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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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† Harmenlock †
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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¿Cuánto te ha gustado Harmenlock?
Re: † Harmenlock †
Y yo contigo! Yo no lanzo indirectas:3 Yo soy directa Jajajaj No quiero qhe me dejes de hablar! D: Amo hablar cintigo Jajajajaja TeAmoMasLara
Jockie.
Re: † Harmenlock †
Fuuuui menos mal porque no me siento preparada para dejarte de hablar y creo que no lo estaré nunca!<3 cada vez queda menos para la sorpresa! espero de corazón que te guste!<3<3<
LaraB_96
Re: † Harmenlock †
Me alegro de que te guste esta novrla suca(: Jajaja Ni yo de parar de habkar contigo Enana:3 Cuantoooo quedaaa? Estoy que muero
Jockie.
Re: † Harmenlock †
Ya esta pequeña! Espero que te guste! <3 Pasate por mi novela <3<3 en serio espero que te guste, sino moriré de la tristeza! Te amo <3<3
LaraB_96
Re: † Harmenlock †
Que sexy me gusto, no podre comentar seguido: Me lleve tres materias y me tengo que fajar, asi que por eso no comentare, espero que no me saques de la novela por eso.
Los Fin de semanas tratare de comentar, pero estoy segura de que podre leer.
Me encanto el capitulo. Tienes que seguirla la cosa se pone interesante.
Yo quiero ser una de las malas, siempre son las mas cullrrr y locas.
Los Fin de semanas tratare de comentar, pero estoy segura de que podre leer.
Me encanto el capitulo. Tienes que seguirla la cosa se pone interesante.
Yo quiero ser una de las malas, siempre son las mas cullrrr y locas.
Zarek
Re: † Harmenlock †
Tranquila no te sacare ya que me has avisado y te comprendo. A mi me han quedado cuatro materias y tengo que recuperarlas. Por el amor al faje que locura... (: La sigo pronto
Jockie.
Re: † Harmenlock †
:gasp: :imdead: :imdead: :imdead: :imdead: :imdead: ESTO ES UN SEÑOR HEART ATTACK! lo siento pero me a dado! Hay dios como se puede ser tan sumamente adorable! En serio es que no me lo puedo creer! Flipar es poco para como estoy ahora! Dios morí en serio. Me lo dedicas nada mas y nada menos que a mi!!!! ALUCINANTE!<33 Que quede por escrito y más que claro que amo tu novela y que amo hablar contigo y que por mucho que digas eres tu quien siempre me saca una sonrisa a mi! Y voy a estar apoyándote ahí en todas las cosas que hagas esta no va a ser la única! Te quiero muchísimo y vales millones krypti! <3333333 :enamorado: :enamorado: :enamorado: :enamorado: :enamorado: :enamorado:
LaraB_96
Re: † Harmenlock †
Entonces te gusto la sorpresa? Jaja Reviveeeeeeeeee!!! Adorable eres tuu y lo sabes:3 No flipees!! Pues claro aue a tuii si eres mi Gemelaaaaaaaaa te quiero muchooooYoAmoTdo de tiiiiii!!! Yo ogual. Aqui para.todo(: Tu vales maaas que ezo<333
Jockie.
Re: † Harmenlock †
Niña, estas castigada? Ahora que has echo??? Yo tengo examen de ingles el viernes. Lo odio y a la profesora, también.
Espero y te levante el castigo, ya quiero leer el próximo capitulo.
Espero y te levante el castigo, ya quiero leer el próximo capitulo.
Zarek
Re: † Harmenlock †
† CAPÍTULO 9 †
Ella la llevaba de la mano, agarrándola con fuerza y dejándole marcas rojas en sus manos pequeñas y blancas. Podía oler la lluvía y el nerviosismo que emanaba del anoréxico cuerpo de la mujer. Su cabello negro caía hasta su cintura, rizado y oscuro. Sus ojos azules observaban tristes la tumba donde yacía él. La mujer agarró más fuerte la mano de la pequeña, cortándole la circulación. La figura de la tía Ross se acercó a donde aguardaba la mujer y su hija. La viuda y la huerfanita de padre.
--Mi más profundo pesamé -murmuró triste la pelirroja.
La madre de Anne hizó una mueca, y susurró un "gracias" mudo, ahogado por el dolor y las lágrimas. La niña tenía sólo tres años y el negro le quedaba realmente bien aunque, fuera tan pequeña. La niña no compredía, hasta que su madre se sentó en una silla de plástico y perdió la mirada en algún punto indefinido de la línea del horrizonte. La oji-azul caminó lentamente hacía el ataúd de madera oscura. Allí dormía su padre, con su cabello oscuro y su piel tostada. Parecía más joven. Le habían puesto un traje de color negro y una corbata azul que la niña le había regalado por el día del padre, hace dos meses. La oji-azul estaba confundida.
--¿Cuándo mi papá despertará? -preguntó a su tía Gloria.
La anciana mujer bajó la mirada a la niña. En sus ojos castaños brilló la compasión y la tristeza, entremezclados.
--Oh, nena -musitó cogiendola en brazos y oliendo su pelo que olía a manzanas-, nunca.
--¿Por qué? -musitó la niña.
--Tu papá está en un lugar mejor -contestó la anciana.
--¿Dónde?
--En el cielo, con los ángeles.
La niña no creía en eso y asintió. Se veía cansada. Bostezó y la mujer la condujó hasta el sitio al lado de su madre, donde la mujer lloraba como Magdalena. Sollozaba y las cristalinas lágrimas rodaban por sus mejillas sonrojadas por el frío. En su mano llevaba un clínex aplastado y arrugado y, lo más probable, que también húmedo. La niña pestañeó agotada y descansó su cabecita en el brazo de su madre. Sus ojos se cerraban, a medida que el cura de túnica negra y púrpura hablaba con una copia de la Biblia en mano. Su voz se escuchaba lejana, hueca y rota. El cura Towrd había sido amigo del difunto, muy buenos amigos. Todo el mundo había querido a Freduard Cole Jonhson. Había sido un hombre amable, respetuoso y amado por todo el barrio de Helena llamado Hall Stilles. Un pequeño pueblo al noroeste, entre la famosa ciudad de Seattle y Helena. Era acogedor y lo que pasaba en Hall Stilles se quedaba en Hall Stilles. Allí se hacía la mejor mantequilla y mermelada de todo el condado. Era agradable vivir allí. La niña quedó dormida y, cuando despertó, encontró a su tía Gloria agitando su brazo suavemente, con amor.
--Vamos a despedirnos de tu padre, cariño -había anunciado con la voz rota.
Ella había sido la hermana mayor de Fred. Estaban muy unidos. La niña asintió y se puso en pie, aún adormilada. Sus zapatitos oscuros pisaban las plantas de primavera con fuerza, matándolas a su paso. Las flores rodeaban a su difunto padre, quien estaba pálido y muerto. Sin pulso y sin respiración. Con la muerte maquillando su rostro de un color blanco ceniza y las venas marcándose en sus manos y muñecas. Llevaba los gemelos que la abuela Wendy le había regalado antes de que se casará con la madre de Anne, hace poco.
--Acercate, cielo -susurraba la mujer mientrás le acariciaba el cabello-. Despídete de tu padre.
La pequeña obedeció y metió su cabeza en el ataúd. Entonces, pasó. Los ojos de su padre se abrieron, de color amarillos y con pupilas ovaladas. De su boca, se formó una curvada sonrisa, constituida por dientes afilados y amarillos. Su piel estaba pálida y destecaba sus venas azuladas, que se marcaban en las sienes, formando redes arácnidas venales. La niña gritó. Gritó cuando su padre la agarró del brazo y, con su voz grutural dijo:
--Si yo caigo, tú caeras conmigo a el Infierno.
La arrastró al interior de la Tierra y todo quedo vacío, con el hedor del azufre impregnado en el aire y las rosas del cementerio.
Abrió los ojos, con la luz de la mañana iluminando un poco. Se veía el polvo invisible flotar en contra luz, de color blanca, recordándole a Anne la nieve de invierno. Sus sienes estaban mojadas, igual que su nuca y sus manos. El corazón le golpeaba con fuerza en el pecho, irregular y sonoro. Su respiración era lenta y ella tenía la sensación de que el azufre seguía volando por el aire, como si alguien hubiera bañado las paredes con la fragancia de sus pesadillas. Las naúseas regresaban, fuertes y violentas mientras recordaba la voz de su padre decirle: "Si yo caigo, tú caerás conmigo a el Infierno". Sentía miedo. ¿Sería un mensaje del más allá? No. Esos mensajes no existian, ¿o ya no? No sabía en lo que creer. Era todo confuso para ella. Pestañeó adormilada, aleteando sus pestañas rizadas y rozando sus pómulos con estas. La cabeza le dolía. Parte por la resaca, parte por la pesadilla. Estaba sola. Lara no estaba y eso la hacía sentir más hueca. Se incorporó en la cama, abrazándo la manta de algodón que la cubría e intentó eliminar las naúseas. Alguien tocó la puerta y Anne se sobresaltó. Miró aturdida a la puerta y gritó:
--Adelante -su voz resuena, como un eco que se espandía en la habitación suave y adormilado.
La adrenalina seguía en su cuerpo, dulcificando la energía estimulada. Él asomó la cabeza. Tenía el cabello castaño mojado, con gotitas de agua cayéndole por las puntas. Se había cambiado de ropa y llevaba el uniforme de aquel sitio. Su nombre estaba dibujado en letra junta e inclinada.
--Debes de venir conmigo -anunció con semblante serio.
Anne asintió y se puso en pie, con un temblor en sus largas piernas a causa de la pesadilla. Podía sentir aún en la piel la mano de su padre cerrarse alrededor de la muñeca y empujarla. Empujarla a aquel avismo que era el Infierno. Parece que él se dió cuenta y la ayudó a ponerse en pie correctamente.
--¿Estas bien? -preguntó el oji-azul con sus ojos llameando de divina preocupación.
Anne lo meditó dos segundos, sintiendo sus músculos tensarse ante aquel contacto físico. Se puso rígida y alejó a Louis.
--No me toques -murmuró con la voz pausada.
Sentía una corriente eléctrica hormiguearle la piel por donde él la había tocado pero, no la típica corriente que sentía cuando la tocaban sin avisar. Era diferente y, eso, la asustaba mucho más. Louis la miró y entrecerró los ojos:
--¿Por qué no quieres que te toque? -preguntó arrastrando las palabras lentamente.
Anne le miró paulitativamente.
--Por que no -respondió al cabo de unos segundos que le habían parecido años.
--Puedo leerte la mente, ¿sabes? Y no es agrable que lo haga -amenazó el castaño.
Por unos instantes Anne sintió miedo pero, éste desapareció tan rápido como había venido. Una curvada sonrisa amarga se le formó y dijo:
--Ooh adelante. Lee mi mente. Me encantará atormentar a alguien más con mis pensamientos y recuerdos -su voz sonaba burlona.
Louis entrecerró los ojos, con un brillo que le produjo un lento escalofrío que le recorrió los brazos. Parecía furioso. Anne tragó saliva y se sentó en la cama. En parte porque estaba agotada y pensaba que moriría en ese mismo instante por estar de pie. Las piernas le pesaban todavía y no conseguía quitarse el dolor de la cabeza. Recordaba las cosas a medias y podía percibir que tenía mucho sueño todavía. Louis caminó hacia el escritorio y cogió una silla, colocándola delante de la chica de rizos negros.
--¿Tienes miedo por la prueba? -preguntó lo más calmado que podía.
Anne soltó una carcajada amarga y puso el rostro serio.
--Anne West no le tiene miedo nada, ¿entiendes? -dijo desagradablemente.
--¿Entonces por qué estas asi?
La chica se revolvió incómoda en su sitio, arrugando levemente las sábanas y la manta.
--No te incumbe -contestó con la mandíbula tensa y con su mente en blanco, sin ninguna de sus agudas observaciones mortales.
--Si me importa porque te lo pregunto -replicó él igual de terco.
Ella suspiró frustrada y observó la ventana. La luz le atacaba directamente en los ojos, creándole la sensación de que eran más claros.
--No lo comprenderias -murmuró apretando sus ojos por la resaca-. Es dificil de comprender.
--Déjame intentarlo.
Anne cerró los ojos e inspiró todo el aire por la nariz.
--De pequeña, mi padre murió y mi madre quedó sola -comenzó debilmente-. Ella se convirtió en una drogadita y... tenía tendencias a pegarme si no conseguía los gramos que necesitaba para colocarse. Murió hace nueve años. Encontraron su cadáver en un motel de Las Vegas. Me dieron en adopción y una mujer de Mánchester y su marido me adoptaron. Desde eso... tengo pesadillas con ella.
Louis suspiró y preguntó:
--¿Qué sueñas sobre ella?
El picardor molesto de la nuca regresó.
--Me... las... -estaba confusa. No conseguía encontrar las palabras adecuadas para explicarle a aquel chico que es lo que soñaba-. Sueño que regresa a casa. No ha conseguido lo que buscaba y esta furiosa. Que yo tengo seis años y estoy escondida en la cocina. Que ella me busca con un cinturón y una botella de licor a mano. Que me encuentra y me pega... -su voz se apagaba a medida que hablaba-. Después me despierto y vomito.
--¿Y qué has soñado ahora?
Eso parecía una terápia de psicología. Una a la que iba desde que la adoptaron. Su psicóloga se llamaba Karen. Ella había dimito hace cuatro años, cuando Anne intentó incendiarle el cabello con un pechero y una botella de alcohol para heridas.
--Nada fuera de lo normal -se encogió de hombros-. El entierro de mi padre.
--¿Qué ocurre en él?
--Lo que debería de ocurrir en un funeral, ¿no?
--Me escondes algo.
--Yo escondo muchas cosas.
--Cuéntame que ocurre en el entierro de mi padre.
--Sabes demasiado de mi, chico. Date por alguien importante. No me gusta remover las mierdas pasadas de mi asquerosa infancia -susurró mordaz y fría.
--Acaré averiguandolo -anunció serio.
--No por mi parte -ella le sonrío con autosuficiencia y se puso en pie-. ¿No tenía que hacer una prueba?
Louis sonrío debilmente y se puso en pie, conduciendo a la chica a aquella sala de pruebas.
Aqui tienen un capitulo! Lo he tenido que hacer rapido pero aqui lo tienen. Comenten por fiiis!
Ella la llevaba de la mano, agarrándola con fuerza y dejándole marcas rojas en sus manos pequeñas y blancas. Podía oler la lluvía y el nerviosismo que emanaba del anoréxico cuerpo de la mujer. Su cabello negro caía hasta su cintura, rizado y oscuro. Sus ojos azules observaban tristes la tumba donde yacía él. La mujer agarró más fuerte la mano de la pequeña, cortándole la circulación. La figura de la tía Ross se acercó a donde aguardaba la mujer y su hija. La viuda y la huerfanita de padre.
--Mi más profundo pesamé -murmuró triste la pelirroja.
La madre de Anne hizó una mueca, y susurró un "gracias" mudo, ahogado por el dolor y las lágrimas. La niña tenía sólo tres años y el negro le quedaba realmente bien aunque, fuera tan pequeña. La niña no compredía, hasta que su madre se sentó en una silla de plástico y perdió la mirada en algún punto indefinido de la línea del horrizonte. La oji-azul caminó lentamente hacía el ataúd de madera oscura. Allí dormía su padre, con su cabello oscuro y su piel tostada. Parecía más joven. Le habían puesto un traje de color negro y una corbata azul que la niña le había regalado por el día del padre, hace dos meses. La oji-azul estaba confundida.
--¿Cuándo mi papá despertará? -preguntó a su tía Gloria.
La anciana mujer bajó la mirada a la niña. En sus ojos castaños brilló la compasión y la tristeza, entremezclados.
--Oh, nena -musitó cogiendola en brazos y oliendo su pelo que olía a manzanas-, nunca.
--¿Por qué? -musitó la niña.
--Tu papá está en un lugar mejor -contestó la anciana.
--¿Dónde?
--En el cielo, con los ángeles.
La niña no creía en eso y asintió. Se veía cansada. Bostezó y la mujer la condujó hasta el sitio al lado de su madre, donde la mujer lloraba como Magdalena. Sollozaba y las cristalinas lágrimas rodaban por sus mejillas sonrojadas por el frío. En su mano llevaba un clínex aplastado y arrugado y, lo más probable, que también húmedo. La niña pestañeó agotada y descansó su cabecita en el brazo de su madre. Sus ojos se cerraban, a medida que el cura de túnica negra y púrpura hablaba con una copia de la Biblia en mano. Su voz se escuchaba lejana, hueca y rota. El cura Towrd había sido amigo del difunto, muy buenos amigos. Todo el mundo había querido a Freduard Cole Jonhson. Había sido un hombre amable, respetuoso y amado por todo el barrio de Helena llamado Hall Stilles. Un pequeño pueblo al noroeste, entre la famosa ciudad de Seattle y Helena. Era acogedor y lo que pasaba en Hall Stilles se quedaba en Hall Stilles. Allí se hacía la mejor mantequilla y mermelada de todo el condado. Era agradable vivir allí. La niña quedó dormida y, cuando despertó, encontró a su tía Gloria agitando su brazo suavemente, con amor.
--Vamos a despedirnos de tu padre, cariño -había anunciado con la voz rota.
Ella había sido la hermana mayor de Fred. Estaban muy unidos. La niña asintió y se puso en pie, aún adormilada. Sus zapatitos oscuros pisaban las plantas de primavera con fuerza, matándolas a su paso. Las flores rodeaban a su difunto padre, quien estaba pálido y muerto. Sin pulso y sin respiración. Con la muerte maquillando su rostro de un color blanco ceniza y las venas marcándose en sus manos y muñecas. Llevaba los gemelos que la abuela Wendy le había regalado antes de que se casará con la madre de Anne, hace poco.
--Acercate, cielo -susurraba la mujer mientrás le acariciaba el cabello-. Despídete de tu padre.
La pequeña obedeció y metió su cabeza en el ataúd. Entonces, pasó. Los ojos de su padre se abrieron, de color amarillos y con pupilas ovaladas. De su boca, se formó una curvada sonrisa, constituida por dientes afilados y amarillos. Su piel estaba pálida y destecaba sus venas azuladas, que se marcaban en las sienes, formando redes arácnidas venales. La niña gritó. Gritó cuando su padre la agarró del brazo y, con su voz grutural dijo:
--Si yo caigo, tú caeras conmigo a el Infierno.
La arrastró al interior de la Tierra y todo quedo vacío, con el hedor del azufre impregnado en el aire y las rosas del cementerio.
Abrió los ojos, con la luz de la mañana iluminando un poco. Se veía el polvo invisible flotar en contra luz, de color blanca, recordándole a Anne la nieve de invierno. Sus sienes estaban mojadas, igual que su nuca y sus manos. El corazón le golpeaba con fuerza en el pecho, irregular y sonoro. Su respiración era lenta y ella tenía la sensación de que el azufre seguía volando por el aire, como si alguien hubiera bañado las paredes con la fragancia de sus pesadillas. Las naúseas regresaban, fuertes y violentas mientras recordaba la voz de su padre decirle: "Si yo caigo, tú caerás conmigo a el Infierno". Sentía miedo. ¿Sería un mensaje del más allá? No. Esos mensajes no existian, ¿o ya no? No sabía en lo que creer. Era todo confuso para ella. Pestañeó adormilada, aleteando sus pestañas rizadas y rozando sus pómulos con estas. La cabeza le dolía. Parte por la resaca, parte por la pesadilla. Estaba sola. Lara no estaba y eso la hacía sentir más hueca. Se incorporó en la cama, abrazándo la manta de algodón que la cubría e intentó eliminar las naúseas. Alguien tocó la puerta y Anne se sobresaltó. Miró aturdida a la puerta y gritó:
--Adelante -su voz resuena, como un eco que se espandía en la habitación suave y adormilado.
La adrenalina seguía en su cuerpo, dulcificando la energía estimulada. Él asomó la cabeza. Tenía el cabello castaño mojado, con gotitas de agua cayéndole por las puntas. Se había cambiado de ropa y llevaba el uniforme de aquel sitio. Su nombre estaba dibujado en letra junta e inclinada.
--Debes de venir conmigo -anunció con semblante serio.
Anne asintió y se puso en pie, con un temblor en sus largas piernas a causa de la pesadilla. Podía sentir aún en la piel la mano de su padre cerrarse alrededor de la muñeca y empujarla. Empujarla a aquel avismo que era el Infierno. Parece que él se dió cuenta y la ayudó a ponerse en pie correctamente.
--¿Estas bien? -preguntó el oji-azul con sus ojos llameando de divina preocupación.
Anne lo meditó dos segundos, sintiendo sus músculos tensarse ante aquel contacto físico. Se puso rígida y alejó a Louis.
--No me toques -murmuró con la voz pausada.
Sentía una corriente eléctrica hormiguearle la piel por donde él la había tocado pero, no la típica corriente que sentía cuando la tocaban sin avisar. Era diferente y, eso, la asustaba mucho más. Louis la miró y entrecerró los ojos:
--¿Por qué no quieres que te toque? -preguntó arrastrando las palabras lentamente.
Anne le miró paulitativamente.
--Por que no -respondió al cabo de unos segundos que le habían parecido años.
--Puedo leerte la mente, ¿sabes? Y no es agrable que lo haga -amenazó el castaño.
Por unos instantes Anne sintió miedo pero, éste desapareció tan rápido como había venido. Una curvada sonrisa amarga se le formó y dijo:
--Ooh adelante. Lee mi mente. Me encantará atormentar a alguien más con mis pensamientos y recuerdos -su voz sonaba burlona.
Louis entrecerró los ojos, con un brillo que le produjo un lento escalofrío que le recorrió los brazos. Parecía furioso. Anne tragó saliva y se sentó en la cama. En parte porque estaba agotada y pensaba que moriría en ese mismo instante por estar de pie. Las piernas le pesaban todavía y no conseguía quitarse el dolor de la cabeza. Recordaba las cosas a medias y podía percibir que tenía mucho sueño todavía. Louis caminó hacia el escritorio y cogió una silla, colocándola delante de la chica de rizos negros.
--¿Tienes miedo por la prueba? -preguntó lo más calmado que podía.
Anne soltó una carcajada amarga y puso el rostro serio.
--Anne West no le tiene miedo nada, ¿entiendes? -dijo desagradablemente.
--¿Entonces por qué estas asi?
La chica se revolvió incómoda en su sitio, arrugando levemente las sábanas y la manta.
--No te incumbe -contestó con la mandíbula tensa y con su mente en blanco, sin ninguna de sus agudas observaciones mortales.
--Si me importa porque te lo pregunto -replicó él igual de terco.
Ella suspiró frustrada y observó la ventana. La luz le atacaba directamente en los ojos, creándole la sensación de que eran más claros.
--No lo comprenderias -murmuró apretando sus ojos por la resaca-. Es dificil de comprender.
--Déjame intentarlo.
Anne cerró los ojos e inspiró todo el aire por la nariz.
--De pequeña, mi padre murió y mi madre quedó sola -comenzó debilmente-. Ella se convirtió en una drogadita y... tenía tendencias a pegarme si no conseguía los gramos que necesitaba para colocarse. Murió hace nueve años. Encontraron su cadáver en un motel de Las Vegas. Me dieron en adopción y una mujer de Mánchester y su marido me adoptaron. Desde eso... tengo pesadillas con ella.
Louis suspiró y preguntó:
--¿Qué sueñas sobre ella?
El picardor molesto de la nuca regresó.
--Me... las... -estaba confusa. No conseguía encontrar las palabras adecuadas para explicarle a aquel chico que es lo que soñaba-. Sueño que regresa a casa. No ha conseguido lo que buscaba y esta furiosa. Que yo tengo seis años y estoy escondida en la cocina. Que ella me busca con un cinturón y una botella de licor a mano. Que me encuentra y me pega... -su voz se apagaba a medida que hablaba-. Después me despierto y vomito.
--¿Y qué has soñado ahora?
Eso parecía una terápia de psicología. Una a la que iba desde que la adoptaron. Su psicóloga se llamaba Karen. Ella había dimito hace cuatro años, cuando Anne intentó incendiarle el cabello con un pechero y una botella de alcohol para heridas.
--Nada fuera de lo normal -se encogió de hombros-. El entierro de mi padre.
--¿Qué ocurre en él?
--Lo que debería de ocurrir en un funeral, ¿no?
--Me escondes algo.
--Yo escondo muchas cosas.
--Cuéntame que ocurre en el entierro de mi padre.
--Sabes demasiado de mi, chico. Date por alguien importante. No me gusta remover las mierdas pasadas de mi asquerosa infancia -susurró mordaz y fría.
--Acaré averiguandolo -anunció serio.
--No por mi parte -ella le sonrío con autosuficiencia y se puso en pie-. ¿No tenía que hacer una prueba?
Louis sonrío debilmente y se puso en pie, conduciendo a la chica a aquella sala de pruebas.
Aqui tienen un capitulo! Lo he tenido que hacer rapido pero aqui lo tienen. Comenten por fiiis!
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