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Nueve reglas que romper para conquistar a un Libertino (Joe & Tú) [TERMINADA]

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Mensaje por F l ♥ r e n c i a. Miér 07 Sep 2011, 12:56 pm

—________… —La presionó con aquella voz profunda y fluida que estaba segura de que usaba cada vez que quería algo de una mujer. No le sorprendería descubrir que siempre le funcionaba—. ¿Por qué está aquí?
Y entonces, no supo si fue por coraje o cobardía, o quizá debido a que había bebido demasiado jerez, decidió responderle. Después de todo, aquello no podía ser peor de lo que era.
—Había venido a pedirle que me besara —anunció finalmente, con un susurro.


Continuación del capitulo nº 3

Aquella no era la respuesta que esperaba. Las palabras, tímidas y apenas audibles que resonaron en medio del silencio de la estancia, lo agarraron por sorpresa. Por un momento pensó que había oído mal, pero el intenso rubor que cubría las mejillas de la joven era lo suficientemente delator como para convencerlo de que sí, realmente acababa de recibir una proposición absolutamente indecente de lady ________ Hartwell.
La tarde había comenzado aburrida. Tras rechazar todas las invitaciones, Joe había cenado con sus hermanos, todavía asimilando el descubrimiento de Juliana, y luego se había retirado a sus habitaciones, esperando que la privacidad de su santuario y el piano le ofrecieran la distracción que necesitaba. Así había ocurrido; había alcanzado la paz en cuanto se había dejado llevar por la música. O así había sido hasta que un golpe en la puerta había anunciado la llegada de lady ________.
La examinó de pies a cabeza. La joven no carecía de atractivo a pesar de que la capa negra que la cubría de arriba abajo hacía que pareciera ligeramente rellenita y que ofreciera un aspecto bastante corriente. Tenía los labios voluptuosos, la piel perfecta y unos ojos grandes y preciosos en los que se podían leer todas sus emociones. Admiró su color caoba brevemente antes de concentrarse en lo que se traían entre manos.
Era evidente que se trataba de la primera vez que había hecho algo tan atrevido. Incluso si no conociera ya de antemano su inmaculada reputación, habría notado la obvia incomodidad de la joven. La pequeña ________ Hartwell, a quién solo conocía de vista desde aquellos años en los que había comenzado a confundirse con las paredes de los salones de baile, era una florero de primera categoría.
Aunque, por supuesto, no parecía una florero en ese momento.
La estudió con calma, ocultando sus pensamientos gracias a largos años de práctica. Ella se negaba a sostenerle la mirada y clavaba, en cambio, los ojos en sus manos entrelazadas mientras lanzaba rápidas miradas de reojo a la puerta, como si estuviera sopesando el éxito que tendría si intentara huir de la estancia. No pudo contener el ramalazo de simpatía que sintió por ella, aquella pequeña ratoncita se había visto envuelta en una situación que superaba con creces su experiencia.
Él podía comportarse como todo un caballero, apiadándose de ella y ofreciéndole una salida, diciéndole que se olvidaría de que aquel encuentro había tenido lugar, pero sospechaba que, a pesar del nerviosismo que mostraba, había una parte de lady ________ que quería quedarse allí. Joe se preguntó hasta dónde sería capaz de llegar ella.
—¿Por qué?
Ella lo miró a los ojos durante un breve instante antes de apartar la mirada otra vez.
—¿M-milord? —tartamudeó.
—¿Por qué ha venido a pedirme tal cosa? No es que no me sienta halagado, por supuesto, pero debe admitir que resulta bastante extraño.
—No… no lo sé.
Él meneó la cabeza lentamente, un depredador en plena cacería.
—Esa, querida, es una mala respuesta.
—No debería llamarme así. Es demasiado familiar.
Él curvó los labios con diversión.
—Está en mi dormitorio y me ha pedido que la bese. Creo que hemos olvidado ya cualquier tipo de conveniencia. Vuelvo a preguntarle, ¿por qué?
________ cerró los ojos para combatir la oleada de vergüenza que cayó sobre ella. Por un momento, Joe pensó que no respondería, pero luego la vio cuadrar los hombros y respirar hondo.
—Jamás me han besado —confesó ella—. Pensaba que había llegado el momento.
Aquellas palabras lo dejaron estupefacto; no rezumaban lástima por sí misma ni imploraban nada. Eran tan honestas y prácticas, que no pudo evitar admirar su coraje. No debía de ser fácil confesar tal cosa.
Sin embargo, Joe no demostró sorpresa.
—¿Por qué yo?
Pareció que, tras haber hecho la confesión, lady ________ recuperaba la confianza, porque respondió sin pausa.
—Es usted un afamado libertino —reconoció lo obvio—. He oído los cotilleos.
—¿Ah, sí? ¿Qué cotilleos?
A ________ comenzaron a arderle las mejillas.
—________ —la presionó—, ¿a qué cotilleos se está refiriendo?
Ella se aclaró la voz.
—He… he oído que dejó casi desnuda a cierta vizcondesa en el invernadero de su marido y huyó por la ventana para escapar de su furia.
—Eso es una exageración.
—Dicen que se dejó la camisa y que el marido la quemó en una ceremonia pública.
—Otra vulgar exageración.
Ella lo miró a los ojos.
—¿Y qué me dice de la hija de un vicario que lo siguió a Devonshire con la esperanza de ver su reputación arruinada?
—¿Dónde ha oído eso?
—Es asombroso de lo que se entera una en las fiestas cuando nadie la saca a bailar, ¿verdad, milord?
—Digamos que realmente tuve suerte de que no me encontrara. Sin embargo, he oído que en la actualidad se encuentra felizmente casada en Budleigh Salterton. —Ella se rió ante esas palabras, pero la risa se interrumpió bruscamente cuando él añadió—: Y, considerando todas esas murmuraciones, ¿qué le asegura a usted que solo me limitaré a besarla?
—Nada. Pero es lo que haría.
—¿Cómo lo sabe?
—Lo sé.
Él reconoció el rechazo hacia sí misma en la vehemencia de su tono, pero lo ignoró.
—¿Por qué ahora? ¿Por qué no esperar a que aparezca el hombre que… la seduzca por completo?
Ella emitió una risita.
—Si ese hombre del que habla existe en realidad, milord, es evidente que se ha perdido por el camino. Y resulta que a los veintiocho años me he cansado de esperarlo.
—Quizá debería usted exhibir en público parte del carácter que está mostrando esta noche —dijo él—. Admito que me está resultando mucho más intrigante hoy de lo que me había parecido nunca, milady, y la intriga es la chispa del deseo.
Las palabras alcanzaron su objetivo, y ella se sonrojó otra vez. Joe no pudo negar lo mucho que estaba disfrutando ante aquel inesperado giro de los acontecimientos. De hecho, aquella era justo la diversión que necesitaba de cara a la presentación en sociedad de Juliana.
Justo a continuación de ese pensamiento, llegó otro.
Lady ________ Hartwell era la solución a sus problemas. Y había caído del cielo justo en el umbral de su puerta —bueno, de hecho había pasado de largo el umbral—, el mismo día que su desconocida hermanita. Notó una oleada de satisfacción.
La besaría. Pero a cambio de algo.
—Me pregunto si estaría dispuesta a considerar un intercambio.
________ lo miró con escepticismo.
—¿Un intercambio? —Dio un paso atrás, poniendo más distancia entre ellos—. ¿Qué clase de intercambio?
—No es nada tan horrible como lo que está pensando. Al parecer, resulta que tengo una hermana.
Ella agrandó los ojos.
—¿Una hermana, milord?
—Sí, yo también me he quedado asombrado al conocer la noticia. —Y procedió a relatarle brevemente los acontecimientos del día: la aparición de Juliana, su decisión de hacerse cargo de ella en vez de dejarla en manos de otros parientes más lejanos y la necesidad de encontrar una madrina adecuada con una reputación impecable que facilitara su presentación en sociedad—. Así que, como puede ver, que se encuentre aquí esta noche es cosa del destino. Es usted la solución perfecta. Es decir, asumiendo que no tenga por costumbre visitar a caballeros en sus alcobas a altas horas de la noche.
Ella emitió una breve carcajada totalmente falta de naturalidad.
—No, señoría. Es la primera vez.
Joe sabía que era así y tomó nota mental para descubrir más tarde qué era lo que había motivado esa visita nocturna.
—Y la última, espero. Al menos hasta que Juliana haya sido presentada con éxito.
—Aún no he accedido a su petición.
—Pero lo hará —dijo en tono petulante—. Y, como pago, obtendrá su beso.
—Perdone que se lo diga —replicó ella con humor—, pero le da un valor muy elevado a sus besos.
Él ladeó la cabeza, concediéndole el punto.
De acuerdo. Diga usted el precio.
________ observó pensativa el techo antes de responder.
De momento me dará ese beso, pero me reservo el derecho a pedirle otro favor en el futuro.
—Entonces, ¿estaré en deuda con usted?
Ella sonrió.
—Considérelo una transacción comercial.
Él arqueó una ceja.
—Una transacción comercial que comienza con un beso.
—Una transacción comercial única. —Ella se sonrojó de nuevo.
—Parece estupefacta por tal muestra de intrepidez —supuso él.
Ella asintió con la cabeza.
—Lo cierto es que no estoy segura de que me convenga.
Una vez más, la honradez de la joven lo dejó perplejo.
—Muy bien, milady, es usted una negociadora formidable. Acepto sus términos. —Se acercó a ella y continuó hablando en un tono bajo y seductor—: Entonces, ¿sellamos nuestro acuerdo con un beso?
_________ contuvo el aliento y se puso rígida ante la pregunta. Joe sonrió al notar sus nervios. Le pasó un dedo por el nacimiento del pelo y le colocó un mechón detrás de la oreja. Ella lo observó con aquellos ojos castaños abiertos como platos y él sintió una punzada de ternura en el pecho. Se inclinó hacia ella poco a poco, como si la joven pudiera asustarse en cualquier momento, y le rozó los labios con los suyos, tocándoselos brevemente antes de que ella retrocediera y se llevara la mano a la boca.
Joe le dirigió una mirada sincera y esperó a que hablara.
—¿Pasa algo? —preguntó él finalmente, al ver que ella no decía nada.
—¡N-no! —dijo ________ demasiado rápido—. Nada, milord. Er… esto… gracias.
Él contuvo la risa.
—Me temo que se equivoca. —Joe hizo una pausa y observó la confusión en el rostro de la joven—. Debe saber que cuando accedo a hacer algo, lo hago bien. Ese no es el beso que está buscando, ratoncita.
_________ frunció la nariz al oír el apodo que le había puesto.
—¿Ah, no?
—No.
El nerviosismo que la embargó se hizo patente cuando volvió a jugar con la borla de la capa.
—Ah, bueno. Este no ha estado mal. Estoy bastante satisfecha con la manera en que hemos sellado nuestro trato.
—Muy amable, pero no es a eso a lo que debe aspirar —dijo él, cogiéndole aquellas manos inquietas entre las suyas, con una voz más profunda—. Ni debería irse hasta que el beso la deje satisfecha por completo.
Ella dio un tirón a sus manos, pero se rindió al ver que él no la soltaba y, en cambio, la acercaba más y le obligaba a ponerle las manos en los hombros. En ese momento, él le acarició el cuello, haciéndole contener el aliento.
—¿Cómo debería dejarme? —preguntó con voz aguda.
Entonces él la besó. La besó de verdad.
La apretó contra su cuerpo, presionando sus labios sobre los de ella, poseyéndolos, mostrándole algo que _________ jamás había imaginado. Sus labios, firmes y cálidos, juguetearon con los de ella, tentándola hasta hacerla jadear. Él captó el sonido con su boca y aprovechó que había separado los labios para acariciárselos con la lengua, saboreándolos hasta que ella no pudo soportar la tensión. Intentó leerle los pensamientos y, justo cuando pareció que ________ no podría sostenerse sobre las piernas, la abrazó con más fuerza y profundizó el beso, cambiando la presión. Ahondando todavía más y acariciándola con firmeza.
Y ella se perdió.
________ notó que se consumía, que necesitaba corresponder a aquellos movimientos. Sus manos parecieron cobrar vida propia y le acariciaron los anchos hombros antes de rodearle el cuello. Comenzó a buscar la lengua de aquel hombre con la suya y fue recompensada con un profundo gemido de satisfacción antes de que él la apretara con más fuerza, consiguiendo que la atravesara otra oleada de calor. Joe se apartó levemente y ella lo imitó, pero él detuvo su retroceso cerrando escandalosamente los labios en torno a su lengua y succionándola con suavidad… La sensación hizo que a ________ se le desbocara el corazón y, al mismo tiempo, estallara en llamas.
Él tenía razón. Eso era lo que había ido a buscar.
Entonces Joe interrumpió el beso y le recorrió la mejilla con los labios de camino a la oreja, donde capturó el suave lóbulo entre los dientes y lo mordisqueó con ternura, provocando que unos estremecimientos de placer la atravesaran desde los pies a la cabeza mientras él lamía la sensible piel. ________ oyó un gemido en la lejanía y se dio cuenta demasiado tarde de que era suyo.
Notó que él curvaba los labios junto a su oreja antes de hablar.
—El beso no terminará hasta que esté satisfecha. —La respiración entrecortada convirtió aquellas palabras en una caricia.
Él volvió a buscar sus labios, reclamando de nuevo su boca y despojándola de cualquier pensamiento con aquella intoxicante y generosa caricia. Lo único que ella quería era estar más cerca de él, que la abrazara con más firmeza. Y, como si él le hubiera leído los pensamientos, la estrechó entre sus brazos y la besó más profundamente. El calor la consumió; aquellos labios suaves y provocadores parecían saber cómo satisfacer todos sus deseos secretos.
Cuando él apartó la boca de la de ella, ________ se encontraba sin fuerzas. Las siguientes palabras atravesaron la neblina sensual que la envolvía.
—Debería dejarla anhelando…
F l ♥ r e n c i a.
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Mensaje por Creadora Miér 07 Sep 2011, 1:09 pm

:O:O:O PON OTRO POR FAVOR!!!!!!!
andaaaa (: estuvo buenisimo el cap
porfa otro (:

___________________________________________

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Mensaje por chelis Miér 07 Sep 2011, 4:15 pm

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solo era un beso y nos dio como tres8) 8) 8) 8)

y nos deja anhelandoooooo

maaaaaassssss:P :P que maloooo

jejejejeje

siguela porfaaaaaaaaa
chelis
chelis


http://www.twitter.com/chelis960

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Mensaje por #Fire Rouge..* Miér 07 Sep 2011, 6:48 pm

jaja que besoo :twisted:...
#Fire Rouge..*
#Fire Rouge..*


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Mensaje por F l ♥ r e n c i a. Jue 08 Sep 2011, 11:10 am

HOLA CHICAS :D
MUCHAS GRACIAS POR SUS COMENTARIOS!
YO SABIA QUE ESTE CAP LES IBA A GUSTA ;) JAJAJAJA
MÁS TARDE HAY CAP!
BESOS :hi:
F l ♥ r e n c i a.
F l ♥ r e n c i a.


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Mensaje por F l ♥ r e n c i a. Jue 08 Sep 2011, 12:20 pm

Capítulo 4

________ se despertó tarde, y al instante notó un profundo nerviosismo en su interior. Durante un buen rato, sus embotados pensamientos se negaron a definir claramente la razón para tan extraña sensación, hasta que de repente fue plenamente consciente de los acontecimientos de la noche anterior. Se sentó de golpe en la cama y se quedó inmóvil, con los ojos muy abiertos, rezando para que todo hubiera sido un alocado y ridículo sueño.
No tuvo suerte.
¿En qué había estado pensando para dirigirse a Ralston House pasada la medianoche? ¿Realmente había estado en el dormitorio de Joe? ¿De verdad había hecho un trato con el más famoso libertino de Londres? Sin duda alguna no podía haberle pedido que la besara. Recordó sus acciones y una oleada de intenso rubor le cubrió las mejillas, luego ocultó la cara entre las manos y gimió llena de mortificación.
Nunca volvería a tomar ni una gota de jerez. Nunca jamás.
Los pensamientos se agolparon en su mente durante unos breves momentos, hasta que finalmente meneó la cabeza.
—¡Le pedí que me besara! —gimió, llena de horror.
Se hundió en la cama con un gemido y deseó que el mundo estallara en pedazos o, como mínimo, que se la tragara la tierra. Simplemente no podía arriesgarse a ver otra vez a Joseph Jonas. No después de ese beso.
Pero menudo beso. Apretó los ojos ante ese pensamiento, aunque aquello no detuvo el torrente de recuerdos que lo acompañó. El beso había sido todo lo que ella había imaginado y mucho más. Joe había sido… demasiado. Se había cernido sobre ella con el oscuro pelo despeinado y los ojos brillantes bajo la luz de las velas para besarla. Labios cálidos, manos firmes… exquisito todo él.
Recordó el suave roce de su lengua, el firme agarre de sus brazos… y, sin saber cómo, se encontró con que estaba acariciándose los pechos. Sintió una oleada de calor al recordar la delicada manera en la que él había jugado con sus labios, el estremecimiento de excitación cuando notó su aliento en el cuello… Había sido todo lo que ella había soñado alguna vez.
Y cuando terminó, había quedado reducida a pedazos. Él le había dicho que los besos debían dejar anhelando… pero _______ no estaba preparada para la sensación de vacío que la atravesó cuando él se apartó y la miró con serenidad, como si solo hubieran asistido a los servicios dominicales y estuviera a punto de pasar el cepillo.
Ella había anhelado más… y todavía lo hacía.
La experiencia, aun bochornosa, resultó intensa y liberadora como nada que hubiera experimentado antes, y había satisfecho todos sus sueños. ¡Y había ocurrido con Joe! Ese beso había compensado diez largos años en los márgenes de los salones de baile, observándolo pasar con una lista interminable de bellezas colgadas del brazo, una década escuchando rumores a todas horas sobre sus últimas hazañas, una eternidad enterándose de todas sus amantes con lo que siempre había intentado que pareciera falta de interés. Aunque, por supuesto, sí le había interesado.
Negó con la cabeza. Los hombres como Joe no eran para mujeres como ella. Esa era la enseñanza que había obtenido de la noche anterior. Joe era para mujeres excitantes, provocativas y aventureras… a pesar de que _______, con tres copas de jerez encima, se hubiera considerado así la noche anterior… Bueno, bajo la luz del día, ella no era nada de eso.
Pero, por una noche, por un fugaz momento, lo había sido. Y qué momento tan precioso. Había sido atrevida, lanzada y, definitivamente, cualquier cosa menos «pasiva». Había ido a por aquello que sabía que no podría obtener de otra manera.
Y, aunque la noche anterior Joe podía haberle enseñado que todo aquello no era para ella, no había ninguna razón para considerar que el resto de las cosas que deseaba hacer fueran inalcanzables.
«Puedo completar la lista.»
Aquella idea la envalentonó. Miró instintivamente hacia la delicada mesilla de noche donde había dejado la escandalosa hoja de papel antes de meterse en la cama. La agarró y la leyó, sonriendo para sí misma al ver las palabras. Si los acontecimientos de la noche anterior eran una prueba, disfrutaría de cada minuto que necesitara para llevar a cabo los demás puntos. Aquellas nueve premisas eran todo lo que se interponía entre ella y una vida plena. Solo tenía que arriesgarse.
Y ¿por qué no hacerlo?
Pletórica de energía, apartó las mantas y se levantó. Irguió los hombros y atravesó la estancia hasta el pequeño escritorio en la esquina. Dejó en él la lista, alisó el arrugado papel y volvió a releerlo antes de coger una pluma y sumergirla en el tintero cercano. Había besado a alguien. Y apasionadamente además.
Con elocuente firmeza, trazó una gruesa línea negra sobre el primer punto, incapaz de contener una sonrisa.
«¿Cuál será el próximo?»
Sonó un golpe en la puerta. A través del espejo ________ vio que esta se abría y daba paso a su doncella. Al observar la adusta mirada de la anciana, borró la sonrisa instantáneamente.
—Buenos días, Anne. —Escondió con rapidez la lista bajo un libro de poesías de Byron mientras la mujer cerraba la puerta.
—________ Hartwell —dijo Anne lentamente—. ¿Qué es lo que has hecho ahora?
________ miró fijamente a la mujer que se había ocupado de ella desde que era pequeña y luego se acercó al enorme armario de caoba.
—Me gustaría vestirme —señaló—, tengo una cita esta mañana.
—¿Con el marqués Joseph?
________ abrió los ojos como platos.
—¿Cómo sabes…? ¿Qué? ¡No!
—¿De veras? Encuentro difícil creerlo dado que hay abajo un hombre de Ralston House esperando respuesta a una nota.
________ contuvo el aliento cuando observó la nota que sostenía su doncella. Se acercó a ella.
—Déjame verla.
Anne cruzó los brazos sobre su amplio pecho con la misiva en una de sus manos.
—¿Por qué te ha enviado un mensaje el marqués Joseph, ________?
La joven se sonrojó.
—No… no lo sé.
—No sabes mentir. Te conozco desde que usabas pañales. —Anne era como un perro que no soltara un hueso—. Llevas años loquita por Joe, niña. ¿Por qué demuestra él ese repentino interés por ti?
—¡Eso no es cierto! —Intentó imprimir a sus palabras un tono firme y extendió la mano—. Quiero que me entregues mi correspondencia, Anne.
—¿Estuviste anoche con él? —preguntó la doncella con aire inocente al tiempo que esbozaba una sonrisa.
________ se quedó paralizada y se ruborizó.
—¡Claro que no! —farfulló.
Anne le lanzó una mirada penetrante.
—Bueno, en algún sitio estuviste. Te oí entrar por la puerta de servicio poco antes del amanecer.
________ se acercó al armario y lo abrió de golpe como excusa para cambiar de tema.
—¿Sabes, Anne? Que me hayas cuidado desde que nací no te da derecho a hablarme de esa manera.
Anne se rió.
—Claro que sí. —La doncella aprovechó que ________ se había alejado del escritorio para sacar la lista de su escondite y leerla.
_______ se volvió ante el sonido escandalizado de la mujer.
—¡No! ¡Devuélvemelo! —gritó al ver el papel en su mano.
—¡_______! ¿Qué has hecho?
—¡Nada! —Le arrebató la lista y, al darse cuenta de la mirada de incredulidad de la anciana, añadió—: Bueno, nada serio.
—Lo que hay escrito en ese papel sí parece serio.
—Es algo que prefiero no discutir.
—Estoy segura.
—No es nada. Solo una lista.
—Una escandalosa lista de cosas que las jóvenes solteras no hacen.
_________ se volvió hacia el armario y metió la cabeza en el interior con la esperanza de dar por zanjada la conversación. Cuando se dio la vuelta con un vestido color melocotón en la mano, Anne todavía esperaba una respuesta.
—Pues bien —masculló—, puede que las jóvenes solteras debieran aprovechar la juventud y probar a hacer algunas de esas cosas.
Anne parpadeó ante tal franqueza. Luego se rió.
—Ya has llevado a cabo una de esas tareas.
—En efecto. —________ se sonrojó.
Anne entrecerró los ojos sobre el papel, descifrando las palabras tachadas. Cuando levantó la mirada estaba estupefacta, y ________ le dio la espalda.
—Bien, _______ Hartwell, parece que no has perdido el tiempo y has ido directa a por lo que llevas años deseando.
________ no pudo contener la sonrisa que acudió a sus labios.
—¡Anoche estuviste con Joseph!
El brillante rubor de las mejillas de ________ fue más elocuente que las palabras.
—Te voy a decir una cosa —continuó Anne con cierto indicio de orgullo en la voz—, eres la única chica que conozco capaz de escribir una lista como esta y llevarla a la práctica. —Cambió el tono de voz para añadir—: Por supuesto, si en una semana tu reputación no está completamente arruinada, estaré todavía más sorprendida que ahora.
—Pienso tener mucho cuidado —protestó ________.
Anne negó con la cabeza.
—A menos que trabajes para el Ministerio de la Guerra, ________, no podrás completar ni la mitad de los puntos de esa lista sin que tu reputación se vea afectada. —Hizo una pausa—. Lo sabes, ¿verdad?
________ asintió brevemente con la cabeza.
—¿Está mal que esta mañana no me importe?
—Sí. No puedes llevar a cabo todas esas cosas, ________. ¿Jugar a las cartas? ¿En un club de caballeros? ¿Te has vuelto loca?
________ se puso seria.
—No. —Hubo un tenso silencio entre las dos. Finalmente, ________ pareció encontrar las palabras que estaba buscando—. Pero, Anne, fue maravilloso. Fue la aventura más increíble de mi vida. ¿Me puedes culpar por querer más?
—Me parece que has llegado más allá de lo que me has dicho. Dame eso. —Anne tomó el vestido de muselina color melocotón y lo cambió por otro de un tono verde hierba.
—¿Qué le pasa al que había elegido?
—Oh, no me hagas pucheros. Si vamos a ir a Ralston House, este es el que llevarás. El verde te favorece más.
________ agarró el vestido y observó a Anne, que cogía la ropa interior.
—No vamos a ir a Ralston House.
La mujer no dijo nada y siguió rebuscando en el armario. Luego le tendió la nota. La joven rompió el sello de lacre con manos temblorosas dividida entre la curiosidad y el temor.

Lady _________:
Mi hermana la espera a las once y media.
J.


Ya no había marcha atrás.
—Anne —dijo _______, sin ser capaz de apartar la mirada del texto—. Vamos de visita a Ralston House.
F l ♥ r e n c i a.
F l ♥ r e n c i a.


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Mensaje por chelis Jue 08 Sep 2011, 2:14 pm

oooooooooooooooooooooohhhh

no lo puedo creeeeeerrrrrr

siguela porfaaaaaa

andaaaaaaaa

mira que me tienes en ascuassss
chelis
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Mensaje por #Fire Rouge..* Jue 08 Sep 2011, 6:20 pm

aahh no la deje alli
dios creo que amo
a Anne es una viejita
picara y buena jajajaj
siguela plissssssss
#Fire Rouge..*
#Fire Rouge..*


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Mensaje por chelis Vie 09 Sep 2011, 11:16 am

esperandooo

caaaapiiisssss
chelis
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Mensaje por F l ♥ r e n c i a. Vie 09 Sep 2011, 4:16 pm

QUIEREN CAP?
F l ♥ r e n c i a.
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Mensaje por chelis Vie 09 Sep 2011, 5:04 pm

sipiiiiiiiiiiiiii :)
chelis
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Mensaje por F l ♥ r e n c i a. Vie 09 Sep 2011, 7:26 pm

Continuación del capítulo nº 4


Por segunda vez en menos de veinticuatro horas, _______ se encontró otra vez ante Ralston House —ahora a la luz del día y respetablemente acompañada por su doncella—, para conocer a la señorita Juliana Fiori, la misteriosa hermana menor del marqués.
________ respiró hondo y rezó con todas sus fuerzas para que Joe no se encontrara en casa, esperando poder sortear de esa manera una irremediable humillación. Sabía, por supuesto, que no podría evitar tropezarse con él en el futuro, después de todo, sería la madrina de su hermana en su presentación en sociedad. Pero, sin embargo, esperaba conseguirlo hoy.
Abrió la puerta un lacayo y se toparon con la cara impávida de Jenkins en el vestíbulo.
«Por favor, que no me reconozca», imploró en silencio mientras miraba el rostro arrugado del mayordomo, intentando parecer fría y tranquila.
—Lady ________ Hartwell. Tengo una cita con la señorita Juliana. —Irguiéndose en toda su altura, ________ pronunció aquellas palabras con su tono más educado, tendiéndole una tarjeta color marfil al mayordomo, que la recibió con una reverencia.
—Con mucho gusto, milady. La señorita Juliana la está esperando. Por favor, sígame.
En cuanto Jenkins le dio la espalda, ________ dejó escapar un largo suspiro de alivio. Lo siguió hasta la primera puerta abierta en un largo pasillo de mármol y le ofreció la más regia de las inclinaciones de cabeza cuando él se apartó a un lado para dejarla entrar en una espaciosa salita de visitas decorada en tonos verdes.
________ observó la seda color hierba que cubría las paredes, las sillas y el sofá; muebles elaborados en caoba y tapizados con los más finos brocados. El buen gusto que rezumaba la estancia se veía completado por una sensacional estatua de mármol a uno de los lados, una figura femenina ágil y alta con una ancha tira de tela esculpida por encima de la cabeza, que parecía agitarse con el viento tras ella. Contuvo el aliento ante la belleza de la efigie; fue incapaz de no acercarse a ella, atraída por aquella sonrisa misteriosa que esbozaba la diosa en un fluido movimiento de mármol. Estudió con admiración la caída de la tela tallada que cubría el cuerpo de la figura y alargó la mano para acariciarla, casi esperando sentir cálido lienzo en vez de fría piedra. Entonces le llegó una voz desde el umbral.
—Es preciosa, ¿verdad?
________ se giró con rapidez hacia el sonido, conteniendo la respiración. Pero no… no era Joe.
El hombre en la puerta era lord Nicholas Jonas, alto y de anchas espaldas, mandíbula cincelada y brillantes ojos marrones; idéntico a Joe en todo menos en una cosa: la mejilla derecha de lord Nicholas estaba marcada con una cicatriz, una línea blanca y larga que atravesaba su piel bronceada, en brutal contraste con el resto de sus facciones, aunque aquello no impedía que resultara un caballero perfecto. A pesar de que esa cicatriz debería haber provocado que mostrara un semblante peligroso, solo lo hacía más atractivo. ________ había sido testigo de cómo respetables mujeres de buena familia se comportaban como auténticas imbéciles cuando estaban cerca de Jonas, algo que a él no parecía importarle.
—Lord Nicholas —dijo ella con una sonrisa, ladeando graciosamente la cabeza cuando él cruzó la estancia para cogerle la mano e inclinarse ante ella en una profunda reverencia.
—Lady ________ —sonrió con calidez—, observo que ha descubierto a mi amada —indicó Nicholas señalando la estatua.
—En efecto. —_______ volvió a centrar la atención en la figura de mármol—. Es impresionante. ¿De qué artista es?
Nicholas negó con la cabeza con los ojos brillantes de orgullo.
—Es un misterio. La encontré en la costa sur de Grecia hace varios años. Estuve allí siete meses buscando mármol. Cuando regresé, traje conmigo esta hermosa pieza para Ralston House, con la esperanza de que mi hermano le ofreciera un hogar adecuado. —Hizo una pausa mientras rodeaba la estatua—. Creo que es Selene, diosa de la luna.
—Se la ve tan contenta…
—Parece sorprendida.
—Bueno —dijo ________ en voz baja—, la de Selene no es la más feliz de las historias. Después de todo, está condenada a amar a un mortal al que Zeus castigó a dormir eternamente.
Nicholas se volvió hacia ella al oír sus palabras; parecía bastante impresionado.
—Por su propia culpa. Debería habérselo pensado mejor antes de pedirle favores a Zeus. Ese tipo de cosas no suelen acabar bien.
—Sin duda, Selene debía anhelar desesperadamente que le concediera ese favor. Supongo que esta estatua la representa pletórica de felicidad antes de que Zeus jugara con los hilos de su destino.
—Se le olvida —añadió Nicholas con un pícaro brillo en los ojos—, que Endimión y Selene tuvieron veinte hijos a pesar del sueño, así que puede que ella no fuera tan infeliz con la situación.
—Con el debido respeto, milord —dijo ________—, criar sola a veinte hijos no parece la más feliz de las circunstancias. Por eso pienso que no podría parecer tan descansada si esta fuera una estatua que la representara en plena dicha maternal.
Nick se rió a carcajadas.
—Una opinión interesante, lady _______. Si esta conversación es un indicio de lo que se avecina, el debut de Juliana va a resultar tremendamente entretenido… por lo menos, para mí.
—Y, por supuesto, tu entretenimiento es de vital importancia, Nicholas.
_________ se tensó cuando aquellas irritadas palabras flotaron en la estancia, sombrías y amenazadoras, haciendo que su corazón se desbocara. Ella trató de mantener la calma, pero supo antes de darse la vuelta que Joseph se había unido a ellos.
Nicholas pareció sentir su nerviosismo y le guiñó el ojo antes de esbozar una amplia sonrisa.
—En efecto, hermano —dijo, girándose hacia el marqués.
El ceño de Joe se hizo más profundo mientras observaba a ________, atravesándola con aquella aguda mirada ámbar. Un brillante sonrojo cubrió las mejillas de la joven, que bajó la vista y miró a cualquier sitio menos a él. Nick notó su incomodidad y acudió en su ayuda.
—No es necesario que seamos groseros, Joe. Solo hacía compañía a lady ________ mientras esperaba a que apareciera Juliana. ¿Dónde se ha metido esa chica?
—Le dije a Jenkins que no la avisara todavía. Me gustaría hablar con lady ________ antes de presentársela. —Hizo una pausa—. A solas, Nick, por favor.
________ notó que su corazón se aceleraba. ¿Qué tenía que decirle que no podía escuchar su hermano?
—Espero con ansiedad nuestro próximo encuentro —dijo Nick, inclinándose sobre la mano de la joven. Cuando se enderezó le ofreció a ________ una brillante sonrisa y otro guiño reconfortante.
Ella no pudo evitar sonreír también.
—Lo mismo digo, milord.
Joe esperó a que la puerta de la estancia se cerrara antes de indicarle a ________ que se sentara en una de las sillas cercanas, tomando asiento frente a ella. La joven intentó ignorar la manera en que él empequeñecía el mueble —de hecho, toda la habitación—, como si Ralston House hubiera sido diseñada para gente de menor tamaño. Inclinó la cabeza y fingió estar cautivada por el patrón de la tapicería de la silla en que estaba sentada, obligándose a interpretar su papel a pesar de estar sola con él. Fue una tontería. Aquel no era un hombre al que se le pasara nada por alto.
—Quiero hablar sobre Juliana antes de presentársela.
________ notó una punzada de decepción. ¿Era necesario que se mostrara tan frío? La joven no levantó la vista y en su lugar, fijó la atención en las manos enguantadas que tenía entrelazadas sobre el regazo mientras intentaba olvidar con todas sus fuerzas que, solo unas horas antes, había tocado a Joe de una manera muy íntima con esas mismas manos. Pero ¿cómo poder olvidarlo? La piel caliente, el pelo suave, los brazos musculosos… Ella había acariciado cada uno de esos lugares. Y él, sin embargo, parecía impertérrito.
—Como quiera, milord —dijo ella tras aclararse la voz.
—Creo que será mejor que venga usted a Ralston House para trabajar con Juliana. No ha tenido una educación esmerada y no me gustaría que diera un paso en falso delante de la condesa de Allendale.
Ella agrandó los ojos, pero alzó la cabeza y le sostuvo la mirada.
—Mi madre jamás comentaría que estoy dándole lecciones a su hermana.
—No obstante, las paredes oyen.
—No las de Allendale House.
Él se inclinó hacia delante en la silla, acercándose lo suficiente como para tocarla, con los músculos tensos pero firmemente controlado.
—No voy a andarme con rodeos, se lo diré claramente: no pienso ceder en ese punto. Juliana es reticente a ser presentada en sociedad y está deseando regresar a Italia. Me temo que se sentirá inclinada a dar problemas antes de aceptar que su hogar está aquí ahora. Su madre y sus amigas son los pilares de la sociedad, mujeres para quienes la ascendencia y la reputación son de capital importancia. Y aunque la línea familiar de Juliana no llegue hasta Guillermo el Conquistador y tenga muchas posibilidades de verse manchada por el lustre de nuestra madre, será presentada en Londres. Y será una debutante preciosa. No permitiré que se malogre esa oportunidad.
Joe habló con absoluta certeza, como si el único camino posible para el éxito de Juliana fuera el que él había planeado. A pesar de ello, no había manera de ignorar la urgencia de su voz. Tenía razón, Juliana Fiori necesitaría mucho más que su apoyo para tener éxito en sociedad. Era hija de una marquesa descarriada y un comerciante italiano, un burgués sin importancia; apenas sería considerada legítima por la aristocracia.
Pero Joseph Jonas, marqués de Ralston, no permitiría que las sombras de su árbol genealógico mancharan el futuro de su hermana. Que los hermanos Jonas hubieran decidido presentar a Juliana en sociedad demostraba mucho temple y, siendo ella misma una hermana orgullosa y capaz de hacer cualquier cosa por los suyos, ________ respetaba su decisión. No eran el tipo de hombres que renunciara a sus propósitos.
—Ardo en deseos de conocer a su hermana, milord. —Una frase sencilla, pero que tenía un inconfundible significado: «Estoy de su parte.»
Joe hizo una pausa mientras la taladraba con la mirada y, por primera vez en una década, ella no apartó la vista. Cuando él habló, unos momentos después, fue en un tono más suave.
—No contaba hoy con usted.
—Le confieso, milord, que he estado considerando no venir —dijo ella con una media sonrisa.
—Y, a pesar de ello, aquí está.
________ se ruborizó e inclinó la cabeza con timidez.
—Hicimos un trato.
—En efecto —contestó él, con la voz más calmada y precavida.
Aquel tono profundo hizo que ________ notase que la atravesaba una oleada de calor. Se aclaró la voz con nerviosismo, mirando el reloj de una mesita cercana.
—Comienza a hacerse tarde, milord. Creo que será mejor que me presente a su hermana ¿no cree?
Él la miró fijamente durante unos momentos, como si estuviera intentando leerle el pensamiento. Al final, pareció satisfecho con lo que vio. Se puso en pie sin decir nada y envió a buscar a su hermana.


Lo primero que uno notaba en Juliana Fiori no era su hermosura, aunque era una auténtica belleza —atractivos ojos marrones, piel de porcelana y una espesa masa de rizos de color castaño oscuro que la mayoría de las mujeres querrían poseer—. Tampoco eran sus rasgos delicados ni su voz melodiosa con marcado acento italiano. Ni su altura, aunque era más alta que ________, lo que, por otro lado, no era demasiado difícil.
No, lo primero que uno percibía en Juliana Fiori era su franqueza.
—Me parece una necedad que exista un orden correcto para verter el té y la leche en una taza.
________ contuvo la risa.
—Supongo que en Venecia no será una ceremonia frecuente, ¿verdad?
—No. Es líquido. Está caliente. Y no es café. ¿Para qué preocuparse? —Juliana esbozó una brillante sonrisa que hizo aparecer un hoyuelo en su mejilla.
—En efecto, ¿para qué? —dijo ________, preguntándose si los hermanos de Juliana poseerían también aquel rasgo tan cautivador.
—No se preocupe —aseguró Juliana mientras alzaba la mano dramáticamente—. Me esforzaré por recordar que primero se vierte el té y luego la leche. Odiaría ser la causa de otra guerra entre Gran Bretaña y el Continente.
________ se rió y cogió la taza de té que la joven había servido a la perfección.
—Estoy segura de que el Parlamento le agradecerá su diplomacia.
Las dos compartieron una sonrisa antes de que Juliana continuase.
—Entonces, si conozco a un duque o una duquesa… —dijo Juliana mientras colocaba un trozo de pastel en un plato y se lo ofrecía a _______.
—Lo que sucederá con toda seguridad… —señaló ________.
—Allora, cuando conozca a un duque o duquesa, me dirigiré a ellos como «excelencia». A todos los demás será mejor que los llame «milord» o «milady».
—En efecto. Al menos, a todos los que posean un título de nobleza o un título de cortesía debido a su ascendencia.
Juliana inclinó la cabeza, considerando las palabras de ________.
—Eso es más complicado que servir el té. —Se rió—. Creo que es un alivio para mis hermanos que vaya a quedarme poco tiempo. De hecho, espero que puedan reparar cualquier daño que su escandalosa hermana italiana provoque en estos dos meses.
________ le dirigió una sonrisa reconfortante.
—Tonterías. Se meterá a la sociedad en el bolsillo.
Juliana pareció confundida.
—¿Cómo es posible eso?
La sonrisa de ________ se hizo más profunda y agitó la cabeza.
—Es una manera de hablar. Quiere decir que usted será un éxito social. —Bajó la voz hasta convertirla en un susurro antes de afirmar—: Le aseguro que los caballeros se volverán locos por conocerla.
—Igual que pasó con mi madre, ¿no? —Los ojos de Juliana lanzaron chispas y cortó el aire con la mano en un gesto brusco—. No. Quítese de la cabeza la idea de buscarme marido. No me casaré nuca.
—¿Por qué no?
—¿Qué pasaría si me vuelvo como ella? —Aquellas palabras dichas con enorme calma dejaron muda a ________. Antes de que se le ocurriera qué decir, Juliana continuó—: Lo siento.
—No es necesario que se disculpe. —________ alargó la mano y la puso sobre el brazo de la muchacha—. Imagino lo difícil que es para usted.
La joven hizo una pausa y clavó los ojos en el regazo.
—Durante diez años he simulado que mi madre no existía. Y ahora descubro que la única familia que me queda es la suya. Y estos hombres… Mis hermanos… —Su voz se desvaneció.
_________ observó a la chica, sopesando sus palabras antes de hablar.
—No los considera su familia, ¿verdad?
Un destello de culpa atravesó la cara de Juliana.
—¿Tan evidente es?
De ninguna manera. —________ negó con la cabeza.
—Creo que ni siquiera les gusto.
—Imposible —dijo ________ con firmeza—. Es usted una joven muy agradable. Yo misma, que acabo de conocerla, estoy disfrutando enormemente en su compañía.
Juliana esbozó una media sonrisa antes de hablar.
—Creo que Nicholas llegará a sentir afecto por mí, pero Joseph… —sostuvo la mirada de ________ y bajó la voz—, ni siquiera me sonríe.
________ se inclinó hacia delante y acarició el brazo de la joven.
—No debería darle tanta importancia a ese asunto. Creo que podría contar con los dedos de una mano las veces que he visto sonreír a Joe. —«Y no habrá sido por no mirarle.»
Juliana miró durante un rato el lugar donde ________ la tocaba antes de cubrir su mano con la de ella. Cuando le buscó los ojos, mostraba en su expresión todas sus dudas.
—En realidad no supongo más que un montón de problemas para él, ¿no cree? La hija huérfana de la mujer que un buen día los abandonó y se buscó una nueva familia.
________ sabía que debía poner punto final a aquella conversación tan íntima. Después de todo, las complejidades de los asuntos familiares de Joe eran solamente cosa suya, pero no pudo evitarlo.
—Esta no es una nueva familia. Es su familia —la corrigió—. Una familia en la que siempre ha tenido un lugar esperándola.
Juliana negó con la cabeza.
—No. No saben nada de mí. Solo les recuerdo a nuestra madre. Ese es nuestro único nexo. Tengo la certeza de que Joe solo la ve a ella cuando me mira. Creo que se sentirá encantado cuando me vaya dentro de dos meses.
A pesar de la inmensa curiosidad que sentía sobre la antigua marquesa, ________ se contuvo y no siguió indagando sobre la mujer que había abandonado a su suerte, con tanta indiferencia, a tres niños tan notables.
—Puede que sus hermanos no la conozcan, Juliana —afirmó finalmente—, pero lo harán. Y la querrán. Me juego el cuello a que ya han comenzado a hacerlo. Le aseguro que no la dejarán marchar dentro de dos meses. E, incluso aunque se lo permitieran, espero que cambie de idea y se quede.
Los brillantes ojos de Juliana se llenaron de lágrimas.
—Siete semanas y seis días.
_________ notó una oleada de simpatía por la joven.
—Honestamente —dijo, sonriendo—, y tras haber pasado una tarde con usted, le aseguro que espero poder seguir viéndola en el futuro. Creo que nos convertiremos en muy buenas amigas.
Juliana esbozó una acuosa sonrisa. Respiró hondo, se enderezó y se borró las lágrimas con la mano, como si así pudiera olvidar sus inseguridades.
—¿Hace mucho tiempo que es amiga de mi hermano?
________ se quedó paralizada.
—¿Amiga?
—Sí. Es evidente que Joe siente una profunda admiración por usted y que la considera su amiga. Esta mañana parecía realmente ansioso por informarme de que usted me apoyaría ante la sociedad. Si no son amigos, ¿por qué iba a estar usted aquí? ¿Por qué arriesgaría su estatus para guiarme y no dejarme dar un paso en falso?
________ supo que no podía decirle la verdad. «Deberías saber, Juliana, que hay un momento en la vida de cada mujer en la que está dispuesta a hacer cualquier cosa por que la besen.» Se mantuvo en silencio mientras buscaba las palabras apropiadas, pero Juliana interpretó mal lo que significaba aquella pausa.
—Ah —dijo, como si supiera de lo que hablaba, con una muda implicación en aquella única sílaba—. Entiendo. Son más que amigos, ¿verdad?
________ agrandó los ojos ante aquellas palabras.
—¿Qué quiere decir?
—¿Es usted su… —Juliana se interrumpió y buscó la expresión correcta—, su inamorata?
—¿Perdón? —La pregunta acabó en un chillido ahogado.
—Su amante, ¿verdad?
—¡Juliana! —El insulto la ofendió, y ________ adoptó la más regia de las actitudes y su tono de institutriz—. ¡Uno no habla de las amantes o amores o… ninguna de esas cosas personales en público!
—Pero usted no es una simple invitada. —Juliana parecía confundida—. Usted es mi amiga, ¿verdad?
—Por supuesto que sí. Sin embargo, ¡tampoco se habla de eso con los amigos!
—Perdón. No lo sabía. Pensaba que si usted y Joe eran…
—¡No lo somos! —Las palabras salieron de su boca como un torrente tembloroso—. No somos amantes. ¡Ni siquiera somos amigos! Estoy aquí para ayudarla porque usted me gusta. Disfruto en su compañía. Y el marqués de Ralston no tiene nada que ver en el asunto.
Juliana miró a ________ directamente a los ojos y esperó un buen rato antes de responder.
—Yo también disfruto de su compañía, lady ________, y me encanta tenerla a mi lado en esta aventura. —Luego se inclinó hacia delante con los labios curvados con picardía—. Sin embargo, creo que no hace esto solo por que sea una buena persona. Si no, ¿por qué lo negaría con tanto énfasis?
________ agrandó los ojos y abrió la boca, sorprendida. Luego la cerró de golpe.
—No se preocupe. Su segreto está a salvo conmigo.
________ negó con la cabeza.
—Pero… ¡no hay ningún secreto! —exclamó—. ¡No tengo nada que ocultar!
La sonrisa de Juliana se hizo más amplia.
—Será como dice. —Ladeó la cabeza pensativamente—. De todas maneras, no diré nada.
________ se recostó en la silla y miró a su pupila con los ojos entrecerrados. La jovencita sonreía satisfecha como una gatita ante un plato de leche.
Y pensar que no hacía ni veinticuatro horas que ella había considerado que el marqués era el residente más sagaz de Ralston House.
F l ♥ r e n c i a.
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Mensaje por chelis Vie 09 Sep 2011, 9:03 pm

jajajajajajajaja

losjonas si que son de cuidado

jejejeje

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Mensaje por F l ♥ r e n c i a. Dom 11 Sep 2011, 4:04 pm

HOLA CHICAS!
PERDÓN POR NO HABER SUBIDO CAP AYER PERO VEO QUE NO ESTÁN DEJANDO MUCHOS COMENTARIOS ASI QUE PONGANSE LAS PILETAS PARA QUE ME DEN ANIMOS DE SUBIRLA.
AHORA ME PNGO A EDITAR UN CAP Y LO SUBO ;)
F l ♥ r e n c i a.
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Mensaje por F l ♥ r e n c i a. Dom 11 Sep 2011, 4:22 pm

Capítulo 5


El marqués Joseph estaba cómodamente sentado en un enorme sillón frente a la gran chimenea de mármol de uno de los elegantes salones del club para caballeros Brook's, con las piernas estiradas ante él descuidadamente y las botas brillantes. Para cualquier observador casual no sería más que otro aristócrata mimado, con el nudo de la corbata flojo pero no deshecho, el pelo despeinado y los ojos entornados, clavados en el bailoteo intermitente de las llamas. En una mano sostenía una copa de whisky con los dedos laxos, como si estuviera a punto de dejarla caer en cualquier momento sobre la gruesa alfombra azul.
Cualquier ojo no entrenado no vería más que un dandi perezoso.
Sin embargo, tal conclusión sería una vulgar ilusión, pues la desgarbada y casual postura de Joe desmentía su verdadero estado de ánimo. Su mente no dejaba de dar vueltas, y la frustración se enfrentaba en una sosegada batalla contra su voluntad.
—Tenía el presentimiento de que te encontraría aquí.
Joe apartó la mirada del fuego y la clavó en su hermano.
—Si has venido a anunciarme la existencia de otra hermana, este no es el mejor momento.
—Oh, tranquilo, por ahora seguimos siendo tres, aunque sea difícil de creer. —Nick se sentó frente a Joe, con un suspiro—. ¿Has hablado ya con Nastasia?
Joe bebió un largo sorbo.
—Sí.
—Ah, eso explica tu estado de ánimo. Tratar de rectificar años de libertinaje en unas pocas horas no es cosa fácil.
—No he dicho que vaya a cambiar mis costumbres, Nick, solo que seré más discreto.
—Por ahora es suficiente. —Nick ladeó la cabeza, divertido—. Es un buen comienzo, deberías comenzar a pensar en tu legado.
El ceño de Joe se hizo más profundo. Durante los años que siguieron a la muerte de su padre, había hecho gala de un comportamiento indecoroso que había llegado a ser legendario en todo Londres, ganándose con ello una reputación de mujeriego y libertino que en la actualidad era más escandalosa de lo que en realidad se merecía.
—Se parece muchísimo a nuestra madre.
Joe giró la cabeza ante esas palabras.
—Por nuestro bien, espero que sea la única similitud entre ambas. Si no, sería mejor que la mandáramos ahora mismo de vuelta para Italia. La reputación de nuestra madre ya va a ser difícil de obviar tal y como están las cosas.
—Es una suerte que poseas título y riquezas. Juliana no carecerá de invitaciones para los principales acontecimientos de la temporada. Por supuesto, estarás obligado a acompañarla.
Joe tomo un sorbo de whisky, negándose a morder el cebo que le ponía su hermano.
—¿Pretendes librarte del mismo destino, hermano?
Nick esbozó una rápida sonrisa.
—Nadie percibirá la ausencia del menor de los Jonas.
—No van a tener la oportunidad, Nicholas, me acompañarás a cada uno de esos acontecimientos.
—Lo cierto es que he recibido un encargo en el norte, en Yorkshire. Leighton piensa que necesita de mis habilidades para recuperar una estatua perdida. Estoy barajando la posibilidad de aceptar su oferta.
De eso nada. No pienso permitir que te vayas a jugar con tus piedrecitas dejándome solo para mantener a raya a los lobos.
Nick arqueó una ceja.
—Voy a tratar de no ofenderme ante la manera de referirte a mi trabajo… ¿durante cuánto tiempo piensas privarme de libertad?
Joe volvió a beber.
—¿Para qué fecha crees que podremos tenerla casada?
—Eso dependerá de la rapidez con que le hagamos olvidar esa idea suya de no querer casarse. Le tiene terror a la influencia de nuestra madre, Joe. Y ¿acaso puedes culparla? Esa mujer ha dejado huella en cada uno de nosotros. Y ese es el vía crucis particular de Juliana.
—No es como nuestra madre. Sus propios temores lo prueban.
—No obstante, no es a nosotros a quienes debemos convencer de ello, sino a ella. Y al resto de Londres. —Los hermanos se quedaron callados durante un buen rato antes de que Nick añadiera—: ¿Crees que Juliana estaría dispuesta a considerar una unión matrimonial por amor?
Joe emitió un gruñido de irritación.
—Lo cierto es que espero que la muchacha tenga el suficiente sentido común como para no hacerlo.
Las mujeres tienden a creer en el amor. En particular las más jóvenes.
—No me puedo imaginar a Juliana dando crédito a tales cuentos de hadas. Se te está olvidando que nos crió la misma mujer… Es materialmente imposible que Juliana aspire a encontrar el amor. No después de ser testigo del daño que este puede provocar.
Los hermanos permanecieron en silencio unos momentos.
—Por nuestro bien —dijo Nick—, espero que tengas razón. —Como Joe no añadió nada más, continuó—: Lady ________ ha sido una excelente elección.
Joe emitió un gruñido evasivo.
—¿Cómo conseguiste que estuviera dispuesta a ayudarnos?
—¿Importa?
Nick arqueó una ceja con rapidez.
—Bien, acabas de hacerme sospechar que sí, que tiene mucha importancia. —Joe no respondió, y Nick se puso en pie finalmente y se enderezó la corbata—. Marbury me ha invitado a participar en una partida de cartas en el salón de al lado. ¿Quieres unirte a nosotros?
Joe negó con la cabeza y tomó otro trago de whisky.
Nick se despidió con un gesto de cabeza y se alejó. Joe lo observó con los ojos entrecerrados, maldiciendo la extraña habilidad de su hermano para ir directo al meollo de cualquier situación delicada.
Lady ________.
Pensaba que había llegado como caída del cielo, una mujer con una reputación sin parangón que había aparecido justo cuando más la necesitaba. Era la solución perfecta para el problema que suponía preparar a Juliana para su primera temporada… O eso había pensado. Pero luego la besó.
«Y el beso había sido extraordinario.»
Joe se burló de sus propios pensamientos. Se encontraba frustrado y cualquier beso habría sido una bienvenida distracción.
«En especial cuando se cuenta con una pareja tan entusiasta y agradable.»
Joe se puso duro casi al instante al recordar lo que había sentido al tener a ________ entre sus brazos, al oír sus suaves suspiros, la manera en que ella se había abandonado al beso. Se preguntó si aquel entusiasmo por los besos se vería reflejado en otros actos más carnales. Por un momento, se permitió imaginarla en su cama, con aquellos enormes ojos castaños, ofreciéndole sus labios sin llevar puesto nada más que una invitadora sonrisa.
Al otro lado de la estancia hubo un estallido de risas y Joe se vio arrancado bruscamente de su ensueño. Se reacomodó en el sillón buscando alivio a la incómoda estrechez de sus pantalones y meneó la cabeza para hacer desaparecer la imagen que había aparecido en su mente mientras pensaba que debía buscarse una hembra dispuesta. Lo más rápidamente posible.
Tomó otro sorbo y luego hizo girar el whisky en la copa mientras consideraba los extraños acontecimientos de la noche anterior. No podía negar que lady ________ Hartwell, una florero de primera categoría con un nombre extraño —a la que, siendo honesto, no le había dedicado ni un pensamiento en su vida—, le intrigaba. No era el tipo de mujer que solía interesarle. De hecho, era todo lo contrario a sus preferencias: mujeres exquisitas, seguras de sí mismas y experimentadas.
«Entonces, ¿por qué me intriga tanto?»
Joe se salvó de considerar aquella pregunta porque hubo otra explosión de ásperas carcajadas al otro lado de la estancia. Ansioso por distraerse de tan desconcertantes reflexiones, centró su atención en un grupo de caballeros que apostaban a viva voz. Finney, el corredor de apuestas del club, garabateaba en el libro de Brook's lo más rápido que podía.
Se inclinó hacia delante en el sillón para ver mejor y dedujo al instante que el foco de atención de los hombres era el barón de Oxford. Una vez sabido eso, que Oxford era el apostador, no había duda del tema sobre el que trataría aquella apuesta: la aparentemente interminable búsqueda de esposa por parte del barón. Durante los últimos meses, Oxford, que tenía enormes deudas por culpa de su afición al juego, había anunciado públicamente en Brook's que iba a casarse con la mujer más rica que encontrara.
Por lo general, Joseph encontraba a Oxford demasiado alborotador —la mayoría de las veces por estupideces— para hacerle caso, pero considerando la necesidad que tenía de distraerse, hizo una excepción. Se puso en pie y se acercó al grupo.
—Diez guineas por Prudence Marworthy.
—¡Tiene cara de caballo! —protestó el propio Oxford.
—¡Su dote es suficiente para apagar las luces! —dijo una voz al fondo. Joe fue el único que no se rió de aquel chiste.
—¡Veinte guineas a que no consigues a la hija de Berwick! —El conde de Chilton hizo su envite provocando una ronda de gemidos ante tan insensible apuesta, sorprendidos por el importe del juego de Chilton.
—¡Puede que sea simple —se mofó Oxford con una risita—, pero su padre es el hombre más rico de Inglaterra!
Al ver que aquella conversación no lograba interesarle, Joe se dirigió a la puerta del salón. Casi había alcanzado su destino cuando se oyó una voz por encima del resto.
—¡Ya lo tengo! ¡La joven de Allendale!
Joe se detuvo en seco y se giró para oír la respuesta. Aquella mujer no dejaba de rondarle.
—No sirve. Acaba de comprometerse en matrimonio con Rivington —informó alguien—. Y te has vuelto loco si crees que el ángel Allendale se fijaría en Oxford.
—No, la guapa no… La otra.
—¿La gordita?
—¿La que tiene ese nombre ridículo?
Oxford se tambaleó a resultas, sin duda, de la cantidad de whisky ingerido, gozando de cada minuto de atención que obtenía.
—Todo hay que decirlo, Rivington ha realizado una hábil maniobra al emparentar con la fortuna Allendale… Casarme con lady Casiopea sería una maniobra muy inteligente.
—Lady ________ —dijo Joe con suavidad, con demasiada suavidad para ser oído. Al mismo tiempo otro de los hombres corrigió a Oxford.
El barón continuó, agitando su copa en el aire con gesto despectivo.
—Bueno, sea cual sea su nombre, sería rico otra vez… Lo suficientemente rico como para mantener a una amante a todo tren y no tener que perder el tiempo con mi esposa. Salvo para ponerle un heredero y el repuesto en el vientre. Imagino que a su edad —hizo una pausa para darle a sus palabras un obsceno énfasis—, agradecerá cualquier interés que muestren por ella.
La declaración de Oxford provocó otro aullido colectivo de risas.
Joe sintió que le atravesaba una aversión visceral. «No hay ninguna posibilidad de que ________ Hartwell se case con Oxford.» Ninguna mujer con un poco de sangre en las venas se decidiría por un asno semejante. Joe jamás había estado tan seguro de nada en su vida.
—¿Quién está dispuesto a apostar en contra de que será mía en junio?
Algunos de los amigos de Oxford lo hicieron, otros apostaron que el conde de Allendale rechazaría al barón, y un único hombre dijo que el barón tendría que fugarse con lady ________ para obtener su objetivo.
—Yo acepto todas las apuestas. —Las palabras de Joe, a pesar de haber sido pronunciadas en voz baja desde el otro lado de la estancia, silenciaron a todos los caballeros, que se volvieron para mirarle.
Oxford esbozó una amplia sonrisa.
—Ah, Joseph, no te había visto. ¿Te gustaría apostar sobre mi futura esposa?
Joe no podía imaginar ni una sola situación en la que la mujer que había aparecido en su puerta la noche anterior considerara a Oxford algo más que una irritación. Jamás había visto una apuesta tan predecible como aquella. Era como robarle el caramelo a un niño.
—En efecto, Oxford. Apuesto a todo lo que han dicho sobre lady ________. No existe ni la más mínima posibilidad de que se case contigo. —Miró al corredor de apuestas—. Finney, apunta mis palabras. Si Oxford llega a tener la oportunidad de declararse a lady ________, ella lo rechazará.
Un susurro de sorpresa recorrió la multitud cuando Finney preguntó:
—¿Cuánto, milord?
Joe buscó la mirada de Oxford antes de hablar.
—Imagino que mil libras será suficiente —dijo antes de darse la vuelta y salir del salón, dejando perplejos a todos los presentes.
Acababa de lanzar un reto.
F l ♥ r e n c i a.
F l ♥ r e n c i a.


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