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Buenas Vibraciones (Nick y tu) [Adaptación Terminada]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Buenas Vibraciones (Nick y tu) [Adaptación Terminada]
CAPÍTULO 08
—Me han puesto en una tesitura difícil de pasar por alto —le dije a Joe por teléfono—. Así que voy a contarte lo que quiero hacer y, después de que me hayas escuchado, me dices las opciones que tengo. O las que no tengo.
—¡Dios mío, _____! —murmuró él.
Fruncí el ceño.
—No digas «¡Dios mío, _______!» antes de escucharme. Todavía no te he contado mi plan.
—Pero sé cuál es.
—¿En serio?
—Lo supe en cuanto saliste de Austin. Siempre has sido la encargada de arreglar los desastres que va dejando tu familia a su paso. —La resignación que destilaba su voz estaba a un paso de la lástima.
Habría preferido su hostilidad. Porque la lástima me hacía sentir como si la vida fuera un circo en el que yo siempre tenía que salir detrás del elefante.
—Nadie me está obligando a hacer nada en contra de mi voluntad —protesté.
—Por lo que sé, ocuparte del bebé de tu hermana nunca ha sido uno de tus objetivos en la vida.
—El niño nació hace una semana. Digo yo que podré revisar mis objetivos, ¿no?
—Sí, pero eso no quiere decir que yo tenga que revisar los míos. —Suspiró—. Cuéntamelo todo. Porque, te lo creas o no, estoy de tu parte.
Le expliqué lo sucedido, la conversación que mantuve con Rachel, y luego terminé a la defensiva con un:
—Son sólo tres meses. Y el bebé no hace ruido. —«A menos que quieras dormir», añadí para mis adentros—. Así que he decidido buscar un apartamento amueblado por aquí y quedarme hasta que Rachel mejore. Creo que Liza también me ayudará. Después, volveré a nuestro apartamento de Austin. Contigo. —Terminé con decisión—. ¿Te parece un buen plan?
—Me parece un plan... —respondió. Escuché un suave suspiro que le salió del fondo del alma—. ¿Qué quieres que diga, _____?
Quería que dijera: «Vuelve a casa, te ayudaré con el bebé», pero me limité a contestarle con un:
—Quiero saber lo que estás pensando de verdad.
—Estoy pensando que sigues anclada en los viejos hábitos —murmuró Joe—. Tu madre sólo tiene que chasquear los dedos o tu hermana meter la pata para que tú abandones tu vida y te ocupes de todo. No será sólo por tres meses, ______. Podrían pasar tres años antes de que Rachel recupere el juicio. ¿Y qué pasa si tiene más niños? ¿Vas a acogerlos a todos?
—Ya lo había pensado —admití a regañadientes—. Pero no puedo preocuparme por lo que sucederá en el futuro. Ahora mismo sólo importa Jerry, y me necesita.
—¿Y lo que necesitas tú? Se supone que estás escribiendo un libro, ¿no? ¿Cómo te las vas a arreglar para seguir con la columna?
—No lo sé. Pero otras personas trabajan y se ocupan de sus hijos a la vez.
—No es hijo tuyo.
—Forma parte de mi familia.
—Tú no tienes familia, _______.
Aunque yo había dicho cosas parecidas en el pasado, el comentario me dolió.
—Somos individuos ligados por patrones de obligaciones recíprocas —dije—. Si se puede llamar familia a un grupo de chimpancés del Amazonas, creo que las Varner también podemos entrar en esa categoría.
—Teniendo en cuenta que los chimpancés practican el canibalismo ocasional, podría darte la razón.
En ese momento, entendí que no debería haberle hablado tanto a Joe sobre las Varner.
—Me revienta discutir contigo —mascullé—. Me conoces demasiado bien.
—Más te reventaría si te dejara tomar la decisión equivocada sin decirte nada.
—Creo que es la decisión acertada. Desde mi punto de vista, es la única decisión con la que sería capaz de vivir.
—Me parece estupendo. Pero yo soy incapaz de vivir con ella.
Inspiré hondo.
—Bueno, y eso, ¿en qué punto nos deja si hago lo que tengo pensando? ¿Cómo afecta esto a una relación de cuatro años?
Me costaba muchísimo creer que la persona en la que me había apoyado más que en nadie, el hombre en quien confiaba y a quien le tenía tanto aprecio, estaba trazando una línea tan inflexible.
—Supongo que podríamos considerarlo un paréntesis —dijo Joe.
Lo medité mientras una gélida sensación de alarma me corría por las venas.
—Y cuando vuelva, ¿lo retomaremos donde lo dejamos?
—Podemos intentarlo.
—¿A qué te refieres con «intentarlo»?
—Puedes conservar algo en el congelador y sacarlo tres meses después, pero nunca será lo mismo.
—Pero, prometes esperarme, ¿no?
—¿En qué sentido?
—Me refiero a que no te acostarás con nadie más.
—_______, no podemos prometer no acostarnos con otra persona.
Me quedé de piedra.
—¿No podemos?
—Claro que no. En una relación adulta, no hay ni promesas ni garantías. No nos poseemos el uno al otro.
—Joe, creía que éramos fieles. —Por segunda vez en el día, me di cuenta de que hablaba con voz llorosa. De repente, se me ocurrió algo—. ¿Alguna vez me has puesto los cuernos?
—Yo no lo llamaría de esa manera, pero no, no lo he hecho.
—¿Qué pasaría si decido acostarme con otro? ¿No te pondrías celoso?
—No te negaría la oportunidad de experimentar otras relaciones con plena libertad si eso es lo que quieres. Es cuestión de confianza. Y de tener una mentalidad abierta.
—¿Tenemos una relación abierta?
—Si quieres decirlo de esa manera, sí.
Pocas veces en la vida me había sentido tan sorprendida como en ese momento. O más bien ninguna. Las cosas que había dado por sentadas con respecto a mi relación con Joe no tenían fundamento.
—¡Por el amor de Dios! ¿Cómo podemos tener una relación abierta sin que yo lo sepa siquiera? ¿Cuáles son las reglas?
A Joe pareció hacerle gracia la situación.
—No hay reglas entre nosotros, ______. Nunca las ha habido. Es el único motivo por el que hemos permanecido juntos tanto tiempo. Si hubiera intentado encerrarte de alguna manera, te habrías largado a las primeras de cambio.
Tenía un montón de protestas y de explicaciones en la cabeza. Pero me preguntaba si Joe estaba en lo cierto. Y mucho me temía que así era.
—De algún modo —comencé despacio—, siempre me he tenido por una persona convencional. Demasiado convencional como para mantener una relación desestructurada.
—Miss Independiente lo es —replicó él—. Los consejos que le da a otra gente siguen unas reglas muy concretas. Pero como ______... No, no eres convencional.
—Pero soy Miss Independiente y ______ a la vez —protesté—. ¿Dónde está entonces mi verdadera personalidad?
—Ahora mismo, parece que tu verdadera personalidad está en Houston —respondió Joe—. Ojalá regresaras.
—Me gustaría poder llevarme el niño a casa unos días, hasta que encuentre una solución.
—A mí no me va bien —se apresuró a soltar Joe.
Fruncí el ceño.
—También es mi apartamento. Quiero quedarme en mi mitad.
—Vale. Dormiré en otro sitio hasta que el bebé y tú os hayáis ido. O me mudaré para que te quedes con todo...
—No. —De forma instintiva, supe que, si Joe se veía obligado a mudarse por mi decisión de cuidar de Jerry, podría perderlo para siempre—. Da igual, quédate en el apartamento. Encontraré algo temporal para Jerry y para mí.
—Te ayudaré en todo lo que pueda —dijo él—. Pagaré tu parte del alquiler todo el tiempo que haga falta.
El ofrecimiento me cabreó. Su negativa a aceptar a Jerry me ponía tan furiosa como si fuera una leona enjaulada. Aunque, sobre todo, me asustaba el descubrimiento de que nuestra relación no tenía reglas, de que no había promesas entre nosotros. Porque eso quería decir que ya no estaba segura de él.
Ni de mí.
—Gracias —dije, indignada—. Ya te diré cómo acaba todo.
—Lo primero que tenemos que hacer —le dije a Jerry al día siguiente— es encontrar un bonito lugar que podamos alquilar o subarrendar. ¿Te parece que miremos en el centro? ¿En la zona de Montrose? ¿O no te opones a que busquemos algo cerca de Sugar Land? Siempre podemos ir a Austin, pero tendría que evitar a quien tú ya sabes. Y los alquileres allí son mucho más altos.
Jerry parecía pensativo mientras se tomaba despacio el biberón, como si de verdad estuviera considerando las opciones.
—¿Te lo estás pensando? —le pregunté—. ¿O estás pringando otro pañal?
La noche anterior había pasado un montón de tiempo buscando información en Google sobre los cuidados infantiles. Leí un montón de páginas sobre lo que había que hacer y lo que no, sobre los momentos más importantes del primer mes de vida y también sobre las visitas al pediatra. Incluso encontré instrucciones para cortarles las uñas a los bebés.
—Aquí dice —le comenté en su momento— que se supone que tienes que dormir entre quince y dieciocho horas al día. Tienes que ponerle más empeño. También dice que tengo que esterilizar todo lo que te llevas a la boca. Y dice que tendrás que saber sonreír al final del primer mes.
Tras leer eso, me pasé varios minutos sonriéndole con la esperanza de que me respondiera. La respuesta de Jerry fue una mueca tan seria que le dije que se parecía a Winston Churchill.
Después de añadir a los favoritos del explorador una docena de sitios web sobre el cuidado de los bebés, empecé a mirar apartamentos amueblados en la zona de Houston. Los que me podía permitir parecían muy feos y deprimentes, y los que me gustaban estaban por las nubes. Por desgracia, era difícil encontrar algo en una zona decente con unos muebles decentes por un precio razonable. Me acosté con un nudo en el estómago por culpa de los nervios y bastante deprimida. Tal vez porque se compadecía de mí, esa noche Jerry sólo se despertó tres veces.
—Tenemos que encontrar algo hoy mismo —le dije—. Y largarnos de este hotel tan caro.
Decidí pasar la mañana buscando posibilidades en Internet para salir esa misma tarde a verlas. Mientras escribía la reseña del primer lugar, mi móvil sonó.
«Jonas», rezaba la pantalla. Sentí un escalofrío por los nervios y la curiosidad.
—¿Diga?
—_______. —Escuché la inconfundible voz de barítono de Nick, tan suave como la seda—. ¿Cómo te va?
—Genial, gracias por preguntar. Jerry y yo estamos buscando casa. Hemos decidido irnos a vivir juntos.
—Enhorabuena. ¿Estás buscando algo en Houston o vuelves a Austin?
—Vamos a quedarnos aquí.
—Bien. —Una breve pausa—. ¿Tienes planes para comer?
—No.
—¿Te viene bien si te recojo a las doce?
—No puedo permitirme invitarte de nuevo —contesté, y Nick se echó a reír.
—Esta vez corre de mi cuenta. Quiero comentarte una cosa.
—¿De qué quieres hablar? Anda, dame una pista.
—No necesitas una pista, ______. Sólo tienes que decir que sí.
Titubeé, desconcertada por el modo en el que me hablaba: de manera amistosa, pero insistente, como un hombre que no estaba acostumbrado a escuchar un no por respuesta.
—¿Podría ser en un sitio normalito? —le pregunté—. Ahora mismo ni Jerry ni yo tenemos nada elegante que ponernos.
—Sin problemas. Pero no le pongas calcetines rosas.
Me llevé una sorpresa cuando Nick nos recogió en un monovolumen híbrido. Había esperado una monstruosidad que consumiera muchísimo, o un deportivo de gama alta. Para nada me esperaba un vehículo que Joe o cualquiera de sus amigos se habría sentido a gusto conduciendo.
—¡Llevas un híbrido! —exclamé asombrada mientras intentaba asegurar la base de la sillita de Jerry en la parte trasera del coche—. Te habría imaginado con un Denali, un Hummer o algo del estilo.
—Un Hummer —repitió Nick con desdén al tiempo que me pasaba a Jerry, que seguía sentado en la silla portabebés, y me apartaba con suavidad para ocuparse de la base de la silla—. Houston ya tiene bastantes emisiones de gases. No pienso contribuir al problema.
Arqueé las cejas.
—Eso suena a lo que diría un ecologista.
—Es que soy ecologista —murmuró Nick.
—No puedes ser un ecologista, eres un cazador.
Nick sonrió.
—Hay dos clases de ecologistas, _______. Los que se abrazan a los árboles y creen que cualquier ameba unicelular es tan importante como un alce en peligro de extinción... y los que, como yo, creemos que la caza regulada es una manera de gestionar de forma responsable la vida natural. Y como me gusta disfrutar del aire libre todo lo que puedo, estoy en contra de la contaminación, de la pesca masiva, del calentamiento global, de la deforestación y de cualquier otra cosa que fastidie el medioambiente.
Nick cogió la sillita de Jerry y la ajustó con mucho cuidado a la base. Se detuvo para hacerle carantoñas al bebé, que estaba atado como un astronauta en miniatura preparado para una peligrosa misión.
Puesto que él estaba detrás y un poco a un lado, me fue imposible no reparar en la imagen de Nick, agachado sobre los asientos. Tenía un cuerpazo, con unos músculos duros que se adivinaban bajo los vaqueros y unos hombros fuertes que se tensaban bajo la camisa celeste que llevaba remangada. Tenía el cuerpo ideal para un quaterback, lo bastante fornido como para aguantar la acometida de un defensa, lo bastante alto como para lanzar un buen pase y lo bastante delgado como para ser rápido y ágil.
Como solía pasar en Houston, un trayecto que debería durar quince minutos acabó en casi media hora. Pero disfruté de lo lindo. No sólo me alegraba de salir de la habitación del hotel, sino que además Jerry estaba dormido, encantado con el aire acondicionado y el movimiento del coche.
—¿Qué ha pasado con Joe? —preguntó Nick al descuido—. ¿Habéis roto?
—No, qué va. Seguimos juntos. —Hice una pausa incómoda antes de continuar—: Pero estamos en un... paréntesis.
Sólo estos tres meses, hasta que Rachel vuelva a por el bebé y yo regrese a Austin.
—¿Eso quiere decir que puedes salir con otra gente?
—Siempre hemos podido salir con otra gente. Joe y yo mantenemos una relación abierta. Nada de promesas ni de compromisos.
—Eso no existe. Una relación es una serie de promesas y de compromisos.
—Tal vez lo sea para la gente convencional. Pero Joe y yo creemos que no se puede poseer a otra persona.
—Claro que se puede —me contradijo Nick.
Arqueé las cejas.
—A lo mejor las cosas son distintas en Austin —comentó Nick—. Pero en Houston, ningún perro comparte su hueso.
Era algo tan disparatado que me eché a reír.
—¿Alguna vez has tenido una relación seria, Nick? Pero seria de verdad, de estar prometidos para casaros.
—Una vez —admitió—, pero no funcionó.
—¿Por qué no?
—Eso digo yo, ¿por qué?
La pausa que hizo antes de contestar fue lo bastante larga como para darme cuenta de que no solía hablar del tema.
—Se enamoró de otro —respondió al cabo de un rato.
—Lo siento —dije con sinceridad—. La mayoría de las cartas que recibo son de gente cuya relación se está acabando. De hombres que intentan aferrarse a sus mujeres infieles, de mujeres enamoradas de hombres casados que no dejan de prometerles que dejarán a sus esposas pero que nunca lo hacen... —Me callé al ver que golpeaba el volante de piel con un gesto nervioso, como si tuviera una arruga que quisiera quitarle.
—¿Qué le dirías a un hombre cuya novia se ha acostado con su mejor amigo? —me preguntó.
Lo entendí a la primera. Intenté disimular la lástima, ya que sabía que no le haría gracia.
—¿Fue una sola vez o tenían una relación?
—Acabaron casados —respondió con voz amarga.
—Menuda putada —dije—. Es peor cuando se casan, porque entonces la gente cree que están libres de toda culpa. «Vale, te engañaron, pero se casaron, así que no pasa nada.» Y tú te lo tienes que tragar todo y mandarles un carísimo regalo de boda para que no crean que eres un capullo. Es una putada, sí.
Dejó de mover el pulgar.
—Ahí le has dado. ¿Cómo lo has sabido?
—Madame _______ lo sabe todo —respondí, sin darle importancia—. Me atrevería a decir que su matrimonio está haciendo aguas ahora mismo. Porque las relaciones que empiezan de esa manera no tienen una base sólida.
—Pero tú no desapruebas la infidelidad —dijo él—. Porque ninguna persona puede poseer a otra, ¿verdad?
—No, condeno la infidelidad cuando alguno de los miembros de la pareja desconoce las reglas. A menos que accedas a tener una relación abierta, hay una promesa implícita de fidelidad. No hay nada peor que romper una promesa que le has hecho a alguien que te quiere.
—Sí —reconoció en voz baja, pero el monosílabo tenía tanta fuerza que dejó bien claro lo mucho que creía en esas palabras.
—En fin, ¿he acertado con su matrimonio? —pregunté—. ¿Está haciendo aguas?
—De un tiempo a esta parte, parece que las cosas no marchan muy bien —reconoció él—. Lo más probables es que se divorcien. Y es una pena, porque tienen dos niños.
—Cuando vuelva a estar libre, ¿crees que te interesará?
—No puedo negar que no lo haya considerado. Pero no, no pienso tropezar dos veces con la misma piedra.
—Tengo una teoría sobre los hombres como tú, Nick.
Eso pareció animarlo un poco. Me miró con sorna.
—¿Qué teoría?
—Una teoría sobre por qué no te has comprometido todavía. En realidad, es una cuestión de dinámicas de mercado eficientes. Las mujeres con las que sales son prácticamente iguales. Pasas un buen rato con la de turno y luego vas a por la siguiente, haciendo que se pregunten por qué no ha durado. No se dan cuenta de que ninguna de ellas supera las expectativas de mercado, porque todas ofrecen lo mismo, y da igual lo bueno que sea el envoltorio. Así que lo único que podría cambiar tu situación es que suceda algo inesperado y fortuito. Razón por la cual vas a acabar con una mujer totalmente distinta a lo que la gente espera, a lo que tú esperas. —Lo vi sonreír—. ¿Qué te parece?
—Creo que no serías capaz de callarte ni debajo del agua —replicó.
El restaurante al que Nick nos llevó podría considerarse normal según él, pero contaba con aparcacoches, el aparcamiento estaba lleno de automóviles de lujo y había una pérgola blanca que llevaba hasta la puerta. Nos condujeron hasta una mesa increíble situada junto a un ventanal. A juzgar por la elegante y estudiada decoración, y por las notas del piano que sonaba de fondo, estaba segura de que nos echarían a Jerry y a mí en mitad de la comida. Sin embargo, Jerry me sorprendió con un comportamiento modélico. La comida estaba deliciosa y el chardonnay que la acompañaba hizo que mis papilas gustativas saltaran de alegría. Y, además, Nick tal vez fuera el hombre más simpático que había conocido en la vida. Después del almuerzo, fuimos al centro de la ciudad. Dejamos el coche en el aparcamiento subterráneo en el 1800 de Main Street.
—¿Vamos a tu oficina? —le pregunté.
—Vamos a la parte del edificio dedicada a los apartamentos. Exactamente donde trabaja mi hermana.
—¿A qué se dedica?
—En resumidas cuentas, se encarga de los contratos y de las operaciones financieras. Del día a día del negocio, de las cosas de las que yo no puedo ocuparme.
—¿Me la vas a presentar?
Nick asintió con la cabeza.
—Te caerá bien.
Subimos en el ascensor hasta un pequeño vestíbulo de mármol reluciente que contaba con una escultura contemporánea de bronce y un área de recepción muy formal. El conserje, un chico muy bien vestido, sonrió a Nick y miró de reojo a Jerry, que estaba durmiendo. Nick había insistido en llevarlo él, detalle que le agradecí muchísimo. Mis brazos todavía no se habían acostumbrado a la nueva responsabilidad de llevar a Jerry y sus cosas de un lado para otro.
—Dile a la señorita Jonas que vamos a su apartamento —le dijo Nick al conserje.
—Sí, señor Jonais.
Seguí a Nick hasta los ascensores a través de una serie de puertas de cristal que se fueron abriendo para dejarnos pasar sin hacer apenas ruido.
—¿En qué piso está la oficina? —le pregunté.
—En el séptimo. Pero Destiny querrá que vayamos a verla a su apartamento, que está en el sexto.
—¿Por qué?
—Es un apartamento totalmente amueblado. Y gratis. Uno de los privilegios de su puesto de trabajo. Su novio vive en una de las plantas superiores, en otro apartamento de tres dormitorios al que mi hermana ya ha trasladado todas sus cosas. Así que tiene el apartamento vacío.
En ese momento, comprendí sus intenciones, de modo que lo miré alucinada. Me dio un vuelco el estómago, aunque no supe si se debía al movimiento del ascensor o a la sorpresa.
—Nick, si se te ha pasado por la cabeza que Jerry y yo vivamos aquí los próximos tres meses... Te lo agradezco mucho, pero es imposible.
—¿Por qué?
El ascensor se detuvo y Nick me hizo un gesto para que lo precediera.
Decidí ser directa.
—No puedo permitírmelo.
—Encontraremos una cifra que te venga bien.
—No quiero deberte nada.
—Y no lo harás. Esto es entre mi hermana y tú.
—Vale, pero el edificio es tuyo.
—No, no lo es. Sólo lo gestiono.
—No me vengas con ésas. Es propiedad de los Jonas.
—Muy bien. —Su voz era risueña—. Es propiedad de los Jonas. Aun así, no me deberás nada. Es cuestión de oportunidad. Tú necesitas un sitio donde vivir y yo tengo un apartamento disponible.
Fruncí el ceño.
—Tú vives en el edificio, ¿verdad?
Me miró con sorna.
—No me hace falta ponerle a una mujer un apartamento en bandeja para conseguir su atención, ______.
—No me refería a eso —protesté, aunque la humillación hizo que me pusiera como un tomate. A decir verdad, sí que me refería a eso. Como si yo, _____ Varner, fuera tan irresistible que él, Nick Jonas, fuera capaz de hacer el pino con las orejas con tal de tenerme en su mismo edificio. ¡Por el amor de Dios! ¿De qué parte de mi ego había salido eso? Busqué una explicación que me permitiera salir airosa de la tesitura—. Me refiero a que no creo que te haga gracia tener a un recién nacido llorón en el edificio.
—Haré una excepción en el caso de Jerry. Después del recibimiento que ha tenido al llegar a este mundo, se merece que le pase algo bueno.
Recorrimos el pasillo, enmoquetado y con forma de H, hasta llegar a un apartamento situado casi al final. Nick llamó al timbre y la puerta se abrió.
—¡Dios mío, _____! —murmuró él.
Fruncí el ceño.
—No digas «¡Dios mío, _______!» antes de escucharme. Todavía no te he contado mi plan.
—Pero sé cuál es.
—¿En serio?
—Lo supe en cuanto saliste de Austin. Siempre has sido la encargada de arreglar los desastres que va dejando tu familia a su paso. —La resignación que destilaba su voz estaba a un paso de la lástima.
Habría preferido su hostilidad. Porque la lástima me hacía sentir como si la vida fuera un circo en el que yo siempre tenía que salir detrás del elefante.
—Nadie me está obligando a hacer nada en contra de mi voluntad —protesté.
—Por lo que sé, ocuparte del bebé de tu hermana nunca ha sido uno de tus objetivos en la vida.
—El niño nació hace una semana. Digo yo que podré revisar mis objetivos, ¿no?
—Sí, pero eso no quiere decir que yo tenga que revisar los míos. —Suspiró—. Cuéntamelo todo. Porque, te lo creas o no, estoy de tu parte.
Le expliqué lo sucedido, la conversación que mantuve con Rachel, y luego terminé a la defensiva con un:
—Son sólo tres meses. Y el bebé no hace ruido. —«A menos que quieras dormir», añadí para mis adentros—. Así que he decidido buscar un apartamento amueblado por aquí y quedarme hasta que Rachel mejore. Creo que Liza también me ayudará. Después, volveré a nuestro apartamento de Austin. Contigo. —Terminé con decisión—. ¿Te parece un buen plan?
—Me parece un plan... —respondió. Escuché un suave suspiro que le salió del fondo del alma—. ¿Qué quieres que diga, _____?
Quería que dijera: «Vuelve a casa, te ayudaré con el bebé», pero me limité a contestarle con un:
—Quiero saber lo que estás pensando de verdad.
—Estoy pensando que sigues anclada en los viejos hábitos —murmuró Joe—. Tu madre sólo tiene que chasquear los dedos o tu hermana meter la pata para que tú abandones tu vida y te ocupes de todo. No será sólo por tres meses, ______. Podrían pasar tres años antes de que Rachel recupere el juicio. ¿Y qué pasa si tiene más niños? ¿Vas a acogerlos a todos?
—Ya lo había pensado —admití a regañadientes—. Pero no puedo preocuparme por lo que sucederá en el futuro. Ahora mismo sólo importa Jerry, y me necesita.
—¿Y lo que necesitas tú? Se supone que estás escribiendo un libro, ¿no? ¿Cómo te las vas a arreglar para seguir con la columna?
—No lo sé. Pero otras personas trabajan y se ocupan de sus hijos a la vez.
—No es hijo tuyo.
—Forma parte de mi familia.
—Tú no tienes familia, _______.
Aunque yo había dicho cosas parecidas en el pasado, el comentario me dolió.
—Somos individuos ligados por patrones de obligaciones recíprocas —dije—. Si se puede llamar familia a un grupo de chimpancés del Amazonas, creo que las Varner también podemos entrar en esa categoría.
—Teniendo en cuenta que los chimpancés practican el canibalismo ocasional, podría darte la razón.
En ese momento, entendí que no debería haberle hablado tanto a Joe sobre las Varner.
—Me revienta discutir contigo —mascullé—. Me conoces demasiado bien.
—Más te reventaría si te dejara tomar la decisión equivocada sin decirte nada.
—Creo que es la decisión acertada. Desde mi punto de vista, es la única decisión con la que sería capaz de vivir.
—Me parece estupendo. Pero yo soy incapaz de vivir con ella.
Inspiré hondo.
—Bueno, y eso, ¿en qué punto nos deja si hago lo que tengo pensando? ¿Cómo afecta esto a una relación de cuatro años?
Me costaba muchísimo creer que la persona en la que me había apoyado más que en nadie, el hombre en quien confiaba y a quien le tenía tanto aprecio, estaba trazando una línea tan inflexible.
—Supongo que podríamos considerarlo un paréntesis —dijo Joe.
Lo medité mientras una gélida sensación de alarma me corría por las venas.
—Y cuando vuelva, ¿lo retomaremos donde lo dejamos?
—Podemos intentarlo.
—¿A qué te refieres con «intentarlo»?
—Puedes conservar algo en el congelador y sacarlo tres meses después, pero nunca será lo mismo.
—Pero, prometes esperarme, ¿no?
—¿En qué sentido?
—Me refiero a que no te acostarás con nadie más.
—_______, no podemos prometer no acostarnos con otra persona.
Me quedé de piedra.
—¿No podemos?
—Claro que no. En una relación adulta, no hay ni promesas ni garantías. No nos poseemos el uno al otro.
—Joe, creía que éramos fieles. —Por segunda vez en el día, me di cuenta de que hablaba con voz llorosa. De repente, se me ocurrió algo—. ¿Alguna vez me has puesto los cuernos?
—Yo no lo llamaría de esa manera, pero no, no lo he hecho.
—¿Qué pasaría si decido acostarme con otro? ¿No te pondrías celoso?
—No te negaría la oportunidad de experimentar otras relaciones con plena libertad si eso es lo que quieres. Es cuestión de confianza. Y de tener una mentalidad abierta.
—¿Tenemos una relación abierta?
—Si quieres decirlo de esa manera, sí.
Pocas veces en la vida me había sentido tan sorprendida como en ese momento. O más bien ninguna. Las cosas que había dado por sentadas con respecto a mi relación con Joe no tenían fundamento.
—¡Por el amor de Dios! ¿Cómo podemos tener una relación abierta sin que yo lo sepa siquiera? ¿Cuáles son las reglas?
A Joe pareció hacerle gracia la situación.
—No hay reglas entre nosotros, ______. Nunca las ha habido. Es el único motivo por el que hemos permanecido juntos tanto tiempo. Si hubiera intentado encerrarte de alguna manera, te habrías largado a las primeras de cambio.
Tenía un montón de protestas y de explicaciones en la cabeza. Pero me preguntaba si Joe estaba en lo cierto. Y mucho me temía que así era.
—De algún modo —comencé despacio—, siempre me he tenido por una persona convencional. Demasiado convencional como para mantener una relación desestructurada.
—Miss Independiente lo es —replicó él—. Los consejos que le da a otra gente siguen unas reglas muy concretas. Pero como ______... No, no eres convencional.
—Pero soy Miss Independiente y ______ a la vez —protesté—. ¿Dónde está entonces mi verdadera personalidad?
—Ahora mismo, parece que tu verdadera personalidad está en Houston —respondió Joe—. Ojalá regresaras.
—Me gustaría poder llevarme el niño a casa unos días, hasta que encuentre una solución.
—A mí no me va bien —se apresuró a soltar Joe.
Fruncí el ceño.
—También es mi apartamento. Quiero quedarme en mi mitad.
—Vale. Dormiré en otro sitio hasta que el bebé y tú os hayáis ido. O me mudaré para que te quedes con todo...
—No. —De forma instintiva, supe que, si Joe se veía obligado a mudarse por mi decisión de cuidar de Jerry, podría perderlo para siempre—. Da igual, quédate en el apartamento. Encontraré algo temporal para Jerry y para mí.
—Te ayudaré en todo lo que pueda —dijo él—. Pagaré tu parte del alquiler todo el tiempo que haga falta.
El ofrecimiento me cabreó. Su negativa a aceptar a Jerry me ponía tan furiosa como si fuera una leona enjaulada. Aunque, sobre todo, me asustaba el descubrimiento de que nuestra relación no tenía reglas, de que no había promesas entre nosotros. Porque eso quería decir que ya no estaba segura de él.
Ni de mí.
—Gracias —dije, indignada—. Ya te diré cómo acaba todo.
—Lo primero que tenemos que hacer —le dije a Jerry al día siguiente— es encontrar un bonito lugar que podamos alquilar o subarrendar. ¿Te parece que miremos en el centro? ¿En la zona de Montrose? ¿O no te opones a que busquemos algo cerca de Sugar Land? Siempre podemos ir a Austin, pero tendría que evitar a quien tú ya sabes. Y los alquileres allí son mucho más altos.
Jerry parecía pensativo mientras se tomaba despacio el biberón, como si de verdad estuviera considerando las opciones.
—¿Te lo estás pensando? —le pregunté—. ¿O estás pringando otro pañal?
La noche anterior había pasado un montón de tiempo buscando información en Google sobre los cuidados infantiles. Leí un montón de páginas sobre lo que había que hacer y lo que no, sobre los momentos más importantes del primer mes de vida y también sobre las visitas al pediatra. Incluso encontré instrucciones para cortarles las uñas a los bebés.
—Aquí dice —le comenté en su momento— que se supone que tienes que dormir entre quince y dieciocho horas al día. Tienes que ponerle más empeño. También dice que tengo que esterilizar todo lo que te llevas a la boca. Y dice que tendrás que saber sonreír al final del primer mes.
Tras leer eso, me pasé varios minutos sonriéndole con la esperanza de que me respondiera. La respuesta de Jerry fue una mueca tan seria que le dije que se parecía a Winston Churchill.
Después de añadir a los favoritos del explorador una docena de sitios web sobre el cuidado de los bebés, empecé a mirar apartamentos amueblados en la zona de Houston. Los que me podía permitir parecían muy feos y deprimentes, y los que me gustaban estaban por las nubes. Por desgracia, era difícil encontrar algo en una zona decente con unos muebles decentes por un precio razonable. Me acosté con un nudo en el estómago por culpa de los nervios y bastante deprimida. Tal vez porque se compadecía de mí, esa noche Jerry sólo se despertó tres veces.
—Tenemos que encontrar algo hoy mismo —le dije—. Y largarnos de este hotel tan caro.
Decidí pasar la mañana buscando posibilidades en Internet para salir esa misma tarde a verlas. Mientras escribía la reseña del primer lugar, mi móvil sonó.
«Jonas», rezaba la pantalla. Sentí un escalofrío por los nervios y la curiosidad.
—¿Diga?
—_______. —Escuché la inconfundible voz de barítono de Nick, tan suave como la seda—. ¿Cómo te va?
—Genial, gracias por preguntar. Jerry y yo estamos buscando casa. Hemos decidido irnos a vivir juntos.
—Enhorabuena. ¿Estás buscando algo en Houston o vuelves a Austin?
—Vamos a quedarnos aquí.
—Bien. —Una breve pausa—. ¿Tienes planes para comer?
—No.
—¿Te viene bien si te recojo a las doce?
—No puedo permitirme invitarte de nuevo —contesté, y Nick se echó a reír.
—Esta vez corre de mi cuenta. Quiero comentarte una cosa.
—¿De qué quieres hablar? Anda, dame una pista.
—No necesitas una pista, ______. Sólo tienes que decir que sí.
Titubeé, desconcertada por el modo en el que me hablaba: de manera amistosa, pero insistente, como un hombre que no estaba acostumbrado a escuchar un no por respuesta.
—¿Podría ser en un sitio normalito? —le pregunté—. Ahora mismo ni Jerry ni yo tenemos nada elegante que ponernos.
—Sin problemas. Pero no le pongas calcetines rosas.
Me llevé una sorpresa cuando Nick nos recogió en un monovolumen híbrido. Había esperado una monstruosidad que consumiera muchísimo, o un deportivo de gama alta. Para nada me esperaba un vehículo que Joe o cualquiera de sus amigos se habría sentido a gusto conduciendo.
—¡Llevas un híbrido! —exclamé asombrada mientras intentaba asegurar la base de la sillita de Jerry en la parte trasera del coche—. Te habría imaginado con un Denali, un Hummer o algo del estilo.
—Un Hummer —repitió Nick con desdén al tiempo que me pasaba a Jerry, que seguía sentado en la silla portabebés, y me apartaba con suavidad para ocuparse de la base de la silla—. Houston ya tiene bastantes emisiones de gases. No pienso contribuir al problema.
Arqueé las cejas.
—Eso suena a lo que diría un ecologista.
—Es que soy ecologista —murmuró Nick.
—No puedes ser un ecologista, eres un cazador.
Nick sonrió.
—Hay dos clases de ecologistas, _______. Los que se abrazan a los árboles y creen que cualquier ameba unicelular es tan importante como un alce en peligro de extinción... y los que, como yo, creemos que la caza regulada es una manera de gestionar de forma responsable la vida natural. Y como me gusta disfrutar del aire libre todo lo que puedo, estoy en contra de la contaminación, de la pesca masiva, del calentamiento global, de la deforestación y de cualquier otra cosa que fastidie el medioambiente.
Nick cogió la sillita de Jerry y la ajustó con mucho cuidado a la base. Se detuvo para hacerle carantoñas al bebé, que estaba atado como un astronauta en miniatura preparado para una peligrosa misión.
Puesto que él estaba detrás y un poco a un lado, me fue imposible no reparar en la imagen de Nick, agachado sobre los asientos. Tenía un cuerpazo, con unos músculos duros que se adivinaban bajo los vaqueros y unos hombros fuertes que se tensaban bajo la camisa celeste que llevaba remangada. Tenía el cuerpo ideal para un quaterback, lo bastante fornido como para aguantar la acometida de un defensa, lo bastante alto como para lanzar un buen pase y lo bastante delgado como para ser rápido y ágil.
Como solía pasar en Houston, un trayecto que debería durar quince minutos acabó en casi media hora. Pero disfruté de lo lindo. No sólo me alegraba de salir de la habitación del hotel, sino que además Jerry estaba dormido, encantado con el aire acondicionado y el movimiento del coche.
—¿Qué ha pasado con Joe? —preguntó Nick al descuido—. ¿Habéis roto?
—No, qué va. Seguimos juntos. —Hice una pausa incómoda antes de continuar—: Pero estamos en un... paréntesis.
Sólo estos tres meses, hasta que Rachel vuelva a por el bebé y yo regrese a Austin.
—¿Eso quiere decir que puedes salir con otra gente?
—Siempre hemos podido salir con otra gente. Joe y yo mantenemos una relación abierta. Nada de promesas ni de compromisos.
—Eso no existe. Una relación es una serie de promesas y de compromisos.
—Tal vez lo sea para la gente convencional. Pero Joe y yo creemos que no se puede poseer a otra persona.
—Claro que se puede —me contradijo Nick.
Arqueé las cejas.
—A lo mejor las cosas son distintas en Austin —comentó Nick—. Pero en Houston, ningún perro comparte su hueso.
Era algo tan disparatado que me eché a reír.
—¿Alguna vez has tenido una relación seria, Nick? Pero seria de verdad, de estar prometidos para casaros.
—Una vez —admitió—, pero no funcionó.
—¿Por qué no?
—Eso digo yo, ¿por qué?
La pausa que hizo antes de contestar fue lo bastante larga como para darme cuenta de que no solía hablar del tema.
—Se enamoró de otro —respondió al cabo de un rato.
—Lo siento —dije con sinceridad—. La mayoría de las cartas que recibo son de gente cuya relación se está acabando. De hombres que intentan aferrarse a sus mujeres infieles, de mujeres enamoradas de hombres casados que no dejan de prometerles que dejarán a sus esposas pero que nunca lo hacen... —Me callé al ver que golpeaba el volante de piel con un gesto nervioso, como si tuviera una arruga que quisiera quitarle.
—¿Qué le dirías a un hombre cuya novia se ha acostado con su mejor amigo? —me preguntó.
Lo entendí a la primera. Intenté disimular la lástima, ya que sabía que no le haría gracia.
—¿Fue una sola vez o tenían una relación?
—Acabaron casados —respondió con voz amarga.
—Menuda putada —dije—. Es peor cuando se casan, porque entonces la gente cree que están libres de toda culpa. «Vale, te engañaron, pero se casaron, así que no pasa nada.» Y tú te lo tienes que tragar todo y mandarles un carísimo regalo de boda para que no crean que eres un capullo. Es una putada, sí.
Dejó de mover el pulgar.
—Ahí le has dado. ¿Cómo lo has sabido?
—Madame _______ lo sabe todo —respondí, sin darle importancia—. Me atrevería a decir que su matrimonio está haciendo aguas ahora mismo. Porque las relaciones que empiezan de esa manera no tienen una base sólida.
—Pero tú no desapruebas la infidelidad —dijo él—. Porque ninguna persona puede poseer a otra, ¿verdad?
—No, condeno la infidelidad cuando alguno de los miembros de la pareja desconoce las reglas. A menos que accedas a tener una relación abierta, hay una promesa implícita de fidelidad. No hay nada peor que romper una promesa que le has hecho a alguien que te quiere.
—Sí —reconoció en voz baja, pero el monosílabo tenía tanta fuerza que dejó bien claro lo mucho que creía en esas palabras.
—En fin, ¿he acertado con su matrimonio? —pregunté—. ¿Está haciendo aguas?
—De un tiempo a esta parte, parece que las cosas no marchan muy bien —reconoció él—. Lo más probables es que se divorcien. Y es una pena, porque tienen dos niños.
—Cuando vuelva a estar libre, ¿crees que te interesará?
—No puedo negar que no lo haya considerado. Pero no, no pienso tropezar dos veces con la misma piedra.
—Tengo una teoría sobre los hombres como tú, Nick.
Eso pareció animarlo un poco. Me miró con sorna.
—¿Qué teoría?
—Una teoría sobre por qué no te has comprometido todavía. En realidad, es una cuestión de dinámicas de mercado eficientes. Las mujeres con las que sales son prácticamente iguales. Pasas un buen rato con la de turno y luego vas a por la siguiente, haciendo que se pregunten por qué no ha durado. No se dan cuenta de que ninguna de ellas supera las expectativas de mercado, porque todas ofrecen lo mismo, y da igual lo bueno que sea el envoltorio. Así que lo único que podría cambiar tu situación es que suceda algo inesperado y fortuito. Razón por la cual vas a acabar con una mujer totalmente distinta a lo que la gente espera, a lo que tú esperas. —Lo vi sonreír—. ¿Qué te parece?
—Creo que no serías capaz de callarte ni debajo del agua —replicó.
El restaurante al que Nick nos llevó podría considerarse normal según él, pero contaba con aparcacoches, el aparcamiento estaba lleno de automóviles de lujo y había una pérgola blanca que llevaba hasta la puerta. Nos condujeron hasta una mesa increíble situada junto a un ventanal. A juzgar por la elegante y estudiada decoración, y por las notas del piano que sonaba de fondo, estaba segura de que nos echarían a Jerry y a mí en mitad de la comida. Sin embargo, Jerry me sorprendió con un comportamiento modélico. La comida estaba deliciosa y el chardonnay que la acompañaba hizo que mis papilas gustativas saltaran de alegría. Y, además, Nick tal vez fuera el hombre más simpático que había conocido en la vida. Después del almuerzo, fuimos al centro de la ciudad. Dejamos el coche en el aparcamiento subterráneo en el 1800 de Main Street.
—¿Vamos a tu oficina? —le pregunté.
—Vamos a la parte del edificio dedicada a los apartamentos. Exactamente donde trabaja mi hermana.
—¿A qué se dedica?
—En resumidas cuentas, se encarga de los contratos y de las operaciones financieras. Del día a día del negocio, de las cosas de las que yo no puedo ocuparme.
—¿Me la vas a presentar?
Nick asintió con la cabeza.
—Te caerá bien.
Subimos en el ascensor hasta un pequeño vestíbulo de mármol reluciente que contaba con una escultura contemporánea de bronce y un área de recepción muy formal. El conserje, un chico muy bien vestido, sonrió a Nick y miró de reojo a Jerry, que estaba durmiendo. Nick había insistido en llevarlo él, detalle que le agradecí muchísimo. Mis brazos todavía no se habían acostumbrado a la nueva responsabilidad de llevar a Jerry y sus cosas de un lado para otro.
—Dile a la señorita Jonas que vamos a su apartamento —le dijo Nick al conserje.
—Sí, señor Jonais.
Seguí a Nick hasta los ascensores a través de una serie de puertas de cristal que se fueron abriendo para dejarnos pasar sin hacer apenas ruido.
—¿En qué piso está la oficina? —le pregunté.
—En el séptimo. Pero Destiny querrá que vayamos a verla a su apartamento, que está en el sexto.
—¿Por qué?
—Es un apartamento totalmente amueblado. Y gratis. Uno de los privilegios de su puesto de trabajo. Su novio vive en una de las plantas superiores, en otro apartamento de tres dormitorios al que mi hermana ya ha trasladado todas sus cosas. Así que tiene el apartamento vacío.
En ese momento, comprendí sus intenciones, de modo que lo miré alucinada. Me dio un vuelco el estómago, aunque no supe si se debía al movimiento del ascensor o a la sorpresa.
—Nick, si se te ha pasado por la cabeza que Jerry y yo vivamos aquí los próximos tres meses... Te lo agradezco mucho, pero es imposible.
—¿Por qué?
El ascensor se detuvo y Nick me hizo un gesto para que lo precediera.
Decidí ser directa.
—No puedo permitírmelo.
—Encontraremos una cifra que te venga bien.
—No quiero deberte nada.
—Y no lo harás. Esto es entre mi hermana y tú.
—Vale, pero el edificio es tuyo.
—No, no lo es. Sólo lo gestiono.
—No me vengas con ésas. Es propiedad de los Jonas.
—Muy bien. —Su voz era risueña—. Es propiedad de los Jonas. Aun así, no me deberás nada. Es cuestión de oportunidad. Tú necesitas un sitio donde vivir y yo tengo un apartamento disponible.
Fruncí el ceño.
—Tú vives en el edificio, ¿verdad?
Me miró con sorna.
—No me hace falta ponerle a una mujer un apartamento en bandeja para conseguir su atención, ______.
—No me refería a eso —protesté, aunque la humillación hizo que me pusiera como un tomate. A decir verdad, sí que me refería a eso. Como si yo, _____ Varner, fuera tan irresistible que él, Nick Jonas, fuera capaz de hacer el pino con las orejas con tal de tenerme en su mismo edificio. ¡Por el amor de Dios! ¿De qué parte de mi ego había salido eso? Busqué una explicación que me permitiera salir airosa de la tesitura—. Me refiero a que no creo que te haga gracia tener a un recién nacido llorón en el edificio.
—Haré una excepción en el caso de Jerry. Después del recibimiento que ha tenido al llegar a este mundo, se merece que le pase algo bueno.
Recorrimos el pasillo, enmoquetado y con forma de H, hasta llegar a un apartamento situado casi al final. Nick llamó al timbre y la puerta se abrió.
Niinny Jonas
NiinnyJonas
Re: Buenas Vibraciones (Nick y tu) [Adaptación Terminada]
NEW READER!!! oooh me encanta esta muy buena y a mi me encantan los bebes :D pobre jerry tener que pasar por eso bueno si no fuese por _____ ya estubiera en manos de otro tipo de gente pff..que mal bueee...sigue me encanta mi nombre es bianca pero llamame bia saludos...
Bianca
Re: Buenas Vibraciones (Nick y tu) [Adaptación Terminada]
bia_mtz escribió:NEW READER!!! oooh me encanta esta muy buena y a mi me encantan los bebes :D pobre jerry tener que pasar por eso bueno si no fuese por _____ ya estubiera en manos de otro tipo de gente pff..que mal bueee...sigue me encanta mi nombre es bianca pero llamame bia saludos...
Gracias Bia.... que bueno que te guste la adaptacion :D
Gracias igual a todas las readers, entre ellas a mi BFF
Con Amor... :love:
Niinny Jonas
Gracias igual a todas las readers, entre ellas a mi BFF
Con Amor... :love:
Niinny Jonas
NiinnyJonas
Re: Buenas Vibraciones (Nick y tu) [Adaptación Terminada]
wuuuuuaaaauuu
nick se porta como todo un caballero
asi que siguela porfa
nick se porta como todo un caballero
asi que siguela porfa
chelis
Re: Buenas Vibraciones (Nick y tu) [Adaptación Terminada]
hola soy nueva lectora y me encantaria que la siguieras!!!!
Besitos!!!
Besitos!!!
{CJ}
Re: Buenas Vibraciones (Nick y tu) [Adaptación Terminada]
CarlyBlack escribió:hola soy nueva lectora y me encantaria que la siguieras!!!!
Besitos!!!
Gracias chicas, hay se las sigo
Besitos...
Con Amor...
Niinny Jonas
Besitos...
Con Amor...
Niinny Jonas
NiinnyJonas
Re: Buenas Vibraciones (Nick y tu) [Adaptación Terminada]
CAPÍTULO 09
Destiny Jonas era mucho más delgada y bajita que su hermano, hasta el punto de que ni siquiera parecían ser hijos de los mismos padres. Sin embargo, tenían los mismos ojos oscuros. Destiny tenía la piel muy blanca, el pelo negro y unos rasgos delicados. Su mirada era inteligente, despierta y, sin embargo, había algo en ella... una especie de vulnerabilidad causada por alguna herida que sugería que no había salido indemne de los amargos vuelcos de la vida.
—Hola, Nick. —Su atención se dirigió de inmediato a Jerry, que dormía en su sillita—. ¡Qué ricura de niño! —Tenía una voz muy peculiar, alegre y cariñosa, un poco ronca. Como si acabara de tomar un sorbo de licor caro—. Dame la sillita... lo estás moviendo demasiado.
—Le gusta —replicó Nick con tranquilidad, que pasó por alto los esfuerzos de su hermana para apropiarse de Jerry, al tiempo que inclinaba la cabeza para que le diera un beso—. ______ Varner, esta marimandona es mi hermana Destiny.
—Pasa, ______... —dijo la susodicha mientras nos saludábamos con un firme y amigable apretón de manos—. Menuda coincidencia. Llevo ya unas cuantas semanas leyendo tu columna.
Destiny nos invitó a entrar en su apartamento, un espacio abierto decorado en tonos blancos y cremas, que contrastaban con los tonos oscuros de la madera. Las pinceladas de verde intenso de algunas piezas alegraban el rígido esquema cromático. En un rincón, había un reloj de pared suizo. El espacio correspondiente al salón estaba amueblado con unas cuantas piezas sencillas, algunas sillas de anticuario de estilo francés y un mullido sofá cubierto por una manta en tonos crema y negro.
—Lo decoró un gran amigo mío, Todd —me dijo Destiny al notar mi interés.
—Es precioso. Parece talmente sacado de una revista de decoración.
—Según Todd, mucha gente comete el error de decorar espacios pequeños con demasiadas piezas delicadas. Se necesita algo consistente, como ese sofá, para que se convierta en el referente de la estancia.
—Digas lo que digas, el sofá es muy pequeño —comentó Nick mientras dejaba la sillita de Jerry sobre una amplia mesa auxiliar.
Destiny sonrió.
—Mis hermanos no creen que un sofá sea cómodo a menos que tenga las mismas dimensiones que un tráiler —me dijo—. ¿Cómo se llama? —me preguntó después de acercarse a Jerry, a quien observó con evidente ternura.
—Jerry. —Me sorprendí al descubrir el orgullo que me invadió mientras contestaba.
—Nick me ha puesto al tanto de tu situación —dijo Destiny—. Creo que lo que estás haciendo por tu hermana es algo increíble. Está claro que no has elegido el camino más fácil. —Sonrió—. Pero eso es justo lo que se espera de Miss Independiente.
Nick me miró con curiosidad.
—Me gustaría leer algunos de tus artículos.
—Hay unos cuantos ejemplares de Vibraciones en aquella mesita —le dijo Destiny—. Creo que será un cambio refrescante para un lector de revistas de pesca.
Observé avergonzada que Nick cogía el último número, que contenía uno de mis artículos más provocadores.
—Creo que no deberías... —dije, pero dejé la frase en el aire cuando comenzó a hojear la revista.
Supe el momento exacto en el que localizó la página de mi artículo y vio la caricatura de mi persona, con los exagerados tacones de aguja y el abrigo entallado tan a la moda. Y supe exactamente lo que estaba leyendo antes incluso de verlo arquear las cejas.
Estimada Miss Independiente:
Estoy saliendo con un chico genial: guapo, con éxito profesional, cariñoso y bueno en la cama. Pero hay un problema. Es de talla pequeña... en lo que a su miembro se refiere. Siempre he oído que el tamaño no importa, pero no puedo evitar desear que estuviera un poco mejor dotado en ese aspecto. Quiero seguir con él a pesar de que lo suyo más bien parece un pepinillo en vinagre, pero ¿cómo dejo de pensar en un buen salami?
ENAMORADA DE LA XXL
Estimada Enamorada de la XXL:
En contra de las afirmaciones del spam que llega al correo de Miss Independiente, es imposible aumentar el tamaño del miembro masculino. Sin embargo, hay unos aspectos importantes que deben considerarse. Hay unas ocho mil terminaciones nerviosas en el clítoris, un número menor en la zona externa de la vagina y muy pocas en su interior. Por tanto, un pene pequeño es mejor que uno grande a la hora de procurar la estimulación necesaria para la mujer.
Para la mayoría de las mujeres, la experiencia con la que cuente el hombre es más importante que el tamaño de su miembro. Prueba posturas y técnicas distintas, aumenta el tiempo dedicado a los preliminares y recuerda que hay muchos caminos para llegar a Roma.
Por último, si quieres algo grande para jugar durante tus relaciones, mete algún juguetito en la cama. Interpretadlo como una especie de subcontrata.
MISS INDEPENDIENTE
La expresión de Nick puso de manifiesto que le costaba reconciliar la imagen de Miss Independiente con lo que conocía de mí hasta la fecha. Se sentó en el pequeño sofá verde botella y siguió leyendo.
—Ven a ver la cocina —me dijo Destiny al tiempo que me cogía del brazo para acompañarme hacia una zona totalmente alicatada, con encimera de granito y electrodomésticos de acero inoxidable—. ¿Te apetece beber algo?
—Sí, gracias.
—¿Té de mango helado o zumo de frambuesa con albahaca?
—Té de mango, por favor.
Me senté en uno de los taburetes de la isla.
Nick dejó de leer lo suficiente para protestar:
—Destiny, sabes que no soporto esas porquerías. Yo quiero algo normal y corriente.
—No tengo nada normal y corriente —le recordó su hermana mientras sacaba una jarra de té de color amarillo—. Podrías probar el de mango.
—¿Qué tiene de malo el té de toda la vida?
—Deja de quejarte, Nick. Hardy ha probado éste y le gusta.
—Cariño, Hardy no se quejaría ni aunque le dieras a probar una infusión hecha con césped. Es un calzonazos.
Destiny contuvo la sonrisa.
—A ver si eres capaz de decírselo a la cara.
—Ni hablar —se negó Nick al punto—. Es un calzonazos, pero sigue siendo capaz de darme dos hostias.
Puse los ojos como platos al preguntarme qué tipo de hombre sería capaz de darle dos hostias a Nick Jonas.
—Mi prometido trabajaba de soldador en una plataforma petrolífera y está macizo —me dijo Destiny con una mirada resplandeciente—. Cosa que nos viene genial. Porque, si no, mis tres hermanos mayores ya lo habrían alejado de mí.
—Lo único que nos ha faltado es condecorarlo por aguantarte —soltó Nick.
Sus pullas dejaban bien claro que se llevaban estupendamente. Destiny le llevó un vaso de té a su hermano mientras seguían dándose caña y volvió a la cocina. Me dio mi vaso y apoyó los codos en la encimera de la isla.
—¿Te gusta el apartamento? —me preguntó.
—Sí, es precioso. Pero hay algunos problemillas...
—Lo sé. Voy a proponerte un trato, ______ —me interrumpió con total franqueza—. Nunca he pagado nada por vivir aquí, ya que es un extra ligado al cargo que desempeño en la empresa. Además, en cuanto me case, me mudaré con Hardy, que vive aquí mismo, en el piso dieciocho. —Hizo una pausa y añadió con una sonrisa avergonzada—: Ya he subido la mayoría de mis cosas. Así que lo que tengo aquí es un apartamento amueblado pero vacío. No veo por qué no podrías quedarte aquí con Jerry estos tres meses, pagando de tu bolsillo los gastos, hasta que vuelvas a Austin. No pienso cobrarte nada, porque, si tú no aceptas, esto se quedará vacío.
—No, te pagaré el alquiler —insistí—. No puedo aceptarlo gratis.
La vi hacer una mueca mientras se pasaba una mano por el pelo.
—No sé cómo decirte esto sin que suene borde... Me pagues lo que me pagues, sería más bien un gesto simbólico. En realidad, no necesito el dinero.
—Pero es que no lo aceptaré de otra forma.
—En ese caso, coge el dinero que consideres justo por tres meses de alquiler e inviértelo en Jerry.
—¿Puedo preguntarte por qué no alquilas el apartamento ahora que lo dejas?
—Lo hemos hablado —admitió—. E incluso tenemos una lista de personas interesadas. Pero seguimos sin tenerlo claro. Cuando contratemos a otra persona, si es que llegamos a hacerlo, para que ocupe mi puesto de trabajo, tendrá que vivir en el edificio, así que el apartamento tendría que estar libre para que lo ocupara.
—¿Y por qué necesitáis mudaros...? —pregunté, pero dejé la pregunta en el aire y cerré el pico.
Destiny sonrió.
—Hardy y yo intentaremos aumentar pronto la familia.
—Un hombre que quiere niños —dije—. Una contradicción. —Nick no dijo ni pío. Seguía leyendo, lo sabía porque escuché cómo volvía una página. Miré a Destiny y me encogí de hombros con impotencia—. Me sorprende que quieras hacer esto por una completa desconocida.
—No eres una desconocida en el sentido estricto de la palabra —me corrigió, intentando razonar conmigo—. Al fin y al cabo, conocemos a tu prima Liza y Nick salió con tu hermana...
—Una vez —señaló él desde el otro extremo del apartamento.
—Una vez —repitió Destiny con una sonrisa—. Así que eres la amiga de una amiga. Además... —su expresión se volvió reflexiva—, hace relativamente poco pasé por un mal bache con el proceso de divorcio. Fue horrible. Hubo unas cuantas personas, entre ellas Nick, que me ayudaron a superarlo, así que quiero que el buen karma siga fluyendo.
—No lo hice para ayudarte —soltó su hermano—. Necesitaba mano de obra barata.
—Quédate en el apartamento, _______ —insistió Destiny—. Puedes mudarte hoy mismo. Lo único que necesitas es un moisés para el bebé y listo.
Me sentía incómoda y un tanto insegura. No estaba acostumbrada a pedir ayuda ni tampoco a recibirla. Tenía que sopesar tranquilamente las complicaciones que podrían derivarse de todo aquello.
—¿Me das un poco de tiempo para pensármelo?
—Claro. —Había un brillo peculiar en sus ojos oscuros—. Por curiosidad, ¿qué te aconsejaría Miss Independiente?
Sonreí.
—No suelo pedirle consejo.
—Yo sé lo que diría. —Nick entró en la cocina con el vaso vacío en la mano.
Colocó una mano en el borde de la encimera tan cerca de mí que sentí la tentación de alejarme un poco. No obstante, me quedé justo donde estaba, tan pendiente de sus movimientos como si tuviera los reflejos de una gata. Su olor era fresco y amaderado, y su toque a cedro era tan masculino que podría pasarme toda la vida oliéndolo sin cansarme.
—Te diría que hicieras lo mejor para Jerry —siguió—. ¿O quizá no?
Asentí con la cabeza y me incliné sobre la encimera, con las manos en los codos.
—Pues hazlo —murmuró.
Ya me estaba atosigando de nuevo. Ningún hombre se había comportado de esa forma conmigo en la vida. Y, por alguna razón que se me escapaba, en vez de repelerme, me resultaba tentador dejarme llevar.
Consciente de que estaba a punto de ponerme colorada, no me atreví a mirarlo a la cara y en cambio me giré hacia Destiny. Estaba observando a su hermano con una mirada penetrante, como si acabara de decir o de hacer algo totalmente ajeno a su carácter. Al cabo de un segundo, se dio la vuelta para llevar el vaso vacío al fregadero mientras nos decía que tenía que regresar al despacho aludiendo algo sobre unos contratos y unas entrevistas.
—Cerrad vosotros —dijo con voz alegre—. Y, ______, tómate todo el tiempo que necesites.
—Gracias. Ha sido un placer conocerte.
Ni Nick ni yo nos movimos mientras Destiny se marchaba. Seguí sentada en el taburete con el cuerpo en tensión y los dedos de los pies apretados sobre la barra inferior. Nick se acercó a mí hasta el punto de que sentí su aliento en el pelo.
—Tenías razón... —le dije con voz ronca—. Me cae bien. —Más que verlo, percibí que él asentía con la cabeza. Su silencio me obligó a seguir hablando—. Siento mucho que tuviera que pasar por un divorcio.
—Yo siento que no lo hiciera antes. Y más siento no haberlo borrado a él de la faz de la Tierra. —No lo dijo a modo de bravuconada, sino con una tranquilidad tan pasmosa que me incomodó. En ese momento, lo miré a la cara.
—No siempre puedes proteger a tus seres queridos —le recordé.
—Eso he aprendido.
No me preguntó si iba a quedarme con el apartamento. De algún modo, los dos sabíamos que no me quedaba otra alternativa.
—Esto es muy diferente de mi vida normal —dije al cabo de un momento—. Este tipo de sitios no son habituales en mi día a día, ni para trabajar ni mucho menos para vivir. No es mi ambiente y no tengo nada en común con la gente que sí está acostumbrada a ellos.
—¿Y cuál es tu sitio? ¿Austin, al lado de Joe?
—Sí.
—Parece que él no opina lo mismo.
Fruncí el ceño.
—Eso ha sido un golpe bajo.
Nick no pareció arrepentirse.
—La gente que vive y trabaja en estos sitios es igual que el resto de los mortales, _____. Hay buena gente y mala gente. Los hay listos y los hay más tontos que Abundio. Resumiendo, son normales y corrientes. No tendrás ningún problema con nadie. —Su voz se suavizó—. E incluso harás amigos.
—No voy a quedarme tanto tiempo como para entablar amistades. Estaré ocupada con Jerry, obviamente, e intentando que Rachel mejore. Además, tengo que trabajar.
—¿Vas a ir hasta Austin en busca de tus cosas o te las traerá Joe?
—La verdad es que no necesito mucho. Creo que Joe puede meter mi ropa en unas cuantas cajas y mandármelas por UPS. Es posible que venga a verme dentro de un par semanas.
Escuché que Jerry se despertaba y bajé del taburete de un salto.
—Hora del biberón y del cambio de pañal —dije mientras caminaba hacia la sillita.
—¿Por qué no te quedas aquí y te relajas mientras yo voy al hotel y recojo tus cosas? Pagaré tu cuenta y así no te facturarán otra noche.
—Pero el coche...
—Vendré a por ti luego para ir a recogerlo. Ahora, descansa.
Eso sonaba estupendamente. Lo último que me apetecía era meterme en el coche con Jerry para ir a algún sitio, y menos a la hora más calurosa del día. Estaba muerta de cansancio y el apartamento estaba fresquito y tranquilo. Miré a Nick con tristeza.
—Ya te debo demasiados favores.
—Lo mismo da que sea uno más. —Me observó mientras sacaba a Jerry de la sillita y lo cogía en brazos—. ¿Tienes todo lo que necesitas?
—Sí.
—Volveré dentro de un rato. De todas formas, tienes mi número de móvil.
—Gracias. Yo... —Me desbordaba la gratitud. Introduje la mano en el bolso de los pañales y saqué un biberón ya preparado—. No sé por qué estás haciendo todo esto. Sobre todo, después de los problemas que te he causado. Pero te lo agradezco.
Nick se detuvo al llegar a la puerta y se volvió un momento para mirarme.
—Me caes bien, ______. Lo que estás haciendo por tu hermana es digno de admiración. La mayoría de la gente le daría la espalda en vez de arriesgarse. No me importa ayudar a alguien que está intentando con todas sus fuerzas tomar el camino correcto.
Mientras Nick estuvo fuera, le cambié el pañal a Jerry y le di el biberón antes de explorar el apartamento. Entramos en el dormitorio, donde había una cama de bronce con una colcha antigua de encaje, un baúl de mimbre a modo de mesita de noche y una lámpara redonda de cristal de estilo victoria-no. Dejé a Jerry en la cama y me senté a su lado, móvil en mano.
Marqué el número de Rachel, pero saltó el buzón de voz, así que le dejé un mensaje:
—Hola, cariño... Jerry y yo lo llevamos genial. Vamos a quedarnos estos próximos tres meses en Houston. Ahora mismo me estaba acordando de ti. Me preguntaba dónde estarías. Y Rachel... —la lástima y la ternura me hicieron un nudo en la garganta—, creo que comprendo por lo que estás pasando. Lo duro que es hablar con alguien... en fin, sobre mamá y el pasado y todo eso. Estoy orgullosa de ti. Estás haciendo lo correcto. Vas a ponerte bien.
Cuando colgué, sentí el abrasador escozor de las lágrimas en los ojos. Sin embargo, las lágrimas se evaporaron en cuanto vi que Jerry me estaba observando con la inocente curiosidad de un bebé. Me acerqué para frotarle la cabeza con la nariz, y el roce de ese pelo negro y liso me resultó tan suave como una pluma.
—Tú también vas a estar muy bien —le dije.
Y, rodeados por el calor de nuestros cuerpos, nos quedamos dormidos. Los sueños de Jerry fueron inocentes; los míos, caóticos.
Dormí mucho más rato del que había previsto o esperado. Cuando me desperté, el dormitorio estaba a oscuras. Y, sorprendida porque Jerry no hubiera protestado en lo más mínimo, alargué el brazo y me invadió el pánico al no encontrarlo.
—¡Jerry! —me incorporé jadeando.
—Eh... —Nick entró en el dormitorio y encendió la luz—, tranquila. No pasa nada, ______ —me dijo en voz baja y reconfortante—. Se ha despertado antes que tú, así que me lo he llevado al salón para que te dejara dormir un poco. Hemos estado viendo un partido de béisbol.
—¿Ha llorado? —le pregunté con voz ronca mientras me frotaba los ojos.
—Sólo cuando se ha dado cuenta de que los Astros volvían a empezar con mal pie. Pero le he dicho que no hay que avergonzarse por llorar por los Astros, porque eso une mucho a los hombres de Houston.
Intenté sonreír, pero estaba agotada y no muy espabilada. Y, para mi más profundo horror, descubrí que, cuando Nick se acercó a la cama, me invadió el impulso de echarle los brazos al cuello. Sin embargo, no era Joe, razón por la cual no sería muy adecuado, por no decir directamente «espantoso», pensar en él en los mismos términos. Joe y yo habíamos pasado cuatro años poniendo a prueba nuestra confianza y asumiendo riesgos emocionales hasta que logramos el nivel de confianza del que disfrutábamos. Me resultaba imposible imaginarme compartiendo lo mismo con otro hombre.
Antes de que pudiera moverme, Nick se detuvo junto a la cama y me miró con una expresión muy tierna en sus ojos oscuros. Retrocedí un poco, y sentí un placentero espasmo en el estómago al imaginar por un segundo que se tumbaba sobre mí y que su peso resultaba agradable, satisfactorio y...
—Tu coche estará en el aparcamiento reservado a los residentes dentro de unas horas —murmuró—. Le pagué a uno de los empleados del hotel para que lo trajera.
—Gracias... te devolveré el dinero.
—No hace falta.
—No quiero aumentar la deuda que ya tengo contigo.
Él meneó la cabeza como si le hiciera gracia el comentario.
—________, podrías relajarte y dejar que alguien haga algo agradable por ti.
Parpadeé al escuchar que sonaba música en el salón.
—¿Qué estás escuchando?
—He comprado un DVD para Jerry mientras he estado fuera. Con música de Mozart y muñecos que parecen calcetines.
Mis labios esbozaron una sonrisa.
—A esa edad no creo que vea nada a más de treinta centímetros de la cara.
—Ahora entiendo su falta de interés. Pensaba que era más de Beethoven.
Me ofreció una mano para ayudarme a salir de la cama. Titubeé antes de aceptarla. No me hacía falta ayuda para levantarme. Sin embargo, parecía un poco descortés rechazar su gesto.
Cuando coloqué la mano en su palma y sentí su pulgar sobre el dorso, tuve la impresión de que nuestras manos encajaban a la perfección. Me alejé de él en cuanto estuve en pie. Intenté recordar si había sentido una atracción así de inmediata y directa por Joe. No... fue algo gradual, un proceso lento y pausado. Por regla general, me repelían las cosas que sucedían con rapidez.
—Tu maleta está en el salón —me dijo Nick—. Si tienes hambre, puedes pedir algo al restaurante de la séptima planta. Si necesitas algo, llama a Destiny. Te he dejado su número al lado del teléfono. No nos veremos hasta dentro de un par de días, porque tengo que salir de la ciudad.
Sentí curiosidad por saber hacia dónde se dirigiría, pero me limité a asentir con la cabeza.
—Que tengas un buen viaje.
Un brillo socarrón iluminó sus ojos.
—Gracias.
Se marchó con esa despedida tan amigable y escueta, provocándome un repentino alivio, pero a la vez cierta desilusión. Al llegar al salón, vi mi maleta, sobre la que descansaba la factura del hotel dentro de un prístino sobre blanco. Cuando lo abrí y saqué la factura, di un respingo. Sin embargo, después de examinar el desglose de los gastos, me di cuenta de que faltaba algo: la cena que encargamos al servicio de habitaciones.
Llegué a la conclusión de que Nick la había pagado de su bolsillo. Aunque habíamos acordado que corría de mi cuenta. ¿Por qué habría cambiado de opinión? ¿Por lástima? ¿Porque pensaba que no podía permitírmelo? Bueno, tal vez nunca tuviera la intención de dejar que pagara yo. Desconcertada y un poco molesta, solté la factura y me acerqué para coger a Jerry. Con él en brazos, vi un rato el DVD de las marionetas mientras intentaba no pensar en Nick Jonas. Y, sobre todo, mientras intentaba no preguntarme cuándo volvería.
—Hola, Nick. —Su atención se dirigió de inmediato a Jerry, que dormía en su sillita—. ¡Qué ricura de niño! —Tenía una voz muy peculiar, alegre y cariñosa, un poco ronca. Como si acabara de tomar un sorbo de licor caro—. Dame la sillita... lo estás moviendo demasiado.
—Le gusta —replicó Nick con tranquilidad, que pasó por alto los esfuerzos de su hermana para apropiarse de Jerry, al tiempo que inclinaba la cabeza para que le diera un beso—. ______ Varner, esta marimandona es mi hermana Destiny.
—Pasa, ______... —dijo la susodicha mientras nos saludábamos con un firme y amigable apretón de manos—. Menuda coincidencia. Llevo ya unas cuantas semanas leyendo tu columna.
Destiny nos invitó a entrar en su apartamento, un espacio abierto decorado en tonos blancos y cremas, que contrastaban con los tonos oscuros de la madera. Las pinceladas de verde intenso de algunas piezas alegraban el rígido esquema cromático. En un rincón, había un reloj de pared suizo. El espacio correspondiente al salón estaba amueblado con unas cuantas piezas sencillas, algunas sillas de anticuario de estilo francés y un mullido sofá cubierto por una manta en tonos crema y negro.
—Lo decoró un gran amigo mío, Todd —me dijo Destiny al notar mi interés.
—Es precioso. Parece talmente sacado de una revista de decoración.
—Según Todd, mucha gente comete el error de decorar espacios pequeños con demasiadas piezas delicadas. Se necesita algo consistente, como ese sofá, para que se convierta en el referente de la estancia.
—Digas lo que digas, el sofá es muy pequeño —comentó Nick mientras dejaba la sillita de Jerry sobre una amplia mesa auxiliar.
Destiny sonrió.
—Mis hermanos no creen que un sofá sea cómodo a menos que tenga las mismas dimensiones que un tráiler —me dijo—. ¿Cómo se llama? —me preguntó después de acercarse a Jerry, a quien observó con evidente ternura.
—Jerry. —Me sorprendí al descubrir el orgullo que me invadió mientras contestaba.
—Nick me ha puesto al tanto de tu situación —dijo Destiny—. Creo que lo que estás haciendo por tu hermana es algo increíble. Está claro que no has elegido el camino más fácil. —Sonrió—. Pero eso es justo lo que se espera de Miss Independiente.
Nick me miró con curiosidad.
—Me gustaría leer algunos de tus artículos.
—Hay unos cuantos ejemplares de Vibraciones en aquella mesita —le dijo Destiny—. Creo que será un cambio refrescante para un lector de revistas de pesca.
Observé avergonzada que Nick cogía el último número, que contenía uno de mis artículos más provocadores.
—Creo que no deberías... —dije, pero dejé la frase en el aire cuando comenzó a hojear la revista.
Supe el momento exacto en el que localizó la página de mi artículo y vio la caricatura de mi persona, con los exagerados tacones de aguja y el abrigo entallado tan a la moda. Y supe exactamente lo que estaba leyendo antes incluso de verlo arquear las cejas.
Estimada Miss Independiente:
Estoy saliendo con un chico genial: guapo, con éxito profesional, cariñoso y bueno en la cama. Pero hay un problema. Es de talla pequeña... en lo que a su miembro se refiere. Siempre he oído que el tamaño no importa, pero no puedo evitar desear que estuviera un poco mejor dotado en ese aspecto. Quiero seguir con él a pesar de que lo suyo más bien parece un pepinillo en vinagre, pero ¿cómo dejo de pensar en un buen salami?
ENAMORADA DE LA XXL
Estimada Enamorada de la XXL:
En contra de las afirmaciones del spam que llega al correo de Miss Independiente, es imposible aumentar el tamaño del miembro masculino. Sin embargo, hay unos aspectos importantes que deben considerarse. Hay unas ocho mil terminaciones nerviosas en el clítoris, un número menor en la zona externa de la vagina y muy pocas en su interior. Por tanto, un pene pequeño es mejor que uno grande a la hora de procurar la estimulación necesaria para la mujer.
Para la mayoría de las mujeres, la experiencia con la que cuente el hombre es más importante que el tamaño de su miembro. Prueba posturas y técnicas distintas, aumenta el tiempo dedicado a los preliminares y recuerda que hay muchos caminos para llegar a Roma.
Por último, si quieres algo grande para jugar durante tus relaciones, mete algún juguetito en la cama. Interpretadlo como una especie de subcontrata.
MISS INDEPENDIENTE
La expresión de Nick puso de manifiesto que le costaba reconciliar la imagen de Miss Independiente con lo que conocía de mí hasta la fecha. Se sentó en el pequeño sofá verde botella y siguió leyendo.
—Ven a ver la cocina —me dijo Destiny al tiempo que me cogía del brazo para acompañarme hacia una zona totalmente alicatada, con encimera de granito y electrodomésticos de acero inoxidable—. ¿Te apetece beber algo?
—Sí, gracias.
—¿Té de mango helado o zumo de frambuesa con albahaca?
—Té de mango, por favor.
Me senté en uno de los taburetes de la isla.
Nick dejó de leer lo suficiente para protestar:
—Destiny, sabes que no soporto esas porquerías. Yo quiero algo normal y corriente.
—No tengo nada normal y corriente —le recordó su hermana mientras sacaba una jarra de té de color amarillo—. Podrías probar el de mango.
—¿Qué tiene de malo el té de toda la vida?
—Deja de quejarte, Nick. Hardy ha probado éste y le gusta.
—Cariño, Hardy no se quejaría ni aunque le dieras a probar una infusión hecha con césped. Es un calzonazos.
Destiny contuvo la sonrisa.
—A ver si eres capaz de decírselo a la cara.
—Ni hablar —se negó Nick al punto—. Es un calzonazos, pero sigue siendo capaz de darme dos hostias.
Puse los ojos como platos al preguntarme qué tipo de hombre sería capaz de darle dos hostias a Nick Jonas.
—Mi prometido trabajaba de soldador en una plataforma petrolífera y está macizo —me dijo Destiny con una mirada resplandeciente—. Cosa que nos viene genial. Porque, si no, mis tres hermanos mayores ya lo habrían alejado de mí.
—Lo único que nos ha faltado es condecorarlo por aguantarte —soltó Nick.
Sus pullas dejaban bien claro que se llevaban estupendamente. Destiny le llevó un vaso de té a su hermano mientras seguían dándose caña y volvió a la cocina. Me dio mi vaso y apoyó los codos en la encimera de la isla.
—¿Te gusta el apartamento? —me preguntó.
—Sí, es precioso. Pero hay algunos problemillas...
—Lo sé. Voy a proponerte un trato, ______ —me interrumpió con total franqueza—. Nunca he pagado nada por vivir aquí, ya que es un extra ligado al cargo que desempeño en la empresa. Además, en cuanto me case, me mudaré con Hardy, que vive aquí mismo, en el piso dieciocho. —Hizo una pausa y añadió con una sonrisa avergonzada—: Ya he subido la mayoría de mis cosas. Así que lo que tengo aquí es un apartamento amueblado pero vacío. No veo por qué no podrías quedarte aquí con Jerry estos tres meses, pagando de tu bolsillo los gastos, hasta que vuelvas a Austin. No pienso cobrarte nada, porque, si tú no aceptas, esto se quedará vacío.
—No, te pagaré el alquiler —insistí—. No puedo aceptarlo gratis.
La vi hacer una mueca mientras se pasaba una mano por el pelo.
—No sé cómo decirte esto sin que suene borde... Me pagues lo que me pagues, sería más bien un gesto simbólico. En realidad, no necesito el dinero.
—Pero es que no lo aceptaré de otra forma.
—En ese caso, coge el dinero que consideres justo por tres meses de alquiler e inviértelo en Jerry.
—¿Puedo preguntarte por qué no alquilas el apartamento ahora que lo dejas?
—Lo hemos hablado —admitió—. E incluso tenemos una lista de personas interesadas. Pero seguimos sin tenerlo claro. Cuando contratemos a otra persona, si es que llegamos a hacerlo, para que ocupe mi puesto de trabajo, tendrá que vivir en el edificio, así que el apartamento tendría que estar libre para que lo ocupara.
—¿Y por qué necesitáis mudaros...? —pregunté, pero dejé la pregunta en el aire y cerré el pico.
Destiny sonrió.
—Hardy y yo intentaremos aumentar pronto la familia.
—Un hombre que quiere niños —dije—. Una contradicción. —Nick no dijo ni pío. Seguía leyendo, lo sabía porque escuché cómo volvía una página. Miré a Destiny y me encogí de hombros con impotencia—. Me sorprende que quieras hacer esto por una completa desconocida.
—No eres una desconocida en el sentido estricto de la palabra —me corrigió, intentando razonar conmigo—. Al fin y al cabo, conocemos a tu prima Liza y Nick salió con tu hermana...
—Una vez —señaló él desde el otro extremo del apartamento.
—Una vez —repitió Destiny con una sonrisa—. Así que eres la amiga de una amiga. Además... —su expresión se volvió reflexiva—, hace relativamente poco pasé por un mal bache con el proceso de divorcio. Fue horrible. Hubo unas cuantas personas, entre ellas Nick, que me ayudaron a superarlo, así que quiero que el buen karma siga fluyendo.
—No lo hice para ayudarte —soltó su hermano—. Necesitaba mano de obra barata.
—Quédate en el apartamento, _______ —insistió Destiny—. Puedes mudarte hoy mismo. Lo único que necesitas es un moisés para el bebé y listo.
Me sentía incómoda y un tanto insegura. No estaba acostumbrada a pedir ayuda ni tampoco a recibirla. Tenía que sopesar tranquilamente las complicaciones que podrían derivarse de todo aquello.
—¿Me das un poco de tiempo para pensármelo?
—Claro. —Había un brillo peculiar en sus ojos oscuros—. Por curiosidad, ¿qué te aconsejaría Miss Independiente?
Sonreí.
—No suelo pedirle consejo.
—Yo sé lo que diría. —Nick entró en la cocina con el vaso vacío en la mano.
Colocó una mano en el borde de la encimera tan cerca de mí que sentí la tentación de alejarme un poco. No obstante, me quedé justo donde estaba, tan pendiente de sus movimientos como si tuviera los reflejos de una gata. Su olor era fresco y amaderado, y su toque a cedro era tan masculino que podría pasarme toda la vida oliéndolo sin cansarme.
—Te diría que hicieras lo mejor para Jerry —siguió—. ¿O quizá no?
Asentí con la cabeza y me incliné sobre la encimera, con las manos en los codos.
—Pues hazlo —murmuró.
Ya me estaba atosigando de nuevo. Ningún hombre se había comportado de esa forma conmigo en la vida. Y, por alguna razón que se me escapaba, en vez de repelerme, me resultaba tentador dejarme llevar.
Consciente de que estaba a punto de ponerme colorada, no me atreví a mirarlo a la cara y en cambio me giré hacia Destiny. Estaba observando a su hermano con una mirada penetrante, como si acabara de decir o de hacer algo totalmente ajeno a su carácter. Al cabo de un segundo, se dio la vuelta para llevar el vaso vacío al fregadero mientras nos decía que tenía que regresar al despacho aludiendo algo sobre unos contratos y unas entrevistas.
—Cerrad vosotros —dijo con voz alegre—. Y, ______, tómate todo el tiempo que necesites.
—Gracias. Ha sido un placer conocerte.
Ni Nick ni yo nos movimos mientras Destiny se marchaba. Seguí sentada en el taburete con el cuerpo en tensión y los dedos de los pies apretados sobre la barra inferior. Nick se acercó a mí hasta el punto de que sentí su aliento en el pelo.
—Tenías razón... —le dije con voz ronca—. Me cae bien. —Más que verlo, percibí que él asentía con la cabeza. Su silencio me obligó a seguir hablando—. Siento mucho que tuviera que pasar por un divorcio.
—Yo siento que no lo hiciera antes. Y más siento no haberlo borrado a él de la faz de la Tierra. —No lo dijo a modo de bravuconada, sino con una tranquilidad tan pasmosa que me incomodó. En ese momento, lo miré a la cara.
—No siempre puedes proteger a tus seres queridos —le recordé.
—Eso he aprendido.
No me preguntó si iba a quedarme con el apartamento. De algún modo, los dos sabíamos que no me quedaba otra alternativa.
—Esto es muy diferente de mi vida normal —dije al cabo de un momento—. Este tipo de sitios no son habituales en mi día a día, ni para trabajar ni mucho menos para vivir. No es mi ambiente y no tengo nada en común con la gente que sí está acostumbrada a ellos.
—¿Y cuál es tu sitio? ¿Austin, al lado de Joe?
—Sí.
—Parece que él no opina lo mismo.
Fruncí el ceño.
—Eso ha sido un golpe bajo.
Nick no pareció arrepentirse.
—La gente que vive y trabaja en estos sitios es igual que el resto de los mortales, _____. Hay buena gente y mala gente. Los hay listos y los hay más tontos que Abundio. Resumiendo, son normales y corrientes. No tendrás ningún problema con nadie. —Su voz se suavizó—. E incluso harás amigos.
—No voy a quedarme tanto tiempo como para entablar amistades. Estaré ocupada con Jerry, obviamente, e intentando que Rachel mejore. Además, tengo que trabajar.
—¿Vas a ir hasta Austin en busca de tus cosas o te las traerá Joe?
—La verdad es que no necesito mucho. Creo que Joe puede meter mi ropa en unas cuantas cajas y mandármelas por UPS. Es posible que venga a verme dentro de un par semanas.
Escuché que Jerry se despertaba y bajé del taburete de un salto.
—Hora del biberón y del cambio de pañal —dije mientras caminaba hacia la sillita.
—¿Por qué no te quedas aquí y te relajas mientras yo voy al hotel y recojo tus cosas? Pagaré tu cuenta y así no te facturarán otra noche.
—Pero el coche...
—Vendré a por ti luego para ir a recogerlo. Ahora, descansa.
Eso sonaba estupendamente. Lo último que me apetecía era meterme en el coche con Jerry para ir a algún sitio, y menos a la hora más calurosa del día. Estaba muerta de cansancio y el apartamento estaba fresquito y tranquilo. Miré a Nick con tristeza.
—Ya te debo demasiados favores.
—Lo mismo da que sea uno más. —Me observó mientras sacaba a Jerry de la sillita y lo cogía en brazos—. ¿Tienes todo lo que necesitas?
—Sí.
—Volveré dentro de un rato. De todas formas, tienes mi número de móvil.
—Gracias. Yo... —Me desbordaba la gratitud. Introduje la mano en el bolso de los pañales y saqué un biberón ya preparado—. No sé por qué estás haciendo todo esto. Sobre todo, después de los problemas que te he causado. Pero te lo agradezco.
Nick se detuvo al llegar a la puerta y se volvió un momento para mirarme.
—Me caes bien, ______. Lo que estás haciendo por tu hermana es digno de admiración. La mayoría de la gente le daría la espalda en vez de arriesgarse. No me importa ayudar a alguien que está intentando con todas sus fuerzas tomar el camino correcto.
Mientras Nick estuvo fuera, le cambié el pañal a Jerry y le di el biberón antes de explorar el apartamento. Entramos en el dormitorio, donde había una cama de bronce con una colcha antigua de encaje, un baúl de mimbre a modo de mesita de noche y una lámpara redonda de cristal de estilo victoria-no. Dejé a Jerry en la cama y me senté a su lado, móvil en mano.
Marqué el número de Rachel, pero saltó el buzón de voz, así que le dejé un mensaje:
—Hola, cariño... Jerry y yo lo llevamos genial. Vamos a quedarnos estos próximos tres meses en Houston. Ahora mismo me estaba acordando de ti. Me preguntaba dónde estarías. Y Rachel... —la lástima y la ternura me hicieron un nudo en la garganta—, creo que comprendo por lo que estás pasando. Lo duro que es hablar con alguien... en fin, sobre mamá y el pasado y todo eso. Estoy orgullosa de ti. Estás haciendo lo correcto. Vas a ponerte bien.
Cuando colgué, sentí el abrasador escozor de las lágrimas en los ojos. Sin embargo, las lágrimas se evaporaron en cuanto vi que Jerry me estaba observando con la inocente curiosidad de un bebé. Me acerqué para frotarle la cabeza con la nariz, y el roce de ese pelo negro y liso me resultó tan suave como una pluma.
—Tú también vas a estar muy bien —le dije.
Y, rodeados por el calor de nuestros cuerpos, nos quedamos dormidos. Los sueños de Jerry fueron inocentes; los míos, caóticos.
Dormí mucho más rato del que había previsto o esperado. Cuando me desperté, el dormitorio estaba a oscuras. Y, sorprendida porque Jerry no hubiera protestado en lo más mínimo, alargué el brazo y me invadió el pánico al no encontrarlo.
—¡Jerry! —me incorporé jadeando.
—Eh... —Nick entró en el dormitorio y encendió la luz—, tranquila. No pasa nada, ______ —me dijo en voz baja y reconfortante—. Se ha despertado antes que tú, así que me lo he llevado al salón para que te dejara dormir un poco. Hemos estado viendo un partido de béisbol.
—¿Ha llorado? —le pregunté con voz ronca mientras me frotaba los ojos.
—Sólo cuando se ha dado cuenta de que los Astros volvían a empezar con mal pie. Pero le he dicho que no hay que avergonzarse por llorar por los Astros, porque eso une mucho a los hombres de Houston.
Intenté sonreír, pero estaba agotada y no muy espabilada. Y, para mi más profundo horror, descubrí que, cuando Nick se acercó a la cama, me invadió el impulso de echarle los brazos al cuello. Sin embargo, no era Joe, razón por la cual no sería muy adecuado, por no decir directamente «espantoso», pensar en él en los mismos términos. Joe y yo habíamos pasado cuatro años poniendo a prueba nuestra confianza y asumiendo riesgos emocionales hasta que logramos el nivel de confianza del que disfrutábamos. Me resultaba imposible imaginarme compartiendo lo mismo con otro hombre.
Antes de que pudiera moverme, Nick se detuvo junto a la cama y me miró con una expresión muy tierna en sus ojos oscuros. Retrocedí un poco, y sentí un placentero espasmo en el estómago al imaginar por un segundo que se tumbaba sobre mí y que su peso resultaba agradable, satisfactorio y...
—Tu coche estará en el aparcamiento reservado a los residentes dentro de unas horas —murmuró—. Le pagué a uno de los empleados del hotel para que lo trajera.
—Gracias... te devolveré el dinero.
—No hace falta.
—No quiero aumentar la deuda que ya tengo contigo.
Él meneó la cabeza como si le hiciera gracia el comentario.
—________, podrías relajarte y dejar que alguien haga algo agradable por ti.
Parpadeé al escuchar que sonaba música en el salón.
—¿Qué estás escuchando?
—He comprado un DVD para Jerry mientras he estado fuera. Con música de Mozart y muñecos que parecen calcetines.
Mis labios esbozaron una sonrisa.
—A esa edad no creo que vea nada a más de treinta centímetros de la cara.
—Ahora entiendo su falta de interés. Pensaba que era más de Beethoven.
Me ofreció una mano para ayudarme a salir de la cama. Titubeé antes de aceptarla. No me hacía falta ayuda para levantarme. Sin embargo, parecía un poco descortés rechazar su gesto.
Cuando coloqué la mano en su palma y sentí su pulgar sobre el dorso, tuve la impresión de que nuestras manos encajaban a la perfección. Me alejé de él en cuanto estuve en pie. Intenté recordar si había sentido una atracción así de inmediata y directa por Joe. No... fue algo gradual, un proceso lento y pausado. Por regla general, me repelían las cosas que sucedían con rapidez.
—Tu maleta está en el salón —me dijo Nick—. Si tienes hambre, puedes pedir algo al restaurante de la séptima planta. Si necesitas algo, llama a Destiny. Te he dejado su número al lado del teléfono. No nos veremos hasta dentro de un par de días, porque tengo que salir de la ciudad.
Sentí curiosidad por saber hacia dónde se dirigiría, pero me limité a asentir con la cabeza.
—Que tengas un buen viaje.
Un brillo socarrón iluminó sus ojos.
—Gracias.
Se marchó con esa despedida tan amigable y escueta, provocándome un repentino alivio, pero a la vez cierta desilusión. Al llegar al salón, vi mi maleta, sobre la que descansaba la factura del hotel dentro de un prístino sobre blanco. Cuando lo abrí y saqué la factura, di un respingo. Sin embargo, después de examinar el desglose de los gastos, me di cuenta de que faltaba algo: la cena que encargamos al servicio de habitaciones.
Llegué a la conclusión de que Nick la había pagado de su bolsillo. Aunque habíamos acordado que corría de mi cuenta. ¿Por qué habría cambiado de opinión? ¿Por lástima? ¿Porque pensaba que no podía permitírmelo? Bueno, tal vez nunca tuviera la intención de dejar que pagara yo. Desconcertada y un poco molesta, solté la factura y me acerqué para coger a Jerry. Con él en brazos, vi un rato el DVD de las marionetas mientras intentaba no pensar en Nick Jonas. Y, sobre todo, mientras intentaba no preguntarme cuándo volvería.
Niinny Jonas
NiinnyJonas
Re: Buenas Vibraciones (Nick y tu) [Adaptación Terminada]
Hey! Nueva lectora! jajaja amo tu nove me hace reir mucho! jajaja siguela pronto porfavor!(:
Arii_089
Re: Buenas Vibraciones (Nick y tu) [Adaptación Terminada]
Arii_089 escribió:Hey! Nueva lectora! jajaja amo tu nove me hace reir mucho! jajaja siguela pronto porfavor!(:
Linda, gracias, que bueno que te guste...
Besitos...
Con amor
Niinny Jonas
Besitos...
Con amor
Niinny Jonas
NiinnyJonas
Re: Buenas Vibraciones (Nick y tu) [Adaptación Terminada]
aaaaaaaaaaaaaaaaaiiiiii
todo un caballero
pero quiero imaginar que nick ya siente algo por ____
asi que siguela porfaaaa
todo un caballero
pero quiero imaginar que nick ya siente algo por ____
asi que siguela porfaaaa
chelis
Re: Buenas Vibraciones (Nick y tu) [Adaptación Terminada]
Me encanto espero que la sigas pronto!!!
{CJ}
Re: Buenas Vibraciones (Nick y tu) [Adaptación Terminada]
oooh gracias por la bienvenida uuuf... nick es muy lindo uuuy algo quiere y no es dinero jajajaja bueno espero cap pronto saludos
Bianca
Re: Buenas Vibraciones (Nick y tu) [Adaptación Terminada]
NiinnyJonas escribió:Arii_089 escribió:Hey! Nueva lectora! jajaja amo tu nove me hace reir mucho! jajaja siguela pronto porfavor!(:Linda, gracias, que bueno que te guste...
Besitos...
Con amor
Niinny Jonas
No denada! Cuando seguiras??
Arii_089
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