This Means War {Novela Colectiva de HP, 3ra Generación}

El verano se estaba convirtiendo lentamente en un infierno cada vez más ardiente y horrible. Imposible de soportar. Entre el calor, mi hermana y sus amigos, estaba segura de que me daría un infarto en breve. Pero no todo era tan horrible, fuimos de vacaciones y gracias al cielo, sin Maya. Alemania y Rusia me cautivaron, pero fueron únicamente dos semanas, antes de que me viera obligada a regresar a la casa de campo en la que vivíamos. En un minúsculo e insípido pueblecito, cerca de Londres, dónde mi hermana y los demás jóvenes del pueblo asistían a clases.

Esa tarde, estaba con mis padres en el salón, viendo la televisión cuando entró Maya a todo correr, lanzándome una mirada furibunda sin que nuestros padres vieran nada.  

-Mis amigos han llegado ya, Azzura... ¿No te llegó una carta con ese horrible bicho que tienes por mascota?

-¡Maya! ¿Cuántas veces tenemos que decirte que esta también es la casa de Azzura y que tiene derecho a estar dónde quiera? -Replica mi padre muy enfadado. Yo me levanto y sonrío a mis padres.

-Tiene razón, tengo que responder a la carta. -Paso al lado de mi hermana, la cual me pisa totalmente adrede, ganándose otro grito por parte de mi padre, pero yo no hago caso y empiezo a subir las escaleras, hacia la planta de arriba, dónde están las habitaciones.

Y al terminar de subir las escaleras, ahí estaba, de nuevo. Tragué saliva y bajé la mirada, intentando pasar a un lado de él y meterme en mi habitación, recordándome a mi misma un millón de veces mentalmente que no debía abrir la boca para nada en absoluto, Maya me mataría.  

-Por favor... Azzura, ¿verdad? Sí, sé que te llamas así, no hace falta que me lo confirmes. -Más bien parecía él el loco hablando solo. -Sólo tienes que hablar, respóndeme a la pregunta. ¿Tienes realmente una deficiencia?

Intenté hacer caso omiso de él, como llevaba haciendo todo el verano, porque no era la primera vez que lo hacía. Llevaba todo el verano intentando que abriera la boca, hablándome, preguntándome cosas, repitiéndolas cada vez que me veía. Pero yo no podía hablarle. Era un chico del equipo de rugby, de los que siempre estaban en casa por mi hermana, la jefa de las animadoras, pero yo... No podía abrir boca. Si lo hacía se daría cuenta de que era perfectamente "normal" y pondría en evidencia a mi hermana, la cual, me había amenazado más de una vez con que no hablara para nada con sus amigos, bajo ninguna circunstancia.  

-Vamos, sé que tu hermana es una manipuladora embustera, si solo hablaras... Podríamos dejarla en su sitio, se lo merece. -Se le nota que no le cae bien en absoluto, pero por mucho que me gustaría dejarla en su sitio, es mi hermana y no puedo hacerle algo así, se quedaría sin amigos y... No quiero que lo pase mal, la conozco y sin seguidores, a mi hermana le da un mal. Además, sigo confiando en que algún día deje de odiarme, y si la fastidio perderé mi oportunidad.

Intento pasar a su lado, pero él me lo impide. No me toca, porque mi hermana dice que si me tocan me entran ataques sicóticos y empiezo a chillar. Y eso hago, pero no es porque me de ningún ataque, sino porque mi hermana me obliga a hacerlo, para que su mentira sea más creíble. Me retiene contra la pared, mirándome fijamente a los ojos.

-No me creo que tengas una deficiencia. Pareces perfectamente normal. Habla, por favor. -Intento zafarme de él, pero me tiene el paso barrado y me pongo realmente nerviosa.

-Por favor no me... -Muerdo mi labio con fuerza y en mis ojos se refleja el terror. Él esboza una sonrisa lenta, y yo le empujo yendo hacia mi habitación, pero me detengo y me giro. -Por favor, no le digas nada a nadie. Maya me hará la vida miserable, por favor... Calla.

Me encierro en mi habitación temblando como una hoja, aterrada. Maya me matará, mis posibilidades de que volviera a quererme como la hermana que soy han desaparecido...  



La casa está en completo silencio, en calma. Apenas son las ocho de la mañana, y nadie me ha levantado pero yo he abierto los ojos súbitamente después de otra de mis pesadillas. En esta, Maya me acusaba a todo el mundo, revelando que era una bruja y me ejecutaban en la plaza del pueblo, quemada, como hacían con las brujas tiempo atrás. Mis padres me miraban y también alimentaban el fuego, dejando que me consumiera en las llamas.  

Solía tener ese extraño sueño más de lo que desearía, a pesar de saber que mis padres no dejarían que... Ellos me quieren.  Suspiro y me levanto de la cama, no aguanto seguir en esta. Escucho el maullido de fastidio de mi gata, Athenea. Que me mira profundamente indignada con sus ojos verdes profundos, yo le acaricio la cabeza y salgo de la habitación.  

Bajo a la cocina y sonrío al oler el aroma de los crepes que prepara mi madre, cantando suavemente una canción alegre. Mi padre está sentado en la mesa, leyendo el periódico y ni rastro de Maya.  

-Buenos días. -Saludo, sonriendo. Ambos me devuelven la sonrisa y el saludo, así que me siento al lado de mi padre.

Mamá se sentó en la mesa y empezamos a desayunar, mi hermana mayor no se levantaría hasta tarde, así era ella. Pero para nuestra sorpresa bajó, con el pelo perfectamente peinado y su pijama corto. Ni los buenos días, se limitó a sentarse y a tomar un plato y el café.

-¿No te hemos enseñado modales, Maya? -Ella rodó los ojos y dijo, en un tono desdeñoso.

-Buenos días, padre, madre. -Mi madre frunció el entrecejo y dijo.

-Tu hermana también está, Maya. -Mi padre aunque no dijo nada la observaba con mala cara. Maya rodó los ojos de nuevo e hizo caso omiso. Justo en ese momento entró una lechuza, rozando la cabeza de mi hermana y alborotando sus dorados cabellos. Haciendo que chillara, enfadada.

-¡Bicho asqueroso! -Yo recogí la carta, sellada con el escudo de Hogwarts y el animal volvió a salir volando. -¡Eres una estúpida y asquerosa rara! ¿¡Tienes que estar siempre haciendo rareces!?  

Bajé la mirada, y mi hermana salió de la cocina, mientras mis padres la llamaban, enfadados también. Mi madre terminó por suspirar y secarse unas lágrimas que no habían salido de sus ojos todavía, y yo me sentí miserable.  

Dejé la carta a un lado, y me puse a desayunar junto con mis padres, pero mi padre recuperando la sonrisa intentó que las cosas no estuvieran tensas en la estancia, y abrió él la carta.

-¡Vamos, Azzu! Sé que te ilusiona volver al colegio. -Dijo sonriente, y mi madre pareció contagiarse de su entusiasmo y ambos hurgaron en la carta. Les encantaba todo lo que tuviera que ver con el mundo mágico, siempre haciendo preguntas y queriendo saber todo. También adoraban abrir mis cartas de Hogwarts, ir al callejón Diagon y entrar en todas las tiendas cuanto más raras mejor y por supuesto, llevarme al andén nueve y tres cuartos, aunque ellos nunca pudieron entrar.

-¡Anda! Tienes un pin y todo este año, ¿qué significa la P? Es P de... ¿primeriza? ¡Tienes un título mágico! -Exclamó mi madre contenta, blandiendo la insignia como si fuera un tesoro. Yo abrí ligeramente la boca. ¿Qué hacía una insignia de Prefecto en mi sobre? Seguro que era un error.

Le quité el sobre a mi padre y verifiqué el nombre, quizás se habían equivocado de sobre. Así que miré entre los pergaminos hasta encontrar en dónde me decían que había sido seleccionada para llevar la insignia de prefecta de Gryffindor y ocupar el cargo. Revisé varias veces mi nombre en la carta mientras mis padres me miraban con curiosidad.

-Esa insignia no es ningún título mágico, mamá. -Dije sonriendo con dulzura. -Es la insignia de los prefectos del colegio. A partir de quinto hay dos personas en cada casa que se encargan de velar por el bienestar de los demás estudiantes. Hay dos prefectos por los tres cursos superiores y por casa, es decir, un total de 24 alumnos en el colegio que llevan esa insignia.

-¡Que honor! Porque es algo bueno, ¿verdad? -Exclamó mi padre exultante de alegría y orgullo, yo me reí y asentí con la cabeza. -¡Mi niña es una perfecta! -Me volví a reír, con alegría.

-No, soy una prefecta, papá. -Él hizo un gesto condescendiente con la mano, como restándole importancia al nombre.

-De todas formas, tenemos que ir al callejón del Diágono. -Dijo mi madre sonriendo ampliamente y recogiendo las cosas. En los cinco años que llevaba sabiendo que era maga, mis padres parecían unos niños que aún no se habían enterado bien de la película, pero no se lo reprochaba, mucho hacían ya.  

-Callejón Diagón, mamá. -Dije sonriendo y levantándome de la mesa, para ayudarle a recoger. Ella sonrió y besó mi cabeza.

-Te quiero, mi pequeña. Enhorabuena por la insignia, y ve a vestirte, yo recojo y así podremos ir al callejón ese tan alucinante. -Comentó, emocionada como una niña. Mi padre se rió y se levantó, besando a mi madre, aproveché y regresé a mi cuarto.



-Mamá, por dios, ten más cuidado o te vas a caer. -Sujeté a mi madre, justo antes de que se cayera de bruces en el suelo por ir mirando a todos lados menos al suelo. Mi padre soltó una carcajada franca y rodeó su cintura, sujetándola.  

-Vamos, Julie, la niña tiene razón, debes tener más cuidado. -Sonreí y seguimos caminando por aquella larga calle repleta de tiendas cada cual más extraña que la anterior. Pero, a pesar de las súplicas de mis padres, sobretodo las de mi madre, no entramos en más de las que necesitábamos.

Vi a más de un conocido, pero no me atreví a molestar a ninguno, saludé con una sonrisa a algunas chicas que conocía, pero de mis mejores amigos ni rastro. no veía en ningún lado a los Potter, familia a la cual pertenecía una de mis mejores amigas, Kaia la rubia del cabello rizado. Tampoco no había rastro de los Longbottom, delatando la presencia de la preciosa y metamorfomaga Wanda. Como no habia visto a los Malfoy, por lo cual ni rastro del rubio Scorpius.

La última tienda a la que teníamos que entrar era Flourish & Blotts, dónde podríamos comprar los libros para mi quinto año en el colegio de Hogwarts. Entramos, y cómo no, mis padres se emocionaron al ver como los libros volaban encima de nuestras cabezas. Parecían dos críos, pero a mi no me importaba.  

Entonces, otra familia más numerosa que la nuestra fue hacia la salida, vi como uno de ellos cojeaba y entonces supe de quiénes se trataban. Busqué con la mirada a Scorpius, el cual me dirigió una enorme sonrisa y yo se la devolví, con algo más de timidez. Sus padres hicieron caso omiso de mi y de mis padres, ya que estaban ocupados hablando con el mayor, Séptimus, el cual estaba herido y mascullaba enfadado. Me fijé en la preciosa de Shanelle, que iba junto a mi mejor amigo, era una chica realmente bella y les traía  todos de cabeza, siempre me sentía inferior al verla. Salieron de la tienda, y Scorpius me dijo un "hasta pronto" con los labios. Yo sonreí y miré como salía, mis padres no habían visto nada, demasiado ocupados estaban.

Fuimos mirando entre los estantes, tachando nombres de libros de la lista mientas íbamos recogiendo estos de sus estantes. Entonces, a mi padre se le resbaló un libro, que sobresaltó a un grupo de estudiantes que estaban hablando o abrazados, no me había fijado hasta el momento. Sonreí suavemente al reconocerlos y fui a saludar, en eso me unieron al abrazo grupal y me reí ligeramente, volver a verles era algo inexplicablemente perfecto. Kaia, Wanda, Ted e incluso a James, que estaba algo apartado.

Las ganas de ir a Hogwarts se renovaron, haciéndome pensar que no hay lugar como ese al que podemos llamar hogar.