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Mensaje por uncool. Vie 15 Mar 2013, 10:34 pm

Capitulo Dos
{VII PARTE}
Cuando pude, me levanté del sofá y fui a la cocina a rellenar mi copa. Miré el teléfono y el contestador automático.
La luz indicadora de mensaje estaba parpadeando demencialmente. Pulsé el botón de "Reproducir". El aparato emitió un zumbido, y después no se oyó nada. Colgaron. Borré el mensaje y encontré dos más iguales antes de llegar al mensaje final. En el momento en el que Jane comenzó a hablar, sonreí.
«Será mejor que tengas un montón de cosas sucias y jugosas que contarme. Lo de mi amante lesbiana y mi amigo gay no tuvo éxito. Fui a Peach Tree con Susanne, pero cuando las mujeres empezaron a rondarme me cagué de miedo. Susanne tuvo que decirles que yo era su putilla».
—Qué carcelario —Eché un vistazo al aparato mientras Jane continuaba.
«Sí, sé lo que estás pensando. Pero si estuviéramos en la cárcel, definitivamente, querría una amante como Susanne. — soltó Jane. —Oh, y he estropeado mis zapatos nuevos, así que ya te imaginarás cómo me siento ahora».
Me lo imaginaba. Jane adoraba sus zapatos del mismo modo en el que yo adoraba mis bolsos. Me recordó una entrevista que tenía planeada para primera hora de la mañana, y después se cortó, seguramente por el límite de tiempo del contestador. Borré su mensaje y pensé en el resto de llamadas. Parecía que había llegado el momento de cambiar mi número de teléfono de nuevo.
Incomoda con la idea, caminé hacia el dormitorio mientras sorbía mi vino. Fui a mi escritorio, y me senté ante el ordenador. Me eché hacia atrás en la silla y observé cómo se descargaba el correo a mi bandeja de entrada. Había un email de Martin, y supuse que me había escrito para ver si había recibido la invitación de la boda. No le había escrito, ni había recibido ningún mensaje suyo, desde hacía más de seis meses. Habría sido difícil contactar con el después de percatarme de cuánto daño le había hecho al dejar Nueva York.
Abrí el email a regañadientes y suspiré. Como no había manera de que pudiera ira Nueva York para asistir a su boda, deseaba poder ignorar el mensaje y la invitación sin más. Pero no podía hacer eso: aquel hombre había sido el centro de mi mundo después de la violación. Se había ocupado de todo, e incluso ahora me era difícil imaginar cómo habría sobrevivido sin él. Nunca nadie pareció entender mi dolor y mi horror del modo en el que Martin lo hacía.
Cerré el mensaje y lo marqué para leerlo más tarde. Si lo ignoraba completamente, llamaría. Entonces tendría que decirle que no podía ir a Nueva York. De hecho, no había vuelto desde que me marché. Mis padres tenían que venir a verme en navidad y en los cumpleaños, aunque habían dejado claro que no les gustaba nada pasar la navidad en Boston.
Mi madre me había mandado dos cartas en cadena, un chiste y el boletín de su club de jardinería. Nunca había llegado a entender por qué pertenecía a un club de jardinería, pues vivía en un apartamento. Al parecer, ella pensaba que las macetas de su ventana contaban como jardín. Le eché un vistazo al boletín; sabía que no me lo habría mandado si no contuviera algo sobre ella. Lo encontré casi al final. Julia Witherspoon-Rothell estaba allí, en toda su gloria, con una brillante pala en la mano. El artículo afirmaba que había creado un huerto comunitario en Brooklyn.
Ya que los huertos comunitarios habían sido la pasión de mi madre desde hacía más de diez años, no fue una sorpresa. Pero era agradable, y en cierto modo divertido, verla allí, de pie con un mono de diseño y zapatilla de deporte blancas. Miré el reloj y fruncí el ceño. Era demasiado tarde para llamarla. Se iba a la cama con el sol, siempre lo hacía. Me terminé el vino, y fui a darme otra ducha.
Ahora que el deseo ocupaba un segundo plano, me irritaba haber respondido a Joseph tan intensamente. Para ser sincera, nunca había sido el tipo de mujer que se niega algo. Si lo quería, generalmente lo conseguía. Verme obligada a lidiar con mis necesidades era un ligero golpe a mi orgullo, sobre todo si esas necesidades habían sido provocadas por un hombre.
Mañana sería un nuevo día, un día que terminaría frente a Joseph Jonas, desnuda.
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Mensaje por uncool. Vie 15 Mar 2013, 10:45 pm

Capitulo Tres
{I PARTE}
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]

Entré en la galería Holman e intenté ignorar a las dos secretarias de la planta de ventas que estaban mirándome descaradamente. Toda la maldita galería se había enterado del trato que había acordado con Jonas. Era difícil decidirse entre estar cabreada por ello o complacida.
Jane estaba esperándome fuera de mi despacho, y el resto del equipo estaba merodeando cerca de su escritorio. Pase a su lado, cogí el café que me ofreció e intenté sonreírle mientras entraba en mi oficina y cerraba la puerta con firmeza tras ella.
Manteniendo la falsa sonrisa en mi rostro, miré a Jane directamente a los ojos.
—Si le cuentas a alguno de esos traidores de ahí fuera lo que voy a decirte ahora, te mataré y destrozaré tu cadáver en la trituradora de papel.
Jane levantó la mano haciendo la señal universal de honor de los scouts, símbolo en el que nunca he confiado.
—Prometo no contar nada a los traidores. Sin embargo, si no empiezas a hablar pronto, voy a morirme.
—Vale. Me desnudé, me dibujó, y después me puse la ropa y me marché.
Jane frunció el ceño.
—Eso no merecía mi promesa.
—Fue sólo un acuerdo comercial —Me senté en mi escritorio, y suspiré mientras empezaba a sonrojarme. —Un acuerdo tan íntimo que, cuando terminó el tiempo, lo único que quería era salir pitando de allí.
— ¿Hizo algo raro?
Levanté la mirada y chasqueé la lengua ante su expresión indignada.
— ¿Por qué lo preguntas? ¿Es que vas a ir a darle una paliza si lo hizo?
—Quizá.
—No, no hizo nada raro —suspiré. —Lo único que hizo fue sentarse en el suelo y dibujar.
—Oh —Jane se sentó y miró un momento la zona de trabajo, antes de centrar sus ojos en mí. — ¿Vas a volver hoy?
—Sí.
— ¿Te estás comportando así solo porque estás nerviosa, o de verdad pasas de todo esto?
—Bueno —suspiré, y me detuve a pensar antes de responder. —Vale, es halagador que un artista conocido internacionalmente se sienta inspirado por mí.
— ¿Te dijo que lo inspirabas?
—Sí.
Dejó escapar un silbido, y negó con la cabeza.
—Guau. ¿Y eso no hizo que tu ego explotara?
—Bueno, no pude discutirle —Encogiéndome de hombros, dejé caer mi mirada hasta el escritorio frente a mí. —Es un hombre increíble, a pesar de haberme tendido una trampa para obligarme a posar para él.
—Ojalá un artista famoso y demencialmente sexy me tendiera una trampa para que me desnudara para él.
Me reí mientras se levantaba.
—Ten cuidado con lo que deseas
—¿No pasó nada?
—Ese hombre tiene algo.
—Sí, los hombres que son guapísimos y ricos siempre tienen algo.
Me reí y agité la cabeza.
—Es arrogante y dominante. Admito que lo encuentro atractivo. Habría que estar muerta para no hacerlo —Cogí un bolígrafo y lo golpeé suavemente contra el cristal de mi escritorio.— Me gustaría tener un escritorio de madera.
—No pegaría con el resto de la oficina.
Arrugué la nariz.
—No me importa.
—Lo que más odio es que no puedo quitarme los zapatos. Cualquiera que se acercara a mi escritorio lo vería —Cruzó los brazos sobre su pecho, y suspiró. —No tengo intimidad.
—Creo que ése es el objetivo de Milton —Señalé la zona de trabajo. —Echa un vistazo ahí fuera, lo único que se ven son piernas. Por eso el noventa por ciento del equipo son mujeres.
—Y por eso es por lo que yo uso pantalones. No quiero que se pase el día mirándome las piernas —Se giró en su asiento para mirarme de nuevo. —¿No pasó nada?
Su expresión escéptica me divertía. De repente, deseé tener algo para contarle.
—Bueno, me dio un tirón en la pierna, y él me la masajeó —Me encogí de hombros. —Fue un perfecto caballero.
—Pues vaya asco.
—Sí —asentí, y después la miré. Estaba sonriendo. —Yo no he dicho eso.
—Ya no puedes retirarlo, demasiado tarde.
—Son solo negocios.
—Ah, joder, venga. Estuviste desnuda ante ese hombre tan atractivo, y lo único que hizo fue dibujarte. Al menos podrías haberme dicho que dibujó sobre tu cuerpo. Me hubieras alegrado el día. —Jane suspiró, y cruzó los brazos sobre su pecho de nuevo. —Ese hombre es, probablemente, el ser humano más sexy de esta ciudad.
Riéndome, negué con la cabeza, y después sorbí mi café.
—Todo fue totalmente decente.
Jane miró hacia la zona de trabajo, abatida.
—¿Puedo contarle a Tetas Falsas que ese hombre te adoró durante horas?
Miré un momento a Sarah y sonreí de oreja a oreja.
—Tienes que dejar de llamarla así. Un día se te va a escapar y se lo vas a soltar en la cara.
Jane se levantó y caminó hacia la puerta.
—¿Cómo puedo vivir a través de ti, si tú no tienes vida?
Cerró la puerta a su espalda, dejándome sentada allí, digiriendo sus palabras. Aunque no había sido su intención, su observación sobre mi carencia de vida me había dolido. Jugueteé con un bolígrafo, lo golpeé contra mi escritorio, y consideré el agujero que había en mi vida personal. No podía ignorar el hecho de que apenas había tenido un par de citas en un año. Dos de ellas habían sido citas a ciegas, unas citas a ciegas que habían terminado tan mal que apenas podía soportar pensar en ellas.
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Mensaje por uncool. Vie 15 Mar 2013, 10:46 pm

Capitulo Tres
{II PARTE}
Eché un vistazo a mi teléfono cuando empezó a sonar. Lo descolgué.
—______ Rothell.
—Soy yo.
—Buenos días, Milton —Me mordí el labio para evitar gruñir en voz alta. Solo me llamaba cuando quería discutir conmigo sin tener que mirarme a los ojos. Lo que significaba que iba a pedirme algo totalmente desmesurado.
—¿Cómo fue tu reunión con el señor Jonas?
—Llegamos a un acuerdo —De ningún modo iba a darle a aquel troglodita los detalles de cómo, o cuando, me desnudaría. Ya era lo suficientemente raro pensar en la palabra "desnuda" cuando él estaba alrededor.
—Bien —Se produjo una larga pausa, y entonces fue directo a la razón por la que estaba llamando. —Tienes una cita con Lisa Millhouse. Llévate a Sarah contigo. Será una buena experiencia para ella.
—Lisa Millhouse no tolera a los extraños —Miré el escritorio de Sarah y la encontré mirándome fijamente. —Llevar a tu juguetito podría arruinar la relación profesional de la galería con una artista con la que el mundo del arte está muy excitado.
Milton soltó un gruñido.
Debería aprender a guardar mis opiniones para mí misma. Milton Storey había estado intentando que me despidieran desde que la junta de dirección de la galería me contrató. Odiaba las exposiciones que yo organizaba, consideraba que el trabajo de Lisa Millhouse era pornografía, y aprovechaba cualquier oportunidad para sabotear el contrato que la galería tenía con ella. Su contrato había sido mi primera tarea en la galería, y conseguir que firmara había afianzado mi lugar en Holman. Nuestra junta llevaba detrás de su trabajo mucho tiempo.
—Te llevarás a Sarah —insistió.
—No lo haré —respondí, tranquilamente. —Si perdemos el contrato de Millhouse, y nos quedamos con un ala vacía este verano, la junta esperará que sea por una buena razón. Y hasta donde yo sé, satisfacer a tu última conquista no podría considerarse una buena razón.
Me colgó el teléfono. Aquella era su respuesta habitual cuando se acordaba de que estaba a solo cinco meses de quedarme con su puesto. No debería habérselo restregado en las narices, y haberlo hecho me haría sentirme malévola y cruel. Aun así, era difícil no ser cruel con alguien que me sacaba de quicio.
Sequé mi taza de café y tiré la toallita de papel a la basura. La sala de descanso estaba hecha un desastre, como siempre. Se me ocurrió que, si la gente de la oficina se comportaba en su casa igual que en la zona de descanso, entonces no tenía interés en ser su Invitada. Suspiré y me apoyé en la encimera. Se habían colocado varios carteles por el tema de la limpieza y habían sido totalmente ignorados. A esas alturas tenía dos opciones: cerrar la sala de descanso, o hacer que la empresa de limpieza incluyera aquella habitación en su rutina.
Era irritante pensarlo. Para conseguir una sala de descanso limpia tendríamos que pagar quinientos dólares más al mes. La puerta se cerró de un golpe y levanté la mirada. Sarah estaba frente a mí, mirándome fijamente, en silencio. Parecía que, por fin, se había decidido a enfrentarse conmigo.
—Sarah.
—Tengo planes, y tú estás interfiriendo en ellos —Cruzó los brazos sobre su pecho, y tensó la mandíbula sin dejar de mirarme.
Bueno, al menos había ido directa al grano. Me aseguraría de hacerlo yo también.
—Tengo planes para esta galería, y estos no incluyen dejar que una asesora sin experiencia trate con clientes que son imprescindibles en nuestras instalaciones.
—¿Tus planes incluyen follarte a todos los artistas que firmen con esta galería?
—No. Mis planes profesionales no incluyen sacrificar mi dignidad, ni mi amor propio —Vi que sus mejillas enrojecían, y que sus ojos se abrían de par en par. —Soy tu supervisora, y te vendría bien recordarlo la próxima vez que decidas tener una conversación conmigo. Holman es una institución profesional, y se exige un comportamiento también profesional entre sus empleados.
Se giró bruscamente y abrió la puerta para maullarse.
—De acuerdo.
La observé mientras se marchaba, irritada. Jane sacó la cabeza por la puerta y miró su reloj.
—Lisa Millhouse está esperándote.
—Lo sé.
—No dejes que Tetas Falsas te saque de quicio.
Me reí y cogí mi taza de café de la encimera. Jane me entregó los planos para la exposición de Lisa y mi maletín, a cambio de la taza.
—Gracias.
—A mandar —Miró a su espalda y se encogió de hombros. —¿Sabes? Si estuviéramos en el instituto me ofrecería para patearle el trasero en los cuartos de baño.
—Si estuviéramos en el instituto, podrías quedarte mirando mientras yo le pateo el trasero en el baño —Sonreí mientras ella se reía. — ¿Ha confirmado el señor Brooks su asistencia a la reunión de esta tarde?
—Sí.
Lisa estaba en el porche con una taza de café en la mano cuando me crucé en su camino. La primera vez que la vi estaba tras el cañón de una pistola de paintball. Tardé tres semanas en ganarme su confianza, y aún me mostraba algo de aprensión. Pero, como aparentemente veía a todo el mundo de ese modo, no me lo tomaba como algo personal.
Su trabajo era provocativo y sensual de un modo que resultaba casi violento. En su pasión no había tranquilidad. Saqué el proyecto de su nueva exposición del asiento trasero del coche y la saludé con la mano. Asintió brevemente en mi dirección y volvió al interior de la casa.
Entré y la descubrí en la cocina, sirviéndome una taza de café. La acepté y coloqué el tubo del proyecto en la mesa de su cocina.
—Tienes cara de no haber dormido.
Lisa se encogió de hombros y se sentó a la mesa.
—Los sueños son peores en verano. No sé porqué.
Aparte de su truculento divorcio, sabía muy poco sobre ella. Pero lo sabía todo sobre los sueños, al menos sobre los míos.
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Mensaje por uncool. Vie 15 Mar 2013, 10:46 pm

Capitulo Tres
{III PARTE}
Me pregunté si sus sueños la enfermaban de rabia y miedo, ¿Vagaría por su casa comprobando ventanas y puertas? Lisa era un misterio en muchos sentidos, y una parte de mí quería sacarle todo el dolor y desecharlo lejos de ella. Aun así, sabía que algunas personas usan el dolor como combustible. Como combustible para la pasión, la rabia, y la vida. ¿Qué sería de Lisa sin su dolor?
Me senté y saqué los planos del proyecto del tubo.
—Tengo al equipo de constructores esperando para empezar a trabajar en el espacio de la exposición. Quería asegurarme de que te gusta todo, antes de empezar.
Se inclinó sobre los planos y los estudió cuidadosamente. Después de un par de minutos, asintió.
—Es bueno. Me gusta el modo en el que fluye el espacio... —Hizo una pausa, y después asintió. —Tengo una pieza que es perfecta para el centro. Será la obra más importante de la exposición.
—Perfecto —Me eché hacia atrás en la silla y fruncí el ceño ante el café que me había dado. —Deberías saber que Milton ha decidido usarte contra mí.
—La política laboral apesta —se sentó. —Estoy contenta contigo y con la galería Holman. Y estoy dispuesta a colaborar en lo que sea que tengas que hacer en los próximos meses para asegurarte tu puesto de trabajo.
—Te lo agradezco.
—Pero no puedo prometerte que no vaya a liarla.
—Lo sé.
—Además, es divertido contrariar a un tipo como Milton Storey —Sonrió de oreja a oreja, y chasqueó la lengua. Supongo que voy a tener que comprar más munición para mi pistola de paintball.
—Que Dios nos ayude —Sonreí tras mi taza de café. No iba a animarla a actuar, pero tampoco iba a decirle lo que tenía que hacer.
—Me he enterado de que estás posando para Joseph Jonas.
Diablos. Esperaba poder evitar hablar de él.
—Sí, ¿cómo lo has sabido?
—Me llamó esta mañana, por un cargamento de palo de rosa que compramos juntos la semana pasada. Joe es tan amable que me avisa cuando los repartidores van a pasar por aquí —Me miró y se rió. —Es muy atractivo, ¿no crees?
—Supongo —Me encogí de hombros. Joseph era tan guapo como puede llegar a serlo un hombre, y ella lo sabía.
—Además tiene mucho talento. Hay pocos artistas que puedan captar la esencia de alguien como tú, ______. Me muero de ganas de ver el resultado.
—Su exposición se inaugurará tres semanas después de la tuya, y ocupará toda la planta alta del ala norte —Lisa se levantó, se acercó a la cafetera y rellenó su taza. —¿Puedo hacer algo más por ti?
—No, creo que al final voy a dormir un poco. ¿Quieres ver lo que he hecho hasta ahora con la pieza principal de la exposición?
Me levanté y asentí.
—Por supuesto.
La seguí por la puerta trasera de la casa, a través del pequeño patio, hasta el cobertizo que usaba como estudio. Una enorme escultura de bronce se levantaba en el centro. Sus líneas femeninas me golpearon inmediatamente. Gritaba dolor y caos emocional. Miré a Lisa un momento, perturbada por la honesta y fiera emoción que emanaba la escultura. La silueta femenina estaba arrodillada, protegiéndose la cabeza de una amenaza invisible.
—Es maravillosa —Tenía una belleza cruel.
Queriendo huir de ella desesperadamente, cerré los ojos un momento. Sin querer hacerlo, pero sin poder evitarlo tampoco, me concentré en la escultura de nuevo, y tragué un duro nudo de angustia.
—Gracias.
—Lisa, ¿estás segura de que quieres que se exhiba al público?
Busqué su mirada, y encontré el dolor de la escultura en sus ojos.
—Sí.
Asentí y dejé que mis ojos vagaran sobre la obra una vez más.
—¿Cómo la llamarás?
—"Punto crucial".
Asentí de nuevo, y me aclaré la garganta.
—Tienes razón. Será perfecta como obra principal —Comprobé mi reloj, consciente de que estaba buscando una vía de escape. —Tengo una cita dentro de una hora, será mejor que vuelva.
Lisa chasqueó la lengua.
—Un día, _____, tendrás que liberarte de esa coraza que te has creado.
La miré.
—¿A qué te refieres?
—Amas el arte. Pero aun así, te sientes avergonzada e incómoda por los sentimientos que provoca en ti —Inclinó la cabeza. —¿Por qué escondes tu pasión?
No tenía respuesta para esa pregunta. Suspiré, dejé que mis ojos se posaran en la escultura por última vez, y después salí del cobertizo. Lisa no me siguió, y yo no lo esperaba. La escultora era una de esas personas que entienden el valor de la privacidad personal. Valoraba la suya tanto como sabía, innatamente, cuando otra persona se sentía invadida, y necesitaba estar a solas.
Durante el camino de vuelta a la ciudad apagué la radio. O el ruido era demasiado estimulante, o yo estaba hipersensible. Cuando volví a la galería ya había pasado la hora de comer, y me quedaban solo diez minutos para prepararme para la reunión con la junta de dirección, que había sido programada haría casi un mes. Me apresuré a través de la galería y subí las escaleras que llevaban a la zona de administración.
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Mensaje por uncool. Vie 15 Mar 2013, 10:47 pm

Capitulo Tres
{IV PARTE}
Jane estaba esperándome allí, junto a las escaleras, con una galleta con trocitos de chocolate, una taza de café y mi agenda para la reunión. Cogí la galleta mientras me seguía por la zona de trabajo hasta la enorme sala de reunión. Dos miembros de la junta ya estaban allí.
—Recuérdale al señor Storey la reunión, Jane.
Jane asintió después de colocar mi café sobre la mesa.
—Por supuesto.
James Brooks, el presidente de la junta de dirección de la galería, estaba sentado frente a mí, al otro lado de la mesa, mirando mi galleta.
—No voy a darte un trozo.
Se rió.
—Tienes suerte de que me gusten las mujeres tacañas.
Aquello era verdad. Su ex-mujer era tan agarrada con el dinero que podría haber hecho que Abraham Lincoln se levantara de la tumba pidiendo un poco de alivio. Se habían divorciado de modo amistoso hacia más de un año. Bajé la mirada y sonreí a Cecilia. A menudo me preguntaba cómo se las habían arreglado para continuar siendo tan jodidamente amigos. Dividí la galleta por la mitad, y le ofrecí un trozo de buena voluntad. El muy malvado la cogió inmediatamente. Mordisqueé mi mitad, y le eché un vistazo a la agenda.
— ¿Ya has leído el contrato final de Joseph Jonas, James? —pregunté esperando no parecer demasiado petulante.
—Oh, sí. Estamos muy satisfechos con el contrato. El señor Jonas raramente ofrece sus obras fuera de su propia galería.
No tenía opción. Su galería no puede acoger su nueva exposición. Diez de las veintidós piezas que ya tiene pesan más de cien kilos —Me terminé la galleta, y cogí mi café. — ¿Te has enterado del resto?
—Oh, sí —James sonrió mientras la puerta se abría y los otros tres miembros de la junta entraban, seguidos por Milton. —Estoy ansioso por ver lo que hace.
Sí, yo también estaba ansiosa. Miré la mesa, e intenté no pensar en que mi jefe y el resto de gente con quien había trabajado iban a ver mi trasero desnudo e inmortalizado en alabastro. Era una puta pesadilla.
La junta de dirección de la galería Holman estaba compuesta por cinco personas: James Brooks, Cecilia Marks, la doctora Natalie Monroe, su marido, Cari Monroe, y Victor Ford. Podía contar con los dedos de una mano el número de veces que los tres últimos habían hablado. En secreto, los llamaba el Trío Silencioso. Honestamente, nunca he sabido si estaban demasiado aburridos para responder, o si es que se comunicaban telepáticamente. Quizá estaban planeando dominar el mundo.
No tuve que preguntarme demasiado tiempo qué era lo que Milton iba a decir a la junta. Justo cuando se sentó, comenzó a hablar.
—Como saben, la señorita Rothell firmó con Joseph Jonas ayer —Los miembros asintieron. Me eché hacia atrás en la silla, y esperé el resto. —Además, ha acordado posar para él desnuda. Considero que esto es inapropiado. Además, considero que el trabajo del señor Jonas es demasiado crudo para la galería Holman.
—La última exposición de Joseph Jonas proporcionó a la galería que la alojó comisiones por valor de diez millones de dólares —respondí. —Y en cuanto a mi decisión de acceder a la petición del señor Jonas para que pose para él… —Hice una pausa, y pensé en mis siguientes palabras detenidamente. —Es tanto un honor como un privilegio ser considerada merecedora de posar para su trabajo. Creo que la pieza añadirá un toque especial a nuestra exposición, y que servirá para consolidar nuestra relación con el artista. Cuanto más satisfecho quede con esta exposición, más probable será que recurra a nosotros para la siguiente.
—La subdirectora de esta galería no debería pavonearse por desnudarse ante uno de nuestros artistas contratados —me espetó Milton.
—Yo no me pavoneo —le contesté.
—______ está ocupándose bien de este asunto, y dejaremos que trabaje en ello como crea conveniente. Ahora, ¿cómo va lo de Lisa Millhouse? —James cogió una servilleta y se quitó las migas de gallega de su pulcra y cuidada barba.
—Ha aprobado los planos para su proyecto en el ala este, esta misma mañana. Haré que el equipo de constructores comience a trabajar inmediatamente. Cuando tengamos la sala preparada sacaremos las obras de nuestro almacén. Tendremos que recoger la última pieza para la exposición en su estudio —Pasé de página en la agenda.
—Bien —James miró alrededor de la mesa, y después se concentró en mí. —Ahora, cuéntanos tu idea.
—Me gustaría reabrir el ala sur de la galería y alojar una serie de exposiciones de estudiantes locales.
—¡Eso es ridículo! —interrumpió Milton. Resopló y me miró. —No podemos financiar un proyecto así.
Suspiré y miré a Milton un momento, antes de dirigirme a James.
—Este proyecto beneficiaría a la galería en varios aspectos. Por una parte, atraería clientes potenciales. Ningún padre se perdería una exposición de su hijo en una galería de arte. Y por otra parte, esto fortalecería nuestra reputación frente a la comunidad, como patrocinadores líderes de organizaciones juveniles y escuelas de arte.
—¿El ala sur entera? —preguntó Milton. —La hemos mantenido cerrada durante seis meses para ahorrar dinero.
—Exacto, está vacía, cuando podría estar siendo utilizada para algo muy provechoso —Me mordí la lengua para evitar seguir hablando.
—Me gusta.
Miré a Cecilia Marks, la antigua señora Brooks. Era mecenas de arte, y una experta en cuestiones sociales. Había hecho que mi mudanza a Boston resultara más fácil, y le debía mucho. Su aprobación significaba mucho para la junta, y para mí misma.
—Sí. A mí también me gusta. Puedes empezar a contactar con las escuelas para comenzar a dialogar con los profesores de arte —dijo James.

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Mensaje por uncool. Vie 15 Mar 2013, 10:47 pm

Capitulo Tres
{V PARTE}
Milton me siguió hasta mi oficina, y cerró de un portazo.
—Por si no te has dado cuenta, yo sigo siendo el director de esta galería.
Me froté la frente y me senté.
—La decisión ya se ha tomado, Milton. No hay nada más que discutir.
—Voy a hacer que te arrepientas de haber venido a Boston, Rothell.
Yo ya me arrepentía de haberlo conocido, pero supongo que no era a eso a lo que se refería. Salió de mi despacho hecho una furia.
—¿Y bien?
—Han dicho que sí.
—Genial —Jane sonrió y se sentó en una de las sillas para invitados. —Me alegro muchísimo.
—Cuando Milton se haya ido, voy a asegurarme de que consigas todo el crédito por la idea. Me jode haber tenido que esconderlo hoy. —lo último que quería era llevarme el mérito por su idea.
Jane sonrió, y después miró la zona de trabajo.
—Si Milton se enterara de que yo tengo algo que ver, haría que mi vida fuera un infierno. Así que gracias.
Asentí, y me pregunté cómo se sentiría Jane en agosto, cuando la recomendara para mi puesto. Se lo merecía, pero no iba a decírselo hasta que la junta lo aprobara. Miré mi reloj con el ceño fruncido. Sólo me quedaban dos horas antes de meterme otra vez entre las garras de Joseph Jonas. Nos quedamos en silencio un momento, perdidas en nuestros propios sentimientos, y después Jane suspiró.
—Deberías acostarte con él.
Sorprendida, la miré.
—Por el amor de Dios.
Jane sonrió de oreja a oreja.
—Sé que no me vas a creer, pero una ***** bien colocada sería un modo perfecto de sanar todos tus males.
—Yo no tengo males.
—Lo que tú digas —Jane se calló, luego se levantó. —Si me entero de algo sobre los planes del señor Storey, te lo contaré.
Una ***** bien colocada, sí. Repetí la frase en mi cabeza, y asentí en silencio. Apreté los muslos e intenté ignorar la sensación de vacío de mi vientre. No sabía por qué Joseph me hacía sentir vacía, pero tenía la impresión de que él mismo podría llenarme a la perfección.
El teléfono me sacó de lo que se había convertido en una ensoñación obscena. Lo cogí y me eché hacia atrás en la silla mientras acercaba el auricular a mi oreja.
—_____ Rothell.
—Buenas tardes, _____ —Su voz era suficiente para convertir mi estómago en papilla.
Le di la espalda a la zona de trabajo.
—Señor Jonas.
Él se rió.
—¿Te gusta la comida china?
—Me gusta —Enrollé mi dedo alrededor del cable del teléfono, y miré por la ventana.
—Bien, entonces cenaremos eso.
—¿Por qué no me dejas fuera de esto, y encuentras otra mujer que esté dispuesta a posar? —Me mordí el labio, porque de repente había descubierto que no quería dejar de posar para él. Era un estado extraño, me sentía excitada, y recelosa a la vez.
Joseph se quedó en silencio un momento.
—Si permitiera que dejaras de posar para mí te estaría haciendo un flaco favor. ¿No estás cansada de vivir a medio gas?
Cerré los ojos y me mordí el labio. Estaba mostrándome el cebo, esperando que yo picara y me descubriera. Finalmente, respondí:
—Te veré a las seis.
—Te estaré esperando.
Colgué el teléfono y suspiré. El hecho de que un hombre como Joseph Jonas fuera a esperarme era duro de tragar. Había llegado a mi vida como una fuerza de la naturaleza, y yo sabía que nunca volvería a ser la misma.

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Mensaje por uncool. Vie 15 Mar 2013, 10:49 pm

Capitulo Tres
{VI PARTE}
—No sueles venir así a menudo.
El tono de Demi era neutro, pero yo podía oír la curiosidad en su voz. Debía de haber sonado como una psicópata cuando la llamé por teléfono menos de veinte minutos antes y le supliqué que me dejara verla.
Me encogí de hombros y agité la cabeza.
—Hay un hombre.
—Ah.
Irritada, empujé la palanca del reclinable y crucé los tobillos en el reposapiés.
—Es exigente y prepotente.
—Y a ti te gusta.
—Sería imposible que no me gustara —admití, con desagrado. —Es encantador, atractivo, y...
—Exigente.
La miré y me encogí de hombros.
—Sí, exigente.
—¿Le tienes miedo?
—No.
—¿Estás segura?
—Sí, por supuesto, estoy segura —Fruncí el ceño y aparté la mirada. —Estoy segura.
Demi suspiró.
—¿Estás diciendo eso porque quieres que sea verdad, o porque crees que es lo que yo quiero oír?
—Es la verdad. Lo último en lo que pienso cuando lo miro es en lo que me pasó en Nueva York.
—¿En qué piensas, entonces?
—En sexo. En sexo duro, e incesante.
—¿Cómo te sientes al desearlo?
—Es difícil de explicar. Quiero decir, no es que sea el primer hombre que me atrae sexualmente— Me mordí el labio.
—¿Es la primera vez desde que fuiste violada?
—Por supuesto que no, también estuvo Martin —Presioné los labios y la miré. Su incredulidad era obvia. —Estuve con él casi seis meses, antes de dejar Nueva York.
—Sí, te pasaste seis meses escondiéndote en la relación con tu amigo Martin.
Es irritante darle dinero a alguien que no está dispuesto a estar de acuerdo contigo ni siquiera la mitad de las veces.
—Esta bien, de acuerdo, quizá no me sentía tan atraída por Martin como debía.
—¿Y tu reacción con este nuevo hombre, después de dos años de celibato, cual es?
—Me deja sin aliento —susurré. —¿Sabes? Es como las cosas que pasan en las novelas románticas. Nunca había sentido esto por nadie, en toda mi vida. Es más que deseo. Es más que cualquier cosa que pueda definir, y apenas lo conozco.
—¿Y quieres conocerlo mejor?
—Sí —Fruncí el ceño, y negué con la cabeza. —Pero hay algo más.
—Déjalo salir, _____.
Me incorporé y empujé el reposapiés hacia dentro. Nerviosa, me levanté y me alejé del reclinable.
—No hay nada tierno o cariñoso en el modo en el que lo deseo.
—A veces el sexo es sucio y violento.
—Sí —Cerré los ojos, y tomé aliento profundamente. —¿Cómo puedo siquiera pensar en sexo después de lo que me pasó?
Demi hizo una pausa, y después asintió.
—Entiendo —Cerró la carpeta que había sobre su escritorio, y entrelazó sus manos sobre ella. —El modo en el que respondes a tu atracción por ese hombre no tiene nada de malo. El deseo sexual puede manifestarse de muchas formas distintas.
—No quiero ser una de esas mujeres que necesitan ser forzadas y violadas para disfrutar —Me giré y la miré.
—No lo eres.
—¿Estás segura?
—¿Tú no? —me preguntó en voz baja. —Nadie reacciona a una violación del mismo modo, _____. Tú sobreviviste, has hecho todo lo que has podido por superarlo, y deberías sentirte orgullosa por ello.
—Esta bien —asentí, y volví al sillón. —Entonces, ¿el hecho de desear que este hombre me empuje contra una pared y me folle a lo bestia no me convierte en un bicho raro?
—Piensa en los tipos de sexo de los que disfrutabas antes de ser violada. ¿Realmente es tan diferente lo que deseas con este nuevo hombre? ¿Cuál era tu amante ideal antes de la violación? —Hizo una pausa, e inclinó la cabeza. —¿Hiciste las tareas que te indiqué?
—Todavía no.
—Como esto no es una sesión que hubiéramos planificado, lo dejaré pasar por el momento. Háblame de sexo durante el tiempo que nos queda.
—Supongo que era como el resto de mujeres —Me encogí de hombros, y crucé los brazos sobre mi pecho. —Verás... Soy alta, para ser mujer, así que siempre he encontrado atractivos a los hombres más altos que yo. Con manos fuertes pero cariñosas, activos, y por supuesto, con una buena polla —Me reí por lo bajo, y me encogí de hombros. —Quiero decir, algunas mujeres dicen que eso no importa.
—¿Y tú no estás de acuerdo?
—No. El tamaño importa. Importa mucho. Siempre he disfrutado de los hombres que se sienten cómodos con sus cuerpos, y con el cuerpo de una mujer. Nunca me ha gustado la dominación extrema, pero en el pasado me gustaban los hombres que eran fuertes y activos. Entregar tu placer a otra persona es algo realmente fantástico. No tiene nada que ver con la dominación.
—Se trata de confianza.
—Sí —Me relajé en el sillón un poco más. —De acuerdo, no soy un bicho raro.
—No —Demi se rió. —Y tampoco lo serías si te gustara que te ataran y te azotaran. No hay nada malo en los juegos de dominación, siempre que las personas involucradas sean mayores de edad, lo encuentren placentero y nadie sea dañado permanentemente.


Última edición por Lisset. el Sáb 16 Mar 2013, 2:38 pm, editado 1 vez
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Mensaje por uncool. Vie 15 Mar 2013, 10:49 pm

Capitulo Tres
{VII PARTE}
«Dañado permanentemente». Por un momento, aquellas palabras giraron en mi cabeza. Me había visto obligada a aceptar, hacía algún tiempo, que lo que Jeff me había hecho me había cambiado, y que, sin importar cuánto lo intentara, él estaría conmigo el resto de mi vida. Había invadido mi alma tanto como mi cuerpo, y nada que pudiera decir podría cambiar eso. Nada.
Lo único que podía hacer era dejar sitio en mi vida, y en mi mente, para otras experiencias. Si Demi me había enseñado algo, era que el pasado no podía ser ignorado. Y, lo que era más importante, que no podía aplazar mi futuro para siempre. Había estado canalizando toda mi energía y ambición en la galería, y estaba empezando a cosechar los frutos de mi trabajo.
Con mi objetivo profesional a la vista, mi vacía vida personal parecía dominarme cada vez más.
—¿Qué estás pensando, _____?
—No quiero que Jeff King dicte cómo debo vivir el resto de mi vida, y parece que eso es lo que está pasando.
—Explícate.
—No quedo con los hombres que me atraen sexualmente porque no quiero arriesgarme a verme involucrada sexualmente. He hecho muchos planes para mi futuro y mi carrera profesional, pero ninguno para mi vida personal. N i siquiera me permito pensar en tener un marido, o niños. Ni siquiera en un plazo de cinco, o diez años.
—Y crees que eso te convierte en alguien anormal.
Crucé los brazos sobre mi pecho, y negué con la cabeza.
—No. Pero antes de ser violada, podía imaginarme a un hombre, y a niños, en mi futuro. Ahora ni siquiera pienso en eso.
—Has estado sanándote durante todo este tiempo, ____. Concentrarte en que tu carrera te ha proporcionado un buen modo de controlar tu vida. Necesitas ese control, ambas lo sabemos. Involucrarte con una persona, con otro hombre, te despoja de parte de ese control.
—¿Alguna vez estaré preparada para eso?
—Por supuesto.
Me reí suavemente.
—Hablas de ello como si fuera un hecho. Pero sé que hay mujeres que nunca lo superan. Terminan encerradas en su apartamento, con miedo a salir, temerosas de confiar incluso en ellas mismas.
—Vas por buen camino, _____.
Asentí.
—De acuerdo.
Salí del edificio donde estaba la consulta de mi terapeuta y saqué mi teléfono móvil. Había vibrado dos veces mientras estaba en la sesión. Ambos números eran desconocidos. Me pregunté por qué seguía parpadeando la identificación de la llamada, y entonces comenzó a sonar de nuevo. Era un número desconocido, otra vez. Frunciendo el ceño, pulsé "Aceptar" para contestar la llamada.
—¿Diga?
—¿Cómo estás, _____?
Cerré los ojos y abrí la puerta del coche con mano temblorosa. Segura tras las puertas cerradas del automóvil, me obligué a contestar.

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Mensaje por uncool. Vie 15 Mar 2013, 10:50 pm

Capitulo Tres
{VIII PARTE}
—Jeff.
—He estado pensando en ti.
—Es gracioso, porque yo estoy pagando un pastón para que me ayuden a olvidar que tú existes —respondí, y me sentí, por el momento, orgullosa de no haber empezado a llorar. —¿Cómo has conseguido este número?
—Ese será mi secreto, por ahora. Me gustaría verte.
—No.
—Somos adultos, civilizados y educados. Queda conmigo.
Oír su voz era doloroso, casi en un sentido físico. Podía recordar el mordisco de sus dedos en mi brazo, las duras palabras con las que me dijo que me haría más daño si me resistía. Pero más que el recuerdo del daño físico, era la traición de nuestra amistad y mi confianza lo que me dolía. Antes de que ocurriera, consideraba a Jeff King mi amigo. Ahora era una pesadilla viviente, y cada vez que se metía en mi vida me recordaba exactamente lo ******* que había sido.
—La respuesta es no, y seguirá siendo no —Las palabras salieron de mi boca fuertes y convincentes. Al menos mi voz no estaba traicionando lo que sentía realmente en mi interior.
Con cuidado, colgué la llamada y apagué mi teléfono móvil.
Era como si todo el mundo estuviera decidido a hacerme la vida tan difícil como fuera posible. Avergonzada por haber desarrollado repentinamente manía persecutoria, arranqué el motor y me adentré en el tráfico.
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Mensaje por uncool. Vie 15 Mar 2013, 10:56 pm

Capitulo Cuatro
{I PARTE}
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Estaba, una vez más, frente al estudio de Joe. El viaje hasta allí no me había relajado demasiado. La voz de Jeff aún me daba vueltas en la cabeza, y casi podía oler su aftershave. Me froté la cara, sin preocuparme por el daño que podrían hacer las húmedas palmas de mis manos en mi maquillaje.
Como la cobardía no era una opción, salí del coche y conecté la alarma. La valentía, a veces, da asco. Me recompuse preparándome para el placer de la compañía de Joe, y entonces entré en su galería. Las luces de la exposición estaban ya apagadas, y el letrero de PRIVADO había desaparecido de las escaleras.
El silencio de la habitación era espantoso, e hizo que mi estómago se tensara. Aunque odiaba admitirlo, la conversación que acababa de tener con Jeff King me había puesto de los nervios. Su habilidad para arrancarme del mundo seguro que había construido a mi alrededor me abrumaba. Pero era culpa mía. Si hubiera presentado cargos, hubiera ido a la cárcel.
Mire las escaleras, y me pregunté dónde estaría Joe. Era la primera vez que no me había recibido en la galería. Empujé la puerta para que las campanillas sonaran de nuevo, y entonces seguí avanzando.
—¿Cierro la puerta? —grité.
Mi pregunta se hundió en el silencio de la galería. Entonces, una silueta femenina apareció en las escaleras y las bajó corriendo. Joe salió rápidamente detrás de ella.
La mujer me miró mientras se abotonaba la blusa. Tenía una figura esbelta y, a pesar de su enfado, parecía un ángel. Era fácil comprender por qué un artista podría encontrarla inspiradora. Comprendí la expresión de su rostro. Las mujeres como ella no estaban acostumbradas al rechazo. La noche anterior, esa misma mirada de sorpresa y confusión debió de verse en mi rostro. Incluso entonces, me sentí furiosa por el modo en el que Joe había ignorado mi más que obvia excitación sexual, y por cómo me había obligado a ocuparme de la satisfacción de mi propio placer.
—¿Por ella? ¿Me has reemplazado por ella? Bastardo desagradecido —La mujer lo miró de nuevo, y salió corriendo por la puerta.
Me sorprendí un poco cuando las campanas resonaron contra el cristal. Retrocedí hasta la puerta, la cerré, y saqué la llave. Cerré las persianas lentamente y me giré para mirar a Joe.
—No parecía muy contenta.
Él negó con la cabeza, y suspiró.
—Es muy joven.
—Sí —Caminé hacia él y le ofrecí la llave. —¿La has reemplazado conmigo?
—No. La usé como modelo para dos de las piezas de la colección. No encaja en la última obra, pero ella no está de acuerdo conmigo —Cogió la llave de entre mis dedos, y la guardó en su bolsillo.
Quería preguntarle si era su amante, pero no lo hice. Lo miré y descubrí que estaba observándome.
—Estoy lista.
—No, no lo estás, pero lo estarás. Ya nos han traído la cena.
Se alejó un paso de las escaleras, dejándome espacio para subir primero.
La plataforma había desaparecido, y en su lugar había una enorme butaca roja. La miré un momento, y me pregunté para qué sería. ¿Cuál era el punto débil de un hombre como Joseph Jonas? ¿Cuáles eran sus complejos? ¿Odiaba las mañanas tanto como yo? Lo miré, y me aclaré la garganta.
—Quizá deberíamos empezar a trabajar sin más.
Él señaló una mesa y dos sillas.
—Creo que primero deberíamos comer algo.
Miré la mesa un momento, y volví a mirar la butaca roja.
—¿El servicio?
Señaló una puerta cerca de las escaleras que guiaban a la tercera planta.
—Tómate tu tiempo.
Lo miré un segundo, antes de colgar mi bolso en una silla, y dirigirme al pequeño servicio. Al mirarme al espejo descubrí por qué me había sugerido que me tomara mi tiempo. Lo que quedaba de mi maquillaje sólo servía para potenciar mis pálidos rasgos.
Se me ocurrió que no estaba preparada, a nivel emocional, para lidiar con Joseph. La noche anterior había sido difícil, pero me había sentido capaz de contenerme. Aquella noche era distinta. Mis sentimientos eran crudos, y me sentía sucia debido a mi conversación con Jeff. De repente, me di cuenta de que el tiempo que había pasado en la consulta de Demi no me había servido para nada. ¿No debería haber superado ya esa fase? ¿Por qué la voz de ese hijo de puta hacía aún que me estremeciera?
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Mensaje por uncool. Vie 15 Mar 2013, 10:56 pm

Capitulo Cuatro
{II PARTE}
Me lavé la cara con el jabón de manos del lavabo, aun a sabiendas de que eso haría que mi rostro se secara. Eché un vistazo al pequeño armarito de medicinas y encontré un frasco pequeño de crema hidratante. No era la que yo hubiera elegido, pero tendría que servir.
Al darme cuenta de que llevaba casi diez minutos en el baño, me obligué a abrir la puerta y salir. Joe estaba en el extremo opuesto de la habitación, donde lo había dejado, de pie frente a la butaca.
Me senté, cogí una cajita de pollo kung pao, y me decidí a enfrentarme a la tortura que se avecinaba con el estómago lleno. Desde mi posición, en la mesa, lo observé atravesar la habitación y unirse a mí. Volví a mirar la butaca varias veces antes de mirarlo a él.
—¿Te pone nerviosa la butaca?
¿Que si me ponía nerviosa? Aquella maldita cosa me revolvía el estómago. ¿Qué era lo que pretendía con aquello? El sillón era grande, mucho más de lo que necesitaría cualquiera persona normal. Parecía que aquella cosa pudiera tragarme.
—¿No se supone que tiene que ponerme nerviosa?
—Pensé que quizá te gustaría un espacio más definido.
—¿Espacio?
—Sí, espacio. Un espacio que no pueda ser asaltado. Te lo creas o no, _____, no pretendo incomodarte.
—No te tengo miedo.
—No, no creo que tengas miedo de demasiadas cosas.
—Eso intento.
—¿Y qué es lo que te da miedo?
—No soy diferente del resto del mundo. Supongo que mi mayor miedo es la pérdida de control. ¿La mayor parte de los miedos no tienen su raíz en ello?
—Supongo que sí —Joe bajó la mirada hasta su comida, y después se reincorporó en su silla para mirarme.
—¿Y tú a qué le tienes miedo? —le pregunté.
—Es extraño. Cuando era más joven, supongo que la mayor parte de mis miedos personales giraban en torno al rechazo de mi obra, o quizá al rechazo hacia mí, a un nivel personal. Nunca me gusto que me dijeran que no, ni siquiera de niño. Ahora no tengo razones para temer el rechazo, en ningún sentido. Como artista, me he hecho un hueco que es lo suficientemente cómodo, aunque no tanto como para evitar ponerme nervioso cuando corro un riesgo.
—¿Y a nivel personal?
—He conocido a tantas mujeres que, por cada una que me dice que no, sé que hay muchas otras que me dirán que sí —Bebió de una botella de agua. —He heredado buenos genes de mis padres, y me cuido. El resto viene solo.
—¿Y cuando una mujer te rechaza?
Sonrió de oreja a oreja.
—Ella se lo pierde.
—¿No te cabreas?
—No. Soy demasiado mayor para ese tipo de juegos. Si una mujer no está interesada en mí, me retiro.
—Aun así, me tendiste una trampa para que posara para ti.
—Eso es distinto. Los pasos que estoy dispuesto a dar a nivel profesional son totalmente diferentes de los que daría a nivel personal. El hecho es que, si mi interés en ti hubiera sido solo personal, hubiera encarado la cuestión de un modo totalmente distinto.
Apartó su comida, y me pregunté por qué no parecía interesado en comer. ¿Es que yo haría que él se pusiera nervioso? Era una idea tentadora, pero bastante improbable.
—De modo que no estás interesado en mí a nivel personal.
—Yo no he dicho eso —Sonrió, y me sentí como si le hubiera dado un puñetazo en la boca. —Ya sabes que eres preciosa.
—Ya me han dicho eso antes —Cogí un cuchillo y arponeé un trozo do pollo. —Cuando era más joven, la atención de los hombres me hacía sentirme muy incómoda. No es que haya deseado ser fea, pero a menudo me sentía frustrada porque la gente nunca parecía capaz de ver más allá de mi rostro.
—¿Y qué hay más allá de ese precioso y encantador rostro?
—Estoy licenciada en Empresariales y en Historia del Arte. Si todo sale bien, seré la directora de la galería Holman en agosto de este año. Soy hija única de unos decepcionados padres que nunca imaginaron que su hija resultaría ser tan distinta de ellos —Abrí la botella de agua que había colocado para mí, y tomé un trago.
—¿Tus padres se sienten decepcionados contigo de verdad, o es algo que tú te imaginas?
Riéndome, no pude evitar encogerme de hombros.
—Bueno, es obvio que no soy lo que se imaginaron que sería. Si se hubieran dado cuenta de que yo nunca compartiría su insana necesidad de aceptación social, hubieran tenido otro hijo. No comprenden por qué he escogido trabajar, cómo puedo vivir fuera de Nueva York, y por qué no siento la cabeza con algún hombrecillo estrecho de miras de mi clase social, y les doy un nieto.
—¿No hay ningún hombre en tu vida?
Dejé caer la mirada hasta mi comida.
—No.
—Cuéntame por qué has elegido estar sola.
—No creas que voy a desnudarte mi alma sólo porque hayas conseguido ponerme entre la espada y la pared.
—¿Quieres que te diga lo que yo veo, _____?
—No —Lo miré. —Pero me da la impresión de que me lo vas a decir de todos modos.
Se rió y apoyó la barbilla sobre su mano mientras miraba mi rostro.
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Mensaje por uncool. Vie 15 Mar 2013, 10:59 pm

Capitulo Cuatro
{III PARTE}
—Veo una mujer que se esfuerza demasiado por parecer feliz, en lugar de esforzarse por ser feliz. La primera vez que te vi, me pareciste una mujer que tenía el control de su mundo. No eras así hace dos años, cuando trabajabas en Nueva York. ¿Qué ocurrió allí, qué te cambió?
—No recuerdo haberte visto nunca en Nueva York —Seguramente era algo de lo que me acordaría.
—No, nunca nos presentaron. Aunque teníamos un amigo en común, Edward Morrison —Hizo una pequeña pausa. —¿Por qué dejaste Nueva York?
—Me di cuenta de que trabajar en un museo no me gustaba. Descubrir a un artista es mucho más excitante que proteger el trabajo de los que llevan ya mucho tiempo muertos. La vida es para los vivos. Los museos están dedicados al pasado—Había dicho aquellas mismas palabras más de 2O veces desde que había llegado a Boston, y aún no me sonaban convincentes. Pero como no podía ir contándole a todo el mundo que había huido de Nueva York porque tenía miedo de Jeff King, eso era lo único que podía decir.
—Hay algo más.
Lo miré a los ojos.
—Estás presionándome, y no me gusta.
Se echó hacia atrás en su silla.
—Cuando te vi la primera vez di por sentado que no eras pelirroja natural.
Su recordatorio de lo íntima que había sido nuestra situación la noche anterior fue como una jarra de agua fría. Apartando mi plato, me levanté.
—He terminado.
Se incorporó, caminó hasta la butaca roja, y me miró. —Entonces ven aquí.
Caminé hacia él y me di a mí misma una sacudida mental. Era imprescindible que no le permitiera ponerme nerviosa.
—Iré a ponerme la bata.
—No —Me miró de arriba abajo. —Aquí. Quítate la ropa aquí.
Me detuve, mirándolo fijamente.
—¿A qué estás jugando conmigo, Joseph?
—Te dije que me llamaras Joe.
—Como si yo aceptara órdenes tuyas —Resistí la necesidad de cruzar los brazos sobre mi pecho. La necesidad de controlar la situación era insoportable, y sabia que la llamada de Jeff era, en parte, responsable. —No soy una stripper.
Se rió, y dio un paso atrás.
—No, no lo eres —Se sentó en el suelo a un par de pies de la butaca, con el cuaderno de dibujo en la mano.
—Preferiría desnudarme detrás del biombo.
—¿Siempre te sales con la tuya?
Apreté los labios, y lo miré fijamente un momento.
—¿Eso te hace pensar que soy caprichosa?
—No, creo que eres, con diferencia, la mujer menos caprichosa que conozco —Inclinó la cabeza suavemente. —Creo que anoche acordamos que confiarías en mí.
—Tú me pediste que confiara en ti.
—Y tú no das tu confianza fácilmente —murmuró, en respuesta. —Desnúdate para mí, _____.
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Mensaje por uncool. Vie 15 Mar 2013, 11:01 pm

Capitulo Cuatro
{IV PARTE}
Caminé hasta colocarme frente a la butaca, y me saqué la blusa del interior de la falda. Con dedos temblorosos, comencé a desabotonarla. Para cuando llegué al último botón, tenía los dedos casi paralizados. Evitando mirarlo, me quité la blusa y la tiré en el suelo frente a él.
Nuestros ojos se encontraron mientras comenzaba a desabrochar el cierre delantero de mi sujetador. Había demasiado silencio en la habitación. Tragué saliva, dejé que el cierre se abriera, y mi sujetador cayó de mis manos hasta el suelo. Cuando tiré del lazo de la falda cruzada que llevaba tenía los dedos casi entumecidos. Finalmente, me quede ante él con las medias de medio muslo, las braguitas, y mi par de ligeras sandalias de tiras.
—Déjate el resto puesto.
Miré la butaca y dejé caer las manos.
—La butaca es mi espacio.
—Sí —Sus ojos vagaron sobre mí, deteniéndose en las duras protuberancias de mis pechos, y después moviéndose hacia abajo hasta las sandalias. —Y yo no invadiré ese espacio a menos que me lo pidas.
—¿Y si nunca te lo pido?
Joe se rió.
—Creo que ambos sabemos que lo harás. Por ahora, concentrémonos en el trabajo.
—De acuerdo —Me senté y él se levantó, dejando su cuaderno y su carboncillo en el suelo.
—Échate hacia atrás, y separa las piernas.
Sonrojándome, hice lo que me pidió.
—¿Dónde pongo las manos?
—En los brazos de la butaca —Rodeó el sillón, asintiendo dos veces, y después se detuvo frente a mí y me miró. —No te comprendo, ______.
—No hay mucho que comprender.
—Claro que sí —Se alejó de mí. —Inclínate más en la butaca.
Inhalé aire, hice lo que me había pedido, e intenté ignorar el modo en el que mis pezones empezaban a erguirse. Joe volvió a su cuaderno de dibujo, aparentemente satisfecho con mi postura.
No dijo nada durante los siguientes treinta minutos. Llenó tres hojas de papel con distintas perspectivas mías en la butaca, concentrándose en mis piernas. Esparció los bocetos sobre el trozo de suelo entre nosotros, como si estuviera haciendo una especie de puzzle. Entonces se movió hasta la parte superior de mi cuerpo y mi rostro. Me moví un poco, cansada, pero intenté mantener la pose que me había indicado. Cuando sus ojos se posaron en los míos, suspiró y negó con la cabeza.
—¿Qué?
Dejó el cuaderno.
—Tus ojos te traicionan, ______.
—¿A qué te refieres?
—Eres una mujer preciosa, rebosas sensualidad, y aun así veo una cautela en ti que es inconfundible. Las mujeres como tú no tienen que ser tan cautas como gatitos. Los sonrojos recatados son para las inexpertas. Una chica se esconde, niega su sexualidad. Una mujer se acepta, tanto a ella como a su propio placer.
—Crees que sabes demasiado.
—Sé demasiado —Inclinó su cabeza. —Anoche me deseabas. Tu cuerpo me lo dijo —Su mirada viajó sobre mis pezones, y estos parecieron erguirse bajo su escrutinio. —Aun así, no intentaste por ningún medio animar un avance. Una mujer deja claras sus necesidades.
Lo miré, enfadada por que supiera tanto de mí.
—Jamás caeré ante los pies de un hombre, ni suplicaré por su polla. Si necesitara una, podría comprármela.
Se rió y asintió.
—Sí, supongo que podrías. No hay necesidad de exponerse a un rechazo, ni de admitir las necesidades propias, cuando tienes un aparato mecánico en casa a tu disposición.
Me crucé de brazos y resistí la necesidad de cruzarle la cara. Aquel bastardo arrogante estaba ganándose un puñetazo. Como si lo supiera, lo escuché suspirar, y me giré para mirarlo.
—Levántate y estira —Se apoyó sobre sus brazos y me miró. —Y después quítate el resto de la ropa.
Hice lo que me ordenó. El control que Joseph tenía sobre la situación no hacía más que incrementar mi ira. Ambos sabíamos que no tenía modo de escapar de nuestro acuerdo, y aunque parecía tener algunos remordimientos sobre sus métodos, no tenía ninguna intención de librarme del trato que me había visto obligada a aceptar. Me quité las braguitas y me senté para quitarme las medias.
«Desnuda, una vez más», pensé. La ligera tela de mis braguitas, que había protegido la delicada piel de mi sexo, había desaparecido. Inmediatamente, me sentí excitada. Estar desnuda con aquel hombre hacía que mi mundo físico ardiera. Una suave humedad cubrió mi clítoris, y tragué saliva, ignorando la necesidad de acercar la mano a mi sexo para esconderlo.
Temblando un poco, lo miré.
—¿La misma postura?
—No —Inclinando la cabeza, me miró a la cara. —Ponte cómoda, _______.
Me senté apoyando totalmente la espalda en el respaldo de la butaca, y recogí las piernas contra mi pecho. Me abracé las piernas y apoyé la mejilla sobre mis rodillas. Cuando por fin miré en su dirección, había vuelto a dibujar, aparentemente satisfecho con la postura.
Después de cuarenta minutos, cerró el cuaderno de dibujo y se levantó.
—Puedes vestirte.
Recogí mis ropas mientras se alejaba. Sin mirar adónde iba, me apresuré hasta el biombo. Cuando salí, estaba sentado en la butaca, con una copa de vino en la mano. La imagen era despreocupadamente elegante y natural.
—Pensaba que ese era mi espacio.
Me miró de arriba abajo distraídamente antes de mirarme a los ojos.
—Solo cuando estás desnuda.
—¿Estás consiguiendo lo que necesitas?
Asintió.
—Sí, exactamente lo que necesito. ¿Qué es lo que tú necesitas, ______?
—Lo que necesita cualquier mujer.
—Me importa un rábano lo que necesita cualquier mujer. Quiero saber lo que necesitas.
—Paz —susurré. —Lo único que he necesitado siempre ha sido paz, Joe.
—No es algo fácil de proporcionar —Se quedó en silencio un momento, y después asintió. —Y es difícil conseguirla solo.
Atravesé la habitación y cogí mi bolso. Saqué mis llaves, metí las medias y mis braguitas en el bolso, y lo cerré. Joe se levantó y me siguió mientras bajaba las escaleras. En la puerta delantera, sacó la llave de su bolsillo, y entonces se detuvo.
—He pasado la mayor parte de mi vida adulta en compañía de hermosas mujeres desnudas. Las mujeres vienen a Boston solo para posar para mí. —Me miró a los ojos, y se aclaró la garganta. —Siempre he tenido una regla en cuanto a mis modelos.
—Oh, ¿en serio?
—Sí —asintió, agarrando la llave con fuerza en su mano. —No me acuesto con ellas.
—¿Ni siquiera con la de antes?
Se rió, y negó con la cabeza.
—No, ni siquiera con ella. Aunque me dejó claro que estaba dispuesta.
—¿Alguna vez te has sentido tentado?
—Sí —Se acerco más. —De hecho, ahora mismo me encuentro en un dilema.
—¿Yo te tiento?
—Sí, pero estoy intentando mantener distancia profesional hasta que el proyecto haya terminado.
—Entiendo —Me miré los zapatos, y después miré su rostro. —Eso suena bien, Joe.
—Sí—asintió.
Dijo algo entre dientes, y entonces deslizó sus dedos por mi cabello hasta sujetar mi nuca. Me atrajo hacia él y cubrió mi boca con la suya. Caí en el beso sin vacilación. Era demasiado fácil perderse en sus labios, en su sabor. Dos años sin el roce íntimo de otro ser humano me habían afectado de un modo del que nunca había sido consciente. Su lengua acarició mis labios y el interior de mi boca. Acepté la invasión, y deseé con toda mi alma que no se detuviera nunca.
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Mensaje por uncool. Vie 15 Mar 2013, 11:02 pm

Capitulo Cuatro
{V PARTE}
Temblando, me abracé a él mientras me presionaba contra la puerta. Las persianas tintinearon al golpear el cristal, y se clavaron en mi espalda mientras su cuerpo ganaba terreno al mío. Estando tan cerca de él podía sentir el vacío acrecentándose en mi interior. Agarré sus hombros, y aparté mi boca de la suya con el poco autocontrol que me quedaba. Nos quedamos quietos, cuerpo contra cuerpo, jadeando.
—Cuando estabas en la butaca podía oler tu deseo —Su boca se movió por mi mandíbula. —Podría correrme sólo pensando en ello.
Tensé mis dedos sobre la tela de su camisa.
—Bésame.
Tomó mi boca sin necesidad de más estímulo. Comencé a gemir al tiempo que movía una pierna contra la suya. Cuando sentí que podría empezar a suplicarle, aparté mi boca de la suya, y desvié la mirada. Sus manos se deslizaron por mis caderas, y su respiración se entrecortó.
—No llevas bragas, _______.
—Lo sé —Tomé aire profundamente. —Me siento bastante atrevida por ello.
—Deberías —Joe acarició mis labios con los suyos, y gemí un poco cuando profundizó el beso brevemente, antes de levantar la cabeza. —Sabes que creo que eres hermosa.
—Es agradable escucharlo —Se acercó más y presionó el duro saliente de su ***** firmemente contra mi cadera. —Y sentirlo.
—Es demasiado pronto —Sus labios se movieron desde un mandíbula basta mi cuello.
—Entonces deberíamos detenernos —Me moví, y las persianas resonaron contra el cristal.
—Dentro de un minuto —Joe deslizó su mano bajo mi falda, introduciéndose por la abertura donde el material se solapaba.
Jadeé y cerré los ojos mientras su mano se posaba sobre mi sexo. Un dedo firme se deslizó entre mis labios menores, y acarició mi clítoris.
—Oh, Dios.
Entonces movió su dedo, y probó la entrada de mi vagina. Apreté la mano con la que lo tenía agarrado mientras aceptaba la dulce invasión de sus dedos. La superficial penetración me debilitó, y apreté mi mano sobre su hombro.
—¿Estás mojada para mí?
La pregunta hizo que mi vientre se tensara. Había estado húmeda para él desde el momento en que lo vi.
—Joe.
—Lo sé —Apartó su mano, y me estremecí ante su abandono. —Tranquila.
—Quiero más —La admisión me hizo sentirme débil, y cerré los ojos.
—¿Me necesitas a mí, o te serviría cualquier hombre?
La pregunta, susurrada, fue como una bofetada en la cara. Me liberé de su abrazo y crucé los brazos sobre mis doloridos pechos.
—¿Qué mierda de pregunta es esa?
—Tengo derecho a saber si tu atracción por mí es superficial.
Me sentía insultada, pero en mi interior estaba de acuerdo con que tenía derecho a saberlo. El hecho era que lo deseaba de un modo que era ajeno a mí.
—Dudo que haya existido alguna mujer que haya considerado fortuita una relación sexual contigo —lo miré brevemente. —Yo no tengo relaciones esporádicas. Soy lo suficiente mayor para saber qué es lo que quiero.
Abrió la puerta y me miró.
—Buenas noches, ______.
—Buenas noches —Quería tocarlo, pero no lo hice. Pasé junto a él, y salí a la noche.
Una vez en el coche, con las puertas cerradas y la llave en el contacto, tardé varios minutos en recomponerme lo suficiente como para arrancar. Aún sentía sus labios sobre los míos, su lengua deslizándose en mi boca, sus manos moviéndose sobre mí, y por fin, esos dedos penetrándome. Deseaba —y temía—nuestro próximo encuentro.
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Mensaje por uncool. Vie 15 Mar 2013, 11:04 pm

Capitulo Cuatro
{VI PARTE}
Encendí mi teléfono móvil y, rápidamente, marqué el número de Jane mientras sacaba el coche del aparcamiento. El cable hasta el auricular se enredó en mi cabello, pero conseguí colocarlo bien antes de que descolgara. Hablé en cuanto escuché su voz.
—Dame cuatro buenas razones para echar un polvo salvaje contra la pared con un hombre al que apenas conoces.
—Orgasmo, orgasmo, orgasmo, y que si no le dices tu nombre real no podrá darte el coñazo luego.
Riéndome, agité la cabeza.
—Gracias.
—No hay de qué. Soy la soltera voz de la razón para la moderna mujer móvil —Hizo una pompa con el chicle antes de seguir hablando. —Entonces qué, ¿te lo has tirado?
—No.
—Vaya mierda —suspiró Jane.
—Sí, está empezando a apestar —Frunciendo el ceño, me detuve en un semáforo. —Oye, ¿tú me has llamado y has colgado cuando te ha saltado el contestador?
—No, generalmente cuelgo antes de que esa maldita cosa conteste. Ya sabes que esos trastos me sacan de quicio.
—Todos tenemos nuestras manías. ¿Quieres que quedemos para desayunar?
—Veamos… ¿quiero levantarme al amanecer para desayunar con una mujer que esta noche no ha follado? —Hizo una pausa dramática. —No. Hazme esa oferta de nuevo cuando tengas algo jugoso que compartir.
Miré la puerta de la galería, a mi espalda, mientras tiraba el teléfono móvil en el asiento del pasajero del coche. Deseé tener algo jugoso que compartir. Había intentado fingir que no sabía por qué me había dejado marchar, pero lo sabía. Joe no era el tipo de hombre al que le gustan las mujeres tímidas. Si quería estar en su vida, tendría que dejarle muy claras mis necesidades.
Presioné los muslos e intenté ignorar la hinchazón de mi clítoris. Aquel hombre me volvía loca de un modo que era tan placentero como frustrante.
Al recordar la sensación de sus dedos deslizándose por mi sexo, supe que era solo cuestión de tiempo que mi cuerpo empezara a tomar decisiones por mí.
¿Cuánto más tardaría?
uncool.
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