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Nueve reglas que romper para conquistar a un Libertino (Joe & Tú) [TERMINADA]

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Mensaje por #Fire Rouge..* Jue 06 Oct 2011, 4:24 pm

y los capis??
#Fire Rouge..*
#Fire Rouge..*


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Nueve reglas que romper para conquistar a un Libertino (Joe & Tú) [TERMINADA] - Página 11 Empty Re: Nueve reglas que romper para conquistar a un Libertino (Joe & Tú) [TERMINADA]

Mensaje por Invitado Jue 06 Oct 2011, 4:34 pm

Te desaparecistes!?
Y los capitulos!?
Tienes que seguirla!
Invitado
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Invitado

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Nueve reglas que romper para conquistar a un Libertino (Joe & Tú) [TERMINADA] - Página 11 Empty Re: Nueve reglas que romper para conquistar a un Libertino (Joe & Tú) [TERMINADA]

Mensaje por chelis Vie 07 Oct 2011, 10:14 am


poorrrfiiisss
chelis
chelis


http://www.twitter.com/chelis960

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Mensaje por F l ♥ r e n c i a. Vie 07 Oct 2011, 10:36 am

PERDÓN PERDÓN Y MIL PERDONES :(
PRIMERO EN PRINCIPAL GRACIAS POR SUS COMENTARIOS
SEGUNDO QUEDENSE TRANQUILAS QUE NO LA VOY A DEJAR DE SUBIR
TERCERO EN ESTE MOMENTO ESTOY EDITANDO UNA MINI MARATÓN Y ESPERO QUE ESTE TIEMPO (HAY TORMENTA) ME DEJE SUBIRLA PORQUE CADA DOS SEGUNDOS SE CORTA LA LUZ :|
CUARTO BIENVENIDA SunshineRiiofriioE A LA NOVE :happy:
QUINTO LAS QUIERO ♥️ Y PERDÓN DE NUEVO

PD: ADEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEELIN :') HACIA UN MONTÓN QUE NO TE VAEÍA POR ACÁ Y SI, OBVIO QUE ME DI CUENTA QUE NO SUBIAS CAP PERO ME IMAGINÉ QUE ERA POR LAS CLASES DE MANEJO. VOS TRANQUI, YO SÉ QUE SOS UNA FIEL LECTORA Y QUE DESPUES TE VAS A PONER AL DÍA CON LA NOVE ;)
TE SUPER MEGA ARCHI QUIEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEERO :hug:


Última edición por F l ♥ r e n c i a. el Vie 07 Oct 2011, 10:42 am, editado 2 veces
F l ♥ r e n c i a.
F l ♥ r e n c i a.


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Mensaje por F l ♥ r e n c i a. Vie 07 Oct 2011, 10:39 am

Continuación del capítulo 12

—¡Offf! —________ se aferró con firmeza al poste de la cama mientras su doncella tiraba con fuerza de la banda que le envolvía el torso—. Creo que podrías hacerlo con más suavidad, Anne.
—Es probable —dijo la doncella, pasando la tela bajo los brazos de ________ y tensándola sobre sus pechos—, pero no me siento suave en este momento.
________ bajó la mirada a sus senos, que apenas se notaban, y sonrió a pesar de la incomodidad.
—Sí, bueno, aprecio que dejes a un lado tus sentimientos para ayudarme.
Anne respondió con un gruñido de desagrado y volvió a tirar bruscamente de la banda blanca.
—Mira que vendarte los pechos… —Negó con la cabeza mientras seguía trabajando—, y vestirte como un hombre, creo que has perdido la razón.
—Tonterías. Solo voy a probar algo nuevo.
—Algo que haría que a tu madre le diera un vahído si se enterara.
_________ giró la cabeza con rapidez.
—Pero eso es algo que no va a ocurrir, ¿verdad?
—No creerás que sería capaz de decírselo —exclamó Anne, sintiéndose insultada—. ¡Antes perdería mi trabajo!
—No si tuvieras las sales a mano —bromeó ________.
Estaba avanzada la tarde y se encontraban en la habitación de la joven, preparándola para poder realizar otro de los puntos de la lista: practicar esgrima.
________ había trazado un elaborado plan para conseguir acceder al club de esgrima de Kevin. Había pensado disfrazarse de joven dandi recién salido de la universidad en busca de un nuevo deporte. Practicó para hablar con una voz más profunda y desarrolló una buena historia que se adecuara a su carácter. Sería sir Marcus Breton, un baronet del Lake District. Había conseguido que Anne sustrajera alguna ropa vieja del armario de kevin, incluyendo un uniforme de esgrima que su hermano no echaría de menos. Después, las dos mujeres se habían pasado una semana arreglando aquellas prendas hasta que ________ estuvo satisfecha con los resultados.
Ahora vestía unos pantalones adaptados a sus medidas y debía admitir que, para su sorpresa, eran muy cómodos a pesar de que le hacían sentirse absolutamente indecente. Por debajo llevaba unas medias gruesas y unas botas que había conseguido de uno de los mozos de cuadras.
_________ se negó a considerar la humillación absoluta que supondría ser descubierta vestida de hombre en uno de los establecimientos más masculinos de Londres mientras Anne la envolvía en aquellas bandas a pesar de los nervios que le oprimían el estómago. Había llegado demasiado lejos para rendirse ahora.
Respiró hondo mientras Anne le volvía a pasar la tela por debajo de los brazos. Agarró la lista de la cama y la introdujo entre las bandas de lino y su piel, negándose a salir de casa para realizar aquella misión en particular sin llevar encima su talismán. Luego agarró una camisa blanca y se la pasó por la cabeza, introduciéndola en la cinturilla de los pantalones.
—¿Qué tal? —le preguntó a Anne—. ¿Dirías que soy una dama? —Anne arqueó una ceja ante la pregunta, lo que hizo que ________ añadiera—: De acuerdo, ¿dirías que soy una mujer?
—Sí.
—¡Anne! —________ corrió hacia el espejo—. ¿De veras?
—Terminemos la transformación, entonces lo comprobaremos —indicó la criada, prosaica.
—De acuerdo. —________ permitió que Anne le pusiera una corbata e hiciera uno de los elaborados nudos que estaban tan de moda. Luego se puso un chaleco de color marfil y una chaqueta verde oliva antes de sentarse ante el tocador para que Anne le recogiera el pelo—. Es una pena que no pueda hacerlo en casa, Anne. ¿Cómo me acordaré de todo?
—Oh, lo recordarás. Te lo aseguro.
________ tragó saliva y miró cómo la doncella le ponía un sombrero, introduciendo debajo todos los mechones de su pelo.
—No puedes quitártelo hasta que te pongas la máscara de esgrima.
—Créeme, no lo haré. —________ meneó la cabeza, comprobando la estabilidad del sombrero—. ¿Se caerá?
Anne abrió la boca para responder, cuando sonó un golpe y la puerta se abrió de repente.
—¿_______? Mamá me ha dicho que te encontrabas mal ¿Hay algo que…? —La pregunta de Mariana se interrumpió cuando gritó al ver a un hombre sentado ante el tocador en el dormitorio de su hermana.
El sonido arrancó a ________ y a Anne de su parálisis, que corrieron al unísono hacia Mariana. Anne cerró la puerta y se apoyó en ella, cruzando los brazos, para bloquear la salida. ________ se dirigió a su hermana, que meneaba la cabeza frenéticamente ante la imagen que presentaba, vestida de pies a cabeza con ropa masculina.
—¡Shhh! ¡Mariana! ¡Conseguirás que venga toda la casa!
Mari ladeó la cabeza ante las palabras de su hermana, y ________ esperó a que comprendiera la situación.
—¿Qué haces vestida así? —susurró la joven.
—Es bastante complicado —se evadió ________.
—¡Santo Dios! —Mari la miró con los ojos redondos como platos—. ¡Es increíble! ¡Pensaba que eras un hombre!
—¡Ya me he dado cuenta! Supongo que eso al menos es de agradecer. —________ miró a Anne—. ¿Hay alguien ahí fuera?
Anne negó con la cabeza.
—A estas horas nunca hay gente por aquí arriba.
Mari no podía contener la curiosidad.
—________ ¿por qué estás vestida de hombre?
—Eh… esto… —La joven clavó los ojos en Anne buscando ayuda. La criada le lanzó una mirada provocadora y arqueó las cejas, dejando que ________ se las arreglara sola—. Mari… te lo contaré, pero tienes que prometerme que guardarás el secreto.
—¡Por supuesto! —Los ojos de Mari brillaron de excitación—. ¡Me encantan los secretos! —Se sentó encima de la cama y agitó la mano en el aire—. Date la vuelta para que pueda ver todo el disfraz.
________ lo hizo.
—¡Maravilloso! ¿Qué has hecho con tus…? —preguntó, señalando los pechos de su hermana.
________ suspiró.
—Vendarlos.
Mari miró a Anne.
—¡Un excelente trabajo! —La criada asintió con la cabeza, aceptando la alabanza. Mari volvió a mirar a ________ con una brillante sonrisa—. Cuéntame, vamos.
________ respiró hondo y comenzó.
—Hace varias semanas escribí la lista de cosas que haría si tuviera valor para poner en juego mi reputación. —Mariana se quedó boquiabierta, y _________ descubrió que aquella era la parte más difícil de la historia; después, el resto parecía bastante fácil. Se saltó la visita a Ralston House y le habló de la salida a El Perro y la Paloma.
—¿Cómo es?
—¿Una taberna? —Ante el ansioso asentimiento de Mari, ________ continuó—: Fascinante.
—¿Y beber whisky?
—Horrible. Pero no tan horrible como fumar un puro.
—¿Un puro? —Mari volvió a quedarse boquiabierta.
________ se sonrojó.
—Al regresar a casa después de ir a la taberna, Kevin y yo nos fumamos un puro.
—¿Kevin te dejó fumar un puro? —repitió Mari en tono de incredulidad.
—¡Shhh! Sí, pero no le puedes decir que lo sabes.
—Oh, no lo haré. —Mari esbozó una amplia y traviesa sonrisa—. Al menos, todavía no; no, hasta que necesite algo de él.
—Así que —continuó ________—, esta tarde ha llegado el momento de realizar lo siguiente de la lista.
—¿Qué es?
—Practicar esgrima.
Mariana parpadeó, interesada en las palabras de ________.
—¡Practicar esgrima! —Miró a ________ de arriba abajo—. Pero no estás vestida para ello.
—Tengo un uniforme de esgrima a medida. Me lo pondré en el club. Una vez que consiga entrar sana y salva.
—¡Has pensado en todo! —exclamó Mari con orgullo.
—Eso espero —replicó _________ con nerviosismo—. ¿Crees que pueden confundirme con un hombre?
Mari batió palmas de excitación.
—¡Oh, sí! Soy tu hermana y me has engañado. —Se inclinó hacia delante—. ¡_________, déjame ir contigo!
Anne y ________ intercambiaron una mirada de inquietud.
—¿Qué? ¡No! —_________ miró a su hermana llena de horror.
—Podría tomar la ropa de uno de los lacayos. ¡Podríamos ir juntas!
—¡De eso nada! ¡Piensa en tu reputación!
—¡Eso no parece detenerte a ti!
—Mari —dijo ________ lentamente, como si estuviera hablando con un niño pequeño—, yo soy una solterona. Tú vas a casarte con un duque dentro de un mes. No creo que la sociedad admitiera a una duquesa caída en desgracia.
Mari ladeó la cabeza, considerando las palabras de ________ antes de emitir un hondo suspiro.
—Estupendo. Pero al menos deja que te consiga un carruaje.
________ sonrió.
—De acuerdo, Mari, eso puedes hacerlo.
—Excelente. —Mari buscó la mirada de Anne—. Te das cuenta de que si no estás de vuelta antes de la cena tendremos que enviar a Kevin a buscarte, ¿verdad?
_________ palideció al pensarlo.
—¡No harás tal cosa!
—Por supuesto que sí —afirmó Mari, buscando la confirmación de la doncella—. ¿Verdad, Anne?
Esta asintió vehementemente.
—¡Por supuesto! No podríamos ignorar que no has vuelto. ¿Y si te ocurre algo?
—¿Qué podría ocurrirme en un club de esgrima?
—Podrías resultar herida —especuló Mariana.
_________ le lanzó a su hermana una mirada llena de exasperación.
—Practicaré esgrima en una sala de entrenamiento. Con un saco de arena. —¿Se limitaría a hacer eso? ¿Parecía Mariana algo decepcionada?—. Estaré de vuelta para la cena.
—Si no estás de regreso… —comenzó a decir Mari.
—Lo estaré. —________ se puso el abrigo—. Ahora, si me ayudas a salir de casa, mi misión me espera.
Mari volvió a aplaudir de nuevo, ansiosa porque _________ comenzara su aventura. Saltó de la cama y abrazó a _________.
—Estoy tan orgullosa de ti, hermana. ¡No puedo esperar a que regreses! —Dio un paso atrás y se puso en posición de en garde. Luego se rió—. ¡Oh, _______! ¡Cómo me gustaría ser tú! —suspiró soñadoramente.
________ negó con la cabeza al oír la respuesta de su hermana mientras agarraba los guantes y el bastón que le ofrecía Anne. «Sí, ser yo. Una solterona con una notable inclinación a arruinar su reputación.»
Sin embargo, parecía que Mariana ya no la consideraba «pasiva».
Algo había conseguido.
F l ♥ r e n c i a.
F l ♥ r e n c i a.


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Mensaje por F l ♥ r e n c i a. Vie 07 Oct 2011, 10:51 am

Capítulo 13


________ respiró hondo para armarse de valor cuando el carruaje frenó delante del club deportivo de Kevin.
Tras esperar un buen rato a que el conductor le abriera la puerta para ayudarla a bajar, se dio cuenta de que el hombre no actuaría de esa manera, ya que pensaba que ella era un caballero. Saltó del vehículo y pisó la acera con la cabeza gacha, por miedo a que la reconocieran. Miró a su alrededor y observó a los caballeros que había en la calle. Reconoció al conde de Sunderland; caminaba hacia ella. Giró la cara y cerró los ojos, segura de que la descubriría. Cuando pasó de largo sin prestarle atención, ________ soltó el aire que ni siquiera sabía que retenía.
Se acercó a la puerta del club acordándose de mover el bastón como si fuera una extensión de su brazo en vez de una cosa difícil de llevar. La puerta se abrió y apareció un lacayo que se apartó hacia un lado con expresión de desinterés. ¡El disfraz funcionaba!
Accedió al vestíbulo mientras rezaba para sus adentros, dando las gracias porque solo estuviera allí un encargado, que se acercó a ella con rapidez.
—¿Señor? ¿Puedo ayudarle?
Ahora venía la parte más difícil.
_________ se aclaró la garganta y utilizó aquella voz ronca que había practicado con Anne.
—En efecto. —Ya no había vuelta atrás—. Soy sir Marcus Breton, de Borrowdale. Aunque luego me trasladé a Cambridge. Soy nuevo en la ciudad y me gustaría apuntarme a un club deportivo.
—Muy bien, sir. —El encargado pareció esperar que continuara.
—Me gusta mucho practicar esgrima —farfulló ella al no estar segura de sí debía decirlo o no.
—Estamos orgullosos de ser el club que más facilidades ofrece para la práctica de ese deporte, sir.
—Eso me han dicho mis amigos. —La mirada del encargado brilló de curiosidad, y ________ se dio cuenta de que ahora no podía parar—. Como Allendale…
Invocar el nombre de Kevin abría las puertas. El encargado inclinó la cabeza con elegancia antes de añadir:
—Por supuesto, recibimos con los brazos abiertos a cualquier amigo del conde. ¿Le gustaría visitar una de las salas de entrenamiento y probar nuestras instalaciones?
«Gracias a Dios.» ________ se abalanzó sobre la oferta.
—Me encantaría.
El encargado hizo una pequeña reverencia y, con un ademán, la guió a través de una puerta de caoba hacia un pasillo largo y estrecho con salas numeradas a ambos lados.
—Son salas de entrenamiento —le indicó el encargado antes de doblar una esquina y señalar una puerta más grande—. Ahí se encuentra el local social. Una vez que se ponga el uniforme de esgrima, puede esperar en él a que llegue otro miembro del club para practicar.
________ agrandó los ojos al pensar en entrar en una sala llena de hombres, muchos de los cuales podrían reconocerla. Conteniendo la alarma que la invadía, intentó responder con calma.
—¿Y si deseo practicar solo? ¿Hay alguna sala donde disponga de un saco de arena para entrenar?
—En efecto, sir —le informó el encargado, lanzándole una mirada inquisitiva—. Puede usar la sala número dieciséis. En cuanto haya completado el entrenamiento en solitario según sea su costumbre, puede decidir si desea o no batirse contra alguien. Es suficiente con que tire del cordón que hay junto a la puerta; nos sentiremos encantados de encontrar a otro caballero dispuesto a unirse a usted.
Se detuvo ante otra fila de puertas y abrió una para mostrar una pequeña habitación privada.
—Puede ponerse aquí el uniforme. —Señaló la pequeña bolsa que ella sostenía en la mano—. Observo que no ha traído su propio florete; hay armas para realizar las prácticas en cada una de las salas.
Ya sabía ella que se olvidaba de algo.
—Gracias.
Él inclinó la cabeza.
—Disfrute de la experiencia.
________ se apartó y esperó a que él se alejara para entrar en el vestuario y cerrar la puerta con firmeza. Entonces emitió un largo suspiro. Llegar hasta allí había sido casi tan satisfactorio como la actividad en sí.
Con más confianza si cabe, ________ comenzó a cambiarse de ropa. Abrió la bolsa de lona que Anne había preparado y sacó las prendas que componían el uniforme de esgrima. Una vez que tuvo la indumentaria ante sus ojos, experimentó la misma emoción desafiante y extraña que había notado antes de ponerse la vestimenta que la cubría, y se sintió igual de extravagante.
Cuando ya se había puesto las medias y los pantalones especiales de esgrima, se contoneó para cubrirse con el peto, que estaba diseñado para proteger el costado del brazo que sostenía el florete. Luego se esforzó por atar las cintas que lo cerraban, pero, entre la incomodidad que suponía llevar atados los pechos y la falta de práctica, no pudo apretar bien la prenda.
Se detuvo y se apoyó contra la pared del vestidor, jadeando antes de que se le ocurriese una idea. Iba a estar sola en una sala de entrenamiento; no se enfrentaría a un adversario. ¿Para qué ponerse esa ropa tan incómoda?
Arrojó el peto a un lado y tomó la ceñida chaqueta que le cubriría la parte superior del cuerpo. ________ miró de reojo la casaca y el peculiar croissard que le resguardaría el frente y la espalda, que se unía cómodamente entre las piernas. Aspiró hondo e, ignorando la oleada de vergüenza que la inundó ante la idea de llevar una prenda tan reveladora, se la puso y luego se cubrió con la chaqueta, que abrochó de arriba abajo.
Entonces se puso la máscara y se pasó el capuchón de malla sobre la cabeza, asegurándose de que el pelo quedara cubierto por el casco. Esbozó una sonrisa dentro de aquel capullo de alambre. No había puesto batirse con espada en la lista porque fuera un deporte que implicara disfrazarse, pero le alegraba comprobar que podría cruzarse por los pasillos con los caballeros que hubiera en el club completamente protegida, sin temer que la descubrieran.
Los guantes fueron el toque final; cubrieron los últimos centímetros de piel que quedaban al descubierto. Uno de ellos era grande y llegaba a tapar la manga, y el otro, aunque más pequeño, también ocultaba a la perfección la pálida y delicada piel de sus manos.
—Excelente —susurró, y las palabras resonaron a su alrededor bajo la máscara. Tomó aliento y, con el corazón desbocado, salió del vestuario para dirigirse a la sala de entrenamiento número dieciséis.
Cuando estuvo delante, empujó la puerta y entró lo más deprisa que pudo, sin darse cuenta de que el saco de arena estaba en movimiento hasta que fue demasiado tarde. Bamboleándose de un lado a otro, la bolsa bloqueaba la vista del esgrimista que acababa de asestar un contundente golpe al saco colgante.
________ contuvo la respiración y se volvió para salir de allí lo más rápidamente posible, antes de ser descubierta por el ocupante de la sala.
—Me preguntaba cuándo se presentaría mi adversario —dijo él secamente.
Ella se quedó paralizada ante aquellas palabras.
—Observo que ya está preparado. Perfecto —continuó el hombre.
________ se volvió lentamente hacia la voz, con los ojos apretados y deseando que sus oídos la engañaran. Deseando que él no fuera quien ella pensaba que era. Se obligó a abrir los párpados y maldijo su suerte.
Ante ella, con un uniforme idéntico al suyo y tan apuesto como siempre, estaba Joseph. ________ intentó revivir la cólera que había sentido en su último encuentro, pero solo pudo pensar en que aquella vestimenta blanca que lo cubría —tan ceñida y reveladora—, exhibía un espléndido cuerpo masculino. Parecía un atleta olímpico del mundo antiguo, musculoso, fibroso y casi perfecto. Sintió que el calor la consumía mientras deslizaba la vista por las piernas rectas y las curvas de su trasero.
Tragó saliva y apretó una mano enguantada contra el pecho. ¿En qué estaba pensando? ¡Jamás en su vida se había dedicado a admirar las nalgas de un hombre!
Tenía que salir de allí.
Observó paralizada cómo él se volvía para ponerse la máscara y ajustar el guante de seguridad en el brazo del florete. Luego le hizo un ademán para indicarle que se acercara a la alfombrilla que señalaba los límites de la lucha.
—¿Empezamos?
Clavó la vista en la esterilla mientras en su mente resonaba una palabra: «¡Huye!»
—Señor —dijo Joe, en el mismo tono que si se dirigiera a un niño pequeño—, ¿le ocurre algo?
Ante aquellas palabras, apartó la mirada de él, incapaz de verle la cara o los ojos a través de la máscara de alambre. Aquello le recordó que lo mismo le ocurría a él… No podía identificarla. ¡Esa era su oportunidad para practicar esgrima realmente!
Negó con la cabeza para hacer desaparecer aquel pensamiento de su mente. Para Joe, el movimiento tuvo un significado diferente.
—Estupendo. Comencemos, pues.
Él se encaminó a un extremo de la alfombrilla para esperarla mientras ella se dirigía al soporte de floretes que había en la esquina de la sala y sopesaba varios en la mano para seleccionar uno. Se tomó ese tiempo para intentar tranquilizarse. «No me puede ver. Ahora solo soy otro hombre para él.»
Por supuesto, Joe no era un hombre cualquiera para ella…, pero parapetada en su anonimato, se esforzó por recordar todo lo que sabía —que no era mucho— sobre los lances con florete, la mayor parte de ellos fruto de haber observado a Kevin cuando, de joven, alardeaba ante ella.
Aquello era un terrible error.
Se acercó a la zona de prácticas y se colocó ante Joe mientras él asumía la posición clásica de esgrima, con el brazo izquierdo en alto y el derecho estirado, en el que sostenía el florete con la fina hoja perfectamente estable. Tenía las piernas flexionadas y los músculos tensos con fuerza latente, la izquierda formando una línea con la espalda y la derecha doblada en un ángulo recto perfecto.
—En garde —dijo, haciendo un gesto con la cabeza.
________ tomó aire e imitó su postura, consciente del bramido de la sangre en sus oídos. Incluso los borrachos se batían en duelo a espada, no podía ser tan difícil.
«Y alguien muere la mayoría de las veces.»
Ignoró ese pensamiento y esperó a que él hiciera el primer movimiento.
Lo hizo. Se abalanzó sobre ________ blandiendo el florete. Ella retrocedió, dejándose llevar por el pánico a pesar de que contuvo el grito de alarma, y movió el arma caprichosamente en el aire para bloquear los envites del adversario. El sonido del acero resonó en la estancia.
Joe se retiró de inmediato al notar su evidente falta de habilidad.
—Observo que no está versado en este deporte —señaló con seca ironía desde detrás de la oscura máscara de malla.
________ carraspeó para hacer más profunda su voz.
—Estoy aprendiendo, milord —dijo por lo bajo.
—Una declaración comedida, me temo.
Ante esas palabras, ________ asumió de nuevo la postura inicial y alzó otra vez el florete. Joe le imitó.
—Cuando el adversario presione —le aconsejó—, intente no atacarle a su vez. No le muestre hasta dónde puede llegar. Limítese a seguirle la corriente hasta que vislumbre la oportunidad de lanzarse sobre él.
_________ ladeó la cabeza cuando Joe se abalanzó sobre ella; en esta ocasión con menos impulso. La dejó rechazar los golpes varias veces antes de obligarla a salir de la esterilla. Cuando la joven tuvo los dos pies sobre el suelo de madera, Joe se detuvo, volviendo a ocupar la posición e indicándole a ella que hiciera lo mismo. Repitieron el ejercicio varias veces mientras él le enseñaba los rudimentos básicos de la lucha, haciendo que adquiriera cada vez más confianza y que llegara a detener sus embestidas con más firmeza y convicción.
—Mucho mejor —la ensalzó, después del cuarto intento, y _______ notó una oleada de placer ante la alabanza—. Ahora atacará usted.
«¿Atacar a Joe?» ________ negó con la cabeza ante la idea.
—Oh… yo… —se evadió.
Él se rió.
—Le aseguro, jovencito, que puedo soportarlo.
Aquello había llegado mucho más lejos de lo que ella esperaba. Pero no podía detenerse ahora, ¿verdad? Respiró hondo antes de asumir la ya familiar posición.
—¡Ja! —gritó, abalanzándose sobre él.
Joe la esquivó con habilidad, fintando hacia la derecha y haciéndola caer de rodillas. Lo oyó resoplar, divertido, ante tal falta de garbo y eso la sacó de sus casillas. Al verla tendida sobre el suelo, le tendió la mano para levantarse, pero ella rechazó su ayuda con los ojos clavados en la mano enguantada, ansiosa por atacarle de nuevo.
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Mensaje por F l ♥ r e n c i a. Vie 07 Oct 2011, 11:01 am

Continuación del capítulo 13

La joven volvió a intentarlo, y esta vez logró encadenar varios movimientos ofensivos antes de encontrarse de nuevo sobre la alfombrilla. Frustrada por tanta habilidad —¿es que aquel hombre no hacía nada mal?—, se lanzó sobre él, golpeando la hoja del florete de Joe con la suya y haciendo que cambiara de rumbo. Con aquel movimiento, el filo del arma del marqués acabó deslizándose por su manga, atravesando la tela de la chaqueta de esgrima, la de la camisa y la piel de la parte superior del brazo.
_________ dejó caer el florete y se apretó la dolorosa herida; se balanceó algo mareada y acabó por aterrizar sobre su trasero. En ese momento se olvidó del disfraz y exclamó «¡Ay!» en voz alta mientras miraba fijamente la manga del uniforme, sin pensar en nada más que en su lesión.
—¿Qué demonios…?
________ percibió la confusión en la voz de Joe y levantó la vista, alarmada. Él se dirigía hacia ella quitándose la máscara, que tiró a un lado; el golpe del metal contra el suelo de madera resonó en la estancia de una manera amenazadora. Cuando le vio sacarse los guantes y mirarla de arriba abajo con los ojos entrecerrados, ella se arrastró torpemente hacia atrás por la esterilla, impedida por el hecho de poder utilizar solo una mano.
—Es solo un rasguño, milord —le dijo con su voz más profunda en un desesperado intento por detenerlo—. Es-stoy bien.
Joe arqueó las cejas ante aquellas palabras y maldijo sin contenerse. ________ notó en su voz que la había reconocido, lo pudo ver en la mirada intimidatoria que le lanzó. Se paró ante ella y se inclinó. Entonces alargó la mano para quitarle la máscara. Aterrada porque la descubriera, intentó detenerlo, pero el movimiento fue inútil. Con un veloz gesto, el marqués le arrancó la máscara haciendo que el pelo se le derramara sobre los hombros.
Joe abrió los ojos como platos al confirmar sus sospechas y dejó caer la careta al suelo. Los ojos le brillaron peligrosamente y adquirieron una tonalidad rojo fuego debido a la cólera.
—Yo… —empezó a decir ella, insegura.
—No digas nada. —Las palabras fueron bruscas, exigiendo obediencia ciega mientras se arrodillaba a su lado y le cogía el brazo. Inspeccionó la herida con suavidad, a pesar de no dejar de farfullar entre dientes. Ella notó que le examinaba la herida con ternura pero con manos temblorosas a causa de la furia apenas contenida. Joe rasgó la manga de la chaqueta, haciendo que se sobresaltase con el sonido. Luego se metió la mano en el bolsillo y sacó un pañuelo de lino perfectamente plegado y lo desdobló antes de apretarlo contra la herida. ________ lo observó trabajar, paralizada por sus hábiles movimientos. Contuvo el aire cuando él improvisó una venda con la tela y la ató con demasiada fuerza. Joe le sostuvo la mirada, arqueando una ceja, retándola a que se quejara de sus cuidados.
El aire entre ellos se hizo más denso. ________ no lo podía resistir.
—Yo…
—¿Por qué no te has puesto un peto? —La pregunta fue hecha con una calma mortífera.
Desde luego, aquello no era lo que había imaginado que él le diría. Lo miró a la cara, estaba demasiado cerca.
—¿Mi-milord?
—Un peto. Es una parte del uniforme que está diseñada para proteger el brazo de la espada y que no se produzcan heridas como esta —pronunció las palabras como si estuviera leyendo un manual de reglas de esgrima.
—Ya sé lo que es un peto —murmuró ella.
—Ah, ¿de veras? Entonces ¿por qué no lo llevas puesto? —La pregunta resultó cortante, pero contenía algún tipo de emoción que, aunque ________ no pudo identificar, no le gustó un pelo.
—Pensaba… que no lo necesitaría.
—¡De todas las tonterías que podría oír…! —explotó él—. ¡Podrías haber muerto!
—¡Es solo una herida de nada! —gritó ella.
—¿Qué demonios sabes tú de heridas? ¿Y si te hubiera alcanzado con todas mis fuerzas?
—¡No tenías que estar aquí! —Las palabras se le escaparon antes de poder contenerlas. Los ojos dorados se clavaron en los de ella, y Joe negó con la cabeza, como si todavía no pudiera creerse lo que estaba viendo.
—¿Yo? ¿Que yo no tenía que estar aquí? —Le tembló la voz—. Que yo sepa este es mi club deportivo. ¡Un club masculino al que los hombres acuden a practicar esgrima! Y, hasta donde he podido comprobar, ¡tú eres una mujer! Las mujeres no practican esgrima.
—Tienes razón en todo —corroboró ella.
—¿Qué demonios estás haciendo aquí? ¿En qué cuernos estabas pensando?
________ respiró por la nariz con aire remilgado, como si no estuviera vestida con ropa masculina ni se encontrara en una situación que, si no se equivocaba, iba a ser su ruina.
—Te agradecería que no usaras ese lenguaje en mi presencia.
—¿Me lo agradecerías? Bien, yo te agradecería que no frecuentaras mi club de esgrima. Y ya que estamos, ¡ni las tabernas ni mi dormitorio! ¡Pero parece que ninguno de los dos va a conseguir lo que quiere! —Hizo una pausa, todavía abrumado—. Por el amor de Dios, mujer, ¿estás buscando adrede tu ruina?
Las lágrimas inundaron los ojos de ________ ante aquellas palabras, convirtiéndolos en lagos color caoba.
—No… —susurró, con la voz entrecortada. Apartó la mirada, deseando con todas sus fuerzas encontrarse en cualquier otro lugar que no fuera allí, junto a él, a punto de llorar.
Al ver sus lágrimas, él maldijo por lo bajo. No quería martirizarla. Bueno, sí que quería que se arrepintiera de haber hecho semejante tontería, pero no quería hacerle llorar.
—Entonces ¿qué? —preguntó con voz más suave. Como ella no respondió, intentó adularla—: ________…
Ella lo miró otra vez, negando con la cabeza.
—No lo entiendes —dijo de corrido, tras respirar hondo.
Él clavó en ella sus ojos ámbar y se sentó en el suelo junto a ella, mirándola cara a cara y haciendo que apoyara el brazo herido en su rodilla.
—Pues explícamelo. —Las palabras no dejaban otra opción.
—Esto está bien, ¿sabes? —declaró ________, intentando restarle importancia a sus palabras con un tono ligero—. El caso es que… incluso en este momento, bajo la amenaza de la ruina social y de tu cólera, sintiendo algo de miedo y un poco de dolor por la herida… —Se interrumpió para añadir en un aparte—: Y con eso no quiero decir que no la hayas vendado bien. —Alabanza que él aceptó con un gesto de cabeza—. Pues, a pesar de todo eso… —entonces dijo el resto—, este ha sido uno de los mejores días de mi vida.
_________ notó la confusión en su mirada e intentó explicárselo.
—Hoy me he sentido viva.
—¿Viva?
—Sí. Me he pasado veintiocho años haciendo lo que todo el mundo esperaba que hiciera… siendo lo que todos esperaban que fuera. Y es horrible no gustarte a ti misma. —Se interrumpió un rato antes de continuar—. Tenías razón, soy una cobarde.
Él suavizó la mirada ante esa apasionada declaración.
—Fui un imbécil. No debería haberte dicho eso.
—No, no eres un… —________ se interrumpió, incapaz de decirlo en voz alta.
—Te aseguro que lo soy. Sigue.
—No estoy casada, no tengo hijos ni soy un pilar de la sociedad. —Agitó el brazo ileso como si la vida que describía estuviera más allá de la habitación—. Soy invisible. Entonces ¿por qué seguir siendo una florero cobarde que no se atreve a probar todas las cosas que siempre ha soñado experimentar? ¿Por qué no acudir a las tabernas a beber whisky y practicar esgrima? Confieso que son cosas que siempre me han interesado mucho más que los bailes, las labores y los odiosos tés que han ocupado casi todo mi tiempo. —Buscó de nuevo su mirada—. ¿Le encuentras sentido a mis palabras?
Él asintió con la cabeza, muy serio.
—Sí. Estás tratando de encontrar a ________.
Ella agrandó los ojos.
—¡Sí! En algún momento de mi vida, perdí a ________. Quizá nunca fui ella. Pero hoy, aquí, la he encontrado.
Él esbozó una sonrisa torcida.
—¿________ es esgrimista?
Ella correspondió con otra.
—_________ es muchas cosas. También la encontré en la taberna.
—Ah —dijo él, a sabiendas—. Así que ________ es una mujer disoluta.
La joven se sonrojó.
—Creo que no.
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Mensaje por F l ♥ r e n c i a. Vie 07 Oct 2011, 12:49 pm

RECIÉN VOLVIO LA LUZ ASI QUE AHORA SIGO SUBIENDO LO QUE FALTA DEL CAP
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Mensaje por F l ♥ r e n c i a. Vie 07 Oct 2011, 1:18 pm

Continuación.

El silencio cayó sobre ellos mientras él observaba el rubor en sus mejillas y levantaba el brazo herido para depositar un suave beso en el dorso de la mano. Ella contuvo el aliento al sentir sus labios sobre la piel, tan calientes y suaves, y buscó sus ojos, que estaban clavados en ella. Joe le sostuvo la mirada, y ella sintió una ardiente sacudida cuando le rodeó con la lengua uno de los nudillos.
Él notó su sorpresa y, sonriendo, se llevó la palma de la mano a la boca para apoyar los labios y la lengua justo en el centro, en la parte más sensible. Ella dejó de respirar y cerró los ojos para saborear la sensación, incapaz de observar el erótico movimiento de aquella boca contra su mano.
Joe apartó los labios y, cuando ________ abrió los ojos otra vez, se lo encontró observándola con una pícara sonrisa. Entonces, él estiró la mano y le deslizó un dedo por la barbilla.
—No deberías perder las esperanzas tan pronto, emperatriz —le dijo con una voz ronca y líquida que hizo que a ella le bajara un ardiente estremecimiento por la espalda.
_________ contuvo el aliento mientras un nebuloso recuerdo de un tiempo muy lejano inundaba su mente. Joe la trajo de vuelta al presente cuando le sostuvo la barbilla, acercando su cara a la de él.
—Se te olvida que yo también me he encontrado con esa mujer en varias ocasiones… En carruajes…
Detuvo los labios justo sobre los de ella, haciendo que temblara de anticipación.
—En teatros…
Ella intentó cerrar la distancia entre ellos, pero él se echó hacia atrás lo justo para volverla loca.
—Y en dormitorios. De hecho… —añadió, acariciándole la sensible piel de los labios con las palabras—, encuentro que me gusta mucho ese lado disoluto que tienes.
Entonces capturó sus labios y ella se perdió. Se vio absorbida por la suavidad de su boca, por la ternura de su caricia, totalmente diferente a los besos que habían compartido antes. Con aquel la consumió, le hizo olvidarse de sí misma, de lo que los rodeaba, de todo menos de la magnífica presión de aquellos labios sobre los suyos. Él le acarició la mandíbula con el pulgar mientras le devoraba la boca, provocando estremecimientos de placer en todo su cuerpo.
________ se quedó sin respiración ante aquella sensación, y él aprovechó que tenía la boca abierta para apoderarse de ella en profundidad, besándola de una manera que la mareó. Entonces, ella estiró los brazos hacia él, su ancla en un mar de sensualidad, y le rodeó el cuello, metiéndole los dedos entre los espesos y suaves mechones. Él emitió un ronco sonido de satisfacción al notar que ella lo abrazaba y dibujó un camino de tiernos y húmedos besos desde su mejilla a su garganta, haciendo que ella se perdiera en una riada de explosiones de placer.
El cuello alto de la chaqueta de esgrima le impedía progresar más, pero él la desabrochó con habilidad mientras lamía la sensible curva del cuello, deslizándose hacia abajo para saborear la piel que iba quedando al descubierto. Cuando la desabotonó por completo, se apartó para abrirla. La mirada de Joe cayó entonces sobre los pechos vendados, que subían y bajaban bajo las tiras de tela que los aprisionaban.
Él negó con la cabeza al ver aquello antes de volver a mirarla a los ojos.
—Esto es una atrocidad —aseguró, pasando los dedos por el borde de la tela.
Notando el deseo que ardía en los ojos de ________, los labios entreabiertos por la pasión y las mejillas enrojecidas, Joe volvió a besarla con voraz ansia antes de poner las manos en las tiras, buscando el extremo. Cuando lo encontró, tiró de él y comenzó a desenvolver las vendas.
________ observó con nerviosismo cómo Joe seguía con los ojos el movimiento de sus manos. Notó que se le aceleraba la respiración, que se le oscurecía la mirada, y se dio cuenta de que era cierto, estaba allí, en los brazos de Joe. En brazos del único hombre al que había querido. El único con el que había soñado. Y ahora, mientras la desnudaba, supo con una certeza incuestionable que su alma también era de él. Que jamás dejaría de quererlo.
Aquellas palabras flotaron en la mente de ________ mientras contenía la respiración. Cayeron las últimas bandas y sus pechos quedaron libres de aquel apretado confinamiento. Los ojos de Joe se oscurecieron todavía más y ella bajó la vista, notando una línea de un rojo intenso sobre la piel normalmente pálida. La joven se movió para cubrirse, avergonzada por su desnudez, pero él le atrapó las manos.
—No —dijo con la voz ronca y seductora—. No has tratado a estas bellezas como se merecen y ahora son mías, las reclamo como su salvador.
Ante esas palabras ________ notó que una ardiente llamarada estallaba en su interior. Él le soltó los dedos y se movió para acariciarla. Las manos, firmes y cálidas, ahuecaron y moldearon sus pechos magullados, haciéndole suspirar de alivio y placer. Él frotó la piel irritada antes de recorrer las marcas rojas con la lengua, estimulando la carne ya demasiado sensible y depositando una serie de besos suaves y tiernos sobre sus senos.
Le lamió la zona durante un buen rato, aunque evitó a propósito las cimas erguidas, dejando que se tensaran cada vez más, que se volvieran más sensibles con cada roce de sus dedos y su lengua. ________ comenzó a retorcerse bajo sus caricias, intentando que la tocara donde más lo necesitaba.
Gabriel notó su movimiento y alzó la cabeza, buscándole los ojos.
—¿Qué ocurre, emperatriz? —le preguntó. Las palabras fueron una caricia en sí mismas y calentaron la piel dolorida con la brisa que las acompañaba—. ¿Me quieres aquí? —Le pasó el dedo por un pezón erizado y ella emitió un gritito ante la explosión de sensaciones que siguió a aquel leve roce. Él se movió a la otra cima, repitiendo la caricia—. ¿O aquí?
—Sí —jadeó ella.
—Solo tenías que pedirlo —aseguró, sonriendo malévolamente.
Entonces aplicó los labios sobre un pico turgente y ella pensó que se moriría de placer. Aplacó la sensible piel con la lengua y ________ le sujetó la cabeza entre las manos mientras él succionaba suavemente, enviando una corriente de calor líquido al centro de su cuerpo. La sensación, extraña y maravillosa a la vez, la consumió. Joe fijó entonces su atención en el otro pecho, repitiendo la misma acción pero con más firmeza. Sujetó el pezón entre los dientes para apaciguarlo con los labios y la lengua, y ella gritó, anhelando algo que no sabía definir.
Él pareció notar su necesidad porque le deslizó una mano por el interior del muslo, trazando un suave rastro hacia su entrepierna, que ahuecó con la mano, enviando un dardo de placer por todo su cuerpo y provocando que ella deseara que desapareciera la tela que bloqueaba el acceso a aquel lugar donde tan desesperadamente necesitaba ser tocada. _________ se retorció, intentando que la acariciara con más firmeza, y Joe alzó la cabeza y buscó su mirada una vez más.
La besó profundamente, robándole el aliento antes de hablar.
—Dime lo que quieres, preciosa.
—Yo… —Se interrumpió. Demasiadas palabras resonaban en su mente. «Quiero que me toques. Quiero que me ames. Quiero que me enseñes todo lo que me he estado perdiendo.» Insegura, negó con la cabeza.
Joe sonrió, presionando la mano con firmeza, observando la oleada de placer que aquello provocaba en ella.
—Eres increíble —susurró contra su cuello—. Tan receptiva. Dime lo que quieres…
—Deseo… —________ suspiró cuando él volvió a poner los labios en la endurecida cima del pecho—. Deseo… Te deseo —gimió ella y, en ese momento, aquellas palabras, tan simples en comparación con las emociones que la atravesaban, parecieron suficientes.
Él movió los dedos con habilidad y firmeza, y ella contuvo el aliento.
—¿Me deseas aquí, emperatriz?
Ella cerró los ojos avergonzada mientras se mordisqueaba el labio inferior.
—¿Me deseas aquí?
—Sí —asintió con la cabeza.
—Mi dulce cariño. —Las palabras resonaron en su oído como una sustancia inflamable mientras él le quitaba la chaqueta y apartaba el croissard para alcanzar los botones del pantalón. Entonces deslizó una cálida mano en el interior de la prenda y le arrancó otro suspiro al rozar su sexo suavemente. Separó los resbaladizos pliegues e introdujo un dedo en su ardiente funda—. ¿Aquí?
Ella contuvo el aliento y le sujetó el antebrazo con una mano.
Joe emitió un gruñido mientras la observaba intentar comprender las sensaciones que la atravesaban.
—Creo que quieres mucho más —dijo con voz áspera.
Comenzó a mover los dedos en su interior al tiempo que cerraba los labios sobre un pezón, y ________ no pudo seguir pensando. Le acarició la ardiente carne, obligándola a separar más las piernas para poder acceder mejor a aquel resbaladizo calor, y le rodeó el punto más sensible con la yema de un dedo. Ella se retorció contra él, perdida en las agitadas emociones que la inundaban. Los firmes movimientos de aquellas manos experimentadas unidos a la perfecta succión de su boca la empujaban hacia un precipicio al que ella no quería saltar. Pero el placer crecía cada vez más mientras él seguía acariciándole suavemente aquel húmedo lugar donde parecían concentrarse todos sus deseos, y ella gimió ante cada caricia, que la remontaba cada vez más alto.
________ se tensó cuando las oleadas de placer se hicieron demasiado intensas, y él lo notó. Le soltó el pecho y le capturó la boca, acariciándola con la lengua y los dientes, drogándola con aquel beso antes de apartarse y mirarla a los ojos, observando la confusión y la pasión que colisionaban en su interior. Introdujo un dedo profundamente y ella contuvo un jadeo al sentir aquella intensa presión en lo más profundo de su ser, que amenazaba con explotar.
—No te contengas, cariño —le susurró él al oído.
Lo miró al oír aquello y vio una madura comprensión en sus ojos mientras seguía empujando rítmicamente el dedo en su interior, rozándole el nudo de nervios con más firmeza, como si supiera dónde le dolía más, justo donde más necesitaba su tacto. ________ gritó ante la oleada de sensaciones, distinta a todo lo que había sentido antes.
—Te sostendré cuando llegues. —Las palabras, apasionadas y provocadoras, fueron el detonante.
Él no apartó la vista cuando ella se dejó llevar aferrándose a él.
________ palpitó bajo sus caricias, se contorsionó contra él suplicando más en el mismo instante en que lo recibía. Joe movió los dedos en su interior, sabiendo cómo tocarla, dónde acariciar, cuándo detenerse. Y en el momento en que exprimió hasta la última pizca de placer, cuando ella dejó de convulsionarse, la sostuvo; apaciguándola con ternura y haciéndole regresar a salvo entre sus brazos a la tierra.
La abrazó mientras ella recobraba el sentido, rozándole la sien con los labios, acariciándole la espalda y las extremidades con suavidad. Cuando volvió a respirar con normalidad, ________ dejó caer las manos con las que le había estado acariciando el cuello y reposó el brazo herido sobre él. Joe gimió cuando los dedos cayeron sobre su regazo, y se la tomó con rapidez para quitarla de allí.
_________ solo supo que él la había apartado y se sintió insegura. Él comprendió al instante su incertidumbre.
—Es muy difícil observar un despliegue de pasión tan cautivador sin excitarse, preciosa —le explicó, besando con ternura los dedos que ahora sujetaba con más firmeza y sosteniéndole la mirada.
La incertidumbre se transformó en confusión, y él apretó los dedos de ________ contra el bulto que tensaba sus pantalones, permitiendo que notara su excitación. Ella comprendió de golpe y, aunque se sonrojó, no apartó la mano, sino que presionó suavemente la erección, saboreando el suave gemido con el que él respondió y la manera en que se apretó contra sus dedos.
—¿Puedo…? —Tragó saliva y comenzó de nuevo—. ¿Puedo hacer algo?
Él curvó la comisura de los labios en una sonrisa dolorida antes de estrecharla entre sus brazos y besarla otra vez, sin detenerse hasta que ella se aferró a él, jadeando de excitación.
—Aunque nada me gustaría más, emperatriz, tengo la impresión de que ya hemos llegado demasiado lejos, sobre todo si consideramos que podría entrar alguien en cualquier momento.
Las palabras la arrancaron de su ensueño como una jarra de agua helada. Miró hacia la puerta —sin llave— como si esperara que otro esgrimista cometiera el mismo error que ella y se tropezara con ellos.
—¡Oh! —Dio un brinco y se estremeció ante el dolor que le atravesó el brazo con el movimiento. Metió el brazo sano en la manga de la arruinada chaqueta y le dio la espalda a Joe, acercándose a la esquina más alejada de la estancia para abrochar los botones que cerraban la prenda.
«¿En qué estabas pensando?»
Por supuesto, no había pensado en nada salvo en él.
—Pareces haberte olvidado de una parte muy importante de tu disfraz.
________ se volvió con rapidez ante aquellas perezosas palabras y se lo encontró acercándose a ella, sosteniendo entre los dedos la larga tira de tela que le había vendado los pechos.
—Nadie se creerá que eres un hombre con esos primorosos pechos a la vista —susurró él, acercándose a ella—. Francamente, nadie debería creérselo con ese magnífico…
—Gracias —le interrumpió ________ con firmeza mientras tomaba la tela con decisión a pesar del rubor que le cubría las mejillas.
—Vas a necesitar mi ayuda, preciosa.
«No.» No pensaba permitir que la ayudara en una tarea tan íntima. Se arriesgaría a que la descubrieran; de todas maneras, el abrigo de Kevin la cubría casi por completo. Sin embargo, bajó la mirada a sus senos, midiendo la evidencia.
Eran demasiado visibles.
Joe pareció leerle los pensamientos, y le arrebató la venda.
—Te descubrirían al instante, emperatriz. Será mejor que dejes que te ayude. —La mirada masculina adquirió un pícaro brillo—. Te prometo que me comportaré como un perfecto caballero.
Esbozó una amplia sonrisa, y ________ no pudo contener la risa que burbujeó ante aquellas palabras tan ridículas. Tras pensárselo un momento, accedió. Se quitó la chaqueta y le dio la espalda con timidez, notó la tela contra los pechos. Esperó a que siguiera envolviéndola, pero él no se movió. Tras un largo minuto, _________ miró por encima del hombro y se lo encontró a solo unos centímetros, observándola. Ella le lanzó una mirada inquisitiva.
—Gira.
Le llevó un rato darse cuenta de lo que él pretendía. Que rodara sobre sí misma enrollándose en el vendaje en vez de quedarse quieta permitiendo que la envolviera él. Comenzó a moverse lentamente, percibiendo casi al momento la naturaleza seductora de la situación. Algo en aquel movimiento, al poder ver los ojos profundamente dorados cada vez que se daba la vuelta, le hacía sentirse como una tentadora Salomé. Joe no la tocó mientras giraba, dejando que danzara sola; le permitió elegir la velocidad y la fuerza con que atarse. Y cuando alcanzó el final de la tela, cayó directamente en sus brazos.
Sosteniéndole la mirada, Joe introdujo el extremo entre las demás bandas antes de ahuecarle la mejilla con una mano y alzarla para darle otro beso. Un suave y tierno roce de labios que se convirtió en una caricia terriblemente lenta que la dejó con el corazón desbocado y la mente nublada. Con la otra mano, le acarició levemente uno de los pechos vendados, jugueteando con él hasta que ella no deseó otra cosa que arrancarse la venda.
Joe interrumpió el beso de pronto y se inclinó para rozar con los labios el borde de la tela, lamiendo la piel que sobresalía de ella.
—Pobres y preciosos míos… —murmuró, adorándola con las manos y la boca, haciéndole arder y provocando otra oleada de pasión en el centro de su ser.
Pensó que ya no podría mantenerse en pie si él continuaba, pero se detuvo y se inclinó para recogerle la chaqueta, que le pasó cuidadosamente por el brazo vendado y luego por el otro antes de abrocharle los botones con habilidad sin que ella pudiera hacer nada más que observarlo, incapaz de moverse.
Y en el momento en que terminó, él se apartó para aproximarse a sus accesorios de esgrima. Fue entonces cuando ella le vio detenerse junto a la esterilla para recoger la hoja de papel que se había caído al quitarle las vendas, y en la que no habían reparado hasta ese instante. La reconoció de inmediato y se puso tensa.
—Alto. No la abras —gritó, alterada.
Joe se detuvo en seco y la miró con los ojos llenos de curiosidad cuando se acercó a él. Le puso la mano sobre la suya, sujetando la nota y tratando de arrancársela de los dedos, pero no la soltó.
—¿Por qué no? —preguntó en tono ligero y juguetón.
—Es mía.
—Parece que la has perdido.
—No lo habría hecho si tú no me hubieras quitado la… —_______ se interrumpió, renuente a terminar la frase.
Él arqueó una ceja.
—Sí, bueno, pero te aseguro que no pienso disculparme por ello.
Ella irguió los hombros, intentando adoptar una actitud regia.
—No obstante, es mía.
Con un hábil giro de muñeca, Joe se aseguró de poner el papel fuera de su alcance, sujetándolo todavía entre sus dedos. A ________ se le puso un nudo en la garganta cuando vio que él hacía ademán de desdoblarlo.
—Por favor, Joe, no lo hagas.
Joe se detuvo, no supo si fue porque ella había usado su nombre o por el tono suplicante con que pronunció las palabras, y la miró fijamente.
—¿Qué es esto, ________? —le preguntó.
Ella negó con la cabeza, apartando la vista.
—No es nada… Un absurdo… —tartamudeó—, pero es personal.
—Dime lo que es y no la miraré.
________ clavó los ojos en él.
—Si te lo digo ya no necesitarás mirarlo ¿verdad? —replicó ________ de mal humor.
Él guardó silencio, manoseando el papel entre los dedos. Ella suspiró, irritada.
—De acuerdo. Es una lista. —Alargó el brazo con la palma hacia arriba, esperando que él pusiera allí la nota.
—¿Qué clase de lista? —preguntó Joe con una mirada inquisitiva.
—Una lista personal —respondió ella, tratando de imprimir a su voz un tono de femenino desdén, esperando que así se sintiera poco caballeroso y renunciara a aquella batalla en particular.
—¿Una lista de compras? ¿Una lista de libros impropios que te gustaría leer? ¿Una lista de hombres…? —Ella se puso colorada ante esa última pregunta y él hizo una pausa al tiempo que agrandaba los ojos—. Santo Dios, ________, ¿es una lista de hombres?
________ golpeó el suelo con el pie, en un gesto repleto de irritación.
—¡Santo Cielo, no! Da igual lo que contenga la lista, Joe. Lo único que cuenta es que me pertenece.
—Esa no es una buena respuesta, emperatriz —señaló él, y comenzó a abrir la nota.
—¡Espera un momento! —________ volvió a poner la mano sobre la de él. No podía soportar la idea de que leyera sus deseos más secretos. Negándose a sostenerle la mirada, continuó sin pausa—. Si tanto lo quieres saber, es una lista de… actividades… que me gustaría experimentar.
—¿Perdón?
—Son actividades. Cosas que los hombres pueden hacer sin peligro pero que se nos prohíbe realizar a las mujeres para no dañar nuestra delicada reputación. He decidido que, en vista de que mi reputación no me ofrece mayor satisfacción, no tengo ninguna razón para quedarme durante el resto de mi vida haciendo punto con mis compañeras de soltería. Estoy cansada de ser considerada pasiva.
Él arqueó una ceja.
—Puede que seas muchas cosas, emperatriz, pero jamás diría que eres «pasiva».
«¡Qué bonito lo que acababa de decirle!»
Ella tragó saliva y tomó la nota.
Él observó sus dedos, tan cerca de quedar entrelazados con los suyos, mientras consideraba las palabras. Se sentía muy intrigado.
—Entonces, es una lista de acciones que lady _______ quiere llevar a cabo para sentirse viva.
________ reconoció las palabras de su anterior conversación. Quizá si él las hubiera dicho antes de aquel interludio en el suelo de la sala de entrenamiento, habría estado de acuerdo con ellas. Sin embargo, aquellos preciosos momentos entre los brazos de Joe habían cambiado su percepción de las cosas. En lo que había durado ese abrazo, ________ se había sentido realmente viva. Por fin había experimentado lo que había soñado desde su primer encuentro casual con él una década —un siglo…— antes. Y ahora, pensar en beber whisky palidecía en comparación, ya fuera en una taberna o no. Pero, por supuesto, no podía decírselo.
—Esa lista es mía. Te agradecería que me la devolvieras. Sin abrir. Deberías darte cuenta de que esta conversación ya es lo suficientemente humillante.
Él no respondió ni soltó la nota, obligándola a mirarlo a los ojos. Debió de leer la verdad en los de ella, porque renunció al papel. ________ lo dobló de nuevo y lo metió en el bolsillo de la chaqueta lo antes posible. Joe observó sus movimientos.
—¿Puedo suponer que practicar esgrima ocupa un lugar en esa lista? —señaló.
Ella asintió con la cabeza.
—¿Y beber whisky?
________ volvió a afirmar.
—¿Y qué más?
«Besar.»
—Jugar a las cartas.
—¡Santo Dios! ¿Algo más?
—Fumar puros.
Él soltó un bufido.
—Bueno, eso será difícil. Ni siquiera yo te dejaría fumar un puro. Y eso que mis principios no son dignos de ser tenidos en cuenta.
Aquellas palabras tan arrogantes le irritaron.
—Pues la verdad, milord, es que ya he tachado ese punto de la lista.
—¿Cómo? ¿Quién te dio un puro?
—Kevin.
—De todas las tonterías… —Se interrumpió, asombrado—. Lo mataré.
—Eso es lo que dijo él cuando se enteró de que había bebido whisky contigo.
Joe se rió.
—Sí, puedo imaginarlo. Entonces ¿él conoce la existencia de esa ridícula lista?
—La verdad es que no. Mi doncella es la única que sabe que existe. —Ella hizo una pausa antes de agregar—: Y ahora, tú.
—Me pregunto qué dirá tu hermano cuando se entere de que te he herido en el club de esgrima.
Aquellas palabras, tan tranquilas, hicieron que lo mirara fijamente.
—¡No te atreverás! —exclamó, llena de incredulidad.
—Ah, es posible —dijo él, recuperando los guantes del suelo y ofreciéndoselos.
Ella los cogió y los apretó entre los dedos.
—¡No puedes!
—¿Por qué no?
—Piensa… —Se interrumpió, reconsiderando las palabras—. ¡Piensa lo que diría de ti!
Él sonrió mientras se cubría las manos con sus propios guantes.
—Diría que soy un canalla y un libertino. Creo que ya hemos superado esa fase. —Las palabras fueron dichas en un tono que solo acentuó la verdad que encerraban, y a _______ le ardieron las orejas al recordar que le había insultado con ellas en el teatro, unos días antes.
Él continuó presionándola.
—Eso por no mencionar el hecho de que tienes que salir del club sin ser descubierta por un puñado de hombres que se sentirían más que felices de contarle a tu hermano, y a todo el que se les ponga por delante, tu indiscreción. Podrías haberlo logrado a primera hora, emperatriz, pero ahora son casi las cinco. Los pasillos rebosarán actividad y hombres ansiosos por ejercitarse antes de regresar a sus casas para cenar y acudir a los bailes.
________ no había tenido eso en cuenta. Se había centrado tanto en cómo entrar en el club, que no había pensado que salir supusiera un reto todavía mayor. Ahora que él había conseguido que se fijara en el entorno, la joven pudo oír risas y gritos masculinos y conversaciones que mantenían los demás miembros del club mientras pasaban, ajenos a lo que ocurría allí dentro, ante la puerta de aquella sala. Se sintió avergonzada al pensar que cualquiera de ellos habría podido entrar unos minutos antes y encontrarlos en medio de un acto realmente impropio.
—Por supuesto, no me importaría nada mantener el secreto… —Las palabras de Joe la arrancaron de sus pensamientos—, y ayudarte a escapar de los problemas que han surgido. Por un precio, claro está.
________ arqueó las cejas y lo miró con cautela.
—¿Qué precio?
Él le pasó la máscara.
—Protegeré tu reputación hoy si me permites seguir haciéndolo mientras llevas a cabo todo lo que tengas apuntado en esa lista.
Ella se quedó boquiabierta.
—Ah —dijo él sucintamente—, veo que has captado el significado de mis palabras. Sí. Como descubra que has llevado a cabo otro de los puntos de esa lista sin mi escolta, se lo contaré todo a tu hermano.
Ella no fue capaz de decir nada durante un buen rato, superada por las emociones.
—Eso es chantaje.
—Qué palabra más infame. Pero si quieres ponerle un nombre, sí, ese es adecuado. Es evidente que necesitas un acompañante y, por el bien de nuestras familias, yo te ofrezco mis servicios.
—No puedes.
—Me parece que sí que puedo —afirmó él, prosaico—. Ahora, o te pones la máscara y dejas que te ayude a salir de aquí, o te la pones y corres el riesgo tú sola. ¿Qué decides?
Ella le sostuvo la mirada durante largo rato. A pesar de que lo único que quería era dejarlo allí plantado, con aquella presumida expresión en la cara, y buscar la salida por su cuenta, sabía que lo que él proponía era la mejor estrategia a seguir.
Se puso la máscara y se mantuvo en silencio el tiempo que tardó en recogerse todo el pelo bajo la rejilla.
—Parece que no tengo mucha elección —reconoció finalmente, con la voz amortiguada por la careta.
Él esbozó una pecaminosa sonrisa que le hizo sentir un escalofrío de excitación.
—¡Magnífico!
F l ♥ r e n c i a.
F l ♥ r e n c i a.


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Mensaje por chelis Vie 07 Oct 2011, 8:45 pm

aaaaaaaaaaiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii que lindooo maraaatooonnnnn
jejejejeje
y que suerteee
por que me ire de vacaciones por unos dias y no entrareee
jejejeje
asi que siguela porfaaaaa
chelis
chelis


http://www.twitter.com/chelis960

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Mensaje por #Fire Rouge..* Dom 09 Oct 2011, 9:23 pm

me encanto el maraton
quede O.O
me encanto espero que se
este enamorando de ella
:)
#Fire Rouge..*
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Mensaje por Eu^_^ Mar 11 Oct 2011, 8:13 am

Sigueee1 Sigueee
Eu^_^
Eu^_^


http://ellen-shuker.metroblog.com

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Mensaje por Augustinesg Mar 11 Oct 2011, 6:38 pm

Es increible esta novela, ME ENCANTA!!!!!
a, por cierto, soy Agus. Un placer.
Augustinesg
Augustinesg


http://www.twitter.com/AgustineSG

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Mensaje por #Fire Rouge..* Mar 11 Oct 2011, 6:47 pm

ssi
#Fire Rouge..*
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