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Mensaje por ivana-ilove Lun 18 Oct 2010, 8:18 pm

ahhhhhhhhhhhhh sigueeeeeee
ahhhhhhhhhhh joe me beso
aunque no fue en la boca :¬¬: ........... pero no importa fue un besoooooo

sigueeeeeeeeeeeeeeeeeeee
ivana-ilove
ivana-ilove


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Mensaje por ♫ Laura Jonas ♥ Mar 19 Oct 2010, 1:30 pm

POR DIOS!!!!!!!!!!!!!
COMO QUE ESTOY FALTA DE MARATONNNNNNNNNNNNNNNNN

MARATONNNNNNNNNNNNNNNNNN
♫ Laura Jonas ♥
♫ Laura Jonas ♥


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Mensaje por Aly Mar 19 Oct 2010, 2:19 pm

NEW READER!!!!!!!

Amo tu novela chica , siento no comentar pero es que casi no tengo tiempo ni para mis novelas . Estoy con examenes y de mas puff!!!
venga siguela pronto!!!!!!!!!!!!!!!!!
Aly
Aly


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Mensaje por Aly Mar 19 Oct 2010, 2:20 pm

MARATOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOON
MARATOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOON
Aly
Aly


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Mensaje por Invitado Mar 19 Oct 2010, 2:34 pm

Quiero Cap :) S I G U E L A :D
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Mensaje por ForJoeJonas Mar 19 Oct 2010, 2:37 pm

Gracias por los coments chicas!

Bienvenidas a mis queridas nuevas lectoras!

Es la primera vez que piden maratón en una de las novelas que he subido o.O

Si las demás tambien piden maratón, subiré!

Más tarde les subo el capi de hoy, un besote enoooorme!!!
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Mensaje por Invitado Mar 19 Oct 2010, 2:48 pm

Siiiiii Maraton maraton maraton todas queremos M A R A T O N
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Mensaje por Invitado Mar 19 Oct 2010, 3:12 pm

MARATON
MARATON
MARATON
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Mensaje por Kat Mar 19 Oct 2010, 3:29 pm

Te amuu Adee!

¡TIENEES QUE SEGUIRLAA NENA!
Jajaja no weeh ya me voy mañana me voy a Madrid a las 4:00 de la mañana (? o.O Jajaja esq voy a renovar los pasaportes para irme en Dic a mii Colombiis! jajaja!

¡SIGUEEELAA ADE PLEASEE, LA AMOOO!

¡SIII MARATOOOOÓN!
Kat
Kat


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Mensaje por F l ♥ r e n c i a. Mar 19 Oct 2010, 3:52 pm

EEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEAAAAAAAAAAAAA(?

MARATÓN, MARATÓN, MARATÓN

JAJAJAJAJAJAJA Y BUEEEEENO ADE, TENGO QUE CONFESAR QUE JOE ME ENCANTA UN POQUITO MÁS QUE LA NOVE :roll: , PERO ES MUUUUUUUUY CHIQUITA LA DIFERENCIA.
F l ♥ r e n c i a.
F l ♥ r e n c i a.


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Mensaje por ForJoeJonas Mar 19 Oct 2010, 4:03 pm

Ay Flor, estás loquita pero así te quiero!

NENAAAS! Ahora les traigo su maratón!

Ya me lo agradeceran.... jajajajajajajaaa
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~·~ Un Héroe En Nueva York ~·~ (Joe y tú) - Página 8 Empty Re: ~·~ Un Héroe En Nueva York ~·~ (Joe y tú)

Mensaje por Invitado Mar 19 Oct 2010, 4:03 pm

Nueva lecotra!:) ya quiero que empieze la acción(? JAHJAHJAHAHAJA:EEEE
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~·~ Un Héroe En Nueva York ~·~ (Joe y tú) - Página 8 Empty Re: ~·~ Un Héroe En Nueva York ~·~ (Joe y tú)

Mensaje por ForJoeJonas Mar 19 Oct 2010, 4:11 pm

~·~ Un Héroe En Nueva York ~·~ (Joe y tú) - Página 8 2d8q3xu


-Pero ¿adónde vais?

-A hacer un recado. Rob puede acompañarme, ¿verdad, Rob?

-Claro.

La idea de pasar media hora en la bañera resultaba tentadora.

-Nada de chucherías. Falta muy poco para la cena.

-Está bien, no comeré ninguna -le prometió Joe empujándola hacia el baño, y, agarrando a Robert del hombro, regresó al cuarto de estar-. ¿Listo para emprender una misión, cabo?

Con los ojos brillantes, Robert hizo un saludo militar.

-Listo, señor.



La combinación de hielo, baño caliente y aspirina tuvo éxito. Cuando el agua empezó a enfriarse, el dolor de cabeza de ______ se había disipado hasta convertirse en un leve aturdimiento. Estaba en deuda con Joe por permitirle pasar un rato a solas, pensó mientras se ponía unos vaqueros. El agua caliente no solo se había llevado el dolor: también había disipado su nerviosismo. En realidad, al examinar despacio su ojo morado, se sintió muy orgullosa de sí misma. Joe tenía razón: las burbujas eran excelentes para levantar la moral.

Se cepilló el pelo, preguntándose si Robert se enfadaría si dejaban el cine para otro día. A pesar del baño caliente, no le apetecía nada encarar de nuevo el frío de la calle para sentarse en un cine abarrotado. Pensó que tal vez se diera por satisfecho con una sesión de tarde al día siguiente. Tendría que variar un poco sus planes, pero, después de la semana que había pasado, la idea de pasar una noche tranquila en casa, aunque tuviera que hacer la colada después de la cena, le parecía mucho más apetecible.

Qué semana tan espantosa, pensó mientras se ponía las pantuflas. Rosen era un tirano y el cajero un plasta. Los cinco días anteriores, había pasado casi tanto tiempo aplacando a uno y quitándose de encima al otro como tramitando préstamos. El trabajo no le daba miedo, pero le crispaba los nervios tener que dar cuenta de cada minuto de su tiempo. Sin embargo, no era nada personal, de eso se había dado cuenta el primer día. Rosen era igual de insoportable con todo el mundo.

Y ese idiota de Cummings... ______ procuró quitarse de la cabeza la imagen del pegajoso cajero y se sentó al borde de la cama. Ya había superado las dos primeras semanas. Se tocó cuidadosamente el pómulo. Las cicatrices lo demostraban. En adelante, todo sería más fácil. Ya no sufriría el estrés de tener que familiarizarse con tantas caras nuevas. Y lo mejor de todo era que no tenía que preocuparse por Robert.

Aunque no quisiera admitirlo delante de nadie, cada día de esa semana había creído que Joe iba a llamarla para decide que Robert le causaba demasiadas molestias, que había cambiado de idea y que estaba cansado de pasarse las tardes con un crío de nueve años. Pero el caso era que, cada tarde, cuando subía a casa, Robert tenía mil historias que contarle acerca de Joe, de Tas y de todo lo que hacían.

Joe le había enseñado una serie de bocetos para el número especial de aniversario. Habían llevado a Tas al parque. Habían visto la versión original, sin cortar, de King Kong. Joe le había enseñado su colección de cómics, que incluía los primeros números de Superman y de Cuentos desde la cripta, número que, como todo el mundo sabía, tenían un valor prácticamente incalculable. ¿Y sabía acaso ella que Joe tenía en su poder el auténtico anillo transmisor del Capitán Medianoche? ¡Guau!

______ hizo girar los ojos y puso una mueca al sentir una punzada de dolor. Joe tal vez fuera raro, pero no había duda de que hacía feliz a Robert. Todo iría bien mientras siguiera pensando en él como en el amigo de su hijo y olvidara el repentino e inexplicable vínculo que había surgido entre ellos el fin de semana anterior.

______ prefería pensar en ello como en un vínculo fortuito, aunque tal vez Joe lo hubiera llamado de otro modo. Atracción, química, pasión... No, ella no usaría ninguno de aquellos términos, ni pensaría en la reacción inmediata e irrefrenable que le había provocado su abrazo. Sabía lo que había sentido. Era demasiado honesta como para negar que, por un instante, se había dejado llevar, embriagada, por el placer de sentirse deseada. No tenía por qué avergonzarse de ello. Cualquier mujer que llevara tanto tiempo sola como ella sentiría cierto hormigueo al hallarse tan cerca de un hombre atractivo. Pero, entonces, ¿por qué Cummings no le producía aquel hormigueo?

«No contestes a esa pregunta», se advirtió. A veces era preferible no ahondar demasiado, no fuera a ser que no le gustara la respuesta.

[/i]«Piensa en la cena»,[/i] se dijo. El pobre Robert tendría que conformarse con una sopa y un sándwich en vez de su ansiada hamburguesa con queso. Suspirando, se levantó al oír que se abría la puerta.

-¡Mamá! ¡Mamá, ven a ver qué sorpresa!

______ procuró componer una sonrisa, aun que no sabía si podría soportar más sorpresas ese día.

-Rob, ¿le has dado a Joe las gracias por...? ¡Oh! -de pronto vio que Joe también había vuelto, y sin darse cuenta empezó a estirarse el jersey. Robert y él estaban junto a la puerta, sonriendo. Robert llevaba dos bolsas de papel y Joe sostenía lo que se parecía sospechosamente a un vídeo con los cables colgando.

-¿Qué es todo eso?

-La cena y una sesión doble -le informó Joe-. Rob me ha dicho que te gustan los batidos de chocolate.

-Sí, claro -al fin sintió el aroma. Husmeando, miró atentamente las bolsas de Rob-. ¿Hamburguesas con queso?

-Sí, Y patatas. Joe dijo que podíamos pedir ración doble. Y hemos sacado a Tas a dar un paseo. Está abajo, comiendo.

-Tiene muy malos modales en la mesa -Joe puso el vídeo sobre el televisor de ______.

-Y yo he ayudado a Joe a desenchufar el vídeo. Hemos traído En busca del arca perdida. Joe tiene montones de películas.

-Rob dice que te gustan los musicales.

-Bueno, sí, pero...

-También hemos traído un musical -Rob dejó las bolsas en el suelo y se sentó con Joe en el suelo-. Joe dice que es muy divertida, así que supongo que estará bien -puso una mano sobre la pierna de Joe y se inclinó hacia delante para mirar el enchufe.

-Cantando bajo la lluvia -Joe le dio a Robert un cable y se apartó para que lo enchufara.

-¿De veras?

Él sonrió. A veces, ______ era igual que su hijo.

-Sí. ¿Qué tal tu ojo?

-Mejor -incapaz de resistirse, ______ se acercó a mirar. Qué extraño era ver las manitas de su hijo junto a las de un hombre.

-Está un poco apretujado, pero cabe justo debajo de la tele -Joe apretó suavemente el hombro de Robert y se levantó. Poniendo un dedo bajo la barbilla de ______, le giró la cara para mirarle el ojo-. Vaya, qué colorcillo tiene. En fin, Rob y yo pensamos que, como estabas un poco hecha polvo, era mejor traerte la película a casa.

-Sí, estoy un poco cansada. Gracias -le tocó un momento la muñeca.

-De nada -él se preguntó cuál sería su reacción, y la de Robert, si la besaba en ese momento.

______ pareció darse cuenta, pues se apartó rápidamente.

-Bueno, será mejor que traiga unos platos o la comida se quedará fría.

-Tenemos montones de servilletas -señaló el sofá-. Siéntate mientras mi ayudante y yo acabamos.

-Ya está -sofocado por la emoción, Robert retrocedió a gatas-. Ya lo he enchufado todo.

Joe se agachó para comprobar las conexiones.

-Es usted un mecánico de primera, cabo.

-Primero vamos a ver En busca del arca perdida, ¿no?

-Ese era el trato -Joe le dio la cinta-. Tú estás al mando.

-Parece que tengo que darte las gracias otra vez -dijo ______ cuando Joe se sentó junto a ella en el sofá.

-¿Por qué? Esta noche me apetecía entrometerme en tu cita con Rob -sacó una hamburguesa de la bolsa-. Esto es más barato.

-La mayoría de los hombres no querrían pasar un viernes por la noche con un niño pequeño.

-¿Por qué no? -dio un buen mordisco y, tras tragárselo, continuó-. Me imagino que no se comerá ni la mitad de sus patatas. Así que yo me comeré el resto.

Robert dio un salto y se sentó entre ellos. Lanzó un teatral suspiro de satisfacción y se arrellanó en el sofá.

-Esto es mejor que salir. Muchísimo mejor.

Tenía razón, pensó ______ mientras, relajándose, se dejaba atrapar por las aventuras de Indiana Jones. En otro tiempo, había creído que la vida podía ser así de emocionante, de romántica y de sobrecogedora. Y, aunque las circunstancias la habían obligado a dejar a un lado aquellas cosas, nunca había perdido su afición por las películas de aventuras. Durante un par de horas, era posible cerrar la puerta a la realidad y a las presiones que conllevaba y volver a tener ilusiones.

Robert tenía los ojos brillantes y parecía lleno de energía al cambiar de cinta. ______ comprendió que, esa noche, sus sueños girarían en tomo a tesoros perdidos y hazañas heroicas. Acurrucado a su lado, el niño se rió de las travesuras y batacazos de Donald O'Connor, pero empezó a dar cabezadas en cuanto Gene Kelly empezó a bailar bajo la lluvia.

-Fantástico, ¿eh? -murmuró Joe. Robert se había movido de modo que tenía la cabeza apoyada sobre su pecho.

-Sí. Nunca me canso de ver esta película. De pequeña, la veíamos siempre que la ponían en la tele. Mi padre es un fanático del cine. Puedes citarle casi cualquier película, y te dirá el reparto. Pero, sobre todo, le gustan los musicales.

Joe guardó silencio de nuevo. Hacía falta muy poco para conocer los sentimientos de una persona hacia otra: una simple inflexión de la voz, una leve dulcificación de la expresión... Los padres de ______ habían sido cariñosos con ella. Él, en cambio, lamentaba no poder decir lo mismo de los suyos. Su padre nunca había compartido su amor por la literatura fantástica ni por el cine, y él siempre se había sentido ajeno a la devoción de su padre por los negocios. Aunque nunca se había considerado un niño solitario, pues su imaginación era compañía suficiente, siempre echaría de menos el calor y el afecto que había percibido en la voz de ______ al hablar de su padre.

Cuando comenzaron los créditos, se volvió de nuevo hacia ella.

-¿Tus padres viven en la ciudad?

-¿Aquí? No, qué va -se echó a reír al imaginárselos enfrentándose al ritmo de vida de Nueva York-. No, yo crecí en Rochester, pero mis padres se fueron al sur hace casi diez años. A Fort Worth. Mi padre trabaja en un banco y mi madre trabaja media jornada en una librería. Nos quedamos todos atónitos cuando se puso a trabajar. Supongo que creíamos que no sabía hacer nada más que cocinar y planchar.

-¿Cuánto sois?

______ suspiró ligeramente mientras la pantalla quedaba en blanco. No recordaba cuánto tiempo hacía que no pasaba una velada tan agradable.

-Tengo un hermano y una hermana. Yo soy la mayor. Steve vive en Rochester con su mujer, que está esperando un hijo, y Anne está en Atlanta. Es locutora de Radio.

-¿En serio?

-«Despierta, Atlanta. Son las seis de la mañana, hora de tres éxitos encadenados» -se echó a reír al pensar en su hermana-. Me encantaría ir a verlos con Rob.

-¿Los echas de menos?

-Es duro pensar lo dispersos que estamos todos. Sé que a Rob le vendría bien tener más familia cerca.

-¿Y a ______?

Ella lo miró, y pensó sorprendida que no le resultaba extraño ver a Robert dormida sobre su regazo.

-Yo tengo a Rob.

-¿Y con eso te basta?

-Me sobra -sonriendo, descruzó las piernas y se levantó-. Y, hablando de Rob, creo que será mejor llevarlo a la cama.

Joe tomó al niño y lo colocó sobre su hombro.

-Yo lo llevaré.

-Oh, no te preocupes. Estoy acostumbrada.

-Ya lo tengo -Robert apoyó la cara junto a su cuello. Qué extraña sensación, pensó Joe, enternecido-. ¿Dónde es?

______ lo condujo a la habitación de Robert, diciéndose a sí misma que era absurdo sentirse violenta. La cama estaba hecha a la manera de Rob, o sea, que la colcha de La guerra de las galaxias estaba estirada sobre las sábanas arrugadas. Joe estuvo a punto de pisar un robot de juguete y un viejo perro de peluche. Junto a la cómoda había un flexo que se quedaba encendido toda la noche, pues, a pesar de sus bravatas, a Robert seguía dándole cierto miedo lo que podía haber en el armario.

Joe lo acostó en la cama y ayudó a ______ a quitarle los zapatos.

-No hace falta que te molestes -______ desató con destreza uno de los cordones.

-No es molestia. ¿Le pones pijama? -Joe ya estaba quitándole los vaqueros a Robert. Sin decir nada, ______ se acercó a la cómoda y sacó el pijama favorito de Robert. Joe estudió el estampado de colores chillones del Comandante Zark-. Qué bonito. Es un fastidio que no los hagan de mi talla.

Ella se rió suavemente, y de pronto se sintió más relajada. Le puso la parte de arriba del pijama a Robert mientras Joe le ponía los pantalones.

-Este niño duerme como una marmota.

-Sí, desde siempre. Rara vez se despierta de noche, ni siquiera cuando era bebé -como de costumbre, recogió el perrito de trapo, lo puso junto a Robert y le dio un beso en la mejilla-. No le digas nada de Fido -susurró-. Se enfada si alguien se entera de que todavía duerme con él.

-Hay que ver -dejándose llevar por un impulso, le pasó una mano por el pelo-. Es muy especial, ¿verdad?

-Sí, lo es.

-Igual que tú -Joe se dio la vuelta y le acarició el pelo-. No te cierres a mí, ______ -dijo al ver que ella apartaba la mirada-. El mejor modo de aceptar un cumplido es decir gracias. Inténtalo, anda.

Más turbada por su propia reacción que por las palabras de Joe, ella se obligó a mirarlo.

-Gracias.

-Es un buen comienzo. Ahora, intentémoslo otra vez -la rodeó con los brazos-. Llevo casi una semana pensando en besarte otra vez.

-Joe, yo...

-¿Se te ha olvidado el diálogo? -ella había subido las manos hasta sus hombros para apartarlo. Pero Joe prefirió concentrarse en el mensaje que veía en sus ojos-. Eso era otro cumplido. No tengo la costumbre de pasarme el día pensando en una mujer que hace cuanto puede por evitarme.

-No es eso... exactamente.

-No importa. Ya me imagino que será porque, cuando me tienes cerca, no puedes controlarte.

Ella lo miró fijamente.

-Eres muy vanidoso.

-Gracias. En fin, intentémoslo de otro modo -mientras hablaba, subía y bajaba la mano por su espalda-. Bésame y, si esta vez no estallan los cohetes, sabré que me he equivocado.

-No -dijo ella, y, sin embargo, no logró reunir fuerzas para apartarse-. Robert está...

-Dormido como un tronco, ¿recuerdas? -besó muy suavemente la hinchazón bajo su ojo-. Y, aunque se despierte, no creo que tenga pesadillas por verme besando a su madre.

Ella fue a decir algo, pero los labios de Joe sofocaron sus palabras. La besó con paciencia. Hasta con ternura. Sin embargo, los cohetes volvieron a estallar. Sintiendo que el suelo temblaba bajo sus pies, ______ se aferró a sus hombros.

Era increíble. Imposible. Pero el deseo estaba allí, abrasador e inmediato. Ninguno de los dos había sentido antes un ansia tan intensa. Una vez, siendo todavía muy joven, ______ había visto un destello de lo que podía ser la verdadera pasión. Pero aquel destello se apagó al instante y ella llegó a creer que, como muchas otras cosas, aquellas pasiones eran solo temporales. Sin embargo, aquello... aquello parecía eterno.

Joe creía saber cuánto había que saber sobre las mujeres. Pero ______ le estaba demostrando lo contrario. Mientras se sentía deslizarse por aquel suave y cálido túnel de deseo, se dijo que no debía precipitarse ni pedir demasiado. Dentro de ______ había un huracán reprimido y canalizado durante mucho, mucho tiempo. Al abrazarla por primera vez, se había dado cuenta de que él tenía que liberar aquella energía. Pero muy despacio. Cautelosamente. Aunque ella no lo supiera, era tan vulnerable como el niño que dormía junto a ellos.

______ hundió los dedos entre su pelo y lo atrajo hacia sí un poco más. Por un instante, Joe la apretó con fuerza contra su cuerpo y dejó que ambos saborearan lo que los aguardaba.

-Cohetes, ______ -trazó la forma de su oído con la lengua y ella se estremeció-. La ciudad está en llamas.

Sintiendo su boca ardiente, ella lo creyó.

-Tengo que pensar.

-Sí, puede que sí -pero la besó otra vez-. Puede que los dos tengamos que pensar -bajó las manos por su cuerpo ávidamente-. Pero tengo la sensación de que llegaremos a la misma conclusión -ella se apartó, estremecida. Y tropezó con el robot. El ruido no perturbó el sueño de Robert -. ¿Sabes que te tropiezas con algo cada vez que te beso? -tenía que irse en ese momento, o no se iría-. Vendré a recoger el vídeo otro día.

Ella asintió, exhalando un leve suspiro de alivio. Temía que le pidiera que se acostara con él, y no estaba segura de cuál habría sido su respuesta.

-Gracias por todo.

-Vaya, estás aprendiendo -le acarició la mejilla con un dedo-. Cuida ese ojo.

______ permaneció junto a la cama de Robert hasta que oyó cerrarse la puerta. Luego, sentándose, puso una mano sobre el hombro de su hijo dormido.

-Oh, Rob, ¿dónde me he metido?
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Mensaje por ForJoeJonas Mar 19 Oct 2010, 4:12 pm

Capítulo 5

A las siete y veinticinco, cuando sonó el teléfono, Joe tenía la cabeza enterrada bajo la almohada. Habría preferido hacerse el sordo, pero Tas se dio la vuelta, pegó el hocico a su mejilla y empezó a gimotearle en la oreja. Joe masculló una maldición y empujó al perro. Luego, descolgó a tientas el teléfono y lo metió bajo la almohada.

-¿Qué?

Al otro lado de la línea, ______ se mordió el labio.

-Joe, soy ______.

-¿Y?

-Creo que te he despertado.

-En efecto.

Estaba claro que Joe Jonas no era muy madrugador.

-Lo siento. Sé que es muy pronto.

-¿Y me llamas para decirme eso?

-No... Imagino que aún no habrás mirado por la ventana.

-Nena, ni siquiera he abierto los ojos todavía.

-Está nevando. Hay ya veinte centímetros de nieve, y no se espera que pare hasta mediodía. Dicen que van a caer entre treinta y cuarenta centímetros.

-¿Quién lo dice?

______ se cambió de mano el teléfono. Todavía tenía el pelo mojado de la ducha, y solo le había dado tiempo a tomarse una taza de café.

-El Servicio Meteorológico Nacional.

-Bueno, pues gracias por el boletín informativo.

-¡Joe, no cuelgues!

Él dejó escapar un largo suspiro y se apartó de la nariz húmeda de Tas.

-¿Hay más noticias?

-Los colegios están cerrados.

-¡Yupi!

A ella le dieron ganas de colgarle el teléfono. El problema era que lo necesitaba.

-Odio pedírtelo, pero no sé si puedo llevar a Robert hasta casa de la señora Cohen. Me tomaría el día libre, pero hoy tengo un montón de citas seguidas. Intentaré acabar cuanto antes, pero...

-Mándamelo.

Ella titubeó un instante.

-¿Estás seguro?

-¿Prefieres que te diga que no?

-No quiero interferir en tus planes.

-¿Tienes café caliente?

-Sí, bueno, yo...

-Mándalo también.

______ se quedó mirando el teléfono después de oír el clic, y procuró recordarse que debía mostrarse agradecida.





Robert estaba loco de contento. Sacó a pasear a Tas a primera hora, le tiró bolas de nieve que el perro, por principio, se negó a perseguir, y rodó sobre la gruesa capa de nieve hasta que estuvo perfectamente cubierto de blanco.

Como entre las provisiones de Joe no había chocolate caliente, Robert saqueó la despensa de su madre y se pasó el resto de la mañana entretenido con los cómics de Joe y sus propios dibujos.

En cuanto a Joe, su compañía era más un estímulo que un estorbo. El chico estaba tumbado en el suelo de su despacho y, si no estaba leyendo o dibujando, parloteaba sin cesar sobre cualquier cosa que picara su imaginación. Dado que hablaba indistintamente con Joe y con Tas, y no parecía esperar respuesta, lograba contentar a todo el mundo.

A mediodía, la nevada había amainado hasta quedar reducida a ocasionales rachas de viento, esfumándose así las esperanzas de Robert de tener otro día de vacaciones. Joe se apartó de su mesa de dibujo.

-¿Te gustan los tacos?

-Sí -Robert se apartó de la ventana-. ¿Sabes hacerlos?

-No, pero sé comprarlos. Ponte el abrigo, cabo, tenemos que salir -Robert estaba poniéndose trabajosamente las botas cuando Joe apareció con tres tubos de cartón-. Tengo que pasarme por la oficina para dejar esto.

Robert se quedó boquiabierto.

-¿Te refieres al sitio donde hacen los cómics?

-Sí -Joe se puso la chaqueta-. Aunque supongo que podría llevarlos mañana, si no te apetece acompañarme.

-No, sí que me apetece -el chico se levantó y le tiró de la manga-. ¿Podemos ir hoy? No tocaré nada, te lo prometo. Y, además, me quedaré callado.

-¿Y cómo vas a hacer preguntas si te quedas callado? -le subió el cuello del abrigo-. Antes, trae a Tas, ¿quieres?

Siempre resultaba arduo, y a menudo caro, encontrar a un taxista dispuesto a llevar como pasajero a un perro de cincuenta kilos. Sin embargo, una vez dentro del taxi, Tas se limitaba a quedarse quieto junto a la ventana, mirando las calles de Nueva York.

-Menuda nevada, ¿eh? -el taxista, contento con la propina que Joe le había dado de antemano, les sonrió por el espejo retrovisor-. A mí no me gusta la nieve, pero a mis críos sí -lanzó un silbido sin melodía para acompañar la música de orquesta que sonaba por la radio-. Seguro que su chico no se ha quejado por no ir a la escuela. No, señor -continuó, sin esperar respuesta-. No hay nada que les guste más a los críos que un día sin cole, ¿eh? Hasta ir a la oficina con papá es mejor que ir a la escuela, ¿a que sí, chaval? -el taxista dejó escapar una risita mientras se acercaba a la acera. La nieve ya se había vuelto gris-. Ya estamos aquí. Vaya perro bonito que tienes, chaval -le dio el cambio a Joe y continuó silbando mientras salían. Ya tenía otro cliente cuando se alejó.

-Se ha creído que eras mi padre -murmuró Robert cuando echaron a andar por la acera.

-Sí -fue a ponerle una mano, sobre el hombro, pero prefirió aguardar un momento-. ¿Te molesta?

El niño alzó la mirada y, por primera vez, sus ojos le parecieron tímidos.

-No. ¿Y a ti?

Joe se agachó para ponerse al nivel de sus ojos.

-Bueno, tal vez no me molestaría si no fueras tan feo.

Robert sonrió. Mientras caminaban, le dio la mano a Joe. Ya había empezado a fantasear pensado que Joe era su padre. Le había pasado una vez antes, con su profesor de segundo, pero el señor Stratham no le agradaba tanto como Joe.

-¿Es aquí? -se detuvo al ver que Joe se acercaba a un edificio de arenisca rojiza, alto y un tanto desvencijado.

-Sí, aquí es.

Robert procuró no desilusionarse. Aquel sitio parecía tan... corriente. Creía que al menos tendría la bandera de Perth o de Ragamond ondeando al viento. Comprendiéndolo perfectamente, Joe lo condujo al interior del edificio.

El guardia del vestíbulo lo saludó con la mano y siguió comiéndose su sándwich de pastrami. Joe le devolvió el saludo y, llevando a Robert hacia el ascensor, abrió la verja de hierro.

-¡Wow, es genial! -exclamó Robert.

-Es genial cuando funciona -Joe apretó el botón del quinto piso, donde se encontraba el departamento editorial-. Esperemos que haya suerte.

-¿Se ha estrellado alguna vez? -preguntó Robert con cierta aprensión.

-No, pero a menudo se pone en huelga -la cabina del ascensor ascendió traqueteando hasta el quinto piso. Joe volvió a abrir la verja y puso la mano sobre la cabeza de Robert -. Bienvenido al manicomio.

Y eso era precisamente: un manicomio. A Robert se le pasó enseguida la desilusión que le había producido el edificio al ver el quinto piso. Había una zona de recepción, o algo parecido. En cualquier caso, había una mesa y una fila de teléfonos manejados por una mujer negra de aspecto estresado que llevaba una sudadera de la Princesa Leilah. Las paredes que la rodeaban estaban repletas de pósters de los grandes personajes de la Universal: el Escorpión Humano, la Cimitarra de Terciopelo, la perversa Polilla Negra y, por supuesto, el Comandante Zark.

-¿Qué tal va eso, Lou?

-No preguntes -ella apretó el botón de un teléfono-. ¿Tú qué dices? ¿Acaso es culpa mía que los del bar no le hayan traído su integral de ternera?

-Si lo pongo de buen humor, ¿me buscarás unas muestras?

-Universal Cómics, espere, por favor -la recepcionista pulsó otro botón-. Si lo pones de buen humor, te doy a mi hijo mayor.

-Con las muestras bastará, Lou. Ponte el casco, cabo. Esto puede ponerse difícil -condujo a Robert por un corto pasillo que daba a una sala de gran tamaño, bulliciosa y llena de luz. La formaban una serie de cubículos con un alto nivel de ruido y mucho desorden. Pegados a las paredes de corcho había bocetos y dibujos, mensajes obscenos y, de cuando en cuando, una fotografía. En un rincón había una pirámide hecha de latas de refresco vacías. Alguien le estaba tirando bolitas de papel.

-Escorpión nunca ha sido un tipo sociable. ¿Por qué demonios iba a asociarse con Ley y Justicia Mundial?

Una mujer a la que le salían lapiceros colocados en ángulos peligrosos del desgreñado pelo rojo, se removió en su silla giratoria. Llevaba los ojos enormes pintados con raya y rímel.

-Mira, seamos realistas. Él solo no puede salvar el abastecimiento de agua del mundo entero. Necesita a alguien como Atlantis.

Frente a ella había sentado un hombre comiéndose un pepinillo enorme.

-Pero se odian mutuamente desde que tuvieron aquel encontronazo por el asunto del Triángulo.

-Pues por eso, tonto. Tienen que dejar a un lado sus sentimientos personales por el bien de la humanidad. Es una cuestión moral -al mirar hacia atrás, vio a Joe-. Eh, Joe, el Doctor Muerte ha envenenado los suministros mundiales de agua. Escorpión ha dado con el antídoto. ¿Cómo crees que puede distribuirlo?

-Me parece que tendrá que hacer las paces con Atlantis -contestó Joe-. ¿Tú qué crees, Robert?

Por un instante, pareció que a Rob se le había comido la lengua el gato. Pero, después, tras respirar hondo, dijo atropelladamente:

-Creo que formarán un gran equipo, porque siempre estarán peleándose e intentando superarse uno al otro.

-Estoy contigo, chico -la pelirroja le tendió la mano-. Soy M. J. Jones.

-¡Vaya! ¿En serio? -Robert no sabía si le impresionaba más conocer a M. J. Jones en persona, o el hecho de que fuera una mujer. Joe no se molestó en decirle que era una de las pocas mujeres que formaban parte de aquel mundillo.

-Y ese ogro de ahí es Dan Myers. ¿Lo traes de escudo humano, Joe? -preguntó ella sin darle tiempo a Dan de tragarse el pepinillo. Llevaban casados seis años, y, obviamente, a ella le gustaba meterse con él.

-¿Voy a necesitarlo?

-Si no traes algo fantástico en esos tubos, te aconsejo que te vayas por dónde has venido -apartó un montón de bocetos preliminares-. Maloney acaba de largarse. Se ha ido a la Five Stars.

-¿Bromeas?

-Skinner lleva toda la mañana maldiciendo a los traidores. Y la nieve no mejora precisamente su humor. Así que, si fuera tú... Ups, demasiado tarde -M. J., quien respetaba a las ratas que abandonan el barco gobernado por un déspota, se dio la vuelta y se enfrascó en una peliaguda discusión con su marido.

-Jonas, deberías haber llegado hace dos horas.

Joe le lanzó a su editor una sonrisa complaciente.

-No me sonó el despertador. Este es Robert Wallace, un amigo mío. Rob, este es Rich Skinner.

Robert se quedó atónito. Skinner era igualito que Hank Wheeler, el corpulento y despótico jefe de Nash David, alias La Mosca. Más tarde, Joe le diría que el parecido no era casual. Robert se cambió de mano la correa de Tas.

-Hola, señor Skinner. Me encantan sus cómics. Son mucho mejores que los de Five Stars. Yo casi nunca me compro los de Five Stars, porque las historias no son tan buenas.

-Muy bien -Skinner se pasó una mano por el cabello ralo-. Muy bien -repitió con mayor convicción-. No malgastes tu paga en Five Stars, chaval.

-No, señor.

-Joe, ya sabes que no puedes traer a ese chucho aquí.

-Y tú sabes que Tas te adora -el perro alzó la cabeza y gimió.

Skinner empezó a maldecir, y de pronto pareció recordar la presencia del niño.

-¿Hay algo en esos tubos, o solo has venido a alegrarme el día?

-¿Por qué no echas un vistazo tú mismo?

Refunfuñando, Skinner tomó los tubos y se alejó. Joe echó a andar tras él, pero Robert lo agarró de la mano.

-¿Está enfadado de verdad?

-Claro. Le encanta enfadarse.

-¿Va a gritarte como le grita Hank Wheeler a La Mosca?

-Puede ser.

Robert tragó saliva y le apretó la mano con más fuerza.

-Bueno.

Divertido, Joe condujo a Robert al despacho de Skinner, donde las persianas venecianas estaban echadas para no tener que ver la nevada. Skinner desenrolló el contenido del primer tubo y lo extendió sobre su mesa repleta de cosas. No se sentó, sino que se inclinó sobre los dibujos mientras Tas se desplomaba sobre el linóleo y se quedaba dormido.

-No está mal -anunció Skinner tras estudiar una serie de viñetas-. No está mal. Este nuevo personaje femenino, Mirium, ¿vas a desarrollarlo?

-Eso quiero. Creo que ya es hora de que el corazón de Zark cambie de dirección. Además, añade más conflicto sentimental al asunto. Ama a su mujer, pero al mismo tiempo ella es su peor enemiga. Y ahora se topa con esta telépata y se encuentra dividido de nuevo porque también se siente atraído por ella.

-Zark nunca sale bien parado en asuntos de faldas.

-Yo creo que es el mejor -dijo Robert espontáneamente.

Skinner alzó sus pobladas cejas y miró atentamente a Robert.

-¿No te parece que se pasa con todo ese rollo del honor y el deber?

-No, qué va -Robert no sabía si alegrarse o no porque Skinner no pareciera tener intención de gritar-. Uno siempre sabe que Zark hará lo correcto. No tiene superpoderes ni esas cosas, pero es muy listo.

Skinner asintió.

-Le daremos una oportunidad a tu Mirium, Joe, a ver cómo responde el público -dejó que los papeles se enrollaran de nuevo-. Es la primera vez que vienes con tanto tiempo de antelación.

-Eso es porque ahora tengo un ayudante -Joe puso la mano sobre el hombro de Robert.

-Buen trabajo, chaval. ¿Por qué no le enseñas esto a tu ayudante?

Robert tardaría semanas en dejar de hablar de la hora que pasó en Universal Cómics.

Cuando se marcharon, llevaba una bolsa llena de lápices con el logotipo de la Universal, una taza de Matilda la Loca que habían desenterrado de un armario del almacén, media docena de bocetos desechados y un montón de cómics recién salidos de las prensas.

-Este ha sido el mejor día de toda mi vida -dijo Robert, brincando por la acera embadurnada de nieve-. Ya verás cuando se lo diga a mamá. Seguro que no se lo cree:

Cosa rara; en ese mismo instante, Joe también estaba pensando en ______. Aceleró el paso para alcanzar a Robert, que iba patinando por la acera.

-¿Por qué no nos pasamos a hacerle una visita?

-¡Vale! -le dio la mano otra vez-. Pero el banco no divierte tanto como tu oficina. No dejan que nadie ponga la radio, ni se gritan unos a otros, pero tienen una caja fuerte donde guardan montones de dinero, millones de dólares, y hay cámaras por todas partes por si alguien intenta robarles. Mamá nunca ha estado en un banco donde hayan robado.

Notando su tono de disculpa, Joe se echó a reír.

-¡Menos mal! -se pasó la mano por la tripa. Hacía al menos dos horas que no se echaba nada al estómago-. Pero, primero, vamos por esos tacos.
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~·~ Un Héroe En Nueva York ~·~ (Joe y tú) - Página 8 Empty Re: ~·~ Un Héroe En Nueva York ~·~ (Joe y tú)

Mensaje por ForJoeJonas Mar 19 Oct 2010, 4:14 pm

Entre las sobrias e inexpugnables paredes del National Trust, ______ estaba enfrentándose a un montón de papeleo. Le agradaba, sin embargo, la ordenada monotonía de aquella parte de su trabajo. Le gustaba, por otra parte, el desafío cotidiano que suponía sistematizar cifras y datos y traducirlos en propiedades inmobiliarias, automóviles, equipos industriales, decorados de teatros o fondos para universitarios. Nada le procuraba mayor placer que estampar el sello de aprobación sobre los papeles de un préstamo.

Había tenido que aprender a no ser excesivamente compasiva. A veces, las cifras y los datos exigían un no, por muy serio y formal que fuera el solicitante. Parte de su trabajo consistía en dictar educadas e impersonales cartas de denegación. No le gustaba, pero asumía la responsabilidad, al igual que asumía la llamada airada que de tarde en tarde le hacía el destinatario de alguna de aquellas cartas.

De momento, estaba aprovechando su media hora de almuerzo, mientras se tomaba el café y la magdalena que le servían de comida, para ordenar tres informes de préstamo que quería que la junta aprobara cuando se reuniera al día siguiente. Tenía otra cita media hora después. Y, si nadie la interrumpía, seguramente después podría irse. De modo que no le hizo ninguna gracia que su secretaria la llamara por el intercomunicador.

-Sí, Kayla.

-Aquí hay un joven que quiere verla, señora Wallace.

-Faltan quince minutos para su cita. Dígale que espere.

-No, no es el señor Greenburg. No creo que haya venido por un préstamo. ¿Has venido por un préstamo, cielo?

______ oyó una risa familiar y corrió a la puerta.

-¿Rob? ¿Pasa algo? ¡Oh!

No estaba solo. ______ se dio cuenta de que era absurdo suponer que Robert iría hasta allí por sus propios medios. Joe y el enorme perro de mirada dulce estaban con él.

-Acabamos de comemos unos tacos.

______ vio una ligera mancha de tomate en la barbilla de Robert .

-Ya lo veo -se agachó para abrazarlo y luego miró a Joe-. ¿Va todo bien?

-Claro. Solo hemos salido a ocupamos de un asuntillo y se nos ha ocurrido pasamos por aquí -dijo él, mirándola atentamente. Se había cubierto casi por entero el cardenal con maquillaje. Apenas asomaba un leve toque de amarillo y malva-. Tienes mejor el ojo.

-Parece que ya ha pasado lo peor.

-¿Ese es tu despacho? -sin aguardar invitación, Joe se acercó a la puerta y asomó la cabeza dentro-. Cielo santo, qué deprimente. A lo mejor puedes convencer a Robert para que te dé uno de sus pósters.

-Te doy uno -dijo Robert de inmediato-. Joe me ha llevado a la Universal y me han dado un montón. ¡Wow, mamá, si lo hubieras visto...! He conocido a M. J. Jones y a Rich Skinner y he visto una habitación donde guardan trillones de cómics. Mira lo que tengo -le enseñó la bolsa-. Y gratis. Me dijeron que podía quedármelo todo.

Al principio, ella se sintió incómoda. Parecía que su deuda con Joe se acrecentaba de día en día. Pero entonces se fijó en la cara resplandeciente de Robert.

-Parece que esta mañana te lo has pasado en grande.

-Mejor que en toda mi vida.

-Alerta roja -murmuró Kayla-. Rosen a las tres en punto.

Joe se dio cuenta enseguida que con Rosen había que andarse con ojo. Notó que ______ se ponía rígida al instante y que 'se llevaba una mano al pelo para cerciorarse de que estaba en su sitio.

-Buenas tardes, señora Wallace -miró muy serio al perro, el cual empezó a olisquearle los zapatos-. Quizás haya olvidado que no se admiten animales en el banco.

-No, señor. Mi hijo solo estaba...

-¿Su hijo? -Rosen asintió, mirando a Robert -. ¿Qué tal está, jovencito? Señora Wallace, estoy seguro de que recordará que, conforme a las normas del banco, no se permiten visitas personales durante las horas de trabajo.

-Señora Wallace, le dejo estos papeles encima de la mesa para que los firme... cuando acabe su hora de comer -Kayla tomó ceremoniosamente un mazo de papeles y guiñó un ojo a Robert.

-Gracias, Kayla.

Rosen carraspeó. No podía objetar nada contra la hora del almuerzo, pero tenía el deber de enmendar otras infracciones del reglamento.

-Respecto a este animal...

Tas, al cual no parecía gustarle el tono de Rosen, acercó el hocico a la rodilla de Robert y gimió.

-Es mío -Joe dio un paso adelante, sonriendo, y le tendió la mano. ______ pensó que, con aquella sonrisa, era capaz de venderle a cualquiera las ciénagas de Florida-. Joseph Jonas. ______ y yo somos buenos amigos. Me ha hablado mucho del banco y de usted -estrechó con firmeza la mano de Rosen-. Mi familia posee numerosos negocios en Nueva York. ______ me ha convencido para que utilice mi influencia a fin de que transfieran sus cuentas al National Trust. Seguramente le sonarán las empresas de la familia: Trioptic, Laboratorios D & H, Papeleras Jonas...

-Sí, por supuesto, por supuesto -la floja mano de Rosen pareció cobrar nuevas fuerzas-. Es un placer conocerlo, un verdadero placer.

-______ me convenció para que viniera y viera con mis propios ojos lo bien que funciona el National Trust -ya lo tenía en el bote, pensó Joe. El signo del dólar pasaba a velocidad vertiginosa por su cerebro grasiento-. Estoy impresionado. Pero, naturalmente, no me extraña después de hablar con ______ -le dio un pequeño apretón a los hombros rígidos de esta-. ______ es un auténtico genio de las finanzas. Le aseguro que mi padre estaría dispuesto a contratarla como asesora financiera en cualquier momento. Tiene suerte de contar con ella.

-La señora Wallace es una de nuestras empleadas más valoradas.

-Me alegra saberlo. Tendré que hablar con mi padre de las ventajas que ofrece el National Trust.

-Estaré encantado de enseñarle nuestras instalaciones personalmente. Estoy seguro de que querrá ver los despachos de dirección.

-Nada me complacería más, pero voy un poco mal de tiempo. ¿Por qué no me prepara un dossier que pueda presentar en la próxima junta directiva?

-Será un placer -la cara de Rosen resplandecía de emoción. Conseguir una cuenta tan importante y diversificada como la de los Jonas sería todo un golpe de efecto ante el director del banco.

-Hágamela llegar a través de ______. No te importa hacer de intermediaria, ¿verdad, querida? -dijo Joe alegremente.

-No -logró decir ella.

-Excelente -dijo Rosen, entusiasmado-. Estoy convencido de que podremos satisfacer todas las necesidades financieras de su familia. Somos un banco para crecer, al fin y al cabo -le dio una palmadita en la cabeza a Tas-. Bonito perro -dijo, y se alejó con renovado brío en el paso.

-Menudo cretino relamido -dijo Joe-. ¿Cómo lo aguantas?

-¿Te importaría entrar un momento en mi despacho? -la voz de ______ parecía tan tensa como sus hombros. Reconociendo aquel tono, Robert miró a Joe haciendo girar los ojos-. Kayla, si llega el señor Greenburg, dígale que espere, por favor.

-Sí, señora.

______ los condujo a su despacho, cerró la puerta y se apoyó contra ella. En parte, tenía ganas de echarse a reír, de abrazar a Joe y carcajearse por su forma de despachar a Rosen. Pero otra parte de ella, la parte que necesitaba el trabajo, el sueldo fijo y las pagas extras, estaba que rabiaba.

-¿Cómo has podido hacer eso?

-¿Hacer qué? -Joe echó un vistazo a su alrededor-. Hay que quitar la moqueta marrón y esa pintura. ¿Qué te parece, Robert?

-Un asco -dijo el niño, sentándose en una silla y dejando que Tas apoyara la cabeza en su regazo.

-Sí, eso es. El sitio de trabajo influye mucho en el rendimiento laboral, ¿lo sabías? Prueba a decírselo a Rosen.

-Rosen no querrá saber nada de mí en cuanto se entere de lo que has hecho. Me despedirá al instante.

-No seas tonta. Yo no lo he prometido en ningún momento que mi familia vaya a transferir sus cuentas al National Trust. Además, si les hace una oferta lo bastante interesante, puede que hasta tenga suerte -se encogió de hombros, indicando que a él le daba lo mismo-. Si eso te hace más feliz, puedo cambiar mi cuenta personal a este banco. Por lo que a mí respecta, todos los bancos son iguales.

-Maldita sea -exclamó ella, a pesar de que no tenía costumbre de jurar en voz alta. Robert pareció concentrarse de repente en el cuello de Tas-. Rosen ya está soñando con toda una dinastía empresarial, gracias a ti. Se pondrá furioso cuando sepa que te lo has inventado todo.

Joe dio una palmadita sobre un pulcro montón de papeles.

-Eres demasiado formal, ¿lo sabías? Y, además, yo no me he inventado nada. Y podría haberlo hecho -dijo, pensativo-. La verdad es que se me da muy bien, pero no me ha parecido necesario.

-¿Quieres parar de una vez? -exasperada, ella se acercó y, de un manotazo, le apartó la mano de los papeles-. Todo ese rollo sobre Trioptic y Laboratorios D & H -dejó escapar un largo suspiro y se sentó al borde de la mesa-. Sé que intentabas ayudarme y te lo agradezco, pero...

-¿De veras? -sonriendo, él tocó con un dedo la solapa de su chaqueta de traje...

-Supongo que tu intención era buena -murmuró ______.

-Bueno, depende de la ocasión -se acercó un poco más a ella-. Hueles demasiado bien para este despacho.

-Joe -le puso una mano sobre el pecho y miró con nerviosismo a Robert. El niño tenía un brazo alrededor de Tas y estaba enfrascado en uno de sus cómics.

-¿De veras crees que Robert sufriría un trauma si me viera besarte?

-No -ella intentó apartarse un poco-. Pero eso no es lo que importa.

-¿Y qué es lo que importa? -él empezó a juguetear con el triángulo de oro que llevaba en el oído.

-Lo importante es que ahora tendré que ir a ver a Rosen para explicarle que solo estabas... -¿cuál era la palabra que buscaba?-...fantaseando.

-Sí, es verdad que fantaseo mucho -admitió mientras le acariciaba la mandíbula-. Pero no creo que eso sea asunto de Rosen. ¿Quieres que te cuente esa fantasía en la que estamos los dos en una balsa en mitad del océano Índico?

-No -ella se echó a reír y, llena de curiosidad, alzó los ojos para mirarlo y los apartó rápidamente-. ¿Por qué no os vais Rob y tú a casa? Yo aún tengo una cita. Luego, iré a explicarle lo que ha pasado al señor Rosen.

-¿Ya no estás enfadada?

Ella negó con la cabeza y, dejándose llevar por un impulso, le acarició la mejilla.

-Solo intentabas ayudarme. Eres un cielo.

Joe pensó que habría demostrado la misma actitud con Robert si este hubiera intentado fregar los cacharros y hubiera roto sus platos de porcelana decorados con violetas. Diciéndose que aquello era una especie de prueba, la besó con firmeza. Al instante sintió su sorpresa, su tensión, su deseo. Cuando se apartó, percibió en sus ojos algo más que indulgencia. La pasión brilló en ellos solo un instante, pero con intensidad.

-Vamos, Rob, tu madre tiene que volver al trabajo. Si no estamos en el apartamento cuando llegues a casa, es que estamos en el parque.

-De acuerdo -inconscientemente, ella se humedeció los labios para conservar aquel sabor-. Gracias.

-De nada.

-Adiós, Rob, dentro de un rato estaré en casa.

-Vale -contestó su hijo, abrazándola-. ¿Ya no estás enfadada con Joe?

-No -contestó ella, susurrando, al igual que Robert -. Ya no estoy enfadada con nadie.

Cuando se irguió, estaba sonriendo, pero Joe advirtió su expresión preocupada. Se detuvo con la mano en el picaporte.

-¿De veras vas a decide a Rosen que me lo he inventado todo?

-Tengo que hacerlo -sonrió, sintiéndose culpable-. Pero no te preocupes, estoy segura de que sabré arreglado.

-¿Y si te dijera que no me lo he inventado, que mi familia fundó Trioptic hace cuarenta y siete años?

______ alzó una ceja.

-Pues te diría que no olvides los guantes. Ahí fuera hace frío.

-Está bien, pero hazte un favor antes de desnudar tu alma ante Rosen: mira el Quién es quién.

Con las manos en los bolsillos, ______ se acercó a la puerta de su despacho. Desde allí vio que Robert le daba la mano a Joe antes de salir.

-Su hijo es adorable -dijo Kayla, dándole un archivador. Aquel pequeño roce con Rosen había cambiado por completo su opinión acerca de la reservada señora Wallace.

-Gracias -______ sonrió-. .Y gracias también por intentar echarme un cable antes.

-No tiene importancia. No veo qué hay de malo en que su hijo se pase por aquí un momento.

-Normas de la casa -murmuró ______, y Kayla dejó escapar un resoplido.

-Normas de Rosen, querrá decir. Debajo de esa fachada gris, hay un interior igual de gris. Pero no se preocupe por él. Da la casualidad de que sé que considera su rendimiento muy superior al de su predecesor. Y, por lo que a él respecta, eso es lo que importa -Kayla vaciló un instante al ver que ______ asentía y abría el archivador-. Es duro criar a un hijo sola. Mi hermana tiene una cría pequeña, de cinco años. Sé que muchas noches está tan cansada que no se tiene en pie.

-Sí, sé lo que es eso.

-Mis padres quieren que vuelva a casa para que mi madre cuide de Sarah mientras Annie trabaja, pero Annie no está segura de que sea lo mejor.

-A veces una no sabe si debe aceptar la ayuda de los demás -murmuró ______, pensando en Joe-. Y a veces no nos damos cuenta de la suerte que es tener a alguien dispuesto a echamos una mano -procuró concentrarse y se puso el archivador bajo el brazo-. ¿Ya ha llegado el señor Greenburg?

-Acaba de llegar.

-Bien, hágalo pasar, ¿quiere, Kayla? -se volvió hacia la oficina, pero de pronto se detuvo-. Ah, y Kayla, consígame un ejemplar del Quién es quién.
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