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Buenas Vibraciones (Nick y tu) [Adaptación Terminada]

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Buenas Vibraciones (Nick y tu) [Adaptación Terminada] - Página 8 Empty Re: Buenas Vibraciones (Nick y tu) [Adaptación Terminada]

Mensaje por #Fire Rouge..* Mar 30 Ago 2011, 8:19 pm

NICK es un tierno!!
lo adoro es tan bueno
y sexi... pero sobre todo
la ayuda muchisimooooo

siguela plisssssssssssssssss
#Fire Rouge..*
#Fire Rouge..*


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Buenas Vibraciones (Nick y tu) [Adaptación Terminada] - Página 8 Empty Re: Buenas Vibraciones (Nick y tu) [Adaptación Terminada]

Mensaje por angie.lore6 Miér 31 Ago 2011, 1:49 pm

si siguelaaaaaaaaaaa esta buenisima
angie.lore6
angie.lore6


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Buenas Vibraciones (Nick y tu) [Adaptación Terminada] - Página 8 Empty Re: Buenas Vibraciones (Nick y tu) [Adaptación Terminada]

Mensaje por chelis Miér 31 Ago 2011, 7:16 pm

esperaaaandoooo

caaaaapiiisssss
chelis
chelis


http://www.twitter.com/chelis960

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Buenas Vibraciones (Nick y tu) [Adaptación Terminada] - Página 8 Empty Re: Buenas Vibraciones (Nick y tu) [Adaptación Terminada]

Mensaje por NiinnyJonas Miér 31 Ago 2011, 7:48 pm

CAPÍTULO 18

Pasamos juntos todas las noches del mes siguiente y también todos los fines de semana, y aun así tenía la sensación de que no veía a Nick lo suficiente.
Había momentos en los que apenas me reconocía, sobre todo cuando reía y jugaba como la niña que nunca había sido. Fuimos a un bar de carretera donde Nick me sacó a la tarima de madera que servía de pista de baile, pegajosa por la cerveza y el tequila, y me enseñó a bailar en línea.
En otra ocasión, fuimos a un mariposario y nos dejamos rodear por cientos de coloridas alas que parecían confeti.
—Cree que eres una flor —me susurró Nick al oído cuando una de las mariposas se posó en mi hombro.
También nos llevó a Jerry y a mí a un mercadillo de flores y artesanía, donde me compró una enorme cesta de jabones naturales y dos cajas de melocotones de Frederiksberg. Dejamos una de las cajas en casa de su padre, donde estuvimos una hora de visita durante la cual Churchill nos enseñó el hoyo de golf que acababan de instalar en el jardín trasero.
Al enterarse de que yo nunca había jugado al golf, Churchill me dio una clase improvisada. Le dije que no me hacía falta tener otro pasatiempo que se me daba fatal, pero me aseguró que el golf era una de las dos únicas cosas en la vida que se podían disfrutar aunque se fuera malísimo. No me dio tiempo a preguntarle cuál era la otra porque Nick meneó la cabeza y me sacó de allí, no antes de que su padre le hiciera prometerle que me llevaría pronto de visita.
También hubo salidas elegantes como la velada a beneficio de la Orquesta Sinfónica de Houston, o alguna exposición de arte, o una cena en un luminoso restaurante emplazado en lo que fuera una iglesia en los años veinte. La reacción de las otras mujeres al ver a Nick me hacía gracia, aunque también me molestaba, porque no dejaban de revolotear a su alrededor y de coquetear con él. Nick, en cambio, era siempre amable, pero mantenía las distancias, cosa que sólo parecía instarlas a esforzarse más. En ese momento, me di cuenta de que Nick no era el único de la pareja que tenía una vena posesiva.
Disfrutaba enormemente de los fines de semana que lograba encontrar a una canguro, porque así pasaba las tardes en el apartamento de Nick. Nos tirábamos las horas muertas en la cama, hablando o haciéndolo, en algunas ocasiones incluso las dos cosas a la vez. Como amante, Nick era muy creativo y hábil, y me guiaba hasta alcanzar nuevos niveles de sensualidad antes de devolverme a la realidad con mucho cuidado. Día a día, me daba cuenta de que estaba cambiando de una forma que ni siquiera era capaz de analizar. Nuestro vínculo comenzaba a ser demasiado estrecho, lo sabía, pero era incapaz de encontrar el modo de evitarlo.
Sin saber muy bien cómo, le hablé a Nick de mi pasado, de cosas que sólo había sido capaz de confiarle a Joe, de recuerdos que seguían siendo muy dolorosos, tanto como para llenarme los ojos de lágrimas y hacer que me fallara la voz. En vez de decir algo filosófico o de darme un sabio consejo, Nick se limitaba a abrazarme, a ofrecerme el consuelo de su cuerpo. Era lo que más falta me hacía. Aunque en ocasiones también me tensaba por el conflicto que se libraba en mi interior. Me sentía muy atraída por él, sí, pero, al mismo tiempo, me esforzaba por mantener entre nosotros todas las barreras posibles por débiles que fueran. El problema radicaba en que Nick era muy listo, tanto que no me presionaba. En cambio, me conquistaba poco a poco, con ternura pero sin flaquear, con sexo, con dulzura y con una paciencia a prueba de bombas.


Un día, Nick nos llevó a Jerry y a mí a casa de Kevin y Danielle, situada en la zona de Tanglewood, para pasar la tarde relajados en la piscina. Me explicó que tendría que pasar parte del tiempo ayudando a su hermano Kevin con la barca de vela de unos seis metros de eslora que estaban construyendo en el garaje. Había comenzado como un proyecto para Carrington, la hermana de Danielle, a quien ella había criado desde su nacimiento y que tenía once años. Kevin la estaba ayudando a construir la barquita, pero necesitaban otro par de manos para terminar el trabajo.
Tanglewood estaba cerca de la zona de Gallería. Las parcelas eran más pequeñas que las de River Oaks, y la avenida principal estaba flanqueada por robles, paseos anchos y bancos donde sentarse. Kevin y Danielle habían comprado una propiedad ruinosa, una de las últimas casas destartaladas y prefabricadas que se levantaron en los años cincuenta, y la habían convertido en una mansión de estilo europeo con pizarra, estuco y tejas negras. El vestíbulo principal era circular y estaba abierto a las dos alturas de la casa, rodeado por una escalinata con barandilla de hierro forjado que continuaba en el borde del distribuidor del segundo piso. La decoración era sencilla, con agradables y suaves tapizados, como si fuera una casa con cientos de años.
Danielle nos recibió en la puerta. Llevaba el pelo recogido en una coleta, un sencillo bañador negro y unos vaqueros cortos deshilachados. Sus chanclas estaban adornadas con flores de lentejuelas. Irradiaba un magnetismo peculiar, una especie de picardía agradable por su naturalidad.
—Me encantan tus chanclas —le dije.
Danielle me abrazó como si fuera una vieja amiga de la familia.
—Mi hermana Carrington me las hizo en el campamento de verano. Todavía no la conoces. —Se puso de puntillas para darle a Nick un beso en la mejilla—. Hola, descastado. Hace mucho que no te vemos.
Él le sonrió al tiempo que se colocaba a Jerry contra un hombro.
—He estado ocupado.
—Me parece estupendo. Cualquier cosa vale para que no te metas en líos. —Le quitó al bebé de los brazos y lo acunó—. Qué pronto se olvida lo pequeños que son al principio. Es precioso, ______.
—Gracias. —Me inundó el orgullo, como si Jerry fuera hijo mío y no de Rachel.
Dos personas salieron al vestíbulo: el marido alto y guapo de Danielle, Kevin, y una niña rubia y desgarbada. Carrington no se parecía en nada a su hermana, lo que me llevó a la conclusión de que eran hermanastras.
—¡Nick! —exclamó la niña, que se lanzó a por él con las trenzas al viento—. ¡Mi tío favorito!
—Ya te he prometido que voy a ayudarte con la barca —replicó Nick entre dientes cuando la niña se le echó en los brazos.
—¡Es muy divertido, Nick! Kevin se ha dado un martillazo en el dedo y ha soltado un taco, y me dejó usar el taladro, y he estado colocando los tornillos de la quilla...
—¿El taladro? —preguntó Danielle, que le lanzó una mirada preocupada, a la vez que severa, a su marido.
—Lo ha hecho genial. —Kevin sonrió y extendió la mano para saludarme—. Hola, _____, ya veo que tu gusto en cuanto a las amistades no ha mejorado.
—No te creas nada de lo que te diga —me advirtió Nick—. Yo soy, y siempre he sido, un angelito.
Kevin resopló.
Danielle estaba intentando cogerle la mano a su marido.
—¿Qué dedo ha sido?
—No ha sido nada. —Kevin le enseñó el pulgar, que Danielle procedió a examinar con el ceño fruncido al darse cuenta de que la uña ya empezaba a amoratarse.
Ver cómo cambiaba la expresión de Kevin, cómo se suavizaba, mientras observaba la cabeza inclinada de su mujer, me sorprendió.
Sin soltar la mano de su marido, Danielle miró a su hermana pequeña.
—Carrington, te presento a la señorita Varner.
La niña me estrechó la mano y me sonrió, mostrándome dos paletas torcidas. Su cutis era blanquísimo, sus ojos, muy azules, y se percibían unas marcas rosadas en el puente de la nariz y en la frente, como si hubiera tenido puesta una máscara.
—Llámame _______. —Miré a Danielle antes de decir—: Por cierto, se ha puesto unas gafas protectoras.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Carrington, impresionada y alucinada. Antes de que pudiera responderle, vio a Jerry—. ¡Ay, es precioso! ¿Puedo cogerlo? Se me dan muy bien los niños. Me paso el día ayudando con Matthew.
—A lo mejor después, cuando estés sentada —contestó Nick—. Ahora mismo tenemos trabajo que hacer. ¿Por qué no vamos a echarle un vistazo a la barca?
—Vale, está en el garaje.
La niña lo cogió de la mano y empezó a tirar de él.
En vez de moverse, Nick me miró.
—¿Te importa quedarte con Danielle en la piscina?
—Encantada de la vida.
Danielle me condujo por la casa hasta el patio trasero. Llevaba a Jerry en los brazos, haciéndole carantoñas, mientras yo la seguía con el bolso de los pañales.
—¿Dónde está Matthew? —le pregunté.
—Hoy se está echando una siesta un poco antes. La niñera lo traerá cuando se despierte.
Atravesamos una cocina que parecía sacada talmente de un antiguo castillo francés. Un par de puertas francesas daban a un patio vallado, con un jardín bien cuidado, parterres de flores y una tarima de madera con su barbacoa. El centro de los dos mil metros cuadrados era una piscina con dos partes conectadas como si fueran dos lagos, uno para niños y otro para adultos.
El lago infantil terminaba en una playa de arena blanca con una palmera de verdad en el centro.
—Arena hawaiana —me explicó Danielle, que se echó a reír al ver mi interés—. Deberías habernos visto cuando la elegimos. El paisajista nos trajo por lo menos veinte muestras mientras Kevin y Carrington intentaban decidir con cuál se podrían hacer los mejores castillos de arena.
—¿Me estás diciendo que os la trajeron de Hawai?
—Pues sí. Un camión entero. El constructor de la piscina estuvo a punto de matarnos varias veces. Pero Kevin decidió que a Carrington le gustaría tener su playita privada. Haría cualquier cosa por ella. Coge a Jerry mientras yo enciendo los nebulizadores.
—¿Los nebulizadores?
Danielle se acercó a la zona de la barbacoa para pulsar el mando que accionaba las boquillas encastradas en la pared de las cuales surgía un ligero vapor de agua fresca que rodeaba la piscina.
No me lo podía creer.
—Es alucinante —dije—. No te lo tomes a mal, Danielle, pero tu vida es irreal.
—Lo sé. —Hizo una mueca—. Esto no se parece en nada a mi niñez, de verdad.
Nos sentamos en unos sillones acolchados de terraza junto a la piscina, después de que Danielle ajustara una sombrilla para proteger a Jerry del sol.
—¿Cómo conociste a Kevin? —le pregunté. Aunque Nick me había dicho que fue Churchill quien la introdujo en la familia, no conocía los pormenores.
—Churchill se cortaba el pelo en la peluquería donde yo trabajaba y nos hicimos amigos. Durante un tiempo era yo quien le hacía la manicura. —Me miró con un brillo travieso en los ojos y supe que estaba analizando mi reacción. No me cabía la menor duda de que la mayoría de la gente habría sacado sus propias conclusiones a raíz de esa relación.
Decidí no andarme con rodeos.
—¿Había alguna relación romántica entre vosotros?
Liberty sonrió y negó con la cabeza.
—Me enamoré de Churchill nada más verlo, pero no de esa manera.
—Entonces lo considerabas como a un padre.
—Eso es. Mi padre murió cuando yo era pequeña. Supongo que siempre tuve la sensación de que me faltaba algo. Después de un par de años, Churchill me contrató como asistente personal, y entonces fue cuando conocí al resto de la familia. —Soltó una carcajada—. Me llevaba estupendamente con todos, menos con Kevin, que era un capullo arrogante. —Una pausa—. Pero muy sexy.
Sonreí.
—Tengo que admitir que los Jonas tienen unos genes estupendos.
—La familia Jonas es... poco común —dijo Danielle, que se quitó las chanclas y estiró sus piernas morenas—. Todos son muy cabezotas. Apasionados. Nick es el más tranquilo de todos, al menos de cara a la galería. Se puede decir que es el mediador de la familia, el que mantiene el equilibrio. Pero puede ser muy cabezón cuando quiere. Le gusta hacer las cosas a su modo y no teme enfrentarse a Churchill cuando es necesario. —Otra pausa—. Supongo que ya te habrás dado cuenta de que no resulta fácil convivir con Churchill.
—Sé que espera mucho de sus hijos —comenté.
—Sí, y tiene unas ideas muy claras acerca de cómo deberían vivir y qué deberían decidir. Se enfada o se lleva una decepción cuando sus hijos no hacen las cosas como él quiere. Pero si te mantienes firme en tu posición, te respeta por ello. Además, puede ser muy cariñoso y comprensivo. Creo que, cuanto más lo conoces, más te gusta.
Extendí las piernas y me miré las uñas, que llevaba sin pintar.
—No tienes que convencerme para que Churchill y los otros Jonas me caigan bien, Danielle. Ya me caen bien. Pero la relación entre Nick y yo no va a ninguna parte. No va a durar.
Danielle puso los ojos como platos.
—______... espero que no dejes que la reputación de Nick se interponga en vuestra relación. He escuchado algunos de los rumores que corren por Houston. Vale que ha hecho muchas locuras, pero creo que está preparado para sentar la cabeza.
—No es por... —protesté, pero me interrumpió.
—Nick es uno de los tíos más leales y cariñosos que puedas encontrar. Creo que le ha costado mucho encontrar a una mujer que vea más allá del dinero y de su apellido, que lo quiera por quién es de verdad. Y Nick necesita a alguien lo bastante fuerte e inteligente como para saber llevarlo. Sería muy desgraciado con una mujer sumisa.
—¿Qué puedes decirme de Ashley Everson? —Fui incapaz de morderme la lengua—. ¿Qué clase de mujer es?
Danielle torció el gesto.
—No la soporto. Es la clase de mujer que no tiene amigas. Dice que le gustan más los hombres. ¿Qué piensas de una mujer incapaz de ser amiga de otra mujer?
—Que es competitiva. O insegura.
—En el caso de Ashley, seguramente las dos cosas.
—¿Por qué crees que dejó a Nick?
—Yo no estaba aquí por aquel entonces, pero Kevin sí, y según él, el problema de Ashley es su incapacidad para aguantar al mismo hombre durante mucho tiempo. Una vez que consigue a su presa, se aburre y quiere pasar al siguiente. Según Kevin, Ashley no tenía intención de acabar casada con Pete. Se habría divorciado de él de inmediato de no ser porque se quedó embarazada.
—No entiendo cómo es posible que Nick se enamorara de ella —mascullé.
—A Ashley se le dan bien los hombres. Controla los resultados de la liga de fútbol, sale de caza y de pesca, suelta tacos como un camionero y cuenta chistes verdes. Además, tiene el cuerpo de una modelo. Los hombres la adoran. —Sonrió—. Y estoy segura de que es buenísima en la cama.
—Yo tampoco la soporto —dije.
Danielle soltó una carcajada.
—Ashley no puede competir contigo, ______.
—Yo no estoy compitiendo por Nick —le aseguré—. Y él ya sabe que no me interesa el matrimonio. —La vi poner los ojos como platos—. No tiene nada que ver con él, que es maravilloso —puntualicé—. Tengo un montón de razones para pensar así. —Sonreí con inseguridad—. Siento mucho si te parece que me he puesto a la defensiva, pero decirle a una persona casada que no tienes intención de casarte es como agitar un capote delante de un toro.
En vez de sentirse ofendida o de intentar rebatir mis argumentos, Danielle asintió con gesto serio.
—Debe de ser frustrante. Es difícil nadar contracorriente.
El hecho de que aceptara con tanta facilidad mis sentimientos hizo que me cayera todavía mejor de lo que ya lo hacía.
—Era una de las cosas buenas que tenía mi novio, Joe —le confesé—. Él tampoco quería casarse. Era una relación muy cómoda.
—¿Por qué has roto con Joe? ¿Por el bebé?
—La verdad es que no. —Saqué del bolso un juguete, una oruga con música, para que Jerry jugara—. Ahora que lo pienso, supongo que no teníamos lo bastante en común como para seguir juntos. Ni siquiera después de todos los años que hemos pasado juntos. Y cuando conocí a Nick, vi algo en él... —Me interrumpí, consciente de que, a pesar de mi extenso vocabulario, no encontraría la forma de describir cómo ni por qué Nick Jonas me había cautivado. Miré a Jerry y le acaricié el suave pelo oscuro—. Oye, ¿por qué estamos con Nick? —le pregunté y él me miró con una expresión igual de desconcertada que la mía.
Danielle se echó a reír.
—Entiendo perfectamente cómo te sientes. Al principio, cuando Kevin me caía como un tiro, era verlo entrar en la habitación y me entraban unos calores que ni en el desierto.
—Sí, esa parte me gusta. Ya sabes, la atracción. Pero no creo que nuestra relación vaya a durar para siempre.
—¿Por qué no? —Danielle parecía desconcertada de verdad.
«Porque, tarde o temprano, pierdo a todas las personas a las que quiero», pensé. Claro que no podía decir eso en voz alta. Aunque para mí era algo muy lógico, a oídos de los demás sólo me haría parecer una loca. Era imposible explicar que justo lo que más anhelaba en el mundo (una relación estrecha e íntima con Nick) era también lo que más miedo me daba. No era un miedo racional, por supuesto... Era un miedo instintivo, razón por la cual costaba mucho más combatirlo.
Me encogí de hombros y me obligué a sonreír.
—Creo que Nick me considera la chica del mes.
—Eres la primera mujer que ha presentado a la familia —dijo Danielle en voz baja—. La cosa podría ponerse seria en cualquier momento, _______.
Me puse a mecer a Jerry mientras intentaba controlar mis pensamientos, y fue todo un alivio cuando la niñera de Danielle salió de la casa con un pequeñín regordete y precioso. El niño llevaba un bañador y una camiseta con langostas dibujadas.
—Matthew, cariño... —Danielle se levantó de un salto y abrazó a su hijo, dándole besos a diestro y siniestro—. ¿Has dormido bien? ¿Quieres jugar con mamá? Ha venido una amiga de visita, y ha traído a un bebé con ella... ¿Quieres verlo?
El niño respondió con una sonrisa encantadora y una retahíla de frases incomprensibles mientras sus bracitos regordetes se aferraban al cuello de su madre.
Tras una inspección de rutina, Matthew llegó a la conclusión de que jugar en la arena era muchísimo más interesante que el bebé. Danielle se quitó los pantalones cortos y fue con su hijo hasta la orilla, donde se sentaron y empezaron a llenar un cubo de arena.
—_________, ven y mete las piernas en el agua —me dijo—. Está buenísima.
Me había puesto una camiseta anudada al cuello y unas bermudas a juego, pero no un bañador. Lo saqué del bolso de los pañales y le dije:
—Me cambio y vuelvo en un segundo.
—Claro. ¡Ah! Te presento a Tia, nuestra niñera... ella le echará un ojo a Jerry mientras te pones el bañador.
—¿Te parece bien? —le pregunté a Tia, que se acercó a nosotros con una sonrisa.
—Claro, sin problemas —me aseguró.
—Gracias.
—Al lado de la cocina tienes un aseo para invitados —me informó Danielle—. Pero si quieres algo más de espacio, puedes usar uno de los dormitorios de arriba.
—Con el aseo me vale.
Entré en la casa, agradecida por la frescura de la cocina, y di con el cuarto de aseo, que tenía las paredes pintadas de tonos arena y un lavabo de piedra con un espejo de marco negro encima. Me puse un bañador rosa de estilo retro. Mientras volvía descalza a la cocina, con la ropa en la mano, escuché varias voces, entre ellas la voz grave de Nick. Las palabras iban acompañadas de martillazos y del ruido del serrucho, además del ocasional taladro.
Seguí la dirección de la que procedían y llegué a una puerta entreabierta que conducía a un espacioso garaje, donde un enorme ventilador hacía circular el aire. El lugar estaba muy bien iluminado gracias a la luz del sol que entraba por las puertas abiertas. Abrí la puerta un poco más para poder observar a Nick, Kevin y Carrington, quienes trabajaban en la barca de madera, que en esos momentos descansaba sobre unos borriquetes acolchados.
Tanto Nick como Kevin se habían quitado las camisetas por el calor. Pensé en la cantidad de mujeres que pagarían una fortuna por ver a dos Jonas juntos, sin camiseta y sudorosos por el trabajo. Mientras recorría con la mirada la fuerte espalda de Nick, me vino a la cabeza un recuerdo muy reciente en el cual me aferraba a sus costados con las dos manos... y me sofoqué de repente.
Carrington estaba muy ocupada extendiendo una espesa capa de cola en las tres últimas planchas de madera, que, unidas, formarían la regala de la barca. Sonreí al ver que Kevin se agachaba junto a ella para murmurarle instrucciones mientras le apartaba una de las trenzas, que estaba a punto de mancharse de cola.
—... y después, en el recreo —estaba explicando la niña mientras estrujaba un bote de cola con ambas manos—, Caleb no quiso que nadie más jugara con la pelota de béisbol, así que Katie y yo se lo dijimos a la profe...
—Bien hecho —dijo Kevin—. Pon más cola aquí. Mejor que sobre que no que falte.
—¿Así?
—Perfecto.
—Y después —continuó Carrington—, la profe dijo que le tocaba a otra persona jugar con la pelota y obligó a Caleb a escribir una redacción sobre lo que es compartir y ayudar a los demás.
—¿Y eso lo puso en su sitio? —quiso saber Nick.
—No —respondió ella con voz malhumorada—. Sigue igual de insoportable que siempre.
—Todos los niños lo son, cariño —dijo Nick.
—Le conté que ibas a llevarme de pesca —siguió Carrington, indignada—, ¿y sabes lo que me dijo?
—¿Que las niñas no saben pescar? —sugirió Nick.
—¿Cómo lo has adivinado? —preguntó ella, alucinada.
—Porque yo también fui un niño insoportable y eso es lo que yo habría dicho. Pero me habría equivocado. Las niñas son buenísimas pescando.
—¿Estás seguro, tío Nick?
—Claro que... Un momento. —Nick y Kevin levantaron las planchas de madera ensambladas y las colocaron para formar la regala de la barca.
—Cariño —le dijo Kevin a la niña—, trae el cubo donde están los gatos, anda. —Se dispuso a colocar con mucho cuidado los gatos a lo largo de la regala, deteniéndose para ajustar la posición de las planchas de madera allí donde era necesario.
—¿Qué decías, tío Nick? —lo apremió Carrington al tiempo que le daba un trozo de papel para que limpiara la cola sobrante.
—Iba a preguntarte una cosa. ¿Quién es el experto de la familia en pesca?
—Tú.
—Ahí lo tienes. ¿Y quién es el experto en mujeres?
—El tío Jesse —respondió la niña entre carcajadas.
—¿Jesse? —preguntó él con fingida indignación.
—Síguele la corriente, Carrington —dijo Kevin—, o nos tiraremos aquí todo el día.
—Vale. Tú eres el experto en mujeres —dijo la niña.
—Y tanto que sí. Y además puedo decirte que algunos de los mejores pescadores del mundo son mujeres.
—¿De verdad?
—Claro. Son más pacientes y no se rinden fácilmente. Saben sacarle mejor partido a una zona de pesca. Y siempre encuentran los huecos debajo de las piedras o de la vegetación donde se suelen esconder los peces. Los hombres solemos pasar de largo por esos sitios, pero las mujeres siempre los encuentran.
Mientras Nick hablaba, Carrington me vio junto a la puerta y me sonrió.
—¿Vas a llevar de pesca a la señorita _____? —le preguntó a su tío, que acababa de coger una sierra japonesa para cortar los salientes de la regala a inglete.
—Si quiere... —contestó él.
—¿Y te va a pescar a ti, tío Nick? —quiso saber la niña.
—Ya lo ha hecho, cariño. —Al captar la nota traviesa en la voz de Carrington, Nick dejó lo que estaba haciendo y desvió la mirada hacia la puerta... donde estaba yo. Esbozó una lenta sonrisa y el deseo ensombreció sus ojos al ver mi bañador rosa y mis piernas desnudas. Soltó la sierra y dijo entre dientes—: Disculpadme un segundo, pero tengo que comentarle una cosa a la señorita ________.
—Ni hablar —protesté—. Sólo quería echarle un vistazo a la barca. Es preciosa, Carrington. ¿De qué color la vas a pintar?
—Rosa, como tu bañador —respondió alegremente la niña.
Nick se acercaba a mí. Retrocedí unos pasos.
—No lo entretengas mucho rato, ______ —me dijo Kevin—. Aún tenemos que pegar la regala del otro lado.
—No voy a entretenerlo ni un segundo... Nick, vuelve al trabajo. —Sin embargo, siguió avanzando hacia mí sin detenerse, y yo retrocedí hasta la cocina entre risas—. No me toques, ¡estás sudoroso!
En cuestión de segundos, me encontré atrapada contra la encimera, entre los brazos de Nick, que había apoyado las manos en la piedra a ambos lados de mi cuerpo.
—Te gusta cuando estoy sudoroso —murmuró al tiempo que me inmovilizaba las piernas con las suyas.
Me apoyé en la encimera para evitar el contacto con su torso húmedo.
—Si te he pescado —le dije sin dejar de sonreír—, que sepas que pienso devolverte al río.
—Sólo se devuelven los pequeños, nena. Con los grandes te quedas. Venga, dame un beso.
Intenté dejar de reír el tiempo suficiente para hacerlo. El suave roce de sus labios resultó increíblemente erótico por su dulzura.


Después de que los carpinteros terminaran de pegar y clavar las regalas, terminando así la borda de la barca, fueron a la piscina a relajarse y pasamos una tarde muy tranquila. Nos llevaron la comida. Ensaladas variadas, pollo asado, uvas negras y nueces, regado por una botella de borgoña blanco helado. La niñera se llevó a los niños a la casa, donde hacía más fresco, mientras que Kevin, Danielle, Nick y yo comíamos a la sombra de una enorme sombrilla.
—Voy a proponer un brindis especial —anunció Kevin, que levantó su copa. Lo miramos, expectantes—. Por Destiny y Hardy —dijo—, que a estas alturas ya se habrán convertido en el señor y la señora Gates. —Sonrió al ver nuestras caras de sorpresa.
—¿Se han casado? —preguntó Danielle.
—Creía que iban a pasar el fin de semana en México —comentó Nick, dividido entre la alegría y el enfado—. No me dijeron nada de que tuvieran planeado casarse.
—Lo han hecho en una ceremonia íntima en Playa del Carmen.
Danielle se echó a reír.
—¿Cómo es que se han casado sin nosotros? No puedo creer que hayan querido mantener la boda en secreto. —Miró a Kevin con el ceño fruncido, aunque no estaba enfadada de verdad—. Y tú no has soltado prenda hasta ahora. ¿Desde cuándo lo sabes? —preguntó, con la felicidad pintada en la cara.
—Desde ayer —contestó Kevin—. Ninguno de los dos quería una boda sonada. Pero piensan dar una fiesta cuando vuelvan. Le he dicho a Destiny que es una idea estupenda.
—Sí, es una idea genial —reconoció Nick, al tiempo que alzaba la copa en honor de la pareja—. Después de todo lo que ha pasado Destiny, se merece tener la boda que quiera. —Le dio un sorbo al vino—. ¿Lo sabe papá?
—Todavía no —respondió Kevin con pesar—. Supongo que me tocará decírselo... pero no le va a hacer gracia.
—No es por Hardy, ¿verdad? —pregunté, preocupada.
—No, les ha dado su bendición —me aseguró Kevin—. Pero mi padre nunca desaprovecha la oportunidad de convertir un evento familiar en un circo de tres pistas. Quería encargarse de todo en persona.
Asentí con la cabeza al comprender por qué Destiny y Hardy no habían querido que su boda se convirtiera en un espectáculo. A pesar de que formaban una pareja muy sociable, los dos protegían con celo su vida privada. Sus sentimientos eran demasiado profundos como para exponerlos a la luz pública.
Brindamos por los recién casados y charlamos un rato sobre Playa del Carmen, que al parecer era un lugar famoso por sus playas y su caladeros, mucho menos masificado por los turistas que Cancún.
—¿Has estado en México alguna vez, ______? —preguntó Danielle.
—Todavía no, aunque siempre he querido ir.
—Deberíamos ir un fin de semana, los cuatro, y llevarnos a los niños —le sugirió Danielle a su marido—. Se supone que es un buen destino para familias.
—Claro, podemos ir en uno de los aviones —aseguró Kevin como si nada—. ¿Tienes pasaporte, _______?
—No, todavía no. —Puse los ojos como platos—. ¿Tenéis un avión?
—Dos jets —contestó Nick. Esbozó una sonrisa torcida al ver mi expresión. Me cogió la mano que tenía libre y empezó a acariciármela. A esas alturas ya debería estar acostumbrada a la impresión que me provocaba cualquier recordatorio de la estratosfera económica en la que vivían los Jonass—. Kevin —le dijo a su hermano, pero sin dejar de mirarme—, creo que la mención de los aviones ha asustado a ______. Dile que soy un tío normal y corriente, anda.
—Es el más normalito de todos los Jonas —me aseguró Danielle con un brillo travieso en los ojos.
La descripción me arrancó una carcajada.
Danielle sonrió. Y, en ese momento, me di cuenta de que entendía cómo me sentía.
«No pasa nada —parecía decirme—. Todo saldrá bien.» Alzó de nuevo su copa.
—Yo también tengo una noticia que compartir con vosotros... aunque no es una sorpresa para Kevin. —Nos miró a Nick y a mí con emoción—. A ver si lo adivináis.
—¿Estás embarazada? —preguntó Nick.
Danielle negó con la cabeza y sonrió de oreja a oreja.
—Voy a montar mi propio salón de belleza. Llevo un tiempo dándole vueltas a la idea... y pensé que, antes de tener otro hijo, me gustaría hacerlo. Voy a mantenerlo como un lugar discreto y exclusivo, con un par de ayudantes nada más.
—¡Es maravilloso! —exclamé al tiempo que acercaba mi copa a la suya para brindar.
—Felicidades, Dani. —Nick extendió el brazo para hacer lo mismo—. ¿Cómo lo vas a llamar?
—Todavía no lo sé. Carrington quiere llamarlo «Con Tijeras y a lo Loco» o «Rizando el rizo»... pero le he dicho que teníamos que elegir algo un poco más clásico.
—«Tijeretazos» —sugerí.
—«Pelillos a la mar» —fue la propuesta de Nick.
Danielle se tapó las orejas.
—No duraré ni una semana en el negocio.
Nick arqueó las cejas con gesto burlón.
—La verdadera pregunta es: ¿cómo va a conseguir mi padre más nietos? Porque ésa es la función de la esposa de un Jonas, ¿no? Estás desperdiciando tus mejores años reproductivos, Dani.
—Cierra el pico —le regañó Kevin—. Ahora que por fin estamos recuperando el sueño perdido porque Matthew duerme la noche entera, no estoy preparado para empezar de cero otra vez.
—Que sepas que no me das lástima —dijo Nick—. ______ está pasando por todo eso (las noches sin dormir y los pañales sucios) por un niño que ni siquiera es suyo.
—Es como si lo fuera —repliqué sin pensar, y Nick me estrechó la mano con gesto protector.
Guardamos silencio un instante, de modo que sólo se oían los nebulizadores y el ruido de la cascada de agua.
—¿Cuánto tiempo te queda con el bebé, ______? —preguntó Danielle.
—Un mes, más o menos. —Con la mano libre, cogí la copa de vino y la apuré de un trago. En circunstancias normales, habría forzado una sonrisa antes de cambiar de tema. Pero, rodeada de personas que me escuchaban con atención, con Nick a mi lado, acabé soltando lo que realmente pensaba—. Voy a echarlo de menos. Me va a costar muchísimo hacerme a la idea. Y, de un tiempo a esta parte, no paro de atormentarme con la idea de que Jerry no recordará el tiempo que ha pasado conmigo. Los tres primeros meses de su vida. No sabrá todas las cosas que he hecho por él... Seré como una desconocida con la que se cruza en la calle.
—¿No lo verás cuando Rachel se lo lleve? —indagó Kevin.
—No lo sé. Seguramente no muy a menudo.
—En el fondo, te recordará —murmuró Nick con ternura.
Y la expresión de esos maravillosos ojos oscuros me reconfortó.

Espero les guste, perdón por la hora...
Con amor,
Niinny Jonas
NiinnyJonas
NiinnyJonas


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Mensaje por angie.lore6 Jue 01 Sep 2011, 9:20 am

ahhhh me encantoooo tan lindo nick :arre:
angie.lore6
angie.lore6


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Mensaje por angie.lore6 Jue 01 Sep 2011, 9:22 am

y kevo

siguela
angie.lore6
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Mensaje por chelis Jue 01 Sep 2011, 3:03 pm

meeeeee

faaaaaaaaaaaaaciiinoooooo

y mas cuando me imagino a nick y a kevin si playeraaaa

jejejejejje

siguelaaaaa

porfaaaaaaaaa
chelis
chelis


http://www.twitter.com/chelis960

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Mensaje por angie.lore6 Vie 02 Sep 2011, 9:44 am

siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
angie.lore6
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Mensaje por chelis Vie 02 Sep 2011, 12:58 pm

esperaaaandooo

caaaaaaapiiiissssss
chelis
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http://www.twitter.com/chelis960

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Mensaje por Invitado Sáb 03 Sep 2011, 2:07 pm

Hola! Me llamo victoria'<3 soy de México & me encanta tu novela asi que siguela pronto porfavos (:
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Mensaje por NiinnyJonas Sáb 03 Sep 2011, 2:55 pm

Vichryz escribió:Hola! Me llamo victoria'<3 soy de México & me encanta tu novela asi que siguela pronto porfavos (:

Hola Victoria, bienvenida y que bueno que te guste la novela...

Besitos

Niinny Jonas
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Mensaje por NiinnyJonas Sáb 03 Sep 2011, 3:04 pm

CAPÍTULO 19


Jerry estaba tendido en el suelo de mi apartamento, en una alfombra infantil con dos arcos cruzados de los que colgaban sonajeros con forma de mariposas, pajaritos y hojas que crujían al apretarlos y de los que surgía una alegre musiquilla. Le gustaba jugar en la alfombra casi tanto como a mí me gustaba mirarlo cuando lo dejaba en ella. A sus dos meses reía a carcajadas, sonreía, hacía gorgoritos y era capaz de levantar la cabeza y los hombros cuando estaba boca abajo.
Nick estaba tendido a su lado y, de vez en cuando, levantaba la mano para mover los muñequitos o para pulsar un botón que cambiaba la música.
—Ojalá yo hubiera tenido una de éstas —dijo—. Pero, en vez de muñequitos, con latas de cerveza, Cohíbas y esas braguitas de encaje negro que llevabas el sábado por la noche.
Me detuve de repente con los platos en las manos, ya que los estaba colocando.
—Pensaba que no las habías visto siquiera. No me duraron puestas ni dos segundos.
—Me había pasado dos horas cenando contigo en frente. Y mirándote el escote. Tienes suerte de que no me abalanzara sobre ti en el aparcamiento otra vez.
Contuve una sonrisa y me puse de puntillas para colocar una jarra de cristal en una balda.
—Sí, bueno, normalmente me gusta que los preliminares no se limiten al tintineo de las llaves y a un par de besos, y... —Di un respingo cuando lo noté detrás de mí.
Se había movido con tanto sigilo que ni siquiera lo había oído entrar en la cocina. Cuando la jarra se tambaleó, Nick levantó un brazo para empujarla hacia la pared.
Sentí sus labios en la oreja.
—No me dirás que no disfrutaste, ¿eh?
—Ni se me había pasado por la cabeza decirlo. —Solté una ronca carcajada mientras me abrazaba desde atrás por la cintura—. No tengo ninguna queja al respecto, pero lo que digo es que no perdiste ni un segundo en ponerte manos a la obra... —Las palabras se convirtieron en un suspiro cuando noté que me mordisqueaba y me lamía el cuello.
El roce juguetón de su lengua me hizo recordar ciertos momentos increíblemente placenteros. Se me bajaron las gafas por la nariz y tuve que subírmelas. Aprovechando el movimiento, Nick me colocó una mano debajo del pecho y me metió la otra por debajo del pantalón.
—¿Quieres preliminares, ________? —Se pegó a mí sin cambiar de postura y noté la dura evidencia de su erección a través de las capas de ropa.
Cerré los ojos y me agarré a la encimera mientras sus manos jugueteaban con mi cuerpo.
—Jerry... —le recordé con un hilo de voz.
—No va a quejarse. Está haciendo sus ejercicios.
Aparté sus manos de mí con una carcajada.
—Déjame acabar con los platos.
Nick me aferró por las caderas y volvió a pegarme a él, dispuesto a seguir jugando.
Sin embargo, el estridente sonido del teléfono nos interrumpió. Lo cogí y siseé al ver el número.
—No hables —le advertí a Nick antes de contestar—. ¿Diga?
—________, soy yo —contestó mi prima con timidez y un tanto apocada—. Te llamo para soltarte una bomba. Lo siento.
Me tensé y las manos de Nick se quedaron inmóviles.
—¿Qué tipo de bomba? —pregunté.
—Tu madre va de camino a tu casa. Llegará dentro de un cuarto de hora más o menos. O antes, si no pilla ningún atasco.
—Imposible —dije. Me había quedado blanca de repente—. No la he invitado. No sabe dónde vivo.
—Se lo he dicho —replicó mi prima con voz culpable.
—¿Por qué? ¿¡Por qué me has hecho eso!?
—Ha sido sin querer. Me llamó muy enfadada porque acababa de hablar con Rachel por teléfono y le había dicho que tenías algo con Nick Jonas. Así que ahora las dos quieren saber lo que está pasando.
—¡No tengo por qué darles ninguna explicación! —grité, colorada por el cabreo—. Estoy hasta el moño, Liza. No puedo más con los líos de Rachel. ¡Ojalá a mi madre le interesara su nieto tanto como le interesa mi vida sexual! —Me di cuenta demasiado tarde de que me había ido de la lengua y me tapé la boca con una mano.
—¿Tienes vida sexual con Nick Jonas?
—Claro que no. —Nick me acarició la nuca con los labios y me estremecí. Me llevé el teléfono al pecho y me volví para mirarlo—. Tienes que irte —le dije, alarmada, antes de llevarme el teléfono de nuevo a la oreja.
—¿... ahí contigo? —me estaba preguntando Liza.
—No. Acaba de llegar un repartidor de UPS. Quiere que firme algo.
—Aquí —murmuró Nick al tiempo que me cogía la mano libre y se la pasaba por el cuerpo.
—Vete —le dije con los labios mientras le daba un empujón en el pecho.
No se movió siquiera, se limitó a quitarme las gafas para limpiarme los cristales con la parte inferior de la camiseta.
—¿La cosa va en serio? —me preguntó mi prima.
—No. Es un rollo superficial, totalmente físico, que no nos llevará a ningún lado. —Di un respingo cuando Nick me mordió la oreja en venganza.
—¡Genial! ________, ¿crees que podría conseguirme una cita con alguno de sus amigos? Llevo un tiempo de sequía total y...
—Tengo que dejarte, Liza. Necesito limpiar un poco y ver qué... ¡Joder! Te llamo luego. —Colgué y le quité las gafas a Nick para volver a ponérmelas.
Corrí hacia el dormitorio con él pegado a los talones.
—¿Qué estás haciendo? —me preguntó al verme colocar las sábanas de la cama.
—Mi madre llegará en cualquier momento y parece que hemos celebrado una orgía aquí. —Me detuve el tiempo justo para lanzarle una mirada furiosa—. Tienes que irte. Lo digo en serio. Ni de coña vas a conocer a mi madre.
Coloqué las almohadas y volví al salón para recoger todos los trastos que había tirados. Los guardé en una cesta de mimbre que escondí en el armario de los abrigos.
En ese momento, sonó el portero automático. Era el conserje, David.
—Señorita Varner... tiene visita. Su...
—Lo sé —lo interrumpí, derrotada—. Que suba. —Me volví hacia Nick y vi que había cogido a Jerry en brazos—. ¿Qué puedo hacer para que te vayas?
Sonrió.
—Nada de nada.
Menos de dos minutos después, llamaron a la puerta con decisión.
Abrí y allí estaba mi madre, maquillada, con taconazos y con un vestido ajustado rojo que resaltaba una silueta que bien podría pertenecer a una mujer con la mitad de su edad. Entró envuelta en una nube de perfume baratucho, me abrazó al tiempo que me daba un par de besos al aire y se apartó para examinarme.
—Me he cansado de esperar a que me invites —me dijo—, así que he decidido coger el toro por los cuernos. No voy a permitir que sigas manteniéndome alejada de mi nieto.
—¿Ahora sí eres abuela? —le pregunté.
Siguió mirándome como si no hubiera hablado.
—Estás más gorda, ________.
—En realidad, he perdido unos cuantos kilos.
—Me alegro. Unos cuantos más y estarás saludable.
—Mamá, la talla cuarenta es saludable.
Me lanzó una mirada severa, pero a la vez tierna.
—Si es un tema delicado, descuida, que no volveré a mencionarlo... —Abrió los ojos de par en par de forma exagerada cuando Nick se acercó a nosotras—. Vaya, ¿quién es éste? ________, ¿por qué no me presentas a tu amigo?
—Nick Jonas —murmuré—, te presento a mi madre...
—Elizabeth Varner —me interrumpió al tiempo que se lanzaba hacia él para abrazarlo, de forma que Jerry quedó entre ellos—. No hace falta que me des la mano, Nick. Siempre me han encantado los amigos de ________. —Le guiñó un ojo—. Y viceversa. —Le quitó al niño de los brazos—. Y aquí está mi nieto, qué guapísimo eres... No entiendo por qué ________ te ha mantenido alejado de mí, cosita preciosa.
—Te dije que podías ayudarme a cuidarlo cuando quisieras —le recordé en voz baja.
Pasó por completo de mí y se adentró en el apartamento.
—Qué acogedor es esto. Me parece muy dulce que estéis los dos cuidando de Jerry mientras Rachel sigue de vacaciones en el spa.
Fui detrás de ella.
—Está en una clínica para pacientes con problemas psicológicos y emocionales.
Mi madre se acercó a los ventanales para observar las vistas.
—Da igual cómo lo llames. Esos sitios están muy de moda. Las estrellas de Hollywood se pasan la vida allí. Necesitan un sitio donde escapar de la presión, así que se inventan un problema y van a relajarse y a dejarse mimar unas semanas.
—Rachel no se ha inventado nada —la contradije—. Está...
—Tu hermana sufre de estrés, nada más. El otro día estuve viendo un programa de televisión donde hablaban del cortisol, la hormona del estrés, y dijeron que las personas que beben café tienen un exceso de cortisol. Siempre os he dicho a Rachel y a ti que bebéis demasiado café.
—No creo que los problemas de Rachel, ni los míos, por cierto, tengan nada que ver con el abuso del café con leche — le solté con brusquedad.
—Lo que quiero decir es que tú misma te buscas el estrés. Tienes que superarlo. Como yo. El hecho de que tu padre fuera un pelele no significa que tú tengas que serlo. —Siguió parloteando mientras deambulaba por el apartamento, reparando en todos los detalles con la misma atención que demostraría el empleado de una aseguradora. La observé con inquietud, deseando quitarle a Jerry de los brazos—. ________, deberías haberme dicho que estás viviendo aquí. —Miró a Nick con cara de agradecimiento—. Quiero agradecerte la ayuda que le estás prestando a mi hija. Que, por cierto, tiene una imaginación prodigiosa. Espero que no creas todo lo que te diga. Cuando era pequeña, se montaba unas historias... Si quieres conocer a la verdadera ________, yo te contaré unas cuantas cosas. ¿Por qué no nos invitas a cenar para que nos conozcamos mejor? Esta noche me viene bien.
—Una idea estupenda —contestó él con cordialidad—. Algún día lo haremos. Por desgracia, ________ y yo tenemos planes para esta noche.
Mi madre me pasó a Jerry.
—Cógelo, tesoro, este vestido es nuevo y puede mancharme. —Se sentó con elegancia en el sofá y cruzó las piernas, largas y tonificadas—. En fin, no me gusta desbaratar los planes de nadie. Pero si estás liado con mi hija, me sentiría más cómoda conociéndoos a ti y a tu familia un poco mejor. Para empezar, me encantaría conocer a tu padre.
—Llegas tarde —dije—. Su padre tiene novia.
—¡________! No iba por ahí... —Soltó una alegre carcajada al tiempo que miraba a Nick con una sonrisa contrita y una expresión exasperada, como si le dijera: «¡Mira lo que tengo que soportar!»—. A mi hija siempre le ha disgustado la admiración que despierto en los hombres —dijo con voz horriblemente almibarada—. Todos los amigos que trajo a casa me tiraron los tejos. Todos.
—Sólo llevé a uno —le recordé—. Y fue suficiente.
Me miró con expresión gélida y se echó a reír, tras lo cual apretó los labios.
—Da igual lo que diga, Nick —le dijo—, no le hagas caso. Pregúntame a mí si quieres saber algo.
Siempre que mi madre estaba cerca, la realidad se distorsionaba. La locura se debía al consumo de café, una talla cuarenta indicaba tal estado de obesidad que requería atención médica inmediata y cualquier hombre con el que yo estuviera saliendo tenía que conformarse con una copia mediocre de Elizabeth Varner. Además, cualquier cosa que yo hubiera dicho o hecho en algún momento de mi vida podía ser convenientemente alterada para encajar en el rollo que a ella le apeteciera soltar.
Los siguientes cuarenta minutos fueron El Show de Elizabeth Varner sin cortes publicitarios. Le dijo a Nick que se habría ofrecido a cuidar de Jerry, pero que estaba muy ocupada y que consideraba que ya había cumplido con su deber después de haber pasado años sacrificándose y trabajando por sus dos hijas, ninguna de las cuales se lo agradecía como merecía porque, en realidad, le tenían celos. Después, siguió preguntándose cómo era posible que yo me ganara la vida dando consejos cuando no tenía ni pajolera idea de lo que estaba hablando... porque había que vivir mucho más de lo que yo había vivido antes de saber de qué iba la cosa. Lo que yo había aprendido de la vida era fruto de los sabios consejos de mi madre... según ella.
Y así, se presentó como el original a desear, la marca registrada, mientras que yo quedé reducida a una vulgar copia. Coqueteó abiertamente con Nick, pero él se mostró educado y respetuoso, y de vez en cuando me miró de reojo para ver mi cara. Luego, mi madre pasó a la fase de soltar nombres conocidos, fingiendo tener amistad con algunos de los millonarios con los que Nick se codeaba, y eso me dio tantísima vergüenza que me rendí. Dejé de protestar y de corregirla, y puse toda mi atención en Jerry. Comprobé si tenía el pañal limpio, lo llevé de vuelta a su alfombra y me puse a jugar con él. Aunque me ardían las orejas, tenía el resto del cuerpo helado.
Al rato, capté que le había dado un giro a la conversación y se había internado en asuntos tan privados que resultaban inapropiados. Le estaba diciendo a Nick que acababa de someterse a la primera de unas cuantas sesiones de depilación con láser en un spa de Houston muy exclusivo.
—Me han dicho —le estaba diciendo a Nick entre risillas tontas— que tengo el chochito más bonito de toda Tejas.
—¡Mamá! —exclamé con brusquedad.
Me miró con expresión ladina y soltó una carcajada.
—¡Pero es que es verdad! Sólo repito lo que me...
—Elizabeth —se apresuró a interrumpirla Nick—, ha sido un rato muy divertido, pero ________ y yo tenemos que arreglarnos para salir. Ha sido un placer conocerte. Te acompañaré hasta la recepción para dejarte en manos del conserje.
—Yo me quedo para cuidar a Jerry mientras vosotros os divertís —se ofreció.
—Gracias —dijo Nick—, pero vendrá con nosotros.
—No he pasado nada de tiempo con mi nieto —protestó, mirándome con el ceño fruncido.
—Ya te llamaré, mamá —conseguí decir.
Nick fue hacia la puerta, la abrió y salió al pasillo.
—Te espero mientras coges el bolso, Elizabeth —dijo de forma cordial pero tajante.
Me puse de pie para que mi madre me abrazara. Su perfume y su cálida cercanía me dejaron al borde de las lágrimas como si fuera una niña. Me pregunté por qué siempre seguiría anhelando su cariño cuando saltaba a la vista que era incapaz de querer a nadie así. Me pregunté por qué Rachel y yo sólo éramos para ella los daños colaterales de un matrimonio fallido.
Los años me habían enseñado que había sustitutos para el amor de una madre cuando no se contaba con ésta. El amor de otras personas. Se podía encontrar el amor cuando ni siquiera se estaba buscando. Aunque la herida original no sanaba nunca. La llevaría en mi interior para siempre, igual que Rachel. El truco era asimilarlo y seguir adelante a sabiendas de que se llevaba esa herida dentro.
—Adiós, mamá —dije con voz ronca.
—No le des todo lo que quiere —replicó ella en voz baja.
—¿A Jerry? —pregunté, extrañada.
—No. A Nick. Así lo retendrás durante más tiempo. Y tampoco te hagas la lista con él. Haz el favor de maquillarte un poco. ¡Y quítate esas gafas! Pareces una solterona con ellas. ¿Te ha regalado algo ya? Que sean piedras grandes, no pequeñas. Es la mejor inversión.
Conseguí esbozar una sonrisa tensa al tiempo que me apartaba de ella.
—Hasta luego, mamá.
Después de coger el bolso, caminó contoneándose hasta el pasillo.
Nick asomó la cabeza por la puerta y me miró de arriba abajo.
—Vuelvo enseguida.
Cuando regresó, me había bebido un vaso de tequila con la esperanza de que aliviara el entumecimiento que sentía de la cabeza a los pies. Era como una nevera que necesitaba que la descongelaran.
Jerry no paraba de moverse inquieto entre mis brazos mientras lloriqueaba.
Nick se acercó y, tras ponerme un dedo en la barbilla, me obligó a mirarlo a los ojos.
—¿Te arrepientes de no haberte ido cuando te dije que lo hicieras? —le pregunté, malhumorada.
—No. Quería ver con lo que tuviste que crecer.
—Supongo que ya entiendes por qué necesitamos terapia mi hermana y yo.
—Joder, la necesito hasta yo y eso que sólo he pasado una hora con ella...
—Es capaz de hacer o de decir cualquier cosa con tal de llamar la atención. Le da lo mismo lo vergonzoso que sea. —Lo miré fijamente porque acababa de ocurrírseme algo horroroso—. ¿Te ha tirado los tejos en el ascensor?
—Qué va —contestó él... demasiado rápido.
—Te ha tirado los tejos.
—Ha sido una tontería.
—¡Dios, esto es horrible! —exclamé en voz baja—. ¡No puedo con ella!
Nick me quitó de los brazos a un inquieto Jerry, que se tranquilizó en cuanto lo cogió.
—Y no me refiero a que consiga sacarme de mis casillas —puntualicé—. Es que me agota física y mentalmente, me deja helada, como si no fuera capaz de sentir nada. Ni siquiera noto que me late el corazón. Me encantaría llamar a Rachel y desahogarme con ella, porque creo que me entendería.
—¿Y por qué no lo haces?
—Porque ha sido Rachel la que la ha azuzado para que venga. Estoy cabreadísima con ella.
Nick me observó un instante.
—Vamos a mi apartamento.
—¿Para qué?
—Para que entres en calor.
Negué con la cabeza sin pensármelo.
—Necesito estar un rato a solas.
—Ni hablar. Vamos.
—Joe siempre me dejaba estar un rato a solas cuando lo necesitaba. —Estaba de un humor insoportable y cualquier cosa que Nick hiciera sólo conseguiría irritarme más—. Nick, no necesito que me abraces ni que me consueles, ni tampoco necesito un polvo ni una conversación. Ahora mismo no quiero sentirme mejor. Así que no hace falta...
—Trae el bolso de los pañales. —Con Jerry en los brazos, se alejó hacia la puerta, la abrió y me esperó con gesto paciente en el pasillo.
Subimos a su apartamento y me llevó a su dormitorio. Encendió una lamparita, entró en el cuarto de baño y, al instante, se escucharon los chorros de agua de la ducha.
—No necesito darme ninguna ducha —dije.
—Métete ahí y espérame.
—Pero...
—Hazlo.
Suspiré resignada.
—¿Y Jerry qué?
—Voy a acostarlo. A la ducha.
Me quité las gafas, me desnudé y entré en la cabina de la ducha a regañadientes. Había una luz muy tenue y en el aire flotaba un delicado vapor que olía a eucalipto. Nick había extendido una gruesa toalla en el banco. Me senté y respiré hondo. Al cabo de unos dos minutos, comencé a relajarme. El fragante vapor que me rodeaba me estaba abriendo los poros, relajando los músculos y llenándome los pulmones con su humedad. El tequila me hizo efecto, de modo que mi cuerpo pareció suspirar y volví a notar el latido de mi corazón.
—¡Hummm..., mejor así! —exclamé mientras me tumbaba boca abajo en la toalla.
Todo estaba en silencio salvo por los chorros de vapor. Sentí cómo el calor se extendía por mi cuerpo, sonrosándome la piel. Allí tumbada, mientras disfrutaba de la agradable neblina, perdí la noción del tiempo. De repente, noté que Nick estaba sentado a mi lado al sentir el roce de su cadera, aunque no supe si llevaba mucho conmigo.
—¿Y Jerry? —murmuré.
—Frito.
—Y si...
—No hables.
Me colocó las manos en la espalda y las deslizó por mi húmeda piel. Comenzó por los hombros, frotándolos y aliviando la tensión que se había apoderado de mis músculos. Poco a poco fue intensificando el masaje. Sentí cómo sus pulgares presionaban sobre los tendones a un ritmo maravilloso que me arrancó un gemido de placer.
—Hummm, Nick, esto es... no sabía que fueras capaz de dar masajes.
—No hables.
Siguió bajando por la espalda. Sus manos se deslizaban con facilidad, primero con movimientos largos y después en círculos, para aliviar la tensión y relajar los músculos agarrotados. Me dejé llevar por las sensaciones y noté que mi cuerpo se volvía pesado a medida que la relajación se extendía. Desde la espalda bajó hasta los glúteos, los muslos y las pantorrillas. Luego me dio la vuelta y se colocó mis pies en el regazo. Cuando me masajeó las plantas, se me escapó otro gemido de placer.
—Siento mucho haberme puesto tan insoportable —conseguí decir.
—Tenías motivos, preciosa.
—Mi madre es un horror.
—Pues sí. —Masajeó mis dedos uno por uno—. Por cierto, el consejo que te ha dado es una mierda —dijo con voz baja y suave.
—¿La has oído? ¡Dios!
—Deberías darme todo lo que quiero —me aconsejó—. Deberías consentirme al máximo. Es demasiado tarde para hacerte la tonta y estás monísima sin maquillaje.
Sonreí, pero mantuve los ojos cerrados.
—¿Y las gafas?
—Me ponen muchísimo.
—A ti te pone cualquier cosa —señalé con voz lánguida.
—Todo no —replicó él al borde de la carcajada.
—Sí. Eres como uno de esos productos farmacéuticos cuyo uso puede provocar erecciones de cuatro horas. Deberías ir al médico.
—Mi médico no me pone nada. —Sus manos ascendieron por mis piernas, me separaron los muslos y me arrancaron un jadeo cuando empezaron a acariciarme la entrepierna—. ¿Alguna vez te han dado un masaje así, ________? —susurró—. ¿No? Pues quédate quietecita. Te prometo que te va a encantar...
Y mi cuerpo se arqueó en respuesta a su pregunta, mientras mis gemidos de placer reverberaban en el cuarto de baño.


Perdón por no dejarles capítulo antes....
Las amo,
Espero les guste....
Les informo que quedan solo cuatro capítulos y el epilogo...

Con amor...
Niinny Jonas
NiinnyJonas
NiinnyJonas


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Mensaje por Invitado Sáb 03 Sep 2011, 5:38 pm

OMG! No puedo ser ! No quiero que se acabe ); nick es un amor<3 aww :3 & la mama de rayita! No la soporto! ;@ ajajjaja x3 Gracia por el cap (:
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Mensaje por chelis Sáb 03 Sep 2011, 9:55 pm

me quede sin palabraaassss

guau que mamá!!!!!!

pero bueno al menos tenemos a nick

jejejejejeje

siguela porfaaaaa
chelis
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Mensaje por angie.lore6 Dom 04 Sep 2011, 3:35 pm

:O siguela
angie.lore6
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