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"Placeres Nocturnos" (Nick Jonas)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Placeres Nocturnos" (Nick Jonas)
NOTA:
En ciertas partes de la novela voy a poner en parentesis algunas informaciones, es para explicarles el significado de algunas palabras o frases que aparezcan.
CONTINUACION
En ciertas partes de la novela voy a poner en parentesis algunas informaciones, es para explicarles el significado de algunas palabras o frases que aparezcan.
CONTINUACION
Ahora que estaba despierto, y no encima de ella, Amanda se quedó extasiada por la oscura melancolía que reflejaban sus rasgos. Había algo muy romántico y atrayente en su rostro.
Algo muy heroico.
Se lo imaginaba, sin ningún esfuerzo, vestido como un libertino de la regencia o como un caballero medieval.
–Bueno, bueno –dijo una voz sin rostro–. El Cazador Oscuro se ha despertado.
Alice reconoció esa voz diabólica; era la misma persona que la había golpeado en casa de Alicia.
–Desi, corazón –dijo con tono gélido el hombre que se alzaba junto a ella mientras observaba los muros cubiertos de orín–. Aún sigues con tus jueguecitos, por lo que veo. Ahora, ¿por qué no te comportas como un buen Daimon y te apareces ante mí?
–Todo a su debido tiempo, Cazador Oscuro, todo a su debido tiempo. Te habrás dado cuenta de que no soy como los demás, que se limitan a correr para ocultarse del gran lobo feroz. Soy el leñador malo que se encarga de matar al lobo.
La voz incorpórea hizo una pausa teatral.
–Alicia Devereaux y tú han sometido a los míos a una persecución implacable. Ha llegado la hora de que sepn lo que es el miedo. Cuando haya acabado con ustedes, me suplicaran que los mate.
El Cazador Oscuro bajó la cabeza y se rió.
–Desi, cielo, en mi vida he suplicado por nada; y es bastante posible que el sol se desintegre antes de que le pida clemencia a alguien como tú.
–Hubris (arrogancia, orgullo excesivo) –dijo Desi–. Me encanta castigar ese pecado.
El Cazador Oscuro se puso en pie y Alice vio la herida que tenía en el costado. La camisa estaba ligeramente desgarrada y había una mancha de sangre en el suelo, donde había estado sentado.
Pero no dio muestras de estar dolorido.
–Dime, ¿te gustan tus grilletes? –preguntó Desi–. Son de la fragua de Hefesto. Sólo un dios, o una llave hecha por el mismo Hefesto, pueden abrirlos. Y puesto que los dioses te han abandonado…
El Cazador Oscuro estudió la habitación. La ferocidad que reflejaban sus ojos habría espantado al mismísimo diablo.
–Voy a disfrutar tanto matándote…
Desiderius soltó una carcajada.
–Dudo mucho que tengas la oportunidad de hacerlo cuando tu amiguita descubra lo que eres.
El Cazador Oscuro lanzó una rápida mirada a Alice, avisándola que se mantuviera callada. Pero no hacía falta que lo hiciera. Lo último que pretendía era traicionar a su hermana.
–¿Por eso nos has encadenado? –preguntó el desconocido–. ¿Quieres vernos luchar?
–Uf, no –dijo Desiderius–. Nada más lejos de mi intención. Por mí no habría problema en que se maten el uno al otro, pero lo que pretendo es liberarlos al amanecer. Para entonces, el Cazador Oscuro se convertirá en la presa, y yo voy a disfrutar enormemente con la persecución y la tortura a la que pienso someterte. No hay ningún escondite donde no pueda encontrarte.
El Cazador Oscuro sonrió con arrogancia.
–¿Te crees capaz de darme caza?
–Claro. Por supuesto que sí. Por si no lo sabes, conozco tu punto débil mucho mejor que tú.
–No tengo ningún punto débil.
Desiderius se rió.
–Así habla un verdadero Cazador Oscuro. Pero todos tenemos nuestro talón de Aquiles, especialmente aquellos que sirven a Artemisa. Y tú no eres ninguna excepción.
Alice juraría que había escuchado al tal Desiderius relamerse de satisfacción.
–Tu debilidad es tu nobleza. Esa mujer te odia y, aun así, no la matarás, por mucho que suponga una amenaza para ti. Mientras ella intenta matarte, tú la protegerás de mí con tu propia vida. –Desiderius lanzó una siniestra carcajada–. No puedes soportar que un humano esté en peligro, ¿no es cierto?
–Desi, Desi, Desi… –rezongó el Cazador Oscuro–. ¿Qué voy a hacer contigo?
–No te atrevas a hablarme así.
–¿Y por qué no?
–Porque no soy ningún Daimon asustado que huye de ti temblando de miedo. Soy tu peor pesadilla.
El Cazador Oscuro soltó un bufido de burla.
–¿Por qué utilizas tantos tópicos? Venga, Desidesastre, ¿no eres capaz de decir algo original en lugar de recurrir al guión de una película de serie B?
Un furioso gruñido resonó en la estancia.
–Deja de burlarte de mi nombre.
–Lo siento, tienes razón. Lo menos que puedo hacer es mostrarte algo de respeto antes de matarte.
–¡Ja! No vas a matarme, Cazador Oscuro. Eres tú el que va a morir en esta ocasión. ¿No has pensado en lo mucho que ella va a retrasarte? Por no mencionar a sus amiguitos. Se echarán sobre ti como una manada de perros salvajes. Y, si yo fuese tú, rezaría para que fuese eso exactamente lo que me sucediese. Jamás has experimentado el sufrimiento que voy a infligirte la próxima vez que nos encontremos.
El Cazador Oscuro sonrió sin despegar los labios al escuchar las amenazas de Desiderius.
–Estás sobrevalorando tus habilidades.
–Ya lo veremos.
Alice escuchó el clic de un micrófono.
El Cazador Oscuro volvió a tirar con fuerza de los grilletes.
–Voy a matar a ese desecho de película de terror.
–¡Eh, eh, eh! –bufó Alice al ver que su propia mano era zarandeada mientras él intentaba liberarse–. Ese brazo está unido al mío.
El desconocido se detuvo y la miró. Al instante, sus ojos se suavizaron.
–Gemelas. Jamás se le habría ocurrido. ¿Tienes alguna idea de dónde puede estar tu hermana?
–Ni siquiera sé dónde estoy yo ni la hora que es. Y ya que nos ponemos, no sé lo que está sucediendo. ¿Quién eres y quién es ese tipo? –Al instante, bajó la voz y añadió–: ¿Puede oírnos?
Nicholas negó con la cabeza.
–No, ha apagado el micrófono. Por ahora debe estar ocupado planeando su venganza al mejor estilo Igor (tetrico personaje interpretado por Marty Fedmar en el Jovencito Frankenstein). No sé tú, pero yo lo imagino frotándose las manos y riéndose a carcajadas como Dexter; ya sabes, el del Laboratorio de Dexter.
Nicholas la estudió un momento. No parecía estar histérica… todavía, y ojalá siguiera así. Decirle que Desiderius era un demonio que sobrevivía extrayendo el alma a los humanos –y que iba tras su hermana– no era la mejor manera de mantenerla calmada.
Claro que, dada la inclinación que su gemela demostraba hacia la caza de vampiros, para la chica no supondría ninguna sorpresa saberlo.
Cerrando los ojos, se introdujo en la mente de su forzosa compañera y encontró la confirmación de sus sospechas: en el fondo tenía miedo, como era natural.
Invitado
Invitado
Re: "Placeres Nocturnos" (Nick Jonas)
OMJ! Me fascina tu nove!!
Es exc! Please tienes que seguirlaa!!
Es exc! Please tienes que seguirlaa!!
Dayi_JonasLove!*
Re: "Placeres Nocturnos" (Nick Jonas)
verooo!! tu novee estaa buenisimaa!!
la amooo!! tienes k seguirlaa prontoo!!
la amooo!! tienes k seguirlaa prontoo!!
mariana jonas
Re: "Placeres Nocturnos" (Nick Jonas)
HOLA!!!!
NUEVA LECTORA!!!
:study: :study:
SIGUELA ESTA BUENISIMA!!!
NUEVA LECTORA!!!
:study: :study:
SIGUELA ESTA BUENISIMA!!!
Melanie JB
Re: "Placeres Nocturnos" (Nick Jonas)
CONTINUACION
Pero al contrario que su gemela, ésta no se apresuraba a sacar conclusiones, aunque sentía curiosidad por la situación en la que se encontraban y también la enfurecía. Posiblemente pudiese contarle toda la verdad sin que ella alucinara, pero claro, tenía que tener en cuenta que era su naturaleza de Cazador Oscuro lo que le obligaba a conocer todos los hechos para poder analizar una situación.
En ese momento, la chica no necesitaba saberlo todo; lo esencial sería suficiente. Con suerte, podría librarlos a ambos de los grilletes sin tener que revelarle nada sobre sí mismo.
–Me llamo Hunter –le dijo solemnemente–. Y ese tipo es el hombre que quiere hacer daño a tu hermana.
–Gracias, pero eso ya lo he captado –le contestó Alice, frunciendo el ceño. Debería estar asustada por todo lo que estaba sucediendo, pero no era así. Estaba demasiado furiosa para asustarse. Lo último que quería era verse mezclada en las locuras de su hermana.
Por otro lado, le alegraba que la hubieran cogido a ella por error, ya que Alicia no habría dudado en hacer cualquier maniobra kamikaze que la hubiese llevado a la muerte.
Alzó la mirada para observar al Cazador Oscuro y frunció aún más el ceño. ¿Cómo es que conocía a Alicia? Y pensándolo bien, ¿cómo es que podía distinguirlas cuando su propia madre tenía problemas para hacerlo?
–¿Eres uno de los amigos de mi hermana?
Él la miró sin ningún tipo de expresión antes de ayudarla a ponerse en pie.
–No –contestó mientras se daba pequeñas palmaditas en el pecho, las caderas, la espalda y las piernas.
Alice intentó no fijarse en ese cuerpo tan increíblemente atlético cuando su mano fue arrastrada por el grillete.
Pero, al rozar por accidente la parte interna de su muslo, creyó que acabaría gimiendo. Ese hombre había sido creado para disfrutar del sexo y de la velocidad. Una lástima que no fuese su tipo. De hecho, era la antítesis de lo que ella encontraba deseable en un hombre.
¿O no?
El Cazador Oscuro lanzó una maldición.
–Por supuesto, me ha quitado el teléfono –murmuró, antes de moverse y arrastrarla con él hasta la puerta.
Después de comprobar el pomo de la cerradura, observó atentamente los goznes.
Alice arqueó una ceja al ver que se desataba la bota izquierda y se la quitaba.
–¿Qué estás haciendo? ¿Preparándote para darte un chapuzón?
Él le contestó con una sonrisilla de suficiencia muy masculina antes de inclinarse para recoger la bota del suelo.
–Intentando salir de aquí. ¿Y tú?
–Intentando no irritarme por tu presencia.
Una chispa de diversión se reflejó en sus ojos antes de concentrarse de nuevo en la puerta.
Alice observó cómo apretaba una de las extrañas incrustaciones plateadas del talón de la bota y, de repente, una afilada hoja de unos doce centímetros surgió de la puntera.
Definitivamente, este tipo era de los que le gustaban a su hermana.
–Ooooh –exclamó ella con sequedad–. Escalofriante.
Él la miró muy serio.
–Nena, aún no has visto nada escalofriante.
Alice sonrió ante su comportamiento de chico duro al más puro estilo Ford Fairlane (Detective cinematografico con pinta de chulo de vegas), y soltó un bufido muy poco femenino.
Él la ignoró. Usando la hoja retráctil, intentó hacer saltar los goznes oxidados.
–Vas a romper la hoja si no tienes cuidado –le advirtió ella.
Él la miró con una ceja alzada.
–No hay nada en este mundo que pueda romper esta hoja. –Apretó los dientes y golpeó la bota con el puño–. Y parece ser que tampoco hay nada en este mundo que mueva los goznes. –Pero siguió intentándolo un poco más–. ¡Joder! –masculló dándose por vencido. Replegó la hoja y se inclinó para ponerse de nuevo la bota.
La parte de atrás del abrigo se abrió al moverse y Alice fue premiada con una encantadora vista de su trasero.
¡Uf, sí! Bonito culo.
La boca se le secó cuando lo vio alzarse de nuevo hasta alcanzar su metro noventa y cinco de estatura.
Vaya, vaya, vaya.
Vale, lo retiro. Sí que tenía un rasgo que le resultaba irresistible: su altura. Siempre le habían chiflado los hombres más altos que ella. Y con este tipo podría calzarse sin dificultad unos tacones de ocho centímetros sin ofender su ego.
Le sacaba una buena cabeza.
Y eso le gustaba.
–¿Cómo es que conoces a mi hermana? –le preguntó, intentando mantener sus pensamientos ocupados en esa cuestión y no en lo mucho que deseaba probar esos labios tan apetecibles.
–La conozco porque no deja de cruzarse en mi camino.
–Volvió a dar un tirón a los grilletes–. ¿Qué les pasa a los humanos que tienen una necesidad constante de meteros en asuntos que debieran ignorar?
–Yo no me meto en asuntos que… –su voz se desvaneció cuando las palabras que él acababa de pronunciar penetraron en su cerebro–. «Humanos», ¿a nosotros los humanos? ¿Por qué has dicho eso?
El tipo no contestó.
–Mira –siguió ella, alzando el brazo para mostrarle el grillete–. Estoy encadenada a ti y quiero una respuesta.
–No, tú no quieres ninguna respuesta.
Vale, eso sí que no. Aborrecía a los machos alfa. Esos tipos dominantes que parecían decir con su actitud «Yo soy el tío, nena: yo conduzco» le daban arcadas.
–Muy bien, machoman –le dijo irritada–. No soy ninguna descerebrada ligera de cascos que se dedique a hacer ojitos y pestañear a los chulos vestidos de cuero. No intentes tus tácticas de musculitos conmigo. Por si no lo sabes, en mi oficina me llaman la rompepelotas.
Nicholas la miró con el ceño fruncido.
–¿Machoman? –repitió, incrédulo.
Jamás en su extremadamente larga vida se había encontrado con alguien que tuviera la osadía de enfrentarse a él.
Durante su etapa mortal, había conseguido que ejércitos enteros de romanos huyeran aterrorizados antes de llegar a enfrentarse a ellos. Pocos hombres se habían atrevido a mirarlo frente a frente. Desde que se convirtiera en Cazador Oscuro, legiones de Daimons y apolitas temblaban ante su mera presencia.
Su nombre era susurrado con temor y reverencia, y esta mujer acababa de llamarlo…
–Chulo vestido de cuero –repitió en voz alta–. Creo que jamás me había sentido tan insultado.
–Entonces es que has sido hijo único.
Él soltó una carcajada por el comentario. En realidad, había tenido tres hermanas más pequeñas que él, pero ninguna se había atrevido a insultarlo nunca.
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Re: "Placeres Nocturnos" (Nick Jonas)
CONTINUACION
Deslizó la mirada por el cuerpo femenino. No era una belleza clásica, pero esos ojos almendrados le conferían una apariencia exótica y le recordaban los de una hechicera. El pelo, de color caoba, le caía desordenado alrededor de los hombros. Pero habían sido esos ojos azules los que lo cautivaron. Cálidos e inteligentes, lo observaban, entornados, con una mirada maliciosa.
Un ligero rubor le cubría las mejillas, oscureciendo el azul de sus ojos. A pesar del peligro en el que se encontraban, Nicholas se preguntaba si tendría la misma apariencia después de toda una noche entera de puro sexo agotador.
Se imaginaba esos ojos oscurecidos por la pasión, el pelo enredado, las mejillas enrojecidas por su roce y los labios húmedos e hinchados por sus besos.
La idea hizo que su cuerpo se incendiase.
Hasta que sintió el familiar cosquilleo en la nuca.
–Pronto amanecerá.
–¿Cómo lo sabes?
–Lo sé. –Tiró de ella hasta ponerla en pie y comenzó a examinar los herrumbrosos muros en busca de una salida–. Una vez que nos liberen tendremos que encontrar el modo de librarnos de los grilletes.
–Gracias por señalar lo obvio. –Alice miró la herida que tenía en el costado y que se veía a través del desgarrón de la camisa–. Antes necesitas que te miren eso.
–No quiera Dios que me desangre hasta morir, ¿eh? –preguntó con ironía–. Porque si no, tendrás que arrastrar mi pútrido cadáver.
Ella arrugó la nariz, asqueada.
–¿Podrías ser un poco más morboso? ¡Jesús! ¿Quién era el
ídolo de tu infancia?, ¿Boris Karloff?
–En realidad era Hannibal.
–Estás intentando asustarme, ¿no es cierto? –preguntó ella–. Pues que sepas que no va a funcionar. Crecí en una casa llena de poltergeist furiosos y con dos hermanas que solían invocar demonios por el placer de luchar con ellos. Hombre, he visto de todo y tu humor negro no funciona conmigo.
Antes de darse cuenta de lo que ella estaba haciendo, Alice agarró el borde de la camisa y la alzó. Se quedó helada al ver su estómago desnudo. Era liso y duro, con unos fantásticos abdominales, bien marcados, que cualquier atleta envidiaría.
Pero lo que la dejó boquiabierta fueron las cicatrices que le cubrían la piel.
Y, lo que parecía peor, la horrible herida que le atravesaba el costado y que llegaba por debajo las costillas.
–¡Dios santo!, ¿qué te ha pasado?
Él se bajó la camisa de un tirón y se alejó de ella.
–Si te refieres a las cicatrices, tardaría años en contártelo. Si lo dices por la herida, me la hizo un apolita de unos trece años al que confundí con un niño que necesitaba ayuda.
–¿Te tendieron una trampa?
Él se encogió de hombros.
–No es la primera vez.
Alice tragó saliva y lo miró de la cabeza a los pies. Lo rodeaba un aura poderosa y letal. Se movía como un depredador ágil y sigiloso, y esos ojos… Parecían fijarse no sólo en lo que se veía a simple vista. Esos crueles ojos negros brillaban de forma espectral.
Y le robaban el aliento cada vez que se posaban en ella.
Nunca había visto a un hombre con unos ojos tan oscuros. Ni tampoco había visto a un hombre tan apuesto. Sus rasgos eran perfectos, como si hubieran sido modelados por un artista.
Exudaba virilidad; una sexualidad puramente masculina que parecía casi sobrenatural. Conocía a muchos hombres que se esforzaban por proyectar lo que la madre naturaleza le había concedido a éste a manos llenas.
–¿Qué es un Cazador Oscuro? –le preguntó–. ¿Se parece en algo a Buffy, la Cazadora de Vampiros?
Él se rió.
–Sí. Soy una adolescente bajita y emancipada que vaga por ahí luchando contra los vampiros, con unos pendientes que los malos utilizarían para desgarrarme las orejas y tirar de ellos hasta…
–Ya sé que no eres una chica, pero ¿qué es un Cazador
Oscuro?
CONTINUA
Invitado
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Re: "Placeres Nocturnos" (Nick Jonas)
CONTINUACION
Dejo escapar un suspiro y tiró de ella para continuar examinando las paredes de la habitación en busca de una puerta oculta.
–Resumiendo: acabo con las criaturas que merodean durante la noche.
Alice sintió un escalofrío al escuchar su somera explicación, pero supo que había mucho más. Parecía un tipo letal, aunque no había en él rastro alguno de crueldad o vileza.
–¿Por qué quieres matar a Desiderius?
Él la miró un instante antes de intentar forzar la puerta de nuevo. Sacudió con tanta fuerza el pomo que a Amanda le sorprendió que no arrancara la cerradura de cuajo.
–Porque no sólo se dedica a matar humanos, también roba sus almas.
Ella se tensó al escucharlo.
–¿Eso es cierto?
–Acabas de decir que lo has visto todo –se burló él–. Dímelo tú.
Alice sintió el repentino deseo de estrangularlo. Jamás en su vida se había encontrado con un tipo más engreído y exasperante.
–¿Por qué acabo siempre metida en todos estos fenómenos paranormales? –se preguntó en un murmullo–. ¿Es demasiado pedir un día normal y corriente?
–La vida rara vez es como desearíamos que fuese.
Ella lo miró con el ceño fruncido, confundida por el extraño tono de voz.
Nicholas ladeó la cabeza y alzó la mano para indicarle que guardara silencio.
El pomo de la puerta hizo un sonido metálico.
–Toc, toc –dijo Desiderius–. Tenéis todo el día para buscar refugio. Cuando caiga la noche saldremos de caza.
–Sí, sí –contestó Hunter–. Tú y tu perrito, supongo.
El tono jovial sorprendió a Alice. Las inquietantes palabras de Desiderius no habían hecho mella en él.
–¿No te asustan sus amenazas?
Hunter la miró con severidad.
–Chère, el día que alguien como él consiga asustarme, me pondré de rodillas y le daré mi puñal para que me arranque el corazón. Lo que temo es el momento de enfrentarnos a tu hermana y convencer a la Reina de la Testarudez de que se mantenga alejada de todo esto hasta que yo sea capaz de localizar a Desiderius y mandar su alma al olvido, que es donde debe estar.
Alice se rió, a pesar del peligro que les rodeaba.
–¿La Reina de la Testarudez? Ya veo que conoces muy bien a alicia.
Hunter hizo caso omiso de su comentario mientras utilizaba su cuerpo para protegerla y abría la puerta con precaución. Acto seguido, se detuvo y echó un vistazo.
Al otro lado de la puerta se extendía un estrecho pasillo, flanqueado por enormes ventanas cubiertas de una espesa capa de polvo que oscurecía la luz del sol del amanecer.
–Joder –gruñó Hunter en voz baja, mientras volvía a entrar a la habitación.
–¿Qué pasa? –preguntó Alice con el corazón desbocado a causa del terror–. ¿Hay alguien ahí fuera?
–No.
–Entonces vámonos –dijo, encaminándose hacia la puerta.
Él no se movió ni un milímetro. Con los dientes apretados volvió a mirar el pasillo y dijo algo en un idioma que Alice desconocía.
–¿Cuál es el problema? –preguntó ella–. Está amaneciendo y no hay nadie ahí fuera. Vámonos de aquí.
Hunter respiró hondo, como si estuviese irritado.
–El problema no es que haya gente. El problema es el sol.
–¿Y qué problema puedes tener con el sol?
Dudó unos instantes antes de abrir la boca y pasarse la lengua sobre unos colmillos largos y afilados.
Fin del capitulo 2
Invitado
Invitado
Re: "Placeres Nocturnos" (Nick Jonas)
bienvenidad :study:
les deje 3 partes :P
espero las disfruten :P
les deje 3 partes :P
espero las disfruten :P
Invitado
Invitado
Re: "Placeres Nocturnos" (Nick Jonas)
aklaraziion :P
la novee no es miia!!
iio solo la kopio akii :P
es de una eskritora mui famosa
ammm!!
c me fue el nombre :P
pero lo aklaro pk algunas palabraz ztan un poko fuertes :P
la novee no es miia!!
iio solo la kopio akii :P
es de una eskritora mui famosa
ammm!!
c me fue el nombre :P
pero lo aklaro pk algunas palabraz ztan un poko fuertes :P
Invitado
Invitado
Re: "Placeres Nocturnos" (Nick Jonas)
aaaa!! verooo coommooo laa dejaas asii!!
tieenees k subirr maas pliss!!
subeee maas!!!
tieenees k subirr maas pliss!!
subeee maas!!!
mariana jonas
Re: "Placeres Nocturnos" (Nick Jonas)
CAPITULO 3
¡El maravilloso hombre bueno es un vampiro!
–¡No, no, no y no! –El cuerpo de Alice era presa de continuos estremecimientos de terror y le estaba costando un esfuerzo supremo contener los chillidos–. ¿Vas a chuparme la sangre?
Él alzó una ceja en un gesto sarcástico.
–¿Es que tengo pinta de abogado?
Alice ignoró el mordaz comentario.
–¿Vas a matarme?
Él soltó un suspiro exasperado y su rostro adoptó una expresión irritada.
–Si tuviese intención de hacerlo, ¿no crees que ya estarías muerta?
Se acercó a ella y le ofreció un amago de sonrisa maliciosa que Alice reconoció como un intento de intimidación. Y vaya si funcionó.
Hunter alzó la mano que tenía libre para acariciarle la piel del cuello, bajo la que latía la yugular. El roce, ligero como una pluma, provocó una oleada de escalofríos por todo su cuerpo.
–Puestos a pensarlo, podría dejarte seca y después arrancarte la mano de un bocado, para librarme de ti.
Aterrorizada, abrió los ojos de par en par.
–Pero… estás de suerte; tampoco tengo intención de hacer eso.
–Deja el sarcasmo, ¿vale? –balbució con el corazón desbocado, ya que no estaba muy segura de que estuviese bromeando y de que en el momento menos pensado, se abalanzara sobre ella con el rostro desencajado y comenzara a chuparle la sangre–. Me resulta difícil hacer frente a esta situación. Ponte en mi lugar. Lo único que hice fue ir a casa de Alicia para sacar a su perro porque si no iba a hacerse pis en su cama. De ahí pasé a ser golpeada en la cabeza y he acabado encadenada a un vampiro. Perdóname si parezco un poco trastornada en este momento.
Para su sorpresa, Hunter alzó una mano y dio un paso hacia atrás.
–Tienes razón. Supongo que no estás acostumbrada a que la gente te ataque sin motivo aparente.
Por su tono, Alice supo que él –muy al contrario– tenía una amplia experiencia en encontrarse en medio de este tipo de situaciones.
Hunter le respondió con una sonrisa forzada que no le llegó a los ojos.
–Si te sirve de consuelo, no me alimento de humanos.
Por alguna razón, la confesión sirvió para mejorar su ánimo. No es que acabara de creérselo pero, aun así, se sentía más tranquila.
–Entonces, ¿eres como Ángel?
Él puso los ojos en blanco.
–Ves demasiada televisión –murmuró y añadió en voz más alta–: Ángel tiene alma. Yo no.
–Me estás asustando de nuevo.
La expresión de su rostro indicó que estaba pensando en lo que le había dicho antes: «Nena, todavía no has visto nada escalofriante».
Volvió a mirar al pasillo.
–De acuerdo. Vamos a tener que salir corriendo antes de que el sol avance. –Hunter le dedicó una mirada penetrante–. El problema más grave es que no sé adónde lleva este pasillo. En el caso de que nos condujera a un lugar al aire libre y sufriera una agonizante muerte por combustión espontánea, necesitaría que me hicieras un favor.
–¿Un favor? –preguntó con incredulidad. Desde luego qué cojones tenía el hombre La intimidaba, la amenazaba ¿y se atrevía, después de todo, a pedirle un favor?–. Claro, ¿por qué no? –le preguntó.
Se quitó el anillo que llevaba en la mano derecha y se lo ofreció.
–Necesito que lo guardes y que busques un árbol.
Alice miró el anillo con el ceño fruncido. Estaba rayado y tenía bastantes abolladuras, lo que indicaba que había sido bastante maltratado. O que la mano que adornaba había sufrido muchas vicisitudes.
Los rubíes se engarzaban en la parte superior y sostenían una espada de diamantes, rodeada por diminutas esmeraldas con forma de hojas de laurel y rematada por un zafiro a modo de corona. Estaba claro que era una joya antigua y muy valiosa. ¿Por qué se lo confiaba a ella? Sin saber muy bien qué hacer con él, se lo metió en el bolsillo de los vaqueros.
–¿Sirve cualquier árbol? –le preguntó.
–Cualquiera. Cuando estés debajo del árbol, pronuncia las siguientes palabras: «Artemisa, yo te invoco en tu forma humana».
–Artemis…
Hunter le puso la mano sobre los labios.
–Por Zeus, no lo digas hasta que yo haya desaparecido. Una vez hayas pronunciado las palabras, espera hasta aparezca una mujer pelirroja, muy alta, y le dices que necesitas protección frente a Desiderius.
Alice arqueó una ceja.
–¿Quieres que invoque a una diosa para que me proteja?
–Si no lo haces, os atrapará a ti y a tu hermana.
–¿Es que te importa?
–Mi trabajo consiste en proteger a los humanos de los Daimons; eso es lo que hace un Cazador Oscuro. –Aunque había adoptado una expresión dura, sus ojos brillaban de un modo que le decía que tras aquella historia se ocultaba mucho más.
–¿Qué son los Daimons? –le preguntó.
–Son vampiros con sobredosis de esteroides y complejo de dioses. Prométeme que lo harás.
¿Por qué no? Era una petición muy extraña pero, teniendo en cuenta que estaba encadenada con unos grilletes a un vampiro, ¿quién era ella para decidir lo que era extraño y lo que no?
–Vale.
–Bien. Ahora, salgamos de aquí a toda prisa.
Antes de que pudiera contestar, Hunter (nicholas) agarró el grillete que rodeaba su muñeca y corrió hacia la derecha, siguiendo el pasillo. Mientras corrían sobre el suelo oxidado, Alice se dio cuenta que estaban en una especie de fábrica abandonada.
Al final del pasillo encontraron unas escaleras que bajaban al piso inferior. Hunter tiró de ella hasta llegar al último escalón y aparecieron en una habitación enorme con suelo de cemento.
Las antiguas paredes metálicas estaban abolladas y los rayos del sol se filtraban a través de las grietas.
El Cazador Oscuro retrocedió hasta quedar en las sombras, lejos de la luz. Su rostro parecía ligeramente quemado por el sol pero, en conjunto, no se veía muy mal tras su loca carrera.
–¿Y ahora qué? –le preguntó ella mientras recobraba el aliento.
Él ni siquiera tenía la respiración alterada. Pero había clavado los ojos en sus pechos con sumo interés y la miraba de forma un tanto… ardiente.
Alice cruzó los brazos como barrera de protección.
Y, por primera vez, le vio esbozar una verdadera sonrisa cuando cayó en la cuenta de que la mano de Hunter estaba peligrosamente cerca de su pecho.
Tan cerca que las puntas de sus dedos le rozaban el pezón.
Alice sintió que el fuego corría por sus venas. Bajó los brazos de inmediato hasta dejarlos a ambos lados del cuerpo, todo ello bajo la sonrisa burlona de él que, aunque malvada y de labios firmemente apretados, seguía siendo devastadora.
El brillo de diversión en sus ojos quitaba el aliento y su rostro se había suavizado hasta mostrar un encanto juvenil que podría derretir el corazón de cualquier fémina.
Echó un vistazo alrededor de la fábrica vacía.
–Ahora echo en falta un móvil o una línea de metro. Sabía que debería haber aceptado la plaza de Nueva York.
Confundida, Alice alzó la mirada.
–¿Plaza? ¿A qué te refieres? ¿Es que lo de cazar es un empleo regularizado?
–Sí, incluso me pagan.
–¿Quién te paga?
En lugar de contestar, Hunter alzó una mano indicando que guardara silencio; un gesto que estaba empezando a cabrearla. Básicamente, porque siempre presagiaba algún tipo de problema. Y ya estaba cansada de enfrentarse a los problemas de Alicia.
Dos segundos después, se escucharon los pasos de alguien que rodeaba el edificio desde el exterior.
Hunter la ocultó entre las sombras, junto a él, mientras escuchaban con atención. Había colocado el brazo libre alrededor de sus hombros, para poder mantenerla pegada a su cuerpo.
Alice se quedó petrificada cuando su espalda se apoyó por completo en el pecho masculino y la asaltó una oleada de inoportuno deseo.
La tibieza que emanaba del cuerpo de Hunter la ayudaba a entrar en calor, y esa aura de virilidad y poder masculino la subyugaban. Y aún más inquietante era el agradable aroma a cuero y sándalo que comenzaba a invadir sus sentidos.
Deseaba a este hombre.
¿Estás loca? ¡Este tipo es un vampiro!
Vale, pero un vampiro que está como un tren.
Invitado
Invitado
Re: "Placeres Nocturnos" (Nick Jonas)
Nicholas no podía respirar debido a la proximidad del cuerpo de Alice. Sus agudizados sentidos la percibían por completo. Escuchaba el ritmo alocado de su corazón, la sequedad de su boca y, lo que era peor, podía paladear su deseo.
Y eso lo estimulaba aún más. Y le recordaba por qué había establecido el hábito de evitar a las mujeres tanto como le resultaba posible.
Maldito seas, Desiderius. Porque, en esos instantes, le resultaba muy difícil recordar que no podía poseerla. Y aún más difícil era obviar su aroma. O su forma de moverse, como la de una bailarina segura de sus pasos.
Su cuerpo esbelto era la personificación de la elegancia y no le costaba mucho esfuerzo imaginarla sentada a horcajadas sobre él mientras le proporcionaba un placer sexual que, estaba completamente seguro, ningún otro hombre le había dado antes.
Su entrepierna se tensó hasta un punto cercano al dolor. No podía recordar la última vez que se había puesto tan duro por una mujer. Y tenía que echar mano de toda su fuerza de voluntad para no besarla; y para no enterrar los labios en su garganta e inhalar ese aroma dulce y cálido mientras…
Flexionó los dedos, aumentando la presión que ejercía sobre los hombros de la chica, al darse cuenta de que sólo tenía que bajar la mano unos centímetros y podría acariciar su pecho. Tan sólo unos centímetros…
De repente, el sonido de un walkie-talkie rompió el silencio.
–Es un albañil –susurró Alice, echando a correr hacia una ventana.
Nicholas siseó cuando ella lo arrastró hacia la luz del sol y volvió bruscamente a la sombra.
–Lo siento –murmuró. Se acercó con cuidado a la ventana, asegurándose de no exponer a Hunter a los rayos del sol–. ¡Eh! –exclamó para llamar la atención del trabajador, que se encontraba a unos metros de distancia, hurgando en un viejo tractor.
El albañil la miró, perplejo. Se acercó a la ventana con el ceño fruncido y miró hacia el interior.
–¿Qué están haciendo aquí? Esta zona está cerrada al público.
–Es una larga historia –le contestó Alice–. La versión resumida es que me dejaron tirada. ¿Por casualidad no tendría un móvil? Necesito hacer una llamada. ¿Le importaría prestármelo?
Aún frunciendo el ceño, el tipo le pasó el móvil a través de la ventana.
Hunter se lo quitó de inmediato.
–¡Oye! –le espetó, alargando el brazo para volver a cogerlo.
Poniéndolo fuera de su alcance, la ignoró mientras marcaba un número.
–¿Dónde estamos? –le preguntó al trabajador mientras se colocaba el teléfono en la oreja.
–En la antigua planta Olson.
–¿En Slidell?
Alice alzó una ceja, atónita al comprobar que el Cazador Oscuro había reconocido el lugar. Ella llevaba toda la vida viviendo en Nueva Orleáns y no tenía ni idea de que existiese este sitio.
–Sí –contestó el hombre.
Hunter asintió con la cabeza.
–Oye –le dijo a su interlocutor–, soy yo. Estoy en la antigua planta Olson, en Slidell. ¿Sabes dónde está?
Hizo una pausa para escuchar lo que tuviese que decirle la persona que se encontraba al otro lado de la línea.
Alice lo observó atentamente. Le sorprendía que fuese capaz de hablar sin enseñar los colmillos, pero los disimulaba muy bien. Y, ahora que lo pensaba, ¿cómo podía un vampiro estar tan bronceado y su piel ser cálida al tacto? ¿Cómo tenía pulso? ¿Cómo es que su corazón seguía latiendo? ¿No se suponía que los vampiros eran no-muertos, pálidos y fríos?
–Sí –dijo Hunter–. Necesito que me saques de aquí, preferiblemente antes de que el día avance.
El Cazador Oscuro cortó la llamada y arrojó el teléfono al trabajador, que esperaba al otro lado de la ventana.
–¡Eh! –le gritó Amanda, sacando el brazo por la ventana para reclamar el teléfono–. Lo necesito.
–¿A quién vas a llamar? –le preguntó Hunter de modo amenazador.
–No es asunto tuyo.
Él le quitó el teléfono de nuevo.
–Mientras estemos encadenados es asunto mío.
Alice lo miró con los ojos entrecerrados y agarró el teléfono.
–Tócame las narices, chico, y doy dos pasos a la derecha.
La furiosa y candente mirada que le dedicó el Cazador Oscuro hizo que un escalofrío le recorriera la espalda.
–No te atrevas a llamar a tu hermana.
La furia que reflejaba su rostro consiguió que Alice recapacitara y retrocediera, ya que no quería tentar a la suerte. Le entregó el teléfono al hombre.
–Gracias –le dijo.
El tipo se colocó el móvil en el cinturón y la miró de forma acusadora.
–Tienen que marcharse, ya saben que esto es…
El Cazador Oscuro alzó la mano y los ojos del hombre perdieron toda expresión.
–No hay nadie en el edificio. Ve a hacer tu trabajo.
El tipo se alejó sin decir una palabra más.
¿Control mental? Alice miró boquiabierta a Hunter. Por supuesto que tenía poderes mentales. Era un vampiro.
–Será mejor que no uses ese truco conmigo –le dijo Alice.
–No te preocupes. Eres demasiado obstinada para que funcione.
–Bien.
–No, desde mi punto de vista no es bueno.
Aunque las palabras fueron más bien cortantes, había una luz en la profundidad de sus ojos que indicaba que no estaba tan molesto como pretendía hacerla creer.
Ella lo miró con recelo. Estaba apoyado sobre una columna, con aire despreocupado y, aun así, Alice tenía la impresión de que estaba absolutamente atento a todo lo que los rodeaba, tanto en el interior del edificio como en el exterior.
–¿Por qué te convertiste en un vampiro? –le preguntó antes de pensar lo que iba a decir–. ¿Has convertido a alguien en contra de su voluntad?
Él abrió los ojos y alzó una ceja.
–Nadie se convierte en Cazador Oscuro a menos que lo desee.
–Y tú estuviste de acuerdo porque querías… –su voz se desvaneció mientras esperaba que él le explicara.
–…acabar con las humanas entrometidas que no dejan de darme la lata con sus preguntas.
Alice debería estar asustada, pero aún resonaban en sus oídos las palabras de Desiderius, según las cuáles Hunter jamás haría daño a un humano.
¿Sería cierto?
Recorrió con la mirada su delicioso cuerpo, deseando poder estar completamente segura.
Ambos se quedaron callados durante unos instantes, hasta que fue incapaz de soportarlo por más tiempo.
–Entonces –dijo, intentando romper el incómodo silencio–, ¿cuánto crees que tendremos que esperar?
–No lo sé.
–¿A quién llamaste? –Un nuevo intento de conversación.
–A nadie.
Alice respiró hondo y luchó por controlar el súbito impulso de estrangularlo.
–No te gusta que te hagan preguntas, ¿verdad?
–¿Quieres que te sea sincero? Ni siquiera me gusta hablar. Prefiero esperar en silencio.
–¿Ensimismado?
–Sí.
Amanda sopló un resoplido.
–Bueno, pues resulta que estoy aburrida, y si tengo que estar aquí esperando a que vengan a por nosotros, me gustaría entretenerme con algo.
La mirada de Hunter descendió hasta sus labios y, muy despacio, siguió bajando hasta sus pechos y sus caderas. Después cerró los ojos, pero Alice había visto el deseo voraz en aquellas profundidades oscuras. Podía sentir su deseo; un deseo violento y exigente.
–Se me ocurre un modo de entretenerte…
Ella abrió los ojos de par en par.
–No irás a morderme, ¿verdad?
Hunter le contestó con una pícara sonrisa.
–No quiero morderte. Quiero desnudarte y mordisquear cada centímetro de tu piel, especialmente tus pec…
Alice alargó un brazo y le tapó la boca con la mano para hacerlo callar. La suavidad de esos labios, en contraste con la aspereza de su barba, la dejó aturdida. Y el contacto de su piel bajo la mano provocaba una especie de descarga eléctrica. Tragando saliva, se apartó de él.
–Pensaba que los vampiros no podían tener relaciones sexuales.
Él alzó una ceja y la miró con expresión burlona.
–¿Qué tal si tú y yo llevamos a cabo un pequeño experimento, sólo para probar?
Alice pensó que debería sentirse molesta. Debería enfadarse. Debería sentirse de cualquier forma, salvo excitada por sus palabras.
Pero, mientras recorría con la mirada ese cuerpo esbelto y perfecto, la idea comenzaba a resultarle cada vez más atractiva.
Nicholas notó su confusión. Estaba considerando su oferta. Si el ardor en su entrepierna no hubiese sido tan insoportable, incluso se habría reído. Pero, tal y como estaban las cosas, ni él mismo estaba muy seguro de si su proposición había sido un simple jueguecito o de si lo había dicho en serio.
Lo único que sabía con certeza era que su cuerpo respondía al de ella. Era exactamente el tipo de mujer que siempre le había atraído: inteligente y valiente.
En pocas palabras: fascinante.
Y eso lo estimulaba aún más. Y le recordaba por qué había establecido el hábito de evitar a las mujeres tanto como le resultaba posible.
Maldito seas, Desiderius. Porque, en esos instantes, le resultaba muy difícil recordar que no podía poseerla. Y aún más difícil era obviar su aroma. O su forma de moverse, como la de una bailarina segura de sus pasos.
Su cuerpo esbelto era la personificación de la elegancia y no le costaba mucho esfuerzo imaginarla sentada a horcajadas sobre él mientras le proporcionaba un placer sexual que, estaba completamente seguro, ningún otro hombre le había dado antes.
Su entrepierna se tensó hasta un punto cercano al dolor. No podía recordar la última vez que se había puesto tan duro por una mujer. Y tenía que echar mano de toda su fuerza de voluntad para no besarla; y para no enterrar los labios en su garganta e inhalar ese aroma dulce y cálido mientras…
Flexionó los dedos, aumentando la presión que ejercía sobre los hombros de la chica, al darse cuenta de que sólo tenía que bajar la mano unos centímetros y podría acariciar su pecho. Tan sólo unos centímetros…
De repente, el sonido de un walkie-talkie rompió el silencio.
–Es un albañil –susurró Alice, echando a correr hacia una ventana.
Nicholas siseó cuando ella lo arrastró hacia la luz del sol y volvió bruscamente a la sombra.
–Lo siento –murmuró. Se acercó con cuidado a la ventana, asegurándose de no exponer a Hunter a los rayos del sol–. ¡Eh! –exclamó para llamar la atención del trabajador, que se encontraba a unos metros de distancia, hurgando en un viejo tractor.
El albañil la miró, perplejo. Se acercó a la ventana con el ceño fruncido y miró hacia el interior.
–¿Qué están haciendo aquí? Esta zona está cerrada al público.
–Es una larga historia –le contestó Alice–. La versión resumida es que me dejaron tirada. ¿Por casualidad no tendría un móvil? Necesito hacer una llamada. ¿Le importaría prestármelo?
Aún frunciendo el ceño, el tipo le pasó el móvil a través de la ventana.
Hunter se lo quitó de inmediato.
–¡Oye! –le espetó, alargando el brazo para volver a cogerlo.
Poniéndolo fuera de su alcance, la ignoró mientras marcaba un número.
–¿Dónde estamos? –le preguntó al trabajador mientras se colocaba el teléfono en la oreja.
–En la antigua planta Olson.
–¿En Slidell?
Alice alzó una ceja, atónita al comprobar que el Cazador Oscuro había reconocido el lugar. Ella llevaba toda la vida viviendo en Nueva Orleáns y no tenía ni idea de que existiese este sitio.
–Sí –contestó el hombre.
Hunter asintió con la cabeza.
–Oye –le dijo a su interlocutor–, soy yo. Estoy en la antigua planta Olson, en Slidell. ¿Sabes dónde está?
Hizo una pausa para escuchar lo que tuviese que decirle la persona que se encontraba al otro lado de la línea.
Alice lo observó atentamente. Le sorprendía que fuese capaz de hablar sin enseñar los colmillos, pero los disimulaba muy bien. Y, ahora que lo pensaba, ¿cómo podía un vampiro estar tan bronceado y su piel ser cálida al tacto? ¿Cómo tenía pulso? ¿Cómo es que su corazón seguía latiendo? ¿No se suponía que los vampiros eran no-muertos, pálidos y fríos?
–Sí –dijo Hunter–. Necesito que me saques de aquí, preferiblemente antes de que el día avance.
El Cazador Oscuro cortó la llamada y arrojó el teléfono al trabajador, que esperaba al otro lado de la ventana.
–¡Eh! –le gritó Amanda, sacando el brazo por la ventana para reclamar el teléfono–. Lo necesito.
–¿A quién vas a llamar? –le preguntó Hunter de modo amenazador.
–No es asunto tuyo.
Él le quitó el teléfono de nuevo.
–Mientras estemos encadenados es asunto mío.
Alice lo miró con los ojos entrecerrados y agarró el teléfono.
–Tócame las narices, chico, y doy dos pasos a la derecha.
La furiosa y candente mirada que le dedicó el Cazador Oscuro hizo que un escalofrío le recorriera la espalda.
–No te atrevas a llamar a tu hermana.
La furia que reflejaba su rostro consiguió que Alice recapacitara y retrocediera, ya que no quería tentar a la suerte. Le entregó el teléfono al hombre.
–Gracias –le dijo.
El tipo se colocó el móvil en el cinturón y la miró de forma acusadora.
–Tienen que marcharse, ya saben que esto es…
El Cazador Oscuro alzó la mano y los ojos del hombre perdieron toda expresión.
–No hay nadie en el edificio. Ve a hacer tu trabajo.
El tipo se alejó sin decir una palabra más.
¿Control mental? Alice miró boquiabierta a Hunter. Por supuesto que tenía poderes mentales. Era un vampiro.
–Será mejor que no uses ese truco conmigo –le dijo Alice.
–No te preocupes. Eres demasiado obstinada para que funcione.
–Bien.
–No, desde mi punto de vista no es bueno.
Aunque las palabras fueron más bien cortantes, había una luz en la profundidad de sus ojos que indicaba que no estaba tan molesto como pretendía hacerla creer.
Ella lo miró con recelo. Estaba apoyado sobre una columna, con aire despreocupado y, aun así, Alice tenía la impresión de que estaba absolutamente atento a todo lo que los rodeaba, tanto en el interior del edificio como en el exterior.
–¿Por qué te convertiste en un vampiro? –le preguntó antes de pensar lo que iba a decir–. ¿Has convertido a alguien en contra de su voluntad?
Él abrió los ojos y alzó una ceja.
–Nadie se convierte en Cazador Oscuro a menos que lo desee.
–Y tú estuviste de acuerdo porque querías… –su voz se desvaneció mientras esperaba que él le explicara.
–…acabar con las humanas entrometidas que no dejan de darme la lata con sus preguntas.
Alice debería estar asustada, pero aún resonaban en sus oídos las palabras de Desiderius, según las cuáles Hunter jamás haría daño a un humano.
¿Sería cierto?
Recorrió con la mirada su delicioso cuerpo, deseando poder estar completamente segura.
Ambos se quedaron callados durante unos instantes, hasta que fue incapaz de soportarlo por más tiempo.
–Entonces –dijo, intentando romper el incómodo silencio–, ¿cuánto crees que tendremos que esperar?
–No lo sé.
–¿A quién llamaste? –Un nuevo intento de conversación.
–A nadie.
Alice respiró hondo y luchó por controlar el súbito impulso de estrangularlo.
–No te gusta que te hagan preguntas, ¿verdad?
–¿Quieres que te sea sincero? Ni siquiera me gusta hablar. Prefiero esperar en silencio.
–¿Ensimismado?
–Sí.
Amanda sopló un resoplido.
–Bueno, pues resulta que estoy aburrida, y si tengo que estar aquí esperando a que vengan a por nosotros, me gustaría entretenerme con algo.
La mirada de Hunter descendió hasta sus labios y, muy despacio, siguió bajando hasta sus pechos y sus caderas. Después cerró los ojos, pero Alice había visto el deseo voraz en aquellas profundidades oscuras. Podía sentir su deseo; un deseo violento y exigente.
–Se me ocurre un modo de entretenerte…
Ella abrió los ojos de par en par.
–No irás a morderme, ¿verdad?
Hunter le contestó con una pícara sonrisa.
–No quiero morderte. Quiero desnudarte y mordisquear cada centímetro de tu piel, especialmente tus pec…
Alice alargó un brazo y le tapó la boca con la mano para hacerlo callar. La suavidad de esos labios, en contraste con la aspereza de su barba, la dejó aturdida. Y el contacto de su piel bajo la mano provocaba una especie de descarga eléctrica. Tragando saliva, se apartó de él.
–Pensaba que los vampiros no podían tener relaciones sexuales.
Él alzó una ceja y la miró con expresión burlona.
–¿Qué tal si tú y yo llevamos a cabo un pequeño experimento, sólo para probar?
Alice pensó que debería sentirse molesta. Debería enfadarse. Debería sentirse de cualquier forma, salvo excitada por sus palabras.
Pero, mientras recorría con la mirada ese cuerpo esbelto y perfecto, la idea comenzaba a resultarle cada vez más atractiva.
Nicholas notó su confusión. Estaba considerando su oferta. Si el ardor en su entrepierna no hubiese sido tan insoportable, incluso se habría reído. Pero, tal y como estaban las cosas, ni él mismo estaba muy seguro de si su proposición había sido un simple jueguecito o de si lo había dicho en serio.
Lo único que sabía con certeza era que su cuerpo respondía al de ella. Era exactamente el tipo de mujer que siempre le había atraído: inteligente y valiente.
En pocas palabras: fascinante.
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Re: "Placeres Nocturnos" (Nick Jonas)
Echó un vistazo a la pared que se alzaba tras ella e imaginó lo que sentiría al apoyarla allí mientras la penetraba fuerte, rápido y salvajemente. Casi podía sentirse ya en su interior. Podía escucharla gemir en su oído y él…
Nicholas sacudió la cabeza para alejar las imágenes. Había ocasiones en las que odiaba sus habilidades psíquicas. Y ésta era, definitivamente, una de ellas.
Pasándose la lengua por los labios resecos, recordó la época de su vida en la que no habría dudado en llevarse a una mujer como ésta a la cama.
Una época en la que le habría quitado esa ropa conservadora y anodina y hubiese besado cada centímetro de su piel desnuda hasta que se entregara al deseo y se comportara con salvaje desenfreno.
Una época en la que la hubiese acariciado hasta llevarla al borde de la locura una y otra vez, mientras ella se aferraba a él pidiéndole más.
Apretó los dientes al sentir que la sangre comenzaba a hervirle. Cómo le gustaría volver a vivir aquellos días.
Pero eso había sido mucho tiempo atrás. Y no importaba lo mucho que la deseara, ella no estaba disponible para él.
Jamás conocería su cuerpo.
Jamás la conocería a ella. Punto. Por eso no le había preguntado el nombre ni le había dicho el suyo. No tenía ninguna intención de usarlo.
Ella no era nada más que otra persona anónima a la que había jurado proteger. No habría más intimidad que ésa entre ellos. Era un Cazador Oscuro, y ella una humana no iniciada. No les estaba permitido mezclarse.
Alzó la vista al escuchar el lejano aullido de una sirena que se aproximaba y dio las gracias silenciosamente a Tate por su don de la oportunidad.
Alice echó un vistazo por la ventana al escuchar la ambulancia. Era muy raro que se detuviera frente a la fábrica. Al instante, las puertas del edificio se abrieron, dejando paso a la ambulancia.
–¿Nuestro taxi? –preguntó.
El Cazador Oscuro asintió.
Una vez la ambulancia estuvo en el interior de la fábrica, de modo que la luz del sol no la alcanzara, un hombre afroamericano muy alto salió de ella y se acercó. Dejó escapar un largo silbido al ver el rostro de Hunter, quemado por el sol.
–Tío, estás hecho un desastre. ¿Debería preguntar por los grilletes?
Hunter echó a andar hacia el conductor de la ambulancia, precediendo a Alice
–No, a menos que quieras morir.
–Vale –dijo el hombre, de buen humor–. Puedo imaginármelo, pero tenemos un problema: no vais a pasar desapercibidos en una bolsa para cadáveres, con eso puesto. La gente va a notarlo sin ninguna duda.
–Ya lo he pensado –dijo Hunter–. Si alguien pregunta diles que morí de un infarto durante una salvaje sexcapada con ella.
Una escalofriante sensación descendió por la espalda de Alice al recordar esa misma palabra en boca de Breyda el día anterior.
–¿Cómo has dicho?
Hunter la contempló con una mirada divertida y le hizo saber que estaba disfrutando enormemente con su tormento.
–Y que no puede encontrar la llave.
Tate soltó una carcajada.
–De eso nada –le dijo Alice acaloradamente.
Hunter le dedicó esa sonrisa pícara suya que la dejaba totalmente derretida. La forma en que sus ojos la recorrieron de arriba abajo le provocó un estremecimiento.
–Mira el lado bueno: tendrás una fila de hombres interesados en pedirte una cita.
–No tiene gracia.
Hunter se encogió de hombros.
–Es la única manera de salir de aquí.
–Será para ti –le contestó ella–. Yo puedo salir caminando ahora mismo y hacer que te desintegres.
Él alzó una ceja.
–Inténtalo.
Y lo hizo. Para darse cuenta al instante de que los vampiros altos y peligrosos no se mueven ni un milímetro a no ser que quieran hacerlo.
–Vale –dijo ella, frotándose la muñeca que el grillete acababa de marcar–. Nos vamos en la ambulancia entonces.
Hunter abrió la marcha.
Cuando llegaron a la parte trasera del vehículo, él la alzó con tal facilidad que la dejó perpleja. Ella se colocó en el lado izquierdo, intentando dejarle sitio, pero era tan alto que tuvo que agacharse y, con un movimiento grácil, se tumbó en la camilla, en el interior de la bolsa negra que estaba abierta para resguardarlo.
Sin decir una sola palabra, Tate cerró la cremallera.
Nicholas sacudió la cabeza para alejar las imágenes. Había ocasiones en las que odiaba sus habilidades psíquicas. Y ésta era, definitivamente, una de ellas.
Pasándose la lengua por los labios resecos, recordó la época de su vida en la que no habría dudado en llevarse a una mujer como ésta a la cama.
Una época en la que le habría quitado esa ropa conservadora y anodina y hubiese besado cada centímetro de su piel desnuda hasta que se entregara al deseo y se comportara con salvaje desenfreno.
Una época en la que la hubiese acariciado hasta llevarla al borde de la locura una y otra vez, mientras ella se aferraba a él pidiéndole más.
Apretó los dientes al sentir que la sangre comenzaba a hervirle. Cómo le gustaría volver a vivir aquellos días.
Pero eso había sido mucho tiempo atrás. Y no importaba lo mucho que la deseara, ella no estaba disponible para él.
Jamás conocería su cuerpo.
Jamás la conocería a ella. Punto. Por eso no le había preguntado el nombre ni le había dicho el suyo. No tenía ninguna intención de usarlo.
Ella no era nada más que otra persona anónima a la que había jurado proteger. No habría más intimidad que ésa entre ellos. Era un Cazador Oscuro, y ella una humana no iniciada. No les estaba permitido mezclarse.
Alzó la vista al escuchar el lejano aullido de una sirena que se aproximaba y dio las gracias silenciosamente a Tate por su don de la oportunidad.
Alice echó un vistazo por la ventana al escuchar la ambulancia. Era muy raro que se detuviera frente a la fábrica. Al instante, las puertas del edificio se abrieron, dejando paso a la ambulancia.
–¿Nuestro taxi? –preguntó.
El Cazador Oscuro asintió.
Una vez la ambulancia estuvo en el interior de la fábrica, de modo que la luz del sol no la alcanzara, un hombre afroamericano muy alto salió de ella y se acercó. Dejó escapar un largo silbido al ver el rostro de Hunter, quemado por el sol.
–Tío, estás hecho un desastre. ¿Debería preguntar por los grilletes?
Hunter echó a andar hacia el conductor de la ambulancia, precediendo a Alice
–No, a menos que quieras morir.
–Vale –dijo el hombre, de buen humor–. Puedo imaginármelo, pero tenemos un problema: no vais a pasar desapercibidos en una bolsa para cadáveres, con eso puesto. La gente va a notarlo sin ninguna duda.
–Ya lo he pensado –dijo Hunter–. Si alguien pregunta diles que morí de un infarto durante una salvaje sexcapada con ella.
Una escalofriante sensación descendió por la espalda de Alice al recordar esa misma palabra en boca de Breyda el día anterior.
–¿Cómo has dicho?
Hunter la contempló con una mirada divertida y le hizo saber que estaba disfrutando enormemente con su tormento.
–Y que no puede encontrar la llave.
Tate soltó una carcajada.
–De eso nada –le dijo Alice acaloradamente.
Hunter le dedicó esa sonrisa pícara suya que la dejaba totalmente derretida. La forma en que sus ojos la recorrieron de arriba abajo le provocó un estremecimiento.
–Mira el lado bueno: tendrás una fila de hombres interesados en pedirte una cita.
–No tiene gracia.
Hunter se encogió de hombros.
–Es la única manera de salir de aquí.
–Será para ti –le contestó ella–. Yo puedo salir caminando ahora mismo y hacer que te desintegres.
Él alzó una ceja.
–Inténtalo.
Y lo hizo. Para darse cuenta al instante de que los vampiros altos y peligrosos no se mueven ni un milímetro a no ser que quieran hacerlo.
–Vale –dijo ella, frotándose la muñeca que el grillete acababa de marcar–. Nos vamos en la ambulancia entonces.
Hunter abrió la marcha.
Cuando llegaron a la parte trasera del vehículo, él la alzó con tal facilidad que la dejó perpleja. Ella se colocó en el lado izquierdo, intentando dejarle sitio, pero era tan alto que tuvo que agacharse y, con un movimiento grácil, se tumbó en la camilla, en el interior de la bolsa negra que estaba abierta para resguardarlo.
Sin decir una sola palabra, Tate cerró la cremallera.
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