos metros que me quedaban para llegar a donde todos me esperaban. Eran mi otra familia y, por más diferencias que hubiera entre nosotros, me habían aceptado sin dudarlo.
Cada uno de los chicos se tomó el tiempo de saludarme con un gran abrazo al punto de dejarme sin oxígeno al final. Incluso Leah, que era con quien menos simpatía tenía, se digno a recibirme de una manera bastante cordial. Pero quien más mimada me hizo sentir fue mi Embry, el loco aquel que siempre estaba conmigo para seguir cada una de mis bromas. Lo extrañaría tanto…
—No puedo creer que me dejes loquita mía, me harás mucha falta.
—Tú también a mí Embry, demasiado. Prometo contactarme lo más seguido posible, ¿si?
—¿Segura que la cazadora no estará demasiado ocupada como para hablar con su mejor amigo?
—Puedo hacerme espacios en mi agenda —contesté riendo.
Fue la mejor tarde de todas, llena de risas, anécdotas y momentos que me llevaría conmigo en este largo viaje. Era la mejor manera de despedirme de mi hogar para arrancar mi nueva vida.
Mis padres, tíos y abuelos llegaron junto con Billy por la tarde y se unieron a la fiesta como si el tratado jamás hubiera existido y como si los lobos y vampiros se llevaran a las mil maravillas. No había peleas, no había quejas, no había nada que opacara el festejo que todos ellos habían organizado especialmente para mí.
Y, como todas las cosas buenas, el fin llegó demasiado rápido. Era como si el tiempo hubiera acelerado su marcha y aquí me encontraba yo, a punto de irme y sin querer hacerlo. Quería quedarme un rato más allí, junto a mis seres queridos, recordando viejas historias y bailando al son de la música junto al mar. Pero ya era hora, debía partir.
—Bueno Ness, solo falta una última cosa— dijo papá, quien estaba junto a mi madre sosteniéndola por la cintura—. Emmett, prepara el proyector.
Todos tomamos asiento frente a una gran pantalla que colocaron en la parte más oscura de la carpa, la que estaba junto al bosque. Lo que quedaba de claridad lo eliminaron con unas cuantas telas oscuras para permitir que la proyección pudiera verse de manera nítida.
Y si esta mañana había pensado que ya no era la niñita sentimental de antes, este video derrumbó todas mis creencias. Terminé llorando como una magdalena después de ver el recopilado de momentos de mi niñez junto a ellos y sus mensajes de buena suerte. Había sido lo que se dice un golpe bajo. ¿En serio quería irme a vivir a Nueva York para seguir mi camino de cazadora?
—Yo… No sé qué decirles. Todo fue tan perfecto, cada detalle, cada gesto… En verdad los amo más que a nada en el mundo y no importa lo que pase, siempre los llevaré en mi corazón —conseguí decir con bastante dificultad, enjugándome las lágrimas que seguían cayendo por mi rostro.
Hubo otra ronda de abrazos como cuando me habían recibido, pero esta vez era para decirme adiós. Y si esto me resultaba difícil, la idea de que fuera simplemente un hasta luego me ponía las cosas un poco más sencillas de asimilar. Podría visitarlos cuando yo lo deseara y ellos podrían visitarme a mí también. Este no era un adiós para siempre.
—Esto es de parte de todos cariño, queremos que tengas algo nuestro para que siempre te acompañemos vayas a donde vayas —dijo Esme dándome una gran caja, cuya tapa estaba rematada por un enorme moño de un azul brillante—. Ábrelo una vez que estés en tu nueva casa querida.
—Gracias… En verdad gracias por todo esto. No podría pedir más.
—No es nada Renesmee… Sabes lo mucho que te queremos.
Muy a mi pesar arrastré mis pies hasta la casa de Jacob, donde mi Ferrari Spider me esperaba. Seguramente lo habría traído alguno de los Cullen mientras no estaban en la fiesta.
Y fue así que, después de una media hora de saludos y buenos deseos, me estaba subiendo a mi auto y arrancando el motor hacia mi nuevo destino.
No pude dejar de mirar por mi espejo retrovisor a las figuras de todos los que en mis ocho años de vida me habían acompañado hasta que solo se convirtieron en una pequeña mancha borrosa y una imagen en mi memoria.
—Aquí vamos Nessie, a enfrentarte con eso a lo que llaman independencia… —suspiré y solté una pequeña risita mientras prendía el stereo.
La música invadió por completo el interior del auto con las notas de una balada de blues que adoraba mientras tomaba la carretera principal.
Hoy era el final de una etapa, de un capítulo y el comienzo de uno completamente nuevo. Era tan solo el principio de lo que el destino me había deparado.
Evey!
Re: Hunters of the Night - The Dark Beginning
2. Bienvenida a Nueva York
Tenía que recorrer más de 3700 kilómetros hasta llegar a mi nuevo hogar, a la gran ciudad. ¿Soportaría la diferencia entre Nueva York y Forks? Estaba demasiado acostumbrada a mi pequeño pueblito sin sol, rodeado de la espesura del bosque e impregnado de ese aroma tan característico de los pinos y el resabio del salitre marítimo.
A eso de las tres de la mañana decidí hacer mi primera parada en un pueblito de Montana. Ya tenía hecho un tercio de mi camino, pero aún me quedaban demasiadas horas arriba de mi auto. Esto empezaba a deprimirme.
Cargué gasolina en una estación que parecía de principios del siglo pasado –y no dudaba de que así lo fuera- y compré la primera porquería que encontró mi mano en el mostrador para comer algo ni bien me instalara en algún motel barato de poca monta.
—Son $9, 95 —dijo el empleado con cara de pocos amigos. Despedía un aroma demasiado desagradable, mezcla de colonia barata y suciedad de unos cuantos días.
—Que tenga buenas noches… Conserve el cambio —dije extendiendo un billete de veinte. El tipo no ofreció ninguna resistencia a aceptarlo por supuesto.
Unos metros más allá estaba el Montana Indoor. Un nombre demasiado sofisticado para un hotelucho donde la cucaracha más pequeña podría comerse a una rata. Las paredes lucían un desgastado color crema, mayoritariamente minadas por lamparones de humedad, manchas de procedencia incierta y zonas donde la pintura ya se había descascarado debido al paso del tiempo. Una anciana me observó de arriba a abajo detrás de una mesita repleta de papeles desordenados, donde solo pude reconocer el libro de huéspedes. A sus espaldas había un anticuado mueblecito de donde pendían unas cuantas llaves.
—¿Simple o doble?
—Simple por favor.
—Son cincuenta dólares por adelantado. El desayuno es a las diez de la mañana, ni un minuto antes, ni un minuto después.
—Aquí tiene.
—La televisión funciona con fichas a un dólar la hora. Tu habitación es la diez, siguiendo el corredor la última puerta —terminó de decir mientras me alcanzaba la llave.
Saqué de mi auto lo necesario para asearme ni bien despertara y fui directo a mi habitación, esperando no encontrarme con algo muy asqueroso… Aunque viendo el lugar en el que estaba, podría encontrarme un cadáver de hace una semana acostado en mi futura cama.
Por suerte no había nada fuera de lo común, excepto que la cama tenía uno de esos sistemas vibratorios que se ven en las películas clase zeta, típicamente usados por tipos de mente pervertida. Bonito sitio al que fui a caer.
Dejé mis cosas sobre la mesita de luz y me recosté en la cama, guardando debajo de la almohada una de mis dagas. Una nunca sabía cuando podía llegar a necesitarla y era mejor prevenir que lamentar.
Cerré mis ojos, deseando caer dormida con todas mis fuerzas, pero ciertamente había un par de cuestiones que me tenían preocupada. Y la que más me inquietaba era el tener un Ferrari repleto de armas en el portaequipaje aparcado en el estacionamiento de este motel de cuarta. Llegaban a robarlo y estaría en grandes problemas.
No se cuanto tiempo pasó hasta que por fin el sueño se adueñó de mí, pero del principio a fin solo fueron pesadillas. Creo que todo esto me estaba afectando demasiado y mi obsesión por la cacería ya se estaba entrometiendo incluso en mis fantasías nocturnas, lo cual hacía que todo el asunto de la cazadora rebelde empezara a salírseme de control. O al menos eso me parecía en parte.
Así que después de unas cinco horas de un descanso poco reparador, donde fui perseguida por todo tipo de monstruos y espíritus, decidí salir de esa pocilga y continuar con mi travesía cruzando todo el país para llegar a la otra punta de Estados Unidos. Recién podría llegar a mi nuevo hogar alrededor de la medianoche o en las primeras horas del día de mañana. Aunque, si lo pensaba bien, seguramente le estaría errando groseramente en mis cálculos.
Para mi gran alivio mi bebé estaba exactamente donde lo había dejado esa madrugada, en perfectas condiciones. Solo bastó con que dejara las llaves en la recepción, esta vez atendida por una mujer de unos treinta años, y pude largarme de Montana.
Mi siguiente parada fue en Indiana, no se exactamente en qué parte porque básicamente era otro pueblito de mala muerte con un puñado de habitantes. Al menos pintaba mejor que el anterior y esta vez ni siquiera tendría que quedarme a descansar, aunque fuera ya tarde en la noche. Quería terminar el último tercio de recorrido que me quedaba por hacer lo más rápido posible.
Aparqué mi auto en la puerta del único bar restaurant de todo aquel sitio y entré con mi mejor sonrisa de chica buena. Estaba literalmente famélica y podría llegar a comerme una vaca entera yo sola, sin que tuviera que pasar por la parrilla antes. Pero claro, eso no era muy normal estando rodeada de humanos.
Me senté en una de las mesas libres e inmediatamente una camarera apareció a mi lado con su anotador en mano, lista para tomar mi orden.
—Nueva por aquí, ¿verdad? ¿Cómo te recibió Winchester? —así que ese era el bendito nombre que no podía recordar.
—Bueno, digamos que solo estoy de pasada. Tengo un largo viaje por delante y necesitaba hacer una pequeña parada.
—Es común por aquí… Aquellos dos también son forasteros y parece que están en la misma situación que tú —dijo señalando con un movimiento de cabeza a dos hombres jóvenes que permanecían en silencio—. Bien, ¿qué deseas ordenar?
—Una hamburguesa doble queso cheddar con papas por favor.
—Perfecto… ¿De beber? —preguntó luego de terminar de anotar mi pedido.
—Agua mineral si es posible.
—Claro que sí. Te dejo el menú de postres por si quieres verlo mientras esperas tu orden. En unos minutos estará lista.
—Muchas gracias… Becky —respondí cortésmente después de leer su gafete.
Dejé el menú a un costado y me dediqué a observar el local en su totalidad, reparando más en quienes estaban allí que en la decoración. Un hombre entrado en años tomaba una cerveza en la otra punta, un tal Jeff que discutía con otra de las camareras en la barra y me quedaban los otros dos que me había señalado la indiscreta Becky. Y como eran lo más interesante que tenía para ver, los analicé lo más disimuladamente posible.
Probablemente tendrían entre unos veinticinco y treinta años, no mucho más. Se notaba que uno de los dos era más joven que el otro. Supongo que estaba demasiado concentrada en mi estudio del que no apartaba su mirada de una notebook como para darme cuenta de que su acompañante me estaba mirando a mí. Apenas cruzamos nuestras miradas por unos escasos segundos, lo suficiente como para sentir la sangre empezando a acumularse en mis mejillas. Escuché una débil risa proveniente de su dirección y una voz masculina muy profunda diciendo algo que no llegué a entender. Justo ahora mi sentido del oído tenía que fallar gracias a mi parte humana.
—Aquí tienes… Que lo disfrutes —me interrumpió la camarera poniéndome mi plato sobre la mesa—. ¿Algún postre que te interese?
—Creo que tomaré una porción de pie de manzana —dije al echarle una breve mirada al menú para poder devolvérselo.
—Buena elección.
Devoré todo en unos cuantos minutos y no comí más rápido solo para que los demás no creyeran que era una loca suelta peligrosa. De todos modos, al acabar con toda mi comida, seguía teniendo hambre. Nota mental: ni bien llegue a Nueva York buscar un buen sitio para ir de caza así me alimento como se debe.
—Es mi favorito —dijo una voz junto a mí ni bien estaba a punto de darle mi primer bocado al pie. Alcé mi vista y me encontré con unos ojos verdosos observándome fijamente.
—¿Disculpa? —inquirí algo confundida. Una sonrisa se abrió paso en su rostro, haciéndolo todavía mas sensual.
—Dean… —gruñó entre dientes el más alto. Estaba demasiado serio, con sus hombros inclinados levemente hacia delante, dándole una postura ligeramente encorvada. Su cabello estaba suavemente despeinado y tapaba apenas sus ojos claros. Sin duda alguna, esos dos eran hermanos.
—Él es mi hermano Sam, yo soy Dean… Un gusto… —que raro yo teniendo la razón. Así que unos hermanitos en plan de conquista. Genial, lo único que me faltaba. Yo no quería saber nada con ningún chico y menos que menos con dos desconocidos.
—Nessie… ¿Se les ofrece algo?
—Bueno, por lo visto estás sola y quizás necesitabas un poco de compañía —por Dios, estaba a punto de largarme a reír ante su actitud de sex symbol. ¿Conquistarme a mí? ¿Caer en esta trampa barata de chico lindo? No sabía con quien se estaba metiendo este tal Dean y, sobre todo, no sabía que en cualquier momento podría acertarle mi daga en medio de su frente si no se largaba.
—No gracias, creo que me va muy bien como estoy. Además ya me voy… Dean —concluí luego de probar mi tarta, al parecer hablándole al tenedor.
—Disculpa a mi hermano… Es algo… Bueno, ya ves cómo es —comentó Sam algo nervioso, intentando no dirigir su vista directamente a mí—. Ya vámonos Dean, no creo que logres otra de tus conquistas.
—Deberías hacerle caso a tu hermano, parece muy perceptivo… Y creo que tiene los dos dedos de frente que a ti te faltan Dean —sonreí lista para tomar otro bocado de mi pie. Sam mordió su labio y le echó una mirada a su hermano, conteniendo la risa. Dean se limitó a mirarme con expresión seria.
—En realidad no lo hacía por mí… Lo hacía por Sammy. No tienes mucha suerte con las mujeres hermanito.
—Un minuto… ¡¿Qué?! Discúlpame, si no te molesta… —no llegó a terminar la frase pero supuse que tendría ganas de matarlo con sus propias manos.
—Oh, no hay problema, no te preocupes. Mejor suerte para la próxima Dean.
Sam prácticamente tiró de la chaqueta del señor conquistas y se lo llevó fuera, dejándome otra vez sola con mi bendito pie. Si había algo de lo que me estaba convenciendo últimamente es que los postres terminaban siendo mejor compañía que los chicos.
Pero algo tenía que reconocerle a Dean. Había hecho que me riera bastante en un viaje donde solo había estado con mi stereo, escuchando una y otra vez las mismas canciones de siempre, sin establecer contacto con nadie a no ser las pocas palabras que crucé con la recepcionista del hotel, el vendedor de la tienda y la camarera de esta noche. Claro, su intento falló catastróficamente para él, pero a mi me dejó una anécdota que añadir a mi diario de viaje para contarle a mi loca hermanita del alma Rebecca y a mis otras amigas.
Ya unos minutos antes de las doce había salido de Tracy’s y me disponía a llenar nuevamente el tanque de mi auto. Unas ocho o nueve horas más de conducir por las rutas norteamericanas y ya estaría en mi nueva casa. Lástima que viajara sola porque eso hacía que cada minuto se volviera interminable para mí.
Para mi sorpresa, Dean y Sam estaban en la estación de servicio cargando gasolina en su automóvil, un Impala negro bastante antiguo. Jake y sus influencias… Gracias a él reconocía cualquier modelo de auto que me pusieran delante de mis narices.
—¿Ustedes dos aquí? —pregunté en tono divertido mientras esperaba a que el tanque se llenara.
—¿A caso nos sigues nena? Tu oportunidad ya paso.
—Por favor Dean, solo quiero irme de aquí. Por si no lo sabes, un auto necesita gasolina para funcionar. Por cierto… Bonito Impala. Si no me equivoco es de fines de los sesenta, ¿no?
—¿Una chica que sabe de automóviles?
—Se mucho más de lo que puedes imaginar —repliqué. Si supieran que quien les hablaba era una cazadora medio vampira… Pagaría por ver sus caras.
—Seguro Nessie… ¿Qué clase de nombre es ese por cierto? ¿Te llamaron como al monstruo del lago? Maravillosos padres.
—Cállate, tú ni los conoces. Es Renesmee pero siempre me dijeron así mis amigos. Y, de todos modos, ¿a ti qué te importa cómo me llamo o me dejo de llamar?
—Chica ruda, bonita, que sabe de autos… Única en su especie —dijo Sam. En sí, tenía mucha razón. No existía otra híbrida en el mundo.
—A ver… Chico testarudo intentando ser sexy y conquistar a quien se le presente… —dije mirando a Dean—. Y chico extremadamente tímido, bastante nerd con su notebook en mano y con menos don del coqueteo que una gelatina. Únicos en su especie —terminé riendo y entré al local para pagar la gasolina sin darles tiempo a responder.
—Si no tuviera que seguir mi viaje te invitaría a salir —susurró Dean a mis espaldas, sacando una tarjeta de crédito.
—Y yo diría que no. Tengo cosas más importantes de las cuales ocuparme antes que las citas.
—Yo también… Pero siempre tiene que haber tiempo para la diversión, ¿no crees?
—Me divierto con otro tipo de cosas.
—¿A si? ¿Con cuáles preciosa? ¿A caso sigues jugando a las muñecas?
—Ya vete a molestar a otra parte Dean… O vete a jugar con una Barbie tamaño real, eso te sentaría mejor aún.
—Sabes… Me gustan los desafíos…
—Adiós Dean, procura no coquetear de aquí a tu auto con nadie más —reí y salí pitando para no tener que escuchar una contestación suya más. Aunque me hubiera gustado poder ver las imágenes que fluían en su mente en este preciso instante.
Gracias a la ayuda de Jas y a sus magníficos entrenamientos –supervisados por mi padre por supuesto- no solo había aprendido a manejar a la perfección mis destrezas físicas si no también mis facultades mentales. Había ampliado mi don y de simplemente poder transmitir mis pensamientos a través de imágenes con solo tocar a una persona, ahora podía insertar recuerdos y controlar pensamientos, pudiendo obligar a creer o hacer a quien yo quisiera lo que yo quisiera. Básicamente, había aprendido a dominar la mente ajena con solo un mínimo contacto, lo que convertía a mi don en un arma bastante poderosa.
—¿Ese te siguió molestando?
—Supongo que no quiere rendirse. Pero toma, dale esto —le entregué a Sam un pequeño trozo de papel y me subí a mi Ferrari, arrancando el motor lista para irme.
—¿Le darás el gusto?
—Solo échale un vistazo y júzgalo por ti mismo Sam. Y ten preparada la cámara para tomarle una foto a su cara cuando lo vea.
Segundos después estaba dejando al pueblito atrás, observando la imagen de aquel chico perdiéndose en el reflejo de mi espejo retrovisor.
Nueve y media de la mañana. Mis ojos se cierran sin que pueda hacer nada para evitarlo. La claridad del día me abruma y la falta de sueño está a punto de dejarme tirada contra el volante. Solo hay algo bueno: acabo de estacionar frente a mi apartamento. Al fin había llegado después de tanto trajín, después de tantos kilómetros.
Solo saqué una de mis maletas y como pude la cargué conmigo. Saqué las llaves que ya tenía en mi bolsillo y abrí la puerta, cerrándola al pasar con un fuerte empujón. Tiré mi bolso en el suelo y seguí caminando hasta el salón principal, donde estaba la escalera que me dirigía al segundo piso y, por consiguiente, a donde estaba mi recamara. Ahora en lo único que podía pensar era en una cama cómoda que me recibiera. El resto podría arreglarlo en unas horas cuando estuviera más despabilada. Con los ánimos y reflejos que tenía en estos momentos estaba casi segura de que podría salir rodando por la escalera. Pero gracias a no se qué ente milagroso pude llegar sana y salva a mi cuarto.
—Bienvenida a Nueva York… —dije acostándome sin siquiera cambiarme de ropa. Ni bien me comunicara con mi familia debería agradecerle a Alice y a mi padre el haber acomodado todo para cuando estuviera aquí.
No puedo negar que esta vez mis sueños fueron divertidos. El recuerdo de Winchester, ese pueblito de Indiana, me había perseguido hasta ellos trayéndome a los hermanitos Sam y Dean.
“Olvídalo Dean” rezaba el papelito que le había entregado a Sam antes de irme y todo mi sueño giró sobre esas palabras y la reacción del señor testosterona andante. Gran idea la mía al dejarle ese mensajito al niño bonito. Así aprendería que en la vida no siempre se obtiene lo que uno quiere. O, más bien, casi nunca se obtiene lo que uno quiere.
Me levanté con energías renovadas y con mucha más hambre que la noche pasada, así que fui directo a la cocina. Una vez más tenía que agradecer que mi tía y Edd hubieran pensado en cada detalle, incluyendo un refrigerador repleto de comida. No era tan común que me alimentara siguiendo la dieta humana, pero si no había otra alternativa no me molestaba hacerlo.
Me preparé un gran desayuno a base de huevos revueltos con jamón y bastante café para terminar de reactivar a mis neuronas. Digamos que la cantidad alcanzaba para alimentar a unas diez personas y dejarlas completamente satisfechas. Pero claro, quién dijo que yo era como las demás personas.
Bastó con sentarme a la mesa para reparar en el hecho de que había una nota en ella, escrita con la típica caligrafía extremadamente prolija de mi papá.
Nessie:
Como ya habrás visto está todo organizado para que no falte nada nena. Tu Yamaha y tu BMW están en el garage listos para ser usados y si aún no revisaste tu guardarropas, verás que hay una sorpresa para ti. Ya podrás imaginar que puede ser viniendo de tu tía Alice.
Llámame ni bien estés en casa para saber que tal estuvo tu viaje. Si necesitas algo no dudes en pedirlo hija, estará allí lo más pronto posible.
En cuanto a tu particular trabajo preferiría que por unos días te alejaras del terreno hasta saber perfectamente a qué te enfrentas en esa zona. Se que ya te tomaste la molestia de averiguar absolutamente todo, pero aún así me preocupa que estés sola en una ciudad que no conoces enfrentándote a cosas como esas.
Confío en ti Nessie.
Te quiere, Edward
Siempre preocupándose por su pequeña niñita. Papa, ojalá vieras que esa niñita solo estaba en tus recuerdos y que la realidad era otra muy distinta. Lo sé, había madurado muy rápido, mi crecimiento había sido demasiado acelerado y eso les había impedido a mis padres disfrutar de cada una de mis etapas al máximo. Pero algún día debería enfrentarse al hecho de que ya estaba grandecita y sabía qué y qué no tenía que hacer.
Por lo pronto, compartía solo en un 1% su opinión de no salir de caza y solo porque tenía ganas de amoldarme a mi nueva casa y al barrio. Quería recorrer un poco la ciudad como alguien normal y luego dedicarme de lleno a lo demás, a la verdadera razón por la cual estaba aquí.
Me pasé todo el día ordenando lo que había traído –luego de obviamente haber llamado a Edward y hablar por casi una hora con cada Cullen-, principalmente escondiendo mis armas en lugares estratégicos y dejando un buen arsenal en el baúl de mi BMW, que es el que usaría para las noches de cacería. La moto la dejaría solo para la actividad diurna, por lo que solo guardé unos cuantas cositas útiles por si la situación se ponía fea.
Ya por la noche recordé algo que se me había pasado por alto: la caja que me habían dado antes de irme de Forks. Todavía estaba en el asiento trasero de mi auto, esperando a ser abierta.
Ni bien la tuve en mi sala de estar, sobre la mesita ratona frente al increíble televisor plasma que casi nunca usaría, la abrí deseosa de saber que es lo que habían hecho para mí.
Fotos enmarcadas, un sinnúmero de cartas y carteles de buena suerte y montones de objetos de mi niñez. De inmediato coloqué el portarretrato con todos los chicos de la manada sobre la chimenea, junto con fotos de mi familia, de Jake –de la época en la cual habíamos sido novios casualmente-, de Embry y de mis locas amigas Becca, Kristen, Kate, Melody y Caridee. Ellos eran las personas más importantes de mi vida y ahora estaban lejos de mí, pero de alguna forma siempre me acompañarían, fuese a donde fuese.
Lo otro que hizo que me quebrara por completo –después de llorar interminablemente al leer cada carta- fue la pulsera que Jake me había regalado en mi cumpleaños número dos. Eran tres cintas de cuero perfectamente trenzado con un dije en forma de lobo tallado a mano en madera. Él mismo la había hecho para mí. También estaba la que Embry me había regalado, muy distinta por cierto. Era una pulsera de plata con nuestras iniciales y un pequeño símbolo quileute grabados en ella.
Y todo esto me hacía replantearme una vez más mi situación aquí. Tenía demasiadas ansias de libertad, de independencia, de conocer nuevos lugares y forjar mi propio destino. Pero… ¿Habría ido muy lejos con mi decisión de abandonar todo lo que conocía por esto? ¿A caso seguir mis aspiraciones significaba perder todo lo que algún día tuve?
No, no había perdido nada. Los tenía allí a todos siempre que los necesitara, la lejanía no implicaba que fuera a dejarlos olvidados, que fueran a pasar a formar parte de mi pasado. Eso nunca sucedería, sin importar lo que el destino me deparara. Fueron, son y serán por el resto de mi inmortal vida mi familia.
Dejé la caja abierta, con las cartas desparramadas en mi sofá, para irme a tomar una ducha rápida. El día de mañana no sería nada fácil, ya tenía toda una rutina más que planificaba y el descanso no estaba incluido en ella. Tendría que despertarme temprano para recorrer los alrededores y hacerme a la idea de vivir aquí en este vecindario de casas medianamente lujosas. Por la tarde seguro haría alguna que otra compra y localizaría a mi Henry para recibir las actualizaciones que ya le había encargado hacía un tiempo atrás. Y a la noche me daría un corto tiempo para mí misma en algún bar cercano. La caza debería esperar hasta la medianoche, donde mis instintos eran aún más fuertes que nunca.
Así empezaba mi vida aquí en Nueva York, sin nadie que guiara mis pasos como lo habían hecho siempre. Sin nadie que se entrometiera en mis decisiones o, peor aún, que decidiera por mí. Era yo y nadie más.
A eso de las tres de la mañana decidí hacer mi primera parada en un pueblito de Montana. Ya tenía hecho un tercio de mi camino, pero aún me quedaban demasiadas horas arriba de mi auto. Esto empezaba a deprimirme.
Cargué gasolina en una estación que parecía de principios del siglo pasado –y no dudaba de que así lo fuera- y compré la primera porquería que encontró mi mano en el mostrador para comer algo ni bien me instalara en algún motel barato de poca monta.
—Son $9, 95 —dijo el empleado con cara de pocos amigos. Despedía un aroma demasiado desagradable, mezcla de colonia barata y suciedad de unos cuantos días.
—Que tenga buenas noches… Conserve el cambio —dije extendiendo un billete de veinte. El tipo no ofreció ninguna resistencia a aceptarlo por supuesto.
Unos metros más allá estaba el Montana Indoor. Un nombre demasiado sofisticado para un hotelucho donde la cucaracha más pequeña podría comerse a una rata. Las paredes lucían un desgastado color crema, mayoritariamente minadas por lamparones de humedad, manchas de procedencia incierta y zonas donde la pintura ya se había descascarado debido al paso del tiempo. Una anciana me observó de arriba a abajo detrás de una mesita repleta de papeles desordenados, donde solo pude reconocer el libro de huéspedes. A sus espaldas había un anticuado mueblecito de donde pendían unas cuantas llaves.
—¿Simple o doble?
—Simple por favor.
—Son cincuenta dólares por adelantado. El desayuno es a las diez de la mañana, ni un minuto antes, ni un minuto después.
—Aquí tiene.
—La televisión funciona con fichas a un dólar la hora. Tu habitación es la diez, siguiendo el corredor la última puerta —terminó de decir mientras me alcanzaba la llave.
Saqué de mi auto lo necesario para asearme ni bien despertara y fui directo a mi habitación, esperando no encontrarme con algo muy asqueroso… Aunque viendo el lugar en el que estaba, podría encontrarme un cadáver de hace una semana acostado en mi futura cama.
Por suerte no había nada fuera de lo común, excepto que la cama tenía uno de esos sistemas vibratorios que se ven en las películas clase zeta, típicamente usados por tipos de mente pervertida. Bonito sitio al que fui a caer.
Dejé mis cosas sobre la mesita de luz y me recosté en la cama, guardando debajo de la almohada una de mis dagas. Una nunca sabía cuando podía llegar a necesitarla y era mejor prevenir que lamentar.
Cerré mis ojos, deseando caer dormida con todas mis fuerzas, pero ciertamente había un par de cuestiones que me tenían preocupada. Y la que más me inquietaba era el tener un Ferrari repleto de armas en el portaequipaje aparcado en el estacionamiento de este motel de cuarta. Llegaban a robarlo y estaría en grandes problemas.
No se cuanto tiempo pasó hasta que por fin el sueño se adueñó de mí, pero del principio a fin solo fueron pesadillas. Creo que todo esto me estaba afectando demasiado y mi obsesión por la cacería ya se estaba entrometiendo incluso en mis fantasías nocturnas, lo cual hacía que todo el asunto de la cazadora rebelde empezara a salírseme de control. O al menos eso me parecía en parte.
Así que después de unas cinco horas de un descanso poco reparador, donde fui perseguida por todo tipo de monstruos y espíritus, decidí salir de esa pocilga y continuar con mi travesía cruzando todo el país para llegar a la otra punta de Estados Unidos. Recién podría llegar a mi nuevo hogar alrededor de la medianoche o en las primeras horas del día de mañana. Aunque, si lo pensaba bien, seguramente le estaría errando groseramente en mis cálculos.
Para mi gran alivio mi bebé estaba exactamente donde lo había dejado esa madrugada, en perfectas condiciones. Solo bastó con que dejara las llaves en la recepción, esta vez atendida por una mujer de unos treinta años, y pude largarme de Montana.
Mi siguiente parada fue en Indiana, no se exactamente en qué parte porque básicamente era otro pueblito de mala muerte con un puñado de habitantes. Al menos pintaba mejor que el anterior y esta vez ni siquiera tendría que quedarme a descansar, aunque fuera ya tarde en la noche. Quería terminar el último tercio de recorrido que me quedaba por hacer lo más rápido posible.
Aparqué mi auto en la puerta del único bar restaurant de todo aquel sitio y entré con mi mejor sonrisa de chica buena. Estaba literalmente famélica y podría llegar a comerme una vaca entera yo sola, sin que tuviera que pasar por la parrilla antes. Pero claro, eso no era muy normal estando rodeada de humanos.
Me senté en una de las mesas libres e inmediatamente una camarera apareció a mi lado con su anotador en mano, lista para tomar mi orden.
—Nueva por aquí, ¿verdad? ¿Cómo te recibió Winchester? —así que ese era el bendito nombre que no podía recordar.
—Bueno, digamos que solo estoy de pasada. Tengo un largo viaje por delante y necesitaba hacer una pequeña parada.
—Es común por aquí… Aquellos dos también son forasteros y parece que están en la misma situación que tú —dijo señalando con un movimiento de cabeza a dos hombres jóvenes que permanecían en silencio—. Bien, ¿qué deseas ordenar?
—Una hamburguesa doble queso cheddar con papas por favor.
—Perfecto… ¿De beber? —preguntó luego de terminar de anotar mi pedido.
—Agua mineral si es posible.
—Claro que sí. Te dejo el menú de postres por si quieres verlo mientras esperas tu orden. En unos minutos estará lista.
—Muchas gracias… Becky —respondí cortésmente después de leer su gafete.
Dejé el menú a un costado y me dediqué a observar el local en su totalidad, reparando más en quienes estaban allí que en la decoración. Un hombre entrado en años tomaba una cerveza en la otra punta, un tal Jeff que discutía con otra de las camareras en la barra y me quedaban los otros dos que me había señalado la indiscreta Becky. Y como eran lo más interesante que tenía para ver, los analicé lo más disimuladamente posible.
Probablemente tendrían entre unos veinticinco y treinta años, no mucho más. Se notaba que uno de los dos era más joven que el otro. Supongo que estaba demasiado concentrada en mi estudio del que no apartaba su mirada de una notebook como para darme cuenta de que su acompañante me estaba mirando a mí. Apenas cruzamos nuestras miradas por unos escasos segundos, lo suficiente como para sentir la sangre empezando a acumularse en mis mejillas. Escuché una débil risa proveniente de su dirección y una voz masculina muy profunda diciendo algo que no llegué a entender. Justo ahora mi sentido del oído tenía que fallar gracias a mi parte humana.
—Aquí tienes… Que lo disfrutes —me interrumpió la camarera poniéndome mi plato sobre la mesa—. ¿Algún postre que te interese?
—Creo que tomaré una porción de pie de manzana —dije al echarle una breve mirada al menú para poder devolvérselo.
—Buena elección.
Devoré todo en unos cuantos minutos y no comí más rápido solo para que los demás no creyeran que era una loca suelta peligrosa. De todos modos, al acabar con toda mi comida, seguía teniendo hambre. Nota mental: ni bien llegue a Nueva York buscar un buen sitio para ir de caza así me alimento como se debe.
—Es mi favorito —dijo una voz junto a mí ni bien estaba a punto de darle mi primer bocado al pie. Alcé mi vista y me encontré con unos ojos verdosos observándome fijamente.
—¿Disculpa? —inquirí algo confundida. Una sonrisa se abrió paso en su rostro, haciéndolo todavía mas sensual.
—Dean… —gruñó entre dientes el más alto. Estaba demasiado serio, con sus hombros inclinados levemente hacia delante, dándole una postura ligeramente encorvada. Su cabello estaba suavemente despeinado y tapaba apenas sus ojos claros. Sin duda alguna, esos dos eran hermanos.
—Él es mi hermano Sam, yo soy Dean… Un gusto… —que raro yo teniendo la razón. Así que unos hermanitos en plan de conquista. Genial, lo único que me faltaba. Yo no quería saber nada con ningún chico y menos que menos con dos desconocidos.
—Nessie… ¿Se les ofrece algo?
—Bueno, por lo visto estás sola y quizás necesitabas un poco de compañía —por Dios, estaba a punto de largarme a reír ante su actitud de sex symbol. ¿Conquistarme a mí? ¿Caer en esta trampa barata de chico lindo? No sabía con quien se estaba metiendo este tal Dean y, sobre todo, no sabía que en cualquier momento podría acertarle mi daga en medio de su frente si no se largaba.
—No gracias, creo que me va muy bien como estoy. Además ya me voy… Dean —concluí luego de probar mi tarta, al parecer hablándole al tenedor.
—Disculpa a mi hermano… Es algo… Bueno, ya ves cómo es —comentó Sam algo nervioso, intentando no dirigir su vista directamente a mí—. Ya vámonos Dean, no creo que logres otra de tus conquistas.
—Deberías hacerle caso a tu hermano, parece muy perceptivo… Y creo que tiene los dos dedos de frente que a ti te faltan Dean —sonreí lista para tomar otro bocado de mi pie. Sam mordió su labio y le echó una mirada a su hermano, conteniendo la risa. Dean se limitó a mirarme con expresión seria.
—En realidad no lo hacía por mí… Lo hacía por Sammy. No tienes mucha suerte con las mujeres hermanito.
—Un minuto… ¡¿Qué?! Discúlpame, si no te molesta… —no llegó a terminar la frase pero supuse que tendría ganas de matarlo con sus propias manos.
—Oh, no hay problema, no te preocupes. Mejor suerte para la próxima Dean.
Sam prácticamente tiró de la chaqueta del señor conquistas y se lo llevó fuera, dejándome otra vez sola con mi bendito pie. Si había algo de lo que me estaba convenciendo últimamente es que los postres terminaban siendo mejor compañía que los chicos.
Pero algo tenía que reconocerle a Dean. Había hecho que me riera bastante en un viaje donde solo había estado con mi stereo, escuchando una y otra vez las mismas canciones de siempre, sin establecer contacto con nadie a no ser las pocas palabras que crucé con la recepcionista del hotel, el vendedor de la tienda y la camarera de esta noche. Claro, su intento falló catastróficamente para él, pero a mi me dejó una anécdota que añadir a mi diario de viaje para contarle a mi loca hermanita del alma Rebecca y a mis otras amigas.
Ya unos minutos antes de las doce había salido de Tracy’s y me disponía a llenar nuevamente el tanque de mi auto. Unas ocho o nueve horas más de conducir por las rutas norteamericanas y ya estaría en mi nueva casa. Lástima que viajara sola porque eso hacía que cada minuto se volviera interminable para mí.
Para mi sorpresa, Dean y Sam estaban en la estación de servicio cargando gasolina en su automóvil, un Impala negro bastante antiguo. Jake y sus influencias… Gracias a él reconocía cualquier modelo de auto que me pusieran delante de mis narices.
—¿Ustedes dos aquí? —pregunté en tono divertido mientras esperaba a que el tanque se llenara.
—¿A caso nos sigues nena? Tu oportunidad ya paso.
—Por favor Dean, solo quiero irme de aquí. Por si no lo sabes, un auto necesita gasolina para funcionar. Por cierto… Bonito Impala. Si no me equivoco es de fines de los sesenta, ¿no?
—¿Una chica que sabe de automóviles?
—Se mucho más de lo que puedes imaginar —repliqué. Si supieran que quien les hablaba era una cazadora medio vampira… Pagaría por ver sus caras.
—Seguro Nessie… ¿Qué clase de nombre es ese por cierto? ¿Te llamaron como al monstruo del lago? Maravillosos padres.
—Cállate, tú ni los conoces. Es Renesmee pero siempre me dijeron así mis amigos. Y, de todos modos, ¿a ti qué te importa cómo me llamo o me dejo de llamar?
—Chica ruda, bonita, que sabe de autos… Única en su especie —dijo Sam. En sí, tenía mucha razón. No existía otra híbrida en el mundo.
—A ver… Chico testarudo intentando ser sexy y conquistar a quien se le presente… —dije mirando a Dean—. Y chico extremadamente tímido, bastante nerd con su notebook en mano y con menos don del coqueteo que una gelatina. Únicos en su especie —terminé riendo y entré al local para pagar la gasolina sin darles tiempo a responder.
—Si no tuviera que seguir mi viaje te invitaría a salir —susurró Dean a mis espaldas, sacando una tarjeta de crédito.
—Y yo diría que no. Tengo cosas más importantes de las cuales ocuparme antes que las citas.
—Yo también… Pero siempre tiene que haber tiempo para la diversión, ¿no crees?
—Me divierto con otro tipo de cosas.
—¿A si? ¿Con cuáles preciosa? ¿A caso sigues jugando a las muñecas?
—Ya vete a molestar a otra parte Dean… O vete a jugar con una Barbie tamaño real, eso te sentaría mejor aún.
—Sabes… Me gustan los desafíos…
—Adiós Dean, procura no coquetear de aquí a tu auto con nadie más —reí y salí pitando para no tener que escuchar una contestación suya más. Aunque me hubiera gustado poder ver las imágenes que fluían en su mente en este preciso instante.
Gracias a la ayuda de Jas y a sus magníficos entrenamientos –supervisados por mi padre por supuesto- no solo había aprendido a manejar a la perfección mis destrezas físicas si no también mis facultades mentales. Había ampliado mi don y de simplemente poder transmitir mis pensamientos a través de imágenes con solo tocar a una persona, ahora podía insertar recuerdos y controlar pensamientos, pudiendo obligar a creer o hacer a quien yo quisiera lo que yo quisiera. Básicamente, había aprendido a dominar la mente ajena con solo un mínimo contacto, lo que convertía a mi don en un arma bastante poderosa.
—¿Ese te siguió molestando?
—Supongo que no quiere rendirse. Pero toma, dale esto —le entregué a Sam un pequeño trozo de papel y me subí a mi Ferrari, arrancando el motor lista para irme.
—¿Le darás el gusto?
—Solo échale un vistazo y júzgalo por ti mismo Sam. Y ten preparada la cámara para tomarle una foto a su cara cuando lo vea.
Segundos después estaba dejando al pueblito atrás, observando la imagen de aquel chico perdiéndose en el reflejo de mi espejo retrovisor.
Nueve y media de la mañana. Mis ojos se cierran sin que pueda hacer nada para evitarlo. La claridad del día me abruma y la falta de sueño está a punto de dejarme tirada contra el volante. Solo hay algo bueno: acabo de estacionar frente a mi apartamento. Al fin había llegado después de tanto trajín, después de tantos kilómetros.
Solo saqué una de mis maletas y como pude la cargué conmigo. Saqué las llaves que ya tenía en mi bolsillo y abrí la puerta, cerrándola al pasar con un fuerte empujón. Tiré mi bolso en el suelo y seguí caminando hasta el salón principal, donde estaba la escalera que me dirigía al segundo piso y, por consiguiente, a donde estaba mi recamara. Ahora en lo único que podía pensar era en una cama cómoda que me recibiera. El resto podría arreglarlo en unas horas cuando estuviera más despabilada. Con los ánimos y reflejos que tenía en estos momentos estaba casi segura de que podría salir rodando por la escalera. Pero gracias a no se qué ente milagroso pude llegar sana y salva a mi cuarto.
—Bienvenida a Nueva York… —dije acostándome sin siquiera cambiarme de ropa. Ni bien me comunicara con mi familia debería agradecerle a Alice y a mi padre el haber acomodado todo para cuando estuviera aquí.
No puedo negar que esta vez mis sueños fueron divertidos. El recuerdo de Winchester, ese pueblito de Indiana, me había perseguido hasta ellos trayéndome a los hermanitos Sam y Dean.
“Olvídalo Dean” rezaba el papelito que le había entregado a Sam antes de irme y todo mi sueño giró sobre esas palabras y la reacción del señor testosterona andante. Gran idea la mía al dejarle ese mensajito al niño bonito. Así aprendería que en la vida no siempre se obtiene lo que uno quiere. O, más bien, casi nunca se obtiene lo que uno quiere.
Me levanté con energías renovadas y con mucha más hambre que la noche pasada, así que fui directo a la cocina. Una vez más tenía que agradecer que mi tía y Edd hubieran pensado en cada detalle, incluyendo un refrigerador repleto de comida. No era tan común que me alimentara siguiendo la dieta humana, pero si no había otra alternativa no me molestaba hacerlo.
Me preparé un gran desayuno a base de huevos revueltos con jamón y bastante café para terminar de reactivar a mis neuronas. Digamos que la cantidad alcanzaba para alimentar a unas diez personas y dejarlas completamente satisfechas. Pero claro, quién dijo que yo era como las demás personas.
Bastó con sentarme a la mesa para reparar en el hecho de que había una nota en ella, escrita con la típica caligrafía extremadamente prolija de mi papá.
Nessie:
Como ya habrás visto está todo organizado para que no falte nada nena. Tu Yamaha y tu BMW están en el garage listos para ser usados y si aún no revisaste tu guardarropas, verás que hay una sorpresa para ti. Ya podrás imaginar que puede ser viniendo de tu tía Alice.
Llámame ni bien estés en casa para saber que tal estuvo tu viaje. Si necesitas algo no dudes en pedirlo hija, estará allí lo más pronto posible.
En cuanto a tu particular trabajo preferiría que por unos días te alejaras del terreno hasta saber perfectamente a qué te enfrentas en esa zona. Se que ya te tomaste la molestia de averiguar absolutamente todo, pero aún así me preocupa que estés sola en una ciudad que no conoces enfrentándote a cosas como esas.
Confío en ti Nessie.
Te quiere, Edward
Siempre preocupándose por su pequeña niñita. Papa, ojalá vieras que esa niñita solo estaba en tus recuerdos y que la realidad era otra muy distinta. Lo sé, había madurado muy rápido, mi crecimiento había sido demasiado acelerado y eso les había impedido a mis padres disfrutar de cada una de mis etapas al máximo. Pero algún día debería enfrentarse al hecho de que ya estaba grandecita y sabía qué y qué no tenía que hacer.
Por lo pronto, compartía solo en un 1% su opinión de no salir de caza y solo porque tenía ganas de amoldarme a mi nueva casa y al barrio. Quería recorrer un poco la ciudad como alguien normal y luego dedicarme de lleno a lo demás, a la verdadera razón por la cual estaba aquí.
Me pasé todo el día ordenando lo que había traído –luego de obviamente haber llamado a Edward y hablar por casi una hora con cada Cullen-, principalmente escondiendo mis armas en lugares estratégicos y dejando un buen arsenal en el baúl de mi BMW, que es el que usaría para las noches de cacería. La moto la dejaría solo para la actividad diurna, por lo que solo guardé unos cuantas cositas útiles por si la situación se ponía fea.
Ya por la noche recordé algo que se me había pasado por alto: la caja que me habían dado antes de irme de Forks. Todavía estaba en el asiento trasero de mi auto, esperando a ser abierta.
Ni bien la tuve en mi sala de estar, sobre la mesita ratona frente al increíble televisor plasma que casi nunca usaría, la abrí deseosa de saber que es lo que habían hecho para mí.
Fotos enmarcadas, un sinnúmero de cartas y carteles de buena suerte y montones de objetos de mi niñez. De inmediato coloqué el portarretrato con todos los chicos de la manada sobre la chimenea, junto con fotos de mi familia, de Jake –de la época en la cual habíamos sido novios casualmente-, de Embry y de mis locas amigas Becca, Kristen, Kate, Melody y Caridee. Ellos eran las personas más importantes de mi vida y ahora estaban lejos de mí, pero de alguna forma siempre me acompañarían, fuese a donde fuese.
Lo otro que hizo que me quebrara por completo –después de llorar interminablemente al leer cada carta- fue la pulsera que Jake me había regalado en mi cumpleaños número dos. Eran tres cintas de cuero perfectamente trenzado con un dije en forma de lobo tallado a mano en madera. Él mismo la había hecho para mí. También estaba la que Embry me había regalado, muy distinta por cierto. Era una pulsera de plata con nuestras iniciales y un pequeño símbolo quileute grabados en ella.
Y todo esto me hacía replantearme una vez más mi situación aquí. Tenía demasiadas ansias de libertad, de independencia, de conocer nuevos lugares y forjar mi propio destino. Pero… ¿Habría ido muy lejos con mi decisión de abandonar todo lo que conocía por esto? ¿A caso seguir mis aspiraciones significaba perder todo lo que algún día tuve?
No, no había perdido nada. Los tenía allí a todos siempre que los necesitara, la lejanía no implicaba que fuera a dejarlos olvidados, que fueran a pasar a formar parte de mi pasado. Eso nunca sucedería, sin importar lo que el destino me deparara. Fueron, son y serán por el resto de mi inmortal vida mi familia.
Dejé la caja abierta, con las cartas desparramadas en mi sofá, para irme a tomar una ducha rápida. El día de mañana no sería nada fácil, ya tenía toda una rutina más que planificaba y el descanso no estaba incluido en ella. Tendría que despertarme temprano para recorrer los alrededores y hacerme a la idea de vivir aquí en este vecindario de casas medianamente lujosas. Por la tarde seguro haría alguna que otra compra y localizaría a mi Henry para recibir las actualizaciones que ya le había encargado hacía un tiempo atrás. Y a la noche me daría un corto tiempo para mí misma en algún bar cercano. La caza debería esperar hasta la medianoche, donde mis instintos eran aún más fuertes que nunca.
Así empezaba mi vida aquí en Nueva York, sin nadie que guiara mis pasos como lo habían hecho siempre. Sin nadie que se entrometiera en mis decisiones o, peor aún, que decidiera por mí. Era yo y nadie más.
Evey!
Re: Hunters of the Night - The Dark Beginning
3. Noches Peligrosas
Fue una semana extraña y solitaria. Solo conocía de vista a alguno de mis vecinos y no eran precisamente personas con las que quisiera entablar una relación más allá del “buenos días”. Además, siendo lo que era y metida en el mundo en el que tanto me había involucrado, no valía la pena poner en riesgo a la gente solo para no sentirme sola. Sería demasiado egoísta de mi parte.
La primera noche fue tremendamente aburrida. Básicamente me dediqué a hacer varias investigaciones en Hunt, el bar de moda en esa zona. Que casualidad que justo se llamara así.
Supongo que, a pesar de lo poco perceptivos que son la mayoría de los humanos, algo de mí emanaba un halo de peligro o alguna cosa por el estilo porque nadie se me acercó en las largas horas que estuve allí acompañada por mi notebook. Ahora que me lo planteaba, debía verme igual de freak que Sam esa noche en Winchester.
La segunda fue apenas mejor. Encontré qué hacer en los alrededores de mi vecindario, por lo que decidí usar mi Yamaha. Un par de perritos especiales andaban sueltos por ahí haciendo de las suyas, así que alguien debía controlarlos. ¿Quién rayos se hubiera imaginado que existían perros no-muertos? En serio, parecía una broma demasiado absurda y un tanto asquerosa, pero lo cierto es que sí existían. Y eran más horrorosos de lo que uno pudiera llegar a imaginarse.
Tuve que enfrentarme a tres de esas cosas grotescas, gigantes y sangrientas. Parecían rottweiler pero de tamaño descomunal, sin piel, en carne viva, con dientes más filosos que una daga común y corriente. Agradezco que, a pesar de su aspecto tan amenazador, son muy fáciles de exterminar. Un tiro en la frente y están fritos. Y, claro, mi puntería no fallaba nunca, por lo que apenas intentaron abalanzarse sobre mí los acabé de inmediato.
Pero, si había perros de esa clase sueltos, eso significaba que sus víctimas debían estar sueltas por ahí también y en poco empezarían a causar más problemas que los que estos cachorritos habían causado.
A eso dediqué mi tercera noche, la más larga de todas. Fueron en total unos doce cadáveres andantes, medio carcomidos, a los que tuve que perseguir como una maldita loca por los alrededores de Nueva York. Muy muertos, muy muertos pero eran más vivos que unos cuantos que todavía no se fueron al otro lado y me dieron una madrugada de puro trajín en Jersey City, Newark y Union City.
La cuarta y quinta noche fueron más relajadas. Reorganicé mi armamento, recibí el pedido que le había hecho a Henry y amplié mi marco de investigación a los estados que rodean al estado de Nueva York, lo que expandía mis búsquedas y cacerías a varios de cientos de kilómetros más. Y pronto iría más lejos aún.
La sexta noche la dediqué al descanso y me quedé en casa ordenando el revoltijo imperante que había en cada habitación. Sencillamente parecía como si un tornado hubiera atravesado aquel lugar, dejándolo todo patas para arriba.
No vale la pena detenerme en lo que hacía durante el día, fingiendo tener la vida de toda adolescente recién independizada. Y, a decir verdad, actuaba muy bien mi papel de niña común y corriente que iba a hacer las compras y salía de vez en cuando.
Lo único bueno resultante de toda esta pantomima es que había encontrado una librería bastante particular, prácticamente escondida entre dos edificios que la dejaban completamente encerrada entre sus moles de cemento. El señor Mosby me fue de gran ayuda y me asesoró en cada una de mis búsquedas, impulsado no solo por el hecho de que era su única clienta joven que asistía frecuentemente a su negocio, si no también por mi -a su parecer- extraño interés por los temas sobrenaturales.
Así que ahora tenía una buena colección de viejos libros sobre todo tipo de criaturas de la noche y seres fuera de lo normal. Modos de cazarlos y asesinarlos, formas de defenderse de sus ataques, características… Tenían absolutamente todo lo que necesitaba saber e incluso más.
Supongo que fue en parte gracias a ellos que me largué a investigar sobre casos que coincidieran con los ataques característicos de algunos tipos de demonios que aparecían entre sus hojas. Claro que me fui por el camino de los más sencillos de destruir. Estando sola y sin experiencia enfrentándome contra ese tipo de seres no me convenía arriesgarme a mucho. Y tampoco me convencía siquiera y, probablemente, fuera por eso que solo me quedaba en las investigaciones y nunca salía a perseguirlos. Esto no era un juego y luchar contra algo que no conocía no era opción viable. Pero algún día, algún día…
Ya había pasado una semana aquí en la ciudad de Nueva York. La empezaba a querer, me empezaba a gustar sin importar el bullicio que reinaba por sus calles, la gran cantidad de gente que circulaba por sus aceras, chocándose de vez en cuando con una misma, y todas las diferencias que había con respecto a mi lejano Forks. ¿Algún día volvería allí?
Era temprano por la mañana. El sol había salido hacía unas dos horas como mucho y daba de lleno contra la ventana de mi cuarto, iluminando en demasía toda la habitación. Seguía acurrucada en la cama, envuelta en las suaves sábanas, con ganas de quedarme allí acostada un rato más. Pero era tiempo de levantarme y ponerme en marcha para el nuevo día.
Y la rutina comenzaba de nuevo. Una buena ducha caliente, desayuno sustancioso y a caminar por las calles neoyorquinas. Lástima que hoy no tenía idea en dónde me metería porque ya había recorrido todos los sitios de interés. Quizás el señor Mosby se alegraría de recibir mi visita y pudiera charlar un poco más con él sobre el tema de los espíritus y posesos, algo que me había dejado muy intrigada y con varias dudas pendientes por resolver.
Las calles estaban vacías para cuando llegaba a la zona de la mentada librería. No era muy concurrida generalmente y este mediodía no era la excepción.
El viento azotaba débilmente mi rostro, como una tierna caricia, apenas despeinando las suaves ondas de mi cabello. Llevaba puesta mi campera de cuero favorita, un regalo de mi tía Alice por supuesto. Pantalones pitillo negro y unos zapatos de tacón no muy altos completaban mi vestuario.
—¿Señor Mosby? —pregunté cerrando la puerta tras de mí. Siempre se encontraba en su despacho, detrás del local.
—¡Renesmee! Que sorpresa tenerte a estas horas por aquí. Por favor, pasa y ponte cómoda. ¿Quieres algo de beber? Acabo de terminar mi almuerzo, puedo ofrecerte un café.
—Muchas gracias pero no es necesario —respondí sentándome en mi lugar habitual, en un sofá capitoné antiguo de tapizado desgastado.
—Bien, ¿qué curiosidad tienes hoy?
—Oh, verá, estuve leyendo varios de los libros sobre espíritus y posesos y en verdad me quedé totalmente prendada al tema —claro, quería sacarme cualquier duda que pudiera haberme llegado a quedar antes de enfrentarme a esas criaturas una de estas noches.
—En serio no puedo creer que una jovencita como tú se interese por esto. Fue mi pasión durante años y años de mi vida y nunca nadie mostró un interés como el tuyo. Más bien todos me daban por loco al sumergirme en la lectura de este tipo de cosas.
—¿Cree que existan?
—Por supuesto… No somos los únicos habitando en este mundo, ese es un pensamiento de palurdos.
—Y… ¿Por qué está tan convencido señor Mosby? ¿Alguna vez vio… algo?
—Fui testigo de hechos sobrenaturales. Mi familia nunca estuvo ajena a ese mundo oculto.
—Ya veo… Pues bien, cuénteme qué sabe sobre los espíritus. El libro me dejo con unas cuantas cuestiones que resolver.
—Bien, son de los más sencillos de destruir. Solo se deben salar sus huesos y quemarlos, eso hace que las almas puedan descansar en paz.
—¿Y si no hay huesos? Suponiendo que no se pudiera acceder a ellos, cosa que de por si no es muy sencilla ya que equivaldría a profanar una tumba… ¿No hay otra manera de eliminarlos?
—Pues algo que haya sido parte de esa persona puede servir… El cabello sería lo más útil. Pero esa es la única alternativa a menos que se trate de espíritus atrapados en espejos. Hace mucho tiempo se creía que los espejos reflejaban nuestras almas. Por eso se pensaba que los espejos eran capaces de atrapar a los espíritus que guardaran en sus vidas secretos oscuros.
—¿Y en ese caso como se los libera?
-Rompiendo al espejo que los atrapó originalmente. Los espíritus pueden moverse libremente a través de cualquier espejo, pero solo se los aniquila si se destruye el espejo original. Aunque eso puede ocasionar que simplemente el alma sea expulsada.
—Y ahí volveríamos al tema de quemar sus huesos y eso.
—Depende. Pero no sabría decirte con total seguridad que haya otro método que no sea ese.
—-Entiendo… ¿Y qué sucede con los posesos? Son humanos cuyos cuerpos son tomados por demonios, así que no creo que dispararles sea una buena opción.
—¡Claro que no! Además no lograrías nada con eso. Mira, todos los demonios reaccionan ante el nombre de Dios, como en las películas. Solo basta con mencionarlo para confirmar tus sospechas de que alguien este poseído por estos espíritus malignos. Ya habrás leído cuales son las características que pueden presentar además del cambio de la actitud normal de esa persona.
—Si… Cambios en el color de los ojos, poderes sobrenaturales, inmunidad a ataques físicos que a un humano le harían daño…
—Exacto. La manera de sacar a ese demonio es a través de un exorcismo. Puede realizarlo cualquiera, aunque es preferible que lo haga un cura o alguien dedicado a este tipo de rituales. Tengo precisamente un libro que encontré la noche pasada que te servirá para tu investigación Renesmee. Tiene toda la información sobre invocaciones, salmos y exorcismos.
—Perfecto, me será de gran ayuda —dije con una gran sonrisa. Si supiera cuánto me estaba ayudando en realidad.
—Solo déjame que vaya a buscarlo, está en mi despacho. Debo admitir que me la pasé leyéndolo la noche pasada.
Se retiró con su típico paso lento, un tanto endeble, desapareciendo por un corredor adyacente. Sus pasos seguían resonando a la distancia.
El estómago me rugía con furia, casi causándome dolor. El intentar adaptarme a la dieta humana al cien por ciento no estaba resultando del todo bien. Cada día estaba un poco más débil y mi hambre crecía de manera incontrolable. Ya casi no soportaba ni un minuto más sin probar el líquido rojo y espeso que tanto me fortalecía. Sin él, mis habilidades vampíricas casi no servían.
Por suerte había acordado con papá que una vez cada dos semanas me enviarían suministros para que no pasara necesidades. Había intentado encontrar un lugar donde cazar, pero claro, estaba en medio de la jungla de cemento. Conseguir sangre fresca implicaba hacer travesías demasiado largas y el tiempo no era algo que me sobrara. Aunque, seguramente, en algún momento me iría de caza sin importar a dónde tuviera que ir. No podía negarle eso a mi cuerpo, era parte de su esencia.
Eché un vistazo a mi alrededor mientras esperaba al señor Mosby. Era un ambiente enrarecido, con pequeñas motas de polvo suspendidas en el aire y el característico aroma a libros antiguos y resabios de humedad. Aún así, era un lugar que me agradaba, en donde me sentía completamente a gusto.
Minutos después él estaba de vuelta, con un diario personal de tapa dura de cuero marrón ajado. En el centro tenía grabada una estrella de siete puntas y símbolos que no podía reconocer.
—Aquí tienes… Es bastante rústico pero muy confiable y con ilustraciones muy útiles.
—No sabes lo mucho que esto significa para mí, en verdad gracias.
—Oh, no es nada pequeña. Es un placer ayudarte querida.
Las campanillas de la puerta de entrada repiquetearon con su típico tintineo agudo y un hombre fornido hizo aparición frente al mostrador. Sus ojos duros, fríos e inquisidores nos calaban hasta los huesos. Incluso la expresión de su rostro daba algo de miedo. Algo mucho. Su piel era pálida, ojos muy claros, cabello negro azabache que contrastaba con su blancura tan particular y con el celeste de sus iris. Era joven, de unos veinte años o poco más, lindo pero con un toque en su postura, en todo él, que hacía que desconfiara. No se qué era exactamente, pero sentía escalofríos cada vez que su mirada se cruzaba con la mía.
—¿El señor Mosby? —preguntó con voz profunda.
—Soy yo, ¿qué necesita?
-Es un tema privado, preferiría hablarlo con usted a solas si es que a la señorita no le molesta retirarse —dijo y me sonrió. Él no es normal, no lo es.
—Yo… No tengo problema —respondí después de un breve cruce de miradas con el señor Mosby. Mi intuición seguía repitiendo una y otra vez que ese chico que estaba allí parado no era quien aparentaba ser y eso me atemorizaba, no por mí, si no por Adam. Pero su asentimiento imperceptible hizo que aceptara el hecho de irme—. Nos veremos luego.
Salí del local sencillamente preocupada, agradeciendo haber guardado el diario a tiempo para que ese hombre, fuera quien fuera, no lo viera.
Volví a casa sin detenerme en el camino, dispuesta a entregarme a mi trabajo. Había estado siguiendo un par de casos sospechosos los últimos días para confirmar mis teorías. Más muertitos sueltos por ahí, fuera de sus tumbas.
Esta vez tendría que ir a Pittsburg, Penssylvania, donde las cosas se estaban poniendo feas, sobre todo por el hecho de que varias de las víctimas que habían logrado escapar del ataque de los zombis ya estaban contaminadas y en cuestión de un día o menos pasaban al bando de los famosos “come cerebros”. Solo que, a diferencia de las películas, estos estaban interesados pura y exclusivamente en la sangre. Digamos que eran una versión desagradable y medio putrefacta de los vampiros, bastante más débiles y extremadamente sencillos de aniquilar. Lo único problemático era su proliferación inmediata, ya que incluso con un solo rasguño ya podías considerarte un futuro zombi.
En cuanto al libro que me había regalado el señor Mosby, lo guardé junto con las cosas que utilizaría hoy para mi cacería. Por alguna razón sentía que nunca debería separarme de él, sin importar qué sucediera.
Una hora después estaba en mi auto, enfundada en mi traje típico de trabajo –cazadora de cuero negro, pantalones pitillo del mismo color, una remera sencilla y borcegos a juego- con la particularidad de que hoy llevaba un amuleto que Adam me había obsequiado al día siguiente de haberme conocido. Era una cruz de estilo gótico, de plata ennegrecida por el paso del tiempo, pesada para mi gusto. Según él, había sido forjada hace más de quinientos años atrás junto con otras dos iguales para la protección contra los demonios y los malos espíritus que intentaran apoderarse del alma humana, hecho especialmente para tres miembros de no se qué orden de esa época. No sé si todo el asunto fuera específicamente cierto o si esa cruz me ofreciera una protección mayor a la de cualquier otra cruz, pero a partir de esta noche siempre la llevaría conmigo.
El viaje resultó largo y aburrido y para las primeras horas de la noche ya estaba en la ciudad. Había sido evacuada esta misma mañana, así que estaba literalmente desierta en apariencia. Básicamente, se había convertido en un gran campo de práctica de tiro.
Preparé mi fusil Rémington 870 y mi Mágnum, que terminó guardada en uno de los bolsillos de mi cazadora junto con dos cartuchos de repuesto. Cargué en mi hombro un pequeño bolso con el diario personal y unos cuantos elementos extras que no creía que fuera a usar –estacas, agua bendita, sal, un bote miniatura de gasolina y otras cosillas- y me colgué una ristra de municiones para mi fusil. Si tan solo me viera mi familia… Creo que volverían a morirse.
Bajé del auto después de estacionarme en un lugar que pudiera recordar fácilmente y empecé a caminar a paso firme y seguro, lista para disparar. Mis oídos captaban hasta el más mínimo sonido, haciéndome sentir unas suaves vibraciones del suelo. Unas cuatro o cinco personas se acercaban corriendo, o, más bien, lo que quedaba de esas personas se acercaban corriendo.
Saqué mi Mágnum y disparé tanto con ella como con mi fusil ni bien los tuve lo suficientemente cerca de mí, insertándoles una bala en medio de la frente a cada uno. Sencillo y rápido. Recargué mi fusil con gran velocidad y según caminando, prácticamente trotando a un ritmo más o menos pausado.
Ya a la siguiente cuadra recibí el ataque de otras seis criaturas y el panorama que se me presentaba a mí era terrible, dejándome casi sin aliento. Una centena de muertos corrían hacia mí, provocando unos chillidos horrendos, haciéndome recordar lo mucho que los odiaba y lo desagradables que eran.
Sin demorarme ni un segundo más, me di media vuelta y corrí a lo que daban mis piernas, apenas superando la velocidad de un humano bien entrenado. Justo ahora venían a flaquear mis habilidades de vampira…
Salté un muro bajo y me metí en un edificio aparentemente vacío. Pero, claro, pronto me saltaron dos de esos por mi espalda y gracias a mis reflejos pude salvar mi pellejo. Subí las escaleras jadeante, preparada para nuevos ataques, hasta llegar a la terraza. Bloqueé la puerta de hierro y me quedé junto a la cornisa, captando lo que sucedía allí abajo.
Estaba en problemas, más que eso. Sola, en medio de una ciudad que ya se creía completamente evacuada, tratando de ser devorada por muertos vivientes. Tenía todavía un cargador de la Mágnum sin usar y más de la mitad de las municiones de mi fusil, pero eso no bastaba. Y lo que traía en la bolsa no me serviría de nada. Llamar a alguien por supuesto que no era opción… ¿A quién? ¿A mis padres? A menos que tuvieran un helicóptero a mano, eso no me ayudaría. Y no tenía a nadie más.
Claramente resignada seguí mirando a las calles, esperando que una mano bajara del cielo y me sacara de allí. Si, seguro, ya mismo aparecería. Y de paso vendrían unicornios voladores de todos los colores del arco iris.
Me senté en el reborde que se formaba en el límite de la azotea, sin nada que hacer más que intentar planear algo, sabiendo que las probabilidades de que cualquier cosa que tratara de hacer fuera exitosa eran casi nulas. De hecho, podía tranquilamente quitarle el casi.
Mi auto estaba en la cuadra siguiente, pero me era imposible llegar hasta él. Podría correr a través de las azoteas hasta llegar a la esquina, bajar de nuevo a la calle y correr hasta él. Pero solo eran unos pocos metros los que me separaban de los zombis y, además, ni bien captaran el dulce aroma de mi sangre me estarían esperando en la puerta para darme una poco grata bienvenida. Así que… ¿Así sería mi muerte?
No se cuánto tiempo pasé aquí arriba, enfocada en mis pensamientos, pero de pronto un movimiento en particular captó mi atención. Y eso si que no me lo esperaba.
La primera noche fue tremendamente aburrida. Básicamente me dediqué a hacer varias investigaciones en Hunt, el bar de moda en esa zona. Que casualidad que justo se llamara así.
Supongo que, a pesar de lo poco perceptivos que son la mayoría de los humanos, algo de mí emanaba un halo de peligro o alguna cosa por el estilo porque nadie se me acercó en las largas horas que estuve allí acompañada por mi notebook. Ahora que me lo planteaba, debía verme igual de freak que Sam esa noche en Winchester.
La segunda fue apenas mejor. Encontré qué hacer en los alrededores de mi vecindario, por lo que decidí usar mi Yamaha. Un par de perritos especiales andaban sueltos por ahí haciendo de las suyas, así que alguien debía controlarlos. ¿Quién rayos se hubiera imaginado que existían perros no-muertos? En serio, parecía una broma demasiado absurda y un tanto asquerosa, pero lo cierto es que sí existían. Y eran más horrorosos de lo que uno pudiera llegar a imaginarse.
Tuve que enfrentarme a tres de esas cosas grotescas, gigantes y sangrientas. Parecían rottweiler pero de tamaño descomunal, sin piel, en carne viva, con dientes más filosos que una daga común y corriente. Agradezco que, a pesar de su aspecto tan amenazador, son muy fáciles de exterminar. Un tiro en la frente y están fritos. Y, claro, mi puntería no fallaba nunca, por lo que apenas intentaron abalanzarse sobre mí los acabé de inmediato.
Pero, si había perros de esa clase sueltos, eso significaba que sus víctimas debían estar sueltas por ahí también y en poco empezarían a causar más problemas que los que estos cachorritos habían causado.
A eso dediqué mi tercera noche, la más larga de todas. Fueron en total unos doce cadáveres andantes, medio carcomidos, a los que tuve que perseguir como una maldita loca por los alrededores de Nueva York. Muy muertos, muy muertos pero eran más vivos que unos cuantos que todavía no se fueron al otro lado y me dieron una madrugada de puro trajín en Jersey City, Newark y Union City.
La cuarta y quinta noche fueron más relajadas. Reorganicé mi armamento, recibí el pedido que le había hecho a Henry y amplié mi marco de investigación a los estados que rodean al estado de Nueva York, lo que expandía mis búsquedas y cacerías a varios de cientos de kilómetros más. Y pronto iría más lejos aún.
La sexta noche la dediqué al descanso y me quedé en casa ordenando el revoltijo imperante que había en cada habitación. Sencillamente parecía como si un tornado hubiera atravesado aquel lugar, dejándolo todo patas para arriba.
No vale la pena detenerme en lo que hacía durante el día, fingiendo tener la vida de toda adolescente recién independizada. Y, a decir verdad, actuaba muy bien mi papel de niña común y corriente que iba a hacer las compras y salía de vez en cuando.
Lo único bueno resultante de toda esta pantomima es que había encontrado una librería bastante particular, prácticamente escondida entre dos edificios que la dejaban completamente encerrada entre sus moles de cemento. El señor Mosby me fue de gran ayuda y me asesoró en cada una de mis búsquedas, impulsado no solo por el hecho de que era su única clienta joven que asistía frecuentemente a su negocio, si no también por mi -a su parecer- extraño interés por los temas sobrenaturales.
Así que ahora tenía una buena colección de viejos libros sobre todo tipo de criaturas de la noche y seres fuera de lo normal. Modos de cazarlos y asesinarlos, formas de defenderse de sus ataques, características… Tenían absolutamente todo lo que necesitaba saber e incluso más.
Supongo que fue en parte gracias a ellos que me largué a investigar sobre casos que coincidieran con los ataques característicos de algunos tipos de demonios que aparecían entre sus hojas. Claro que me fui por el camino de los más sencillos de destruir. Estando sola y sin experiencia enfrentándome contra ese tipo de seres no me convenía arriesgarme a mucho. Y tampoco me convencía siquiera y, probablemente, fuera por eso que solo me quedaba en las investigaciones y nunca salía a perseguirlos. Esto no era un juego y luchar contra algo que no conocía no era opción viable. Pero algún día, algún día…
Ya había pasado una semana aquí en la ciudad de Nueva York. La empezaba a querer, me empezaba a gustar sin importar el bullicio que reinaba por sus calles, la gran cantidad de gente que circulaba por sus aceras, chocándose de vez en cuando con una misma, y todas las diferencias que había con respecto a mi lejano Forks. ¿Algún día volvería allí?
Era temprano por la mañana. El sol había salido hacía unas dos horas como mucho y daba de lleno contra la ventana de mi cuarto, iluminando en demasía toda la habitación. Seguía acurrucada en la cama, envuelta en las suaves sábanas, con ganas de quedarme allí acostada un rato más. Pero era tiempo de levantarme y ponerme en marcha para el nuevo día.
Y la rutina comenzaba de nuevo. Una buena ducha caliente, desayuno sustancioso y a caminar por las calles neoyorquinas. Lástima que hoy no tenía idea en dónde me metería porque ya había recorrido todos los sitios de interés. Quizás el señor Mosby se alegraría de recibir mi visita y pudiera charlar un poco más con él sobre el tema de los espíritus y posesos, algo que me había dejado muy intrigada y con varias dudas pendientes por resolver.
Las calles estaban vacías para cuando llegaba a la zona de la mentada librería. No era muy concurrida generalmente y este mediodía no era la excepción.
El viento azotaba débilmente mi rostro, como una tierna caricia, apenas despeinando las suaves ondas de mi cabello. Llevaba puesta mi campera de cuero favorita, un regalo de mi tía Alice por supuesto. Pantalones pitillo negro y unos zapatos de tacón no muy altos completaban mi vestuario.
—¿Señor Mosby? —pregunté cerrando la puerta tras de mí. Siempre se encontraba en su despacho, detrás del local.
—¡Renesmee! Que sorpresa tenerte a estas horas por aquí. Por favor, pasa y ponte cómoda. ¿Quieres algo de beber? Acabo de terminar mi almuerzo, puedo ofrecerte un café.
—Muchas gracias pero no es necesario —respondí sentándome en mi lugar habitual, en un sofá capitoné antiguo de tapizado desgastado.
—Bien, ¿qué curiosidad tienes hoy?
—Oh, verá, estuve leyendo varios de los libros sobre espíritus y posesos y en verdad me quedé totalmente prendada al tema —claro, quería sacarme cualquier duda que pudiera haberme llegado a quedar antes de enfrentarme a esas criaturas una de estas noches.
—En serio no puedo creer que una jovencita como tú se interese por esto. Fue mi pasión durante años y años de mi vida y nunca nadie mostró un interés como el tuyo. Más bien todos me daban por loco al sumergirme en la lectura de este tipo de cosas.
—¿Cree que existan?
—Por supuesto… No somos los únicos habitando en este mundo, ese es un pensamiento de palurdos.
—Y… ¿Por qué está tan convencido señor Mosby? ¿Alguna vez vio… algo?
—Fui testigo de hechos sobrenaturales. Mi familia nunca estuvo ajena a ese mundo oculto.
—Ya veo… Pues bien, cuénteme qué sabe sobre los espíritus. El libro me dejo con unas cuantas cuestiones que resolver.
—Bien, son de los más sencillos de destruir. Solo se deben salar sus huesos y quemarlos, eso hace que las almas puedan descansar en paz.
—¿Y si no hay huesos? Suponiendo que no se pudiera acceder a ellos, cosa que de por si no es muy sencilla ya que equivaldría a profanar una tumba… ¿No hay otra manera de eliminarlos?
—Pues algo que haya sido parte de esa persona puede servir… El cabello sería lo más útil. Pero esa es la única alternativa a menos que se trate de espíritus atrapados en espejos. Hace mucho tiempo se creía que los espejos reflejaban nuestras almas. Por eso se pensaba que los espejos eran capaces de atrapar a los espíritus que guardaran en sus vidas secretos oscuros.
—¿Y en ese caso como se los libera?
-Rompiendo al espejo que los atrapó originalmente. Los espíritus pueden moverse libremente a través de cualquier espejo, pero solo se los aniquila si se destruye el espejo original. Aunque eso puede ocasionar que simplemente el alma sea expulsada.
—Y ahí volveríamos al tema de quemar sus huesos y eso.
—Depende. Pero no sabría decirte con total seguridad que haya otro método que no sea ese.
—-Entiendo… ¿Y qué sucede con los posesos? Son humanos cuyos cuerpos son tomados por demonios, así que no creo que dispararles sea una buena opción.
—¡Claro que no! Además no lograrías nada con eso. Mira, todos los demonios reaccionan ante el nombre de Dios, como en las películas. Solo basta con mencionarlo para confirmar tus sospechas de que alguien este poseído por estos espíritus malignos. Ya habrás leído cuales son las características que pueden presentar además del cambio de la actitud normal de esa persona.
—Si… Cambios en el color de los ojos, poderes sobrenaturales, inmunidad a ataques físicos que a un humano le harían daño…
—Exacto. La manera de sacar a ese demonio es a través de un exorcismo. Puede realizarlo cualquiera, aunque es preferible que lo haga un cura o alguien dedicado a este tipo de rituales. Tengo precisamente un libro que encontré la noche pasada que te servirá para tu investigación Renesmee. Tiene toda la información sobre invocaciones, salmos y exorcismos.
—Perfecto, me será de gran ayuda —dije con una gran sonrisa. Si supiera cuánto me estaba ayudando en realidad.
—Solo déjame que vaya a buscarlo, está en mi despacho. Debo admitir que me la pasé leyéndolo la noche pasada.
Se retiró con su típico paso lento, un tanto endeble, desapareciendo por un corredor adyacente. Sus pasos seguían resonando a la distancia.
El estómago me rugía con furia, casi causándome dolor. El intentar adaptarme a la dieta humana al cien por ciento no estaba resultando del todo bien. Cada día estaba un poco más débil y mi hambre crecía de manera incontrolable. Ya casi no soportaba ni un minuto más sin probar el líquido rojo y espeso que tanto me fortalecía. Sin él, mis habilidades vampíricas casi no servían.
Por suerte había acordado con papá que una vez cada dos semanas me enviarían suministros para que no pasara necesidades. Había intentado encontrar un lugar donde cazar, pero claro, estaba en medio de la jungla de cemento. Conseguir sangre fresca implicaba hacer travesías demasiado largas y el tiempo no era algo que me sobrara. Aunque, seguramente, en algún momento me iría de caza sin importar a dónde tuviera que ir. No podía negarle eso a mi cuerpo, era parte de su esencia.
Eché un vistazo a mi alrededor mientras esperaba al señor Mosby. Era un ambiente enrarecido, con pequeñas motas de polvo suspendidas en el aire y el característico aroma a libros antiguos y resabios de humedad. Aún así, era un lugar que me agradaba, en donde me sentía completamente a gusto.
Minutos después él estaba de vuelta, con un diario personal de tapa dura de cuero marrón ajado. En el centro tenía grabada una estrella de siete puntas y símbolos que no podía reconocer.
—Aquí tienes… Es bastante rústico pero muy confiable y con ilustraciones muy útiles.
—No sabes lo mucho que esto significa para mí, en verdad gracias.
—Oh, no es nada pequeña. Es un placer ayudarte querida.
Las campanillas de la puerta de entrada repiquetearon con su típico tintineo agudo y un hombre fornido hizo aparición frente al mostrador. Sus ojos duros, fríos e inquisidores nos calaban hasta los huesos. Incluso la expresión de su rostro daba algo de miedo. Algo mucho. Su piel era pálida, ojos muy claros, cabello negro azabache que contrastaba con su blancura tan particular y con el celeste de sus iris. Era joven, de unos veinte años o poco más, lindo pero con un toque en su postura, en todo él, que hacía que desconfiara. No se qué era exactamente, pero sentía escalofríos cada vez que su mirada se cruzaba con la mía.
—¿El señor Mosby? —preguntó con voz profunda.
—Soy yo, ¿qué necesita?
-Es un tema privado, preferiría hablarlo con usted a solas si es que a la señorita no le molesta retirarse —dijo y me sonrió. Él no es normal, no lo es.
—Yo… No tengo problema —respondí después de un breve cruce de miradas con el señor Mosby. Mi intuición seguía repitiendo una y otra vez que ese chico que estaba allí parado no era quien aparentaba ser y eso me atemorizaba, no por mí, si no por Adam. Pero su asentimiento imperceptible hizo que aceptara el hecho de irme—. Nos veremos luego.
Salí del local sencillamente preocupada, agradeciendo haber guardado el diario a tiempo para que ese hombre, fuera quien fuera, no lo viera.
Volví a casa sin detenerme en el camino, dispuesta a entregarme a mi trabajo. Había estado siguiendo un par de casos sospechosos los últimos días para confirmar mis teorías. Más muertitos sueltos por ahí, fuera de sus tumbas.
Esta vez tendría que ir a Pittsburg, Penssylvania, donde las cosas se estaban poniendo feas, sobre todo por el hecho de que varias de las víctimas que habían logrado escapar del ataque de los zombis ya estaban contaminadas y en cuestión de un día o menos pasaban al bando de los famosos “come cerebros”. Solo que, a diferencia de las películas, estos estaban interesados pura y exclusivamente en la sangre. Digamos que eran una versión desagradable y medio putrefacta de los vampiros, bastante más débiles y extremadamente sencillos de aniquilar. Lo único problemático era su proliferación inmediata, ya que incluso con un solo rasguño ya podías considerarte un futuro zombi.
En cuanto al libro que me había regalado el señor Mosby, lo guardé junto con las cosas que utilizaría hoy para mi cacería. Por alguna razón sentía que nunca debería separarme de él, sin importar qué sucediera.
Una hora después estaba en mi auto, enfundada en mi traje típico de trabajo –cazadora de cuero negro, pantalones pitillo del mismo color, una remera sencilla y borcegos a juego- con la particularidad de que hoy llevaba un amuleto que Adam me había obsequiado al día siguiente de haberme conocido. Era una cruz de estilo gótico, de plata ennegrecida por el paso del tiempo, pesada para mi gusto. Según él, había sido forjada hace más de quinientos años atrás junto con otras dos iguales para la protección contra los demonios y los malos espíritus que intentaran apoderarse del alma humana, hecho especialmente para tres miembros de no se qué orden de esa época. No sé si todo el asunto fuera específicamente cierto o si esa cruz me ofreciera una protección mayor a la de cualquier otra cruz, pero a partir de esta noche siempre la llevaría conmigo.
El viaje resultó largo y aburrido y para las primeras horas de la noche ya estaba en la ciudad. Había sido evacuada esta misma mañana, así que estaba literalmente desierta en apariencia. Básicamente, se había convertido en un gran campo de práctica de tiro.
Preparé mi fusil Rémington 870 y mi Mágnum, que terminó guardada en uno de los bolsillos de mi cazadora junto con dos cartuchos de repuesto. Cargué en mi hombro un pequeño bolso con el diario personal y unos cuantos elementos extras que no creía que fuera a usar –estacas, agua bendita, sal, un bote miniatura de gasolina y otras cosillas- y me colgué una ristra de municiones para mi fusil. Si tan solo me viera mi familia… Creo que volverían a morirse.
Bajé del auto después de estacionarme en un lugar que pudiera recordar fácilmente y empecé a caminar a paso firme y seguro, lista para disparar. Mis oídos captaban hasta el más mínimo sonido, haciéndome sentir unas suaves vibraciones del suelo. Unas cuatro o cinco personas se acercaban corriendo, o, más bien, lo que quedaba de esas personas se acercaban corriendo.
Saqué mi Mágnum y disparé tanto con ella como con mi fusil ni bien los tuve lo suficientemente cerca de mí, insertándoles una bala en medio de la frente a cada uno. Sencillo y rápido. Recargué mi fusil con gran velocidad y según caminando, prácticamente trotando a un ritmo más o menos pausado.
Ya a la siguiente cuadra recibí el ataque de otras seis criaturas y el panorama que se me presentaba a mí era terrible, dejándome casi sin aliento. Una centena de muertos corrían hacia mí, provocando unos chillidos horrendos, haciéndome recordar lo mucho que los odiaba y lo desagradables que eran.
Sin demorarme ni un segundo más, me di media vuelta y corrí a lo que daban mis piernas, apenas superando la velocidad de un humano bien entrenado. Justo ahora venían a flaquear mis habilidades de vampira…
Salté un muro bajo y me metí en un edificio aparentemente vacío. Pero, claro, pronto me saltaron dos de esos por mi espalda y gracias a mis reflejos pude salvar mi pellejo. Subí las escaleras jadeante, preparada para nuevos ataques, hasta llegar a la terraza. Bloqueé la puerta de hierro y me quedé junto a la cornisa, captando lo que sucedía allí abajo.
Estaba en problemas, más que eso. Sola, en medio de una ciudad que ya se creía completamente evacuada, tratando de ser devorada por muertos vivientes. Tenía todavía un cargador de la Mágnum sin usar y más de la mitad de las municiones de mi fusil, pero eso no bastaba. Y lo que traía en la bolsa no me serviría de nada. Llamar a alguien por supuesto que no era opción… ¿A quién? ¿A mis padres? A menos que tuvieran un helicóptero a mano, eso no me ayudaría. Y no tenía a nadie más.
Claramente resignada seguí mirando a las calles, esperando que una mano bajara del cielo y me sacara de allí. Si, seguro, ya mismo aparecería. Y de paso vendrían unicornios voladores de todos los colores del arco iris.
Me senté en el reborde que se formaba en el límite de la azotea, sin nada que hacer más que intentar planear algo, sabiendo que las probabilidades de que cualquier cosa que tratara de hacer fuera exitosa eran casi nulas. De hecho, podía tranquilamente quitarle el casi.
Mi auto estaba en la cuadra siguiente, pero me era imposible llegar hasta él. Podría correr a través de las azoteas hasta llegar a la esquina, bajar de nuevo a la calle y correr hasta él. Pero solo eran unos pocos metros los que me separaban de los zombis y, además, ni bien captaran el dulce aroma de mi sangre me estarían esperando en la puerta para darme una poco grata bienvenida. Así que… ¿Así sería mi muerte?
No se cuánto tiempo pasé aquí arriba, enfocada en mis pensamientos, pero de pronto un movimiento en particular captó mi atención. Y eso si que no me lo esperaba.
Evey!
Re: Hunters of the Night - The Dark Beginning
No es novedad que sepas que me encanta como escribes. Amé el prólogo y el primer capítulo, fue gracioso en cierto punto. Me verás por aquí bastante a seguido, luego que creé el tema de lo que leo, añadiré éste.<3
Siguela cuando puedas.
Siguela cuando puedas.
impasse
Re: Hunters of the Night - The Dark Beginning
Aish, gracias por pasarte ♥ Por hoy no subo más, pero en estos días voy a ir subiendo nuevos c:
Evey!
Re: Hunters of the Night - The Dark Beginning
4. Los Hermanos Winchester
El Impala negro de finales de los 60… ¿Qué carajos hacían ellos aquí?
Escuché disparos y vi unos cuantos cuerpos cayendo, aunque seguían siendo demasiados. Sin dudarlo, tomé mi Rémington y apunté a la cabeza de cada uno que quedaba a mi disposición, jalando del gatillo una y otra vez hasta que mis municiones se redujeron a casquillos dos pisos más abajo.
—Es ahora o nunca —dije en voz alta y, sin pensarlo mucho, salté y caí en cuclillas, apoyando una de mis manos en el suelo para no perder el equilibrio.
Podía sentir que ya se acercaban más de ellos, así que no perdí más tiempo. Con la Mágnum ya lista para disparar, fui hasta el auto de los hermanitos y apenas acerqué mi rostro a su ventana para que Sam me recibiera con expresión contrariada.
—O me abren la puerta o hago papilla para bebés con tu cerebro Sam —dije en un gruñido enseñando mi arma. Con solo oír las puertas destrabarse, me precipité a abrir la del asiento de pasajeros y ocupé mi lugar allí.
—¿Qué estás haciendo aquí en Pittsburg? ¿Y cómo rayos saltaste de un segundo piso sin hacerte un rasguño?
—Supongo que mis armas lo dicen todo… Lo que me pregunto es qué hacen ustedes aquí. Bueno, es bastante obvio pero… ¿Cazadores?
—No respondiste a mi segunda pregunta.
—Habrá tiempo luego… Si es que movemos nuestros traseros de este lugar. Vienen muchos más de estos.
—¿Cómo sabes?
—Digamos que tengo un par habilidades extras. Con gusto les cuento la historia pero ya vámonos.
—Nena, solemos terminar nuestros trabajos.
—Y yo suelo salir con vida de mis misiones Dean.
—Por cierto, bonita broma la de la semana pasada.
—¿Sacaste la foto Sam?
—¿Lo sabías y no me lo dijiste?
—¡Juro que no leí ese papel!
—Como sea, ¿tienen municiones para mi fusil? ¿Alguna granada quizás?
—No y… No —Sam me echó una mirada como si le hablara a una loca que se hubiera escapado de un internado. Suspiré pesadamente, dejando escapar el aire en una brusca brisa que barrió mi flequillo.
—Genial, recordaré encargarle a Henry unas cuantas.
—¿Cuánto llevas en esto? —el auto se puso en marcha y salimos a toda velocidad. Sam y yo nos encargamos de disparar a todos los objetivos posibles, pero seguían apareciendo más y más. Y ya ni siquiera tenía con qué disparar, a menos que tirara mi arma por la ventanilla.
—Llevo solo unos cuantos meses oficialmente pero tengo años de entrenamiento con mi familia.
—¿Son cazadores también?
—Oh, para nada… Al menos no de este tipo de cosas.
—¿Entonces? ¿Entrenada para la cacería de venados?
-¡Claro que no genio! —bueno, dependiendo del punto de vista, también estaba muy bien entrenada para ese tipo de cacería. Pero eso no venía al caso.
—Sigo sin comprender cómo es el asunto…
—Vamos a hacerlo simple —comencé a decir mientras cogía uno de los cargadores que me ofrecía Sam y lo colocaba en mi pistola—. Yo no soy humana… Bueno, no del todo.
—¿Estás diciendo que eres una especie de mutante? —preguntó Dean mirándome a través del espejo retrovisor.
—¿Crees que estamos en XMen? Si vas a preguntar estupideces, limítate a conducir Dean. ¡Claro que no soy una mutante! Padre vampiro y madre humana, ¿contento?
—¿Hablas en serio? ¿Un vampiro con una humana? ¿Qué clase de novelita romántica enfermiza es esa?
—¡Ya cállate! A la próxima no dudaré en tirarte del auto.
—Olvidas que somos dos contra una.
—Olvidas que soy una híbrida con mucha más fuerza que cualquier humano.
—Pero, ¿eres mortal?
—En realidad, esa es una pregunta difícil de responder Sam. Ya alcancé mi máximo desarrollo físico así que no envejeceré… Pero puedo morir. Soy más resistente que un humano promedio por supuesto, no me enfermo ni nada por el estilo, pero si me aciertas un tiro no dudes que caeré frita.
—Lo tendré en mente por si acaso.
—Muy amable niño bonito… Pero solo surte efecto en áreas vitales, de lo contrario no me harás mucho daño. Tengo una sanación acelerada.
—Todo un espécimen.
—Te dije que era única en su especie Dean… Tenía razón.
—Ahora lo que tenemos que ver es qué haremos con ella… Podrías resultar un peligro y una gran molestia para nosotros bonita.
—¿Peligro? Amm… ¿Una dulce niñita de ocho años te resultaría un peligro? —reí desconcentrándome unos segundos de mi tarea.
—¿Ocho años? ¿De qué hablas?
—Desarrollo biológico veloz… Solo tengo ocho años aunque aparente dieciocho. Mi físico y mi mente se saltaron varias etapas con mucha rapidez.
—¿Qué se siente haber coqueteado con una niña Dean?
—Creo… Creo que voy a vomitar.
—Por favor… Es solo un número. Recuerden el tema del desarrollo —dije señalando mi sien izquierda—. Algo así como sucede con los perros… Cada año humano significan siete años para ellos… Aunque no creo que sea buena la idea de compararme con un perro.
—Bueno Dean, si que la hiciste esta vez hermanito —Sam no dejaba de reír. Okay, debía admitirlo, se veía demasiado lindo sonriendo y sus ojos resultaban ser un magnífico imán para mi mirada.
—Cierra la boca. Así que, señorita mutante vampírica, creo que estarás bajo nuestra vigilancia esta noche.
—Es una broma, ¿no?
—No sabemos de lo que eres capaz… Y no podemos dejar que una pequeña ande suelta por ahí manejando armas.
—¡Eso es estúpido Dean! ¡Quiero volver a mi casa! Suficiente que perdí mi auto esta noche.
—Hazle caso al monstruito, yo no la quiero de compañía… No podré dormir tranquilo.
—No duermes tranquilo desde... —Dean se interrumpió, evidentemente incómodo.
—Gracias por recordármelo.
—Oigan, no me importa lo que ustedes dos opinen, yo volveré a casa.
—¿A sí? ¿Cómo? No tienes coche e imagino que no tienes dinero —rayos, tenía razón. No había forma de que regresara por mis propios medios y todo por estúpida. Recordatorio mental: llevar siempre dinero encima. ¿Cómo no había tomado en cuenta eso desde antes? Tonta, tonta, tonta. No había otra cosa que decirme.
—Está bien, tú ganas. Por cierto, supongo que pueden conocer mi nombre completo. Soy Renesmee Cullen y no les mentiré… No es un gusto conocerlos.
—No te preocupes, opinamos lo mismo. Somos los Winchester.
—¿Cómo el pueblito?
—Sí, así es.
—Y, para que sepas, un grandulón de treinta años intentó conquistarte.
—Gracias por la data Sam. Y, Dean, aunque sí tuviera dieciocho estrictamente, seguirías estando viejo para mí —le di una palmadita en el hombro acompañada de una sonrisa y me dejé caer contra el respaldo del asiento.
Los ataques se hacían cada vez más espaciados, así que Sam fue quien se encargó del trabajo. Yo simplemente me relajé, aferrando mi bolso contra mí, observando a través del cristal de la ventana como los últimos zombis iban cayendo y la misión llegaba a su fin.
Faltaba muy poco para que se hiciera de día, a lo sumo unas dos horas, para cuando llegamos al motel. Otra vez a alojarme en un basurero.
Dean se encargó de pedir una habitación para los tres, haciendo que el recepcionista me mirara a Sam y a mí para luego lanzarle una mirada pícara al mayor de los hermanos. Me reí discretamente mirando al suelo y Sam solo se cruzó de brazos, manteniendo su expresión seria.
—Solo conseguí una con cama matrimonial y una single.
—Yo no pienso dormir con ella… Mira si se le ocurre morderme.
—Oh, sí, beberé toda tu sangre Sammy.
—Solo él puede decirme así.
—Eres peor que un niño —bufé—. Para tu tranquilidad, estoy llevando una dieta como la de ustedes. Y si cazo, solo son animales, como hace mi familia.
—¿Cuántos son? Dean, acabamos de encontrar un clan de chupasangres.
—Eso solo me suena a preparen las estacas —su sarcasmo matizó el tono de voz de manera extraña.
—¿Disculpa? Deberías saberlo, se acercan a ellos e intentan hacerles daño y yo los asesinaré lenta y cruelmente, ¿entendido?
—Mira pequeña, no te tengo miedo.
—Deberías… Y no me digas pequeña.
—Oh, claro, eres una niña grande ya.
—Hablando de niños… ¿A caso pueden ser más infantiles ustedes dos? Ya, no respondan, sabemos la respuesta —dije haciendo una seña negativa con mi mano.
Los tres nos dirigimos hacia nuestra habitación. El solo pensar que fuera a pasar una noche –o lo que quedaba de ella mejor dicho– con esos dos me daban ganas de reír. Yo en un cuarto a solas con dos sexies cazadores que apenas conocía, uno de ellos asustado de que pudiera llegar a morderlo mientras dormía. Sip, era una situación ridículamente divertida. Cuando mis amigas se enteraran… Tendríamos tema de charla para varios meses.
—Bien, yo necesito darme una ducha. No tengo mucho sueño así que pueden dormir cada uno en una de las camas, ¿contentos? —más bien estaba muerta del cansancio, pero ya no quería oír ninguna de sus absurdas teorías ni los agudísimos comentarios de Dean.
—¿Qué? No señorita, nos turnaremos para vigilarte.
—Sabes que pierden su tiempo, ¿verdad?
—Mejor prevenir…
—Si hubiera querido acabar con ustedes ya lo habría hecho. No solo tengo fuerza fuera de lo común y destreza… Tengo dones.
—Genial… ¿Algo más que debamos saber?
—Es todo supongo, si quieren averiguar otra cosa solo me lo preguntan y yo les diré lo que quieran. Bueno, no sé si todo lo que quieran.
—¿Cuáles son tus dones?
—Control mental… Solo toco a las personas y les suministro la información que yo quiera. Puedo transmitir imágenes con recuerdos propios o ajenos, por ejemplo. O hacerte ver cosas que en realidad no están sucediendo haciéndote creer que sí son reales… Verás, no es fácil de explicar con palabras, puedo demostrarles si quieren.
—Yo paso.
—Yo también… Y por este motivo es que me convenzo más sobre el hecho de tenerte bajo nuestro control.
—Repito, es inútil. Pero parece que no podré convencerte, así que… ¿Quién va primero?
—Tú duerme Dean, yo me encargaré de ella.
—Como quieras hermano —respondió recostándose en la cama matrimonial, cruzando sus brazos detrás de su cabeza—. Cualquier cosa, ya lo sabes.
—¿Puedo ir a bañarme? ¿O debo pedir permiso también?
—Acompáñala Sammy, la señorita quiere ducharse.
—Dean… —Sam hizo una mueca demasiado graciosa, quejándose sin decir palabra.
—¿Qué? Podría escaparse por la ventana del baño.
—¿Cómo sabes que tiene una?
—Todos la tienen pequeña.
—¡Dios! Ya qué… Pesado.
—Oh, todos sabemos que en realidad soy adorable.
—¡No lo eres! —dijimos Sam y yo al unísono—. Al menos coincidimos en algo Sammyto.
—Que él solo…
—Él solo te dice Sammy. Por si no escuchaste, te dije Sammyto… No es lo mismo.
—Dime Sam, ¿de acuerdo?
—Te diré como yo quiera… A menos que ambos se dirijan a mí como Renesmee o Nessie.
—Ya, está bien Renesmee.
-Así está mejor Sam.
—No pienso cambiar de opinión pequeña.
—Me vale Dean… Eres todo un idiota.
—Muy en el fondo sabes que te agrado.
—¡Dios!
—Prefiero que me digan Dean —sonrió con aire de suficiencia. Me saqué mi chaqueta y se la tiré directo a su cara, ya harta de cada palabra que salía de su boca.
Empujé a Sam de mi camino y entré al cuarto de baño dispuesta a cambiarme pero ni bien quise cerrar la puerta alguien me impidió hacerlo.
—Necesito cambiarme.
—Prometo no mirar… No eres mi tipo.
—¿Cómo sabes si ni me conoces?
—Eres parte vampiro. Odio a los vampiros. Así que punto final, estarás en mi lista negra.
—Me pondría a discutir sobre lo estúpido de tu razonamiento pero no tengo ganas de perder mi tiempo con alguien que vino con los genes y neuronas falladas. Y date la vuelta que quiero hacer mis cosas de una vez.
—Ya te dije que no me interesa verte.
-¡Date la vuelta de una maldita vez! —chillé al borde de asestarle un puñetazo.
—Ya, ya, ¿contenta?
—Atrévete a espiarme y te aseguro que en tu futuro no habrá hijos.
Rápidamente me deshice de mi remera y mis pantalones y por último me quité mi ropa interior. Dejé todo apilado junto a la ducha de la manera más ordenada que pude y giré la llave del agua caliente, esperando que no saliera nada extraño de la canilla.
El chorro potente de agua relajó en extremo mis músculos, quitándome gran parte de la tensión que tenía acumulada, aunque tampoco podía pedir milagros. Mi mente estaba embotada en millones de pensamientos que se entremezclaban entre sí, dejándome hecho un nudo mental que hacía que me doliera la cabeza.
—¿En qué te especializas?
—Zombis precisamente. Empecé cazando humanos delincuentes pero me aburrí muy rápido. Una noche me crucé con una de ellas, de los no muertos, sin esperármelo. Ni siquiera tenía idea de que existían. De allí en más me dediqué a investigar casos que pudieran tener relación con esas criaturas. Recién ahora estoy indagando sobre otros seres.
—¿Cuáles?
—Espíritus y posesos principalmente, pero también demonios… Aunque sé que enfrentarme a uno de ellos no es nada sencillo. Por eso me reservo a estudiarlos por el momento.
—En eso te doy la razón, los demonios son extremadamente peligrosos. Yo no creo que estés lista para algo así. Además, ni siquiera tienes sangre de cazadora.
—¿Y tu sí?
—Mi padre lo era... Es cazador… Instruyó a Dean desde pequeño y él siguió sin chistar sus pasos. Yo no quise saber nada en un principio, quería una vida normal. Pero las cosas cambian… Y aquí estoy, de caza junto con el Don Juan de la otra habitación. Lo que me sorprende es que tú hayas elegido esto… ¿Qué rayos se te pasó por la cabeza? Eres una chica, deberías pensar en casarte y tener hijos, no en comprar armas y matar seres sobrenaturales.
—Eso es un poco machista Sam… Solo quería ser útil, estaba aburrida de estar encerrada en casa siendo la niña de mami y papi. Adoro a mi familia, pero necesitaba un cambio… Y así fue que seguí los pasos de papá. En sus primeros años como vampiro cazaba malvivientes para alimentarse. Nunca un humano inocente.
—Eso es… Raro.
—Todo en mi vida lo es. Soy miembro del clan de vampiros vegetarianos más grandes, así que…
—Vegetarianos o no, siguen siendo vampiros. Implican un peligro.
—No, no es así. Para eso existen los licántropos además.
—No me digas que…
—Está bien, no te digo.
—¿De dónde rayos saliste niña?
—De un pueblito llamado Forks —dije mientras terminaba de enjuagarme los restos de espuma del jabón y cerrando la llave del agua—. ¿Me alcanzarías la toalla por favor?
—Seguro… Aquí la tienes —la mano de Sam apareció entre la cortina, sosteniendo el pedazo de tela medio grisáceo que me serviría de toalla. De solo imaginar la cara que estaría poniendo ahora me daban ganas de reirme a todo dar.
Salí de la ducha envuelta en esa cosa asquerosa –que, a mi parecer, podría llegar a salir caminando sola– estrujando mi cabello para eliminar el exceso de agua en él. Sam se había sentado en la tapa del excusado, apoyando sus codos en sus rodillas y sosteniendo su rostro entre sus manos.
—¿Tan mal te caigo?
—No me gustan las interrupciones y menos si implican a alguien tan extraño como tú.
—Oh, claro, lo dice el señor normal… Además, dicen que soy el ser más dulce de todo el planeta.
—Si lo fueras, no estarías en esto.
—Buen punto… Pero puedo serlo cuando quiero —dije sonriente.
Esta vez me cambié sin tener que pedirle nada, por lo que en menos de diez minutos estuve lista para irme dormir. Pero esta noche no tendría esa suerte. Solo agradecía el no ser una humana común porque de ser así ya hubiera caído de frente directo contra el piso, muerta de sueño.
—Bueno, ya que nos quedan unas cuantas horas por delante juntos podrías contarme algo sobre ti Sam… Creo que yo les di mucha información a ti y a tu hermano, ahora me toca a mí averiguar más sobre ustedes.
Escuché disparos y vi unos cuantos cuerpos cayendo, aunque seguían siendo demasiados. Sin dudarlo, tomé mi Rémington y apunté a la cabeza de cada uno que quedaba a mi disposición, jalando del gatillo una y otra vez hasta que mis municiones se redujeron a casquillos dos pisos más abajo.
—Es ahora o nunca —dije en voz alta y, sin pensarlo mucho, salté y caí en cuclillas, apoyando una de mis manos en el suelo para no perder el equilibrio.
Podía sentir que ya se acercaban más de ellos, así que no perdí más tiempo. Con la Mágnum ya lista para disparar, fui hasta el auto de los hermanitos y apenas acerqué mi rostro a su ventana para que Sam me recibiera con expresión contrariada.
—O me abren la puerta o hago papilla para bebés con tu cerebro Sam —dije en un gruñido enseñando mi arma. Con solo oír las puertas destrabarse, me precipité a abrir la del asiento de pasajeros y ocupé mi lugar allí.
—¿Qué estás haciendo aquí en Pittsburg? ¿Y cómo rayos saltaste de un segundo piso sin hacerte un rasguño?
—Supongo que mis armas lo dicen todo… Lo que me pregunto es qué hacen ustedes aquí. Bueno, es bastante obvio pero… ¿Cazadores?
—No respondiste a mi segunda pregunta.
—Habrá tiempo luego… Si es que movemos nuestros traseros de este lugar. Vienen muchos más de estos.
—¿Cómo sabes?
—Digamos que tengo un par habilidades extras. Con gusto les cuento la historia pero ya vámonos.
—Nena, solemos terminar nuestros trabajos.
—Y yo suelo salir con vida de mis misiones Dean.
—Por cierto, bonita broma la de la semana pasada.
—¿Sacaste la foto Sam?
—¿Lo sabías y no me lo dijiste?
—¡Juro que no leí ese papel!
—Como sea, ¿tienen municiones para mi fusil? ¿Alguna granada quizás?
—No y… No —Sam me echó una mirada como si le hablara a una loca que se hubiera escapado de un internado. Suspiré pesadamente, dejando escapar el aire en una brusca brisa que barrió mi flequillo.
—Genial, recordaré encargarle a Henry unas cuantas.
—¿Cuánto llevas en esto? —el auto se puso en marcha y salimos a toda velocidad. Sam y yo nos encargamos de disparar a todos los objetivos posibles, pero seguían apareciendo más y más. Y ya ni siquiera tenía con qué disparar, a menos que tirara mi arma por la ventanilla.
—Llevo solo unos cuantos meses oficialmente pero tengo años de entrenamiento con mi familia.
—¿Son cazadores también?
—Oh, para nada… Al menos no de este tipo de cosas.
—¿Entonces? ¿Entrenada para la cacería de venados?
-¡Claro que no genio! —bueno, dependiendo del punto de vista, también estaba muy bien entrenada para ese tipo de cacería. Pero eso no venía al caso.
—Sigo sin comprender cómo es el asunto…
—Vamos a hacerlo simple —comencé a decir mientras cogía uno de los cargadores que me ofrecía Sam y lo colocaba en mi pistola—. Yo no soy humana… Bueno, no del todo.
—¿Estás diciendo que eres una especie de mutante? —preguntó Dean mirándome a través del espejo retrovisor.
—¿Crees que estamos en XMen? Si vas a preguntar estupideces, limítate a conducir Dean. ¡Claro que no soy una mutante! Padre vampiro y madre humana, ¿contento?
—¿Hablas en serio? ¿Un vampiro con una humana? ¿Qué clase de novelita romántica enfermiza es esa?
—¡Ya cállate! A la próxima no dudaré en tirarte del auto.
—Olvidas que somos dos contra una.
—Olvidas que soy una híbrida con mucha más fuerza que cualquier humano.
—Pero, ¿eres mortal?
—En realidad, esa es una pregunta difícil de responder Sam. Ya alcancé mi máximo desarrollo físico así que no envejeceré… Pero puedo morir. Soy más resistente que un humano promedio por supuesto, no me enfermo ni nada por el estilo, pero si me aciertas un tiro no dudes que caeré frita.
—Lo tendré en mente por si acaso.
—Muy amable niño bonito… Pero solo surte efecto en áreas vitales, de lo contrario no me harás mucho daño. Tengo una sanación acelerada.
—Todo un espécimen.
—Te dije que era única en su especie Dean… Tenía razón.
—Ahora lo que tenemos que ver es qué haremos con ella… Podrías resultar un peligro y una gran molestia para nosotros bonita.
—¿Peligro? Amm… ¿Una dulce niñita de ocho años te resultaría un peligro? —reí desconcentrándome unos segundos de mi tarea.
—¿Ocho años? ¿De qué hablas?
—Desarrollo biológico veloz… Solo tengo ocho años aunque aparente dieciocho. Mi físico y mi mente se saltaron varias etapas con mucha rapidez.
—¿Qué se siente haber coqueteado con una niña Dean?
—Creo… Creo que voy a vomitar.
—Por favor… Es solo un número. Recuerden el tema del desarrollo —dije señalando mi sien izquierda—. Algo así como sucede con los perros… Cada año humano significan siete años para ellos… Aunque no creo que sea buena la idea de compararme con un perro.
—Bueno Dean, si que la hiciste esta vez hermanito —Sam no dejaba de reír. Okay, debía admitirlo, se veía demasiado lindo sonriendo y sus ojos resultaban ser un magnífico imán para mi mirada.
—Cierra la boca. Así que, señorita mutante vampírica, creo que estarás bajo nuestra vigilancia esta noche.
—Es una broma, ¿no?
—No sabemos de lo que eres capaz… Y no podemos dejar que una pequeña ande suelta por ahí manejando armas.
—¡Eso es estúpido Dean! ¡Quiero volver a mi casa! Suficiente que perdí mi auto esta noche.
—Hazle caso al monstruito, yo no la quiero de compañía… No podré dormir tranquilo.
—No duermes tranquilo desde... —Dean se interrumpió, evidentemente incómodo.
—Gracias por recordármelo.
—Oigan, no me importa lo que ustedes dos opinen, yo volveré a casa.
—¿A sí? ¿Cómo? No tienes coche e imagino que no tienes dinero —rayos, tenía razón. No había forma de que regresara por mis propios medios y todo por estúpida. Recordatorio mental: llevar siempre dinero encima. ¿Cómo no había tomado en cuenta eso desde antes? Tonta, tonta, tonta. No había otra cosa que decirme.
—Está bien, tú ganas. Por cierto, supongo que pueden conocer mi nombre completo. Soy Renesmee Cullen y no les mentiré… No es un gusto conocerlos.
—No te preocupes, opinamos lo mismo. Somos los Winchester.
—¿Cómo el pueblito?
—Sí, así es.
—Y, para que sepas, un grandulón de treinta años intentó conquistarte.
—Gracias por la data Sam. Y, Dean, aunque sí tuviera dieciocho estrictamente, seguirías estando viejo para mí —le di una palmadita en el hombro acompañada de una sonrisa y me dejé caer contra el respaldo del asiento.
Los ataques se hacían cada vez más espaciados, así que Sam fue quien se encargó del trabajo. Yo simplemente me relajé, aferrando mi bolso contra mí, observando a través del cristal de la ventana como los últimos zombis iban cayendo y la misión llegaba a su fin.
Faltaba muy poco para que se hiciera de día, a lo sumo unas dos horas, para cuando llegamos al motel. Otra vez a alojarme en un basurero.
Dean se encargó de pedir una habitación para los tres, haciendo que el recepcionista me mirara a Sam y a mí para luego lanzarle una mirada pícara al mayor de los hermanos. Me reí discretamente mirando al suelo y Sam solo se cruzó de brazos, manteniendo su expresión seria.
—Solo conseguí una con cama matrimonial y una single.
—Yo no pienso dormir con ella… Mira si se le ocurre morderme.
—Oh, sí, beberé toda tu sangre Sammy.
—Solo él puede decirme así.
—Eres peor que un niño —bufé—. Para tu tranquilidad, estoy llevando una dieta como la de ustedes. Y si cazo, solo son animales, como hace mi familia.
—¿Cuántos son? Dean, acabamos de encontrar un clan de chupasangres.
—Eso solo me suena a preparen las estacas —su sarcasmo matizó el tono de voz de manera extraña.
—¿Disculpa? Deberías saberlo, se acercan a ellos e intentan hacerles daño y yo los asesinaré lenta y cruelmente, ¿entendido?
—Mira pequeña, no te tengo miedo.
—Deberías… Y no me digas pequeña.
—Oh, claro, eres una niña grande ya.
—Hablando de niños… ¿A caso pueden ser más infantiles ustedes dos? Ya, no respondan, sabemos la respuesta —dije haciendo una seña negativa con mi mano.
Los tres nos dirigimos hacia nuestra habitación. El solo pensar que fuera a pasar una noche –o lo que quedaba de ella mejor dicho– con esos dos me daban ganas de reír. Yo en un cuarto a solas con dos sexies cazadores que apenas conocía, uno de ellos asustado de que pudiera llegar a morderlo mientras dormía. Sip, era una situación ridículamente divertida. Cuando mis amigas se enteraran… Tendríamos tema de charla para varios meses.
—Bien, yo necesito darme una ducha. No tengo mucho sueño así que pueden dormir cada uno en una de las camas, ¿contentos? —más bien estaba muerta del cansancio, pero ya no quería oír ninguna de sus absurdas teorías ni los agudísimos comentarios de Dean.
—¿Qué? No señorita, nos turnaremos para vigilarte.
—Sabes que pierden su tiempo, ¿verdad?
—Mejor prevenir…
—Si hubiera querido acabar con ustedes ya lo habría hecho. No solo tengo fuerza fuera de lo común y destreza… Tengo dones.
—Genial… ¿Algo más que debamos saber?
—Es todo supongo, si quieren averiguar otra cosa solo me lo preguntan y yo les diré lo que quieran. Bueno, no sé si todo lo que quieran.
—¿Cuáles son tus dones?
—Control mental… Solo toco a las personas y les suministro la información que yo quiera. Puedo transmitir imágenes con recuerdos propios o ajenos, por ejemplo. O hacerte ver cosas que en realidad no están sucediendo haciéndote creer que sí son reales… Verás, no es fácil de explicar con palabras, puedo demostrarles si quieren.
—Yo paso.
—Yo también… Y por este motivo es que me convenzo más sobre el hecho de tenerte bajo nuestro control.
—Repito, es inútil. Pero parece que no podré convencerte, así que… ¿Quién va primero?
—Tú duerme Dean, yo me encargaré de ella.
—Como quieras hermano —respondió recostándose en la cama matrimonial, cruzando sus brazos detrás de su cabeza—. Cualquier cosa, ya lo sabes.
—¿Puedo ir a bañarme? ¿O debo pedir permiso también?
—Acompáñala Sammy, la señorita quiere ducharse.
—Dean… —Sam hizo una mueca demasiado graciosa, quejándose sin decir palabra.
—¿Qué? Podría escaparse por la ventana del baño.
—¿Cómo sabes que tiene una?
—Todos la tienen pequeña.
—¡Dios! Ya qué… Pesado.
—Oh, todos sabemos que en realidad soy adorable.
—¡No lo eres! —dijimos Sam y yo al unísono—. Al menos coincidimos en algo Sammyto.
—Que él solo…
—Él solo te dice Sammy. Por si no escuchaste, te dije Sammyto… No es lo mismo.
—Dime Sam, ¿de acuerdo?
—Te diré como yo quiera… A menos que ambos se dirijan a mí como Renesmee o Nessie.
—Ya, está bien Renesmee.
-Así está mejor Sam.
—No pienso cambiar de opinión pequeña.
—Me vale Dean… Eres todo un idiota.
—Muy en el fondo sabes que te agrado.
—¡Dios!
—Prefiero que me digan Dean —sonrió con aire de suficiencia. Me saqué mi chaqueta y se la tiré directo a su cara, ya harta de cada palabra que salía de su boca.
Empujé a Sam de mi camino y entré al cuarto de baño dispuesta a cambiarme pero ni bien quise cerrar la puerta alguien me impidió hacerlo.
—Necesito cambiarme.
—Prometo no mirar… No eres mi tipo.
—¿Cómo sabes si ni me conoces?
—Eres parte vampiro. Odio a los vampiros. Así que punto final, estarás en mi lista negra.
—Me pondría a discutir sobre lo estúpido de tu razonamiento pero no tengo ganas de perder mi tiempo con alguien que vino con los genes y neuronas falladas. Y date la vuelta que quiero hacer mis cosas de una vez.
—Ya te dije que no me interesa verte.
-¡Date la vuelta de una maldita vez! —chillé al borde de asestarle un puñetazo.
—Ya, ya, ¿contenta?
—Atrévete a espiarme y te aseguro que en tu futuro no habrá hijos.
Rápidamente me deshice de mi remera y mis pantalones y por último me quité mi ropa interior. Dejé todo apilado junto a la ducha de la manera más ordenada que pude y giré la llave del agua caliente, esperando que no saliera nada extraño de la canilla.
El chorro potente de agua relajó en extremo mis músculos, quitándome gran parte de la tensión que tenía acumulada, aunque tampoco podía pedir milagros. Mi mente estaba embotada en millones de pensamientos que se entremezclaban entre sí, dejándome hecho un nudo mental que hacía que me doliera la cabeza.
—¿En qué te especializas?
—Zombis precisamente. Empecé cazando humanos delincuentes pero me aburrí muy rápido. Una noche me crucé con una de ellas, de los no muertos, sin esperármelo. Ni siquiera tenía idea de que existían. De allí en más me dediqué a investigar casos que pudieran tener relación con esas criaturas. Recién ahora estoy indagando sobre otros seres.
—¿Cuáles?
—Espíritus y posesos principalmente, pero también demonios… Aunque sé que enfrentarme a uno de ellos no es nada sencillo. Por eso me reservo a estudiarlos por el momento.
—En eso te doy la razón, los demonios son extremadamente peligrosos. Yo no creo que estés lista para algo así. Además, ni siquiera tienes sangre de cazadora.
—¿Y tu sí?
—Mi padre lo era... Es cazador… Instruyó a Dean desde pequeño y él siguió sin chistar sus pasos. Yo no quise saber nada en un principio, quería una vida normal. Pero las cosas cambian… Y aquí estoy, de caza junto con el Don Juan de la otra habitación. Lo que me sorprende es que tú hayas elegido esto… ¿Qué rayos se te pasó por la cabeza? Eres una chica, deberías pensar en casarte y tener hijos, no en comprar armas y matar seres sobrenaturales.
—Eso es un poco machista Sam… Solo quería ser útil, estaba aburrida de estar encerrada en casa siendo la niña de mami y papi. Adoro a mi familia, pero necesitaba un cambio… Y así fue que seguí los pasos de papá. En sus primeros años como vampiro cazaba malvivientes para alimentarse. Nunca un humano inocente.
—Eso es… Raro.
—Todo en mi vida lo es. Soy miembro del clan de vampiros vegetarianos más grandes, así que…
—Vegetarianos o no, siguen siendo vampiros. Implican un peligro.
—No, no es así. Para eso existen los licántropos además.
—No me digas que…
—Está bien, no te digo.
—¿De dónde rayos saliste niña?
—De un pueblito llamado Forks —dije mientras terminaba de enjuagarme los restos de espuma del jabón y cerrando la llave del agua—. ¿Me alcanzarías la toalla por favor?
—Seguro… Aquí la tienes —la mano de Sam apareció entre la cortina, sosteniendo el pedazo de tela medio grisáceo que me serviría de toalla. De solo imaginar la cara que estaría poniendo ahora me daban ganas de reirme a todo dar.
Salí de la ducha envuelta en esa cosa asquerosa –que, a mi parecer, podría llegar a salir caminando sola– estrujando mi cabello para eliminar el exceso de agua en él. Sam se había sentado en la tapa del excusado, apoyando sus codos en sus rodillas y sosteniendo su rostro entre sus manos.
—¿Tan mal te caigo?
—No me gustan las interrupciones y menos si implican a alguien tan extraño como tú.
—Oh, claro, lo dice el señor normal… Además, dicen que soy el ser más dulce de todo el planeta.
—Si lo fueras, no estarías en esto.
—Buen punto… Pero puedo serlo cuando quiero —dije sonriente.
Esta vez me cambié sin tener que pedirle nada, por lo que en menos de diez minutos estuve lista para irme dormir. Pero esta noche no tendría esa suerte. Solo agradecía el no ser una humana común porque de ser así ya hubiera caído de frente directo contra el piso, muerta de sueño.
—Bueno, ya que nos quedan unas cuantas horas por delante juntos podrías contarme algo sobre ti Sam… Creo que yo les di mucha información a ti y a tu hermano, ahora me toca a mí averiguar más sobre ustedes.
Evey!
Re: Hunters of the Night - The Dark Beginning
5. Historias de Terror
—¿Por qué habría de hacerlo? ¿Qué si luego intentas matarme?
—¿Siempre eres tan desconfiado? ¡Que no voy a hacerte daño hombre! Eres uno de los míos, de los buenos, ¿por qué querría hacerte algo malo?
—No lo sé, tú dime.
—A lo máximo que puedes temer en estos momentos es a que te tire de las orejas por ser tan caprichoso. Ya te lo dije, no soy mala. Además, les debo una después de lo esta noche.
—¿Alguna vez te pasó algo igual?
—Nunca. Lo máximo fueron doce zombis. Hoy fue extremo. Como estar metida en uno de esos jueguitos de video, pero real y mil veces más aterrador y asqueroso.
—Me impresiona que hayas escapado.
—Soy buena en lo que hago, por eso aspiro a más. Quiero aprender, entrenarme y cazar otras cosas.
—¿Y quién te enseñará?
—Tengo a mi contacto… Y unos cuantos libros.
—Dudo que puedas.
—No me subestimes Sam. Quienes lo hicieron alguna vez terminaron arrepintiéndose de haberlo hecho. Pero, volviendo a mi punto… Al menos dime en qué se especializan ustedes.
—En nada… Cazamos todo lo que signifique un riesgo para los civiles.
—¿Absolutamente todo? Eso es… Genial. Podrían instruirme o darme unos consejos.
—Olvídalo, no somos ni niñeros ni entrenadores de colegialas.
—Por favor, Dean es más infantil que yo.
—Pero es excelente en lo que hace.
—¿Solo se dedican a la caza?
—Sip, recorremos cada pueblo que tenga casos extraños y acabamos con cada criatura que se nos presente.
—No se te ve muy contento haciéndolo.
—Siempre odié este trabajo.
—¿Para qué lo haces? Deberías dedicarte a algo que te hiciera feliz.
—Ya no hay cosas que me hagan feliz, solo una y por ahora es poco probable.
—Mmm… ¿Una pareja talvez?
—De preferencia, no menciones ese tema.
—Está bien, parejas no, tema tachado de la lista. ¿Qué tal unos amigos?
—¿Hablas en serio? Nunca me quedo por más de tres días en una misma ciudad… ¿Cómo se supone que los tenga? Además, no quiero poner en riesgo a nadie, parece que todo aquel que se acerque a mi sufre un terrible destino.
—Sam… Mejor no pregunto más nada. Si quieres pregunta tú.
—No creo que haya mucho más que quiera saber. Excepto por ese collar que tienes… ¿Quién te lo dio?
—Adam… Él me está ayudando con mis averiguaciones. Dijo que era un símbolo protector de hace mucho tiempo atrás. No sé si me proteja verdaderamente de algo pero… decidí usarlo igual.
—Te aseguro que eso sí te protegerá. En el diario de mi padre vi un dibujo de esa cruz Renesmee. De todos modos, su fuerza depende de quién la lleve puesta y de la pureza de sus intenciones y su alma. O algo así.
—Interesante… Bueno, me alegro de habérmela puesto entonces —dije sosteniéndola en una de mis manos, observándola fijamente—. ¿No tienes sueño? Yo me estoy cayendo del cansancio.
—Puedo soportar… Hace tiempo que no descanso mucho —hizo una breve pausa y continuó hablando—. Así que duermes.
—Pues claro, soy parte humana. Tengo un corazón latiendo dentro mío —blanqueé mis ojos y llevé una de sus manos a mi pecho, sin darle posibilidad de echarse atrás—. ¿Lo sientes? No soy tan diferente de ti al fin de cuentas.
—Lo eres… Y no me convencerás de lo contrario.
—Como quieras, yo se quién y cómo soy. Hay muchas cosas de mi pasado que desconoces Sam y quizás eso te ayudaría a entender.
—Lo mismo digo… Hay hechos que marcan la vida de uno, para bien o para mal.
—Lo sé… Ahora, no sé qué harás tú, pero yo iré a recostarme. Veo que no tienes el más mínimo interés de ceder en tu postura así que no te molestaré más. Tú y yo nunca nos llevaremos bien… Y no porque yo no quiera ni porque no lo intente.
—Cuestión de naturalezas diferentes, nada personal.
—Lo haré sencillo… Tienes miedo a relacionarte con la gente. Y si tú lo niegas, empezaré a decir que soy Michelle Pffifer.
Salí del baño sin hacer ruido, dejando a Sam con sus reflexiones allí solo. Me irritaba que fuera tan testarudo.
Para mi sorpresa, Dean estaba dormido boca abajo, ocupando casi toda la cama, apenas tapado por la sábana. Sus más que musculosas piernas asomaban por ella, haciendo que lograra tentarme realmente por primera vez. Básicamente, lo que se ocultaba debajo de sus pantalones y cazadora de cuero era un cuerpo al que cualquier mujer querría entregarse, yo incluida por supuesto.
Y es ahora que agradecía no tener al lector de mentes a mi alrededor porque no estaría nada feliz de oír que su hermosa nena no tenía ni un pelo de santa ya… Y desde hace mucho.
Casi en puntillas de pie fui hasta donde Dean descansaba y me agaché hasta prácticamente rozar su oreja con mis labios.
—Buu —susurré sonriente. Me tocaba a mí molestar.
Lo que nunca hubiera imaginado es que despertara de golpe y sacara una daga de debajo de su almohada. Por suerte mis reflejos fueron más rápidos y ni bien trató de atacarme con ella se la arrebaté de su mano, lanzándola contra la pared. Increíblemente quedó incrustada en ella, haciendo una hendidura considerable.
—Eres un maldito psicópata —dije apoyada en la cama, agarrando firmemente uno de sus brazos.
—¿Nadie te dijo que no se despierta así a un cazador preciosa?
—Podría haber sido Sam.
—Él me conoce y no lo haría jamás.
—¿Todo en orden por aquí?
—Oh, si, solo le enseñaba a Mister Músculo mis habilidades como lanzadora de cuchillos.
—¿Qué dices hermano? ¡Es buena! —dijo sonriendo de oreja a oreja, dejando ver sus relucientes dientes blancos.
—Sí… Seguro. Te toca a ti vigilarla, ya me cansé de ella.
—Más bien yo me cansé de ti. Eres muy aburrido.
—¿Ves Sammy? No solo yo lo digo.
—Hacen buena pareja señor y señora diversión.
—Gracias, pero paso. No podría jamás salir con alguien como él. La verdad, entre él y un pie, me quedo con el pie.
—Perdiste Dean… Y te venció un pie.
—Oh, vamos, lo dice porque el aburrimiento ya debe haber afectado a sus neuronas y a su capacidad de razonamiento. Yo digo que es tu culpa.
—Ya, si van a hablar se van al baño. Quiero probar suerte con la almohada.
—¿Qué no era que podías soportar sin dormir?
—Cambié de opinión.
—Como sea… Dean, realmente creo que deberías ponerte tu ropa.
—Sabes que me deseas —¡dios! Maldita soberbia, no le daría el gusto.
—Prefiero a Sam en ropa interior a decir verdad… No lo tomes a mal, pero los duendecitos de jardín no me gustan. Prefiero a los altos.
—A mí no me metas en esto Renesmee —dijo Sam llevándose la mano a la boca para ocultar sus risas—. Y, hermano, yo que tú me rendiría. Ya te ganó en todas.
—Eso está por verse. Tú vienes conmigo nena —replicó Dean mientras se ponía su camiseta negra, ajustada a su torso de tal modo que aún con ella puesta se dejaran entrever sus torneados músculos.
—¿Y tus pantalones?
—No te harás la santa Magdalena ahora.
—Que yo sepa, ella era la prostituta.
—Sabes que no me importa. Además, dejé de creer que hay un dios hace tiempo.
—Ya póntelos.
—No pienso hacerlo.
—Harás que me sienta culpable estando completamente vestida —reí y lo seguí hasta el baño. Si él quería jugar, le demostraría que yo podría jugar mucho mejor.
—Eso podemos arreglarlo —dijo en tono sensual cerrando la puerta tras de sí, mirándome a los ojos.
—Por enésima vez, olvídalo. Mis intenciones de esta noche no eran precisamente acabar teniendo sexo en el baño de un hotel de cuarta. Suficiente que estoy encerrada contigo aquí.
—Al menos tienes un compañero que vale la pena.
—Si sigues así, el ego te devorará.
—¿Ni un poquito te gusto? Admítelo Nessie, sí te atraigo.
—Sabes, tu insistencia solo me convence más y más de que yo te atraigo mucho a ti, ¿o me equivoco?
—No puedo negar lo que está a la vista. Pero no te creas tanto hermosa, solo busco diversión.
—Pues de aquí no obtendrás nada… Cambiando de tema, dime algo… ¿Sam siempre es así?
—Desde la muerte de Jess. Solía ser más alegre… O eso creo. Nuestro padre lo echó de casa cuando se negó a seguir con el negocio familiar y él no volvió a aparecerse por allí. Fue a estudiar a la universidad e hizo su vida normalmente hasta que papá desapareció en una de sus misiones. Fui a buscarlo para que me ayudara y no quiso saber nada… Hasta que su novia Jessica fue asesinada por el mismo demonio que mató a nuestra madre cuando él solo era un bebé.
—Eso es… Terrible —alcancé a decir dejándome caer en el suelo, apoyándome contra la pared. Dean se sentó a mi lado, sin importarle el frío de las baldosas—. Supongo que ahora entiendo lo que me dijo… Debió ser muy duro para ustedes.
—Tuve que hacerme cargo de él siempre, protegiéndolo de todo, cuidándolo cada vez que papá nos dejaba para irse de caza.
—Comprendo… Te cargaron con una responsabilidad a tus espaldas que no te correspondía del todo, menos siendo tan chico. Por suerte yo siempre estuve junto a mi familia. Mis padres, tíos y abuelos siempre me cuidaron y dieron todo su amor… Y ni hablar de mis amigos.
—Entonces… ¿Por qué esta vida? ¿Por qué ponerte en riesgo?
—Porque si bien yo no persigo la venganza, no soporto ver a las personas que me rodean sufrir… Sé muchas cosas sobre este mundo oculto, siempre estuve involucrada en esto de lo sobrenatural, y quedarme sentada sin hacer nada sabiendo que había inocentes allí afuera siendo asesinados no era una opción para mí. Solo quería ser útil, ayudar en algo… Ser alguien más que la niña mimada.
—Yo que tú me hubiera quedado con mi familia y amigos.
—Hubiera sido muy egoísta de mi parte y eso es algo que no me caracteriza para nada.
—¿Cómo fue que te enteraste de lo que sucedía en Pittsburg?
—Investigación… Y claro, el que evacuaran la ciudad por un motivo tan dudoso solo confirmó mis sospechas.
—No te lo voy a negar… Tienes facultades. Aunque no puedo considerarte una cazadora con todas las letras. Estás jugando a policías y ladrones Nessie y esto no es nada comparado con las criaturas que puedes llegar a enfrentar… Y no tienes experiencia siquiera.
—Podrían ayudarme con eso. Aprendo rápido y soy buena. Y, obviamente, tengo la ventaja de ser más fuerte, resistente y veloz y de tener mi don. Podría serles útil, ¿qué dices?
—Cazamos solos… A menos que esté papá.
—Por favor Dean, solo una oportunidad.
—No lo se pequeña… Quizás lo piense.
—Siempre consigo lo que quiero Dean, apuesto lo que quieras a que lograré convencerte al final.
—¿Qué gano?
—Si yo pierdo… Aceptaré salir contigo. Si yo gano… El premio es el mismo —sonreí. Sabía que al no darle una posibilidad verdadera de elección, yo terminaría ganando.
—Mmm… Acepto la propuesta. Sea como sea, ambos obtenemos lo que queremos.
—Digamos que mi interés se centra en el entrenamiento, ¿queda claro?
—Seguro, seguro. Mi interés es el postre de nuestra futura cena.
—Mientras que yo no sea el postre, cómete lo que quieras.
—Lástima nena, podrías pasarla muy bien.
—¿Qué nada más que la comida y el sexo importan para ti?
-Básicamente, sin contar a Sammy claro, esas son mis prioridades. Bueno, mi bebé y la caza también lo son.
—Hombres… Tan simples y predecibles como la tabla del cero.
—¡Oye! No le faltes el respeto a tu entrenador.
—Te lo dije, caíste rápido —le saqué la lengua infantilmente, poniéndome de pie nuevamente. Obtenido lo que yo quería no tenía nada más que hacer, solo dormir—. Voy a descansar, haz lo que gustes.
—¿Lo que guste? —preguntó pícaramente.
—Mantente alejado de mí mejor.
—Poco probable nena. Además, nos toca la cama matrimonial.
—¿No se supone que me vigiles?
—Exactamente… Mientras más cerca, mejor. Así puedo evitar que hagas cualquier cosa.
—Intenta hacer algo inapropiado y te dejo a tus preciosidades de sombrero, ¿okay? —enarqué una ceja, observando sus boxers para que el señor testosterona captara mi obvia referencia.
—Las prefiero donde están, allí tienen una gran utilidad —dijo sonriendo de lado—. Y solo tienes ocho, ¿qué podría hacerte? ¿Leerte un cuento talvez?
—¿Te parezco una niña de ocho? —pregunté en un siseo, arrinconándolo contra la puerta. Su aliento rozaba suavemente mi rostro, demasiado cercano al suyo.
—No una común al menos. Pero sí una más que interesante —respondió asiéndome de la cintura, pegándome a su cuerpo con su típica sonrisa de suficiencia.
—No soy nada fácil Dean… Con estos jueguitos no conseguirás nada —le dije tan cerca de sus labios que casi podía sentirlos sobre los míos. Y es así como se dejaba a un hombre en llamas.
Me derrumbé en la cama, abrazando a la almohada, girándome hacia el lado de la ventana. Sam permanecía aparentemente dormido, así que no hice ningún ruido que pudiera perturbar su descanso.
Sin duda alguna, este había sido un día demasiado extraño. Más bien, el de ayer y el comienzo de hoy, aquí en un motel con dos cazadores que quieren vigilarme solo por el hecho de ser una híbrida, obsesionados con el asunto de que yo pudiera atacar a alguien.
Cerré mis ojos, tratando de conciliar el sueño, sonriendo levemente ante mi desgraciada suerte. Dean se acostó a mi lado, de espaldas a mí, pero muy cerca de mi cuerpo.
—Buenas noches pequeña.
—Pequeña tu…
—No la has visto.
—Ni la veré tampoco. Ya duérmete, ¿si?
—Solo intentaba ser algo amable contigo.
—Mmm… Ya, buenas noches Dean. Y por enésima vez, no soy pequeña.
—Como digas pequeña.
—No te sorprendas si por la mañana amaneces con algo menos Dean.
Eso es lo último que recuerdo. Minutos después caería profundamente dormida y mis pesadillas comenzarían una vez más.
Un premio a la escritora más forever alone Bueno, nada, si alguien *toc toc* tiene alguna opinion, comentario, tomatazo... Ya sabe qué hacer. Aunque haya pocos lectores, así sea uno solo, no voy a abandonar el crossover :nope:
—¿Siempre eres tan desconfiado? ¡Que no voy a hacerte daño hombre! Eres uno de los míos, de los buenos, ¿por qué querría hacerte algo malo?
—No lo sé, tú dime.
—A lo máximo que puedes temer en estos momentos es a que te tire de las orejas por ser tan caprichoso. Ya te lo dije, no soy mala. Además, les debo una después de lo esta noche.
—¿Alguna vez te pasó algo igual?
—Nunca. Lo máximo fueron doce zombis. Hoy fue extremo. Como estar metida en uno de esos jueguitos de video, pero real y mil veces más aterrador y asqueroso.
—Me impresiona que hayas escapado.
—Soy buena en lo que hago, por eso aspiro a más. Quiero aprender, entrenarme y cazar otras cosas.
—¿Y quién te enseñará?
—Tengo a mi contacto… Y unos cuantos libros.
—Dudo que puedas.
—No me subestimes Sam. Quienes lo hicieron alguna vez terminaron arrepintiéndose de haberlo hecho. Pero, volviendo a mi punto… Al menos dime en qué se especializan ustedes.
—En nada… Cazamos todo lo que signifique un riesgo para los civiles.
—¿Absolutamente todo? Eso es… Genial. Podrían instruirme o darme unos consejos.
—Olvídalo, no somos ni niñeros ni entrenadores de colegialas.
—Por favor, Dean es más infantil que yo.
—Pero es excelente en lo que hace.
—¿Solo se dedican a la caza?
—Sip, recorremos cada pueblo que tenga casos extraños y acabamos con cada criatura que se nos presente.
—No se te ve muy contento haciéndolo.
—Siempre odié este trabajo.
—¿Para qué lo haces? Deberías dedicarte a algo que te hiciera feliz.
—Ya no hay cosas que me hagan feliz, solo una y por ahora es poco probable.
—Mmm… ¿Una pareja talvez?
—De preferencia, no menciones ese tema.
—Está bien, parejas no, tema tachado de la lista. ¿Qué tal unos amigos?
—¿Hablas en serio? Nunca me quedo por más de tres días en una misma ciudad… ¿Cómo se supone que los tenga? Además, no quiero poner en riesgo a nadie, parece que todo aquel que se acerque a mi sufre un terrible destino.
—Sam… Mejor no pregunto más nada. Si quieres pregunta tú.
—No creo que haya mucho más que quiera saber. Excepto por ese collar que tienes… ¿Quién te lo dio?
—Adam… Él me está ayudando con mis averiguaciones. Dijo que era un símbolo protector de hace mucho tiempo atrás. No sé si me proteja verdaderamente de algo pero… decidí usarlo igual.
—Te aseguro que eso sí te protegerá. En el diario de mi padre vi un dibujo de esa cruz Renesmee. De todos modos, su fuerza depende de quién la lleve puesta y de la pureza de sus intenciones y su alma. O algo así.
—Interesante… Bueno, me alegro de habérmela puesto entonces —dije sosteniéndola en una de mis manos, observándola fijamente—. ¿No tienes sueño? Yo me estoy cayendo del cansancio.
—Puedo soportar… Hace tiempo que no descanso mucho —hizo una breve pausa y continuó hablando—. Así que duermes.
—Pues claro, soy parte humana. Tengo un corazón latiendo dentro mío —blanqueé mis ojos y llevé una de sus manos a mi pecho, sin darle posibilidad de echarse atrás—. ¿Lo sientes? No soy tan diferente de ti al fin de cuentas.
—Lo eres… Y no me convencerás de lo contrario.
—Como quieras, yo se quién y cómo soy. Hay muchas cosas de mi pasado que desconoces Sam y quizás eso te ayudaría a entender.
—Lo mismo digo… Hay hechos que marcan la vida de uno, para bien o para mal.
—Lo sé… Ahora, no sé qué harás tú, pero yo iré a recostarme. Veo que no tienes el más mínimo interés de ceder en tu postura así que no te molestaré más. Tú y yo nunca nos llevaremos bien… Y no porque yo no quiera ni porque no lo intente.
—Cuestión de naturalezas diferentes, nada personal.
—Lo haré sencillo… Tienes miedo a relacionarte con la gente. Y si tú lo niegas, empezaré a decir que soy Michelle Pffifer.
Salí del baño sin hacer ruido, dejando a Sam con sus reflexiones allí solo. Me irritaba que fuera tan testarudo.
Para mi sorpresa, Dean estaba dormido boca abajo, ocupando casi toda la cama, apenas tapado por la sábana. Sus más que musculosas piernas asomaban por ella, haciendo que lograra tentarme realmente por primera vez. Básicamente, lo que se ocultaba debajo de sus pantalones y cazadora de cuero era un cuerpo al que cualquier mujer querría entregarse, yo incluida por supuesto.
Y es ahora que agradecía no tener al lector de mentes a mi alrededor porque no estaría nada feliz de oír que su hermosa nena no tenía ni un pelo de santa ya… Y desde hace mucho.
Casi en puntillas de pie fui hasta donde Dean descansaba y me agaché hasta prácticamente rozar su oreja con mis labios.
—Buu —susurré sonriente. Me tocaba a mí molestar.
Lo que nunca hubiera imaginado es que despertara de golpe y sacara una daga de debajo de su almohada. Por suerte mis reflejos fueron más rápidos y ni bien trató de atacarme con ella se la arrebaté de su mano, lanzándola contra la pared. Increíblemente quedó incrustada en ella, haciendo una hendidura considerable.
—Eres un maldito psicópata —dije apoyada en la cama, agarrando firmemente uno de sus brazos.
—¿Nadie te dijo que no se despierta así a un cazador preciosa?
—Podría haber sido Sam.
—Él me conoce y no lo haría jamás.
—¿Todo en orden por aquí?
—Oh, si, solo le enseñaba a Mister Músculo mis habilidades como lanzadora de cuchillos.
—¿Qué dices hermano? ¡Es buena! —dijo sonriendo de oreja a oreja, dejando ver sus relucientes dientes blancos.
—Sí… Seguro. Te toca a ti vigilarla, ya me cansé de ella.
—Más bien yo me cansé de ti. Eres muy aburrido.
—¿Ves Sammy? No solo yo lo digo.
—Hacen buena pareja señor y señora diversión.
—Gracias, pero paso. No podría jamás salir con alguien como él. La verdad, entre él y un pie, me quedo con el pie.
—Perdiste Dean… Y te venció un pie.
—Oh, vamos, lo dice porque el aburrimiento ya debe haber afectado a sus neuronas y a su capacidad de razonamiento. Yo digo que es tu culpa.
—Ya, si van a hablar se van al baño. Quiero probar suerte con la almohada.
—¿Qué no era que podías soportar sin dormir?
—Cambié de opinión.
—Como sea… Dean, realmente creo que deberías ponerte tu ropa.
—Sabes que me deseas —¡dios! Maldita soberbia, no le daría el gusto.
—Prefiero a Sam en ropa interior a decir verdad… No lo tomes a mal, pero los duendecitos de jardín no me gustan. Prefiero a los altos.
—A mí no me metas en esto Renesmee —dijo Sam llevándose la mano a la boca para ocultar sus risas—. Y, hermano, yo que tú me rendiría. Ya te ganó en todas.
—Eso está por verse. Tú vienes conmigo nena —replicó Dean mientras se ponía su camiseta negra, ajustada a su torso de tal modo que aún con ella puesta se dejaran entrever sus torneados músculos.
—¿Y tus pantalones?
—No te harás la santa Magdalena ahora.
—Que yo sepa, ella era la prostituta.
—Sabes que no me importa. Además, dejé de creer que hay un dios hace tiempo.
—Ya póntelos.
—No pienso hacerlo.
—Harás que me sienta culpable estando completamente vestida —reí y lo seguí hasta el baño. Si él quería jugar, le demostraría que yo podría jugar mucho mejor.
—Eso podemos arreglarlo —dijo en tono sensual cerrando la puerta tras de sí, mirándome a los ojos.
—Por enésima vez, olvídalo. Mis intenciones de esta noche no eran precisamente acabar teniendo sexo en el baño de un hotel de cuarta. Suficiente que estoy encerrada contigo aquí.
—Al menos tienes un compañero que vale la pena.
—Si sigues así, el ego te devorará.
—¿Ni un poquito te gusto? Admítelo Nessie, sí te atraigo.
—Sabes, tu insistencia solo me convence más y más de que yo te atraigo mucho a ti, ¿o me equivoco?
—No puedo negar lo que está a la vista. Pero no te creas tanto hermosa, solo busco diversión.
—Pues de aquí no obtendrás nada… Cambiando de tema, dime algo… ¿Sam siempre es así?
—Desde la muerte de Jess. Solía ser más alegre… O eso creo. Nuestro padre lo echó de casa cuando se negó a seguir con el negocio familiar y él no volvió a aparecerse por allí. Fue a estudiar a la universidad e hizo su vida normalmente hasta que papá desapareció en una de sus misiones. Fui a buscarlo para que me ayudara y no quiso saber nada… Hasta que su novia Jessica fue asesinada por el mismo demonio que mató a nuestra madre cuando él solo era un bebé.
—Eso es… Terrible —alcancé a decir dejándome caer en el suelo, apoyándome contra la pared. Dean se sentó a mi lado, sin importarle el frío de las baldosas—. Supongo que ahora entiendo lo que me dijo… Debió ser muy duro para ustedes.
—Tuve que hacerme cargo de él siempre, protegiéndolo de todo, cuidándolo cada vez que papá nos dejaba para irse de caza.
—Comprendo… Te cargaron con una responsabilidad a tus espaldas que no te correspondía del todo, menos siendo tan chico. Por suerte yo siempre estuve junto a mi familia. Mis padres, tíos y abuelos siempre me cuidaron y dieron todo su amor… Y ni hablar de mis amigos.
—Entonces… ¿Por qué esta vida? ¿Por qué ponerte en riesgo?
—Porque si bien yo no persigo la venganza, no soporto ver a las personas que me rodean sufrir… Sé muchas cosas sobre este mundo oculto, siempre estuve involucrada en esto de lo sobrenatural, y quedarme sentada sin hacer nada sabiendo que había inocentes allí afuera siendo asesinados no era una opción para mí. Solo quería ser útil, ayudar en algo… Ser alguien más que la niña mimada.
—Yo que tú me hubiera quedado con mi familia y amigos.
—Hubiera sido muy egoísta de mi parte y eso es algo que no me caracteriza para nada.
—¿Cómo fue que te enteraste de lo que sucedía en Pittsburg?
—Investigación… Y claro, el que evacuaran la ciudad por un motivo tan dudoso solo confirmó mis sospechas.
—No te lo voy a negar… Tienes facultades. Aunque no puedo considerarte una cazadora con todas las letras. Estás jugando a policías y ladrones Nessie y esto no es nada comparado con las criaturas que puedes llegar a enfrentar… Y no tienes experiencia siquiera.
—Podrían ayudarme con eso. Aprendo rápido y soy buena. Y, obviamente, tengo la ventaja de ser más fuerte, resistente y veloz y de tener mi don. Podría serles útil, ¿qué dices?
—Cazamos solos… A menos que esté papá.
—Por favor Dean, solo una oportunidad.
—No lo se pequeña… Quizás lo piense.
—Siempre consigo lo que quiero Dean, apuesto lo que quieras a que lograré convencerte al final.
—¿Qué gano?
—Si yo pierdo… Aceptaré salir contigo. Si yo gano… El premio es el mismo —sonreí. Sabía que al no darle una posibilidad verdadera de elección, yo terminaría ganando.
—Mmm… Acepto la propuesta. Sea como sea, ambos obtenemos lo que queremos.
—Digamos que mi interés se centra en el entrenamiento, ¿queda claro?
—Seguro, seguro. Mi interés es el postre de nuestra futura cena.
—Mientras que yo no sea el postre, cómete lo que quieras.
—Lástima nena, podrías pasarla muy bien.
—¿Qué nada más que la comida y el sexo importan para ti?
-Básicamente, sin contar a Sammy claro, esas son mis prioridades. Bueno, mi bebé y la caza también lo son.
—Hombres… Tan simples y predecibles como la tabla del cero.
—¡Oye! No le faltes el respeto a tu entrenador.
—Te lo dije, caíste rápido —le saqué la lengua infantilmente, poniéndome de pie nuevamente. Obtenido lo que yo quería no tenía nada más que hacer, solo dormir—. Voy a descansar, haz lo que gustes.
—¿Lo que guste? —preguntó pícaramente.
—Mantente alejado de mí mejor.
—Poco probable nena. Además, nos toca la cama matrimonial.
—¿No se supone que me vigiles?
—Exactamente… Mientras más cerca, mejor. Así puedo evitar que hagas cualquier cosa.
—Intenta hacer algo inapropiado y te dejo a tus preciosidades de sombrero, ¿okay? —enarqué una ceja, observando sus boxers para que el señor testosterona captara mi obvia referencia.
—Las prefiero donde están, allí tienen una gran utilidad —dijo sonriendo de lado—. Y solo tienes ocho, ¿qué podría hacerte? ¿Leerte un cuento talvez?
—¿Te parezco una niña de ocho? —pregunté en un siseo, arrinconándolo contra la puerta. Su aliento rozaba suavemente mi rostro, demasiado cercano al suyo.
—No una común al menos. Pero sí una más que interesante —respondió asiéndome de la cintura, pegándome a su cuerpo con su típica sonrisa de suficiencia.
—No soy nada fácil Dean… Con estos jueguitos no conseguirás nada —le dije tan cerca de sus labios que casi podía sentirlos sobre los míos. Y es así como se dejaba a un hombre en llamas.
Me derrumbé en la cama, abrazando a la almohada, girándome hacia el lado de la ventana. Sam permanecía aparentemente dormido, así que no hice ningún ruido que pudiera perturbar su descanso.
Sin duda alguna, este había sido un día demasiado extraño. Más bien, el de ayer y el comienzo de hoy, aquí en un motel con dos cazadores que quieren vigilarme solo por el hecho de ser una híbrida, obsesionados con el asunto de que yo pudiera atacar a alguien.
Cerré mis ojos, tratando de conciliar el sueño, sonriendo levemente ante mi desgraciada suerte. Dean se acostó a mi lado, de espaldas a mí, pero muy cerca de mi cuerpo.
—Buenas noches pequeña.
—Pequeña tu…
—No la has visto.
—Ni la veré tampoco. Ya duérmete, ¿si?
—Solo intentaba ser algo amable contigo.
—Mmm… Ya, buenas noches Dean. Y por enésima vez, no soy pequeña.
—Como digas pequeña.
—No te sorprendas si por la mañana amaneces con algo menos Dean.
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