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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
× desnudate para mi {capitulos}
O W N :: Zona Libre :: Zona Libre :: Galerías
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Re: × desnudate para mi {capitulos}
Capitulo Seis
{VIII PARTE}
—Mirarte a la cara era como mirarme en un espejo. La escuché suspirar, y después continuó. —¿Tienes miedo de irte a dormir por las noches?{VIII PARTE}
—Sólo en noches como esta —Caminé por mi casa y me senté en el sofá. —¿Y tú?
—Lo mío va por rachas. ¿Es por Joseph?
—No sé a qué te refieres.
—Sí lo sabes —respondió Lisa. —Te sientes atraída por él.
—Sí.
—Lo deseas —Sonaba divertida.
—Sí.
—Casi de un modo violento, y te preguntas por qué no estás asqueada de pensar de ese modo.
Cerré los ojos.
—Por Dios, Lisa —Lisa se rió, y escuché cómo se movía. —¿Qué estás haciendo?
—Me estoy haciendo un bocadillo. Me has despertado, y ahora tengo hambre.
Sentía haberla despertado, pero no me apetecía terminar la llamada.
—Es temprano para estar ya dormida.
Lisa bostezó,
—Duermo cuando me entra sueño ¿Joseph te pone nerviosa?
—No le tengo miedo.
—No, sé que lio se lo tienes.
—Llevo demasiado equipaje a mis espaldas para tener una relación con un hombre como él.
—Joseph es un hombre. Sí, es un artista sensible y apasionado, pero también es un hombre fuerte y amable. Joseph es un amante comprensivo y concienzudo. Si está interesado en ti, y me sorprende, teniendo en cuenta sus propias normas en cuanto a sus modelos, entonces es porque ve algo especial y adorable en ti.
—Estoy demasiado jodida para involucrarme con un hombre como él. Se merece algo mejor.
—Eso es una estupidez. Lo que te pasó no te hace inferior a lo que eras antes.
Suspiré.
—Es demasiado bueno para mí.
—Es un buen hombre,_____. Puedes confiar en él.
—Lo hago.
—Y eso te asusta.
Gruñí.
—No sabía que fueras adivina.
—Es uno de mis talentos ocultos —Lisa hizo una pausa. —No hablamos lo de esa mujer la otra noche. Sé que no pudiste advertirme a tiempo de que venía para acá, pero, te lo juro, las cosas van a ponerse muy chungas si es lo suficientemente valiente como para intentarlo de nuevo.
—Tengo que seguir batallando con ellos hasta agosto —dije. —Sé que esto me hace sonar como una cobarde, pero Milton Storey está tramando algo, y considero que su interferencia en tu cuenta es una minucia comparada con lo que puede haber planeado.
—Lo mataré y lo cubriré de bronce para ti. Será un horroroso pero interesante gnomo de jardín.
Me reí a carcajadas.
—Gracias, lo tendré en cuenta.
—He estado pensando en el proyecto de arte del instituto. Creo que será genial, puedes contar conmigo para lo que quieras.
—Oh, gracias. Jane está muy orgullosa. Me alegro de que la junta estuviera de acuerdo conmigo. ¿Le has dicho ya a ella que tomarás parte?
—No, aún estoy conjurando la caída de la joven Sarah. Llamaré a Jane —Se detuvo y suspiró. —Gracias por lo de la otra noche.
—Todos necesitamos algo, o a alguien, de vez en cuando.
Cuando la llamada de teléfono terminó, pasé varias horas frente a la televisión, y después me fui a la cama. Allí tumbada, pensé en Martin de nuevo. Había sido un amigo cercano y consolador después del ataque. No me sorprendió que, dos meses después de la violación, buscara su consuelo físico. El sexo no había sido impresionante, pero había ayudado mucho a sanar el daño que me habían hecho. Cuando decidí dejar Nueva York, y a Martin, no intentó retenerme ni hacerme cambiar de idea.
Había hecho todo lo posible para hacer que mi decisión fuera indolora. Me ayudó a vender mi apartamento, y a decidir qué muebles iba a llevarme conmigo. Lo valoraba como el querido amigo que era, pero una parte de mí aún estaba dolida por el sufrimiento que yo le había causado a él. No fue hasta después de dejar Nueva York cuando me di cuenta de cuánto me amaba Martin, y de cuánto daño le había hecho cuando decidí marcharme. Era demasiado tarde para cambiar de opinión, y aunque nuestra amistad fuera distinta, aún le contaba entre mis amigos más íntimos.
La invitación de boda estaba aún sobre la mesa de mi cocina. Había encontrado una mujer sin la que no podía vivir, y planeaba casarse con ella. Me alegraba por él, pero había otra parte de mí que se había sentido devastada por aquel descubrimiento. Martin ya no era un hombro donde apoyarme, del que depender. Me sentía egoísta y cruel por ello.
Martin era la segunda razón por la que mi cama había estado vacía durante dos años. Lo había usado, y me había prometido a mí misma que no volvería a hacerle aquello a ningún hombre.
uncool.
Re: × desnudate para mi {capitulos}
Me pasé todo el día pensando en lo que quería y lo que necesitaba, y para cuando llegué a la galería de Joe a las cinco y media de la tarde, no estaba totalmente segura de lo que iba a hacer. Llamarlo y auto-invitarme a su casa había sido, seguramente, una de las cosas más descaradas que había hecho últimamente. Como no le había dado la opción de negarse a mi petición de ir a verlo, no estaba segura del recibimiento que tendría.
Entré en la galería y miré alrededor. Joe estaba en su escritorio, con un cliente. Miró hacia mí y asintió. Desenganché el letrero de PRIVADO, y lo coloqué de nuevo antes de subir las escaleras. Ya en su estudio, caminé hacia la escultura. Podía discernir mi silueta, mi rostro, y la parte inferior de mis piernas. Los brazos comenzaban a emerger.
Extendí la mano y rocé el rostro de la escultura. Joe aún tenía trabajo que hacer, pero era fascinante mirar aquel trozo de alabastro, y ver cómo yo misma salía de él. Llevaba allí un par de minutos cuando Joseph apareció. Cerró la puerta, y se guardó las llaves en el bolsillo.
—No tenías que cerrar antes porque yo haya llegado.
—Sólo había abierto por ella. Generalmente no abro los fines de semana.
Se apoyó en la puerta, en silencio. Entonces, se apartó de la puerta y caminó hacia mí. En cuanto estuve a su alcance me tocó. Sus manos recorrieron mi rostro mientras me atraía hacia él, y me besaba. Tiré mi bolso sin vacilación, y rodeé su cuello con mis brazos.
Excitada al sentir su calor, me quedé sin aliento por la sorpresa y algo tan caliente y arrebatador que apenas podía reconocerlo. Deseo, lujuria y dolor se mezclaron en mi cuerpo mientras él me elevaba del suelo y colocaba mis piernas alrededor de su cintura. Deseaba a aquel hombre con toda mi alma, y no me importaba cuáles fueran las consecuencias. Mis dedos se clavaron en sus hombros mientras me presionaba contra la pared.
El calor y el dolor siguieron a su boca mientras me besaba el cuello y los hombros. Apartó el tirante de mi vestido de su camino y sus dientes mordisquearon mi piel. Al avanzar sobre mi cuerpo, iba arrancándome jadeos. Con un sollozo de frustración, me arqueé contra él. No me había sentido tan vacía en toda mi vida.
—Joe.
—Lo sé, ______.
Tiró de mi vestido hasta que mi pecho derecho quedó expuesto, y succionó mi pezón con su boca, que estaba abrumadoramente caliente. Me sentía como si fuera a salirme de mi propia piel. Sabía lo que él necesitaba oír, así que tomé aire profundamente.
—Joe, fóllame. Ahora.
—Dios, _______, ¿sabes lo que me estás pidiendo?
—No te lo estoy pidiendo —Levantó la cabeza, y nuestras miradas se encontraron. —Tienes que follarme ahora mismo.
Me soltó un poco, y bajé las piernas para no caerme. Sin decir nada más, deslizó su mano sobre la mía, y me condujo al segundo tramo de escaleras. Luché contra la necesidad de comenzar a desvestirme mientras subíamos. Joseph me llevó a través de su apartamento rápidamente, y entonces subimos las escaleras que guiaban hasta la tercera planta, donde me dejó a los pies de la cama. Cuando miré a Joseph, vi la dura pasión que yo sentía por él reflejada en sus ojos. Aquel era nuestro peldaño final, el punto de no retorno.
Me quité el vestido por la cabeza y lo tiré al suelo. No llevaba sujetador. Mis pezones estaban tan imposiblemente duros que me dolían. Los froté con las palmas de mis manos mientras Joseph se sacaba la camisa del pantalón y se la desabrochaba apresuradamente. Me quité las braguitas, las tiré a un lado y me subí a la cama. De rodillas, me giré para mirarlo mientras se desvestía. Era hermoso. El contraste de su piel y la mía era tan excitante que tuve que cerrar los ojos brevemente. Cuando los abrí, se había quitado los pantalones y los boxers. Mis ojos se detuvieron en ellos un segundo, sorprendida y divertida.
Entré en la galería y miré alrededor. Joe estaba en su escritorio, con un cliente. Miró hacia mí y asintió. Desenganché el letrero de PRIVADO, y lo coloqué de nuevo antes de subir las escaleras. Ya en su estudio, caminé hacia la escultura. Podía discernir mi silueta, mi rostro, y la parte inferior de mis piernas. Los brazos comenzaban a emerger.
Extendí la mano y rocé el rostro de la escultura. Joe aún tenía trabajo que hacer, pero era fascinante mirar aquel trozo de alabastro, y ver cómo yo misma salía de él. Llevaba allí un par de minutos cuando Joseph apareció. Cerró la puerta, y se guardó las llaves en el bolsillo.
—No tenías que cerrar antes porque yo haya llegado.
—Sólo había abierto por ella. Generalmente no abro los fines de semana.
Se apoyó en la puerta, en silencio. Entonces, se apartó de la puerta y caminó hacia mí. En cuanto estuve a su alcance me tocó. Sus manos recorrieron mi rostro mientras me atraía hacia él, y me besaba. Tiré mi bolso sin vacilación, y rodeé su cuello con mis brazos.
Excitada al sentir su calor, me quedé sin aliento por la sorpresa y algo tan caliente y arrebatador que apenas podía reconocerlo. Deseo, lujuria y dolor se mezclaron en mi cuerpo mientras él me elevaba del suelo y colocaba mis piernas alrededor de su cintura. Deseaba a aquel hombre con toda mi alma, y no me importaba cuáles fueran las consecuencias. Mis dedos se clavaron en sus hombros mientras me presionaba contra la pared.
El calor y el dolor siguieron a su boca mientras me besaba el cuello y los hombros. Apartó el tirante de mi vestido de su camino y sus dientes mordisquearon mi piel. Al avanzar sobre mi cuerpo, iba arrancándome jadeos. Con un sollozo de frustración, me arqueé contra él. No me había sentido tan vacía en toda mi vida.
—Joe.
—Lo sé, ______.
Tiró de mi vestido hasta que mi pecho derecho quedó expuesto, y succionó mi pezón con su boca, que estaba abrumadoramente caliente. Me sentía como si fuera a salirme de mi propia piel. Sabía lo que él necesitaba oír, así que tomé aire profundamente.
—Joe, fóllame. Ahora.
—Dios, _______, ¿sabes lo que me estás pidiendo?
—No te lo estoy pidiendo —Levantó la cabeza, y nuestras miradas se encontraron. —Tienes que follarme ahora mismo.
Me soltó un poco, y bajé las piernas para no caerme. Sin decir nada más, deslizó su mano sobre la mía, y me condujo al segundo tramo de escaleras. Luché contra la necesidad de comenzar a desvestirme mientras subíamos. Joseph me llevó a través de su apartamento rápidamente, y entonces subimos las escaleras que guiaban hasta la tercera planta, donde me dejó a los pies de la cama. Cuando miré a Joseph, vi la dura pasión que yo sentía por él reflejada en sus ojos. Aquel era nuestro peldaño final, el punto de no retorno.
Me quité el vestido por la cabeza y lo tiré al suelo. No llevaba sujetador. Mis pezones estaban tan imposiblemente duros que me dolían. Los froté con las palmas de mis manos mientras Joseph se sacaba la camisa del pantalón y se la desabrochaba apresuradamente. Me quité las braguitas, las tiré a un lado y me subí a la cama. De rodillas, me giré para mirarlo mientras se desvestía. Era hermoso. El contraste de su piel y la mía era tan excitante que tuve que cerrar los ojos brevemente. Cuando los abrí, se había quitado los pantalones y los boxers. Mis ojos se detuvieron en ellos un segundo, sorprendida y divertida.
uncool.
Re: × desnudate para mi {capitulos}
Capitulo Siete
{II PARTE}
{II PARTE}
—¿Te gusta el diablo de Tasmania?
Se rió, y miró brevemente los calzoncillos con motivos animados.
—Sí, me gusta.
Lo recorrí con la mirada, fijándome en la longitud y el grosor de su erección. Debía medir unos veinticinco centímetros... y era tan gruesa que apenas podría rodearla con la mano. Me mojé los labios, lo miré a la cara y froté mis piernas la una contra la otra mientras yacía boca arriba en la cama.
—Ven aquí, Joe.
Se acerco a la mesita de noche y sacó una caja de condones. Asentí y extendí mi mano para que se acercara. Joseph deslizó su cuerpo sobre el mío y me rodeó con sus brazos. Adoraba sentirlo. El calor de su cuerpo calentaba y excitaba mi piel. Cubrió mi boca con la suya al instante.
El beso fue cálido y apasionado, tan rebosante de deseo como el que yo sentía, y contenía toda la pasión que sentía por mí, de la cual no había sido totalmente consciente. Saber que me deseaba era una experiencia embriagadora y gratificante. Apartó su boca de la mía y bajó hasta mis pechos. Besó y succionó mis pezones hasta que estuvieron tan erectos que me dolieron. Mientras tanto, sus manos se movieron por mis caderas y mis nalgas, acercándome más a él y presionando toda la longitud de su ***** contra mi estómago.
—Dime cómo lo quieres, _____ —Besó mi estómago antes de permitirse bajar. Cuidadosamente, separó mis piernas. —Dímelo.
Me arqueé contra su boca mientras me devoraba y usaba su lengua para separar mis labios. La punta de su lengua golpeó mi clítoris hasta que no pude evitar retorcerme.
—Méteme la po.lla, Joe.
—¿Fuerte?
—Sí —Lo miré mientras sacaba el negro látex del envoltorio, y se lo colocaba. —Como quieras.
Extendió mis piernas cuidadosamente mientras se arrodillaba entre ellas. Colocó la cabeza de su ***** contra mi vagina, y se deslizó en mi interior. Arqueé la espalda y abrí las piernas aún más, y me estremecí mientras se hundía totalmente en mi interior.
«Ya no estoy vacía», pensé, fugazmente, mientras me acompasaba al ritmo de sus caderas.
—Sí—susurré, tomando cada invasión, y deseando más.
Me abracé a él y me dejé llevar. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que había confiado en un hombre de ese modo que apenas podía mantener la cordura. La caliente penetración de su *****, y su boca sobre la mía, era todo lo que necesitaba. El placer que me proporcionaba era muy intenso, y giró en mi interior hasta que no sabía dónde nos separábamos, o si lo hacíamos realmente.
Aminoró la velocidad de sus embestidas, y levantó la cabeza. Nuestros ojos se encontraron. Estaba poseído por una pasión que no podía expresar, y que no se molestaba en ocultar. El modo en el que encajábamos era perfecto, y tan sincero, que era casi doloroso. Introduciéndose hasta el fondo en mi interior, pasó una mano por mi cadera y levantó una de mis piernas.
—Quiero ponerme encima.
Se rió suavemente ante mi demanda, pero se apartó de mí. Me subí encima de él, y me hundí en la longitud de su ***** con un suspiro de alivio. Un escalofrío me recorrió la espalda cuando comencé a moverme. Sus manos acariciaron mis muslos y mis caderas, y me agarró, mostrándome el ritmo que quería. Los firmes empujones de su cuerpo bajo el mío nos levantaban de la cama y obligaban a mi cuerpo a aceptar cada glorioso centímetro suyo.
Dios, me encantaban las pollas grandes. Dejé que mi cabeza cayera hacia atrás mientras me movía con él. El sucio placer de follarme a un hombre al que apenas conocía estaba allí, pero también había un sentimiento de conexión y deseo. Aquel hombre me conocía, a mí y a mi cuerpo, de un modo que ni siquiera comprendía. Pasó sus pulgares por mis labios menores mientras yo lo montaba, y acarició mi clítoris suavemente.
Bufó mientras los músculos de mi sexo se tensaban contra el placer y el orgasmo en ciernes.
—Perfecto.
Se sentó mientras comenzaba a correrme, me abrazó, y me balanceó suavemente mientras el placer me atravesaba. Pasé los brazos alrededor de su cuello y lo besé con fuerza. Nuestras lenguas se deslizaron la una contra la otra, explorando cada húmeda sensación mientras seguía moviéndome sobre su *****.
—Tienes un coñito increíble.
Me reí y lo besé suavemente.
—Si hubiera sabido que tenías una ***** tan grande, hubiera saltado sobre ti mucho antes.
Pasó las manos por mi espalda, cogió mi culo, y me embistió.
—No hemos terminado.
uncool.
Re: × desnudate para mi {capitulos}
Capitulo Siete
{III PARTE}
—Oh, lo sé —susurré contra su boca mientras besaba sus labios.{III PARTE}
Me perdí en el beso mientras girábamos y me ponía boca arriba. Liberó mi boca y comenzó a moverse con empujones medidos y seguros. Mi interior temblaba con cada embestida, y con cada retirada. Su cuerpo se combó ligeramente mientras intentaba evitar correrse. Entonces se detuvo.
—No —Acaricié su rostro. —Córrete para mí, Joseph. No te retengas.
Tomé su cara entre mis manos y lo obligué a mirarme mientras se introducía en mi interior por última vez. Su cuerpo tembló por la fuerza del orgasmo. Lo miré a los ojos, y entonces bajó su cuerpo hasta el mío. Con los cuerpos pegajosos por el sudor, nos quedamos allí tumbados, abrazados y jadeando, durante mucho tiempo. Finalmente, se apartó de mí y se tumbó boca arriba.
—La primera vez que te vi fue en Nueva York. Estabas en el museo hablando con Edward Morrison. ¿Sabes que gesticulas mucho?
Me reí.
—A veces lo hago incluso cuando hablo por teléfono.
—Tenía una reunión, así que no pude detenerme para presentarme. Cuando volví y hablé con Edward me dijo que ibas a dejar Nueva York, y que no tenía ni idea de adonde ibas. Hace seis meses estaba en una subasta para comprar una obra que había vendido cuando estaba empezando. Tú estabas allí, pujando por ella. Me quedé tan aturullado mirándote que perdí la subasta.
Me sonrojé.
—Estaba decidida a hacerme con aquella pieza. No te vi allí.
—Tenía a una persona para que pujara por mí. Yo estaba en una habitación privada. Me olvidé de mi intermediario —Besó suavemente mi hombro. —Debería ponerme a trabajar.
Asentí.
—¿Podría darme una ducha antes de empezar?
—Suena divertido.
Dejé la cama y lo miré un momento antes de entrar en el baño. Había conseguido exactamente lo que quería, y había recibido todo lo que había esperado. Como amante era tan atento y considerado como esperaba que fuera.
Sólo su ducha era tan grande como algunos cuartos de baño que yo había visto, con tres cabezas. Cuando las abrí y ajusté la temperatura, se unió a mí. Me atrajo entre sus brazos, y me besó suavemente. Quería decirle que no tenía por qué ser tan cariñoso conmigo, que yo no era frágil. Adoraba el modo en el que sus manos se movían suavemente sobre mi piel.
Jadeé un poco cuando el envoltorio del condón que tenía en la mano rozó la piel de mi espalda. Rasgó el envoltorio y lo tiró por encima de su hombro. Cogí el látex y se lo puse, tomándome mi tiempo, a pesar del modo en el que su respiración se detenía cada vez que mis dedos se deslizaban sobre él. Cogí sus testículos y los masajeé cuidadosamente, con su po.lla erecta entre nosotros.
Cuando no pudo aguantarlo más, apartó mi mano y me acercó a él. Con su boca sobre la mía, y sus manos recorriendo mi cuerpo, comencé a temblar de deseo. Nunca había deseado a alguien así, nunca había sufrido por un hombre de ese modo. La fría pared de azulejos de la ducha se encontró con mi espalda mientras Joseph me levantaba y se introducía en mí. Me arqueé contra él y gemí.
No pude evitar el escalofrío que recorrió mi cuerpo casi inmediatamente.
—Dios.
—Uhmm —suspiró, y hundió su rostro en mi cuello. Sus manos se movieron debajo de mí, y cogió mi culo para mantener nuestra postura contra la pared. —Bueno, Él me hizo, pero aquí el que está haciendo todo el trabajo soy yo.
Me reí y cerré los ojos.
—Y Él te hizo muy bien —Tensé las piernas alrededor de su cintura, y tomé aire profundamente mientras me embestía por segunda vez.
Bajó la cabeza hasta mi hombro e hizo un sonido amortiguado.
—Vas a estar dolorida durante días.
¿Creía que yo no lo sabía? Su ***** era gloriosamente grande.
—Mañana no podré sentarme sin pensar en ti.
Gimió y me la metió hasta el fondo.
—Bien.
Su siguiente embestida fue dura, y su incesante calor me arrancó varios gemidos entrecortados. Sosteniéndome contra la pared, clavó sus dientes en mi hombro, arañando mi piel mientras comenzaba a acelerar el ritmo duro de sus acometidas. Me encantaba y gemía cada vez que se introducía totalmente en mí.
—¿Vas a correrte para mí?
Cerré los ojos y me mordí el labio. El firme y constante trayecto de su ***** en mi interior era como morirse repetidamente.
Gemí un poco, y el orgasmo embargó mi cuerpo.
—Oh, Dios.
—Eso es, cariño —Me agarró con fuerza contra él. —Ríndete a mí.
uncool.
Re: × desnudate para mi {capitulos}
Capitulo Siete
{IV PARTE}
Bajé las escaleras envuelta en una toalla, con el cabello recogido con una horquilla, como me pidió cuando lo dejé en la ducha. Estaba al otro lado de la escultura, mirándola. Miraba cada centímetro tan distante y profesional como la primera vez que posé para él. Me miro y volvió a la escultura mientras yo tomaba asiento en la butaca y colocaba mis piernas en la postura adecuada. Estaba agradablemente dolorida. Los músculos que no había usado durante tanto tiempo latían bajo mi piel.{IV PARTE}
Lo miré y lo descubrí mirándome.
—¿Estoy mal colocada?
Negó con la cabeza, y suspiró.
—No. Creía que acostarme contigo haría que perdiera interés por esta pieza, pero no ha sido así.
Volvió al trabajo, dejándome con mis pensamientos. Había pensado que después de la ducha le contaría lo de Nueva York, y por qué me había marchado de allí. Mantener un secreto no me parecía justo a la luz del cambio que había sufrido nuestra relación.
Lo miré y lo encontré frunciendo el ceño.
—¿Qué pasa?
—No pareces contenta, _______.
—Tengo algo difícil que contarte. No quiero hacerlo, pero no creo que pueda esconderlo y aun así sentirme bien —Tomé aire profundamente y me concentré en el suelo frente a mí. ¿Por qué era tan difícil?
—Sobre Nueva York —dijo, en voz baja.
Lo miré y suspiré.
—Sí, sobre Nueva York —Inhalé profundamente. —Eres el segundo hombre con el que he estado desde que me violaron.
—Te violaron —Las palabras salieron de su boca con dureza, y sonaron tan dolorosas que me estremecí.
Sabía que no había una palabra que fuera tan horrible como violación. Asentí y observé cómo una multitud de emociones cruzaban su rostro. La rabia y la tristeza fueron las únicas que perduraron.
Se aclaró la garganta y se concentró en el alabastro unos minutos, con las manos quietas.
—Gracias por confiar en mí.
—Confío en ti —Incapaz de evitarlo, comencé a hablar. —Se llamaba Jeff King. Trabajaba en el museo conmigo.
Éramos amigos. Bueno, yo pensaba que éramos amigos. No era la primera vez que nos quedábamos trabajando después de la hora de cierre del museo. Estábamos preparando una exposición juntos. Quería terminar pronto para poder irme de la ciudad durante el fin de semana.
No pude contarle más. Solo Lesley había escuchado todos los detalles, y había tardado horas en sacarlo todo. Disgustada, lo miré.
—Martin me encontró, me salvó en varios sentidos, en realidad. Me sentía sola y destrozada. Me ayudó a reconstruir mis piezas.
—Y él se enamoró de ti.
Asentí.
—Sí, no me di cuenta de eso hasta más tarde. El sexo siempre había sido un placer para mí, al menos hasta que fui violada. Después de eso, tenía sentimientos encontrados respecto al sexo. Sabía que lo que me había ocurrido no tenía nada que ver con el sexo ni con el deseo, pero me sentía incómoda entre hombres que me deseaban. Martin no era sexualmente agresivo; para ser sincera, era yo quien iniciaba todos nuestros encuentros sexuales. Una noche me di cuenta de que había estado utilizándolo. Me sentí asqueada. Tomé la decisión de dejar Nueva York y a Martin. Yo no merecía su amistad.
Se quedó en silencio un momento, y entonces se aclaró la garganta.
—Tengo que pensar en todo esto con calma.
Asentí y me incorporé un poco para que pudiera seguir trabajando. Joe era bastante introspectivo, así que había esperado que retrocediera un poco mientras digería lo que acaba de contarle.
Me quedé donde estaba durante varias horas mientras él trabajaba. Me movía, estiraba, y me levantaba cuando él me lo sugería. Cuando dejó las herramientas con las que trabajaba era casi media noche. Miró mis piernas y mis manos, frunció el ceño, y echó un vistazo al reloj de la pared.
—Deberías haberme avisado de que era tan tarde.
—Estabas muy concentrado —Extendí las piernas y me eché hacia atrás en la butaca.
Se acercó a mí, con las manos cubiertas de polvo del alabastro, y se arrodilló frente a la butaca. Moví las piernas mientras pasaba sus dedos por la parte de atrás de mis rodillas. El polvo de sus manos era áspero, y la sensación era deliciosa.
uncool.
Re: × desnudate para mi {capitulos}
Capitulo Siete
{V PARTE}
{V PARTE}
—Tu confianza en mí es sorprendente. Si hubiera sabido lo que escondías, no estoy seguro de que te hubiera manipulado para que posaras para mí —Se aclaró la garganta —Tu presencia y tu personalidad eran un desafío para mí. Quería desnudarte, quitarte todas las pretensiones sociales que nos colocamos para civilizarnos, hasta ver lo que eras en realidad.
—¿Y ahora?
—Ahora estoy sorprendido de que confíes en mí tanto como lo haces.
Suavemente, me atrajo hacia delante hasta que estuve sentada casi al borde de la butaca, y elevó una de mis piernas sobre su hombro. Entonces bajó la cabeza y deslizó su lengua entre mis labios menores.
Me dejé caer en la butaca, y me aferré a los brazos de la misma. Me había excitado tan rápidamente que apenas podía pensar. Sentí su lengua cálida y húmeda sobre mi clítoris, antes de que se deslizara en mi interior. El movimiento de su lengua y el roce de sus labios era perfecto. Levanté las caderas brevemente, y después me hundí de nuevo en la butaca cuando Joe introdujo dos dedos en mi coño.
—Joder —Cerré los ojos y me obligué a relajarme mientras sus labios se cerraban suavemente sobre mi clítoris. Usó la punta de su lengua para lamerme y acariciarme.
Gemí cuando levantó la cabeza y se incorporó.
Joe me levantó de la silla y me guió hacia las escaleras. Excitada y mentalmente débil por la lujuria, lo acompañé. Una vez más, me encontré a los pies de su cama, observándolo mientras se desvestía. Se colocó un condón mientras yo subía a la cama y me tumbaba sobre mi espalda. Pasándome las manos por los muslos casi podía imaginármelo en mi interior.
—Ven aquí —demandé en voz baja mientras levantaba las piernas y colocaba los pies contra el colchón. —No tengo ganas de juegos.
—Yo tampoco —Colocó una rodilla sobre la cama e inclinó la cabeza mientras me miraba. —Ponte sobre tus manos y rodillas.
Sonriendo, me incorporé y me puse de rodillas. Sus manos rozaron mi espalda mientras se unía a mí en la cama y besaba mi hombro suavemente. Cerré los ojos y me aferré a las sábanas mientras Joseph se colocaba. Su po.lla rozó el interior de mis muslos, y me humedecí inmediatamente. Abrí más las piernas, y me arqueé un poco y gemí cuando su po.lla acarició la entrada de mi coño.
—No me provoques.
—Oh, no lo estoy haciendo —Su promesa fue suave y sedosa mientras se introducía en mi interior. Su po.lla me llenaba de un modo que era enloquecedor. Succioné mi labio inferior y cerré los ojos mientras me penetraba completamente.
—¿Te hago daño? —Sus manos recorrieron mi espalda y agarraron mis caderas.
—No —Empujé hacia atrás, contra él, balanceando mis caderas. —Dame más.
Su respiración se hizo más rápida, y comenzó a jadear.
—Hazlo otra vez.
Hice lo que me había pedido mientras comenzaba a moverse. Cada vez que lo acogía en mi interior, no podía evitar pensar que aquel era su lugar, la profundidad de mi cuerpo. Éramos dos partes de una hermosa unión, una como la que nunca antes había disfrutado. Me aferré a las sábanas, y gemí con los dientes apretados. Nunca había sentido aquello con un hombre, y sabía que haría todo lo que pudiera para mantener a aquel hombre en mi vida tanto como él lo permitiera.
Joe se apartó de mí de repente, y me acarició la espalda.
—Túmbate boca arriba, quiero verte la cara mientras te corres.
Me giré para mirarlo, y pasé una mano desde su pecho empapado en sudor hasta su estómago. Me incliné hacia delante y sonreí cuando él se acercó. Gemí suavemente contra su boca, y pasé los brazos alrededor de su cuello. Profundizamos el beso, y su lengua penetró mi boca.
Me levanté, colocó mis piernas alrededor de su cintura, y me tumbó sobre mi espalda. Rompió el beso y me penetró. Me arqueé bajo su cuerpo, y me estremecí cuando deslizó sus manos para cogerme el culo. Mis pezones se endurecieron contra su pecho, y lo único que pude hacer fue agarrarme a él.
Joe levantó la cabeza y miró mi rostro intensamente mientras aminoraba el ritmo. La gruesa y casi dolorosa intrusión de su po.lla en mi interior se hizo mayor repentinamente, y me estremecí sobrecogida por su poder. Deslizó una mano entre nosotros, y presionó sus dedos contra mi clítoris. La ruda estimulación, combinada con las constantes embestidas de su cuerpo contra el mío, forzó el orgasmo. Grité al sentirlo, y él enterró su rostro en mi cuello mientras se corría. Su cuerpo se tensó contra el mío.
Pasaron varios minutos, y después, lentamente, sacó la po.lla de mi interior. Mi sexo se quejó ante el repentino vacío, y tomé aire profundamente.
uncool.
Re: × desnudate para mi {capitulos}
Capitulo Siete
{VI PARTE}
{VI PARTE}
—Ha sido increíble.
Se rió suavemente.
—Sí, increíble.
Suspire
—Tenemos que hacerlo otra vez.
—Pronto —Volvió la cabeza, y me miró. —Eres una mujer preciosa.
—Gracias —Me di la vuelta y apoyé la cabeza en una de mis manos. —Cuando me viste la primera vez... ¿Qué pensaste?
—Que parecías una diosa. Una diosa tranquila y elegante. Además, me imaginé que tendría que ser muy creativo para conseguir tenerte en mi estudio.
—¿Y en tu cama?
—Soy bastante arrogante. Seducirte me parecía mucho más sencillo que conseguir que posaras para mí —Se rió cuando fruncí el ceño. —Realmente soy muy arrogante.
—Sí, lo eres —Y me gustaba. La arrogancia nunca había estado en la cima de mi lista de características atractivas, pero todo lo que había en Joseph Jonas era atractivo. Me senté a regañadientes. —Debería irme a casa. Mañana tengo que madrugar.
Se sentó y pasó sus dedos por mi cabello húmedo.
—Quédate conmigo. Quiero despertarme contigo.
—Vale —¿Realmente había sido tan fácil?
Nos quedamos en silencio un momento, y entonces se levantó.
—¿Una ducha?
—Sí.
Busqué en el interior de mi bolso y saqué un cepillo. Miré de nuevo la cama y me incliné en el lavabo. Solo con mirarlo se me hacía la boca agua. Se dio la vuelta y me miró. Debía tener aspecto de estar muy hambrienta, porque me sonrió dulcemente, y se sentó.
Me pasé el cepillo por el pelo y vi cómo dejaba la cama,
—¿Estás utilizándome como juguete sexual, _______?
—Seguramente. ¿Qué te parece?
Se acercó a mí, y sus ojos se movieron desde mis hombros a mis pechos.
—Están entrándome ganas, _______.
—¿De qué?
—De ser posesivo. Quizá un poco rudo —Pasó sus dedos suavemente por mi mandíbula. —¿Estás lista para ese tipo de juegos?
—Confío en ti —murmuré. —Nunca te confundiría con él.
—Me alegra oír eso. Date la vuelta.
Me giré y miré el espejo. Sin moverme, vi cómo sus manos se movían sobre mis hombros, bajando por mis brazos. Me apretó contra su pecho mientras sus dedos recorrían mi torso, y subían para poder coger mis pechos. Sus largos y suaves dedos pellizcaron mis pezones, y los retorcieron suavemente mientras yo arqueaba mi espalda.
Me moví contra su po.lla, que estaba endureciéndose rápidamente.
—Joe.
Me miró, en el espejo, y hundió sus dientes un momento en el hueco en el que se encontraban mi hombro y mi cuello.
—Déjame poseerte.
—Sí —jadeé, y dejé que mi cabeza cayera hacia atrás contra su hombro.
—Mírame —susurró, y me presionó contra él mientras una de sus manos se deslizaba hacia abajo para cubrir mi sexo.
Sus dedos se hundieron en mi monte de Venus, y acariciaron mi clítoris.
—Joe
—Mírame. _______.
Abrí los ojos y lo observé en el espejo. Sus manos se movieron sobre mí, su cuerpo se movió contra el mío, y su ***** se presionó contra mi culo y se deslizó entre mis muslos.
Coloqué las manos en el lavabo frente a mí, y me incliné hacia delante. Joe murmuró su aprobación y siguió acariciando mi clítoris. Me estremecí y cerré los ojos un momento ante aquel agudo placer.
—No cierres los ojos.
—Esto es demasiado —Me mordí el labio inferior y gemí cuando sus dedos abandonaron mi clítoris. —Cariño...
—Te daré lo que necesitas —Besó mi cuello suavemente, y después me apartó un poco del lavabo para que pudiera inclinarme más.
—La cama...
Se rió.
—Más tarde.
Enrojecí y tragué saliva.
—Vale.
uncool.
Re: × desnudate para mi {capitulos}
Capitulo Siete
{VII PARTE}
{VII PARTE}
Miré su rostro en el espejo, y vi su determinación y su necesidad. Era duro ignorar su excitación. Cada movimiento que hacía provocaba que su dura po.lla rozara mis muslos. Separé las piernas más y gemí cuando deslizó una mano entre ellas para jugar de nuevo con mi coño. Deslizó dos dedos en mi interior, y me moví hacia atrás contra la invasión hasta que él sacó sus dedos repentinamente.
Extendió una mano hasta el lavabo sobre el que estaba apoyada y sacó una caja de condones de una cesta que había en un mueblecito junto al lavabo. Vi cómo liberaba un condón y tiraba el envoltorio a un lado. Permanecer inmóvil mientras se ponía el látex me costó más trabajo de lo que nunca hubiera creído posible. Se presionó contra mi espalda hasta que estuve inclinada en la posición que quería. Mantuve la mirada en su rostro, embelesada con su visión.
Aquel hombre se había convertido en el centro de mi mundo, y cuando me penetró, no pude imaginar un momento en mi futuro sin él. Un cálido e intento placer me recorrió cuando empezó a embestirme con fuerza. Verlo introducirse en mi cuerpo una y otra vez era tan excitante como la actividad misma.
Alzó los ojos y miró el espejo. De repente, se apartó de mí y me dio la vuelta. Pasé los brazos alrededor de su cuello mientras me levantaba del suelo y me colocaba sobre el mueble junto al lavabo.
Joe agarró mis caderas y se introdujo de nuevo en mí. Levanté las piernas y rodeé su cintura con ellas. Nuestros ojos se encontraron cuando empezamos a movernos el uno contra el otro. El resbaladizo y dulce dolor de su pene llenándome e invadiéndome me quitaba la respiración en cada embestida. Me eché hacia atrás, en sus brazos, mientras él deslizaba una mano entre nosotros e introducía dos dedos entre mis labios para jugar con mi clítoris.
—Joder —Me moví contra sus dedos y su po.lla con ansiedad y deseo. Me corrí con una violenta ráfaga de sensaciones, y las lágrimas corrieron por mis mejillas.
—Sí —Enterró su rostro en mi cuello y me bajó del mueblecito. —Vamos.
Caminó hasta la cama y se sentó. Me subí sobre él mientras sus manos se deslizaban por mi espalda y cogían mi culo. Me moví arriba y abajo sobre él, como parecía desear. Joe gimió suavemente contra mi cuello, y me estremecí ante el poder de aquel momento. Hice que se tumbara y comencé a moverme más rápido.
—_______ —El placer y la frustración estaban enlazados a su voz mientras decía mi nombre. —¿Te gusta?
—Sí—Agarró mis caderas y me instó a que siguiera. —Esto es genial, cariño.
Quería hacer que se corriera. Joe continuó embistiéndome, elevándonos a ambos del colchón totalmente una y otra vez. Colocó dos dedos entre nosotros, entre los húmedos labios de mi vagina; y comenzó a presionar mi clítoris.
—Joe—Me estremecí contra sus dedos y me eché hacia atrás, sobre sus caderas. —Esto es demasiado.
En un movimiento que me dejó jadeando, nos giró y se introdujo más profundamente en mi interior.
—Sí—Arrastré mis uñas sobre su espalda y supliqué más, —Fóllame.
—Eres perfecta —jadeó contra mi cuello y me embistió profundamente mientras se corría.
uncool.
Re: × desnudate para mi {capitulos}
Había comenzado una relación sexual con un hombre al que apenas conocía, y no sentía ni una pizca de culpa o remordimiento. De hecho, mientras entraba en la galería, resplandeciente, no pude siquiera fingir que me arrepentía. Estaba tan complacida conmigo misma que necesitaba decirle a todo el mundo que había estado follando con Joseph Jonas. Jane saltó de su escritorio justo cuando terminé de subir las escaleras, y me siguió hasta mi despacho.
Cerró la puerta y se apoyó en ella.
—_______, has echado un polvo.
Me reí ante la sorpresa reflejada en su rostro, y me senté.
—Ha sido un fin de semana muy productivo.
—No había visto a una mujer con ese aspecto de satisfacción desde que le regalé a mi madre un kilo de bombones Godiva por el día de la madre.
Fruncí el ceño, momentáneamente distraída.
—¿Le regalaste a tu madre un kilo de Godiva para el día de la madre? A mí sólo me diste cinco bombones por el día de la mujer trabajadora.
Jane se encogió de hombros.
—Ella me trajo al mundo. Tú solo firmas mis nóminas.
Me reí y asentí.
—Vale, está bien que tengas claras tus prioridades. —Abrí la agenda y miré el orden del día. Al ver la reunión que tenía concertada para la tarde fruncí el ceño. —Jane, ¿qué es esto de las tres?
—Dos caballeros del Met de Nueva York van a reunirse contigo y con el señor Storey.
—¿Para qué demonios? —pregunté.
Jane se quedó inmóvil, supongo que por la dureza de mi tono. No había podido evitarlo.
Se aclaró la garganta.
—Quieren traer una de sus exposiciones a Boston. Ya hablamos de eso el mes pasado, _______.
—Sí, y se suponía que solo iba a venir Edward.
—Decidió traer a un colega con él. Yo lo único que hice fue añadirlo a tu agenda. No pensé que fuera para tanto. El señor Morrison dijo que estaba deseando verte de nuevo, y que sabía que te gustaría que trajera al señor King con él. Que erais buenos amigos cuando estuviste trabajando allí —Se detuvo, y yo la miré. Estaba mirándome fijamente. —Estás pálida, _______. ¿Qué pasa?
Cerré los ojos, y giré la silla para evitar dar al resto de la zona de trabajo un espectáculo. Estaba temblando. Mi vientre se había tensado tan rápido que estaba empezando a sentir retortijones. De mis ojos manaron lágrimas de frustración. Estaba furiosa por no poder controlarme. El silencio de Jane no era una bendición. No podía decirle lo que sentía en aquel momento.
—______, ¿qué he hecho? —me preguntó Jane en voz baja.
¿Cómo podía decirle que había invitado a una serpiente a mi jardín? No pude. Negué con la cabeza.
—Nada. Lo que pasa es que no aprecio a Jeff King.
—Es demasiado tarde para decirle al señor Morrison que venga solo.
—Lo sé —Parpadeé rápidamente para evitar las lágrimas. —Cuando me mude al despacho de Milton pondré persianas aquí y allí.
—Me parece una buena idea —susurró Jane.
—Esto no puede estar pasando —dije, finalmente.
—Lo siento mucho —Jane se acercó a mí para poder ver mi rostro. Por su expresión, supe que todo lo que sentía estaba reflejado en mi cara.
—Asistiremos a la reunión, pero bajo ninguna circunstancia debes dejarme a solas con Jeff King —No podía ser cobarde, pero no iba a darle la oportunidad de hacerme daño otra vez.
—Entiendo.
La miré, vi su mirada, y me di cuenta de que lo entendía.
—Me gustaría quedarme sola un momento. ¿Podrías llamar a la doctora Price y preguntarle si puede darme una cita para esta mañana?
Sentada en mi escritorio, intenté organizar mis pensamientos sobre la reunión que se avecinaba. No había pensado realmente en ella desde que la dispuse. Consideraba a Edward Morrison como un amigo querido, y había pensado en la reunión como algo desenfadado y sin una planificación previa. Había hablado con él para traer la exposición que había preparado para su museo a Boston, como evento breve y exclusivo. No se me ocurrió que Jeff podría encontrar un modo de acompañar a Edward. Debería haberlo hecho, y me sentía ******* por haber cometido aquel error.
Cerró la puerta y se apoyó en ella.
—_______, has echado un polvo.
Me reí ante la sorpresa reflejada en su rostro, y me senté.
—Ha sido un fin de semana muy productivo.
—No había visto a una mujer con ese aspecto de satisfacción desde que le regalé a mi madre un kilo de bombones Godiva por el día de la madre.
Fruncí el ceño, momentáneamente distraída.
—¿Le regalaste a tu madre un kilo de Godiva para el día de la madre? A mí sólo me diste cinco bombones por el día de la mujer trabajadora.
Jane se encogió de hombros.
—Ella me trajo al mundo. Tú solo firmas mis nóminas.
Me reí y asentí.
—Vale, está bien que tengas claras tus prioridades. —Abrí la agenda y miré el orden del día. Al ver la reunión que tenía concertada para la tarde fruncí el ceño. —Jane, ¿qué es esto de las tres?
—Dos caballeros del Met de Nueva York van a reunirse contigo y con el señor Storey.
—¿Para qué demonios? —pregunté.
Jane se quedó inmóvil, supongo que por la dureza de mi tono. No había podido evitarlo.
Se aclaró la garganta.
—Quieren traer una de sus exposiciones a Boston. Ya hablamos de eso el mes pasado, _______.
—Sí, y se suponía que solo iba a venir Edward.
—Decidió traer a un colega con él. Yo lo único que hice fue añadirlo a tu agenda. No pensé que fuera para tanto. El señor Morrison dijo que estaba deseando verte de nuevo, y que sabía que te gustaría que trajera al señor King con él. Que erais buenos amigos cuando estuviste trabajando allí —Se detuvo, y yo la miré. Estaba mirándome fijamente. —Estás pálida, _______. ¿Qué pasa?
Cerré los ojos, y giré la silla para evitar dar al resto de la zona de trabajo un espectáculo. Estaba temblando. Mi vientre se había tensado tan rápido que estaba empezando a sentir retortijones. De mis ojos manaron lágrimas de frustración. Estaba furiosa por no poder controlarme. El silencio de Jane no era una bendición. No podía decirle lo que sentía en aquel momento.
—______, ¿qué he hecho? —me preguntó Jane en voz baja.
¿Cómo podía decirle que había invitado a una serpiente a mi jardín? No pude. Negué con la cabeza.
—Nada. Lo que pasa es que no aprecio a Jeff King.
—Es demasiado tarde para decirle al señor Morrison que venga solo.
—Lo sé —Parpadeé rápidamente para evitar las lágrimas. —Cuando me mude al despacho de Milton pondré persianas aquí y allí.
—Me parece una buena idea —susurró Jane.
—Esto no puede estar pasando —dije, finalmente.
—Lo siento mucho —Jane se acercó a mí para poder ver mi rostro. Por su expresión, supe que todo lo que sentía estaba reflejado en mi cara.
—Asistiremos a la reunión, pero bajo ninguna circunstancia debes dejarme a solas con Jeff King —No podía ser cobarde, pero no iba a darle la oportunidad de hacerme daño otra vez.
—Entiendo.
La miré, vi su mirada, y me di cuenta de que lo entendía.
—Me gustaría quedarme sola un momento. ¿Podrías llamar a la doctora Price y preguntarle si puede darme una cita para esta mañana?
Sentada en mi escritorio, intenté organizar mis pensamientos sobre la reunión que se avecinaba. No había pensado realmente en ella desde que la dispuse. Consideraba a Edward Morrison como un amigo querido, y había pensado en la reunión como algo desenfadado y sin una planificación previa. Había hablado con él para traer la exposición que había preparado para su museo a Boston, como evento breve y exclusivo. No se me ocurrió que Jeff podría encontrar un modo de acompañar a Edward. Debería haberlo hecho, y me sentía ******* por haber cometido aquel error.
uncool.
Re: × desnudate para mi {capitulos}
Capitulo Ocho
{II PARTE}
Cuando la secretaria de Demi cerró la puerta a mi espalda, me senté en el reclinable y apreté mi bolso contra mi pecho. Era como si hubiera ocurrido el día anterior. Como si nunca me hubiera marchado de Nueva York. Inhalé profundamente y cerré los ojos, Jeff King se había apoderado de mi mundo, solo con venir a Boston. Lo odiaba por ello. En realidad, lo odiaba por un montón de razones, pero por el momento lo odiaba por poder venir a Boston.{II PARTE}
—Normalmente te dejo sentarte ahí hasta que estás lista para hablar.
Abrí los ojos y la miré. Parecía preocupada, lo que me sorprendió. Demetria Price había sido muy buena escondiendo su expresión, hasta ahora. Incluso cuando los detalles de mi violación aparecieron, se quedó sentada en la silla sin mostrar ninguna emoción en su rostro.
—Jeff King va a venir a la galería, y a mi despacho, dentro de dos horas y media —Odiaba incluso decirlo. Pero más que eso, odiaba el modo en que el miedo saturaba mi voz. —Pensaba que ya había superado esto pero, cuando me di cuenta de que había sido añadido a la reunión, se me revolvieron las tripas. Estoy destrozada.
—No es raro que una mujer siga temiendo la presencia del hombre que abusó de ella incluso años después del suceso. Tienes todo el derecho a esperar que él no aparezca en tu mundo. Desafortunadamente, como elegiste no presentar cargos contra él, esa esperanza es un poco más difícil de hacer realidad. ¿Aún te sigue llamando? —Presionó los labios formando una delgada línea, como si quisiera decir algo más.
—Sí —asentí. —He estado recibiendo llamadas perdidas. No estoy segura de que sean suyas. Sin embargo, el muy bastardo me llamó a mi teléfono móvil para charlar un poco. Me pidió que me encontrara con él. Me negué y le colgué.
—Has dicho que te sientes destrozada —Me recordó Demi con voz suave.
—Como me sentí aquella noche cuando estaba en el suelo de mi oficina, donde él me dejó. No podía levantarme, no podía pedir ayuda —Presioné los dedos con fuerza contra mis labios para evitar que temblaran. No podía hacer nada excepto quedarme allí tirada, como él me había dejado.
—Pero no le quedaste allí. Te levantaste _______. Te levantaste, y te has construido una vida aquí en Boston, que te hace feliz.
—Sí.
—Jeff King no puede quitarte eso. Puede intentarlo. Es posible que vea tu éxito aquí como una ofensa. Fuiste lo suficientemente fuerte como para superar lo que te hizo, y eso podría hacer que se enfureciese.
—No me importa lo que él piense —Intenté relajarme y, lentamente, puse mi bolso en el suelo junto al sillón. —No puede importarme.
—Te guste o no, _______, ese hombre ha dejado huella en tu mente. El hecho es que quizá no haya un día en el que no pienses en él. Apartarlo, a él y a sus acciones, al desván de tu mente, no es sano.
—A mí me funciona —Fruncí el ceño. —No. Eso es mentira. No me funciona, joder —Me crucé de brazos y la miré. —Llevo viniendo a la terapia casi un año. Debería ser capaz de afrontar esto.
—He sido cristiana durante cuarenta y dos años, y puedo decirte con toda seguridad que no estoy preparada para el fin del mundo.
—¿Eso qué significa? —pregunté, frunciendo el ceño.
—Significa,_______, que puedes prepararte para algo durante toda tu vida, y que aun así puede cogerte por sorpresa. La vida no es predecible, e intentar controlarla solo puede conducirte a la locura.
—Y debería tomar cada día como venga —Ella me había dicho eso un par de veces. No era un consejo que hubiera llevado a cabo nunca. —Anoche me acosté con Joseph Jonas.
—Bien —Se echó hacia atrás en su silla, y me observó. —¿Te arrepientes, o has sentido miedo?
—No, para nada. Me siento muy cómoda y segura con él. —Me relajé un poco, aliviada porque hubiera aceptado mi súbito cambio de tema.
—¿Crees que te has precipitado?
—Me gustaría decir que sí, porque parece que sería lo apropiado —Me encogí de hombros, suspiré, y después chasqueé la lengua. —Es como cuando era niña y hacía algo malo que realmente me había divertido, y mi madre me obligaba a disculparme. Lo hacía, pero nunca lo sentía.
—¿Pensar en él te ayuda?
—Sí—asentí.
—Pero no aleja totalmente a Jeff de tu mente.
—No. No estoy segura de lo que voy a hacer hoy. Quiero gritarle y golpearle hasta que se sienta tan mal como yo. ¿Qué voy a hacer?
Demetria se levantó de su escritorio y caminó hasta detenerse frente a mí. Se apoyó en su escritorio y se quedó en silencio un momento.
—No aceptes bajo ninguna circunstancia encontrarte con ese hombre si no es por cuestiones profesionales. Deja claro que considerarás cualquier contacto por su parte como acoso, y estate preparada para involucrar a la policía si no te hace caso. Incluso sin una acusación por violación, las leyes contra el acoso te protegerán en ese sentido. Sé fuerte, sé firme, y no le des la posibilidad de acercarse a ti. Es fácil decirlo, supongo, pero un hombre como Jeff King disfruta con el poder. Quiere que tengas miedo, y necesita creer que en Nueva York te dejó destrozada. Cuando se dé cuenta de que no eres una temblorosa y devastada víctima, podría convertirse en una amenaza grave. No lo subestimes, y mantente siempre en lugares donde puedas pedir ayuda si la necesitas.
Asentí y suspiré.
—Ser fuerte, no dejarme engañar, y llamar a la policía si no lo capta.
Demi se rió.
—Sí, básicamente.
—¿Y si no puedo? Cuando me violó no pude llamar a la policía.
—Podrás. No tiene influencia en tu vida, no puede controlarte. Jeff King no es nada. Es solo un hombre despreciable que necesita hacer daño a las mujeres para sentirse superior.
uncool.
Re: × desnudate para mi {capitulos}
Capitulo Ocho
{III PARTE}
Cuando crucé la puerta, Jane estaba en su escritorio. Una mirada a mi despacho me dijo por qué parecía tan abatida. Habían llegado temprano. Me acerqué al escritorio de Jane y recogí mis mensajes.{III PARTE}
—Lo siento muchísimo, _____.
La culpa que llevaba escrita en el rostro me hizo sentirme pequeña y furiosa. Nunca había querido disgustarla. Su amistad era más importante para mí de lo que estaba dispuesta a admitir.
—No te preocupes, Jane. ¿Les has ofrecido café?
—Sí, y ambos lo han rehusado. La sala de reuniones estará lista en un par de minutos, Si quieres, podemos empezar la reunión antes.
Miré mi reloj y levanté una ceja.
—No me había dado cuenta de que había tardado tanto. Avísame cuando Milton esté listo y la sala de reuniones esté preparada. Recuérdamelo, ¿qué les habíamos ofrecido para la colección?
—La sala central, segunda planta.
Edward se reunió conmigo en la puerta de mi despacho, con las manos extendidas y una verdadera sonrisa de afecto. Lo había echado de menos. Era uno de los mejores hombres que había conocido nunca. Adoraba a su mujer y a sus hijos como si fueran lo único que importara en el mundo. Me gustaba eso de él; su lealtad y su devoción eran entrañables. Acepté su abrazo y miré brevemente a Jeff, que también se había levantado.
—Jeff.
—_______ —Odiaba mi nombre en sus labios, y quise darle un puñetazo en la cara para que nunca pudiera decirlo de nuevo.
Caminé hasta mi escritorio y tomé asiento. Dejé caer mi bolso en el cajón junto a mí, y dirigí mi mirada a Edward.
—Mi ayudante está preparando nuestra sala de reuniones. En cuanto el señor Storey esté disponible, podremos comenzar.
Edward sonrió.
—¿Ves, Jeff? Te dije que nuestra ________ lo tendría todo bajo control.
Miré a Jeff y lo encontré mirándome. Su expresión era una mezcla de confusión y rabia.
—Jeff siempre me ha subestimado —Miré a Jane, que asintió. —Podemos pasar a la sala de reuniones. Edward, estoy segura de que la sala que hemos preparado te parecerá ideal para la exposición impresionista. Sin embargo, me sorprende que vayas a permitir que viaje.
—No puedo quedarme con todas las cosas hermosas a la vez —Edward sonrió. —No sería justo.
—Tengo algunas piezas de exposiciones que ya hemos hecho antes en el área central. Eso te dará una idea de lo que podemos hacer —Entré en la sala de reuniones por delante de ellos, pero esperé hasta que ambos hubieron escogido sus sillas antes de sentarme a un par de asientos de Jane.
Tenía un aspecto profesional, pero estaba tan tensa que me sorprendía que su piel no se estuviera rasgando. Me arrepentía de haber permitido que viera mi ansiedad. Milton entró apresuradamente y llenó el silencio con su charla sin sentido, y entonces comencé la exposición de diapositivas. No tenía ni idea de qué decir, y ni siquiera sabía si la presentación iba bien. Cada vez que miraba a Jeff se me revolvían las entrañas. Para cuando me senté y Jane encendió las luces de nuevo, me sentía como si acabara de correr una maratón.
Cuando terminé la presentación, abandoné la sala de reuniones y dejé los detalles a Milton y Jane, No podía quedarme ni un minuto más. Ya en mi oficina, encendí la radio, me senté en mi escritorio y miré la pared frente a mí. Llevaba mirando el muro durante casi veinte minutos cuando se abrió la puerta de mi despacho. Levanté la mirada para hablar a Jane, pero no era ella.
—¿Qué quieres, Jeff? —le pregunté, con incredulidad.
—Había pensado que podríamos cenar juntos —Jeff se apoyó contra el marco de la puerta como si no tuviera una sola preocupación en el mundo.
Me sentía como un personaje de dibujos animados, con la boca abierta de par en par por la sorpresa. La cerré tan fuerte que mis dientes entrechocaron. Agarré con fuerza los reposabrazos de mi silla.
—¿Es que se te ha ido la puta cabeza?
—Antes éramos amigos.
—Eso pensaba, pero entonces me violaste. Has sido una presencia maligna en mi vida, pero tengo la suerte de haberte sobrevivido. Ahora no significas nada para mí.
El silencio cayó como una roca entre nosotros. Jeff era uno de esos hombres que nunca aceptaba la responsabilidad de sus actos, y una parte de mí se arrepentía profundamente de no haber hecho que pagara por lo que me había hecho. Cerró la puerta de mi despacho y caminó frente a ella como si estuviera pensando algo. No podía imaginarme que tuviera algo que decir que pudiera hacerme pensar aún peor de él, pero nunca fui buena juzgándolo.
—Fue un error.
—¿Un error? —pregunté, casi abrumada por la afirmación. —La violación es un crimen, no un error. Sal de mi oficina.
—_______, podemos arreglar esto entre nosotros.
—Cada vez que te miro puedo escucharme suplicándote que pares —Contuve el aliento. —Y no lo hiciste. Me violaste, y nada de lo que digas podrá cambiar eso.
El musculo de su mandíbula se movió mientras me miraba.
—Te estoy pidiendo perdón.
uncool.
Re: × desnudate para mi {capitulos}
Capitulo Ocho
{IV PARTE}
—Vete.{IV PARTE}
—________.
—Vete, y no vuelvas nunca más. No eres bienvenido en Holman, ni profesionalmente, ni de ningún otro modo. Cuando la exposición impresionista llegue aquí este invierno, tú te quedarás en Nueva York.
—Es mi exposición.
—No me importa —Y era mi exposición. Él la había recibido porque yo me había marchado.
—Edward espera que venga con él para la inauguración.
—Si vienes con él, Jeff, le contaré lo que me hiciste. Le contaré la verdadera razón por la que dejé el museo y Nueva York. ¿Qué impresión crees que se formará de ti después de eso?
Enrojeció de furia.
—Eso destrozaría mi carrera.
—No será menos de lo que te mereces. Tú intentaste destrozar mi alma —Me levanté, no podía seguir sentada. —Vete —Miré a su espalda, a Jane, que estaba de pie junto a la puerta. —Vete, o haré que mi ayudante llame a seguridad para que te acompañen a la salida.
Cuando hubo desaparecido de mi vista, fui al cuarto de baño y cerré la puerta. Solo podía sentirme agradecida porque el ******* que había diseñado nuestro espacio de trabajo no hubiera hecho las paredes del baño también de cristal. Bajé la tapa del váter y me senté. Cuando Jane apareció, fruncí el ceño.
—No creí que tuviera que soportar que la gente viniera al baño conmigo hasta que tuviera niños.
Jane cerró la puerta, y se apoyó en ella.
—¿Qué te hizo Jeff King, _______?
—Esa no es una conversación que una supervisora y una subordinada debieran tener —contesté.
—Bien, entonces cuéntamelo porque soy tu amiga.
La miré, y supe que en realidad no quería saberlo.
—Lo siento, Jane. Esto no es culpa tuya, y siento haberte disgustado.
—¿Estuviste enrollada con él?
—No —Me levanté del váter y fruncí el entrecejo. Era extraño estar en el baño con Jane. Entonces me reí, golpeada por lo absurdo de la situación.
Jane frunció el ceño mientras abría la puerta. Salí detrás de ella, sabiendo que no iba a darse por vencida. Se sentó en una silla frente a mi escritorio mientras yo caminaba hasta la ventana. El aparcamiento estaba casi vacío.
—Deberíamos intentar encontrar un modo de traer a la gente a la galería a la hora del almuerzo.
Jane resopló.
—No a menos que queramos servir algunas tapitas mientras contemplan las obras.
La miré.
—Me obligó a tener sexo con él.
Las palabras quedaron suspendidas en sus labios mientras el color abandonaba rápidamente su rostro. La rabia y una mirada que solo otra mujer podría comprender invadieron sus ojos. Se levantó y se metió las manos en los bolsillos. Me pareció joven y vulnerable. Jane solo tenía dos años menos que yo, pero me sentía mucho más mayor que ella. Se aclaró la garganta, y agitó la cabeza.
—Está bien, Jane. Nadie sabe qué decir después de una confesión así, y cuando hablan, inevitablemente meten tanto la pata que generalmente solo consiguen sentirse peor. Yo estoy bien.
—Me aseguraré de que seguridad comprenda que ese tipo no debe volver a entrar en este edificio —Caminó hacia la puerta.
—¿Qué vas a decirles?
—Que me cogió el culo —Jane sonrió, pero sus ojos permanecieron oscuros y furiosos. —El señor Wilkes no puede soportar a los hombres que no tienen educación. No le dejará traspasar la puerta sin notificármelo antes.
No dije nada más, y Jane se marchó de mi despacho.
uncool.
Re: × desnudate para mi {capitulos}
Capitulo Ocho
{V PARTE}
Aparqué cerca de la galería de Joe, confundida y furiosa porque la decisión de ir a verlo hubiera surgido de un modo tan natural. Me sentía idiota. Me había metido en la vida y en la cama de un hombre sin pararme a pensar un instante en mi seguridad emocional.{V PARTE}
En mi interior, sabía que él nunca me haría daño físicamente. Era como si hubiera desarrollado un sexto sentido sobre los hombres desde que había sido atacada. Había conocido a un par de tipos que me habían hecho desconfiar, que me habían puesto nerviosa desde el momento en el que los conocí. Joseph Jonas, artista y polvazo del siglo, no hacía que tuviera ganas de salir huyendo.
Salí del coche, enfadada conmigo misma por meterme en una relación estando emocional y físicamente tan necesitada. No hacía falta ser un genio para saber que no quería que Joe fuera el dependiente. Necesitaba que él fuera fuerte y resistente. Tenía que saber que él estaba allí, lleno de vida y pasión. Que estaba preparado y dispuesto a llenarme con su fuerza y, por supuesto, con su po.lla.
Entré en la galería, cerré, saqué la llave de la cerradura y me apresuré escaleras arriba. Me detuve en el penúltimo escalón, aturdida y furiosa. Había una mujer impresionante, alta y delgada como las modelos de pasarela. Parecía que tenía la oscura piel aceitada, y me pregunté si se había puesto el aceite ella misma. Subí el último peldaño y respiré profundamente para calmarme. Tendría que acostumbrarme al hecho de que Joe trabajara con mujeres desnudas. El alabastro estaba cubierto, y ahora cataba trabajando en un proyecto en bronce —que yo solo había visto una vez. El resto de veces que había estado allí, lo había tenido cubierto.
La mujer no me miró, aunque yo sabía que era consciente de mi presencia. Se tensó, pero mantuvo su pose. Yo jamás hubiera aceptado posar en una postura así. Estaba arrodillada sobre la plataforma, con los brazos sobre la cabeza y la espalda arqueada. Parecía incomodísimo. Caminé hacia las escaleras que guiaban al apartamento de Joe y escuché una audible inhalación. Miré sobre mi hombro y levanté una ceja antes de seguir subiendo las escaleras.
Para cuando encontré una botella de vino, un sacacorchos y una copa, Joe estaba ya subiendo las escaleras. Me serví una generosa porción y me llevé la botella conmigo mientras me dirigía a los sofás que estaban colocados junto a la televisión. Lo admito, no tengo ni idea de por qué los hombres insisten en tener unas televisiones tan grandes. Sin embargo, su pantalla plana era fascinante. Yo nunca había visto una televisión de pantalla plana, excepto en las tiendas.
Me siguió hasta el sofá con una copa vacía y se sentó junto a mí mientras cogía la botella.
—Me has costado una modelo.
—¿Disculpa? —Levanté una ceja.
Suspiró y tomó un largo trago de vino.
—Aparentemente, la chica tenía algunas ambiciones personales de las que yo no era consciente.
—Oh, pobrecito artista. Debe de ser horrible que las jóvenes núbiles desnudas se te lancen al cuello constantemente.
Nick me miró un momento y después comenzó a reírse.
—Bueno, supongo que es raro que un hombre se queje de eso.
—Lo es —Señalé la televisión. —Enciende esa cosa, y quiero el mando a distancia.
—Supongo que esta noche no vas a desnudarte para mí.
—Oh, puedo desnudarme, pero hoy no voy a sentarme en la butaca —Cogí el mando a distancia después de que Joe encendiera la televisión, y eché un vistazo a los botones. Comencé a hacer zapping.
Lo mejor de hacer zapping es ser tú quien zapea. El zapeo es todo un arte, un arte perdido en la mayoría de los hombres, que raramente se detienen en algo que no sea una mujer desnuda o un evento deportivo. Además, siendo quien zapea, el rápido cambio de imagen no es molesto, La persona que tiene el control del mando lo disfruta.
—Si no encuentras pronto algo que ver, voy a llamar a mi compañía de cable y a denunciarte por maltrato.
—Adelante —Di otro sorbo al vino. —Si no les gusta, que se *******.
—Nunca pensé que diría esto, pero estás muy sexy cuando estás enfadada.
—Estoy mucho más que enfadada.
—Soy un hombre muy afortunado —Tomó un trago largo de vino, y suspiró cuando me detuve en un canal en el que estaban emitiendo un documental.
—Siempre me he preguntado si los dinosaurios tenían el aspecto que creemos que tenían. Quiero decir, claro que podemos juntar los huesos. Pero, joder, por lo que sabemos, algunos de ellos podrían haber sido violetas.
Se rió.
—Estoy seguro de que hay gente a la que le pagan mucho dinero por pensar en ese tipo de cosas.
—A veces creo que me gustaría tener un trabajo más sencillo. Quizá me gustaría ser esa persona que se sienta junto al botón de emergencias. Quiero decir, en serio, aparte de los simulacros, ¿esa cosa se usa de verdad alguna vez? No lo creo.
—Dudo que haya alguien sentado junto a él.
—No arruines mi fantasía libre de estrés. Si no puedes contribuir a ella, cállate. —Miré la botella desde mi copa vacía, y fruncí el ceño. En realidad no necesitaba otra copa.
—¿Vas a contarme qué pasa?
—Hoy tenía que reunirme con Edward Morrison; estaba planeado desde hacía tiempo. Sin embargo, llamó hace un par de semanas y añadió a Jeff King a la reunión, y Jane no me lo dijo. Lo descubrí esta mañana. Apareció, tuvimos nuestra reunión y me pidió que cenara con él. Le dije que no.
—¿Por qué no me lo contaste? —me preguntó en voz baja, con la voz cargada de sorpresa y enfado.
—¿Qué? ¿Se supone que tengo que venir corriendo a contarte mis problemas? —contesté, y entonces me sonrojé ante el tono brusco de mi voz. —Fue menos estresante de lo que pensaba que sería, y mucho más doloroso —Me aclaré la garganta.
uncool.
Re: × desnudate para mi {capitulos}
Capitulo Ocho
{VI PARTE}
Joe me sirvió más vino, y lo miré a los ojos. Su rostro, hermoso y angelical, era una fotografía de la rabia. Observar cómo afrontaba su propia furia era una experiencia interesante. Celosa del control que tenía, me giré y me encogí de hombros.{VI PARTE}
—Que estuvieras en la misma habitación que ese bastardo me enferma.
—Es culpa mía. Si hubiera presentado cargos, incluso aunque hubiera quedado en libertad... —suspiré. —Aunque lo hubieran encontrado no culpable de asaltarme, dudo que Edward lo hubiera traído a Boston para la reunión de hoy.
—¿No le contaste a Edward lo que te pasó?
—No. Sabía que Jeff y yo no quedamos de buenas, pero creo que pensó que había sido por cuestiones profesionales. Dos meses antes de que ocurriera me ascendieron. A Jeff le molestó, y no era un secreto. Que yo tuviera más experiencia y conocimientos era lo de menos.
—Te tenía rencor.
Al principio sus comentarios parecían ser burlas con buena intención. Pero donde otros se hubieran detenido, él continuó. Nunca se me pasó por la cabeza que... que pudiera ser violento.
—Hasta que te violó.
—Sí —Tragué saliva con dificultad. Odiaba oír a Joe decirlo.
Joe habló de nuevo.
—Me gustaría pensar que puedo hacer que todo te vaya bien. Quiero creer que puedo hacerte olvidar que ese hombre ha existido alguna vez, pero sé que no está dentro de mis capacidades. Lo odio por haberte tocado de un modo que no podrá ser borrado, ni olvidado.
Sus palabras estaban muy medidas. Podía ver su frustración, y su rabia.
—Lo sé.
—¿Tienes hambre? —me preguntó.
—No—Dejé mi copa de vino. —¿Me llevas a la cama?
—¿Estás segura de que quieres eso, ahora?
—Es lo que necesito.
Se incorporó y me levantó del sofá. Lo seguí subiendo las escaleras, y deslicé mis manos en los bolsillos traseros de sus vaqueros. Se giró y me atrajo hacia él cuando nos detuvimos junto a la cama. Sus ojos eran oscuros y estaban concentrados en mi rostro mientras me sacaba la blusa del interior de la falda y la desabotonaba. Apartó la seda de mis hombros y la dejó caer al suelo.
Sus dedos desplazaron los tirantes de mi sujetador, y después se movieron alrededor para desabrocharlo. El cierre cedió fácilmente bajo sus dedos, y dejé que el sujetador cayera al suelo. Besándome suave y delicadamente el cuello, me desabrochó la falda y la bajó cuidadosamente hasta mis caderas. Era como ser desnudada por unas suaves manos invisibles. Tan cariñoso y cuidadoso era que hizo que el aliento se me quedara congelado en la garganta.
Salí del montón de ropa a mis pies, y lo aparté del camino,
—Joe.
—¿Si, _______?
—¿Qué estás haciendo? —le pregunté en voz baja, mientras se arrodillaba a mis pies, y besaba suavemente mi estómago.
—Desnudándote.
Me apoyé en sus hombros mientras me desabrochaba las sandalias y me las quitaba. Sus suaves dedos subieron por mis muslos y se deslizaron bajo los bordes de mis braguitas antes de agarrarlos y bajarlas. Tomé aliento profundamente mientras me las quitaba. Joe me había reducido a una chiquilla inconsciente solo desnudándome. Mi cuerpo estaba ardiendo, y mis pezones estaban tan duros que no tener sus manos sobre ellos era casi una agonía.
Me tumbé sobre la cama mientras se quitaba la camisa y se desabrochaba los vaqueros. Cuando se vio libre de los pantalones y los boxers, pude ver que desnudarme también lo había excitado a él. Su po.lla sobresalía gruesa y dura de su cuerpo. Dios, cómo amaba esa po.lla. ¿Lo amaba a él? No sabía si había cruzado la línea, pero parecía casi seguro.
Puso una rodilla sobre la cama, y después la otra. Lo miré, y su mirada se movió por mi cuerpo, y se detuvo en mi depilado sexo. Llevaba años sin rasurármelo para un hombre. Me había sorprendido que ni siquiera se me hubiera ocurrido. Sus dedos acariciaron mi vulva desnuda, y después bajó la cabeza y la hundió en mi carne húmeda y caliente.
Separé las piernas y pasé las manos por su cabeza mientras su boca se sumergía en mí. Joder, sí, pensé, no hay nada como un hombre que tenga una buena po.lla, y que pueda comerse un coño como si estuviera hambriento. Me moví bajo su boca, mientras alternativamente me penetraba y se movía rápidamente sobre mi clítoris con su lengua. Me introdujo dos dedos, y gemí por el placer.
Levantó la cabeza y lo miré. Sus dedos me penetraron profundamente, y observó la respuesta de mi cuerpo, mis caderas que no pudieron mantenerse quietas, mis manos sobre mis pechos, mi boca. Movió sus dedos y usó su pulgar para acariciar mi clítoris. Gemí y cerré los ojos.
—No, no cierres los ojos.
Los abrí de nuevo, aunque era difícil, y lo miré. Le daría cualquier cosa que quisiera, y ambos lo sabíamos. Me succioné el labio inferior de nuevo, y me arqueé contra su mano. Dios, estaba matándome... el cálido y dulce placer de sus dedos era increíble y agradablemente doloroso. Era ese tipo de dolor devastador que llega cuando el placer es demasiado intenso, y el deseo se intensifica hasta el punto en el que tu interior hierve.
—No te contengas —susurrón. —Cuéntame cuánto te gusta.
Liberé mi labio, y me pasé la lengua por la hinchada carne.
—Dios, Joe, me estás matando.
Se rió y miró la mesita de noche.
—No te muevas de aquí.
uncool.
Re: × desnudate para mi {capitulos}
Capitulo Ocho
{VII PARTE}
Me arquee cuando sacó los dedos de mi interior y dejó la cama para buscar un condón. No podía quedarme quieta. Me puse de rodillas y gateé hasta donde estaba él, junto a la cama. Cogí el condón de su mano, e hice que se girara para poder meterme su ***** en la boca. Era lo suficientemente grande para que fuera difícil que me cupiera más que el glande en la boca. Ayudándome con las manos, lamí y succioné tanto como pude meterme en la boca hasta que él se inclinó y, cuidadosamente, me sacó la *****.{VII PARTE}
Cuando miré su rostro, supe que sentía lo mismo que yo. Abrí el envoltorio del condón, y saqué el látex. Lo coloqué y apreté las piernas. Mi sexo se tensaba y relajaba alternativamente. Mi cuerpo sabía lo que vendría a continuación, y estaba más que preparado para acoger cada centímetro que él tuviera que ofrecer.
Me tumbé boca arriba y separé las piernas. Él se arrodilló en la cama, se acercó, y levantó mis caderas mientras presionaba la punta de su ***** en mi interior. Necesitaba que me penetrara.
Me besó en los labios mientras apoyaba en mí parte de su peso.
—¿Te has afeitado por mi?
—Sí.
—Genial.
—No debería importarme lo que pienses —admití mientras comenzaba a entrar y salir de mi interior. El cuidadoso roce de su cuerpo me hizo sentir desamparada y victoriosa, al mismo tiempo. La combinación era sorprendente y muy satisfactoria.
Me arqueé bajo su cuerpo, y acogí la profunda penetración de su pene con un jadeo.
—Sí.
—¿Quieres más? —me preguntó suavemente, y deslizó las manos bajo mi trasero. Inclinó mis caderas y se hundió más profundamente en mi interior.
—Fóllame —Me aferré a su espalda e inhalé con fuerza. —Cariño, por favor.
—Dímelo —Nuestras miradas se unieron en la tenuemente iluminada habitación.
Relajé las manos sobre su espalda, y me deslicé en la humedad de la misma.
—Quiero todo lo que tienes.
Y lo hizo. Lo deseaba de todos los modos posibles, y me pregunté brevemente cómo se había convertido en tanto para mí, en tan poco tiempo. Me abracé a él, y lo sostuve con fuerza mientras Joe me metía y sacaba la *****. La mezcla de cuerpos nunca había sido más primitiva, ni más perfecta. Me humedecí contra su invasión, y gemí por el placer.
uncool.
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