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Un Matrimonio escandaloso Joe & Tu *Terminada*
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Un Matrimonio escandaloso Joe & Tu *Terminada*
ahhhh
siguela
ya quiero saber que va a pasar en el yate..
siguela
ya quiero saber que va a pasar en el yate..
jamileth
Re: Un Matrimonio escandaloso Joe & Tu *Terminada*
Ahhhhhhh
Joe se esta enamorando de ella! (Baile de 10segundos)
siguelaaa porfiss
espero capi Mañana!!
besoss!!!
siguelaa me encantaa!!!!!!
Muero por saber que carriso pasara en el yate!
siguelaaa
:bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce:
att: tu siempre fiel lectora!!
Joe se esta enamorando de ella! (Baile de 10segundos)
siguelaaa porfiss
espero capi Mañana!!
besoss!!!
siguelaa me encantaa!!!!!!
Muero por saber que carriso pasara en el yate!
siguelaaa
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att: tu siempre fiel lectora!!
Yhosdaly
Re: Un Matrimonio escandaloso Joe & Tu *Terminada*
wuuuuuaaaaaauuuu no lo puedo creer que ya este enamorado de ellaaaaaa!!!!!!!!
y claro que ella tambien
jejejeje
siguela porfaaaaa
y claro que ella tambien
jejejeje
siguela porfaaaaa
chelis
Re: Un Matrimonio escandaloso Joe & Tu *Terminada*
Chicas Publicare hoy yo, porque la escritora no le abre el foro! pero ya publico capii!!
Yhosdaly
Re: Un Matrimonio escandaloso Joe & Tu *Terminada*
Joe echó un vistazo al reloj y vio que eran las diez y veintinueve.
-Joe, ¿qué les digo a los Helsinger si me preguntan por tu pasado? -inquirió ________ cuando iban de camino al ascensor.
-Diles la verdad -contestó él con aspereza.
-Pero no sé nada de ti.
-Exacto -dijo él, y la empujó suavemente para que entrara en el ascensor-. Diles que no sabes nada de mí.
-No puedo decirles eso. Pensarían que estoy loca por haberme casado con un hombre del que no sé nada.
-Um. Quizá no se equivocaran -apretó el botón y las puertas se cerraron-. Diles que tuve una infancia espantosa, pero que no me gusta hablar de ello.
Sintió que ________ lo observaba con fijeza, pero se resistió a mirarla. Cuando la miraba, le pasaban cosas extrañas. Bastante tenía con sentir su perfume envolviéndolo en aquel espacio tan pequeño.
-¿Y es cierto? ¿Tuviste una infancia espantosa?
Joe se atrevió a mirarla ahora que tenía motivos para sentirse irritado.
-Eres una mujer inteligente, ___________. Ya sabes que sí. Dejémoslo así, ¿quieres?
La aspereza de su tono y sus ojos, repentinamente fríos, hicieron estremecerse a _____________.
La poca ilusión que le quedaba ante la idea de pasar dos románticos días con Joe a borde de un yate de lujo se desvaneció por completo. Si Joe no cambiaba de humor, aquello resultaría aún más difícil. Sería horrible.
Pero ver una limusina blanca aguardándolos frente al edificio de apartamentos la animó.
Era imposible no ilusionarse ante tal despliegue de lujo, al que había que añadir los detalles del interior del coche: champán, caviar y un mensaje de bienvenida en el televisor empotrado que el chofer encendió en cuanto se pusieron en marcha.
Hasta Joe sonrió cuando su anfitrión, un hombre sumamente corpulento, apareció en la pantalla para presentarse a sí mismo y a su rubísima esposa, felicitarles por su reciente boda y decirles que tanto Rosalie como él estaban deseando conocerlos.
-Bueno, ¿qué opinas? -susurró __________ cuando el televisor se apagó.
Joe pulsó el botón que activaba la mampara de separación y aguardó a que se alzara para contestar.
-Creo que ningún hombre que lleve una chaqueta azul marino con botones dorados me habría hecho investigar.
___________ se echó a reír.
-Parecía recién salido de los años cincuenta, ¿verdad? Pero me ha caído bien.
Bueno, sí, estaba gordo y calvo. Pero tenía una cara agradable. Y una mirada alegre.
-¿Qué te ha parecido su mujer? -preguntó Joe.
-Es difícil hacerse una idea. No ha dicho ni una palabra.
-Supongo que darle conversación a su marido no es su principal cometido en la vida -dijo Joe con ironía.
-Puede que estén muy enamorados -sugirió ________.
El semblante de joe reflejaba escepticismo.
-Ya has visto lo gordo que está. Esa mujer se casó con él por su dinero, y él con ella por lo que hace cuando no está hablando.
_________ se encogió por dentro al recordar lo que le había hecho a joe varias veces cuando no estaba hablando.
-¿Qué pasa? -dijo él-. ¿Qué he dicho?
-Nada. Yo... nada.
-No, nada, no. Pareces disgustada.
Ella escudriñó sus ojos.
-Yo... no quiero que pienses que lo que he hecho contigo ha sido por dinero. Porque no es así. Tú, me gustas, joe. Me gusta estar contigo. De verdad.
_________ no sabía de qué otro modo decirlo sin confesarle que lo quería.
Joe giró la cabeza y se puso a mirar por la ventanilla tintada del coche.
-Ha sido divertido, ¿verdad?
________ tragó saliva. Joe estaba hablando en pasado. ¿Se había acabado ya? ¿Había empezado a aburrirse? Esa mañana, desde luego, no le había parecido aburrido.
Pero, aun así, había notado un cambio en él. Cierta frialdad. Cierto distanciamiento. No le había dado la mano en el ascensor. Y llevaba un buen rato sin tocarla. El día anterior, no le había quitado las manos de encima.
-¿Intentas decirme algo, Joe? -preguntó, decidida a no llorar. Ni a hacer una escena. Si lo suyo se había acabado, se había acabado.
El giró lentamente la cabeza para mirarla.
-¿Como qué?
-Como, por ejemplo, que a partir de ahora tendremos que fingir que somos amantes.
-No creo que pudiera -masculló él.
-¿Que pudieras qué?
-Estar contigo en tan poco espacio sin hacer el amor.
-Vaya, ¿tan irresistible soy? -respondió ella con sarcasmo.
Él la miró con dureza.
-Pues sí, _________. Lo eres -_________ contuvo la respiración y la cabeza empezó a darle vueltas-. En cualquier caso, cuando llegue el jueves, se acabó -añadió él.
-Pero ¿por qué? -balbució ella.
-Porque...
-¿Porque qué? -insistió ella.
-Tengo que ponerle fin a esto antes de hacerte daño -replicó él-. Yo no te convengo, _______. Sólo soy un tipo retorcido y sin corazón. El amor no me interesa. Sólo quiero acostarme contigo, nada más.
-¿Y qué? Yo no me he quejado, ¿no?
Joe la miró con enfado. Luego, de pronto, la agarró por los brazos y la apretó contra él.
-Maldita sea, ________ -gruñó, los ojos fríos y ardientes al mismo tiempo-. Vete al infierno.
Pero fue él mismo quien la llevó al infierno allí mismo, en la parte de atrás de la limusina. Ni siquiera se desvistió. Ni la desvistió a ella. Pero, aun así, _________ alcanzó el éxtasis con la misma rapidez y furia que él.
Después, Joe se recostó en el asiento de cuero con expresión atormentada.
-¿Por qué nunca dices que no? -preguntó ásperamente mientras se colocaba la ropa-. ¿Por qué nunca me paras? Esta vez deberías haberme parado, ___________. ¡Ni siquiera me he puesto un preservativo!
Ella se limitó a mirarlo fijamente mientras repasaba mentalmente, a toda velocidad, el calendario. Le dio un vuelco el corazón al darse cuenta de las posibles consecuencias de la pasión incontrolable de Joe. No, posibles, no: probables. Estaba justo en medio de su ciclo.
Pero, cosa rara, no sintió pánico al darse cuenta. Por el contrario, una extraña serenidad se apoderó de ella.
-No pasa nada, Joe -le dijo mientras abría su bolso y empezaba a retocarse-. No habrá ningún problema.
-¿Estás segura?
-Absolutamente. Ovulé hace ya tiempo -dijo. Hacía un minuto, con suerte-. No tienes que preocuparte. De verdad.
Y era cierto. Ella no lo cargaría con un hijo que él no quería. Si tenía la suerte de quedarse embarazada, tendría a su bebé sola y lo querría con todo el alma el resto de su vida, lo mismo que quería a Joe.
-Vamos, deja de mirarme así, Joe -añadió, envalentonada-. No intento tenderte una trampa. Está bien, admito que me gustaría que nuestra relación continuara un tiempo. Eres muy bueno en la cama. Pero sé que estás decidido a ponerle fin a esto en cuanto nos vayamos del yate. Y no pienso discutir contigo. Pero no hay razón para que no disfrutemos del tiempo que nos queda, ¿verdad? -él se limitó a sacudir la cabeza, algo desconcertado-. Me tomaré eso como un no -continuó ella despreocupadamente-. Ahora, ¿podrías servirme una copa de ese carísimo champán? Sería una tontería desperdiciarlo.
EL barco de los Helsinger era un superyate de alta mar. Tenía sesenta y cinco metros de eslora, casco de aluminio, dos motores, sistemas de navegación informatizados y una velocidad máxima de diecisiete nudos. Albergaba a doce invitados y a una tripulación de catorce personas. Contaba con seis camarotes de lujo, un comedor formal, un gran salón y un cine con filas de butacas y sonido envolvente. Las cubiertas, de madera de teca, incluían un comedor informal y una zona recreativa, además de una piscina, una sauna, un área de juegos, un helipuerto con helicóptero incluido y una lancha de doce metros, que hacía también las veces de barca de pesca.
Su anfitrión les proporcionó a joe y ________ toda aquella información a los pocos minutos de que embarcaran en el Rosalie.
Chuck resultó ser aún más corpulento en carne y hueso. Pero se conservaba bien, como solía ocurrirles a menudo a los hombres fortachones. Su mujer parecía tener treinta años, ni un solo día más. Saltaba a la vista que tenía un excelente cirujano plástico.
A joe no le importó que Chuck se lo llevara a dar una vuelta por el barco para charlar de hombre a hombre, mientras la señora Helsinger, que enseguida demostró que podía hablar, le enseñaba a __________ su camarote.
Francamente, a Joe le hacía falta alejarse un rato de ________. Aún no había recuperado del todo el control tras su encuentro en la limusina. Nunca, hasta ese instante, se había dejado llevar hasta el punto de no tomar precauciones. Aparte de eso, la prontitud con que _________ había aceptado que se separaran el jueves siguiente le había sentado fatal. Lo cual era absurdo. Igual que era absurda la forma en que ella se comportaba de repente. Como si estuviera eufórica.
A decir verdad, se había bebido una copa grande de champán antes de llegar al embarcadero del puerto de Darling. Pero ésa no era razón suficiente para que le refulgieran las mejillas de ese modo.
Nunca había estado tan guapa, ni tan deseable.
-Joe, ¿qué les digo a los Helsinger si me preguntan por tu pasado? -inquirió ________ cuando iban de camino al ascensor.
-Diles la verdad -contestó él con aspereza.
-Pero no sé nada de ti.
-Exacto -dijo él, y la empujó suavemente para que entrara en el ascensor-. Diles que no sabes nada de mí.
-No puedo decirles eso. Pensarían que estoy loca por haberme casado con un hombre del que no sé nada.
-Um. Quizá no se equivocaran -apretó el botón y las puertas se cerraron-. Diles que tuve una infancia espantosa, pero que no me gusta hablar de ello.
Sintió que ________ lo observaba con fijeza, pero se resistió a mirarla. Cuando la miraba, le pasaban cosas extrañas. Bastante tenía con sentir su perfume envolviéndolo en aquel espacio tan pequeño.
-¿Y es cierto? ¿Tuviste una infancia espantosa?
Joe se atrevió a mirarla ahora que tenía motivos para sentirse irritado.
-Eres una mujer inteligente, ___________. Ya sabes que sí. Dejémoslo así, ¿quieres?
La aspereza de su tono y sus ojos, repentinamente fríos, hicieron estremecerse a _____________.
La poca ilusión que le quedaba ante la idea de pasar dos románticos días con Joe a borde de un yate de lujo se desvaneció por completo. Si Joe no cambiaba de humor, aquello resultaría aún más difícil. Sería horrible.
Pero ver una limusina blanca aguardándolos frente al edificio de apartamentos la animó.
Era imposible no ilusionarse ante tal despliegue de lujo, al que había que añadir los detalles del interior del coche: champán, caviar y un mensaje de bienvenida en el televisor empotrado que el chofer encendió en cuanto se pusieron en marcha.
Hasta Joe sonrió cuando su anfitrión, un hombre sumamente corpulento, apareció en la pantalla para presentarse a sí mismo y a su rubísima esposa, felicitarles por su reciente boda y decirles que tanto Rosalie como él estaban deseando conocerlos.
-Bueno, ¿qué opinas? -susurró __________ cuando el televisor se apagó.
Joe pulsó el botón que activaba la mampara de separación y aguardó a que se alzara para contestar.
-Creo que ningún hombre que lleve una chaqueta azul marino con botones dorados me habría hecho investigar.
___________ se echó a reír.
-Parecía recién salido de los años cincuenta, ¿verdad? Pero me ha caído bien.
Bueno, sí, estaba gordo y calvo. Pero tenía una cara agradable. Y una mirada alegre.
-¿Qué te ha parecido su mujer? -preguntó Joe.
-Es difícil hacerse una idea. No ha dicho ni una palabra.
-Supongo que darle conversación a su marido no es su principal cometido en la vida -dijo Joe con ironía.
-Puede que estén muy enamorados -sugirió ________.
El semblante de joe reflejaba escepticismo.
-Ya has visto lo gordo que está. Esa mujer se casó con él por su dinero, y él con ella por lo que hace cuando no está hablando.
_________ se encogió por dentro al recordar lo que le había hecho a joe varias veces cuando no estaba hablando.
-¿Qué pasa? -dijo él-. ¿Qué he dicho?
-Nada. Yo... nada.
-No, nada, no. Pareces disgustada.
Ella escudriñó sus ojos.
-Yo... no quiero que pienses que lo que he hecho contigo ha sido por dinero. Porque no es así. Tú, me gustas, joe. Me gusta estar contigo. De verdad.
_________ no sabía de qué otro modo decirlo sin confesarle que lo quería.
Joe giró la cabeza y se puso a mirar por la ventanilla tintada del coche.
-Ha sido divertido, ¿verdad?
________ tragó saliva. Joe estaba hablando en pasado. ¿Se había acabado ya? ¿Había empezado a aburrirse? Esa mañana, desde luego, no le había parecido aburrido.
Pero, aun así, había notado un cambio en él. Cierta frialdad. Cierto distanciamiento. No le había dado la mano en el ascensor. Y llevaba un buen rato sin tocarla. El día anterior, no le había quitado las manos de encima.
-¿Intentas decirme algo, Joe? -preguntó, decidida a no llorar. Ni a hacer una escena. Si lo suyo se había acabado, se había acabado.
El giró lentamente la cabeza para mirarla.
-¿Como qué?
-Como, por ejemplo, que a partir de ahora tendremos que fingir que somos amantes.
-No creo que pudiera -masculló él.
-¿Que pudieras qué?
-Estar contigo en tan poco espacio sin hacer el amor.
-Vaya, ¿tan irresistible soy? -respondió ella con sarcasmo.
Él la miró con dureza.
-Pues sí, _________. Lo eres -_________ contuvo la respiración y la cabeza empezó a darle vueltas-. En cualquier caso, cuando llegue el jueves, se acabó -añadió él.
-Pero ¿por qué? -balbució ella.
-Porque...
-¿Porque qué? -insistió ella.
-Tengo que ponerle fin a esto antes de hacerte daño -replicó él-. Yo no te convengo, _______. Sólo soy un tipo retorcido y sin corazón. El amor no me interesa. Sólo quiero acostarme contigo, nada más.
-¿Y qué? Yo no me he quejado, ¿no?
Joe la miró con enfado. Luego, de pronto, la agarró por los brazos y la apretó contra él.
-Maldita sea, ________ -gruñó, los ojos fríos y ardientes al mismo tiempo-. Vete al infierno.
Pero fue él mismo quien la llevó al infierno allí mismo, en la parte de atrás de la limusina. Ni siquiera se desvistió. Ni la desvistió a ella. Pero, aun así, _________ alcanzó el éxtasis con la misma rapidez y furia que él.
Después, Joe se recostó en el asiento de cuero con expresión atormentada.
-¿Por qué nunca dices que no? -preguntó ásperamente mientras se colocaba la ropa-. ¿Por qué nunca me paras? Esta vez deberías haberme parado, ___________. ¡Ni siquiera me he puesto un preservativo!
Ella se limitó a mirarlo fijamente mientras repasaba mentalmente, a toda velocidad, el calendario. Le dio un vuelco el corazón al darse cuenta de las posibles consecuencias de la pasión incontrolable de Joe. No, posibles, no: probables. Estaba justo en medio de su ciclo.
Pero, cosa rara, no sintió pánico al darse cuenta. Por el contrario, una extraña serenidad se apoderó de ella.
-No pasa nada, Joe -le dijo mientras abría su bolso y empezaba a retocarse-. No habrá ningún problema.
-¿Estás segura?
-Absolutamente. Ovulé hace ya tiempo -dijo. Hacía un minuto, con suerte-. No tienes que preocuparte. De verdad.
Y era cierto. Ella no lo cargaría con un hijo que él no quería. Si tenía la suerte de quedarse embarazada, tendría a su bebé sola y lo querría con todo el alma el resto de su vida, lo mismo que quería a Joe.
-Vamos, deja de mirarme así, Joe -añadió, envalentonada-. No intento tenderte una trampa. Está bien, admito que me gustaría que nuestra relación continuara un tiempo. Eres muy bueno en la cama. Pero sé que estás decidido a ponerle fin a esto en cuanto nos vayamos del yate. Y no pienso discutir contigo. Pero no hay razón para que no disfrutemos del tiempo que nos queda, ¿verdad? -él se limitó a sacudir la cabeza, algo desconcertado-. Me tomaré eso como un no -continuó ella despreocupadamente-. Ahora, ¿podrías servirme una copa de ese carísimo champán? Sería una tontería desperdiciarlo.
EL barco de los Helsinger era un superyate de alta mar. Tenía sesenta y cinco metros de eslora, casco de aluminio, dos motores, sistemas de navegación informatizados y una velocidad máxima de diecisiete nudos. Albergaba a doce invitados y a una tripulación de catorce personas. Contaba con seis camarotes de lujo, un comedor formal, un gran salón y un cine con filas de butacas y sonido envolvente. Las cubiertas, de madera de teca, incluían un comedor informal y una zona recreativa, además de una piscina, una sauna, un área de juegos, un helipuerto con helicóptero incluido y una lancha de doce metros, que hacía también las veces de barca de pesca.
Su anfitrión les proporcionó a joe y ________ toda aquella información a los pocos minutos de que embarcaran en el Rosalie.
Chuck resultó ser aún más corpulento en carne y hueso. Pero se conservaba bien, como solía ocurrirles a menudo a los hombres fortachones. Su mujer parecía tener treinta años, ni un solo día más. Saltaba a la vista que tenía un excelente cirujano plástico.
A joe no le importó que Chuck se lo llevara a dar una vuelta por el barco para charlar de hombre a hombre, mientras la señora Helsinger, que enseguida demostró que podía hablar, le enseñaba a __________ su camarote.
Francamente, a Joe le hacía falta alejarse un rato de ________. Aún no había recuperado del todo el control tras su encuentro en la limusina. Nunca, hasta ese instante, se había dejado llevar hasta el punto de no tomar precauciones. Aparte de eso, la prontitud con que _________ había aceptado que se separaran el jueves siguiente le había sentado fatal. Lo cual era absurdo. Igual que era absurda la forma en que ella se comportaba de repente. Como si estuviera eufórica.
A decir verdad, se había bebido una copa grande de champán antes de llegar al embarcadero del puerto de Darling. Pero ésa no era razón suficiente para que le refulgieran las mejillas de ese modo.
Nunca había estado tan guapa, ni tan deseable.
Yhosdaly
Re: Un Matrimonio escandaloso Joe & Tu *Terminada*
Sí, sería mejor que durante los dos días siguientes se alejara de ella en cuanto tuviera ocasión. O, al menos, podía asegurarse de que siempre estuviera a su lado uno u otro de los Helsinger. No habría siestas en su camarote. Ni verían películas a solas en aquel increíble cine. joe se hizo el firme propósito de quedarse todo lo posible en cubierta y a la vista de la tripulación.
-Tienes que echarle un vistazo al puente -insistió Chuck tras mostrarle la piscina y el jacuzzi.
El puente era asombroso. Parecía el de una nave espacial. Por suerte, joe se distrajo enseguida pensando en cosas de chicos y charlando con el capitán, que le enseñó todos los chismes y cachivaches electrónicos.
-Bueno, ¿qué te parece, joe? -preguntó Chuck cuando salieron del puente-. Es un barco fabuloso, ¿verdad? -añadió, y agitó la mano abarcando en un arco la cubierta, tan ancha como su cintura.
-Eres un hombre con suerte.
La risa de Chuck era tan grande como él.
-El que tiene suerte eres tú, por lo que he visto. Tu mujer... ¡Guau! Es una preciosidad.
-________ es una chica maravillosa.
-¿Cómo la conociste?
Joe miró sus astutos ojos y luego decidió que no iba a mentir. A pesar de que quería el dinero que le procuraría su asociación con Comproware, no podía soportar aquella farsa.
-La verdad, Chuck, es que _______ dirige una agencia de contactos llamada Se Buscan Esposas -dije con naturalidad-. Cuando me dijeron que ni siquiera considerarías la posibilidad de hacer negocios con un hombre soltero, decidí buscarme una esposa sin perder un instante. Así que llamé a Se Buscan Esposas.
Chuck se quedó de una pieza.
-¿Quieres decir que estabas dispuesto a dejarte cazar sólo por ser mi socio?
-En aquel momento me pareció buena idea.
-¿Y?
-_______ se negó a buscarme esposa si sólo se trataba de un asunto de negocios.
Chuck empezaba a parecer confuso, lo cual confirmó lo que __________ había dicho. No había hecho investigar a Joe.
-Entiendo -dijo al fin-. Más o menos. ¿Y qué pasó luego? ¡No! -levantó las manos y sus ojos brillaron-. No hace falta que me lo digas. Os mirasteis y caísteis locamente enamorados el uno del otro.
Joe abrió la boca para decirle que no, y volvió a cerrarla. Estaba claro que Chuck no quería saber la verdad. Quería que le contara una historia de amor. ¡Aquel hombre era un romántico incurable!
-¿Cómo lo has adivinado? -preguntó Joe.
-A mí me pasó lo mismo con Rosalie. Una sola mirada y ¡zas! Ella iba conduciendo su coche, un descapotable rojo, y paramos el uno junto al otro en varios semáforos. Me lanzó una mirada, y eso fue todo. Amor a primera vista. Me la llevé a la cama esa misma tarde. Tres días después, nos fuimos a Las Vegas.
-¿No te preocupaba que no durara?
-No. Sabía que era verdadero amor. Lo mismo que tú. Ya me había casado y divorciado dos veces, con chicas que llevaban el signo del dólar en los ojos cuando se casaron conmigo. Supe enseguida que lo mío con Rosalie era distinto. No era sólo sexo. Era cómo me sentía cuando estaba con ella. Como si fuéramos almas gemelas. Nunca, en toda mi vida, había hablado tanto con una mujer. Ni me había sentido tan feliz. No, ninguno de los dos tenía dudas, a pesar de nuestra diferencia de edad. Y aquí estamos, dieciséis años después, felices, con dos hijos fantásticos y un tren de vida fabuloso.
-Parece que lo tienes todo -dijo Joe .
-No tienes por qué envidiarme, muchacho. Si juegas bien tus cartas, tú también lo tendrás todo.
-Si jugar bien mis cartas significa adularte, Chuck, creo que te has equivocado de persona.
Chuck echó la cabeza hacia atrás y rompió a reír.
-Eso tengo que contárselo a Rosalie. Se partirá de risa. Siempre ha dicho que algún día encontraría mi media naranja en asuntos de negocios. Creo que tal vez hoy sea ese día. Pero no te preocupes, Joe. Si alguien tiene que adular aquí, soy yo. Me han dicho que ese nuevo programa tuyo va a revolucionar la red en todo el mundo. Y va a generar muchísimo dinero. Mis abogados ya están redactando un acuerdo conveniente para ambos.
-Estoy deseando que mis abogados le echen un vistazo -repuso Joe tranquilamente.
Pero estaba deseando decírselo a ____________.
-Supongo que querrás darle la buena noticia a tu mujercita -dijo Chuck, y Joe se preguntó si podía leer la mente.
-Sí, estará encantada.
Encantadísima. Así no tendría que esperar mucho el segundo millón. Lo cual no resultaba muy alentador.
_________ acabaría siendo la que lo tuviera todo. Una satisfactoria aventura sexual con él. Y un buen montón de dinero que la haría incluso más deseable para cazar a algún hombre que quisiera lo mismo que ella. Casarse y tener hijos.
Joe apretó los dientes al pensar que pudiera casarse con otro. Que sonriera a otro, se quedara embarazada y fuera feliz con otro.
¿Y dónde estaría él entre tanto? Estaría solo, como ella le había dicho.
Pero ¿acaso no era lo mejor estar solo? Si uno vivía solo, no hacía daño a nadie. No destruía la vida de los demás.
-Creo que es hora de que nos reunamos con las chicas para comer -dijo Chuck-. La comida va a servirse en la cubierta superior. Desde allí se ve absolutamente todo. El plan es rodear vuestro magnífico puerto mientras comemos. Después seguiremos la línea costera hasta Pittwater. Me han dicho que es uno de los canales más bonitos de Sidney. Supongo que vosotros ya lo habréis visto, así que Rosalie y yo nos comportaremos como los típicos turistas mientras vosotros os echáis una siestecita -le guiñó un ojo a Joe.
Chuck se acercó a la escalera que bajaba a la siguiente cubierta y joe sacudió la cabeza. Todo el mundo conspiraba contra él. Pero ¿qué demonios? Quizá para entonces le hiciera falta echarse una siestecita con __________, teniendo en cuenta que tendría que aguantar sentado a su lado durante el almuerzo, que, a juzgar por el tamaño de Chuck, sin duda sería largo.
Se lanzó tras su anfitrión, que se había alejado, y resolvió rendirse a las circunstancias. Iba a pasar allí dos días con _________. Ya que estaba, podía pasárselo bien, como había dicho ella.
-Bueno, ¿qué te parecen los Helsinger ahora? -preguntó joe, girándose para asir el mando a distancia de la enorme pantalla de plasma empotrada en la pared, frente a la cama.
Era la primera vez que hablaban desde que se habían retirado a su camarote, tras la comida. En aquel momento hablar no se contaba entre las prioridades de joe y, como siempre, _________ le había seguido la corriente.
Cuando volvió a tumbarse, ella se acurrucó a su lado y comenzó a pasarle los dedos suavemente por el vello que le cubría el pecho.
-Me caen muy bien -dijo-. Es imposible que no te caigan bien. Igual que es imposible que a uno no le guste este barco. Mira el tamaño del camarote. Y todo este lujo.
joe no pudo evitar darle la razón. Las paredes estaban recubiertas de madera noble de cálidos colores, y la moqueta dorada era más gruesa que cualquier otra que hubiera visto. La cama era sencillamente descomunal y, aunque la colcha de brocado verde y oro estaba en ese momento en el suelo, joe tenía que reconocer que era propia de un palacio, lo mismo que el cuarto de baño, decorado enteramente en mármol negro, con apliques dorados.
Los muebles parecían auténticas antigüedades, aunque posiblemente fueran réplicas. Sólo la iluminación era moderna. El vestidor era sorprendentemente grande, y en él estaba ya colgada toda su ropa cuando bajaron, razón por la cual joe se alegró de haber ido de compras con Reece.
-Tienes que echarle un vistazo al puente -insistió Chuck tras mostrarle la piscina y el jacuzzi.
El puente era asombroso. Parecía el de una nave espacial. Por suerte, joe se distrajo enseguida pensando en cosas de chicos y charlando con el capitán, que le enseñó todos los chismes y cachivaches electrónicos.
-Bueno, ¿qué te parece, joe? -preguntó Chuck cuando salieron del puente-. Es un barco fabuloso, ¿verdad? -añadió, y agitó la mano abarcando en un arco la cubierta, tan ancha como su cintura.
-Eres un hombre con suerte.
La risa de Chuck era tan grande como él.
-El que tiene suerte eres tú, por lo que he visto. Tu mujer... ¡Guau! Es una preciosidad.
-________ es una chica maravillosa.
-¿Cómo la conociste?
Joe miró sus astutos ojos y luego decidió que no iba a mentir. A pesar de que quería el dinero que le procuraría su asociación con Comproware, no podía soportar aquella farsa.
-La verdad, Chuck, es que _______ dirige una agencia de contactos llamada Se Buscan Esposas -dije con naturalidad-. Cuando me dijeron que ni siquiera considerarías la posibilidad de hacer negocios con un hombre soltero, decidí buscarme una esposa sin perder un instante. Así que llamé a Se Buscan Esposas.
Chuck se quedó de una pieza.
-¿Quieres decir que estabas dispuesto a dejarte cazar sólo por ser mi socio?
-En aquel momento me pareció buena idea.
-¿Y?
-_______ se negó a buscarme esposa si sólo se trataba de un asunto de negocios.
Chuck empezaba a parecer confuso, lo cual confirmó lo que __________ había dicho. No había hecho investigar a Joe.
-Entiendo -dijo al fin-. Más o menos. ¿Y qué pasó luego? ¡No! -levantó las manos y sus ojos brillaron-. No hace falta que me lo digas. Os mirasteis y caísteis locamente enamorados el uno del otro.
Joe abrió la boca para decirle que no, y volvió a cerrarla. Estaba claro que Chuck no quería saber la verdad. Quería que le contara una historia de amor. ¡Aquel hombre era un romántico incurable!
-¿Cómo lo has adivinado? -preguntó Joe.
-A mí me pasó lo mismo con Rosalie. Una sola mirada y ¡zas! Ella iba conduciendo su coche, un descapotable rojo, y paramos el uno junto al otro en varios semáforos. Me lanzó una mirada, y eso fue todo. Amor a primera vista. Me la llevé a la cama esa misma tarde. Tres días después, nos fuimos a Las Vegas.
-¿No te preocupaba que no durara?
-No. Sabía que era verdadero amor. Lo mismo que tú. Ya me había casado y divorciado dos veces, con chicas que llevaban el signo del dólar en los ojos cuando se casaron conmigo. Supe enseguida que lo mío con Rosalie era distinto. No era sólo sexo. Era cómo me sentía cuando estaba con ella. Como si fuéramos almas gemelas. Nunca, en toda mi vida, había hablado tanto con una mujer. Ni me había sentido tan feliz. No, ninguno de los dos tenía dudas, a pesar de nuestra diferencia de edad. Y aquí estamos, dieciséis años después, felices, con dos hijos fantásticos y un tren de vida fabuloso.
-Parece que lo tienes todo -dijo Joe .
-No tienes por qué envidiarme, muchacho. Si juegas bien tus cartas, tú también lo tendrás todo.
-Si jugar bien mis cartas significa adularte, Chuck, creo que te has equivocado de persona.
Chuck echó la cabeza hacia atrás y rompió a reír.
-Eso tengo que contárselo a Rosalie. Se partirá de risa. Siempre ha dicho que algún día encontraría mi media naranja en asuntos de negocios. Creo que tal vez hoy sea ese día. Pero no te preocupes, Joe. Si alguien tiene que adular aquí, soy yo. Me han dicho que ese nuevo programa tuyo va a revolucionar la red en todo el mundo. Y va a generar muchísimo dinero. Mis abogados ya están redactando un acuerdo conveniente para ambos.
-Estoy deseando que mis abogados le echen un vistazo -repuso Joe tranquilamente.
Pero estaba deseando decírselo a ____________.
-Supongo que querrás darle la buena noticia a tu mujercita -dijo Chuck, y Joe se preguntó si podía leer la mente.
-Sí, estará encantada.
Encantadísima. Así no tendría que esperar mucho el segundo millón. Lo cual no resultaba muy alentador.
_________ acabaría siendo la que lo tuviera todo. Una satisfactoria aventura sexual con él. Y un buen montón de dinero que la haría incluso más deseable para cazar a algún hombre que quisiera lo mismo que ella. Casarse y tener hijos.
Joe apretó los dientes al pensar que pudiera casarse con otro. Que sonriera a otro, se quedara embarazada y fuera feliz con otro.
¿Y dónde estaría él entre tanto? Estaría solo, como ella le había dicho.
Pero ¿acaso no era lo mejor estar solo? Si uno vivía solo, no hacía daño a nadie. No destruía la vida de los demás.
-Creo que es hora de que nos reunamos con las chicas para comer -dijo Chuck-. La comida va a servirse en la cubierta superior. Desde allí se ve absolutamente todo. El plan es rodear vuestro magnífico puerto mientras comemos. Después seguiremos la línea costera hasta Pittwater. Me han dicho que es uno de los canales más bonitos de Sidney. Supongo que vosotros ya lo habréis visto, así que Rosalie y yo nos comportaremos como los típicos turistas mientras vosotros os echáis una siestecita -le guiñó un ojo a Joe.
Chuck se acercó a la escalera que bajaba a la siguiente cubierta y joe sacudió la cabeza. Todo el mundo conspiraba contra él. Pero ¿qué demonios? Quizá para entonces le hiciera falta echarse una siestecita con __________, teniendo en cuenta que tendría que aguantar sentado a su lado durante el almuerzo, que, a juzgar por el tamaño de Chuck, sin duda sería largo.
Se lanzó tras su anfitrión, que se había alejado, y resolvió rendirse a las circunstancias. Iba a pasar allí dos días con _________. Ya que estaba, podía pasárselo bien, como había dicho ella.
-Bueno, ¿qué te parecen los Helsinger ahora? -preguntó joe, girándose para asir el mando a distancia de la enorme pantalla de plasma empotrada en la pared, frente a la cama.
Era la primera vez que hablaban desde que se habían retirado a su camarote, tras la comida. En aquel momento hablar no se contaba entre las prioridades de joe y, como siempre, _________ le había seguido la corriente.
Cuando volvió a tumbarse, ella se acurrucó a su lado y comenzó a pasarle los dedos suavemente por el vello que le cubría el pecho.
-Me caen muy bien -dijo-. Es imposible que no te caigan bien. Igual que es imposible que a uno no le guste este barco. Mira el tamaño del camarote. Y todo este lujo.
joe no pudo evitar darle la razón. Las paredes estaban recubiertas de madera noble de cálidos colores, y la moqueta dorada era más gruesa que cualquier otra que hubiera visto. La cama era sencillamente descomunal y, aunque la colcha de brocado verde y oro estaba en ese momento en el suelo, joe tenía que reconocer que era propia de un palacio, lo mismo que el cuarto de baño, decorado enteramente en mármol negro, con apliques dorados.
Los muebles parecían auténticas antigüedades, aunque posiblemente fueran réplicas. Sólo la iluminación era moderna. El vestidor era sorprendentemente grande, y en él estaba ya colgada toda su ropa cuando bajaron, razón por la cual joe se alegró de haber ido de compras con Reece.
Yhosdaly
Re: Un Matrimonio escandaloso Joe & Tu *Terminada*
Ok Ok! Lo volvi a publicar yo, pero ameeee loss capi!!
Ameee cuando el señor ese le dijo q tenia una mujer hermosisimaa!!!!
dioss!! me dio mucha rabia de q joe quiere que todo se acabe todo el jeves!!
mujer siguelaa!!
cada dia me dejas con mas incognitas!!
siguelaa porfiss!!
Amo esta nove!! att: tu siempre fiel lectora!!
Siguelaa :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce:
Ameee cuando el señor ese le dijo q tenia una mujer hermosisimaa!!!!
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Yhosdaly
Re: Un Matrimonio escandaloso Joe & Tu *Terminada*
guuuaauuuu
me quedo sin palabras asi que siguela porfaaaaaaa
me quedo sin palabras asi que siguela porfaaaaaaa
chelis
Re: Un Matrimonio escandaloso Joe & Tu *Terminada*
-A mí también me caen bien -reconoció mientras iba cambiando los canales por satélite sólo por curiosidad. Luego volvió a apagar el televisor. Tenía cosas mejores que hacer que ver la televisión-. A Chuck le has encantado -dijo y, volviendo a tumbarse, se deleitó al sentir las manos de ____________ sobre su piel.
-Qué bien -musitó ella.
-Prácticamente me dijo que ya somos socios.
__________ levantó la cabeza.
-¿Ah, sí? ¿Por qué no me lo has dicho antes?
-No podía. Tenía la lengua ocupada en otras cosas.
Ella se echó a reír; luego se tumbó sobre él y apoyó la barbilla sobre las manos.
-Es cierto. ¿Sabes que eres muy bueno en eso? No todos los hombres lo son, ¿sabes?
-Gracias por recordarme que no he sido el primero.
-No me digas que estás celoso.
-¿Te sorprendería?
-Desde luego que sí.
-Entonces, sorpréndete, porque estoy muy celoso -gruñó él, y se dio la vuelta, echándose sobre ella-. De todos los hombres con los que has estado.
-Cualquiera diría que han sido legión. Y no he tenido tantos. No como usted, señor Stone.
-Sí, pero yo nunca he tenido una mujer como tú.
-¿Eso es un cumplido?
-Más bien una complicación.
-¿Por qué?
-Porque no quiero que me dejes.
¡Ya estaba! ¡Ya lo había dicho! Ahora, que ella hiciera lo que creyera conveniente.
________ lo miró con los ojos como platos.
-¿Lo dices de verdad?
-Por desgracia, sí.
-¿Por qué por desgracia?
-Porque no te convengo. Tú quieres un matrimonio de verdad. Con hijos. Y yo no estoy hecho para esas cosas. Y no quiero ser padre.
-Pero ¿por qué, Joe? Eres maravilloso con esos niños a los que ayudas. Está claro que tienes mucho amor que ofrecer.
-¡Amor! Yo no les doy amor. Les ofrezco ayuda. Y dinero. Y oportunidades. Lo que hago no tiene nada que ver con el amor.
-Entonces, ¿con qué tiene que ver? –preguntó ella-. Con tu infancia, supongo. No quieres que otros niños pasen por lo que pasaste tú, ¿no es eso?
-Algo parecido.
-Pero ¿qué es lo que te pasó, Joe?
-Ya te lo dije, no me gusta hablar de eso.
-¿Por qué? Puede que te haga bien.
Por primera vez en su vida, Joe se sintió tentado a hablar de su pasado. Respiró hondo, pero luego meneó la cabeza. No podía contárselo. No quería ver compasión en sus ojos.
-¿De qué tienes miedo, Joe? -insistió __________-. Prometo no decírselo a nadie. Esto quedará entre tú y yo.
-Créeme, es mejor que no lo sepas.
Podía imaginarse cómo reaccionaría ella. __________ había tenido una infancia normal. Ignoraba lo que era vivir como había vivido él de pequeño. Sí, estaba claro que su padre no era un lince en los negocios. Pero, al menos, _________ había tenido un padre. Y una verdadera madre. La verdad era que parecían buenas personas.
-Joe, creo que es importante que hablemos de lo que te pasó -prosiguió ella, decidida a sacárselo todo-. Llevas guardándotelo demasiado tiempo. No te preocupes, no voy a asustarme. No soy frágil como una flor. He leído sobre cosas desagradables a lo largo de mi vida, y hasta he visto algunas.
Él hizo una mueca y se giró para tumbarse a su lado. Quizá pudiera hacerlo si no la miraba a los ojos.
O quizá no.
-Ni siquiera sabría por dónde empezar -masculló.
-Empieza por tu nacimiento. Háblame de tus padres. ¿Quiénes eran? ¿Cómo se conocieron? ¿Dónde están ahora?
Joe le lanzó de reojo una mirada irónica.
-No vas a callarte hasta que te lo cuente todo, ¿verdad?
-No.
Si hubiera sido otra la que insistiera, Joe se habría puesto furioso. Pero ¿por qué no se enfadaba con _________?
«Porque quieres contárselo, por eso», contestó la vocecilla interior que había intentado ignorar y que se negaba a guardar silencio. «Quieres que sepa qué cosas te afectan. Quieres que te comprenda».
-No digas luego que no te advertí -se sintió obligado a decir por fin-. Está bien, así que quieres que te hable de mis padres. De mi padre no puedo contarte gran cosa. No lo conocí. Tampoco sé su nombre. En mi certificado de nacimiento dice «padre desconocido». Supongo que era un marine americano que estaba de permiso aquí, en Sidney.
-Entonces, tu madre se lió con un soldado y tú fuiste el resultado. Eso no es tan terrible, Joe.
-Mira, no quiero idealizar nada, ¿de acuerdo? Mi madre era una yonqui -dijo ásperamente-. Lo era desde los quince años. Sus padres la echaron de casa más o menos a esa edad. Cuando necesitaba dinero para drogas, se acostaba con cualquiera. Está claro que esa noche estaba tan colocada, que no se acordó de tomar precauciones. Así es como nací.
-Ah. Entiendo.
Joe creyó percibir muchas cosas en aquellas palabras suavemente pronunciadas. Ninguna de ellas buena. Sabía desde el principio que a ___________ le repugnaría aquella historia.
-Te dije que no era una historia agradable -le espetó.
-No es una historia infrecuente, Joe. Pero aun así es triste. Triste para ti y triste para tu madre. Pobrecilla.
-¡Pobrecilla! -él se sentó bruscamente y se quedó mirando a aquella mujer que se atrevía a compadecer a su madre-. ¡Pobrecillo, yo! ¡Yo y mi hermano pequeño!
-¿Tu hermano? -____________ también se sentó, apartándose el pelo de la cara-. En nuestra primera entrevista dijiste que no tenías hermanos.
-Tony y yo éramos hermanastros. Sabe Dios quién era su padre. Mi madre reconocía que no lo sabía. Creo que sólo nos quería porque a través de nosotros conseguía dinero. Los servicios sociales pagan más a las madres solteras por cada hijo que tienen -su rostro se contrajo mientras intentaba combatir los sentimientos atormentados que siempre afloraban cuando pensaba en su madre-. Como madre era una incompetente. Se gastaba casi todo el dinero en drogas. Nunca quedaba para comida o ropa. Y, lo que es peor aún, no había dinero para comprarle medicinas a Tony, que estuvo enfermo desde el principio.
Y allí estaban de nuevo los recuerdos de su infancia, arrastrando con ellos los lúgubres demonios que habían atormentado sus sueños durante años y que sólo se alejaban cuando estaba trabajando, o practicando el sexo.
Ésas habían sido sus únicas vías de escape durante años. El trabajo y el sexo.
Pero esa vez no tenía escapatoria.
Había sido un error desnudar su alma. Un grave error.
Dio media vuelta y descolgó los pies por el costado de la cama mientras intentaba sofocar el tumulto de sentimientos que lo inundaba. Notaba el picor de las lágrimas en los ojos, pero se negaba a llorar. Llorar era cosa de niños. Y de mujeres.
-No tienes ni idea de lo que era -dijo.
¿Se había ido ella alguna vez con hambre a la cama? ¿Había ido al colegio sin almuerzo, o vestida con ropa usada y demasiado pequeña? ¿Había visto a su hermano consumirse ante sus ojos?
Al sentir las manos suaves de _________ en la espalda, estuvo a punto de derrumbarse.
-No -dijo ella en voz baja-. No tengo ni idea. Pero puedo imaginarme lo infelices que debíais ser todos. Tu hermano, tu madre y tú. Intenta compadecerte un poco de ella, Joe. Intenta perdonarla.
-Nunca podré perdonarla -replicó él con aspereza, moviendo la cabeza de un lado a otro-. Todo el tiempo nos decía lo mucho que nos quería. Nos hacía carantoñas y nos besaba, pero nunca cuidaba de nosotros. Sus actos importaban mucho más que sus palabras.
-Estaba enferma -insistió __________-. Y no tenía apoyos. No todo el mundo es tan fuerte como tú, Joe.
-Qué bien -musitó ella.
-Prácticamente me dijo que ya somos socios.
__________ levantó la cabeza.
-¿Ah, sí? ¿Por qué no me lo has dicho antes?
-No podía. Tenía la lengua ocupada en otras cosas.
Ella se echó a reír; luego se tumbó sobre él y apoyó la barbilla sobre las manos.
-Es cierto. ¿Sabes que eres muy bueno en eso? No todos los hombres lo son, ¿sabes?
-Gracias por recordarme que no he sido el primero.
-No me digas que estás celoso.
-¿Te sorprendería?
-Desde luego que sí.
-Entonces, sorpréndete, porque estoy muy celoso -gruñó él, y se dio la vuelta, echándose sobre ella-. De todos los hombres con los que has estado.
-Cualquiera diría que han sido legión. Y no he tenido tantos. No como usted, señor Stone.
-Sí, pero yo nunca he tenido una mujer como tú.
-¿Eso es un cumplido?
-Más bien una complicación.
-¿Por qué?
-Porque no quiero que me dejes.
¡Ya estaba! ¡Ya lo había dicho! Ahora, que ella hiciera lo que creyera conveniente.
________ lo miró con los ojos como platos.
-¿Lo dices de verdad?
-Por desgracia, sí.
-¿Por qué por desgracia?
-Porque no te convengo. Tú quieres un matrimonio de verdad. Con hijos. Y yo no estoy hecho para esas cosas. Y no quiero ser padre.
-Pero ¿por qué, Joe? Eres maravilloso con esos niños a los que ayudas. Está claro que tienes mucho amor que ofrecer.
-¡Amor! Yo no les doy amor. Les ofrezco ayuda. Y dinero. Y oportunidades. Lo que hago no tiene nada que ver con el amor.
-Entonces, ¿con qué tiene que ver? –preguntó ella-. Con tu infancia, supongo. No quieres que otros niños pasen por lo que pasaste tú, ¿no es eso?
-Algo parecido.
-Pero ¿qué es lo que te pasó, Joe?
-Ya te lo dije, no me gusta hablar de eso.
-¿Por qué? Puede que te haga bien.
Por primera vez en su vida, Joe se sintió tentado a hablar de su pasado. Respiró hondo, pero luego meneó la cabeza. No podía contárselo. No quería ver compasión en sus ojos.
-¿De qué tienes miedo, Joe? -insistió __________-. Prometo no decírselo a nadie. Esto quedará entre tú y yo.
-Créeme, es mejor que no lo sepas.
Podía imaginarse cómo reaccionaría ella. __________ había tenido una infancia normal. Ignoraba lo que era vivir como había vivido él de pequeño. Sí, estaba claro que su padre no era un lince en los negocios. Pero, al menos, _________ había tenido un padre. Y una verdadera madre. La verdad era que parecían buenas personas.
-Joe, creo que es importante que hablemos de lo que te pasó -prosiguió ella, decidida a sacárselo todo-. Llevas guardándotelo demasiado tiempo. No te preocupes, no voy a asustarme. No soy frágil como una flor. He leído sobre cosas desagradables a lo largo de mi vida, y hasta he visto algunas.
Él hizo una mueca y se giró para tumbarse a su lado. Quizá pudiera hacerlo si no la miraba a los ojos.
O quizá no.
-Ni siquiera sabría por dónde empezar -masculló.
-Empieza por tu nacimiento. Háblame de tus padres. ¿Quiénes eran? ¿Cómo se conocieron? ¿Dónde están ahora?
Joe le lanzó de reojo una mirada irónica.
-No vas a callarte hasta que te lo cuente todo, ¿verdad?
-No.
Si hubiera sido otra la que insistiera, Joe se habría puesto furioso. Pero ¿por qué no se enfadaba con _________?
«Porque quieres contárselo, por eso», contestó la vocecilla interior que había intentado ignorar y que se negaba a guardar silencio. «Quieres que sepa qué cosas te afectan. Quieres que te comprenda».
-No digas luego que no te advertí -se sintió obligado a decir por fin-. Está bien, así que quieres que te hable de mis padres. De mi padre no puedo contarte gran cosa. No lo conocí. Tampoco sé su nombre. En mi certificado de nacimiento dice «padre desconocido». Supongo que era un marine americano que estaba de permiso aquí, en Sidney.
-Entonces, tu madre se lió con un soldado y tú fuiste el resultado. Eso no es tan terrible, Joe.
-Mira, no quiero idealizar nada, ¿de acuerdo? Mi madre era una yonqui -dijo ásperamente-. Lo era desde los quince años. Sus padres la echaron de casa más o menos a esa edad. Cuando necesitaba dinero para drogas, se acostaba con cualquiera. Está claro que esa noche estaba tan colocada, que no se acordó de tomar precauciones. Así es como nací.
-Ah. Entiendo.
Joe creyó percibir muchas cosas en aquellas palabras suavemente pronunciadas. Ninguna de ellas buena. Sabía desde el principio que a ___________ le repugnaría aquella historia.
-Te dije que no era una historia agradable -le espetó.
-No es una historia infrecuente, Joe. Pero aun así es triste. Triste para ti y triste para tu madre. Pobrecilla.
-¡Pobrecilla! -él se sentó bruscamente y se quedó mirando a aquella mujer que se atrevía a compadecer a su madre-. ¡Pobrecillo, yo! ¡Yo y mi hermano pequeño!
-¿Tu hermano? -____________ también se sentó, apartándose el pelo de la cara-. En nuestra primera entrevista dijiste que no tenías hermanos.
-Tony y yo éramos hermanastros. Sabe Dios quién era su padre. Mi madre reconocía que no lo sabía. Creo que sólo nos quería porque a través de nosotros conseguía dinero. Los servicios sociales pagan más a las madres solteras por cada hijo que tienen -su rostro se contrajo mientras intentaba combatir los sentimientos atormentados que siempre afloraban cuando pensaba en su madre-. Como madre era una incompetente. Se gastaba casi todo el dinero en drogas. Nunca quedaba para comida o ropa. Y, lo que es peor aún, no había dinero para comprarle medicinas a Tony, que estuvo enfermo desde el principio.
Y allí estaban de nuevo los recuerdos de su infancia, arrastrando con ellos los lúgubres demonios que habían atormentado sus sueños durante años y que sólo se alejaban cuando estaba trabajando, o practicando el sexo.
Ésas habían sido sus únicas vías de escape durante años. El trabajo y el sexo.
Pero esa vez no tenía escapatoria.
Había sido un error desnudar su alma. Un grave error.
Dio media vuelta y descolgó los pies por el costado de la cama mientras intentaba sofocar el tumulto de sentimientos que lo inundaba. Notaba el picor de las lágrimas en los ojos, pero se negaba a llorar. Llorar era cosa de niños. Y de mujeres.
-No tienes ni idea de lo que era -dijo.
¿Se había ido ella alguna vez con hambre a la cama? ¿Había ido al colegio sin almuerzo, o vestida con ropa usada y demasiado pequeña? ¿Había visto a su hermano consumirse ante sus ojos?
Al sentir las manos suaves de _________ en la espalda, estuvo a punto de derrumbarse.
-No -dijo ella en voz baja-. No tengo ni idea. Pero puedo imaginarme lo infelices que debíais ser todos. Tu hermano, tu madre y tú. Intenta compadecerte un poco de ella, Joe. Intenta perdonarla.
-Nunca podré perdonarla -replicó él con aspereza, moviendo la cabeza de un lado a otro-. Todo el tiempo nos decía lo mucho que nos quería. Nos hacía carantoñas y nos besaba, pero nunca cuidaba de nosotros. Sus actos importaban mucho más que sus palabras.
-Estaba enferma -insistió __________-. Y no tenía apoyos. No todo el mundo es tan fuerte como tú, Joe.
Micaa *-*
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