"The Big Ben" [Marc & Ben]

Que importan los "secretos" en este mundo..!! Ben es adorable!!! :P y que no sean tiernos lo hace más adorable todavía!! :D ... Y es mioo -_-' jejejee ... Sigue escribiendo!! tú y yo tenemos bastante trabajo por delante :D

Súbelo luego!!!!! Quiero verlo en esta zona AHORA :D ... No mentiras, me gusta ver sufrir a las chicas... bueno ni tanto por que a mi también me desespera a mi :( Pero da iguaal!!! espero el próximo infarto :D

La sombra difusa, pero reconocible, se acercó a pasos veloces por las baldosas del pasillo. El retumbe de sus pies era tan fuerte que conseguía helarme los huesos debido al miedo.

Un manojo sin comprensión de ideas y excusas desfilaron por mi cabeza tan pronto como comprendí que debería dar una explicación a la situación. Me estremecí de espanto en solo pensar pararme frente de Benjamin y decirle la verdad.

Lauren finalmente soltó mi cuerpo de su agarre, dejándome caer hasta tocar el suelo con mis músculos contraídos. Golpeé justo en la espalda mientras apegaba la cabeza a los casilleros y una mano se dirigía como rayo a mi cuello.

-¡Vete de acá!-ordenó Ben, con el cuerpo humeante de cólera.

-Ben…-protestó Lauren.

Mi amigo observó a su hermana con el color inmutable azul encerrado dentro de sus pupilas amigables a la vez que las venas de su cuello se marcaban bajo su piel como fuertes bambús orientales. Ella bajó su vista hacía mí, lanzando furia con sus ojos, antes de largarse por el amplio lugar con sus pasos como eco resonante entre montañas.

Benjamin se detuvo a observar alrededor, agitado. Pasó una mano a través de sus cabellos negros. De seguro esperando que mi boca hablara por sí sola.

-Ben, yo iba a decirte…-susurré sin ser capaz de levantarme del piso.

-¡No me hables!-interrumpió sin expresión. Guió sus amenazantes ojos hacía mí. Otra vez me sentía pequeño ante aquel desesperante color-Catelynn me contó lo que hablaron.

La mano, que aún se encontraba alrededor de mi cuello, voló hasta llegar a tapar mi cara. Restregué mi piel durante unos segundos antes de volver a la discusión.

-Lo siento. Debí haberte preguntado a ti de tu vida, pero…

-¡En la vida de Lauren no te metas!-me señaló con un dedo a la vez que rugía furioso aquellas palabras. Salté del susto y apoyé ambas manos en el suelo para evitar desvanecerme-¡De mi puedes saber lo que quieras, pero en todo lo que tenga que ver ella-apuntó el final del pasillo, por donde había desaparecido Lauren-tienes prohibida la entrada! ¡¿Está claro?!

Fruncí el entrecejo.

Mis ideas de excusas se vieron interrumpidas de tope ante aquella extraña petición. Las cosas se volvieron más confusas y poco aceptadas dentro de mi cabeza mientras escarbaba en lo más profundo de mi mente en busca de alguna respuesta para aquella reacción: Nada. Estaba exprimido.

-¿Qué?-me limité a responder para subir las cejas, impresionado.

-¡No preguntes sobre ella! Dudaste sobre su sexualidad y eso a ti no te incumbe.

Otra vez intenté dar con alguna respuesta. Las palabras giraban dentro de mí como tómbola de bingo: confusas e indecisas. No había explicación alguna para aquella absurda pelea.

-Benjamin, yo sólo quería saber quién era Je…

-¡A ti no te incumbe! ¡Déjala!

-¡Maldita sea, Ben!-desafié, pensando que caminaba por tierras peligrosas-¡Tan solo quería saber quién es Jessy!-con el último impulso de mi valentía, levanté mi trémulo cuerpo del suelo.

-¡A ti no te importa! ¡Deja de preguntar!-gritó, con las mejillas enrojecidas debido al ajetreo -¡Ahora hazme caso y deja de entrometerte en las cosas que no son tuyas!-las manos gigantes de Ben se posaron en mi pecho para luego impulsarme hacía atrás, hasta golpear un par de veces el metal celeste de los casilleros.

Cerré la vista en cuanto sentí como mi cabeza se estrellaba contra el mueble atrás. Lancé un quejido, guiando una de mis manos a la parte baja de mí cráneo para luego observar por el rabillo del ojo como Kingman salía victorioso de nuestra disputa, con su pecho erguido y su pacífico andar reluciendo hasta lograr perderse entre los rayos salvadores provenientes de los ventanales al final del pasillo.

Estiré mi cuello hacia atrás, lanzando un gemido ahogado al golpear - - una vez más - - mi cabeza en contra de las casillas. Esta vez no le tome mayor importancia y apreté los puños, cargando mi peso en el casillero.

Había perdido. Tendría que pedir perdón y por primera vez no sería mi culpa.


Una cuncuna gris giraba impacientemente, sin detener su curso, mientras en la pantalla del computador se dibujaba el mensaje “Conectando video llamada con ‘Mamá’ ”. Mordí las puntas de mis uñas, ansioso ante la agraciada propuesta de ver a Ella.

-¡Marc!-regañó una mujer alta, un tanto gruesa de contextura, rubia con mechones cafés que apareció de un instante a otro en el monitor de mi ‘notebook’

Saqué la mano de mi boca para utilizarla saludando. Dirigí mí vista a la pequeña que cargaba mi madre: Ella estaba allí.

Su pelo gloriosamente dorado brillaba por entre los múltiples sujeta-cabello que arrastraban sus mechas. Una sonrisa tierna y reconfortante se divisó de inmediato por sus delgados labios mientras los ojos verdes me regalaban un cálido ‘hola’.

-¡Ella!-exclamé, sonriendo innatamente tras verle. Mi hermana sonrió aún más-¿Cómo han estado?

-¡Bien!-respondió Ella asomando su cabeza por la cámara web. Reí tapando con una mano mi boca -¡Hermanito! ¡Te quiero mostrar un dibujo!- corrió fuera del alcance de la cámara antes de que me opusiera.

-Marc-mi madre reclamó mi atención desde el computador. Observé fijamente a la pantalla- Rick está algo preocupado.

Bufé.

-¿Por qué?- me animé a preguntar, esperando desviar el tema.

- Por la charla que les quedó pendiente.

Dejé los ojos en blanco durante unos segundos mientras en mi mente rogaba que esta conversación terminara lo más pronto posible.

-¿Está preocupado y primero te lo dice a ti antes que a mí?- arqueé ambas cejas – Qué lógico.

-Marc-empezó mi madre con un aire amable- Comprende a tu padre, es nuevo en todo esto y…

-¡Mira!-Ella interrumpió justo a tiempo para que mamá empezara con otro de sus sermones poniendo una hoja de papel con unas rayas esparcidas frente a la cámara-¡Este es el dibujo del que te hablaba!

-¡Vaya!-exclamé, aliviado de salvarme de aquel regaño.





Las teclas del control vibraban fugazmente tras que mis dedos les apretaran en unos segundos. Mi vista se concentraba en cada movimiento del personaje de la pantalla y la única música de fondo era la del juego que llevaba corriendo por más de una hora, tras haber hablado en video llamada con mi madre.

-Vamos, vamos-pedí impaciente.

El rugir de un motor fuera de la casa me llevó de vuelta a la realidad. Fruncí el entrecejo a la vez que ponía el juego en pausa.

Abrí con cuidado la puerta de mi pieza y bajé en pasos veloces las escaleras hasta llegar al pasillo flotante. Me escondí en el mismo punto ciego que había descubierto un par de días atrás y esperé pacientemente a que mi padre abriese la puerta de la casa.

-¿Ben?-pregunté sin comprender tras ver que él era quién esperaba pacientemente tras de la puerta.

-Joven Kingman-la voz ronca de mi padre inundó el lugar-¿Acaso tenemos alguna junta de negocios pendiente?

Benjamin negó con su cabeza.

-No. Siempre que tenga alguna reunión con usted que no le quepa duda que iré a sus oficinas para hablar aquello. La visita que hoy hago se trata más bien de un asunto personal. ¿Se encuentra Marc aquí?

¿Me buscaba a mí? Si bien no lo recordaba, Benjamin estaba enojado conmigo desde el viernes, tras el conflicto que tuve con Lauren. Además, Ben no era el tipo de joven que rebajaría su honor para disculparse…pero…

Rick frunció el ceño con precaución.

-Claro. Pasa, haré que baje-mi padre se dio media vuelta y yo volví a esconderme entre las sombras.

Ésta vez escuché como los pasos de ambos eran guiados hasta dentro de la casa y se detenían en un momento específico. Asomé de a poco mi rostro para ver lo que sucedería.

Benjamin observaba fijamente a mi padre intercambiando una extraña mirada que albergaba algún pensamiento guardado.
-Si no le molesta-comentó mi amigo, sin quitar su aire formal impropio de adolescentes, pero muy propio de él- me gustaría hablar con Marc en su pieza.

Tragué saliva.

Una electrizante nube de duda les envolvió a ambos mientras las vistas cruzadas parecían encender chispas que amenazaban con incinerar en cualquier momento la casa. Era un clima frío y árido, un sentimiento de odio mutuo que parecía no tener un factor por el que activarse.

Mi padre no movió un músculo innecesario y señaló con sus grandes dedos cautelosos la escalera. Vacilante, aceptó que Benjamin subiera.

De toda aquella interacción indiferente podía sacar en conclusión que mi padre sin duda sospechaba sobre lo que sucedía entre Ben y yo.

Como todos sabían en el ámbito de los negocios del condado de Texas, Benjamin Kingman II era un chico excepcional, que se podía encargar de una empresa sin mayores problemas. Pero desde mi inesperada llegada, Benjamin se había vuelto más relajado en su empresa. El clima de despreocupación era tal que en menos de un mes las acciones de la empresa Kingman habían bajado un 0,2% - - según lo que me había dicho mi padre en la cena - -, una baja considerable tomando en cuenta que desde la fundación de la empresa las acciones sólo subían.

Obviamente la situación era atribuida al único factor culpable: yo.

Ninguna persona había tenido tal influencia en mi amigo y era bastante raro atribuir el alboroto a alguien como yo, despreocupado en la escuela y sin un futuro claro. Obviamente no éramos simples amigos.

Benjamin había logrado que le dieran un buen regaño gracias a su descuido e incluso consiguió que le amenazaran con quitarle del mando de la empresa si es que las acciones continuaban bajando. Tras nuestra separación parecía que las aguas volvían a su cauce normal, pero sin duda esta visita cambiaba por completo las cosas.

Benjamin subió las escaleras, pasando con cautela al lado de Rick, para dirigirse a mi cuarto. Lo último que logré divisar antes de que Ben alcanzase el último peldaño, fue la mirada impasible de mi padre que le seguía sin pestañear.
.................................................................................................................................................................................................

Corrí - - resguardado por las sombras - - en el gran pasillo flotante. En un trote rápido conseguí alcanzar la puerta de mi cuarto antes que Benjamin, y para cuando éste llamó yo ya me encontraba dentro de la habitación.

Caminé en paso lento hasta la hoja de madera, suspiré un par de veces y finalmente le abrí a mi amigo. Él no se hizo esperar y en cuanto notó que la puerta se abría, ocupó una de sus manos para entrar a la fuerza. Tomó mi cuerpo desde uno de mis codos y en tres movimientos me tenía entre una de las paredes cercanas y su aliento a centímetros del mío al mismo tiempo en el que se cerraba la puerta con un estruendo que retumbo por las murallas, meciendo mi cabeza acorralada.

-Benjamin…-susurré débil. La mirada desafiante que enviaba Ben a través del color azulado me estremecía por completo.

En cosa de segundos, los labios de Benjamin se apoyaron en los míos en un pecaminoso beso, Cálido, agradable y apacible como el atardecer en la inhóspita cumbre del monte Everest.

La mano de Ben detuvo la puerta justo a tiempo antes de que ésta se abriera por completo y entrara mi padre. De seguro venía a comprobar las cosas y en esta situación no era lo recomendable que nos observara.

Ambos nos mantuvimos unidos durante unos minutos - - a pesar de los incesantes golpes y gritos de mi padre tras de la puerta - - tal y como si el beso fuese tan esencial como nuestra respiración.

Benjamin finalmente me soltó. No dejó ceder su mano en contra de los golpes y los intentos de abrir de mi padre y fijó una vez más sus pupilas en las mías, obligándome a flaquear. Ninguno de nosotros habló y el silencio entre ambos fue total - - sin contar las respiraciones agitadas - -. De un momento a otro, Benjamin acercó sus labios hasta mi oreja derecha y mordió la hélice de ésta.

-Dile que estás bien-ordenó en un susurro delicado.

Observé al vacío de mi habitación y me tope con nuestro reflejo armonizado en el espejo en el cuarto. Benjamin aún no salía de su posición.

-Es…Estoy bien-dije tan fuerte como pude, sin quitar mi vista del espejo.

Los golpes cesaron. Benjamin no bajó la mano de la puerta y apoyó su rostro sobre mi hombro, encorvando su columna para alcanzarlo.

-¿Por qué no contestabas?-consultó Rick, insatisfecho, desde el otro lado de la puerta.

-Lo siento-limité a decir mientras tragaba un desnivel en mi voz provocado por los nervios.

Un silencio mayor se formó en el lugar que fue interrumpido únicamente por un aullido de Kurt desde la cama. El gato gris bajó del colchón y corrió hasta los tobillos de Benjamin - - quien no le tomó mayor importancia - - y se paseo por allí.

-Está bien-finalizó mi padre, retirándose con sus pasos monumentales.

Tragué saliva, nervioso, mientras sentía las últimas marchas paulatinas de Rick hasta la escalera. Benjamin se alejó de mi cuello tras besarlo durante unos segundos. En cuanto él se retiró pude notar la diferencia: una marca rosada posaba tranquilamente en el reflejo del espejo. Mi amigo dio tres pasos en reversa antes de volver a observarme y dibujar una quisquillosa sonrisa en sus labios.

-Ahora estamos a mano-comentó antes de abrir la puerta y salir de una forma tan apresurada como había entrado.



La risa contagiosa de Madeleine llegó al fondo de mis tímpanos en un suave zumbido que acalló en unos segundos.

-¡No puedes ser tan cobarde!-exclamó con gracia Mad, sin abandonar la sonrisa sobre sus labios adornados con un brillante arete en forma de perla.

Fruncí el ceño mientras me acomodaba sobre la silla del comedor escolar.

-¡No es que sea cobarde!-excusé-Simplemente me da una sensación de miedo hacerme un arete. De verdad que no entiendo cómo puedes tener tantos-pasé una mano por mi cabello castaño oscuro.

-Para ser bella hay que ver estrellas-Madeleine parpadeó un par de veces, haciendo notar el color artificial grisáceo de sus ojos.

-No me importa-me encogí de hombros.

Madeleine volvió a reír sin sentido alguno. Esta chica de verdad estaba desquiciada.

-¡Oh, vamos!-animó ella, alegre-¡Si quieres yo lo puedo hacer!

Enarqué una ceja inquisitiva.

-¿Me prometes que no dolerá?

Mi amiga rodeó los ojos, más que divertida con mi pavor.

-Sí-respondió en un soplo amplio, parecido a los que provocaba Jimmie-Lo prometo.

-Bien. Entonces acepto.

-¡Genial!-Madeleine se levantó de su asiento en un salto energético-Entonces te veo mañana en mi casa después de clases-me guiñó un ojo, ocultando por un par de segundos su iris falsa-Consíguete un arete.

Catelynn llegó justo a tiempo para escuchar el final de la conversación. Se sentó a mi lado sin preguntar nada y lanzó una frívola mirada hacia la popular chica de cabellos coloridos.

-¿Arete?-consultó Catelynn.

Madeleine asintió.

-Sí. Marc se hará uno.

-¿Es en serio?-la vista de la joven Ryford viajó hasta toparse con mi tímida expresión de confirmación.

-Sí-acepté.

Catelynn bajó su vista a la mesa y apoyó ambos codos en ésta, en un signo de incomodidad y desaprobación absoluta.

-A Ben no le va a gustar-susurró finalmente.

Volví a encogerme de hombros.

-Me da igual. No vivo bajo las órdenes o el gusto de Ben-volteé a ver a Madeleine-Te veo mañana en la tarde-terminé por confirmar.




Observé a través de la estantería vidriosa una joya que había cautivado por completo mi atención hace varios minutos atrás. El arete relucía brillante - - gracias a la luz de la lámpara colgante con forma de ramo en picada que se hallaba pegada al alto techo de la joyería - - y se hacía notar frente al resto de la alhaja que reposaba tranquilamente en la tela suave color marrón.

Volteé a ver a Oliver Deep - - el chofer que mi padre había contratado para el traslado de la escuela a casa - - mientras apuntaba con un dedo sigiloso hacía el aro.

-¿Te gusta ese?-pregunté sin quitarle ojo de encima al chofer confuso.

-¿Un arete?-devolvió en respuesta, incrédulo-¿Para eso me ha hecho desobedecer las órdenes estrictas de su padre y traerle hasta aquí?

Bufé molesto. Dejé de observar a Oliver y me concentré en la joya.

-Sí, para eso.

-¿Acaso es para alguien especial?-cruzó ambas manos tras su espalda a la vez que se inclinaba al arete señalado por mi dedo.

-Para mí-respondí distraído.

Oliver dudó varios segundos en un silencio absoluto que fue únicamente interrumpido por el discreto sonido de jazz de la tienda.

-¿Tiene el permiso del Sr. Holly?-volvió a su posición normal, posando ambas manos a los costados.

No respondí a su intrusa duda.

Un vendedor se acercó a nuestra estancia con una sonrisa amigable entre dientes y unos lentes delicados colgando de su camisa blanca. El señor debía tener al menos unos 50 años, o algo así. Aunque su cara lucía muy jovial, el aspecto de su pelo canoso delataba una edad más adulta.

-¿Desea algo?-preguntó dirigiendo su vista primeramente a Deep - -a quién rápidamente notó como un empleado- - para luego bajar hacía mí sin perder la gracia.

-Claro-correspondí animado-Quiero ese que está allí-volví a señalar el arete metálico.

Se trataba de un aro plateado brillante en forma de C con pequeñas gemas moradas incrustadas al exterior. Muchos detalles se grababan sobre la piedra metálica con un perfil de rombo en 3D bastante peculiar.

Devolví mi vista hacia Oliver, a la vez que el vendedor sacaba el aro de la repisa, y le guié unos metros más allá de la extensa tienda. El chofer me observó algo temeroso en cuanto nos detuvimos.

-No digas nada-ordené en un susurro rápido-Y espérame en el automóvil-nuevamente regresé junto al comerciante mientras el chofer Deep se alejaba molesto en dirección a la puerta cristalizada del local.

-Disculpe-llamé la atención del vendedor. Él se volteó a mí con su sonrisa incondicional-¿Podría grabar algo en el aro?

-Claro-el hombre juntó ambas manos-dígame que desea.

Sonreí mordiendo uno de mis labios.



Madeleine pasó un extraño aparato por mi oreja izquierda adormecida. La anestesia fue poca para evitar el dolor que se acopló en el lugar cuando sentía la aguja de aquella pistola clavarse en mi cartílago. Hice una mueca de dolor mientras farfullaba palabras sin sentido alguno, la mayor parte fueron groserías. El agujero tomaba lugar en la parte superior de mi hélice y se hacía notar con un par de gotas que Mad secaba de inmediato con un pedazo de algodón.

Ella sonrió a la vez que dejaba un trozo de fibra manchado con tres gotas de sangre sobre una bandeja metálica plateada. Pasó un nuevo fragmento de algodón con suero por mi oreja.

-Entrégame el aro-pidió extendiendo su mano hacía mí.

Busqué a tientas en mis bolsillos la diminuta caja sin ser capaz de mover nada más que la punta de mis dedos. A duras penas conseguí dar con ella y se la entregué a mi amiga. Le observé por el rabillo del ojo sin mover músculo innecesario.

Madeleine abrió la caja y tomó el arete entre dos de sus dedos. Lo movió sorprendida, haciendo relucir las gemas y se detuvo en un momento en específico en el que su expresión bajó a cero. De seguro leyó la inscripción. Un silencio extraño se produjo hasta que Mad reaccionó y pasó con cuidado el arete a través del orificio. Tras unos minutos mi amiga me indicó que me levantara de la silla. Caminé a través del extraño cuarto de Madeleine hasta llegar a un espejo gigante - - que abarcaba la mitad de la pared - - ubicado al otro lado del escritorio que ocupamos recientemente. Observé mi oreja mientras sentía como una sonrisa se ensanchaba a través de mis labios.

-¿Dolió demasiado?-preguntó Madeleine, ordenando los utensilios.

-Algo-respondí. Me fije aún más en el lugar del arete-Mi oído se ve algo rojo.

-Es normal-aclaró a la vez que una sonajera de metales caía como cascada dentro de una caja negra en la que guardaba las cosas.

-Puede que sea normal cuando acabas de hacerte un arete, pero mi padre no sabe que me acabo de hacer uno, y, créeme, él no lo sabrá.

Mad dudó durante unos segundos.

-Tienes razón-aceptó ella-espérame un momento-Mad desapareció del cuarto en un abrir y cerrar de ojos antes de que lograra poner objeción.

Me observé una vez más en el espejo mientras esperaba a mi amiga. Nuevamente Madeleine llegó a mi lado antes de que lo advirtiese.

-Toma-me entregó un gorro verde con unas franjas blancas rodeándole en un estilo sicodélico-Era de mi hermano,-aclaró mientras yo lo recibía y lo ponía sobre mi cabeza-pero como él se fue a estudiar a la universidad lo puedes ocupar.

Comprobé una vez más mi imagen y me aseguré de que el gorro tapase el aro. Una vez que me convencí de aquello, volteé a ver a Madeleine.

-Gracias-comenté. Besé la mejilla de ella para salir en un apurado paso de la casa de Mad.

En aquel momento reconocí un aspecto más de la vida de Madeleine: Ella tenía un hermano quién se preocupara de su empresa familiar, a eso iba su máxima despreocupación por todo. Además ahora estaba enterada de mi relación peculiar con Benjamin gracias a la inscripción de mi arete que llevaba grabado el nombre de “Benjamin II Kingman”, pero había una cosa que podría jurar y eso sería que Madeleine no diría nada.
.................................................................................................................................................................................................

Amé totalmente este capítulo... es uno de mis favoritos.. Sin mencionar que casi maté a Javi-chan-sensei cuando leí esa parte en que le mordía la oreja... ¡Asuste a todos a mi alrededor! y sobre todo a Javi-chan-sensei que no había terminado el capítulo en ese momento... jejejee eso pasa por tener una editora yaoista :P >.< Noo, pero en serio que amo este tipo de capítulos.. Continua escribiendo quiero saber más sobre aquel arete.. más de lo que ya leí Javi-chan-sensei... ese arete contiene más beneficios que solo tenerlo en la oreja :P >.< ESCRIBES EXCELENTE!! :D

Capítulo 12

Ahora me encontraba en medio de la multitud más alabadora que jamás había visto en mi vida. Toda la clase se hallaba pendiente de cada brillo y destello que lanzaban las gemas del arete en mi oreja, mientras Madeleine presumía su perfecto trabajo con el aro.

Sonreí frente al inminente comentario de Jake.

El joven Jake Tilman era un adolescente inglés bastante excéntrico, por no decir raro. Su vida se cerraba a las álgebras, cálculos y cualquier cosa que hiciera semejanza con el eterno aprender. La única entretención que recorría por su cerebro era crear juegos de estrategias complejos como prototipos para la empresa de su madre.

Jake tenía el cabello de color cobrizo y unos ojos marrones mucho más profundos que los de Catelynn. Su piel se perlaba en pecas cafés - - que a veces variaban a dorado - - y uno que otro lunar que hacía contraste fuerte en contra de la piel pálida de fantasma que poseía.

Jake era hijo único y lo seguiría siendo tras la muerte de su padre. Ahora la viuda Sra. Tilman se encargaba de la empresa de juegos “Cyber toys” - - que antiguamente tomaba cargo el padre de Jake - - y su hijo le ayudaba cuando se trataba de crear un nuevo juego.

La moda geek golpeaba fuerte esos momentos y Jake no había tenido mejor idea que incluir mi arete como un talismán dentro del nuevo juego que se hallaba creando. Sin duda esto conseguía más fama de la que pensaba.

Otra risotada monumental escapó de cada boca de la clase de químicas. Aprovechamos el momento para reír con más ganas al ver el atraso del profesor por arribar a la sala.

De pronto todos callaron cuando la puerta se cerró de un golpe fastidioso. Las vistas vagaron desde mi arete hasta el otro extremo de la sala, donde Benjamin se hallaba agitado.

-¿Qué haces aquí?-pregunté levantándome de mi asiento. La multitud se dispersó fugazmente –Esta no es tu clase…
Ben corrió hasta mi lado y me frenó de tope. Puso una de sus manos sobre mi hombro izquierdo a la vez que la otra apartaba el cabello que tapaba el arete.

-¡¿Cómo demonios se te ocurre hacerte eso?!

Maldije el silencio del resto del alumnado, quienes nos observaban esperando ver como la pelea transcurría.

-¿Por qué le ayudaste?-esta vez se dirigió hacia Madeleine. Ella le observó paralizada y se encogió de hombros.

-Vamos, Ben- dio un par de pasos para llegar a su lado –Se ve bien…

-¡Pudo haber muerto de una infección!-exclamó mi amigo, dando un pie en reversa.

-No hagas teatro. Jamás podría morir de una infección.

-¡Claro!-ironizó en compañía de un sonrisa-Jamás podría morir, así mismo como tú nunca has caído en cama por culpa de esos estúpidos aros-dejó el contacto visual con Mad y se volvió a mí. Me tomó desde el codo y a tropezones me sacó del aula sin siquiera preguntar o agregar algo más.

-¡Estamos en clase!-alegué sin conseguir resultado.

La multitud de alumnos no nos quitó la vista hasta que desaparecimos por la puerta, la cual Benjamin se encargó de cerrar con otro estruendoso sonido.

-¡Ben, detente!

Ni siquiera se volteó a observarme y continuó su marcha - - y por consecuente, la mía - - por el pasillo.

-Benjamin, ya basta-ordené más molesto.

-No, tú ya basta.

A medida que avanzábamos mi mente intentaba recapitular la inminente huída de la sala de clases que Benjamin me había obligado a cometer; al fin y al cabo, no podía competir en contra de los músculos de alguien como él. Pensando en retrospectiva sobre la llegada de Ben, su sorpresa y su molestia, podía tomar en conclusión que aquella escena no era más que un acto del más inocente de los sentimientos: enojo frente a que no había pedido su permiso.

Sonreí al tomar cuenta de aquello al mismo tiempo que mi amigo golpeaba con puño cerrado la puerta del baño de hombres. Asomó su cabeza dentro de éste en fracciones de segundo y tras observar, me lanzó dentro. Hice todo lo posible para lucir calmado.

Mi vista titubeó antes de obedecer al plan de mostrarme rebelde; finalmente llegó a toparse con mi reflejo sobre el espejo. En un acto de indiferencia, jugué con el arete para ganar tiempo. Noté lo ridículo que me veía usando la camisa hasta el último botón para tapar la marca dejada por Ben dos días atrás.

-No te gusta esto ¿cierto?-empezó inmediatamente Benjamin, sin perder tiempo.

-¿Qué?-volteé a observarle.

-No te gusta esto. No te gusta la vida que conllevamos aquí. No te gustan los lujos –enumeró con la ayuda de sus dedos – No te gustan las entretenciones. No te gusta administrar empresas…

-No-interrumpí antes de que continuara. Mala idea. La vista enfadada que se escudaba tras el ceño fruncido de Benjamin me hizo flaquear en mi decisión durante unos momentos -¿A qué adolescente normal le gustaría todo esto?-pregunté retóricamente, volviendo a mi postura-¡A ninguno!

-¡Ah! ¿Sí? –cruzó ambos brazos por delante de sus pectorales.

Me volví en contra del reflejo y otra vez me concentré en el arete.

-Sí.

-Bien. Te enseñaré a jugar golf-propuso sin chistar.

Mi cara de sorpresa no daba crédito a mi reflejo. Jamás me había observado tan pálido y pasmado hasta aquel entonces, pero podía asegurar de que mi expresión real era mucho peor. Giré sobre mis talones.

-¿Qué?-pregunté en un pequeño grito, en el preciso momento antes de que la puerta se cerrase y dejase a Benjamin fuera del baño -¡Con eso me quedaré dormido!

-¡Te enseñaré a jugar golf!-repitió sin agregar nada más para dar paso a un estruendo tan fuerte como el que provocó en la sala. Habría apostado que la puerta se saldría debido al fuerte impacto - - y eso que tenía tope en la parte superior para evitar precisamente los portazos- -

De seguro este era otro de los planes de Benjamin para conseguir lo que deseaba. Y estaba seguro de que lo único que deseaba aquel joven era a mí.

Di un largo suspiro mientras estiraba mi cuello para apuntar con mi cabeza el cielo del baño. Apoyé las palmas en el lavamanos y cargué mi peso allí.

-Mierda-murmullé exhausto.



Quedé pasmado en el asiento.

Los brillos del rocío esparcido en el pasto relucían con los diminutos rayos de sol que les acariciaban a medida que el alba iba tomando ritmo.

El motor del coche blanco de golf se detuvo con un suave rugido en medio de la calma de la naturaleza. Benjamin bajó de su asiento y, en cuanto pisó el pastizal, inhaló el fresco aire matutino que nos ofrecía la naturaleza creada por los jardineros del campo.
Ben sonrió.

-Vamos-ordenó.

Despabilé frente a la impresión de la belleza del lugar y bajé de mi asiento en un salto. Me acerqué a la parte de atrás del coche de golf y tomé ambas bolsas llenas de palos plateados. En un movimiento peculiar, logré lanzarle la bolsa de Ben a mi amigo en un tiro correcto.

-Gracias-agradeció él sin notar mayormente mi eterno esfuerzo por aquella simple acción.

Benjamin dio partida su marcha en una dirección específica desconocida para mí. Le seguí en pasos atontados.

Las pisadas eran absorbidas por los tapones cortos en las suelas de los zapatos de golf, los cuales aplastaban el césped y se encargaban de abrir paso por entre éste para nosotros.

Sin darme cuenta, Benjamin se detuvo.

-Es un bonito lugar ¿Eh?-comentó, observando por sobre su hombro hasta mí. Noté el toque de alegría en su rostro.

-Sí.

Él observó el horizonte, tapando el sol molesto con una de sus manos por sobre su frente.

-Tu turno-señaló dejando la bolsa de palos de golf sobre el pasto. Le imité.

-¿Mi turno?-respondí sacando un palo cualquiera a la vez que Benjamin ponía un tope por sobre el césped y una pelota pequeña blanca sobre éste.

-Sí-Ben se levantó y observó con cuidado mi palo. Negó con su cabeza y se acercó en dos pasos a mi bolsa, rebuscó rápidamente y sacó otro, que para mí era exactamente igual- Prueba con este-me lo extendió. Le recibí de malas ganas y le entregué el que ya tenía en mi mano –A propósito, tu padre espera que de verdad aprendas a jugar.

-¿Sí? ¿Acaso lo dices por ésta ridícula ropa que me ha comprado en cuanto le mencionaste que me enseñarías ésta bobada?-pregunté levantando una ceja.

La vestimenta consistía en una camisa, un polerón polo a cuadros y una bermuda, junto con los zapatos. A todo aquello debía agregarle el gorro y el pañuelo; en cuanto recordé ambos, guié mis manos al pañuelo y le quité de un tirón al igual que con el gorro. Los tiré sobre la bolsa de golf.

Benjamin frunció el ceño.

-Es una vestimenta obligatoria-recordó en un tono molesto que no pude evitar burlar-En todo caso, tu padre piensa hacer un día de campo aquí con sus empleados. Obviamente tendrás que jugar para no hacer que quede en ridículo.

Reí al mismo tiempo que giraba en mis talones para quedar frente al pequeño tope a mis pies. Me puse en posición natural - - con los hombros encorvados, la espalda suelta, ambos codos debajo de la cintura y mis tobillos unidos. Era mi máxima expresión de “así soy yo”- -.

-Ni lo sueñes- luego bateé.

El tiro fue un completo desastre, no logró llegar ni tres metros más lejos de mi posición y eso que le había dado con todas mis fuerzas posibles.

Bufé molesto mientras Benjamin sonreía.

-Claro que no lo sueño. Eres un asco en esto-comentó Ben.

Levanté ambas cejas.

-Con ese apoyo que me das-rodeé los ojos.

-Inténtalo una vez más-me animó, sin dejar de sonreír.

-Pero…

-Inténtalo-interrumpió.

Volteé una vez más hacia la pelota y otra vez puse mi posición extremadamente natural, estiré mis brazos hacia atrás y, antes de que lograra batear, las manos de Benjamin rodearon mi cuerpo por detrás congelándome de sorpresa por completo.

-Párate bien-ordenó.

Hice caso sin chistar. No moví músculo innecesario más que para acatar la orden de mi amigo. Sentí como el pie de Benjamin se metía entre mis tobillos y me obligaba a separarlos de sí. Nuevamente no opuse resistencia.

El aliento de Ben golpeaba mi oreja izquierda al mismo tiempo que sus labios rozaban mi arete.

-¿Sabes? Estoy empezando a creer que el arete no fue tan mala idea-la boca de Ben envolvió el aro a la vez que los dientes mordían mi oreja levemente. Me estremecí.

Volteé mi rostro con cuidado a la izquierda en un impulso impropio de mi conciencia, sabiendo que haciendo aquello conseguiría como respuesta los labios de Ben en contra de los míos; pero antes de que terminara de buscar su boca, Benjamin retrocedió dos pasos, soltándome de su agarre.

Le observé dudoso por sobre mi hombro durante unos segundos eternos y silenciosos. Cuando decidí a despertar de aquel aturdimiento, giré mi vista una vez más a la pelota y aproveché la posición que Benjamin me había mostrado para lanzarla. Esta vez la bola voló varios metros más allá, perdiéndose entre algunos pinos.

-Eso estuvo mejor-Ben apoyó su peso sobre el palo que yo había escogido primeramente.

-Podría haber estado mucho mejor si no me hubieras puesto tan nervioso-comenté en un intento fallido de sonar indiferente, al mismo tiempo que cargaba la bolsa de golf en mi hombro derecho y me encaminaba al carro de golf.
Ben rió suave y me detuvo de una manga. Volteé hacia él.

-Vamos-entrelazó nuestros dedos en un movimiento rápido que no me dio tiempo de objeción-Hay un juego que terminar.
.................................................................................................................................................................................................