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Mensaje por #Fire Rouge..* Miér 28 Sep 2011, 4:02 pm

esta genial me encanta :)
#Fire Rouge..*
#Fire Rouge..*


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Nueve reglas que romper para conquistar a un Libertino (Joe & Tú) [TERMINADA] - Página 8 Empty Re: Nueve reglas que romper para conquistar a un Libertino (Joe & Tú) [TERMINADA]

Mensaje por F l ♥ r e n c i a. Miér 28 Sep 2011, 6:48 pm

HOLA CHICAS!
MIL PERDONES POR DEJARLAS TANTO TIEMPO SIN CAPS PERO ÚLTIMAMENTE NO TUVE MUCHAS GANAS DE SUBIR :/
PERO HE VUELTO Y COMO RECOMPENSA POR SUS COMENTARIOS MAÑANA HAY MARATÓN! :)
LAS QUIERO Y GRACIAS POR ESTAR ;)
F l ♥ r e n c i a.
F l ♥ r e n c i a.


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Nueve reglas que romper para conquistar a un Libertino (Joe & Tú) [TERMINADA] - Página 8 Empty Re: Nueve reglas que romper para conquistar a un Libertino (Joe & Tú) [TERMINADA]

Mensaje por Creadora Miér 28 Sep 2011, 6:57 pm

F l ♥️ r e n c i a. escribió:HOLA CHICAS!
MIL PERDONES POR DEJARLAS TANTO TIEMPO SIN CAPS PERO ÚLTIMAMENTE NO TUVE MUCHAS GANAS DE SUBIR :/
PERO HE VUELTO Y COMO RECOMPENSA POR SUS COMENTARIOS MAÑANA HAY MARATÓN! :)
LAS QUIERO Y GRACIAS POR ESTAR ;)

Tranquila! se te entiende(:
MUCHAS GRACIAS POR EL MARATON QUE VIENE!

___________________________________________

The Administration
Creadora
Creadora


https://onlywn.activoforo.com
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Mensaje por chelis Miér 28 Sep 2011, 7:22 pm

aiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii que emociooonnnn hay maratooonn mñn

espero maraton
chelis
chelis


http://www.twitter.com/chelis960

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Mensaje por roxithap Miér 28 Sep 2011, 7:49 pm

Wiiiii maratón espero con ansias :-D
roxithap
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Nueve reglas que romper para conquistar a un Libertino (Joe & Tú) [TERMINADA] - Página 8 Empty Re: Nueve reglas que romper para conquistar a un Libertino (Joe & Tú) [TERMINADA]

Mensaje por #Fire Rouge..* Miér 28 Sep 2011, 11:42 pm

yupii maratoon!
#Fire Rouge..*
#Fire Rouge..*


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Nueve reglas que romper para conquistar a un Libertino (Joe & Tú) [TERMINADA] - Página 8 Empty Re: Nueve reglas que romper para conquistar a un Libertino (Joe & Tú) [TERMINADA]

Mensaje por F l ♥ r e n c i a. Jue 29 Sep 2011, 11:59 am

EDITANDO CAPS PARA LA MARATÓN :D
BIENVENIDAS A LA NOVE Eu^_^, roxithap Y jonatica_smiley :happy:
F l ♥ r e n c i a.
F l ♥ r e n c i a.


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Mensaje por F l ♥ r e n c i a. Jue 29 Sep 2011, 12:53 pm

MARATÓN



Capítulo 9


Varios días después, ________ llegó a Ralston House un poco antes del mediodía, dispuesta a pasar la tarde de compras.
Y si había algo que ________ odiaba, era ir a la modista.
Así que se había buscado refuerzos. Convenció a Mariana para que la acompañara, aprovechándose no solo del antinatural amor que su hermana sentía por las tiendas de Bond Street, sino de la curiosidad que sentía por el misterioso Joe.
—¡Jamás he estado en Ralston House! —susurró Mariana llena de excitación mientras se acercaban a la puerta.
—Es que no es algo que debieses haber hecho —señaló ________ remilgadamente—. Hasta la llegada de la hermana de Joseph, este no era un lugar seguro para las jóvenes solteras.
«Ni para las viejas solteras, pero eso no te impidió visitar al marqués.»
________ ignoró la vocecita de su conciencia y comenzó a subir las escaleras hasta la puerta principal de la casa. Antes de alcanzar el último peldaño, la puerta se abrió de golpe, revelando a una ansiosa Juliana.
—¡Hola! —exclamó, jadeante de excitación.
Detrás de ella estaba Jenkins, que parecía completamente consternado por el hecho de que la joven no hubiera esperado a que abriera la puerta un lacayo y anunciara la llegada de sus invitadas. Abrió la boca y luego la cerró, como si no supiera cómo reprocharle su conducta. ________ contuvo una sonrisa, segura de que el estoico mayordomo no apreciaría en absoluto el humor de la situación.
Mariana, sin embargo, observó la escena y estalló en carcajadas. Aplaudió con regocijo y, tras atravesar el umbral, tomó las manos de Juliana en las suyas.
—Usted debe de ser la señorita Juliana. Yo soy Mariana, la hermana de ________ —se presentó.
Juliana ejecutó una pequeña reverencia, la única que podía sin usar las manos, antes de hablar.
—Lady Mariana, es un placer conocerla —dijo.
Mariana meneó la cabeza con una amplia sonrisa.
—Será mejor que prescindamos del «lady»; llámeme Mariana. ¿No tiene el presentimiento de que acabaremos siendo excelentes amigas?
Juliana respondió a la sonrisa de Mariana con una igual de brillante.
—Entonces debes llamarme Juliana, ¿no crees?
_________ sonrió ampliamente ante la imagen que presentaban, con las cabezas ya inclinadas como si fueran amigas de toda la vida. Detrás, Jenkins miró al techo. No tuvo ninguna duda de que el mayordomo estaba pidiendo que regresaran los días en los que en Ralston House no residía ninguna mujer.
Se apiadó de él y miró a las chicas.
—¿Nos vamos?
Apenas tardaron un momento en subirse al carruaje de la familia Allendale y ponerse en camino hacia Bond Street, donde tenían previsto pasar la mayor parte de la tarde. Por supuesto, llegar hasta allí fue bastante más fácil que desplazarse después entre la aglomeración de vehículos y compradores. Mientras el coche avanzaba lentamente, Juliana apretó la nariz contra el cristal para observar la animada actividad en la calle: el trasiego de aristócratas de una tienda a otra; los lacayos, cargando en los carruajes cajas y paquetes; los caballeros, que inclinaban los sombreros para saludar a las damas en los corrillos… No había nada como Bond Street a principio de temporada. ________ suponía que, con el paso de los meses, Juliana terminaría por encontrar tediosa la experiencia de ir de compras y, francamente, no podía culparla.
Mariana pareció detectar la ansiedad de la otra joven e intentó tranquilizarla.
—Comenzaremos, por supuesto, en madame Hebert —indicó, poniendo su mano sobre la de Juliana mientras se inclinaba hacia ella para añadir con un susurro excitado—: Es francesa y la mejor modista de Londres. Todo el mundo anhela sus creaciones, pero es muy exigente con su clientela. Con sus vestidos ¡serás la sensación de la temporada!
Juliana miró a Mariana con los ojos muy abiertos.
—Si, como dices, es tan exigente, ¿por qué va a aceptarme como cliente? No tengo título.
—¡Oh, estoy segura de que te aceptará! Está diseñando mi ajuar, así que le resultará imposible rechazar a una amiga mía. Y por si eso no fuera suficiente —añadió con suficiencia—, Joe es un marqués más rico que Creso. No se atreverá a negarse.
—¡Mariana! —exclamó ________, escandalizada.
—¡Es cierto! —dijo Mariana, mirando a su hermana con franqueza.
—Aun así, es de mala educación hablar sobre la situación económica del marqués.
—Oh, no seas tonta. Todo el mundo lo hace entre amigos. —Mariana agitó la mano, indolente, y le brindó a Juliana una sonrisa—. Es cierto. Me supongo que habrá equipado allí a varias amantes.
—¡Mariana! —La voz de ________ se convirtió en un chillido. Juliana se rió, y ella la taladró con la mirada, advirtiéndole—. ¡No la alientes!
El carruaje se detuvo, y Mariana se ató el sombrero en un ángulo desenvuelto bajo la barbilla.
—¡Es cierto! —repitió, guiñándole un ojo a Juliana antes de saltar al exterior.
La joven italiana se unió a ella con una risa, y ambas se dirigieron a la tienda de la modista.
Las siguió, divertida. Mari había sido la compañía perfecta para aquella salida —su exuberancia natural era digna rival para la de Juliana— y ________ se sentía orgullosa por haber pensado que se llevarían tan bien. Joe se mostraría encantado al oír que su hermana se había hecho amiga de la futura duquesa de Rivington; no había duda de que tal alianza suavizaría la presentación de Juliana en sociedad. Suponiendo, por supuesto, que nunca descubriera que Mariana estaba más que dispuesta a discutir en público sus asuntos privados —todos, sin exclusión— sin la menor discreción. Solo podía esperar que la propia hermana del marqués tuviera más cuidado con lo que decía.
Desde luego, Mari tenía razón. La mayoría de los aristócratas de Londres mantenían a sus amantes bien vestidas y alojadas en casas elegantes. Joe no era diferente. Ante ese pensamiento, un recuerdo acudió a su mente: Joe, en su alcoba en penumbra aquella primera noche, cuando había comenzado todo, enumerando la lista de posesiones que le había proporcionado a su amante al final de la relación. «Te quedas con la casa, las joyas, los vestidos…» La imagen la dejó fría. No debería sorprenderse, claro está, pero… la punzada de celos que sintió al pensar en que había pagado la ropa de otra mujer fue dolorosa.
«¿Cuántas habría habido antes que esa?»
—¡Lady ________!
Las palabras la sacaron de aquel morboso ensueño y se volvió para ver que el barón de Oxford se acercaba desde la acera de enfrente. Llevaba unos cómodos pantalones de ante y un abrigo azul oscuro sobre un chaleco carmesí, perfectamente conjuntado con las botas… Mostraba una brillantez capaz de rivalizar solo con aquella blanca sonrisa que enseñaba. Oxford seguía la moda al pie de la letra.
«Además de que acaba de llamarme a gritos en medio del centro neurálgico de Londres.»
—¡Lady ________! —repitió él, cruzando la calle para reunirse con ella en las escaleras de acceso al negocio de madame Hebert—. ¡Qué suerte la mía! Estaba pensando en visitarla en Allendale House y ¡me la encuentro aquí!
—En efecto —dijo ________, conteniendo el deseo de preguntarle al barón el motivo para visitarla en Allendale House—. Aquí estoy. —Como Oxford continuó sonriendo sin hablar, añadió—: Hace un día precioso para ir de compras.
—Resulta todavía más hermoso al poder disfrutar de su presencia.
________ arqueó las cejas.
—Oh, bueno. Gracias, milord.
—¿Quizá podría tentarla para que me acompañara a tomar un helado?
«¿Estaría cortejándola?»
—Oh, no es posible… Mi hermana está dentro. —Señaló con la mano la tienda de la modista—. Me está esperando.
—Estoy seguro de que lo entenderá. —Le ofreció el brazo y le guiñó el ojo con una amplia sonrisa.
________ se quedó paralizada. Definitivamente, la estaba cortejando.
Pero ¿por qué?
—¡________! —La joven se giró alarmada hacia Mariana, que había asomado la cabeza por la puerta de la tienda en su busca. Al ver la escena que se desarrollaba ante ella, esbozó una expresión de confusión absoluta y añadió—: Ah, hola, milord.
Oxford se inclinó, realizando una reverencia extravagantemente baja y señalando a la joven con el tacón rojo de su bota.
—Lady Mariana, un placer, como siempre.
________ se llevó la mano enguantada a los labios para ocultar una sonrisa ante tan grotesco gesto.
—Sí, bueno —añadió Mari, curvando los labios—. Espero que no le importe que reclame a mi hermana.
Oxford se incorporó y sonrió.
—De ninguna manera. En realidad este giro de los acontecimientos solo me obliga a visitar a lady ________ en Allendale House.
—Me encantaría, milord —agregó _______ con renuencia, algo que el barón debería haber notado. Aprovechó la ocasión para escapar y se apresuró a acercarse a Mariana, despidiéndose brevemente de Oxford con la mano antes de seguir a su hermana al interior de la tienda.
—¡No me puedo creer que te abordara en plena calle! ¿Qué tiene ese hombre en la cabeza? —preguntó Mari por lo bajo.
—¿Además de dientes? —dijo ________ estallando en carcajadas.
Las dos hermanas todavía se reían cuando se acercaron a Juliana, que ya conversaba con madame Hebert. La modista ya había decidido, como Mariana había predicho, que realizar un guardarropa completo para la hermana del marqués Jonas sería bueno para su negocio.
Pronto estuvieron rodeadas por una bandada de costureras, algunas de las cuales comenzaron a tomarle medidas a la joven mientras las demás comenzaban a desplegar ante ellas rollos de telas de colores y materiales exquisitos. Una jovencita más baja y con gafas estaba sentada en un taburete cercano, tomando nota, cuando Mariana se unió a la conversación.
—Para empezar, necesitará al menos seis vestidos de noche, seis de día, tres trajes de montar, una docena de batas, cinco vestidos de paseo… —hizo una pausa, permitiendo que la ayudante lo apuntara todo—. ¡Oh! Y tres vestidos de baile. No, cuatro. Por supuesto, deberán ser impresionantes —siguió enumerando Mariana, lanzándole una significativa mirada a madame Hebert—. Tiene que conquistar Londres.
_________ sonrió mientras se recreaba en la escena. Definitivamente, Mariana era la compañera perfecta, y Juliana parecía desbordada por completo. Pobrecita.
—¿Me he olvidado de algo? —reflexionó Mariana mirando a ________.
—Chaquetillas ribeteadas de piel, capas, abrigos, chales y todos los complementos necesarios… Y necesitará también ropa interior, por supuesto. Y camisones.
Juliana tomó la palabra por primera vez.
—No creo que sea necesario encargar camisones. Los que tengo son perfectamente aceptables.
—Los necesitas porque tu hermano está deseando pagarlos —señaló Mariana, sin dudar—. ¿Por qué no darle el gusto?
Juliana miró a ________.
—Es demasiado. Solo estaré aquí siete semanas más.
________ meneó la cabeza, notando de inmediato la incomodidad de la joven y compadeciéndose de ella. Apenas hacía unos días que conocía a Joe y estaba a punto de encargar un guardarropa que costaría una fortuna. Se acercó a Juliana y le puso la mano en el brazo.
—Joe quiere hacer esto por ti —le dijo en voz baja para que solo le oyera ella—. Es idea suya. Sé que puede parecerte demasiado extravagante, pero… —Sostuvo la transparente mirada preocupada de la joven—, déjale jugar a ser el hermano mayor por hoy.
Juliana se lo pensó un momento y luego asintió con la cabeza.
—Bene. Sin embargo, me gustaría que los vestidos se adaptaran a un estilo más… italiano.
—¿Cree que transformaría a un salvaje lirio italiano en una rosa inglesa? —se mofó madame Hebert, que las escuchó por casualidad—. Se presentará ante la sociedad como una rutilante estrella italiana.
________ no pudo evitar reírse entre dientes.
—¡Estupendo! ¿Elegimos las telas?
Las palabras hicieron que la bandada de mujeres las envolviera en un pequeño remolino, desenrollando metros de muselinas y rasos, finos algodones de la India y crepés, terciopelos y gros de Naples con todos los patrones y colores imaginables.
—¿Cuáles te gustan más? —le preguntó ________.
Juliana se concentró en el montón de telas con una aturdida sonrisa. Mariana se acercó y enlazó su brazo con el de ella.
—Me encanta ese crepé morado —confesó, inclinándose hacia ella—. Quedaría fantástico con tu pelo. —Miró a _______ y añadió—: ¿Qué opinas?
_________ señaló con la cabeza un raso verde.
—Si no encargas un vestido de noche con ese raso, me desilusionarás —aseguró.
Juliana se rió.
—Bueno, entonces tendré que hacerlo. A mí me gusta esa muselina rosa.
Madame Hebert alzó el rollo y se lo tendió a la costurera.
—Excelente elección, signorina. ¿Puedo sugerirle también ese raso dorado? Para la noche, por supuesto.
Mariana apretó el brazo de Juliana.
—Es entretenido, ¿verdad? —dijo con una brillante sonrisa, haciendo que a Juliana le diera un ataque de risa. La hermana de Joe se sumergió en el proceso con rapidez y, durante una hora, estuvo seleccionando colores y telas para todos los vestidos. A las hermanas les sirvieron un té. Mientras discutían sobre dobladillos y cinturillas, ________ se encontró manoseando un etéreo raso azul que había captado su atención desde que entró en la tienda. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió tentada por la idea de hacerse un vestido.
—Esa tela le atrae, ¿no? —Las palabras con marcado acento francés de la modista sacaron a ________ de su ensimismamiento—. Es ideal para un vestido de noche. Para su próximo baile. Este raso está hecho para bailar el vals.
—¡Es precioso! —Mariana se acercó a su lado mientras hablaba la modista.
—¡En efecto! ¡Tienes que hacerte un vestido con él! —añadió Juliana.
________ sonrió y negó con la cabeza.
—Gracias, pero no necesito un vestido así.
Madame Hebert arqueó las cejas sorprendida.
—¿No asiste a los bailes?
—Oh, claro que sí. —________ se forzó a decir las palabras—. Pero no bailo.
—Quizá es que no lleva el vestido adecuado, milady. Le aseguro que… si diseñara un vestido para usted con esa tela, bailaría. —Extendió la tela encima de la mesa y formó unos pliegues con el material. Dio un paso atrás y permitió que ________ echara un vistazo a su trabajo, un ejemplo de cómo podría quedar en un vestido. Era una preciosidad.
—Usted debería lucir el cuello, así como la cintura. Se esconde detrás de tantas cenefas y volantes… como tantas inglesas. —Madame Hebert soltó las palabras como si hablara de algo odioso—. Usted necesita un vestido con estilo francés. ¡Los franceses disfrutan de las formas femeninas!
________ se ruborizó ante el atrevido discurso de la mujer, tentada en cambio por sus palabras.
—Bien, de acuerdo —se rindió finalmente, sosteniendo la mirada de la francesa.
Mariana y Juliana exclamaron con deleite.
Madame Hebert asintió con la cabeza de manera profesional.
—Valerie —llamó a una de sus ayudantes—, toma las medidas de lady ________. Le haremos un vestido con este raso azul. También necesitará una capa.
—Oh, no creo…
La modista ni siquiera la miró, siguió hablando como si no hubiera abierto la boca.
—Con el raso azul medianoche. Le pondremos ribetes de chinchilla. Aparta este raso. Esta tela está reservada para esta dama.
Ante aquellas palabras, las ayudantes emitieron unas risillas.
_________ miró a Mariana sin entender nada.
—Madame Hebert solo aparta una tela cuando hace un vestido ella misma —le susurró su hermana—. ¡________! ¡Qué emocionante!
________ tragó saliva. ¿En qué lío se había metido ahora?
Madame Hebert se volvió hacia ________.
—Se lo entregaré dentro de tres semanas.
Ella asintió con la cabeza.
—¿Y los de Juliana?
—De inmediato. Se los enviaré en cuanto estén acabados.
—Necesitará que el vestido dorado esté listo el miércoles —intervino Mariana—, para asistir a la ópera.
Juliana, que estaba acariciando una muselina lavanda que debería usarse para uno de los vestidos de diario, se mostró sorprendida.
—Tiene que asistir a la ópera el miércoles, ________ —repitió Mariana, luego se volvió hacia Juliana—. Te sentarás en nuestro palco, por supuesto.
Mariana tenía razón, en efecto. El miércoles comenzaba la temporada en el Theatre Royal y se trataba del acontecimiento perfecto para introducir a Juliana en sociedad. Sería una manera muy delicada de conseguirlo, pues solo tendría que relacionarse con la aristocracia antes y después de la ópera, y durante el intermedio.
_________ asintió con la cabeza.
—El miércoles será perfecto.
La modista, que había asistido en silencio a la conversación, intervino de pronto:
—Hoy es lunes, milady. Puedo tener terminado el vestido el miércoles, pero solo si mis chicas trabajan por la noche. —El significado estaba claro.
________ sonrió. Joe había sido taxativo, el dinero no era problema.
—Juliana es hermana del marqués Joseph Jonas. Estoy segura de que no le importará el coste.
Madame Hebert no le dio más vueltas al asunto y les ordenó a dos de sus chicas que se pusieran de inmediato manos a la obra.
F l ♥ r e n c i a.
F l ♥ r e n c i a.


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Nueve reglas que romper para conquistar a un Libertino (Joe & Tú) [TERMINADA] - Página 8 Empty Re: Nueve reglas que romper para conquistar a un Libertino (Joe & Tú) [TERMINADA]

Mensaje por F l ♥ r e n c i a. Jue 29 Sep 2011, 12:55 pm

Continuación del capitulo 9

Una vez fuera, las tres jóvenes comenzaron a recorrer las tiendas que inundaban Bond Street y sus alrededores. Tras visitar a la sombrerera, se introdujeron en una angosta callejuela y Juliana se detuvo ante el escaparate de una librería.
—¿Les importaría que entráramos? —preguntó a sus compañeras—. Me gustaría comprar un regalo para mis hermanos. Quiero agradecerles su bondad.
—¡Qué maravillosa idea! —Siempre dispuesta a entrar en las librerías, ________ abrió la puerta con una amplia sonrisa, indicándole a Juliana que pasara delante.
El tintineo de una campanilla indicó la llegada de las mujeres y advirtió al propietario de su presencia. Se acercó a ellas con una educada inclinación de cabeza y ________ y Mariana se aproximaron para informarse sobre las últimas novelas, dejando privacidad para que Juliana eligiera el regalo correcto para sus hermanos.
La joven jamás había reparado en lo difícil que resultaría elegir el presente perfecto para Joe y Nick; debía ser algo personal y con cierto significado, puesto que sería el primer regalo que recibirían de su nueva e inesperada hermana.
Tras un cuarto de hora de búsqueda, Juliana había seleccionado un libro con ilustraciones de Pompeya para Nick, esperando que satisficiera sus intereses por el mundo antiguo.
Joe, sin embargo, resultaba todo un reto. Sabía muy poco de él, salvo las largas horas que pasaba tocando el piano hasta altas horas de la noche. Se movió por la tienda pasando los dedos por los lomos de los grandes volúmenes encuadernados en piel, preguntándose cuál sería la elección adecuada para su hermano mayor.
Finalmente se detuvo ante un ejemplar de edición alemana sobre Mozart, y se mordisqueó el labio inferior mientras consideraba aquella opción.
—Si está buscando una biografía sobre Mozart, no encontrará ninguna mejor que esta. Niemetschek conoció al maestro en persona.
Juliana se volvió hacia la voz.
A solo unos centímetros de ella, estaba el hombre más apuesto que hubiera visto nunca.
Era alto, de espaldas anchas y ojos del color de la miel calentada por el sol. La luz del atardecer que entraba a raudales por la vidriera del escaparate arrancaba brillos dorados a sus rizos y subrayaba las líneas perfectas de su nariz y mandíbula.
—Er… —Se interrumpió, intentando recordar a toda prisa qué indicaban las normas de conducta en tales situaciones. _______ y ella no habían llegado a discutir cuál sería la manera de actuar cuando se viera abordada por un ángel con conocimientos sobre biografías de músicos. No debería ser impropio agradecérselo, ¿verdad?—. Muchas gracias.
—Un placer. Espero que disfrute de él.
—Oh, no es para mí. Es un regalo para mi hermano.
—Ah, pues espero que él lo aprecie. —Hizo una pausa y se miraron a los ojos durante un buen rato.
Juliana se puso nerviosa ante ese silencio y se vio obligada a romperlo.
—Lo siento, señor. No estoy segura de que sea correcto que conversemos sin que nos hayan presentado.
Él esbozó una sonrisa que hizo que ella sintiera un cálido escalofrío.
—¿No está segura?
—Estoy casi segura. Acabo de llegar a Londres y todavía no conozco bien el protocolo, pero me parece recordar que deberíamos haber sido presentados —dijo con un brillo en sus ojos oscuros.
—Es una lástima. ¿Qué cree que ocurriría si nos descubrieran hablando de libros en un lugar público?
El tono de su voz le arrancó una risita.
—Nunca se sabe. Quizá nos tragara la tierra por realizar una actividad tan arriesgada.
—Bueno, odiaría poner a una dama en tal peligro. Por lo tanto, me marcho. Espero que algún día nos presenten adecuadamente.
Durante un fugaz momento, Juliana consideró llamar a _______ o a Mariana para que los presentaran, pero estaba segura de que no sería correcto.
—Lo mismo espero —se limitó a decir con los ojos clavados en aquel hombre dorado.
Él le hizo una reverencia y se alejó; la única señal de que había estado allí fue el leve tintineo de la campanilla sobre la puerta de la librería, anunciando su marcha.
Incapaz de contenerse, la joven se aproximó a la ventana, observando cómo él se alejaba a grandes zancadas.
—¿Juliana? —dijo _______ a su lado—. ¿Has elegido ya los libros?
La joven se volvió hacia ella y asintió con la cabeza.
—Sí. ¿Crees que a Joe le gustará una biografía de Mozart?
________ consideró el título.
—Creo que es una buena elección.
—Dime —suspiró profundamente—, ¿conoces a ese hombre?
Mari siguió la dirección de la mirada de Juliana y observó la alta figura de pelo dorado que se alejaba de la librería con rapidez.
—¿Por qué? —preguntó, volviéndose hacia Juliana mientras fruncía la nariz.
—Por nada en especial —se evadió la joven—, me resulta familiar.
Mari negó con la cabeza.
—Dudo que lo conozcas. No me lo puedo imaginar dignándose a visitar Italia ni, mucho menos, hablando con un italiano.
—Mari… —la advirtió ________.
—Pero ¿quién es? —insistió Juliana.
_______ hizo un gesto despectivo con la mano y se dirigió al mostrador.
—Es el duque de Leighton.
—¿Es duque? —preguntó Juliana, sorprendida.
—Sí. —Mari asintió con la cabeza, guiando a su amiga hacia el frente de la tienda—. Y uno de los más horribles. Considera que no debe dirigirle la palabra a nadie con un título inferior al suyo. Con lo cual no creo que hable mucho.
—¡Mariana! ¿Qué te he dicho sobre cotillear en público?
—Oh, vamos, ________. Admite que tú tampoco puedes soportar a Leighton.
—Bueno, claro que no —murmuró ________—. Ni yo ni nadie. Pero no me dedico a anunciar mi aversión en una librería.
Juliana consideró aquella conversación. No le había parecido un hombre desagradable. Pero claro, él no sabía quién era ella. Quizá si supiera que era hija de un comerciante…
—¿Hay muchos como él? ¿Muchos que me descartarán de inmediato solo por las circunstancias de mi nacimiento?
Mariana y ________ intercambiaron una breve mirada ante esa pregunta antes de agitar la mano en el aire.
—Si lo hacen, no valen la pena —aseguró _______—. No te preocupes, habrá muchos que te adorarán.
—En efecto —añadió Mari con una sonrisa—. Y no te olvides de que pronto seré duquesa. Y entonces, ¡que los cuelguen!
—No me gustaría que se murieran —dijo Juliana con inquietud.
Las dos hermanas parecieron confundidas durante un breve momento antes de que ________ comenzara a reírse, entendiendo que Mariana había tomado aquellas palabras literalmente.
—Es una expresión, Juliana. No ahorcarán a nadie. Mariana solo quiere decir que entonces no le importarán.
La joven comprendió.
—¡Ah! Capisco. ¡Entiendo! Sí, ¡que los cuelguen!
Las tres comenzaron a reírse por lo bajo y Juliana pagó los regalos de sus hermanos. Después de que un lacayo se hiciera cargo de llevar los paquetes envueltos al carruaje, se volvió con una brillante sonrisa hacia sus amigas.
—¿Adónde vamos ahora?
Mariana sonrió ampliamente.
—A la tienda de guantes, por supuesto. Una dama que se precie no puede asistir a la ópera sin estrenar guantes, ¿verdad?
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Nueve reglas que romper para conquistar a un Libertino (Joe & Tú) [TERMINADA] - Página 8 Empty Re: Nueve reglas que romper para conquistar a un Libertino (Joe & Tú) [TERMINADA]

Mensaje por F l ♥ r e n c i a. Jue 29 Sep 2011, 12:56 pm

Capítulo 10


________ estaba de pie en el umbral del palco Rivington, en el Theatre Royal, incapaz de contener una sonrisa de satisfacción al mirar al público del teatro y notar los numerosos gemelos de ópera que apuntaban a la señorita Juliana Fiori.
Si el grado de atención que suscitaba era una indicación, tuviera título o no, fuera hija de una marquesa descarriada o no, Juliana sería una debutante digna de ser tenida en cuenta.
La ópera todavía no había comenzado y el palco ya estaba atestado de visitantes, pilares de la sociedad que se acercaban, evidentemente, a saludar a la duquesa viuda y, cómo no, a conocer a la joven y hermosa Juliana. En el caso de los caballeros más jóvenes, la razón de la visita era todavía más clara, pues todos se afanaban por ser presentados lo antes posible a la muchacha.
La velada no podría haber estado mejor planificada, y ________ era la responsable de aquel éxito.
Juliana había llegado al estreno en el carruaje Allendale y, para deleite de ________, se había apeado con gracia y aplomo, como si exhibirse para ser juzgada por la aristocracia londinense fuera la cosa más natural del mundo. Una vez dentro del teatro, Juliana se había quitado la capa para revelar un sensacional vestido de raso, que había sido entregado esa misma mañana en Ralston House; madame Hebert se había superado a sí misma y había realizado pequeños bordados con hilos de oro que serían la envidia de todas las mujeres.
Entonces había sido escoltada —en la noche más importante de la temporada teatral de Londres— al palco personal del duque de Rivington, donde fue recibida como invitada personal por la duquesa viuda, la futura duquesa y el propio duque. Esa noche el palco Allendale estaría vacío; el conde, la condesa viuda y ________ presenciarían la función en el palco Rivington, demostrando a todo el mundo que Juliana era aceptada por dos de las familias más poderosas de Gran Bretaña.
Y, por si eso no fuera suficiente, habían llegado un poco después Joe y Nick, proporcionándoles a las madres en busca de maridos para sus hijas aún más tema de conversación. Era muy raro ver a los elusivos hermanos en acontecimientos tan sociales como ese, y todavía más raro verlos juntos. ________ se fijó en ellos, uno junto al otro y de pie, como centinelas, unos metros por detrás de su hermana, completamente intimidatorios e idénticos en su altura y atractivo.
A _______ se le aceleró el pulso mientras estudiaba a Joe. Estaba impecable; había prescindido de aquellos chalecos brillantes que tanto apreciaban los dandis en favor de unos pantalones y una chaqueta negros hechos a medida con el clásico chaleco blanco. Llevaba la corbata almidonada de manera intachable y las botas relucientes, como si hubiera seguido una ruta mágica que no incluía las calles enlodadas de Londres. Estaba perfecto. Es decir, hasta que se notaba la tensión en la postura de sus hombros, en los puños apretados y el músculo que le palpitaba en la mandíbula mientras observaba cómo su hermana navegaba a través del intricado mar de la escena social londinense. Era evidente que estaba preparado para presentar batalla a quien se interpusiera en la aceptación de su hermana.
Como si presintiera su atención, Joe giró la cabeza hacia ella. ________ contuvo el aliento cuando sus miradas se encontraron, atrapada por aquellos brillantes ojos miel, tan agudos e insondables. Él la saludó con un imperceptible gesto de cabeza. Ella comprendió el significado: «gracias».
Le correspondió de la misma manera.
Sin confiar en sí misma para ocultar sus emociones, volvió a mirar distraídamente hacia la multitud que llenaba el teatro, impaciente porque empezara la ópera y pudiera distraerse de su presencia en el palco.
La función debería haber comenzado media hora antes pero, por desgracia, la sociedad rara vez asistía al Theatre Royal a escuchar ópera… y pocas veces en la noche del estreno de la temporada. No, la aristocracia asistía a la ópera para ver y ser vista, y los dueños del negocio sabían muy bien cómo contentar a sus clientes.
________ se volvió para mirar a Juliana, observando con orgullo cómo hablaba con la duquesa viuda y le hacía reír delante de todo el mundo. Perfecto.
—Parece muy orgullosa de sí misma.
Una corriente de excitación la atravesó al oír aquella voz ronca y divertida cerca de su oído. Deseando mostrar una apariencia de tranquilidad, buscó los ojos de Joe.
—En efecto, milord. Lo estoy. Su hermana está desenvolviéndose muy bien, ¿no cree?
—Sí. La velada no podría resultar más perfecta.
—Fue idea de Mariana acudir al palco Rivington —señaló _______—. Nuestras hermanas parecen haber congeniado con rapidez.
—Supongo que es debido, en gran parte, a su intervención. —________ inclinó la cabeza en silenciosa aceptación—. Ha actuado con mucha inteligencia.
Contuvo el extraño deseo de jactarse ante aquella alabanza cuando sonó el timbre del teatro, señalando el comienzo de la función. En aquel preciso instante, desaparecieron los visitantes y Joe le ofreció el brazo.
—¿Puedo acompañarla a su silla, lady ________?
_________ apoyó la mano en el antebrazo, aceptando su escolta, mientras trataba de ignorar la ardiente conciencia que la atravesó como un relámpago cuando lo tocó. Era la primera vez que se veían desde el encuentro en la taberna. En el carruaje. La primera vez que se tocaban desde que estuvo entre sus brazos.
Una vez que ella se hubo sentado al lado de Kevin, Joe reclamó el asiento al otro lado, abrumándole los sentidos con su cercanía. Se vio envuelta por su aroma, una combinación de madera de sándalo y limón y algo muy masculino. Contuvo la tentación de inclinarse hacia él e inhalar profundamente. Eso era algo que, sin duda, no debía hacer.
—¿Le gusta la ópera, milord? —Inició una conversación con la esperanza de distraerse de su proximidad.
—No particularmente. —Las palabras rebosaban indiferencia.
—Me sorprende oír eso —dijo ella—. Me dio la impresión de que disfrutaba de la música. Después de todo, tiene un piano… —Se interrumpió bruscamente, y miró a su alrededor con rapidez para determinar si alguien estaba escuchando su conversación. Era evidente que no podía hablar de su piano ante una tercera persona.
Él arqueó una ceja ante sus declaraciones.
—Sí lo tengo, lady ________ —afirmó Joe con sequedad.
Aquel hombre se estaba burlando de ella. No pensaba seguirle el juego.
—Bueno, por supuesto casi todo el mundo tiene un piano. —Continuó ________, negándose a mirarlo y farfullando—: He oído que la función de esta noche no tiene igual. El barbero de Sevilla es una ópera preciosa. Me gusta mucho Rossini. Y me han dicho que la cantante que interpreta a Rosina posee un brillante talento. No recuerdo su nombre… la señorita… —Se calló, segura de que la conversación había tomado unos derroteros más seguros.
—Kritikos. Nastasia Kritikos —le informó.
Las palabras retumbaron en su mente. «Nastasia.» Comprendió de golpe.
«No habría querido que esto resultara más difícil de lo que ya es, Nastasia…»
¡Ay, Dios bendito! Aquella cantante de ópera era su amante. Lo miró, sosteniendo aquella mirada fría e ilegible.
—Oh… —susurró ella, incapaz de pronunciar una sílaba.
Él guardó silencio.
«¿Qué esperas que haga? ¿Que anuncie a todo el mundo que la cantante es su amante? ¿La misma amante con la que te confundió la noche que irrumpiste con tanta delicadeza en su dormitorio?»
No, decidió que lo mejor sería no seguir esa conversación. Con las mejillas ardiendo, se inclinó hacia delante en su silla y miró por la barandilla, preguntándose si sobreviviría si intentaba escapar por allí. «Probablemente no», pensó con un suspiro. Se volvió hacia él, sosteniéndole la mirada que ahora rezumaba diversión. ¡Estaba disfrutando al verla tan avergonzada!
—Creo que está demasiado alto para saltar —le dijo él con aire conspirador.
«¡Qué hombre más irritante!»
Afortunadamente se salvó de tener que responder al abrirse el telón. Centró su atención en el escenario, diciéndose a sí misma que tenía que dejar de pensar en Joe.
Por supuesto, le resultó imposible; en particular cuando comenzó la representación y apareció Nastasia Kritikos. La cantante griega interpretaba a Rosina, la hermosa mujer que se ve envuelta en un complot de identidades equivocadas y amores a primera vista. Sin duda era la elección perfecta para el papel, una belleza sin parangón con un busto muy generoso. ________ no podía dejar de imaginar a aquella encantadora mujer entre los brazos de Joe, de ver las morenas manos del marqués sobre la piel pálida y perfecta, ni de contener la cruel envidia que ardía en su interior al comparar los notables atributos de la actriz con los suyos.
Como si la increíble belleza de la cantante no fuera suficiente, parecía que además tenía la más magnífica voz que hubiera honrado nunca aquel escenario.
No existía un hombre capaz de resistirse a ese modelo de feminidad por excelencia.
La situación del palco Rivington era tal que los que se sentaban en él podían apreciar a la perfección todas las partes del recinto y, en varias ocasiones, ________ tuvo la certeza de que Nastasia Kritikos tenía la vista clavada en Joe, como si esperara que él correspondiera a su atención. ¿Sería posible que continuaran su romance? ________ cerró los ojos ante ese pensamiento, solo para abrirlos y echar una furtiva mirada de reojo al marqués. Tuvo que reconocer su discreción; parecía totalmente concentrado en la función.
Sin embargo, cuando comenzó el aria de Nastasia en el primer acto, él —al igual que el resto de la audiencia— pareció quedarse arrobado. _______ no pudo evitar notar con ironía la letra de la canción: «¡Sí, Lindoro mío será! ¡Lo he jurado! ¡Y me saldré con la mía! ¡Pero si me tocan en mi punto débil seré una víbora, lo seré! Y de cien trampas me serviré antes de ceder.»
—Sí, ya me imagino lo víbora que puede llegar a ser —masculló ________ por lo bajo mientras terminaba el aria y todo el teatro se ponía en pie para aplaudir y gritar «¡Brava! ¡Bravísima!».
Decidido. No volvería a disfrutar de la ópera.
Cuando terminó el primer acto y cayó el telón, señalando el intermedio de la función, ________ suspiró, deseando estar en cualquier otro lugar y preguntándose si sería muy difícil desaparecer de allí para no tener que sufrir la tortura del segundo acto.
Juliana se rió detrás de ella y ________ supo que no podría irse. Había prometido que la hermana de Joe sería todo un éxito y pensaba conseguirlo.
Tras prepararse psicológicamente, se puso en pie. Ansiosa por buscar una conversación que no involucrara a Joe, casi chocó con el barón de Oxford, que apareció en el palco justo al terminar el primer acto.
Perfectamente arreglado, el atractivo dandi ofreció a los presentes una de aquellas sonrisas, marca de la casa, antes de clavar la mirada en ________. Cuando se acercó a ella, la joven notó que la chaqueta verde botella ofrecía un preciso contraste con el chaleco de raso color berenjena. Observó de inmediato que sus tacones y el mango del bastón hacían juego de nuevo con el chaleco y se preguntó si tendría botas y bastones de todos los colores. La idea le resultó tan ridícula que no pudo evitar curvar los labios.
—Milord —dijo, ocultando la expresión de su cara tras una reverencia medida cuando él se agachó sobre su mano—. Es un placer verle.
—Al contrario, el placer es solo mío —susurró las palabras demasiado cerca, y su aliento hizo arder las mejillas de ________, que retrocedió un paso. Él continuó como si nada—: Me he tomado la libertad de pedir champán. —Oxford hizo una seña, indicando al lacayo que sostenía una bandeja con copas llenas del líquido espumoso—. Para usted y… para todos los demás.
________ ladeó la cabeza ante aquellas palabras. Sin duda alguna no comprendía tanto interés.
—Gracias, milord. —Observó que el lacayo circulaba con la bandeja sin saber muy bien cómo proceder—. ¿Está disfrutando de la función?
—En efecto. Me ha gustado particularmente la actuación de la señorita Kritikos, es impresionante —comentó Oxford con aquella amplia sonrisa que ________ comenzaba a encontrar desagradable. Él tomó una copa de champán y se la ofreció. Cuando ella la cogió, el barón le pasó un dedo por el dorso de la mano y se inclinó hacia ella para decirle en un tono profundo y halagador—. Por supuesto, también estoy disfrutando inmensamente del intermedio.
En esta ocasión ________ tuvo la certeza de que estaba ebrio. Tenía que ser eso. ________ apartó la mano de aquel roce impropio y consideró darle al barón un buen escarmiento. De hecho, aquello era lo que debía hacer, pero no podía negar que sentía un cierto placer al disfrutar de un poco de atención, sobre todo si pensaba en toda la que le estaba otorgando la sociedad a la amante de Joe. Le lanzó al marqués una mirada de reojo y vio que conversaba con su hermano. Él la pescó observándolo y le sostuvo la mirada, levantando la copa en un brindis silencioso. Ella giró bruscamente la cabeza hacia Oxford y le ofreció una brillante sonrisa.
—Yo también disfruto mucho del intermedio, milord.
—Excelente. —El barón dio un largo sorbo a su copa antes de añadir con la voz un poco pastosa—. ¿Le gusta el arte?
—Er… bueno —respondió ________ un tanto sorprendida por la pregunta—. Sí, milord.
Oxford cambió la copa vacía por otra llena.
—Me gustaría invitarla a acompañarme a la exposición de la Royal Art la semana que viene.
A pesar del intenso deseo de cuestionarse las razones del barón, ________ se dio cuenta de que no había manera de librarse de esa invitación.
—Será un placer, milord —se limitó a decir.
—¿Qué es lo que sería un placer? —Aquellas palabras arrastradas indicaron la llegada de Joe. ________ se negó a picar el anzuelo.
Oxford, sin embargo, pareció más que ansioso por compartir su conversación con el marqués.
—Lady ________ me acompañará a la exposición de la Royal Art la semana que viene —dijo. ________ no pudo evitar percibir la nota de jactancia en su tono.
—¿De veras? —inquirió Joe.
«No tenía por qué sonar tan incrédulo.»
—En efecto, milord. Estoy ansiosa por ver la exposición de este año. —Puso la mano en la manga de Oxford—. Me alegro de poder ir acompañada.
—El placer será todo mío —aseguró Oxford, sin apartar la mirada de Joe.
Antes de que ________ pudiera notar aquel extraño énfasis, sonó el timbre que señalaba el final del intermedio. Oxford se marchó, no sin antes inclinarse sobre la mano de la joven.
—Buenas noches, milady —se despidió—. Esperaré con ansia a que llegue la semana próxima.
—Y yo, barón —replicó ella con una pequeña reverencia.
Entonces, él se volvió hacia Joe con una amplia sonrisa.
—Buenas noches, viejo amigo.
Joe no le respondió, pero se quedó mirándolo fijamente. Oxford sonrió e hizo un gesto con el bastón antes de salir.
—No tenía por qué ser tan rudo con él —siseó ________ mientras observaba cómo se alejaba.
—Parece que tiene la cara llena de dientes —dijo él, con aire de suficiencia.
Ignorando el hecho de que ella había dicho casi exactamente lo mismo solo unos días antes, ________ le dio la espalda y se sentó. Cuando Joe ocupó su asiento junto a ella, ni siquiera lo miró, clavando la vista en el escenario y deseando que se levantara el telón de una vez.
Por el rabillo del ojo observó la llegada de un lacayo con una bandeja de plata en la que había una nota. Joe tomó el sobre e inclinó la cabeza en agradecimiento al mensajero. Giró el papel sellado en la mano y deslizó el dedo bajo el lacre para abrirlo.
________ no pudo evitar leer el mensaje al mismo tiempo que él. Era una nota corta que solo fue visible un instante antes de que él la doblase de nuevo. Pero ella entendió perfectamente el mensaje y su significado.

Ven.
N.


Joe y Nastasia seguían siendo amantes.
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Mensaje por F l ♥ r e n c i a. Jue 29 Sep 2011, 12:58 pm

Continuación del capítulo 10

________ contuvo una exclamación y giró la cabeza, fingiendo estar concentrada por completo en la función que acababa de reanudarse.
Por dentro todo se tambaleaba. No debería estar sorprendida, por supuesto. No debería pensar en la otra noche, en la del baile de compromiso de Mari, ni en el abrazo en el carruaje. No debería preguntarse por qué, si mantenía una relación con Nastasia, se le había ocurrido besarla.
Pero, lógicamente, se lo preguntó.
¿Y qué ocurría con su hermana? No era posible que aceptara la invitación. No esa noche entre todas las noches. ¡Era la primera salida de Juliana a un acto social!
La tristeza y el ultraje lucharon en su interior durante las dos primeras escenas del segundo acto. Cuando al principio de la tercera escena él se puso en pie y salió bruscamente del palco, ganó el ultraje.
No. No le permitiría arruinar el triunfo de su hermana. No después de todo lo que ella había hecho para asegurar que fuera un éxito. Eso sin mencionar a los demás, que también habían puesto su granito de arena para apoyar a la joven.
¿Cómo se atrevía a arriesgarlo todo? ¿Y por qué?
La cólera fue en aumento. Irguió los hombros. Alguien tenía que pensar en Juliana.
Se volvió hacia Kevin.
—El champán se me ha subido a la cabeza —susurró—. Voy a sentarme un rato en el salón de damas.
Su hermano se inclinó hacia delante, notando la ausencia de Joe.
—Nada de aventuras, ________ —susurró, mirándola a los ojos.
Ella forzó una sonrisa.
—Nada de aventuras.
Y salió del palco.
Apuró el paso por los largos pasillos débilmente iluminados del teatro, la cabeza le daba vueltas y no dejaba de preguntarse si encontraría a Joe antes de que este desbaratase las probabilidades de éxito de Juliana. ________ apostaría hasta la propia Allendale House a que en el pasado se había reunido más de una vez con su amante en ese mismo lugar. Lo más probable es que se conociera al dedillo el camino al camerino de la señorita Kritikos. No pudo contener la exclamación de repugnancia que acompañó a ese pensamiento.
Dobló la esquina del corredor superior y vio a Joe al fondo, dirigiéndose hacia la inmensa escalinata. ________ echó un vistazo a su alrededor y observó que no se veía un alma, por lo que no pudo resistirse a llamarlo a voces.
—¡Joe! ¡Alto!
Él se quedó paralizado en el escalón superior y miró con incredulidad hacia el corredor, donde ella se apresuraba para alcanzarlo. Una vez que la vio, la palpable incredulidad se convirtió en furia, y se giró sobre sí mismo para enfrentarse a ella.
Antes de que ella tuviera la posibilidad de hablar, él la cogió del brazo y la arrastró a un pasillo oscuro.
—¿Se ha vuelto loca? —le susurró en tono colérico.
Jadeando por el esfuerzo y la irritación, ella se zafó de su agarre.
—¡Yo podría preguntarle lo mismo! —respondió.
Él ignoró sus palabras.
—¿Qué demonios hace aquí fuera? Si la descubren…
—Oh, por favor —le interrumpió—. Es un lugar público. ¿Qué cree que me ocurriría si me descubrieran? Alguien me señalaría la dirección al salón de damas, y listo. Pero ¿y si lo descubren a usted?
Él la miró como si se hubiera vuelto loca.
—¿De qué demonios habla?
—Usted no es lo que se dice discreto, lord Joseph —escupió su nombre—. Para ser alguien que se preocupa tanto por la reputación de su hermana, debería tener más cuidado. —Le clavó el dedo enguantado en el hombro—. ¡He leído la nota! Sé que va a encontrarse con su… su…
—¿Mi…? —la presionó.
—¡Su… amante! —con cada sílaba le clavó el dedo con más fuerza.
Él le cogió el dedo al llegar al final de la palabra y se lo apartó. Sus ojos brillaron de una manera peligrosa.
—¿Se atreve a reprenderme? ¿Está cuestionando mi comportamiento? ¿Quién se cree que es?
—Soy la mujer que eligió para guiar a su hermana en la sociedad. Y no le permitiré que arruine sus posibilidades por una noche de…
—¿No me permitirá qué? ¿No era usted la que coqueteaba desvergonzadamente con un dandi borracho ante los ojos de todo el que quisiera mirar?
________ se quedó boquiabierta.
—¡Yo no he hecho tal cosa!
—Pues eso es lo que parecía, milady.
—¡Cómo se atreve! —exclamó ella, furiosa—. ¡Cómo se atreve a decirme que coqueteo desvergonzadamente! ¡Yo no me he dedicado a hacerle ojitos a una actriz mientras actuaba!
—Ya basta —dijo él en voz muy baja.
—¡No! ¡Ni se le ocurra! —continuó _______, incapaz ya de controlarse. Las esclusas se habían abierto—. ¡No soy yo la que acude corriendo para reunirse con su amante… pintarrajeada… mientras su hermana se enfrenta al reto más difícil de su vida! ¿Se hace una idea de lo que dirán si le descubren? ¡Bestia insensible! —La última palabra fue un chillido.
Él entornó los ojos y su cara pareció convertirse en piedra. Cerró los puños con fuerza y, cuando habló, su tono dejaba traslucir que controlaba su temperamento solo a duras penas.
—Si ha terminado, lady ________, creo que esta conversación ha llegado a su fin. Y además, ya no requiero su ayuda con mi hermana.
—¿Perdón? —________ estaba escandalizada.
—En realidad es muy sencillo. No quiero que esté cerca de usted. Es un riesgo demasiado grande.
Ella abrió los ojos como platos, totalmente conmocionada.
—¿Yo? ¿Yo un riesgo? —respondió, con la voz temblorosa por la furia—. Oh, claro que ayudaré a su hermana, milord. No pienso dejar que arruine sus posibilidades. Y, además —sostuvo el dedo ante la nariz de Joe—, no pienso permitir que un notorio libertino me diga lo que debo hacer.
Entonces él perdió la calma. Capturó la mano de ________, con el dedo que había agitado ante sus narices incluido, dentro de la suya y la usó para atraerla contra su cuerpo.
—Si me van a acusar de algo, bien puedo disfrutarlo. —Y, dicho eso, la besó.
Ella luchó contra él, retorciéndose bajo el impacto del beso, pero no importaba en qué dirección se moviera, siempre se topaba con su cuerpo, lleno de músculos firmes y poderosos, o su boca, dura e inquebrantable. Le golpeó los hombros con los puños antes de que él la tomara por la cintura con las dos manos y la alzara del suelo, sin dejarle otra opción que aferrarse a él cuando la presionó contra la pared. ________ se quedó sin respiración ante aquel sorprendente y repentino ataque, y él aprovechó la oportunidad para capturar su boca, ahuecarle la cabeza con ambas manos y robarle el aliento.
Ella respondió a sus caricias con los labios, la lengua y los dientes, negándose a permitir que la dominara ni siquiera en eso. Correspondió a cada caricia, siguiéndolo donde fuera. Joe capturó sus suspiros con los labios y ella se regocijó por el ronroneo que él emitió. Tras unos intensos momentos de batalla sensual, los labios de Joe se suavizaron, rozando los de ella mientras le lamía el interior del sensible labio inferior, terminando el beso de una manera mucho más tierna de la que había empezado.
La caricia provocó un gemido en _______ y Joe sonrió ante el sonido, depositando un último beso en la comisura de sus labios. Él se apartó un poco y buscó sus ojos. No había más sonido en el pasillo que sus jadeantes respiraciones, que les recordaban a ambos la intensidad de la discusión que había precedido al beso.
Él arqueó una ceja oscura en un gesto de silenciosa victoria.
Aquella expresión endiosada hizo que volviera a surgir la furia de ________.
—No soy una de sus amantes, y no permitiré que me trate de esta manera —le dijo, irguiéndose en toda su altura—. Le aconsejo que no vuelva a olvidarlo.
—Perdón —se burló él—, pero no parecía que se resistiera demasiado a desempeñar ese papel.
Ella no lo pudo evitar. Su mano se movió sola en línea recta hacia la mejilla de Joe. En el mismo momento en que se dispuso a abofetearle, ________ temió dar el golpe, pero fue incapaz de detenerse. Cuando él cogió la mano a solo un suspiro de su cara, ella contuvo la respiración, sorprendida; lo miró a los ojos y reconoció la cólera que brillaba en ellos.
Se había extralimitado.
¡Santo Dios! Había intentado golpearle. ¿Cómo se le había ocurrido? Intentó que le soltara la mano con todas sus fuerzas, pero descubrió que su agarre era totalmente inquebrantable.
—Lo… Lo siento. —Él entrecerró los ojos, pero guardó silencio—. No quería…
—Pero lo ha hecho.
Ella hizo una pausa.
—Pero no quería.
Él meneó la cabeza, soltándole la mano y tomándose un momento para colocarse la chaqueta.
—Lady _______, usted quiere nadar y guardar la ropa, y eso no puede ser. Si piensa convertir en costumbre actuar sin medir las consecuencias, le recomendaría que reconociera sus acciones. Quería golpearme. Por lo menos tenga el valor de admitirlo. —Hizo una pausa, esperando que ella respondiera. ________ se quedó callada y él negó con la cabeza—. Sorprendente. No la consideraba una cobarde.
Aquellas palabras hicieron que a ________ comenzaran a arderle las mejillas.
—Manténgase alejado de mí —advirtió ella, con voz temblorosa, antes de darse la vuelta para escapar en busca del iluminado palco Rivington.
Joe la observó marcharse sin que en su expresión se reflejara ninguno de sus pensamientos.
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Mensaje por F l ♥ r e n c i a. Jue 29 Sep 2011, 12:59 pm

Capítulo 11


—Sabía que vendrías.
Las palabras, susurradas con suave sensualidad, rezumaban tanta arrogancia femenina que Joe estuvo a punto de irse. Pero se sentó desgarbadamente en un sillón tapizado en cretona en el camerino de Nastasia Kritikos, negándose a que notara su irritación. Había pasado el tiempo suficiente con esa mujer como para saber que ella sentiría una satisfacción particular al conseguir provocarle.
Joe observó con los ojos entrecerrados cómo se acercaba al tocador y comenzaba a peinarse, siguiendo un ritual que había observado antes docenas de veces. La estudió: los pechos, agitados tras el esfuerzo que suponía cantar durante casi tres horas; el intenso color en sus mejillas, que indicaba la euforia que le provocaba la función; los ojos brillantes de anticipación por las horas que contaba pasar entre sus brazos. Ya había visto antes esa combinación de intensa emoción en la cantante, y jamás se había negado a contribuir para que tal excitación se transformara en un estado casi enfebrecido.
Esa noche, sin embargo, se mantuvo impertérrito.
Había pensado no responder a la nota. Había considerado quedarse en el palco hasta el final de la función y salir del teatro con su familia, según habían planeado. Pero aquel mensaje subrayaba el hecho de que la mezzosoprano no era capaz de ser discreta. Iba a tener que deletrearle de una manera mucho más explícita que su relación había acabado.
Supuso que debería haber sabido que ella no se haría a un lado con tanta facilidad, debería haber imaginado que no se lo permitiría el orgullo. Algo que ahora tenía muy claro.
—He venido a decirte que la nota de esta noche será la última que me envíes.
—Yo no lo creo —ronroneó ella mientras la última de las trenzas color ébano caía sobre sus hombros en una nube de seda—. Como puedes ver, ha surtido efecto.
—No funcionará la próxima vez. —La frialdad en su mirada enfatizó la verdad de sus palabras.
Nastasia se miró en el espejo mientras una doncella se acercaba en silencio para ayudarle a quitarse el elaborado vestuario de la función.
—Si no has venido por mí esta noche, Joe, ¿por qué estás aquí? Odias la ópera, cariño. Y aun así, tus ojos no se han apartado del escenario.
A pesar de afirmar que solo pensaba en su arte, Nastasia siempre estaba pendiente de la audiencia. A menudo, Joe había admirado la habilidad de la mujer para recordar la posición exacta que ciertos miembros de la sociedad ocupaban en el teatro, para captar quién observaba a quién a través de unos gemelos de ópera, con quién acudía cada uno y todas las excitantes y dramáticas historias que se desarrollaban en los palcos. No era de sorprender que lo hubiera visto y le hubiera enviado la nota.
La beldad griega se cubrió con una bata color escarlata y le indicó a la doncella que saliera. Una vez que se quedaron solos, miró a Joe, con sus ojos negros brillando entre las pestañas oscurecidas por los cosméticos y los labios curvados en un mohín lleno de carmín.
«Su pintarrajeada amante.»
Las palabras de ________ inundaron inesperadamente su mente mientras Nastasia se aproximaba a él, tan segura del poder de sus artimañas femeninas que midió los tiempos de su acercamiento. Joe entrecerró los ojos cuando ella flexionó los hombros y arqueó el cuello como si le ofreciera la clavícula, un lugar por el que él había sentido debilidad. Ahora solo notaba aversión; Nastasia parecía una de las estatuas de Nick: preciosa pero carente de la sustancia que convertía la belleza en atractivo.
Cuando se detuvo frente a él, la mujer se inclinó para revelar su generoso busto en una maniobra calculada para provocarle, pero él clavó los ojos en los de ella.
—Aunque aprecio el esfuerzo, Nastasia —dijo con la voz seca como la arena—, ya no estoy interesado.
Una sonrisa petulante inundó la cara de la cantante, que estiró la mano para acariciarle la mandíbula en un provocativo gesto. Él contuvo el deseo de retroceder.
—Me encanta este juego del gato y el ratón, cariño, pero debes admitir que tampoco supones un reto tan grande. Después de todo, has acudido a mi camerino.
—Búscate a otro, Nastasia.
—No quiero a otro —canturreó dulcemente, abriendo el cinturón de la bata para ofrecerle los senos, apenas contenidos por el apretado corsé que llevaba debajo. Su voz se convirtió en un sugerente reclamo—. Te quiero a ti.
Él siguió mirándola a los ojos, sin parecer impresionado.
—Entonces me parece que hemos llegado a un punto muerto. Me temo que ya no te deseo.
La cólera brilló con fuerza en los ojos de la mujer, pero desapareció con tanta rapidez que se dio cuenta de que ella esperaba aquel rechazo. Se alejó como un relámpago hacia el tocador, con la seda escarlata de la bata ondeando a su espalda en un alarde de dramática furia. Joe puso los ojos en blanco antes de que ella se diera la vuelta y le clavara una mirada abrasadora.
—Es por ella, ¿verdad? —preguntó con la voz cargada de desdén—. La chica del palco del duque de Rivington.
—Esa chica es mi hermana, Nastasia —replicó en tono gélido—, y no arruinaré su debut.
—¿Crees acaso que no reconocería a tu hermana, Joe? Supe quién era al instante, con ese pelo oscuro y los ojos de un fuego inigualable; es una belleza, lo mismo que tú. No, me refiero a la florero. A la mujer que estaba sentada junto a ti. La que tiene el pelo, los ojos y el rostro vulgares. Debe de ser muy rica, Joe, porque es imposible que la quieras por otra causa —terminó con una sonrisa relamida.
Él se negó a picar el anzuelo.
—¿Celosa, Nastasia? —arrastró las palabras.
—Claro que no —se burló ella—. No puedes compararla conmigo.
La mente de Joe se vio inundada de repente por una imagen de ________: palabras ardientes, miradas furiosas y creciente emoción. _______, que no podría ser calculadora ni aunque intentaran enseñárselo durante toda una década. ________, que lo había perseguido hasta dar con él en un teatro, ¡por el amor de Dios!, sin preocuparse de que la vieran, para hacerle un reproche con toda la mordacidad del mundo. ________, tan vivaz, cambiante e imprevisible… Todo lo contrario que la fría e intocable Nastasia.
Ladeó la cabeza y esbozó una sonrisa sardónica.
—En eso tienes razón. No hay comparación posible entre ustedes.
Ella abrió los ojos como platos al comprender el significado real de esas palabras.
—No puedes hablar en serio —dijo con una media sonrisa—. ¿Prefieres a esa… a ese ratón?
—Ese ratón es una dama, Nastasia —le advirtió—. Hermana de un conde. Si fuera tú, me referiría a ella con respeto.
Ella curvó los labios irónicamente.
—Por supuesto, milord. Repito, ¿prefieres que sea esa dama la que te caliente la cama cuando podrías tenerme a mí? ¿Cuándo podrías disfrutar de esto? —Pasó la mano atrevidamente por su cuerpo.
—Me parece que necesitas saber con claridad cómo están ahora las cosas entre nosotros —expuso Joe en tono acerado—. Así que te lo voy a decir. Se acabó. Deja de ponerte en contacto conmigo.
Ella hizo un mohín.
—¿Me vas a romper el corazón?
Él arqueó una ceja.
—Te aseguro que no será por mucho tiempo.
Nastasia le sostuvo la mirada durante un buen rato. Su larga carrera como amante de aristócratas le dijo que había perdido a Joe. Él lo supo, lo mismo que supo que ya estaba calculando cuál sería el siguiente paso que daría. Podría montar un escándalo, pero sabía de sobra que la sociedad siempre apoyaría a un marqués rico y no a una actriz extranjera.
La mujer sonrió.
—Mi corazón es muy resistente, Joe. —Él asintió con la cabeza, aceptando su rendición—. Supongo que sabes que una chica de esa clase no conoce en absoluto el mundo en el que nos movemos nosotros.
—¿Qué quieres decir? —No pudo resistirse a preguntar.
—Que te pedirá amor, Joe. Las jóvenes como ella siempre lo hacen.
—No me interesan los cuentos de hadas de esa chica, Nastasia. No significa nada para mí, solo va a ser la madrina de mi hermana.
—Quizá —dijo Nastasia pensativamente—. Pero ¿qué significas tú para ella? —Como él no respondió, ella curvó los labios con ironía—. No te olvides de que el mejor asiento del teatro es el mío.
Joe se levantó del sillón, se enderezó la corbata y se alisó las mangas antes de coger el sombrero, los guantes y el abrigo del diván donde los había dejado al entrar. Sacó la nota de Nastasia del bolsillo y la dejó sobre el tocador. Luego se volvió hacia la cantante, hizo una reverencia y se marchó.
Sin decir ni una palabra.
F l ♥ r e n c i a.
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Mensaje por F l ♥ r e n c i a. Jue 29 Sep 2011, 1:00 pm

ESPERO QUE LES HAYA GUSTADO :D
F l ♥ r e n c i a.
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Mensaje por Creadora Jue 29 Sep 2011, 3:55 pm

No puedo entender como la dejaste ahi.
ESTA BUENISIMAAAAA!!
tengo mi teoria que desps que pasen muchas cosas, y ____ crea que joe la quiere
se enterara de la apuesta y pensara que solo es por eso :S
pobre _____, la comprendo muy bien
PON MAS POR FAVOOOOOOOOOOR!

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Mensaje por chelis Jue 29 Sep 2011, 7:08 pm

siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii... me faciiiinarrrrooooooooonnnnnn!!!!!!!!!!!

pero sube pronto porfaaaa.... amo esta noooooveeeee
chelis
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