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Nueve reglas que romper para conquistar a un Libertino (Joe & Tú) [TERMINADA]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Nueve reglas que romper para conquistar a un Libertino (Joe & Tú) [TERMINADA]
aaaaaaaaaaaaaaaaah!!!!!
No puedo esperar a mañana muheeer
qierees qe muera???
Diooooos me dejastee super picadaaa!!
Apiadatee de mii D:
No puedo esperar a mañana muheeer
qierees qe muera???
Diooooos me dejastee super picadaaa!!
Apiadatee de mii D:
Invitado
Invitado
Re: Nueve reglas que romper para conquistar a un Libertino (Joe & Tú) [TERMINADA]
wwuuuaauuu no lo puedo creeeerrrr!!!!
ese es joeeeeeee!!!
jejejej siguela porfa
ese es joeeeeeee!!!
jejejej siguela porfa
chelis
Re: Nueve reglas que romper para conquistar a un Libertino (Joe & Tú) [TERMINADA]
COMO LA DEJAS ASI?
quieres que me infarte mujer???
SIGUELA POR FAVOR!
quieres que me infarte mujer???
SIGUELA POR FAVOR!
Creadora
Re: Nueve reglas que romper para conquistar a un Libertino (Joe & Tú) [TERMINADA]
:O!!!!!!
como la dejass ahii!!!
la amooo!!
jejeje
SIGUELA!!
como la dejass ahii!!!
la amooo!!
jejeje
SIGUELA!!
AleMoralesT3
Re: Nueve reglas que romper para conquistar a un Libertino (Joe & Tú) [TERMINADA]
no eso es maldad como la dejas ahi :(
creo q el proximo capitulo va a estar muy interesante :)
ojala q esta ves si le diga q si :lol:
quiero cap :bounce:
creo q el proximo capitulo va a estar muy interesante :)
ojala q esta ves si le diga q si :lol:
quiero cap :bounce:
zai
Re: Nueve reglas que romper para conquistar a un Libertino (Joe & Tú) [TERMINADA]
Olis olis olis!!!!!!
Nu-nu-nueva LECTORA!!!!!!!! :D
Me encanta la nove
Sigue con la nove :D
Nu-nu-nueva LECTORA!!!!!!!! :D
Me encanta la nove
Sigue con la nove :D
♫ Laura Jonas ♥
StayMemiFaither
#Fire Rouge..*
Re: Nueve reglas que romper para conquistar a un Libertino (Joe & Tú) [TERMINADA]
Hola chicas!
Muchisimas gracias por sus comentarios :D
Bienvenida a la nove Laura Jonas :happy:
Ahora me pongo a editar la continuación del cap y lo subo!
Beeeeeeeeeeeeeeeeeeeeesos
Muchisimas gracias por sus comentarios :D
Bienvenida a la nove Laura Jonas :happy:
Ahora me pongo a editar la continuación del cap y lo subo!
Beeeeeeeeeeeeeeeeeeeeesos
F l ♥ r e n c i a.
Re: Nueve reglas que romper para conquistar a un Libertino (Joe & Tú) [TERMINADA]
Joe asintió con la cabeza, prometiendo solemnemente que se casaría con __________ tan pronto como fuera posible. Abandonó la estancia y atravesó el oscuro pasillo hasta la puerta de la biblioteca. Puso la mano sobre la manilla y respiró hondo, intentando que su corazón recuperara su ritmo habitual. Jamás había estado tan nervioso, tan preocupado por el resultado de una conversación; tan dispuesto a hacer lo que fuera para conseguir lo que quería. Pero allí estaba, seguro de que los siguientes minutos serían los más importantes de su vida.
Continuación del capítulo 22
Abrió la puerta y buscó a _________ bajo la tenue luz. Estaba acurrucada en uno de los grandes sillones de cuero que había frente a la chimenea, de espaldas a la puerta, con el codo apoyado en el brazo del butacón, sujetándose la barbilla mientras miraba las llamas, ensimismada. Joe observó las faldas de raso azul que se derramaban sobre el borde del sillón hasta casi rozar el suelo; todavía tenía puesto aquel precioso vestido que había llevado en el baile. La oyó suspirar mientras cerraba quedamente la puerta, y se acercó a ella, recreándose en la línea del cuello y la suave piel que bajaba por la clavícula hasta el borde ribeteado del vestido. Permaneció un momento detrás de ella y se permitió admirar su cuerpo relajado.
—Kev, hoy no soy buena compañía —le oyó decir.
Joe no contestó, pasó junto al sillón de _________ y se sentó en el diván que ella había apartado a un lado para estar más cómoda. La joven giró la cabeza cuando él tomó asiento; entonces contuvo el aliento, se enderezó y puso los pies en el suelo.
—¿Qué…? ¿Qué haces aquí?
Joe se inclinó hacia delante y apoyó los codos en las rodillas.
—He intentado mantenerme alejado —repuso—. Pero tengo varias cosas que decirte.
__________ negó con la cabeza, con los ojos abiertos como platos.
—¡Cómo te encuentren aquí…! ¡Kevin está en su estudio! ¿Cómo has llegado hasta aquí?
—Ha sido tu hermano quien me ha dejado entrar. Sabe que estoy aquí. Y, mucho me temo, emperatriz, que está a mi favor.
—¿Has hablado con él? —_________ parecía consternada.
—Sí. No me has dejado otra opción. Ahora, por favor, guarda silencio y escúchame, tengo mucho que contarte.
__________ meneó la cabeza; no confiaba en mantener firme su decisión si él comenzaba a decirle palabras bonitas.
—Joe, por favor… no.
—No. Están en juego las vidas de los dos, _________. No permitiré que tomes una decisión sin poseer toda la información. —La joven se sentó con los pies bajo las piernas y se acurrucó en el sillón. La imagen que presentaba, una pequeña y triste pelota, oprimió el corazón de Joe—. Dices que me amas. Entonces, ¿no crees que deberías escuchar lo que tengo que decir al respecto?
__________ cerró los ojos, apretó los párpados y gimió avergonzada.
—¡Oh, Dios mío! Por favor, no me lo recuerdes. No me puedo creer que te haya dicho eso.
Joe alargó el brazo y le recorrió la mejilla con un dedo.
—No pienso dejar que te retractes, lo sabes —le aseguró con voz ronca y profunda.
Ella abrió los ojos y le ofreció una mirada tan sincera y transparente que casi le robó el aliento.
—No me retractaré.
—Bien —dijo él—. Ahora, escúchame. —No sabía por dónde comenzar, así que empezó a hablar según se le ocurrieron las ideas—. Mi madre era muy hermosa, tenía el pelo oscuro, brillantes ojos marrones y rasgos delicados, Juliana se parece mucho a ella. Apenas era poco mayor que ella cuando nos abandonó… Huyó al Continente para librarse de nosotros y de la vida que llevaba aquí. Mis recuerdos sobre ella son bastante ambiguos, pero hay una cosa de la que me acuerdo con absoluta claridad. Mi padre estaba loco por ella.
»Recuerdo haberme escapado de la cama cuando era pequeño para escuchar a escondidas sus conversaciones en mitad de la noche. Una vez en particular, oí un sonido extraño proveniente del estudio de mi padre y bajé las escaleras lleno de curiosidad. Debía de ser muy tarde, porque el vestíbulo estaba oscuro, y la puerta del estudio, entreabierta.
Joe hizo una pausa y _________ se sentó en el borde del asiento. Una sensación de temor la atravesó al oír esa historia, ese recuerdo tan importante. Esperó a que continuara. No le importaría esperar toda la noche.
—Me asomé y vi la elegante línea de la espalda de mi madre, derecha e insensible… Así se comportaba siempre con Nick y conmigo. Estaba de pie en medio de la habitación, rígida como una escoba, con un vestido de un pálido tono lavanda perfectamente planchado… —Hizo una pausa antes de seguir hablando, con un poco de sorpresa—. Es asombroso cómo se recuerdan algunos detalles después de tanto tiempo…
Luego continuó narrando la historia.
—Estaba ante mi padre, que se había arrodillado a sus pies… ¡Arrodillado! Él le rodeaba las caderas con los brazos y lloraba. —Las palabras fluían ahora con más facilidad, y __________ observó que se le habían nublado los ojos mientras se dejaba llevar por los recuerdos—. Los sonidos que había oído desde mi cuarto eran los sollozos de mi padre. Estaba implorándole, rogándole que se quedara. Le acariciaba la mejilla mientras le profesaba amor eterno, diciéndole que la quería más que a su vida, más que a sus hijos, más que a nada en el mundo… Le rogó que se quedara una y otra vez mientras le decía cuánto la amaba, como si aquellas palabras pudieran hacer que desaparecieran sus miradas desapasionadas y las frías respuestas que siempre había tenido con él y con nosotros.
»Al día siguiente se marchó. Y también él, de alguna manera. —Se interrumpió, con la mente en aquel momento, veinticinco años antes—. Aquella noche me juré dos cosas. La primera, que no volvería a escuchar a escondidas. Y la segunda, que jamás sería víctima del amor. Ese día comencé a tocar el piano… Resultó ser la única cosa que podía bloquear el sonido de los sollozos de mi padre.
Cuando volvió a mirar a _________, notó las lágrimas que le caían en silencio por las mejillas, y su mirada se aclaró al instante. Alargó la mano y le encerró la cara entre las palmas para enjugárselas con los pulgares.
—Oh, _________, no llores. —Se inclinó y la besó suavemente. Ella recibió con agrado sus labios calientes. Entonces apoyó la frente en la de ella y sonrió—. No llores por mí, emperatriz. No valgo la pena.
—No lloro por ti —le dijo ella, acariciándole la mejilla—. Lloro por ese niño que jamás tuvo la oportunidad de creer en el amor. Y por tu padre que, evidentemente, tampoco lo conoció. Porque lo que él sentía era una obsesión, no amor. El amor no es unilateral ni egoísta. El amor es pleno y generoso y completa la vida de todas las formas posibles. El amor no destruye, Joe, crea.
Él consideró las palabras de _________ y la emoción que transmitían. Ella creía plenamente en aquel sentimiento que él había evitado durante toda su vida. Y le dijo la verdad.
—No puedo prometerte amor, _________. La parte de mí que podría ser… que podría sentir… lleva bloqueada demasiado tiempo. Pero sí puedo prometerte esto: me esforzaré cada día de mi vida por ser el marido más amable, bueno y generoso del mundo. Te daré todo lo que quieras. Y conseguiré que jamás dudes de lo mucho que me importas.
Se deslizó por el asiento del diván y cayó de rodillas en el suelo. _________ no pudo evitar ver el paralelismo entre ese momento y la historia que le había contado de sus padres.
—Por favor, __________… Por favor, hazme el grandísimo honor de ser mi mujer —le suplicó en un susurro vehemente y conmovedor, y _________ se rindió.
¿Cómo iba a rechazarlo después de todo lo que le había confesado? ¿Cómo podía luchar contra sí misma?
—Sí —respondió con un hilo de voz que Joe apenas oyó.
Él hizo una mueca.
—Repítelo.
—Sí. —Esta vez habló con más firmeza, con más seguridad—. Sí, me casaré contigo.
Entonces, __________ notó las manos de Joe en el pelo, quitándole las horquillas, y sus labios sobre los de ella, robándole la respiración. Y también quiso tocarlo… A él, a ese hombre extraordinario al que amaba desde hacía tanto tiempo y que era, finalmente, suyo.
Suspiró sobre los labios masculinos —reparando en que sabían a whisky y a algo más exótico, más masculino—, mientras la atravesaba una sensación de júbilo completo y absoluto. Se trataba de Joe, su futuro marido, y le hacía sentirse cálida, maravillosa y viva. Entonces él la besó en el cuello y, mientras susurraba su nombre como una letanía, hizo que lo abrazara. Joe posó los labios en la piel nacarada sobre el borde del vestido y le deslizó las manos abiertas por el torso, ahuecándole los pechos con las palmas en un gesto de posesión absoluta.
—Éste vestido —aseguró él, con voz entrecortada y ronca—, es un auténtico pecado.
__________ no pudo evitar sonreír cuando él se reclinó para observar la plenitud de sus pechos apretada contra el borde de raso.
—¿De veras piensas eso?
—Sí. Está pensado para volver locos a los hombres… Para revelar todas tus deliciosas curvas… —deslizó perezosamente el dedo por encima del tejido hasta frotar el pezón—, sin mostrar absolutamente nada. Es una experiencia atormentadora —añadió, con picardía, tirando del vestido y exponiendo un pecho al aire frío y a su boca caliente. Lo succionó brevemente, hasta que _________ se contorsionó contra él. Luego la soltó—. Cuando estemos casados, te compraré uno de cada color.
Ella soltó una risita tonta ante aquellas palabras, pero la risa se desvaneció para convertirse en un suspiro, y luego en un gemido, cuando la boca de Joe ejerció su magia en aquella carne sensible y tierna. Él saboreó el sonido hasta que recordó dónde estaban.
—Se me acaba de ocurrir, preciosa —dijo Joe, retirándose—, que este es el último lugar en el que deberíamos comportarnos de esta manera; tu familia se encuentra al otro lado de la puerta. —Le sostuvo la mirada y el ardor de los ojos de __________ lo atrapó al momento y, con un pequeño gemido, volvió a tomar posesión de su cálida boca, dejándose llevar por el beso, que le privó de la razón y la capacidad de pensar durante un buen rato. Cuando se apartó de nuevo, ambos estaban jadeantes. Colocó el vestido en su posición original y le dio un suave mordisco en la delicada piel del pecho.
—No puedo quedarme, emperatriz. Eres demasiado tentadora y yo no soy ni lo suficientemente fuerte ni lo bastante bueno para resistirme —le susurró al oído al tiempo que enterraba la nariz en su pelo; un pelo que ya no consideraba simplemente castaño, sino de una lujuriosa combinación de tonos chocolate, caoba y visón, y que se estaba convirtiendo con rapidez en su color favorito—. Volveré mañana. Quizá te apetezca ir a cabalgar por el Serpentine.
__________ no quería que se fuera. No quería que la noche finalizara. No quería arriesgarse a que aquello no fuera más que un sueño largo tiempo acariciado, maravilloso y demasiado real.
—No te vayas —susurró, al tiempo que le ponía la mano atrevidamente en la nuca y lo atraía hacia sus labios para darle un firme beso—. Quédate.
Él sonrió y apoyó la frente en la de ella.
—Eres una mala influencia para mí. Estoy tratando de comportarme bien por una vez en mi vida, de ser un caballero.
—Pero ¿qué ocurre si quiero que sigas siendo un mujeriego? —bromeó ella, mientras le deslizaba los dedos por el cuello y el pecho, entreteniéndose en los botones del chaleco—. Un libertino incluso. —Desabrochó uno y él le sujetó la mano errante, llevándosela a los labios para darle un rápido beso.
—__________… —le advirtió con voz ronca cuando ella llevó los dedos libres al segundo botón del chaleco.
—¿Qué ocurre si quiero al canalla, Joe? —preguntó con suavidad y dulzura.
—¿Qué quieres decir?
Ella le besó la firme línea de la mandíbula.
—Llévame a la cama, Joe —le susurró al oído con una vocecita tímida y temblorosa—. Déjame probar el sabor del escándalo.
Él contuvo la respiración al oírla y se dio cuenta de que irse sería lo más honorable que hubiera hecho nunca.
—Creo que ya hemos saboreado el escándalo suficientes veces en las últimas semanas, emperatriz —aseguró en tono áspero.
—Sin embargo, una vez que estemos casados, regresará la insulsa y corriente __________. Esta podría ser mi última oportunidad.
Una sombra de inseguridad cruzó la expresión de _________, y Joe, al percibirlo, le encerró la cara entre las manos.
—Te aseguro, preciosa, que no hay nada corriente e insulso en ti. —La besó otra vez y la acarició hasta que ella se separó, jadeante.
_________ le lanzó entonces su más provocativa, invitadora, ardiente e irresistible mirada y lo volvió a intentar.
—Ven arriba, Joe.
Hubo un largo silencio y __________ pensó que quizá le había presionado demasiado. Joe se puso en pie y la obligó a levantarse también.
—¿Te das cuenta de que si nos descubren tendremos que casarnos de inmediato?
—Sí. —Se estremeció de emoción.
—De que no tendremos la enorme y fastuosa boda que tu madre, sin duda, ha soñado durante toda tu vida.
__________ negó con la cabeza.
—De todas maneras, jamás he deseado una boda así. Mi madre se tendrá que conformar con la de Mariana. —Le deslizó las manos hasta los anchos hombros.
—Tu madre jamás me perdonaría que arruinara tu reputación. —La rodeó con los brazos y la apretó contra su cuerpo.
—Oh, claro que te perdonaría. Los marqueses rara vez son objeto de la furia absoluta de una madre. Y ¿se ha olvidado usted, milord, de que ya estoy arruinada?
Joe esbozó una pecaminosa y pícara sonrisa.
—Un detalle a tener en cuenta.
—En la escalera de servicio hay una puerta que conduce directamente a mi habitación —lo tentó __________—. Los goznes no chirrían, los aceité el día que fuimos a tu club.
Él se rió entre dientes.
—Sería una pena no utilizar tal previsión. Milady, usted primero.
Subieron las escaleras lentamente —evitando, por supuesto, el tercer escalón desde arriba—, y entraron en el dormitorio de __________. En el momento en que se cerró la puerta pareció que se espesaba el aire. __________ se puso nerviosa. La provocativa sirena que había sido en la biblioteca había desaparecido y ahora solo quedaba una joven insegura.
Allí estaba, en la habitación en la que había dormido toda su vida, con Joe, que invadía el espacio con una fuerza y masculinidad que parecían incompatibles en aquella exquisita y femenina estancia. __________ bajó la mirada a sus manos entrelazadas y se preguntó si alguna vez se acostumbraría a disfrutar de tanta intimidad con él. Seguramente no.
Entonces Joe la tocó —le alzó la barbilla para apoderarse de su boca de una manera absoluta, al tiempo que la apretaba contra sí— y cualquier pensamiento desapareció de su mente.
Él deslizó las manos por la larga hilera de botones del vestido y los desabrochó con rapidez. __________ notó que la tela se aflojaba y que el aire fresco de la noche le acariciaba su piel ruborizada. Fue entonces cuando supo que joe se quedaría, que esa noche sería la más importante de su vida… La noche en que había aceptado casarse con él, la que le había profesado su amor; la primera del resto de su vida, juntos. No pudo dejar de pensar que la presencia de Joe allí era lo correcto, tan correcto como notar sus manos y su boca cuando él le quitó el vestido para revelar…
—Oh, Dios mío …
Aquellas palabras la arrancaron de sus pensamientos. Joe tenía la mirada clavada en ella, en su cuerpo cubierto por la hermosa lencería de seda. La delicada tela dibujaba cada una de sus curvas, sugiriendo tentadoramente todo aquello que ocultaba. Él le recordó a un lobo —hambriento y ansioso por caer sobre su presa—, y ella contuvo la respiración cuando sus miradas coincidieron, llenas de deseo.
__________ se sonrojó.
—Madame Hebert me dijo que te gustaría.
Los ojos de Joe se oscurecieron hasta adquirir un color fuego.
—Madame Hebert estaba en lo cierto. —Jugueteó con una cinta de raso de la camisola—. ¿Cómo te hace sentirte?
__________ cerró los ojos cuando una oleada de vergüenza la atravesó. Él pasó junto a ella para ponerse a su espalda, donde acarició las cintas del corsé mientras continuaba susurrándole al oído.
—¿Qué sientes al estar envuelta en seda?
Ella contestó lo primero que le pasó por la mente.
—Me siento femenina.
Joe extendió las manos por sus caderas.
—¿Qué más?
___________ respiraba cada vez con más rapidez, y la anticipación hacía que su voz se hubiera convertido en un excitado susurro.
—Me siento… hermosa.
Él recompensó sus palabras con un suave beso en el cuello.
—Bien. Porque eres exquisita. ¿Y…?
La palabra permaneció suspendida entre ellos mientras le desataba el corsé, que se deslizó al suelo sin que ninguno de los dos se fijara en dónde caía. _________ abrió los ojos y se dio cuenta de que él le había hecho girarse hacia el espejo. No pudo evitar observar las manos de Joe cubriéndole el torso y apretándola contra él con firmeza. Luego las vio subir para ahuecarle los pechos, sopesándolos. La intoxicante combinación de la ardiente piel de Joe marcándola a través de la seda y de sus manos bronceadas contra el pálido azul de la camisola, le hizo contener la respiración. __________ estaba absorta en la imagen del espejo, sintiéndose a la vez tímida y sensual, mientras se preguntaba si debería darse la vuelta.
Entonces se dio cuenta de que él también la observaba, de que leía las emociones en su cara a través del reflejo.
—¿Te hace sentirte lasciva? —le susurró entonces al oído con una voz ronca y provocativa.
—Sí —confesó ella—. Me hace sentirme… —hizo una pausa, buscando la palabra—, me hace sentirme viva.
Él emitió un profundo ronroneo de aprobación.
—A mí también me hace sentirme vivo. —Entonces la alzó en brazos y la llevó a la cama; se desnudaron mutuamente y la seda quedó olvidada cuando Joe la reemplazó por su boca, sus manos y su cálida piel.
La besó en la clavícula y __________ sonrió cuando él se demoró en la difuminada cicatriz en su brazo, donde la fina hoja del florete la había herido en la lección de esgrima.
—Siento haberte hecho daño, preciosa —susurró él, lamiendo la línea rosada.
_________ dejó caer la cabeza en la almohada cuando él la acarició de arriba abajo, dejándola laxa y sin fuerzas. Entonces abrió los ojos y permitió que Joe conociera toda la fuerza de su deseo.
—No te disculpes por nada de lo que ocurrió esa tarde. No cambiaría ni un solo momento. —Le ahuecó la mandíbula con la mano y le hizo bajar la cabeza para darle un beso abrasador.
Tras unos minutos, él comenzó a trazar un camino de besos a lo largo de su cuerpo, y ella lo sujetó por los hombros para detenerlo.
—Espera… —susurró ella.
Joe alzó la cabeza, y sus ojos capturaron los de ella, cálidos y embrujadores, mientras le daba un tierno beso en el suave y redondeado vientre.
—¿Qué ocurre, preciosa?
—Esta vez quiero tocarte.
Él sonrió, y sus dientes brillaron en la tenue luz.
—Si no recuerdo mal, la última vez también me tocaste, y no lo pude soportar demasiado tiempo.
—¿Estarías dispuesto a intentarlo de nuevo?
Él arqueó una ceja, considerando la pregunta. Tras un largo silencio, Joe sonrió ampliamente y se tumbó sobre la espalda, al lado de ella, con las manos en la nuca, desnudo e imperturbable.
—Soy todo tuyo, emperatriz.
«Soy tuyo.» Las palabras resonaron en su mente, haciéndole estremecerse. Era suyo. Esa era la primera de una larga sucesión de noches en las que podría tocarlo, sentir su maravillosa calidez. Era suyo. Sonrió solo de pensarlo.
—Pareces un gato ante un platito de leche.
—Es que me siento como un gato ante un plato de leche —dijo ella. Admiró el poderoso cuerpo, los músculos tensos, el vello oscuro que le cubría el pecho y se estrechaba hasta formar una fina línea que parecía señalar… ¡Oh, Santo Dios! Era la primera vez que lo veía desnudo en su totalidad. Allí era largo y duro, y tan grande que le maravilló que de verdad pudieran encajar.
—Tócame, cariño —le pidió, como si hubiera leído sus pensamientos.
No pudo negarse a aquella invitadora y lujuriosa orden; colocó las manos sobre él y las deslizó por su pecho hasta acceder a aquella parte de él que tan nerviosa la ponía. Se estremeció cuando ella lo tocó suavemente, un ligero roce fue suficiente para que perdiera la razón.
—¿Te he hecho daño? —preguntó ella, y retiró la mano al instante.
—No —aseguró él con voz temblorosa, conteniendo como pudo las riendas de la pasión—. Vuelve a hacerlo.
Ella lo hizo. Cerró los dedos en torno a aquella dura y sedosa longitud y lo agasajó con una inocencia que amenazó con hacerle alcanzar el éxtasis al momento. Entonces, Joe emitió un gemido y puso su mano sobre la de ella para guiarla con dedos firmes y expertos, para enseñarle cómo tocarlo, cómo acariciarlo, cómo complacerle.
—¿Puedo besarte ahí? —preguntó ella en ese momento.
Él pensó que se volvería loco. Soltó una risita y apretó los dientes.
—No.
—Pero tú… lo hiciste conmigo.
—Sí, emperatriz, y algún día podrás corresponderme de la misma manera. Pero esta noche no puedo permitírtelo… Te deseo demasiado.
—Oh —dijo ella—, entiendo.
Sin embargo, la manera en que le miró decía que no lo comprendía en absoluto.
Joe apartó la mano y rodó sobre ella para cubrirla con su cuerpo, colocándose entre sus muslos sedosos. La rígida longitud masculina quedó contra el centro de _________, donde ella estaba mojada y ansiosa, donde más lo deseaba.
—Te deseo demasiado para permitir que hagas eso. Notar tus caricias ya me ha vuelto loco de deseo. —Las palabras acabaron en un susurro cuando él comenzó a depositar una miríada de besos sobre sus pechos. Luego le succionó el pezón, duro y anhelante, y después se dedicó al otro, haciéndole gemir suavemente—. Prefiero pasarme el resto de la noche en el interior de tu cuerpo, hasta que ninguno de los dos pueda pensar en otra cosa.
Se apretó contra ella otra vez. Rozó su dura masculinidad contra el dolorido y ansioso sexo de _________, haciendo que la joven se viera recorrida por una oleada de placer.
—¿No estás de acuerdo?
—Oh, sí —suspiró ella cuando él repitió el movimiento.
Joe le mordió el hombro y luego curvó los labios.
—Eso pensaba yo.
Con un único y delicioso envite se introdujo en ella. _________ se dio cuenta entonces de que no sentía dolor ni incomodidad, como había ocurrido la primera vez, sino una enriquecedora y satisfactoria plenitud, que estaba llena por completo.
Joe no se detuvo hasta que llegó al fondo.
—¿Te encuentras bien, preciosa?
—Sí, me encuentro maravillosamente —dijo ella en un tono reverente que indicó que sentía una mezcla de placer y temor. Cambió de posición debajo de él, y Joe gimió, frotándose contra ella varias veces antes de alzarse hasta que solo permaneció en el interior de _________ la punta de su miembro. La joven pensó que si se retiraba del todo en ese momento, se volvería loca.
—Joe —suspiró—. Por favor.
La recompensó llenándola de nuevo, llevándola más cerca del límite, haciendo que se elevara a su encuentro, y continuó moviéndose hasta que el ángulo de sus movimientos fue perfecto y ella gritó.
—Despacio, emperatriz… —le musitó al oído con picardía al tiempo que se quedaba inmóvil—, o harás que nos perdamos lo mejor. —Ella agrandó los ojos y él sonrió—. Puede ser todavía mejor, ¿no prefieres descubrirlo?
Dispuesto a demostrar sus palabras, llevó la mano al punto donde estaban unidos, deslizando los dedos con pericia en el nido de rizos buscando el apretado brote de placer, que acarició hasta que ella se mordió el labio inferior para no gritar. Entonces él comenzó a moverse de nuevo, creando una dulce fricción entre ellos, animándola a abandonarse mientras susurraba ardientes palabras que hacían imposible que permaneciera quieta. __________ no podía detenerse y él capturó sus labios en un beso estremecedor para impedir que gritara cuando comenzó a convulsionarse debajo de él, latiendo a su alrededor y haciéndole alcanzar el cielo.
Y cuando ella apartó los labios de los de él para susurrar «te amo» una y otra vez, como si fuera una letanía, él se perdió también, conteniendo a duras penas los gritos de placer mientras se derramaba en su interior.
Después de un largo rato, Joe se retiró, y __________ emitió un leve suspiro de protesta al notar el vacío. Él se dejó caer sobre la cama y la rodeó de inmediato con los brazos. Cuando ella apoyó la mejilla en su pecho, susurró su amor una vez más, con la voz tan baja que él apenas escuchó las palabras. Joe permaneció allí mucho tiempo. La observó dormir, notando la sencilla pero poderosa belleza que poseía y admirando la intensidad del momento… De aquella noche. Respiró hondo y se vio envuelto en una jadeante emoción , extraña e inquietante para él, y se preguntó velozmente qué consecuencias tendría aquello.
Continuación del capítulo 22
Abrió la puerta y buscó a _________ bajo la tenue luz. Estaba acurrucada en uno de los grandes sillones de cuero que había frente a la chimenea, de espaldas a la puerta, con el codo apoyado en el brazo del butacón, sujetándose la barbilla mientras miraba las llamas, ensimismada. Joe observó las faldas de raso azul que se derramaban sobre el borde del sillón hasta casi rozar el suelo; todavía tenía puesto aquel precioso vestido que había llevado en el baile. La oyó suspirar mientras cerraba quedamente la puerta, y se acercó a ella, recreándose en la línea del cuello y la suave piel que bajaba por la clavícula hasta el borde ribeteado del vestido. Permaneció un momento detrás de ella y se permitió admirar su cuerpo relajado.
—Kev, hoy no soy buena compañía —le oyó decir.
Joe no contestó, pasó junto al sillón de _________ y se sentó en el diván que ella había apartado a un lado para estar más cómoda. La joven giró la cabeza cuando él tomó asiento; entonces contuvo el aliento, se enderezó y puso los pies en el suelo.
—¿Qué…? ¿Qué haces aquí?
Joe se inclinó hacia delante y apoyó los codos en las rodillas.
—He intentado mantenerme alejado —repuso—. Pero tengo varias cosas que decirte.
__________ negó con la cabeza, con los ojos abiertos como platos.
—¡Cómo te encuentren aquí…! ¡Kevin está en su estudio! ¿Cómo has llegado hasta aquí?
—Ha sido tu hermano quien me ha dejado entrar. Sabe que estoy aquí. Y, mucho me temo, emperatriz, que está a mi favor.
—¿Has hablado con él? —_________ parecía consternada.
—Sí. No me has dejado otra opción. Ahora, por favor, guarda silencio y escúchame, tengo mucho que contarte.
__________ meneó la cabeza; no confiaba en mantener firme su decisión si él comenzaba a decirle palabras bonitas.
—Joe, por favor… no.
—No. Están en juego las vidas de los dos, _________. No permitiré que tomes una decisión sin poseer toda la información. —La joven se sentó con los pies bajo las piernas y se acurrucó en el sillón. La imagen que presentaba, una pequeña y triste pelota, oprimió el corazón de Joe—. Dices que me amas. Entonces, ¿no crees que deberías escuchar lo que tengo que decir al respecto?
__________ cerró los ojos, apretó los párpados y gimió avergonzada.
—¡Oh, Dios mío! Por favor, no me lo recuerdes. No me puedo creer que te haya dicho eso.
Joe alargó el brazo y le recorrió la mejilla con un dedo.
—No pienso dejar que te retractes, lo sabes —le aseguró con voz ronca y profunda.
Ella abrió los ojos y le ofreció una mirada tan sincera y transparente que casi le robó el aliento.
—No me retractaré.
—Bien —dijo él—. Ahora, escúchame. —No sabía por dónde comenzar, así que empezó a hablar según se le ocurrieron las ideas—. Mi madre era muy hermosa, tenía el pelo oscuro, brillantes ojos marrones y rasgos delicados, Juliana se parece mucho a ella. Apenas era poco mayor que ella cuando nos abandonó… Huyó al Continente para librarse de nosotros y de la vida que llevaba aquí. Mis recuerdos sobre ella son bastante ambiguos, pero hay una cosa de la que me acuerdo con absoluta claridad. Mi padre estaba loco por ella.
»Recuerdo haberme escapado de la cama cuando era pequeño para escuchar a escondidas sus conversaciones en mitad de la noche. Una vez en particular, oí un sonido extraño proveniente del estudio de mi padre y bajé las escaleras lleno de curiosidad. Debía de ser muy tarde, porque el vestíbulo estaba oscuro, y la puerta del estudio, entreabierta.
Joe hizo una pausa y _________ se sentó en el borde del asiento. Una sensación de temor la atravesó al oír esa historia, ese recuerdo tan importante. Esperó a que continuara. No le importaría esperar toda la noche.
—Me asomé y vi la elegante línea de la espalda de mi madre, derecha e insensible… Así se comportaba siempre con Nick y conmigo. Estaba de pie en medio de la habitación, rígida como una escoba, con un vestido de un pálido tono lavanda perfectamente planchado… —Hizo una pausa antes de seguir hablando, con un poco de sorpresa—. Es asombroso cómo se recuerdan algunos detalles después de tanto tiempo…
Luego continuó narrando la historia.
—Estaba ante mi padre, que se había arrodillado a sus pies… ¡Arrodillado! Él le rodeaba las caderas con los brazos y lloraba. —Las palabras fluían ahora con más facilidad, y __________ observó que se le habían nublado los ojos mientras se dejaba llevar por los recuerdos—. Los sonidos que había oído desde mi cuarto eran los sollozos de mi padre. Estaba implorándole, rogándole que se quedara. Le acariciaba la mejilla mientras le profesaba amor eterno, diciéndole que la quería más que a su vida, más que a sus hijos, más que a nada en el mundo… Le rogó que se quedara una y otra vez mientras le decía cuánto la amaba, como si aquellas palabras pudieran hacer que desaparecieran sus miradas desapasionadas y las frías respuestas que siempre había tenido con él y con nosotros.
»Al día siguiente se marchó. Y también él, de alguna manera. —Se interrumpió, con la mente en aquel momento, veinticinco años antes—. Aquella noche me juré dos cosas. La primera, que no volvería a escuchar a escondidas. Y la segunda, que jamás sería víctima del amor. Ese día comencé a tocar el piano… Resultó ser la única cosa que podía bloquear el sonido de los sollozos de mi padre.
Cuando volvió a mirar a _________, notó las lágrimas que le caían en silencio por las mejillas, y su mirada se aclaró al instante. Alargó la mano y le encerró la cara entre las palmas para enjugárselas con los pulgares.
—Oh, _________, no llores. —Se inclinó y la besó suavemente. Ella recibió con agrado sus labios calientes. Entonces apoyó la frente en la de ella y sonrió—. No llores por mí, emperatriz. No valgo la pena.
—No lloro por ti —le dijo ella, acariciándole la mejilla—. Lloro por ese niño que jamás tuvo la oportunidad de creer en el amor. Y por tu padre que, evidentemente, tampoco lo conoció. Porque lo que él sentía era una obsesión, no amor. El amor no es unilateral ni egoísta. El amor es pleno y generoso y completa la vida de todas las formas posibles. El amor no destruye, Joe, crea.
Él consideró las palabras de _________ y la emoción que transmitían. Ella creía plenamente en aquel sentimiento que él había evitado durante toda su vida. Y le dijo la verdad.
—No puedo prometerte amor, _________. La parte de mí que podría ser… que podría sentir… lleva bloqueada demasiado tiempo. Pero sí puedo prometerte esto: me esforzaré cada día de mi vida por ser el marido más amable, bueno y generoso del mundo. Te daré todo lo que quieras. Y conseguiré que jamás dudes de lo mucho que me importas.
Se deslizó por el asiento del diván y cayó de rodillas en el suelo. _________ no pudo evitar ver el paralelismo entre ese momento y la historia que le había contado de sus padres.
—Por favor, __________… Por favor, hazme el grandísimo honor de ser mi mujer —le suplicó en un susurro vehemente y conmovedor, y _________ se rindió.
¿Cómo iba a rechazarlo después de todo lo que le había confesado? ¿Cómo podía luchar contra sí misma?
—Sí —respondió con un hilo de voz que Joe apenas oyó.
Él hizo una mueca.
—Repítelo.
—Sí. —Esta vez habló con más firmeza, con más seguridad—. Sí, me casaré contigo.
Entonces, __________ notó las manos de Joe en el pelo, quitándole las horquillas, y sus labios sobre los de ella, robándole la respiración. Y también quiso tocarlo… A él, a ese hombre extraordinario al que amaba desde hacía tanto tiempo y que era, finalmente, suyo.
Suspiró sobre los labios masculinos —reparando en que sabían a whisky y a algo más exótico, más masculino—, mientras la atravesaba una sensación de júbilo completo y absoluto. Se trataba de Joe, su futuro marido, y le hacía sentirse cálida, maravillosa y viva. Entonces él la besó en el cuello y, mientras susurraba su nombre como una letanía, hizo que lo abrazara. Joe posó los labios en la piel nacarada sobre el borde del vestido y le deslizó las manos abiertas por el torso, ahuecándole los pechos con las palmas en un gesto de posesión absoluta.
—Éste vestido —aseguró él, con voz entrecortada y ronca—, es un auténtico pecado.
__________ no pudo evitar sonreír cuando él se reclinó para observar la plenitud de sus pechos apretada contra el borde de raso.
—¿De veras piensas eso?
—Sí. Está pensado para volver locos a los hombres… Para revelar todas tus deliciosas curvas… —deslizó perezosamente el dedo por encima del tejido hasta frotar el pezón—, sin mostrar absolutamente nada. Es una experiencia atormentadora —añadió, con picardía, tirando del vestido y exponiendo un pecho al aire frío y a su boca caliente. Lo succionó brevemente, hasta que _________ se contorsionó contra él. Luego la soltó—. Cuando estemos casados, te compraré uno de cada color.
Ella soltó una risita tonta ante aquellas palabras, pero la risa se desvaneció para convertirse en un suspiro, y luego en un gemido, cuando la boca de Joe ejerció su magia en aquella carne sensible y tierna. Él saboreó el sonido hasta que recordó dónde estaban.
—Se me acaba de ocurrir, preciosa —dijo Joe, retirándose—, que este es el último lugar en el que deberíamos comportarnos de esta manera; tu familia se encuentra al otro lado de la puerta. —Le sostuvo la mirada y el ardor de los ojos de __________ lo atrapó al momento y, con un pequeño gemido, volvió a tomar posesión de su cálida boca, dejándose llevar por el beso, que le privó de la razón y la capacidad de pensar durante un buen rato. Cuando se apartó de nuevo, ambos estaban jadeantes. Colocó el vestido en su posición original y le dio un suave mordisco en la delicada piel del pecho.
—No puedo quedarme, emperatriz. Eres demasiado tentadora y yo no soy ni lo suficientemente fuerte ni lo bastante bueno para resistirme —le susurró al oído al tiempo que enterraba la nariz en su pelo; un pelo que ya no consideraba simplemente castaño, sino de una lujuriosa combinación de tonos chocolate, caoba y visón, y que se estaba convirtiendo con rapidez en su color favorito—. Volveré mañana. Quizá te apetezca ir a cabalgar por el Serpentine.
__________ no quería que se fuera. No quería que la noche finalizara. No quería arriesgarse a que aquello no fuera más que un sueño largo tiempo acariciado, maravilloso y demasiado real.
—No te vayas —susurró, al tiempo que le ponía la mano atrevidamente en la nuca y lo atraía hacia sus labios para darle un firme beso—. Quédate.
Él sonrió y apoyó la frente en la de ella.
—Eres una mala influencia para mí. Estoy tratando de comportarme bien por una vez en mi vida, de ser un caballero.
—Pero ¿qué ocurre si quiero que sigas siendo un mujeriego? —bromeó ella, mientras le deslizaba los dedos por el cuello y el pecho, entreteniéndose en los botones del chaleco—. Un libertino incluso. —Desabrochó uno y él le sujetó la mano errante, llevándosela a los labios para darle un rápido beso.
—__________… —le advirtió con voz ronca cuando ella llevó los dedos libres al segundo botón del chaleco.
—¿Qué ocurre si quiero al canalla, Joe? —preguntó con suavidad y dulzura.
—¿Qué quieres decir?
Ella le besó la firme línea de la mandíbula.
—Llévame a la cama, Joe —le susurró al oído con una vocecita tímida y temblorosa—. Déjame probar el sabor del escándalo.
Él contuvo la respiración al oírla y se dio cuenta de que irse sería lo más honorable que hubiera hecho nunca.
—Creo que ya hemos saboreado el escándalo suficientes veces en las últimas semanas, emperatriz —aseguró en tono áspero.
—Sin embargo, una vez que estemos casados, regresará la insulsa y corriente __________. Esta podría ser mi última oportunidad.
Una sombra de inseguridad cruzó la expresión de _________, y Joe, al percibirlo, le encerró la cara entre las manos.
—Te aseguro, preciosa, que no hay nada corriente e insulso en ti. —La besó otra vez y la acarició hasta que ella se separó, jadeante.
_________ le lanzó entonces su más provocativa, invitadora, ardiente e irresistible mirada y lo volvió a intentar.
—Ven arriba, Joe.
Hubo un largo silencio y __________ pensó que quizá le había presionado demasiado. Joe se puso en pie y la obligó a levantarse también.
—¿Te das cuenta de que si nos descubren tendremos que casarnos de inmediato?
—Sí. —Se estremeció de emoción.
—De que no tendremos la enorme y fastuosa boda que tu madre, sin duda, ha soñado durante toda tu vida.
__________ negó con la cabeza.
—De todas maneras, jamás he deseado una boda así. Mi madre se tendrá que conformar con la de Mariana. —Le deslizó las manos hasta los anchos hombros.
—Tu madre jamás me perdonaría que arruinara tu reputación. —La rodeó con los brazos y la apretó contra su cuerpo.
—Oh, claro que te perdonaría. Los marqueses rara vez son objeto de la furia absoluta de una madre. Y ¿se ha olvidado usted, milord, de que ya estoy arruinada?
Joe esbozó una pecaminosa y pícara sonrisa.
—Un detalle a tener en cuenta.
—En la escalera de servicio hay una puerta que conduce directamente a mi habitación —lo tentó __________—. Los goznes no chirrían, los aceité el día que fuimos a tu club.
Él se rió entre dientes.
—Sería una pena no utilizar tal previsión. Milady, usted primero.
Subieron las escaleras lentamente —evitando, por supuesto, el tercer escalón desde arriba—, y entraron en el dormitorio de __________. En el momento en que se cerró la puerta pareció que se espesaba el aire. __________ se puso nerviosa. La provocativa sirena que había sido en la biblioteca había desaparecido y ahora solo quedaba una joven insegura.
Allí estaba, en la habitación en la que había dormido toda su vida, con Joe, que invadía el espacio con una fuerza y masculinidad que parecían incompatibles en aquella exquisita y femenina estancia. __________ bajó la mirada a sus manos entrelazadas y se preguntó si alguna vez se acostumbraría a disfrutar de tanta intimidad con él. Seguramente no.
Entonces Joe la tocó —le alzó la barbilla para apoderarse de su boca de una manera absoluta, al tiempo que la apretaba contra sí— y cualquier pensamiento desapareció de su mente.
Él deslizó las manos por la larga hilera de botones del vestido y los desabrochó con rapidez. __________ notó que la tela se aflojaba y que el aire fresco de la noche le acariciaba su piel ruborizada. Fue entonces cuando supo que joe se quedaría, que esa noche sería la más importante de su vida… La noche en que había aceptado casarse con él, la que le había profesado su amor; la primera del resto de su vida, juntos. No pudo dejar de pensar que la presencia de Joe allí era lo correcto, tan correcto como notar sus manos y su boca cuando él le quitó el vestido para revelar…
—Oh, Dios mío …
Aquellas palabras la arrancaron de sus pensamientos. Joe tenía la mirada clavada en ella, en su cuerpo cubierto por la hermosa lencería de seda. La delicada tela dibujaba cada una de sus curvas, sugiriendo tentadoramente todo aquello que ocultaba. Él le recordó a un lobo —hambriento y ansioso por caer sobre su presa—, y ella contuvo la respiración cuando sus miradas coincidieron, llenas de deseo.
__________ se sonrojó.
—Madame Hebert me dijo que te gustaría.
Los ojos de Joe se oscurecieron hasta adquirir un color fuego.
—Madame Hebert estaba en lo cierto. —Jugueteó con una cinta de raso de la camisola—. ¿Cómo te hace sentirte?
__________ cerró los ojos cuando una oleada de vergüenza la atravesó. Él pasó junto a ella para ponerse a su espalda, donde acarició las cintas del corsé mientras continuaba susurrándole al oído.
—¿Qué sientes al estar envuelta en seda?
Ella contestó lo primero que le pasó por la mente.
—Me siento femenina.
Joe extendió las manos por sus caderas.
—¿Qué más?
___________ respiraba cada vez con más rapidez, y la anticipación hacía que su voz se hubiera convertido en un excitado susurro.
—Me siento… hermosa.
Él recompensó sus palabras con un suave beso en el cuello.
—Bien. Porque eres exquisita. ¿Y…?
La palabra permaneció suspendida entre ellos mientras le desataba el corsé, que se deslizó al suelo sin que ninguno de los dos se fijara en dónde caía. _________ abrió los ojos y se dio cuenta de que él le había hecho girarse hacia el espejo. No pudo evitar observar las manos de Joe cubriéndole el torso y apretándola contra él con firmeza. Luego las vio subir para ahuecarle los pechos, sopesándolos. La intoxicante combinación de la ardiente piel de Joe marcándola a través de la seda y de sus manos bronceadas contra el pálido azul de la camisola, le hizo contener la respiración. __________ estaba absorta en la imagen del espejo, sintiéndose a la vez tímida y sensual, mientras se preguntaba si debería darse la vuelta.
Entonces se dio cuenta de que él también la observaba, de que leía las emociones en su cara a través del reflejo.
—¿Te hace sentirte lasciva? —le susurró entonces al oído con una voz ronca y provocativa.
—Sí —confesó ella—. Me hace sentirme… —hizo una pausa, buscando la palabra—, me hace sentirme viva.
Él emitió un profundo ronroneo de aprobación.
—A mí también me hace sentirme vivo. —Entonces la alzó en brazos y la llevó a la cama; se desnudaron mutuamente y la seda quedó olvidada cuando Joe la reemplazó por su boca, sus manos y su cálida piel.
La besó en la clavícula y __________ sonrió cuando él se demoró en la difuminada cicatriz en su brazo, donde la fina hoja del florete la había herido en la lección de esgrima.
—Siento haberte hecho daño, preciosa —susurró él, lamiendo la línea rosada.
_________ dejó caer la cabeza en la almohada cuando él la acarició de arriba abajo, dejándola laxa y sin fuerzas. Entonces abrió los ojos y permitió que Joe conociera toda la fuerza de su deseo.
—No te disculpes por nada de lo que ocurrió esa tarde. No cambiaría ni un solo momento. —Le ahuecó la mandíbula con la mano y le hizo bajar la cabeza para darle un beso abrasador.
Tras unos minutos, él comenzó a trazar un camino de besos a lo largo de su cuerpo, y ella lo sujetó por los hombros para detenerlo.
—Espera… —susurró ella.
Joe alzó la cabeza, y sus ojos capturaron los de ella, cálidos y embrujadores, mientras le daba un tierno beso en el suave y redondeado vientre.
—¿Qué ocurre, preciosa?
—Esta vez quiero tocarte.
Él sonrió, y sus dientes brillaron en la tenue luz.
—Si no recuerdo mal, la última vez también me tocaste, y no lo pude soportar demasiado tiempo.
—¿Estarías dispuesto a intentarlo de nuevo?
Él arqueó una ceja, considerando la pregunta. Tras un largo silencio, Joe sonrió ampliamente y se tumbó sobre la espalda, al lado de ella, con las manos en la nuca, desnudo e imperturbable.
—Soy todo tuyo, emperatriz.
«Soy tuyo.» Las palabras resonaron en su mente, haciéndole estremecerse. Era suyo. Esa era la primera de una larga sucesión de noches en las que podría tocarlo, sentir su maravillosa calidez. Era suyo. Sonrió solo de pensarlo.
—Pareces un gato ante un platito de leche.
—Es que me siento como un gato ante un plato de leche —dijo ella. Admiró el poderoso cuerpo, los músculos tensos, el vello oscuro que le cubría el pecho y se estrechaba hasta formar una fina línea que parecía señalar… ¡Oh, Santo Dios! Era la primera vez que lo veía desnudo en su totalidad. Allí era largo y duro, y tan grande que le maravilló que de verdad pudieran encajar.
—Tócame, cariño —le pidió, como si hubiera leído sus pensamientos.
No pudo negarse a aquella invitadora y lujuriosa orden; colocó las manos sobre él y las deslizó por su pecho hasta acceder a aquella parte de él que tan nerviosa la ponía. Se estremeció cuando ella lo tocó suavemente, un ligero roce fue suficiente para que perdiera la razón.
—¿Te he hecho daño? —preguntó ella, y retiró la mano al instante.
—No —aseguró él con voz temblorosa, conteniendo como pudo las riendas de la pasión—. Vuelve a hacerlo.
Ella lo hizo. Cerró los dedos en torno a aquella dura y sedosa longitud y lo agasajó con una inocencia que amenazó con hacerle alcanzar el éxtasis al momento. Entonces, Joe emitió un gemido y puso su mano sobre la de ella para guiarla con dedos firmes y expertos, para enseñarle cómo tocarlo, cómo acariciarlo, cómo complacerle.
—¿Puedo besarte ahí? —preguntó ella en ese momento.
Él pensó que se volvería loco. Soltó una risita y apretó los dientes.
—No.
—Pero tú… lo hiciste conmigo.
—Sí, emperatriz, y algún día podrás corresponderme de la misma manera. Pero esta noche no puedo permitírtelo… Te deseo demasiado.
—Oh —dijo ella—, entiendo.
Sin embargo, la manera en que le miró decía que no lo comprendía en absoluto.
Joe apartó la mano y rodó sobre ella para cubrirla con su cuerpo, colocándose entre sus muslos sedosos. La rígida longitud masculina quedó contra el centro de _________, donde ella estaba mojada y ansiosa, donde más lo deseaba.
—Te deseo demasiado para permitir que hagas eso. Notar tus caricias ya me ha vuelto loco de deseo. —Las palabras acabaron en un susurro cuando él comenzó a depositar una miríada de besos sobre sus pechos. Luego le succionó el pezón, duro y anhelante, y después se dedicó al otro, haciéndole gemir suavemente—. Prefiero pasarme el resto de la noche en el interior de tu cuerpo, hasta que ninguno de los dos pueda pensar en otra cosa.
Se apretó contra ella otra vez. Rozó su dura masculinidad contra el dolorido y ansioso sexo de _________, haciendo que la joven se viera recorrida por una oleada de placer.
—¿No estás de acuerdo?
—Oh, sí —suspiró ella cuando él repitió el movimiento.
Joe le mordió el hombro y luego curvó los labios.
—Eso pensaba yo.
Con un único y delicioso envite se introdujo en ella. _________ se dio cuenta entonces de que no sentía dolor ni incomodidad, como había ocurrido la primera vez, sino una enriquecedora y satisfactoria plenitud, que estaba llena por completo.
Joe no se detuvo hasta que llegó al fondo.
—¿Te encuentras bien, preciosa?
—Sí, me encuentro maravillosamente —dijo ella en un tono reverente que indicó que sentía una mezcla de placer y temor. Cambió de posición debajo de él, y Joe gimió, frotándose contra ella varias veces antes de alzarse hasta que solo permaneció en el interior de _________ la punta de su miembro. La joven pensó que si se retiraba del todo en ese momento, se volvería loca.
—Joe —suspiró—. Por favor.
La recompensó llenándola de nuevo, llevándola más cerca del límite, haciendo que se elevara a su encuentro, y continuó moviéndose hasta que el ángulo de sus movimientos fue perfecto y ella gritó.
—Despacio, emperatriz… —le musitó al oído con picardía al tiempo que se quedaba inmóvil—, o harás que nos perdamos lo mejor. —Ella agrandó los ojos y él sonrió—. Puede ser todavía mejor, ¿no prefieres descubrirlo?
Dispuesto a demostrar sus palabras, llevó la mano al punto donde estaban unidos, deslizando los dedos con pericia en el nido de rizos buscando el apretado brote de placer, que acarició hasta que ella se mordió el labio inferior para no gritar. Entonces él comenzó a moverse de nuevo, creando una dulce fricción entre ellos, animándola a abandonarse mientras susurraba ardientes palabras que hacían imposible que permaneciera quieta. __________ no podía detenerse y él capturó sus labios en un beso estremecedor para impedir que gritara cuando comenzó a convulsionarse debajo de él, latiendo a su alrededor y haciéndole alcanzar el cielo.
Y cuando ella apartó los labios de los de él para susurrar «te amo» una y otra vez, como si fuera una letanía, él se perdió también, conteniendo a duras penas los gritos de placer mientras se derramaba en su interior.
Después de un largo rato, Joe se retiró, y __________ emitió un leve suspiro de protesta al notar el vacío. Él se dejó caer sobre la cama y la rodeó de inmediato con los brazos. Cuando ella apoyó la mejilla en su pecho, susurró su amor una vez más, con la voz tan baja que él apenas escuchó las palabras. Joe permaneció allí mucho tiempo. La observó dormir, notando la sencilla pero poderosa belleza que poseía y admirando la intensidad del momento… De aquella noche. Respiró hondo y se vio envuelto en una jadeante emoción , extraña e inquietante para él, y se preguntó velozmente qué consecuencias tendría aquello.
F l ♥ r e n c i a.
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Sigueeeeeeeeeeeeeee
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