Wrecking Ball (Harry Styles Fanfic)

Cuando la campana que anunciaba el fin del primer periodo sonó, Abby se sintió completamente aliviada. Durante el transcurso de las clases, más de un profesor le había pedido que pasara al frente y se presentara, lo cual había resultado realmente incómodo pues el bombardeo de preguntas por parte de todo el mundo no se hizo esperar. Lo cierto es que no parecía muy común la presencia de alumnos extranjeros en la escuela. Todos los chicos en el instituto parecían conocerse unos a otros, reforzado por el hecho de que muchos de ellos habían asistido a la primaria y jardín de niños juntos, lo que convertía a Abby en una intrusa.
 
Tomó las cosas de su asiento y recogió un par de plumas que había dejado caer durante la clase. A continuación salió a los pasillos del lugar con rumbo a la cafetería. La aterradora hora del almuerzo al fin había llegado y de verdad esperaba poder comer algo durante el descanso.
 
Estuvo a punto de doblar en la esquina que conducía al comedor cuando una chica de cabello castaño claro la interceptó en el camino, saludándola con voz un poco baja. Se sintió aturdida cuando se dirigió a ella de forma tan directa, pero se tranquilizó al notar la sonrisa tímida que se asomaba en su rostro.
 
Le devolvió la sonrisa y respondió a su saludo, dejando que la alcanzara para caminar junto a ella.
 
—¿Tu eres…? —los ojos de Abby se rasgaron levemente, intentando que la muchacha le dijera su nombre.
 
—Me llamo Florencia, pero puedes llamarme Flor si así lo prefieres —respondió con voz suave, Abby sonrió asintiendo con la cabeza. Parecía una chica bastante tímida y educada, pero le había resultado muy amigable.
 
A decir verdad era una chica muy bonita, de rasgos afilados y cuerpo esbelto, tenía los ojos verdes de una tonalidad bastante peculiar y su piel era blanca como la de una muñeca de porcelana.
 
—Yo soy Abby —se presentó sin detener su camino.
 
Ya habían llegado a la cafetería, lo cual le había dejado un panorama un poco desalentador a la joven de cabello oscuro. Había sido todo un reto conseguir algo de comida de aquel lugar atiborrado de gente, apenas pudieron obtener algo para almorzar y ambas chicas abandonaron las inmediaciones del instituto para ir a comer al patio.
 
Gracias a Dios Flor había estado acompañándola, de no haber por ella se habría perdido entre la multitud de estudiantes como le había sucedido anteriormente. La muchacha de ojos claros era mucho más alta que ella, le sacaba más de una cabeza en estatura, debía estar por el metro setenta y cinco, por lo cual se abría paso con mayor facilidad entre el grupo de jóvenes hambrientos que atacaba la cafetería.
 
—¿Esto es así siempre? —preguntó Abby, dando una mordida a su emparedado.
 
La pelinegra veía a Flor con ojos incrédulos, ésta solo atinó a encogerse en hombros e imitar la acción de su compañera de almuerzo.
 
—Se calmará dentro de unos meses —aseguró ella cuando hubo masticado su bocado. ¿Unos meses?, se preguntó Abby internamente, ¿Exactamente cuánto tiempo?—. Tal vez a finales de octubre o noviembre todo te parezca menos abrumador.
 
—¿Tiene mucho que estudias aquí?  —preguntó con curiosidad.
 
Si la respuesta era afirmativa, no entendía porque había decidido almorzar con ella en lugar de ir con sus amigos.
 
—Llegue aquí a mitad de semestre el año pasado —respondió Flor, su voz le seguía pareciendo demasiado baja, pero tenía un tono bastante femenino—. Mi mamá y yo nos mudamos a Londres hace poco, soy de Estados Unidos.
 
Claro, eso explicaba la falta de acento británico.
 
—¿Vas en último año? —la pregunta pareció provocar cierta gracia en la castaña.
 
—Estoy en tu mismo curso —respondió ella con una sonrisa divertida. Abby no lo notó, pero había cierta burla en su tono de voz. Florencia no era especialmente abierta con todo el mundo, de hecho se consideraba a sí misma una persona reservada en dimensiones extremas, pero había algo en la pequeña pelinegra frente a ella que le inspiraba cierta confianza. Tal vez era su aspecto menudo e inofensivo, o quizá se debía a qué era la primera persona que le dirigía una sonrisa sincera en aquel infierno, el punto es que la joven con la compartía el almuerzo le parecía realmente agradable, lo cual le permitió reír abiertamente frente a ella después de mucho tiempo de no haberlo hecho con nadie.
 
—¿A sí? —la expresión de Abby fue de genuina sorpresa y confusión. ¿Cómo no la había visto antes? Intentó recordar su rostro entre el montón de caras en el salón de clases pero le resultó imposible.
 
—Estaba sentada al frente, tal vez por eso no me viste —concluyó ella, terminando su emparedado y dando un largo trago a su botella de agua.
 
Abby suspiró y terminó de comer su almuerzo justo a tiempo para cuando el timbre sonó.
 
Ambas muchachas se pusieron de pie y recogieron las cosas de sus respectivos casilleros, preparándose para la siguiente clase. Después de todo, el almuerzo no había resultado tan malo para la pelinegra, al menos había hecho una nueva amiga y no se sentiría tan sola durante su estancia en el instituto, lo cual era bueno.
 
Sonrió mientras escuchaba a Flor comentar algo respecto al horrible clima en Londres y ambas llegaron al salón de clase escuchando los vestigios de la tormenta que se avecinaba fuera.
 
Para cuando las clases llegaron a su fin, Abby tuvo que abandonar el instituto con rapidez antes de que la lluvia se desatara y terminara llegando empapada al trabajo. Se despidió de Flor tan pronto como pudo y comenzó a caminar calle abajo, abriendo su paraguas mientras avanzaba pues había comenzado a chispear levemente.
 
Apenas se había alejado un par de metros de la escuela cuando un Porsche negro se estacionó frente a ella. Retrocedió instintivamente, apunto de dar media vuelta para rodear la calle e ir por otro camino, pero el vidrio del coche descendió mostrándole un rostro conocido.
 
Liam Payne le sonrió desde el asiento de conductor, mostrando sus dientes blancos. Abby levantó una ceja de forma inconsciente, mientras Liam desbloqueaba el pestillo del auto, abriendo la puerta para que ella subiera.
 
—¿Necesitas que te lleve? —ofreció el joven, sonriente. Abby negó repetidamente con la cabeza y continuó caminando en la misma dirección que había seguido hasta el momento. Liam encendió el coche y avanzó cerca de ella—. ¿Segura? —preguntó divertido, mientras la lluvia aumentaba de intensidad, doblando el paraguas que Abby llevaba y haciendo ésta que se mojara un poco. 
 
Los labios de la pelinegra se fruncieron en un puchero cuando intentó, inútilmente, arreglar el paraguas.
 
Liam arqueó las cejas en su dirección, en un gesto arrogante.
 
—¡Oye, Liam! ¿Crees que tengo tu tiempo? —una voz molesta se escuchó en los asientos traseros del Porsche, por el tono de voz Abby pudo deducir que pertenecía a un chico. Zayn Malik asomó la cabeza por la ventana y lanzó una mirada reprobatoria a la joven sobre el asiento del copiloto—. ¿Te vas a subir o no?
 
Lo había molestado el hecho de que Liam no lo hubiera dejado ir en el asiento delantero únicamente por  un asunto de faldas.
 
—¡Oye, oye! Tranquilo, bro —Louis Tomlinson soltó una fuerte carcajada  a su lado—. La chica no tiene la culpa.
 
—Louis tiene razón, Zayn —coincidió Airam, una joven rubia sentada junto a Louis—, ella no tiene la culpa ¡Además se va empapar!
 
Zayn rodó los ojos.
 
—Como sea —bufó con molestia, volviendo a su posición inicial y cruzando los brazos sobre su pecho.
 
—¿Vienes? —preguntó Airam esta vez, sonriendo. Frunció el ceño al notar que la chica hacía un gesto de desconfianza. Esta vez fue su turno para rodar los ojos—. ¡Ay, por favor! No vamos a hacerte nada —aseguró, pasando su cuerpo por encima de Louis para ver mejor a la chica—. Anda, sube. Vas a pescar un resfriado si te quedas ahí por más tiempo —sonrió en su dirección, parecía ser bastante sincera—. Sube —insistió.
 
Abby desvió la mirada en dirección a Liam, que la observaba con una ceja alzada.
 
—Ai tiende a ponerse bastante molesta cuando no consigue lo que quiere. Tú no quieres hacerla enojar, ¿verdad, Abby? —se estaba divirtiendo. Liam realmente estaba disfrutando de todo ese asunto—. ¿Y bien?
 
Abby se encogió en hombros y lanzó su mochila en los pies del copiloto, subiéndose al auto mientras cerraba el estúpido paraguas.
 
Un chillido de emoción escapó de la boca de Airam, aplaudiendo dos o tres veces. Se sentó de rodillas en su asiento y palmeó el hombro de Liam.
 
—Andando —ordenó sonriendo.
 
Cuando Abby estuvo sana y salva en la entrada del restaurante en que trabajaba, suspiró con alivio al darse cuenta de que todas esas ideas locas que se habían formado en su cabeza al subir al auto solo habían sido producto de su paranoia Post-Harry, como ella solía llamarle.
 
El grupo de chicos era bastante risueño y simpático.
 
No eran una pandilla de asesinos seriales que querían su cabeza para hacer crecer su colección, tampoco traficaban armas o drogas ¡y mucho menos vendían órganos en el mercado negro de eBay! Por lo cual sus riñones estaban a salvo.
 
Durante el tiempo que pasó con ellos, se había dedicado a observar cómo se comportaban. Liam era coqueto, pero amable y lindo a la vez. Louis era gracioso y sus ojos azules adquirían un brillo especial cuando Airam lo miraba. La chica siempre estaba sonriente y se veía realmente cómoda estando alrededor de los tres chicos, lo que la hizo asumir que llevaban mucho tiempo siendo amigos, además la había tratado de forma muy amable. Zayn por su parte era bastante hostil, era el que menos encajaba en el grupo, pero de vez en cuando esbozaba una pequeña sonrisa que curveaba la comisura de su labio izquierda, Abby pudo observarla a través del espejo retrovisor, obligándose a aceptar que era bastante linda.
 
Las cosas parecían ir mejorando para ella y eso resultaba bastante conciliador.
 
—Abby, llegas temprano. Te necesito en la cocina. Ahora —la voz de la gerente ordenó inmediatamente en cuanto la vio cruzar el umbral de la puerta.
 
Abby asintió y se abrochó por la espalda el mandil que la identificaba como parte del personal del restaurant, sacudiendo las pocas gotas de lluvia que habían quedado sobre su cabello.
 
No pasó mucho tiempo antes de que la pelinegra se encontrara a sí misma frente al fregadero, lavando los trastes que iban y venían de las mesas repletas de personas. Ese día el restaurant estaba mucho más lleno de lo que era habitual, para su mala suerte, no era su día como mesera.
 
El día estaba transcurriendo bastante movido. Había llegado al trabajo a las dos de la tarde y cinco horas después todo parecía indicar que no se iría pronto. Seguía fregando los platos sin parar, ni siquiera había terminado de lavar una tanda cuando otra más había llegado para abastecer su trabajo otra vez.
 
—¡Abby! —llamó la gerente, corriendo la cortina de la cocina para localizarla— ¿Dónde rayos esta Abby? —bramó con molestia.
 
Abby se sacudió el jabón y el agua de las manos y atendió el llamado de su jefa.
 
—¿Pasa algo? —preguntó un poco preocupada.
 
—Sácate los guantes inmediatamente —ordenó—, acaban de pedirte en la mesa 62.
 
La pelinegra pareció un poco confundida con la información, pero obedeció la orden sin protestar. Le parecía un poco raro que la hubieran pedido en la mesa 62, realmente no entendía a qué se refería con eso, sin embargo tomó una libreta y acudió lo más rápido posible a atender al cliente.
 
Apresurada, camino entre las mesas sonriendo a todos con amabilidad.
 
Cuando estuvo cerca, observó la espalda su cliente.
 
—Buenas noches, señor, ¿Qué se le ofrece?
 
Reconoció el rostro que se volvió a recibirla inmediatamente. Sus ojos se abrieron con sorpresa y apretó la pluma entre sus dedos, empuñando las manos.
 
—Buenas noches, preciosa —saludó Harry Styles sonriendo de oreja a oreja, sus ojos verdes centellando con diversión al notar a su presa replegarse sobre sí misma al reconocerlo.
 
“Oh, no”.
 
Bueno, esa noche Harry sí que tendría diversión.