Doctor Who N.C.

¡Al fin hoy podré subir capítulo! *choca palmas*   

Era curiosa la forma en la que Katy solía despertarse, siempre observando la ventana que tenía enfrente. Entretenidamente, solía sonreír ante el paisaje de las mañanas que se apoderaba de su vista y luego procedía a desperezarse.
Katy pareció divisar un deje especial a aquella mañana, algún pequeño detalle nuevo que antes no había percibido. Tal vez había contado un copo más de nieve de los habituales, tal vez sólo había un grado menos de temperatura pero para ella ya era la cosa más alucinante del mundo. Se colocó sus comodísimas pantuflas con forma de zapato de minnie mouse y se dispuso a salir de las escaleras con su pijama de la misma famosa ratoncita.

–Buenos días, Sophia–, saludó Katy en su lengua nativa, el alemán, mientras se sentaba en un taburete frente a la barra americana que había en la cocina. Cogió una galleta que había en un plato y le dio un mordisco.– ¿Fughj todavía no se ha despertado?
–Si lo ha hecho, lo que pasa es que se ha ido ya ha trabajar–respondió su cuñada mientras se sentaba frente a Katy y le daba una taza de leche con cacao.
–¿Tan pronto?-Preguntó Katy extrañada, pues su hermano no acostumbraba a levantarse temprano. Su cuñada comenzó a reír y negó con la cabeza.-No te entiendo-. Siguió la joven con un tono suave.
–No se ha ido tan pronto. Lo que pasa es que tú, pequeña, te has despertado tarde.–Le explicó divertida.
–¿En serio?–Su acompañante asintió divertida.

Katy estaba sorprendida por su tardanza a la hora de despertarse pues no acostumbraba a retrasar su horario y eso implicaba un caos a la hora de reorganizar el día. Sí, Katy era una de esas pocas personas que tenían el tiempo milimetrado e inexplicablemente ocupado con diversas actividades que ni ella misma sabía de que le servían.
Siguió tomándose el desayuno, pero esta vez añadiendo agilidad a aquella acción. Tenía la mañana programada con sus tareas del instituto y deseaba empezarlas cuanto antes. Para llevar a cabo su propósito, prácticamente se ahoga con el lácteo. Se levantó del asiento.

–Ya que te levantas… ¿Podrías ir un momento a comprar el periódico?
–Claro–.Contestó la menor mientras subía las escaleras.

Katy se encerró en su habitación y abrió de par en par dejando ver una cantidad de ropa limitada. Comenzó a observar su armario detenidamente, buscando un par de prendas que quedasen bien juntas. Se puso un pantalón tejano de color azul claro que se ajustaba a sus piernas, unas botas negras de inspiración Dr Martens y un jersey de color gris con flores amarillas en él. Para rematar, se hizo dos coletas bajas y se colocó un gorro negro  y una gabardina de un tono verdoso.

–Ahora vuelvo–. Se despidió mientras cruzaba la puerta.

Katy mentiría si dijese que no le impactaba el frío de Alött cada vez que pisaba la calle. Si. Adoraba aquella pequeña ciudad y le encantaba pasear por ella, pero era totalmente humano no soportar demasiado aquellas bajas temperaturas que con dificultad rozaba el grado cero.
Katy comenzó a caminar con las manos en los bolsillos y la cabeza gacha, intentando no encontrarse con alguno de sus molestos compañeros de clase. Era tímida, no se relacionaba, no decía palabra con temor de ser maltratada verbalmente o físicamente…y aún así lo era. Se encogió de hombros y siguió paseando rumbo a su quiosco de confianza, a aquel donde acudía desde pequeña.
Doblando la esquina de su calle, pudo advertir que un hombre joven pero mayor que ella comenzaba a apresurar el paso en su dirección. Asustada y totalmente convencida de que era un violador o secuestrador que quería matarla cambió de camino escogiendo uno más largo. Pero, tras siete minutos y cincuenta y dos segundos de paseo pudo comprender que aquel señor aún le perseguía. Katy se escondió en un pequeño callejón y, presa de un ataque de pánico, se paró en seco y comenzó a tener dificultades para respirar. Intentó concentrarse en un punto fijo e intentó contar el número de exhalaciones que hacía pero le parecía cada vez más difícil. Al oír como aquel paso frenético que llevaba toda la mañana siguiéndola se acercaba, comenzó a retroceder y su ritmo cardíaco aumentó. Sigilosamente, siguió yendo marcha atrás hasta darse con algo en la espalda. Se giró y observó una cabina de policías de color azul. Y, antes de girarse de nuevo, unas manos se colocaron en sus hombros, provocando en ella un grito de espanto.

–Tranquila, no voy a hacerte daño.–Dijo aquella voz, con una extraña calma que hizo a Katy estremecer.–Confía en mí e intenta respirar.
–No puedo.-Susurró Katy girándose, haciendo que aquel desconocido viese sus lágrimas caer por sus rojas mejillas.
–Si puedes. Vamos, hazlo conmigo. Inspira, expira… ¡Imítame!–Dijo aquel hombre mientras hacía los dos movimientos descritos con exageración.
–Gra…Gracias.-Contestó Katy entre sollozos mientras veía a aquella persona con temor y comenzaba a respirar con normalidad.–¿Quién eres?
–El doctor.–
¿Qué?¿Cómo?¿Es un título o un nombre de verdad?–Comenzó a cuestionar desesperadamente la joven.
–Eso. Así. Un nombre de verdad.–Contestó el doctor con acento británico por orden las preguntas de Katy.– ¿Y tú, cómo te llamas?
–Katy.-Respondió con la voz baja.–¿Y cuántos años tienes, Katy?–Le preguntó con cautela, intentando no incomodarla.
-Quince…–Contestó con timidez. Frotando el pié izquierdo con el pié derecho.
–Bien Katy de Diecisiete años…¿Quieres saber que es esa cabina?–La aludida asintió suavemente.–Es la tardis.–Contestó enfatizando la última palabras, como cuando se le cuenta un cuento a un infante.
–¿La Tardis?–Preguntó con curiosidad, haciendo que el doctor asintiera.- ¿Qué hace?-Viaja en el tiempo.–¿De verdad?–Preguntó con los ojos abiertos. El adulto volvió a asentir.
–¿Quieres verlo?

Katy no sabía que contestar a aquello, en parte sabía que aquella pregunta saldría en cualquier momento pero le atemorizaba que aquello que dijese aquel lunática fuese en serio, porque ella pensaba que se había escapado de algún centro psiquiátrico y que no era más que eso; un lunático. Pero él iba muy enserio con aquella última pregunta. Llevándose por completo la atención de la inocente chica, apareció una pequeña flor blanca flotando por el aire.

–Es preciosa.-Comentó Katy con un tono tierno.–Es una flor realmente bonita.
–Es un isolu-. Añadió el doctor–.Son pequeñas criaturas en forma de flor que se dedican a flotar.

La joven se estremeció, relacionando aquellas palabras con las del payaso de It, aquel tenebroso ser que atraía a las personas con sus globos; convenciéndolos de que ellos también flotarían. Dio un paso hacia atrás y observó como aquella flor antes descrita se acercaba a su boca como si le obligase a tragar.

–No abras la boca.–Le advirtió el británico mientras sacaba una especie de cacharro metálico y lo acercaba al isolu, atacando contra él y disolviéndolo.–Son criaturas tanto preciosas como peligrosas.
–¿Cómo las sirenas?–Preguntó la joven con curiosidad, formando en el doctor una sonrisa complacida.
–Buena referencia.–Elogió el hombre. Miró el reloj de muñeca.–Me tengo que ir así que…última portunidad, ¿vienes? Podrás escoger el destino.
–Bueno…–Contestó la chica tras cinco minutos de silencio.–Siempre he querido ir a las Olimpiadas de Barcelona.