The Last Song [Larry Stylinson] (Adaptación). Capítulo 15 Publicado :D

 

Estaba seguro de que los seguiría. Siempre lo hacían. Especialmente los recién llegados al pueblo. Así funcionaban las cosas con las personas que lo rodeaban: cuando peor les trataba, más lo buscaban. Eran idiotas. Predecibles e idiotas.

Se apoyó en la barda del exterior del hotel. Blaze le pasó los brazos por el cuello. Louis estaba sentado en uno de los bancos frente a ellos; a su lado, Teddy y Lance se dedicaban a balbucear piropos a las chicas que pasaban, en un intento de captar su atención. Estaban totalmente borrachos, perdidos por la cerveza (ya lo estaban antes de empezar el espectáculo); como de costumbre, las únicas chicas que les prestaban atención eran feas. La mitad del tiempo, Zayn tampoco prestaba atención a ese par de vagos.

Mientras tanto, Blaze le estaba besuqueando el cuello, pero él tampoco le prestaba atención. Estaba harto de cómo se pegaba a él como una lapa cuando estaban en público. Estaba harto de ella en general. Si no fuera una máquina en la cama, si no supiera hacer todas aquellas cosas que lo volvían loco, ya haría tiempo que la habría dejado por una de las otras tres, cuatro o cinco chicas con las que se acostaba. Pero en ese momento tampoco pensaba en ellas. Observó a Louis, y le gustaron sus ojos azules que eran claros a pesar de que el cielo era oscuro y el brillo que había en ellos. Destilaba cierto estilo a pesar de la ridícula camiseta que llevaba. Le atraía a pesar de que era chico. Si, le atraía mucho, muchísimo.

Le dio un empujón en las caderas a Blaze para quitársela de encima. Como deseaba que esa pesada lo dejara en paz.

 

-          Anda, ve a buscarme una ración de papas fritas – le ordenó -. Tengo hambre.

 

Blaze se apartó.

 

-          Sólo me quedan un par de dólares – dijo ella en tono de queja.

-          ¿Y qué? ¡Tienes de sobra! ¡Y no te las comas en el camino! ¿Entendido?

 

Hablaba en serio. A Blaze se le estaba poniendo la cara redonda y le estaba saliendo barriga. No le sorprendía, teniendo en cuenta que últimamente bebía casi tanta cerveza como Teddy y Lance.

Blaze montó un numerito con una serie de muecas y caritas de pena, pero Zayn se la quitó de encima y al final ella se alejó en dirección hacia uno de los puestos donde vendían comida. Zayn vio que se ponía a hacer fila; delante de ella debía haber seis o siete personas y, sin perder un segundo, él decidió sentarse al lado de Louis. Cerca, aunque no demasiado cerca. Blaze era muy celosa, y no quería que espantara a Louis antes de que tuviera la oportunidad de conocerlo.

 

-          ¿Qué te ha parecido? – le preguntó.

-          ¿El qué?

-          El espectáculo. ¿Habías visto algo parecido en Nueva York?

-          No – admitió Louis -. Nunca.

-          ¿Dónde te alojas?

-          En la playa. Un poco más abajo.

 

Por la forma en que había contestado, Zayn dedujo que se sentía incómodo, probablemente porque Blaze no estaba allí.

 

-          Blaze me ha contado que odias a tu padre.

 

Cómo única respuesta, Louis se limitó a encogerse de hombros.

 

-          ¿Qué? ¿No quieres hablar de eso?

-          No hay nada de qué hablar.

 

Zayn se recostó en el banco.

 

-          O a lo mejor es que no confías en mí.

-          ¿Qué dices?

-          Se lo has contado a Blaze, pero no a mí.

-          Es que no te conozco.

-          Pero tampoco conoces a Blaze; se acaban de conocer.

 

A Louis no le gustaba para nada aquella clase de argumentos provocadores, ni tampoco que él intentara meter las narices en sus asuntos. Pero para evitar conflictos, le contestó con la misma respuesta recurrente que utilizaba desde que se enteró de que iba a ir a ver a su padre:

 

-          No quería hablar con él, ¿de acuerdo? Y tampoco estoy de acuerdo en tener que pasar el verano aquí.

 

Louis se apartó un poco de cabello que le caía en el rostro.

 

-          Pues vete.

-          Como si fuera tan fácil. ¿A dónde voy a ir?

-          A Florida.

 

Louis pestañeó.

 

-          ¿Qué?

-          Conozco a un tipo que tiene un apartamento allí, en las afueras de Tampa. Si quieres, puedo llevarte. Podríamos quedarnos tanto tiempo como quisieras. Tengo el coche ahí estacionado.

 

Abrió la boca más por la consternación que por el deseo de contestar. No sabía que decir. La idea en sí era tan absurda… igual el hecho de que Zayn se lo acabara de proponer.

 

-          No puedo irme a Florida contigo. Te… acabo de conocer. ¿Y qué pasa con Blaze?

-          ¿Qué pasa con ella?

-          Sales con ella, ¿no?

-          ¿Y qué? – replicó con el semblante inmutable.

-          Estás loco. – Louis sacudió la cabeza y se puso de pie -. Voy a hacerle compañía a Blaze.

 

Aunque la verdad era que no estaba bromeando. Se lo había propuesto por la misma razón por la que le había lanzado la bola de fuego antes. Para ver hasta dónde podía llegar con Blaze.

 

-          Bien, de acuerdo. De todos modos, prefiero ir con ella.

 

Zayn lo observó mientras se alejaba. A pesar de que admiraba el cuerpo  que tenía, no sabía por dónde iban los gustos de ese chico. Su apariencia no dejaba lugar a dudas, aunque, a diferencia de Blaze, no fumaba ni mostraba ningún interés en la fiesta, y tenía la impresión de que había más de lo que él le estaba dejando entrever. Se preguntó si sería un niño rico. Tenía sentido, ¿no? un apartamento en Nueva York, una casita en la playa… Su familia debía de tener bastante dinero para permitirse ese ritmo de vida. Pero, por otro lado, era más que evidente que no encajaba con la gente rica de aquel lugar, por lo menos, la que él conocía. Así que… ¿Cómo era, realmente? ¿Por qué quería saberlo?

Porque no soportaba a los ricos, no soportaba su ostentación, y tampoco que se creyeran superiores a los demás por el simple hecho de tener dinero. Un día, antes de abandonar los estudios, oyó que un niño rico en el instituto presumía de la nueva barca que le habían regalado para su cumpleaños. No era una tabla flotante, no; era una Boston Whaler de más de seis metros de eslora, con GPS y sonar, y el muy tonto no paraba de fanfarronear sobre cómo pensaba salir a navegar cada día de verano y llegar al club marítimo.

Tres días más tarde, Zayn le prendió fuego a la barca y contempló cómo se quemaba desde detrás del magnolio en el hoyo 16.

Siempre le habían gustado los incendios. Le gustaba el caos que originaban. Le gustaba su implacable poder de destrucción; la forma en que arrasaban y consumían todo lo que se ponía a su paso.

No le había contado a nadie que había sido él, por supuesto. Contárselo a alguien suponía lo mismo que confesárselo a la policía. Y a Teddy y a Lance aún menos: sólo era necesario encerrarlos en una celda para que se desmoronaran y se pusieran a cantar tan pronto como la puerta se cerrara tras ellos. Por eso precisamente insistía en que últimamente hicieran todo el trabajo sucio. La mejor manera de evitar que hablaran más de la cuenta era asegurándose de que se sentían mucho más culpables que él. Últimamente eran ellos dos los que robaban la cerveza, los que habían dado la paliza a aquel tipo calvo en el aeropuerto hasta dejarlo inconsciente antes de robarle la cartera, los que habían pintado los símbolos nazis en la sinagoga. No se fiaba de ellos, ni tampoco sentía ningún afecto por esos chicos, pero ese par siempre se mostraba dispuesto a secundarlo en sus planes. De momento, le eran útiles.

Detrás de él, Teddy y Lance continuaban actuando como el par de idiotas que eran; ahora que Louis se había marchado, Zayn se empezó a poner nervioso. No tenía ninguna intención de pasarse el resto de la noche allí sentado, sin hacer nada. Cuando Blaze regresara, después de comerse las papas fritas, se iría a merodear por ahí. A ver que encontraba. Nunca se sabía con que se podía topar uno en un lugar como aquel, en una noche como aquella, entre una multitud como ésa. De una cosa estaba seguro: después del espectáculo, siempre necesitaba un poco de acción, algo… “mas”.

Dirigió su vista hacia el puesto de comida y vio que Blaze ya estaba pagando las papas fritas, con el chico a su lado. Observó a Louis, deseando que se girara y lo mirase; al cabo de un momento, lo hizo. No durante mucho rato, sólo para echarle un rápido vistazo, pero bastó para que él se preguntara de nuevo cómo se comportaría en la cama.

Pensó que probablemente será alocado. La mayoría lo eran, si los estimulaban adecuadamente.

 

Hiciera lo que hiciese, Harry no lograba escapar de la opresión de su abominable secreto. En apariencia, todo parecía normal: durante los últimos seis meses había ido a clase en el instituto, había jugado al baloncesto, había asistido al gran baile de fin de curso, y finalmente se había graduado del instituto, listo para ir a la universidad. Todo parecía perfecto. Seis semanas antes, había roto con Taylor, pero eso no tenía nada que ver con lo que sucedió aquella noche, la noche que jamás podría olvidar. Durante casi la mayor parte del tiempo, conseguía mantener la mente ocupada y no pensar en ello, pero de vez en cuando, en momentos bajos, las imágenes emergían ante sus ojos con una fuerza descomunal. Las imágenes nunca cambiaban ni se desvanecían, el contorno de aquellas imágenes jamás se tornaba borroso. Como si lo apreciara a través de los ojos de otro individuo, se veía corriendo playa arriba y agarrando a Niall mientras este contemplaba boquiabierto el impresionante incendio.

Recordaba que había exclamado: “Pero ¿Se puede saber que has hecho?”. Niall, a la defensiva, le había contestado: “¡Yo no he hecho nada!”.

Fue entonces cuando Harry se dio cuenta de que no estaban solos. En la distancia, miró a Zayn, a Blaze, a Teddy y a Lance, sentados en la parte delantera de un coche, observándolos, y de repente supo que ellos habían sido testigos de todo lo que había sucedido.

Ellos lo sabían…

Tan pronto como Harry sacó el móvil del bolsillo, Niall lo detuvo y, con voz suplicante, le dijo: “¡No llames a la policía! ¡Ya te lo he dicho! ¡Ha sido un accidente! ¡Vamos, hombre! ¡Me debes una!”.

El suceso apareció en las noticias durante los siguientes dos días. Harry vio las imágenes y leyó los artículos en el periódico con el estómago encogido. Una cosa era encubrir a un amigo por un incendio accidental. Sí, eso se veía capaz de hacerlo. Pero alguien había resultado herido aquella noche, y Harry sentía una desagradable sensación de culpa cada vez que pasaba por el lugar. No importaba que estuvieran reconstruyendo la iglesia o que al reverendo ya le hubieran dado de alta en el hospital; lo que importaba era que él sabía lo que había pasado y que no había hecho nada al respecto.

“Me debes una…”

Esas eran las palabras que más lo habían conmocionado. Y no simplemente porque Niall fuera su mejor amigo desde la más tierna infancia, sino por otra razón más importante. Y a veces, en medio de la noche, no conseguía conciliar el sueño al pensar como odiaba la verdad que enterraban aquellas palabras, y ardía en deseos de encontrar una forma de remediarlo.

 

 

…

 

 

Aunque pareciera extraño, había sido el incidente durante el partido de vóley-playa de aquella misma tarde, lo que esta vez había activado los recuerdos. O, mejor dicho, el chico con el que había chocado. Él no había mostrado ningún interés en sus disculpas; a diferencia de la mayoría de las chicas de la localidad, no había intentado ocultar su rabia. No se había contenido ni tampoco se había puesto a gritar histérico; había reaccionado con absoluto control de sí mismo, algo que le pareció totalmente diferente.

Después de que se marchara de aquella forma molesta, acabaron el partido; falló un par de puntos, cosa que normalmente no le habría pasado. Niall se le había quedado mirando con el ceño fruncido y quizá por el juego de luces y sombras del atardecer, le pareció que exhibía el mismo semblante que la noche del incendio, cuando él sacó el móvil para llamar a la policía. Y eso fue todo lo que necesitó para que los recuerdos emergieran de nuevo libremente.

Fue capaz de continuar bien, sin desmoronarse, hasta que ganaron el partido; sin embargo, cuando acabaron, pensó que necesitaba estar un rato solo. Por eso decidió dar una vuelta por la feria, hasta que se detuvo en uno de los puestos donde se podía jugar a encestar canastas (eso sí, a un precio que era un robo y con muy pocas posibilidades de ganar). Se estaba preparando para lanzar una pelota de baloncesto demasiado hinchada al aro de una canasta que estaba colocada a una altura un poco más elevada de lo normal cuando oyó una voz a sus espaldas.

 

-          ¡Por fin te encuentro! – dijo Taylor -. ¿Me rehúyes?

 

“Si, eso es exactamente lo que pretendo: esconderme, evadirme”, pensó.

 

-          No – contestó -. No eh tocado una pelota de baloncesto desde que se acabó la temporada, y quería comprobar lo desentrenado que estoy.

 

Taylor sonrió. Su top blanco en forma de tubo, sus sandalias y sus pendientes largos resaltaban al máximo sus ojos azules y su melena rubia. Se había cambiado de ropa al final del partido de vóley-playa. Muy propio de ella; era la única chica que conocía que llevaba varias prendas en el bolso por norma, incluso cuando iba a la playa. En el baile de fin de curso del mes de mayo, se había cambiado tres veces: un vestido para la cena, otro para el baile, y el tercero para la fiesta que siguió a continuación. Había aparecido con una maleta, y tras embutirse el corsé y posar para las fotografías, Harry había tenido que arrastrar la maleta hasta el coche. A su madre no le había parecido inusual que preparase un equipaje como si se marchara de vacaciones en vez de a un baile. Y quizás ahí radicaba parte del problema. Una vez, Taylor lo había llevado a echar un vistazo al guarda ropa de su madre; esa mujer debía de tener unos doscientos pares de zapatos distintos y unos mil trajes diferentes. En ese guarda ropa incluso cabía un Buick.

 

-          Adelante. No te detengas por mí. No me gustaría que echaras a perder un dólar.

 

Harry se dio la vuelta, y después de apuntar hacia la canasta, lanzó el balón; éste rebotó en el tablero y en el borde del aro hasta que se metió por la canasta. Perfecto, ya tenía un punto. Dos más y ganaría el premio.

Mientras el balón rebotaba en el tablero, el encargado de la atracción no paraba de mirar de reojo a Taylor. La chica, por su parte, no parecía haberse dado cuenta de la presencia del empleado.

Cuando el balón se metió por la red y botó de nuevo hasta Harry, él la recogió y miró al encargado.

 

-          ¿Ha ganado alguien hoy?

-          Por supuesto. Cada día hay montones de ganadores.

 

El hombre continuaba con la vista clavada en Taylor mientras contestaba. No era extraño. Todo el mundo se fijaba en ella. Era como un poste luminoso de neón, capaz de atraer a cualquiera con un gramo de testosterona en el cuerpo.

Taylor dio un paso, dio media vuelta, se apoyó en la pared del puesto y volvió a regalarle una sonrisa a Harry. Taylor nunca había destacado por su sutileza. Después de haber sido coronada la reina de la localidad, no se quitaba la corona ni para dormir.

 

-          Hoy has jugado muy bien – dijo -. Y tu saque ha mejorado muchísimo.

-          Gracias – contestó Harry.

-          Creo que prácticamente ya eres tan bueno como Niall.

-          ¡Qué aduladora! – exclamó él. Niall llevaba jugando al vóley-playa desde que tenía seis años; Harry había empezado a practicar a los dieciséis -. Soy bueno y puedo saltar, pero no tengo la increíble habilidad de Niall.

-          Sólo digo lo que eh visto.

 

Centrándose nuevamente en el aro, Harry inhaló y exhaló despacio, intentando relajarse antes de volver a lanzar. Eso era lo que el entrenador de su equipo siempre le decía que hiciera cuando le tocaba lanzar tiros libres, aunque a él no le parecía que eso le ayudara a mejorar el porcentaje de aciertos. Aquella vez, sin embargo, la pelota atravesó limpiamente la red. Bien. Dos de dos.

 

-          ¿Qué piensas hacer con el osito de peluche que vas a ganar? – se interesó ella.

-          No lo sé. ¿Lo quieres?

-          Solo si a ti te nace regalármelo.

 

Sabía que quería que le ofreciera el regalo en lugar de tener que pedirle que se lo regalara. Después de dos años juntos, había pocas cosas que no supiera de ella. Harry agarró la pelota, inhaló y exhaló de nuevo, y lanzó el último tiro. En aquella ocasión, sin embargo, su lanzamiento fue demasiado fuerte, y el balón rebotó y cayó fuera del aro.

 

-          ¡Casi! – comentó el trabajador -. Vuélvelo a intentar.

-          Sé cuando me han derrotado.

-          ¿Qué te parece si te descuento un dólar? Dos dólares por tres tiros.

-          De acuerdo.

-          Mejor dicho: dos dólares y los dejaré encestar tres veces a cada uno. – agarró el balón y se lo ofreció a Taylor -. Me encantaría ver como juegas.

 

Taylor miró fijamente el balón sin inmutarse, dando a entender que no se le había ocurrido contemplar aquella posibilidad, lo cual probablemente era cierto.

 

-          Me parece que no es una buena idea – terció Harry -. Pero gracias de todos modos. – Se giró hacia Taylor -. ¿Sabes si Niall está por aquí?

-          Si, en una de las mesas, con Cassie. O por lo menos allí los dejé cuando salí a buscarte. Me parece que a Niall le gusta Cassie.

 

Harry caminó hacia la dirección que Taylor le había indicado, con ella pegada a su lado.

 

-          Estábamos hablando… - comenzó a decir Taylor, con un tono desenfadado – y a Niall y a Cassie se les ha ocurrido que sería divertido acabar la fiesta en mi casa. Mis padres están en Raleigh, en una ceremonia con el gobernador, así que tenemos toda la casa para nosotros solos.

 

Harry ya había visto venir la propuesta.

 

-          Será mejor que no – contestó.

-          ¿Por qué no? ni que hubiera un plan alternativo más interesante.

-          No creo que sea buena idea.

-          ¿Es porque ya no salimos juntos? No pienses que quiero volver.

 

“Si, y precisamente por eso has venido al partido, te has vestido así esta noche, has salido a buscarme y has sugerido que vayamos a tu casa, ya que tus padres no están”, pensó él.

Sin embargo, no dijo nada. No estaba de humor como para discutir, ni tampoco quería complicar más las cosas. Taylor no era una mala persona; simplemente no era su tipo.

 

-          Tengo que estar en el trabajo mañana por la mañana, y me eh pasado todo el día jugando vóley-playa bajo el sol – se excusó -. Lo único que quiero es irme a dormir.

 

Ella lo agarró por el brazo, obligándolo a detenerse.

 

-          ¿Por qué ya no contestas el teléfono cuando te llamo?

 

Harry no dijo nada. No tenía nada que decir.

 

-          Quiero saber en qué eh fallado – le exigió ella.

-          No has fallado en nada.

-          Entonces, ¿qué pasa?

 

Cuando él no contestó, ella le dedicó una sonrisa suplicante.

 

-          Vamos. Ven a mi casa y hablemos.

 

Harry sabía que Taylor merecía una respuesta. El problema era que su respuesta no era la que ella quería escuchar.

 

-          Mira, estoy cansado, eso es todo.

-          Estás “cansado” – dijo Niall -. ¿Le has dicho que estabas cansado y que querías irte a dormir?

-          Más o menos.

-          ¿Estás loco o qué?

 

Niall lo miró con exasperación desde el otro lado de la mesa. Hacía rato que Cassie y Taylor se habían ido al muelle a hablar, seguramente para analizar detenidamente casa palabra que Harry le había dicho a la chica, lo cual añadiría un innecesario toque dramático a la situación; todo aquello probablemente debería de haberse mantenido en privado, entre ellos dos. Con Taylor, sin embargo, todo siempre acababa en un drama. Tuvo la repentina sensación de que aquel verano iba a ser muy largo.

 

-          Estoy cansado – dijo Harry -. ¿Tú no?

-          Quizá no has oído lo que ella te estaba proponiendo. ¿Cassie y yo, tú y Taylor, en la casa de la playa de sus padres?

-          Si, lo mencionó.

-          Y, en cambio, todavía estamos aquí porque…

-          Ya te lo eh dicho.

 

Niall sacudió la cabeza.

 

-          No, mira, no te entiendo. Recurres a la excusa del “estoy cansado” cuando tus padres quieren que laves el coche, o cuando te piden que te levantes para ir a misa. Pero no cuando surge una oportunidad como ésta.

 

Harry no dijo nada. A pesar de que Niall sólo era un año menor que él (el próximo otoño empezaría el último curso en el instituto Laney) a menudo actuaba como si fuera su hermano mayor, con más experiencia que él.

“Excepto aquella noche en la iglesia…”

 

-          ¿Ves a ese tipo junto al puesto de los tiros de baloncesto? A él si lo entiendo. Se pasa el santo día intentando animar a la gente para que juegue, y así poder ganar un poco de dinero para gastárselo en cerveza y cigarrillos al final de la jornada. Simple. Sin complicaciones. No es que lo envidie, pero al menos puedo entenderlo. Pero a ti no te entiendo. Quiero decir… ¿Es que a caso no has visto a Taylor esta noche? Está impresionante. Parece una modelo salida de la revista Maxim.

-          ¿Y?

-          Lo que quiero decir es que está buenísima.

-          Lo sé. He salido con ella durante dos años, ¿recuerdas?

-          Y no digo que vuelvas con ella. Lo único que sugiero es que nos metamos los cuatro a su casa, nos divirtamos un poco, y ya veremos qué pasa.

 

Niall se recostó en su silla.

 

-          Por cierto, tampoco entiendo por qué rompiste con ella. Es más que obvio que sigue enamorada de ti, y los dos formaban una pareja perfecta.

 

Harry sacudió la cabeza.

 

-          No formábamos una pareja perfecta.

-          Sí, eso ya me lo habías dicho antes, pero ¿qué significa? ¿A caso Taylor se comportaba…? No sé… ¿se comportaba como una desequilibrada o algo similar cuando estaban solos? ¿Qué hizo? ¿Te la encontraste un día apuntándote con un cuchillo de carnicero, o se puso a aullar a la luna una noche que se fueron a la playa?

-          No, no pasó nada de eso. Lo nuestro no funciono y punto.

-          No funcionó y punto – repitió Niall -. ¿Te das cuenta de lo que dices?

 

Harry ni se inmutó, y Niall se inclinó hacia adelante por encima de la mesa.

 

-          Vamos, hombre. Entonces hazlo por mí. la vida es para vivirla. Vamos, aprovecha el verano. No seas tan egoísta y piensa en el equipo que formamos.

-          Hablas como si estuvieras desesperado.

-          ¡Es que estoy desesperado! A menos que no accedas a irte con Taylor esta noche, Cassie no querrá irse conmigo. Y estamos hablando de una chica que está lista para “una noche romántica”. Quiere todo, ¿lo entiendes?

-          Lo siento. Pero no puedo ayudarte.

-          ¡Perfecto! ¡echa a perder mi vida! A quien le importa, ¿no?

-          Sobrevivirás. – Hizo una pausa -. ¿Tienes hambre?

-          Un poco – refunfuñó Niall.

-          Pues vamos a buscar una hamburguesa.

 

Harry se puso de pie, pero Niall continuó sentado, con el semblante enojado.

 

-          Necesitas practicar el remate – comentó -. Lanzas el balón con poca puntería. Me ha costado mucho evitar que no nos eliminaran.

-          Pues Taylor me ha dicho que soy tan bueno como tú.

 

Niall esbozó una mueca de fastidio y se incorporó de la mesa.

 

-          ¡Qué sabrá ella!

 

Después de unos minutos en la fila del puesto donde servían comida, Harry y Niall se dirigieron hacia la zona con mesitas donde estaban los condimentos. Niall llenó su hamburguesa con kétchup. La masa líquida roja rebosó por ambos lados cuando cubrió la hamburguesa con el pan.

 

-          Qué asco – dijo Harry.

-          Para que te enteres, había una vez un chico llamado Ray Kroc al que se le ocurrió la genial idea de montar una compañía a la que llamó McDonald’s. ¿Te suena ese nombre? Pues bien, insistió en que su hamburguesa original (en cierto modo, la hamburguesa original norteamericana, para que te enteres) debía llevar kétchup, lo cual debería indicarte la importancia que tiene este condimento en el resultado final de esta comida tan sabrosa.

-          No me digas. Tu cuento me ha fascinado. Mira, voy a buscar algo de beber.

-          Tráeme una botella de agua, ¿quieres?

 

Mientras Harry se alejaba, un objeto blanco pasó volando por su lado a toda velocidad, en dirección a Niall, que lo vio a tiempo e instantáneamente se apartó para que no le cayera encima. Al moverse de forma tan precipitada, no pudo evitar que la hamburguesa se le cayera al suelo.

 

-          Pero ¿se puede saber qué diantre pasa? – gritó Niall, girándose molesto.

 

En el suelo había una cajita de papas fritas vacía. Detrás de él, Teddy y Lance tenían las manos metidas en los bolsillos. Zayn estaba de pie entre ellos, con carita de inocente.

 

-          ¡No sé a qué te refieres! – contestó Zayn.

-          ¡A esto! – contestó Niall, al tiempo que le daba una patada a la cajita para enviarla a los pies de los alborotadores.

 

Un poco más tarde, Harry pensó que había sido el tono de su amigo lo que había encendido los ánimos de todos. Sintió que se le erizaba el vello de la nuca ante la palpable (casi física) tensión en aire y espacio, una vibración que presagiaba violencia.

La violencia que Zayn obviamente buscaba…

Como si les acabara de lanzar el anzuelo.

Harry se fijó en un hombre que se apresuraba a tomar en brazos a su hijo pequeño y se apartaba, mientras Taylor y Cassie, de regreso de su paseo por el muelle, se quedaron paralizadas del susto. A un lado, Harry reconoció a Galadriel (por aquellos días se hacía llamar Blaze), que también se acercaba lentamente al círculo.

Niall los miró con porte desafiante, tensando la mandíbula.

 

-          ¿Sabes? Me estoy empezando a cansar de tus estúpidas acciones.

-          ¿Y qué vas a hacer? – Zayn sonrió maliciosamente -. ¿Lanzarme un cohete de botella?

 

La provocación bastó para encender la mecha. Mientras Niall avanzaba con porte molesto, Harry se abrió paso frenéticamente entre la gente, intentando llegar hasta su amigo a tiempo.

Zayn no se movió. La cosa no pintaba nada bien. Harry sabia que él y sus amigotes eran capaces de cualquier cosa… y lo peor de todo, sabían lo que Niall había hecho y…

Pero a su amigo, que parecía poseído por la ira, no parecía importarle. Mientras Harry se movía a toda prisa, Teddy y Lance se separaron, y dejaron a Niall atrapado en medio del círculo. Harry intentó acortar la distancia, pero Niall se movía demasiado rápido; de repente, todo pareció suceder muy deprisa. Zayn retrocedió medio paso mientras Teddy le daba una patada a una silla, obligando a Niall a saltar para esquivar el objeto. Niall chocó con una mesa, que volcó a causa del impacto, pero logró mantener el equilibrio y sus manos se cerraron en dos puños amenazadores. Lance se le acercó por un lado. Mientras Harry seguía abriéndose paso atropelladamente, ganando terreno, oyó vagamente el llanto de un niño. Zafándose de la multitud, se abalanzó sobre Lance justo en el instante en que un chico se interpuso en su camino.

 

-          ¡Es suficiente! – gritó el chico con los brazos alzados -. ¡Déjenlo ya! ¿de acuerdo?

 

Su voz era sorprendentemente dulce y aguda, pero autoritaria, lo bastante como para que Harry frenara en seco. Todo el mundo se quedó inmóvil; en el repentino silencio, el sonoro llanto del niño llenó el espacio. El chico no se inmuto. Miró con exasperación a cada uno de los alborotadores, uno a uno; al ver aquel cabello alborotado, Harry cayó en cuenta de donde lo había visto antes. La única diferencia era que ahora llevaba una camisa excesivamente grande con un pez en el pecho.

 

-          ¡Se acabó la pelea! ¿No han escuchado? ¿Es que no ven que le han hecho daño a este niño?

 

Retándolos a que lo contradijeran, se abrió paso entre Niall y Zayn y se detuvo delante del niño que lloraba, y al que habían tirado cuando habían empezado a molestarse entre ellos. Tenía tres o cuatro añitos, y llevaba una camiseta de un intenso color naranja. Cuando el chico empezó a hablar con él, lo hizo con una voz suave y una sonrisa reconfortante.

 

-          ¿Estás bien? ¿Dónde está tu mamá? Vamos a buscarla, ¿De acuerdo?

 

El pequeño centró por un momento toda su atención en la camisa del chico.

 

-          Es Nemo – le dijo el chico -. Él también se perdió. ¿Te gusta Nemo?

 

Por uno de los lados irrumpió una mujer con cara de pánico que sostenía a un bebe en brazos. Intentaba avanzar a empujones, entre la gente que no parecía haberse dado cuenta de la tensión en el aire.

 

-          ¿Jason? ¿Dónde estás? ¿Alguien ha visto a mi hijo? ¿Un pequeño, con el pelo rubio y una camiseta naranja?

 

La increíble preocupación en su rostro se transformó en una mueca de alivio al ver a su hijo. Encajó al bebe encima de la cadera mientras corría hacia él.

 

-          ¡No puedes salir corriendo así, Jason! – gritó -. ¡Me has dado un tremendo susto! ¿Estás bien?

-          Nemo – pronunció el pequeño, señalando hacia el chico.

 

La madre se dio la vuelta, y sus ojos se posaron sobre el joven por primera vez.

 

-          Gracias. Se ha escapado mientras cambiaba los pañales a mi otro hijo y…

-          Tranquila. No se preocupe; no le ha pasado nada – interrumpió el chico, sacudiendo la cabeza.

 

Harry vio que la madre guiaba a sus dos hijos fuera de la escena, después se giró hacia el chico, y se perdió en la forma en que él sonreía mientras el pequeño se alejaba, con el paso inseguro propio de los niños a esa edad. Cuando estuvieron bastante lejos, sin embargo, el chico se dio cuenta súbitamente de que todas las personas lo estaban mirando. Se cruzó de brazos, plenamente consciente cuando la multitud empezó a dispersarse ante la inminente llegada de un policía.

Zayn murmuró rápidamente algo a Niall antes de desaparecer entre la multitud. Teddy y Lance hicieron lo mismo. Blaze se giró para seguirlos, y ante la sorpresa de Harry, el chico de cabello alborotado dio un paso adelante para agarrar a Blaze del brazo.

 

-          ¡Espera! ¿A dónde van?

 

Blaze se zafó de su brazo, sin detenerse.

 

-          Al Bower’s Point.

-          ¿Y dónde está eso?

-          Un poco más abajo en la playa. No tiene pérdida. – Blaze se dio la vuelta y aceleró el paso para seguir a Zayn.

 

El chico no parecía seguro de lo que quería hacer. Pero entonces, la tensión tan perceptible de unos momentos antes, se estaba disipando tan rápidamente como se había formado. Niall levantó la mesa, la colocó en su lugar y se dirigió hacia Harry en el preciso instante en que un hombre se acercaba al chico. Harry dedujo que debía ser su padre.

 

-          ¡Ah! ¡Estás aquí! – exclamó el desconocido, con una mezcla de alivio y exasperación -. Hace rato que te buscábamos. ¿Estás listo para irte?

 

Por lo visto, el chico, no había apartado la vista de Blaze, no estaba nada contento de ver a su padre.

 

-          No – dijo simplemente. Y después se mezcló entre la multitud y se dirigió hacia la playa.

-          Supongo que no tiene hambre – intervino una niña que se había puesto al lado del padre del chico.

 

El hombre puso una mano sobre el hombro de la niña, con la vista fija en su hijo, mientras él bajaba los escalones hasta la playa sin darse vuelta ni una sola vez.

 

-          Supongo que no – dijo.

-          ¡Qué rabia! – se quejó Niall, apartando a Harry de la escena que había presenciado con tanta atención. Niall todavía parecía muy alterado, con la adrenalina a punto de estallar -. ¡Estaba a punto de reventarle la cara a ese desgraciado!

-          Ah… si – respondió Harry, aunque acto seguido sacudió la cabeza lentamente -. Bueno, no estoy tan seguro de que Teddy y Lance te hubieran dejado.

-          Ésos no habrían hecho nada. ¡Sólo son un par de payasos!

 

Harry no estaba de acuerdo, pero no dijo nada.

Niall contuvo la respiración.

 

-          Vaya. Sólo nos faltaba ese policía.

 

El agente se les acercó lentamente, con la obvia intención de preguntar por la situación.

 

-          ¿Qué es lo que pasa aquí? – los interrogó.

-          Nada, señor – respondió Niall, con una voz sumisa.

-          He oído que había una pelea.

-          No, señor.

 

El policía esperó obtener más información, con cara de incredulidad. Ni Niall ni Harry abrieron la boca. Por entonces, la zona con las mesas de los condimentos se estaba llenando nuevamente de gente, que se comportaba con absoluta tranquilidad. El agente observó la zona para que no se le escapara ningún detalle relevante. Entonces, súbitamente, su rostro se iluminó al reconocer a alguien que estaba detrás de Harry.

 

-          ¿Eres tú, Mark? – lo llamó, alzando la voz.

 

Harry vio que se dirigía con paso ligero al padre del chico.

Taylor y Cassie llegaron hasta ellos. Cassie los miró con el semblante preocupado.

 

-          ¿Están bien? – les preguntó, con un hilito de voz.

-          Si, no te preocupes – contestó Niall.

-          Ese chico está realmente loco. ¿qué ha pasado? No hemos visto como empezaba.

-          Me tiro algo encima, y yo no estaba dispuesto a tolerar la provocación. Estoy harto y cansado de sus desafíos. Se cree que todo el mundo le tiene miedo y que puede hacer lo que le dé la gana, pero la próxima vez que lo intente, no saldrá victorioso…

 

Harry no le hizo el menor caso. A Niall le gustaba mucho presumir. Se comportaba igual durante los partidos de vóley-playa, y hacía tiempo que él había aprendido a ignorar esa actitud.

Se dio vuelta y se fijo en el policía, que saludaba animadamente al padre del chico; se preguntó por qué se había zafado de su padre de ese modo tan insolente. Y también por qué se había ido con la pandilla de Zayn. No era como ellos, y dudaba mucho que él supiera donde se estaba metiendo. Mientras Niall continuaba parloteando, asegurándole a Cassie que él solo hubiera podido dominar a esos tres, Harry alargó el cuello con la intención de escuchar la conversación entre el policía y el padre del chico.

 

-          Ah, hola, Pete – lo saludó el padre -. ¿Qué tal?

-          Lo de siempre – respondió el agente -. Haciendo lo que puedo por mantener el orden aquí. ¿Y tú? ¿cómo va el vitral?

-          Avanzando poco a poco.

-          Eso mismo dijiste la última vez que te lo pregunté.

-          Sí, pero ahora tengo un arma secreta. Te presento a mi hija, Charlotte. Será mi ayudante durante el verano.

-          ¿De veras? ¡Lo celebro! Y… ¿no tenía que venir también tu hijo?

-          Sí, está aquí – asintió el padre.

-          Pero se ha vuelto a marchar – añadió la niña -. Está muy enfadado con papá.

-          ¡Vaya! Lo siento mucho.

 

Harry vio que el padre señalaba hacia la playa.

 

-          ¿Sabes a donde se dirigen?

 

El agente miró con atención hacia la orilla.

 

-          No lo sé. Pero un par de esos chicos son realmente problemáticos. Especialmente Zayn. Te lo digo en serio: si puedes, apártalo de él.

 

Niall seguía presumiendo, y Cassie y Taylor lo miraban emocionadas. A pesar de que su amigo le bloqueaba el paso, Harry sintió un repentino impulso de llamar al agente. Sabía que no era asunto suyo. No conocía al chico, ni tampoco sabía por qué se había alejado de su padre de aquel modo tan desagradable. Quizá tenía una buena razón. Pero al ver la cara de preocupación de aquel hombre, se acordó de la actitud tan amable y las muestras de paciencia que él había mostrado con el niño al que había rescatado: las palabras salieron de su boca antes de que pudiera hacer algo para detenerlas.

 

-          Ha ido a Bower’s Point – anunció.

 

Niall dejó de hablar al instante, y Taylor se dio la vuelta para mirar a Harry con sorpresa. Los otros tres lo miraron, desorientados.

 

-          Es su hijo, ¿verdad? – cuando el padre asintió levemente con la cabeza, él repitió -: Ha ido a Bower’s Point.

 

El agente continuaba mirándolo fijamente, luego se giró hacia el padre.

 

-          Cuando acabe mi ronda por aquí, iré a hablar con él, a ver si lo convenzo para que vuelva a casa, ¿de acuerdo?

-          Oh, no tienes que hacerlo, Pete.

 

El policía se puso a observar al grupito en la distancia.

 

-          Creo que, en este caso, será mejor que lo haga.

 

Inexplicablemente, Harry notó una sensación de alivio. Sus sentimientos debían ser visibles, porque cuando se dio la vuelta hacia sus amigos, lo miraban boquiabiertos.

 

-          ¿Por qué te has entrometido? – quiso saber Niall.

 

Harry no contestó. Ni siquiera él podía comprender su propia reacción.