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JOSEPH - JOE Y _____
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: JOSEPH - JOE Y _____
15 de Noviembre, 9532 AC
Ha pasado una semana desde que dejamos la Atlántida. Una semana que he viajado con mi hermano que no sabía cómo reír o sonreír. O incluso, cómo formular una opinión por su cuenta. Cada vez que pregunto, su respuesta es siempre la misma.
—Tu voluntad es la mía, Idika.
Era suficiente para hacerme gritar.
La última parte de nuestro viaje fue nuevamente en barco, pero esta vez compramos una nave privada para que nos llevara a la isla donde nuestro padre gobierna como rey. No quería asumir más riesgos con Joseph o su seguridad. Cuanto más tiempo pasaba con él, más entendía. Era poseedor de un magnetismo sexual fuera de lo normal.
Cualquiera que lo veía deseaba tocarlo. Poseerlo. Por esa razón se mantenía completamente cubierto a donde fuera que se aventurase a salir en público. Por lo que se encogía cuando alguien se le acercaba. Ni siquiera yo era totalmente inmune al profano deseo y me enfermaba que pudiera sentirlo hacia mi propio hermano. La peor parte era que podía jurar que cuando conociese mis pensamientos, se tensaría como si se preparara para mi ataque.
Pero nunca lo lastimaría o lo tocaría de esa manera. Aún así, no confiaba en mí y honestamente no lo podía culpar debido a su experiencia.
Había dicho que Estes lo protegía. Yo sabía la verdad. No había protección en lo que nuestro tío hacía, sólo controlaba cuanta gente atacaba a Joseph a la vez.
Los Dioses deberían castigar a Estes por eso.
¿Cómo podía haber estado tan ciega hacia ese monstruo todos estos años?
¿Cómo incluso mi padre podía permitido? Preferiría pensar que no sabía nada al respecto. Era de la única forma con la cual podía vivir. Y esperaba con cada parte de mí ser no volver a colocar los ojos sobre mi tío nuevamente.
Era nuestro quinto día de viaje cuando Boraxis finalmente me explicó porque Joseph estaba tan pálido y le daban ataques de extrema sudoración y vómitos.
Eran las drogas que Estes había usado para controlarlo. La esencia a naranja que había percibido era de los afrodisíacos que usaban para hacerlo rogar por sexo y él otro era una sustancia inhalada para hacerlo más receptor y aceptar lo que le hacían.
Joseph estaba tan débil que me asustaba. Necesitábamos encontrar un médico que lo pudiera ayudar. Boraxis insistía en que lo mejor que podíamos hacer era comprar nuestra propia provisión de las drogas y mantenerlo drogado. Pero no podía hacerle eso a mi propio hermano. Necesitaba vivir su vida libre de tales cosas.
Seguramente, continuaría enfermo por ellas. Tenían que salir de su sistema eventualmente. Sin embargo parecía debilitarse cada día más.
Ahora, por lo menos, estábamos en casa.
El palacio dominaba sobre nosotros mientras nos acercábamos en la carroza cubierta. No me atrevía a viajar con Joseph en la carroza abierta donde cualquier viento que soplara podía hacer caer su capucha y exponerlo. La gente tendía a volverse violenta al verlo y ya Boraxis se había puesto rudo con algunos de los más persistentes.
Tragué saliva mientras pasábamos por las puertas del palacio y dudé cerca de la entrada. Después de mi coraje al decirle a Joseph que tan bienvenido sería en su familia, sentí que mi valor me abandonaba.
¿Y si tenía razón? ¿Y si a Padre no le preocupaba? Por lo que sabía, Padre estaba consciente de lo que Estes le estaba haciendo. Incluso tal vez lo había aprobado. El solo pensamiento me puso enferma, pero era algo para lo que tenía que prepararme. Era una posibilidad.
Joseph ya estaba demasiado herido y temía lastimarlo aún más. La confianza era una cosa frágil y apenas había empezado a confiar en mí. No quería que nada dañara eso.
O a él.
Entonces lo llevé por la entrada lateral y lo dirigí hacia mis cámaras, donde nadie lo molestaría.
—Voy con Padre. Espera aquí y volveré rápidamente.
Joseph no habló. Estaba temblando incontrolablemente de nuevo. En su lugar, asintió antes de dirigirse hacia una esquina y sentarse en el suelo con la espalda contra la pared. Estaba tan bien cubierto que parecía un saco de grano sobre el suelo.
Levanté una vasija de barro junto a la chimenea y lo coloqué junto a él.
—Por si te enfermas.
Nuevamente no respondió de ninguna manera.
Entristecida por eso, me giré hacia Boraxis.
—Permanece con él y asegúrate de que nadie lo moleste.
—Sí, su Alteza.
Esperando lo mejor, lo dejé en mis cámaras y fui a hablar con Padre a solas.
Lo encontré en el patio trasero con Nick. Ambos estaban reclinados en sillas acolchadas mientras comían un ligero bocadillo de miel y pan, mientras Padre instruía a Nick en asuntos de estado. Estaban rodeados de sirvientes que atendían todas sus necesidades. Que suntuosa visión formaban.
El rubio cabello de Nick, relucía a la luz del sol. Su piel brillaba con vitalidad. No tenía el tono cenizo de haber sido forzado a tomar drogas para que otros pudieran abusar de él. Incluso desde mi posición, podía ver su arrogancia mientras ordenaba a todos a su alrededor.
Pensé en Joseph y quise gritar ante la injusticia.
—Mira, es cabeza de borrego —dijo Nick al momento de verme. El pequeño ogro siempre me había molestado por mi rubio pelo rizado—. ¿Dónde has estado?
—Fuera —le dije. El trol no necesitaba saber sobre mis asuntos—. Padre ¿podré tener unas palabras a solas contigo?
Le dirigió una irónica mirada hacia Nick.
—Todo lo que tengas que decirme puede ser dicho frente a tu hermano. Un día Nick será tu rey y tendrás que responder ante él.
El pensamiento hizo que la sangre se helara en mis venas.
—Es cierto —dijo Nick presuntuosamente—. Eso significa que tendrás que besarme los pies como todos.
Padre rió.
—Eres un bribón.
Me mordí los labios para mantenerme en silencio. ¿Como no podía ver que tan malcriado, odioso y trol era Nick? Pero Padre siempre había estado ciego para su comportamiento malcriado de Nick.
—¿Entonces, por qué estás aquí, gatita? —Preguntó Padre—. ¿Deseas una nueva baratija o ropas?
El hombre siempre había sido indulgente conmigo. Por lo menos en cualquier cosa que no involucrara a Joseph.
—No. Quiero traer a Joseph a casa.
Padre se exaltó ante mi petición.
—Ahora veamos ¿Qué se ha metido en tu cabeza? Te he dicho repetidamente como me siento. Ese monstruo no pertenece aquí.
Nick curvo sus labios.
—¿Por qué lo quieres aquí? Es un peligro para todos nosotros.
—¿Un peligro cómo?
Éste era un argumento tan familiar que podía responder con sus excusas antes de que ellos lo hicieran.
Mi padre curvo su labio.
—No sabes lo que un semi-Dios puede hacer. Podría matar a tu hermano mientras duerme. Matarme. Matarnos a todos.
¿Cómo podía decir eso? Joseph en ningún momento había intentado atacarme. Ni siquiera levantaba la voz.
—¿Por qué no temes por Estes?
—Estes lo mantiene bajo control.
Con drogas. Entonces Padre sabia de esa parte. Era todo lo que podía hacer para mantener mi indignación bajo control. Y me hacia preguntarme que más sabía acerca del trato que le daban a Joseph.
—Joseph pertenece a éste lugar, con nosotros.
Padre se puso de pie.
—Tú eres una mujer Ryssa, y una mujer joven. Tu mente estaría mejor ocupada con moda y decoración. Planeando tus vestidos para una fiesta. Joseph no pertenece a esta familia. Nunca lo hará. Ahora, ve a buscar a tu madre para chismear. Nick y yo tenemos asuntos importantes que discutir.
Como qué sirvienta de servicio estará en cama de Nick… Asuntos mucho más importantes que la vida de su hijo mayor.
Le lancé una mirada
—¿Asuntos más importantes que tú propio hijo?
—Él no es mi hijo.
Sacudí la cabeza, incapaz de creer su negativa. Entonces Joseph había tenido razón todo el tiempo. Padre lo había mandado lejos intencionadamente y nunca le permitiría volver. ¿Por qué no vi la verdad antes? Porque amaba a mi padre. Para mí, siempre había sido atento y adorable.
Por lo menos ahora sabía la verdad.
Ahora lo veía por lo que realmente era. Despiadado.
¿Entonces toda la historia que contaste sobre proteger a Joseph no era verdad?
—¿De qué estás hablando?
Incluso no recordaba sus propias mentiras.
—Me dijiste que cuando se llevaron a Joseph lo hacían para protegerlo. Me dijiste que los dos herederos no debían crecer juntos porque serian un blanco fácil para los enemigos. Dijiste que traerías a Joseph a casa cuando fuera lo suficientemente mayor. ¿Nunca tuviste la intención de ir por él, verdad?
—Déjanos.
Lo hice. Su visión y la de Nick realmente me enfermaban en ese momento. Y con cada paso que me alejaba de mi padre, perdía el respeto que tenía por el hombre que una vez adoré.
¿Cómo podía haberlo hecho? ¿Cómo era posible que no prestara atención? ¿Cómo era posible que el mismo hombre que nos consentía a mí y a Nick le diera la espalda a su heredero?
Regresé a mis habitaciones para encontrar a Joseph sentado en el balcón. Tenía las piernas dobladas y la barbilla sobre sus rodillas, los brazos estaban cruzados a su alrededor.
Estaba sudando nuevamente. Sus ojos estaban huecos y vacíos. Parecía tan enfermo y frágil. ¿Cómo podía mi padre temer a un niño que ni siquiera cruzaba la mirada con nadie?
Me incliné junto a él y trate de tocarlo. Se tensó como siempre lo hacía.
A Joseph no le gustaba ser tocado. Sin duda había sufrido suficientes toques para toda la vida.
—Padre no está aquí
Mentí, incluso mientras me ahogaban las palabras.
¿Cómo podría decirle a este niño la verdad? Había rogado por su confianza, sólo para descubrir que era un tonta.
¿Cómo podía decirle que si fuera por su padre, debería ser enviado nuevamente a Estes para ser prostituido por cualquiera que estuviera dispuesto a pagar por él?
No podía decirle la verdad, al igual que no podría mandarlo de regreso a Atlántida.
—Te voy a llevar al palacio de verano para esperarlo.
No me cuestionó, lo cual permitió que la culpa se posara en mi corazón. ¿Pero qué importaba? Lo llevaría a un lugar donde estuviera a salvo. Seguro. Un lugar donde nadie lo lastimaría o lo avergonzaría.
Me levanté y lo urgí a seguirme y lo hizo sin preguntas.
Nos movimos por los salones traseros de la misma manera que entramos al palacio, como insignificantes y miedosos ladrones en lugar del heredero y princesa de ésta tierra. Joseph no sabía que era un secreto o que yo estaba aterrorizada de lo que nos pasaría si alguien nos viera.
Por suerte no nos vieron y en un corto período estábamos fuera de nuevo. Pero en mi corazón, continuaba preguntándome cuándo tiempo podría estar lejos antes de que Padre me arrastrara a casa.
¿Qué le pasaría entonces a Joseph?
issadanger
Re: JOSEPH - JOE Y _____
18 de Noviembre, 9532 AC
El palacio de verano estaba completamente vacío en esta época del año. Sólo un pequeño puñado de sirvientes estaban en la residencia. Petra, nuestra cocinera, su hija y su esposo que también era el jardinero. El ama de llaves y el capataz finalizaban el pequeño número.
Por suerte, todos me eran leales y nunca le dirían a mi padre que me alojaba aquí con un invitado que se parecía al heredero. No expliqué la existencia de Joseph y no preguntaron. Solamente lo aceptaron y acomodaron una habitación que estaba solo a dos puertas de la mía.
Joseph vacilaba extremadamente, mientras entraba a la habitación. Por la manera con que miraba alrededor podía decir que estaba pensando en la vieja habitación en la cual tío lo había vendido a otros.
—¿Puedo hablar, Idika?
Odiaba cuando me hablaba así.
—Te he dicho repetidamente que no tienes que preguntarme para hablar Joseph. Di lo que sea que este en tu mente.
Tío lo había golpeado tan frecuentemente por hablar que le era difícil romper el hábito.
—¿Con quién compartiré la habitación?
Mi corazón lloró ante su susurrada pregunta. Todavía le costaba creer que no tenía que usar su cuerpo para pagar por cada gentileza o alimento.
—Es tu habitación Joseph. No lo compartirás con nadie.
El alivio en esos ojos plateados hizo que mi garganta se apretara.
—Gracias, Idika.
No estaba segura de que despreciaba más, su insistencia en llamarme su dueña o que me agradeciera por no venderlo.
Suspirando, le di unas palmaditas gentiles en el brazo.
—Haré que te traigan algunas ropas de Nick para que uses.
Se giró antes de hablar nuevamente.
—Se enfadará cuando sepa que las he tocado.
—No se enfadará, Joseph. Créeme.
—Como lo desees. Idika.
Me mordí los labios ante su servilismo. Mientras Nick era detestablemente dominante, a menudo haciendo que la gente rehiciera tareas sólo por sentir el poder que tenía sobre ellos, Joseph aceptaba todo lo que hacían para él sin quejarse.
Deseando que hubiera algo que pudiera hacer para que se sintiera a salvo y más cómodo, lo dejé en su habitación y fui a descansar a la mía. Sólo necesitaba un pequeño descanso del estrés de preocuparme por él. Los sirvientes aquí eran en su mayoría viejos y la única cosa de la que me había percatado era que la gente más vieja parecía más inmune a cualquier cosa que tenía a Joseph poseído. Si no eran inmunes, parecía que tenían menor motivación a actuar.
Sin mencionar que el personal se percataría que era familia y solamente eso los mantendría lejos de él.
Esperaba.
Cansada, fui hacia mi escritorio y escribí una nota rápida para Padre, haciendo de su conocimiento que necesitaba algún tiempo lejos de Didymos. Estaba acostumbrado a mis viajes, ya que frecuentemente visitaba a mi tía viuda en Atenas o venía al palacio de verano para simplemente estar a solas. Como Joseph, valoraba mi soledad. Mientras tuviera a Boraxis conmigo y mantuviera a mi padre informado de mi bienestar y paradero, mi padre era indulgente con mis viajes impulsivos.
El único lugar que me había prohibido visitar era Atlántida. Ahora sabía porque. Y honestamente le creía cuando me decía que estaba muy lejos y era un viaje muy peligroso para una mujer de mi edad sin una escolta apropiada. Poco había sospechado que era para proteger a su hermano y su conducta licenciosa.
Justo había finalizado de escribir la nota diciéndole a mi padre que estaba en Atenas, cuando miré hacia afuera y me detuve. Mi atención fue cautivada por un movimiento fuera de la ventana, en el jardín. Al principio, no podía creer lo que veía.
Era Joseph.
Qué extraño que hiciera algo sin permiso expreso. Apenas se movía a menos que se le mandara que lo hiciera. Tuve que parpadear dos veces sólo para asegurarme que no estaba soñando. Pero no, era definitivamente él...
Incluso, siendo un invierno suave, hacía el suficiente frío para necesitar una capa fuera. Aún así permanecía, con los pies descalzos, caminando por el pasto cercano a la fuente. Tenía la cabeza doblada hacia abajo y parecía estar enredando los dedos de los pies en el pasto. Parecía como si estuviera disfrutando la sensación, pero como nunca sonreía, era difícil de decir.
¿Qué demonios estaba haciendo?
Cogí la capa y me dirigí hacia el exterior para observarlo.
Tan pronto como me vio aproximarme, se encogió hasta que estuvo contra la lejana pared de piedra. Sin ningún otro lugar al cual ir, se tiró sobre sus rodillas y levantó sus brazos como si fuera a protegerse la cabeza y el rostro.
—Perdóname Idika, por favor, yo nn nno quise ofenderla.
Me arrodillé junto a él y tomé su rostro en mis manos para calmarlo. Se tensó tanto ante mi contacto que era una maravilla que no se quebrara.
—Joseph, está bien. Nadie está enfado contigo. No has hecho nada malo. Shh...
El tragó mientras su miedo se transformaba en confusión. Queridos Dioses ¿Qué le habían hecho que temblaba cuando no había hecho nada para merecerlo?
—Solo tenía curiosidad de porque estabas aquí fuera sin los zapatos puestos. Hace frío y no quiero que cojas una fiebre.
Mi preocupación lo desconcertó tanto como su miedo me desconcertó a mí...
Gesticuló hacia su habitación que tenía una pequeña terraza la cual, como la mía, se abría hacia el jardín. La puerta estaba todavía entreabierta.
—No vi a nadie aquí y entonces pensé que estaba a salvo. Sólo quería sentir el pasto. No pensé hacer daño, Idika. Iba a regresar a mi habitación en cuanto finalizara. Lo juro.
—Lo sé.
Dije tomando su rostro antes de soltarlo. Se relajó un poco ahora que no lo tocaba.
—En realidad está bien. No estoy enfadada contigo. Pero no entiendo porque querrías sentir el pasto estando tan frío. Está seco en ésta época del año.
Pasó su mano sobre el pasto.
—¿No siempre es así?
Fruncí el ceño ante su pregunta.
—¿Nunca habías tocado el pasto antes?
—Creo que lo hice cuando era pequeño. Pero no lo recuerdo.
Pasó la mano sobre el pasto nuevamente en un gentil gesto que retorció mi corazón.
—Solo quería tocarlo una vez. No dejare mi habitación nuevamente, Idika. Debería haberle pedido permiso antes. Perdóneme.
Bajó la cabeza.
Quería alcanzarlo y tocarlo de nuevo, pero sabia cuanto odiaba eso.
—No necesitas mi permiso Joseph. Puedes venir aquí cuando lo desees. Eres libre ahora.
Miró hacia la palma marcada que contenía la marca de esclavo, entonces la cerró en un puño.
—Idikos dijo que el rey le hizo prometer que nunca dejaría la casa.
Me quedé con la boca abierta ante su revelación.
—¿Has estado encerrado en tu habitación desde que llegaste a Atlántida?
—No siempre. Cuando Idikos regresa de un viaje, lo saludo en el recibidor. Soy siempre al primero que él desea ver. Entonces algunas veces Idikos me encadena en su oficina de los tobillos o a su cama. Y en la noche voy al salón de cenas y al salón de baile cuando tenemos fiestas.
Y cada noche dormía en la cama de Estes. Ya me había dicho todo eso.
—¿Pero nunca has estado fuera?
Me miró, después apartó la mirada. Eso era lo que Estes le había enseñado a hacer desde que mucha gente se desconcertaba por sus remolinantes ojos plateados.
—Me tienen permitido sentarme en el balcón entre clientes para que mi piel no sea pálida. Meara en ocasiones me permite comer fuera.
Había sabido por él que Meara era la criada que me había escrito y quien le había ayudado a escapar. Había sido la más gentil de sus cuidadores y la única que se había asegurado de que comiera y estuviera cómodo... cuando no estuviera entreteniendo. La otra cosa que supe de él era que Estes utilizaba la comida para controlarlo.
Joseph comía sólo cuando había agradado a otros. La cantidad que le estaba permitida comer dependía de cuantos clientes había visto ese día y que tan felices habían quedado.
El pensamiento me enfermó.
—¿Quieres a Meara, cierto?
—Siempre fue buena conmigo. Incluso cuando soy malo, no me lastima.
Malo. Definido por Estes, era cuando cualquier cliente era rudo con Joseph y que le dejaba una marca en su cuerpo. Joseph debía agradarles de cualquier manera que quisieran aunque quisieran ser rudos y él lo permitía, sino era castigado. Si no les permitía que lo hirieran, no estaban conformes y Estes lo castigaba el doble de fuerte por no haberles dado lo que habían pagado por él. Joseph no podía ganar esa batalla.
Empuñe mis manos para evitar el impulso de levantarlas y tocarlo. Solo quería tomarlo entre mis brazos y abrazarlo hasta que la pesadilla que había sido su vida estuviera completamente borrada de su memoria.
¿Pero cómo? ¿Cómo podría hacerle entender que estaba a salvo ahora? ¿Que nadie lo tocaría nuevamente sin su invitación explícita? ¿Que era libre de tomar sus propias decisiones y que nadie lo golpearía por expresar sus opiniones?
¿O por caminar fuera para sentir el pasto en sus pies?
Tomaría tiempo.
—Regresaré a mi habitación —apunté a la puerta que se abría hacia mi cámara—. Puedes quedarte aquí tanto como quieras. Cuando tengas hambre, díselo a Petra, la mujer alta y vieja que conociste cuando llegamos y te preparará cualquier cosa que desees. Si me necesitas, no dudes en venir a mi habitación. El día es tuyo, hermanito. Todo lo que te pido es que por favor te pongas los zapatos para que no caigas enfermo.
Asintió y no se movió hasta que puse suficiente distancia entre nosotros para que estuviera seguro de que no podría golpearlo. Quería llorar.
Pero no había nada que hacer excepto mostrarle que sentía lo que decía. Su vida ahora era suya.
Retrocediendo, regresé a mi habitación donde lo observé mientras se ponía los zapatos que debía haber estado sosteniendo bajo su capa. Después exploró el pequeño jardín durante horas. Debió de tocar todo lo que había, sintiendo la textura y oliéndolo.
No fue hasta que el sol empezó a ponerse que regresó a su habitación. Esperé unos pocos minutos antes de ir a la cocina e hice que Petra le llevara una bandeja de comida.
—¿Alteza? —Preguntó mientras empezaba a retirarme—. Nuestro invitado... ¿está bien?
—Está bien. Sólo es tímido y callado.
Asintió antes de hacerle la bandeja y llevársela. Su hija, cuyo nombre no podía recordar, me sonrió desde la esquina donde estaba jugando cerca del fuego.
—Su amigo parece perdido, Alteza. Como el perrito que encontré el verano pasado. Al principio estaba temeroso de dejar que alguien se acercara a él, pero continué hablándole y dejándole comida —apunto hacia el perro que estaba dormido a treinta centímetros de ella—. Ahora es el mejor perro del mundo. Nunca deja de estar a mi lado.
—Todos en el mundo necesitan gentileza, niña.
Asintió, antes de volver a jugar.
La miré por un momento mientras surgían viejos recuerdos. Joseph nunca había tenido juguetes incluso antes de que Estes se lo llevara. Por aquel entonces, compartía los míos con él, pero eso era todo lo que había tenido.
La niña tenía razón. Mi hermano estaba tristemente perdido. Sólo esperaba que con el tiempo estuviera tan cómodo aquí como lo estaba el perro. Que aprendiera a sentirse bienvenido en un mundo que tan obviamente lo odiaba.
issadanger
Re: JOSEPH - JOE Y _____
Noviembre 19, 9532 A.C.
Hoy había dormido hasta tarde sin intención. Era casi mediodía antes de que despertara. Y lo que me había despertado era la cosa más sorprendente de todas. Era el sonido de la risa de un niño.
Me levanté y me puse una capa de lana roja alrededor antes de caminar hacia la ventana para mirar hacia fuera.
Allí en el jardín estaba Joseph con la joven hija del cocinero. Estaban sentados sobre una tela con pan, carne, aceitunas e higos mientras hablaban y jugaban un juego de dados. No podía oír lo que estaban diciéndose, pero la pequeña muchacha chillaba riendo de vez en cuando.
Cuando la muchacha decidió levantarse, extendió la mano y tocó el hombro de Joseph. No se encogió en absoluto. Para mi asombro, realmente la alzó y la puso de pie para que pudiera correr dentro.
Por primera vez desde que lo encontré, estaba relajado. Comía sin miedo y sus rasgos no se arrugaban. Miraba abiertamente y directamente a la cara de la muchacha
La niña volvió con su muñeca y se la dio a Joseph. Él la tomó y pretendió alimentarla con una aceituna. La muchacha chilló con deleite.
Encantada por el juego, me dirigí afuera para unirme a ellos. En cuanto Joseph me vio, la luz se fue de sus ojos. Vi como literalmente se retiró dentro de sí mismo y se puso temeroso inmediatamente.
—Debes irte, Maia —susurró a la muchacha.
—Pero a mí me gusta jugar contigo, Joseph. Tú no te enfadas conmigo por ser tonta o hacer preguntas.
—Puede quedarse —agregué rápidamente—. No quise molestaros.
Joseph mantuvo la mirada fija en el suelo.
Suspiré antes de observar a la muchacha.
—Maia, ¿podrías traerme una copa de vino de la cocina?
—Sí, Alteza. Volveré en seguida.
En cuanto salió, me volví hacia Joseph, quien estaba retraído y temeroso de nuevo.
—¿Has estado alrededor de muchos niños?
Agitó su cabeza.
—Está prohibido.
—Pero pareces tan a gusto con Maia. ¿Por qué?
Envolvió su capa más firme alrededor suyo antes de hablar.
—No quiere nada de mí más que otro compañero de juegos. Para ella, no soy diferente a cualquier otro adulto. No le molestan mis ojos y no es consciente de que no soy normal.
—No eres diferente, Joseph.
Me miraba con esos misteriosos ojos.
—Tú sientes atracción hacia mí. Aún no has actuado, pero lo sientes como todos los demás. Tu corazón se acelera cuando me ves moverme. Tu garganta se seca mientras tus ojos se dilatan. Conozco las señales físicas. Las he visto demasiadas veces.
Era verdad y odié el hecho de que pudiera ver tan fácilmente dentro de mí.
—Nunca te tocaría de esa forma.
Un tic empezó en su mandíbula antes de que apartara la mirada.
—Gerikos y otros han dicho eso también. Y cuando ya no pueden resistirlo, me odian y me castigan como si tuviera control sobre esto. Como si les hiciera quererme —en ese momento cuando encontró mi mirada, lo vi. La cólera que lo quemaba en lo más profundo—. Tarde o temprano todos los que están a mí alrededor me joden, Idika. Todos.
Su cólera encendió la mía.
—Y yo nunca te tocaré así, Joseph.
La duda en esos ojos quemaba a través de mí.
—¿Qué hay de Meara? —Pregunté, intentando mostrarle que no todos éramos unos animales que tenían la intención de montarlo—. Ella nunca te tocó de ese modo, ahora, ¿o lo hizo?
La mirada que me dio me dijo la respuesta. Mi estómago se encogió.
—Era más amable que la mayoría.
No era de extrañar que no confiara en mí. ¿Cómo, en el nombre del Olimpo, alguna vez podría convencerlo de que no me gustaba de ese modo cuándo todos los demás lo habían usado? Sí, sentía la atracción antinatural de la que me hablaba. Pero no era un animal incapaz de controlar mis impulsos. Me enfermó que otros tuvieran tan poco control y que lo hubieran usado.
—Me probaré ante ti, Joseph. Puedes confiar en mí. Lo prometo.
Antes de que pudiera responder, Maia volvió con mi vino. Le ofrecí una sonrisa amable antes de tomarlo.
—Vosotros dos id a jugar. Necesito ir a bañarme y vestirme.
Después de ponerme de pie, me dirigí hacia mi cuarto. En la puerta hice una pausa para mirarlos.
Joseph estaba rodando los dados mientras Maia sostenía su muñeca. Tenía razón, tenía algo anormal que convocaba a mi cuerpo. Incluso cuando tenía una apariencia enfermiza, era bello. Irresistible.
Me miró y rápidamente apartó la mirada antes de que entrara en mi cuarto.
—Eres mi hermano, Joseph —susurré—. No te heriré —no sólo era una promesa a él, sino también a mí misma.
issadanger
Re: JOSEPH - JOE Y _____
15 de Diciembre, 9532 A.C.
El apacible invierno continuó. Algunos días aún eran lo bastante cálidos para aventurarse afuera sin las capas.
Más de un mes había pasado desde que escapé con Joseph. Las cartas enviadas a mi padre con falsas ubicaciones ayudaron a mantenernos seguros. Así como los hombres y mujeres que soborné para dar falsas pistas sobre nosotros en otras ciudades. Sólo esperaba que él continuara apoyando mi ardid hasta la primavera cuando sería seguro viajar para nosotros.
Las drogas se habían ido del cuerpo de Joseph y apenas reconocía al muchacho que había encontrado encadenado a una cama.
Su dorado cabello estaba brillante, había ganado peso y ahora podría confundirse con Nick fácilmente. En todo, excepto por aquellos turbulentos ojos plateados, y su personalidad tranquila, introvertida. No había escandalosa jactancia, ninguna irritante presunción.
Joseph era pensativo y respetuoso. Agradecido por cualquier bondad que se le mostrara. Podía sentarse durante horas y no moverse o hablar. Su actividad favorita parecía ser sentarse en el balcón y mirar hacia el mar, observando las olas que chocaban en la orilla, mirando la salida y la puesta del sol con una fascinación que me asombraba.
O jugando a juegos de persecución y dados con Maia. Ambos compartían un vínculo que calentaba mi corazón. Joseph nunca la hirió o le levantó la voz. Incluso la tocaba muy raramente. Y cuando venían sus incesantes preguntas, tenía más paciencia que cualquiera que había visto alguna vez. Incluso Petra hizo un comentario sobre él y cuán agradecida estaba que Maia hubiera encontrado un deseoso compañero de juegos.
Hoy temprano, habíamos estado fuera en el huerto, intentando encontrar manzanas frescas aunque ya había pasado la estación. Joseph había admitido finalmente una preferencia por la fruta, me había costado semanas antes de que admitiera una preferencia por algo.
—¿Crees que Padre vendrá pronto? —preguntó.
Me consumí de miedo. No sé por qué había mantenido la mentira. Salvo que la verdad de los sentimientos de Padre era algo que no creía que necesitara saber. Era más fácil decirle que su familia lo amaba, que todos se sentían hacia él como yo.
—Quizás.
—Me gustaría encontrarme con él —dijo mientras pelaba una manzana con su cuchillo. Era la única que habíamos encontrado y aunque no estaba lo bastante fresca, a Joseph no parecía importarle—. Pero es a Nick al que más quisiera encontrar. Sólo puedo recordarlo vagamente de antes.
Era la única manera en que se referiría al tiempo en pasado en la Atlántida.
Había dejado de hablar de sí mismo como una puta, no había dicho nada acerca de torturas o abusos, ni siquiera cuando le pedía detalles. Sus ojos se volvían angustiados y bajaba la cabeza. Así que aprendí a no preguntar, a no recordarle ninguna cosa acerca de los años que pasó con nuestro tío.
La única señal reveladora de su tiempo allí era la forma en que aún se movía. Despacio, seductoramente. Había sido entrenado tan meticulosamente como una puta que aún aquí, no podía librarse de esos movimientos.
El otro único recordatorio de su pasado eran las esferas en su lengua, que se negaba a quitarse, y la marca en su palma.
—Dolió demasiado cuando me perforaron —me había dicho cuando le pregunté por las esferas—. La lengua estaba tan hinchada que no pude comer durante días. No quiero tener que experimentarlo de nuevo.
—Pero no lo harás, Joseph. Te dije que no les permitiré devolverte allí.
Me miró con la misma indulgencia con la que había mirado a Maia cuando le dijo que los caballos podían volar, como un padre que no quería arruinar el engaño del niño con la verdad.
Así que las esferas se quedaron.
Pero claro,Joseph también lo hizo.
issadanger
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