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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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EL MARQUÉS DESNUDO-nick & tu- adaptacion TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: EL MARQUÉS DESNUDO-nick & tu- adaptacion TERMINADA
Cap!! 15
______ se ruborizó y se volvió para encontrarse con el duque de Alvord y el conde de Westbrooke muy cerca.
—Vuestra alteza, no quería decir…
—Por supuesto que usted no quería decir nada, señorita Peterson. —El duque le sonrió, pero su expresión se endureció al mirar al señor Stockley—. Sin embargo, realmente me pregunto qué es lo que quería decir su acompañante.
—Señor Albert Stockley, vuestra alteza; y no quería ofender a nadie, por supuesto. Sólo estaba advirtiendo a la señorita Peterson de un modo general, como amigo.
—Como amigo. Ya veo. —El duque miró a Lord Westbrooke—. Corríjame si me equivoco, Westbrooke, pero creo que la señorita Peterson es amiga de la infancia de Knightsdale, ¿no es verdad? Lo lógico es que sea él quien cuide de que ella no sufra daño alguno mientras esté bajo su techo.
—Así es —concedió Lord Westbrooke.
______ ya había tenido suficiente.
—Oh, basta. —Verdad que el comentario de Stockley le había ofendido, pero no necesitaba que esos dos la defendieran—. Estoy segura de que el señor Stockley sólo estaba tratando de ser un caballero. No hace falta que se aproveche de su importancia.
—Señorita Peterson, usted me ofende. —Había un inocultable brillo en los ojos ambarinos del duque—. Mi importancia es demasiado grande para «aprovecharme de ella».
—Así es —sonrió Lord Westbrooke—. Alvord no es lo suficientemente fuerte para esa tarea. Se ha vuelto demasiado sensible, ahora que es un hombre casado.
—Señor Stockley —dijo ______—, como probablemente habrá supuesto conozco a su alteza y a Lord Westbrooke desde que éramos niños, aunque en aquel entonces ellos apenas notaban mi presencia.
Y tampoco la habían notado demasiado en los últimos años, pensó ______. ¿Por qué ambos estaban a su lado en ese momento?
—Por supuesto que la ignorábamos, señorita Peterson —admitió el duque—. Usted era una chica, y le aseguro que a nosotros no nos interesaban las chicas por aquel entonces.
—Puede agradecerme a mí que la hayan tolerado —dijo Nick. Ya se había despojado de su harén—. Si por ellos hubiese sido, mis dos camaradas la habrían excluido de nuestros juegos.
Stockley había sido hábilmente excluido del grupo. El duque y Lord Westbrooke dieron un pequeño paso al costado, se movieron un poco hacia delante y Stockley desapareció detrás de la altura de ambos. Tampoco podía compartir los recuerdos juveniles. El círculo se había cerrado, también en cuanto a los temas de conversación y Stockley había quedado decididamente fuera. ______ lo observó vacilar por un momento, luego girar y finalmente alejarse.
—Vuestra alteza, ¿dónde está su esposa? —preguntó la joven.
—Descansando. —El duque sonrió tan ampliamente que parecía un muchacho—. Se cansa con facilidad en estos días.
—Alvord cree ser tan inteligente que ha encontrado la…
—¡Joe! —Nick indicó con la cabeza a ______.
Lord Westbrooke la miró y enrojeció.
—Como estoy seguro que habrá deducido, ______ —dijo Nick—, el duque y la duquesa están esperando su primer hijo.
—Qué maravillosa noticia, vuestra alteza. —______ estaba conmovida por la emoción inocultable del duque—. Espero conocer a su alteza mañana.
—Nicholas. —Lady Beatrice apareció cerca de Nick en compañía de un anciano jorobado—. Es hora de pasar a cenar. Duque, como el hombre de más alto rango aquí, usted va a escoltar a Lady Augusta.
—Será un placer.
Lord Westbrooke resopló.
—Poco prometedor. Lady Augusta parloteará hasta el hartazgo antes de que usted haya terminado su sopa de tortuga.
La mano enjoyada de Lady Beatrice señaló a Lord Westbrooke.
—Y usted, milord, acompañará a Lady Barworth.
—¡A Lady Barworth no! —Las manos de Lord Westbrooke se elevaron como para desviar un golpe, mientras el duque y Nick intentaban sin éxito sofocar la risa—. Tenga piedad, se lo ruego. Soy demasiado joven para soportar informes detallados sobre gota e indigestión.
—Milord, estoy segura de que no es tan terrible.
—Tienes razón, tía —dijo Nick—. Creo que Lady Barworth también habla de las enfermedades de sus nietos.
—Y dicen que el más joven de los Barworth se está recuperando del sarampión —dijo el duque—, así que te espera un verdadero placer, Westbrooke.
—Dios mío. —Lord Westbrooke puso los ojos en blanco.
Lady Beatrice le lanzó una mirada amenazadora.
—Confío en que se comporte, milord.
—Por supuesto. Prometo que intentaré no dormitar durante el informe médico de Lady Barworth y, si no logro mantener a raya a Morfeo durante toda la comida, prometo no roncar. —Lord Westbrooke sonrió abiertamente—. O, por lo menos, no demasiado fuerte.
Lady Beatrice gruñó y se volvió hacia ______.
—Aquí está su acompañante, querida. —Sacudió el brazo del anciano y le gritó al oído—: ESTA ES LA SEÑORITA PETERSON, SEÑOR MAXWELL. USTED LA MANTENDRÁ BIEN ACOMPAÑADA.
—¿Qué? ¿Más delgada? —El señor Maxwell estaba tan encorvado que tenía la cara a tan sólo unos centímetros del pecho de ______—. ¡Sacrilegio! No les quite ni una onza, querida mía.
______ dio un paso atrás antes de que un poco de baba le cayera sobre el corsé.
—Maxwell, te estás propasando. —Nick recordaba a un cielo de tormenta.
El señor Maxwell torció la cabeza para levantar los ojos hacia él.
—¿Cómo? No hace falta ponerse irascible, milord. No sabía que tenía los ojos puestos aquí. —El señor Maxwell resolló riendo ostensiblemente—. El sólo mirar no constituye ofensa, ¿verdad?
—Vamos, Nicholas —dijo Lady Beatrice—. Acompáñame al comedor. Tu señorita Peterson está segura. El pobre señor Maxwell no puede hacer mucho más que mirar.
El señor Maxwell no dio señales de haber oído; en cuanto a ______, estaba segura de tener la cara de un rojo más subido que el vestido de Lady Beatrice. Miró a Nick escoltar a su tía a través de la habitación.
—¿Vamos al comedor? —preguntó el señor Maxwell al pecho de la joven.
—Supongo que no tenemos opción, ¿verdad? —dijo ______, ahuyentando los dedos errantes del señor Maxwell.
—No creo haber visto un vestido como el suyo esta Temporada, señorita Peterson. ¿Quién es su costurera? —Había un brillo malicioso en los ojos saltones de Lady Oldston.
______ forzó una sonrisa.
—La señora Croft; es de por aquí.
—Ya veo.
—Qué pintoresco: aprovechar el… eh… talento local. Nunca lo he hecho. Quizás se ponga de moda. —Lady Dunlee se permitió una sonrisita, lo suficientemente pequeña como para no arrugar sus abultadas mejillas.
—No recuerdo haberla visto en la ciudad, señorita Peterson. —La tercera gorgona, la señora Pelham, bostezó—. Usted debe haber debutado socialmente —hizo una pausa astutamente, enarcó las cejas, y las ventanas de su nariz se ensancharon—, hace ya algunos años.
—Estoy segura de no haberla visto, o a su hermana —dijo Lady Oldston—. Lo recordaría. Estuvimos hace ya tiempo presentando en sociedad a nuestra querida Amanda.
La querida Amanda parecía el resultado del cruce entre un caballo y un sapo, de ojos saltones y dentuda (igualita a su madre).
—Y yo, a Lady Caroline.
Lady Dunlee puso un ligero énfasis en el título de su hija. Lady Oldston se sonrojó. Ella era simplemente la esposa de un barón; Lady Dunlee era una condesa.
Y Lady Caroline era más redonda que su madre. En ese momento hablaba en susurros con la señorita Oldston junto a las ventanas que daban al jardín.
—Realmente creo que es todo un gesto de magnanimidad por parte de Lord Knightsdale invitar a los vecinos —dijo la señora Pelham—. ¿No le parece, señorita Peterson? Para usted esto debe de ser todo un lujo.
______ gruñó —cortésmente, esperaba—. Las damas parecían no esperar nada más coherente que eso de una provinciana como ella.
Si hubiese tenido una pizca de inteligencia, se habría escabullido inmediatamente después de la cena, como lo había hecho Meg, en el trayecto entre el comedor y el salón. Habría sido tan sencillo. Si alguien hubiese preguntado, podría haber argumentado la necesidad de ir a ver a las niñas.
Sonrió, asintiendo vagamente a la siguiente gota de veneno verbal de la señora Pelham.
No se engañaba. Había seguido a las damas al salón con la esperanza de ver otra vez a Nick. ¿Tan estúpida podía ser?
Increíblemente estúpida, concluyó, al sentir saltar su corazón cuando él atravesó el umbral. Sus ojos buscaron los de ella.
Lady Oldston suspiró.
—¿No es sumamente romántico el modo en que Lord Knightsdale, apenas entra a una habitación, busca a mi querida Amanda? Él le ha prestado una especial atención en la ciudad esta Temporada. No me ha sorprendido en absoluto recibir esta invitación.
La señora Pelham rió.
—¡Oh, Lady Oldston, qué gracioso! Usted sabe, por supuesto, que el marqués está interesado sólo en mi Lucinda. No es que Amanda no sea una joven agradable, por supuesto que lo es, pero Lucinda… bueno, mi querido esposo, el señor Pelham ya ha tenido que rechazar a un conde y a un vizconde. —La señora Pelham lanzó un suspiro—. Nos parece que Lucinda aún es demasiado joven para casarse pero mi marido puede consentir en entregar las riendas, por así decirlo, a un caballero tan serio y maduro como Lord Knightsdale.
—Aunque qué lástima lo de las huérfanas —dijo Lady Dunlee—. Tan inconveniente. Quien se case con Knightsdale tendrá que cargar con las mocosas de su hermano.
—Sí, pero para eso están las institutrices, ¿no es así, señorita Peterson? —La señora Pelham sonrió con suficiencia.
______ apretó los dientes. Desearía que el té ya se hubiese servido —el aspecto de la señora Pelham sólo podía mejorar con una taza puesta de sombrero.
—Estoy segura de que Lord Knightsdale espera que cualquier mujer con quien se case trate a sus sobrinas con bondad y consideración.
—¿Y usted sabe lo que piensa Lord Knightsdale, señorita Peterson? —preguntó la señora Pelham—. Qué… raro.
—No deje que el honor de mezclarse con nuestra clase le cree falsas esperanzas, querida mía —aconsejó Lady Oldston—. Tengo entendido que usted no tiene una madre que la guíe, aunque a su avanzada edad… Pero no importa, deje que yo le susurre unas palabras al oído: los marqueses no se casan con institutrices.
—Claro que no —concedió la señora Pelham—. Si anda a la pesca de una proposición, bueno…
—Le hará una proposición, de acuerdo. —Lady Dunlee ahogó una risita—. Le propondrá tener cartablanca.
—Ser amigos «especiales» —dijo Lady Oldston—. Le dará collares, pulseras y también anillos, pero nunca uno de compromiso.
—Ponga los ojos en alguien que esté más a su alcance, querida —dijo Lady Pelham—. Alguien como Stockley, quizás. [que se creen estas? ¬¬]
—Señorita Peterson.
______ levantó la vista. Lady Beatrice estaba junto a la bandeja del té, taza en mano.
—¿Sería tan amable de servir el té?
—Por supuesto. —______ habría ido a cosechar el té con tal de escapar de aquellas arpías—. ¿Me disculpan, señoras?
—¿En qué estaba pensando al sentarse con esa pandilla? —murmuró Lady Beatrice cuando ______ se le acercó.
—Ellas se han sentado conmigo. No tenía ni idea de que fuesen tan desagradables.
—¿Desagradables? —Lady Beatrice resopló—. Si ellas son «desagradables», el viejo Satán es sólo un poquito travieso. Me imagino que no les ha agradado el hecho de que Nicholas la haya escogido a usted para conversar antes de la cena (Nicholas y sus amigos, Alvord y Westbrooke). —Sonrió y se inclinó para acercarse un poco—. Deme las tazas de esas damas, señorita Peterson. Hoy me he levantado un poquito torpe. Quizás el té caliente en sus delanteras derrita sus corazones de hielo.
______ le devolvió la sonrisa.
—Por favor, sea cuidadosa, Lady Beatrice.
—Mucho. ¿Desea que bañe a alguna en particular?
—No podría elegir a cuál de todas prodigarle una atención tan especial.
—¿No? Pues yo sí. Nunca me ha gustado ese particular tono amarillo que lleva Victoria Pelham esta noche. Especialmente en ella, le sienta fatal. Le hace verse como una tartaleta de limón recocida. Le haría un favor animándola a cambiar su atuendo.
_______ sonrió. No esperaba que Lady Beatrice llevara a cabo tan extravagante plan, pero unos minutos después, la señora Pelham lanzó un alarido para nada propio de una dama.
—¿A mi tía no le ha gustado algo de lo que dijo la señora Pelham? —preguntó Nick mientras cogía una taza de té de la bandeja de ______.
—Creo que lo que no le ha gustado es la elección del color.
Echaron una ojeada a las damas. En medio de sus esfuerzos por secar la delantera de la señora Pelham, Lady Beatrice se las había ingeniado para derramar té también sobre Lady Oldston y Lady Dunlee.
—Tiene razón. El amarillo no le sienta bien a la señora Pelham.
______ rió entre dientes.
—Lord Knightsdale. —La señorita Haverford elevó hacia Nick una sonrisa con hoyuelos—. ¿Sería tan amable de pasar las páginas de mi partitura?
—Será un placer, señorita Haverford. En un momento estoy con usted.
—La señorita Haverford parece una joven muy agradable.
______ trataba de tragarse los celos. La señorita Haverford tenía diecisiete años, hermosos tirabuzones dorados, ojos de un azul profundo y dulces. Además era hija de un vizconde.
—Una joven dama muy agradable, como Meg.
______ sonrió abiertamente.
—No sé si alguien usaría esas palabras para describir a Meg. No es que no sea agradable, joven y una dama, por supuesto, pero esas no son las primeras palabras que me vienen a la mente cuando pienso en mi hermana.
—¿No? ¿Y qué palabras le vienen a la mente?
—No lo sé. —______ frunció el ceño—. Inteligente. Resuelta. Testaruda.
Nick rió.
—Suena exactamente como una hermana mayor. —Bajó la voz—. Necesito hablar con usted, ______. Reúnase conmigo en el jardín de invierno cuando se hayan retirado las damas, ¿quiere?
—Eso suena muy indecoroso.
—Aunque no lo sea. Pero no se preocupe: quiero hablar sobre Isabelle y Claire.
______ se ruborizó y se volvió para encontrarse con el duque de Alvord y el conde de Westbrooke muy cerca.
—Vuestra alteza, no quería decir…
—Por supuesto que usted no quería decir nada, señorita Peterson. —El duque le sonrió, pero su expresión se endureció al mirar al señor Stockley—. Sin embargo, realmente me pregunto qué es lo que quería decir su acompañante.
—Señor Albert Stockley, vuestra alteza; y no quería ofender a nadie, por supuesto. Sólo estaba advirtiendo a la señorita Peterson de un modo general, como amigo.
—Como amigo. Ya veo. —El duque miró a Lord Westbrooke—. Corríjame si me equivoco, Westbrooke, pero creo que la señorita Peterson es amiga de la infancia de Knightsdale, ¿no es verdad? Lo lógico es que sea él quien cuide de que ella no sufra daño alguno mientras esté bajo su techo.
—Así es —concedió Lord Westbrooke.
______ ya había tenido suficiente.
—Oh, basta. —Verdad que el comentario de Stockley le había ofendido, pero no necesitaba que esos dos la defendieran—. Estoy segura de que el señor Stockley sólo estaba tratando de ser un caballero. No hace falta que se aproveche de su importancia.
—Señorita Peterson, usted me ofende. —Había un inocultable brillo en los ojos ambarinos del duque—. Mi importancia es demasiado grande para «aprovecharme de ella».
—Así es —sonrió Lord Westbrooke—. Alvord no es lo suficientemente fuerte para esa tarea. Se ha vuelto demasiado sensible, ahora que es un hombre casado.
—Señor Stockley —dijo ______—, como probablemente habrá supuesto conozco a su alteza y a Lord Westbrooke desde que éramos niños, aunque en aquel entonces ellos apenas notaban mi presencia.
Y tampoco la habían notado demasiado en los últimos años, pensó ______. ¿Por qué ambos estaban a su lado en ese momento?
—Por supuesto que la ignorábamos, señorita Peterson —admitió el duque—. Usted era una chica, y le aseguro que a nosotros no nos interesaban las chicas por aquel entonces.
—Puede agradecerme a mí que la hayan tolerado —dijo Nick. Ya se había despojado de su harén—. Si por ellos hubiese sido, mis dos camaradas la habrían excluido de nuestros juegos.
Stockley había sido hábilmente excluido del grupo. El duque y Lord Westbrooke dieron un pequeño paso al costado, se movieron un poco hacia delante y Stockley desapareció detrás de la altura de ambos. Tampoco podía compartir los recuerdos juveniles. El círculo se había cerrado, también en cuanto a los temas de conversación y Stockley había quedado decididamente fuera. ______ lo observó vacilar por un momento, luego girar y finalmente alejarse.
—Vuestra alteza, ¿dónde está su esposa? —preguntó la joven.
—Descansando. —El duque sonrió tan ampliamente que parecía un muchacho—. Se cansa con facilidad en estos días.
—Alvord cree ser tan inteligente que ha encontrado la…
—¡Joe! —Nick indicó con la cabeza a ______.
Lord Westbrooke la miró y enrojeció.
—Como estoy seguro que habrá deducido, ______ —dijo Nick—, el duque y la duquesa están esperando su primer hijo.
—Qué maravillosa noticia, vuestra alteza. —______ estaba conmovida por la emoción inocultable del duque—. Espero conocer a su alteza mañana.
—Nicholas. —Lady Beatrice apareció cerca de Nick en compañía de un anciano jorobado—. Es hora de pasar a cenar. Duque, como el hombre de más alto rango aquí, usted va a escoltar a Lady Augusta.
—Será un placer.
Lord Westbrooke resopló.
—Poco prometedor. Lady Augusta parloteará hasta el hartazgo antes de que usted haya terminado su sopa de tortuga.
La mano enjoyada de Lady Beatrice señaló a Lord Westbrooke.
—Y usted, milord, acompañará a Lady Barworth.
—¡A Lady Barworth no! —Las manos de Lord Westbrooke se elevaron como para desviar un golpe, mientras el duque y Nick intentaban sin éxito sofocar la risa—. Tenga piedad, se lo ruego. Soy demasiado joven para soportar informes detallados sobre gota e indigestión.
—Milord, estoy segura de que no es tan terrible.
—Tienes razón, tía —dijo Nick—. Creo que Lady Barworth también habla de las enfermedades de sus nietos.
—Y dicen que el más joven de los Barworth se está recuperando del sarampión —dijo el duque—, así que te espera un verdadero placer, Westbrooke.
—Dios mío. —Lord Westbrooke puso los ojos en blanco.
Lady Beatrice le lanzó una mirada amenazadora.
—Confío en que se comporte, milord.
—Por supuesto. Prometo que intentaré no dormitar durante el informe médico de Lady Barworth y, si no logro mantener a raya a Morfeo durante toda la comida, prometo no roncar. —Lord Westbrooke sonrió abiertamente—. O, por lo menos, no demasiado fuerte.
Lady Beatrice gruñó y se volvió hacia ______.
—Aquí está su acompañante, querida. —Sacudió el brazo del anciano y le gritó al oído—: ESTA ES LA SEÑORITA PETERSON, SEÑOR MAXWELL. USTED LA MANTENDRÁ BIEN ACOMPAÑADA.
—¿Qué? ¿Más delgada? —El señor Maxwell estaba tan encorvado que tenía la cara a tan sólo unos centímetros del pecho de ______—. ¡Sacrilegio! No les quite ni una onza, querida mía.
______ dio un paso atrás antes de que un poco de baba le cayera sobre el corsé.
—Maxwell, te estás propasando. —Nick recordaba a un cielo de tormenta.
El señor Maxwell torció la cabeza para levantar los ojos hacia él.
—¿Cómo? No hace falta ponerse irascible, milord. No sabía que tenía los ojos puestos aquí. —El señor Maxwell resolló riendo ostensiblemente—. El sólo mirar no constituye ofensa, ¿verdad?
—Vamos, Nicholas —dijo Lady Beatrice—. Acompáñame al comedor. Tu señorita Peterson está segura. El pobre señor Maxwell no puede hacer mucho más que mirar.
El señor Maxwell no dio señales de haber oído; en cuanto a ______, estaba segura de tener la cara de un rojo más subido que el vestido de Lady Beatrice. Miró a Nick escoltar a su tía a través de la habitación.
—¿Vamos al comedor? —preguntó el señor Maxwell al pecho de la joven.
—Supongo que no tenemos opción, ¿verdad? —dijo ______, ahuyentando los dedos errantes del señor Maxwell.
—No creo haber visto un vestido como el suyo esta Temporada, señorita Peterson. ¿Quién es su costurera? —Había un brillo malicioso en los ojos saltones de Lady Oldston.
______ forzó una sonrisa.
—La señora Croft; es de por aquí.
—Ya veo.
—Qué pintoresco: aprovechar el… eh… talento local. Nunca lo he hecho. Quizás se ponga de moda. —Lady Dunlee se permitió una sonrisita, lo suficientemente pequeña como para no arrugar sus abultadas mejillas.
—No recuerdo haberla visto en la ciudad, señorita Peterson. —La tercera gorgona, la señora Pelham, bostezó—. Usted debe haber debutado socialmente —hizo una pausa astutamente, enarcó las cejas, y las ventanas de su nariz se ensancharon—, hace ya algunos años.
—Estoy segura de no haberla visto, o a su hermana —dijo Lady Oldston—. Lo recordaría. Estuvimos hace ya tiempo presentando en sociedad a nuestra querida Amanda.
La querida Amanda parecía el resultado del cruce entre un caballo y un sapo, de ojos saltones y dentuda (igualita a su madre).
—Y yo, a Lady Caroline.
Lady Dunlee puso un ligero énfasis en el título de su hija. Lady Oldston se sonrojó. Ella era simplemente la esposa de un barón; Lady Dunlee era una condesa.
Y Lady Caroline era más redonda que su madre. En ese momento hablaba en susurros con la señorita Oldston junto a las ventanas que daban al jardín.
—Realmente creo que es todo un gesto de magnanimidad por parte de Lord Knightsdale invitar a los vecinos —dijo la señora Pelham—. ¿No le parece, señorita Peterson? Para usted esto debe de ser todo un lujo.
______ gruñó —cortésmente, esperaba—. Las damas parecían no esperar nada más coherente que eso de una provinciana como ella.
Si hubiese tenido una pizca de inteligencia, se habría escabullido inmediatamente después de la cena, como lo había hecho Meg, en el trayecto entre el comedor y el salón. Habría sido tan sencillo. Si alguien hubiese preguntado, podría haber argumentado la necesidad de ir a ver a las niñas.
Sonrió, asintiendo vagamente a la siguiente gota de veneno verbal de la señora Pelham.
No se engañaba. Había seguido a las damas al salón con la esperanza de ver otra vez a Nick. ¿Tan estúpida podía ser?
Increíblemente estúpida, concluyó, al sentir saltar su corazón cuando él atravesó el umbral. Sus ojos buscaron los de ella.
Lady Oldston suspiró.
—¿No es sumamente romántico el modo en que Lord Knightsdale, apenas entra a una habitación, busca a mi querida Amanda? Él le ha prestado una especial atención en la ciudad esta Temporada. No me ha sorprendido en absoluto recibir esta invitación.
La señora Pelham rió.
—¡Oh, Lady Oldston, qué gracioso! Usted sabe, por supuesto, que el marqués está interesado sólo en mi Lucinda. No es que Amanda no sea una joven agradable, por supuesto que lo es, pero Lucinda… bueno, mi querido esposo, el señor Pelham ya ha tenido que rechazar a un conde y a un vizconde. —La señora Pelham lanzó un suspiro—. Nos parece que Lucinda aún es demasiado joven para casarse pero mi marido puede consentir en entregar las riendas, por así decirlo, a un caballero tan serio y maduro como Lord Knightsdale.
—Aunque qué lástima lo de las huérfanas —dijo Lady Dunlee—. Tan inconveniente. Quien se case con Knightsdale tendrá que cargar con las mocosas de su hermano.
—Sí, pero para eso están las institutrices, ¿no es así, señorita Peterson? —La señora Pelham sonrió con suficiencia.
______ apretó los dientes. Desearía que el té ya se hubiese servido —el aspecto de la señora Pelham sólo podía mejorar con una taza puesta de sombrero.
—Estoy segura de que Lord Knightsdale espera que cualquier mujer con quien se case trate a sus sobrinas con bondad y consideración.
—¿Y usted sabe lo que piensa Lord Knightsdale, señorita Peterson? —preguntó la señora Pelham—. Qué… raro.
—No deje que el honor de mezclarse con nuestra clase le cree falsas esperanzas, querida mía —aconsejó Lady Oldston—. Tengo entendido que usted no tiene una madre que la guíe, aunque a su avanzada edad… Pero no importa, deje que yo le susurre unas palabras al oído: los marqueses no se casan con institutrices.
—Claro que no —concedió la señora Pelham—. Si anda a la pesca de una proposición, bueno…
—Le hará una proposición, de acuerdo. —Lady Dunlee ahogó una risita—. Le propondrá tener cartablanca.
—Ser amigos «especiales» —dijo Lady Oldston—. Le dará collares, pulseras y también anillos, pero nunca uno de compromiso.
—Ponga los ojos en alguien que esté más a su alcance, querida —dijo Lady Pelham—. Alguien como Stockley, quizás. [que se creen estas? ¬¬]
—Señorita Peterson.
______ levantó la vista. Lady Beatrice estaba junto a la bandeja del té, taza en mano.
—¿Sería tan amable de servir el té?
—Por supuesto. —______ habría ido a cosechar el té con tal de escapar de aquellas arpías—. ¿Me disculpan, señoras?
—¿En qué estaba pensando al sentarse con esa pandilla? —murmuró Lady Beatrice cuando ______ se le acercó.
—Ellas se han sentado conmigo. No tenía ni idea de que fuesen tan desagradables.
—¿Desagradables? —Lady Beatrice resopló—. Si ellas son «desagradables», el viejo Satán es sólo un poquito travieso. Me imagino que no les ha agradado el hecho de que Nicholas la haya escogido a usted para conversar antes de la cena (Nicholas y sus amigos, Alvord y Westbrooke). —Sonrió y se inclinó para acercarse un poco—. Deme las tazas de esas damas, señorita Peterson. Hoy me he levantado un poquito torpe. Quizás el té caliente en sus delanteras derrita sus corazones de hielo.
______ le devolvió la sonrisa.
—Por favor, sea cuidadosa, Lady Beatrice.
—Mucho. ¿Desea que bañe a alguna en particular?
—No podría elegir a cuál de todas prodigarle una atención tan especial.
—¿No? Pues yo sí. Nunca me ha gustado ese particular tono amarillo que lleva Victoria Pelham esta noche. Especialmente en ella, le sienta fatal. Le hace verse como una tartaleta de limón recocida. Le haría un favor animándola a cambiar su atuendo.
_______ sonrió. No esperaba que Lady Beatrice llevara a cabo tan extravagante plan, pero unos minutos después, la señora Pelham lanzó un alarido para nada propio de una dama.
—¿A mi tía no le ha gustado algo de lo que dijo la señora Pelham? —preguntó Nick mientras cogía una taza de té de la bandeja de ______.
—Creo que lo que no le ha gustado es la elección del color.
Echaron una ojeada a las damas. En medio de sus esfuerzos por secar la delantera de la señora Pelham, Lady Beatrice se las había ingeniado para derramar té también sobre Lady Oldston y Lady Dunlee.
—Tiene razón. El amarillo no le sienta bien a la señora Pelham.
______ rió entre dientes.
—Lord Knightsdale. —La señorita Haverford elevó hacia Nick una sonrisa con hoyuelos—. ¿Sería tan amable de pasar las páginas de mi partitura?
—Será un placer, señorita Haverford. En un momento estoy con usted.
—La señorita Haverford parece una joven muy agradable.
______ trataba de tragarse los celos. La señorita Haverford tenía diecisiete años, hermosos tirabuzones dorados, ojos de un azul profundo y dulces. Además era hija de un vizconde.
—Una joven dama muy agradable, como Meg.
______ sonrió abiertamente.
—No sé si alguien usaría esas palabras para describir a Meg. No es que no sea agradable, joven y una dama, por supuesto, pero esas no son las primeras palabras que me vienen a la mente cuando pienso en mi hermana.
—¿No? ¿Y qué palabras le vienen a la mente?
—No lo sé. —______ frunció el ceño—. Inteligente. Resuelta. Testaruda.
Nick rió.
—Suena exactamente como una hermana mayor. —Bajó la voz—. Necesito hablar con usted, ______. Reúnase conmigo en el jardín de invierno cuando se hayan retirado las damas, ¿quiere?
—Eso suena muy indecoroso.
—Aunque no lo sea. Pero no se preocupe: quiero hablar sobre Isabelle y Claire.
Pily....
Re: EL MARQUÉS DESNUDO-nick & tu- adaptacion TERMINADA
como odio a esas brujasss
siguelaa me encanta
siguelaa me encanta
#Fire Rouge..*
Re: EL MARQUÉS DESNUDO-nick & tu- adaptacion TERMINADA
Me encantoo jajajaja
Esas mujeres son unas brujas!!
Esas mujeres son unas brujas!!
maiih* [:
Re: EL MARQUÉS DESNUDO-nick & tu- adaptacion TERMINADA
hay chikas mñn les subire mas aora tengo
sueño ya que no pude dormir nada anoche
asiske mñn les subo dos cap
se cuidan y comenten mass!!!!!!
:hug:
sueño ya que no pude dormir nada anoche
asiske mñn les subo dos cap
se cuidan y comenten mass!!!!!!
:hug:
Pily....
Re: EL MARQUÉS DESNUDO-nick & tu- adaptacion TERMINADA
Haha! Si esas damas supieran qe ese es el amor de Nick haha
Siguelaaa! Esta buenisimaaa!
Siguelaaa! Esta buenisimaaa!
Ruth Esther<3
Re: EL MARQUÉS DESNUDO-nick & tu- adaptacion TERMINADA
aki les dejo dos cap!!
Cap!!! 16
—Y no puede esperar hasta mañana. —______ vio a la señorita Haverford sentada al piano, haciendo señas en dirección a ellos—. Creo que la señorita Haverford se está impacientando.
—Eso parece. —Nick le devolvió el gesto—. No, no puede esperar. ¿Me promete que se reunirá conmigo?
______ lanzó un suspiro.
—Está bien.
______ esperó entre las sombras del jardín de invierno. Aspiró el perfume húmedo y cálido de la tierra y de la naturaleza en crecimiento. La densa vegetación amortiguaba los sonidos, dando una sensación de privacidad.
Eso era una locura. Debería estar arriba, en su habitación.
Oyó pasos en el sendero y se camufló entre las plantas. ¿Y si alguien la descubría allí? ¿Cómo explicaría el estar al acecho entre el follaje?
—¿______?
En la oscuridad, la voz de Nick tenía un sonido aún más grave y recio.
—¿Sí?
—Ah.
Le tomó la mano, atrayéndola hacia el corazón del oscuro jardín de invierno.
—Milord, íbamos a hablar sobre sus sobrinas.
—Ssh. Hablaremos… dentro de un momento. No quiero que me encuentre ninguna de las jóvenes o de sus madres.
______ lo imitó y bajó la voz.
—Pensaba que todas se habían retirado a descansar.
—Se supone que lo han hecho, pero las precauciones nunca están de más. —Nick se paró debajo de las ramas de un árbol alto plantado en una maceta—. Esto servirá.
No se había molestado en soltarle la mano. Ella dio un ligero tirón para intentar liberarse y él aumentó la presión de sus dedos, atrayéndola hacia su cuerpo.
Era algo tan íntimo, estar de pie con él a la luz de la luna, ocultos entre las hojas. Ella aspiró el perfume de jabón y piel mezclado con el olor cálido y húmedo de la tierra y las flores.
—Milord, esto es un poco indecoroso.
—Humm. Sólo un poco, señorita Peterson y mucho menos indecoroso de lo que a mí me gustaría que fuera.
La mente de ______ le ordenaba que retrocediera, pero su cuerpo se negaba a obedecer.
—¿De qué quería hablar, milord?
—Nick.
—Milord.
Su boca se curvó en una sonrisa, su preciosa boca que estaba sólo unos centímetros por encima de la de ella.
—Si insiste en llamarme «milord», ______, tendré que persuadirla nuevamente de que use mi nombre de pila. ¿Recuerda cómo logré esa hazaña ayer, en el carrocín? [oajajaojaooajoaj xD :cara_diablo:]
¿Acaso podría olvidarlo? Todo su cuerpo, desde las uñas de los pies hasta la punta del pelo terriblemente rizado, le dolía de vergüenza al recordar esos labios sobre los suyos.
—Nick, entonces. Usted quería hablar acerca de Isabelle y Claire.
—Humm.
Lentamente, delineó los labios de ______ con la punta del dedo, cuya piel era ligeramente áspera, seca, cálida. Los labios se estremecieron y el calor se acumuló en la parte inferior de su cuerpo. Retrocedió, soltándose de un tirón.
—Lord Knightsdale, usted quería hablar de sus sobrinas.
Él sonrió abiertamente.
—Bueno, así es, pero también quería besarla, ______. Ayer realmente disfruté de la sensación que me produjo hacerlo, ¿usted no?
______ no tenía intención de responder a esa pregunta.
—¿Qué pasa con sus sobrinas?
Nick suspiró.
—Sólo deseaba sugerirle que las lleváramos a pescar por la mañana. Podemos ir al arroyo y volver a casa antes de que cualquiera de mis invitados despierte. Creo que Isabelle y Claire disfrutarían y a mí me daría la oportunidad de compartir un momento con ellas antes de tener que reunirme con el administrador y empezar a cumplir mis deberes como anfitrión.
—Eso sería maravilloso. —______ sonrió. Si Nick pasaba tiempo con las niñas, las conocía mejor, las cuidaba, sería más difícil que las dejara. Ellas necesitaban que él fuese parte de sus vidas—. Estoy segura de que les encantaría. Dudo que hayan ido de pesca alguna vez.
—¿Nunca? Qué lástima.
—Pero no necesitáis que os acompañe.
—Claro que sí, ______. Seguramente las niñas se sentirían mucho más cómodas en su compañía. A mí prácticamente no me conocen. —Le dirigió una sonrisa ladeada—. Y también yo me sentiría más cómodo si usted estuviera allí. No tengo demasiada práctica en el trato con niñitas.
Pero solía tenerla, pensó ______. Solía saber exactamente cómo hacer sentir cómoda a cualquier persona. Probablemente aún conservaba esa capacidad. Pero se daba cuenta de que él y las niñas de verdad podían llegar a sentirse incómodos. Y con toda franqueza, le agradaba mucho la idea de estar al aire libre, en la quietud de las primeras horas de la mañana, con la única compañía de Nick, Isabelle y Claire.
Se negó a examinar cuál era la razón exacta de ese sentimiento.
—Está bien, milord. ¿A qué hora y dónde nos encontramos?
—Yo la buscaré en su habitación. No me mire así, no habrá un alma en pie para verme, así que no vamos a escandalizar a nadie.
—¿Y la servidumbre?
—No entraré en su cuarto, ______. Le hablaré a través de la puerta, si eso está más de acuerdo con su idea del decoro.
—Muy bien. —Sin duda, un plan así no podía tener nada de indecoroso. Ella era la institutriz provisional de las niñas, y una solterona de veintiséis años—. Entonces creo que me retiraré a descansar, Lord Knightsdale, ya que me levantaré de nuevo tan pronto.
______ vio relucir los dientes de él en la oscuridad.
—¿Aún le teme a las arañas, ______?
—¿Arañas? —______ tragó saliva y bajó la voz. Aguzó el oído, pero no percibió ningún ruido de pasos acercándose. Si hubiese habido alguien cerca, habría oído el chillido involuntario que acababa de dar. No le asustaban los gusanos o los escarabajos, ni los bichos en general, pero nunca había podido dominar su aversión hacia las arañas—. ¿Por qué menciona a las arañas?
—Uno de los inconvenientes de concertar una cita secreta entre los arbustos, querida, es que ocasionalmente uno debe ser anfitrión (o anfitriona, en este caso) de huéspedes que no han sido invitados. Permítame.
Nick sacudió una gran araña negra del corsé de la joven. Al verla, ella lanzó un grito —que no tenía nada que ver con los dedos de Nick rozándole los pechos—. Afortunadamente, su vestido tenía un cuello muy alto, no había posibilidad alguna de que arañas —o dedos— llegasen demasiado lejos si se desviaban por allí.
Nunca antes su miedo a las arañas le había hecho estremecer los pechos de ese modo tan extraño.
Nick sostenía la repugnante criatura por encima de la cabeza de ella.
—¿La dejo caer por su espalda? —preguntó, riendo—. Aún recuerdo con cuánta fuerza gritó (y qué salto pegó) cuando Joe le dejó caer aquella araña en la espalda siendo niños.
—Sólo deshágase de ella, por favor. —______ se volvió y retrocedió hacia él, sin despegar los ojos de la mano de Nick. Decididamente, no le gustaban las arañas.
—Por supuesto, cariño. —Con un movimiento rápido arrojó la criatura hacia los arbustos y rodeó con sus brazos la cintura de la joven, atrayéndola contra su cuerpo, en un estrecho abrazo. ______ sintió sobre el cuello la tibieza de su aliento—. ¿Quiere que me asegure de que ningún otro monstruo maligno haya decidido invitarse a dar un paseo sobre su cuerpo?
—Sólo le temo a las arañas.
Las palabras apenas lograron salir de su boca. La ancha mano derecha de Nick ya descendía por su falda. Por fortuna no se detuvo sobre esa zona cuyo repentino calor y humedad la habían sobresaltado. Sus rodillas temblaban, pero el brazo izquierdo de él la mantenía erguida, pegada contra su cuerpo en la seguridad de un abrazo.
No podía respirar. La mano de él se movió de la falda a la parte de arriba del vestido. Sintió sobre los senos la presión de la palma; los dedos se demoraban delineando las curvas.
Sus pezones se endurecieron, como anhelantes brotes.
Estaba segura de que debería haberse sentido mortificada al ver la mano de un hombre sobre su vestido, al sentirla. Pero el calor que la invadía en oleadas no se parecía a la mortificación. Sentía el más escandaloso deseo, necesidad, de sentir una mano de hombre sobre su piel desnuda.
Gimió.
La hizo girar hacia él y ella se entregó a su abrazo, buscando aferrarse a sus hombros. Era maravilloso tocar ese cuerpo duro. Sentía sobre su vientre la presión de un bulto que le intrigaba y se frotó contra él. Si tan sólo estuviese un poco más abajo. Si tan sólo presionara la zona que más anhelaba ese contacto.
—Dios, ______.
Nick separó los dedos de una mano sobre su trasero, apretándola aún más contra sí. Con la otra mano abarcó el contorno inferior de su cara y le acarició la sensible piel justo detrás de la oreja mientras con el pulgar le empujaba suavemente hacia abajo el labio inferior. La joven dejó escapar su aliento en un suspiro. Luego abrió ligeramente la boca, humedeciéndose los labios, que también necesitaban que él los tocara.
Y él los tocó. Su boca se movió sobre la de ______, chupando, lamiendo, jugando a rozarla y escapar. Era enloquecedor. Ella necesitaba más —más presión, más movimiento, más… no sabía qué—. Dejó escapar otro gemido.
Esa señal bastó para que el deseo que no podía poner en palabras le fuera concedido. La lengua de él le llenó la boca, igual que el día anterior. Le apretó el trasero con ambas manos, atrayéndola hacia él, ascendiendo luego sobre su cintura y los costados de sus pechos. Se detuvieron un momento allí, antes de continuar deslizándose sobre la espalda y ascender hasta hundirse en su cabello.
Ella también necesitaba tocarlo. Deslizó las manos por debajo del abrigo que se interponía, sólo para encontrarse con un chaleco. Dejó que sus dedos resbalaran hasta la espalda de él y vagaran hacia abajo hasta sentir el agradable contacto de sus pantalones. Exploró las curvas musculosas de esa zona.
—Querida —susurró él, con voz temblorosa—, me encanta esto, pero me temo que es mejor que nos detengamos. El suelo del jardín de invierno no sería una cama confortable.
—¿Cómo? —A ______ le costaba pensar. Todo lo que quería era sentir. Deslizó los dedos sobre la parte inferior del cuerpo de Nick, hasta encontrar el bul…
Dejó caer las manos, sintiendo que le escocían. ¿Qué la había impulsado a hacer eso? Se apretó contra el pecho de Nick.
—Yo…
—Ssh. —Nick posó un dedo sobre los labios de la joven.
—Pero tenía mis manos sobre… Estaba tocando su… —______ aspiró con fuerza—. Me disculpo, milord, por mí extremada… eh… —______ no podía ni empezar a pensar en las palabras para describir lo que acababa de hacer—. Bueno, le ruego me disculpe, Lord Knightsdale.
Nick se echó a reír.
—No se disculpe, señorita Peterson. Ha sido un placer tener sus manos en mí…
______ gimió muerta de vergüenza.
—Y puede que usted recuerde que mis manos estaban en su hermoso…
—¡No lo diga!
Nick rió por lo bajo.
—Está bien, no lo diré… esta vez. Pero sepa que he disfrutado cada instante de nuestro encuentro, tanto lo que han hecho sus manos como lo que han hecho las mías, y que espero repetir la experiencia, pero sin la enojosa presencia de la ropa y en el entorno más confortable de mi alcoba.[oajajoajaojjaja xD asi de corta xD]
—¡Lord Knightsdale!
—Nick. Por favor, ______. Cada vez que me llama Knightsdale, espero volverme y ver a mi hermano detrás… una sensación especialmente desconcertante tras un encuentro bastante íntimo.
—Oh. Eh. Sí. Ya veo.
______ no veía nada, excepto a sí misma, desnuda en la cama de Nick. Con él, desnudo como un bebé. Pero él no era una criatura. Jesús, claro que no. Su imaginación no alcanzaba a completar los detalles de ese cuadro, pero lo que había vislumbrado de su cuerpo la noche de la caza del fantasma de Nana le ayudaba a hacer un boceto. Sus hombros. Los músculos abultados de sus brazos. El vello que le oscurecía el pecho. Los músculos marcados de sus piernas. Los muslos…
Deseaba sentir su piel contra la de ella. Quería deslizar los dedos sobre la musculosa extensión debajo de sus pantalones. Sentía deseos de ver ese interesante bulto contra el que había frotado su vientre.
Temía estar jadeando. Tragó saliva y se enderezó, intentando escuchar lo que decía Nick.
—Seguramente recuerda que le sugerí que nos casáramos. Usted no aceptó la propuesta (al menos creo que ese fue el meollo de su respuesta cuando arrojó ese perro de porcelana en dirección a mi cabeza). ¿Le gustaría reconsiderar su respuesta ahora?
—No. —______ no estaba en condiciones de pensar cosa alguna. Todo su cuerpo anhelaba, palpitaba y… en fin, indudablemente era incapaz de cualquier pensamiento racional—. No. Yo, eh… No. Creo que me retiraré. A mi cuarto. Sola.
Nick colocó sobre su brazo la mano de ______ y la escoltó fuera del jardín de invierno. Se veía claramente que la joven había estado ocupada en algunas actividades interesantes entre los arbustos; pero a él no le preocupaba que ese desaliño pudiera ser objeto de comentarios. Todos los demás ya se habían retirado a sus habitaciones.
Y, francamente, si alguien los veía, tanto mejor. Sería comprometedor para ella, por lo que se vería obligada a casarse con él. En ese momento, ya no le importaba cómo llegase ella a compartir su cama, siempre y cuando llegase… pronto.
Dios, nunca antes había estado tan cerca de perder el control como hacía un momento. De haber tenido un sofá cerca, probablemente no se habría detenido. Por cierto que ______ tampoco se había esforzado en poner un freno a la situación.
La observó mientras subían las escaleras. Tenía la barbilla levantada, los ojos fijos hacia delante. Se esforzaba en ignorarlo. Se la veía tan distante, tan dueña de sí misma… pero hacía sólo unos instantes había respondido de un modo tan ardiente. Se mordió los labios para reprimir un gemido al evocar ese hermoso cuerpo contra el suyo. Dios, al sentir sobre su pantalón las manos de ella…
Su única intención había sido hablar de la pesca del día siguiente.
Sí, claro.
Llegaron al piso de los dormitorios.
—Hasta mañana, Lord Knightsdale —dijo ______, hablándole a la corbata de Nick.
—La acompaño a su habitación.
Ella levantó la vista y tras mirarlo a la cara como dando pequeños saltitos con los ojos, éstos reanudaron el concienzudo examen de la ropa de Nick.
—No es necesario, milord. —Intentó alejarse, pero él le aprisionó la mano con la suya.
—Concédame ese placer.
Otra vez levantó los ojos de golpe pero ahora había en ellos un destello de pánico.
—Señorita Peterson, por favor. No voy a deshonrarla.
—No pensaba que… Por supuesto que no… Por favor, disculpe si le he dado esa impresión.
—Oh, no diga nada. Va a enredarse más. Supongo que se le puede perdonar que se sienta un tanto inquieta después de nuestras recientes actividades, pero espero que se dé cuenta de que nunca la forzaría a hacer algo que usted no quisiera.
—Por supuesto que no lo haría usted.
—Y allá abajo, cariño, lo que usted ha hecho no ha sido exactamente disuadirme.
______ dejó escapar un sonido estrangulado y abandonó todo intento de liberar su mano.
Nick sonrió mientras caminaban por el corredor. No, llevarla al jardín de invierno había sido una idea insensata y estúpida. No había estado pensando con la cabeza, sino con otra parte de su cuerpo —la que aún palpitaba frustrada—. Era posible que tras despedir a Nick fuese a darse un buen chapuzón en el agua fría del lago.
Al detenerse junto a la puerta de la joven, pensó en besarla otra vez. Si de todos modos se iba a dar el chapuzón, bien podía hacer algo para que su sangre volviese a arder. Era una lástima que el vestido no fuese más adecuado a sus propósitos; el cuello era demasiado alto. Algo con un escote un poco más generoso, que dejase vislumbrar algo de sus senos, le habría complacido mucho más. Le habría costado sólo un momento apartar la tela…
—¿Milord?
—¿Humm?
Cap!!! 16
—Y no puede esperar hasta mañana. —______ vio a la señorita Haverford sentada al piano, haciendo señas en dirección a ellos—. Creo que la señorita Haverford se está impacientando.
—Eso parece. —Nick le devolvió el gesto—. No, no puede esperar. ¿Me promete que se reunirá conmigo?
______ lanzó un suspiro.
—Está bien.
______ esperó entre las sombras del jardín de invierno. Aspiró el perfume húmedo y cálido de la tierra y de la naturaleza en crecimiento. La densa vegetación amortiguaba los sonidos, dando una sensación de privacidad.
Eso era una locura. Debería estar arriba, en su habitación.
Oyó pasos en el sendero y se camufló entre las plantas. ¿Y si alguien la descubría allí? ¿Cómo explicaría el estar al acecho entre el follaje?
—¿______?
En la oscuridad, la voz de Nick tenía un sonido aún más grave y recio.
—¿Sí?
—Ah.
Le tomó la mano, atrayéndola hacia el corazón del oscuro jardín de invierno.
—Milord, íbamos a hablar sobre sus sobrinas.
—Ssh. Hablaremos… dentro de un momento. No quiero que me encuentre ninguna de las jóvenes o de sus madres.
______ lo imitó y bajó la voz.
—Pensaba que todas se habían retirado a descansar.
—Se supone que lo han hecho, pero las precauciones nunca están de más. —Nick se paró debajo de las ramas de un árbol alto plantado en una maceta—. Esto servirá.
No se había molestado en soltarle la mano. Ella dio un ligero tirón para intentar liberarse y él aumentó la presión de sus dedos, atrayéndola hacia su cuerpo.
Era algo tan íntimo, estar de pie con él a la luz de la luna, ocultos entre las hojas. Ella aspiró el perfume de jabón y piel mezclado con el olor cálido y húmedo de la tierra y las flores.
—Milord, esto es un poco indecoroso.
—Humm. Sólo un poco, señorita Peterson y mucho menos indecoroso de lo que a mí me gustaría que fuera.
La mente de ______ le ordenaba que retrocediera, pero su cuerpo se negaba a obedecer.
—¿De qué quería hablar, milord?
—Nick.
—Milord.
Su boca se curvó en una sonrisa, su preciosa boca que estaba sólo unos centímetros por encima de la de ella.
—Si insiste en llamarme «milord», ______, tendré que persuadirla nuevamente de que use mi nombre de pila. ¿Recuerda cómo logré esa hazaña ayer, en el carrocín? [oajajaojaooajoaj xD :cara_diablo:]
¿Acaso podría olvidarlo? Todo su cuerpo, desde las uñas de los pies hasta la punta del pelo terriblemente rizado, le dolía de vergüenza al recordar esos labios sobre los suyos.
—Nick, entonces. Usted quería hablar acerca de Isabelle y Claire.
—Humm.
Lentamente, delineó los labios de ______ con la punta del dedo, cuya piel era ligeramente áspera, seca, cálida. Los labios se estremecieron y el calor se acumuló en la parte inferior de su cuerpo. Retrocedió, soltándose de un tirón.
—Lord Knightsdale, usted quería hablar de sus sobrinas.
Él sonrió abiertamente.
—Bueno, así es, pero también quería besarla, ______. Ayer realmente disfruté de la sensación que me produjo hacerlo, ¿usted no?
______ no tenía intención de responder a esa pregunta.
—¿Qué pasa con sus sobrinas?
Nick suspiró.
—Sólo deseaba sugerirle que las lleváramos a pescar por la mañana. Podemos ir al arroyo y volver a casa antes de que cualquiera de mis invitados despierte. Creo que Isabelle y Claire disfrutarían y a mí me daría la oportunidad de compartir un momento con ellas antes de tener que reunirme con el administrador y empezar a cumplir mis deberes como anfitrión.
—Eso sería maravilloso. —______ sonrió. Si Nick pasaba tiempo con las niñas, las conocía mejor, las cuidaba, sería más difícil que las dejara. Ellas necesitaban que él fuese parte de sus vidas—. Estoy segura de que les encantaría. Dudo que hayan ido de pesca alguna vez.
—¿Nunca? Qué lástima.
—Pero no necesitáis que os acompañe.
—Claro que sí, ______. Seguramente las niñas se sentirían mucho más cómodas en su compañía. A mí prácticamente no me conocen. —Le dirigió una sonrisa ladeada—. Y también yo me sentiría más cómodo si usted estuviera allí. No tengo demasiada práctica en el trato con niñitas.
Pero solía tenerla, pensó ______. Solía saber exactamente cómo hacer sentir cómoda a cualquier persona. Probablemente aún conservaba esa capacidad. Pero se daba cuenta de que él y las niñas de verdad podían llegar a sentirse incómodos. Y con toda franqueza, le agradaba mucho la idea de estar al aire libre, en la quietud de las primeras horas de la mañana, con la única compañía de Nick, Isabelle y Claire.
Se negó a examinar cuál era la razón exacta de ese sentimiento.
—Está bien, milord. ¿A qué hora y dónde nos encontramos?
—Yo la buscaré en su habitación. No me mire así, no habrá un alma en pie para verme, así que no vamos a escandalizar a nadie.
—¿Y la servidumbre?
—No entraré en su cuarto, ______. Le hablaré a través de la puerta, si eso está más de acuerdo con su idea del decoro.
—Muy bien. —Sin duda, un plan así no podía tener nada de indecoroso. Ella era la institutriz provisional de las niñas, y una solterona de veintiséis años—. Entonces creo que me retiraré a descansar, Lord Knightsdale, ya que me levantaré de nuevo tan pronto.
______ vio relucir los dientes de él en la oscuridad.
—¿Aún le teme a las arañas, ______?
—¿Arañas? —______ tragó saliva y bajó la voz. Aguzó el oído, pero no percibió ningún ruido de pasos acercándose. Si hubiese habido alguien cerca, habría oído el chillido involuntario que acababa de dar. No le asustaban los gusanos o los escarabajos, ni los bichos en general, pero nunca había podido dominar su aversión hacia las arañas—. ¿Por qué menciona a las arañas?
—Uno de los inconvenientes de concertar una cita secreta entre los arbustos, querida, es que ocasionalmente uno debe ser anfitrión (o anfitriona, en este caso) de huéspedes que no han sido invitados. Permítame.
Nick sacudió una gran araña negra del corsé de la joven. Al verla, ella lanzó un grito —que no tenía nada que ver con los dedos de Nick rozándole los pechos—. Afortunadamente, su vestido tenía un cuello muy alto, no había posibilidad alguna de que arañas —o dedos— llegasen demasiado lejos si se desviaban por allí.
Nunca antes su miedo a las arañas le había hecho estremecer los pechos de ese modo tan extraño.
Nick sostenía la repugnante criatura por encima de la cabeza de ella.
—¿La dejo caer por su espalda? —preguntó, riendo—. Aún recuerdo con cuánta fuerza gritó (y qué salto pegó) cuando Joe le dejó caer aquella araña en la espalda siendo niños.
—Sólo deshágase de ella, por favor. —______ se volvió y retrocedió hacia él, sin despegar los ojos de la mano de Nick. Decididamente, no le gustaban las arañas.
—Por supuesto, cariño. —Con un movimiento rápido arrojó la criatura hacia los arbustos y rodeó con sus brazos la cintura de la joven, atrayéndola contra su cuerpo, en un estrecho abrazo. ______ sintió sobre el cuello la tibieza de su aliento—. ¿Quiere que me asegure de que ningún otro monstruo maligno haya decidido invitarse a dar un paseo sobre su cuerpo?
—Sólo le temo a las arañas.
Las palabras apenas lograron salir de su boca. La ancha mano derecha de Nick ya descendía por su falda. Por fortuna no se detuvo sobre esa zona cuyo repentino calor y humedad la habían sobresaltado. Sus rodillas temblaban, pero el brazo izquierdo de él la mantenía erguida, pegada contra su cuerpo en la seguridad de un abrazo.
No podía respirar. La mano de él se movió de la falda a la parte de arriba del vestido. Sintió sobre los senos la presión de la palma; los dedos se demoraban delineando las curvas.
Sus pezones se endurecieron, como anhelantes brotes.
Estaba segura de que debería haberse sentido mortificada al ver la mano de un hombre sobre su vestido, al sentirla. Pero el calor que la invadía en oleadas no se parecía a la mortificación. Sentía el más escandaloso deseo, necesidad, de sentir una mano de hombre sobre su piel desnuda.
Gimió.
La hizo girar hacia él y ella se entregó a su abrazo, buscando aferrarse a sus hombros. Era maravilloso tocar ese cuerpo duro. Sentía sobre su vientre la presión de un bulto que le intrigaba y se frotó contra él. Si tan sólo estuviese un poco más abajo. Si tan sólo presionara la zona que más anhelaba ese contacto.
—Dios, ______.
Nick separó los dedos de una mano sobre su trasero, apretándola aún más contra sí. Con la otra mano abarcó el contorno inferior de su cara y le acarició la sensible piel justo detrás de la oreja mientras con el pulgar le empujaba suavemente hacia abajo el labio inferior. La joven dejó escapar su aliento en un suspiro. Luego abrió ligeramente la boca, humedeciéndose los labios, que también necesitaban que él los tocara.
Y él los tocó. Su boca se movió sobre la de ______, chupando, lamiendo, jugando a rozarla y escapar. Era enloquecedor. Ella necesitaba más —más presión, más movimiento, más… no sabía qué—. Dejó escapar otro gemido.
Esa señal bastó para que el deseo que no podía poner en palabras le fuera concedido. La lengua de él le llenó la boca, igual que el día anterior. Le apretó el trasero con ambas manos, atrayéndola hacia él, ascendiendo luego sobre su cintura y los costados de sus pechos. Se detuvieron un momento allí, antes de continuar deslizándose sobre la espalda y ascender hasta hundirse en su cabello.
Ella también necesitaba tocarlo. Deslizó las manos por debajo del abrigo que se interponía, sólo para encontrarse con un chaleco. Dejó que sus dedos resbalaran hasta la espalda de él y vagaran hacia abajo hasta sentir el agradable contacto de sus pantalones. Exploró las curvas musculosas de esa zona.
—Querida —susurró él, con voz temblorosa—, me encanta esto, pero me temo que es mejor que nos detengamos. El suelo del jardín de invierno no sería una cama confortable.
—¿Cómo? —A ______ le costaba pensar. Todo lo que quería era sentir. Deslizó los dedos sobre la parte inferior del cuerpo de Nick, hasta encontrar el bul…
Dejó caer las manos, sintiendo que le escocían. ¿Qué la había impulsado a hacer eso? Se apretó contra el pecho de Nick.
—Yo…
—Ssh. —Nick posó un dedo sobre los labios de la joven.
—Pero tenía mis manos sobre… Estaba tocando su… —______ aspiró con fuerza—. Me disculpo, milord, por mí extremada… eh… —______ no podía ni empezar a pensar en las palabras para describir lo que acababa de hacer—. Bueno, le ruego me disculpe, Lord Knightsdale.
Nick se echó a reír.
—No se disculpe, señorita Peterson. Ha sido un placer tener sus manos en mí…
______ gimió muerta de vergüenza.
—Y puede que usted recuerde que mis manos estaban en su hermoso…
—¡No lo diga!
Nick rió por lo bajo.
—Está bien, no lo diré… esta vez. Pero sepa que he disfrutado cada instante de nuestro encuentro, tanto lo que han hecho sus manos como lo que han hecho las mías, y que espero repetir la experiencia, pero sin la enojosa presencia de la ropa y en el entorno más confortable de mi alcoba.[oajajoajaojjaja xD asi de corta xD]
—¡Lord Knightsdale!
—Nick. Por favor, ______. Cada vez que me llama Knightsdale, espero volverme y ver a mi hermano detrás… una sensación especialmente desconcertante tras un encuentro bastante íntimo.
—Oh. Eh. Sí. Ya veo.
______ no veía nada, excepto a sí misma, desnuda en la cama de Nick. Con él, desnudo como un bebé. Pero él no era una criatura. Jesús, claro que no. Su imaginación no alcanzaba a completar los detalles de ese cuadro, pero lo que había vislumbrado de su cuerpo la noche de la caza del fantasma de Nana le ayudaba a hacer un boceto. Sus hombros. Los músculos abultados de sus brazos. El vello que le oscurecía el pecho. Los músculos marcados de sus piernas. Los muslos…
Deseaba sentir su piel contra la de ella. Quería deslizar los dedos sobre la musculosa extensión debajo de sus pantalones. Sentía deseos de ver ese interesante bulto contra el que había frotado su vientre.
Temía estar jadeando. Tragó saliva y se enderezó, intentando escuchar lo que decía Nick.
—Seguramente recuerda que le sugerí que nos casáramos. Usted no aceptó la propuesta (al menos creo que ese fue el meollo de su respuesta cuando arrojó ese perro de porcelana en dirección a mi cabeza). ¿Le gustaría reconsiderar su respuesta ahora?
—No. —______ no estaba en condiciones de pensar cosa alguna. Todo su cuerpo anhelaba, palpitaba y… en fin, indudablemente era incapaz de cualquier pensamiento racional—. No. Yo, eh… No. Creo que me retiraré. A mi cuarto. Sola.
Nick colocó sobre su brazo la mano de ______ y la escoltó fuera del jardín de invierno. Se veía claramente que la joven había estado ocupada en algunas actividades interesantes entre los arbustos; pero a él no le preocupaba que ese desaliño pudiera ser objeto de comentarios. Todos los demás ya se habían retirado a sus habitaciones.
Y, francamente, si alguien los veía, tanto mejor. Sería comprometedor para ella, por lo que se vería obligada a casarse con él. En ese momento, ya no le importaba cómo llegase ella a compartir su cama, siempre y cuando llegase… pronto.
Dios, nunca antes había estado tan cerca de perder el control como hacía un momento. De haber tenido un sofá cerca, probablemente no se habría detenido. Por cierto que ______ tampoco se había esforzado en poner un freno a la situación.
La observó mientras subían las escaleras. Tenía la barbilla levantada, los ojos fijos hacia delante. Se esforzaba en ignorarlo. Se la veía tan distante, tan dueña de sí misma… pero hacía sólo unos instantes había respondido de un modo tan ardiente. Se mordió los labios para reprimir un gemido al evocar ese hermoso cuerpo contra el suyo. Dios, al sentir sobre su pantalón las manos de ella…
Su única intención había sido hablar de la pesca del día siguiente.
Sí, claro.
Llegaron al piso de los dormitorios.
—Hasta mañana, Lord Knightsdale —dijo ______, hablándole a la corbata de Nick.
—La acompaño a su habitación.
Ella levantó la vista y tras mirarlo a la cara como dando pequeños saltitos con los ojos, éstos reanudaron el concienzudo examen de la ropa de Nick.
—No es necesario, milord. —Intentó alejarse, pero él le aprisionó la mano con la suya.
—Concédame ese placer.
Otra vez levantó los ojos de golpe pero ahora había en ellos un destello de pánico.
—Señorita Peterson, por favor. No voy a deshonrarla.
—No pensaba que… Por supuesto que no… Por favor, disculpe si le he dado esa impresión.
—Oh, no diga nada. Va a enredarse más. Supongo que se le puede perdonar que se sienta un tanto inquieta después de nuestras recientes actividades, pero espero que se dé cuenta de que nunca la forzaría a hacer algo que usted no quisiera.
—Por supuesto que no lo haría usted.
—Y allá abajo, cariño, lo que usted ha hecho no ha sido exactamente disuadirme.
______ dejó escapar un sonido estrangulado y abandonó todo intento de liberar su mano.
Nick sonrió mientras caminaban por el corredor. No, llevarla al jardín de invierno había sido una idea insensata y estúpida. No había estado pensando con la cabeza, sino con otra parte de su cuerpo —la que aún palpitaba frustrada—. Era posible que tras despedir a Nick fuese a darse un buen chapuzón en el agua fría del lago.
Al detenerse junto a la puerta de la joven, pensó en besarla otra vez. Si de todos modos se iba a dar el chapuzón, bien podía hacer algo para que su sangre volviese a arder. Era una lástima que el vestido no fuese más adecuado a sus propósitos; el cuello era demasiado alto. Algo con un escote un poco más generoso, que dejase vislumbrar algo de sus senos, le habría complacido mucho más. Le habría costado sólo un momento apartar la tela…
—¿Milord?
—¿Humm?
Pily....
Re: EL MARQUÉS DESNUDO-nick & tu- adaptacion TERMINADA
Cap!! 17
¿Podría persuadirla esa misma noche de que aceptara su proposición de matrimonio? La puerta de la alcoba estaba justo detrás de ______. ¿Qué podía ser más conveniente? Esa cama podía ser un espléndido escenario para sellar una promesa de casamiento. No necesitaría bañarse durante la medianoche en el agua fría del lago: podría mojar su parte más caliente en la deliciosa y cálida humedad del cuerpo de ______…
—Milord…
… muchas veces. Sin duda una sola no sería suficiente para enfriar su sangre. Pero ella era virgen… Alargó la mano para tocarle la mejilla.
Ella frustró su ademán.
—Lord Knightsdale, preste atención. —Le sacudió la manga—. ¿No huele a humo?
Nick aspiró. El olor acre de ropa de cama chamuscada despejó su mente de cualquier pensamiento lujurioso. Algo, aparte de él, estaba ardiendo.
Nick se sentó en la cama, mirando fijamente la puerta que comunicaba la habitación del marqués con la de la marquesa. O en este caso, la suya con la de ______.
Habían tenido mucha suerte la noche anterior. Una de las doncellas debía haber dejado una vela encendida en la habitación de ______. Algo había hecho caer la vela y el fuego había llegado a la cama. Las llamas no se habían extendido —él mismo las había apagado con la jarra de agua que estaba junto al lavamanos—. No había hecho falta despertar al resto de la casa. La alcoba, sin embargo, no podía usarse, por lo que ______ había tenido que trasladarse a la única cama vacía que quedaba en la casa. La de la marquesa.
La puerta entre ambas alcobas no estaba con llave. No había podido encontrarla. Podía entrar a la habitación de ______ en cualquier momento —y sorprenderla durmiendo, vistiéndose, tomando un baño— y ella podía hacer lo mismo. Pero había aprendido a no esperar milagros.
Se frotó la frente. La noche anterior no había dormido bien, pero desgraciadamente la causa de su insomnio no habían sido lujuriosos sueños donde aparecía ______.
¿Cómo era posible que alguien hubiese encendido y olvidado aquella vela? Le pediría al señor Lambert que hablase con las doncellas. Tales descuidos eran extremadamente peligrosos.
Con un suspiro salió de la cama. Era agradable sentir el frío del alba sobre la piel desnuda.
En realidad, no creía que se hubiese tratado de un descuido de la servidumbre. No, le preocupaba más otra posibilidad.
¿Y si el problema no era que alguien había descuidado esa vela?
Se puso los pantalones. Había examinado el problema desde todos los ángulos y siempre había llegado a la misma conclusión. Alguien había estado en la alcoba de ______. No había otra forma de que la vela hubiese caído al suelo y el fuego no se hubiese propagado al resto de la habitación. En cuestión de minutos la llamarada se habría extendido de la cama a la alfombra y de allí a las cortinas. En la Península había visto incendios devorar casas con increíble rapidez.
Este fuego no podía haber ardido más de unos segundos. ¡Dios! En el mismo momento en que él había estado de pie en el corredor deseando el cuerpo de ______, alguien había estado dentro de la habitación de la joven. Separado de ellos por tan sólo una puerta. Al oírlos había escapado, derribando la vela a su paso, apresurado (o apresurada).
¿Pero cómo había salido? El cuarto tenía solamente una puerta, frente a la que se hallaban ______ y él.
Nick se pasó las manos por el pelo. Lo más importante de esa cuestión era ¿qué le habría sucedido a ______ de no haberla retenido él hasta tarde en el piso de abajo? ¿Y si ella hubiese estado dormida en su cama?
Respiró profundamente, poniéndose la camisa. Eran demasiadas preguntas. Quién, qué, cómo. Pero al menos ahora tenía a ______ casi al alcance de la mano. Si ella gritaba, estaría a su lado en un instante.
Rascó la puerta comunicadora.
—¿______?
No hubo respuesta.
Meditó unos cinco segundos antes de abrir la puerta. La habitación estaba a oscuras. Caminó silenciosamente hacia la cama. ______ estaba allí, con su maraña de rizos esparcida sobre la almohada, cubierta hasta la barbilla por las mantas. Sonreía, como si estuviese en medio de un sueño agradable. Detestaba tener que despertarla, pero los peces no picarían más tarde, y sus invitados por desgracia sí*.
¿Debería despertarla con un beso? No, nunca llegarían al arroyo si la besaba.
—______. —Tomó uno de los rizos esparcidos sobre la almohada y le hizo cosquillas en la nariz.
Ella rezongó y le dio la espalda.
—______, cariño, es hora de levantarse. —Le sacudió el hombro con suavidad.
—Qu… —Sus ojos se abrieron—. Huy —dijo tapándose la cabeza con las sábanas.
Él la destapó hasta la barbilla.
—Acuérdese, dormilona, que íbamos a ir a pescar con Isabelle y Claire.
—Es tan temprano. Y usted no debería estar en mi habitación.
—Ya sé que es temprano, pero se está haciendo tarde si queremos pescar algo. Tiene que levantarse. Vístase y traiga a las niñas. Iré por el equipo de pesca y nos encontraremos junto a la casa de verano, ¿de acuerdo?
______ gruñó.
—Si me voy, ¿volverá a dormirse? —Él sonrió abiertamente—. ¿Debería sacar las sábanas y hacerle cosquillas en los pies?
—No, no. —Lo miró con el ceño fruncido—. Estoy despierta. Váyase.
—¿Está segura? Si me deja plantado ahí afuera, en el frío de la mañana, traeré hasta aquí un gran balde de agua del lago y se lo arrojaré encima.
—No me cabe duda. Ahora váyase.
Al oír a Nick reír por lo bajo con esa risa profunda, ______ sintió algo en la boca del estómago. Bueno, quizás no en el estómago —estaba segura de que ese extraño apetito no tenía que ver con la comida—. Y tenía todo que ver con Nick. No tenía dudas de que él podría satisfacer esa avidez que estaba carcomiendo su… interior. Si ella se lo permitiese, claro.
Nada más oír el ruido del pestillo se arrastró fuera de la cama. ¿Qué haría? Durante la noche se había despertado más de una vez, con las sábanas retorcidas y anudadas, el cuerpo anhelante en zonas que le avergonzaba recordar, la piel ardiendo. Ansiaba el contacto de Nick. Deseaba regresar al jardín de invierno para hacer nuevamente todo lo que habían hecho. Y más.
¿La lujuria sería esto? Siempre había pensado que sólo los hombres eran vulnerables a ese mal, pero aparentemente Nick se las había arreglado para contagiárselo. Resopló. Él le había asegurado al señor Stockley que ella estaba a salvo de sus instintos animales. Pero quizás ahora fuera Nicholas el que estaba en peligro. Y dormir en la alcoba de la marquesa no ayudaba. Era una habitación hermosa y amplia, con una cama también hermosa y amplia y una preciosa puerta comunicadora que no tenía llave. Podía sorprender a Nick cuando quisiera.
Suficiente. Fue hasta el lavamanos y se salpicó agua en la cara. Le agradó sentir el líquido frío sobre su piel caliente. Se vestiría y levantaría a las niñas. Seguro que Prinny querría ir a dar un paseo. No hacía falta tener miedo de que esa mañana se repitiera el incidente del jardín de invierno. Las niñas harían de carabinas. Y ella mantendría bajo estricto control sus propios instintos animales.
Se puso su vestido más viejo y se recogió el pelo descuidadamente, usando horquillas para armar una especie de moño. Completaban el conjunto una pelliza desteñida y un sombrero que había estado considerando regalar a la señorita Russell para el espantapájaros de su jardín.
Salió al corredor y se encaminó al cuarto de las niñas. Simplemente no pensaría en Nick —en Lord Knightsdale— como otra cosa que un contratador temporal. Decididamente, ni siquiera consideraría la posibilidad de aceptar una posición más permanente en Knightsdale. Él no la amaba. Sólo estaba interesado en encontrar una solución conveniente: en ella él tendría una institutriz y una mujer para darle hijos, a quien fácilmente podía plantar en su hacienda y olvidar durante la mayor parte del año. Bueno, pues ella podía tener veintiséis años, ser una solterona, pero no estaba desesperada. Ni tampoco estaba interesada en un título. Dejaría que las muchachas londinenses se disputasen la atención del gran marqués.
Quizás probase qué tal besaba el señor Stockley.
—¡Papá Nick! ¡Nunca había ido a pescar!
______ sonrió al ver a Claire corriendo hacia Nicholas. Él miró a la niña con una amplia sonrisa y ______ sintió una gran tristeza. Claire anhelaba tanto tener un padre… no simplemente alguien a quien llamar papá, sino un hombre que eligiese ser parte de su vida. ¿Nick estaría dispuesto a hacer eso?
No, si lo que planeaba era vivir en Londres y venir al campo sólo para plantar su semilla.
______ se sonrojó a causa de las extrañas sensaciones que le despertaba ese pensamiento. No sabía exactamente cómo se engendraba un hijo, pero estaba bastante segura de la estrecha relación entre el proceso en cuestión y las actividades a las que se habían entregado en el jardín de invierno.
Prinny casi le dislocó un hombro al salir disparado para saludar a Nick.
—¿Es necesario llevarlo con correa? —preguntó Nicholas.
—Si quiero volver a verlo. Una vez que haya gastado un poco de energía lo soltaré, pero si lo hago ahora se irá tras una ardilla y no lo veremos más.
—Bueno, deje que lo lleve yo. Venid, niñas, ¿llevaríais vuestras cañas de pescar para que pueda ayudar con Prinny a la señorita Peterson?
—Por supuesto, tío Nick.
—Sí, sí, papá Nick. Nunca he sostenido una caña de pescar.
—Bien, entonces aquí tenéis. —Repartió las cañas y tomó la correa de Prinny, cambiando a la mano izquierda la cesta para la pesca—. La señorita Peterson y yo solíamos ir a pescar cuando éramos niños, ¿sabéis? La primera vez que vinimos a este remanso, yo era un poco mayor que tú, Isabelle, y la señorita Peterson tenía seis años.
Claire se adelantó, para caminar junto a su tío.
—¿De verdad? ¿Y pescaste algo, papá Nick?
—Yo pesqué algunos, pero la señorita Peterson sólo pescó un resfriado. —Nick rió—. Se cayó al agua y tuve que sacarla.
—Yo creo que me empujaron al agua, milord.
—Bueno, eso nunca quedó claro, ¿verdad? Joe insiste en que usted se tropezó.
—¡Con la ayuda de su pie!
Siguiendo un estrecho sendero de tierra se adentraron en el bosque. Allí el aire era húmedo y más fresco. Un reyezuelo trinó en las ramas más altas. ______ aspiró el aroma limpio y penetrante de los pinos y el olor más suave de las hojas viejas. Oyó el arroyo murmurando sobre las rocas allá arriba.
Había pasado tantas horas de su niñez en esos bosques, siguiendo a ese hombre que ahora reía por algo que había dicho Claire. Hasta Isabelle se había acercado a él.
Nicholas Draysmith había sido nada más que el segundo hijo del marqués, llevando solamente un título de cortesía —que, hasta donde ella sabía, nunca había usado— pero en su meñique había más encanto que en su padre y hermano juntos. Toda la gente lo quería: los granjeros, los tenderos, los niños del pueblo. La pequeña ______ Peterson.
Él le había dejado hacer de Lady Marian cuando jugaban a Robin Hood. O de la princesa Ginebra, ignorada por los Caballeros de la Mesa Redonda, cierto, pero aun así parte del juego. El duque de Alvord y el conde de Westbrooke —en aquel entonces el marqués de Walthingham y el vizconde Manders— la habían tolerado, pero sólo a instancias de Nick. La mayor parte del tiempo se comportaban como si ella fuese invisible, excepto cuando Joe quería reñir con ella. Más de una vez Nick había mediado en las discusiones de ambos y la había rescatado del arroyo cuando se había «tropezado» con el pie de Joe.
—Este lugar es bueno para pescar, ¿no le parece, Lady Claire?
Nick bajó la cesta. Claire corrió hacia la orilla.
—No veo ningún pez, papá Nick.
—¡Por supuesto que no! Los peces son criaturas astutas. No quieren que la gente los atrape, ya sabes.
—¡Porque entonces serán nuestro desayuno! —Claire batía palmas, saltando sobre un pie y el otro—. ¿Podemos desayunar pescado?
—Quizás… si es que atrapamos alguno.
Prinny descubrió una ardilla y comenzó a ladrar como loco.
—Y si es que este perro no ahuyenta a todos los peces. Señorita Peterson, ¿podría ocuparse de Prinny mientras les indico a las niñas cómo se hace?
______ arrastró a Prinny un poco más lejos del arroyo. Por un minuto se oyeron sus ladridos de protesta, pero enseguida encontró algo interesante que olfatear al pie de un abedul.
—¿Quieres que te ayude a poner el cebo en el anzuelo, Isabelle?
—Sí, por favor, tío Nick.
Claire se apoyó contra Nick, observándolo trabajar con el sedal de Isabelle.
—Puaj —dijo arrugando la nariz—. Una lombriz.
—¿Quieres verla más de cerca? —Nick rápidamente acercó la ondulante criatura a la cara de Claire. Con un grito agudo la niña retrocedió bailoteando en medio de risitas.
—No, papá Nick. Las lombrices son babosas.
—¿Entonces no quieres poner el cebo tú sola? Te enseñaré cómo se hace.
—Puedes enseñarme a mí también, tío Nick —dijo Isabelle—. No soy un bebé.
—Yo tampoco soy un bebé. —Claire se puso los pequeños puños en las caderas y le sacó la lengua a su hermana—. Enséñame, papá Nick.
—¡Lady Claire, compórtese, por favor! —dijo Nicholas, con voz risueña—. ¿Qué le ha estado enseñando su institutriz?
—No culpes a la señorita Peterson, tío Nick —dijo Isabelle—. No es su culpa que Claire sea mala.
—No soy mala. —El labio inferior de Claire temblaba—. Mamá Peterson, no soy mala, ¿verdad? Mi madre siempre decía que yo era mala, pero no lo soy.
______ soltó la correa de Prinny y se acercó a abrazar a la niñita.
—Por supuesto que no lo eres, cariño. Y estoy segura de que tu madre tampoco lo decía en serio. Es sólo que a veces los mayores nos ponemos un poco gruñones.
—No, señorita Peterson. —Isabelle clavó en los ojos de ______ una mirada seria—. Mamá… bueno, decía que… quería un niño, ya sabe, para no tener que tener ningún otro bebé.
Claire asintió con la cabeza.
—Si ella hubiese tenido un niño, habría cumplido con su deber.
—Papá necesitaba un heredero, señorita Peterson y ni Claire ni yo podíamos ser su heredero.
Por encima de la cabeza de Claire, _______ encontró la mirada de Nick. Se lo veía tan acongojado como se sentía ella.
—Bueno, ahora yo soy vuestro papá, Isabelle —dijo—. Y me gustáis tal como sois. —Cogió la barbilla de Claire entre sus dedos, inclinándose junto a _______ para mirar a los ojos a la pequeña—. Y tú no eres mala, Lady Claire. Por supuesto que no. Pero sí debes aprender a comportarte. ¿Te imaginas qué diría la gente si la señorita Peterson le sacase la lengua a mi tía?
Claire soltó una risita.
—¡Mamá Peterson nunca haría eso!
—Exacto. Así que tú también debes aprender a no hacerlo, al menos cuando debas usar tus modales formales. Pero antes sólo quería hacerte una broma: no necesitas modales elegantes cuando vas a pescar, ¿verdad?
—¿No? —Los ojos de Claire parecían enormes en su carita.
—No. A los peces no les importa. ¡Pero cuidado con las rabietas! A los peces no les gustan; son demasiado ruidosas. Los ahuyentarías.
—Nada de rabietas —accedió Claire.
Nick soltó la carita de Claire y miró a Isabelle.
—Señorita, creo que antes de empezar esta aburrida conversación sobre modales yo os había ofrecido mostraros cómo poner el cebo en un anzuelo.
Isabelle sonrió.
—Sí, pa… tío Nick.
comenten si quieren mas!!! :D
¿Podría persuadirla esa misma noche de que aceptara su proposición de matrimonio? La puerta de la alcoba estaba justo detrás de ______. ¿Qué podía ser más conveniente? Esa cama podía ser un espléndido escenario para sellar una promesa de casamiento. No necesitaría bañarse durante la medianoche en el agua fría del lago: podría mojar su parte más caliente en la deliciosa y cálida humedad del cuerpo de ______…
—Milord…
… muchas veces. Sin duda una sola no sería suficiente para enfriar su sangre. Pero ella era virgen… Alargó la mano para tocarle la mejilla.
Ella frustró su ademán.
—Lord Knightsdale, preste atención. —Le sacudió la manga—. ¿No huele a humo?
Nick aspiró. El olor acre de ropa de cama chamuscada despejó su mente de cualquier pensamiento lujurioso. Algo, aparte de él, estaba ardiendo.
Nick se sentó en la cama, mirando fijamente la puerta que comunicaba la habitación del marqués con la de la marquesa. O en este caso, la suya con la de ______.
Habían tenido mucha suerte la noche anterior. Una de las doncellas debía haber dejado una vela encendida en la habitación de ______. Algo había hecho caer la vela y el fuego había llegado a la cama. Las llamas no se habían extendido —él mismo las había apagado con la jarra de agua que estaba junto al lavamanos—. No había hecho falta despertar al resto de la casa. La alcoba, sin embargo, no podía usarse, por lo que ______ había tenido que trasladarse a la única cama vacía que quedaba en la casa. La de la marquesa.
La puerta entre ambas alcobas no estaba con llave. No había podido encontrarla. Podía entrar a la habitación de ______ en cualquier momento —y sorprenderla durmiendo, vistiéndose, tomando un baño— y ella podía hacer lo mismo. Pero había aprendido a no esperar milagros.
Se frotó la frente. La noche anterior no había dormido bien, pero desgraciadamente la causa de su insomnio no habían sido lujuriosos sueños donde aparecía ______.
¿Cómo era posible que alguien hubiese encendido y olvidado aquella vela? Le pediría al señor Lambert que hablase con las doncellas. Tales descuidos eran extremadamente peligrosos.
Con un suspiro salió de la cama. Era agradable sentir el frío del alba sobre la piel desnuda.
En realidad, no creía que se hubiese tratado de un descuido de la servidumbre. No, le preocupaba más otra posibilidad.
¿Y si el problema no era que alguien había descuidado esa vela?
Se puso los pantalones. Había examinado el problema desde todos los ángulos y siempre había llegado a la misma conclusión. Alguien había estado en la alcoba de ______. No había otra forma de que la vela hubiese caído al suelo y el fuego no se hubiese propagado al resto de la habitación. En cuestión de minutos la llamarada se habría extendido de la cama a la alfombra y de allí a las cortinas. En la Península había visto incendios devorar casas con increíble rapidez.
Este fuego no podía haber ardido más de unos segundos. ¡Dios! En el mismo momento en que él había estado de pie en el corredor deseando el cuerpo de ______, alguien había estado dentro de la habitación de la joven. Separado de ellos por tan sólo una puerta. Al oírlos había escapado, derribando la vela a su paso, apresurado (o apresurada).
¿Pero cómo había salido? El cuarto tenía solamente una puerta, frente a la que se hallaban ______ y él.
Nick se pasó las manos por el pelo. Lo más importante de esa cuestión era ¿qué le habría sucedido a ______ de no haberla retenido él hasta tarde en el piso de abajo? ¿Y si ella hubiese estado dormida en su cama?
Respiró profundamente, poniéndose la camisa. Eran demasiadas preguntas. Quién, qué, cómo. Pero al menos ahora tenía a ______ casi al alcance de la mano. Si ella gritaba, estaría a su lado en un instante.
Rascó la puerta comunicadora.
—¿______?
No hubo respuesta.
Meditó unos cinco segundos antes de abrir la puerta. La habitación estaba a oscuras. Caminó silenciosamente hacia la cama. ______ estaba allí, con su maraña de rizos esparcida sobre la almohada, cubierta hasta la barbilla por las mantas. Sonreía, como si estuviese en medio de un sueño agradable. Detestaba tener que despertarla, pero los peces no picarían más tarde, y sus invitados por desgracia sí*.
¿Debería despertarla con un beso? No, nunca llegarían al arroyo si la besaba.
—______. —Tomó uno de los rizos esparcidos sobre la almohada y le hizo cosquillas en la nariz.
Ella rezongó y le dio la espalda.
—______, cariño, es hora de levantarse. —Le sacudió el hombro con suavidad.
—Qu… —Sus ojos se abrieron—. Huy —dijo tapándose la cabeza con las sábanas.
Él la destapó hasta la barbilla.
—Acuérdese, dormilona, que íbamos a ir a pescar con Isabelle y Claire.
—Es tan temprano. Y usted no debería estar en mi habitación.
—Ya sé que es temprano, pero se está haciendo tarde si queremos pescar algo. Tiene que levantarse. Vístase y traiga a las niñas. Iré por el equipo de pesca y nos encontraremos junto a la casa de verano, ¿de acuerdo?
______ gruñó.
—Si me voy, ¿volverá a dormirse? —Él sonrió abiertamente—. ¿Debería sacar las sábanas y hacerle cosquillas en los pies?
—No, no. —Lo miró con el ceño fruncido—. Estoy despierta. Váyase.
—¿Está segura? Si me deja plantado ahí afuera, en el frío de la mañana, traeré hasta aquí un gran balde de agua del lago y se lo arrojaré encima.
—No me cabe duda. Ahora váyase.
Al oír a Nick reír por lo bajo con esa risa profunda, ______ sintió algo en la boca del estómago. Bueno, quizás no en el estómago —estaba segura de que ese extraño apetito no tenía que ver con la comida—. Y tenía todo que ver con Nick. No tenía dudas de que él podría satisfacer esa avidez que estaba carcomiendo su… interior. Si ella se lo permitiese, claro.
Nada más oír el ruido del pestillo se arrastró fuera de la cama. ¿Qué haría? Durante la noche se había despertado más de una vez, con las sábanas retorcidas y anudadas, el cuerpo anhelante en zonas que le avergonzaba recordar, la piel ardiendo. Ansiaba el contacto de Nick. Deseaba regresar al jardín de invierno para hacer nuevamente todo lo que habían hecho. Y más.
¿La lujuria sería esto? Siempre había pensado que sólo los hombres eran vulnerables a ese mal, pero aparentemente Nick se las había arreglado para contagiárselo. Resopló. Él le había asegurado al señor Stockley que ella estaba a salvo de sus instintos animales. Pero quizás ahora fuera Nicholas el que estaba en peligro. Y dormir en la alcoba de la marquesa no ayudaba. Era una habitación hermosa y amplia, con una cama también hermosa y amplia y una preciosa puerta comunicadora que no tenía llave. Podía sorprender a Nick cuando quisiera.
Suficiente. Fue hasta el lavamanos y se salpicó agua en la cara. Le agradó sentir el líquido frío sobre su piel caliente. Se vestiría y levantaría a las niñas. Seguro que Prinny querría ir a dar un paseo. No hacía falta tener miedo de que esa mañana se repitiera el incidente del jardín de invierno. Las niñas harían de carabinas. Y ella mantendría bajo estricto control sus propios instintos animales.
Se puso su vestido más viejo y se recogió el pelo descuidadamente, usando horquillas para armar una especie de moño. Completaban el conjunto una pelliza desteñida y un sombrero que había estado considerando regalar a la señorita Russell para el espantapájaros de su jardín.
Salió al corredor y se encaminó al cuarto de las niñas. Simplemente no pensaría en Nick —en Lord Knightsdale— como otra cosa que un contratador temporal. Decididamente, ni siquiera consideraría la posibilidad de aceptar una posición más permanente en Knightsdale. Él no la amaba. Sólo estaba interesado en encontrar una solución conveniente: en ella él tendría una institutriz y una mujer para darle hijos, a quien fácilmente podía plantar en su hacienda y olvidar durante la mayor parte del año. Bueno, pues ella podía tener veintiséis años, ser una solterona, pero no estaba desesperada. Ni tampoco estaba interesada en un título. Dejaría que las muchachas londinenses se disputasen la atención del gran marqués.
Quizás probase qué tal besaba el señor Stockley.
—¡Papá Nick! ¡Nunca había ido a pescar!
______ sonrió al ver a Claire corriendo hacia Nicholas. Él miró a la niña con una amplia sonrisa y ______ sintió una gran tristeza. Claire anhelaba tanto tener un padre… no simplemente alguien a quien llamar papá, sino un hombre que eligiese ser parte de su vida. ¿Nick estaría dispuesto a hacer eso?
No, si lo que planeaba era vivir en Londres y venir al campo sólo para plantar su semilla.
______ se sonrojó a causa de las extrañas sensaciones que le despertaba ese pensamiento. No sabía exactamente cómo se engendraba un hijo, pero estaba bastante segura de la estrecha relación entre el proceso en cuestión y las actividades a las que se habían entregado en el jardín de invierno.
Prinny casi le dislocó un hombro al salir disparado para saludar a Nick.
—¿Es necesario llevarlo con correa? —preguntó Nicholas.
—Si quiero volver a verlo. Una vez que haya gastado un poco de energía lo soltaré, pero si lo hago ahora se irá tras una ardilla y no lo veremos más.
—Bueno, deje que lo lleve yo. Venid, niñas, ¿llevaríais vuestras cañas de pescar para que pueda ayudar con Prinny a la señorita Peterson?
—Por supuesto, tío Nick.
—Sí, sí, papá Nick. Nunca he sostenido una caña de pescar.
—Bien, entonces aquí tenéis. —Repartió las cañas y tomó la correa de Prinny, cambiando a la mano izquierda la cesta para la pesca—. La señorita Peterson y yo solíamos ir a pescar cuando éramos niños, ¿sabéis? La primera vez que vinimos a este remanso, yo era un poco mayor que tú, Isabelle, y la señorita Peterson tenía seis años.
Claire se adelantó, para caminar junto a su tío.
—¿De verdad? ¿Y pescaste algo, papá Nick?
—Yo pesqué algunos, pero la señorita Peterson sólo pescó un resfriado. —Nick rió—. Se cayó al agua y tuve que sacarla.
—Yo creo que me empujaron al agua, milord.
—Bueno, eso nunca quedó claro, ¿verdad? Joe insiste en que usted se tropezó.
—¡Con la ayuda de su pie!
Siguiendo un estrecho sendero de tierra se adentraron en el bosque. Allí el aire era húmedo y más fresco. Un reyezuelo trinó en las ramas más altas. ______ aspiró el aroma limpio y penetrante de los pinos y el olor más suave de las hojas viejas. Oyó el arroyo murmurando sobre las rocas allá arriba.
Había pasado tantas horas de su niñez en esos bosques, siguiendo a ese hombre que ahora reía por algo que había dicho Claire. Hasta Isabelle se había acercado a él.
Nicholas Draysmith había sido nada más que el segundo hijo del marqués, llevando solamente un título de cortesía —que, hasta donde ella sabía, nunca había usado— pero en su meñique había más encanto que en su padre y hermano juntos. Toda la gente lo quería: los granjeros, los tenderos, los niños del pueblo. La pequeña ______ Peterson.
Él le había dejado hacer de Lady Marian cuando jugaban a Robin Hood. O de la princesa Ginebra, ignorada por los Caballeros de la Mesa Redonda, cierto, pero aun así parte del juego. El duque de Alvord y el conde de Westbrooke —en aquel entonces el marqués de Walthingham y el vizconde Manders— la habían tolerado, pero sólo a instancias de Nick. La mayor parte del tiempo se comportaban como si ella fuese invisible, excepto cuando Joe quería reñir con ella. Más de una vez Nick había mediado en las discusiones de ambos y la había rescatado del arroyo cuando se había «tropezado» con el pie de Joe.
—Este lugar es bueno para pescar, ¿no le parece, Lady Claire?
Nick bajó la cesta. Claire corrió hacia la orilla.
—No veo ningún pez, papá Nick.
—¡Por supuesto que no! Los peces son criaturas astutas. No quieren que la gente los atrape, ya sabes.
—¡Porque entonces serán nuestro desayuno! —Claire batía palmas, saltando sobre un pie y el otro—. ¿Podemos desayunar pescado?
—Quizás… si es que atrapamos alguno.
Prinny descubrió una ardilla y comenzó a ladrar como loco.
—Y si es que este perro no ahuyenta a todos los peces. Señorita Peterson, ¿podría ocuparse de Prinny mientras les indico a las niñas cómo se hace?
______ arrastró a Prinny un poco más lejos del arroyo. Por un minuto se oyeron sus ladridos de protesta, pero enseguida encontró algo interesante que olfatear al pie de un abedul.
—¿Quieres que te ayude a poner el cebo en el anzuelo, Isabelle?
—Sí, por favor, tío Nick.
Claire se apoyó contra Nick, observándolo trabajar con el sedal de Isabelle.
—Puaj —dijo arrugando la nariz—. Una lombriz.
—¿Quieres verla más de cerca? —Nick rápidamente acercó la ondulante criatura a la cara de Claire. Con un grito agudo la niña retrocedió bailoteando en medio de risitas.
—No, papá Nick. Las lombrices son babosas.
—¿Entonces no quieres poner el cebo tú sola? Te enseñaré cómo se hace.
—Puedes enseñarme a mí también, tío Nick —dijo Isabelle—. No soy un bebé.
—Yo tampoco soy un bebé. —Claire se puso los pequeños puños en las caderas y le sacó la lengua a su hermana—. Enséñame, papá Nick.
—¡Lady Claire, compórtese, por favor! —dijo Nicholas, con voz risueña—. ¿Qué le ha estado enseñando su institutriz?
—No culpes a la señorita Peterson, tío Nick —dijo Isabelle—. No es su culpa que Claire sea mala.
—No soy mala. —El labio inferior de Claire temblaba—. Mamá Peterson, no soy mala, ¿verdad? Mi madre siempre decía que yo era mala, pero no lo soy.
______ soltó la correa de Prinny y se acercó a abrazar a la niñita.
—Por supuesto que no lo eres, cariño. Y estoy segura de que tu madre tampoco lo decía en serio. Es sólo que a veces los mayores nos ponemos un poco gruñones.
—No, señorita Peterson. —Isabelle clavó en los ojos de ______ una mirada seria—. Mamá… bueno, decía que… quería un niño, ya sabe, para no tener que tener ningún otro bebé.
Claire asintió con la cabeza.
—Si ella hubiese tenido un niño, habría cumplido con su deber.
—Papá necesitaba un heredero, señorita Peterson y ni Claire ni yo podíamos ser su heredero.
Por encima de la cabeza de Claire, _______ encontró la mirada de Nick. Se lo veía tan acongojado como se sentía ella.
—Bueno, ahora yo soy vuestro papá, Isabelle —dijo—. Y me gustáis tal como sois. —Cogió la barbilla de Claire entre sus dedos, inclinándose junto a _______ para mirar a los ojos a la pequeña—. Y tú no eres mala, Lady Claire. Por supuesto que no. Pero sí debes aprender a comportarte. ¿Te imaginas qué diría la gente si la señorita Peterson le sacase la lengua a mi tía?
Claire soltó una risita.
—¡Mamá Peterson nunca haría eso!
—Exacto. Así que tú también debes aprender a no hacerlo, al menos cuando debas usar tus modales formales. Pero antes sólo quería hacerte una broma: no necesitas modales elegantes cuando vas a pescar, ¿verdad?
—¿No? —Los ojos de Claire parecían enormes en su carita.
—No. A los peces no les importa. ¡Pero cuidado con las rabietas! A los peces no les gustan; son demasiado ruidosas. Los ahuyentarías.
—Nada de rabietas —accedió Claire.
Nick soltó la carita de Claire y miró a Isabelle.
—Señorita, creo que antes de empezar esta aburrida conversación sobre modales yo os había ofrecido mostraros cómo poner el cebo en un anzuelo.
Isabelle sonrió.
—Sí, pa… tío Nick.
comenten si quieren mas!!! :D
Pily....
Re: EL MARQUÉS DESNUDO-nick & tu- adaptacion TERMINADA
Owwwwn isabelle la iba a decir papa nick*-*!!
Esas niñas son una ternura!!
Siiiguela nenaaa :)
Dale por mii D: que mañana empieza mi tortura jajaj
Esas niñas son una ternura!!
Siiiguela nenaaa :)
Dale por mii D: que mañana empieza mi tortura jajaj
maiih* [:
Re: EL MARQUÉS DESNUDO-nick & tu- adaptacion TERMINADA
Awww! Claire quiere, pero Isabelle no.
Quien entiende a esa niña?
Seguilaaa!
Quien entiende a esa niña?
Seguilaaa!
Ruth Esther<3
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