ღ Sing me to sleep

Me acuerdo del día en el que me atreví a habar con él por voluntad propia. Cuando me senté a su lado, parecía confundido, como si le extrañara que alguien quisiera acercarse a él. Ya había terminado el entrenamiento de aquella semana, y todos estaban en el salón hablando.

En el primer entrenamiento me pareció que era un poco callado y tranquilo, muy diferente a como la tía J.K. le había descrito en los libros, aunque tal vez era porque no había nadie con quien "valiese la pena" hablar. De todos modos, me pareció que estaba tan solo que pensé que necesitaría algún amigo.

Aquel día nos presentamos como era debido, y... bueno, parece que no fue mal.
Desde entonces hablábamos cada día más, hasta que llegó a convertirse en uno de mis mejores amigos. Yo le conté mi historia, y el me contó la suya, y sus inseguridades, y todo lo que yo necesitaba saber para empezar a ayudarlo.

Todo iba bastante bien, hasta aquel día en el que simplemente todo se desmoronó.
Hacía unos pocos días desde que descubrimos que Sugar se cortaba las muñecas... otra vez, y estaba a punto de irse a Nueva York por dos meses. Además de otros problemas... pero ese era uno de los que más le importaban a él. Bridgit se había encerrado en su cuarto y se negaba a salir hasta que Jack trajera de vuelta a Sugar ya mismo.

Era una tarde lluviosa y todos estábamos bastante desanimados. Claro, la lluvia lo hace todo más triste, ¿no? Lo más triste de todo era que estábamos perdiendo a una de las piedras angulares de todo esto. Sugar siempre ha sido la que nos mantenía en pie a todos, no dejaba que no deprimiéramos. Y la necesitábamos, él la necesitaba. Estábamos los dos en la azotea del Hogar Principal, mirando la lluvia por la ventana. No estoy segura de lo que él estaría pensando, pero por mi mente solo sonaba una cosa nunca estáis solos. Me pareció que ya era hora de hacérselo saber. Pero, antes de que yo pudiese empezar a hablar, él dijo algo que me dejo totalmente desconcertada, furiosa y defraudada, todo a la vez. Era como si alguien en quién confiaba hubiese roto una gran promesa. Primero empecé a gritarle como una loca, a lo que él respondió de la misma manera, pero después no pude retener más mis lágrimas y lloré.

Y él me abrazó, hizo de todo para intentar calmarme, y yo dejé de llorar. No por él, sino porque aquello tendría que ser al revés. Yo era quién ayudaba a las personas, pero él había estado consolándome por lo menos media hora.
Empecé a hablar casi sin darme cuenta, y solo podía decir cosas buenas de él, cosas que él no admitía de si mismo. Lo que pasaba siempre. Antes incluso de que pudiera coger aire al terminar de hablar, él me besó. Fue el beso más dulce de toda mi vida, y me dijo que me amaba, a mi. Y supongo que ya sabéis lo que viene ahora. Un final feliz.

Se que conocéis esta historia porque desde que se la conté a Sugar no deja de repetirla y seguro que os la habrá contado ya. Pero me parece que necesitabais escucharla -o, bueno, leerla- por parte de vuestra propia madre.

Solo quiero que tengáis en cuenta una cosa. Pase lo que pase, vuestro padre siempre fue, es y será una buena persona.