Master |Louis Tomlinson| Hot. «Terminada»

27

El miércoles, cien kilómetros y dos horas y media después de que las clases finalicen en Peterhouse, llegamos a Belgrave, el barrio donde creció Lyla. Durante el viaje, ella llamó a sus padres para avisarles que yo iría con ella. Yo ya había llamado a mi mamá para avisarle que no me sería posible ir hasta Roma para Semana Santa, pero que pronto, cuando mis hermanas y ella volvieran a Inglaterra, las iría a visitar y les presentaría a mi novia. 

Sobra decir que Johannah estuvo media hora repitiendo: ¡Louis! ¡Una novia! ¡Oh, por Dios!

Nos detenemos en Chester Street frente a una inmensa propiedad. Las murallas son blancas y las rejas de metal en forma de lanzas son negras. Estaciono en la entrada, bajo la ventanilla y estiro el brazo para tocar el timbre inalámbrico. 

Una voz femenina y muy parecida a la de Lyla contesta.

-¿Hola?-dice-.

-Hola, señora, traigo una entrega especial para el señor y la señora Belanov-Lyla se parte de risa, y golpea el pecho con el dorso de su pequeña mano, la atrapo y le doy un beso húmedo en la palma, ella inhala-.

-¡Louis!-me reta con voz temblosa, carraspea-hola, mami, soy yo, ábrenos-me envía una mirada de advertencia-.

-¿Lyla? ¡Cariño, llegaron!-le dice a alguien-Ya les abro-anuncia, el portón vibra y se abre-.

El camino de la entrada es circular, rodeado de flores y arbustos, en el centro hay una fuente, las escaleras del porche están flanqueadas por dos estatuas de mármol; una de Afrodita y otra de Zeus, creo. La casa de dos pisos está pintada de blanco, hay varios balcones en la segunda planta, ventanas en cada habitación. 

-Lyl-le llamo, ella me mira-.

-¿Sí?-inquiere, sonriente, mientras me estaciono detrás de un Audi SUV-.

-¿Recuerdas que me dijiste que era el dueño del país?-ella entorna los ojos y asiente-no es cierto, soy dueño de la mitad. Aparentemente tu familia es dueña de la otra-suelta una risotada-.

-Que no te oiga mi papá. Y alaba las esculturas de mi mamá-palmea mi muslo-.

-¿Tu mamá las hizo?-niega con la cabeza-.

-Las trajo desde Grecia, se las vendió un coleccionista. Son realmente, realmente antigüedades-me quito el cinturón y bajo para abrir su puerta-mi padre te va a adorar-dice ahora en voz baja, le ofrezco mi brazo-mi mamá se va a enamorar de ti y espero que a Adam le caigas bien. Pero de seguro lo harás. Serán grandes amigos. 

-Nunca hice esto antes-le susurro-.

-¿Qué cosa, conocer a los padres de la chica con la que te acuestas?-frunzo el ceño-.

-Yo no me acuesto contigo, nena-contesto, molesto. Molesto conmigo mismo porque todavía no se lo dije, y quiero hacerlo, pero no aún. Porque todavía no he encontrado las pelotas que se me perdieron-.

-No. Tú follas. Duro-mi ceño se hace más profundo mientras ella se ríe entre dientes-.

-¿Qué?-hace ademanes con la mano libre-.

-Cosas mías-niego con la cabeza y beso su coronilla-.

-¿Cómo se supone que tengo que actuar? ¿Qué tengo que decir?-la urjo, ella me da una mirada tierna y sonríe, sus ojos se achican, mi corazón aletea en mi pecho. No puedo creer que me esté mirando así-.

-No te pongas raro, sé tú mismo. Te van a amar.

Bueno, no lo sé. Tengo un nudo constante en el estómago desde el lunes, cuando me propuso venir con ella. Creo que se llama ansiedad y nervios. Nunca estuve así de nervioso antes. Quiero decir, quiero causar la impresión correcta. Quiero que sus padres vean que quiero a su hija de verdad. Quiero agradarles, y agradar a Adam, porque Lyla lo adora. 

Aunque si yo fuera el padre de Lyla, no me aceptaría. Diría: Allá va mi pequeña, con ese psicópata que solo piensa tirársela infinitas veces. Más le vale tratarla bien, porque si ella llega a derramar alguna lágrima por él, le presillo las bolas al cuello. 

Me duelen las inexistentes bolas ahora, de solo pensarlo.

No te pongas raro, no te pongas raro. Sé tú mismo.

Wow.

Levanto la mirada y estoy viendo a Lyla en veinte años.

De la puerta emerge una mujer de mediana edad, flotando en un vestido primaveral de flores blancas y rosas y un cárdigan gris, mocasines y una coleta. Su cabello es caoba, o algo así. Una extraña mezcla entre naranja y castaño. Tiene los mismos rasgos exóticos de Lyla, la nariz respingada y los ojos pequeños, que son amatistas y no negros. 

-¡Hola!-exclama-¡Corazón, estás preciosa!-dando saltitos baja las escaleras del porche. Lyla se desprende mi brazo y abraza a su copia. O ella es la copia-déjame verte-dice sosteniendo las manos de mi novia en las suyas, luego de un largo abrazo de mamá oso-¡Preciosa!-sus ojos llenos de vida, se clavan en mí-tú debes ser Louis-me sonríe, un hoyuelo se forma en su barbilla-.

-Sí, señora Belanov. Mis padres me llamaron así-me encojo de hombros, tratando de parecer relajado y le paso la mano, la sacude firmemente, ella sonríe cálidamente hacia mí y sus arrugas hacen acto de presencia-.

-Oh, llámame Genevieve-yo asiento con la cabeza-no quiero escuchar eso de señora Belanov. La señora Belanov es mi suegra, y no quiero parecerme nada a ella-Lyla y yo reímos-.

-¡Mamá!-exclama Lyl, Genevieve me guiña un ojo-.

-Bueno, pasen. No tenemos por qué hablar de tu abuela.

Genevieve es agradable y no me lo puso difícil. Suspiro, faltan el papá y el hermano. Lyla se cuelga de nuevo a mi brazo y seguimos a su madre al interior de la casa. Y es como si hubiera pasado por una máquina del tiempo y no por una puerta. 

Literalmente estoy en 1930. El vestíbulo es una mezcla de elegancia y calidez, una alfombra persa con tonos rojos, verdes y marrones cubre el suelo embaldosado, la mesa de madera arrimada a la pared al lado de la puerta está cubierta con un pequeño mantel blanco sobre el que reposa un jarrón con espuelas de caballero y violetas. Un espejo que es a su vez perchero y paragüero colgado en la pared. 

La doble escalera se asemeja a la de los palacios. Trato de que no se me caiga la mandíbula al suelo y estoy fallando magistralmente. Mi casa es funcional y descolorida, la casa de Johannah es estrictamente minimalista. Este lugar es elegante, majestuoso.

El salón es el hogar de exquisitas antigüedades, estatuillas de mármol, jarrones, cuadros. Hay un tocadiscos, el teléfono es también de la década de los 30, los sofás están tapizados con finísimos estampados, un diván se encuentra frente a la ventana que da al patio. Exactamente igual como en el loft de Lyla. 

En un Chesterfield orejero, un hombre rubio con las piernas cruzadas y periódico en mano, completamente a juego con la decoración de la casa tiene puesto pantalones de pinzas beige y una camisa de lino blanca dentro de los pantalones, zapatos lustrados marrones y el cabello ordenado. Todo combina, Genevieve, él, la casa. Lyla y yo desentonamos con nuestras chaquetas y vaqueros.

El hombre nos observa. Ojos negros, inteligentes, rodeados de pestañas castañas me evalúan, trago saliva con fuerza. Las comisuras de la boca del señor Belanov se levantan y también lo hace él.

Joder, es mucho más alto que yo. Vuelvo a tragar saliva. Su voz es imponente y el acento ruso me da escalofríos. Estoy por cagarme encima. 

-¡Chiquita de la casa!-Lyla suelta mi agarre luego de darme un apretón y va a abrazar a su padre-estás radiante, nena-y yo creía que era el único que la llamaba así-¿Por qué nunca vienes a visitarnos?-ella se encoje de hombros en los brazos de su padre-.

-Porque existe el internet y los teléfonos, además ustedes también pueden ir a visitarme. Recuerda que no tengo auto, padre-besa su mejilla-¿Cómo estás?-él coloca una mano en su nuca, con la otra, levanta el rostro de su hija y besa su frente-.

-Estoy bien-me mira-un poco celoso por el momento-carraspeo incómodo, Lyla voltea y su padre le pasa un—bastante musculoso—brazo por los hombros-¿tu novio no habla?-dice enarcando una ceja rubia, la ceja izquierda. Oh, de ahí vino-.

Maldición.

Genevieve y yo hablamos al mismo tiempo.

-Mickey-el tono de la señora es de advertencia pero a la vez divertido-.

-Hola, señor Belanov, soy Louis Tomlinson-¡acaba de salirme un puto gallo! ¡Mierda! Trato de sonreír como si en realidad no me importara la hostilidad y avanzo al interior de la habitación-gracias por recibirme en su casa…

-¿Quién dice que yo te recibo en mi casa, muchacho?-el color huye de mi rostro y paro de golpe-.

-¡Mikael Belanov!-exclama Genevieve-sé amable-le gruñe entre dientes-.

Lyla sale del abrazo de su padre y viene hasta mí, me pasa un brazo por la cintura y me arrastra hasta que estoy a un metro de sus padres, Genevieve está negando con la cabeza y Mikael sigue pareciendo imponente y malhumorado.

-Padre, compórtate como la persona genial que eres y no como un tirano, ¿quieres? Deja de asustar a mi novio. Louis, te lo prometo, papá es buena onda-me guiña un ojo y yo sonrío, una profunda carcajada sale del pecho de Mikael, su rostro está rojo. Frunzo el ceño-.

-Es un gusto conocerte, muchacho. Me fascina divertirme a costa de los demás, es como un don-me sonríe y abraza a su esposa, su rostro rosado se llena de arrugas-.

-Un defecto-masculla Genevieve, él le da una nalgada y mis ojos se amplían, Lyla gime y hunde el rostro en mi cuello-.

-¡Dejen de avergonzarme! ¡Qué desagradable!-sus padres se ríen y yo me quedo pensando en Lyla y yo en el futuro, así, exactamente igual que sus padres y me da un vuelco al corazón-.

Quiero esto. Con ella.

-Entonces, Lewis…-comienza Mikael, frunzo los labios-.

-Louis-murmura su esposa-.

-Louis, ¿ya te acostaste con mi hija?-pregunta, como si nada. Yo comienzo a toser como el infierno-.

-¡Papá, por el amor de Cristo!-Mikael vuelve a reírse como si no hubiera un mañana-.

-Lo siento, lo siento-se sienta en el sofá en donde estaba hace un rato y Genevieve en el brazo del mismo-tomen asiento, chicos-sonríe, nosotros nos sentamos en un cómodo sofá bordó-Louis, he escuchado que estás terminando la carrera y que quieres especializarte en genética.

-Así es, señor. Es la rama que más me interesa, creo que podría hacer algo positivo para la humanidad-él asiente-.

-¿Sabes?, si te interesa hay un laboratorio, BLab, es de uno de los directores del Proyecto del Genoma Humano, el tipo es un imbécil, pero necesita gente ambiciosa y dispuesta a trabajar. Puedes hacer tus prácticas ahí-Mikael se ríe y Lyla se tensa a mi lado-.

-Padre…

-¿Qué? ¿Qué hay de malo con que quiera que tu novio trabaje para mí? Pensé que tal vez eso te haría feliz.

Ladeo la cabeza. Lyla resopla y su madre voltea los ojos.

-Señor, no comprendo-digo frunciendo el ceño, el padre de Lyla hace un ademán con las manos-.

-Estoy pidiéndote que trabajes para mí, si gustas.

Cuando ato los cabos sueltos, me abstengo de gritar como una groupie de diecisiete años. ¡Mikael Belanov es ese Mikael Belanov! ¡Uno de los rusos genetistas más importantes del siglo! ¡Y yo soy el novio de su hija! Voy a omitir la parte de que tenemos una relación un poco fuera de lo común y que nos gustar follar duro. 

El mundo definitivamente es un pañuelo. Vaya.

-Bueno, señor, lo tendré en cuenta. Gracias por la oferta-él asiente y Lyla me mira, ampliando los ojos-.

-¿Vas a aceptar?-inquiere, yo me encojo de hombros-.

-No lo sé, Lyl, voy a pensarlo-ella suspira aliviada y sonríe-.

-Bueno, muchachos-dice Genevieve poniéndose de pie-esta es la situación: tu tía Amelie, Lyla, está un poco enferma, y vamos a ir a Bristol a pasar unos días con ella.

-¿Qué? ¿Qué tiene?-la voz de Lyla denota preocupación, se pone de pie también. Mikael y yo imitamos a las damas-.

-Oh, no es nada grave, ya sabes, la presión y no es que pueda levantarse todo el tiempo.

-Pero, ¿qué pasa con nosotros? ¿Y con Adam? Hablando de eso, ¿dónde está?

-Él llega mañana por la tarde, si su vuelo no se retrasa. Su novia viene con él. Y no te preocupes, estaremos de vuelta el sábado a más tardar. 

-¿Cuando salen?-pregunta-.

-Ahora-contesta su padre-.

-¿Qué?-sus padres nos sonríen apenados-.

-Nena-Mikael posa las manos sobre los hombros de Lyla y baja la cabeza a su altura-vamos a dejarte sola con tu novio en la casa. Solos. Deberías estar feliz. Solos. Los dejaremos solos-ella voltea los ojos-.

-¿Papá, qué te fumaste?

-Nada, es solo que estoy emocionado, nunca has traído a nadie. Y este pobre prójimo es el primero, tengo que molestarlos un poco.

¿Nunca trajo a nadie? ¿De verdad? 

-Hmm-gruñe incrédula, luego abraza a su papá-te quiero, viejito-besa su mejilla-¿Vas a estar aquí para esconder los huevos, verdad?-Mikael se ríe-.

-Claro que sí-luego entornando los ojos me mira-puedo cortarlos también-vuelvo a palidecer. Tiene un humor muy… macabro, pero por suerte comprendo que es una broma y me río. Solo un poco-.

-Cariño, estaremos de vuelta en un abrir y cerrar de ojos, no te preocupes-Lyla asiente y abraza a Genevieve, le da dos besos en las mejillas y luego coge su mano, besa sus nudillos-.

-Te quiero, mamá. Envía mis saludos a mi tía. Les acompaño a la salida.

Lyla articula: «Quédate aquí» y yo asiento. Ella regresa en cinco minutos, justo cuando veo a la SUV salir de la casa, se abraza a mí.

-¿Qué te parecieron?-inquiere, yo sonrío mientras acaricio su cabello-.

-Tu papá es un personaje… bastante interesante-ella se ríe entre mis brazos-.

-Sí, no se comporta así todo el tiempo, es sólo que eres el primero a quien conoce.

-¿Por qué soy el primero?-inquiero, temeroso de la respuesta-.

-Porque solo tuve un novio en mi vida. Y ese, querido, eres tú-amplío los ojos. Wow-.

-¿Pero si ya no eras…? ¿Cómo? ¿Quién? Lyla, explícate-ordeno, ella se separa de mí-.

-No era virgen porque en el colegio me metí con alguien que no debía meterme, fui estúpida y no arrepiento, fue divertido. No pongas esa cara, Louis. Yo no quise ser su novia, no salí lastimada. A veces pienso que subestimas mi fortaleza, eso es insultante.

Freno el impulso de sacudirla. Constantemente subestimo su fortaleza, es cierto. Pero es porque quiero protegerla, no quiero que salga herida y me preocupo por ella. 

-Vas a tener que contarme toda la historia-ella entorna la mirada y luego sonríe-.

-¿Quieres que te cuente cómo fue mi primera vez?-ladeo la cabeza-.

-Sí.

-Lo haré. Pero-levanta el dedo índice y lo agita frente a mi nariz-tú tienes que hacer lo mismo.

¿Qué?

-¿Por qué?-ella se encoge de hombros y se echa sobre el diván, yo me siento sobre la mesa de café, con los codos sobre las rodillas-.

-Porque tengo curiosidad-frunzo los labios-.

-Está bien-contesto luego de una pausa, ella aplaude emocionada-.

-Genial-carraspea-bueno, erase una vez una chiquilla de diecisiete años, una nerd, una rata de biblioteca, con lentes y toda la historia. Ella tenía una amiga que era capitana del equipo de baloncesto, la ratita de biblioteca acompañaba a su amiga atleta a todos los partidos. Un día, la amiga no pudo ir a recoger a la ratita, entonces, envió a su hermano. El chico también era capitán de baloncesto, solo que estaba en último año. Ellos se conocían desde niños, pero nunca hablaron hasta ese día. Después el hermano comenzó a escribirle mensajes a la ratita, la ratita estaba emocionada, un chico mayor, apuesto, de último año emitía señales hacia ella. 

-¿Cómo se llamaba?-pregunto, una voz en mi cabeza dice; « ¿Estás seguro de querer saberlo?»-.

-Se llama, sigue vivo, se llama Joseph.

-¿Cómo sabes que sigue vivo?-frunzo el ceño, ¿Se siguen comunicando? Lyla voltea los ojos-.

-Louis, su hermana es mi amiga, sé que sigue vivo y que trabaja como personal trainer en un gimnasio de la ciudad. Pero ese no es el punto, te estoy contando una historia.

-¿Tú preguntas por él?-ella gruñe-.

-¡Escucha la historia!-dejo caer los hombros, en rendición y le hago señas para que continúe-Joseph, era todo lo que la rata deseaba en ese momento y maquiavélica como era, ella fue a la casa de los hermanos, supuestamente para visitar a la amiga, pero bien era sabido por ella, que la chica tenía prácticas ese día, pero que el hermano se había quedado para estudiar. Bueno, al final los chicos lo hicieron, a ella le dolió, él acabó demasiado rápido. A la siguiente semana lo volvieron a hacer, esa vez los preliminares fueron decentes y hasta calientes, teniendo en cuenta que eran adolescentes. La ratita y el hermano nunca se lo dijeron a la amiga, pero seguían teniendo sus sexcapadas luego de los partidos, cuando ella iba a una pijamada. El chico se graduó y se fue sin mirar atrás y la ratita no volvió a tener sexo hasta que llegó un sexy bastardo que le arruinó el final de La Danza de La Muerte. El sexy bastardo sabe follar bien-se ríe-.

-¿Bien? Uno esperaría consideración a su ego por parte de su novia-salto al diván y me coloco encima de ella-.

-¿Qué quieres que diga?-inquiere ella, presionándose, restregándose por mi cuerpo-.

-Quiero que digas la verdad, ratoncita. Soy el mejor que has tenido-le guiño un ojo, ella se echa a reír-.

-Bueno, no tengo mucho con lo cual comparar, pero te diré que me siento satisfecha. Haces que olvide mi nombre. Todo el tiempo-levanta la cabeza y me besa-.

-Me siento honrado-susurro sobre la piel de su cuello, ella suspira de placer y me rodea las caderas con sus piernas, pero me empuja un momento después-.

-No vas a zafarte. Es tu turno-frunzo los labios y desvío la mirada-.

-Bien, acabé rápido y creo que lastimé a la chica-me encojo de hombros-fin.

Ella se queda boquiabierta con el ceño fruncido. Luego se cruza de brazos y me da una mirada altiva.

-Esa no es la historia que esperaba oír. ¿Quién era? ¿Cuántos años tenías? 

-Se llamaba Allison, era la presidenta del consejo estudiantil. Tenía dieciséis. 

-¿Era tu novia?-niego con la cabeza-.

-Fue mi primera sumisa-ella se queda boquiabierta de nuevo-.

-¿O sea que-pasa saliva-nunca tuviste una relación tradicional?

-Exacto. Así que tú eres mi primera novia, también-le sonrío-.

-Ay, Louis, eso es tierno. Pero, ¿por qué te tomaste tantas molestias conmigo?-inquiere. «Porque posiblemente me enamoré de ti la primera vez que te vi»-.

-Bueno, porque no iba a ir hasta ti y decir: oye, ¿quieres algo de sexo pervertido con alguien de último año? Quise introducirte lentamente en mi mundo. Pero lo descubriste y no pude decírtelo, aunque eventualmente lo iba a hacer. Principalmente no quería asustarte. ¿Sabes? Te quería demasiado, te deseaba más allá de la razón. Deseaba tenerte sometida, entregada totalmente a mí. Deseaba que confiaras en mí. Quería que te sintieras cómoda, así que me gané tu confianza…

-Y después me follaste-dice, divertida. Yo suelto algo que es mitad suspiro, mitad gruñido-.

-Estás matando el momento-replico, fingiendo estar ofendido-.

-Creo que me alegra que hayas irrumpido en mi pacífica y aburrida vida, y le hayas dado algo de sabor.

-¿Algo?-muerdo su barbilla y ella se ríe. Cosquillas, hundo mi rostro en su cuello y mordisqueo la piel-.

-Bueno, yo antes tenía solo helado de vainilla en el congelador. Ahora-tira de mi cabello y me hace mirarla-ahora tengo toda la jodida heladería.

Nos reímos y cuando estoy por iniciar una encarnizada guerra de cosquillas…

Escucho un gruñido, que no es exactamente igual a los que Lyla me da. Siento aliento caliente, húmedo y espeso en el lado derecho de mi rostro, huele a carne y fermentos. Volteo la cara; es un pointer enorme. Y está gruñéndome. De la impresión, caigo al suelo, con un golpe sordo. El animal pasa encima de mí pisoteándome y Lyla se ríe. 

-Oscar, ven aquí, perrote-ella coge las orejas del perro, rasca el cuello del animal, quien trepa al diván y moviendo frenéticamente el rabo, lame el rostro de Lyla-¡Oscar!-su risa flota por la habitación, me incorporo y me siento con la piernas cruzadas-Louis, te presento a Oscar-dice abrazando al animal-.

-Sí, creo que no le caigo muy bien. Me gruñó-Lyla resopla-.

-Yo te gruño todo el tiempo, y casualmente antes o después tenemos sexo-se encoge de hombros, yo niego con la cabeza-Oscar, abajo-dice con una voz dominante que no imaginé jamás que podría salir de ella. El perro obedece-sentado. Tuvo dueños abusivos antes de nosotros, desconfía de los extraños-Oscar se sienta a mi lado, en guardia, tenso-muy bien, precioso-rasca la cabeza del perro-tócalo, Louis-me dice, y yo obnubilado, lo hago-.

Acerco mi mano al lomo del animal y lo acaricio, de inmediato se relaja y mueve el rabo. Miro a Lyla y está sonriendo.

-Hola, Oscar-le digo, los ojos ámbar del perro me observan. Alejo la mano, pero él se acerca más a mí y mueve la cola que con fuerza golpea el piso. Lyla vuelve a reírse-.

-Ya te quiere-dice en tono meloso y baja al suelo junto a nosotros-.

-¿Es tuyo?-ella asiente-.

-Lo tuve que dejar cuando fui a Cambridge. Él es mi alma gemela, y a través de las eras nos hemos encontrado. Fue mi esposo en el siglo XIX, pero era un libertino y rompió mi corazón incontables veces, por lo que en esta vida reencarnó como perro-la manera en la que cuenta la historia te hace creerla. Me río para mis adentros-.

-¿Cómo se llamaban ustedes, en ese entonces?-inquiero, siguiéndole el juego, ella me mira con los ojos abiertos como platos-.

-Él era Lord Oscar Richard Leopold Nicholas St. Patrick, cuarto Marqués de… Marqués de Canterbury. Y yo era Lady Cordelia Anne Rose Durham, su marquesa, pero no se conformaba conmigo, y tuvo amantes por todo lo largo y ancho de la corte. El castigo de Dios, Nuestro Señor fue que él reencarnara en perro y me viera amar a otro hombre-ya no aguanto y rompo a reír-.

-¿No has pensado en escribir libros?-le pregunto, bromeando en parte, y en parte en serio. Lyla baja la mirada-.

-Bueno, eso es lo que quiero hacer. Una vez, hace mucho tiempo, cuando comenzamos a salir me lo preguntaste, pero nunca te lo dije. Quiero estudiar Literatura Inglesa en Oxford. Quiero escribir libros para niños.

Frunzo el ceño.

-¿Libros para niños?

-Mjm, ya sabes, quiero ser como Doctor Seuss-se encoge de hombros-.

-¿Por qué tengo la sensación de que te avergüenzas?-ella me mira apenada, sacude la cabeza de Oscar-.

-Porque estoy avergonzada. Cuando lo digo en voz alta suena tan patético. Soy patética.

-No. No lo eres, pero estás tan fuera de tu elemento en Peterhouse, ¿por qué estás ahí?-inquiero. Me siento confundido. Ella no es del tipo que hace las cosas que no le gustan-.

Suspira.

-¿Reconociste a mi padre, cierto? Él trabajó en el Proyecto del Genoma Humano, es un genetista exitoso, es uno de los mejores del mundo, es una leyenda, una eminencia. 

-¿Y?

-Y quiere que Adam y yo sigamos sus pasos, seamos como él, y más exitosos si es posible. Siempre fui la decepción de la familia, aunque lo nieguen. 

-Tus padres te adoran, Lyl-digo, ella niega con la cabeza-.

-Ellos me adoran, pero no comprenden que no soy para ellos. Soy una parte de ellos. Esperan grandes cosas de mí, esperan que sea la próxima Marie Curie o algo por el estilo. No quiero estudiar medicina, no quiero ser genetista. Odio la carrera. 

-¿Por qué no les dices?

-Ya se los dije. Mi último año en el colegio fue catastrófico. Ellos presionándome para que desistiera de Oxford. Fue un desastre.

-¿Por qué desististe?

-Porque ellos creen que tengo ideales demasiado románticos, dicen que la vida no es un campo de rosas. Pero yo sí creo que lo sea. Es todo muy bonito, pero no olvido que las rosas tienen espinas. Hay que andar con cuidado.

Nos quedamos en silencio durante un largo rato. 

Lyla es del tipo mártir. Piensa en todos los demás, hasta en el perro. Pero no piensa en ella. Se sacrifica por los que quiere, y a este paso, terminará frustrada e infeliz. Y yo no quiero a mi nena infeliz. Quiero que tenga lo que quiere y lo que merece. Si quiere ser escritora, lo será. Si quiere un pedazo de la luna en sus manos, lo tendrá. 

Porque ella hace que mi mundo sea diferente. Me hace feliz a niveles que no podía siquiera imaginar antes. Es cierto que los Amos dominamos a nuestras sumisas, pero cuando un amo entrega su corazón, lo hace una sola vez. Y mi corazón es de Lyla. Ella podría ponerme de rodillas si quisiera. Ella podría someterme. Ella podría romperme. 

El amor es un arma de doble filo. Te hace feliz, te llena, te enloquece y te hace temer, porque en una milésima de segundo, podría arrasar contigo, dejarte herido para siempre. Destrozado.

-Así que por eso decidiste tener malas notas. ¿Qué pesabas lograr con eso?-inquiero, ella sonríe, maquiavélica ratoncita-.

-Que me cancelen la matrícula y ser vetada de Cambridge. 

-Lo suponía. Ven aquí-ella se arrastra gateando y se sienta en mi regazo-no puedes seguir así, no eres feliz. Tienes que sobreponerte y decir basta, debes decírselo a tus padres. 

-Claro que soy feliz, te tengo a ti-sonríe y mi corazón late frenético en mi pecho. Ay, nena. Acaricio su rostro y poso un beso ligero en su mejilla-.

-Yo también soy exponencialmente más feliz ahora, que te tengo-ella vuelve a sonreír. Pero nos desviamos del tema-¿vas a decirles?-ella asiente, mira fuera de la ventana, al vacío-.

-Sí. Al momento que lo haga, voy a irme, buscaré un trabajo y comenzaré a estudiar para el ingreso a Oxford.

-Suena bien. Menos la parte en la que buscas trabajo-tomo su rostro y la hago mirarme-no olvides que estamos juntos, que eres mía. Y que voy a hacer todo lo que esté en mi mano para que seas feliz, nena-ella entorna la mirada-.

-No. No harás lo que estás pensando que vas a hacer. Estás loco si piensas que voy a permitirlo. No, no, no y no. 

-Lyla, no enloquezcas-le digo, con voz melosa y beso su frente-.

-No lo harás. No lo permitiré. Una cosa es que acceda a que me compres ropa, Louis, otra muy distinta es que me pagues la universidad-quiere levantarse y gritarme, pero se contiene cuando le doy una mirada de advertencia. Se cruza de brazos-.

-Llegaremos a un acuerdo con este asunto-ella niega con la cabeza-.

-No. Es mi última palabra-endurece las facciones y evita mirarme, con el dedo índice rozo su mandíbula y hago que voltee el rostro hacia mí-.

-Quiero hacerte feliz, ¿me dejarías?-el tono de mi voz es inocente y dulce, y le doy una mirada de cachorrito. Su expresión se ablanda un poco-.

-Deja de mirarme así-yo le sonrío infantilmente-.

-Lyla-canturreo, la abrazo por la cintura y la pego a mí, beso la piel detrás de su oreja-.

Ella se aleja y yo quiero gimotear de frustración. 

-Louis-advierte cuando vuelvo a atraerla hacia mí. Es el mismo tono que usa con Oscar. Eso, en lugar de irritarme como pensé que lo haría, enciende algo en mí-basta, quieto-me empuja, su voz dura hace que mi respiración se vuelva irregular y superficial-no vamos a discutir sobre esto ahora, no quiero pelear contigo. ¿Podemos tener paz?-asiento, completamente petrificado-.

-No hablaremos más sobre el tema, por hoy-sé que esa respuesta no le satisface, pero sus rasgos se dulcifican y me sonríe pícara, poniéndose de pie-.

-¿Quieres conocer el resto de la casa?-miro a Oscar-.

-¿Cómo la soportas?-le pregunto al perro, que olfatea mi rostro y luego me da un lengüetazo-.

****

Como es bien sabido, el cuarto de la infancia es algo que no se salva cuando el novio va de visita. Si sabes a lo que me refiero, ¿no? 

Después de un recorrido por la casa, terminamos en su habitación, que vuelve a ser como un salto al tiempo. Huele a vainilla y es la habitación de una adolescente promedio: cama Queen zise, fotografías en marcos divertidos, libros, un escritorio, un sofá verde y mullido, y posters en las paredes. Uno de ellos es gigante, son cuatro muchachos posando a la defensiva o más bien tratando de lucir atemorizantes, encima de su cabeza aparece un nombre.

-¿Quiénes son McFly?-inquiero, ella se sonroja y sonríe-. 

-Junto con los Jonas Brothers, mis bandas favoritas durante la adolescencia-enarco las cejas-.

-¿Te gustaban los Jonas Brothers?-ella asiente-Wow, ¿y quiénes eran tus favoritos?-hago un círculo con el dedo índice, Lyla señala a un rubio con ojos marrones-.

-Tom Fletcher, de McFly, y Joe Jonas-señala a otro poster, un chico desnudo de la cintura para arriba está sonriendo-de los Jonas Brothers. 

-Hmm-digo, ella resopla y echa la cabeza hacia atrás-. 

-Por favor, ¿estás celoso?-le doy un gruñido evasivo y examino los libros que hay en una repisa-.

Jane Austen, todos los libros de la saga de Crepúsculo—no me preguntes por qué sé que la saga completa tiene cinco libros—, aunque no tiene la Guía Ilustrada Oficial—tampoco voy a hablar sobre eso—, Nicholas Sparks, La Biblia, Nora Roberts, Robert Greene, El Príncipe, de Maquiavelo, La Odisea, La Ilíada, La Eneida, La Metamorfosis de Ovidio…

-Louis, eres consciente de que no te conocía en ese entonces y de que nunca en mi vida los vi, ¿cierto?-me abraza desde atrás por la cintura-.

-¿Tenías fantasías con ellos?-me volteo y encuentro a una estupefacta Lyla observándome-.

-¡Claro que no! Bueno, no sexualmente. Solía imaginar que yo era Elizabeth Bennet y Tom el señor Darcy, pero cuando tenía quince años no pensaba en sexo, pensaba en romance-sonríe-eres imposible. Cariño, con el único hombre con el que he fantaseado-golpea mi pecho-es contigo.

Atraigo su cuerpo al mío.

-¿Fantaseabas conmigo?-me roba un beso y con las mejillas sonrosadas asiente, murmurando un «Mjm»-muéstrame-la empujo hasta que cae a la cama rebotando, tomo asiento en el sofá verde-.

Que comience la función.