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Pasión en Venta (Nick y Tu) Adaptación
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Pasión en Venta (Nick y Tu) Adaptación
Hola! Como estaai? okno. Soy Florencia Pero prefiero que usen cuakquier diminutivo, Cualquiera menos Flopi Esta bien (? Esta es Al menos hasta ahora La nove que mas me ha Gustado de Miranda Lee Al menos a mi particularmente. Tiene algo de todo y a la vez transmite un mensaje Ademas de Una hermosa historia de Amor. Sin mas les dejo El argumento y un Capitulo Bye <3
Nombre: Pasión en Venta
Autor: WhoIam13
Adaptación: Si, De Miranda Lee.
Género: Drama y Romance
Advertencias: La nove tiene escenas subidas de tono, esas escenas las pondré de color Rojo.
Otras Páginas: No de mi parte, pero es una adaptacion & a lo mejor esta con otros Protagonistas.
A los treinta años, _______ seguía soltera y había triunfado en su trabajo, convencida de que simplemente no tenía lo que se necesitaba para atraer a un hombre. Entonces apareció Nick Jonas, ¡pero él parecía ganarse la vida ofreciendo sus servicios a las mujeres solitarias a cambio de una remuneración!
Nombre: Pasión en Venta
Autor: WhoIam13
Adaptación: Si, De Miranda Lee.
Género: Drama y Romance
Advertencias: La nove tiene escenas subidas de tono, esas escenas las pondré de color Rojo.
Otras Páginas: No de mi parte, pero es una adaptacion & a lo mejor esta con otros Protagonistas.
Pasión en Venta
ArgumentoA los treinta años, _______ seguía soltera y había triunfado en su trabajo, convencida de que simplemente no tenía lo que se necesitaba para atraer a un hombre. Entonces apareció Nick Jonas, ¡pero él parecía ganarse la vida ofreciendo sus servicios a las mujeres solitarias a cambio de una remuneración!
WhoIam13
Re: Pasión en Venta (Nick y Tu) Adaptación
Capítulo 1
De nuevo _____ llegó muy temprano al trabajo, como todos los días. Los ejecutivos que querían progresar en Crédito y Finanzas Internacionales llegaban temprano y salían tarde. Vivían para su trabajo y no disponían de tiempo para nada más, al menos sí eran ambiciosos. Y _______ lo era, ¿o no? Apartando de su mente ese inquietante pensamiento, abrió la puerta de su despacho, donde se leía en letras doradas: ________ Puente-Inversiones Extranjeras. El escritorio de su secretaria, en la puerta de su despacho, aún estaba vacío y así seguiría durante otra hora. Estelle debía empezar a trabajar a las ocho y media y, como cualquier joven normal, no aparecía ni unos segundos antes de lo necesario.
¿Cualquier joven normal? _______ frunció el ceño. « ¿Acaso yo no soy normal?». Bueno, casi todas las mujeres normales de treinta años estaban casadas, eran madres de familia o ambas cosas, se recordó sincera. ¡Y el resto tenían amigos, un prometido, un amante o algo! No regresaban todas las noches a casa a una cama vacía, con un buen libro y un canario por toda compañía. Y si lo hacían, ciertamente eso no les agradaba.
Pero a ella sí. ¿Significaba eso que no era normal? ¡Por supuesto que no! Tenía que haber muchas otras mujeres en el mundo que elegían la soltería y el celibato como estilo de vida. Además, era su vida, y si no quería pasarla al lado de un hombre, eso era asunto suyo y de nadie más.
_________ dejó su carpeta negra a un lado del escritorio, colgó su paraguas y luego se dirigió a abrir las persianas verticales del amplio ventanal, detrás de su sillón giratorio. La luz del sol inundó la oficina, revelando una magnífica vista de los jardines botánicos del otro lado de la calle. _______ se alegró al ver que el cielo se había despejado, después de la lluvia de la noche anterior. Si el tiempo y sus citas se lo permitían, le gustaba comer en los jardines, sentada en un banco a la sombra de un árbol. En ese momento, miró hacia el banco y lo que vio la alarmó.
Un hombre, tal vez ebrio, estaba acostado sobre el banco, aparentemente dormido, y dos adolescentes de aspecto sospechoso lo estaban contemplando.
— ¡Oh, Dios, mió! —exclamó horrorizada cuando vio que los dos jóvenes se lanzaban al ataque.
El corazón le latió apresurado, mientras contemplaba la lucha, pero el hombre se defendía bastante bien, hasta que uno de sus atacantes lo golpeó con algo. Se tambaleó y cayó al suelo, llevándose las manos a la cabeza.
________ no se detuvo a pensar. Tomó su paraguas, cruzó corriendo las oficinas vacías, bajó por las escaleras, atravesó el vestíbulo y salió a la calle. Un taxi frenó para no atropellarla, y el chófer la insultó a través de la ventana abierta pero ella ignoró las maldiciones y siguió corriendo por la calle Macquarie, concentrada en la necesidad de ayudar a ese hombre. Tal vez debería detenerse a pensar en lo que podía hacer una mujer de un metro sesenta y tres de estatura, y cincuenta y dos kilos de peso, contra un par de malhechores, pero en ese momento era incapaz de pensar.
— ¡Basta ya, malditos! —gritó mientras cruzaba corriendo la entrada del parque, y varios transeúntes se volvieron para mirarla, sorprendidos, porque desde el nivel de la calle no podían ver lo que ella había visto, debido a los arbustos que bordeaban la valla.
Cuando ella llegó junto al árbol, los asaltantes todavía seguían dando patadas a su víctima, tirada en el suelo.
— ¡Policía! ¡Policía! ¡Aquí! —gritó _________ a todo pulmón.
Los asaltantes se detuvieron y alzaron la mirada, sorprendidos por los gritos de _______. Esgrimía en la mano derecha su paraguas, dispuesta a luchar. Los atacantes huyeron,
dejándola sola con el vagabundo, que aún seguía en el suelo.
— ¿Está... está bien? —le preguntó ella, sin aliento.
De nuevo _____ llegó muy temprano al trabajo, como todos los días. Los ejecutivos que querían progresar en Crédito y Finanzas Internacionales llegaban temprano y salían tarde. Vivían para su trabajo y no disponían de tiempo para nada más, al menos sí eran ambiciosos. Y _______ lo era, ¿o no? Apartando de su mente ese inquietante pensamiento, abrió la puerta de su despacho, donde se leía en letras doradas: ________ Puente-Inversiones Extranjeras. El escritorio de su secretaria, en la puerta de su despacho, aún estaba vacío y así seguiría durante otra hora. Estelle debía empezar a trabajar a las ocho y media y, como cualquier joven normal, no aparecía ni unos segundos antes de lo necesario.
¿Cualquier joven normal? _______ frunció el ceño. « ¿Acaso yo no soy normal?». Bueno, casi todas las mujeres normales de treinta años estaban casadas, eran madres de familia o ambas cosas, se recordó sincera. ¡Y el resto tenían amigos, un prometido, un amante o algo! No regresaban todas las noches a casa a una cama vacía, con un buen libro y un canario por toda compañía. Y si lo hacían, ciertamente eso no les agradaba.
Pero a ella sí. ¿Significaba eso que no era normal? ¡Por supuesto que no! Tenía que haber muchas otras mujeres en el mundo que elegían la soltería y el celibato como estilo de vida. Además, era su vida, y si no quería pasarla al lado de un hombre, eso era asunto suyo y de nadie más.
_________ dejó su carpeta negra a un lado del escritorio, colgó su paraguas y luego se dirigió a abrir las persianas verticales del amplio ventanal, detrás de su sillón giratorio. La luz del sol inundó la oficina, revelando una magnífica vista de los jardines botánicos del otro lado de la calle. _______ se alegró al ver que el cielo se había despejado, después de la lluvia de la noche anterior. Si el tiempo y sus citas se lo permitían, le gustaba comer en los jardines, sentada en un banco a la sombra de un árbol. En ese momento, miró hacia el banco y lo que vio la alarmó.
Un hombre, tal vez ebrio, estaba acostado sobre el banco, aparentemente dormido, y dos adolescentes de aspecto sospechoso lo estaban contemplando.
— ¡Oh, Dios, mió! —exclamó horrorizada cuando vio que los dos jóvenes se lanzaban al ataque.
El corazón le latió apresurado, mientras contemplaba la lucha, pero el hombre se defendía bastante bien, hasta que uno de sus atacantes lo golpeó con algo. Se tambaleó y cayó al suelo, llevándose las manos a la cabeza.
________ no se detuvo a pensar. Tomó su paraguas, cruzó corriendo las oficinas vacías, bajó por las escaleras, atravesó el vestíbulo y salió a la calle. Un taxi frenó para no atropellarla, y el chófer la insultó a través de la ventana abierta pero ella ignoró las maldiciones y siguió corriendo por la calle Macquarie, concentrada en la necesidad de ayudar a ese hombre. Tal vez debería detenerse a pensar en lo que podía hacer una mujer de un metro sesenta y tres de estatura, y cincuenta y dos kilos de peso, contra un par de malhechores, pero en ese momento era incapaz de pensar.
— ¡Basta ya, malditos! —gritó mientras cruzaba corriendo la entrada del parque, y varios transeúntes se volvieron para mirarla, sorprendidos, porque desde el nivel de la calle no podían ver lo que ella había visto, debido a los arbustos que bordeaban la valla.
Cuando ella llegó junto al árbol, los asaltantes todavía seguían dando patadas a su víctima, tirada en el suelo.
— ¡Policía! ¡Policía! ¡Aquí! —gritó _________ a todo pulmón.
Los asaltantes se detuvieron y alzaron la mirada, sorprendidos por los gritos de _______. Esgrimía en la mano derecha su paraguas, dispuesta a luchar. Los atacantes huyeron,
dejándola sola con el vagabundo, que aún seguía en el suelo.
— ¿Está... está bien? —le preguntó ella, sin aliento.
WhoIam13
Re: Pasión en Venta (Nick y Tu) Adaptación
ahhhh !¡¡ PRIMERA LECTORA !! :lol!:
SIGUELAA SE VE INTERESANTE :D
ME ENCANTO
SIGUELAA SE VE INTERESANTE :D
ME ENCANTO
yessi jobrOss
Re: Pasión en Venta (Nick y Tu) Adaptación
Bienvenida! (: Me alegra que te haya gustado la Nove, al principio puede parecer algo aburrida Pero en el transcurso se vuelve muy interezante.
—Me he sentido mejor —rezongó el hombre.
— ¡Oh! —Exclamó ella al ver la sangre que se deslizaba por su frente—. ¡Está sangrando! —se arrodilló a su lado, dejando el paraguas sobre el césped, moviendo las manos, impotente.
— ¿De dónde? —preguntó él, estudiando su cuerpo.
—De... la cabeza.
— ¡Ah...! —Se palpó la frente y luego se miró los dedos manchados de sangre—.
¿Tiene un pañuelo? —le preguntó con una mueca.
Era un hombre muy atractivo, pensó ella, confundida. ¿Quién habría creído que un rostro sin afeitar, con los ojos enrojecidos, pudiera ser atractivo? Realmente ni siquiera era guapo, con ese rostro anguloso y duro; además, por lo visto, se había fracturado la nariz una o dos veces. Sin embargo, continuó mirándolo durante varios segundos, antes de responder a su pregunta.
—Oh... no. Pero supongo que podría pedirle uno a alguien —miró a su alrededor, pero la única persona que pasó cerca de allí era un hombre de negocios, que caminaba apresurado y que, obviamente, no quería complicarse la vida.
—No se moleste —repuso el hombre. Sin parpadear, se arrancó una manga de su chandal, la enrolló y la oprimió contra la herida.
________ contempló su brazo desnudo, con la misma reacción que había experimentado al ver su rostro inesperadamente atractivo. De nuevo, su propia reacción la sorprendió, ya que nunca la habían impresionado los músculos de los hombres. Desde la infancia, había sido educada para apreciar la inteligencia, no la fuerza. Y sin embargo, ahora estaba contemplando los bíceps de ese hombre.
Se sonrojó, avergonzada. Por suerte, el causante de su incomodidad no la estaba mirando. El hombre estaba tratando en vano de ponerse de pie. _________ no tenía otra opción más que ayudarlo. Recurriendo a todas sus fuerzas, lo sujetó de un brazo y trató de ayudarlo a incorporarse, pero pesaba demasiado. ¡Y era tan alto! Cuando al fin él se irguió en toda su estatura, la mirada asombrada de ________ tropezó con la irónica de sus ojos azules.
—No le he dado las gracias —declaró él con voz profunda—. Es una mujer muy valerosa. O una tonta —añadió, burlón—. ¿Qué es?
—Creo que una tonta —murmuró ella, también con un matiz de burla. Allí estaba ella, una mujer de treinta años, ejecutiva, dejando que un gigante, no mayor de veinticinco años, la impresionara. Eso no sólo era vergonzante, sino desconcertante. Él ni siquiera era su tipo.
«Vamos, tú ni siquiera tienes un tipo», le dijo la voz de su conciencia. Pero la vista de la sangre que seguía brotando de su herida la hizo concentrarse en el problema que tenía entre manos.
—Debe acompañarme a mi oficina —le indicó al hombre—. Está al otro lado de la calle. Allí podré llamar a un médico. Esa herida necesita unos puntos.
—Pero eso le causará muchas molestias —protestó él, frunciendo el ceño—. Ya ha sido muy amable al venir a rescatarme. Puedo coger un taxi para ir a un hospital a que me curen.
— ¿Y esperar horas en la sección de urgencias hasta que lo atiendan? ¡Ni a un perro le desearía eso!
Se sonrojó al oír sus propias palabras. Después de todo, ese tipo no era miembro de la alta sociedad. De acuerdo, tal vez no era el vagabundo ebrio que ella había creído, pero su apariencia dejaba mucho que desear. Su chandal negro parecía salido de una tienda de caridad... es decir, lo que quedaba de él. En cuanto a sus zapatillas, parecía que varios perros se habían peleado por ellas. Si la ropa hacía al hombre, ese individuo se encontraba en graves problemas, pensó mientras lo recorría despacio con la mirada.
Sin embargo, su apariencia debía de mejorar mucho sin ropa, pensó de pronto y, sorprendida por ese pensamiento, alzó culpable la mirada.
— ¿Cuántos años tiene? —le preguntó de repente.
—Treinta —contestó ella, desconcertada—. ¿Por qué?
—Treinta —murmuró él—. Y tampoco es pelirroja. Debo de estar enloqueciendo. Sabía que había pasado demasiado tiempo...
— ¿Qué está murmurando? —inquirió ________, empezando a impacientarse con él y consigo misma.
—Nada —musitó él y movió la cabeza.
—Bien, ¿viene conmigo o no?
De pronto, el hombre se tambaleó, palideciendo.
— ¡Oiga, definitivamente se viene conmigo y eso es todo! —le ordenó __________, y tomándolo con firmeza de un brazo, lo impulsó hacia adelante.
—Sí, señora, como usted diga. Usted es la jefa. Usted es la jefa, ¿verdad? —repitió, después de que ella lo instalara en un sofá.
_________ estaba marcando el número de teléfono del médico, y alzó la mirada al oír la voz del desconocido.
—Sólo de mi división —replicó, y le indicó que guardara silencio mientras ella hacía la llamada—. El médico llegará dentro de poco —anunció satisfecha un momento después—. Lo encontré cuando se disponía a salir para realizar sus visitas matutinas.
Bien —prosiguió con tono eficiente—. ¿Quiere que también llame a la policía?
— ¡Santo Dios, no! No podría soportar todo ese alboroto. Estoy demasiado cansado, y además, ya no podrán encontrar a esos chicos.
— ¿Por qué cree que lo atacaron?
— ¿Quién sabe? —Se encogió de hombros—. Tal vez buscaban dinero.
— ¿Y lo atacaron a usted?
— ¿Sabe una cosa? No debería juzgar un libro por su portada. No soy tan pobre como parezco.
— ¿Por qué entonces ha pasado la noche en un banco, en el parque?
—No he pasado la noche allí. Sólo estaba descansando.
— ¿Descansando? ¿De qué?
—Estaba corriendo cuando de pronto me sentí mareado. Verá, anoche me desvelé. Yo... —titubeó y volvió a encogerse de hombros.
Era obvio que no quería decirle lo que había estado haciendo. Varios pensamientos cruzaron por la mente de ___________. Un asalto a Bondi; tráfico de drogas en una oscura esquina de Paddington.
No obstante, una extraña intuición femenina, que ________ no sabía que poseía, le aseguró que ese hombre no era un individuo peligroso, por lo menos no un criminal. El peligro, si podía llamarlo así, radicaba en su potente virilidad, en el atractivo sexual que emanaba de todos sus poros, y _________ pensó que eso debía de afectar a todas las
mujeres. Sin embargo, su propia reacción la irritaba, había pensado que ella no era como la mayoría de las mujeres.
—No necesita darme explicaciones —declaró con tono cortante—. ¿Puedo ofrecerle algo de beber? Está muy pálido.
— ¿De verdad? Bien, sí, se lo agradecería.
— ¿Qué le gustaría?
— ¿Qué puede ofrecerme? —su sonrisa era atrevida e increíblemente cautivadora.
—Cualquier cosa dentro de lo razonable —respondió ella.
— ¿Qué le parece un poco de agua?
—Ahora mismo le traeré un vaso.
_________ sintió su mirada fija en ella cuando cruzó el despacho para dirigirse a su cuarto de baño privado. Sí, pensó furiosa, debía de ser uno de esos hombres que disfrutaban mirando a las mujeres, sentados en el parque y viéndolas pasar frente a ellos. Su mirada se detendría en sus senos, en sus piernas o en su trasero, y después la desnudarían con los ojos. ¿Estaría haciendo eso con ella ahora? ¿Se la estaría imaginando desnuda en la cama con él?
Pero estaba segura de que no era así, y esa certidumbre se hallaba acompañada de una reveladora sensación de desaliento. ¿Qué le sucedía ese día? Primero, había empezado a dudar de las elecciones que había hecho en la vida, tanto en su trabajo como en el aspecto personal. Y ahora... ahora deseaba que un hombre la mirara con lujuria. ¿Qué trataba de demostrarse a sí misma? ¿Que si quería podía tener un hombre? ¿Que había una deseable mujer bajo el traje de estilo profesional que llevaba en el trabajo?
Ahogando un gemido, resistió la tentación de apresurarse y quedar fuera del alcance de esos inquietantes ojos azules. En vez de ello caminó más despacio, odiándose por el ligero balanceo de sus caderas, incapaz de controlarse para no enviarle un mensaje sexual. Volvió a gemir cuando el espejo del baño le reveló el estado de su cabello. ¡Parecía una bruja! Al ver su cabello despeinado y su rostro pálido y pecoso, volvió a la realidad. «Eres fea», se recordó despiadada. «Siempre lo has sido». «De acuerdo, has prescindido de las gruesas gafas y al fin te has arreglado los dientes, pero sigues siendo fea. Además, ya es demasiado tarde».
«Vamos, si ese hombre de ahí afuera se te insinuara, te morirías de temor. Sí, de temor; eres una cobarde. Así que vuelve a encerrarte en tu capullo, y ¡por todos los cielos!, no trates de ser atractiva, pues eso es algo patético». A toda prisa se recogió el cabello en un severo moño y apartó la vista de su imagen en el espejo, mientras llenaba el vaso de agua.
Luego, volvió a mirarse al espejo y deseó no haberse puesto ese traje azul marino esa mañana. Su corte era severo, casi hombruno. Y con la chaqueta cruzada, el pantalón recto y la blusa blanca, parecía la clásica ejecutiva.
—Aquí tiene —le indicó con fría cortesía, entregándole el vaso. Retrocedió un paso, cruzó los brazos y lo observó mientras bebía, antes de preguntarle con frialdad—: ¿Se da cuenta de que ni siquiera sé su nombre?
—Sí —replicó él, con una extraña sonrisa.
—Y bien ¿cuál es su nombre? —casi estalló.
-Nick.
— ¿Nick qué?
—Nick... Jonas —añadió después de un largo titubeo, y le dirigió una mirada especulativa.
______ frunció el ceño. ¿Se suponía que ese nombre debía significar algo para ella? Pues no significaba nada. Pero vio que él parecía muy satisfecho al comprender que ella no reconocía el nombre.
—Y el suyo es _______ —continuó él, antes de que ella pudiera preguntarle si se suponía que debía reconocer su nombre—. ______ _____.
Ella le dirigió una mirada de sorpresa y el hombre hizo una mueca.
—Está en la puerta de su despacho.
—Oh... sí, por supuesto. Qué tonta soy.
—No creo que sea una tonta, señorita ______. ¿O es señora ________?
—No estoy casada. Ni siquiera tengo novio.
¿Por qué tuvo que añadir eso?, se preguntó. Era como si hubiera querido hacerle saber que era una mujer soltera y sin compromiso, y no era su intención.
—Tampoco yo —declaró él—. Es decir, no tengo novia —añadió, guiñando un ojo, divertido—. Creo que en estos tiempos un hombre debe aclarar esas cosas, puesto que no es nada extraño que se tenga un amigo íntimo. Permíteme asegurarte, _______... ¿puedo llamarte por tu nombre? ...que no soy de esa clase de hombres.
En ese momento, la llegada del médico fue de lo más oportuna, pues _________ se sentía cada vez más confundida. Se alegró de retirarse detrás de su escritorio, mientras el médico examinaba las heridas de Nick y luego le daba unos puntos. Cuando se fue, ya había recobrado el control. Sin embargo, cuando Nick se puso de pie y se despidió, no pudo contener un suspiro de alivio. El se detuvo al llegar a la puerta y la miró por encima del hombro.
—Creo que no te he dado las gracias —declaró—.
¿Puedo invitarte a cenar esta noche, como una demostración de mi gratitud?
_________ sintió que el corazón le daba un vuelco. ¡Santo Dios, él la estaba invitando a salir! Pero después de una momentánea sensación de júbilo, volvió a la realidad. Y de nuevo desconfió. ¿Por qué la invitaba a cenar? ¿Era por gratitud, o tenía algún motivo oculto? Pensó que podía ser uno de esos hombres que andaban detrás de las mujeres ricas y mayores. Se había fijado en la manera en que observó su despacho amueblado con elegancia, como si estuviera impresionado. Tal vez pensaba que, si la invitaba a cenar y la halagaba un poco, ella se mostraría muy agradecida. Tal vez la noche anterior se había desvelado porque la había pasado en la cama de una acaudalada viuda.
Al pensar en eso se estremeció con una sensación de repugnancia.
—Gracias por la invitación, Nick —replicó con frialdad—, pero en realidad no es necesario. Habría hecho lo mismo por cualquiera.
La expresión de Nick era de irritación, y eso le confirmó ________ su creencia de que tenía algo en mente. Tal vez, después de la cena, descubriría que se había olvidado de la cartera y ella tendría que pagar la cuenta. Había oído hablar de esos hombres; estafadores y gigolós aficionados que se aprovechaban de la soledad de las mujeres como ella. No se detenían ante nada con tal de obtener dinero fácil. Incluso estaban dispuestos a acostarse con su víctima si con ello obtenían una remuneración. La indeseable imagen de Nick, al lado de la cama de ella, desnudándose despacio, la hizo sonrojarse de vergüenza.
—Aun así, me gustaría invitarte —insistió él—. ¿Estarás ocupada esta noche? ¿Qué te parece entonces mañana?
Ahora se encontraba realmente confundida, ya que estaba tentada a aceptar, olvidándose del sentido común. ¡Qué agradable sería que la vieran en compañía de ese hombre joven y atractivo! ¡Qué halagador para su vanidad femenina! «Querrás decir qué denigrante», protestó de nuevo esa vocecita interior. «¿No te das cuenta de que todos sabrán lo que él pretende? ¿O lo que tú quieres de él?» Se estremeció de nuevo, y esa vez su reacción hizo que Nick frunciera el ceño.
—Lo siento, Nick —respondió a toda prisa—, pero la verdad es que no suelo salir con hombres.
La expresión de Nick la hizo desear que el suelo se abriera bajo sus pies y se la tragara. Por supuesto, no había querido decir lo que él había pensado.
—Ya veo —respondió lentamente, con una expresión de intensa sorpresa.
—Lo siento —murmuró ella, sintiendo que las mejillas le ardían. Pensó que tal vez era mejor que él pensara que era lesbiana; así no seguiría importunándola.
—También yo lo siento —sonrió Nick con expresión sardónica, moviendo la cabeza; le dirigió una última mirada, como si aún no estuviera convencido de lo que ella acababa de decir—. Bien, señorita _____ _______ , te deseo toda clase de felicidad en tu vida. Creo que eres una mujer audaz —y diciendo eso salió, apenas un minuto antes de la llegada de Estelle.
________ se hallaba sentada frente a su ordenador cuando su secretaria asomó la cabeza por la puerta. Nadie habría podido adivinar lo mal que se sentía en su interior: enferma, vacía y muy sola.
Quedó Larguísimo! Pero Me gusta la parte en la que Nick piensa Que La rayis es Lesbii xD
Capitulo 2
Cuando el hombre echó la cabeza hacia atrás para mirarla, _______ lo contempló extrañada. No era viejo, y aunque tenía despeinado el cabello negro, los ojos azules inyectados en sangre y una barba incipiente, no parecía un vagabundo y tampoco estaba borracho. La mirada de esos ojos azules era demasiado penetrante. —Me he sentido mejor —rezongó el hombre.
— ¡Oh! —Exclamó ella al ver la sangre que se deslizaba por su frente—. ¡Está sangrando! —se arrodilló a su lado, dejando el paraguas sobre el césped, moviendo las manos, impotente.
— ¿De dónde? —preguntó él, estudiando su cuerpo.
—De... la cabeza.
— ¡Ah...! —Se palpó la frente y luego se miró los dedos manchados de sangre—.
¿Tiene un pañuelo? —le preguntó con una mueca.
Era un hombre muy atractivo, pensó ella, confundida. ¿Quién habría creído que un rostro sin afeitar, con los ojos enrojecidos, pudiera ser atractivo? Realmente ni siquiera era guapo, con ese rostro anguloso y duro; además, por lo visto, se había fracturado la nariz una o dos veces. Sin embargo, continuó mirándolo durante varios segundos, antes de responder a su pregunta.
—Oh... no. Pero supongo que podría pedirle uno a alguien —miró a su alrededor, pero la única persona que pasó cerca de allí era un hombre de negocios, que caminaba apresurado y que, obviamente, no quería complicarse la vida.
—No se moleste —repuso el hombre. Sin parpadear, se arrancó una manga de su chandal, la enrolló y la oprimió contra la herida.
________ contempló su brazo desnudo, con la misma reacción que había experimentado al ver su rostro inesperadamente atractivo. De nuevo, su propia reacción la sorprendió, ya que nunca la habían impresionado los músculos de los hombres. Desde la infancia, había sido educada para apreciar la inteligencia, no la fuerza. Y sin embargo, ahora estaba contemplando los bíceps de ese hombre.
Se sonrojó, avergonzada. Por suerte, el causante de su incomodidad no la estaba mirando. El hombre estaba tratando en vano de ponerse de pie. _________ no tenía otra opción más que ayudarlo. Recurriendo a todas sus fuerzas, lo sujetó de un brazo y trató de ayudarlo a incorporarse, pero pesaba demasiado. ¡Y era tan alto! Cuando al fin él se irguió en toda su estatura, la mirada asombrada de ________ tropezó con la irónica de sus ojos azules.
—No le he dado las gracias —declaró él con voz profunda—. Es una mujer muy valerosa. O una tonta —añadió, burlón—. ¿Qué es?
—Creo que una tonta —murmuró ella, también con un matiz de burla. Allí estaba ella, una mujer de treinta años, ejecutiva, dejando que un gigante, no mayor de veinticinco años, la impresionara. Eso no sólo era vergonzante, sino desconcertante. Él ni siquiera era su tipo.
«Vamos, tú ni siquiera tienes un tipo», le dijo la voz de su conciencia. Pero la vista de la sangre que seguía brotando de su herida la hizo concentrarse en el problema que tenía entre manos.
—Debe acompañarme a mi oficina —le indicó al hombre—. Está al otro lado de la calle. Allí podré llamar a un médico. Esa herida necesita unos puntos.
—Pero eso le causará muchas molestias —protestó él, frunciendo el ceño—. Ya ha sido muy amable al venir a rescatarme. Puedo coger un taxi para ir a un hospital a que me curen.
— ¿Y esperar horas en la sección de urgencias hasta que lo atiendan? ¡Ni a un perro le desearía eso!
Se sonrojó al oír sus propias palabras. Después de todo, ese tipo no era miembro de la alta sociedad. De acuerdo, tal vez no era el vagabundo ebrio que ella había creído, pero su apariencia dejaba mucho que desear. Su chandal negro parecía salido de una tienda de caridad... es decir, lo que quedaba de él. En cuanto a sus zapatillas, parecía que varios perros se habían peleado por ellas. Si la ropa hacía al hombre, ese individuo se encontraba en graves problemas, pensó mientras lo recorría despacio con la mirada.
Sin embargo, su apariencia debía de mejorar mucho sin ropa, pensó de pronto y, sorprendida por ese pensamiento, alzó culpable la mirada.
— ¿Cuántos años tiene? —le preguntó de repente.
—Treinta —contestó ella, desconcertada—. ¿Por qué?
—Treinta —murmuró él—. Y tampoco es pelirroja. Debo de estar enloqueciendo. Sabía que había pasado demasiado tiempo...
— ¿Qué está murmurando? —inquirió ________, empezando a impacientarse con él y consigo misma.
—Nada —musitó él y movió la cabeza.
—Bien, ¿viene conmigo o no?
De pronto, el hombre se tambaleó, palideciendo.
— ¡Oiga, definitivamente se viene conmigo y eso es todo! —le ordenó __________, y tomándolo con firmeza de un brazo, lo impulsó hacia adelante.
—Sí, señora, como usted diga. Usted es la jefa. Usted es la jefa, ¿verdad? —repitió, después de que ella lo instalara en un sofá.
_________ estaba marcando el número de teléfono del médico, y alzó la mirada al oír la voz del desconocido.
—Sólo de mi división —replicó, y le indicó que guardara silencio mientras ella hacía la llamada—. El médico llegará dentro de poco —anunció satisfecha un momento después—. Lo encontré cuando se disponía a salir para realizar sus visitas matutinas.
Bien —prosiguió con tono eficiente—. ¿Quiere que también llame a la policía?
— ¡Santo Dios, no! No podría soportar todo ese alboroto. Estoy demasiado cansado, y además, ya no podrán encontrar a esos chicos.
— ¿Por qué cree que lo atacaron?
— ¿Quién sabe? —Se encogió de hombros—. Tal vez buscaban dinero.
— ¿Y lo atacaron a usted?
— ¿Sabe una cosa? No debería juzgar un libro por su portada. No soy tan pobre como parezco.
— ¿Por qué entonces ha pasado la noche en un banco, en el parque?
—No he pasado la noche allí. Sólo estaba descansando.
— ¿Descansando? ¿De qué?
—Estaba corriendo cuando de pronto me sentí mareado. Verá, anoche me desvelé. Yo... —titubeó y volvió a encogerse de hombros.
Era obvio que no quería decirle lo que había estado haciendo. Varios pensamientos cruzaron por la mente de ___________. Un asalto a Bondi; tráfico de drogas en una oscura esquina de Paddington.
No obstante, una extraña intuición femenina, que ________ no sabía que poseía, le aseguró que ese hombre no era un individuo peligroso, por lo menos no un criminal. El peligro, si podía llamarlo así, radicaba en su potente virilidad, en el atractivo sexual que emanaba de todos sus poros, y _________ pensó que eso debía de afectar a todas las
mujeres. Sin embargo, su propia reacción la irritaba, había pensado que ella no era como la mayoría de las mujeres.
—No necesita darme explicaciones —declaró con tono cortante—. ¿Puedo ofrecerle algo de beber? Está muy pálido.
— ¿De verdad? Bien, sí, se lo agradecería.
— ¿Qué le gustaría?
— ¿Qué puede ofrecerme? —su sonrisa era atrevida e increíblemente cautivadora.
—Cualquier cosa dentro de lo razonable —respondió ella.
— ¿Qué le parece un poco de agua?
—Ahora mismo le traeré un vaso.
_________ sintió su mirada fija en ella cuando cruzó el despacho para dirigirse a su cuarto de baño privado. Sí, pensó furiosa, debía de ser uno de esos hombres que disfrutaban mirando a las mujeres, sentados en el parque y viéndolas pasar frente a ellos. Su mirada se detendría en sus senos, en sus piernas o en su trasero, y después la desnudarían con los ojos. ¿Estaría haciendo eso con ella ahora? ¿Se la estaría imaginando desnuda en la cama con él?
Pero estaba segura de que no era así, y esa certidumbre se hallaba acompañada de una reveladora sensación de desaliento. ¿Qué le sucedía ese día? Primero, había empezado a dudar de las elecciones que había hecho en la vida, tanto en su trabajo como en el aspecto personal. Y ahora... ahora deseaba que un hombre la mirara con lujuria. ¿Qué trataba de demostrarse a sí misma? ¿Que si quería podía tener un hombre? ¿Que había una deseable mujer bajo el traje de estilo profesional que llevaba en el trabajo?
Ahogando un gemido, resistió la tentación de apresurarse y quedar fuera del alcance de esos inquietantes ojos azules. En vez de ello caminó más despacio, odiándose por el ligero balanceo de sus caderas, incapaz de controlarse para no enviarle un mensaje sexual. Volvió a gemir cuando el espejo del baño le reveló el estado de su cabello. ¡Parecía una bruja! Al ver su cabello despeinado y su rostro pálido y pecoso, volvió a la realidad. «Eres fea», se recordó despiadada. «Siempre lo has sido». «De acuerdo, has prescindido de las gruesas gafas y al fin te has arreglado los dientes, pero sigues siendo fea. Además, ya es demasiado tarde».
«Vamos, si ese hombre de ahí afuera se te insinuara, te morirías de temor. Sí, de temor; eres una cobarde. Así que vuelve a encerrarte en tu capullo, y ¡por todos los cielos!, no trates de ser atractiva, pues eso es algo patético». A toda prisa se recogió el cabello en un severo moño y apartó la vista de su imagen en el espejo, mientras llenaba el vaso de agua.
Luego, volvió a mirarse al espejo y deseó no haberse puesto ese traje azul marino esa mañana. Su corte era severo, casi hombruno. Y con la chaqueta cruzada, el pantalón recto y la blusa blanca, parecía la clásica ejecutiva.
—Aquí tiene —le indicó con fría cortesía, entregándole el vaso. Retrocedió un paso, cruzó los brazos y lo observó mientras bebía, antes de preguntarle con frialdad—: ¿Se da cuenta de que ni siquiera sé su nombre?
—Sí —replicó él, con una extraña sonrisa.
—Y bien ¿cuál es su nombre? —casi estalló.
-Nick.
— ¿Nick qué?
—Nick... Jonas —añadió después de un largo titubeo, y le dirigió una mirada especulativa.
______ frunció el ceño. ¿Se suponía que ese nombre debía significar algo para ella? Pues no significaba nada. Pero vio que él parecía muy satisfecho al comprender que ella no reconocía el nombre.
—Y el suyo es _______ —continuó él, antes de que ella pudiera preguntarle si se suponía que debía reconocer su nombre—. ______ _____.
Ella le dirigió una mirada de sorpresa y el hombre hizo una mueca.
—Está en la puerta de su despacho.
—Oh... sí, por supuesto. Qué tonta soy.
—No creo que sea una tonta, señorita ______. ¿O es señora ________?
—No estoy casada. Ni siquiera tengo novio.
¿Por qué tuvo que añadir eso?, se preguntó. Era como si hubiera querido hacerle saber que era una mujer soltera y sin compromiso, y no era su intención.
—Tampoco yo —declaró él—. Es decir, no tengo novia —añadió, guiñando un ojo, divertido—. Creo que en estos tiempos un hombre debe aclarar esas cosas, puesto que no es nada extraño que se tenga un amigo íntimo. Permíteme asegurarte, _______... ¿puedo llamarte por tu nombre? ...que no soy de esa clase de hombres.
En ese momento, la llegada del médico fue de lo más oportuna, pues _________ se sentía cada vez más confundida. Se alegró de retirarse detrás de su escritorio, mientras el médico examinaba las heridas de Nick y luego le daba unos puntos. Cuando se fue, ya había recobrado el control. Sin embargo, cuando Nick se puso de pie y se despidió, no pudo contener un suspiro de alivio. El se detuvo al llegar a la puerta y la miró por encima del hombro.
—Creo que no te he dado las gracias —declaró—.
¿Puedo invitarte a cenar esta noche, como una demostración de mi gratitud?
_________ sintió que el corazón le daba un vuelco. ¡Santo Dios, él la estaba invitando a salir! Pero después de una momentánea sensación de júbilo, volvió a la realidad. Y de nuevo desconfió. ¿Por qué la invitaba a cenar? ¿Era por gratitud, o tenía algún motivo oculto? Pensó que podía ser uno de esos hombres que andaban detrás de las mujeres ricas y mayores. Se había fijado en la manera en que observó su despacho amueblado con elegancia, como si estuviera impresionado. Tal vez pensaba que, si la invitaba a cenar y la halagaba un poco, ella se mostraría muy agradecida. Tal vez la noche anterior se había desvelado porque la había pasado en la cama de una acaudalada viuda.
Al pensar en eso se estremeció con una sensación de repugnancia.
—Gracias por la invitación, Nick —replicó con frialdad—, pero en realidad no es necesario. Habría hecho lo mismo por cualquiera.
La expresión de Nick era de irritación, y eso le confirmó ________ su creencia de que tenía algo en mente. Tal vez, después de la cena, descubriría que se había olvidado de la cartera y ella tendría que pagar la cuenta. Había oído hablar de esos hombres; estafadores y gigolós aficionados que se aprovechaban de la soledad de las mujeres como ella. No se detenían ante nada con tal de obtener dinero fácil. Incluso estaban dispuestos a acostarse con su víctima si con ello obtenían una remuneración. La indeseable imagen de Nick, al lado de la cama de ella, desnudándose despacio, la hizo sonrojarse de vergüenza.
—Aun así, me gustaría invitarte —insistió él—. ¿Estarás ocupada esta noche? ¿Qué te parece entonces mañana?
Ahora se encontraba realmente confundida, ya que estaba tentada a aceptar, olvidándose del sentido común. ¡Qué agradable sería que la vieran en compañía de ese hombre joven y atractivo! ¡Qué halagador para su vanidad femenina! «Querrás decir qué denigrante», protestó de nuevo esa vocecita interior. «¿No te das cuenta de que todos sabrán lo que él pretende? ¿O lo que tú quieres de él?» Se estremeció de nuevo, y esa vez su reacción hizo que Nick frunciera el ceño.
—Lo siento, Nick —respondió a toda prisa—, pero la verdad es que no suelo salir con hombres.
La expresión de Nick la hizo desear que el suelo se abriera bajo sus pies y se la tragara. Por supuesto, no había querido decir lo que él había pensado.
—Ya veo —respondió lentamente, con una expresión de intensa sorpresa.
—Lo siento —murmuró ella, sintiendo que las mejillas le ardían. Pensó que tal vez era mejor que él pensara que era lesbiana; así no seguiría importunándola.
—También yo lo siento —sonrió Nick con expresión sardónica, moviendo la cabeza; le dirigió una última mirada, como si aún no estuviera convencido de lo que ella acababa de decir—. Bien, señorita _____ _______ , te deseo toda clase de felicidad en tu vida. Creo que eres una mujer audaz —y diciendo eso salió, apenas un minuto antes de la llegada de Estelle.
________ se hallaba sentada frente a su ordenador cuando su secretaria asomó la cabeza por la puerta. Nadie habría podido adivinar lo mal que se sentía en su interior: enferma, vacía y muy sola.
Quedó Larguísimo! Pero Me gusta la parte en la que Nick piensa Que La rayis es Lesbii xD
WhoIam13
Re: Pasión en Venta (Nick y Tu) Adaptación
¡¡ ME ENCANTO !! :cheers:
:risa: SEE TIENES RAZON ESA
PARTE DA MUCHA RISA :P AHHH
IIA ME IMAGINO LA CARA K ABRA
PUEZTO NICK JAJJA LA
RAYIS ZII ZE PASO :¬w¬:
SIGUELAAAAAAAAAAA ESTA MUY BUENA :D
:risa: SEE TIENES RAZON ESA
PARTE DA MUCHA RISA :P AHHH
IIA ME IMAGINO LA CARA K ABRA
PUEZTO NICK JAJJA LA
RAYIS ZII ZE PASO :¬w¬:
SIGUELAAAAAAAAAAA ESTA MUY BUENA :D
yessi jobrOss
Re: Pasión en Venta (Nick y Tu) Adaptación
Capítulo 2
Al día siguiente, poco después de las diez de la mañana, Estelle recibió unas rosas rojas y se apresuró a llevárselas a _______, con una expresión de sorpresa y ávida curiosidad. — ¡Son para ti! —exclamó, mirándola incrédula.
_______ adivinó de inmediato quién las había enviado, y sintió un involuntario estremecimiento de placer. Sin embargo, conservó su acostumbrada compostura ex-terior.
—Qué amable —comentó con toda calma—. Creo que deben de ser de Nick —añadió, antes de que Estelle empezara a especular acerca de los hombres que traba-jaban en la oficina, a pesar de que ninguno de ellos había mostrado el menor interés por
_______ durante los tres años que llevaba en la compañía.
— ¿Quién es Nick? —preguntó.
_______ no se sorprendió ni se molestó por la pregunta. Estelle era su secretaria desde que la ascendieron, hacía un año, y habían desarrollado una relación de tranquila camaradería.
—Creo que su apellido es Jonas —le informó ______—. Ayer lo ayudé en algo y creo que ésta es su manera de agradecérmelo. ¿Podrías entregármelas, Estelle? —Prosiguió con irónica diversión, al ver el desconcierto de su secretaria—. Así podré leer la tarjeta.
Estelle cruzó a toda prisa la habitación, mirándola boquiabierta.
—No querrás decir que Nick Jonas estuvo ayer en este despacho. ¡Oh, ________, dime que no es cierto! Me moriré de rabia si él estuvo aquí y no lo vi.
______ dejó las bellas flores encima de su escritorio, mirando el angustiado rostro de Estelle con el ceño fruncido. Recordó que Nick se había sorprendido cuando ella le dio a entender que no reconocía su nombre. Pensó que debía de ser alguna celebridad y experimentó cierto alivio. Lo había confundido con un vagabundo, y por lo visto era alguien famoso.
—Sabes, me sonaba ese nombre —mintió con todo descaro—, pero no lo reconocí. ¿Quién es exactamente Nick Jonas?
Estelle la miró como si fuera una habitante de Marte.
—De verdad, _____ ¿quieres decir que no lo sabes? ¡Santo Dios! ¿En dónde has estado toda tu vida? ¡Nick Jonas es uno de los futbolistas más famosos de toda Australia, además de que es muy atractivo! Hace un par de años apareció en uno de esos calendarios que presentan a tipos guapos, y lo nombraron el hombre más atractivo del mes. Yo tenía su fotografía en mi dormitorio, pero hace poco la cambié por la de James Dean. Ahora es mi favorito.
A Estelle le agradaba cualquier cosa con pantalones, pensó _____, irónica. Pero lo que acababa de revelarle acerca de Nick la dejó aturdida. No podía negar que se sentía como una tonta por no haberlo reconocido el día anterior, pero en realidad los deportes jamás le habían interesado. Durante su época de estudiante, se pasaba todas las tardes en la biblioteca durante las competiciones deportivas.
— ¿Cuándo estuvo él aquí exactamente? —le preguntó Estelle con tono apesadumbrado—. ¿Por qué no lo vi?
—Estuvo aquí por la mañana, antes de que llegaras.
— ¿Antes de que llegara? —exclamó extrañada—. ¿Qué hacía aquí tan temprano?
—Él... bueno, se cayó cuando corría en el parque, y se hizo una herida en la cabeza. Yo presencié el accidente y lo traje aquí para que lo examinara el médico.
—Para que lo examinara... —gimió Estelle—. ¡Yo habría dado cualquier cosa por ver de cerca ese cuerpo tan maravilloso! ¡Y tú ni siquiera lo reconociste!
_______ se encogió de hombros y se inclinó para oler las rosas. Su aroma no era muy intenso, lo que era una lástima, pero aun así eran muy bellas. Con dedos temblorosos, sacó la tarjeta del sobre y la leyó en silencio.
— ¡Oh, no seas mezquina! —Exclamó su secretaria—. Dime lo que dice.
—A decir verdad, Estelle, es algo muy impersonal. Sólo Gracias de nuevo, _______. Y firma Alfonso.
No añadió la posdata, que decía: Aún quiero invitarte a cenar como señal de gratitud. Si cambias de opinión, aquí está mi número de teléfono.
_______ metió la tarjeta en el sobre y lo guardó en un cajón de su escritorio, dirigiéndole una sonrisa a su secretaria.
— ¿Crees que podrías encontrar un florero? —le preguntó mientras le entregaba las rosas.
La joven titubeó, como si quisiera continuar con la conversación, pero luego suspiró y, resignada, salió del despacho cerrando la puerta.
De inmediato, ___________ se puso de pie de un salto, entregándose a la sensación de júbilo y excitación que había estado tratando de disimular desde que había leído esa posdata. Él aún quería invitarla a cenar. No era posible que la buscara por interés, para
sacarle dinero. Puesto que pensaba que ella era lesbiana, no podía tratarse de otra cosa. Tal vez si le aclaraba lo de su sexualidad y le decía que había interpretado erró-neamente su comentario...
« ¡No!», se sorprendió. « ¡No seas ridicula! Su júbilo desapareció, para ser reemplazado por la cruda realidad. Un hombre como él debe de estar asediado por las mujeres. Sólo hay que ver la reacción de Estelle». « ¿Por qué se interesaría en ti?», pensó. «¡Una ejecutiva, de treinta años y nada atractiva! ¿Y por qué, habiendo tantos hombres en el mundo, tú te interesas por él? Es demasiado joven y no es un intelectual. Además, es el último hombre que debería atraerte y no tienes ninguna probabilidad de conquistarlo».
Aunque no haya muchas Lectoras Seguiré Subiendo la nove, puesto qur a medida que avanza se pone mejor, Espero que Les guste el Cap & un llamao a la Solidaridad (? Te pasarias por mi Shot? Es lo primero que subo y fgdhgksdh me gustaria una opinión Sin compromisos eeh! Besoos
WhoIam13
Re: Pasión en Venta (Nick y Tu) Adaptación
Nueva Lectoran c:
Me encanta la Nove por lo que he leido hasta ahora
Soy Una fiel lectora, pero habran dias que no pueda pasar ya que estoy en fechas de pruebas, pero prometo pasar :D
Siguela :)
PDT: Me pasare por tu Shot ;)
Me encanta la Nove por lo que he leido hasta ahora
Soy Una fiel lectora, pero habran dias que no pueda pasar ya que estoy en fechas de pruebas, pero prometo pasar :D
Siguela :)
PDT: Me pasare por tu Shot ;)
JB.Forever
Re: Pasión en Venta (Nick y Tu) Adaptación
Nueva lectora! Me gusta la novela, si, ME GUSTA MUCHO!
SIguelaaaaaaaaaaaaaaa:D
SIguelaaaaaaaaaaaaaaa:D
TeamJonas2
Re: Pasión en Venta (Nick y Tu) Adaptación
HI NEW READER LA NOVE STA SUPER SEGUILAA PLZZZ K RISA MEDIO ESO DE LA LESBIANA XD :) SEGUILAAA
raqel d' Jonas(NJJ<3
Re: Pasión en Venta (Nick y Tu) Adaptación
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH ESTO SE MERECE UAN FIESTA DE 20 SEGUNDOS (? :cheers: Bienvenidaaaas Chicas! En un rato Subo Cap :roll: Creo que tendré que Adaptar bastante....
WhoIam13
Re: Pasión en Venta (Nick y Tu) Adaptación
Hey Girls (? Seguimos con los capitulos aburridos Para mi gusto... Lo cierto es que Conocerán a la Rayis y haran un visita guiada por su interior (?) Okno. Pero Pasieeeeeeeeeeeeeenciaa pronto vendrá lo Bueno.
No obstante, sí se sentía atraída por él. Y le había dado su número de teléfono. Todo lo que debía hacer, si quería volver a verlo, era armarse de valor y marcar su número de teléfono para decirle que aceptaba. ¿Por qué por lo menos no podía disfrutar de ese placer? Sólo una velada en su compañía. Además, quería que Nick supiera que ella era heterosexual; su orgullo se lo exigía.
Cuando Estelle regresó con las flores en un florero, ______ se encontraba de pie frente a la ventana, mirando sin ver el tráfico y mordiéndose el labio.
— ¿Dónde quieres que las ponga? —le preguntó la joven.
—Encima de mi escritorio, por favor. —Son encantadoras, ¿no es cierto? —Sí —convino _____, volviéndose para mirarlas—. Son muy bellas.
-Aún no puedo creer que Nick Jonas haya estado ayer en este despacho. ¿Estaba bien? Quiero decir, no ha aparecido mucho en los periódicos desde que se lesionó la rodilla, el año pasado. Corre el rumor de que no podrá volver a jugar al fútbol.
_______ frunció el ceño cuando una duda cruzó por su mente. ¿Cambiaría eso las cosas? Había leído acerca de famosos deportistas que se daban la gran vida mientras estaban en la cima, y unos meses después de su retiro estaban arruinados.
—Sí... —mintió cautelosa, pensando en el estado de su ropa y en su desaliñado aspecto.
—Apuesto a que sí —sonrió Estelle—. Vamos, _______, reconócelo, ¿no es muy atractivo? Incluso tú debes reconocerlo.
— ¿Qué quieres decir con eso de que incluso yo? —exclamó _______, irritada.
—Oh, ya sabes. No te agradan los hombres, ¿no es cierto?
—Por supuesto que sí —se defendió _______, con desacostumbrada vehemencia—. ¿Qué es exactamente lo que tratas de decirme?
—Bueno, creía... quiero decir, algunos de los hombres que trabajan aquí... bien, no estoy segura de lo que quiero decir —gimió—. Yo no estaba segura, pero cuando todos a tu alrededor comentan ciertas cosas, empiezas a creerlas. Lo siento, ______, no soy yo quien lo dice. Son las otras secretarias y...
— ¡Sus jefes, sin duda! —Terminó bruscamente ______—. Pues bien, puedes decirles de mi parte que están muy equivocados. El hecho de que hasta ahora no me haya casado, no quiere decir que no me gusten los hombres. ¡Definitivamente me gustan! ¡Y quiero que eso quede muy claro!
— ¡________! Por favor, no te alteres. De verdad, lo siento. Oh, esto es terrible. Creo que tú eres una persona fantástica y como jefa eres excelente, y yo...
Se echó a llorar y _______ se vio obligada a olvidarse de su indignación para calmarla. Cuando al fin la dejó instalada frente a su escritorio, su cólera se había disipado. ¿Cómo podía culpar a la gente por pensar que era lesbiana? Nunca hablaba de hombres, y jamás salía con ninguno. En cuanto a su ropa... Estudió su traje de corte severo y la sencilla blusa de color crema. ¿Por qué siempre se vestía así? ¿Acaso inconscientemente trataba de ahuyentar a los hombres? Seguramente era eso. Tenía que reconocer que los hombres la atemorizaban.
En cuanto al motivo, esa era una pregunta muy compleja que "hacía tiempo había dejado de plantearse. Era inútil preocuparse por la única parte de su vida en la que era un fracaso, y le parecía mejor concentrarse en lo que hacía bien. Se sentía muy orgullosa de sus logros académicos, de su bien remunerado trabajo, de su independencia. ______ se estremeció al recordar lo que había tenido que soportar de sus compañeros de clase, debido a los problemas con sus ojos y sus dientes. Los niños eran muy crueles y se burlaban de ella sin compasión, llamándola «cuatro ojos» y «dientes de conejo». Le escondían las gafas, sin las cuales no podía ver nada, y disfrutaban humillándola; sólo al verla llorar se las devolvían. No pasó mucho tiempo antes de que se convirtiera en una niña introvertida, cuyo único consuelo eran las excelentes notas que conseguía en los exámenes. Nunca conoció el placer de ser popular o de tener novio, y ni siquiera pudo encontrar pareja para ninguno de sus bailes de graduación. Cuando le pidió a un chico que fuera su pareja, él se rió en su cara y, por supuesto, ella no se lo pidió a nadie más. Al final, buscó una excusa y no asistió a ninguna de esas celebraciones.
Su orgullo femenino estaba totalmente destruido cuando salió del instituto, así que cuando ingresó en la universidad y ningún muchacho se fijó en ella, ______ lo aceptó
como algo normal. Se volvió más retraída, disimulando su dolor y concentrándose en sus estudios. No era extraño que siempre destacara. Sin embargo, en su interior era como las demás jóvenes y ansiaba la atención masculina. Que alguien se fijara en ella.
Cuando estaba en el último curso de la universidad, a los veintidós años, todavía no había salido con nadie, y por ello fue la víctima perfecta de alguien como Trevor. Debió saber que alguien como él nunca se sentiría atraído por una joven como ella. Trevor no sólo era muy atractivo, sino además muy sociable y popular. _______ se había enamorado desesperadamente de él, desde que un día la invitó a tomar un café, a la salida de una clase, y luego la sorprendió pidiéndole una cita para el siguiente fin de semana. Durante dos días había vivido entre nubes, hasta que oyó a Trevor hablando de ella con sus amigos.
—Si queréis una mujer fácil —se había jactado—, invitad a una fea. ¡Las feas se mueren de ganas de tener una aventura! Este fin de semana he invitado a salir a ______ ____; ya sabéis quién es, es la que lleva gafas y tiene los dientes hacia fuera. Os aseguro que me acostaré con ella antes de lo que se imagina.
____ se sobresaltó al recordar esas palabras despectivas y lo que había sentido. Se quedó destrozada, y lo poco que le quedaba de su confianza como mujer se convirtió en cenizas. De alguna manera, logró salir de esa cita con cierta dignidad, pero la experiencia la hizo más retraída.
Cuando al fin empezó a trabajar, y se independizó económicamente, _________ resolvió los dos problemas físicos que habían sido la maldición de su vida: sus ojos y sus dientes. Pero para entonces, tenía veinticinco años y jamás había salido con ningún hombre. Cuando alguien la invitaba, se negaba por temor a ponerse en ridículo, a que el hombre que la invitaba se enterara de que aún era virgen, por miedo al sexo...
Su virginidad se había convertido en una carga que le impedía sostener una relación normal con un hombre. Poco a poco, había empezado a evitar esas pequeñas señales que una mujer solía enviarle a un hombre en el juego sexual, para no tener el problema de rechazar cualquier insinuación y no tomar ninguna decisión.
Dejó de usar maquillaje y perfume, siempre se recogía el cabello en un moño, y jamás se ponía joyas; su ropa era casi asexual, tanto por la línea como por el color: trajes y conjuntos negros, grises, o azul marino combinados con blusas de color crema y blancas.
El resultado fue que ningún hombre se volvía a mirarla dos veces. Vivía para su trabajo y ocupaba sus horas libres yendo al teatro, leyendo y jugando al bridge. En cierta manera era feliz, hasta el día anterior. Lo sucedido le había demostrado que debajo de su actitud de solterona había una mujer que podía responder a un hombre, igual que
cualquier otra. De pronto, su vida le parecía patéticamente vacía y solitaria. Si seguía así, ¿qué sería de ella dentro de veinte años? ¿Qué tendría? Nada. Y a nadie.
Debía cambiar ahora, debía empezar a enfrentarse a su temor a los hombres y al sexo, y debía hacerlo antes de que fuera demasiado tarde. Abrió un cajón y sacó la tarjeta que acompañaba a las rosas. Podía empezar por ahí, aceptando la invitación que le había hecho Nick. No le importaba si él lo hacía sólo por agradecimiento o si no volvía a verlo jamás. Era un comienzo.
Aspiró profundamente y tomó una decisión: llamaría a Nick y le diría que aceptaba. Pero no fue tan fácil descolgar el auricular y hacer la llamada. ______ seguía posponiendo el momento, diciéndose que lo haría después de la junta de esa mañana, cuando terminara su informe sobre la Bolsa. La lista de pretextos iba en aumento, hasta que al fin, disgustada consigo misma, descolgó el auricular y marcó el número. Cuando empezó a llamar, sintió un nudo en el estómago, pero se negó a colgar.
Nick contestó a la sexta llamada, y su voz sonó como si estuviera dormido.
-¿Nick? Soy ____... ____ ______.
— ¡_______! —el tono de placer que reflejaba su voz la sorprendió—. ¿Recibiste las rosas?
—Sí... son muy bellas. Muchas gracias.
—Ha sido un placer. Y soy yo quién está agradecido. He tenido tiempo de pensar en lo sucedido, y aún me sorprende lo que hiciste, interviniendo sin pensar en tu propia seguridad.
La risa de ______ mitigó su angustiosa tensión.
—En realidad no me lo pensé dos veces. Si lo hubiera hecho, tal vez me habría quedado en mi despacho.
—No lo habrías hecho. Eres una mujer muy valiente.
Sonrojada, _______ sujetó el auricular con ambas manos, para impedir que le temblaran.
—Nick... acerca de esa cena...
-¿Sí?
—Me... gustaría aceptar.
— ¿De verdad?
En ese momento parecía desconcertado. ¿Le habría hecho en serio la invitación?, se preguntó ______.
— ¡Fantástico! —exclamó él—. ¿Qué te parece esta noche?
— ¿Esta noche? —repitió ella, aturdida.
—Sí, si estás libre. Podría pasar a recogerte a la oficina. Hay una taberna cerca del muelle en donde sirven una comida fantástica. ¿Qué dices, te gusta la idea?
—Bien... sí, eso creo.
—No pareces muy segura. Si prefieres ir a casa a cambiarte, dímelo. Te he sugerido eso porque vivo en la ciudad y ya sabes cómo está el tráfico. Además, por el momento no tengo coche.
«Ni coche ni trabajo», pensó, y su mente empezó a funcionar de nuevo.
—Mi viejo coche murió hace un par de días —continuó él, despreocupado—, y no he tenido el tiempo ni la energía pata comprar uno nuevo.
« ¿No tiene tiempo?, se preguntó _______. Sin embargo, estaba en su casa a las tres de la tarde. Lo más probable era que no tuviera dinero. La chica empezó a sentirse culpable por haber aceptado esa invitación a cenar. Aun así, una cena no debía de costar mucho, y se aseguraría de no pedir algo caro.
— ¿A qué hora quieres que pase a recogerte? —le preguntó él.
—Oh... ¿te parece bien a eso de las siete?
— ¿Siempre trabajas hasta las siete?
—Casi siempre.
—Pues ya es hora de que dejes de hacerlo. A decir verdad, creo que ya es hora de que dejes de hacer muchas cosas, _____ _____, y de que empieces a hacer otras. Estaré allí a las seis.
Cortó la comunicación y ella se quedó desconcertada.
—Me he olvidado de decirle que no soy lesbiana —se quejó en voz alta—. ¡Oh, Dios!
Cerrando los ojos se desplomó en su sillón, avergonzada, pero entonces recordó las palabras de Nick. Sabía muy bien qué era lo que se suponía debía dejar de hacer. Pero, ¿qué se suponía que debía empezar a hacer? ¿Salir con hombres? ¿O irse a la cama con ellos? Abrió los ojos y se irguió. « ¡Santo cielo! ¿En qué lío me he metido?», exclamó para sus adentros.
Capitulo 4
No obstante, sí se sentía atraída por él. Y le había dado su número de teléfono. Todo lo que debía hacer, si quería volver a verlo, era armarse de valor y marcar su número de teléfono para decirle que aceptaba. ¿Por qué por lo menos no podía disfrutar de ese placer? Sólo una velada en su compañía. Además, quería que Nick supiera que ella era heterosexual; su orgullo se lo exigía.
Cuando Estelle regresó con las flores en un florero, ______ se encontraba de pie frente a la ventana, mirando sin ver el tráfico y mordiéndose el labio.
— ¿Dónde quieres que las ponga? —le preguntó la joven.
—Encima de mi escritorio, por favor. —Son encantadoras, ¿no es cierto? —Sí —convino _____, volviéndose para mirarlas—. Son muy bellas.
-Aún no puedo creer que Nick Jonas haya estado ayer en este despacho. ¿Estaba bien? Quiero decir, no ha aparecido mucho en los periódicos desde que se lesionó la rodilla, el año pasado. Corre el rumor de que no podrá volver a jugar al fútbol.
_______ frunció el ceño cuando una duda cruzó por su mente. ¿Cambiaría eso las cosas? Había leído acerca de famosos deportistas que se daban la gran vida mientras estaban en la cima, y unos meses después de su retiro estaban arruinados.
—Sí... —mintió cautelosa, pensando en el estado de su ropa y en su desaliñado aspecto.
—Apuesto a que sí —sonrió Estelle—. Vamos, _______, reconócelo, ¿no es muy atractivo? Incluso tú debes reconocerlo.
— ¿Qué quieres decir con eso de que incluso yo? —exclamó _______, irritada.
—Oh, ya sabes. No te agradan los hombres, ¿no es cierto?
—Por supuesto que sí —se defendió _______, con desacostumbrada vehemencia—. ¿Qué es exactamente lo que tratas de decirme?
—Bueno, creía... quiero decir, algunos de los hombres que trabajan aquí... bien, no estoy segura de lo que quiero decir —gimió—. Yo no estaba segura, pero cuando todos a tu alrededor comentan ciertas cosas, empiezas a creerlas. Lo siento, ______, no soy yo quien lo dice. Son las otras secretarias y...
— ¡Sus jefes, sin duda! —Terminó bruscamente ______—. Pues bien, puedes decirles de mi parte que están muy equivocados. El hecho de que hasta ahora no me haya casado, no quiere decir que no me gusten los hombres. ¡Definitivamente me gustan! ¡Y quiero que eso quede muy claro!
— ¡________! Por favor, no te alteres. De verdad, lo siento. Oh, esto es terrible. Creo que tú eres una persona fantástica y como jefa eres excelente, y yo...
Se echó a llorar y _______ se vio obligada a olvidarse de su indignación para calmarla. Cuando al fin la dejó instalada frente a su escritorio, su cólera se había disipado. ¿Cómo podía culpar a la gente por pensar que era lesbiana? Nunca hablaba de hombres, y jamás salía con ninguno. En cuanto a su ropa... Estudió su traje de corte severo y la sencilla blusa de color crema. ¿Por qué siempre se vestía así? ¿Acaso inconscientemente trataba de ahuyentar a los hombres? Seguramente era eso. Tenía que reconocer que los hombres la atemorizaban.
En cuanto al motivo, esa era una pregunta muy compleja que "hacía tiempo había dejado de plantearse. Era inútil preocuparse por la única parte de su vida en la que era un fracaso, y le parecía mejor concentrarse en lo que hacía bien. Se sentía muy orgullosa de sus logros académicos, de su bien remunerado trabajo, de su independencia. ______ se estremeció al recordar lo que había tenido que soportar de sus compañeros de clase, debido a los problemas con sus ojos y sus dientes. Los niños eran muy crueles y se burlaban de ella sin compasión, llamándola «cuatro ojos» y «dientes de conejo». Le escondían las gafas, sin las cuales no podía ver nada, y disfrutaban humillándola; sólo al verla llorar se las devolvían. No pasó mucho tiempo antes de que se convirtiera en una niña introvertida, cuyo único consuelo eran las excelentes notas que conseguía en los exámenes. Nunca conoció el placer de ser popular o de tener novio, y ni siquiera pudo encontrar pareja para ninguno de sus bailes de graduación. Cuando le pidió a un chico que fuera su pareja, él se rió en su cara y, por supuesto, ella no se lo pidió a nadie más. Al final, buscó una excusa y no asistió a ninguna de esas celebraciones.
Su orgullo femenino estaba totalmente destruido cuando salió del instituto, así que cuando ingresó en la universidad y ningún muchacho se fijó en ella, ______ lo aceptó
como algo normal. Se volvió más retraída, disimulando su dolor y concentrándose en sus estudios. No era extraño que siempre destacara. Sin embargo, en su interior era como las demás jóvenes y ansiaba la atención masculina. Que alguien se fijara en ella.
Cuando estaba en el último curso de la universidad, a los veintidós años, todavía no había salido con nadie, y por ello fue la víctima perfecta de alguien como Trevor. Debió saber que alguien como él nunca se sentiría atraído por una joven como ella. Trevor no sólo era muy atractivo, sino además muy sociable y popular. _______ se había enamorado desesperadamente de él, desde que un día la invitó a tomar un café, a la salida de una clase, y luego la sorprendió pidiéndole una cita para el siguiente fin de semana. Durante dos días había vivido entre nubes, hasta que oyó a Trevor hablando de ella con sus amigos.
—Si queréis una mujer fácil —se había jactado—, invitad a una fea. ¡Las feas se mueren de ganas de tener una aventura! Este fin de semana he invitado a salir a ______ ____; ya sabéis quién es, es la que lleva gafas y tiene los dientes hacia fuera. Os aseguro que me acostaré con ella antes de lo que se imagina.
____ se sobresaltó al recordar esas palabras despectivas y lo que había sentido. Se quedó destrozada, y lo poco que le quedaba de su confianza como mujer se convirtió en cenizas. De alguna manera, logró salir de esa cita con cierta dignidad, pero la experiencia la hizo más retraída.
Cuando al fin empezó a trabajar, y se independizó económicamente, _________ resolvió los dos problemas físicos que habían sido la maldición de su vida: sus ojos y sus dientes. Pero para entonces, tenía veinticinco años y jamás había salido con ningún hombre. Cuando alguien la invitaba, se negaba por temor a ponerse en ridículo, a que el hombre que la invitaba se enterara de que aún era virgen, por miedo al sexo...
Su virginidad se había convertido en una carga que le impedía sostener una relación normal con un hombre. Poco a poco, había empezado a evitar esas pequeñas señales que una mujer solía enviarle a un hombre en el juego sexual, para no tener el problema de rechazar cualquier insinuación y no tomar ninguna decisión.
Dejó de usar maquillaje y perfume, siempre se recogía el cabello en un moño, y jamás se ponía joyas; su ropa era casi asexual, tanto por la línea como por el color: trajes y conjuntos negros, grises, o azul marino combinados con blusas de color crema y blancas.
El resultado fue que ningún hombre se volvía a mirarla dos veces. Vivía para su trabajo y ocupaba sus horas libres yendo al teatro, leyendo y jugando al bridge. En cierta manera era feliz, hasta el día anterior. Lo sucedido le había demostrado que debajo de su actitud de solterona había una mujer que podía responder a un hombre, igual que
cualquier otra. De pronto, su vida le parecía patéticamente vacía y solitaria. Si seguía así, ¿qué sería de ella dentro de veinte años? ¿Qué tendría? Nada. Y a nadie.
Debía cambiar ahora, debía empezar a enfrentarse a su temor a los hombres y al sexo, y debía hacerlo antes de que fuera demasiado tarde. Abrió un cajón y sacó la tarjeta que acompañaba a las rosas. Podía empezar por ahí, aceptando la invitación que le había hecho Nick. No le importaba si él lo hacía sólo por agradecimiento o si no volvía a verlo jamás. Era un comienzo.
Aspiró profundamente y tomó una decisión: llamaría a Nick y le diría que aceptaba. Pero no fue tan fácil descolgar el auricular y hacer la llamada. ______ seguía posponiendo el momento, diciéndose que lo haría después de la junta de esa mañana, cuando terminara su informe sobre la Bolsa. La lista de pretextos iba en aumento, hasta que al fin, disgustada consigo misma, descolgó el auricular y marcó el número. Cuando empezó a llamar, sintió un nudo en el estómago, pero se negó a colgar.
Nick contestó a la sexta llamada, y su voz sonó como si estuviera dormido.
-¿Nick? Soy ____... ____ ______.
— ¡_______! —el tono de placer que reflejaba su voz la sorprendió—. ¿Recibiste las rosas?
—Sí... son muy bellas. Muchas gracias.
—Ha sido un placer. Y soy yo quién está agradecido. He tenido tiempo de pensar en lo sucedido, y aún me sorprende lo que hiciste, interviniendo sin pensar en tu propia seguridad.
La risa de ______ mitigó su angustiosa tensión.
—En realidad no me lo pensé dos veces. Si lo hubiera hecho, tal vez me habría quedado en mi despacho.
—No lo habrías hecho. Eres una mujer muy valiente.
Sonrojada, _______ sujetó el auricular con ambas manos, para impedir que le temblaran.
—Nick... acerca de esa cena...
-¿Sí?
—Me... gustaría aceptar.
— ¿De verdad?
En ese momento parecía desconcertado. ¿Le habría hecho en serio la invitación?, se preguntó ______.
— ¡Fantástico! —exclamó él—. ¿Qué te parece esta noche?
— ¿Esta noche? —repitió ella, aturdida.
—Sí, si estás libre. Podría pasar a recogerte a la oficina. Hay una taberna cerca del muelle en donde sirven una comida fantástica. ¿Qué dices, te gusta la idea?
—Bien... sí, eso creo.
—No pareces muy segura. Si prefieres ir a casa a cambiarte, dímelo. Te he sugerido eso porque vivo en la ciudad y ya sabes cómo está el tráfico. Además, por el momento no tengo coche.
«Ni coche ni trabajo», pensó, y su mente empezó a funcionar de nuevo.
—Mi viejo coche murió hace un par de días —continuó él, despreocupado—, y no he tenido el tiempo ni la energía pata comprar uno nuevo.
« ¿No tiene tiempo?, se preguntó _______. Sin embargo, estaba en su casa a las tres de la tarde. Lo más probable era que no tuviera dinero. La chica empezó a sentirse culpable por haber aceptado esa invitación a cenar. Aun así, una cena no debía de costar mucho, y se aseguraría de no pedir algo caro.
— ¿A qué hora quieres que pase a recogerte? —le preguntó él.
—Oh... ¿te parece bien a eso de las siete?
— ¿Siempre trabajas hasta las siete?
—Casi siempre.
—Pues ya es hora de que dejes de hacerlo. A decir verdad, creo que ya es hora de que dejes de hacer muchas cosas, _____ _____, y de que empieces a hacer otras. Estaré allí a las seis.
Cortó la comunicación y ella se quedó desconcertada.
—Me he olvidado de decirle que no soy lesbiana —se quejó en voz alta—. ¡Oh, Dios!
Cerrando los ojos se desplomó en su sillón, avergonzada, pero entonces recordó las palabras de Nick. Sabía muy bien qué era lo que se suponía debía dejar de hacer. Pero, ¿qué se suponía que debía empezar a hacer? ¿Salir con hombres? ¿O irse a la cama con ellos? Abrió los ojos y se irguió. « ¡Santo cielo! ¿En qué lío me he metido?», exclamó para sus adentros.
WhoIam13
Re: Pasión en Venta (Nick y Tu) Adaptación
Ohhh Me encanto ^^
No estaria mal lago con Nick :fiu: , solo digo xd
Siguela, esta muy buena :)
No estaria mal lago con Nick :fiu: , solo digo xd
Siguela, esta muy buena :)
JB.Forever
Re: Pasión en Venta (Nick y Tu) Adaptación
Nick por favor haz que me vista como dios manda por que solo pensarlo me duele en el almaaa! jajaja SOY GUAPA, NO FEAAAA jajaja
SIGUE LA NOVELA POR FAVOOOOOOOOOOR
SIGUE LA NOVELA POR FAVOOOOOOOOOOR
TeamJonas2
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