Knight of Hell |

Prólogo

Actual Londres, 1845 años atrás.

Antes del amanecer ya había niebla, pero no cualquiera. Era una niebla densa que cubría todo y anticipaba los malos augurios. Un cuervo se posó sobre la ventana y el chico se levantó de su mísera cama. Ya había pasado una semana desde que se fue y necesitaba una prueba que iba a volver. Sacó el pensamiento de su cabeza y fue a la cocina donde su madre preparaba el desayuno con las cosechas del día anterior. Se saludaron con un "buen día" que en realidad no lo era. Hoy vendría el cobrador de impuestos a llevarse todo lo que quería de la cosecha para Lord Hamming, el señor feudal del lugar. Salió de la casa y subió la colina donde estaba Jeff, un amigo de la familia. Era un hombre robusto y calvo, un poco malhumorado a veces, pero era una buena persona que había ayudado a su familia en los peores momentos y ahora trabajaba con el como aprendiz de herrero. Lo saludó e intercambiaron opiniones de cosechas y ese tipo de cosas. El era un hombre culto y por eso le costaba seguir la conversación, pero se las arreglaba para no quedarse atrás. Luego de unas horas terminó de forjar herraduras y dos espadas, Jeff se había ido al mercado, los vendedores había llegado y no podía perder la oportunidad. Al cabo de unos minutos dejó la espada en la mesa de madera, era su mas grande obra. Acero y plata fundidas en un solo filo, el mango ¡Que hermosura!, era plata con incrustaciones de zafiros y rubíes que formaban una cabeza de águila. También había hecho un látigo de oro blanco con una cabeza de serpiente con ojos de piedra jade en el mango.  
-¿Te sirvieron los materiales?.- Dijo una voz femenina tras el y la reconoció al instante. Le sonrió y le mostró la espada la cual agarró y la sopesó entre sus manos.- Bastante buena, sabía que podía confiar en ti.- Dejó su obra en la mesa y se alisó el vestido verde. La chica era rubia y su pelo llegaba hasta la cintura, llevaba un vestido verde hasta los pies con escote y mangas hasta el codo. Lo abrazó y sintió paz, eso era lo bueno de estar con ella. Sentía que nada podría sacarle la felicidad que ella le brindaba.
-Nunca te fallaría Kirtash.- Le dijo mientras se deshacía de ella por unos instantes.- Pero también, como me sobró material-. Se dio vuelta y agarró el látigo brillante-. Hice esto para ti.- Se lo tendió y ella lo agarró sorprendida. Nunca nadie había hecho algo para ella por mero gusto.
-Es hermoso..- Dio un par de sacudidas y probó la calidad derribando cosas con el arma.- ¿Sabes? Toda buen arma merece un nombre digno. Esta, por ejemplo, se llama Banshee..- Dijo mostrando su nueva adquisición.
-No tengo arma.- Dijo el chico encogiéndose de hombros.
-¿Y esa espada que está allá que es?.- Se giró y la vio, ¿Era para el?.- Creo que su dueño no la quiere mucho.- Hizo una mueca y se la dio. Se escucharon unos pasos y Jeff abrió la puerta cansado.
-La venta fue absolutamente gratificante. Te ganaste el día libre muchacho.- Le dijo pero, al darse vuelta la chica no estaba.
De vuelta a su casa vio a su madre hablando con el resto de las familias del feudo y no le gustó lo que decían. Iban a matar a las Elementales y con ellas a Kirtash, la chica que amaba. Corrió lo más rápido que pudo para avisarle pero la visión se tornaba negra. Los días pasaron volando, algo lo había hechizado. El estaba ahí, podía ver todo lo que pasaba pero no podía controlar sus actos. Era como una prisión en la cual estaba atrapado. Lo que mas recordaba era la cara de sorpresa y miedo de la chica cuando le clavó una daga en el corazón y la ató en un ataúd junto con sus hermanas y el, junto con los otros tres chicos, los cazadores, las tiraron al mar.