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~Never Gonna Be Alone [Nicholas Jonas] - Página 67 Empty Re: ~Never Gonna Be Alone [Nicholas Jonas]

Mensaje por Kevonita Dom 08 Dic 2013, 7:54 pm

64.-





 
Apenas había podido conciliar el sueño esta noche. Había estado sumida es una especie de duermevela debatiéndome entre la consciencia y la inconsciencia. Si en algo eso podía hacer concordar esos dos estados era en que soñaba con Nick y pensaba en Nick mientras permanecía imperturbablemente despierta hasta que se me cerraban los ojos de nuevo.
Si bien mis pensamientos deprimentes sólo me hacían querer dormir hasta que mi corazón no doliera más, mis sueños me daban la razón pues Nicholas se mostraba en todos ellos como un apuesto príncipe azul moderno. Al menos allí, en los deseos de mi inconsciencia, era feliz.
Bien, sólo hasta el momento en que me despertaba llorando de absoluta feliz y mis lágrimas tomaban un sabor amargo al saber que algo así, que Nicholas junto a mí en el parque, estirados sobre un mantel de cuadros mientras ponía una mano en mi incipiente barriga para notar las patadas de la vida que él había creado dentro de mí, era un sueño inalcanzable.
Fue ahí, en el cuarto intento, cuando dejé de intentar seguir con aquella locura.
Lía y Moon estaban a mi lado, cada una mirándome penosamente con sus grandes ojos de diferente tonalidad de marrón. Podía adivinar que pensaban que habían fallado en su tarea de ser guardianas de mis sueños. Ambas movieron sus colas al unísono con descaro cuando posé mis ojos sobre ellas como si hubieran leído un lenguaje implícito en mi mirada.
Finalmente me desperecé y las miré nuevamente; esta vez habían levantado la cabeza con atención hasta que, al final, lo confirmé.
 
—Ya sé, ya sé. Desayuno y paseo.
 
Salté de la cama con ellas a mis pies como si no me permitiesen olvidarme de mi responsabilidad y entré en la cocina ahogando fallidamente un bostezo.
Mientras sacaba de los armarios el pienso, las latas de comida y ordenaba los cuencos, y Lía y Moon seguían revoloteando incesantemente a mi alrededor, Nick volvió a mi como una sombra demasiado larga para olvidarla, para poder pasarla por alto. En muy poco tiempo su presencia en mi vida se había vuelto tan metódica y diaria que me había adaptado y conformado con ello y ahora, si trataba de mirar hacia adelante, sólo veía oscuridad, como si él hubiese sido el faro que me diera luz y esperanzas cuando éstas habían desaparecido tiempo atrás. Y aunque tal vez ya no me costaba reconocer ese hecho, ahora que finalmente se había ido, tenía que aceptar que debía andar a ciegas y buscar por la promesa de una luz más estable y duradera no la de alguien comprometido que debía guiar el camino de otra persona. Lo más razonable parecía ser entonces aprender a convivir con ello y llevarlo día a día. Llevar conmigo un vacío, una tormenta en mi interior, una decepción, un amor no correspondido dentro de mí.
Eso era lo peor.
Y no sabía cómo iba a poder lidiar con ello.
Ésa era mi ardua tarea, la que llevaría un tiempo indefinido de superar.
Un ladrido me sacó abruptamente de mis pensamientos. Miré acusadoramente a mis dos perras pero no supe cual de las dos había sido su propietaria puesto que estaban mirándome expectantes, con  ojos brillantes tratando de poner sus zarpas encima de su plato de cerámica. Me sorprendió comprobar que el pienso estaba ya bien mezclado con las  latas de carne que había añadido para hacer más jugoso  el plato, que había trabajado mecánicamente (a Lía unos cuantos puñados más que a Moon debido a su complexión y peso) preparando la comida mientras me ausentaba temporalmente de mi cuerpo para concentrarme en mis pensamientos. En cuanto dejé ambos platos de comida en sus respectivos soportes, Moon atacó primero el suyo pero Lía era quién comía más deprisa.
Lancé los guantes con los que había hecho la mezcla de la comida a la basura y me encaminé a mi habitación soltándome el pelo. Me deshice también de la ropa y me metí en la ducha tratando de olvidar lo que sin duda sería un grandísimo mal día.
Si lo pensaba bien, toda mi semana estaría marcada por un acontecimiento y mi corazón, ahora en un puño, se destrozaría por completo y repararlo no iba a estar en mis manos únicamente… si no en las de quién también lo provocó. Algo imposible.
Y por primera vez, mi corazón tomó el control de mi cuerpo mostrándole cuando cansado y adolorido estaba y me dejé llevar resbalando por las baldosas hasta el plato de ducha llorando sin consuelo con mis lágrimas camuflándose con el agua. Quizá así no fuera tan real que había construido esperanzas que no tenían ningún valor.
 
 Ahora todo era claridad y verdad: el amor no era real. Jamás lo había sido para mí.
Todavía me quedaba el hipo de mi histérico ataque cuando salí de la ducha. Había querido obviar un vistazo de mi aspecto cuando pasé por delante del espejo del baño pero no pude evitarlo. Seguía siendo yo, eso sí, con los ojos rojos e irritados, visibles ojeras y un poco más pálida de lo normal. Mis dedos estaban arrugados por el tiempo que había pasado debajo del agua y, a pesar de mis cambios físicos, sólo podía pensar en cómo mis sueños habían cambiado tan rápido a ser una pesadilla.
Me cepillé los dientes y cuando estaba aplicándome casi todo el lápiz corrector de ojeras el timbre de llamada entrante de mi teléfono sonó. Descolgué al instante –sorbiendo antes los mocos–, tirándome sobre la cama. Previamente en la pantalla había leído el nombre de Will.
 
—Hola, Will —respondí automáticamente y carraspeé porque mi voz había sonado demasiado gutural—. Ésta es una hora razonable así que dime por favor que Bella te dijo que sí y que no has ido a emborracharte a algún club del puerto porque no soportabas su rechazo y ahora quieres que vaya a recogerte. Creo que no soportaré otra decepción amorosa...
—De hecho, he dicho que sí —dijo una voz femenina tras un leve titubeo.
—Eso es estupendo, Bella —respondí y ciertamente me alegré de que al menos a Will le estuviesen saliendo bien las cosas.
—Gracias —murmuró y  puede distinguir, en esa única palabra, auténtico regocijo en su voz.
—Espero que se declarase como Dios manda.
—Lo hizo. Hubo rosas de por medio y muchas cursiladas románticas de las que no puedes resistirte si un hombre guapo y que te gusta te dice.
—Bien —contesté tratando de que no se me quebrase la voz al decirlo. Tragué saliva tratando de aplicar la misma acción al nudo que se había formado en mi garganta. Continué unos segundos después del tiempo que tocaba—. Puedes saber mucho de un hombre por su manera de declararse. Me alegro mucho por vosotros, Bella. Sé que no nos conocemos mucho y que quizá he alejado a Will de ti y te dio la impresión que eso era lo que quería hacer pero… No fue así.
—Lo sé.
—¿Cómo dices?
—Sé lo que ocurrió ayer, antes de que Will viniese a verme. Sé que te besó.
—Oh.
—Y sé que no estás interesada en él porque amas a otro. Esa es la razón de que te crea. Espero que no te importe que Will me lo haya contado porque él tenía que corroborar la historia completa porque se lo exigí y… tuvo que decírmelo.
—Es cierto —afirmé—. Hasta un gran punto. Me apoyé en Will cada vez más cuando me di cuenta de lo que ocurría y él era ese estúpido apoyo masculino que necesito cuando me vuelvo débil y necesito consuelo. Nunca ocurrió nada más, Bella. Él jamás lo intentó y yo tampoco. Te lo prometo.
—Lo sé, Cassie. De hecho estoy llamándote desde su teléfono móvil porque ha ido a buscar el desayuno.
—¡Me dijo que no tenía que trabajar hoy! —exclamé indignada.
—Soy yo quién tiene que trabajar. Pero… —dijo un poco avergonzada—, se ha ofrecido a irme a buscar el desayuno…
 
“Oh, Will” pensé para mí misma, torturándome por desear tener a alguien así para mí también.
 
—Se ha dejado el teléfono en mi casa por eso aproveché para llamarte —siguió diciendo Bella—. Podía haberlo hecho desde el mío pero pensé que resultaría raro que un número que no conocías te llamara. Y pensé también que no responderías.
—Ahora que lo dices, eso es algo muy típico en mí —afirmé y Bella soltó una corta risita.
—No te preocupes, en cuanto a números desconocidos, puedo ser igual de quisquillosa. De todos modos, Cassie, sólo llamaba para agradecerte que… no te hubieses aprovechado de la situación con Will. Muchas no habrían hecho lo mismo de estar en tu piel.
—Jamás pensé en aprovecharme de Will. Ni un segundo, Bella. Quería que lo supieras.
—Lo sé. Ahora lo sé.
—De acuerdo…
—Tendría que dejarte porque todavía tengo que darme una ducha pero… ¿Cassie? Sé que no nos conocemos mucho y apenas nos hemos visto pero… Si necesitas alguien con quien hablar, alguien que sabes que puede mantenerse al margen de tu situación, puedes llamarme. Sólo tienes que pedirle el número a Will.
—Gracias, Bella. Por favor, créeme cuando te digo que te tomo la palabra.
 
Al otro lado de la línea, Bella volvió a reír.
 
—Está bien. Cuídate, Cassie. Adiós.
—Tú también. Adiós.
 
Colgué y me quedé mirando el teléfono con una pequeña sonrisa. La llamada de Bella me había sorprendido por completo pero también había llenado mi pecho de una extraña calidez y paz. Sabía, tan bien como que Will iba a estar en buenas manos, que Bella también iba a estar en las mejores. Y tal vez eso era con lo que debía quedarme después de todo.
El amor podía ser bonito si encontrabas la inspiración para vivir de él a pesar del dolor que podía provocar. Quizá no era mi momento para sentirlo así dados los recientes acontecimientos pero algún día podría ser capaz de pensar que tal vez no estaba todo perdido.
El timbre sonó sobresaltándome. Me acerqué al telefonillo donde Charles ya estaba mencionándome políticamente correcto. Según nuestro acuerdo, delante de las personas debía llamarme por mi apellido precedido de “señorita” pero podíamos rescindir de ello cuando hablábamos cara a cara.
El hombre estaba esperando por una respuesta.
 
—¿Señorita Henderson? Hay un señorito aquí que desea verla. Le he dicho hasta al cansancio que no desea visitas pero puede ser muy insistente.
 
Bufé.
Mi corazón se encogió en mi pecho.
Y se tranquilizó pensando que de ser el motivo por el cual mi traidor corazón se estremecía, el conserje de mi edificio y yo no estaríamos teniendo esta conversación.
 
—¿Qué aspecto tiene?
—Mmmm… Alto, demasiado musculado para mi gusto masculino —dijo el hombre mayor con sorna—, ojos azules y pueriles –que de ser usted mi hija no me fiaría ni un pelo– y el cabello castaño tirando más bien a rubio. Oh, y está alzando la ceja en un gesto sardónico. Responde al nombre de Davis, Nathan Davis, como insiste en ser llamado.
—Oh, Dios mío… —dije con demasiado sentimiento. Incluso Charles lo notó.
—Ya lo puede bien decir usted.
—¿Debería haber sido más general al mandarle restringir el paso de mis conocidos?
—En mi sincera y humilde opinión, .
—Bien, ahora ya no tiene arreglo. Por favor, dígale que suba.
—Ahora mismo, señorita. ¿Quiere que llame a la policía por si acaso?
—No, Charles, eso no será necesario —dije con una sonrisa que estaba segura él detectó en mi voz.
—De acuerdo.
—Gracias, Charles.
 
Como no estaba de ánimos para adecentar el lugar, corrí a arreglarme a mí misma un poco. Elegí rápido de mi armario una camiseta nadadora floral y unos pantalones cortos de talle alto. Ni siquiera me molesté en ponerme sujetador para realzar el busto hasta las amígdalas; me rehusaba a utilizar algo que me oprimiese en lo más mínimo el pecho o ante mi constante sensación de ahogo pensaría que de verdad estaba asfixiándome. De todos modos, tampoco me daba tiempo.
Estaba abrochándome los pantalones cuando el timbre sonó. Caminé hasta la puerta metiéndome la camiseta dentro de los pantalones y abrí. Nathan estaba apoyado atractivamente en el marco de la puerta con una sonrisa increíblemente sagaz que en mis tiempos de adolescencia habría alborotado todas mis hormonas. Ahora, sin embargo, sólo alimento mi fuero interno.
Se quitó las gafas de sol y frunció el ceño.
 
—Hola, siento si vengo un poco pronto… Vaya, tienes una pinta horrible —objetó y no tuve más excusas para cerrarle la puerta en las narices sin que pudiera evitarlo. El sonido de sus nudillos al tocar la madera resonó seguido de su voz—. ¿Cassie? Vamos, Cassie, abre la puerta, sólo estaba bromeando.
 
Lía y Moon me miraban desde su cómodo sitio, preguntándome “Y ahora, ¿qué vas a hacer?
Volví sobre mis pasos de nuevo y repetí a la inversa mis gestos, plantándome en un gesto que le daba a entender que no era bienvenido.
 
—No necesito tu sincera confianza, gracias —le informé con acidez—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Tienes un mayordomo muy curioso, ¿sabes? Y con curioso me refiero a quisquilloso y exigente.
—¿Qué estás haciendo aquí? —le recriminé mordazmente sin molestarme en seguir su conversación.
—Estoy visitando a una amiga. ¿Eso es un pecado?
—Tú y yo no somos amigos. A lo sumo, conocidos y me atrevo a decir que ni eso es algo que pueda considerarse siquiera. Tu hermana era una bruja abusadora y tú el capullo que me rompió el corazón —exploté hablando a la carrera, adentrándome furiosamente en mi casa y olvidándome de cerrarle de nuevo la puerta en las narices. Cuando ésta se cerró supe que se había tomado la libertad de entrar.
—¡Vamos, Cassie…! Éramos unos niños.
—No éramos tan niños.
—De acuerdo, ¿quieres saber la verdad? Sí, fue todo culpa de Jane, insistiéndome a cada segundo que tu relación conmigo arruinaría mi popularidad y arrastraría la suya ¿es suficiente información? —quiso saber, harto de todo el asunto y mi comportamiento infantil y de excusarse con falsos motivos—. Me lloriqueó desde el momento en que nos vio en el parque, por eso guardaba celosamente cualquier contacto físico contigo por pequeño que fuese. Sabes cuán persuasiva puede ser, Cassie. ¿Crees que a mí no me costó actuar como un maldito idiota diciéndote que no eras suficiente para mí? Maldición, Cassie, no creí que me consideraras de verdad un monstruo.
—Actuaste como tal. ¿Qué podía pensar si no? —me defendí, cruzándome de brazos.
—Ya te he dicho que lo siento. Unas cuantas veces desde anoche si no recuerdo mal.
 
Miré a Nathan y, por alguna razón, mi enfado se desvaneció. Él parecía exhausto, con los hombros caídos y la mirada perdida en la ciudad como si de verdad desease perderse en ella. Me puse a su lado, codo con codo.
 
—Vaya, tienes unas vistas increíbles desde aquí —me dijo.
—¿Sí, verdad? Puedes quedártelo cuando me vaya. No será dentro de mucho tiempo.
—¿Y pagar un alquiler diez veces mayor al que tengo? No, gracias. Pero te agradezco que pienses en mí, Seguro que dejarías por ahí unos cuantos cientos de cucarachas de Madagascar como regalo de bienvenida para mí.
—Nunca haría eso —respondí sinceramente, arrepintiéndome en el acto de haberle tratado con tan mal temperamento desde el principio—. Bueno, tal vez Jane no correría la misma suerte…
—Oh, ya lo creo que no… —dijo haciendo un sobreesfuerzo para no echarse a reír histéricamente y me sonrió con las comisuras de los labios apretadas—. Chillaría y treparía por las columnas con una facilidad pasmosa y luego soñaría por semanas con cucarachas.
—Se me antoja una gran visión de eso —confesé y esta vez nos reímos los dos juntos, como si hubiéramos estado esperando el momento para que eso ocurriese—. Escucha, tengo que bajar a las perras ¿qué tal si me acompañas y nos ponemos un poco al día? Te invitaré a un café, también. No he querido decírtelo antes, pero tú también tienes una pinta horrible. Incluso para ser tú.
—De acuerdo —rió.
 
 
Pasaban de las ocho y media de la mañana cuando nos sentamos en un banco con sendos cafés vieneses recién acabados de hacer. Se avecinaba un día estupendo y el calor del sol comenzaba a filtrarse por las calles de Los Angeles.
Al final había sido Nathan quién me había invitado a café, no yo a él como había prometido pero es que tenía una magnífica excusa: había olvidado mi monedero en casa. Nathan se había reído de mi torpeza y había alegado que, de todos modos, no me habría dejado pagar aún cuando llevara una poca calderilla en el bolsillo, que quizá su sueldo de pediatra no daba para mucho, pero que para cafés tenía de sobra lo que era una exageración enormísima, pero no dejaba de resultar divertido.
 
—Entonces, ¿Nick te dio mi dirección? —estaba estupefacta por la nueva información.
 
Nathan asintió con vehemencia.
 
—He tenido que pasar por varios cuestionarios sobre la integridad de mis voluntades para contigo, pero sí.
—¡Cállate! —le golpeé en el brazo, no muy bruscamente.
—¡Es la pura verdad! Nick tiene un extraño sentido del deber y la protección en cuanto se trata de ti —frunció el ceño, un gesto que dejaba ver la confusión por su afirmación.
—Bueno, en contra de lo que puedas pensar, no me debe nada.
—¿Puedo hacerte una pregunta que seguramente sonará inquisitiva? —Moon le arrebató con un bocado el hueso que había estado dando vueltas sin parar en sus dedos, pensativamente. Tras haber cogido nuestros cafés, había parado expresamente en un Wal-Mart abierto durante todo el día y había comprado unas golosinas perrunas con las que ganarse el favor de mis perras. Y había funcionado. Moon no parecía haberle hecho daño, tampoco, porque a pesar de mi reticencia sobre la cuestión que estaba a punto de formular, sonrió al animal—. Por que me extraña el hecho de que os conozcáis tan poco como para que sepa dónde vives.
 
Aunque me esperaba algo que conllevase el tema de Nick, me sobresalté. Mi corazón comenzó a latir desenfrenado por lo que Nathan suponía o debía estar a punto de creer sobre la relación que su cuñado mantenía conmigo. Empecé a temer por mi siguiente respuesta, por cómo eso afectaría a Nicholas. Nathan nunca había sido de esos que juzgan a la gente antes de escuchar motivos pero tal vez el tema le oliese mal como haría cualquier hermano preocupado de la futura novia.
 
—No es lo que crees, Nathan… puedo explicarlo —balbuceé, mi voz siendo tragada por el sonido del tráfico en mis últimas palabras.
 
Nathan suspiró con pesadez, llevándose las manos a su pelo, alborotándolo con frustración.
 
—¿Estás bien? —me interesé y a pesar de que había tratado de descifrar todas las emociones que cruzaban su rostro  y sus gestos, no me había fijado en su vestimenta; la misma ropa de la noche anterior, salvo que arrugada—. ¿Has dormido siquiera?
 
Me miró a los ojos con algo que no había estado ahí antes, con devastación y… comprensión.
Mi corazón dio un vuelco.
 
—Estás enamorada de él. Aún cuando trates de ocultarlo bajo correctores anti-ojeras tus ojos están hinchados y rojos y también tu nariz. Y puedo darme perfecta cuenta de que no es un capricho para ti porque, si fuera de ese modo, no estarías como si te hubieran absorbido la vida del cuerpo y solo estuviese en ti la parte desdichada.
 
Quería llorar. Las lágrimas anegaban mis ojos  de nuevo y distinguía el paisaje ante mí borroso y desesperanzador y sentía que, con cada lágrima que derramaba, mis sueños se distinguían cada vez menos cuando pensaba en ellos. ¿Por qué, si sabía que tenía que seguir adelante, había algo dentro de mí que me obligaba a sentarme y resignarme? ¿ése debía de ser mi castigo; el precio que debía pagar por haberme enamorado de alguien que jamás me querría ni correspondería?
 
—Yo no quería, Nathan —mi voz tembló en lo que era el inconfundible sonido del llanto que estaba sobreviniéndome. Nathan me miraba horrorizado—. Tienes que saberlo. Yo no quería, ¡te lo prometo! Por favor, tienes que creerme, tienes que…
—Cassie, shhh… por favor, Cassie no creas que estoy culpándote de algo que no es —farfulló, cogiendo mi cara entre sus manos obligándome a mirarle a los ojos sin más remedio y luego me refugió en sus brazos meciéndome cariñosamente mientras lo único que podía susurrar era “no”. No sabía cuánto tiempo habíamos estado así, con Nathan absorbiendo todo mi dolor descargado en el llanto pero cuando logré tranquilizarme, lo primero que hizo fue levantar mi barbilla como antes, mirándole a los ojos como su único objetivo, sus ojos azules como el color del mar que lame la costa de una isla remota—. Tú no eres la culpable. Discúlpame si lo entendiste así por mi forma de expresarme, pero no es tu culpa. Al menos, no una que esté a tu alcance, Cassie —acarició mi mejilla cariñosamente, borrando el rastro de todas las lágrimas que habían bañado mi cara—. Es nuestro corazón el traicionero que toma decisiones a su antojo y que se autodestruye a sí mismo, pero nosotros pagamos las consecuencias que ello conlleva.
—¿Te refieres al dolor que siento en el pecho, como si me hubiesen clavado un chuchillo, que hace que me cueste respirar? —pregunté con debilidad.
—Y el vacío en pecho. Esa inexplicable necesidad de querer acurrucarte en un rincón, sin que nadie te moleste, también podría llamarlo síntoma o simplemente querer dormir hasta que el dolor fuese, como mínimo, soportable —sonrió amargamente, ante mi expresión atónita porque hubiese expresado a la perfección lo que yo no podía—. Sí, a esas cosas me refiero.
 
Y entonces me di cuenta de por qué: hablaba por propia experiencia. Aún cuando nuestro contacto hubiese estado oxidado por las situaciones del pasado que inevitablemente no podíamos remediar, me di cuenta de cómo Nathan podía leer mis gestos y tener conocimiento de lo que significaban porque una pequeña parte de mí podía recordar también los suyos a pesar del tiempo.
Nathan había sufrido también de desamor. Estaba segura de yo no era la razón, como también lo estaba de que su situación era completamente diferente a la mía y aún así era como si la vida hubiera reparado en nuestras desgracias para volver a juntarnos y hablar del mismo problema.
 
—Lo siento —susurré con sentimiento—. Siento que también hayas tenido que pasar por esto.
—No lo hagas. Como he dicho, uno nunca puede elegir de quién enamorarse. Sucede y no puedes remediarlo —se encogió de hombros; sonaba resignado y supe que su pesar era porque su historia no había tenido un final feliz. Como la mía tampoco lo tendría—. Volvamos a tu casa, ¿eh?
 
No quise hurgar en su herida que no parecía ni remotamente abierta, pero tampoco estaba cerrada del todo. Una podía darse cuenta perfectamente por el hecho de que hablaba casi con dolor de ese capítulo tortuoso de su vida y si bien mi intrigaba su historia, no era yo quién pensaba volver a abrir capítulos dolorosos de recordar.
Cogida a su brazo, paseamos en silencio hasta mi edificio, disfrutando de la compañía del otro para demostrarnos el uno al otro que no estábamos solos. Tal vez por eso me permití pensar en todo sabiendo que Nathan estaba allí para consolarme si volvía a sentir el pánico invadirme al pensar en la vida tan vacía que tendría después de Nicholas.
Supe que Nathan pensaba en sus recuerdos también; por el rabillo del ojo observaba su perfil pesaroso, cabizbajo y nostálgico. Mi historia inevitablemente había removido la suya y paseaba con aire ausente.
Finalmente, casi sin percatarme, habíamos llegado a mi casa.
 
—Vas a estar bien, te lo prometo —Nathan besó mi frente—. Nunca dura para siempre. Ni siquiera un corazón roto.
—¿Ni siquiera aunque le hayan infundado con miedo al amor? —pregunté descorazonada, con el hipo del llanto todavía sobre su pecho cuando me abrazó.
—Eventualmente eso mejorará, también. Y aunque no te lo parezca.
—¿Me lo prometes?
 
Vaciló un momento.
 
—Te lo prometo.
 
Y entonces supe que él estaba tan roto como yo, a pesar de tratar de ocultarlo como buenamente podía para consolarme.


Y empecé a dudar de su promesa.


Última edición por Kevonita el Lun 09 Dic 2013, 7:22 pm, editado 1 vez
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Mensaje por ama-jonatik Lun 09 Dic 2013, 1:48 pm

me llevo mas de no ce la verdad cuanto tiempo pero me encanto

new reader
por favor
siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

esto merece una maraton :D
ama-jonatik
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Mensaje por solofjonas Miér 01 Ene 2014, 7:43 am


Holaaaaaaa nueva lectora me estoy preguntando si hay otro tema de la no e o sigue acá??? Si es que sigue acá siguelaaaaaaaaaa por favor urgentemente
solofjonas
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Mensaje por Kevonita Jue 02 Ene 2014, 8:10 am

---


Última edición por Kevonita el Vie 18 Abr 2014, 3:03 pm, editado 1 vez
Kevonita
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Mensaje por VictoriaPaaz Mar 14 Ene 2014, 11:39 pm

holaholaaaaa nueva lectora, porfavooooor siguela:(, te lo suplicoooo
VictoriaPaaz
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Mensaje por Martita Jue 23 Ene 2014, 9:37 am

Hola! Me he leido la novela en un día. Hace años que no comento en ninguna pero la tuya me pareció que se lo merecía. No suelo leer novelas que no sean adaptaciones de libros ya que aprecio mucho la diferencia entre escritores profesionales y principiantes (a los cuales no les estoy quitando ningún mérito), pero tu novela me ha dejado impresionada. Escribes de maravilla y hasta que no me fijé en algunos comentarios de que la habías escrito tu pense que era una adaptación de un libro. Además de escribir bien, la historia es muy buena y no puedo esperar para saber que pasa. Te animo a que la continues pronto, tienes mucho talento! Un beso desde España <3
Martita
Martita


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Mensaje por Kevonita Miér 29 Ene 2014, 9:36 am

Hola, chicas :)
¿Qué tal? Desde aquí, espero que de maravilla.
Sé que hace un tiempo prometí actualizar con un capítulo de la novela y mi intención/propósito siempre fue acabarla antes de fin de año como estaba deseando para leer vuestras reacciones y, con más motivo porque tenía una notícia que daros despúes de acabarla -la noticia sigue ahí, que quede claro- pero han ocurrido cosas en mi entorno familiar que involucran personas cercanísimas a mí en hospitales y yo como acompañante durante diecisiete y dieciocho horas en ese sitio tan desesperanzador. Ocurrió en estas fechas tan señaladas como es la Navidad y justo cuando pensábamos que la cosa había mejorado, tuvimos que volver al hospital y ahora por desgracia estamos en un régimen de visitas porque no dejan que estemos muchos familiares en la UCI.
Lo que vengo a decir es que posiblemente siga un tiempo sin actualizar la novela porque de lo último que tengo ganas es de ponerme al ordenador a escribir.
No me malinterpretéis, por favor; adoro escribir y lo echo mucho de menos pero mi cabeza ahora mismo se centra en el futuro desde el sábado, que fue cuando la cosa empeoró. Gracias a Dios puedo decirle que la cosa mejora poco a poco pero afectará bastante a mi vida a partir de entonces...
De nuevo me veo obligada a pedir paciencia y siento dejaros ahora mismo en lo mejor de la novela. En cuanto tenga tiempo y ánimos, juro que volveré a la carga y finalizaré esto como es debido y como he dicho muchas veces antes, como os lo merecéis. LO PROMETO.
Mientras tanto escribiré en mi libreta y lo pasaré al ordenador en cuanto haga acopio de algo que ahora mismo no tengo.
He visto vuestros comentarios (¡BIENVENIDAS NUEVAS LECTORAAAAAAS!) y os agradezco el esfuerzo que habéis hecho para leer, también pido perdón por mis ausencias. Gracias por vuestros cumplidos que no me merezco desde hace mucho tiempo. Prometo contestar en cuanto pueda vuestros comentarios Y os pido que me perdonéis.
Os quiero.
Confiad en mí cuando os digo que vuestros comentarios me han animado muchísimo y me han dado fuerza estos días cuando estaba decaída. Gracias por el apoyo que me habéis brindado sin ser conscientes de ello. Gracias de verdad.
Y aún no es demasiado tarde para deseados que tengáis un feliz año <33333
Kevonita
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Mensaje por First Time Dom 23 Mar 2014, 7:22 am

Pues aqui seguimos!! yo desde bastante tiempo sigelaa guapisima!! y espero que todo vaya bien te queremos
First Time
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Mensaje por andyjb93 Jue 17 Abr 2014, 5:04 pm

Hoooola!!! enserio amo tu nove, literalmente me encanta!!!siguela porfis, espero que las cosas hayan mejorado. Saludos y buenas vibras :)
andyjb93
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Mensaje por Kevonita Dom 04 Mayo 2014, 7:02 pm

¡Hola, chicas!
Actualizo muy rápido, muy rápido porque no es una hora decente para que esté en el ordenador (03:00 A.M hora española) y tengo que salir ya. Acabo de finalizar este capítulo deprisa y corriendo así que puede que mañana con más calma corrija errores y demás cosas. Y también responderé comentarios que habéis estado haciéndome estos pasados meses en mi ausencia.
¡OS ADORO!
(¡¡SOLO QUEDAN TRES O CUATRO CAPÍTULOS MÁS EPÍLOGO!!)


65.-


 
Quería dejar de lamentarme de mí misma, de la sensación de agobio y opresión en mi pecho que, al igual que mis pulmones, se expandía y contraía con cada una de mis respiraciones. Incluso al dormir era consciente de ello como si se negara a abandonarme, recordándome el motivo de mi desdicha, de la razón por la que estaba en el sofá de mi dúplex de alquiler con mi teléfono sobre la mesita frente al sofá tratando de disculparme con un mísero mensaje de texto con Nick después de mi comportamiento de la otra noche. Tenía la certeza de que llamarle iba a ser la peor de las decisiones, sabiéndome capaz de echarme a llorar al primer timbrazo. No tenía madera de ser una persona valiente, jamás lo había sido y ahora no veía en qué podía ayudarme si recurría al valor.
Faltaban menos de veinticuatro horas para el enlace, el que me separaría para siempre de él, el que pondría delante un muro inquebrantable entre nosotros y nos alejaría completamente el uno del otro. No estaba segura de que a él le importase; no como a mí, al menos.
Sentía como estaba consumiéndome ahí, sentada sin nada más que hacer que querer desaparecer.
Ahora era cuando se tornaba realidad lo que estaba temiendo, lo que jamás había querido que ocurriese a menos que fuera conmigo. Maldije mis circunstancias, mi vida y todo el camino que me había llevado hasta aquí, hasta este el momento de desdicha pura. Podía sentirla en cada poro de mi piel como una capa de suciedad angosta y difícil de quitar. Sabía que esto no era más que el principio de mi destrucción hasta que hiciese realidad el momento dónde entonces tendría que ir filtrándole información poco a poco a mi corazón y, al fin aceptar que, si la vida no es justa ¿por qué iba a serlo el amor?
Cogí mi bolsa de viaje y recaté del fondo La Cenicienta en versión con dibujos y letras a gran escala para niños; era una de las pocas pertenencias que me había llevado de casa, antes de partir a Francia. Recordaba cómo mamá lo había comprado cuando yo era pequeña, como parte de una colección que se vendía cada semana en los grandes almacenes y este era el decimoséptimo tomo de veintiséis. Mamá los compraba religiosamente para Liz y para mí y yo acabé enamorándome sin remedio de la historia.
A medida que pasaba las páginas, dejé de retener mis lágrimas permitiéndolas fluir de nuevo, dándole el espacio a mi corazón de llorar por lo que nunca tendría, por un amor tan puro como los cuentos de Disney, porque Nicholas no fuese mi príncipe Disney, porque jamás lo había sido y jamás lo sería. Lía y Moon movieron sus colas lentamente mientras se acomodaban mejor en mi regazo con ese sentido extraño de los perros cuando son muy apegados a sus dueños, mientras trataba de detener mis histéricos sollozos en un cojín.
Cerré el fino tomo abruptamente al saber que el príncipe encontraba a Cenicienta después de haberla buscado incansablemente por todo el reino con un zapato como único objeto de su dueña. Me levanté y lo dejé en la repisa de la barra americana que dividía la cocina del comedor y abracé mi cuerpo como pude, alejándome hasta el ventanal con vistas a la ciudad. El silencio dentro me estaba matando, me hacía escuchar mis pensamientos con más nitidez. No quería subir a la azotea (que había descubierto recientemente) donde ciertamente el sonido de la cuidad reverberaría y quizá así pudiera escapar de las acusaciones que mi yo interior me reprochaba salvo porque todo allí arriba evocaba un aire romántico en el que se incitaba a ver las estrellas mientras compartías confidencias con alguien que de verdad te importara.
Suspiré encontrando mi reflejo en el cristal que proyectaba hacia el centro de Los Ángeles, lleno de luces parpadeantes, rojas y amarillas para el tráfico y la opaca luz de las oficinas haciendo transparente mi silueta y pareciendo tan ajeno a mi dolor que se extendía por el pecho hasta mi alma… Me había recriminado muchas veces en mi vida ser estúpida, demasiado entregada a las causas perdidas de antemano, pero Nick había llegado a mi vida trastabillando mis planes, dándole otro sentido, deseando aprender más de todos y cada uno de los motivos que  tenía él para disfrutar de la vida. Y sí, había pecado de estúpida, pero si algo debía llevar en la frente, etiquetándome, eso era ingenua.
Entendía de pronto a Liz, sus advertencias sobre el amor a mi llegada, como si supiese que mi destino estuviese ligado a un hombre prohibido, a alguien que no me amaba ni nunca lo haría.
Como si alguien en el cielo hubiese escuchado mi ruego, el timbre sonó sobresaltándome a mí y a mis pensamientos.
Salí de mi trance preguntándome quién podría ser a esta hora, a un horario no muy común (pasaban de las ocho de la noche) y sin que Charles me hubiese avisado de la visita. Informé de que iba en un momento y corrí al cuarto de baño a enjuagarme la cara borrando la huella de las lágrimas. Estaba horrorosa; podía asustar a cualquiera. Decidí aplicarme crema hidratante mientras avanzaba con pereza por el enorme piso lleno de sombras. Además, tenía la sensación de que hacía mucho últimamente este camino con el mismo propósito. Salvo que no era solo una sensación, de verdad había hecho demasiados paseos al baño por semejante motivo.
Ni siquiera me molesté en encender las luces, las de los pasillos exteriores serían suficiente. Miré por la mirilla antes de abrir. Mi corazón saltó traicioneramente en mi pecho arrastrando en su movimiento todo el aire de mis pulmones.
Abrí rápidamente, inconsciente, sin darme tiempo a procesar toda la situación y debatir los pros y los contras.
 
—¡Nicholas! —murmuré en una gran y exagerada exhalación. Mi corazón se había detenido al verlo. Era la última persona a la que esperaba ver antes de acostarme—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Hola —sonrió, y yo luchaba por recuperar el noventa por ciento de mi capacidad para pensar con claridad. Era ese efecto que provocaba siempre en mí, nublando mi juicio, aprovechándose inconscientemente de ello—. ¿Puedo entrar?
—Oh, sí, claro, lo siento. Por favor —balbuceé y me aparté del hueco que me interponía entre el umbral y la puerta, dejándole vía libre para que se colase en mi casa y de nuevo en mi corazón en la misma acción. Traté de normalizar mi respiración—. Perdón por mi educación. No esperaba visitas, pero siéntete como en tu casa.
 
Encendí las luces y la estancia se iluminó cegándome por un momento hasta que mis ojos se acostumbraron y pude contemplar a Nicholas sin problemas. Me examinó rápidamente sin comentar nada sobre mi aspecto que era el ideal para estar sola, no para tener compañía.
 
Lía y Moon le olisqueaban en busca de algún rastro sospechoso en él. Deduje que había estado con Elvis hacía poco por la forma tan impetuosa en que Lía le olfateaba la rodilla cuando Moon procedía a imitarla en sus mocasines de verano, la suficiente altura para ella puesto que era demasiado vaga para estirar el cuello e imitar a su amiga. Una parte de mí se enorgulleció de que Nicholas hubiese pasado la prueba e, incluso, que se dejaran acariciar dada su condición de desconocido.
Poco después ambas perdieron el interés y volvieron a sus capazos.
 
—Tienes dos perros —observó, y luego me miró como si fuera la novedad más extraña—. Tienes dos perros y no sabía nada.
—Perras —corregí con inocencia—. Y hay muchas cosas que no sabes de mí.
 
Nicholas arqueó las cejas pero no dijo nada.
Me abroché el cinturón de la bata bajo su atenta mirada, que esta vez parecía más precavida que la primera. Ahora que mi atuendo no dejaba volar la imaginación, hice acopio de todo mi valor para sonreír tranquila y resueltamente, como si su presencia no perturbase hasta el mínimo nervio de mi cuerpo y preguntar sin que la voz me saliese tomada:
 
—¿Quieres algo de beber? ¿Algún refresco, batido, agua? Tengo vino tinto.
—No me negaría a una copa de vino… —sonrió y me siguió hasta la cocina cuando enfilé el paso—. Oh, te traje esto… No son exactamente rosas pero me temo que la tienda ya no tienda por las horas en las que las demandé. Pedí algo para una mujer y me recomendaron estas. Ni siquiera sé como se llaman, lo siento —parecía avergonzado mientras sacaba las flores de detrás de su espalda; un ramo envuelto en un delicado cenofal de pétalos blancos y transparentes.
 
Mi corazón dio un vuelco traicioneramente. Otra vez. Desobedeciéndome. Deseando ser libre para poder sentir lo que él quería y que yo estaba limitándole.
 
—Camelias —informé, y me miró, apoyado sobre el mármol como vino a hacer el día que estábamos en su cocina, el día que nos besamos—. Son camelias. Y son preciosas, muchas gracias.
 
Las camelias expresaban un mensaje implícito: “gracias por tu amistad”, todo un ultimátum, ironicé para mí misma y sonriendo porque apreciaba el detalle, las dejé en la encimera para buscar la botella de vino que no había tenido ocasión de abrir. Registré en los cajones –todavía (a pesar de las semanas que llevaba viviendo allí) no sabía encontrar la mitad de las cosas. Cuando por fin logré encontrar el sacacorchos, empecé a emplear esa utilidad.
 
—Siento todo el estruendo. Mis padres me prestaron parte de su cubertería para mi estancia aquí y la mitad de la vajilla pero no acostumbro a tener invitados —sonreí tímidamente y descubrí que él estaba mirándome con placidez, relajado completamente, como si cada noche repitiésemos el mismo proceso disfrutando de la compañía del otro—. Tampoco a beber vino —Y entonces caí en la cuenta—. Oh, lo siento, ¿has venido en coche? Porque entonces una copa no sería lo más conveniente si vas a conducir y podríamos enfocarnos en un zumo y dejar esto para… —me detuve; había estado a punto de decir “para otra ocasión”, algo que nunca ocurriría, y de lo que mi corazón nunca se repondría, ni se acostumbraría del todo.       Nicholas me miraba ahora intensa y apreciativamente y no pude evitar que el sonrojo se concurriese en mis mejillas—. Bueno, podrías llevártelo. Digo, como regalo de bodas, ya que no voy a asistir. Yo ciertamente no voy a bebérmelo, soy más de refrescos…
—Cassie, está bien —interrumpió, cesando mi parloteo incómodo para ambos—. Estoy en un hotel a unas manzanas de aquí. Por alguna razón mis hermanos pensaron que sería buena idea. Lo que quiero decir es que he venido andando.
—Oh… —musité y me obligué a apartar la vista de él y seguir enroscando el aparato en el corcho con renovado interés (imaginándome a Jane en su lugar) y fuerza desmedida a partes iguales por la frustración. ¿Por qué tenían que hacerlo tan malditamente complicado? ¿Un tapón de rosca era demasiado vulgar o qué?
—Trae aquí.
 
Nick liberó de mis manos la botella y se rió entre dientes.
 
—Tengo la sensación de que me iré de aquí sin haber bebido una copa como luchando con la botella.
—No me juzgues —farfullé, mirándolo ceñuda. Me crucé de brazos—. No soy profesional y no intento serlo.
—Eso puedo verlo —acotó y volvió a reírse.
 
Le di un golpe en el brazo y pasé a poner las flores en el mismo jarrón de porcelana con detalles de  cenefas con cuidado y esmero, cortando primero el lazo que retenía los tallos. Di gracias a Dios porque papá y mamá hubiesen puesto de detalle las flores al presentarme el piso y hubiesen comprado un jarrón para la ocasión. De otro modo, no se me habría ocurrido ningún sitio donde colocarlas.
No pude evitar pensar que esa podía ser la escena perfecta de un matrimonio joven y rebosante de amor, disfrutando de los primeros meses de recién casados, con tiempos venideros por delante: Nick ya había abierto la botella de vino y me había servido una copa retomando la acción para él mismo esta vez. Estaba apoyado contra la encimera con aire casual, con los dos primeros botones de la camisa abiertos y me contemplaba con aire pensativo. A lo largo de nuestros encuentros (ya fueran planeados o casuales), el silencio entre nosotros había sido incómodo y perturbador, solo arrojaban más y más tensión al ambiente. En esta ocasión, sin embargo, el silencio era calmado y solícito como si ninguno de los dos  quisiese interrumpir el trabajo del otro.
 
—Has estado llorando —afirmó, en lo que podría ser una servicial proposición de ayuda encubierta. Dejé que mi pelo, recogido en una coleta, ocultase al menos parte de mi expresión. Él no podía conocerme tan bien. Nicholas tomó aire cuando permanecí callada—. ¿Es por tu padre? ¿Has vuelto a discutir con él?
—¿Mi padre? Oh, no. No, por supuesto que no. Nos llevamos mejor que nunca —le informé, puesto que era verdad y no había peligro en ello.
 
Frunció el ceño, como si eso le hubiese dado una nueva idea, más desagradable. E iba descartando opciones al mismo tiempo.
 
—¿Es ese tal Phil, el que me presentaste en el club la otra noche? ¿Ha hecho algo de lo que vaya a arrepentirse…?
—¡Nicholas, no! Deja de hacer conjeturas, por favor. Te sorprendería saber por la de cosas que puedo llegar a llorar. La mayor parte de ellas ridículas, créeme. Y no es Phill —añadí, mirándole reprobadora, como si no tuviese opción—. Es Will.
—Muy parecidos.
—No, no lo son —empezaba a sentirme bastante irritada con su actitud recelosa, así que opté por centrarme en las flores, puestas ya dentro del jarrón, a las que trataba de poner agua. Mamá siempre decía que se mantendrían más tiempo frescas si solo llenabas una cuarta parte del recipiente y cambiabas diariamente el agua. Opté por llenarlo casi hasta arriba con sentimiento de culpa; lo último que necesitaba recordar era a Nicholas Jonas la víspera de su boda, en mi casa, regalándomelas y haciendo el papel de novio celoso de mis amigos varones—. ¿Me disculpas un momento?
 
Sin esperar por una respuesta, me escabullí de la cocina, pero sobretodo de su intimidante mirada, la cual no era intimidante del todo, pero dado mi diminuto atuendo, así me lo parecía.
Troté hasta mi habitación y rebusqué en el armario hasta encontrar una fina chaqueta que hasta el momento no me había servido para nada y agradecí a Dios por el momento en que la puse en mi maleta. Tomé una bocanada de aire y lo expulsé lentamente tratando de infundirme valor para enfrentarme a Nicholas.  Por alguna razón, sabía que jamás me acostumbraría a aquella sensación placentera de verle porque detrás de todas ellas estaría la angustia del evidente momento en que lo perdería. Había descartado todas las opciones pero una parte de mí deseaba que el día en que volviera a Los Ángeles, pudiera toparme con él a pesar de nuestras situaciones sentimentales. Por encima de mis sentimientos hacia él, o mis constantes contradicciones sobre qué hacer al respecto en lo que a Nicholas se refería, le tenía aprecio, a pesar de no estar dispuesta a ver cómo daba su paso más importante por obvias razones.
Traté de inculcarme calma y me armé de valor para enfrentarlo, esta vez sí, una última vez.
Salí a su encuentro de nuevo sorprendiéndome por cómo el aire se quedaba atorado en mis pulmones con tan solo verle allí plantado. Le encontré frente a las amplias ventanas, observando tranquilamente lo que ocurría fuera pero encerrado en la quietud de mi hogar temporal. Estaba inmaculadamente guapo con su aspecto casual y unos pantalones granate que a otro hombre no le habrían encajado a él le sentaban magníficamente bien combinado a la perfección con una clásica camisa blanca y una americana gris de tonalidad oscura.
 
—Son unas vistas impresionantes.
—No sabía que me habías oído venir.
 
Su cuerpo tembló en una risa silenciosa y me ofreció mi vaso de vino.
 
—Gracias.
—No eres tan sigilosa como crees.
—Vaya, acabas de hacer añicos todas mis esperanzas.
 
Volvió a reírse de nuevo pero cuando me miró estaba serio.
 
—¿Por qué le dijiste a tu conserje que me mintiera?
—¿Qué? —balbucí. Estaba sorprendida. Luchaba a conciencia para que mi mandíbula no se desencajase de mi boca.
—Por alguna razón que no sé si estoy dispuesto a saber, el hombre me juró y perjuró que no estabas en casa. Asumo que debiste darle órdenes de decirle que no estabas para mí —su voz era tranquila, y aún así podía notar que estaba dolido conmigo por mi decisión.
—¿Quién te lo ha dicho?
—Nadie —dijo y tomó un sorbo de su copa prolongando mi agonía a propósito—. Sólo tuve que cruzar la calle y mirar hacia arriba para verte en la ventana. Lo demás lo supuse. Y tú acabas de confirmármelo.
—Entonces, ¿cómo lograste entrar?
 
Automáticamente mi mano dirigió la copa hacia mis labios; se me había secado la boca. Quizá era por la combinación fatal de Nicholas, su perfección y su agudo sexto sentido que, al parecer, poseían algunos hombres también. ¿Cómo iba a salir indemne de esta si empezaba a hacer preguntas? ¿Cómo iba a responder sobre la marcha si cada palabra que salía de sus labios me quitaba el aliento?
 
—Me colé —reconoció y se quedó mirando el suelo bajo sus pies—. No es algo de lo que esté extremadamente orgulloso, he de decir. Al parecer alguno de tus vecinos tenía problemas con la llave de paso del agua de su apartamento y cuando entré yo el conserje de tu edificio tenía prisa cuando le dije mi nombre y le expliqué que era amigo tuyo. Supe que me había reconocido por aquél día en que vine recogerte para nuestra cita y el hombre hizo poco para disimular una mueca de fastidio en la cara. Me despachó del vestíbulo acompañándome hasta la puerta diciéndome que no estabas y que no sabía cuando volverías y que, además, era un poco tarde para visitar a una señorita. Así que salí sin más remedio del edificio y simplemente opté por hacer lo que había ido a hacer; tomar el aire, dejar de pensar. Me senté en un banco del parque de ahí abajo, y… te vi.
—Vaya, sí que tienes vista de lince —bromeé sin llegar a reírme. Nicholas ni siquiera se inmutó y siguió relatando.
—Asumo que no has salido del edificio y eso me hace atar cabos y creer que no querías que supiera que estabas aquí. Así que ahora, te agradecería, por favor, que me explicases el motivo y dieras algo de luz a mis conjeturas.
—No puedo. No me preguntes por qué. Simplemente, no puedo decírtelo.
—Cass… —empezó y yo sacudí la cabeza, deteniendo lo que sea que fuera a decir, logrando mi propósito: haciendo que dejara de hablar. No confiaba en mí en su presencia, si seguía insistiendo acabaría por confesar todo y humillarme a mí misma.
—Nick… Creo que deberías irte.
—¿Qué?
—Por favor.
 
Por el rabillo del ojo pude ver como miraba el suelo mientras lo cogía aire y lo expulsaba ruidosamente. Se rascó la nuca mientras yo cerraba los ojos con fuerza para escuchar como pasaba por mi lado. Ya ni siquiera me quedaba el valor de verlo marchar y sin embargo, me dolía, aún cuando mi corazón estaba roto por su amor no correspondido.
 
—No voy a ir —se había detenido para escuchar lo que tenía que decir. También se había vuelto hacia el sonido de mi voz—. Mañana. A tu… boda. Quería que lo supieras.
 
Se mantuvo en silencio tal como había esperado que hiciera a pesar de que una parte de mí deseaba que dijera algo, cualquier cosa sobre lo que acababa de decir. En cambio, avanzó un paso y volvió a detenerse, girándose en mi dirección.
 
—Respóndeme solo a una cosa; luego me marcharé y no volverás a saber nada de mí, te lo prometo. ¿He hecho algo que haya podido hacerte daño? ¿Sin que me haya dado cuenta?
—No —murmuré con pesar, porque todo este tiempo había estado culpándole de algo de lo único que escapaba a su alcance y entendimiento; Nicholas me había enamorado desde el primer instante siendo él mismo y la culpa recaía sobre mis hombros esta vez porque él solo era el hombre en el que había proyectado todos mis sueños e ilusiones, alguien que ya tenía su vida planificada antes de que apareciera y me había decepcionado por el simple hecho de no actuar como yo había querido. Si él supiera… —. Desearía que así fuera. No sabes cuánto… Pero nada de esto es tu culpa.
 
Escuché pasos de nuevo y de pronto estaba a mi lado, conmigo entre sus brazos inclinándose hacia mis labios para besarme.
 








Y yo solo pude corresponderle.
Kevonita
Kevonita


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Mensaje por peralta. Sáb 25 Abr 2015, 10:50 pm

Tu novela excede el número de páginas establecidas en el protocolo del foro. Por favor abre un nuevo tema para que puedas seguir continuando con ella.
peralta.
peralta.


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