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~Moon~ {Capítulo Nueve}
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: ~Moon~ {Capítulo Nueve}
CAPÍTULO CINCO
amiguitos . Las fotos, sus cuadros, su ropa... todo lo personal ha desaparecido y yo me siento en la soledad al darme cuenta que, no me ha dejado ninguna carta de disculpas. Nada que me diga o me ayude. Como si las palabras de Niall hubieran sido suficientes aunque, tan sólo ha conseguido que tenga más ganas de seguirla. De encontrarla.
Me derrumbo en el sofá, poniendo los pies en la mesa de centro de Ikea y mirando la televisión marca Sonic apagada. Me muestra la imagen de una chica alta, con los cabellos oscuros revueltos y aparentemente sucios y los labios fruncidos, de manera que se crean dos arrugas en las comisuras de sus labios. Sus ojos no los llego a distinguir pero sé que son negros, como el fondo de un pozo.
Tomo aire y suelto mis manos, antes de percatarme de la carta que me dió Avalon en la fiesta. La carta de la Luna. Muerdo mi labio y, me pregunto, por qué de todas las cartas que estaban, me dió ésta y por qué ahora, la imagen ha cambiado. Los lobos y la luna llena, junto a los frondosos árboles pintados de azul y amarillo. Y el cangrejo que se escondía en el agua, ahora es tan sólo números. Números borrosos y desconocidos para mi.
En el lado de revés de la carta se encuentra su número de teléfono, su dirección y su nombre, tan mistico y exótico a diferencia que el mío. Dejo la carta en mi regazo, mientras examino mentalmente la noche que he tenido. La amenaza de Niall, que Kyle piensa que estoy como una regadera —cosa que yo también me empiezo a creer—, la desaparición de Charlotte repentinamente, la carta de la Muerte, Avalon... Y lo peor de todo es que no sé como encagar estas cosas.
No confio en Avalon. Me parece demasiado misteriosa y, daría lo que fuera a que ese no es su verdadero nombre. Me tumbo en el sofá, sintiendo las almohadas de decoración bajo mi espalda enfundada en una camiseta de manga larga. Estrecho los ojos y los clavo en el techo, pensando. Podría llamar a la policia, ahora que la he visto pero, ¿qué se supone que debería de decir? Em, hola vengo a denunciar la desaparición de mi compañera de piso Charlotte Brown que desapareció el veintinueve de octubre de éste año y que no he vuelto a ver desde ayer, treinta y uno pero, lo raro de esto es que un chico que conocí la misma noche de la desapareción de mi compañera me ha amenzado a muerte si se me mete buscar a mi amiga. La cual, estaba tan tranquila en el porche de la casa, con otras dos personas que no he visto en mi vida. Después de desaparecer por la puerta, se han evaporado. Ni rastro de ellos.
Y entonces, será cuando me manden de cabeza a un manicomio, donde seré sometida a pruebas tontas mentales y drogada a pastillas para locos. Arrugo el ceño, ante la imagen de yo en un manicomio, con una camisa de fuerza y sentada en una camilla metálica y observo con aire sombrío la ventana que dá hacía Central Park.
Está amaneciendo lentamente, con el Sol saliendo de color naranja y el cielo pintado de azul claro, con salpicaduras de estrellas en la parte más alta y pintada de un arco dorado por el horizonte. Se puede admirar el tráfico nuyorkino en la carretera y se siente bien el aire fresco del amanecer, aunque sean las ocho de la mañana. Tendría que ponerme en pie, asearme e ir a trabajar pero, por alguna razón no quiero ir. Me pongo en pie, tambaleando y me doy una ducha caliente, esperando que el agua pueda llevarse mis problemas.
La lluvía artificial mofa mi cabello y mi piel desnuda y lisa. Media hora después me encuentro sentada frente a la pantalla del portatil, con unos vaqueros ajustados claros y una camiseta de manga larga verde con una chaqueta de la universidad y un gorro de lana. La línea del buscador parpadea, esperando a que mi desordenada mente decida que debo de buscar. Sigo dándole vueltas a lo que me dijo Niall, sobre que no tocará su territorio y que si lo hacía, me destrozarian la cara. ¿Territorio? ¿Participará en bandas callejeras? ¿O formará parte de la mafia? ¿Charlotte por alguna razón se habrá metido en ese lío? ¿Y por qué ella no me ha saludado o intentado hablar conmigo?
Las preguntas se disparan todas a la vez en mi mente, sin dejar apenas espacio entre cada una. Reviso mi correo, esperando un mensaje suyo. Algo de ella, antes de que desapareciera. Intento llamar a su hermano mayor, Ron pero él no sabe nada de su hermana desde el verano. Acuno mi cabeza entre mis manos y una tenue idea asoma por mi cabeza. Tal vez, Avalon sepa algo. Ella se supone que es una adivina. Podría ir a su casa, hacer que me lea el futuro y dispararle a preguntas sobre Niall porque, hay algo en mi mente que sabe que ella sabe algo. Si no, no me habría dado su teléfono y dirección... pero no quiero ir sola. Tendría que llamar a Kyle y pedirle que me acompañara pero ya piensa que estoy perdiendo la cabeza y en todo caso, ¿qué le diria?
Muevo la cabeza de lado a lado y cierro el portátil y poniéndome en pie. Cojo las llaves de la casa y el coche y me encamino hacía fuera. Cuando piso la calle, una fina capa de escarcha cubre el asfalto de color gris sucio y en una esquina se encuentra un montoncito de hojas secas caidas de los árboles. Me retuerzo en el abrigo y me subo al coche, con la intención de ir a trabajar aunque lo que más deseo ahora es ir a la casa de Avalon. Arranco el motor, mirando de manera adormilada la carreteta y dirigiéndome al East River, con la intención de cruzar el puente y meterme en Brooklyn.
Enciendo la radio, buscando de manera penosa el botón del play cuando mis dedos rozan algo arrugado. Entrecierro los ojos, sacando lo que tiene que ser un trozo de papel y lo coloco en mi mano. La radio se enciende sola, saltando el estribillo pegadizo de She Wolf de David Guetta. Me encojo por dentro, cuando el tipo de la emisora dice:
— Y está canción de David Guetta es dedicada para Riley, de parte de su mejor amiga Charlotte.
Miro horrorizada la radio, dando un giro brusco en la esquina y saltándome una señal de stop. Aparco, apagando el motor y observando el papel. Las palabras del locutor resonan en mi mente, de manera repetitiva, con las voces alargándose y repitiéndose continuamente. ¿Es alguna señal? Arrugo el ceño y desdoblo el papel, que es de color blanco y está arrugado. En su interior, me encuentro con palabras, escritas de manera rápida con una caligrafía angulosa y casi perfecta.
Me inclino hacia delante, con la intención de poder leer mejor aunque parece más bien que mis ojos necesitan quemar con la mirada el papel. Contemplo que es una dirección y me suena ligeramente, porque sé que la he visto en alguna parte pero, no sé dónde.
Me encuentro fuera, tamborileando mis dedos en el volante del coche mientras observo la casa de madera que se encuentra en frente de mi. Es grande, lo suficientemente grande como para que puedan vivir un equipo entero de fútbol americano. Está a las a fueras de Nueva York, en un bosque. Recuerdo con vaguedad que aquí mi madre, Jeremiah y yo soliamos hacer acampadas. Arrugo la nariz y observo las hojas caidas y los árboles semi desnudos. En el porche se encuentra una mecedora, ahora vacía y supongo que esperaba algo así como millones de gatos de color negro y ojos amarillos danzar por todas partes.
Niego con la cabeza y saco las llaves del contacto, fijándome en la carta de la Luna y en el papel de color blanco que encontré hace diez horas en el coche de Charlotte. Es la misma dirección pero con diferentes caligrafias. Salgo del coche, guardándome la carta y el papel en el bolsillo del abrigo y sintiendo el dulce olor del bosque en mi cara. Cierro de un golpe la puerta y me encamino hacía la puerta central. Las escaleras crujen fantasmalmente bajo mi delicado peso. Todo tiene aire abandonado. Toco la puerta, con los nudillos impactando con la materia timidamente. Me mantengo a la espera, intentando escuchar pasos o algo pero, la puerta es demasiado gruesa para permitirme oir algo.
Después, la puerta se abre y se encuentra ante mi un joven de unos veintiún años, con el cabello oscuro y los ojos de un penetrante gris luna con motas verdes clorofila que me agitan la respiración. Su piel esta bronceada, como la de un surfista de California y su cara esta llena de ángulos perfectos, dándole el toque sotisficado de alguien de la realeza. Lleva una camiseta larga blanca, por encima de una corta de manga corta negra y unos vaqueros que caen por sus caderas de manera peculiarmente peligrosa.
Elevo la mirada, sonrojada y me topo con una mirada inquisitora. El tono de mis mejillas se vuelve más violento.
— ¿Puedo ayudarte? —pregunta, cruzando sus brazos sobre su pecho.
— Estoy... buscando a... Avalon, ¿está en... casa?
El joven está apunto de decir algo cuando, veo tras él una joven de cabellos blancos y ojos verdosos con tonos plateados.
— Es para mi, Christopher —chasquea la lengua de manera perturbadora.
Christopher menea la cabeza, mirándome durante unos minutos de soslayo antes de dejarle el puesto a Avalon y desaparecer en un pasillo oscuro.
— Veo que no has tardado mucho en venir a por mi ayuda, Riley —sonríe de manera orgullosa.
— Tengo... —meneo la cabeza—. Necesito que me ayudes.
— ¿Ayudarte? ¿En qué sentido?
— Sé que... —carraspeo—. He encontrado esto en mi coche. No sé... quien lo ha escrito pero... es tu dirección y supongo que me podrás ayudar, ¿no?
Le entrego el papel arrugado de mi bolsillo y ella lo examina, con los ojos entrecerrados y los labios apretados. Ahora que me doy cuenta, viste de una manera normal. Con un jersey de lana oscuro y unos pantalones holgados por los tobillos. Su cabello está recogido en una coleta de caballo y de su cuello cuelga una pluma de un pavo real.
— Pasa —abre la puerta y yo, la sigo.
Me derrumbo en el sofá, poniendo los pies en la mesa de centro de Ikea y mirando la televisión marca Sonic apagada. Me muestra la imagen de una chica alta, con los cabellos oscuros revueltos y aparentemente sucios y los labios fruncidos, de manera que se crean dos arrugas en las comisuras de sus labios. Sus ojos no los llego a distinguir pero sé que son negros, como el fondo de un pozo.
Tomo aire y suelto mis manos, antes de percatarme de la carta que me dió Avalon en la fiesta. La carta de la Luna. Muerdo mi labio y, me pregunto, por qué de todas las cartas que estaban, me dió ésta y por qué ahora, la imagen ha cambiado. Los lobos y la luna llena, junto a los frondosos árboles pintados de azul y amarillo. Y el cangrejo que se escondía en el agua, ahora es tan sólo números. Números borrosos y desconocidos para mi.
En el lado de revés de la carta se encuentra su número de teléfono, su dirección y su nombre, tan mistico y exótico a diferencia que el mío. Dejo la carta en mi regazo, mientras examino mentalmente la noche que he tenido. La amenaza de Niall, que Kyle piensa que estoy como una regadera —cosa que yo también me empiezo a creer—, la desaparición de Charlotte repentinamente, la carta de la Muerte, Avalon... Y lo peor de todo es que no sé como encagar estas cosas.
No confio en Avalon. Me parece demasiado misteriosa y, daría lo que fuera a que ese no es su verdadero nombre. Me tumbo en el sofá, sintiendo las almohadas de decoración bajo mi espalda enfundada en una camiseta de manga larga. Estrecho los ojos y los clavo en el techo, pensando. Podría llamar a la policia, ahora que la he visto pero, ¿qué se supone que debería de decir? Em, hola vengo a denunciar la desaparición de mi compañera de piso Charlotte Brown que desapareció el veintinueve de octubre de éste año y que no he vuelto a ver desde ayer, treinta y uno pero, lo raro de esto es que un chico que conocí la misma noche de la desapareción de mi compañera me ha amenzado a muerte si se me mete buscar a mi amiga. La cual, estaba tan tranquila en el porche de la casa, con otras dos personas que no he visto en mi vida. Después de desaparecer por la puerta, se han evaporado. Ni rastro de ellos.
Y entonces, será cuando me manden de cabeza a un manicomio, donde seré sometida a pruebas tontas mentales y drogada a pastillas para locos. Arrugo el ceño, ante la imagen de yo en un manicomio, con una camisa de fuerza y sentada en una camilla metálica y observo con aire sombrío la ventana que dá hacía Central Park.
Está amaneciendo lentamente, con el Sol saliendo de color naranja y el cielo pintado de azul claro, con salpicaduras de estrellas en la parte más alta y pintada de un arco dorado por el horizonte. Se puede admirar el tráfico nuyorkino en la carretera y se siente bien el aire fresco del amanecer, aunque sean las ocho de la mañana. Tendría que ponerme en pie, asearme e ir a trabajar pero, por alguna razón no quiero ir. Me pongo en pie, tambaleando y me doy una ducha caliente, esperando que el agua pueda llevarse mis problemas.
La lluvía artificial mofa mi cabello y mi piel desnuda y lisa. Media hora después me encuentro sentada frente a la pantalla del portatil, con unos vaqueros ajustados claros y una camiseta de manga larga verde con una chaqueta de la universidad y un gorro de lana. La línea del buscador parpadea, esperando a que mi desordenada mente decida que debo de buscar. Sigo dándole vueltas a lo que me dijo Niall, sobre que no tocará su territorio y que si lo hacía, me destrozarian la cara. ¿Territorio? ¿Participará en bandas callejeras? ¿O formará parte de la mafia? ¿Charlotte por alguna razón se habrá metido en ese lío? ¿Y por qué ella no me ha saludado o intentado hablar conmigo?
Las preguntas se disparan todas a la vez en mi mente, sin dejar apenas espacio entre cada una. Reviso mi correo, esperando un mensaje suyo. Algo de ella, antes de que desapareciera. Intento llamar a su hermano mayor, Ron pero él no sabe nada de su hermana desde el verano. Acuno mi cabeza entre mis manos y una tenue idea asoma por mi cabeza. Tal vez, Avalon sepa algo. Ella se supone que es una adivina. Podría ir a su casa, hacer que me lea el futuro y dispararle a preguntas sobre Niall porque, hay algo en mi mente que sabe que ella sabe algo. Si no, no me habría dado su teléfono y dirección... pero no quiero ir sola. Tendría que llamar a Kyle y pedirle que me acompañara pero ya piensa que estoy perdiendo la cabeza y en todo caso, ¿qué le diria?
Muevo la cabeza de lado a lado y cierro el portátil y poniéndome en pie. Cojo las llaves de la casa y el coche y me encamino hacía fuera. Cuando piso la calle, una fina capa de escarcha cubre el asfalto de color gris sucio y en una esquina se encuentra un montoncito de hojas secas caidas de los árboles. Me retuerzo en el abrigo y me subo al coche, con la intención de ir a trabajar aunque lo que más deseo ahora es ir a la casa de Avalon. Arranco el motor, mirando de manera adormilada la carreteta y dirigiéndome al East River, con la intención de cruzar el puente y meterme en Brooklyn.
Enciendo la radio, buscando de manera penosa el botón del play cuando mis dedos rozan algo arrugado. Entrecierro los ojos, sacando lo que tiene que ser un trozo de papel y lo coloco en mi mano. La radio se enciende sola, saltando el estribillo pegadizo de She Wolf de David Guetta. Me encojo por dentro, cuando el tipo de la emisora dice:
— Y está canción de David Guetta es dedicada para Riley, de parte de su mejor amiga Charlotte.
Miro horrorizada la radio, dando un giro brusco en la esquina y saltándome una señal de stop. Aparco, apagando el motor y observando el papel. Las palabras del locutor resonan en mi mente, de manera repetitiva, con las voces alargándose y repitiéndose continuamente. ¿Es alguna señal? Arrugo el ceño y desdoblo el papel, que es de color blanco y está arrugado. En su interior, me encuentro con palabras, escritas de manera rápida con una caligrafía angulosa y casi perfecta.
Me inclino hacia delante, con la intención de poder leer mejor aunque parece más bien que mis ojos necesitan quemar con la mirada el papel. Contemplo que es una dirección y me suena ligeramente, porque sé que la he visto en alguna parte pero, no sé dónde.
~Amore Amore Moon~
Me encuentro fuera, tamborileando mis dedos en el volante del coche mientras observo la casa de madera que se encuentra en frente de mi. Es grande, lo suficientemente grande como para que puedan vivir un equipo entero de fútbol americano. Está a las a fueras de Nueva York, en un bosque. Recuerdo con vaguedad que aquí mi madre, Jeremiah y yo soliamos hacer acampadas. Arrugo la nariz y observo las hojas caidas y los árboles semi desnudos. En el porche se encuentra una mecedora, ahora vacía y supongo que esperaba algo así como millones de gatos de color negro y ojos amarillos danzar por todas partes.
Niego con la cabeza y saco las llaves del contacto, fijándome en la carta de la Luna y en el papel de color blanco que encontré hace diez horas en el coche de Charlotte. Es la misma dirección pero con diferentes caligrafias. Salgo del coche, guardándome la carta y el papel en el bolsillo del abrigo y sintiendo el dulce olor del bosque en mi cara. Cierro de un golpe la puerta y me encamino hacía la puerta central. Las escaleras crujen fantasmalmente bajo mi delicado peso. Todo tiene aire abandonado. Toco la puerta, con los nudillos impactando con la materia timidamente. Me mantengo a la espera, intentando escuchar pasos o algo pero, la puerta es demasiado gruesa para permitirme oir algo.
Después, la puerta se abre y se encuentra ante mi un joven de unos veintiún años, con el cabello oscuro y los ojos de un penetrante gris luna con motas verdes clorofila que me agitan la respiración. Su piel esta bronceada, como la de un surfista de California y su cara esta llena de ángulos perfectos, dándole el toque sotisficado de alguien de la realeza. Lleva una camiseta larga blanca, por encima de una corta de manga corta negra y unos vaqueros que caen por sus caderas de manera peculiarmente peligrosa.
Elevo la mirada, sonrojada y me topo con una mirada inquisitora. El tono de mis mejillas se vuelve más violento.
— ¿Puedo ayudarte? —pregunta, cruzando sus brazos sobre su pecho.
— Estoy... buscando a... Avalon, ¿está en... casa?
El joven está apunto de decir algo cuando, veo tras él una joven de cabellos blancos y ojos verdosos con tonos plateados.
— Es para mi, Christopher —chasquea la lengua de manera perturbadora.
Christopher menea la cabeza, mirándome durante unos minutos de soslayo antes de dejarle el puesto a Avalon y desaparecer en un pasillo oscuro.
— Veo que no has tardado mucho en venir a por mi ayuda, Riley —sonríe de manera orgullosa.
— Tengo... —meneo la cabeza—. Necesito que me ayudes.
— ¿Ayudarte? ¿En qué sentido?
— Sé que... —carraspeo—. He encontrado esto en mi coche. No sé... quien lo ha escrito pero... es tu dirección y supongo que me podrás ayudar, ¿no?
Le entrego el papel arrugado de mi bolsillo y ella lo examina, con los ojos entrecerrados y los labios apretados. Ahora que me doy cuenta, viste de una manera normal. Con un jersey de lana oscuro y unos pantalones holgados por los tobillos. Su cabello está recogido en una coleta de caballo y de su cuello cuelga una pluma de un pavo real.
— Pasa —abre la puerta y yo, la sigo.
Jockie.
Re: ~Moon~ {Capítulo Nueve}
HOLAAA PERDON POR DESAPRECER PERO ESTUBE SUPER OCUPADA CON MI GRADUACION DE SECUNDARIA !! PERO MIL VECES PERDON OYE SABES ALGO ?? TU NOVELA ME ENCANTA POR 1171037136013608 TODO LO QUE PASA ES TAN ASGAVLBSDHKVBVDKHJS ;3
andylovatic
Re: ~Moon~ {Capítulo Nueve}
Holis mi única lectorita:3 No pasa nada. ¡Enorabuena! ¿Ya te has graduado en la secundaria? Wow, si que estas viejita amiga mia JAJAJA Me alegro que te encante. La sigo ahora mismote*-*andylovatic escribió:HOLAAA PERDON POR DESAPRECER PERO ESTUBE SUPER OCUPADA CON MI GRADUACION DE SECUNDARIA !! PERO MIL VECES PERDON OYE SABES ALGO ?? TU NOVELA ME ENCANTA POR 1171037136013608 TODO LO QUE PASA ES TAN ASGAVLBSDHKVBVDKHJS ;3
Jockie.
Re: ~Moon~ {Capítulo Nueve}
CAPÍTULO SEIS
Fotos. Estanterias. Libros. Sillones. Una tetera. Dos tazas. Un plato lleno de surtidos. Y cartas. Ladeo la cabeza, observando el saloncito de paredes ciruela. Me siento en el sillón que se encuentra frente a la mesita de centro y me fijo en el humo que sale de la boquilla de la tetera.
—¿Té? —pregunta, cogiendo la tetera por el asa de color plateada.
—Sí —contesto, mirando fascinada los posters y las figuritas de meditación de las estanterias.
Echa el líquido en mi taza y después lo vierte en la suya. Toma un sorbo de su taza y yo la observo, con la mirada atenta a sus movimientos.
— Bien —deja la taza en su platito y me mira, juntando sus manos y apoyándolas en su rodilla—. Yo no escribí esa dirección, si es lo que te preguntas, Riley. Mis tarjetas son más...
—¿Cartas del tarot? —enarco una ceja, de manera desafiante.
Ella suelta una carcajada y niega con la cabeza, de manera divertida.
—Oh, no. Lo tuyo fue una excepción. No suelo regalar y estropear mis bajaras —se encoge de hombros.
Siento la necesidad de preguntarle por qué soy la excepción a su rigurosa normativa pero me conozco lo suficientemente para saber que me desviaré del tema y estoy desesperada por atacar con mi pregunta.
—Entonces, ¿quién lo hizo?
—¿Sinceramente? No tengo ni idea. Cualquiera que...
—Charlotte —la interrumpo—. ¿Vino a tu consulta una chica llamada Charlotte Brown?
Avalon me mira, con los ojos centelleando de manera maldita.
—No puedo darte información de mis clientes —dice con la voz monótoma—. Sus identidades siempre deben de ser anónimas a la hora de que les lea el...
—¿Futuro? —me siento rabiosa—. ¿Crees que puedes leer el futuro? ¿Te crees alguien para barajear unas cartas y decir a la gente cuál será su futuro, Avalon? Yo te diré lo que eres. Una estafadora. Alguien que juega con pobres ilusos lo suficientemente desesperados para malgastar tiempo y dinero en ti.
—¿Timadora? —rie secamente y me mira con rabia contenida—. ¿Una timadora conocería tu pasado, Riley Eleanor O'Donell?
—Ilumíname —la reto, echándome hacía atrás y mirándola con desafío.
Ella enarca una ceja y sonríe, de manera que algo se me retuerce en la cabeza y la garganta.
—Bueno, naciste el doce de mayo en Brooklyn y te criaste con tu madre Gabriella y tu padre Brat. Tienes un hermano de veintitres años que se llama Michael, Mike para los amigos. Estuviste estudiando en el San Javier hasta que tu padre se divorcio de tu madre cuando tenias ocho años y decidió irse con su amante Kimberly, a California. Tu madre se casó siete años después, cuando tenias quince años con un tipo que se llama Jeremiah que conoció en un Starbucks.
—Oh, ¿en serio? ¿Lo único que sabes de mi?
—Permiteme acabar —le da otro sorbo a su té y prosigue—. Conoces a Charlotte desde pequeña y... no sueles visitar a tu padre a California. Le culpas de la separación de su matrimonio y de que tu padrastro Jeremiah abusará sexualmente de ti cuando tu madre iba a conferencia de repostería y tu hermano ingresó en la universidad de Chicago. Y, sé que no puedes soportar estar a solas con él porque, él sigue deseando tu precioso cuerpo de adolescente y...
—Basta —la ordeno, con un nudo en la garganta.
Los ojos me escuecen muchísimo y las palabras no llegan a salir de mi boca con facilidad. Trago saliva, intentando serenarme cuando los recuerdos afloran en mi mente de manera violenta y rápida. Siento la cabeza llena de agua estancada y la mirada perdida.
—No sigas, Avalon —levanto una mano, con los ojos empuñados y los labios temblando.
Ella me mira con superioridad, de manera que sus ojos estan más oscuros y sus labios fruncidos inquisitoramente.
—¿Sigues desconfiando de mis poderes? —me pregunta, con los ojos entrecerrados.
Abro los mios, percibiendo que ya a anochecido rápidamente y que las lágrimas golpean mis ojos, queriendo salir.
—Mira —me inclino hacía delante—, no confio en ti pero, necesito tu ayuda porque, mi mejor amiga a desaparecido. No sé como pero no hay rastro de ella. No coje mis llamadas, sus cosas han desaparecido y no da señales de estar viva —siento la voz ronca—. Las únicas dos veces que la ví fue, la primera, el día que desapareció en la discoteca de Night y la segunda, iba acompañado por tres chicos que nunca he visto en mi vida y aseguro que ella tampoco. Y puedo que este sonando desesperada y loca pero, se ha evaporado de la faz de la tierra —chasqueo los dedos—. Tan rápido que no sé si llamar a la policía y denunciar su desaparición o buscar por mi cuenta. No sé si quieres ayudarme pero, lo único que sé es que un chico llamado Niall me ha amenazado con que no busque a mi amiga porque si no me matarán, mi mejor amiga está desaparecida en estos momentos,me estoy volviendo loca y he encontrado... tu dirección en su coche.
Ella pestañea, sin dejar de mirar la taza vacia que se encuentra en sus manos. Mi corazón palpita con fuerza y siento como si me hubiera quitado un enorme peso de mis hombros al confesárselo.
—Riley... —suspira con aire insuficiente—. Niall es peligroso. No quieras saber por qué pero, lo es. Es una persona con la que mejor no jugar y... si te ha dicho que no busques a tu amiga, no lo hagas. Simplemente, dedicate a olvidarte del asunto —se encoge de hombros— y sigue con tu vida porque, ella no volverá a la tuya. Una vez que entras en el Clan, no puedes volver a salir y, ya te lo digo, si entras te arrepentirás. Una vez que lo sabes, no hay marcha atrás. Disfruta de tu ignorancia. No es lo que parece y, respondiendo a tu pregunta: Sí, Charlotte estuvo aquí un día antes de Halloween.
Trago saliva y la contemplo, asimilando sus palabras lentamente. ¿A qué se refiere con qué si lo sé no hay marcha atrás? Arrugo el entreceño, sintiéndome como un personaje de una novela de misterio.
—¿A qué te refieres? —le cuestiono, sintiéndome minuscula.
Ella niega con la cabeza, mirándome a los ojos de manera suplicante. Pidiéndome que no pregunte más pero, yo necesito mis respuestas. Necesito saber de qué me habla y donde se ha metido mi amiga y lo más importante, si podré sacarla. Si podre salvarme a mi misma si me sumerjo en este enredo que ha creado Charlotte o, por lo menos en el que se ha dejado meter.
—Eso es todo —se pone en pie, haciendo un leve asentimiento con la cabeza y los ojos entrecerrados—. Deberias irte.
Me pongo en pie, tropezando un poco y casi comiéndome la mesa y todo lo que está puesto en ella.
—Vale —repongo de mala gana, dejando que me persiga como un perro.
Acabo deteniéndome en el umbral de la puerta, con la mano rodeando con fuerza el pomo de cobre de la puerta y planteándome la posibilidad de intentar hacer un último esfuerzo y sonsacarle algo más de información.
—Te daré este último consejo porque sé que no me harás caso a lo que te he dicho y seguirás buscando a tu amiga aunque esté perdida —su cabeza se acerca a la mía, de manera que puedo ver ojos plateados como la luna llena con motas verdes y doradas—. Corre. Escóndete. Cuando conozcas la verdad, no mires atrás.
Arrugo el ceño y giro el pomo, sintiendo la brisa de otoño en mi frente y las suaves hojas caídas en el suelo. La puerta se cierra detrás de mi y, contemplo la luna creciente sobre mi cabeza. Me encogo por dentro y salgo hacía el coche, pensando en cual será mi siguiente movimiento.
—¿Té? —pregunta, cogiendo la tetera por el asa de color plateada.
—Sí —contesto, mirando fascinada los posters y las figuritas de meditación de las estanterias.
Echa el líquido en mi taza y después lo vierte en la suya. Toma un sorbo de su taza y yo la observo, con la mirada atenta a sus movimientos.
— Bien —deja la taza en su platito y me mira, juntando sus manos y apoyándolas en su rodilla—. Yo no escribí esa dirección, si es lo que te preguntas, Riley. Mis tarjetas son más...
—¿Cartas del tarot? —enarco una ceja, de manera desafiante.
Ella suelta una carcajada y niega con la cabeza, de manera divertida.
—Oh, no. Lo tuyo fue una excepción. No suelo regalar y estropear mis bajaras —se encoge de hombros.
Siento la necesidad de preguntarle por qué soy la excepción a su rigurosa normativa pero me conozco lo suficientemente para saber que me desviaré del tema y estoy desesperada por atacar con mi pregunta.
—Entonces, ¿quién lo hizo?
—¿Sinceramente? No tengo ni idea. Cualquiera que...
—Charlotte —la interrumpo—. ¿Vino a tu consulta una chica llamada Charlotte Brown?
Avalon me mira, con los ojos centelleando de manera maldita.
—No puedo darte información de mis clientes —dice con la voz monótoma—. Sus identidades siempre deben de ser anónimas a la hora de que les lea el...
—¿Futuro? —me siento rabiosa—. ¿Crees que puedes leer el futuro? ¿Te crees alguien para barajear unas cartas y decir a la gente cuál será su futuro, Avalon? Yo te diré lo que eres. Una estafadora. Alguien que juega con pobres ilusos lo suficientemente desesperados para malgastar tiempo y dinero en ti.
—¿Timadora? —rie secamente y me mira con rabia contenida—. ¿Una timadora conocería tu pasado, Riley Eleanor O'Donell?
—Ilumíname —la reto, echándome hacía atrás y mirándola con desafío.
Ella enarca una ceja y sonríe, de manera que algo se me retuerce en la cabeza y la garganta.
—Bueno, naciste el doce de mayo en Brooklyn y te criaste con tu madre Gabriella y tu padre Brat. Tienes un hermano de veintitres años que se llama Michael, Mike para los amigos. Estuviste estudiando en el San Javier hasta que tu padre se divorcio de tu madre cuando tenias ocho años y decidió irse con su amante Kimberly, a California. Tu madre se casó siete años después, cuando tenias quince años con un tipo que se llama Jeremiah que conoció en un Starbucks.
—Oh, ¿en serio? ¿Lo único que sabes de mi?
—Permiteme acabar —le da otro sorbo a su té y prosigue—. Conoces a Charlotte desde pequeña y... no sueles visitar a tu padre a California. Le culpas de la separación de su matrimonio y de que tu padrastro Jeremiah abusará sexualmente de ti cuando tu madre iba a conferencia de repostería y tu hermano ingresó en la universidad de Chicago. Y, sé que no puedes soportar estar a solas con él porque, él sigue deseando tu precioso cuerpo de adolescente y...
—Basta —la ordeno, con un nudo en la garganta.
Los ojos me escuecen muchísimo y las palabras no llegan a salir de mi boca con facilidad. Trago saliva, intentando serenarme cuando los recuerdos afloran en mi mente de manera violenta y rápida. Siento la cabeza llena de agua estancada y la mirada perdida.
—No sigas, Avalon —levanto una mano, con los ojos empuñados y los labios temblando.
Ella me mira con superioridad, de manera que sus ojos estan más oscuros y sus labios fruncidos inquisitoramente.
—¿Sigues desconfiando de mis poderes? —me pregunta, con los ojos entrecerrados.
Abro los mios, percibiendo que ya a anochecido rápidamente y que las lágrimas golpean mis ojos, queriendo salir.
—Mira —me inclino hacía delante—, no confio en ti pero, necesito tu ayuda porque, mi mejor amiga a desaparecido. No sé como pero no hay rastro de ella. No coje mis llamadas, sus cosas han desaparecido y no da señales de estar viva —siento la voz ronca—. Las únicas dos veces que la ví fue, la primera, el día que desapareció en la discoteca de Night y la segunda, iba acompañado por tres chicos que nunca he visto en mi vida y aseguro que ella tampoco. Y puedo que este sonando desesperada y loca pero, se ha evaporado de la faz de la tierra —chasqueo los dedos—. Tan rápido que no sé si llamar a la policía y denunciar su desaparición o buscar por mi cuenta. No sé si quieres ayudarme pero, lo único que sé es que un chico llamado Niall me ha amenazado con que no busque a mi amiga porque si no me matarán, mi mejor amiga está desaparecida en estos momentos,me estoy volviendo loca y he encontrado... tu dirección en su coche.
Ella pestañea, sin dejar de mirar la taza vacia que se encuentra en sus manos. Mi corazón palpita con fuerza y siento como si me hubiera quitado un enorme peso de mis hombros al confesárselo.
—Riley... —suspira con aire insuficiente—. Niall es peligroso. No quieras saber por qué pero, lo es. Es una persona con la que mejor no jugar y... si te ha dicho que no busques a tu amiga, no lo hagas. Simplemente, dedicate a olvidarte del asunto —se encoge de hombros— y sigue con tu vida porque, ella no volverá a la tuya. Una vez que entras en el Clan, no puedes volver a salir y, ya te lo digo, si entras te arrepentirás. Una vez que lo sabes, no hay marcha atrás. Disfruta de tu ignorancia. No es lo que parece y, respondiendo a tu pregunta: Sí, Charlotte estuvo aquí un día antes de Halloween.
Trago saliva y la contemplo, asimilando sus palabras lentamente. ¿A qué se refiere con qué si lo sé no hay marcha atrás? Arrugo el entreceño, sintiéndome como un personaje de una novela de misterio.
—¿A qué te refieres? —le cuestiono, sintiéndome minuscula.
Ella niega con la cabeza, mirándome a los ojos de manera suplicante. Pidiéndome que no pregunte más pero, yo necesito mis respuestas. Necesito saber de qué me habla y donde se ha metido mi amiga y lo más importante, si podré sacarla. Si podre salvarme a mi misma si me sumerjo en este enredo que ha creado Charlotte o, por lo menos en el que se ha dejado meter.
—Eso es todo —se pone en pie, haciendo un leve asentimiento con la cabeza y los ojos entrecerrados—. Deberias irte.
Me pongo en pie, tropezando un poco y casi comiéndome la mesa y todo lo que está puesto en ella.
—Vale —repongo de mala gana, dejando que me persiga como un perro.
Acabo deteniéndome en el umbral de la puerta, con la mano rodeando con fuerza el pomo de cobre de la puerta y planteándome la posibilidad de intentar hacer un último esfuerzo y sonsacarle algo más de información.
—Te daré este último consejo porque sé que no me harás caso a lo que te he dicho y seguirás buscando a tu amiga aunque esté perdida —su cabeza se acerca a la mía, de manera que puedo ver ojos plateados como la luna llena con motas verdes y doradas—. Corre. Escóndete. Cuando conozcas la verdad, no mires atrás.
Arrugo el ceño y giro el pomo, sintiendo la brisa de otoño en mi frente y las suaves hojas caídas en el suelo. La puerta se cierra detrás de mi y, contemplo la luna creciente sobre mi cabeza. Me encogo por dentro y salgo hacía el coche, pensando en cual será mi siguiente movimiento.
Jockie.
Re: ~Moon~ {Capítulo Nueve}
OH YEAH !! ME ENCANTO !!! ;3 LO SE ESTOY VIEJITA JAAJAJA :') AJSHJHSHAGBJDBJ ENSERIO ME ENCANTA COMO ESCRIBES DE VERDAD TIENES QUE SEGUIRLA AUNQUE SEA TU UNICA LECTORA NO IMPORTA SIGUELA QUE AMODORO LA NOVELA AMIGA !!!
andylovatic
Re: ~Moon~ {Capítulo Nueve}
Ouh yeah! Te encanto. I be happy! La irlandesa esta contenta!andylovatic escribió:OH YEAH !! ME ENCANTO !!! ;3 LO SE ESTOY VIEJITA JAAJAJA :') AJSHJHSHAGBJDBJ ENSERIO ME ENCANTA COMO ESCRIBES DE VERDAD TIENES QUE SEGUIRLA AUNQUE SEA TU UNICA LECTORA NO IMPORTA SIGUELA QUE AMODORO LA NOVELA AMIGA !!!
Supervieja JAJAJAJA
La sigo ahora mismo.
Sigue encantandome la palabra amodoro, amiga*-*
Jockie.
Re: ~Moon~ {Capítulo Nueve}
CAPÍTULO SIETE
Avalon. Niall. Charlotte. Kyle. Son nombres que me suenan pero me hacen cuestionarme, si los conozco. Si conozco en realidad que es lo que pasa por sus mentes. Que es lo que Avalon me oculta. Que es lo que Niall tiene para transformar su aspecto de Principe Disney en algo misterioso y amenazante. Que es lo que ha hecho Charlotte para desaparecer y por qué no me llama. Que es lo que pensará Kyle de mi, después de haber jurado haber visto a mi amiga salir de su casa en la fiesta de Halloween.
Cierro los ojos, intentando controlar mi respiración nerviosa y hundiéndome en el sofá, tapada por una manta de punto. Puedo todavía ver la expresión de horror en el rostro de Avalon bajo la luz amarillenta. Y recordar sus palabras. Ella estuvo allí. Ella fue después de desaparecer aquella noche sin decirme nada. No sé por donde empezar. No sé que hacer. Niall parece peligroso. Chasqueo mi lengua en el paladar y arrugo la nariz, al sentir la brisa nocturna de Manhattan.
Después está la canción que me dedicó en la radio. Toda aquella información que intento descifrar. Charlotte podría estar en una extraña secta. Unirse sin darse cuenta pero eso no explicaría por qué en la fiesta de Halloween fue y ni se inmutó de mi existencia.Es mía. Frunzo los labios y me acurruco un poco más, intentando entrar en calor aunque la manta me protege y la calefacción está encendida. Abro los ojos, escuchando el silvido de la tetera al fuego y el interior burbujear. Podría llamar a Kyle. Siempre estoy barajeando esa idea pero, no sé como reaccionará mi exceptico amigo. No puedo imaginarme que me dirá pero sin embargo las pruebas siguen aquí. Mire por donde mire.
Me pongo en pie, deshaciéndome de la manta y enfundando mis pies en las zapatillas de andar por casa. Estoy apunto de dirigirme a la cocina cuando suena el teléfono fijo, sonando de manera estridente y cortando con fuerza el silencio tan nervioso en el que me he visto a ver sumergida por temor a algo. Me agacho en la mesa auxiliar, contemplando el aparato de color gris. La pequeña pantallita naranja se ilumina y yo estoy ansiosa de que sea Charlotte. Observo las letras digitales negras y veo que es número desconocido.
Trago saliva, y cogo sin vacilar el teléfono, pulsando el botón de recibir llamada y colocándome el abricular en el oido. Puedo sentir el corazón latiendo con fuerza en mi pecho y los ojos desorbitados por la emoción.
—¿Hola? —musito, con la voz aguda y chirriante.
—¿Podría ponerme con Riley O'Donell? —pregunta una voz masculina desde el otro lado.
La voz me resulta familiar. Sé que la conozco pero no llego a poder identificar.
—¿Quién lo pregunta? —cuestionó, sintiéndome nerviosa y a la vez decepcionada porque no sea mi amiga.
—Eso no le incumbe —puedo sentir como el chico frunce el ceño—. Póngame ahora mismo con Riley, por favor.
Parpadeo confusa y musito, en susurro ronco. Como si aquello fuera un secreto nacional del que tengo prohibido hablar.
—Yo soy Riley. ¿Quién eres?
Escucho la respiración nerviosa del chico. Como el aire de sus labios silva en el aparato. Tiene prisa. Podría apostar dinero a que esta escondido en alguna parte y teme ser descubierto. Y entonces, me siento más nerviosa, al notar como mis pensamientos agujean mi mente de manera salvaje.
—Ahora mismo no tengo tiempo para decirte quien soy pero, quiero encontrarme contigo en cuanto antes.
—¿Dónde? ¿Cuándo?
Escucho pasos y la voz de alguien al otro lado.
—A las siete de la mañana en un Starbucks de la Quinta Avenida —escucho su respiración.
Después cuelga el teléfono, dejándome escuchar el zumbido agotador de la otra línea. Miro el teléfono y luego lo dejo en la mesa, olvidándome de casi todo lo que inunda mi mente en estos instantes. Me dejo caer de manera brusca en el sofá y mis ojos de color miel barren el salón con brusquedad y entonces, siento como la desesperación aflora en mi pecho vulgarmente y las preguntas me llenan la mente sin avisar. ¿De qué tendría que avisarme el chico misterioso? ¿Información sobre Charlotte? ¿O quizás está vez por el secreto que me tiene oculto sobre Niall, Avalon? Muerdo mi labio una vez más, sintiéndome cada vez más agotada. Más frustrada y decidiendo que mañana mismo comenzaré mi busca intensiva. Que la buscaré en sus lugares más frecuentes: desde las discotecas que yo normalmente odiaba hasta sus puntos de comercio más solicitados.
Me propongo a mi misma quemar tierra y cielo con tal de encontrarla y llevarla a salvo a casa. Entrecierro los ojos y contemplo la carta de lobos en el cristal de la mesa, de cara hacía el techo. Mis manos se entrelazan, jugando entre sí de manera que los huesos me duelen. Estoy obsesionada con esa carta. Miro el reloj, que marca las once y media. Tendría que dormir. Mañana tengo universidad y también estoy obligada a tener que asistir a aquella reunión.
Planto mis pies en el suelo frío, me recogo el cabello en un moño mal hecho y voy a mi cuarto. Me visto con un pijama de pantalones holgados color rojo mandarina y una camiseta de manga larga que cubre mis brazos y manos. Siempre he sido de aquellas niñas que han sido etiquetadas como demasiado alta. Demasiado delgadas. Siempre fuí de las niñitas perfectas de cabellos rubios con millones de actividades extraescolares, recitales de baile y música y notas sobresalientes. Siempre he sido la tímida sobresaliente, por eso Charlotte era mi complementaria. La extrovertida que brillaba con luz propia.
Ella fue la que le gritó a los diez años a Deuce McJonh que era un inmaduro cuando me tiraron un cubo lleno de líquido rojo a la cabeza. Ella fue la que dejó sus vacaciones de verano a Italia a los quince años cuando Greg Fray me destrozó el corazón y se fue con Holly Duff. Ella fue la que me ayudó a superar a Taylor Smith a los diecinueve años, cuando lo encontré borracho como una cuba en la discoteca Night enrrollándose con una chica de Jersey con las tetas operadas. Ahora es el momento en el que tengo pensado recompensarselo, todo.
Preparo la alarma a las seis y media y me tumbo en la cama, escuchando el zumbido de mi sangre vagar por mis venas. Cierro los ojos, sintiéndo como un persona extra en una serie de misterio. Como el persona secundario en una novela que termina con un final triste. Y entonces, escucho su voz incrustrándose en mi mente, como el agua de un río. La voz es ronca y la reconozco enseguida, con su acento que nunca llego a identificar.
—Mía. Charlotte es mía. ¿Acabarás cayendo en el juego, Caperucita?
Y puedo sentir como una brisa helada me abraza el cuerpo, colándose por la ventana cerrada. Me incorporo, mirando a todos los lados. Me siento sola. Estoy sola. Y puede que empiece a enloquecer momentáneamente. Muerdo mi labio con fuerza. ¿Habrá sido parte de mi imaginación? ¿Una vaga ilusión? Entrecierro los ojos y cuando percibo su colonia masculina impregnada en las paredes y las sábanas de mi cama, sé que no ha sido parte de mi extendida imaginación y que, ha estado en casa. En mi apartamento y no puedo llegar a dudar si, lo ha regristrado por completo.
Las sábanas se pegan a mi cuerpo, estando calientes y mojadas. Puedo sentir como unas manos fuertes de dedos largos recorren mi torso desnudo. Repentinamente desnudo. Siento el aliento cálido en mi mejilla, despeinándome las pestañas cobres. Me estremezco, sintiendo el latido nervioso de mi pecho. Entreabro los ojos, observando primero el pecho y deslizando mi vista por la piel desnuda de mi cuerpo y la camiseta que descansa en la esquina de mi cama. El cabello me cae suelto en el pecho, cubriendo mi sujetador de color amarillo con lunares blancos. Mi cabeza se gira, al sentir la penetrante mirada de alguien que se encuentra a mi lado.
Y hay se encuentra él, con la mejilla apoyada en su mano y su cabello despeinado. Me fijo en su torso desnudo y en los vaqueros que cuelgan de manera peligrosa en sus caderas, aunque este tumbado de manera lateral. Mis mejillas se tornan rojas y puedo sentir como mi cara toma color violentamente. Él sonrie, formándosele un pequeño hoyuelo en la parte izquierda de su mejilla y su mirada me barre.
— Pensaba que dormirias hasta las siete —comenta, como si él tuviera derecho a encontrarse semi desnudo en mi cama.
Entonces me doy cuenta de que, la ventana de mi cuarto esta abierta, junto a la puerta. Que su polo de color gris oscuro descansa en el respaldo de mi silla de escritorio. De que mi corazón está apunto de salirme del pecho de manera violenta y sádica y, lo peor de todo. Me encuentro a su lado semi desnuda, cubriéndome con mi ropa interior y la sábana arrugada a los pies de la cama. Entonces me doy cuenta de la gravedad de las cosas. Me doy cuenta de que estoy apunto de gritar como una posesa, pensando despertar a todos los bloques de apartamentos que rodean Central Park mientras corro como una loca escaleras abajo, llamando a la policia.
Pero no logro hacerlo. No puedo porque Niall, como si leyerá mis pensamientos de manera extraña, se encuentra encima mía, tapándome la boca. Puedo ver la súplica en sus ojos, rogando que me calle y no puedo evitar sentirme excitada ante el contacto piel con piel.
— No grites, Caperucita. No te voy a hacer daño —me promete, suplicándome con la mirada que no grite.
Arqueo las cejas, pretendiendo enviarle mi mensaje que dice no me digas. Barajeo la idea de morderle la mano que tapa mis labios y huir pero por alguna razón —aunque la idea sea demasiado tentadora—, no lo hago porque algo me dice que uno: empeoraré las cosas más y dos: que el será más rápido que yo. Frunce los labios.
— Vale —confiesa de manera torpe—. Tal vez esta situación tiene la pinta de que te voy a violar en este mismo instante. Cosa que a mi no me importaría en absoluto, por cierto.
Mis mejillas se sonrojan todavía más y contemplo las motas más oscuras, esperando que me diga que todo esto es una broma y que simplemente es un chico de veintitrés años el cual se ha escapado de un centro mental de Washington. Sí, eso es lo que me encantaría escuchar de sus labios ahora mismo. Mi respiración se agita cuando él se acerca más, colocando una pierna entre mi entrepierna y tocando con la rodilla mi feminidad. Me digo a mi misma que no debo de gemir o mostrar la reacción que ha causado en mi ese cambio de postura. Él sonrie y se aproxima a mi un poco más.
— Prómeteme que cuando te suelte, no gritarás, ¿vale?
Bufo entre sus dedos, cerrándome en un rotundo no. Un no a su propuesta de que me calle y otro no a aquella propuesta vacía de sexo duro que brilla en sus ojos meláncolicos. El humedece sus labios, de manera tentadora y no puedo evitar preguntarme a que juego esta jugando.
— Entonces no te soltaré, Caperucita.
Me meneó, sintiendome repéntinamente incómoda bajo su cuerpo. Apenas puedo respirar y estoy aspirando el aroma de su piel que por alguna razón es a pino, madera, noche y colonia para hombre. Puedo sentir como mi femimidad pide a gritos que me abra de piernas y permita que me folle hasta que amanezca. La intento ignorar, diciéndome a mi misma que para empezar no estaría bien. Las palabras de Avalon resuenan en mi mente, junto a su rostro afligido.
Tengo ganas de besarlo. De esparcir mosdiscos por su cuello y mandíbula y dejar que me penetre hasta el fondo. Él se remueve, ajustándose un poco más a mi cuerpo y paseando su mano libre cerca de mi feminidad. Sé que si quiero, podría levantar la pierna y clavarle mi rodilla en la entrepierna pero se siente demasiado bien la manera en la que su piel pasea cerca. Como un animal acechándose a su presa. Levanto la mirada de su mano y sus largos dedos y recorro sus piernas enfundadas en vaqueros oscuros, la cinturilla elástica de sus calzoncillos de marca, su trabajado abdomen y torso. Recorro cada centímetro de su bronceada piel y me detengo en la cicatriz plateada que está en su clavícula. En el tono que tiene y no puedo evitar preguntarme como se la ha hecho. Cual es el oscuro secreto del que me ha hablado Avalon.
Trago saliva con fuerza y me quedo en sus ojos, que me miran. Y me han estado observando durante toda mi examinación de cuerpo entero. Puedo ver como sus ojos estan oscurecidos por la excitanción y percibo su bulto contra mi muslo desnudo. El sudor recorre mis sienes y quiero deshacerme de su mano y besarlo. Deborar esos labios carnosos que me piden a gritos ser besados pero tampoco lo hago. Espero, debajo de él y sientiendo el contacto piel con piel.
Percibo el calor en sus mejillas y como su miembro se endurece. Su aliento acaricia mi mejilla y me estremezco al ver que su voz ronca susurra:
— Te soltaré, ¿entiendes? No grites.
Asiento, embrujada por esta situación que nunca habría podido imaginar. Su mano izquierda libera mis labios hinchados y su mano derecha busca las bragas que son de color negras. Me estremezco y entonces, sus labios deboran los mios. Los absorve y los come, salvajemente y entonces, sé que ya no soy yo misma. Le devuelvo el beso, abriendo la boca necesitadamente y permitiendo que su lengua pase a mi boca. Siento el sabor de su boca explotar en la mia. Sabe a menta y limón.
Es agradable el sabor y automaticamente soy adicta. Mis manos acaban en sus pectorales, palpando la piel caliente y los pezones. El tacto es escalofriante. Sus ojos me examinan, con sus manos llenándome los senos de manera sexual. Gimo y el gruñe. Deja de besarme y hunde su cara, buscando el cierre de mi sujetador. Yo paso mi lengua por su piel, sintiéndome viva. Excitada y más viva que nunca. El bulto de sus pantalones se agranda. Puedo sentir como la boca de su polla late en mi muslo y mi sexo se humedece a una velocidad de vértico. Desabrocha mi sujetador, enseñándomelo como un trofeo. Sonríe y yo le devulvo la sonrisa, provocando que gire y yo este encima. Mis dedos cogen el botón de sus vaqueros, los desabrocho con torpeza y se los bajo de un golpe, junto a los calzoncillos. Y me encuentro con una anaconda.
La punta del miembro está de color púrpura, y está duro. Goteando de semén blanco salado. Mi respiración se agita y levanto la mirada hacía sus ojos, que me contemplan como si fuera una diosa. Llenos de lujuria, deseo, pasión y algo más. Algo que me hace estremecerme. Me pongo en pie, deshaciéndome de las bragas que ahora son un estorbo y lanzándolas a algún punto remoto de mi pequeño cuarto. Jadeo al verle levantarse y besarme. Sentir su miembro cerca de mi entrada, volviéndome loca.
— Juguemos —murmuro.
El me mira con curiosidad y yo le empujo a la cama, colocándome a horcajas encima de él. Puedo sentir su respiración vacilante en mis muslos y en mi sexo húmedo. Siento el instinto de que me folle. Saco de uno de mis cajones unas esposas. No es nada pervertido. Simplemente una vez me detuvieron a los quince años y se les olvido pedirme las esposas. Le pongo una, después paso la cadena por uno de los barrotes y le ato la otra mano. Contemplo mi obra, con un brillo de malicioso y me pongo en pie, colocándome la ropa interior de manera lenta.
— ¿Qué haces? —murmura, mirándome con claro temor en los ojos.
— Vistiéndome, ¿no lo ves?
Él entrecierra los ojos, como si le estuviera gastando una broma.
— No tiene gracia, Caperucita.
Le sonrio de lado, poniendome la bata que cuelga de la cama. Cojo la carta de lobos.
— Quiero que me contestes a unas preguntas, Niall.
Su rostro se oscurece.
— ¿Dónde esta Charlotte?
— Me niego a hablar —dice, apretando los labios con fuerza.
— No te voy a soltar hasta que no me digas donde está Charlotte —le anuncio, cruzando los brazos y sentándome en la silla del escritorio.
Niall bufa y cierra los ojos.
—Entonces, ¿no habrá nada de sexo? —pregunta mirándome entre pestañas castañas.
—No habrá sexo —le confirmo, sintiéndome un poco decepcionada al darme cuenta—. Estarás aquí atado hasta que...
—Lo sé —me corta con una sonrisa perezosa— pero sabesmos tú y yo que no lo conseguirás.
Le fulmino con la mirada y me recuesto en la cima del respaldo. La tela del polo es suave.
Cierro los ojos, intentando controlar mi respiración nerviosa y hundiéndome en el sofá, tapada por una manta de punto. Puedo todavía ver la expresión de horror en el rostro de Avalon bajo la luz amarillenta. Y recordar sus palabras. Ella estuvo allí. Ella fue después de desaparecer aquella noche sin decirme nada. No sé por donde empezar. No sé que hacer. Niall parece peligroso. Chasqueo mi lengua en el paladar y arrugo la nariz, al sentir la brisa nocturna de Manhattan.
Después está la canción que me dedicó en la radio. Toda aquella información que intento descifrar. Charlotte podría estar en una extraña secta. Unirse sin darse cuenta pero eso no explicaría por qué en la fiesta de Halloween fue y ni se inmutó de mi existencia.Es mía. Frunzo los labios y me acurruco un poco más, intentando entrar en calor aunque la manta me protege y la calefacción está encendida. Abro los ojos, escuchando el silvido de la tetera al fuego y el interior burbujear. Podría llamar a Kyle. Siempre estoy barajeando esa idea pero, no sé como reaccionará mi exceptico amigo. No puedo imaginarme que me dirá pero sin embargo las pruebas siguen aquí. Mire por donde mire.
Me pongo en pie, deshaciéndome de la manta y enfundando mis pies en las zapatillas de andar por casa. Estoy apunto de dirigirme a la cocina cuando suena el teléfono fijo, sonando de manera estridente y cortando con fuerza el silencio tan nervioso en el que me he visto a ver sumergida por temor a algo. Me agacho en la mesa auxiliar, contemplando el aparato de color gris. La pequeña pantallita naranja se ilumina y yo estoy ansiosa de que sea Charlotte. Observo las letras digitales negras y veo que es número desconocido.
Trago saliva, y cogo sin vacilar el teléfono, pulsando el botón de recibir llamada y colocándome el abricular en el oido. Puedo sentir el corazón latiendo con fuerza en mi pecho y los ojos desorbitados por la emoción.
—¿Hola? —musito, con la voz aguda y chirriante.
—¿Podría ponerme con Riley O'Donell? —pregunta una voz masculina desde el otro lado.
La voz me resulta familiar. Sé que la conozco pero no llego a poder identificar.
—¿Quién lo pregunta? —cuestionó, sintiéndome nerviosa y a la vez decepcionada porque no sea mi amiga.
—Eso no le incumbe —puedo sentir como el chico frunce el ceño—. Póngame ahora mismo con Riley, por favor.
Parpadeo confusa y musito, en susurro ronco. Como si aquello fuera un secreto nacional del que tengo prohibido hablar.
—Yo soy Riley. ¿Quién eres?
Escucho la respiración nerviosa del chico. Como el aire de sus labios silva en el aparato. Tiene prisa. Podría apostar dinero a que esta escondido en alguna parte y teme ser descubierto. Y entonces, me siento más nerviosa, al notar como mis pensamientos agujean mi mente de manera salvaje.
—Ahora mismo no tengo tiempo para decirte quien soy pero, quiero encontrarme contigo en cuanto antes.
—¿Dónde? ¿Cuándo?
Escucho pasos y la voz de alguien al otro lado.
—A las siete de la mañana en un Starbucks de la Quinta Avenida —escucho su respiración.
Después cuelga el teléfono, dejándome escuchar el zumbido agotador de la otra línea. Miro el teléfono y luego lo dejo en la mesa, olvidándome de casi todo lo que inunda mi mente en estos instantes. Me dejo caer de manera brusca en el sofá y mis ojos de color miel barren el salón con brusquedad y entonces, siento como la desesperación aflora en mi pecho vulgarmente y las preguntas me llenan la mente sin avisar. ¿De qué tendría que avisarme el chico misterioso? ¿Información sobre Charlotte? ¿O quizás está vez por el secreto que me tiene oculto sobre Niall, Avalon? Muerdo mi labio una vez más, sintiéndome cada vez más agotada. Más frustrada y decidiendo que mañana mismo comenzaré mi busca intensiva. Que la buscaré en sus lugares más frecuentes: desde las discotecas que yo normalmente odiaba hasta sus puntos de comercio más solicitados.
Me propongo a mi misma quemar tierra y cielo con tal de encontrarla y llevarla a salvo a casa. Entrecierro los ojos y contemplo la carta de lobos en el cristal de la mesa, de cara hacía el techo. Mis manos se entrelazan, jugando entre sí de manera que los huesos me duelen. Estoy obsesionada con esa carta. Miro el reloj, que marca las once y media. Tendría que dormir. Mañana tengo universidad y también estoy obligada a tener que asistir a aquella reunión.
Planto mis pies en el suelo frío, me recogo el cabello en un moño mal hecho y voy a mi cuarto. Me visto con un pijama de pantalones holgados color rojo mandarina y una camiseta de manga larga que cubre mis brazos y manos. Siempre he sido de aquellas niñas que han sido etiquetadas como demasiado alta. Demasiado delgadas. Siempre fuí de las niñitas perfectas de cabellos rubios con millones de actividades extraescolares, recitales de baile y música y notas sobresalientes. Siempre he sido la tímida sobresaliente, por eso Charlotte era mi complementaria. La extrovertida que brillaba con luz propia.
Ella fue la que le gritó a los diez años a Deuce McJonh que era un inmaduro cuando me tiraron un cubo lleno de líquido rojo a la cabeza. Ella fue la que dejó sus vacaciones de verano a Italia a los quince años cuando Greg Fray me destrozó el corazón y se fue con Holly Duff. Ella fue la que me ayudó a superar a Taylor Smith a los diecinueve años, cuando lo encontré borracho como una cuba en la discoteca Night enrrollándose con una chica de Jersey con las tetas operadas. Ahora es el momento en el que tengo pensado recompensarselo, todo.
Preparo la alarma a las seis y media y me tumbo en la cama, escuchando el zumbido de mi sangre vagar por mis venas. Cierro los ojos, sintiéndo como un persona extra en una serie de misterio. Como el persona secundario en una novela que termina con un final triste. Y entonces, escucho su voz incrustrándose en mi mente, como el agua de un río. La voz es ronca y la reconozco enseguida, con su acento que nunca llego a identificar.
—Mía. Charlotte es mía. ¿Acabarás cayendo en el juego, Caperucita?
Y puedo sentir como una brisa helada me abraza el cuerpo, colándose por la ventana cerrada. Me incorporo, mirando a todos los lados. Me siento sola. Estoy sola. Y puede que empiece a enloquecer momentáneamente. Muerdo mi labio con fuerza. ¿Habrá sido parte de mi imaginación? ¿Una vaga ilusión? Entrecierro los ojos y cuando percibo su colonia masculina impregnada en las paredes y las sábanas de mi cama, sé que no ha sido parte de mi extendida imaginación y que, ha estado en casa. En mi apartamento y no puedo llegar a dudar si, lo ha regristrado por completo.
~Amore Amore Moon~
Las sábanas se pegan a mi cuerpo, estando calientes y mojadas. Puedo sentir como unas manos fuertes de dedos largos recorren mi torso desnudo. Repentinamente desnudo. Siento el aliento cálido en mi mejilla, despeinándome las pestañas cobres. Me estremezco, sintiendo el latido nervioso de mi pecho. Entreabro los ojos, observando primero el pecho y deslizando mi vista por la piel desnuda de mi cuerpo y la camiseta que descansa en la esquina de mi cama. El cabello me cae suelto en el pecho, cubriendo mi sujetador de color amarillo con lunares blancos. Mi cabeza se gira, al sentir la penetrante mirada de alguien que se encuentra a mi lado.
Y hay se encuentra él, con la mejilla apoyada en su mano y su cabello despeinado. Me fijo en su torso desnudo y en los vaqueros que cuelgan de manera peligrosa en sus caderas, aunque este tumbado de manera lateral. Mis mejillas se tornan rojas y puedo sentir como mi cara toma color violentamente. Él sonrie, formándosele un pequeño hoyuelo en la parte izquierda de su mejilla y su mirada me barre.
— Pensaba que dormirias hasta las siete —comenta, como si él tuviera derecho a encontrarse semi desnudo en mi cama.
Entonces me doy cuenta de que, la ventana de mi cuarto esta abierta, junto a la puerta. Que su polo de color gris oscuro descansa en el respaldo de mi silla de escritorio. De que mi corazón está apunto de salirme del pecho de manera violenta y sádica y, lo peor de todo. Me encuentro a su lado semi desnuda, cubriéndome con mi ropa interior y la sábana arrugada a los pies de la cama. Entonces me doy cuenta de la gravedad de las cosas. Me doy cuenta de que estoy apunto de gritar como una posesa, pensando despertar a todos los bloques de apartamentos que rodean Central Park mientras corro como una loca escaleras abajo, llamando a la policia.
Pero no logro hacerlo. No puedo porque Niall, como si leyerá mis pensamientos de manera extraña, se encuentra encima mía, tapándome la boca. Puedo ver la súplica en sus ojos, rogando que me calle y no puedo evitar sentirme excitada ante el contacto piel con piel.
— No grites, Caperucita. No te voy a hacer daño —me promete, suplicándome con la mirada que no grite.
Arqueo las cejas, pretendiendo enviarle mi mensaje que dice no me digas. Barajeo la idea de morderle la mano que tapa mis labios y huir pero por alguna razón —aunque la idea sea demasiado tentadora—, no lo hago porque algo me dice que uno: empeoraré las cosas más y dos: que el será más rápido que yo. Frunce los labios.
— Vale —confiesa de manera torpe—. Tal vez esta situación tiene la pinta de que te voy a violar en este mismo instante. Cosa que a mi no me importaría en absoluto, por cierto.
Mis mejillas se sonrojan todavía más y contemplo las motas más oscuras, esperando que me diga que todo esto es una broma y que simplemente es un chico de veintitrés años el cual se ha escapado de un centro mental de Washington. Sí, eso es lo que me encantaría escuchar de sus labios ahora mismo. Mi respiración se agita cuando él se acerca más, colocando una pierna entre mi entrepierna y tocando con la rodilla mi feminidad. Me digo a mi misma que no debo de gemir o mostrar la reacción que ha causado en mi ese cambio de postura. Él sonrie y se aproxima a mi un poco más.
— Prómeteme que cuando te suelte, no gritarás, ¿vale?
Bufo entre sus dedos, cerrándome en un rotundo no. Un no a su propuesta de que me calle y otro no a aquella propuesta vacía de sexo duro que brilla en sus ojos meláncolicos. El humedece sus labios, de manera tentadora y no puedo evitar preguntarme a que juego esta jugando.
— Entonces no te soltaré, Caperucita.
Me meneó, sintiendome repéntinamente incómoda bajo su cuerpo. Apenas puedo respirar y estoy aspirando el aroma de su piel que por alguna razón es a pino, madera, noche y colonia para hombre. Puedo sentir como mi femimidad pide a gritos que me abra de piernas y permita que me folle hasta que amanezca. La intento ignorar, diciéndome a mi misma que para empezar no estaría bien. Las palabras de Avalon resuenan en mi mente, junto a su rostro afligido.
Tengo ganas de besarlo. De esparcir mosdiscos por su cuello y mandíbula y dejar que me penetre hasta el fondo. Él se remueve, ajustándose un poco más a mi cuerpo y paseando su mano libre cerca de mi feminidad. Sé que si quiero, podría levantar la pierna y clavarle mi rodilla en la entrepierna pero se siente demasiado bien la manera en la que su piel pasea cerca. Como un animal acechándose a su presa. Levanto la mirada de su mano y sus largos dedos y recorro sus piernas enfundadas en vaqueros oscuros, la cinturilla elástica de sus calzoncillos de marca, su trabajado abdomen y torso. Recorro cada centímetro de su bronceada piel y me detengo en la cicatriz plateada que está en su clavícula. En el tono que tiene y no puedo evitar preguntarme como se la ha hecho. Cual es el oscuro secreto del que me ha hablado Avalon.
Trago saliva con fuerza y me quedo en sus ojos, que me miran. Y me han estado observando durante toda mi examinación de cuerpo entero. Puedo ver como sus ojos estan oscurecidos por la excitanción y percibo su bulto contra mi muslo desnudo. El sudor recorre mis sienes y quiero deshacerme de su mano y besarlo. Deborar esos labios carnosos que me piden a gritos ser besados pero tampoco lo hago. Espero, debajo de él y sientiendo el contacto piel con piel.
Percibo el calor en sus mejillas y como su miembro se endurece. Su aliento acaricia mi mejilla y me estremezco al ver que su voz ronca susurra:
— Te soltaré, ¿entiendes? No grites.
Asiento, embrujada por esta situación que nunca habría podido imaginar. Su mano izquierda libera mis labios hinchados y su mano derecha busca las bragas que son de color negras. Me estremezco y entonces, sus labios deboran los mios. Los absorve y los come, salvajemente y entonces, sé que ya no soy yo misma. Le devuelvo el beso, abriendo la boca necesitadamente y permitiendo que su lengua pase a mi boca. Siento el sabor de su boca explotar en la mia. Sabe a menta y limón.
Es agradable el sabor y automaticamente soy adicta. Mis manos acaban en sus pectorales, palpando la piel caliente y los pezones. El tacto es escalofriante. Sus ojos me examinan, con sus manos llenándome los senos de manera sexual. Gimo y el gruñe. Deja de besarme y hunde su cara, buscando el cierre de mi sujetador. Yo paso mi lengua por su piel, sintiéndome viva. Excitada y más viva que nunca. El bulto de sus pantalones se agranda. Puedo sentir como la boca de su polla late en mi muslo y mi sexo se humedece a una velocidad de vértico. Desabrocha mi sujetador, enseñándomelo como un trofeo. Sonríe y yo le devulvo la sonrisa, provocando que gire y yo este encima. Mis dedos cogen el botón de sus vaqueros, los desabrocho con torpeza y se los bajo de un golpe, junto a los calzoncillos. Y me encuentro con una anaconda.
La punta del miembro está de color púrpura, y está duro. Goteando de semén blanco salado. Mi respiración se agita y levanto la mirada hacía sus ojos, que me contemplan como si fuera una diosa. Llenos de lujuria, deseo, pasión y algo más. Algo que me hace estremecerme. Me pongo en pie, deshaciéndome de las bragas que ahora son un estorbo y lanzándolas a algún punto remoto de mi pequeño cuarto. Jadeo al verle levantarse y besarme. Sentir su miembro cerca de mi entrada, volviéndome loca.
— Juguemos —murmuro.
El me mira con curiosidad y yo le empujo a la cama, colocándome a horcajas encima de él. Puedo sentir su respiración vacilante en mis muslos y en mi sexo húmedo. Siento el instinto de que me folle. Saco de uno de mis cajones unas esposas. No es nada pervertido. Simplemente una vez me detuvieron a los quince años y se les olvido pedirme las esposas. Le pongo una, después paso la cadena por uno de los barrotes y le ato la otra mano. Contemplo mi obra, con un brillo de malicioso y me pongo en pie, colocándome la ropa interior de manera lenta.
— ¿Qué haces? —murmura, mirándome con claro temor en los ojos.
— Vistiéndome, ¿no lo ves?
Él entrecierra los ojos, como si le estuviera gastando una broma.
— No tiene gracia, Caperucita.
Le sonrio de lado, poniendome la bata que cuelga de la cama. Cojo la carta de lobos.
— Quiero que me contestes a unas preguntas, Niall.
Su rostro se oscurece.
— ¿Dónde esta Charlotte?
— Me niego a hablar —dice, apretando los labios con fuerza.
— No te voy a soltar hasta que no me digas donde está Charlotte —le anuncio, cruzando los brazos y sentándome en la silla del escritorio.
Niall bufa y cierra los ojos.
—Entonces, ¿no habrá nada de sexo? —pregunta mirándome entre pestañas castañas.
—No habrá sexo —le confirmo, sintiéndome un poco decepcionada al darme cuenta—. Estarás aquí atado hasta que...
—Lo sé —me corta con una sonrisa perezosa— pero sabesmos tú y yo que no lo conseguirás.
Le fulmino con la mirada y me recuesto en la cima del respaldo. La tela del polo es suave.
Jockie.
Re: ~Moon~ {Capítulo Nueve}
CAPÍTULO OCHO
Ojos azules. Cabello rubio. Tez bronceada. Dientes blancos. Labios carnosos. Esa es la descripción que podría dar de Niall. Abro los ojos, sintiendo la cabeza pesada y la boca pastosa y seca. Me encuentro sentada todavía en la silla del escritorio, con el frío deborando mi cara con fuerza.
Recuerdo la noche y entonces me sobresalto, dejando que el Sol me dé en la cara y miro con sorpresa la cama. Las sábanas estan arrugadas pero con la cama hecha y se encuentra la silueta de Niall. Él no está. Las esposas cuelgan de uno de los barrotes dorados de la cama. Me incorporó, sobresaltada y me pongo en pie.
Siento el frio pellizcarme las plantas de los pies y mi corazón bombardeando peligrosamente en mi pecho. ¿Dónde narices se ha metido Niall? Me obligo a tranquilizarme. No ha podido ir muy lejos, creo yo. Coloco un mechón de mi desastroso cabello cobre detrás de la oreja y ojeo la habitación, registrándola con mi mirada de color miel.
Mis ojos se detienen en el respaldo de la silla donde me he quedado dormida y recuerdo muerta de vergüenza mi inútil intento de que me diga donde se encuentra mi amiga. El polo esta arrugado, y hay una mancha oscura en la tela, donde la baba ha caido.
Miro el reloj, que me muestra la hora: las siete menos quince. Me maldigo, sintiendome adormilada y corro a cambiarme. Me coloco una sudadera blanca de Pull And Bear, con el nombre de la marca en el pecho y unos pantalones desgastados, casi de color blanco debido a las veces en las que los he lavado a lo largo de estos últimos dos años. Intento recordar de manera penosa la dirección y el local que me dió el chico del teléfono. Me subo la capucha, tapando mi desastroso cabello enredado y me calzo unas deportivas Chelsey blancas, con las goma de la suela ya desgastada y los cordones roidos y de un feo color blanco arena. Cojo las llaves del apartamento y el teléfono y salgo corriendo.
—Starbucks, Quinta Avenida —me recuerdo en voz alta, bajando las escaleras a una velocidad mortal.
Cuando por fin entro en el Starbucks, la cafetería está casi vacia. Tan sólo se encuentran dos chicos. Un largirucho de piel lívida sentado frente a un portatil, con sus largos dedos dándoles a las teclas y sus ojos mirando la pantalla. El otro, se encuentra a espaldas mias. Diviso un gorro de lana de color azul marino y un abrigo oscuro. En la mesa de madera, iluminado por bombillas de luz amarilla que estan colgadas de una fina cuerda transparente, hay un envase de poliéster con la pegatina del Starbucks en las dos caras. Tomo aire, intentando parecer valiente y camino, con la cabeza alta y el hedor del café recién hecho en la nariz. Me deslizo en el asiento, sin hacer ruido y contemplo al chico qué se encuentra frente a mi.
Le reconozco al instante. Sus ojos de color gris, con las motas verdes jade y el cabello caerle liso sobre la frente, tapándole la piel blanca y lisa y rozándole las pestañas rizada. Contengo el aliento al ver como él alza la mirada del teléfono que se encuentra en sus manos grandes, y mi corazón se acelera al ver como sus finos labios rosas se curvan en una sonrisa lenta y perezosa.
—Pensaba que no llegarias —comenta, dándole un sorbo a su café.
Mis labios tiemblan y me sonrojo, incoscientemente.
—¿De qué me tenias que hablar? —le preguntó, cuadrando los brazos e imitando una pose amanazadora.
Él me mira, recorriendo con su penetrante mirada la capucha que cubre mi cabello revoltoso, mis ojos sin maquillar mieles y la sudadera blanca.
—Parece que te acabas de levantar —comenta, de manera burlona.
Siento que mis mejillas se encienden un poco más y que mi aliento se queda plasmado de manera dolorosa en mi garganta. Balbuceo, nerviosamente y desvió mi mirada de su cara y la clavó en mis manos entrelazadas, recordándome que debo de ser fuerte y que, lo hago por Charlotte. Trago saliva y alzo la barbilla, lanzándole una mirada destripradora y fulminante con los ojos sin maquillar.
—Si no vas a decirme algo que me interese, me parece que esta conversación a concluido —digo friamente, poniendo mis manos en la mesa de madera y cogiendo impulso para alzarme.
Christopher o como se llame me mira, con una cara llena de asombro. Me llena eso de valentía para seguir adelante y camino a su lado, dispuesta a cruzar la puerta y olvidarme de esto pero, no lo consigo. Una mano cálida me coge de la muñeca, impidiéndome avanzar más de lo que debo y obligándome a girar.
—Ya veo —comenta, con los ojos clavados en los mios— una chica dura, ¿no?
Tuerzo mis labios, disimulando una sonrisa de triunfo y le barro con la mirada, aguantando la respiración en mis pulmones y ahogando el hormigueo que me provoca su tacto.
—No, soy una chica que no quiere perder el tiempo en juegos inútiles —aclaro, sonando más irritada de lo que pretendo— y si esto es eso, mejor que me vaya. Ahora mismo podría buscarla en...
—¿Dónde, Riley? —pregunta, con los ojos entrecerrados—. ¿La universidad? No te engañes, sabes que no es así.
Aprieto los labios, convirtiéndolos en una fina línea blanca llena se rabia. Una fina línea que contiene todas las palabrotas e insultos que cruzan mi mente en este instante. Siempre supe que esto seria difícil, desde un principio, pero no que habría terceras personas dispuestas a ayudarme o a atrasarme y en este caso, no sé si el hermano menor de Avalon está de mi parte o en mi contra.
—Riley —su tono es ahora más dulce y suave.
Le miro de soslayo, estrechando los ojos.
—Siéntate, por favor.
Aprieto los labios un poco más y obedezco, sentandome en frente suya.
—Quiero hablar contigo —declara.
Estoy apunto de abrir la boca y soltar un comentario sarcástico cuando algo me dice que no lo haga y lo escuche.
—Charline...
—Charlotte —le corrigo.
—Ella... no... va a volver, lo sabes, ¿verdad?
Ruedo los ojos, en gesto de exasperación.
—Si vas a soltarme el mismo monólogo que Avalon... —meneó la cabeza, con exasperación— puedes ahorrartelo. No voy a hacer caso.
Christopher bufa, poniendo los ojos en blanco.
—No quiero alejarte de tu amiga —deja claro—. Empecemos de nuevo, ¿si?
Me encogo de hombros, en señal de respuesta.
—Soy Christopher —se presenta, extendiendo una mano.
—Riley —digo, estrechando la mano.
Su tacto es sudoroso y caliente y no puedo evitar apretar los ojos, con fuerza. Nos soltamos, por mi parte a regañadientes y me concentro en lo que me va a decir.
—Bien Riley... tu amiga vino a la consulta de mi hermana hace tres dias, antes de Halloween. Venía con dos chica. Una se llamaba Cassandra y la otra Andrea. Estuvieron en la consulta, hablando de una inicación que comenzaría en la luna nueva.
—¿Dónde?
—No lo sé —se encoge de hombros con el ceño arrugado.
—Tu hermana irá, ¿verdad?
Hace un ligero asentimiento de cabeza, con los labios fruncidos y los ojos entornados.
—Sí.
—Entonces, tan sólo tengo que seguirla —arrugo el ceño ante la facilidad de las cosas.
—No —Chris se inclina hacia delante, tan cerca que puedo oler su aliento a cafe—. Niall estará.
—¿Y?
—Ellos son peligrosos.
—¿Y?
—Tu eres una simple humana —niega con la cabeza, como si no pudiera captar las cosas con facilidad— y por lo general, los tuyos no se pueden acercar a los suyos.
—Charlotte es una de los mios —replico, sin saber a que se refiere.
—Hasta dentro de dos días —me coge de la mano—. Oye, no quiero asustarte, solo quiero ayudarte, sinceramente. Ellos reclutan a gente como a tu amiga, para fortalecerlos unos a otros.
—¿Y por qué de todas las personas de la discoteca, la cogieron a ella?
—Son animales —frunce los labios y me revisa con la mirada, comprovando que tiene toda mi atención—. Lo que quiero decir es que... Niall es el cabecilla y... no sé, deberias de vigilarte de él. Avalon me ha dicho que eres una chica inteligente —me regala una sonrisa que provoca que me sonroje— y por lo tanto, como chica inteligente me vas a prometer que te vas a mantener alejada de Niall, si piensas salvar a Charlotte.
Le miro, revisando la manera tan graciosa en la que sus cejas estan frunciendo el ceño y sus ojos brillan de manera que buscan una respuesta. Una respuesta que tiene que ser positiva, claro está.
—Sólo contestame a dos pregunta —me inclino hacia delante, queriendo hacer que mis preguntas sean confidenciales, ya que una tropa de personas entra en el Starbucks—. Primera, ¿en qué lio se ha metido Charlotte? Y segunda, ¿voy a poder sacarla?
Chris sonrie, una sonrisa perfecta que me provoca que mi corazón de una voltereta y vea sus labios fascinada, queriendo probarlos.
—Tu amiga se ha metido en un lío realmente bueno la verdad —me mira coquetamente— y a la segunda, seguro que lo conseguirás, Riley.
Suena también mi nombre en sus labios, que me quedo mirándolo atentamente, embrujada por él. Mi corazón late con fuerza en mi pecho y veo que él tampoco tiene intención de apartar la mirada. Sus ojos examinan los mios, de color miel y dice:
—Si eres una chica lista —sonrío— sabrás sacar a tu amiga del juego sin entrar en él. Sólo tienes que ir uniendo las pistas.
Luego se aleja de mi alcance y se pone en pie, colocándose la chaqueta.
—Un placer habernos visto, Riley —me sonrojo y me guiña un ojo, para después salir por la puerta.
Suspiro, y miro el papel blanco en el que esta apuntado su número de teléfono. Me quedo sin respiración. Es la misma caligrafia que la del papel del coche.
Recuerdo la noche y entonces me sobresalto, dejando que el Sol me dé en la cara y miro con sorpresa la cama. Las sábanas estan arrugadas pero con la cama hecha y se encuentra la silueta de Niall. Él no está. Las esposas cuelgan de uno de los barrotes dorados de la cama. Me incorporó, sobresaltada y me pongo en pie.
Siento el frio pellizcarme las plantas de los pies y mi corazón bombardeando peligrosamente en mi pecho. ¿Dónde narices se ha metido Niall? Me obligo a tranquilizarme. No ha podido ir muy lejos, creo yo. Coloco un mechón de mi desastroso cabello cobre detrás de la oreja y ojeo la habitación, registrándola con mi mirada de color miel.
Mis ojos se detienen en el respaldo de la silla donde me he quedado dormida y recuerdo muerta de vergüenza mi inútil intento de que me diga donde se encuentra mi amiga. El polo esta arrugado, y hay una mancha oscura en la tela, donde la baba ha caido.
Miro el reloj, que me muestra la hora: las siete menos quince. Me maldigo, sintiendome adormilada y corro a cambiarme. Me coloco una sudadera blanca de Pull And Bear, con el nombre de la marca en el pecho y unos pantalones desgastados, casi de color blanco debido a las veces en las que los he lavado a lo largo de estos últimos dos años. Intento recordar de manera penosa la dirección y el local que me dió el chico del teléfono. Me subo la capucha, tapando mi desastroso cabello enredado y me calzo unas deportivas Chelsey blancas, con las goma de la suela ya desgastada y los cordones roidos y de un feo color blanco arena. Cojo las llaves del apartamento y el teléfono y salgo corriendo.
—Starbucks, Quinta Avenida —me recuerdo en voz alta, bajando las escaleras a una velocidad mortal.
~Amore Amore Moon~
Cuando por fin entro en el Starbucks, la cafetería está casi vacia. Tan sólo se encuentran dos chicos. Un largirucho de piel lívida sentado frente a un portatil, con sus largos dedos dándoles a las teclas y sus ojos mirando la pantalla. El otro, se encuentra a espaldas mias. Diviso un gorro de lana de color azul marino y un abrigo oscuro. En la mesa de madera, iluminado por bombillas de luz amarilla que estan colgadas de una fina cuerda transparente, hay un envase de poliéster con la pegatina del Starbucks en las dos caras. Tomo aire, intentando parecer valiente y camino, con la cabeza alta y el hedor del café recién hecho en la nariz. Me deslizo en el asiento, sin hacer ruido y contemplo al chico qué se encuentra frente a mi.
Le reconozco al instante. Sus ojos de color gris, con las motas verdes jade y el cabello caerle liso sobre la frente, tapándole la piel blanca y lisa y rozándole las pestañas rizada. Contengo el aliento al ver como él alza la mirada del teléfono que se encuentra en sus manos grandes, y mi corazón se acelera al ver como sus finos labios rosas se curvan en una sonrisa lenta y perezosa.
—Pensaba que no llegarias —comenta, dándole un sorbo a su café.
Mis labios tiemblan y me sonrojo, incoscientemente.
—¿De qué me tenias que hablar? —le preguntó, cuadrando los brazos e imitando una pose amanazadora.
Él me mira, recorriendo con su penetrante mirada la capucha que cubre mi cabello revoltoso, mis ojos sin maquillar mieles y la sudadera blanca.
—Parece que te acabas de levantar —comenta, de manera burlona.
Siento que mis mejillas se encienden un poco más y que mi aliento se queda plasmado de manera dolorosa en mi garganta. Balbuceo, nerviosamente y desvió mi mirada de su cara y la clavó en mis manos entrelazadas, recordándome que debo de ser fuerte y que, lo hago por Charlotte. Trago saliva y alzo la barbilla, lanzándole una mirada destripradora y fulminante con los ojos sin maquillar.
—Si no vas a decirme algo que me interese, me parece que esta conversación a concluido —digo friamente, poniendo mis manos en la mesa de madera y cogiendo impulso para alzarme.
Christopher o como se llame me mira, con una cara llena de asombro. Me llena eso de valentía para seguir adelante y camino a su lado, dispuesta a cruzar la puerta y olvidarme de esto pero, no lo consigo. Una mano cálida me coge de la muñeca, impidiéndome avanzar más de lo que debo y obligándome a girar.
—Ya veo —comenta, con los ojos clavados en los mios— una chica dura, ¿no?
Tuerzo mis labios, disimulando una sonrisa de triunfo y le barro con la mirada, aguantando la respiración en mis pulmones y ahogando el hormigueo que me provoca su tacto.
—No, soy una chica que no quiere perder el tiempo en juegos inútiles —aclaro, sonando más irritada de lo que pretendo— y si esto es eso, mejor que me vaya. Ahora mismo podría buscarla en...
—¿Dónde, Riley? —pregunta, con los ojos entrecerrados—. ¿La universidad? No te engañes, sabes que no es así.
Aprieto los labios, convirtiéndolos en una fina línea blanca llena se rabia. Una fina línea que contiene todas las palabrotas e insultos que cruzan mi mente en este instante. Siempre supe que esto seria difícil, desde un principio, pero no que habría terceras personas dispuestas a ayudarme o a atrasarme y en este caso, no sé si el hermano menor de Avalon está de mi parte o en mi contra.
—Riley —su tono es ahora más dulce y suave.
Le miro de soslayo, estrechando los ojos.
—Siéntate, por favor.
Aprieto los labios un poco más y obedezco, sentandome en frente suya.
—Quiero hablar contigo —declara.
Estoy apunto de abrir la boca y soltar un comentario sarcástico cuando algo me dice que no lo haga y lo escuche.
—Charline...
—Charlotte —le corrigo.
—Ella... no... va a volver, lo sabes, ¿verdad?
Ruedo los ojos, en gesto de exasperación.
—Si vas a soltarme el mismo monólogo que Avalon... —meneó la cabeza, con exasperación— puedes ahorrartelo. No voy a hacer caso.
Christopher bufa, poniendo los ojos en blanco.
—No quiero alejarte de tu amiga —deja claro—. Empecemos de nuevo, ¿si?
Me encogo de hombros, en señal de respuesta.
—Soy Christopher —se presenta, extendiendo una mano.
—Riley —digo, estrechando la mano.
Su tacto es sudoroso y caliente y no puedo evitar apretar los ojos, con fuerza. Nos soltamos, por mi parte a regañadientes y me concentro en lo que me va a decir.
—Bien Riley... tu amiga vino a la consulta de mi hermana hace tres dias, antes de Halloween. Venía con dos chica. Una se llamaba Cassandra y la otra Andrea. Estuvieron en la consulta, hablando de una inicación que comenzaría en la luna nueva.
—¿Dónde?
—No lo sé —se encoge de hombros con el ceño arrugado.
—Tu hermana irá, ¿verdad?
Hace un ligero asentimiento de cabeza, con los labios fruncidos y los ojos entornados.
—Sí.
—Entonces, tan sólo tengo que seguirla —arrugo el ceño ante la facilidad de las cosas.
—No —Chris se inclina hacia delante, tan cerca que puedo oler su aliento a cafe—. Niall estará.
—¿Y?
—Ellos son peligrosos.
—¿Y?
—Tu eres una simple humana —niega con la cabeza, como si no pudiera captar las cosas con facilidad— y por lo general, los tuyos no se pueden acercar a los suyos.
—Charlotte es una de los mios —replico, sin saber a que se refiere.
—Hasta dentro de dos días —me coge de la mano—. Oye, no quiero asustarte, solo quiero ayudarte, sinceramente. Ellos reclutan a gente como a tu amiga, para fortalecerlos unos a otros.
—¿Y por qué de todas las personas de la discoteca, la cogieron a ella?
—Son animales —frunce los labios y me revisa con la mirada, comprovando que tiene toda mi atención—. Lo que quiero decir es que... Niall es el cabecilla y... no sé, deberias de vigilarte de él. Avalon me ha dicho que eres una chica inteligente —me regala una sonrisa que provoca que me sonroje— y por lo tanto, como chica inteligente me vas a prometer que te vas a mantener alejada de Niall, si piensas salvar a Charlotte.
Le miro, revisando la manera tan graciosa en la que sus cejas estan frunciendo el ceño y sus ojos brillan de manera que buscan una respuesta. Una respuesta que tiene que ser positiva, claro está.
—Sólo contestame a dos pregunta —me inclino hacia delante, queriendo hacer que mis preguntas sean confidenciales, ya que una tropa de personas entra en el Starbucks—. Primera, ¿en qué lio se ha metido Charlotte? Y segunda, ¿voy a poder sacarla?
Chris sonrie, una sonrisa perfecta que me provoca que mi corazón de una voltereta y vea sus labios fascinada, queriendo probarlos.
—Tu amiga se ha metido en un lío realmente bueno la verdad —me mira coquetamente— y a la segunda, seguro que lo conseguirás, Riley.
Suena también mi nombre en sus labios, que me quedo mirándolo atentamente, embrujada por él. Mi corazón late con fuerza en mi pecho y veo que él tampoco tiene intención de apartar la mirada. Sus ojos examinan los mios, de color miel y dice:
—Si eres una chica lista —sonrío— sabrás sacar a tu amiga del juego sin entrar en él. Sólo tienes que ir uniendo las pistas.
Luego se aleja de mi alcance y se pone en pie, colocándose la chaqueta.
—Un placer habernos visto, Riley —me sonrojo y me guiña un ojo, para después salir por la puerta.
Suspiro, y miro el papel blanco en el que esta apuntado su número de teléfono. Me quedo sin respiración. Es la misma caligrafia que la del papel del coche.
Jockie.
Re: ~Moon~ {Capítulo Nueve}
CAPÍTULO NUEVE
Miro. Bebo. Sonrisa coqueta. Echo mi pelo para atrás. Miro. Bebe. Sonrisa coqueta. Dejo que el barman rellene mi copa otra vez. Miro. Bebo. Sonrisa coqueta. Reviso la gente que entra en Night. Eso es a lo que me he dedicado durante toda la noche, sentada en la barra y observando a la gente que se mueve en la discoteca. Ha pasado un día desde que hablé con Christopher. Llevo un vestido negro, que se pega a mis curvas y me realza el pecho. Lo encontré en aquellas cajas perdidas de mi armario, en la sección Instituto y cuando me lo puse y ví que me quedaba perfecto, decidí ponérmelo para buscar a Lottie.
Observo como un chico de cabello negro y ojos castaños penetrantes me mira atentamente, paseando su lengua por el labio inferior. No puedo evitar pensar que es condenadamente sexy la manera en la que el metal de su piercing brilla en su lengua o, la forma en la que las sombras rozaban sus pómulos. Es alto, de un metro ochenta y poco. Sus caderas son estrechas, como las de un deportista y sus hombros son anchos y fuertes, tapados por una cazadora de cuero. Sus labios son carnosos, curvados en una sonrisa lobuna encantadora y sus manos, grandes y fuertes, sujetan una copa de cristal.
Se ve condenadamente sexy y cuando sabe que tiene mi completa atención, mueve sus labios, murmurando algo que se parece a ven conmigo a bailar. Me enderezco, reprendiéndome de la idea de irme con él. Eso mismo hizo Charlotte, tirarse a los brazos del primer desconocido con atractivo y ojos inocentes, y ahora, está en esta situación. Mis ojos le recorren, evaluando su rostro y después, me giro. Contemplo la lisa barra, limpia que me devuelve una imagen. La imagen de una chica guapa, confiada y fuerte.
Suspiro, tomo con una mano la copa y la empino al ponerla en contacto con mis labios pintados de rojo cherry, sintiendo el deleitante líquido caer por mi garganta e impactar en mi estómago de manera dolorosa y calorífica. Dejo que mis largas piernas toquen el suelo, con los tacones de cinco centímetros estilo Chiu Chiu* de color negro. Parezco salida de una de esas novelas mágicas, como Cazadores de Sombras. Salvo que a diferencia de los bonitos ojos esmeraldas y el cabello pelirrojo de la protagonista, mis ojos son mieles y mi cabello de un tono cobre. Me giro, y me encuentro con los sensuales labios del morocho de la pista, que me observan lascibamente desde arriba.
—¿Buscas a alguien, preciosa? — noto su acento iraní, al llamarme preciosa en español.
—La verdad, es que sí —mis ojos le recorren. Huele tentadoramente a azucar, zumo de ciruela y noche—. ¿Has visto a Niall Horan?
Las curvas de sus comisuras desaparecen, y sus ojos pierden el brillo de interés con el que antes solía mirarme.
—Um... ¿Niall Horan? —saborea el nombre, rascándose la perilla que le hace aparentar un chico malo—. No, no me suena ningún Niall Horan.
Le miro determinadamente, para después sonreirle de manera coqueta. Noto la mentira a kilómetros de distancia, por eso mi madre solía decirme que debería de haber optado por la carrera de Derecho, en vez de tirarme de cabeza a la de Bellas Artes y Filosofía.
—¿Charlotte Brown? —pregunto, desesperada.
Me sonrie, y se agacha un poco más hacia mi.
—¿La nueva recluta del clan de Sean? —pregunta el chico.
—Supongo que sí.
—Tampoco.
Ahora sé que me esta vacilando, y que no tiene ninguna intención de ayudarme a buscarla.
—Jumm... entonces adiós —le digo, dándome la vuelta.
Otra de esas terceras personas que no quieren ayudarme en la búsqueda de mi amiga. Su mano me coge del brazo desnudo, obligándome a mirarle otra vez. Su tacto es firme y seco, sin temperatura. Quizás sea por la bebida, que ha embriagado todos mis sentidos.
—Oye guapa —dice— no tienes porque irte.
—¿Vas a darme información? —cuestiono, de manera que levanto una ceja y me siento desafiante.
—¿Quién te ha dicho que yo tengo esa información con la que estas desesperada?
Su tono me deja claro que quiere algo de mi, porque la información que tiene me sirve.
Pero podría ser un farol me recuerda mi mente, haciéndome dudar.
Quizás, tenga razón. Mis músculos se tensan cuando una figura con cabello rubio se pasea por las luces verdes de la discoteca. Reconocería esa manera de andar en cualquier parte. Niall. Entrecierro los ojos, al verla acompañada de tres personas más. Una de ellas, es la chica rubia de la otra noche. Esta vez, su cabello esta recogida en una coleta alta, acentuando sus pómulos perfectos; la otra chica, es alta de cabello castaño claro, suelto en ondas por el pecho y el chico, es el del pelo rizado y ojos esmeraldas.
El morocho que se encuentra enfrente mía, también se vigila a el grupo de chicos que acaba de entrar. Puedo ver la tensión en sus fuertes hombros y la ligera presión que aprieta su mándibula perfecta.
—Jum... —se gira, y miro sus ojos. Estan llenos de alarma—. Me tengo que ir. Un placer haberte visto, My Lady —me coge la mano y le planta un beso, para después guiñarme el ojo y desaparecer entre la masa de gente.
Le miro, y arrugo el ceño.
Bicho raro le llamo mentalmente, confundida por su extraña reacción al ver a Niall y su panda.
Siento como mis mejillas se enrojecen, al recordar la otra noche, cuando casi tengo sexo con él. La manera en la que se veía tan sexy atado a los barrotes de mi cama y sus ojos me miraban con diversión acumulada, y algo más. Me giro, y aliso mi cabello, y mi vestido. Deseo que no me vea. Noto que mis ojos bizquean ante el vaso vacio de alcohol.
—¿Quieres otra copa? —me pregunta el barman.
Entrecierro los ojos, y serpenteo hasta la silla. Debería de dejar esto en las manos de la policia.
—Um... Claro —le regalo una sonrisa dulce, que él no me tarda en devolver.
Desaparece, y yo cruzo mis piernas, dandole un giro a mi teléfono móvil. Tiene ya dos llamadas perdidas, de Kyle. Arrugo la nariz, irritada. Ayer no fuí a la Universidad, ni tampoco hoy. Seguramente esto se vea en mis calificaciones de fin de trimestre.
Dichosa Charlotte. Desapareces en los peores momentos pienso.
El barman llega, con una botella de licor marrón, con la etiqueta borrosa. Me llena la copa, hasta por lo menos la mitad y me dice:
—Te la llenaría hasta el fondo pero, veo que estas un poco ya discapacitada.
Eso tiene doble sentido. Me sonrojo rápidamente y dejo escapar una sonrisa nerviosa de mis labios, cuando el chico desaparece de mi campo de visión. Rodeo con la mano el vaso, y miro el líquido, examinándolo contra la luz azul blanquecida. Parece translúcido, y las burbujas vuelan. Tiene que llevar gas.
—¿Emborrachándote sola, Caperucita? Es un poco triste, ¿no crees?
La voz me provoca cosquilleo, en toda la piel y los recuerdos resurgen en mi memoria. Me giro, lentamente y me encuentro con su sonrisa lobuna y sus ojos celestes mirándome con astucia y diversión.
—Triste es lo tuyo —miro su atuento con indiferencia—. Jum... ¿te dedicas a acosar a tus victimas o simplemente a mi?
Pasea la lengua por sus labios y se sienta a mi lado, inclinándose levemente.
Sexo Con Niall.
—Tu eres la única —contesta, mirándome con los ojos entrecerrados.
Mi corazón da un vuelco, y me siento totalmente mareada. Quizás por el alcohol que bombardea por mis venas o, tal vez, por la manera inquietante con la que me mira.
—Que afortunada —comento sarcásticamente, rodando los ojos y tomando un trago.
—No deberias de beber tanto si vas a andar sola por Manhattan.
—Claro, no vaya a ser que un pirado rubio teñido me secuestre y me meta en una banda anónima, ¿verdad? —sonrio con veneno—. Sería muy desafortunado para mi —bato las pestañas— y no queremos que Kyle se vuelva loco como yo.
Él pierde color, ligeramente pero intenta disimularlo, con una sonrisa perezosa que resulta atractiva. Apuesto lo que sea a que ha llevado braquets.
—¿Sigues mosqueada?
Levanto las cejas, en señal de sorpresa y paso mi dedo por los labios de la copa.
—Mosqueada es una palabra ahora mismo tan eufemistica —le miro, deteniendo mi dedo—. Dejémoslo en que, no voy a dejar de buscar a mi amiga asi que, deja de pedirle a la gente que me diga cuan peligroso eres —le miro mal—. Yo soy más peligrosa.
Me mira confundido y luego dice:
—Genial, me gustan los retos.
Después, une sus labios con los mios. Es un beso sin lengua, suave. Mi cuerpo se tambalea, hacía atrás, y sus grandes manos me cogen de la cintura, clavándome sus dedos en el hueso de la cintura. Luego, se separa, con una sonrisa en la boca. Noto la adrenalina en mi boca, y mi cuerpo tiembla. Él me mira, con esos ojos celestes y me murmura, al oído:
—Una pena que no tengas unas bonitas esposas —su nariz roza mi lóbulo.
Muerdo mis labios, al sentir como mi sexo se humedece ante sus palabras. Tomo aire por la nariz, y me pongo en pie.
—Tengo que marcharme.
—Espera —me dice, cogiéndome del brazo—. Quiero enseñarte algo.
Observo como un chico de cabello negro y ojos castaños penetrantes me mira atentamente, paseando su lengua por el labio inferior. No puedo evitar pensar que es condenadamente sexy la manera en la que el metal de su piercing brilla en su lengua o, la forma en la que las sombras rozaban sus pómulos. Es alto, de un metro ochenta y poco. Sus caderas son estrechas, como las de un deportista y sus hombros son anchos y fuertes, tapados por una cazadora de cuero. Sus labios son carnosos, curvados en una sonrisa lobuna encantadora y sus manos, grandes y fuertes, sujetan una copa de cristal.
Se ve condenadamente sexy y cuando sabe que tiene mi completa atención, mueve sus labios, murmurando algo que se parece a ven conmigo a bailar. Me enderezco, reprendiéndome de la idea de irme con él. Eso mismo hizo Charlotte, tirarse a los brazos del primer desconocido con atractivo y ojos inocentes, y ahora, está en esta situación. Mis ojos le recorren, evaluando su rostro y después, me giro. Contemplo la lisa barra, limpia que me devuelve una imagen. La imagen de una chica guapa, confiada y fuerte.
Suspiro, tomo con una mano la copa y la empino al ponerla en contacto con mis labios pintados de rojo cherry, sintiendo el deleitante líquido caer por mi garganta e impactar en mi estómago de manera dolorosa y calorífica. Dejo que mis largas piernas toquen el suelo, con los tacones de cinco centímetros estilo Chiu Chiu* de color negro. Parezco salida de una de esas novelas mágicas, como Cazadores de Sombras. Salvo que a diferencia de los bonitos ojos esmeraldas y el cabello pelirrojo de la protagonista, mis ojos son mieles y mi cabello de un tono cobre. Me giro, y me encuentro con los sensuales labios del morocho de la pista, que me observan lascibamente desde arriba.
—¿Buscas a alguien, preciosa? — noto su acento iraní, al llamarme preciosa en español.
—La verdad, es que sí —mis ojos le recorren. Huele tentadoramente a azucar, zumo de ciruela y noche—. ¿Has visto a Niall Horan?
Las curvas de sus comisuras desaparecen, y sus ojos pierden el brillo de interés con el que antes solía mirarme.
—Um... ¿Niall Horan? —saborea el nombre, rascándose la perilla que le hace aparentar un chico malo—. No, no me suena ningún Niall Horan.
Le miro determinadamente, para después sonreirle de manera coqueta. Noto la mentira a kilómetros de distancia, por eso mi madre solía decirme que debería de haber optado por la carrera de Derecho, en vez de tirarme de cabeza a la de Bellas Artes y Filosofía.
—¿Charlotte Brown? —pregunto, desesperada.
Me sonrie, y se agacha un poco más hacia mi.
—¿La nueva recluta del clan de Sean? —pregunta el chico.
—Supongo que sí.
—Tampoco.
Ahora sé que me esta vacilando, y que no tiene ninguna intención de ayudarme a buscarla.
—Jumm... entonces adiós —le digo, dándome la vuelta.
Otra de esas terceras personas que no quieren ayudarme en la búsqueda de mi amiga. Su mano me coge del brazo desnudo, obligándome a mirarle otra vez. Su tacto es firme y seco, sin temperatura. Quizás sea por la bebida, que ha embriagado todos mis sentidos.
—Oye guapa —dice— no tienes porque irte.
—¿Vas a darme información? —cuestiono, de manera que levanto una ceja y me siento desafiante.
—¿Quién te ha dicho que yo tengo esa información con la que estas desesperada?
Su tono me deja claro que quiere algo de mi, porque la información que tiene me sirve.
Pero podría ser un farol me recuerda mi mente, haciéndome dudar.
Quizás, tenga razón. Mis músculos se tensan cuando una figura con cabello rubio se pasea por las luces verdes de la discoteca. Reconocería esa manera de andar en cualquier parte. Niall. Entrecierro los ojos, al verla acompañada de tres personas más. Una de ellas, es la chica rubia de la otra noche. Esta vez, su cabello esta recogida en una coleta alta, acentuando sus pómulos perfectos; la otra chica, es alta de cabello castaño claro, suelto en ondas por el pecho y el chico, es el del pelo rizado y ojos esmeraldas.
El morocho que se encuentra enfrente mía, también se vigila a el grupo de chicos que acaba de entrar. Puedo ver la tensión en sus fuertes hombros y la ligera presión que aprieta su mándibula perfecta.
—Jum... —se gira, y miro sus ojos. Estan llenos de alarma—. Me tengo que ir. Un placer haberte visto, My Lady —me coge la mano y le planta un beso, para después guiñarme el ojo y desaparecer entre la masa de gente.
Le miro, y arrugo el ceño.
Bicho raro le llamo mentalmente, confundida por su extraña reacción al ver a Niall y su panda.
Siento como mis mejillas se enrojecen, al recordar la otra noche, cuando casi tengo sexo con él. La manera en la que se veía tan sexy atado a los barrotes de mi cama y sus ojos me miraban con diversión acumulada, y algo más. Me giro, y aliso mi cabello, y mi vestido. Deseo que no me vea. Noto que mis ojos bizquean ante el vaso vacio de alcohol.
—¿Quieres otra copa? —me pregunta el barman.
Entrecierro los ojos, y serpenteo hasta la silla. Debería de dejar esto en las manos de la policia.
—Um... Claro —le regalo una sonrisa dulce, que él no me tarda en devolver.
Desaparece, y yo cruzo mis piernas, dandole un giro a mi teléfono móvil. Tiene ya dos llamadas perdidas, de Kyle. Arrugo la nariz, irritada. Ayer no fuí a la Universidad, ni tampoco hoy. Seguramente esto se vea en mis calificaciones de fin de trimestre.
Dichosa Charlotte. Desapareces en los peores momentos pienso.
El barman llega, con una botella de licor marrón, con la etiqueta borrosa. Me llena la copa, hasta por lo menos la mitad y me dice:
—Te la llenaría hasta el fondo pero, veo que estas un poco ya discapacitada.
Eso tiene doble sentido. Me sonrojo rápidamente y dejo escapar una sonrisa nerviosa de mis labios, cuando el chico desaparece de mi campo de visión. Rodeo con la mano el vaso, y miro el líquido, examinándolo contra la luz azul blanquecida. Parece translúcido, y las burbujas vuelan. Tiene que llevar gas.
—¿Emborrachándote sola, Caperucita? Es un poco triste, ¿no crees?
La voz me provoca cosquilleo, en toda la piel y los recuerdos resurgen en mi memoria. Me giro, lentamente y me encuentro con su sonrisa lobuna y sus ojos celestes mirándome con astucia y diversión.
—Triste es lo tuyo —miro su atuento con indiferencia—. Jum... ¿te dedicas a acosar a tus victimas o simplemente a mi?
Pasea la lengua por sus labios y se sienta a mi lado, inclinándose levemente.
Sexo Con Niall.
—Tu eres la única —contesta, mirándome con los ojos entrecerrados.
Mi corazón da un vuelco, y me siento totalmente mareada. Quizás por el alcohol que bombardea por mis venas o, tal vez, por la manera inquietante con la que me mira.
—Que afortunada —comento sarcásticamente, rodando los ojos y tomando un trago.
—No deberias de beber tanto si vas a andar sola por Manhattan.
—Claro, no vaya a ser que un pirado rubio teñido me secuestre y me meta en una banda anónima, ¿verdad? —sonrio con veneno—. Sería muy desafortunado para mi —bato las pestañas— y no queremos que Kyle se vuelva loco como yo.
Él pierde color, ligeramente pero intenta disimularlo, con una sonrisa perezosa que resulta atractiva. Apuesto lo que sea a que ha llevado braquets.
—¿Sigues mosqueada?
Levanto las cejas, en señal de sorpresa y paso mi dedo por los labios de la copa.
—Mosqueada es una palabra ahora mismo tan eufemistica —le miro, deteniendo mi dedo—. Dejémoslo en que, no voy a dejar de buscar a mi amiga asi que, deja de pedirle a la gente que me diga cuan peligroso eres —le miro mal—. Yo soy más peligrosa.
Me mira confundido y luego dice:
—Genial, me gustan los retos.
Después, une sus labios con los mios. Es un beso sin lengua, suave. Mi cuerpo se tambalea, hacía atrás, y sus grandes manos me cogen de la cintura, clavándome sus dedos en el hueso de la cintura. Luego, se separa, con una sonrisa en la boca. Noto la adrenalina en mi boca, y mi cuerpo tiembla. Él me mira, con esos ojos celestes y me murmura, al oído:
—Una pena que no tengas unas bonitas esposas —su nariz roza mi lóbulo.
Muerdo mis labios, al sentir como mi sexo se humedece ante sus palabras. Tomo aire por la nariz, y me pongo en pie.
—Tengo que marcharme.
—Espera —me dice, cogiéndome del brazo—. Quiero enseñarte algo.
Jockie.
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