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La Vecina Perfecta [Adaptación] {Liam & Tú} Terminada
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: La Vecina Perfecta [Adaptación] {Liam & Tú} Terminada
Capítulo 8
Mientras trabajaba, _____ cantaba a dúo con Aretha Franklin. A su espalda, la brisa fresca de abril se colaba por la ventana abierta.
El día estaba tan radiante como su estado de ánimo.
Se volvió a mirarse al espejo e intentó poner cara de sorpresa para después poder plasmar esa misma expresión en el rostro de un personaje. Pero lo único que podía hacer era sonreír. Aquél no había sido su primer beso. La habían besado otros hombres y la habían abrazado. Pero comparar aquellos besos con lo sucedido el día anterior con su vecino de enfrente era como comparar un petardo con un ataque nuclear. Uno silbaba, explotaba y durante un momento resultaba entretenido. El otro estallaba y con ello cambiaba el paisaje durante siglos.
A ella la había dejado increíblemente atolondrada durante horas. Le encantaba sentirse así. ¿Había algo más maravilloso que sentirse débil y fuerte, tonta y sabia, confundida y alerta, todo al mismo tiempo?
Lo único que tenía que hacer era cerrar los ojos y dejar que su mente volviera de nuevo a aquel momento.
Se preguntaba qué pensaría él, qué sentiría. Nadie podría quedar impertérrito después de una experiencia de tal... magnitud. Él había estado junto a ella en el epicentro de aquel terremoto. Ningún hombre podía besar a una mujer de ese modo y no sufrir algún tipo de efecto secundario.
Volvió a cantar junto a Aretha y se centró de nuevo en el trabajo.
—¡Dios, _____, aquí hace muchísimo frío!
—Hola, Jody —saludó con alegría a su amiga al levantar la vista del papel—. Hola, pequeño Charlie.
El pequeño sonrió desde los brazos de su madre.
—No hace tanto calor como para sentarse frente a la ventana abierta —protestó al tiempo que cerraba.
—Tenía calor —explicó _____ mientras acariciaba al pequeño—. ¿No te parece un milagro que los hombres empiecen así? Después crecen y se convierten en... otra cosa.
—Sí —Jody frunció el ceño y observó a su amiga—. ¿Estás bien? —le puso la mano en la frente—. No tienes fiebre. Saca la lengua.
_____ obedeció.
—No estoy enferma. Estoy perfectamente.
Jody volvió a observarla sin el menor convencimiento.
—Voy a acostar a Charlie y después voy a preparar un café para que me cuentes qué está pasando.
—Muy bien —volvió a dejarse llevar por la ensoñación y comenzó a dibujar corazoncitos rojos sobre el papel.
Como le resultaba divertido, los hizo cada vez más grandes y después esbozó el rostro de Liam dentro de uno de ellos.
Tenía un bonito rostro. Boca firme, ojos fríos y rasgos marcados. Unos rasgos que se endulzaban ligeramente cuando sonreía. Y sus ojos dejaban de ser fríos cuando se reía.
Le gustaba hacerle reír; siempre le parecía que tenía poca práctica. En eso podría ayudarlo. Después de todo, uno de sus pequeños talentos era hacer reír a la gente.
Además, una vez lo hubiese ayudado a conseguir un empleo estable, ya no tendría tanto de lo que preocuparse.
Le encontraría trabajo, se aseguraría de que comía bien y estaba segura de que podría encontrar a alguien que quisiera deshacerse de un sofá viejo. Eso le haría sentir mejor. Pero eso no era entrometerse en su vida como hacía el abuelo; no, ella sólo estaría ayudando a un vecino.
A un vecino increíblemente sexy, cuyos besos eran capaces de llevar a una mujer al paraíso.
Pero no era ése el motivo por el que iba a ayudarlo. También había ayudado al señor Puebles a encontrar un buen pedicuro.
Sólo se comportaba como una buena vecina, pero si con ello obtenía otros beneficios, ¿qué tenía de malo?
Jody observó a su pequeño hasta que se le cerraron los ojitos y fue a preparar café. En la cocina de _____ se movía con tanta libertad como en la suya propia. Lo cierto era que en los últimos años, _____ y ella estaban tan unidas como dos hermanas, quizá más, corrigió _____. Sus dos hermanas siempre estaban presumiendo de sus maridos, de sus casas y de sus hijos... pero Jody pensaba que cualquiera pensaría que su Chuck y su Charlie eran mucho mejores que los maridos y los hijos de cualquiera de ellas dos.
A diferencia de sus hermanas, _____ la escuchaba y había estado a su lado en el duro momento en el que había decidido dejar su trabajo para cuidar de Charlie. También había sido _____ la que había estado ahí en los primeros días del niño, cuando Chuck y ella se aterraban cada vez que el bebé hacía el más leve ruido.
No había una amiga mejor en el mundo. Por eso era por lo que Jody estaba empeñada en ayudarla a ser tan feliz como lo era ella.
Subió la bandeja con los cafés al estudio.
—Gracias, Jody —le dijo _____ cuándo le dio su taza.
—La tira de esta mañana es genial. No puedo creer que Emily se enfundara una gabardina y un sombrero para seguir a don Misterioso por todo el Soho.
—Es una chica muy impulsiva —respondió, _____ que se había acostumbrado a hablar de Emily y del resto de personajes como si fueran personas reales—. Y también muy curiosa. Tenía que averiguar algo más de él.
—¿Y tú? ¿Te has enterado de algo relacionado con nuestro don Misterioso?
—Sí —respondió con un suspiro—. Se apellida Payne.
—Lo he oído —dijo Jody, automáticamente alerta—. Has suspirado.
—No, sólo he respirado hondo.
—De eso nada, has suspirado. ¿Qué quiere decir eso?
—Bueno, la verdad es que —se moría de ganas de contárselo—... anoche salimos juntos.
—¿Salieron juntos? ¿Quieres decir que tuvieron una cita? —Jody acercó una silla y se sentó junto a ella—. ¿Dónde, cómo, cuándo? Quiero detalles, _____.
—Está bien —_____ se giró para mirar de frente a su amiga—. Ya sabes que la señora Wolinsky está empeñada en emparejarme con su sobrino.
—¿Aún sigue con eso? —preguntó Jody con un resoplido de incomprensión—. ¿Cómo es posible que no se dé cuenta de que no tienen nada que ver el uno con el otro?
El tremendo cariño que sentía por Jody hizo que _____ no le dijera que la señora Wolinsky no se daba cuenta de ello por el mismo motivo por el que ella no veía los defectos de su querido primo Frank.
—Ella lo adora. El caso es que anoche me había preparado otra cita con él y a mí no me apetecía nada. Tienes que prometerme que no se lo dirás a nadie, sobre todo a la señora Wolinsky.
—A Chuck, sí.
—Los maridos quedan excluidos del voto de silencio, al menos en este caso. Bueno, le dije que ya tenía otra cita... con Payne.
—¿Tenías una cita con 3B?
—No, sólo se lo dije porque me pilló desprevenida y ya sabes que cuando miento me pongo a tartamudear.
—Deberías practicar más —opinó antes de darle un mordisco a uno de los bollitos que había subido con el café.
—Puede ser. Bueno, después de decírselo me di cuenta de que estaría mirando por la ventana para vernos salir juntos. Tenía que hacer un trato con Payne, así que le ofrecí cien dólares y le invité a cenar.
—Le pagaste —dijo Jody con los ojos abiertos de par en par—. Es genial. Jamás se me ocurrió pagar a un hombre para que saliera conmigo, ni siquiera en ese periodo de sequía que sufrí en el segundo año de universidad. ¿Y por qué cien dólares? ¿Acaso es la tarifa habitual?
—No lo sé, simplemente me pareció que estaba bien. Payne no tiene trabajo estable, así que pensé que le vendría bien el dinero y una cena caliente gratis. La verdad es que lo pasamos bien —en sus labios se dibujó una sonrisa—. Muy bien. Sólo comimos y charlamos... bueno, sobre todo hablé yo porque Payne no dice mucho.
—Payne—repitió Jody—. Sigue sonando muy misterioso. ¿No sabes su nombre?
—No se me ocurrió preguntárselo. Pero calla, que aún queda lo mejor. Veníamos caminando de vuelta a casa y él parecía mucho más relajado, cuando vi el coche de Johnny Wolinsky me entró el pánico. Pensé que la señora Wolinsky no iba a dejar de intentar encasquetármelo a menos que creyera que estaba con otro, así que le ofrecí otro trato a Payne; cincuenta dólares más a cambio de un beso.
Jody apretó los labios unos segundos.
—Pensé que eso habría estado incluido en el precio inicial.
—No, ya habíamos detallado las condiciones y además no había tiempo para negociar. La señora Wolinsky estaba mirando por la ventana, así que Payne me besó allí mismo, en la calle.
—¡Vaya! —Jody había dejado de comer y la miraba sin parpadear—. ¿Cómo fue? ¿Cómo te agarró?
—Más bien tiró de mí hacia él.
—Dios. Me encanta cuando hacen eso.
—Me quedé pegada a él y de puntillas porque es muy alto.
—Sí que lo es —murmuró como si estuviera imaginando la escena—. Y muy fuerte.
—No puedes hacerte a la idea, Jody. Ese hombre es como una roca.
—Dios mío —dijo cerrando los ojos—. Bueno, estabas pegada a él, ¿y luego?
—Luego se inclinó sobre mí.
—Así fue como Chuck y yo acabamos en mi apartamento en nuestra sexta cita. Ningún chico puede dejar de besarte cuando hace eso.
—Pues Payne lo hizo. Se detuvo y me miró fijamente.
—Madre mía.
—Y luego volvió a besarme otra vez.
—¿Te besó dos veces? —parecía a punto de echarse a llorar de la emoción.
—Fue... ¡increíble! —confesó _____ dejando que su amiga le agarrara la mano—. No sabes cómo besa.
—Dios, creo que voy a abrir la ventana porque empiezo a tener calor —se levantó a abrir—. Pero sigue.
—Fue como si me devorara. No sé qué me pasó... —ni sabía cómo describirlo—. La cabeza me daba vueltas.
—Explícate mejor, _____, porque me tienes en ascuas —le pidió con impaciencia—. A ver, en una escala del uno al diez, ¿qué puntuación le darías?
—No, Jody, se sale de la escala.
Su amiga la miró fijamente.
—Eso es un mito.
—Te prometo que existe —aseguró _____ con total seriedad—. Tengo pruebas irrefutables.
—Por el amor de Dios. Tengo que sentarme — lo hizo sin apartar la mirada de ella—. Un beso que se sale de la escala. Yo te creo, _____. Muchas no lo harían, pero yo sí.
—Sabía que podía contar contigo.
—Sabes lo que eso significa, ¿verdad? Ahora no te valdrá nada, ni siquiera un beso digno de un diez. Siempre buscarás otro que se salga de la escala.
—Ya lo había pensado —afirmó _____ con gesto pensativo—. Creo que se puede vivir perfectamente con besos de siete a diez, incluso después de una experiencia como ésta. Una puede ir a la luna, Jody, y visitar brevemente otros mundos, pero después tiene que volver a la tierra y seguir viviendo.
—Tienes razón —murmuró Jody, visiblemente emocionada—. Y eres muy valiente.
—Gracias. Claro que —comenzó a decir con una malévola sonrisa en los labios—... tampoco tiene nada de malo llamar de vez en cuando a su puerta.
Capítulo 9
Como no quería parecer ansiosa, _____ siguió trabajando el resto de la mañana y no paró hasta las dos, momento en el que se le ocurrió que quizá a su vecino le apeteciera tomarse una taza de café con ella o salir a dar un paseo.
Ese hombre tenía que salir de su apartamento más a menudo y aprovechar todo lo que ofrecía la ciudad.
Lo imaginó encerrado en aquella casa vacía, preocupado por las facturas que no podía pagar porque no tenía trabajo. Pero _____ estaba segura de poder ayudarlo.
Justo en el momento en que se puso en pie para darse un toque de maquillaje, escuchó las primeras notas del saxo y sintió un escalofrío.
Payne merecía un descanso, tenía que encontrar algo que le demostrara que la vida estaba llena de sorpresas y ella quería ayudarlo porque había algo en él, en esa infelicidad que adivinaba en sus ojos, que la atraía enormemente. Sentía la necesidad de hacer desaparecer esa tristeza de su mirada.
Al menos ya había conseguido hacerle reír y, si lo había conseguido una vez, podría hacerlo de nuevo.
Deseaba volver a verlo reír, verle sonreír cuando ella hacía o decía algo que lograba traspasar esa coraza de cinismo con la que se protegía.
Y si al hacerlo encendía cierta chispa sexual, tampoco estaría nada mal.
Estaba bajando las escaleras cuando sonó el timbre de la puerta del edificio.
—¿Sí?
—Busco a Payne. ¿Es el 3A?
—El suyo es el 3B.
—Maldita sea, ¿entonces por qué no contesta?
—Probablemente no lo oiga porque está tocando.
—¿Podrías abrirme, querida? Soy su agente y tengo un poco de prisa.
—Su agente —si tenía una agente, _____ quería conocerla porque ya se le habían ocurrido más de una docena de personas con las que ponerlo en contacto para encontrar trabajo—. Claro. Sube.
Apretó el botón y después abrió la puerta de su apartamento para verla.
La mujer que salió del ascensor unos segundos después tenía aspecto de profesional de éxito, pensó _____ con cierta sorpresa.
Era delgada, de rasgos marcados, larga melena rubia y ojos intensamente verdes en los que se reflejaba su impaciencia.
Se movía con la precisión de una bala y llevaba un maletín de piel que debía de costar más que el alquiler de muchas casas.
¿Cómo era posible que un tipo sin trabajo tuviera una agente que podía permitirse ese tipo de lujos de diseño?
—¿3A?
—Sí, me llamo_____.
—Amanda Dresher. Gracias, _____. Es que mi cliente no contesta al teléfono y parece haber olvidado que teníamos una cita para comer en el Four Seasons.
—¿El Four Seasons? —preguntó, asombrada—. ¿El de Park Avenue?
—¿Hay otro? —dijo Amanda apretando el timbre del 3B—. Mi querido Liam tiene muchísimo talento, pero a veces es imposible.
—Liam —en sólo unos segundos _____ pasó de la confusión a la sorpresa—Liam Payne—dijo mientras la vergüenza y la rabia se iban apoderando de ella—. El autor de Una maraña de almas.
—El mismo —dijo Mandy con orgullo—. Vamos, Payne, abre la maldita puerta. Cuando me dijo que iba a quedarse un par de meses en la ciudad pensé que me resultaría más fácil tenerlo localizado, pero sigue siendo igual de difícil. Bueno, por fin.
Se oyó el cerrojo de la puerta.
—¿Qué demonios... Mandy?
—Habíamos quedado para comer —espetó su agente—. Y no contestas al teléfono.
—Se me olvidó lo de la comida y el teléfono no ha sonado.
—¿Has cargado la batería?
—No creo —se quedó allí de pie mirando hacia donde _____ lo observaba con gesto ofendido—. Pasa, dame sólo un minuto.
—Ya te he dado una hora —antes de entrar se volvió hacia _____—. Gracias por abrirme, querida.
—De nada —dijo _____antes de mirar a Liam—. Eres un cretino —y cerró con un portazo.
—¿No tienes nada en lo que sentarse? —protestó Mandy a su espalda.
—No. Sí. Arriba. Maldita sea —murmuró con una sensación de culpabilidad que no le gustaba nada—. Esta planta no la utilizo mucho.
—No hace falta que lo jures. ¿Quién es la chiquilla de enfrente?
—Nadie. Hamilton, _____ Hamilton.
—Ya decía yo que me resultaba familiar. Amigos y vecinos. Conozco a su agente, está como loco con ella. Dice que es la primera cliente libre de neurosis que ha tenido en toda su vida. Por lo visto no se queja nunca, entrega los trabajos en fecha, no exige trato de favor y además le está haciendo ganar una fortuna.
Lanzó una fría mirada a Liam.
—Debe de ser una maravilla tener un cliente sin neurosis, al que no se le olvide que ha quedado para comer con su agente y que incluso le mande regalos de cumpleaños.
—Lo de la neurosis es irremediable, pero siento lo de la comida.
El enfado dejó paso a la preocupación.
—¿Qué ocurre, Liam? Tienes muy mala cara. ¿Vas mal con la obra?
—No, de hecho va mejor de lo que esperaba. Lo que ocurre es que no he dormido mucho.
—¿Otra vez has estado tocando por ahí hasta las tantas?
—No.
Pensando en la mujer del 3A, dando vueltas por la casa, muerto de deseo por la mujer del 3A. Una mujer que sin duda ahora lo consideraría un ser despreciable.
—Simplemente he pasado una mala noche.
—Está bien.
Lo cierto era que, por mucho que la hiciera enfadar, Liam le importaba mucho. Por eso se acercó y le puso una mano en el hombro.
—Me debes una comida, pero por ahora me conformo con un café.
—Aún queda algo en la cocina, pero lo hice a las seis de la mañana.
—Entonces será mejor que haga otro —se metió en la cocina y, después de poner la cafetera en marcha, echó un vistazo en los armarios porque consideraba que preocuparse por el bienestar de Liam era parte de su trabajo—. Pero bueno, Payne, ¿es que estás en huelga de hambre? Aquí no hay más que migas de pan.
—Ayer tenía intención de ir a comprar, pero no me dio tiempo —volvió a mirar a la puerta y a pensar en _____—. Suelo pedir que me traigan la cena.
—¿Con el teléfono al que no contestas?
—Te prometo que cargaré la batería, Mandy
—Eso espero. Si lo hubieras hecho antes, ahora estaríamos sentados en el Four Seasons y bebiendo champán para celebrarlo. He cerrado el trato, Liam, Una maraña de almas va a convertirse en una película. Ya tienes el productor y el director que querías, también podrás encargarte del guión. Eso sin hablar de una pequeña cantidad de siete cifras.
—No quiero que estropeen mi obra —fue la primera reacción de Liam.
Mandy soltó un suspiro.
—Siempre encuentras el lado negativo. Haz el guión y así no lo estropearán.
—No —dijo negando con la cabeza.
Se acercó a la ventana para asimilar la noticia. En el cine la obra perdería la intimidad que transmitía en el teatro, pero haría que su trabajo llegara a millones de personas.
—No quiero volver a meterme en todo eso, Mandy. Al menos no tan de lleno.
Amanda sirvió dos tazas de café y fue junto a él.
—Entonces limítate a supervisar el proyecto.
—Sí, eso estaría mucho mejor. ¿Te encargarías de ello?
—Claro. Y ahora, si dejas de saltar de alegría, podemos hablar del trabajo que tienes entre manos.
La ironía de sus palabras hizo que Liam apretara los labios y la mirara.
—Eres la mejor agente del mundo y sin duda la más paciente.
—Estoy completamente de acuerdo. Espero que estés tan orgulloso como lo estoy yo. ¿Vas a llamar a tu familia?
—Dame un par de días para pensarlo.
—Liam, no tardará en salir en la prensa. ¿Quieres que se enteren así?
—No, tienes razón. Los llamaré —por fin sonrió—. En cuanto cargue el teléfono. ¿Qué te parece si me cambio de ropa y salimos a tomar ese champán?
—Muy bien. Pero antes dime una cosa —le pidió cuando él comenzaba a subir las escaleras—. Esa preciosidad del 3A. ¿Vas a decirme qué hay entre ustedes?
—No sé si hay algo que contar —murmuró.
Como no quería parecer ansiosa, _____ siguió trabajando el resto de la mañana y no paró hasta las dos, momento en el que se le ocurrió que quizá a su vecino le apeteciera tomarse una taza de café con ella o salir a dar un paseo.
Ese hombre tenía que salir de su apartamento más a menudo y aprovechar todo lo que ofrecía la ciudad.
Lo imaginó encerrado en aquella casa vacía, preocupado por las facturas que no podía pagar porque no tenía trabajo. Pero _____ estaba segura de poder ayudarlo.
Justo en el momento en que se puso en pie para darse un toque de maquillaje, escuchó las primeras notas del saxo y sintió un escalofrío.
Payne merecía un descanso, tenía que encontrar algo que le demostrara que la vida estaba llena de sorpresas y ella quería ayudarlo porque había algo en él, en esa infelicidad que adivinaba en sus ojos, que la atraía enormemente. Sentía la necesidad de hacer desaparecer esa tristeza de su mirada.
Al menos ya había conseguido hacerle reír y, si lo había conseguido una vez, podría hacerlo de nuevo.
Deseaba volver a verlo reír, verle sonreír cuando ella hacía o decía algo que lograba traspasar esa coraza de cinismo con la que se protegía.
Y si al hacerlo encendía cierta chispa sexual, tampoco estaría nada mal.
Estaba bajando las escaleras cuando sonó el timbre de la puerta del edificio.
—¿Sí?
—Busco a Payne. ¿Es el 3A?
—El suyo es el 3B.
—Maldita sea, ¿entonces por qué no contesta?
—Probablemente no lo oiga porque está tocando.
—¿Podrías abrirme, querida? Soy su agente y tengo un poco de prisa.
—Su agente —si tenía una agente, _____ quería conocerla porque ya se le habían ocurrido más de una docena de personas con las que ponerlo en contacto para encontrar trabajo—. Claro. Sube.
Apretó el botón y después abrió la puerta de su apartamento para verla.
La mujer que salió del ascensor unos segundos después tenía aspecto de profesional de éxito, pensó _____ con cierta sorpresa.
Era delgada, de rasgos marcados, larga melena rubia y ojos intensamente verdes en los que se reflejaba su impaciencia.
Se movía con la precisión de una bala y llevaba un maletín de piel que debía de costar más que el alquiler de muchas casas.
¿Cómo era posible que un tipo sin trabajo tuviera una agente que podía permitirse ese tipo de lujos de diseño?
—¿3A?
—Sí, me llamo_____.
—Amanda Dresher. Gracias, _____. Es que mi cliente no contesta al teléfono y parece haber olvidado que teníamos una cita para comer en el Four Seasons.
—¿El Four Seasons? —preguntó, asombrada—. ¿El de Park Avenue?
—¿Hay otro? —dijo Amanda apretando el timbre del 3B—. Mi querido Liam tiene muchísimo talento, pero a veces es imposible.
—Liam —en sólo unos segundos _____ pasó de la confusión a la sorpresa—Liam Payne—dijo mientras la vergüenza y la rabia se iban apoderando de ella—. El autor de Una maraña de almas.
—El mismo —dijo Mandy con orgullo—. Vamos, Payne, abre la maldita puerta. Cuando me dijo que iba a quedarse un par de meses en la ciudad pensé que me resultaría más fácil tenerlo localizado, pero sigue siendo igual de difícil. Bueno, por fin.
Se oyó el cerrojo de la puerta.
—¿Qué demonios... Mandy?
—Habíamos quedado para comer —espetó su agente—. Y no contestas al teléfono.
—Se me olvidó lo de la comida y el teléfono no ha sonado.
—¿Has cargado la batería?
—No creo —se quedó allí de pie mirando hacia donde _____ lo observaba con gesto ofendido—. Pasa, dame sólo un minuto.
—Ya te he dado una hora —antes de entrar se volvió hacia _____—. Gracias por abrirme, querida.
—De nada —dijo _____antes de mirar a Liam—. Eres un cretino —y cerró con un portazo.
—¿No tienes nada en lo que sentarse? —protestó Mandy a su espalda.
—No. Sí. Arriba. Maldita sea —murmuró con una sensación de culpabilidad que no le gustaba nada—. Esta planta no la utilizo mucho.
—No hace falta que lo jures. ¿Quién es la chiquilla de enfrente?
—Nadie. Hamilton, _____ Hamilton.
—Ya decía yo que me resultaba familiar. Amigos y vecinos. Conozco a su agente, está como loco con ella. Dice que es la primera cliente libre de neurosis que ha tenido en toda su vida. Por lo visto no se queja nunca, entrega los trabajos en fecha, no exige trato de favor y además le está haciendo ganar una fortuna.
Lanzó una fría mirada a Liam.
—Debe de ser una maravilla tener un cliente sin neurosis, al que no se le olvide que ha quedado para comer con su agente y que incluso le mande regalos de cumpleaños.
—Lo de la neurosis es irremediable, pero siento lo de la comida.
El enfado dejó paso a la preocupación.
—¿Qué ocurre, Liam? Tienes muy mala cara. ¿Vas mal con la obra?
—No, de hecho va mejor de lo que esperaba. Lo que ocurre es que no he dormido mucho.
—¿Otra vez has estado tocando por ahí hasta las tantas?
—No.
Pensando en la mujer del 3A, dando vueltas por la casa, muerto de deseo por la mujer del 3A. Una mujer que sin duda ahora lo consideraría un ser despreciable.
—Simplemente he pasado una mala noche.
—Está bien.
Lo cierto era que, por mucho que la hiciera enfadar, Liam le importaba mucho. Por eso se acercó y le puso una mano en el hombro.
—Me debes una comida, pero por ahora me conformo con un café.
—Aún queda algo en la cocina, pero lo hice a las seis de la mañana.
—Entonces será mejor que haga otro —se metió en la cocina y, después de poner la cafetera en marcha, echó un vistazo en los armarios porque consideraba que preocuparse por el bienestar de Liam era parte de su trabajo—. Pero bueno, Payne, ¿es que estás en huelga de hambre? Aquí no hay más que migas de pan.
—Ayer tenía intención de ir a comprar, pero no me dio tiempo —volvió a mirar a la puerta y a pensar en _____—. Suelo pedir que me traigan la cena.
—¿Con el teléfono al que no contestas?
—Te prometo que cargaré la batería, Mandy
—Eso espero. Si lo hubieras hecho antes, ahora estaríamos sentados en el Four Seasons y bebiendo champán para celebrarlo. He cerrado el trato, Liam, Una maraña de almas va a convertirse en una película. Ya tienes el productor y el director que querías, también podrás encargarte del guión. Eso sin hablar de una pequeña cantidad de siete cifras.
—No quiero que estropeen mi obra —fue la primera reacción de Liam.
Mandy soltó un suspiro.
—Siempre encuentras el lado negativo. Haz el guión y así no lo estropearán.
—No —dijo negando con la cabeza.
Se acercó a la ventana para asimilar la noticia. En el cine la obra perdería la intimidad que transmitía en el teatro, pero haría que su trabajo llegara a millones de personas.
—No quiero volver a meterme en todo eso, Mandy. Al menos no tan de lleno.
Amanda sirvió dos tazas de café y fue junto a él.
—Entonces limítate a supervisar el proyecto.
—Sí, eso estaría mucho mejor. ¿Te encargarías de ello?
—Claro. Y ahora, si dejas de saltar de alegría, podemos hablar del trabajo que tienes entre manos.
La ironía de sus palabras hizo que Liam apretara los labios y la mirara.
—Eres la mejor agente del mundo y sin duda la más paciente.
—Estoy completamente de acuerdo. Espero que estés tan orgulloso como lo estoy yo. ¿Vas a llamar a tu familia?
—Dame un par de días para pensarlo.
—Liam, no tardará en salir en la prensa. ¿Quieres que se enteren así?
—No, tienes razón. Los llamaré —por fin sonrió—. En cuanto cargue el teléfono. ¿Qué te parece si me cambio de ropa y salimos a tomar ese champán?
—Muy bien. Pero antes dime una cosa —le pidió cuando él comenzaba a subir las escaleras—. Esa preciosidad del 3A. ¿Vas a decirme qué hay entre ustedes?
—No sé si hay algo que contar —murmuró.
Capítulo 10
Seguía sin saberlo cuando llamó a su puerta esa misma tarde, pero sabía que debía hacer algo respecto a lo que había visto en sus ojos unas horas antes. Claro que tampoco era asunto suyo si él tenía trabajo o no; él había hecho todo lo posible para que no se entrometiera en su vida...
Hasta la noche anterior, recordó.
Había sido una mala idea; no debería haber accedido a salir con ella y mucho menos debería haberse permitido el lujo de pasarlo tan bien.
Y de besarla.
Cosa que no habría hecho si ella no se lo hubiera pedido.
Cuando abrió la puerta, Liam la esperaba con una disculpa.
—Lo siento —comenzó a decir con impaciencia—. Pero la verdad es que no era asunto tuyo. Es mejor que dejemos claras las cosas.
Fue a entrar, pero ella le puso la mano en el pecho.
—No quiero que pases.
—Por el amor de Dios. Fuiste tú la que empezó todo. Puede que yo dejara que lo hicieras, pero...
—¿Qué es lo que empecé?
—Esto —espetó, furioso consigo mismo por no encontrar las palabras que necesitaba y con ella por mirarlo con esos ojos de perrillo herido.
—Está bien, yo empecé. No debería haberte llevado las galletas, fui una desconsiderada. No debería haberme preocupado por que no tuvieras trabajo, ni debería haberte invitado a cenar porque pensé que no podías permitirte comer como Dios manda.
—Maldita sea,. _____
—Tú dejaste que lo creyera. Dejaste que pensara que eras un pobre músico sin trabajo y seguro que te has reído a mi costa. El laureado Liam Payne, autor de la magnífica Una maraña de almas. Supongo que hasta te sorprende que una simple dibujante como yo conozca tu trabajo. ¿Qué va a saber del verdadero arte, de la literatura con mayúsculas, una muchacha que sólo hace tiras cómicas? ¿Por qué no echarte unas risas a mi costa? Maldito engreído petulante —la voz le tembló a pesar de que se había prometido que no iba a permitirlo—. Yo sólo intentaba ayudarte.
—Nadie te pidió que lo hicieras. Yo no quería tu ayuda —Liam se dio cuenta de que estaba a punto de echarse a llorar y cuanto más se acercaba al llanto, más furioso se sentía él. Sabía que las mujeres se servían de las lágrimas para destruir a los hombres—. Mi trabajo es sólo asunto mío.
—Tu trabajo se representa en Broadway, así que es público, pero eso no tiene nada que ver con que fingieras ser un simple saxofonista.
—Yo no fingí nada. Toco el saxo porque me gusta. Tú diste muchas cosas por hecho.
—Y tú dejaste que lo hiciera.
—¿Y qué si lo hice? Me vine aquí en busca de un poco de tranquilidad, pero de pronto apareciste tú con tus galletas, luego me seguiste y por tu culpa pasé la mitad de la noche en comisaría. Después me pides que salga contigo porque no tienes las agallas suficientes para decirle a una señora de setenta años que no se meta en tu vida. Y para colmo me ofreces cincuenta dólares por besarte.
Una primera lágrima de humillación cayó por su mejilla y le encogió el estómago a Liam.
—No —le ordenó él—. No empieces.
—¿Me pides que no llore cuando me estás humillando y haciéndome sentir ridícula y avergonzada? —no se molestó en secarse las lágrimas, simplemente siguió mirándolo—. Lo siento mucho, pero yo no funciono así; cuando alguien me hace daño, lloro.
—Tú misma te lo has buscado —tenía que decirlo y necesitaba creer que era así.
—Has relatado los hechos, Liam—le dijo ella cuando ya se disponía a huir hacia su apartamento—. Pero te has olvidado de los sentimientos. Te llevé las galletas porque se me ocurrió que te gustaría tener algún amigo en el edificio. Ya te he pedido perdón por seguirte, pero volveré a hacerlo.
—No quiero que...
—No he terminado —lo interrumpió con tal dignidad que Liam se sintió aún más culpable—. Te invité a cenar porque no quería ofender a una mujer encantadora y porque pensé que quizá tuvieras hambre. Lo pasé bien contigo y sentí algo cuando me besaste. Pensé que tú también lo habías sentido. Pero sí, tienes toda la razón del mundo — asintió mientras otra lágrimas le caía por la mejilla—. Me lo he buscado yo sólita. Supongo que tú te guardas toda la emoción para el trabajo y no dejas ningún sentimiento para tu vida. Lo siento mucho por ti y siento haberme metido en tu territorio sagrado. No volveré a hacerlo.
Antes de que Liam pudiera decir nada, _____ cerró la puerta y echó los cerrojos. Él se dio media vuelta e hizo lo mismo con la puerta de su apartamento.
Ya tenía lo que quería, se dijo a sí mismo. Soledad. Tranquilidad. Su vecina no volvería a llamar a su puerta para distraerlo con conversaciones y sentimientos que no deseaba. Unos sentimientos con los que no sabía qué hacer.
Se quedó allí de pie, agotado y furioso consigo mismo en mitad de la habitación vacía.
Seguía sin saberlo cuando llamó a su puerta esa misma tarde, pero sabía que debía hacer algo respecto a lo que había visto en sus ojos unas horas antes. Claro que tampoco era asunto suyo si él tenía trabajo o no; él había hecho todo lo posible para que no se entrometiera en su vida...
Hasta la noche anterior, recordó.
Había sido una mala idea; no debería haber accedido a salir con ella y mucho menos debería haberse permitido el lujo de pasarlo tan bien.
Y de besarla.
Cosa que no habría hecho si ella no se lo hubiera pedido.
Cuando abrió la puerta, Liam la esperaba con una disculpa.
—Lo siento —comenzó a decir con impaciencia—. Pero la verdad es que no era asunto tuyo. Es mejor que dejemos claras las cosas.
Fue a entrar, pero ella le puso la mano en el pecho.
—No quiero que pases.
—Por el amor de Dios. Fuiste tú la que empezó todo. Puede que yo dejara que lo hicieras, pero...
—¿Qué es lo que empecé?
—Esto —espetó, furioso consigo mismo por no encontrar las palabras que necesitaba y con ella por mirarlo con esos ojos de perrillo herido.
—Está bien, yo empecé. No debería haberte llevado las galletas, fui una desconsiderada. No debería haberme preocupado por que no tuvieras trabajo, ni debería haberte invitado a cenar porque pensé que no podías permitirte comer como Dios manda.
—Maldita sea,. _____
—Tú dejaste que lo creyera. Dejaste que pensara que eras un pobre músico sin trabajo y seguro que te has reído a mi costa. El laureado Liam Payne, autor de la magnífica Una maraña de almas. Supongo que hasta te sorprende que una simple dibujante como yo conozca tu trabajo. ¿Qué va a saber del verdadero arte, de la literatura con mayúsculas, una muchacha que sólo hace tiras cómicas? ¿Por qué no echarte unas risas a mi costa? Maldito engreído petulante —la voz le tembló a pesar de que se había prometido que no iba a permitirlo—. Yo sólo intentaba ayudarte.
—Nadie te pidió que lo hicieras. Yo no quería tu ayuda —Liam se dio cuenta de que estaba a punto de echarse a llorar y cuanto más se acercaba al llanto, más furioso se sentía él. Sabía que las mujeres se servían de las lágrimas para destruir a los hombres—. Mi trabajo es sólo asunto mío.
—Tu trabajo se representa en Broadway, así que es público, pero eso no tiene nada que ver con que fingieras ser un simple saxofonista.
—Yo no fingí nada. Toco el saxo porque me gusta. Tú diste muchas cosas por hecho.
—Y tú dejaste que lo hiciera.
—¿Y qué si lo hice? Me vine aquí en busca de un poco de tranquilidad, pero de pronto apareciste tú con tus galletas, luego me seguiste y por tu culpa pasé la mitad de la noche en comisaría. Después me pides que salga contigo porque no tienes las agallas suficientes para decirle a una señora de setenta años que no se meta en tu vida. Y para colmo me ofreces cincuenta dólares por besarte.
Una primera lágrima de humillación cayó por su mejilla y le encogió el estómago a Liam.
—No —le ordenó él—. No empieces.
—¿Me pides que no llore cuando me estás humillando y haciéndome sentir ridícula y avergonzada? —no se molestó en secarse las lágrimas, simplemente siguió mirándolo—. Lo siento mucho, pero yo no funciono así; cuando alguien me hace daño, lloro.
—Tú misma te lo has buscado —tenía que decirlo y necesitaba creer que era así.
—Has relatado los hechos, Liam—le dijo ella cuando ya se disponía a huir hacia su apartamento—. Pero te has olvidado de los sentimientos. Te llevé las galletas porque se me ocurrió que te gustaría tener algún amigo en el edificio. Ya te he pedido perdón por seguirte, pero volveré a hacerlo.
—No quiero que...
—No he terminado —lo interrumpió con tal dignidad que Liam se sintió aún más culpable—. Te invité a cenar porque no quería ofender a una mujer encantadora y porque pensé que quizá tuvieras hambre. Lo pasé bien contigo y sentí algo cuando me besaste. Pensé que tú también lo habías sentido. Pero sí, tienes toda la razón del mundo — asintió mientras otra lágrimas le caía por la mejilla—. Me lo he buscado yo sólita. Supongo que tú te guardas toda la emoción para el trabajo y no dejas ningún sentimiento para tu vida. Lo siento mucho por ti y siento haberme metido en tu territorio sagrado. No volveré a hacerlo.
Antes de que Liam pudiera decir nada, _____ cerró la puerta y echó los cerrojos. Él se dio media vuelta e hizo lo mismo con la puerta de su apartamento.
Ya tenía lo que quería, se dijo a sí mismo. Soledad. Tranquilidad. Su vecina no volvería a llamar a su puerta para distraerlo con conversaciones y sentimientos que no deseaba. Unos sentimientos con los que no sabía qué hacer.
Se quedó allí de pie, agotado y furioso consigo mismo en mitad de la habitación vacía.
Capítulo 11
Liam apenas conseguía pegar ojo en toda la noche y las pocas veces que conseguía conciliar el sueño, su mente se llenaba de imágenes en las que se encontraba frente a _____, al borde de un precipicio. Tenía la sensación de que ella lo hubiera llevado hasta allí, donde no tenía otra escapatoria que acercarse a ella y cuando lo hacía, el sueño se volvía tan tremendamente erótico, que cuando por fin conseguía salir de él, estaba excitado, furioso e invadido por su recuerdo y por su sabor.
No podía comer. Nada le satisfacía porque todo le recordaba a la sencilla cena que habían compartido unas noches antes. Se alimentó tan sólo de café hasta que los nervios y el estómago empezaron a protestar.
Lo que sí hacía era trabajar. Parecía que, cuanto más sufrían sus emociones, más se adentraba en la historia y en sus personajes. Resultaba doloroso arrancar esos sentimientos de su corazón y dejar que los personajes los engulleran ansiosamente.
Recordaba lo que _____ le había dicho antes de cerrarle la puerta en la cara, que utilizaba todas sus emociones en el trabajo, pero no sabía cómo introducirlas en su vida. Tenía razón y era mejor así. Había muy pocas personas a las que les pudiese confiar sus sentimientos. Sus padres, su hermana, aunque la necesidad que sentía de responder a sus expectativas era demasiado peligrosa. Estaban también Delta y André, los pocos amigos que se permitía tener y que no esperaban de él más que lo que él quisiera darles. Y Mandy, que lo presionaba cuando necesitaba presión, lo escuchaba cuando necesitaba hablar y se preocupaba por él casi más que él mismo.
No quería que ninguna mujer se hiciese hueco en su corazón nunca más. Ya había aprendido la lección con Danielle y desde entonces no había dejado que nadie se acercara a tan vulnerable territorio.
Con sus mentiras y su traición, aquella mujer le había hecho aprender mucho a los veinticinco años. Desde entonces no creía en el amor, ni perdía el tiempo buscándolo.
Y sin embargo no podía dejar de pensar en _____.
La había oído salir varias veces en los últimos tres días. Más de una vez lo había distraído el sonido de la risa y las voces procedentes de su apartamento. Ella no estaba sufriendo. ¿Entonces por qué él sí?
Debía de ser el sentimiento de culpa porque sabía que le había hecho daño, aunque hubiera sido de manera completamente involuntaria. Muy a su pesar, había quedado fascinado con ella y no había pretendido hacer que se sintiera estúpida, ni herir sus sentimientos. Las lágrimas de una mujer eran capaces de destrozarlo por mucho que supiera lo falsas que podían ser.
Pero el llanto de _____ no le había parecido falso, aquellas lágrimas habían sido naturales como gotas de lluvia.
Sabía que no podría resolver el problema hasta que hubiese arreglado las cosas con ella. Era consciente de que no se había disculpado adecuadamente, así que tendría que volver a hacerlo ahora que _____ había tenido tiempo de controlar un poco esas emociones que dejaba salir con tal libertad.
No había motivo alguno para que fueran enemigos. Ella era la nieta de un hombre al que Liam admiraba y respetaba y no creía que Daniel Miller opinase lo mismo de él si se enteraba de que había hecho llorar a su pequeña.
Lo cierto era que le importaba mucho la opinión de Daniel Miller.
Y también la de _____, le dijo una vocecita.
Por eso de pronto se encontró yendo hacia la puerta en lugar de trabajar.
La había oído salir hacía ya bastante, así que decidió salir y esperarla en la puerta. Entonces se disculparía de verdad con ella y podrían volver a ser buenos vecinos. Además tenía que devolverle los cien dólares porque, aunque al principio se había divertido con la ocurrencia, ahora hacía que se sintiera como un sinvergüenza.
Pero estaba seguro de que _____ no tardaría en reírse de lo ocurrido y volver a ser la chica alegre de siempre. Una mujer como ella no podría seguir enfadada por mucho tiempo.
Liam se habría sorprendido de ver hasta qué punto seguía enfadada _____, pues mientras subía en el ascensor, se lamentaba de tener que pasar por delante de su puerta para ir a casa porque cada vez que pasaba por el 3B se acordaba de lo estúpida que había sido y lo estúpida que él le había hecho sentir.
Tenía intención de sacar la llave antes incluso de salir del ascensor para no tener que entretenerse en el descansillo, pero iba muy cargada con la compra y aún estaba buscándola cuando salió.
Apretó los dientes al verlo y lo miró con toda la frialdad que pudo.
—_____ —Liam nunca la había visto mirarlo de ese modo, pero la frialdad de sus ojos lo hizo estremecer—. Déjame que te ayude con esas bolsas.
—No necesito ayuda, gracias —_____ habría querido tener tres manos para poder encontrar de una vez las malditas llaves.
—Yo creo que sí, si vas a seguir buscando en el bolso —dijo intentando sonreír cuando por fin consiguió quitarle una de las bolsas—. Escucha, ya te he dicho que lo siento. ¿Cuántas veces tengo que disculparme para que quites esa cara de enfado?
—Vete al infierno —replicó ella—. Dame la bolsa —le ordenó una vez tuvo la llave en la mano.
—Te la llevaré a la cocina.
—He dicho que me des la maldita bolsa —forcejeó con él y al ver que no podía, se dio media vuelta—. Muy bien, entonces quédatela.
Abrió la puerta y se disponía a cerrarla de golpe cuando él la sujetó. Sus ojos se encontraron y Liam creyó ver violencia en los de ella.
—Ni se te pase por la cabeza —le advirtió—. Yo no soy un atracador desnutrido.
_____ sabía que de todos modos podría hacerle daño, pero se dio cuenta de que eso sería hacerle parecer más importante de lo que quería que fuera. Así pues, dejó que le llevara la bolsa a la cocina y ella hizo lo mismo con la suya.
—Gracias. ¿Quieres una propina?
—Muy graciosa. Antes dejemos solucionada otra cosa —dijo al tiempo que se sacaba cien dólares del bolsillo—. Aquí tienes.
_____ miró el dinero sin el menor interés.
—No voy a aceptarlo. Eso dinero te lo ganaste. De hecho, te debo otros cincuenta, ¿verdad?
Liam apretó la mandíbula con furia al ver que echaba mano de su bolso.
—Ya está bien, _____. Toma el dinero.
—No.
—He dicho que agarres el maldito dinero —la agarró de la muñeca y se la hizo girar para ponerle el dinero en la mano.
Se quedó atónito al verla convertir en confeti un billete de cien dólares.
—Ya está. Problema resuelto.
—Eso ha sido una solemne estupidez —dijo Liam después de respirar hondo para intentar mantener la calma.
—Bueno, ¿para qué cambiar? Ahora ya puedes marcharte.
Su voz sonó tan ecuánime, que Liam se habría ido de no haber visto el modo en que le temblaban los dedos mientras guardaba la compra en los armarios. Aquel simple temblor hizo que toda su furia desapareciera y sólo quedara la culpa.
—_____, lo siento —la vio titubear antes de colocar el siguiente bote—. Se me fue de las manos y no hice nada por pararlo. Pero debería haberlo hecho.
—No tenías por qué mentirme; te habría dejado en paz si me lo hubieras pedido.
—No te mentí, o al menos no pretendía hacerlo. Es cierto que dejé que creyeras algo que no era cierto. Quiero tranquilidad, la necesito.
—Pues ya la tienes. No soy yo la que se ha colado en tu apartamento a la fuerza.
—No, es cierto —hundió las manos en los bolsillos—. Te he hecho daño y no debería haberlo hecho. Lo siento mucho.
_____ cerró los ojos al sentir que la puerta que había prometido mantener cerrada comenzaba a abrirse.
Liam apenas conseguía pegar ojo en toda la noche y las pocas veces que conseguía conciliar el sueño, su mente se llenaba de imágenes en las que se encontraba frente a _____, al borde de un precipicio. Tenía la sensación de que ella lo hubiera llevado hasta allí, donde no tenía otra escapatoria que acercarse a ella y cuando lo hacía, el sueño se volvía tan tremendamente erótico, que cuando por fin conseguía salir de él, estaba excitado, furioso e invadido por su recuerdo y por su sabor.
No podía comer. Nada le satisfacía porque todo le recordaba a la sencilla cena que habían compartido unas noches antes. Se alimentó tan sólo de café hasta que los nervios y el estómago empezaron a protestar.
Lo que sí hacía era trabajar. Parecía que, cuanto más sufrían sus emociones, más se adentraba en la historia y en sus personajes. Resultaba doloroso arrancar esos sentimientos de su corazón y dejar que los personajes los engulleran ansiosamente.
Recordaba lo que _____ le había dicho antes de cerrarle la puerta en la cara, que utilizaba todas sus emociones en el trabajo, pero no sabía cómo introducirlas en su vida. Tenía razón y era mejor así. Había muy pocas personas a las que les pudiese confiar sus sentimientos. Sus padres, su hermana, aunque la necesidad que sentía de responder a sus expectativas era demasiado peligrosa. Estaban también Delta y André, los pocos amigos que se permitía tener y que no esperaban de él más que lo que él quisiera darles. Y Mandy, que lo presionaba cuando necesitaba presión, lo escuchaba cuando necesitaba hablar y se preocupaba por él casi más que él mismo.
No quería que ninguna mujer se hiciese hueco en su corazón nunca más. Ya había aprendido la lección con Danielle y desde entonces no había dejado que nadie se acercara a tan vulnerable territorio.
Con sus mentiras y su traición, aquella mujer le había hecho aprender mucho a los veinticinco años. Desde entonces no creía en el amor, ni perdía el tiempo buscándolo.
Y sin embargo no podía dejar de pensar en _____.
La había oído salir varias veces en los últimos tres días. Más de una vez lo había distraído el sonido de la risa y las voces procedentes de su apartamento. Ella no estaba sufriendo. ¿Entonces por qué él sí?
Debía de ser el sentimiento de culpa porque sabía que le había hecho daño, aunque hubiera sido de manera completamente involuntaria. Muy a su pesar, había quedado fascinado con ella y no había pretendido hacer que se sintiera estúpida, ni herir sus sentimientos. Las lágrimas de una mujer eran capaces de destrozarlo por mucho que supiera lo falsas que podían ser.
Pero el llanto de _____ no le había parecido falso, aquellas lágrimas habían sido naturales como gotas de lluvia.
Sabía que no podría resolver el problema hasta que hubiese arreglado las cosas con ella. Era consciente de que no se había disculpado adecuadamente, así que tendría que volver a hacerlo ahora que _____ había tenido tiempo de controlar un poco esas emociones que dejaba salir con tal libertad.
No había motivo alguno para que fueran enemigos. Ella era la nieta de un hombre al que Liam admiraba y respetaba y no creía que Daniel Miller opinase lo mismo de él si se enteraba de que había hecho llorar a su pequeña.
Lo cierto era que le importaba mucho la opinión de Daniel Miller.
Y también la de _____, le dijo una vocecita.
Por eso de pronto se encontró yendo hacia la puerta en lugar de trabajar.
La había oído salir hacía ya bastante, así que decidió salir y esperarla en la puerta. Entonces se disculparía de verdad con ella y podrían volver a ser buenos vecinos. Además tenía que devolverle los cien dólares porque, aunque al principio se había divertido con la ocurrencia, ahora hacía que se sintiera como un sinvergüenza.
Pero estaba seguro de que _____ no tardaría en reírse de lo ocurrido y volver a ser la chica alegre de siempre. Una mujer como ella no podría seguir enfadada por mucho tiempo.
Liam se habría sorprendido de ver hasta qué punto seguía enfadada _____, pues mientras subía en el ascensor, se lamentaba de tener que pasar por delante de su puerta para ir a casa porque cada vez que pasaba por el 3B se acordaba de lo estúpida que había sido y lo estúpida que él le había hecho sentir.
Tenía intención de sacar la llave antes incluso de salir del ascensor para no tener que entretenerse en el descansillo, pero iba muy cargada con la compra y aún estaba buscándola cuando salió.
Apretó los dientes al verlo y lo miró con toda la frialdad que pudo.
—_____ —Liam nunca la había visto mirarlo de ese modo, pero la frialdad de sus ojos lo hizo estremecer—. Déjame que te ayude con esas bolsas.
—No necesito ayuda, gracias —_____ habría querido tener tres manos para poder encontrar de una vez las malditas llaves.
—Yo creo que sí, si vas a seguir buscando en el bolso —dijo intentando sonreír cuando por fin consiguió quitarle una de las bolsas—. Escucha, ya te he dicho que lo siento. ¿Cuántas veces tengo que disculparme para que quites esa cara de enfado?
—Vete al infierno —replicó ella—. Dame la bolsa —le ordenó una vez tuvo la llave en la mano.
—Te la llevaré a la cocina.
—He dicho que me des la maldita bolsa —forcejeó con él y al ver que no podía, se dio media vuelta—. Muy bien, entonces quédatela.
Abrió la puerta y se disponía a cerrarla de golpe cuando él la sujetó. Sus ojos se encontraron y Liam creyó ver violencia en los de ella.
—Ni se te pase por la cabeza —le advirtió—. Yo no soy un atracador desnutrido.
_____ sabía que de todos modos podría hacerle daño, pero se dio cuenta de que eso sería hacerle parecer más importante de lo que quería que fuera. Así pues, dejó que le llevara la bolsa a la cocina y ella hizo lo mismo con la suya.
—Gracias. ¿Quieres una propina?
—Muy graciosa. Antes dejemos solucionada otra cosa —dijo al tiempo que se sacaba cien dólares del bolsillo—. Aquí tienes.
_____ miró el dinero sin el menor interés.
—No voy a aceptarlo. Eso dinero te lo ganaste. De hecho, te debo otros cincuenta, ¿verdad?
Liam apretó la mandíbula con furia al ver que echaba mano de su bolso.
—Ya está bien, _____. Toma el dinero.
—No.
—He dicho que agarres el maldito dinero —la agarró de la muñeca y se la hizo girar para ponerle el dinero en la mano.
Se quedó atónito al verla convertir en confeti un billete de cien dólares.
—Ya está. Problema resuelto.
—Eso ha sido una solemne estupidez —dijo Liam después de respirar hondo para intentar mantener la calma.
—Bueno, ¿para qué cambiar? Ahora ya puedes marcharte.
Su voz sonó tan ecuánime, que Liam se habría ido de no haber visto el modo en que le temblaban los dedos mientras guardaba la compra en los armarios. Aquel simple temblor hizo que toda su furia desapareciera y sólo quedara la culpa.
—_____, lo siento —la vio titubear antes de colocar el siguiente bote—. Se me fue de las manos y no hice nada por pararlo. Pero debería haberlo hecho.
—No tenías por qué mentirme; te habría dejado en paz si me lo hubieras pedido.
—No te mentí, o al menos no pretendía hacerlo. Es cierto que dejé que creyeras algo que no era cierto. Quiero tranquilidad, la necesito.
—Pues ya la tienes. No soy yo la que se ha colado en tu apartamento a la fuerza.
—No, es cierto —hundió las manos en los bolsillos—. Te he hecho daño y no debería haberlo hecho. Lo siento mucho.
_____ cerró los ojos al sentir que la puerta que había prometido mantener cerrada comenzaba a abrirse.
Capítulo 12
—¿Por qué lo hiciste?
—Porque pensé que así te mantendría alejada. Porque me resultabas demasiado atrayente para mí y porque a una parte de mí le resultó divertido que quisieras ayudarme a encontrar trabajo —vio cómo ella levantó los hombros con tensión y reaccionó de inmediato—. Compréndelo, _____. ¿Cómo no iba a divertirme que me ofrecieras cien dólares por salir contigo? Cien dólares para no herir los sentimientos de una mujer y para llevar a cenar a un músico en paro. Era... encantador. Eso no es algo que diga muy a menudo.
—Es humillante —murmuró ella al tiempo que comenzaba a sacar las cosas de la segunda bolsa.
—No digas eso —Liam se arriesgó a acercarse a ella—. Es todo culpa mía; si te hubiera dicho mi nombre durante la cena, los dos nos habríamos reído de ello, pero en lugar de eso te hice llorar y lo siento muchísimo.
_____ se quedó de espaldas a él, con la mirada perdida en la bolsa de la compra. No había esperado que se mostrara tan arrepentido, que pareciera preocuparle tanto haberle hecho daño. Pero así era y _____ no podía fingir que no le importaba.
Así pues, respiró hondo y trató de recuperar el tono distendido y amistoso de antes.
—¿Quieres una cerveza?
La tensión que Liam había sentido en los hombros desapareció de golpe.
—Sí.
—Me lo imaginaba. Nunca te había oído hablar tanto —se volvió a darle el vaso y la botella de cerveza con una sonrisa en los labios—. Debes de tener mucha sed.
—Gracias.
Allí estaba el hoyito de la mejilla.
—Pero no tengo galletas.
—Siempre puedes hacer más.
—Puede ser —siguió colocando las cosas.
Liam, por su parte, volvió a pensar que era demasiado atrayente. Daba igual que llevase una camiseta enorme y unas zapatillas de deporte. Había estado comprando comida, así que el perfume que llevaba sin duda se lo había puesto para sí misma y no para gustar a nadie. No comprendía por qué llevaba dos aritos de oro en una oreja y un solo pendiente con un pequeño brillante en la otra.
El caso era que el conjunto resultaba sencillamente fascinante.
Cuando se giró a sacar otra cosa de la bolsa, Liam le agarró la muñeca.
—¿Estamos como al principio?
—Eso parece.
—Entonces debo decirte algo más —dejó la cerveza sobre la encimera—. Sueño contigo.
Ahora era ella la que tenía la boca seca.
—¿Qué?
—Que sueño contigo —repitió al tiempo que se acercaba hasta que la dejó con la espalda pegada al refrigerador. Esa vez era ella la que no podía huir—. Sueño que estoy contigo, que te acaricio —sin apartar la mirada de sus ojos, le pasó la mano por el pecho—. Y me despierto con tu sabor en los labios.
—Dios mío.
—Dijiste que habías sentido algo al besarme y que creías que yo también lo había hecho —fue bajando las manos hasta sus caderas sin apartar los ojos de los suyos—. Tenías razón.
_____ tragó saliva y se dio cuenta de que le temblaban las rodillas.
—¿Sí?
—Sí. Y quiero volver a sentirlo.
Al ver que se inclinaba hacia ella, _____ puso la espalda muy recta.
—¡Espera!
Su boca había quedado a sólo unos milímetros de la de ella.
—¿Por qué?
La mente se le había quedado en blanco.
—No lo sé.
En sus labios apareció una de esas inusuales sonrisas.
—Detenme cuando lo sepas —dijo antes de posar su boca sobre la de ella.
Y todo volvió a ser igual. _____ estaba segura de que no sería así, era imposible volver a sentir las mismas increíbles sensaciones de la otra vez y sin embargo eso fue lo que ocurrió. Jody tenía razón, después de aquello, ningún otro beso volvería a satisfacerla.
Aquella mujer era cálida, dulce, hermosa, eso y mucho más. Todo lo que había llegado a pensar que no necesitaba estaba ahora en sus brazos. Todo lo que deseaba con una fuerza que jamás habría imaginado.
Pasó de la boca al cuello, un cuello que recorrió con sus besos.
—No —aquello era lo último que _____ esperaba oír de sus propios labios cuando lo cierto era que las manos y los labios de Liam sólo estaban haciendo que deseara más y más. Y sin embargo volvió a decirlo de nuevo—. No. Espera.
Liam levantó la mirada.
—¿Por qué?
—Porque yo... —de su boca escapó un gemido de placer cuando él siguió acariciándola, despertando cada poro de su piel.
—Te deseo —siguió acariciándole los pechos suavemente—. Y tú me deseas a mí.
—Sí, pero —_____ abrió las manos y lo agarró por los hombros para luchar contra ese deseo que él había adivinado bien—, hay ciertas cosas que no me permito hacer por impulso y siento mucho decirte que ésta es una de ellas.
Abrió los ojos y se encontró con él observándola desde muy cerca.
—Esto no es un juego, Liam.
Él enarcó una ceja al ver que había adivinado sus pensamientos.
—¿No? No —decidió de inmediato porque creía lo que ella decía—. No se te daría bien ese juego, ¿verdad?
—No lo sé, nunca lo he jugado.
Liam dio un paso atrás y se encogió de hombros, parecía haber recuperado el control por completo, mientras que ella seguía inmersa en un absoluto torbellino de sensaciones.
Inconscientemente, _____ se llevó los dedos al cuello con lentitud, donde él acababa de besarla.
—Necesito tiempo antes de entregarme de ese modo. Hacer el amor con alguien es un regalo que no debería hacerse sin pensar.
Aquellas palabras le llegaron muy hondo y, por motivos que ella no podría comprender, hicieron que se sintiera más tranquilo.
—Hay mucha gente que lo hace todo el tiempo sin pensar.
—Yo no —dijo ella, negando con la cabeza.
Sintió el impulso de acariciarle la cara, por eso prefirió meterse las manos en los bolsillos. Sería mejor que no la tocara, al menos por el momento.
—¿Y se supone que con eso me retiraré satisfecho?
—Sólo pretendo que comprendas por qué te he dicho no cuando quería decir sí. Cuando los dos sabemos que podrías hacerme decir sí.
—Esa sinceridad tuya es muy peligrosa —admitió él con los ojos ardiendo de deseo.
—Necesitas saber la verdad —de hecho, _____ tuvo la sensación de no haber conocido a nadie antes que lo necesitara más que él—. Además, no suelo mentir a los hombres con los que tengo la intención de intimar.
Volvió a dar un paso hacia ella y vio cómo le temblaban los labios. Podría hacerle decir sí... saberse poseedor de tal poder resultaba muy seductor. Pero sabía que si utilizaba dicho poder, estaría poniendo en peligro algo que ni siquiera sabía si existía.
—Necesitas tiempo —concluyó—. ¿Tienes idea de cuánto?
El deseo hizo que le temblara la voz al responder a tan difícil pregunta.
—No lo sé, pero te aseguro que serás el primero en saberlo.
—Quizá podríamos quitar un par de días a ese tiempo —murmuró al tiempo que se permitía caer en la tentación de besarle los labios suavemente.
_____ mantuvo los ojos abiertos con la esperanza de que eso la ayudara a no dejarse llevar, pero la visión se le hizo borrosa.
—Mm, sí, seguro que podemos quitar unos días.
—Mejor una semana —dijo mientras el beso se iba haciendo más y más intenso—. ¿Qué tal quince días?
Lo último que esperaba hacer en un momento en el que se veía completamente dominado por el deseo, era reírse.
—Será mejor que dejemos esto para más adelante —dijo.
_____ se concentró en respirar con normalidad mientras él se volvía a agarrar su cerveza.
—Tengo toda esta... —señaló a su alrededor.
—¿Comida? —añadió él, encantado con su desconcierto.
—Sí. Tengo toda esta comida, así que supongo que podría preparar...
Liam esperó unos segundos mientras ella se apretaba las sienes y fruncía el ceño.
—¿La cena?
—Eso es. La cena. Es curioso cómo a veces nos quedamos sin palabras. Voy a preparar la cena —respiró hondo—. ¿Te apetece quedarte a cenar?
El dio un trago de cerveza y se apoyó en la encimera.
—¿Puedo verte cocinar?
—Claro. Puedes sentarte ahí y cortar la verdura.
—Muy bien —la idea le resultó sorprendentemente atractiva, así que se sentó en un taburete—. ¿Cocinas mucho?
—Sí, bastante. Me gusta mucho cocinar. Es una especie de aventura; con todos los ingredientes, el calor, el tiempo, la mezcla de olores, texturas y sabores.
—Y... ¿alguna vez cocinas desnuda?
_____ se detuvo en seco cuando se disponía a lavar un pimiento. Se dio media vuelta riéndose.
—Payne, acabas de hacer una broma —dejó el pimiento y le puso la mano sobre la de él—. Estoy muy orgullosa de ti.
—No era ninguna broma. Te lo preguntaba completamente en serio.
Cuando ella se echó a reír, se inclinó y le agarró el rostro entre las manos para después darle un sonoro beso en la boca, Liam sonrió de tal modo que ni él mismo se habría reconocido.
—Bueno, ¿lo haces o no?
—Nunca si estoy friendo pollo, que es lo que voy a hacer ahora mismo.
—No importa. Tengo mucha imaginación.
_____ se echó a reír de nuevo.
—Me apetece un poco de vino —dijo mirándolo a los ojos—. ¿Te apetece una copa?
—Claro.
Sacó una botella de vino blanco del refrigerador y después se volvió hacia él, que seguía observándola con ese brillo malévolo en los ojos.
—Tienes que dejar de hacer eso.
—¿El qué?
—Deja de imaginarme desnuda. Mejor ve a poner música —le ordenó señalándole el salón—. Abre una ventana porque tengo mucho calor y dame un par de minutos para que busque otra cosa de la que hablar que no tenga nada que ver con el sexo.
—A ti nunca te cuesta encontrar algo de lo que hablar.
—Supongo que eso para ti es un insulto. Para mí no. Soy una buena conversadora.
—¿Así es como se dice ahora ser una charlatana?
—Vaya, parece que esta noche rebosas ingenio y sentido del humor —y nada podría haberle gustado más a ella.
—Debe de ser por la compañía —murmuró Liam antes de ponerse a mirar los discos—.Tienes bastante buen gusto en cuestión de música.
—¿Acaso esperabas que no fuera así?
—Desde luego no esperaba encontrar a Aretha Franklin y B.B. King. Claro que también tienes otras cosas más animadas.
—¿Qué tienes en contra de la música animada?
Por toda respuesta, Liam levantó un disco de David Cassidy.
—Perdona, pero ese disco fue un regalo y resulta que es un clásico.
—¿Un clásico de qué?
—Es evidente que no aprecias el valor de la sutil crítica social que hace en I think I love you, o la desesperada motivación sexual de Doesn't somebody want to be wanted, pero estoy dispuesta a analizarlas contigo si quieres.
—No me digas que te sabes las letras.
—Por supuesto —dijo tratando de no echarse a reír—. De hecho, durante un periodo de mi vida, formé parte de un grupo de música.
—Ya —dijo mientras ponía un compacto de B.B. King.
—Era vocalista y guitarra rítmica.
—Tocas la guitarra.
—Sí, bueno, la tocaba. Estoy segura de que mi vieja Fender seguirá en casa de mis padres junto con los dibujos que hacía cuando quería ser diseñadora de moda y los libros de animales que estuve coleccionando hasta que me di cuenta de que si me hacía veterinaria, tendría que sacrificar a los animales además de jugar con ellos. Siempre estaba buscando.
Fascinante, pensó Liam. Esa mujer era absolutamente fascinante.
—¿Buscando?
—No conseguía decidir qué quería ser. Todo lo que probaba me resultaba muy divertido al principio, pero después era sólo trabajo. ¿Sabes cortar un pimiento?
—No. ¿Y lo que haces ahora no te parece trabajo, en cierto modo?
_____ suspiró con resignación y comenzó a cortar el pimiento.
—Claro que lo es y no en cierto modo. Es mucho trabajo, pero sigue pareciéndome divertido. ¿Tú disfrutas escribiendo?
—Rara vez.
Eso hizo que levantara la mirada hacia él.
—¿Entonces por qué lo haces?
—No puedo hacer otra cosa. Es mi única búsqueda.
_____ asintió.
—A mi madre le ocurre lo mismo. Nunca quiso hacer otra cosa que no fuera pintar. A veces cuando la observo mientras trabajo, me doy cuenta de lo doloroso que es para ella trasladar al lienzo lo que ve en su cabeza, lo que quiere comunicar. Pero cuando termina y está satisfecha con el trabajo, resplandece de alegría y parece que incluso se sorprendiera de lo que es capaz de hacer. Supongo que debe de pasarte algo parecido, ¿no? —al volver a mirarlo lo encontró observándola con evidente curiosidad—.No comprendo por qué te extraña tanto que entienda cosas que están más allá de lo que se ve a simple vista.
Liam la agarró de la mano.
—Si es así, es porque soy yo el que no te comprende a ti. Es probable que siga ofendiéndote hasta que lo consiga.
—Yo soy tremendamente fácil de comprender.
—No, eso era lo que yo creía, pero estaba equivocado., _____ tú eres un verdadero laberinto, con infinitos recovecos y ángulos inesperados.
Al oír aquello, ella sonrió de un modo que iluminó la habitación.
—Eso es lo más bonito que me has dicho nunca.
—No soy un hombre muy amable. Lo más inteligente sería que me dieras una patada en el trasero y me echaras de tu casa.
—Como soy muy inteligente, ya me había dado cuenta de que no eres muy amable. Sin embargo... —le puso la mano en la mejilla tiernamente—. Me parece que te has convertido en mi nueva búsqueda.
—¿Hasta que deje de ser divertido y se convierta en sólo trabajo?
La miró de un modo tan serio, que _____ se dio cuenta de que siempre se apresuraba a pensar lo peor.
—Payne, ya eres trabajo y sin embargo sigues sentado en mi cocina —_____ volvió a sonreír—. ¿Sabes cortar la zanahoria en bastones?
—No tengo la menor idea.
—Entonces mira y aprende porque la próxima vez te tocará a ti —comenzó a cortar y entonces volvió a sentir sus ojos clavados en ella—. ¿Sigo desnuda?
—¿Quieres estarlo?
Se echó a reír y optó por tomar un trago de vino.
Se tardaba mucho en cocinar hasta lo más sencillo con la distracción de la conversación, las miradas seductoras y las caricias.
Se tardaba mucho en comer una sencilla cena cuando una se estaba enamorando poco a poco del vecino de enfrente.
_____ reconocía perfectamente los síntomas... el latido irregular del corazón, el hormigueo en el estómago. Todo eso unido a sonrisas y suspiros de adolescente eran señal inequívoca de que el amor estaba a la vuelta de la esquina.
Se preguntaba qué pasaría cuando llegara allí.
Se tardaba mucho en despedirse de alguien entre interminables besos en el descansillo de la escalera.
Y más aún en quedarse dormida cuando a una le dolía el cuerpo de deseo y tenía la mente llena de fantasías.
Cuando oyó la suave melodía del saxo, _____ sonrió y dejó que la música la trasportara suavemente hacia el sueño.
—¿Por qué lo hiciste?
—Porque pensé que así te mantendría alejada. Porque me resultabas demasiado atrayente para mí y porque a una parte de mí le resultó divertido que quisieras ayudarme a encontrar trabajo —vio cómo ella levantó los hombros con tensión y reaccionó de inmediato—. Compréndelo, _____. ¿Cómo no iba a divertirme que me ofrecieras cien dólares por salir contigo? Cien dólares para no herir los sentimientos de una mujer y para llevar a cenar a un músico en paro. Era... encantador. Eso no es algo que diga muy a menudo.
—Es humillante —murmuró ella al tiempo que comenzaba a sacar las cosas de la segunda bolsa.
—No digas eso —Liam se arriesgó a acercarse a ella—. Es todo culpa mía; si te hubiera dicho mi nombre durante la cena, los dos nos habríamos reído de ello, pero en lugar de eso te hice llorar y lo siento muchísimo.
_____ se quedó de espaldas a él, con la mirada perdida en la bolsa de la compra. No había esperado que se mostrara tan arrepentido, que pareciera preocuparle tanto haberle hecho daño. Pero así era y _____ no podía fingir que no le importaba.
Así pues, respiró hondo y trató de recuperar el tono distendido y amistoso de antes.
—¿Quieres una cerveza?
La tensión que Liam había sentido en los hombros desapareció de golpe.
—Sí.
—Me lo imaginaba. Nunca te había oído hablar tanto —se volvió a darle el vaso y la botella de cerveza con una sonrisa en los labios—. Debes de tener mucha sed.
—Gracias.
Allí estaba el hoyito de la mejilla.
—Pero no tengo galletas.
—Siempre puedes hacer más.
—Puede ser —siguió colocando las cosas.
Liam, por su parte, volvió a pensar que era demasiado atrayente. Daba igual que llevase una camiseta enorme y unas zapatillas de deporte. Había estado comprando comida, así que el perfume que llevaba sin duda se lo había puesto para sí misma y no para gustar a nadie. No comprendía por qué llevaba dos aritos de oro en una oreja y un solo pendiente con un pequeño brillante en la otra.
El caso era que el conjunto resultaba sencillamente fascinante.
Cuando se giró a sacar otra cosa de la bolsa, Liam le agarró la muñeca.
—¿Estamos como al principio?
—Eso parece.
—Entonces debo decirte algo más —dejó la cerveza sobre la encimera—. Sueño contigo.
Ahora era ella la que tenía la boca seca.
—¿Qué?
—Que sueño contigo —repitió al tiempo que se acercaba hasta que la dejó con la espalda pegada al refrigerador. Esa vez era ella la que no podía huir—. Sueño que estoy contigo, que te acaricio —sin apartar la mirada de sus ojos, le pasó la mano por el pecho—. Y me despierto con tu sabor en los labios.
—Dios mío.
—Dijiste que habías sentido algo al besarme y que creías que yo también lo había hecho —fue bajando las manos hasta sus caderas sin apartar los ojos de los suyos—. Tenías razón.
_____ tragó saliva y se dio cuenta de que le temblaban las rodillas.
—¿Sí?
—Sí. Y quiero volver a sentirlo.
Al ver que se inclinaba hacia ella, _____ puso la espalda muy recta.
—¡Espera!
Su boca había quedado a sólo unos milímetros de la de ella.
—¿Por qué?
La mente se le había quedado en blanco.
—No lo sé.
En sus labios apareció una de esas inusuales sonrisas.
—Detenme cuando lo sepas —dijo antes de posar su boca sobre la de ella.
Y todo volvió a ser igual. _____ estaba segura de que no sería así, era imposible volver a sentir las mismas increíbles sensaciones de la otra vez y sin embargo eso fue lo que ocurrió. Jody tenía razón, después de aquello, ningún otro beso volvería a satisfacerla.
Aquella mujer era cálida, dulce, hermosa, eso y mucho más. Todo lo que había llegado a pensar que no necesitaba estaba ahora en sus brazos. Todo lo que deseaba con una fuerza que jamás habría imaginado.
Pasó de la boca al cuello, un cuello que recorrió con sus besos.
—No —aquello era lo último que _____ esperaba oír de sus propios labios cuando lo cierto era que las manos y los labios de Liam sólo estaban haciendo que deseara más y más. Y sin embargo volvió a decirlo de nuevo—. No. Espera.
Liam levantó la mirada.
—¿Por qué?
—Porque yo... —de su boca escapó un gemido de placer cuando él siguió acariciándola, despertando cada poro de su piel.
—Te deseo —siguió acariciándole los pechos suavemente—. Y tú me deseas a mí.
—Sí, pero —_____ abrió las manos y lo agarró por los hombros para luchar contra ese deseo que él había adivinado bien—, hay ciertas cosas que no me permito hacer por impulso y siento mucho decirte que ésta es una de ellas.
Abrió los ojos y se encontró con él observándola desde muy cerca.
—Esto no es un juego, Liam.
Él enarcó una ceja al ver que había adivinado sus pensamientos.
—¿No? No —decidió de inmediato porque creía lo que ella decía—. No se te daría bien ese juego, ¿verdad?
—No lo sé, nunca lo he jugado.
Liam dio un paso atrás y se encogió de hombros, parecía haber recuperado el control por completo, mientras que ella seguía inmersa en un absoluto torbellino de sensaciones.
Inconscientemente, _____ se llevó los dedos al cuello con lentitud, donde él acababa de besarla.
—Necesito tiempo antes de entregarme de ese modo. Hacer el amor con alguien es un regalo que no debería hacerse sin pensar.
Aquellas palabras le llegaron muy hondo y, por motivos que ella no podría comprender, hicieron que se sintiera más tranquilo.
—Hay mucha gente que lo hace todo el tiempo sin pensar.
—Yo no —dijo ella, negando con la cabeza.
Sintió el impulso de acariciarle la cara, por eso prefirió meterse las manos en los bolsillos. Sería mejor que no la tocara, al menos por el momento.
—¿Y se supone que con eso me retiraré satisfecho?
—Sólo pretendo que comprendas por qué te he dicho no cuando quería decir sí. Cuando los dos sabemos que podrías hacerme decir sí.
—Esa sinceridad tuya es muy peligrosa —admitió él con los ojos ardiendo de deseo.
—Necesitas saber la verdad —de hecho, _____ tuvo la sensación de no haber conocido a nadie antes que lo necesitara más que él—. Además, no suelo mentir a los hombres con los que tengo la intención de intimar.
Volvió a dar un paso hacia ella y vio cómo le temblaban los labios. Podría hacerle decir sí... saberse poseedor de tal poder resultaba muy seductor. Pero sabía que si utilizaba dicho poder, estaría poniendo en peligro algo que ni siquiera sabía si existía.
—Necesitas tiempo —concluyó—. ¿Tienes idea de cuánto?
El deseo hizo que le temblara la voz al responder a tan difícil pregunta.
—No lo sé, pero te aseguro que serás el primero en saberlo.
—Quizá podríamos quitar un par de días a ese tiempo —murmuró al tiempo que se permitía caer en la tentación de besarle los labios suavemente.
_____ mantuvo los ojos abiertos con la esperanza de que eso la ayudara a no dejarse llevar, pero la visión se le hizo borrosa.
—Mm, sí, seguro que podemos quitar unos días.
—Mejor una semana —dijo mientras el beso se iba haciendo más y más intenso—. ¿Qué tal quince días?
Lo último que esperaba hacer en un momento en el que se veía completamente dominado por el deseo, era reírse.
—Será mejor que dejemos esto para más adelante —dijo.
_____ se concentró en respirar con normalidad mientras él se volvía a agarrar su cerveza.
—Tengo toda esta... —señaló a su alrededor.
—¿Comida? —añadió él, encantado con su desconcierto.
—Sí. Tengo toda esta comida, así que supongo que podría preparar...
Liam esperó unos segundos mientras ella se apretaba las sienes y fruncía el ceño.
—¿La cena?
—Eso es. La cena. Es curioso cómo a veces nos quedamos sin palabras. Voy a preparar la cena —respiró hondo—. ¿Te apetece quedarte a cenar?
El dio un trago de cerveza y se apoyó en la encimera.
—¿Puedo verte cocinar?
—Claro. Puedes sentarte ahí y cortar la verdura.
—Muy bien —la idea le resultó sorprendentemente atractiva, así que se sentó en un taburete—. ¿Cocinas mucho?
—Sí, bastante. Me gusta mucho cocinar. Es una especie de aventura; con todos los ingredientes, el calor, el tiempo, la mezcla de olores, texturas y sabores.
—Y... ¿alguna vez cocinas desnuda?
_____ se detuvo en seco cuando se disponía a lavar un pimiento. Se dio media vuelta riéndose.
—Payne, acabas de hacer una broma —dejó el pimiento y le puso la mano sobre la de él—. Estoy muy orgullosa de ti.
—No era ninguna broma. Te lo preguntaba completamente en serio.
Cuando ella se echó a reír, se inclinó y le agarró el rostro entre las manos para después darle un sonoro beso en la boca, Liam sonrió de tal modo que ni él mismo se habría reconocido.
—Bueno, ¿lo haces o no?
—Nunca si estoy friendo pollo, que es lo que voy a hacer ahora mismo.
—No importa. Tengo mucha imaginación.
_____ se echó a reír de nuevo.
—Me apetece un poco de vino —dijo mirándolo a los ojos—. ¿Te apetece una copa?
—Claro.
Sacó una botella de vino blanco del refrigerador y después se volvió hacia él, que seguía observándola con ese brillo malévolo en los ojos.
—Tienes que dejar de hacer eso.
—¿El qué?
—Deja de imaginarme desnuda. Mejor ve a poner música —le ordenó señalándole el salón—. Abre una ventana porque tengo mucho calor y dame un par de minutos para que busque otra cosa de la que hablar que no tenga nada que ver con el sexo.
—A ti nunca te cuesta encontrar algo de lo que hablar.
—Supongo que eso para ti es un insulto. Para mí no. Soy una buena conversadora.
—¿Así es como se dice ahora ser una charlatana?
—Vaya, parece que esta noche rebosas ingenio y sentido del humor —y nada podría haberle gustado más a ella.
—Debe de ser por la compañía —murmuró Liam antes de ponerse a mirar los discos—.Tienes bastante buen gusto en cuestión de música.
—¿Acaso esperabas que no fuera así?
—Desde luego no esperaba encontrar a Aretha Franklin y B.B. King. Claro que también tienes otras cosas más animadas.
—¿Qué tienes en contra de la música animada?
Por toda respuesta, Liam levantó un disco de David Cassidy.
—Perdona, pero ese disco fue un regalo y resulta que es un clásico.
—¿Un clásico de qué?
—Es evidente que no aprecias el valor de la sutil crítica social que hace en I think I love you, o la desesperada motivación sexual de Doesn't somebody want to be wanted, pero estoy dispuesta a analizarlas contigo si quieres.
—No me digas que te sabes las letras.
—Por supuesto —dijo tratando de no echarse a reír—. De hecho, durante un periodo de mi vida, formé parte de un grupo de música.
—Ya —dijo mientras ponía un compacto de B.B. King.
—Era vocalista y guitarra rítmica.
—Tocas la guitarra.
—Sí, bueno, la tocaba. Estoy segura de que mi vieja Fender seguirá en casa de mis padres junto con los dibujos que hacía cuando quería ser diseñadora de moda y los libros de animales que estuve coleccionando hasta que me di cuenta de que si me hacía veterinaria, tendría que sacrificar a los animales además de jugar con ellos. Siempre estaba buscando.
Fascinante, pensó Liam. Esa mujer era absolutamente fascinante.
—¿Buscando?
—No conseguía decidir qué quería ser. Todo lo que probaba me resultaba muy divertido al principio, pero después era sólo trabajo. ¿Sabes cortar un pimiento?
—No. ¿Y lo que haces ahora no te parece trabajo, en cierto modo?
_____ suspiró con resignación y comenzó a cortar el pimiento.
—Claro que lo es y no en cierto modo. Es mucho trabajo, pero sigue pareciéndome divertido. ¿Tú disfrutas escribiendo?
—Rara vez.
Eso hizo que levantara la mirada hacia él.
—¿Entonces por qué lo haces?
—No puedo hacer otra cosa. Es mi única búsqueda.
_____ asintió.
—A mi madre le ocurre lo mismo. Nunca quiso hacer otra cosa que no fuera pintar. A veces cuando la observo mientras trabajo, me doy cuenta de lo doloroso que es para ella trasladar al lienzo lo que ve en su cabeza, lo que quiere comunicar. Pero cuando termina y está satisfecha con el trabajo, resplandece de alegría y parece que incluso se sorprendiera de lo que es capaz de hacer. Supongo que debe de pasarte algo parecido, ¿no? —al volver a mirarlo lo encontró observándola con evidente curiosidad—.No comprendo por qué te extraña tanto que entienda cosas que están más allá de lo que se ve a simple vista.
Liam la agarró de la mano.
—Si es así, es porque soy yo el que no te comprende a ti. Es probable que siga ofendiéndote hasta que lo consiga.
—Yo soy tremendamente fácil de comprender.
—No, eso era lo que yo creía, pero estaba equivocado., _____ tú eres un verdadero laberinto, con infinitos recovecos y ángulos inesperados.
Al oír aquello, ella sonrió de un modo que iluminó la habitación.
—Eso es lo más bonito que me has dicho nunca.
—No soy un hombre muy amable. Lo más inteligente sería que me dieras una patada en el trasero y me echaras de tu casa.
—Como soy muy inteligente, ya me había dado cuenta de que no eres muy amable. Sin embargo... —le puso la mano en la mejilla tiernamente—. Me parece que te has convertido en mi nueva búsqueda.
—¿Hasta que deje de ser divertido y se convierta en sólo trabajo?
La miró de un modo tan serio, que _____ se dio cuenta de que siempre se apresuraba a pensar lo peor.
—Payne, ya eres trabajo y sin embargo sigues sentado en mi cocina —_____ volvió a sonreír—. ¿Sabes cortar la zanahoria en bastones?
—No tengo la menor idea.
—Entonces mira y aprende porque la próxima vez te tocará a ti —comenzó a cortar y entonces volvió a sentir sus ojos clavados en ella—. ¿Sigo desnuda?
—¿Quieres estarlo?
Se echó a reír y optó por tomar un trago de vino.
Se tardaba mucho en cocinar hasta lo más sencillo con la distracción de la conversación, las miradas seductoras y las caricias.
Se tardaba mucho en comer una sencilla cena cuando una se estaba enamorando poco a poco del vecino de enfrente.
_____ reconocía perfectamente los síntomas... el latido irregular del corazón, el hormigueo en el estómago. Todo eso unido a sonrisas y suspiros de adolescente eran señal inequívoca de que el amor estaba a la vuelta de la esquina.
Se preguntaba qué pasaría cuando llegara allí.
Se tardaba mucho en despedirse de alguien entre interminables besos en el descansillo de la escalera.
Y más aún en quedarse dormida cuando a una le dolía el cuerpo de deseo y tenía la mente llena de fantasías.
Cuando oyó la suave melodía del saxo, _____ sonrió y dejó que la música la trasportara suavemente hacia el sueño.
pau.
Re: La Vecina Perfecta [Adaptación] {Liam & Tú} Terminada
Awwwwwww qe lindos son!!!! Me encantaron los capítulos!!! Los ame!!! Jajaja ya están cayendo en las redes del otro... Buajajaja
Jajaja liam es un pervertido... Y rayis en verdad esta loquito por el, no se molesto ni se incomodo, por la pregunta mi sus comentarios... Tal vez yo me hubiera incomodado... Y más porque no es nada de ella, aún... Más que su vecino!!!
Síguela pronto linda
Xoxo
Jajaja liam es un pervertido... Y rayis en verdad esta loquito por el, no se molesto ni se incomodo, por la pregunta mi sus comentarios... Tal vez yo me hubiera incomodado... Y más porque no es nada de ella, aún... Más que su vecino!!!
Síguela pronto linda
Xoxo
DLizz
Re: La Vecina Perfecta [Adaptación] {Liam & Tú} Terminada
Aja! Ya se estan enamorando!!
Yaaaaaaayyy!!!
Liam es un pervertido(como en mi nove)
Y rayis lo re quiereee!!!
Dlfdpedjcnkaxi siguelaaaa!!
Besos!
:bye:
Yaaaaaaayyy!!!
Liam es un pervertido
Y rayis lo re quiereee!!!
Dlfdpedjcnkaxi siguelaaaa!!
Besos!
:bye:
Sofii
Re: La Vecina Perfecta [Adaptación] {Liam & Tú} Terminada
DONDE ESTAS!?!?!?!
Has desapararecido!!!!
Tienes que seguirla pronto linda!!!
Me encanta :)
Xoxo
Has desapararecido!!!!
Tienes que seguirla pronto linda!!!
Me encanta :)
Xoxo
DLizz
Re: La Vecina Perfecta [Adaptación] {Liam & Tú} Terminada
haaa por favor quiero un capitulo!!!!
siii lo se nunca me has visto por aqui soy nueva fan/lectora y me encanta esta nove creo q solo por esta empezare a leer mas de tus noves :P
en fin......
me encanta escribe pronto por favor!!!!
:bye:
PD: tambien soy de colombia pero desde hace 5 meses vivo en miami U.S.A no creo q te importe pero lo queria contar
siii lo se nunca me has visto por aqui soy nueva fan/lectora y me encanta esta nove creo q solo por esta empezare a leer mas de tus noves :P
en fin......
me encanta escribe pronto por favor!!!!
:bye:
PD: tambien soy de colombia pero desde hace 5 meses vivo en miami U.S.A no creo q te importe pero lo queria contar
juliii
Re: La Vecina Perfecta [Adaptación] {Liam & Tú} Terminada
Capítulo 13
Con el pelo aún mojado después de la ducha, Liam se sentó en la cocina en uno de los taburetes que _____ había insistido en dejarle. Echó un vistazo al periódico mientras degustaba unos cereales con leche que también le había dado ________ después de ver el estado de abandono de los armarios de su cocina. Según le había dicho, hasta un completo torpe de la cocina podía servir unos cereales y un poco de leche fría en un cuenco y cortar un plátano como acompañamiento.
Liam había decidido no ofenderse, aunque no se consideraba tan torpe como _____creía. Después de todo había preparado una ensalada él solo, ¿no? Mientras, ella había hecho algo delicioso con unas simples chuletas de cerdo. Era una cocinera increíble que en pocos días había conseguido que a Liam dejaran de apetecerle los sándwiches de los que a menudo se alimentaba.
A _____ no parecía molestarle que no hubieran salido a cenar desde aquella primera cita, pero Liam imaginaba que no tardaría en hartarse de cocinar y querría ir a algún restaurante.
Normalmente la gente empezaba a necesitar cambios cuando la novedad se convertía en rutina y Liam suponía que ellos dos tenían ya una especie de rutina. Durante el día cada uno estaba en su respectivo lugar, excepto las veces que _____ había pasado a verlo y a convencerlo de que saliera un poco, al mercado, a comprar una lámpara o simplemente a dar un paseo.
Echó un vistazo a la rana de bronce que sostenía la tulipa triangular de la lámpara del salón. Aún no comprendía cómo se había dejado convencer para comprar aquella cosa, o para pagar a la señora Wolinsky por una butaca de la que quería deshacerse. Cosa comprensible porque, ¿quién querría tener en su salón una butaca reclinable amarilla y verde?
Pues parecía que él y, a pesar de su terrible estética, era sorprendentemente cómoda.
Y, por supuesto, si tenía una butaca y una lámpara, necesitaba una mesa. La que él tenía ahora era una sólida pieza de madera que necesitaba urgentemente una mano de pintura y que, según _____, había sido una verdadera ganga. Cómo no, _____ tenía un amigo que se dedicaba a restaurar muebles y con el que no había dudado en ponerlo en contacto.
También tenía una amiga florista, lo que explicaba que en la cocina de Liam hubiera ahora un jarrón con margaritas amarillas.
Otra amiga pintaba escenas de Nueva York y las vendía en la calle, unos cuadros que, según _____ animarían un poco las paredes del apartamento. Liam le había dicho una y mil veces que no quería animar nada, pero lo cierto era que ahora tenía dos acuarelas originales bastante buenas.
Ya estaba empezando a hablar de alfombras.
Liam no comprendía cómo lo hacía. Hablaba y hablaba hasta que de pronto él se descubría sacando la cartera.
También le había hecho ver que si iba a vivir en un lugar, al menos debía estar limpio. Así había sido como había acabado dedicando a limpiar toda una tarde lluviosa de domingo en la que debería haber estado escribiendo.
Aquel día había estado a punto de llevársela a la cama, pero se había quedado sin habla al ver el estado de su dormitorio y el deseo había dejado paso a un discurso. Según le había dicho, debía tener más respeto por el lugar en el que dormía y trabajaba. No entendía por qué tenía las cortinas cerradas, ¿acaso le gustaban las cuevas? También le había preguntado si tenía algún tipo de convicción religiosa que le impedía lavar la ropa.
Liam la había agarrado desprevenida y la había hecho callar de la mejor de las maneras. Si no hubieran tropezado con una montaña de ropa sucia de camino a la cama, seguramente no habrían acabado la tarde en la lavandería.
Tenía que reconocer que todo aquello tenía sus ventajas. Le gustaba estar en un lugar limpio, a pesar de que normalmente no se fijaba en si estaba desordenado. Le gustaba acostarse en sábanas recién lavadas, aunque habría preferido que _____ hubiera estado también allí.
Hasta la frustración sexual estaba resultándole provechosa porque no paraba de escribir. Quizá la obra hubiera experimentado un giro, pues de algún modo había acabado centrándose más en el personaje femenino, una mujer ingenua y entusiasta, llena de vida y optimismo que se dejaría seducir y acabaría sufriendo por un hombre que no tenía ninguna de esas cualidades. Un hombre que no podría evitar arrebatarle todo eso para después dejarla destrozada.
Los paralelismos entre lo que escribía y la realidad eran más que evidentes, pero Liam se negaba a preocuparse por ello.
Tomó una cucharada más de cereales y fue a la página de la tira cómica a ver qué había inventado _____ esa vez. La miró, frunció el ceño y volvió a la primera viñeta para volver a leerla detenidamente.
_____ estaba ya inmersa en el trabajo, con la ventana abierta para que entrara la cálida brisa primaveral junto con el caos de la calle.
Observó el primer recuadro de la tira, todavía en blanco. Sólo tenía que comenzar a dibujar porque ya tenía la historia que arrancaría una sonrisa a los lectores mientras desayunaban.
El huidizo don Misterioso, conocido ya como Pay, estaba encerrado en su cueva escribiendo La gran novela americana. El sexy y malhumorado autor no sospechaba que, agazapada en la escalera de incendios, Emily trataba de leer su trabajo a través de la pequeña rendija de las cortinas, siempre cerradas, y con la ayuda de unos prismáticos.
_____ sabía que ella misma estaba haciendo algo parecido, aunque más civilizado, con continuas preguntas con las que pretendía averiguar cómo iba la obra de Liam. Como no había conseguido demasiado, se conformó con seguir retratando en sus dibujos a su vecino de enfrente.
Por supuesto en las tiras exageraba despiadadamente tanto sus cualidades positivas como las negativas. Su cuerpo alto y fuerte, los rasgos marcados de su rostro, los ojos fríos. Su grosería, su mal humor y la constante perplejidad que despertaba en él el mundo de Emily.
«Pobrecito», pensó _____, «no sabe qué hacer con ella».
Al oír el timbre de la puerta, se puso el lápiz detrás de la oreja y fue a abrir pensando que Jody habría olvidado la llave porque era su hora de bajar a tomar café con ella.
Pero tras la puerta encontró algo que la hizo derretir. Tenía el pelo mojado y no llevaba camiseta. La visión de aquellos pectorales hizo que _____ se humedeciera los labios con la lengua de manera inconsciente.
Llevaba unos vaqueros gastados, el pecho descubierto y en la cara un gesto maravillosamente serio.
—Hola —consiguió decir mientras se imaginaba a sí misma mordiéndolo suavemente—. ¿Te has quedado sin jabón en la ducha?
—¿Qué? No, no —había olvidado que ni siquiera había terminado de vestirse—. Quería hacerte un par de preguntas sobre esto —dijo levantando el periódico.
—Muy bien, pasa —afortunadamente, Jody no tardaría en llegar para impedir que _____ se lanzara a sus brazos—. ¿Por qué no te sirves un café y subes al estudio? Estoy trabajando.
—No pretendo distraerte, pero...
—No te preocupes, nada me distrae —aseguró con tono alegre, mientras comenzaba a subir las escaleras—. Hay bollos de canela si quieres uno.
—No —«maldita sea», pensó Liam, y acabó sirviéndose un café con un bollo.
Nunca antes había subido a su estudio porque no iba a verla cuando sabía que estaba trabajando.
Cometió el error de mirar al dormitorio y ver la enorme cama cubierta de cojines de colores. La imaginó agarrándose al cabecero de hierro blanco mientras él hacía por fin todo lo que deseaba hacer con ella.
En el aire había un seductor aroma de vainilla.
Tuvo que hacer un verdadero esfuerzo para apartarse de aquellas fantasías y recordar por qué estaba allí.
—Escucha, _____—dijo entrando al estudio—. Dios, ¿cómo puedes trabajar con tanto ruido?
Ella apenas lo miró.
—¿Qué ruido? Ah, eso —siguió dibujando con otro lápiz, como si hubiera olvidado el que llevaba detrás de la oreja—. Es como música de fondo. La mayor parte del tiempo ni siquiera lo oigo.
El estudio tenía un agradable aire de profesionalidad, algo que no se podía decir de _____. Estaba sentada sobre una pierna y recostada en el tablero, los pies descalzos con las uñas pintadas de rosa, un lápiz detrás de una oreja y un arito dorado en la otra. No, más que profesional, tenía un aspecto terriblemente sexy.
Se acercó a ella y miró por encima de su hombro con curiosidad. Enseguida se dio cuenta de que si alguien se hubiera atrevido a hacer algo así con él mientras trabajaba, le habría costado la vida, sin embargo a _____ no parecía molestarle.
—¿Qué son esas líneas azules?
—Es para la perspectiva. Hay bastante trabajo previo antes de comenzar a dibujar los personajes y a escribir el texto —le explicó con satisfacción—. Después hago una especie de boceto, para ver cómo queda, supongo que tú lo llamarías el borrador.
Liam frunció el ceño al ver la primera viñeta.
—¿Se supone que ése soy yo?
—Sí. ¿Por qué no acercas un taburete? Me estás tapando la luz.
—¿Qué hace Emily ahí? —siguió preguntando, haciendo caso omiso a su sugerencia—. Me está espiando. ¿Me estás espiando, _____?
—No digas tonterías. La ventana de tu despacho no da a ninguna escalera de incendios —se miró al espejo, hizo algunas caras que Liam observó atónito y siguió dibujando la tercera viñeta.
—¿Y qué me dices de esto? —le dio unos golpecitos en el hombro con el periódico.
—¿Qué pasa con eso? Dios, qué bien hueles — se volvió a olerlo con deleite—. ¿Qué jabón utilizas?
—¿Vas a hacer que tu personaje se dé una ducha en la cuarta viñeta? —al ver que _____se paraba a considerar la idea, Liam negó con la cabeza—. No, tiene que haber algún tipo de línea argumental. Al principio me hizo gracia que me metieras en la historia, pero...
Se calló al oír la puerta.
—¿Quién es?
—Deben de ser Jody y Charlie. ¿Entonces te gusta mi nuevo personaje? —dejó de dibujar y lo miró con una sonrisa—. La verdad es que no lo sabía, como no habías hecho ni el más mínimo comentario. Hay gente que ni siquiera se reconoce, pero estaba segura de que tú sí lo harías en cuanto te vieras. Hola, Jody. Hola, Charlie.
—Hola —no era fácil, ni siquiera para una mujer felizmente casada, no quedarse boquiabierta al ver de repente a un hombre como aquél con el pecho descubierto—. Ah, hola. ¿Interrumpimos?
—No, Liam sólo quería hacerme algunas preguntas sobre la tira.
—Me encanta el personaje nuevo. Está volviendo loca a Emily. Estoy deseando ver qué va a pasar —dijo riéndose al tiempo que Charlie le tendía los brazos a Liam.
—Pa—pá.
—Llama papá a todos los hombres —explicó Jody—. A Chuck no le hace mucha gracia, pero qué le vamos a hacer.
Con gesto ausente, Liam le pasó la mano por la cabeza al pequeño.
—Sólo quiero saber cómo funciona esto —dijo dirigiéndose a _____.
—¡Pa—pá! —volvió a decir Charlie con una enorme sonrisa.
—¿Cómo son de reales tus historias? —siguió preguntando Liam, al tiempo que tomaba en brazos al pequeño de manera automática.
_____ sintió que se le derretía el corazón.
—Te gustan los niños.
—No, normalmente los tiro por la ventana — respondió con cierta impaciencia y después negó con la cabeza al ver la cara de susto de Jody—. Relájate, es una broma. Lo que quiero es que me expliques esto de aquí —dijo señalando la tira que había aparecido en el periódico esa mañana.
—Ah, el beso que se sale de cualquier escala. En realidad es sólo la primera parte. Mañana aparecerá la segunda. Creo que funcionará bastante bien.
—Chuck y yo casi nos morimos de la risa cuando lo leímos esta mañana —intervino Jody, relajada al ver cómo Liam acunaba al pequeño Charlie en sus brazos.
—Estas dos mujeres de aquí...
—Emily y Cari.
—Ahora ya sé quiénes son —murmuró Liam mirándolas a ambas—. Están poniendo nota al beso que Pay le dio a Emily, por el amor de Dios.
—Así es. ¿Chuck se rio con esto? —le preguntó a su amiga—. Tenía dudas de si los hombres lo entenderían o sólo les haría gracia a las mujeres.
—No, no, le ha hecho mucha gracia.
—Perdonen que las interrumpa —dijo Liam con lo que él creía era todo un ejemplo de autocontrol—. Me gustaría saber si suelen sentarse a discutir nuestros encuentros sexuales antes de publicarlos con todo lujo de detalles para que el público se eche unas risas mientras desayuna.
_____ lo miró con los ojos muy abiertos y llenos de inocencia.
—De verdad, Payne, te lo estás tomando demasiado en serio. Esto no es más que una tira cómica.
—¿Entonces eso del beso que se sale de cualquier escala es sólo una viñeta?
—Claro.
Liam la observó detenidamente antes de volver a hablar.
—No me gusta la idea de que, cuando por fin consiga llevarte a la cama, voy a tener que leer el análisis de mi actuación en las cinco viñetas del día siguiente.
—Bueno, me parece que será mejor que me lleve a Charlie a acostar —dijo Jody quitándole el pequeño a Liam para desaparecer de allí lo más rápido posible.
—Payne—le dijo _____ una vez estuvieron a solas—, tengo la sensación de que cuando eso ocurra, merecerá aparecer en la tira doble de los domingos.
—¿Es una amenaza o una broma?
Al ver que ella respondía con una carcajada, Liam se acercó a ella e hizo que dejara de reír con un apasionado beso que la dejó sin respiración.
—Dile a tu amiga que se vaya y podrás averiguarlo.
—No, prefiero que se quede. Si no llega a ser porque sabía que iba a venir, me habría lanzado a tu cuello nada más al verte.
—¿Es que pretendes volverme loco?
—No, pero es un atractivo añadido —sentía el corazón golpeándole el pecho como si quisiera escapar—. Tienes que marcharte. Creo que acabo de encontrar algo que me distrae del trabajo... tú.
Como no quería ser el único que se volviera loco, Liam la levantó del taburete y volvió a besarla como si le fuera la vida en ello.
—Cuando hables de esto, y no tengo la menor duda de que lo harás, procura ser fiel a la realidad —le dijo mientras le mordisqueaba el labio inferior.
Fue hacia la puerta del estudio, pero antes de marcharse, se volvió a mirarla.
—Así que mis besos se salen de cualquier escala, ¿no? —de pronto se dio cuenta de que no sólo le parecía divertido, sino también muy gratificante.
Bajó la escalera con una enorme sonrisa en los labios y _____ se quedó allí, completamente incapaz de seguir trabajando.
—¿Puedo entrar? —preguntó Jody.
—Dios mío, Jody, ¿qué voy a hacer? Pensé que lo tenía todo controlado; estaba segura de que no había nada de malo en tener un romance con un tipo increíblemente guapo e interesante.
—A ver, déjame pensar —Jody se sentó junto a ella y la miró—. No, no hay absolutamente nada de malo. Todo lo contrario.
—Y si estoy un poco enamorada de él, será aún mejor, ¿verdad?
—Claro. Sin amor también es divertido, pero es como comerse toda una tableta de chocolate de una sola vez; se disfruta en el momento, pero luego no te sientes del todo bien.
—Pero, ¿y si en lugar de estar un poco enamorada, estoy muy, muy enamorada?
—¿Es eso lo que ha pasado? —le preguntó dejando a un lado el café que se había servido.
—Sí.
—Ay, cariño —Jody abrazó a su amiga con toda la comprensión del mundo—. No te preocupes. Tenía que ocurrir tarde o temprano.
—Lo sé, pero yo esperaba que fuera más tarde que temprano.
—Eso nos pasa a todos.
—Pero él no querrá que me enamore de él, no le va a gustar nada —apoyó el rostro en el hombro de Jody y respiró hondo—. A mí tampoco me hace mucha gracia, pero me acostumbraré.
—Claro que sí. Pobre Frank —murmuró acariciándole la cabeza—. Nunca tuvo mucho que hacer contigo, ¿verdad?
—Lo siento.
—Qué le vamos a hacer.
—Supongo que no puedo esconderme de él, ¿no?
—Eso es para cobardes.
—¿Y si finjo que tengo que salir de viaje?
—Eso es de tontos.
_____ respiró hondo de nuevo.
—¿Y qué hay de salir de compras?
—Ahora sí estás hablando con sensatez —enseguida se puso en pie y fue hacia la puerta—. Voy a ver si la señora Wolinsky puede quedarse un rato con Charlie.
pau.
Re: La Vecina Perfecta [Adaptación] {Liam & Tú} Terminada
Capítulo 14
_____ se compró un sugerente vestido negro, tan ceñido, que hizo que Jody cerrara los ojos y afirmara:
—Ese pobre hombre está perdido.
También se compró unos zapatos de tacón de aguja y lencería de la que se ponen las mujeres cuando esperan que algún hombre la vea y acabe quitándosela apasionadamente.
Además de la ropa, se hizo con todo un arsenal de velas, flores y vino para acompañar a la cena con la que pretendía despertar los sentidos y el apetito más primitivo de Liam.
Cuando llegó a casa estaba tranquila y decidida a crear el ambiente perfecto, así que le pasó una nota a Liam por debajo de la puerta y se encerró en su apartamento a prepararlo todo.
Repartió las velas y las flores por la casa y comenzó a preparar la cena para que sólo quedara darle el toque final después de darse un buen baño. Sacó dos copas y puso el vino a enfriar, eligió la música perfecta y finalmente subió a su habitación y observó el vestido y la ropa interior de encaje. ¿Cómo se sentiría con aquel provocador conjunto de encaje negro?
Poderosa, se respondió enseguida con un escalofrío.
Se preparó la bañera y, mientras encendía un par de velas y tomaba un sorbo de vino, pensaba que pronto comenzaría a escuchar la música del saxo, el acompañamiento perfecto para el baño. Sumergida en el agua, se imaginó que eran las manos de Liam y no la espuma lo que la acariciaba.
Casi una hora después el apartamento de Liam seguía en silencio, pero _____siguió con los preparativos. Se cubrió el cuerpo de crema para asegurarse de que sus hábiles manos encontraran una piel suave y ligeramente perfumada. Sólo quedaba esperar a que Liam leyera la nota y acudiera.
Payne, tengo planes. Nos vemos más tarde. _____
¿Planes? ¿Había hecho planes después de tenerlo hecho un manojo de nervios durante todo el día? Liam leyó la nota una y otra vez, cada vez más furioso con ella y consigo mismo por no haber podido dejar de pensar en la velada que iban a pasar juntos.
Por el amor de Dios, hasta había salido a comprarle flores, algo que no había hecho por ninguna mujer desde...
Estrujó la nota con una mano y se maldijo a sí mismo. ¿Qué otra cosa podía esperar? Las mujeres sólo se preocupaban por sus propios planes, era algo que sabía desde hacía mucho tiempo, pero que había cometido el error de olvidar desde que conocía a _____. Él era el único culpable.
¿Qué quería decir eso de que lo vería más tarde? Estaba claro que quería jugar, pero él no estaba dispuesto a participar.
Así pues, entró en el apartamento, agarró el saxo y se fue a Delta's a deshacerse de la rabia y la frustración.
A las siete y media en punto, _____ sacó los champiñones rellenos del horno y observó de nuevo la mesa. Todo estaba perfecto. Después de la ensalada de aguacate y tomate y de los champiñones, tenía intención de volverlo loco con unos deliciosos creps de marisco.
Si todo salía según lo previsto, terminarían la cena con una botella de champán bien frío... En la cama.
Por fin se quitó el delantal y se miró al espejo.
—Muy bien, _____, vamos a buscarlo.
Salió a la escalera y apretó el timbre de su casa. Esperó con el corazón en un puño. Nada. Volvió a llamar.
—¿Cómo es posible que no estés en casa? —se preguntó en voz alta—. ¿Es que no has visto la nota? Tienes que haberla visto. Decía claramente que te vería más tarde.
Volvió a llamar, esa vez con impaciencia.
—Decía que tenía planes... Ay, Dios mío, no lo has comprendido, pobre tonto. Los planes que tengo son contigo. Maldita sea.
Volvió a su apartamento a buscar la llave que se había metido en el sujetador para no perder tiempo en buscar el bolso y, unos segundos después, estaba bajando las escaleras tan rápido como le permitían los tacones.
—¿Problemas con las mujeres, labios de azúcar?
Liam levantó la mirada hacia Delta y negó con la cabeza mientras se tomaba un descanso para humedecerse la garganta.
—Vamos, que soy yo. Todos los días de la última semana has venido muy tarde y has tocado pensando en alguna mujer, pero con calma. De repente hoy llegas temprano y tocas como si tuvieras un serio problema. ¿Es que te has peleado con esa preciosidad?
—No. Es que los dos teníamos cosas que hacer.
—Sigue manteniéndote a raya, ¿verdad? —dijo riéndose—. Algunas mujeres preparan el romance con más ahínco que otras.
—No es ningún romance.
—Quizá sea ése tu problema. ¿Alguna vez le compras flores o le dices que tiene los ojos muy bonitos?
—No —le había comprado flores y ella no había estado ahí para recibirlas—. Es sólo sexo, no un romance.
—Ay, cariño. Con una mujer como ésa, no tendrás lo uno sin lo otro.
—Por eso es mejor que me aleje de una mujer como ésa. Quiero algo más sencillo —se llevó el saxo a los labios—. ¿Ahora vas a dejarme tocar o quieres seguir opinando de mi vida amorosa?
Delta se dio media vuelta, pero antes de alejarse le dijo:
—Querido, cuando tengas vida amorosa, te daré todos los consejos que necesites.
Liam comenzó a tocar, pero ni siquiera la música consiguió apartar su mente de ella. Aun así siguió arrancando notas de dolor y de frustración del instrumento...
Hasta que la vio aparecer por la puerta.
Sus ojos llenos de secretos se clavaron en él a través del humo del local y la sonrisa que le dedicó mientras se sentaba hizo que a Liam comenzaran a sudarle las manos. La vio humedecerse los labios y acariciarse el borde del escote con un dedo. Se cruzó de piernas muy lentamente.
Liam no podía dejar de mirarla. Estaba claro que lo estaba haciendo deliberadamente; aquellos movimientos sin duda pretendían volverlo loco.
Y lo estaban consiguiendo.
Escuchó la canción atentamente y, cuando las últimas notas empezaban a desvanecerse en el aire, se levantó, se pasó la mano por la cadera y se dio media vuelta sobre esos tacones imposiblemente altos. Antes de llegar a la puerta, se volvió a mirarlo y lo invitó a seguirlo con una sonrisa.
Al apartarse la boquilla de los labios, Liam lanzó una maldición.
—¿Vas a ir o no?
Se agachó a guardar el saxo y miró a su amigo.
—¿Te parece que soy tonto, André?
—No —respondió el pianista con una carcajada y siguió tocando—. Desde luego que no.
pau.
Re: La Vecina Perfecta [Adaptación] {Liam & Tú} Terminada
Capítulo 15
~Escena Hot~
_____ lo esperaba en la acera cuando Liam salió del local. Bajo la luz blanca de la farola, con una mano en la cadera, la cabeza ladeada y una tenue sonrisa en los labios, parecía una elegante fotografía artística.
Sexo en blanco y negro.
Fue hacia ella, observándola detenidamente. El cabello del color del whisky, el vestido negro enfundando su cuerpo.
Ninguna joya que distrajera la atención.
Altos tacones de aguja sobre los que se alzaban unas piernas esbeltas y perfectas.
Las únicas notas de color eran sus ojos azules y esa boca roja de sirena. Una boca que sonreía ahora con satisfacción femenina.
Estaba aún a tres pasos de distancia cuando sintió su aroma y ya no pudo seguir caminando lentamente.
—Hola, vecino —le dijo con una voz ronroneante que le hizo estremecerse de deseo.
Liam enarcó una ceja.
—¿Cambio de planes, vecina?
—Espero que no —fue ella la que dio el último paso.
Deslizó las manos por su espalda y luego volvió a subirlas hasta sus hombros para echarle los brazos alrededor del cuello. Su cuerpo encajaba con el de él.
—Tú eras mi único plan, cabeza de chorlito — le dijo con una risilla malévola.
—¿De verdad?
—Payne—le susurró rozándole la boca con los labios y mirándolo fijamente a los ojos—. ¿No te dije que serías el primero en saberlo?
Liam le puso la mano en la nuca sin apartar la boca de sus tentadores labios rojos.
—¿Puedes correr con esos tacones?
Ella se rio de nuevo, pero ahora se le notaba la respiración entrecortada.
—No, pero tenemos toda la noche, ¿no?
—Puede que necesitemos aún más tiempo — dio un paso atrás y le tendió una mano para que lo acompañara—. ¿De dónde has sacado esa arma letal? El vestido —añadió al ver su gesto de incomprensión.
—Ah, este trapo viejo —dijo riéndose—. Lo he comprado hoy, pensando en ti. Y cuando me lo puse, pensaba en qué sentiría cuando tú me lo quitaras.
—Has debido de estar practicando —dijo él cuando consiguió reunir fuerzas para volver a hablar—. Porque esto se te da muy bien.
—Voy improvisando sobre la marcha.
—Pues por mí no pares.
A _____se le pasó por la cabeza que parecía mentira tener tanto calor en una fresca noche de abril como aquélla.
—Siento no haber sido más clara en la nota. Tenía muchas cosas en la cabeza —se volvió a mirarlo con deleite—. Y todas relacionadas contigo.
—La verdad es que me puso de muy mal humor —admitió sin el menor esfuerzo.
—Perdóname, pero debo decir que me resulta muy halagador. Cuando llamé a tu puerta y vi que no estabas, tuve más o menos la misma reacción. Me había pasado mucho tiempo preparándome para ti. Ahora puedes sentirte halagado.
—Debe de haberte costado mucho enfundarte ese vestido.
—Y no sólo eso —se concentró para controlar los latidos de su corazón, pero cuando se detuvieron frente a la puerta del edificio, volvió a acelerarse—. He preparado la cena.
—¿Sí? —no sólo estaba halagado, también estaba increíblemente excitado. Y conmovido.
—Una cena magnífica, aunque está mal que yo lo diga —añadió al tiempo que entraban en el edificio y se dirigían hacia el ascensor—. Con un delicioso vino blanco y una botella de champán que he pensado que podríamos disfrutar... en la cama.
Ya dentro del ascensor, Liam se esforzó para no tocarla, pues sabía que si lo hacía, no saldrían de allí.
—¿Hay algo más que daba saber sobre tus planes?
—Ya lo irás descubriendo —salió del ascensor y se dirigió hacia la puerta lanzándole una de esas miradas suyas que un hombre no podía dejar de seguir.
—¿La llave?
Sin apartar los ojos de él, _____ deslizó un dedo por el amplio escote del vestido y fingió estar buscando la llave.
—Vaya, no consigo encontrarla —dijo disfrutando del modo en que Liam seguía su mano con la mirada—. Creo que vas a tener que ayudarme.
Liam descubrió algo que podría interesar a la comunidad médica, se podía seguir consciente aun sin sangre en la cabeza.
Pasó la mano suavemente por el borde del vestido provocándole un escalofrío. Después coló un dedo por debajo de la tela y le acarició el pecho. Vio cómo ella cerraba los ojos en el momento en que le rozó el pezón.
—Me parece que eres tú el que ha estado practicando —consiguió decir ella con la respiración entrecortada.
—Voy improvisando sobre la marcha.
—No vayas a parar por mí.
—No tenía intención de hacerlo.
—Me parece que la he encontrado —susurró sacando la llave del escote.
—Sabía que podía contar contigo.
Introdujo la llave en el cerrojo y abrió la puerta para que _____ pudiera pasar.
—Pídeme que entre.
—Entra.
Una vez dentro la agarró de las caderas y siguió caminando hacia la escalera.
—¿Y la cena? —preguntó ella, avanzando de espaldas.
—Puede esperar —Liam descolgó el teléfono al pasar.
—¿El vino?
—Después. Mucho después.
_____ comenzó a subir los escalones con las piernas temblorosas, pero agarrándose a sus hombros.
—Pídeme que te toque.
—Tócame —suspiró al sentir que sus manos comenzaban a subir desde las caderas.
—Pídeme que te bese.
—Bésame —gimió cuando su boca le rozó los pechos—. Bésame más —le pidió al llegar al dormitorio.
—Enseguida —dijo él con una malévola sonrisa—. Quiero más luz.
—He preparado velas —buscó las cerillas e intentó encender una—. No puedo, me tiemblan las manos —admitió riéndose.
—Deja que lo haga yo, pero no te muevas de ahí.
Unos segundos después, la habitación quedó suavemente iluminada por la luz de decenas de velas y Liam volvió a su lado. _____ lo observaba con los ojos llenos de deseo y de nerviosismo.
—Pídeme que te tome —dijo estrechándola en sus brazos.
—Tómame —obedeció ella sin apartar la mirada de sus ojos.
Sus bocas se unieron con el poder y la pasión que habían creado entre ambos. _____ se aferró a él con la certeza de que aquello era lo que quería.
—Te deseo —le dijo mientras le cubría el rostro de besos.
Entonces él le dio la vuelta y comenzó a besarle el cuello. _____ se sorprendió al ver la imagen de ambos en el espejo, el brillo de deseo que iluminaba el rostro de Liam mientras exploraba su cuerpo.
—Tenemos toda la noche —le recordó él—. Mira.
Continuó besándole y mordisqueándole el cuello mientras con las manos le acariciaba los pechos por debajo de la seda del vestido. De los labios de _____ salió un gemido de placer al sentir su mano en el centro de su cuerpo.
Liam levantó la mirada y sus ojos se encontraron en el espejo. _____lo había vuelto loco con su aparición en el club y ahora él tenía intención de devolverle el favor.
—Dime que quieres más.
_____ sentía que los músculos se le habían quedado flojos, las piernas apenas la sostenían.
—Liam...
Él siguió acariciándole los muslos, haciéndola estremecer.
—Dime que quieres más.
—Dios —echó la cabeza hacia atrás y la apoyó en su hombro—. Quiero más.
—Yo también.
Coló la mano por debajo de sus medias. Tocarla de aquel modo era una deliciosa tortura. Su aroma lo estaba matando, el tacto de su piel lo urgía a hacerla suya, pero él hizo un esfuerzo por controlarse. Debía apaciguar su instinto animal porque cuando se desatara los devoraría a ambos.
Le mordisqueó el cuello y los hombros mientras le bajaba la cremallera del vestido. No pudo contener un gruñido de excitación al ver lo que había debajo de la fina prenda.
Sexo en blanco y negro, pensó de nuevo.
_____ vio cómo cambiaba la expresión de sus ojos y aparecía en ellos un brillo peligroso. Le sorprendió darse cuenta de que eso era precisamente lo que deseaba ver; el peligro, el riesgo, la gloria de estar haciéndole perder ese férreo control que ejercía sobre sí mismo.
Saberse poseedora de tal poder la impulsó a agarrarle las manos con las suyas y guiarlas por su cuerpo.
—Me lo he comprado hoy —susurró mientras le llevaba las manos a los pechos—. Para que pudieras arrancármelo.
Aquellas palabras bastaron para que se dejara llevar por la pasión. La dio la vuelta y poseyó su boca apasionadamente mientras la llevaba hasta la cama.
Quería comérsela viva y no podía parar. Sintió cómo arqueaba la espalda cuando su mano alcanzó el centro de aquel cuerpo perfecto. Un segundo después rasgó el encaje y la seda desesperadamente y pudo explorar sus pechos con la boca mientras ella lo volvía loco arrancándole la camiseta y hundiéndole las uñas en la espalda.
Su boca mostraba la misma ansiedad que la de él, sus manos se movían con la misma impaciencia por quitarle los pantalones y cuando por fin pudo agarrarlo, sintió que todo su cuerpo ardía por dentro.
Rodaron por la cama, jadeando, gimiendo.
Cuando se adentró en ella y el calor de sus cuerpos se fundió en uno, la explosión de placer fue mayor de lo que jamás habría podido imaginar. Ella seguía su ritmo con la misma furia, agarrándose al cabecero para arquear la espalda y que él se sumergiera en su cuerpo tanto como fuera posible. Enloquecido de placer, Liam observó su rostro, el deleite que se reflejaba en él y siguió moviéndose hasta hacerla gritar su nombre y sintió que se derretía en sus brazos. Entonces se dejó llevar y se deshizo dentro de ella.
No le soltó las manos, ni salió de su cuerpo mientras ella seguía estremeciéndose.
—¿Aún respiramos? —le preguntó ella unos minutos después.
—Desde luego tu corazón sigue latiendo —podía verlo en su cuello.
—Bien. ¿Y el tuyo?
—Creo que sí.
—Bien. Voy a necesitar unas horas, quizá unos días, para poder volver a moverme.
Aunque tenía los ojos cerrados, _____ sabía que él la observaba y por eso sonrió.
—Gracias por devolverme el favor, Payne.
—Era lo menos que podía hacer.
—Nunca nadie me había hecho sentir nada semejante —abrió los ojos—. Nadie me había tocado así.
Nada más decirlo se dio cuenta del error que había cometido, lo leyó en sus ojos, en el modo en que se apartó de la intimidad que acababan de compartir. Estaría con ella sólo si se trataba de algo sencillo, sexy y sin ternura alguna.
Pero ella deseaba algo más. Deseaba el sentimiento y la emoción.
—Tienes unas manos magníficas —dijo volviendo al tono seductor.
—Las tuyas tampoco están nada mal —respondió él al tiempo que se tumbaba de espaldas a su lado. Se odiaba a sí mismo por haberse estremecido al ver esa emoción en sus ojos.
No iba a permitir que las cosas fueran por esos derroteros porque sabía que entonces estaría perdido. Hacía ya mucho tiempo que había dejado de esperar, de sentir.
_____ deseaba acurrucarse junto a él, pero suponía que eso también era terreno prohibido. Debía contentarse con algo sencillo y sin complicaciones, si no quería que se marchase de su lado.
—Me parece que nos vendría muy bien una copita de vino, ¿no te parece? —le preguntó incorporándose en la cama.
—Desde luego —Liam le pasó la mano por la cadera porque sentía la necesidad de tocarla, de no perder la conexión con ella—. Habías dicho algo de una cena.
—Payne, te tengo preparado algo delicioso —anunció levantándose de la cama después de darle un rápido beso—. Sólo me queda hacer los creps.
—¿Vas a cocinar?
—Sí.
Sólo con verla salir de la cama sintió que volvía a arderle la sangre.
—¿Qué haces?
_____ se echó a reír con la bata en la mano.
—Poniéndome una bata. Suele utilizarse para cubrir la desnudez.
Liam fue hacia ella y le soltó el cinturón que acababa de atarse.
—No te la pongas.
—Pensé que querías cenar —dijo mientras un escalofrío le recorría la espalda.
—Así es y quiero verte cocinar.
—Ah —volvió a echarse a reír—. No voy a cocinar desnuda, esa fantasía tuya no se va a hacer realidad.
—En realidad me preguntaba si no tendrías otro conjunto como ése —dijo señalando a lo que quedaba del liguero de encaje que le había arrancado con sus propias manos.
_____ enarcó una ceja con sorpresa y curiosidad.
—Ninguna mujer precavida compraría sólo uno. Tengo otro rojo pasión que te cortará la respiración.
En su rostro apareció una sonrisa arrebatadora.
—¿Por qué no te lo pones? Tengo muchísima hambre.
Hacer creps en ropa interior tenía sus riesgos, pero además de eso, _____ descubrió lo que era hacer el amor sobre la mesa de la cocina.
Increíble.
Y en la alfombra del salón.
Increíble.
La experiencia de hacerlo bajo la ducha era algo que sin duda deseaba repetir.
Pasaron la noche entera el uno en brazos del otro, como si no pudieran saciarse de estar juntos.
Alcanzaron tal conexión sexual, tal armonía, que en cierto momento _____ llegó a creer que era el corazón de Liam lo que latía en su pecho.
Las velas ya se habían apagado y la luz del amanecer se colaba por las ventanas cuando se quedó dormida en sus brazos, completamente exhausta.
Después despertó sola.
Sabía que no debía molestarle que no se hubiese quedado a dormir con ella, que no hubiera despertado a su lado. Sabía que las cosas nunca serían así entre ellos.
Lo sabía y lo aceptaba.
Nunca habría palabras de amor, ni desnudarían su alma el uno con el otro.
Su intimidad sería sólo física.
¿Cómo iba a saber él que _____ jamás se había entregado de ese modo a ningún hombre? ¿Por qué habría de saber que su pasión estaba motivada por el amor tanto como por el sexo?
Se frotó los ojos con cansancio y se levantó de la cama. Había comenzado aquella relación sabiendo muy bien en lo que se metía, consciente de las limitaciones de Liam. Podrían estar juntos y pasarlo bien siempre y cuando no cruzaran cierta línea.
No pensaba lamentarse por ello.
Era una mujer adulta, dueña de sus propias emociones y responsable de sus acciones. No iba a quejarse por estar viviendo algo tremendamente emocionante con un hombre increíble.
—¡Maldita sea! —protestó con todas sus fuerzas—. ¡Maldita sea! ¡Maldita sea!
Volvió a tumbarse en la cama y descolgó el teléfono. Tenía que hablar con alguien y, en asuntos tan importantes, siempre era el mismo alguien.
—¿Mamá? Mamá, estoy enamorada —dijo antes de romper a llorar.
Los dedos de Nicholas volaban sobre el teclado. No había dormido más de tres horas y sin embargo tenía la mente clara y rebosante de energía. Escribir su obra más famosa había sido una verdadera tortura; cada palabra que la componía había salido de él con un profundo dolor.
Sin embargo, aquélla manaba de su interior como salía el champán de una botella al que se le quitaba el corcho.
Estaba llena de vida y, por primera vez desde hacía más tiempo del que podía recordar, él también lo estaba.
Podía verlo todo con absoluta claridad; el escenario, los personajes y lo que había dentro de ellos.
Un mundo en tres actos.
Los seres que se iban dibujando con cada palabra que escribía estaban ya llenos de energía. Él los conocía, sabía cómo funcionaban sus corazones y cómo acabarían rompiéndose.
El hilo de esperanza que iluminaba sus vidas había sido algo inesperado, algo que no había planeado, pero que estaba allí con tal certeza, con tal fuerza que también él podía sentirlo.
Escribió hasta quedar exhausto, después miró a su alrededor con gesto desorientado. Todo estaba oscuro a excepción de la luz de una lámpara que había encendido hacía horas y la que desprendía la pantalla del ordenador.
No tenía la menor idea de la hora que era, ni siquiera sabía bien en qué día estaba. Tenía el cuello y los hombros rígidos y el estómago vacío.
Se puso en pie y, después de estirar un poco los músculos entumecidos, fue hacia la ventana y abrió las cortinas.
Estaba lloviendo a cántaros. Ni siquiera lo había notado mientras escribía.
Se preguntó si _____ estaría también observando la tormenta, cómo los peatones corrían a refugiarse en los soportales de las tiendas. Se preguntó qué pensaría de la escena; seguro que convertiría al hombre que vendía paraguas en la acera en uno de sus cómicos personajes; le daría un nombre y lo convertiría en parte de su mundo con ese magnífico don que poseía.
Ahora también él estaba en ese mundo, pensó Liam. Desde que la conocía, no había podido resistir la tentación de abrir esa puerta y adentrarse en esa deliciosa y colorida confusión.
Pero ella parecía no comprender que ése no era su sitio.
pau.
Re: La Vecina Perfecta [Adaptación] {Liam & Tú} Terminada
Capítulo 16
Cuando estaba allí, con ella, Liam llegaba a tener la sensación de poder encajar en aquel mundo, de que realmente la vida podía llegar a ser así de sencilla y de extraordinaria.
Como una tormenta que caía sobre la ciudad. Pero las tormentas siempre acababan.
Esa mañana había estado a punto de dejarse sumergir en ese mundo. Le había faltado muy poco para caer en la tentación de quedarse a su lado, abrazado a ese cuerpo cálido que se había acurrucado a él durante el sueño.
_____ le había parecido tan... dulce, tan acogedora. Lo que había sentido mientras la veía dormir había sido otro tipo de deseo, el deseo de aferrarse a aquella fantasía y olvidarse de sus problemas.
Lo más sabio había sido dejarla dormir.
Bajó a hacer más café y consideró la idea de echarse una siesta.
Pero entonces pensó en ella y supo que no podría conciliar el sueño mientras siguiera recordando la noche que habían pasado juntos.
¿Qué estaría haciendo?
No debía ir a verla, no tenía derecho a interrumpir su trabajo sólo porque él hubiese decidido tomarse un descanso. Sólo porque la lluvia le hubiese hecho sentirse solo y tenso.
Tuvo que recordarse que a él le gustaba estar solo y necesitaba esa tensión para trabajar. Pero lo cierto era que en aquel momento habría deseado poder sentarse a ver la tormenta con ella y hacerle el amor lentamente mientras la lluvia golpeaba los cristales y los alejaba de todo excepto de ellos mismos.
Deseaba estar con ella más de lo que le convenía.
El deseo estaba bien, pero la necesidad era algo muy peligroso y tenía la sensación de estar muy cerca de cruzar esa fina línea.
Cuando a un hombre se le metía en la cabeza de ese modo una mujer, lo cambiaba; lo transformaba en un ser vulnerable, dejando al descubierto partes de sí mismo que debía proteger.
_____ no era Danielle. No estaba tan ciego como para pensar que todas las mujeres eran tan mentirosas y frías como ella. Si alguna vez había conocido a alguien en las antípodas de la crueldad y el engaño, era sin duda _____ Hamilton.
Pero eso no cambiaba nada.
De la necesidad al amor había un espacio muy pequeño y un hombre como él, al que ya le habían roto el corazón una vez, debía tener mucho cuidado con no aventurarse a entrar en tan peligroso terreno. La experiencia le había enseñado a mantener el control en todo momento y de hecho, no se creía capaz de volver a sentir ese tipo de cosas.
Así que no tenía de qué preocuparse, se dijo a sí mismo mientras se bebía el café recién hecho con la mirada clavada en la puerta como si pudiese ver a través de ella y de la que había al otro lado del descansillo.
_____ no le había pedido nada más que pasión, compañía y diversión.
Lo mismo que buscaba él.
Ambos eran perfectamente conscientes de que aquello era algo temporal.
Liam se marcharía de la ciudad en pocas semanas y cada uno seguiría con su vida. Ella con sus innumerables amigos y él con su soledad.
Dejó la taza sobre la mesa con un golpe antes siquiera de darse cuenta de que no le gustaba nada la idea.
Quizá pudieran seguir viéndose de vez en cuando. Su casa de Connecticut no estaba demasiado lejos de Nueva York, se podía ir y volver en el mismo día.
Él iba a la ciudad a menudo y no había ningún motivo por el que no pudiera ir aún con más frecuencia.
Hasta que ella conociera a otro, pensó de pronto. ¿Por qué iba una mujer como _____ a esperar mientras él entraba y salía de su vida intermitentemente?
Pero, ¿quién le estaba pidiendo que esperara? Por lo que a él se refería, podía enamorarse de cualquier idiota que le eligiera alguno de sus amigos.
Sólo esperaba que no sucediera mientras él estuviese allí.
Fue directo a la puerta con la intención de aclarar un par de cosas y la abrió a tiempo de ver cómo _____ se lanzaba a los brazos de un hombre alto y de cabello castaño.
—Sigues siendo la chica más guapa de Nueva York —le dijo él—. Dame un beso.
Al oír eso, Liam se preguntó qué tortura sería la más adecuada para aquel tipo.
pau.
Re: La Vecina Perfecta [Adaptación] {Liam & Tú} Terminada
hoooo dios q genial es esta nove me encanta por favor no intentes parar es genial me encanta!!!!!!
:aah:
:aah:
juliii
Re: La Vecina Perfecta [Adaptación] {Liam & Tú} Terminada
Whatt?
quien era eseeeee??
Liam yo te amo!
Siguelaa linda!
Besos!
:bye:
quien era eseeeee??
Liam yo te amo!
Siguelaa linda!
Besos!
:bye:
Sofii
Re: La Vecina Perfecta [Adaptación] {Liam & Tú} Terminada
Me encanta!!!!! Síguela!!!
Lamento la tardanza pero no había tenido mucho tiempo para leer :/
Me encantaron los capítulos!!!!
Jajaja Liam esta celoso!!!! Que lindo :3
Lamento la tardanza pero no había tenido mucho tiempo para leer :/
Me encantaron los capítulos!!!!
Jajaja Liam esta celoso!!!! Que lindo :3
DLizz
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