Conectarse
Últimos temas
miembros del staff
Beta readers
|
|
|
|
Equipo de Baneo
|
|
Equipo de Ayuda
|
|
Equipo de Limpieza
|
|
|
|
Equipo de Eventos
|
|
|
Equipo de Tutoriales
|
|
Equipo de Diseño
|
|
créditos.
Skin hecho por Hardrock de Captain Knows Best. Personalización del skin por Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
JOSEPH - JOE Y _____
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
Página 51 de 71. • Comparte
Página 51 de 71. • 1 ... 27 ... 50, 51, 52 ... 61 ... 71
Re: JOSEPH - JOE Y _____
Holaaaa!!!! Hace mucho no comentaba. Sorry me perdi la gran maraton que hiciste y por la universidad no podia avanzar :c
Anyway...me encanta. Joseph es malo...arruino el trabajo de su vida
Anyway...me encanta. Joseph es malo...arruino el trabajo de su vida
CoteDreamer
Re: JOSEPH - JOE Y _____
Ahhh hace muchos que no comentaba!!
Es que había estado ocupada!!
Pero ya me puse al corriente!
Y no puedo creer todo lo que pasó!!
Rysa y su hijo murieron!! No sabes como llore por eso!!
Me gusto que la mama matara a todos los que le hicieron daño a Joseph!!
Aunque aún faltan unos cuantos para que paguen!!
Entre ellos Artemisa y Apolo!!
Y su hermanastras!! Malditas brujas!!
Y se ha portado mal con la rayiz!!
Síguela!! Quiero muchos capítulos!
Es que había estado ocupada!!
Pero ya me puse al corriente!
Y no puedo creer todo lo que pasó!!
Rysa y su hijo murieron!! No sabes como llore por eso!!
Me gusto que la mama matara a todos los que le hicieron daño a Joseph!!
Aunque aún faltan unos cuantos para que paguen!!
Entre ellos Artemisa y Apolo!!
Y su hermanastras!! Malditas brujas!!
Y se ha portado mal con la rayiz!!
Síguela!! Quiero muchos capítulos!
aranzhitha
Re: JOSEPH - JOE Y _____
CAPÍTULO DOS
La dignidad de _______ todavía estaba tambaleándose dos días después mientras tocaba la puerta de la oficina del doctor Julian Alexander. Era supuestamente el principal experto en el mundo sobre la antigua Grecia. Le habían dicho que si alguien en el mundo podía leer su diario, él era el hombre.
Estaba rezando que así fuera.
Una profunda voz masculina le dijo que entrara.
Empujó la puerta y encontró a un hombre excepcionalmente guapo a comienzos de sus treinta sentado detrás de un desgastado escritorio de madera. Tenía el pelo corto rubio y unos hermosos ojos azules que parecían brillar en la débil luz. Su oficina estaba atestada de artefactos griegos antiguos, incluyendo una espada de la edad de bronce colgada en la pared detrás de él. Libreros cubrían las paredes y estaban llenos de más artefactos y libros de texto.
Hombre, ella podría fácilmente llamar a este lugar hogar y estaba agradecida de estar con un espíritu afín. Aunque no lo conocía, ya le gustaba.
—¿Doctor Alexander?
Alzando la vista, le frunció el ceño mientras cerraba la agenda de cuero.
—Usted no es una de mis estudiantes. ¿Está pensando en tomar una de mis clases?
Ella odiaba lo joven que se veía a veces, no es que fuera más vieja que el promedio de estudiantes, pero aún así... había tenido un tiempo muy desagradable con su credibilidad que no necesitaba ese golpe también.
—No, soy la doctora Kafieri. Hablamos por teléfono.
Él se levantó inmediatamente y le ofreció la mano.
—Siento la confusión, —dijo amablemente mientras se saludaban—. Estoy realmente encantado de conocerte finalmente. He escuchado un montón de...
—Diferentes opiniones estoy segura.
Se rió muy naturalmente.
—Bueno, ya sabes cómo son nuestros círculos.
—No lo suficientemente amplios la mayoría de los días.
Se rió nuevamente.
—Es verdad. ¿Tienes el libro contigo?
Ella colocó su maletín sobre la pequeña silla frente a su escritorio y lo abrió. Había envuelto delicadamente el libro sobre papel libre de ácido para proteger su delicada condición.
—Es extremadamente frágil.
—Voy a ser cuidadoso.
Vio como lo desenvolvía y fruncía el ceño.
—¿Pasa algo malo?
—No —dijo con una nota de sobrecogida reverencia en la voz—. Es simplemente increíble. Nunca he visto un libro encuadernado así de antiguo.
Por la cara juraría que también le trajo algún tipo de recuerdos dolorosos.
—¿Puedes leerlo?
Abrió la cubierta cuidadosamente antes de estudiar las frágiles páginas.
—Parece griego.
—Sí, pero ¿puedes leerlo? —le repitió, con la esperanza de que pudiera reconocer al menos una parte de ello.
La miró y suspiró.
—¿Honestamente? Puedo descifrar algunas de las palabras por las raíces de significados básicos, pero este dialecto es algo que nunca he visto antes. Definitivamente es anterior a mi área de especialización... Probablemente de varios cientos de años o más.
Quería maldecir por la frustración. Estaba tan cansada de oír eso.
—¿Sabes de alguien que podría ser capaz de traducir esto?
—Sí, a decir verdad, si sé de alguien.
Llevó todo un minuto que la inesperada respuesta filtrase en ella. ¿Ni siquiera lo esperaba?
—¿En serio?
Él asintió.
—Él es el historiador al que siempre recurro cada vez que necesito información. No hay nadie en el universo que sepa más acerca de las civilizaciones antiguas que él. De hecho, sabe tanto acerca de ellas que parece que hubiera vivido en ellas.
Esto era incluso mejor de lo que ella había esperado.
—¿Dónde enseña?
Julian cerró el libro y lo envolvió nuevamente.
—Irónicamente, no lo hace. Pero tienes suerte, está aquí en la ciudad por un par de semanas ayudando con el Proyecto Nuevo Hogar y Hábitat para la Humanidad.
Su corazón estaba corriendo ante la perspectiva de tener a alguien que corrobore que el libro era tan antiguo como la Atlántida, que verificara que era de naturaleza Atlante...
Sería un sueño hecho realidad si pudiera leer algo del diario.
—¿Hay alguna posibilidad de que podamos reunirnos con él? —le preguntó sin aliento.
—Espera un segundo y déjame ver. —Sacó un teléfono celular del bolsillo y marcó.
_______ se mordió la uña del pulgar y rogó en silencio hablar con el hombre tenía la llave para descifrar su libro. Daría cualquier cosa por conocerlo...
Julian le sonrió.
—Hola Joseph, es Julian Alexander. ¿Cómo te va?
Ella podía oír ligeramente la voz al otro lado del teléfono.
Julian rió de algo que el hombre dijo.
—Te lo dejo a ti... mira la razón por la que te llamo es porque tengo a una colega en mi oficina que tiene algo que necesitamos que le eches vistazo, yo personalmente nunca había visto nada igual, y creo que desde un histórico punto de vista tú también estarías muy interesado en él. ¿Hay alguna posibilidad de que podríamos pasar a verte? —Sacudió la cabeza—. Sí, es realmente mierda vieja, bonita frase por cierto, —se detuvo a escuchar. — Sí, está bien.
Julian la miró.
—¿Puedes ir a verlo ahora mismo?
—Por supuesto. —Caminaría sobre cristales rotos para conocer al hombre.
Regresó a la llamada.
—Sí puede ir. Nos vemos al rato, —colgó y sonrió—. Está un poquito ocupado ahora, pero estará más que feliz de echarle un vistazo.
—¡Oh benditos sean los dos!
Julian le devolvió el libro.
—¿Puedes acompañarme?
—Claro. ¿Hacia dónde vamos?
Él recogió la chaqueta del respaldo de la silla y se la puso.
—Joseph está haciendo voluntariado en Hábitat para la Humanidad. Está en la explanada de una azotea.
_______ frunció el ceño a la imagen de un clásico y robusto profesor en la parte superior de un tejado.
—Por lo tanto, ¿su nombre es Joseph...?
—Parthenopaeus.
Ella rió.
—¡Santo cielo! nunca pensé que había alguien más griego que yo. —Con un nombre como ese, tenía que ser viejo. Ningún padre moderno sería tan cruel.
Con un extraño brillo en los ojos, Julian sonrió.
—Sí, él es sorprendente cuando se trata de hechos históricos. Como dije, conoce la antigua Grecia mejor que nadie que he conocido o escuchado. —La llevó fuera de la oficina.
—¿Cuánto tiempo la ha venido estudiando? —le preguntó mientras aseguraba la puerta de la oficina.
—Desde el momento en que nació.
Ella acunó el maletín en su pecho.
—Pobrecito, suena como yo. Juro que mi padre me estaba leyendo la Ilíada el instante en que fui concebida.
Riéndose, Julian la llevó al aparcamiento. Ella se metió en su blanco Mustang GT y siguió a su negra Range Rover a lo largo de la Explanada. Aun había un montón de hogares en Nueva Orleáns que no han sido reconstruidos del Katrina. Le hizo sentir bien el saber que el amigo de Julian era tan amable de ayudar con la reconstrucción. Decía mucho del hombre, sobre todo teniendo en cuenta lo viejo que debía ser.
Aparcó en la calle detrás de Julian y agarró el maletín. A medida que se acercaban a la casa con el equipo de voluntarios, trató de descifrar quién era este increíble historiador que el principal experto mundial lo consultaba.
Había un guapo hombre mayor que le entregaba un pedazo de madera a un hombre más joven. Él lucía como un historiador.
Julian se dirigió hacia él.
—Hey, Karl, ¿podrías decirle a Joe que estoy aquí para verlo?
—Claro. —Se alejó de ellos y dobló en una esquina, quedando fuera de vista.
Julian estiró la mano por el libro. _______ lo sacó y se lo dio.
Ella escudriñó el área y miró el techo donde cinco personas estaban sentadas. Dos eran mujeres y había tres hombres jóvenes. Pero fue uno de ellos el que capturó su atención. Usando una camiseta negra, tenía el mejor par de brazos que alguna vez había visto. Bronceados y hermosos, cada músculo era perfilado a la perfección... y no sólo eran sus brazos. El sudor de su martilleo hizo que la camisa se aferrara a una musculosa espalda que había sido hecha para lamerla.
Llevaba una capucha negra al revés y aún desde donde estaba podía ver los negros auriculares que llevaban a un iPod en el bolsillo trasero de sus rasgados jeans. El pie izquierdo mantenía el ritmo mientras trabajaba.
Tomó aliento bruscamente ante la visión que él ofrecía. Madre mía, si ese hombre tenía una cara remotamente hermosa, sería un dios entre los hombres.
Su teléfono empezó a sonar. Distraída, _______ vio que su amiga Kim la llamaba. Le cortó y volvió a mirar al techo.
Demonios, el señor caliente ya se había ido. Estaba bien... no tenía tiempo para hombres de todas maneras y un chico como él nunca se fijaría en una mujer como ella. Busco nuevamente al hombre que había ido a encontrar.
Vio que el que había ido por Joseph, se dirigió hacia el otro lado de la casa sin decir una palabra. Un par de personas vinieron por la esquina y luego vio al chico de la azotea...
¡Santos dioses del Olimpo! Era increíblemente alto, delgado y musculoso. Su camiseta se aferraba a ese cuerpo perfecto y casi no llegaba a la cintura de sus pantalones. En lugar de ello, exponía un delicioso vistazo de un duro y bronceado estómago que parecía una tablilla de lavar. Sus jeans colgaban bajos en sus estrechas caderas, tan bajos que le hacían preguntarse si traía ropa interior. Usaba un par de gafas de sol oscuras y estaba mascando chicle de la manera más sexy que jamás había visto. Sudoroso y hermoso, se estiró para retirar la gorra... y expuso una melena de pelo negro carbón con una mecha roja en la parte delantera.
No… seguramente éste no era...
Por supuesto que lo era. Reconocería ese meticuloso y sexual caminar en cualquier lugar.
Lentamente se retiró los auriculares mientras se les acercaba.
—Hey, Julian.
Y cuando la miró, ella quiso gritar.
—¡Madito Idiota! —le gruñó, conmocionada por el hecho de que ese tipo de lenguaje abandonara realmente sus labios frente al doctor Alexander. Raras veces utilizaba ese tipo de palabras, pero claro nunca había odiado a nadie tanto como odiaba a este chico.
Miró a Julian.
—¿Vienes a él por asesoramiento? Sólo tiene, ¿cuantos? ¿Cinco años? Juro que tengo suéteres de su edad. —giró airadamente para regresar a su automóvil.
—¿No querías que viera algo? —tanteó el hombre con un toque de risa en la voz.
Esas palabras la pusieron en el reino de los cabreados de una manera que no había conocido nunca antes. Cruda e inmitigable furia la cegaron y antes de que supiera lo que estaba haciendo, sacó un martillo de la caja de herramientas de al lado y se lo arrojó en la cabeza.
Por desgracia, se agachó. . . y luego se rió. ¡Se rió!
Incapaz de soportar sus burlas, se apresuró hacia el automóvil, con la esperanza de que no sintiera la urgencia de atropellarlos a ambos.
Julian miró detenidamente a Joe.
—¡Demonios, Atlante! ¿Qué le hiciste?
—Aparentemente he hecho una nueva amiga.
Riendo nerviosamente, Julian sacudió la cabeza.
—Hice un amigo como ese una vez. El bastardo casi me destripó.
—Sí. —Joe sintió una ola de culpabilidad al saber que la había herido tanto. Pero no era nada comparado con lo que se le haría si ella tenía éxito en la búsqueda—. Supongo que voy a volver a mi tejado.
Julian inclinó la cabeza hacia la calle.
—Tengo que ir y encontrarla de modo que pueda devolvérselo.
Joe se quedó frío mientras vio el pequeño paquete en la mano de Julian.
—¿Devolverle qué?
—Es un diario que encontró en una excavación en Grecia.
—¿Puedo verlo?
—Claro. — Julian lo desenvolvió y se lo entregó.
La mano de Joe tembló mientras se obligaba a no dejarse traicionar por las emociones. Pero en su interior... en su interior estaba ciego de dolor. Abrió la tapa y vio la escritura que conocía tan bien.
Hoy es el decimoctavo aniversario de mi nacimiento. Padre me despertó con un nuevo collar y Madre y yo pasamos la mañana en nuestro jardín. Padre siempre fue lo suficientemente amable de dejarla visitarme para el aniversario de mi nacimiento.
Joe apretó los dientes mientras se imaginaba el jardín que Ryssa había mantenido tan meticulosamente cuidado. Nunca había sabido que lo compartía con su madre.
—¿Puedes leerlo, no es así?
Joe asintió.
—Es un antiguo dialecto. Provincial.
—Bueno, yo diría que la haría feliz saber eso, pero después de su reacción hacia ti, no estoy tan seguro.
Ni tampoco él. Por otra parte, merecía su ira.
—¿Te importa si me quedo con esto?
Dudó.
—No es realmente mío. Sin embargo, confío en que harás lo correcto con él.
—Créeme, lo haré.
Julian inclinó la cabeza, luego giró para marcharse.
Joe se quedó allí, sosteniendo el diario de su hermana. No podía creer que se hubiera conservado tan bien. Había estado enterrado bajo el mar desde el día en que él había hundido Didymos. Pero, a diferencia de su madre, se había asegurado de que todas las personas vivas se hubieran ido antes de haberla borrado.
Ahora tenía un pedazo de su pasado que regresó como un inquietante fantasma. La cuestión era ¿qué iba a hacer con él?
—¿Puedes leerlo, no es así?
Joe asintió.
—Es un antiguo dialecto. Provincial.
—Bueno, yo diría que la haría feliz saber eso, pero después de su reacción hacia ti, no estoy tan seguro.
Ni tampoco él. Por otra parte, merecía su ira.
—¿Te importa si me quedo con esto?
Dudó.
—No es realmente mío. Sin embargo, confío en que harás lo correcto con él.
—Créeme, lo haré.
Julian inclinó la cabeza, luego giró para marcharse.
Joe se quedó allí, sosteniendo el diario de su hermana. No podía creer que se hubiera conservado tan bien. Había estado enterrado bajo el mar desde el día en que él había hundido Didymos. Pero, a diferencia de su madre, se había asegurado de que todas las personas vivas se hubieran ido antes de haberla borrado.
Ahora tenía un pedazo de su pasado que regresó como un inquietante fantasma. La cuestión era ¿qué iba a hacer con él?
issadanger
Re: JOSEPH - JOE Y _____
CAPÍTULO TRES
Tres días más tarde cuando atravesaba caminando el campus hacia su despacho, ______ estaba lo bastante encolerizada como para escupir clavos de hierro. Qué atrevimiento por parte del doctor Alexander, darle su diario a ese... ese...
Un día ella iba a pensar en una palabra que describiría adecuadamente la particular especie de rastrero, del arroyo, repugnante, … infame, de Joseph.
—¿Doctora Kafieri?
Se dio la vuelta para ver a Kyle Peltier, uno de sus estudiantes, corriendo hacia ella. Era el típico estudiante de penúltimo año, con el pelo rubio y una cara dulce. Acababa de trasladarse de otra facultad este semestre y era uno de sus mejores alumnos.
—¿Sí?
—Un amigo mío me pidió que le diera esto. —Él la ofreció una caja envuelta en papel de embalar.
Ella contempló el inesperado regalo.
—No entiendo.
—Yo tampoco, pero cuando él pide un favor, haces el favor sin preguntar por qué.
_______ frunció el ceño ante sus crípticas palabras mientras cogía la caja. De inmediato Kyle se fue corriendo antes de que ella pudiera preguntarle algo más.
—Bien eso fue interesante. —La caja era pesada. La sacudió, pero no podía imaginarse que era lo que podría contener.
Con su suerte actual, una bomba.
Apartando el pensamiento, se dirigió hacia su pequeño despacho, agarró una taza de café y luego empezó a abrirla, lo cual era más fácil decir que hacer. Parecía que el obsequiante la había sellado herméticamente precintándola con cinta adhesiva.
—¡Odio cuándo la gente hace esto!
Finalmente, después de no menos de cinco minutos, fue capaz de separar la tapa de la caja y liberarla de un tirón. Al abrirla, se quedó helada. Esta contenía un martillo, un manojo de hojas de olivo, una nota atada a una solitaria rosa roja, y una bolsa de cuero del mismo tamaño que un pequeño libro. Con el corazón palpitando, levantó la bolsa de cuero marrón y la abrió para encontrar su diario.
Una sonrisa curvó sus labios. Así que el pequeño monstruo había hecho lo que debía. Entonces fue capaz de reírse por lo del martillo y «las ramas» de olivo que él había puesto dentro. Sacó su nota y la abrió para encontrar una hermosa letra masculina.
No soy realmente el idiota que piensas que soy. El diario es de una mujer joven en una aislada parte de Grecia y documenta su vida durante aproximadamente dieciocho meses. Es una lectura más o menos aburrida, pero si quieres más detalles, llámame. 555-602-1938.
Eirini,
Joe
Eirini, paz en griego. _______ sacudió la cabeza. No el idiota, pensó, sí de acuerdo. Pero era una especie de gesto dulce y le había devuelto su diario.
Con una rosa.
Sosteniéndola en alto, inhaló la dulce fragancia y sopesó si quería o no poner los ojos de nuevo en el troll.
Con los brazos cruzados sobre el pecho, Urian miró ceñudo a Joe, mientras Joe se sentaba en su trono en Katoteros y tocaba la guitarra. Casi tan alto como Joe, Urian tenía el pelo largo de color rubio platino y lo llevaba recogido en una coleta. Antiguo Daimon, Urian había sido salvado por Joe después de que el padre de Urian le cortara brutalmente la garganta. Y al igual que su padre, Urian tenía una personalidad sumamente mordaz de la cual estaba más que orgulloso.
Sin ningún deseo de tratar con el inestable mal humor de Urian o justificarse a sí mismo, Joe ignoró al hombre mientras continuaba cantando «Push» de los Matchbox Twenty en voz baja.
Simi estaba acostada boca abajo, viendo la QVC mientras devoraba un cubo de palomitas de maíz con sabor a barbacoa. Estaba vestida con medias negras y una falda de tela escocesa corta con una camisa de corte campesino rosa y negra y un corsé.
Urian se desplazó hacia donde estaba Alexion manteniendo las distancias desde un lado, también mirando fijamente a Joe, como si Joe fuera un experimento científico que hubiera salido seriamente mal. Durante miles de años, Alexion había sido la única persona que Joe permitió en su casa aparte de Simi. Por supuesto esto fue por la profundidad de la culpa, ya que Alexion había sido Ias, uno de los primeros Dark-Hunters que creó Artemisa. Joe había logrado devolverlo a una casi fantasmal existencia usando su sangre para impedir que Ias fuese una Sombra.
Muy mal Savitar por no haberle explicado aquellos poderes a Joe antes. Esto le hubiera ahorrado tanto a Ias como a él un montón de sufrimiento. Pero al menos Ias no estaba en constante dolor y miseria.
—¿Qué le pasa al jefe? —le preguntó Urian.
Alexion se encogió de hombros.
—No lo sé. Anoche llegó con un libro, se fue a su cuarto a leerlo, supongo, y luego salió de aquí esta mañana y ha estado tocando... esas canciones desde entonces.
Esas canciones eran baladas, las cuales Joseph nunca tocaba. Godsmak, Sex Pistols, TSOL, Judas Priest, pero no...
—¿Eso es... —Urian se encogió físicamente antes de escupir el nombre— Julio Iglesias?
—Enrique.
Urian puso cara de espanto.
—Ni siquiera sabía que él conocía alguna mierda melosa. Queridos dioses... ¿está enfermo?
—No lo sé. En nueve mil años, nunca lo he visto de esta manera antes.
Urian se estremeció.
—Comienzo a estar asustado. Esto tiene que ser una señal del Apocalipsis. Si empieza con Air Supply, digo que nos acerquemos sigilosamente a él, lo llevamos a rastras a fuera y le sacamos a golpes la mierda.
—Te lo permitiré y que los demonios lo hagan. Personalmente me gusta demasiado mi estado semivivo como para ponerlo en peligro.
Joe levantó la vista y los traspasó a ambos con una malévola mirada encendida.
—¿Vosotras dos chicas no tenéis nada mejor que hacer como quitaros las pelusas de los dedos de los pies?
Urian sonrió abiertamente.
—La verdad es que no.
Joe gruñó por lo bajo una advertencia, pero antes de que realmente pudiera amenazarlos, su teléfono sonó. Reclinando la cabeza hacia atrás, suspiró frustrado. El maldito teléfono siempre se disparaba. Esta vez mejor que no fuera Artemisa para echar un polvo con él o iría por ella y…
Sus pensamientos se dispersaron cuando vio un prefijo local de Nueva Orleáns. No reconoció el número y no registró un nombre. Qué extraño. Con un movimiento seco abrió la tapa y contestó.
—¿Está Joe?
—¿_______?
La garganta de _______ se quedó seca ante el modo en que él dijo su nombre. Puesto que ella era griega, nunca había pensado realmente que el griego fuera una lengua bonita, pero cuando él lo hablaba...
Apenas podía formar un pensamiento coherente.
—Um, _______. Llámame _______.
—Ah, no lo sabía. ¿Puedo hacer algo por ti?
Sí cariño, desnúdate y...
Ella sacudió la cabeza. Nunca tenía pensamientos como estos y no sabía por qué los tenía ahora, cuando tenía asuntos que discutir con alguien a quien detestaba absolutamente.
—Ah, sí, yo me preguntaba sobre el diario. ¿Hay alguna posibilidad de que pudieras reunirte conmigo más tarde y contarme más sobre él?
—¿A qué hora?
Agradecida de que no la colgara después de que ella le había tirado un martillo, sonrió.
—Estaré en casa en aproximadamente una hora.
—Allí estaré. —Él colgó.
No fue hasta que ______ colgó el teléfono que se dio cuenta de algo. No le había dicho donde vivía.
—Oh Dios mío, él es un acosador.
Su teléfono sonó.
Ella lo contestó para encontrar a Joe allí con aquella hipnótica voz profunda:
—Sólo es que me di cuenta de que no tengo tu dirección.
Riéndose, ella movió la cabeza ante su imaginación hiperactiva.
—No soy difícil de encontrar. Estoy en el 982 de St. Anne bajando por el Quarter.
—Nos veremos más tarde, pues.
La arcaica manera en que él lo dijo, hizo que un temblor recorriera descendiendo su columna. Al colgar el teléfono, no pudo menos que sonreír y ni siquiera sabía por qué.
Él es un gilipollas. Un completo y total imbécil.
Que le había enviado una rosa y que parecía saber leer una lengua que nadie más podía. Una lengua que ella desesperadamente necesitaba entender. Esto era trabajo. No era una cita. Podría soportar su insistente arrogancia el tiempo suficiente para conseguir lo que necesitaba y luego ella iba a tirarlo de culo.
Joe vaciló mientras se teletrasportaba unas cuantas casas más abajo de la de _____. Como la dueña, ésta combinaba con el resto de las casas de la calle. Realmente no tenía nada destacable, a pesar de eso era sencillamente hermosa. Pintada de un rosa muy pálido, y decorada con un blanco envejecido, era una vuelta al siglo de las típicas shotgun rowhouse de Nueva Orleáns. Las persianas estaban herméticamente cerradas y cuando intentó mirar al interior para encontrarla, no vio nada.
Nada.
Probablemente deberías salir corriendo.
Pero, ¿por qué? Todo lo que esto significaba era que serían amigos de alguna clase. Esta no era la primera vez que le sucedía.
Chorradas. Aun cuando estabas destinado a tener amistad con alguien captaste breves visiones de ellos.
Con ella no había nada...
Esto realmente lo asustaba y aún así se encontró acercándose a la puerta y llamando.
Escuchó lo que sonó como a algo tropezándose dentro, seguido de un murmullo bajo:
—¡Miérda!
Él se aguantó una sonrisa ante la obvia tribulación de ella. Hubo más revoltijo antes de que abriera la puerta.
Su cabello castaño hoy caía suelto. Grueso, brillante y ondulado, aquel pelo incitaba a ser tocado... no, incitaba a un hombre a sepultar la cara en él e inhalar en ella. ¿Cómo podía haber pensado alguna vez que era corriente? No le extraña, ella lo había llevado recogido la otra noche. Por no mencionar, que esto hacía que pareciera mucho más joven que cuando lo llevaba suelto en torno a la cara. Sus mejillas estaban ruborizadas, lo que hacía que sus agudos e inteligentes ojos resplandecieran.
Y aquellos labios...
Carnosos y llenos, fueron hechos para una noche llena de besos.
Pero la mejor parte eran sus gafas que estaban siempre ligerísimamente torcidas. Como si ella lo percibiera, las enderezó y se apartó de los ojos un mechón de pelo descolocado.
—Lo siento. Tengo dificultades técnicas para atravesar una habitación sin chocar con algo. Gracias a Dios mi torpeza está sólo limitada a la tierra. Probablemente me mataría buceando si fuera así de penosa bajo el agua.
—No hay problema. —Joe se agachó para esquivar el dintel de la puerta al entrar.
Los ojos de ______ se abrieron de par en par cuando lo observó entrar en la sala de estar. A pesar de que sabía que su casa no era grande, su presencia en ella parecía encogerla reduciéndola a la nada. Él literalmente llenaba el cuarto con su dominante presencia.
—Eres extravagantemente alto, ¿verdad?
Él arqueó una ceja negra por encima del borde de aquellas gafas de sol que parecían estar permanentemente pegadas a su cabeza.
—Para ser una mujer que quiere mi ayuda estás siempre dispuesta a insultarme. ¿Acaso yo debería hacer que esto resultara tan indoloro como fuera posible y marcharme ahora antes de que el idiota comience a agonizar dolorosamente aguijoneado por tus cosas una vez más?
Ella cerró la puerta.
—Te diría que siento todo esto, pero tienes que admitir que eras un estúpido. ¿Qué harías si alguien te hubiera hecho esto a ti?
Joe no contestó. Eso dependía de si hubiera sido antes o después de que su divinidad hubiera sido desbloqueada. Antes de que él la hubiera recibido. Ahora... oh ellos lo lamentarían por toda la eternidad.
Él exploró la pequeña casa que estaba atestada con objetos antiguos de Grecia y Roma, así como toneladas de fotos enmarcadas de sus ruinas. Entonces vio el pequeño cubo de basura con el que ella había tropezado. El contenido estaba todavía en mitad del suelo. Ella era un desastre andante lo que él encontró curiosamente encantador.
—Interesante lugar tienes aquí.
—Sí, adoro las cosas viejas.
Una onda de diversión le atravesó cuando él consideró su propia edad.
—¿Cómo de viejo?
—Ah, cuanto más viejo mejor. Tú nunca podrás ser lo bastante viejo en lo que a mi concierne.
Entonces ella debería adorar el suelo que él pisaba.
—¿Puedo ofrecerte algo de beber? —preguntó ella, empujando hacia arriba las gafas por su nariz.
issadanger
Re: JOSEPH - JOE Y _____
CAPITULO TRES PARTE DOS
—¿Tienes una cerveza?
Ella frunció el ceño.
—¿No es un poco temprano para eso?
—¿Vino?
Poniendo los ojos en blanco, ella hizo un sonido de supremo disgusto.
—Te juro que eres igual que un chico de una fraternidad. ¿Eres lo suficientemente mayor para beber?
El insulto lo divirtió.
—Sí. Confía en mí, soy mucho más mayor de lo que parezco.
—Ya he oído eso antes. Te pediría el carné de identidad, pero probablemente sea una falsificación.
A decir verdad lo era, pero sólo porque nadie creería jamás su verdadera fecha de nacimiento y si lo hicieran, tratarían de encerrarlo en una jaula para estudiar su longevidad.
—¿No te apetece alguna otra cosa? ¿Té? ¿Café?
Joe negó con la cabeza.
—Estoy bien, de verdad. No quiero más insultos. Me gustaría experimentar tres minutos enteros en tu presencia antes de que te lances sobre mí otra vez... y realmente deberíamos asegurarnos de que el instrumental está guardado bajo llave. —Se retiró la manga de su chaqueta para mirar su reloj—. Déjame poner en marcha el cronómetro...
Ella abrió la boca para responder, pero él alzó la mano.
—Espera. Nos quedan dos minutos y cincuenta y cinco segundos.
—No soy tan mala.
—Síp... no estás dentro de mis zapatos.
Ella bajó la mirada a sus enormes pies que tenían que ser de una talla cuarenta y siete o cuarenta y ocho, si es que se hacían tales cosas.
—Y a juzgar por el enorme tamaño, no creo que haya muchas personas que puedan.
Él chasqueó la lengua.
—Casi lo logramos a treinta segundos sin un insulto. Creo que precisamente batimos un nuevo record.
Ella odiaba el hecho de que fuera realmente encantador. Peor, estaba cautivándola.
—Bien, me comportaré. Si no te importa seguirme, la cocina está en la parte de atrás.
Joe se ajustó la mochila sobre el hombro antes de seguirla por la casa. Cuando se acercaron a la cocina se detuvo ante uno de los cuadros en la pared. Se trataba de una foto familiar con ______ de pie mirando al frente y en el centro, pero había tres personas en ella que él conocía íntimamente.
Geary, Arikos y Theodoros Kafieri.
No le extrañaba que no pudiera ver sus pensamientos o futuro.
—¿Es esta tu familia?
Ella echó un vistazo atrás.
—Sí. Mi papou es el que está junto a mí.
Theo. Joe sonrió ante su viejo amigo. Theo tan sólo tenía siete años cuando fue cegado durante la Segunda Guerra Mundial en un ataque contra su pueblo que había aniquilado a toda su familia. Joe fue quién había traído al niño a América donde pudiera comenzar una nueva vida y estar seguro. Había estado cuidando de Theo desde entonces.
Entonces no era que ______ tuviera algo que ver con él, era el hecho de que estaba ligada a Theo y a Arik el cual estaba casado con Geary. Arik había sido una vez un dios griego del sueño. Aquellas conexiones con ______ explicaban mucho.
Joe se relajó inmediatamente.
—Se ve que tienes una gran familia.
Ella sonrió.
—La típica griega. Hay un millón de parientes, pero por otro lado con un nombre como Joseph, estoy segura de que sabes de qué va esto. —Ella irguió su cabeza como si recordara algo—. ¿Sabes qué? mi abuelo tiene un amigo muy querido que se llama Jospeh.
—¿De verdad?
—Sí, Se conocieron en Grecia y vinieron a América juntos. Pero eso fue hace mucho tiempo. —Ella volvió a la cocina y abrió un cajón que contenía pequeños paquetes marrones de café y té. Sacando uno, puso en marcha su cafetera Flavia, luego señaló la mesa de la cocina donde tenía un montón de libros, mapas y notas desordenadas.
Joe se dirigió hacia ello y se quedó impresionado. Ella era una mujer muy ocupada.
—Pilla una silla —dijo ella, sacando su taza antes de abrir la puerta de la nevera.
Joe abrió los ojos pasmado ante la visión de un frigorífico sumamente organizado. Las baldas estaban llenas con envases de plástico de color claro apilados ordenadamente que tenían etiquetas blancas con sus contenidos cuidadosamente catalogados.
—Te has hecho con bastantes Rubbermaid aquí ¿eh?
—Tengo un pequeño problema con el Trastorno-Obsesivo-Compulsivo. Ni caso. —Ella agarró un contenedor de la sección B. Seriamente.
—Esto está realmente más allá de un ligero TOC. Tienes un problema serio, ¿no es así?
—Cállate, siéntate y lee.
A excepción de su demonio Simi, nadie desde su renacimiento como dios había sido tan desdeñoso nunca con él.
—¿Por favor?
—¿Necesitas alguna cosa?
Él alzó una ceja.
—Se cortés conmigo, Señora. Soy dueña del Mundo, Ahora Haz Lo que Te Digo patético Plebeyo.
Ella se burló de él.
—No me pegas como la clase de tipo que recibe órdenes de todos modos.
—Sí, pero un simple por favor llega lejos. Soy yo el que está haciendo el favor aquí.
Ella puso su envase de baklava en la mesa.
—Muy bien. Por favor siéntate, cállate y lee.
Joe levantó las manos en un acto de rendición. Francamente debería estar horrorizado por su trato hacia él y aún así estaba extrañamente divertido por ella. Encogiéndose de hombros se quitó la mochila, se sentó y se acercó el diario de Ryssa.
—¿Qué quieres saber?
—Tú afirmas que puedes leerlo. Léelo.
Joe bebió a sorbos su café mientras lo miraba y notó que sus largas piernas apenas cabían debajo de la mesa.
Él lo abrió por una página cualquiera y luego comenzó a hablar en lo que tuvo que ser la pronunciación más hermosa y fluida del griego antiguo que ella había oído alguna vez. Ella sólo podría reconocer palabras al azar, pero la facilidad con la cual él leía y las inflexiones de su voz la llevaron a creer que él realmente podría estar diciendo la verdad sobre que era conocedor de las palabras.
—¿Podrías intentarlo en inglés?
Él ni siquiera hizo una pausa.
—Hoy está lloviendo. No sé por qué el sonido de esto me molesta tanto, pero siempre lo hace. Antes de que comenzara la tormenta, fui a ver a Nick al atrio cubierto. Él estaba con Padre como de costumbre y los dos practicaban tácticas de guerra. Hasta las once, Nick se muestra como una gran promesa para ser un líder y el guerrero de gran renombre. No podía estar más orgullosa de mi hermano. Su cabello rubio se le ha puesto claro este verano ya que ha pasado tanto tiempo al aire libre. Traté de llegar a él…
—Para —interrumpió ella—. Realmente estás traduciendo esto, ¿verdad?
A él pareció dejarle perplejo su pregunta.
—¿No es eso lo que querías?
_______ ni siquiera supo que responder a su pregunta. Sí, esto era lo que había querido más que nada. Pero nadie conocía esta lengua.
Excepto un gótico, un alcohólico chico de fraternidad punky con un clavo en la nariz... y un cuerpo hecho para el pecado.
¿Cómo demonios era posible?
—¿Dónde aprendiste griego? —preguntó.
—En Grecia.
Ella no podía aceptarlo.
—No, griego antiguo. ¿Quién te lo enseñó?
—Crecí con él.
—Mientes. Sé que estás mintiendo. Nadie en este planeta habla el griego antiguo del modo en que tú lo haces. He consultado a expertos de todo el mundo y ni uno de ellos podría hacer lo que tú acabas de hacer.
Él se encogió de hombros despreocupadamente como si la inquietud de ella no fuera nada.
—¿Qué quieres que te diga?
Sacudió la cabeza, no muy segura de sí misma.
—Quiero que me digas como es que sabes griego antiguo de esta manera.
—Mi familia lo hablaba y lo aprendí desde la cuna. En muchos sentidos; esta era mi lengua natal.
Lo habría llamado mentiroso, si no fuera por el hecho de que sus propios padres habían seguido ese sistema con ella. Aún así, no podía hacer lo que él había hecho. Era simplemente asombroso.
—Cuéntame sobre tu acento cuando hablas. No es un acento griego típico.
Él la contestó en el griego impecable.
—Nací en un lugar llamado Kalosis. Es tan pequeño que no está en un mapa. Es una isla provincial y mi acento es una mezcla del de mi madre y el antiguo Ateniense.
—¿Cuándo viniste a los Estados Unidos?
—Después de mi veintiún cumpleaños.
—¿Y con todo hablas el inglés como un nativo?
Él cambió de vuelta a su corriente inglés americano.
—Soy excepcionalmente bueno con los idiomas. En cuanto a mi acento natal, viene y va según mi humor y la palabra que esté diciendo.
Semejantes sencillas explicaciones la hicieron de repente sentirse como Torquemada durante la Inquisición.
—Perdóname, Joseph. Verdaderamente me doy cuenta como de regañona debo sonar mientras tú estás intentado ayudarme —soltó un suspiro cansado—. Tú y yo hemos tenido un comienzo realmente malo, ¿verdad?
Él se encogió de hombros.
—He tenido muchos peores durante mi vida.
Ella apreció su gentileza.
—Sí pero apostaría que no de alguien a quien tratabas de ayudar.
Joe tuvo que disimular una risa sarcástica ante eso. Si tan sólo ella supiera...
Ella le sonrió y extrañamente todo pareció ser perdonado.
—Otra vez, siento que te ataqué. Es sólo que la Atlántida ha sido toda mi vida. No puedes ni imaginarte lo importante que la historia y mi investigación son para mí.
Probablemente tan importante como mantenerla oculta lo era para él.
—Mira, fui un imbécil en Nashville. Lo admito y me disculpo completamente por ello. Normalmente no avergüenzo a la gente de esa manera. Es sólo que por circunstancias sé que la Atlántida es sólo un mito. Tú encontraste algunos objetos realmente interesantes, pero eso es todo lo que son. Está claro para mí que eres una erudita brillante y sincera y puedo apreciar la dedicación. Sin embargo pierdes un tiempo valioso en un tópico sujeto a discusión.
Ella entornó los ojos.
—¿Cómo sabes que es un mito?
—¿Cómo sabes que no lo es?
Ella se inclinó hacia adelante, tan cerca que quedaron casi nariz con nariz.
—Porque el hombre que trajo a mi abuelo cuando era un niño le contó historias de la Atlántida y la isla antigua de Didymos para entretenerlo y apartar su mente de las graves quemaduras que había recibido de los Nazis. Mi papou dijo que el modo en que ese hombre describió la Atlántida y sus maravillas era como si él hubiera vivido allí. El hombre describió exactamente los mismos edificios que he encontrado sepultados en el Egeo.
Joe se quedó frío cuando ella azuzó recuerdos que él había enterrado. ¿Por qué le había contado a Theo aquellas historias?
Porque él había sido un niño aterrorizado y Joe había querido consolarlo. Tranquilizarle. Maldita sea. ¿Cómo podría él haber sabido que aquel único acto volvería para explotarle en la cara sesenta años más tarde?
—Pero lo más importante es esto. —Ella metió la mano en la caja de madera que estaba en la mesa y sacó una moneda que él no había visto desde que se la había puesto en la mano diminuta de Theo cuando había dejado al muchacho con una familia adoptiva en Nueva York con la promesa de que volvería para visitarlo. Ésta poseía la imagen de la madre de Joe por una cara y su símbolo del sol por la otra.
Joder.
_______ dio un toquecito a la moneda.
—La escritura en un lado es algo que nunca había visto en ninguna parte hasta nuestro descubrimiento el verano pasado. En la otra cara, es griego y aunque no lo entiendo todo, puedo distinguir el nombre Apollymi. Ahora, dime que esto no es de la Atlántida.
—No es de la Atlántida —dijo él con su voz sonando hueca a sus propios oídos. Esto realmente había estado en su bolsillo—. Podría ser cualquier cosa. Podría incluso no ser una moneda. Podría ser un collar. Tal vez ella era la esposa de alguien. —O su madre.
—Nunca dije que esto fuera una moneda. Por aquel entonces no tenían dinero, ¿verdad? —Su mirada lo perforó—. Tú sabes la verdad, ¿cierto?
Joe hizo que su teléfono sonara.
—Mantén ese pensamiento. —Él fingió contestarlo y se levantó mientras intentaba pensar en una respuesta plausible.
Maldita fuera por ser tan rápida.
______ observó como Joe salía del cuarto para atender la llamada. Él volvió unos minutos más tarde.
—Me tengo que ir.
—Pero no puedes. Tengo más preguntas para ti.
Él parecía frustrado por algo.
—De veras que no tengo tiempo para contestarlas.
—¿Puedes volver?
Él negó con la cabeza.
—Lo dudo. Viajo mucho por trabajo y no estaré en la ciudad mucho tiempo. —Agarró la mochila del suelo y se dirigió hacia la parte delantera.
Ella lo siguió.
—Puedo pagarte por tu tiempo.
—No se trata de dinero.
Ella tiró de él deteniéndole.
—Por favor, Joseph... por favor.
Joe quiso apartarla de un empujón y asustarla. Al dios en él no le gustaba ser acribillado a preguntas.
El hombre en él quería probar aquellos labios que le incitaban a un beso.
—No puedo, _______. —No puedo... Su decisión se asentó, suavemente quitó la mano de ella del brazo y se marchó.
________ quiso gritar mientras lo veía bajar la escalera delantera de su casa que le conducía a la calle. Él giró a la derecha y se dirigió hacia Bourbon Street.
Tenía que haber algún modo de conseguir que la ayudara. Él era el único que podía leer aquel libro y con esa total convicción en su interior, no iba a aceptar un no por respuesta.
Al final del día, ella era una Kafieri y nadie decía no a un Kafieri.
—Puedes correr de mí todo que quieras, señor Parthenopaeus, pero no serás capaz de esconderte. Me darás lo que quiero. —Iba a asegurarse de ello.
issadanger
Página 51 de 71. • 1 ... 27 ... 50, 51, 52 ... 61 ... 71
Temas similares
» |The Time Is Runnig Out|♥ [Joseph&Tú]
» El infierno de Joseph Joe y tu
» Cuidado que muerdo en todos los sentidos(draco y tu mui hot)
» The Last Kiss (Joseph &Tu)
» Just friends. {Joseph Jonas}
» El infierno de Joseph Joe y tu
» Cuidado que muerdo en todos los sentidos(draco y tu mui hot)
» The Last Kiss (Joseph &Tu)
» Just friends. {Joseph Jonas}
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
Página 51 de 71.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér 20 Nov 2024, 12:51 am por SweetLove22
» My dearest
Lun 11 Nov 2024, 7:37 pm por lovesick
» Sayonara, friday night
Lun 11 Nov 2024, 12:38 am por lovesick
» in the heart of the circle
Dom 10 Nov 2024, 7:56 pm por hange.
» air nation
Miér 06 Nov 2024, 10:08 am por hange.
» life is a box of chocolates
Mar 05 Nov 2024, 2:54 pm por 14th moon
» —Hot clown shit
Lun 04 Nov 2024, 9:10 pm por Jigsaw
» outoflove.
Lun 04 Nov 2024, 11:42 am por indigo.
» witches of own
Dom 03 Nov 2024, 9:16 pm por hange.