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JOSEPH - JOE Y _____
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: JOSEPH - JOE Y _____
20 de Enero, 9531 A.C.
Hoy me senté durante horas, mirando a Joseph. Se había despertado temprano como hacía a menudo y caminaba hacia la playa. Hacía tanto frío que temía que se enfermara, pero no quise transgredir su libertad. Había vivido tanto tiempo con reglas que dictaban sus movimientos y sus opiniones que no quería imponerle ninguna limitación.
A veces la salud de la mente era aún más importante que la del cuerpo. Y creía que necesitaba su libertad más de lo que necesitaba ser protegido de una pequeña fiebre.
Me quedé en las sombras, sólo queriendo observarlo. Caminó durante casi una hora en el helado oleaje. No tenía ni idea de cómo resistía la frialdad, aún parecía obtener placer del dolor.
Siempre que uno de los animales marinos era arrojado a la playa, lo cogía con gran cuidado para devolverlo al agua para que siguiera su camino.
Después de un rato, escaló las piedras escarpadas dónde se sentó con las piernas dobladas y la barbilla descansando en sus rodillas. Miró a través del mar como si esperara algo. El viento sopló su hermoso cabello y alrededor de él, su ropa ondeaba por su fuerza, mientras el agua pegaba los ligeros rizos dorados de sus piernas a su piel.
Aún así, no se movió.
Era casi mediodía antes de que volviera. Se reunió conmigo en el comedor para el almuerzo. Mientras nos servían, vi el irregular corte que tenía en la mano izquierda.
—¡OH, Joseph! —jadeé, preocupada por la profunda herida. Tomé su mano en la mía para que pudiera examinarlo—. ¿Qué pasó?
—Me caí contra las rocas.
—¿Por qué estabas sentado allí?
Se apartó, incómodo.
Lo que sólo me preocupó más.
—¿Joseph? ¿Qué pasó?
Tragó y dejó caer su mirada al suelo.
—Creerás que estoy loco si te lo digo.
—No, no lo haré. Nunca creería tal cosa.
Parecía aún más incómodo antes de que hablara en un tono suave.
—A veces oigo voces, Ryssa. Cuando estoy cerca del mar, son más fuertes.
—¿Qué voces?
Cerró sus ojos e intentó apartarse.
Tomé suavemente su brazo y lo mantuve en mi silla.
—Joseph, dime.
Cuando encontró mi mirada, vi el miedo y la angustia en su interior. Era obvio que era algo más que había provocado que lo golpearan en el pasado.
—Son las voces de los dioses Atlantes.
Asustada por la respuesta inesperada, lo miré fijamente.
—Me llaman. Puedo oírlos aún ahora como susurros en mi cabeza.
—¿Qué es lo que dicen?
—Me dicen que regrese a casa, al vestíbulo de los dioses para que puedan darme la bienvenida. Todos menos uno. La suya es más fuerte que la de los otros y me dice que me aparte. Me dice que los otros me quieren muerto y que no debo escuchar sus mentiras. Que vendrá por mí un día y me llevará a casa dónde pertenezco.
Fruncí el entrecejo por sus palabras. Por sus ojos, todos sabíamos que Joseph era el hijo de algún dios. Pero que yo supiera, ningún semidiós había oído las voces de otros dioses alguna vez. Por lo menos así.
—Madre dice que debes ser un hijo de Zeus —le dije—. Dice que debió visitarla una noche, disfrazado como Padre, y que no sabía que había estado en su cama hasta que tú naciste. ¿Así que por qué oirías las voces de los dioses de la Atlántida, cuándo nosotros somos griegos y tu padre es Zeus o cualquier rey griego?
—No lo sé. Idikos me drogaba siempre que las oía hasta que estaba demasiado mareado y aturdido como para notarlo. Dice que es una invención de mi mente. Dice. . . —su rostro se afligió, apartó la mirada.
—¿Qué dice?
—Que los dioses me han maldecido. Es su voluntad que sirva como lo hago. Es la razón por la que nací tan antinaturalmente y por qué todos quieren dormir conmigo. Todos los dioses me odian y quieren castigarme por mi nacimiento.
—Los dioses no te odian, Joseph. ¿Cómo podrían?
Quitó su brazo de mi agarre y me lanzó una mirada tan insolente que me asusté. Nunca había mostrado tal espíritu.
—¿Si no me odian, entonces por qué soy así? ¿Por qué mi padre me ha negado? ¿Por qué incluso mi madre nunca me mira? ¿Por qué he sido mantenido como un animal cuyo único papel en la vida es servir como mi amo me ofrezca? ¿Por qué las personas no pueden mirarme sin atacarme?
Ahuequé su rostro en mis manos, agradecida de que ya no se tensara cuando lo tocaba.
—Eso no tiene nada que ver con los dioses. Sólo con la estupidez de otras personas. ¿Nunca se te ha ocurrido que los dioses me enviaron para que te liberara porque no querían verte sufrir más?
Su mirada se bajó.
—No puedo esperar eso, Ryssa.
—¿Por qué no?
—Porque la esperanza me asusta. ¿Qué pasa si esto es todo lo que soy? Una puta para ser cambiada y vendida. Los dioses hacen a los reyes y ellos hacen a las putas. Es obvio qué papel escogieron para mí.
Hice una mueca de dolor ante sus palabras. Honestamente, prefería las semanas cuando se negaba a mencionar que era una puta. Odié los recuerdos de lo que se le había hecho contra su voluntad, sobre todo esas despreciables esferas en su lengua, que se encendían cada vez que hablaba.
—¡No estás maldito!
—¿Entonces por qué cuándo intenté arrancarme los ojos, no se quedaban fuera?
Paralizada por esas palabras, no pude respirar durante varios segundos.
—¿Qué?
—He intentado arrancarme los ojos tres veces, para que no pudieran ofender a otros, y cada vez que lo hice, volvieron a mi cráneo por sí mismos. Si no estoy maldito, ¿por qué harían eso? —Alzó su mano para mostrarme el corte que ya había comenzado a sanar—. Lesiones que para otros tardan semanas en sanar, curan en días, sino horas, en mí.
Las lágrimas escocían mis ojos por el dolor en su voz profunda. No sabía qué decir a eso.
—Te has enfermado. Lo he visto.
—No por mucho tiempo. No como una persona normal y puedo estar tres semanas sin un solo bocado de comida o una gota de agua y no muero.
El hecho que supiera cuánto tiempo podía estar sin alimento me dijo que se lo habían hecho. Pero aunque pudiera soportar tanto y no morir, sufría el hambre como el resto de nosotros. Sabía eso por estar tanto con él.
Cerré mi mano alrededor de la suya.
—No sé cuál es la voluntad de los dioses, Joseph, nadie lo sabe. Pero me niego a creer que es su voluntad herirte de esta manera. Eres un regalo precioso que fue desdeñado por los que deberían haberlo apreciado. Ésa es una tragedia humana de la que no hay que culpar a los dioses. Los sacerdotes dicen a menudo que los regalos de los dioses a veces son difíciles de aceptar o identificar, pero sé en mi corazón que tú eres especial. Que eres un regalo a la humanidad. Nunca dudes que te pusieron aquí con algún propósito más alto y ese propósito no es malvado o para ser violado.
Contuve las lágrimas antes que besar su mano herida.
—Te quiero, hermanito. Y veo en ti nada más que bondad, inteligencia, compasión y simpatía. Espero que algún día tú también lo veas.
Puso su otra mano en la mía.
—Desearía poder, Ryssa. Pero todo lo que veo es a una puta que está cansada de ser usada.
issadanger
Re: JOSEPH - JOE Y _____
15 de Febrero, 9531 A.C.
El tiempo había volado mientras observaba crecer a Joseph de un niño tímido y asustadizo, a un hombre más seguro de expresar sus propias opiniones. Ya no se abate ni mantiene la cabeza baja. Cuando le hablo, ahora encuentra mi mirada directamente. Realmente, su transformación ha sido la cosa más hermosa que alguna vez haya visto.
No estoy segura
Si ha sido por influencia mía, o si ha sido Maia quien finalmente lo ha alcanzado y sacado su nuevo lado. Los dos son inseparables.
Hoy estaban en la cocina mientras Petra guisaba. Estuve de pie en la entrada observándolos atentamente.
—Tienes que golpear el pan así —Maia lo troceó con sus diminutas manos mientras se arrodillaba sobre un taburete alto para poder alcanzar la mesa—. Pretende que es alguien que no te agrada —susurró fuerte como si compartiera un gran secreto.
La expresión de Joseph brilló con calidez.
—No creo que haya alguien que no te agrade.
—Bueno, no, pero probablemente hay alguien que no te gusta.
No perdí el tormento en sus ojos mientras apartaba la mirada. Me pregunté quién encabezaba su lista. ¿Nuestro padre o nuestro tío?
—Necesitamos más leche.
Joseph obedientemente se la dio.
Petra les echó una ojeada, sonrió y sacudió la cabeza ante ellos mientras Maia agregaba mucha más sal de la necesaria.
Maia se limpió la nariz, que moqueaba, antes de poner sus manos de vuelta en la masa. Me encogí, haciendo una nota mental de no comer cualquier pan que hubieran cocinado, pero Joseph no parecía ser tan receloso. Incluso comió un pedazo de pastel de lodo varios días antes para hacer a Maia feliz.
—Ahora debemos darles forma de pan. Vamos a hacerlos pequeñitos porque son mis favoritos.
Joseph obedientemente lo hizo.
Los perros comenzaron a ladrar.
—¡Shh! —dijo Maia mientras separaba un pedazo de masa y se lo acercaba a Joseph para que pudiera hacer un bollo—. Estamos trabajando.
El perro saltó y empujó a Maia, quien perdió el equilibrio. Joseph la cogió al mismo tiempo que el perro saltaba sobre su pierna, desequilibrándolo. En un instante, estaban derechos, y al siguiente estaban en el suelo, con Joseph sobre su espalda y Maia en su pecho. El perro ladró y bailó a su alrededor, chocando contra la mesa.
El cuenco de harina que habían estado usando cayó del borde y aterrizó sobre ellos. Cubrí mi boca mientras los veía, llenos de masa, harina y leche. Sólo eran visibles los amplios ojos asustados.
Maia chilló de risa y para mi completo asombro, Joseph rió también.
Su sonido, combinado con una honesta sonrisa, me dejó atónita. Era absolutamente hermoso cuando sonreía… incluso cuando estaba cubierto de harina y masa.
Sus ojos brillaban mientras se limpiaba la harina de la cara y ayudaba a Maia a quitar algo de sus mejillas.
Petra dejó salir un sonido de disgusto mientras sacaba al perro de la cocina.
—Parecen fantasmas listos para asustarme hasta una temprana muerte. ¡Qué lío!
—Lo limpiaremos, Petra, lo prometo —dijo Joseph mientras ponía a Maia de pie—. ¿No estás lastimada, o si?
Maia sacudió la cabeza.
—Pero temo que nuestros bollos están todos arruinados —su tono era calamitoso de verdad.
—Cierto. Pero siempre podemos hacer más.
—Pero no serán tan buenos.
Contuve una risa. Sí, era verdad, el toque de la nariz mocosa de Maia había sido la especia necesaria para todo buen pan. Sin eso, estaba segura de que la próxima horneada no estaría ni cerca de ser tan buena. Sin embargo, guardé ese comentario para mí misma mientras Joseph consolaba a la pequeña niña.
Joseph llevó a Maia fuera para que así pudieran sacudir la harina de sus ropas y cabellos mientras Petra se ponía a limpiar la cocina. Después de unos minutos, regresaron para ayudar.
Observé con pavor que un príncipe pudiera ser tan considerado. Pero Joseph nunca se encogía al ayudar a Petra en donde quiera que él y Maia estuvieran en la cocina con ella. Era sólo su naturaleza.
Y siempre adoraría a Maia como un paciente hermano mayor.
—¿Joseph? —Preguntó Maia mientras colocaba un nuevo tazón para ella— ¿Por qué tienes esas cosas plateadas en la lengua?
Miró hacia otro lado.
—Fueron puestas ahí cuando no era mucho mayor que tú.
—¿Por qué?
Aparentó una expresión amenazadora.
—Para poder asustar a las niñas pequeñas que me molestasen.
Soltó unas risitas mientras le hacía cosquillas ligeramente.
—No creo que alguna vez puedas asustar a alguien. Eres demasiado agradable para eso.
No hizo ningún comentario mientras la ayudaba a medir la harina.
Maia se rascó la cabeza mientras lo observaba con inocente curiosidad.
—¿Las esferas duelen alguna vez?
—No.
—Oh —alzó la cabeza para estudiar sus labios—. ¿Alguna vez te las has quitado?
—Maia —dijo Petra suavemente mientras regresaba hacia el cordero que estaba sazonando—. De verdad, no creo que Joseph quiera hablar sobre ellas.
—¿Por qué no? Creo que son bonitas. ¿Puedo tener unas?
—No —dijeron Joseph y Petra simultáneamente.
Maia se enfurruñó.
—Bien, no veo por qué no. La princesa Ryssa tiene unas pequeñas bolas plateadas en sus orejas y las de Joseph son muy bonitas también.
Joseph pellizcó la punta de su nariz.
—Te dolerán cuando te las pongan, akribos. Es un dolor que no querrás conocer nunca y es por eso que no quiero quitármelas. No quiero que nadie me lastime así otra vez.
—Oh. ¿Es cómo la quemadura en la mano de la que me contaste?
Petras se giró hacia ellos.
—¿Qué quemadura en la mano?
—La que se hizo Joseph cuando era pequeño. Es muy bonita, también, como una pirámide. Dijo que la obtuvo porque no escuchó a su madre.
Una luz reveladora llegó a los ojos de Petra. Joseph no la pasó por alto. Bajando su cabeza sumisamente, murmuró una disculpa para Maia antes de irse.
Lo seguí.
—¿Joseph?
Se detuvo para volverse hacia mí.
—¿Sí?
—No pretendió decir nada con sus preguntas.
—Lo sé —respiró—. Pero no lo hace menos doloroso, ¿o sí?
Quería abrazarlo tan desesperadamente. Si sólo me lo permitiera. Pero sólo Maia con su inocencia era capaz de alcanzarlo.
—Te puedes quitar las bolas y podemos disfrazar tu mano. Nadie lo sabrá nunca.
—Yo todavía lo sabré —rió agriamente—. No puedes deshacer el pasado, Ryssa. Con marcas o no en mi cuerpo, siempre está ahí y siempre es brutal —sus ojos me quemaron y en ellos vi al angustioso niño no tan joven que siempre conocí—. Porque de la manera en que sano, ¿tienes idea de cuántas veces y cuán profundo tuvieron que quemar mi mano para marcarla?
Las náuseas surgieron en mi interior. Era algo que nunca había considerado.
—Tu pasado terminó, Joseph. Todo lo que queda son las dos partes que no quieres dejar ir.
Sacudió la cabeza negando antes de que ondeara la mano hacia el palacio.
—Esto… todo esto es un sueño y lo sabes. Un día, muy pronto, voy a despertar y terminará. Volveré a ser lo que era. Haciendo cosas que no quiero. Andando a tientas, siendo empujado y golpeado. No hay necesidad de pretender lo contrario.
¿Cómo podría hacerlo sentir a salvo y seguro?
—¿Por qué no tomas mi palabra y me crees? El pasado terminó. Ahora tienes un nuevo futuro. Boraxis va camino a Sumer a entregar una carta a mi mejor amiga. Una vez que tenga su palabra, tendremos un lugar seguro a donde podrás ir y nadie volverá a dañarte de nuevo.
Su expresión era desoladora y fría.
—No sé cómo confiar, Ryssa. Ni en ti ni en nadie más. La gente es impredecible. Los dioses lo son más. Las cosas que pasan están fuera de nuestro control. Quiero creerte, lo hago. Pero todo lo que oigo son las voces de los dioses, y la tuya. Y luego veo cosas… cosas que no quiero ver.
—¿Qué clase de cosas?
Se giró y se dirigió a su habitación.
Corrí detrás de él y lo cogí para que se detuviera.
—Dime. ¿Qué es lo que ves?
—Me veo pidiendo por una misericordia que nunca llega. Me veo abandonado en las calles sin un lugar para descansar y nadie a mí alrededor dispuesto a ayudarme a no ser que sea a cambio de algo que no quiero dar.
Dioses, cómo quería hacerlo confiar en mí y en el futuro que me iba a asegurar que tuviera.
—Esto no es un sueño, Joseph. Es real y no voy a dejarte regresar a la Atlántida. Vamos a encontrarte una casa que sea segura.
Miró hacia otra parte, sus ojos tormentosos.
—¿Por qué no ha venido Padre? Si me quiere como dices, ¿por qué no ha venido en todos estos meses a verme? ¿Y por qué estás tratando de encontrarme otra casa?
—Está ocupado —no podía soportar, incluso ahora, decirle la dura verdad.
—Sigue diciendo eso y intentaré creerte. ¿Pero sabes que recuerdo de él?
Casi tenía miedo de preguntar.
—¿Qué?
—Lo veo manteniéndote lejos de mí mientras Idikos me sacaba de la habitación. Nunca olvidé el odio que encendió los ojos de Padre mientras me miraba. He tenido pesadillas durante años por esa mirada. ¿Y ahora dices que lo ha olvidado? —Un músculo trabajó en su mandíbula—. ¿Debo creerte realmente?
No, no debería. Estaba mintiendo, pero no podía dejar que supiera la verdad.
—Un día vas a creer en mí, Joseph.
—Eso espero, Ryssa. De verdad. Quiero creer desesperadamente, pero no puedo permitirme que me decepcionen nuevamente. Estoy cansado de eso.
Lo observé mientras giraba y me dejaba parada ahí. Era tan hermoso. Alto. Orgulloso. A pesar de todo, aún mantenía una dignidad que no podía entender.
—Te quiero, Joseph —susurré, deseando que no fuera la única en mi familia que se sintiera de esa manera hacia él.
¿Por qué no podían ver lo que yo veía?
Y dentro estaba el dolor de saber cuánta razón tenía Joseph. Tarde o temprano, nuestro padre vendría. Cuando ese día llegara, Padre nunca me perdonaría por sacar a Joseph de la Atlántida. Nunca me perdonaría por las cartas embusteras que le había escrito acerca de dónde estaba o de la gente que Boraxis pagaba en su travesía para engañarlo. No tenía duda de que ambos, Padre y Estes, nos buscaban mientras Boraxis buscaba un refugio seguro para Joseph en otro país o reino.
Pero estaba haciendo lo que creía mejor para mi hermano. Todo lo que podía esperar era que pudiera garantizar su liberta y felicidad, mantener mis promesas. Una vez seguro lejos de aquí, regresaría a Didymos y enfrentaría a mi padre y su ira.
Por Joseph, haría cualquier cosa, incluso poner en peligro mi propia libertad. Sólo esperaba que Boraxis regresara antes que mi padre pensara en buscarnos aquí.
Puede que los dioses tuvieran misericordia de nosotros en caso de que eso ocurriera.
issadanger
Re: JOSEPH - JOE Y _____
18 de Marzo, 9531 A.C.
El clima cálido llegó milagrosamente como Perséfone debería haber vuelto al pecho de su madre. Toda mi vida, he preferido la primavera. El renacimiento de la tierra y la belleza. En particular, nuestra isla estaba encantadora mientras los trabajadores venían a plantar semillas y a cantar.
Pero este año, sentí pavor mientras esperaba noticias de Boraxis. Me había enviado una misiva sólo algunos días antes, diciendo que podría haber un lugar en el reino de Kiza para Joseph. Tenían una reina que se rumoreaba era anciana y amable. Sus propios hijos estaban muertos, y quizás podría dar la bienvenida a un príncipe exiliado.
Esperaba con todo mi corazón que fuera así.
Y con cada día que pasa, temo que Padre extienda su búsqueda hacia nuestro oasis. Pero cada vez tengo la esperanza de que en cambio pudiera encontrarme un marido, y entonces fuera posible traer a Joseph a nuestra casa para que así pudiera protegerlo. Entonces estaría por siempre más allá del toque de mi padre o mi tío.
No quiero pensar en eso por ahora.
La mejor parte de estar aquí ha sido que los sirvientes han aceptado del todo a Joseph y sus peculiaridades, y hemos formado una particular familia cercana. En Joseph, he encontrado al hermano que siempre quise. Mientras Nick es petulante, Joseph finalmente había aprendido a reír sin miedo de atraer una atención indeseada.
Hoy, lo encontré con Maia afuera en el jardín. Ella había estado escribiendo letras en la tierra con una vara y enseñándoselas a Joseph.
Fue entonces que recordé lo que me había dicho en la Atlántida acerca de ser analfabeto, la vergüenza que le había causado esa confesión.
—¿Podría ayudar? —Pregunté mientras me acercaba a ellos.
Maia se inclinó hacia Joseph y habló ese fuerte susurro tan típico de ella que era tan encantador como dulce.
—Será una mejor maestra que yo. Sabe todas las letras y como formar palabras con ellas. Yo sólo sé unas cuantas.
Joseph me sonrió.
—¿Podrías por favor?
Su petición me impresionó hasta el corazón. Nunca había pedido por nada antes.
—Absolutamente —tomando la vara de Maia, comencé las lecciones para ambos para que así pudieran leer.
Joseph era un estudiante listo y absorbía todo lo que le enseñaba con una aptitud que era completamente milagrosa.
—¿Las letras Atlantes son diferentes de las Griegas? —Preguntó mientras observaba del alfabeto.
—Algunas lo son. Tienen varias vocales diptongas de las que carecemos.
Maia frunció el ceño.
—¿Su lengua es como nuestro griego?
Sonreí ante su inocente pregunta.
—Su lenguaje puede ser muy similar al nuestro. Tanto que a veces puedes entenderlo sin saber el significado de las palabras. Pero es un lenguaje aparte. Personalmente, sé muy poco, pero Joseph lo habla fluidamente.
Su cara se iluminó mientras lo encaraba.
—¿Puedes enseñármelo?
La reserva resplandeció en lo profundo de sus ojos.
—Si quieres. Pero no es un lenguaje bonito.
No estuve completamente de acuerdo. A diferencia del griego, había una armoniosa calidad melódica en la lengua Atlante que los hacía parecer como si cantaran cada vez que hablaban. Era un placer escuchar, pero claro, dada la experiencia de Joseph en la Atlántida, podía entender muy bien su sentimiento sobre la fealdad de la gente y su idioma.
Joseph dirigió su atención de nuevo hacia mí.
—¿Los Atlantes y los griegos comparten dioses también?
Maia rió.
—¿No sabes acerca de los dioses, Joseph?
Sacudió la cabeza.
—Sólo sé el nombre de Zeus porque muchos lo usan para jurar y otros llaman a Archon y Apollymi.
Fruncí el ceño ante los nombres del rey y la reina del panteón Atlante.
—¿Cómo sabes sus nombres?
No me respondió, pero la apariencia de su cara me hizo sospechar que debían ser algunos de los que podía escuchar en su cabeza.
—Bien —dije, tratando de aligerar el repentino malestar—, Zeus es el rey de los dioses Olímpicos y su reina es Hera.
—Me gusta Artemisa —dijo Maia más alto—. Es la diosa de la caza y del parto. Es una de las que salvó la vida de mi madre cuando nací y estábamos enfermas. La comadrona juró que ambas moriríamos, pero mi padre hizo sacrificios y ofrendas a Artemisa y nos salvó.
Joseph sonrió.
—Ciertamente debe de ser una gran diosa y le debo mucho porque te dejó nacer.
Maia sonrió de oreja a oreja con feliz satisfacción.
En el transcurso de la tarde, repasé una rápida lección de los dioses Griegos, pero a diferencia de la escritura, Joseph había tenido un rato difícil comprendiendo todos los nombres y sus títulos. Era como si ellos fueran tan ajenos a él que no podía diferenciar uno de otro. Constantemente los confundía.
Pasamos muchas horas ahí hasta que Maia cayó dormida sentada al lado de Joseph.
Sus facciones se suavizaron mientras la miraba y la acunaba en sus brazos.
—Hace mucho esto. Está hablando un momento y después cae profundamente dormida al siguiente. Nunca había visto algo así.
Sonreí ante la calidez que se filtró en mí. Se veía tan mono sosteniéndola como un padre protector. Dada la brutalidad de su pasado, su habilidad para todavía sentir compasión y mostrar ternura nunca dejaba de asombrarme.
—¿La amas, no?
Su expresión fue una de horror puro y luego de descarada rabia.
—Nunca la tocaría de esa forma.
Su rencor me desconcertó hasta que me di cuenta de por qué estaba tan enojado. En su mundo, el amor era un acto físico y no una emoción. Sólo de pensarlo hacía doler a mi corazón.
—El amor no tiene que ser sexual, Joseph. En su forma más pura no tiene nada que ver con un acto físico.
La confusión arrugó su frente.
—¿Qué quieres decir?
Gesticulé hacia la niña que sostenía tan protectoramente en el refugio de sus brazos musculosos.
—¿Cuándo miras a Maia, tu corazón se suaviza, no?
Asintió.
—La miras y todo lo que quieres hacer es mantenerla a salvo del daño y cuidar de ella.
—Sí.
Le sonreí.
—No quieres nada de ella excepto hacerla feliz.
Alzó su cabeza curiosamente y estudió mi cara.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque es así como me siento hacia ti, hermanito. El amor que sientes por ella es el mismo que siento cada vez que pienso en ti. Si alguna vez me necesitaras, no habría penuria que no resistiera para estar a tu lado tan pronto como pudiese.
Tragó mientras una mirada atormentada llegó a sus arremolinantes ojos plateados.
—¿Me quieres?
—Con cada parte de mi corazón. Haría cualquier cosa por mantenerte a salvo.
Por primera vez desde que llegamos aquí sentí como si finalmente lo hubiera alcanzado. Y entonces la cosa más milagrosa de todas sucedió.
Joseph tomó mi mano.
—Entonces te quiero, Ryssa.
Las lágrimas nublaron mis ojos mientras las emociones me ahogaban.
—Yo también te quiero, akribos. Y no quiero que lo dudes nunca.
—No lo haré —apretó mi mano—. Gracias por ir a buscarme.
Ninguna palabra había significado tanto para mi, ni tocado tan profundamente. Mi garganta estaba tan apretada que ni siquiera pude hablar mientras soltaba mi mano para levantarse con Maia en sus brazos para poder dársela a su madre. Lo observé marcharse y deseé con cada parte de mi alma que siempre se sintiera de esa manera hacia mí. Podría soportar cualquier cosa excepto el odio de mi hermano.
issadanger
Re: JOSEPH - JOE Y _____
19 de Marzo de 9531 A.C.
Hoy decidí enseñar a Joseph a leer con algunos de los pergaminos que tengo en mi cuarto. Apenas habíamos empezado cuando noté algo diferente en él.
Las esferas en su lengua habían desaparecido.
—Te las has quitado. —cogí aliento incapaz de creer lo que estaba viendo.
Su expresión era una mezcla entre la vergüenza y el orgullo.
—Me he decidido a creerte. Dices que aquí estoy a salvo y nadie me llevará otra vez. Quiero creerlo. Así que me las quité y confío en que los dioses me mantengan aquí contigo.
Ahuequé mis manos en su cara y me gustó aún más que no se pusiera rígido. Le atraje a mis brazos y le abracé con fuerza.
—Aquí estás a salvo, hermanito. Te lo juro.
Por primera vez, me pasó los brazos alrededor y me devolvió el abrazo.
Nada me ha conmovido más en mi vida.
Oí a alguien aclarándose la garganta. Soltándole vi a Petra en la puerta que nos traía vino y queso.
—Pensé que os gustaría un bocadito.
Asentí con la cabeza apartándome.
—Sería estupendo. Gracias.
Asintió con la cabeza y colocó la bandeja en una mesita auxiliar.
Joseph se quedó mirándola hasta que nos dejó solos y entonces dijo,
—¿Alguna vez has pensado en casarte, Ryssa?
Dudé y serví las copas.
—Alguna vez y me pregunto por qué Padre no me ha buscado un marido. La mayoría de las princesas están casadas mucho antes de llegar a mi edad. Pero Padre siempre dice que no encuentra a nadie que considere digno. —sonreí—. La verdad es que no tengo prisa. He visto a tantas de mis amigas casadas con ogros que si Padre quiere tomarse más tiempo para encontrarme un marido agradable, desde luego que puedo esperar. ¿Por qué lo preguntas?
—Pensaba en Petra y su esposo. ¿Te has dado cuenta de la forma en que se ríen cuando están juntos? Y cuando se separan están tristes. Como si no pudieran soportar estar separados ni siquiera unos minutos.
Asentí.
—Comparten un gran amor el uno por el otro. Es una pena que no todas las parejas casadas sean como ellos.
—¿Nuestros padres eran así?
Desvié la mirada evocando imágenes de cómo habían sido mis padres antes del nacimiento de Nick y Joseph. En aquellos días se amaban apasionadamente. Casi nunca se separaban y mi padre idolatraba a mi madre con un amor que parecía no tener fin.
Y entonces nacieron sus hijos. Desde aquel desafortunado día mi padre no podía soportar estar cerca de mi madre. La culpaba por Joseph.
Has sido la puta de un dios. No lo niegues. No puede haber salido de tu vientre de otra forma.
Cuanto más proclamaba mi madre su inocencia, más parecía odiarla mi padre. Al final dijo que Zeus la había engañado y no había tenido ni idea de su presencia en la cama.
En vez de aplacar a mi padre, su confesión le enloqueció incluso más y prohibió cualquier contacto con ella.
—No, Joseph. —dije en voz baja mientras le tendía una copa—. No se ven casi nunca, salvo por cuestiones de estado. Padre prefiere la compañía de Nick y sus senadores mientras Madre pasa gran parte del tiempo perdida en sus copas—. Y yo lo odio. Tiempo atrás mi madre había sido maravillosa. Ahora era una borracha amargada.
Me miró tenso como si entendiera por qué.
—¿Piensas que algún mujer me querrá algún día?
—Pues claro que sí. ¿Por qué lo dudas?
Tragó con fuerza y me contestó en voz tan baja que casi no podía oírle.
—¿Cómo podría amarme alguien? Idikos dice que soy una vergüenza para la gente decente. Que soy un bastardo sin padre y una puta despreciable. Seguramente ninguna mujer decente querrá nada conmigo.
—Eso es una completa mentira. —dije con vehemencia—.Te mereces el mundo entero y te aseguro que encontrarás una mujer, a parte de mí, que aprecie lo maravilloso que eres.
Volvió a tragar con fuerza.
—Si alguna vez soy tan afortunado te juro que ella nunca dudará de mi amor.
—Serás tan afortunado.
Me sonrió, pero era una sonrisa vacía y había en sus ojos suficiente dudas como para que los míos se llenaran de lágrimas.
Aclarándome la garganta, intenté distraerle.
—Vamos a aprender las letras, ¿te parece?
Se volvió hacia los pergaminos y durante cuatro horas lo vi esforzarse con un fervor que no había antes. Y cada vez que le oía hablar sin aquellas esferas en la lengua se me elevaba el corazón. Era una gran victoria y un día cercano ganaría esta batalla y su pasado quedaría en el olvido.
issadanger
Re: JOSEPH - JOE Y _____
Bno mis niñas hay esta el maraton que les prometi asi que a cometar muchoooooo para que les usba cap ok las quierooo aaa y me avisan si quieren que suba la nove de nick o esperan a q esta valla mas avansada o cuando acabe esta??
issadanger
Re: JOSEPH - JOE Y _____
Aaaaahhhh..... Lloro cada vez que leo un caaapiiiisss!!!!.... Sufrió mucho Joseph!!!!!..... Y ojala que el rey no los encuentre!!!!!.... Todavía!!!!.....
Si espera un poco y ya no subiras la de lían????... No la acabarás de subir?????..
Si espera un poco y ya no subiras la de lían????... No la acabarás de subir?????..
chelis
Re: JOSEPH - JOE Y _____
Awww lloró tanto con esta novela!
Joseph ha sufrido tanto!
Pero su futuro está cambiando!
Síguela!
Joseph ha sufrido tanto!
Pero su futuro está cambiando!
Síguela!
aranzhitha
Re: JOSEPH - JOE Y _____
Si mañana termino de subir ña de liam jiji y me avisa. Cuando subo la de nick el hermano gemelo de joe
issadanger
Re: JOSEPH - JOE Y _____
awww... joe sufrio tanto :lloro:
me encanta la novela... y la de nick mejor subela cuando termines esta :D
me encata tu nove *-*
siguelaaaaaaaaaaa
me encanta la novela... y la de nick mejor subela cuando termines esta :D
me encata tu nove *-*
siguelaaaaaaaaaaa
jamileth
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