Decilo de una vez, ¡te enamoraste! (Niall Horan)

Decilo de una vez, ¡te enamoraste!

Me escabullí por la última puerta del pasillo que conducía a la entrada principal con los gritos de mi madre de fondo.  La ventana aún permanecía abierta desde la mañana temprano y en donde estaba ubicada era fácil escapar sin ser visto. Sin dudarlo, salté el marco pisando el húmedo césped y las hojas marchitas con sigilo para no provocar ningún ruido. Sonreí por última vez al interior de la casa y empreñe rumbo a algún lugar lo bastante lejos para que no lograran alcanzarme.

Mi madre siempre había sido bastante molesta conmigo. Desde la muerde de papá, ella había estado pendiente de cada uno de mis movimientos. Quizás era por simple protección, pero yo siempre había pensado que  tenía más que ver con controlarme todo el tiempo. Algo que por supuesto no hacía con el resto de mis hermanos. Con Jeremy se comportaba sumamente amorosa, a pesar de que él no le era recíproco y al menor de los tres, charles, lo trataba como la peor basura. “El niño no deseado”, lo llamaba.

Troté algunos metros hasta que ya no alcancé  ver mi casa a lo lejos y luego ralenticé el paso para caminar lenta y lastimosamente por las calles de húmedo asfalto.

Algunas gotas diminutas comenzaron a caer y disgustada me puse la capucha del abrigo. La lluvia nunca me había gustado, siempre lograba entristecerme más de la cuenta y para eso no se necesitaba mucho.

Levanté la vista del camino a regañadientes y maldiciendo una vez más al clima. Madera podrida y vidrios empañados es lo primero que conseguí ver. No parecía un lugar de mi agrado, pero aún así me quedé observándolo por unos segundos. “Café de Philip”, se leía y sin pensarlo dos veces para no correr el riesgo de arrepentirme, entré al negocio.

El llamador de ángeles, colgado estratégicamente en la puerta, sonó dándome la bienvenida y varias miradas curiosas se dieron vuelta hacia mí. Me encogí de hombros y me acerque a la barra. 

Dentro, el lugar era mucho más elegante de lo que parecía. La madera de las mesas y el techo estaba reluciente y las paredes pintadas de color beige y con dos guardar color vino que le daban la vuelta. Había un equipo de calefacción a pesar de que afuera no estaba tan fresco, así que me quite el abrigo colgándolo en el respaldo de una silla en la que luego tomé asiento. 

-¿Quiere tomar algo?- volví la vista al frente. Un hombre con cara regordeta, calva incipiente y blanco bigote me miraba. Limpiaba unas copas con un paño húmedo y parecía estar de mal humor; supuse que era Philip.

-Un café espumoso, por favor.- pedí pensando en que, en realidad, no quería tomar nada.

-¡Horan!, ven aquí y atiende a la muchacha- Philip levantó la mano llamándolo a un camarero. -¡Apúrate!

Seguí con mis ojos la dirección a la que el hombre señalaba. Un joven se dio vuelta inmediatamente clavando su mirada turquesa en mi. Tenía rasgos duros y finos, pelo rubio hacia todas direcciones y una camiseta negra de modal pegada a su cuerpo marcado. Sonrió de lado con arrogancia y luego caminó hacia detrás de la barra. Bajé la mirada cuando sentí mis mejillas arder por su presencia.

 -Un café espumoso, chico.- ordenó Philip y desapareció por una pesada mesa de madera.

Al cabo de unos minutos el apuesto camarero apareció con la taza de  café y la apoyó frente a mi sin quitar sus ojos de los míos en ningún momento. Luego comenzó, con un repasador, a quitar las manchas que había en la madera de la barra.

  -Te debo la espuma. La máquina no andaba bien. –susurró.

Bebí el primer sorbo del caliente líquido y luego volví a apoyar la taza en su lugar.

-Si mi pedido está mal hecho, ¿aún debo pagártelo?-pregunté mas para paecer simpática, que tacaña.

-La casa invita- volvió  a sonreír de lado y se apoyó con ambos brazos en la madera.-, claro, si me dices tu nombre.

-Lily… ¿Y tú?

-Niall Horan, un gusto.-estiró su mano y dude en tomarla, pero luego lo hice.- ¿Y qué hace una chica como tú en un lugar como este, a estas horas… y sola?

-Apenas son las 8...-respondí divertida. 

-Sí, pero ya es de noche, y todavía no respondiste mis otras preguntas.-alzó las cejas.

-No sabía que estábamos jugando a preguntas y respuestas, pero ye las contestare por mera educación: llegué a este lugar por casualidad, no lo había visto antes y jamás escuché hablar de él, y con respecto a tu otra pregunta, prefiero estar sola que acompañada de mi madre. –Solté desviando su fija mirada-. Ahora me toca preguntar a mi… ¿qué haces trabajando aquí?, ¿Qué edad tienes y a qué te referías con “una chica  como tú”?

Niall vaciló por un instante mirando por la ventana.

-Trabajo para mantenerme. Tengo 20 años. Y prefiero que la última pregunta quede a tu criterio.-se alejó hasta una repisa con botellas y tras unos segundos, eligió la más alejada de su alcance. Luego tomó una copa y se sirvió el traslúcido líquido- Whisky… ¡Bien, me toca!...-dio un largo trago a medida que yo hundía mi nariz en la taza de café -¿Tienes novio?

Esa pregunta logró atragantarme. ¿Acaso estaba coqueteando conmigo? Di un par de tosidas antes de aclarar mi garganta.

-No.-mentí, aunque por lógica, no era del todo una farsa.

Hasta en eso quería controlarme mi madre: me había emparejado con un muchacho solo porque él tenía una fortuna similar a la de mi familia, pero por mi parte lo despreciaba tanto…

-Me toca: ¿estudias?- pregunté con curiosidad.

-No. Estoy en una banda, es lo único que me gusta hacer: música. Un título no me haría feliz. Última pregunta, porque debo atender. ¿Quieres algo más?

-¿Hmm?-bajé la mirada a la taza, viendo que ya había terminado con mi café.

-A menos que tengas algo que hacer con mi vida, eso es todo- le sonreí recibiendo una cálida mirada de su parte.

-¿Nunca has pensado en trabajar? Justamente necesitamos una nueva camarera.- dijo Niall señalando un cartel a su espalda que antes no había notado.

-Lo pensaré- susurré pensando en que la idea no era tan mala; eso me ayudaría a despejarme.

Tomé del bolsillo de mi abrigo unos billetes y estirando mi mano hacia Niall. Pero él cerró mi puño alrededor del dinero. Lo miré confundida.

-Ya lo dije: yo invito.- me dijo con sus ojos turquesas buscando los míos sin disimulo. 

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Había despertado con el usual cansancio de todas las mañanas, esta vez, intensificado por el hecho de haberse acostado a altas horas de la madrugada esperando que su hermano Jeremy regresara a casa.  Tenía quince años y un largo expediente de crímenes en la ciudad de Virginia, que iban desde escándalos a peleas callejeras. Si bien él tenía una madre que lo consentía, Lily se comportaba como su niñera, controlando todos sus movimientos y corrigiendo aquellas actitudes incorrectas que su madre parecía no notar. O quizás fingía no hacerlo.

Sea lo que fuese, Lily detestaba interpretar aquel rol y más aún cuando Jeremy aparecía por las madrugadas, alcoholizado e incluso con algunos rastros de drogas en su sangre.

Entretanto, Lily no había podido conciliar el sueño correctamente y aunque había dado miles de vueltas en la cama, no lograba dormir más de treinta minutos continuos.

Eran las seis de la mañana cuando había despertado y luego, a pesar de que había bebido alrededor de tres cafés, aún no se había despejado del todo. Parecía un muerto viviente, actuando más por instinto que por razonamiento y cada tanto se detenía simplemente en un lugar, estática, tan solo pensando en qué-diablos-estaba-apunto-de-hacer.

Tomó un último desayuno rápido que constaba de un té y una tostada con mermelada y se preparó para salir a las calles con sus típicas converse, sus jeans ajustados y un sweater de cuello holgado que su abuela le había regalado la primavera anterior. Luego, sacó la bicicleta del garaje, ignorando por completo el coche deportivo estacionando allí mismo. Eso era lo que se había comprado su madre con el dinero del seguro de vida de su esposo: un coche. A Lily le daba tanta cólera que prefería fingir que eso jamás había sucedido. En cambio ella, utilizaba su modelo playera de color verde esmeralda que tanto amaba. Se montó a ella, y comenzó a pedalear por el asfalta, prestando especial atención en el tráfico que estaba abarrotado.

Subió a la vereda de la escuela disminuyendo la velocidad, y finalmente frenó en el estacionamiento. Allí, la esperaba Sophia apoyada en un flamante Ferrari. Por supuesto, tenía mucho dinero. De hecho, Lily tenía prohibido hablar con cualquiera cuyo bono bancario mensual fuera menos que el propio, aunque obvio casi nunca acataba las reglas. Menos las de su madre. La excepción era Sophia que a pesar de su extravagancia, era muy buena amiga, compañera y Lily confiaba lo suficiente en ella como para poner su vida en sus manos. En realidad, Lily la adoraba, y era una de las pocas personas que quería de verdad.

-¡Hola Lilian!-saludó Sophia- ¡tengo tantas cosas que contarte! –agregó y tras un abrazo, la tironeó del brazo y lo enredó con el suyo para poder hablar sin que las miradas curiosas se posaran directamente en ellas.

Ya dentro del instituto, Sophia comenzó a relatarle sus aventuras de la noche anterior, donde al parecer se había besado con el chico de sus sueños, un tal Charlie que Lily no conocía. Ignoró el hecho de que si su madre se enteraba, Sophia estaría en verdaderos problemas. A diferencia de la de Lily, Adelaida, la madre de Sophia esperaba que su hija llegara pura al matrimonio, un trato que había roto hacía un año atrás en una alocada fiesta donde todos habían perdido los estribos. No era el caso de Lily, porque ella jamás había asistido.

-¿Y qué hay de Noah?- preguntó Sophia.

Noah Dickens era el nombre del muchacho con el que la madre de Lily tanto insistía. Tenía 19 años y era el vice-presidente de la empresa que su familia poseía. Era un muy buen partido, de no ser porque Lily, l estar obligada, le había tomado un poco de rencor a aquella relación. Era muy dulce y atento, la llamaba todo el tiempo y se interesaba por su vida. En realidad era Lily quien lo ignoraba o no atendía sus llamados. A veces, creía que era injusto tratarlo de esa forma, porque era obvio que Noah sí sentía algo por ella, aunque fuera mínimo.

-Lo vi ayer.- contestó Lily firme-, me invitó a un café por la tarde en Starbucks.
-¿En serio? ¡Qué dulce!
-Sí, eso creo. –dijo dudosa y arrugando la nariz en una extraña mueca.
-Es lindo que se haya tomado un momento para verte, digo, el siempre trabaja, y que haya hecho a un lado sus obligaciones para invitarte a tomar un café me parece extraordinario.
-Supongo, aunque no es tan así. En realidad tiene bastante tiempo libre. Mi madre siempre dice que él solo ocupe más horas de las que debería para nuestro futuro junto.
-Bueno, pero te tiene bien atendida, ¿o no?- inquirió Sophia sonriéndole a su amiga de forma pícara.
-¡No seas pervertida!- Lily le tapó la boca con una mano para callarla y la arrastró hacía la sala de video, que en ese entonces estaba vacía.
-¿Qué?, ¿no me digas que aún no han hecho nada?- preguntó con gracia y sarcasmo en su voz.
-¡NO!, claro que no, ¿quién piensas que soy, Soy?
-¿NO? Pero… ¡hace como diez meses que salen! ¿Tanto te está esperando.
-No estoy lista, ¿de acuerdo?
-Pero tu siempre me contabas que ibas a su casa, ¿a qué ibas?
-A cenar, a beber un poco, bailar. Nada más que eso. No hemos pasado de los besos.
-¡QUE ABURRIDOS!
-Ya cállate, ¿quieres?

Lily abrió la puerta del aula, y volvió a caminar por los pasillos con los ojos de Sophia clavados en su espalda. A pesar de que varias veces Noah se lo había propuesto, ella siempre le había contestado que no. No estaba lista para dar ese gran paso y pensaba que él debía comprenderla, en caso contrario, si el llegara a presionarla, Lily tendría la excusa perfecta para terminar con él. Quería que cuando lo hiciera, fuera perfecto, y simplemente no se había dado ninguna situación con la cual sentirse cómoda, estaba esperando el momento justo, y planeaba que así fuera hasta que estuviera completamente segura.

En una ocasión, Noah le había preparado una romántica cena, alumbrados por la luz de algunas velas y había repartido pétalos de rosas en su cama, cosa que hubiese derretido a cualquier chica, pero Lily estaba tan tímida que al final, se había negado a cometer alguna locura que estaba segura de que luego se arrepentiría. Por supuesto Noah la había comprendido, y no había vuelto a insistir en el tema desde aquella ocasión y Lily estaba muy agradecida con eso.

-Como sea…- comentó Sophia habiendo dado por terminado el tema-, ¿Qué haremos hoy?, es viernes, y no tengo intenciones de quedarme en mi casa durmiendo.
-Bueno… yo hoy saldré con los chicos.- contestó vacilante Lily. A Sophia no le agradaba que ella trajera a “los chicos” a colación.
-Dime que no estas hablando de tus compañeros de trabajo en ese bar de mala muerte.
-Si, hablo de ellos. Además no es un bar de mala muerte, van montones de familias enteras allí. Si quieres, puedes venir, será genial, estarán todos los chicos y son realmente geniales. Sus fiestas siempre son divertidas.
-No lo se…
-Mira, te propongo algo. Ve a mi casa a las siete, yo llegaré de trabajar a esa hora y luego le digo a alguno de los chicos que nos lleven, seguro Niall, él tiene un auto y es el único que está legalmente autorizado para conducir. Estoy segura que será genial.
Sophia pareció pensarlo por un rato, pero justo cuando doblaron el pasillo y se encontraron con la muerta del aula dijo: -De acuerdo, allí estaré.