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"Desnuda en sus brazos" (Nick y Tu) Adaptación.

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Mensaje por Invitado Mar 07 Sep 2010, 10:07 am

ponenos mas mi corazon ermosa k andas
o t enteras jumm waaaaa k ermoso y ahora me secuestra y nos vamos a vivir un romance vdd¿? di k siii vengaaaaaa hahaahhaha
na enserio mi mary loka ermosa prxioxa d mi cuore tu saves k tequiero muxo y no aria nada contra ti pero si no nos pones te castigo jumm hahah
seguila t amuu muxitonn :hug:
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"Desnuda en sus brazos" (Nick y Tu) Adaptación. - Página 4 Empty Re: "Desnuda en sus brazos" (Nick y Tu) Adaptación.

Mensaje por mariely_jonas Mar 07 Sep 2010, 8:12 pm



o my jonas
no puede serrr esta wwwwwoooooooowwwwwww
increible tu novela me facinaa!!!!
aaaaaaaaaaaaaahhhhhhh
es tan
woooooow
la amoo
tienes ke seguirla pero yaaaaaa
que si no morireee y no kieres kargar kn mi muerte en tu conciencia no????


aaaaaaaahhhhhhh

sigue laaa pero yaaaa plisplsplis



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Mensaje por Mary_jonas_97 Miér 08 Sep 2010, 5:05 am

Bueno no hace falta castigarme...porqee ya stoy akii con un nuevo cap :D
el martes empiezo el instituto...no see como lo llamais vosotras..em prepa??
bueno..qeria deciros qee a partir del martes estare un poqito mas ocupada :¬¬:
pero no tanto como para no subir cap y leer noves de nuestro nick :¬w¬:
jajaja besos! os qiero muchisimo ! (L)

Capítulo 5
Le había dicho que la desataría en cuanto ganaran un poco de altitud; pero había pasado una hora y su secuestrador no aparecía.
_______ apretó los dientes y tiró de las muñecas atadas con los cinturones. Tiró con fuerza, con rabia.
¿Cómo podía haberle pasado eso a ella? Cuando todo había ido mal, después de enterarse de toda la verdad sobre Anthony Gennaro y después de que el FBI empezara a darle la lata, había huido, sí, pero había tenido muchísimo cuidado.
No le había contado a nadie ni a donde iba ni lo que hacía.
_______ se volvió a mirar por la ventanilla para fijar la vista en la negrura tras el cristal. Sintió que la rabia daba paso a la angustia, y no podía permitir que le pasara eso. Llorar no serviría de nada. Tenía que enfrentarse a la realidad.
Parecía que alguien había estado observándola, escuchándola y siguiéndola todo el tiempo.
Sólo de pensar en que alguien había violado de ese modo su intimidad sentía náuseas.
Y luego llegaba aquel tipo y la raptaba; un hombre que le producía un miedo horrible.
Su voz le recordaba a la grava, a la seda; su sonrisa parecía conocer todos los secretos… Pero no era así. No había razón para que él lo supiera todo.
Lo que más temía de él era cómo la tocaba, como si fuera de su propiedad; como si poniéndole las manos encima pudiera controlarla.
Empezó a pensar en cómo la había sacado de la ducha, en cómo la había mirado, en su mano rozándole el pecho con deliberación y en la sensación de su cuerpo pegado al de ella.
_______ ahogó un gemido.
Entendía lo que él hacía, y era establecer su superioridad. Lo que no entendía era la reacción hacia él; su respuesta a las caricias, a las miradas o al roce de los labios de aquel extraño.
Él representaba todo de lo que ella quería alejarse: un hombre frío y duro, un hombre que sólo obedecía a sus propias reglas.
Y sin embargo…
Tal vez sí lo entendiera. Estaba emocionalmente agotada. Físicamente exhausta. Todas esas semanas de vivir una pesadilla empezaban a pasar factura. Era vulnerable, ese hombre lo sabía, y lo utilizaba para ganar ventaja.
Tenía que permanecer fuerte, alerta; tenía que dar con los puntos débiles de su raptor, entenderlos y buscar el mejor momento para huir.
Pero primero, pensaba mientras finalmente el cansancio la reclamaba, primero cerraría los ojos aunque sólo fuera un rato…
Estaba dormida.
Bien, pensaba Nick. Así le daría menos problemas.
Antes de volver a la cabina, se fijó en ella: estaba pálida y tenía ojeras. Había sido una noche dura, con una sorpresa tras otra, y todo ello sin duda la había dejado agotada.
Como le había atado las muñecas a los brazos del asiento con los cinturones contiguos, no podía moverse ni acomodarse en aquel asiento de lujo en el que incluso podría llegar a tumbarse. ¿Pero qué le importaba si se pasaba las cuatro horas siguientes encogida en el asiento?
En ese momento pegó con la frente en el cristal de la ventanilla; hizo una mueca y murmuró algo ininteligible antes de ponerse de nuevo derecha. Pero él sabía que era una cuestión de tiempo antes de que volviera a caérsele la cabeza hacia un lado.
Con un suspiro exasperado, Nick se sentó a su lado y le soltó las muñecas; entonces apretó un botón y le sujetó el cuello con cuidado mientras bajaba el respaldo.
Al reclinar el asiento ella, que seguía dormida, recostó la cabeza en su hombro, acariciándole la mejilla con sus sedosos rizos castaños. Otro suspiro le calentó el cuello.
Se quedó quieto. Cerró los ojos y aspiró la suave fragancia de la mujer que tenía entre sus brazos. Entonces, muy cuidadosamente, la tumbó en el asiento.
_______ se puso de lado y encogió las piernas.
Él frunció el ceño mientras se fijaba en que estaba descalza. Seguramente se le habrían quedado fríos los pies, y aunque siguiera con su cazadora puesta podría sentir frío. Él desde luego lo tenía.
La observó un par de minutos más. Entonces se puso de pie, bajó la intensidad de la luz y buscó en los compartimentos hasta encontrar una manta que le echó por encima.
Tenía que haber otra manta… no la había.
Se echó a su lado y la abrazó. Ella se acopló con diligencia entre sus brazos, apoyó la cabeza en su hombro y se pegó a él como si llevaran años durmiendo juntos.
Nick tragó saliva con dificultad. Miró al techo. Se dijo que estaba bien, porque así ella continuaría durmiendo.
Dios, qué calor salía de ella. Y era suave, muy suave. Caliente y suave.
—Mmm —suspiró _______ mientras le plantaba la mano en el corazón.
Nick los tapó a los dos con la manta y cerró los ojos para dormir veinte minutos. Era lo único que necesitaba.
Se despertó porque alguien lo estaba atacando; alguien le estaba dando puñetazos en el pecho y en los hombros.
_______ intentaba pegarle. Se habría reído de no haber sido porque le estaba dando algunos puñetazos bien dados; así que la agarró de las muñecas, rodó sobre ella y la inmovilizó.
—¡Basta!
—¡Sinvergüenza! ¡Pensaste que podrías aprovecharte de mí!
—Me quedé dormido —dijo, pensando en que la siesta de veinte minutos se había alargado—. Y tú también. No hay más.
—Yo no estaba durmiendo. Estaba echando una cabezada.
—Me da lo mismo. Estabas dormida, la cabeza se te caía para los lados todo el tiempo y te estabas quedando helada. Cometí el monumental error de desatarte, recostar el asiento y taparte con la manta. Si quieres hacer una montaña de un grano de arena, adelante.
Ella seguía tratando de quitárselo de encima; pero su cuerpo ya estaba reaccionando a los movimientos de cadera de _______.
—Basta —rugió él—. O no me haré responsable de las consecuencias. Se pegó a ella, para asegurarse de que ella le entendía. _______ se ruborizó y se quedó muy quieta.
—¡Quítate de en medio!
Se apartó de ella, se puso de pie y se pasó las manos por el cabello como si no hubiera pasado nada.
¡Dios, cómo lo despreciaba!, pensaba _______.
—Tengo que hacer pis —dijo ella en tono seco mientras se incorporaba.
Aunque en realidad no se había sentido así cuando se había despertado entre sus brazos. Durante unos momentos nada más, se había quedado muy quieta, envuelta en el calor de su cuerpo, arropada por su fuerza…
_______ sintió el pausado latido en sus entrañas y se puso rápidamente de pie.
—He dicho…
—Ya te he oído —respondió él—. El lavabo está en la cola. Deja la puerta abierta.
—¿Cómo?
Él la miró a los ojos.
—La puerta se queda abierta.
—De eso nada.
—Elige tú, nena. ¿Quieres ir al retrete o no?
Dios, era tan arrogante, tan engreído. Quería darle un golpe, pero sabía que él no se lo permitiría una segunda vez. En lugar de eso, se conformó echándole lo que esperaba fuera una mirada de desprecio total.
—Sé lo que estás haciendo —dijo _______.
—¿De verdad?
Su acento pausado le ponía de los nervios.
—Quieres intimidarme diciéndome que no tengo intimidad, o atándome a la silla… no son más que tonterías.
Él arqueó las cejas.
—¿Tanto se me nota?
Se estaba riendo de ella, maldita sea. Eso le ponía más nerviosa.
—Sí —soltó ella—. Mucho.
—En ese caso no hay problema con dejar la puerta abierta. Mientras los dos sepamos la razón, ¿por qué ponernos en contra?
Nick fue a agarrarla del brazo, pero ella lo retiró. Entonces él levantó las manos y la dejó pasar. Le gustó lo que vio. Los pantalones le quedaban grandes, pero tenía mucha imaginación y aún más memoria. Era fácil recordar las dulces curvas de su trasero y lo suave que tenía allí la piel.
Desde el principio sabía que _______ Williams era una mujer impresionante. En ese momento tenía que reconocer que además era interesante.
Pero Nick dejó de sonreír. No sólo era preciosa, valiente e inteligente. También le había calentado la Cama a Tony Gennaro.
Bueno, estaban en un país libre. Una mujer podía acostarse con quien quisiera, él no era de esos que pensaban que los hombres tenían más libertad sexual que las mujeres. Y, básicamente, su trato con ella era estrictamente profesional. Lo que había hecho, los besos, las caricias, habían sido para mantenerla alerta.
Y en esa profesión uno aprendía a trabajar con lo que tenía. Y lo que tenía en ese caso era una mujer capaz de excitar a un hombre con una mirada; aunque fuera en pijama, sin maquillar y tan inocente como una hermana pequeña.
Por alguna extraña razón, eso le inquietaba. El que su aspecto fuera el de alguien que no era, le inquietaba hasta el extremo de ponerle la mano en el nombro cuando iba hacia el lavabo.
—¿Qué pasa ahora? —preguntó ella.
—Voy a cachearte, cariño.
—¿Cómo…? —se puso muy colorada—. ¡No me vas a cachear!
Él sonrió. —¿Quieres apostar?
Sus pupilas se dilataron, casi ocultando el color chocolate y dorado de sus iris.
—Pero tú sabes que no oculto nada. Tú… tú me has visto…
—Desnuda —terminó de decir él con voz ronca—. Sí, así es. Pero eso fue hace horas. Desde entonces, ha podido pasar cualquier cosa.
No era mentira, aunque tampoco fuera precisamente la verdad. Había conocido a prisioneros a los que al cachearlos se les había encontrado cosas en los sitios más insospechados.
Pero ella no era una prisionera. No de verdad. ¿Y dónde había podido encontrar un arma desde que había salido de la ducha?
Pero había que cumplir las normas; que tal vez fueran lo único que le mantenían a uno vivo.
Le dio la vuelta para que de nuevo estuviera de frente a la mampara, le agarró de las muñecas y se las colocó por encima de la cabeza.
—Separa los pies, nena.
Pero las reglas no tenían nada que ver con el tacto de su piel al meterle la mano por debajo de la Camiseta y pasársela por las costillas. Subió la mano más, alrededor de un pecho y después el otro, y le pasó el pulgar sobre los duros pezones.
Repentinamente su respiración se volvió entrecortada, y suspiró suavemente antes de emitir un leve gemido involuntario que hizo que Nick se estremeciera y se excitara de inmediato.
—Nada —dijo con una voz que no le parecía la suya.
Pero no era cierto. Sí que había algo allí: el tacto de sus pechos, la reacción instantánea de sus pezones y aquel gemido tan leve…
Deslizó la mano hacia abajo. Le extendió la palma por el vientre; sobre su vientre suave y firme. Y bajó la mano un poco más, hasta colocarla entre sus muslos. Entonces percibió su respiración agitada.
Nick gimió, mientras el sudor se resbalaba por su frente. Aquello lo estaba matando.
Y lo único que tenía que hacer para aliviar aquella tensión era bajarle las braguitas, bajarse la cremallera, echarle un brazo a la cintura y hundirse entre sus piernas para moverse dentro de ella y sentir su calor satinado acariciando su miembro erecto.
El avión se movió un poco y al momento pareció tomar altura de nuevo.
_______ se cayó hacia atrás. Él cerró los ojos y apretó los dientes, deleitándose un momento con la suavidad de su cuerpo sobre su pene hinchado.
¿Pero qué demonios le estaba pasando? ¿Acaso había perdido la cabeza?
—De acuerdo —dijo con brusquedad—. Estás limpia.
Pasó delante de ella y abrió la puerta del servicio. Pero ella no se movió. No hizo nada. Entonces se volvió hacia él, estaba muy pálida y tenía los ojos muy abiertos.
—¿Cómo eres capaz de soportar lo que haces? —dijo con un débil susurro.
Era una frase inteligente. Y tal vez se hubiera encogido de vergüenza de no haber sido por su leve gemido. De no haber sentido el temblor de su cuerpo al tocarla.
¿Sería posible que una mujer fingiera hasta tal punto? Se la imaginó en los brazos de Tony Gennaro, y se dijo que sin duda la respuesta era afirmativa.
—Dijiste que tenías que pasar al servicio —dijo bruscamente—. Te sugiero que lo hagas.
A ella le temblaron un poco los labios. Sí, era muy buena. Buenísima. Y el intentar cerrarle la puerta corredera en la cara fue también un toque muy dramático.
—Lo siento, nena. ¿Te acuerdas de lo que te he dicho? La puerta se queda abierta —esbozó una sonrisa insolente—. Seré todo un caballero. No apartaré los ojos del techo.
—¡No sabrías ser un caballero ni aunque tu vida dependiera de ello! —respondió ella mientras entornaba la puerta todo lo posible.
A los cinco minutos salió. Debía de haberse lavado la cara con ahínco, porque le brillaba como una manzana. Tenía el pelo húmedo, y Nick pensó que sin duda se habría peinado con los dedos para tratar de domar un poco la melena.
—¿Mejor? —dijo él en tono cortés.
Ella le dirigió una mirada más venenosa que cuando había entrado en el baño.
—Eres despreciable —le dijo con frialdad—. ¿Lo sabías?
—Algunas personas me lo han dicho, sí.
Pasó a su lado. Nick esperó a que se sentara para abrocharle de nuevo el cinturón. Entonces le ató las muñecas otra vez.
—Esto es para demostrar lo duro y fuerte que eres, ¿no?
Otra frase inteligente. Pero lo que no sabía ella era que él había sido instruido por expertos mucho mejores que ella a la hora de hacer que uno se sintiera culpable.
—Estás bajo mi custodia. Es por tu propio bien.
—Estoy segura de que eso es lo que dicen todos los torturadores —añadió ella en tono seco—. Haga lo que tenga intención de hacer, señor Jonas. Pero no me diga por qué lo hace.
—Será un placer —respondió el de mala gana mientras terminaba de sujetarle las muñecas.
—En diez minutos tomamos tierra.
_______ levantó la cabeza y se sorprendió al ver a Nick Jonas allí de pie junto a ella. ¿Cómo era posible que ese hombre se moviera con tanto sigilo?
— ¿Hambre?
—No —le dijo ella en tono frío—. No tengo hambre.
—Bien —sonrió sin humor—. Porque se me olvidó pedir catering.
—Qué gracioso es, señor Jonas.
—Nick —otra de sus gélidas sonrisas—. Deberíamos dejar las formalidades ya, señorita Williams. ¿No te parece?
—Las formalidades me parecen lo mejor… ¿Qué está haciendo?
—Ya te he dicho que vamos a aterrizar enseguida. Te estoy desatando.
El avión había perdido altitud, pero aunque la negrura de la noche había dado paso al tono plomizo que precedía al alba, no había luz suficiente aún para ver nada de lo que había debajo. Deseaba desesperadamente saber si iban al campo, o a una ciudad.
El se sentó en el asiento a su lado.
—La casa está a unos minutos de la pista de aterrizaje.
Ella no quería preguntarle nada más para no darle la satisfacción. Pero de todos modos lo hizo.
—¿Qué casa?
—Mi casa —él bostezó.
—¿Vives en Florida?
¿Pero por qué no cerraba la boca de una vez?
—Vivo en Dallas. Compré esta casa hará unos meses. Y todavía no he pasado mucho tiempo aquí.
En realidad no había pasado nada de tiempo allí, salvo un par de fines de semana. Había visto la isla cuando había estado allí en viaje de negocios, le había gustado y la había comprado como una inversión, tal vez para tener un sitio donde pasar los fines de semana, pero no había pensado nada más. —¿Ése es el aeropuerto?
Nick se inclinó hacia la ventana. Las luces iluminaban el asfalto que se extendía hacia el horizonte delante de ellos.
—Mi aeropuerto. Sí.
Ella se volvió hacia él.
—¿Tu aeropuerto?
—Es una isla privada. Se llama Isla de Palmas.
_______ lo miró sorprendida. Entonces volvió la cabeza y pegó la frente a la ventanilla con interés.
Las ruedas del avión tocaron la pista. Cuando el avión había completado el recorrido de la misma, se detuvo. Nick se puso de pie.
—Vayámonos.
_______ se levantó despacio. Él vio el miedo en sus ojos. Bien. Muy bien. Cuanto menos confiara en él y en ese lugar, mejor.
—¿Ir adonde?
—Te lo he dicho. Soy el dueño de esta isla. Isla de Palmas, se llama.
—Dijiste que había una casa.
—Y la hay.
Él la agarró del brazo, pero ella lo retiró bruscamente. Apretó la mandíbula y volvió a agarrarla, esa vez del codo y con firmeza.
—No me des la lata, nena. Te arrepentirás si lo haces.
Se abrió la puerta del aparato. _______ pestañeó al ver el destello repentino de unos faros, y vio a un hombre esperándolos al pie de la escalerilla. Era más bajo y mayor que su raptor, pero tenía la misma dureza que él.
—Nick —dijo el otro, como si ella fuera invisible—. Me alegra verte.
—John. Siento haberte hecho levantar a una hora tan intempestiva.
—No hay problema. Todo está listo, como pediste.
Todo estaba listo… _______ sintió que se le subía el corazón a la garganta. ¿Cómo era posible que una frase tan sencilla sonara tan funesta?
Desesperada, se soltó de Nick, bajó corriendo por la escalerilla y se tiró al hombre llamado John.
Horas después, cuando ya no importaba, se dio cuenta de que no se había soltado ella; que simplemente Nick la había dejado ir porque sabía lo inútiles que serían sus intentos.
—¡Ayúdeme! ¡Por favor, ayúdeme! —agarró al tal John del brazo—. ¡Este hombre me ha raptado!
Nick iba detrás de ella, y al momento la agarró con sus brazos fuertes y masculinos que la apretaban como si fueran de acero.
—John me debe la vida —le dijo con tranquilidad—. Nada de lo que digas le afectará en modo alguno.
—Te mataré —jadeó _______—. Maldito seas, te mataré…
Nick la levantó en brazos, agachó la cabeza y volvió a besarla, hasta que finalmente saboreó la dulzura de su rendición.
—Esta es mi isla. Todo lo que hay aquí me pertenece, _______. Todo —dijo en tono ronco—. Incluida tú.
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Mensaje por sel_nick_love Miér 08 Sep 2010, 9:47 am

* NUEVA LECTORA* ;)
[color=red] ME ENAMORE DE STA NOVE
ENSERIO STA GENIAL :lol!: :¬w¬:

Y ....TE ENTIENDO YO TAMBIEN EMPIEZO EL INSTI ESTE MARTES
AUNKE NO QUIERAAA :(
SIGULEAAAA KIERO LEER MASSSS :study:
sel_nick_love
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"Desnuda en sus brazos" (Nick y Tu) Adaptación. - Página 4 Empty Re: "Desnuda en sus brazos" (Nick y Tu) Adaptación.

Mensaje por mariely_jonas Miér 08 Sep 2010, 9:35 pm





aaaaaaaaaaaaaaaaaa
amo tu novee e
esta increiblee
yo tambn te entiendoo yo ya tengo un mes de clases y es muy pesadooo
peroo no la olvides plissss!!!!!


la amoo sigue prontoo!!!!


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Mensaje por Mary_jonas_97 Jue 09 Sep 2010, 2:19 pm

Gracias por comprendermee amores!! :SS
akii vengo con el cap!!
os amoo!


Capítulo 6
Empezó a llover cuando el todoterreno corría por la carretera asfaltada que bordeaba la costa. Nick sintió que _______ temblaba entre sus brazos.
Una mujer que había jugado con un jefazo de la mafia, que le había dicho a su gobierno que no quería su ayuda, tenía lógicamente que estar muy asustada. Él estaba haciendo todo lo que estaba en su mano para cuidar de ella; si le tenía miedo, era problema de _______.
Salvo que… salvo que el corazón le latía con demasiada fuerza. De mala gana, trató de ponerse en su lugar y de contemplar los acontecimientos de la noche anterior con sus ojos: la entrada en su apartamento, la manera de presentarse y cómo la había sacado de la ducha. Pero había sido necesario hacerlo así; de haberse tomado el tiempo necesario para explicarse, tal vez en ese momento estuvieran los dos muertos.
Una de las cosas que uno aprendía en situaciones donde primaba la supervivencia, era que había veces en que uno tenía que hacer lo que fuera necesario, y preocuparse de las consecuencias después. Basándose en eso había hecho muchas cosas en su vida que inmediatamente después había echado al olvido.
El todoterreno pasó por encima de un bache y automáticamente abrazó a _______ con fuerza.
Ella estaba llorando. Muy bajito, pero la oía. Le metió la mano por la Camiseta. Ella se puso tensa, pero él empezó a acariciarle la espalda, a murmurarle palabras dulces hasta que notó que se relajaba un poco sobre él.
Se dijo que eso le complacía sólo porque si ella cedía todo sería más fácil, que no tenía nada que ver con lo que sentía al acariciarla.
Cuando llegaron a la casa, John detuvo el vehículo. Fue a salir, pero Nick le rogó que no se molestara.
—Nos las apañaremos —dijo él.
—¿Te he dicho que no hay electricidad?
Nick se echó a reír.
—¿Algo más? Supongo que el generador que pedí no ha llegado aún.
—No. He dejado velas en las habitaciones y unos sándwiches en la cocina.
—Gracias. Vete ya. Vuelve a casa antes de que empeore el tiempo.
Nick salió del todoterreno con _______ en brazos. El coche se alejó y los dejó solos en la oscuridad.
—Puedo andar.
Él la miró, y en sus ojos vio el desafío que había visto en otros momentos, pero todavía le temblaba la voz. Estaba muerta de miedo y trataba por todos los medios de no mostrarlo.
—Estás descalza.
—Estamos en Florida. La gente va descalza todo el rato.
Nick estuvo a punto de sonreír al oír aquel toque de valentía.
—Bien. Sube las escaleras y espérame mientras abro la puerta. Y por cierto, ni se te ocurra.
Ella se volvió a mirarlo.
—¿El qué? —dijo con cautela.
—Aunque encontraras la cabaña de John, él te devolvería aquí conmigo —Nick sacó un manojo de llaves de su bolsillo, seleccionó una llave y la introdujo en la cerradura—. Además, seguramente acabarías cayéndote a la ciénaga antes de dar con esta casa. En la isla hay algunos impresionantes ejemplares de caimán. ¿Te lo había mencionado antes?
Estaba mintiendo. ¿O no? Tenía que estar mintiendo. Sin embargo, _______ se miró los pies descalzos mientras se decía que todo era muy difícil.
—Adelante —le dijo él al abrir la puerta.
La casa no sólo estaba oscura; estaba todo negro. Dio un paso hacia delante, pensó en los caimanes y se paró en seco. Nick la empujó para que diera otro paso.
—En casa entran a veces culebras, no caimanes.
Otra mentira. Porque si no era mentira, no sería capaz de dar un paso más.
Se oyó un sonido como si rascaran algo, y al momento se encendió una vela. _______ miró al suelo y vio que era de madera pálida, y también los colores brillantes de una alfombra.
Nada de serpientes.
—No hay serpientes —dijo ella—. Y estoy segura de que tampoco hay caimanes —lo miró con ojos entrecerrados—. ¿Qué más? ¿Me vas a hablar del hombre del saco?
El pasó a su lado, valiéndose de la vela para encender un candelabro.
—Las fantasías no me van —dijo en tono seco—. Algunas de las cosas que componen mi vida ya tienen bastante componente fantástico. ¿Tienes hambre?
Estaba muerta de hambre.
—No.
—¿Sed?
Estaba seca.
—No.
—Qué lástima. Supongo que entonces tendrás que aguantarte y ver cómo me como esos sándwiches que ha mencionado John.
Le rugió el estómago. Si tenía que ver cómo comía, acabaría mareándose.
—Has dicho que te ibas directamente a la Cama.
Él la miró y una sonrisa pausada asomó a sus labios. _______ se puso colorada.
—Sólo quería decir… quería decir… —_______ tragó la poca saliva que le quedaba—. Me gustaría lavarme.
—Buena idea. Date una ducha primero, te pones ropa limpia y seca, y después podremos cenar.
—No quiero cenar.
—Sí. Ya te he oído —le puso la mano en la cintura—. Vamos.
—¿Adonde?
—Arriba.
—¿Para qué?
Nick entrecerró los ojos. Se preguntaba por qué había sentido lástima por ella en el todoterreno.
—De acuerdo —la agarró por los hombros y le dio la vuelta hacia él—, vamos a dejar algo muy claro. Estoy muy cansado y tengo el estómago vacío. Me siento sucio y sudoroso, y me duele la cabeza —le apretó un poco los hombros—. Lo que menos me apetece es tener que tratar con una niña quejica de diez años. Si te digo una cosa, te callas y lo haces.
—Sólo he pedido…
—¡Ah, por amor de Dios! —la levantó en brazos con rabia y subió al primer piso, ignorando sus gritos de protesta.
La puerta que quedaba enfrente estaba a medio abrir; Nick terminó de abrirla con el codo, entró y dejó a _______ en el suelo. Momentos después, una llama amarilla disipaba la oscuridad.
—Haz algo útil —rugió él—. Toma unas cerillas y enciende esas velas.
—¿Estás seguro de que confías en mí? —le dijo _______ con dulzura—. Si dices que sólo tengo diez años…
—¡Enciende las malditas velas!
Lo hizo, no por él, sino por ella misma. Quería ver cómo era su prisión. Aunque se dijo que llamarlo así era un poco exagerado. Era una habitación enorme con chimenea y una Cama con dosel.
—¿Satisfecha con el dormitorio?
_______ se dio la vuelta. Nick se había acercado a ella, tan sigiloso como un felino.
—No hagas eso —le dijo ella en tono irritable.
—¿Preguntarte si te gusta?
—No te acerques a mí así. No me gusta.
—¿Alguna otra queja?
En sus ojos había un brillo peligroso, pero _______ estaba demasiado cansada como para importarle.
—Sí. Quiero saber por qué me has traído aquí.
—Te lo he dicho. Es un lugar seguro.
—Nueva York era un sitio seguro.
—Bueno, claro, si quitas la cámara, los dispositivos de escucha… ah, y no nos olvidemos del matón que forzó la cerradura de tu apartamento, ni del que estaba esperando en la calle. Entonces sí, es muy seguro.
Tal vez tuviera razón, pero en el fondo no tenía razón para confiar en él. Que ella supiera, lo de la cámara era un invento. Al igual que los micrófonos. Y los supuestos «matones» podrían haber sido enviados a su apartamento para protegerla.
Y todo eso se lo dijo.
Nick entrecerró los ojos.
—¿Crees que lo de la cámara y los micros era mentira?
—Creo que fue tremendamente conveniente que tú encontraras esos dispositivos en el preciso momento en que el que te venía bien que yo creyera que eras sir Galahad.
Él se echó a reír.
—Cariño, tienes una mente muy imaginativa. ¿Y qué pasa con ese par de tipejos? ¿O crees que eran dos boy scouts que alguien había enviado para protegerte?
Ella sabía que él tenía razón. En realidad no creía que hubiera montado aquella farsa, y tampoco creía que los hombres que él había derribado hubieran ido a protegerla.
A nadie le interesaba protegerla. Todos querían algo de ella, algo que no podía dar. Todo ellos, incluido aquel hombre.
—Esos tipos querían hacerte daño, nena. ¿Maldita sea, por qué darle más vueltas al asunto? Seguramente tendrían en mente asesinarte.
—¿Y tú no? —dijo en tono quedo.
Él apretó la mandíbula. Pensó en abrazarla, en decirle que no sintiera miedo, que él la protegería…
Se dio cuenta que, después de llevar cinco minutos allí, ella había conseguido que sintiera lástima por ella. Y de ahí a hacer una tontería sólo había un paso.
Y eso no iba a ocurrir.
Estiró el brazo, sin dejar de mirarla, y cerró la puerta.
—Espera un momento —dijo ella—, Nick…
—Ahora soy Nick, ¿no? Bien. Excelente. En realidad, teniendo en cuenta que es hora de desvestirse…
El miedo en sus ojos brilló más, más real.
—¿Cómo?
—¿Qué problema tienes? ¿Es que no entiendes nuestro idioma? —añadió en tono duro—. He dicho que te desvistas.
—Todo eso que has dicho de protegerme… —su voz se fue apagando—. ¿Protegerme de qué? ¿O de quién? Estando aquí los dos solos, me doy cuenta de lo que significa tu protección.
—Tienes una imaginación calenturienta —Nick se quitó las botas—. Necesitamos asearnos. Sólo me interesa ahorrar agua.
A ella le entraron ganas de echarse a reír. ¿Cuántos tipos habrían utilizado esa frase para tratar de conseguir que una mujer compartiera su ducha? De algún modo, habría esperado otra cosa de él.
—No hay luz, ¿recuerdas? No sé ni cuándo va a volver. El tanque del agua es grande pero la temperatura del agua va bajando progresivamente a medida que corre el agua.
—¡No pienso quitarme la ropa!
Se adelantó un poco. Nick estiró la mano y la agarró del mentón para inmovilizarla.
—Sí —le dijo con frialdad—. Te vas a desnudar. Estoy cansado. Tengo la ropa sucia y sudorosa. Quiero darme una ducha caliente, ponerme ropa limpia y cenar antes de meterme en la Cama; no quiero más tonterías.
Ella buscó desesperada el modo de ganar tiempo.
—Nadie nos ve. Primero estaba el policía, luego el piloto y después tu amigo John. ¿Qué sentido tiene fingir en una casa vacía?
—¿Es eso lo que crees que estoy haciendo?
Él la miró a los ojos. De algún modo, ella consiguió no apartarse cuando él le puso la mano entre los pechos. No reaccionó, aunque percibió en el roce de su mano la potencia de su cuerpo.
—Te late muy deprisa el corazón.
—No te preocupes por eso —dijo ella.
—Ah, pero tú eres responsabilidad mía. Tengo que mantenerte a salvo, recuerdas.
Se mascaba la tensión en el ambiente; una tensión más intensa que las nubes tormentosas que avanzaban sobre el océano, más intensa que el latido acelerado de su corazón. —Quieres que crea que trabajas para el Gobierno. Pues no me lo creo.
—¿Entonces, qué me quieres decir, cariño? —sonrió—. ¿Que te desvestirías para un federal, pero no para mí?
_______ se retiró de encima la mano de Nick y retrocedió dos pasos.
—Me daría lo mismo si fueras Elvis. Tal vez sea tu prisionera, pero no soy tu esclava.
Él arqueó las cejas. Paseó la mirada despacio por la habitación, como si el sitio fuera tan nuevo para él como para ella.
—Debes de sentir una decepción enorme habiendo terminado en un lugar como éste después de haber esperado los barrotes de una especie de cárcel.
Su sarcasmo la hizo estremecerse, pero si cedía un poco él se aprovecharía.
—«Los barrotes de hierro no hacen una prisión…» —le dijo ella en tono frío.
—Es «muros de piedra». «Los muros de piedra no hacen una prisión, ni los barrotes una jaula» —sonrió sin humor—. Tienes que decirlo bien si de verdad quieres impresionar.
Sabía que se había quedado boquiabierta. No pudo evitarlo. ¿Nick Jonas, citando a un poeta poco conocido del siglo XVII?
—Desagradable, ¿verdad?
Su tono de voz era bajo, su sonrisa peligrosa y muy viril. _______ se dijo que no debía ceder terreno.
—¿Qué es desagradable?
—Que lo cataloguen a uno.
—No sé a lo que te refieres.
Él se acercó, la agarró del suéter y tiró de ella hacia delante; ella se tropezó y terminó a pocos centímetros de su fuerte cuerpo.
Así de cerca, percibió que en sus ojos chocolates había motas doradas; que tenía el mentón cubierto ya por una leve pelusilla. Pensó que le gustaría pasarle la mano y sentir la barba áspera; áspera y deliciosamente sexy en contacto con sus manos…
—Me has tachado como alguien a quien una dama como tú no quiere ver ni en pintura.
—Eso no es…
Aguantó la respiración mientras él le apoyaba las manos en sus hombros.
—Sí. Es cierto. Y es sorprendente, porque tú no eres una dama. Eres propiedad de Tony. Una princesa de la mafia que mira con desprecio al hombre que han enviado para protegerla.
—No sabes nada de mí —le tembló la voz—. Y no creo que te hayan enviado para protegerme.
—¿No hemos hablado ya de este tema? Te he dicho muchas veces que no estoy aquí para hacerte daño.
—Pero has hecho ese tipo de cosas —le dijo _______ sin apartar la vista de él—. Le has hecho daño a la gente.
Algo varió en él de pronto. Ella se lo notó, lo sintió, como una presencia impalpable en la habitación. El silencio se prolongó entre ellos, como un profundo abismo que _______ no era capaz de cruzar, y supo, sin mirarle a la cara, que había cometido un tremendo error.
—Nick —dijo ella—. Nick, no ha sido mi intención…
—¿Es eso lo que quieres? —dijo él en voz baja—. ¿Sexo duro con un hombre como yo?
—¡No! —retrocedió medio cayéndose—. No quería decir…
—Sí. Ese es el mensaje que has querido transmitir. Sólo que yo era demasiado tonto como para pillarlo.
—Estás equivocado. Yo no…
—Quítate la ropa —se llevó las manos al cinturón—. Ya es hora, _______. Lo sabes tan bien como yo.
¡Dios mío, no era posible que le estuviera pasando algo así!
—Por favor… no quiero…
—Claro que sí.
Se desabrochó el cinturón y se llevó las manos al botón sobre la cremallera. Ella bajó la vista y se quedó boquiabierta al ver el bulto bajo la tela vaquera.
—Esto está aquí desde que nos vimos la primera vez —torció la boca—. Y estoy harto de esperar.
Fue a tocarla, pero ella le dio una patada, seguida de un puñetazo. Sin embargo, él era demasiado grande, demasiado fuerte, y tenía demasiada rabia.
Ella no pudo detenerlo.
Él le aplastó los labios con los suyos, le deslizó las manos por debajo de la sudadera, agachó la cabeza y empezó a succionarle un pezón tirante y erguido.
Y sólo eso le hizo experimentar una sensación muy intensa, caliente e inesperada. Empezó a gemir, le cedieron las rodillas; y fue entonces cuando la levantó en brazos y la llevó a la Cama.
Volvió a lamerle el pecho en cuanto la tumbó en la Cama, torturándola con los labios, con la lengua y los dientes. _______ se arqueó hacia él, desprovista totalmente del sentido, inmersa tan sólo en el deseo ardiente que le corría por las venas.
—Sí —rugió él—. Sí. Así, así… sí, así…
Le bajó los pantalones, la levantó y avanzó hacia ella, apretando con su miembro erecto el sitio entre sus muslos que rogaba ser poseído.
Poseído por él…
Sólo de pensarlo a ella se le cortó la respiración. Abrió los ojos rápidamente, y sobre ella vio un rostro apuesto, excitante; el rostro de un extraño.
—No —susurró ella—. ¡No! —gritó, frenética ya porque sabía de su fuerza, de su tamaño—. ¡Quítate de encima de mí! —continuó dándole puñetazos. Por un instante eterno, él no se movió. Estaban tumbados encima de la Cama, él sobre ella, inmovilizándola. Y ella se dijo que si quería haría lo que quisiera con ella.
Podría y nadie se lo impediría.
¿Y si lo hacía qué? ¿Qué pasaría si le atara las manos a los postes de la Cama y la poseía? ¿Y si no le quedaba otro remedio que rendirse ante él? Rendirse a su pasión y, cómo dudarlo, también a la de ella.
El corazón le latía muy deprisa. Se derretía por dentro. Tal vez se le notara en los ojos, porque de repente él se retiró.
—En mi vida he hecho muchas cosas de las que no estoy orgulloso, señorita Williams —dijo en un tono muy duro—. Pero violar no es una de ellas, ni siquiera cuando es para complacer a una mujer que prefiere que la fuercen a reconocer que quiere hacer el amor.
_______ se levantó de la Cama y le dio una bofetada en la cara. Él le agarró la muñeca y se la retorció a la espalda lo suficiente como para hacerla gritar.
—Es la segunda vez —dijo en tono suave—. Estás jugando con fuego, _______. No lo hagas. A no ser que quieras quemarte.
_______ sabía que era mejor no contestar. Pasados unos segundos, él se puso de pie.
—En el baño encontrarás todo lo necesario —tenía los ojos pétreos—. Toallas, champú, cepillo de dientes, un albornoz. Es mío —dijo mostrando los dientes con una sonrisa de lobo—. Pero lo cierto es que no esperaba una invitada.
Salió y cerró la puerta de un golpe. _______ se estremeció y se dejó caer en la Cama.
La tormenta estaba sobre la isla, y el viento, los truenos y la lluvia no cesaban de caer con primitiva furia. De pequeña le habían dado mucho miedo las tormentas. Sólo tenía recuerdos vagos de aquellos días de su infancia, y de su padre. Cómo había entrado en su habitación para sentarse en la Cama y tranquilizarla.
Con su acento italiano, le había dicho: «_______, Danielle figlia… debes aprender a ser valiente. Nada podrá hacerte daño si tú no lo permites…»
En realidad nunca le había creído. Apenas lo había visto. Y eso le había dolido. Su madre había fallecido. Eso también le había dolido. Y entonces, una mañana, había levantado la cabeza de su mesa de escritorio en la biblioteca y había visto a un hombre mirándola. Él le había dicho: «Me llamo Anthony Gennaro».
Y así de rápido su vida había Cambiado; se había convertido en una compleja serie de situaciones distintas. El blanco era negro, y el negro blanco. Con velocidad deslumbrante, los buenos eran de pronto los malos.
¿Quién era Nick? ¿Era bueno… o era malo?
¿Y cómo era posible que quisiera hacer el amor con un hombre como él? Porque él no se equivocaba, no se había equivocado al decirlo. Al menos consigo misma podía ser sincera.
Quería acostarse con él. Quería sentir su cuerpo aplastándola. Quería sentirlo dentro de ella; y quería gritar cuando él la tomara.
Y la terrible verdad era que no le importaba quién fuera él, o si era de los buenos o de los malos. Era tan apuesto, tan viril…
Desearlo era suficiente.
Jamás había sentido nada igual en su vida. Le temblaban las rodillas cuando la miraba con sus ojos verdes, oscuros y ardientes de deseo. Cuando él la besaba, se quedaba sin aliento. Y no podía negar que se sentía a salvo cuando él la abrazaba, aunque eso fuera una locura. Además, ella no se acostaba con el primero que aparecía. Había habido un hombre. Sólo uno hasta esa noche, y no iba a permitir que eso variara, no iba a ceder por una… por una morbosa fantasía.
No lo haría, no lo haría.
La puerta de la habitación se abrió de repente. Al hacerlo, un relámpago iluminó a Nick, que estaba a la puerta.
—_______ —dijo en tono ronco.
Al oír su voz, al ver al bello depredador animado no por la rabia sino por el deseo, supo que estaba perdida.
—Nick —suspiró ella.
Sus miradas se encontraron, y ella echó a correr hacia él. Nick la acogió entre sus brazos, le agarró la cara con las dos manos y empezó a besarla sin parar mientras la empujaba contra la pared.
—Dime lo que quieres —rugió él.
—A ti —dijo ella—. A ti, a ti…
Él gimió, la besó de nuevo y ella abrió la boca para dar paso a su lengua curiosa. Mordisqueó la carne suave de su labio inferior, le mordisqueó en el cuello, y ella gimió y se restregó contra él, deseándolo, deseando aquello más de lo que había deseado nada en su vida.
Metió la mano entre los dos, la colocó sobre su erección y sintió cómo se tensaba bajo la tela vaquera.
Él le dijo algo urgente, en voz baja, le dijo lo que le iba a hacer con toda brusquedad, con palabras que le hicieron levantar la cara para recibir otro beso ardiente y apasionado.
Entonces se bajó la cremallera de los pantalones, le bajó los pantalones del chándal, la levantó en brazos y se hundió en ella.
Sus gritos de placer, las contracciones casi instantáneas de sus músculos que se contraían alrededor de su miembro estuvieron a punto de destruir su control. El sudor perlaba su piel, mientras la sujetaba contra la pared; y sin dejar de embestirla metió la mano entre sus cuerpos y empezó a acariciarla hasta que ella gimió su nombre sin cesar y alcanzó el orgasmo entre sus brazos.
Entonces, sólo entonces, Nick se dejó llevar. Alcanzó el orgasmo en un largo torrente de éxtasis; echó la cabeza hacia atrás y abrió la boca con placer. Entonces se vació dentro de ella hasta que la lógica le dijo que no le quedaba ni una sola gota más.
Pero qué le importaba la lógica.
—_______ —susurró.
La sujetó y la llevó hasta la Cama sin apartarse de ella; todavía su miembro duro la penetraba.
Todavía la deseaba.

Mary_jonas_97
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Mensaje por mariely_jonas Jue 09 Sep 2010, 4:08 pm




aaaaaaaaaaaahhhhhhhhh
me encantaa tu novelaaaa
aaaaaaaaaaaahhhhh
esta increivle
wooow nickkk!!!!!
wooww
la amooo siguela plissss!!!!!



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Mensaje por Invitado Vie 10 Sep 2010, 11:40 am

puffff k calor ase aki dios hahaha seguila mi mary ermosa
dale k puff cada vez se pone muxoo mejor omg xdd
y vaya tu tambien comiensas el cole el martes igual k yo bueno digo la clase clase jajaja yo m entiendo buaa k pesadilla pero bueno
seguilaaaaaaaaaaaa sippp o t enterass buaaaaaaa kiero masss
tkmm seguila sipp :D
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Mensaje por Faby Evans Jonas Vie 10 Sep 2010, 3:12 pm

No la dejes asii!!!!!!!
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Mensaje por Mary_jonas_97 Sáb 11 Sep 2010, 9:55 am

]color=orange]Jajajaj sii empiezoo el martes :SS maldiito martes¬¬
jajaja buenoo ya la siigoo!!
[/color]

Capítulo 7
La habitación estaba en silencio salvo por los leves gemidos de _______ mientras Nick le hacía el amor. Salía de ella despacio, tan despacio que temblaba. Ella fue a abrazarlo, pero él le tomó las manos y la besó en las palmas; entonces la besó en la boca y le dijo que tenían todo el tiempo del mundo.
Tenían todo el tiempo posible para explorar, para saborear su boca de miel. Su piel. Y su cuello justo en el punto en el que se juntaban con el hombro; eso la hacía estremecerse, ronronear como una gata, y él lo repitió, la mordisqueó con suavidad para después calmar el leve dolor con su lengua.
Y mientras tanto, le agarraba los pechos con las manos y le pasaba los pulgares por los pezones. Él gimió ante la rápida respuesta de ella por el leve tormento, y finalmente bajó la boca para saborear su dulzura. Para saborear sus pezones, pálidos y rosados, deseosos de sentir el calor de su boca.
Dios, qué pechos tan bonitos tenía.
Le encantaba su tacto sedoso. O cómo cabían perfectamente en sus manos. O el modo en que ella arqueaba la espalda cuando él le succionaba los pezones con deseo.
Y qué ruidos hacía.
Eran lo bastante provocativos como para conseguir llevarlo al límite; pero no pensaba permitir que eso ocurriera otra vez. En esa ocasión quería aguantar un poco más. Besarla y saborearla por todas partes. Entonces, sólo entonces, se arrodillaría entre sus muslos para poseerla de nuevo.
Lentamente, se deslizó por su cuerpo, y la besó y chupó, aspirando su aroma limpio y acariciando su vientre con las manos y la lengua mientras ella se retorcía de excitación.
—Nick…
Su susurro fue tan sentido, tan inocente y tan dulce, que él se estremeció de placer.
—Sí, cariño —respondió él en el mismo tono mientras deslizaba los dedos por el vello dorado que escondía su corazón femenino.
Entonces la tocó.
Un grito salvaje que parecía nacer de lo más profundo de su ser estalló en su garganta. Él la miró a la cara y vio el shock, el placer que le abría los ojos como platos, y algo fiero y primitivo le corrió por la sangre.
—¿Te gusta esto? —dijo con emoción.
—Oh, Dios —susurró ella—. Nick, Nick…
Él le separó el sexo con los dedos y vio lo bella que era, los pétalos de sus labios, la baya rosada de su clítoris.
La agarró del trasero, la levantó hacia él y la acarició con su lengua. Su grito rompió el silencio de la habitación, y le hundió las manos en el cabello.
Tenía un sabor exquisito del que él se empapó, y cuando alcanzó el orgasmo en su boca, él pensó que le estallaría el corazón de placer.
Levantó la cabeza, deseoso de ver su cara en ese momento, de ver sus ojos, así de oscuros, y su cabello revuelto sobre las almohadas. Al ver su piel sofocada y húmeda, deseó más de ella, mucho más…
Ella fue hacia él. —Nick —le tembló la voz—. Ven a mí. Quiero sentirte dentro.
Él se volvió para abrir el cajón de la mesilla, rezando para que hubiera tenido la precaución de guardar algún preservativo aunque nunca había estado allí con una mujer hasta ese día.
Sí. Afortunadamente encontró los pequeños paquetes. Abrió uno y se lo puso, y decidió no pensar en que la primera vez no había utilizado nada.
La besó ardientemente, le dijo que era muy bella y empezó a penetrarla con la lentitud que la fiebre que sentía le permitía. Quería que aquel momento durara para siempre, el calor de ella rodeándolo, la suavidad de su cuerpo, o los grititos que ella emitía al tiempo que la penetraba.
Cuando estuvo bien dentro de ella, empezó a moverse. Lo hizo despacio, y cada movimiento era más de lo que podía soportar.
Sentía los latidos de su corazón y los de ella; las contracciones de su cuerpo mientras se elevaba hacia sus embestidas. El mundo se resquebrajaba a su alrededor. No podía pensar. Sólo existía aquello…
_______ gimió y se agarró a él con fuerza.
—No puedo —dijo ella—. No puedo…
—No tengas miedo —susurró él—. Estoy aquí. Estoy aquí contigo. No te dejaré caer.
Sintió que ocurría. Las pulsaciones de su vientre. Y al gemir él se dejó llevar y voló con ella al universo iluminado de estrellas.
_______ se despertó.
Estaba en una Cama, en una habitación, donde había un balcón abierto por donde entraba la brisa del mar y le acariciaba la piel. La piel desnuda.
En su mente se sucedió una confusión de pensamientos, empezando por lo que había empezado en su apartamento y lo que había terminado allí mismo, en esa habitación…
En esa Cama.
Se sentó en la Cama. ¿Dónde estaba él? ¿Dónde estaba el extraño que le había hecho el amor? Miró a su alrededor y vio que estaba sola. Pero su alivio no duraría mucho. No estaba allí, pero sabía que tendría que enfrentarse a él. ¿Y cómo iba a conseguirlo?
Estaban en el siglo XXI, y las mujeres se acostaban con hombres a los que acababan de conocer. Pero ella no. Jamás lo había hecho. Atendiendo a su madre enferma, trabajando cuando salía del colegio desde los catorce años, y después trabajando también durante sus años de facultad no había tenido mucho tiempo para salir con chicos.
Había hecho el amor dos veces en toda su vida, y siempre con el mismo hombre. Él era el director de la biblioteca de la universidad donde había trabajado después de licenciarse. Era un tipo agradable, bueno y de modales suaves.
La primera vez había sido extraño. Se había desvestido a un lado de la Cama y él al otro, y se habían metido bajo la colcha con las luces apagadas. Tras un par de besos y un par de caricias, había ocurrido el acontecimiento principal.
Había sido una terrible decepción.
Volviendo la vista atrás se preguntaba si lo habrían intentado de nuevo porque necesitaban demostrar que el sexo podía ser mejor que eso.
Pero el segundo intento había sido penoso. Peor que el primero. Y no sabía quién había estado más avergonzado, si él o ella.
_______ cerró los ojos con vergüenza mientras recordaba todo lo que habían hecho la noche anterior. ¡Habían hecho el amor contra la pared! Ni siquiera había sabido que eso se pudiera hacer, ni otras cosas, como que un hombre pudiera ponerle la boca en…
Pero no había sido cualquier hombre. Había sido Nick, su moreno y peligroso raptor.
_______ cerró los ojos.
Tal vez eso fuera lo peor, que ni siquiera lo conocía. No sabía nada de él, ni dónde vivía, ni de dónde era. Ni lo que hacía aparte de entrar forzando la cerradura en las casas de la gente para raptarla.
Lo único que sabía era que era un amante increíble. Exigente, y sin embargo con entrega. Potente y gentil. Le había enseñado cosas de su propio cuerpo…
Sólo de pensar en esas cosas sintió calor en el vientre. Jamás había soñado que el sexo pudiera ser así. Que uno pudiera hacerse añicos como el cristal en los brazos de su amante.
Salvo que Nick no era su amante.
Era un extraño peligroso, y la tenía presa en una isla.
Y en ese momento tenía que enfrentarse a él.
_______ se sentó en la Cama y retiró la colcha. Cuanto antes terminara con eso, mejor.
Había vuelto la luz. De modo que _______ se dio una ducha de agua caliente. Nick debía de haberse dado ya una, porque el espejo estaba un poco empañado y el jabón húmedo.
Se enjabonó de arriba abajo, limpiándose el olor a sexo y a Nick.
Él le había dejado en el lavabo un cepillo de dientes nuevo. Eso no le sorprendió.
Un hombre que hacía el amor con tanta pericia y habilidad tendría cepillos nuevos a mano para todas las mujeres que pasaban por su vida; del mismo modo que tenía los preservativos en el cajón de la mesilla. Trató de no pensar en la primera vez que lo habían hecho, porque no habían utilizado preservativo. ¿Cómo era posible que no hubiera pensado en tener cuidado? La respuesta, por supuesto, era que en ese momento ella no había estado pensando en absoluto.
No vio su ropa. En su lugar vio un par de vaqueros cortos y una Camiseta. Ambas cosas eran de Nick, a juzgar por la talla. Tuvo que sujetarse los pantalones cortos con un imperdible que encontró en el tocador, y la Camiseta le llegaba por debajo de las rodillas.
Pensó en quitarse los pantalones hasta que recordó que no llevaba braguitas. Su imaginación le hizo preguntarse cómo sería ir así, sólo con la Camiseta y sabiendo que debajo estaba desnuda.
Nick no lo sabría, si ella no se lo decía; no lo sabría si ella no se rozaba con él un par de veces, o se agachaba para recoger algo del suelo…
En un segundo sintió una suavidad, una tensión en su sexo que le decía que estaba lista para la acción. Para Nick. Para sentirlo muy dentro de ella.
_______ frunció el ceño, aspiró hondo y bajó las escaleras.
La casa era preciosa, grande y antigua. En los techos altos había ventiladores, y coloridas alfombras de seda sobre los suelos de parqué. Los muebles escandinavos, cuyo estilo moderno era en parte opuesto al de las alfombras antiguas y otros elementos, concordaban sin embargo a la perfección con todo lo demás.
Sin embargo en las habitaciones parecía faltar algo, tal vez un toque personal. Parecía como si nadie viviera allí.
—Aquí no vive nadie. _______ se dio la vuelta y vio a Nick en el vano rematado con arco del salón. Llevaba también pantalones cortos vaqueros y sandalias, además de una descolorida Camiseta de los Dallas Cowboys con las mangas cortadas.
Le costó sonreír, pero consiguió esbozar una tímida sonrisa.
—¿Lo he dicho en voz alta…?
—Pues sí, y tenías razón. Aquí no vive nadie.
Ella asintió, contenta de que por lo menos estuvieran hablando con cierta normalidad.
—Ah —dijo ella alegremente—. Supongo que anoche no te entendí bien.
Él sonrió un poco.
—Bueno, creo que anoche me entendiste a la perfección.
Su tono de voz destilaba sexo puro. _______ sintió el calor en la cara.
—Quería decir —dijo con cautela— que pensaba que habías dicho que ésta era tu casa.
—Eso fue lo que dije. La compré hace unos meses y la amueblé —sonrió de nuevo—. Bueno, contraté a un decorador para que lo hiciera. El mismo que me decoró el apartamento en Dallas. De momento, sólo he venido un par de fines de semana.
_______ pensó en lo que le estaba diciendo. ¿Entonces, no sólo tenía esa casa, sino que también tenía un apartamento en Dallas?
—¿_______?
—¿Sí?
—¿Qué más quieres saber de mí?
Ella lo miró a la cara. No sonreía ya, sino que la miraba con una intensidad que podría haberle traspasado hasta los huesos.
—No sé lo que quieres decir.
—Pues claro que lo sabes —respondió él en tono suave—. Anoche te acostaste conmigo, y esta mañana te has despertado pensando que fue un error.
Le estaba diciendo exactamente lo que ella había estado a punto de decir. Salvo que no había sido un error. Dormir con él había sido… había sido increíble.
¿Acaso para él no?
—Y lo peor de todo es que te has dado cuenta de que no sabes nada de mí.
_______ asintió, viendo que era lo menos peligroso.
—Bueno —continuó él en tono ronco—. Tienes razón. No me conoces. Yo tampoco te conozco a ti, o tal vez debería decir que lo que sabemos el uno del otro no es muy halagüeño —hizo una pausa—. Seguramente pensarás que soy un tipo frío, un canalla a quien no le importa tratar a las mujeres como a perros. Y yo lo único que sé de ti es que tu gusto con los hombres no es muy bueno que digamos.
¡Dios, era insufrible aquel hombre! Tan arrogante, tan… ¿Cómo había podido ser lo suficientemente tonta como para meterse en la Cama con él?
—Tienes razón —dijo ella en tono sereno— en cuanto al mal gusto que tengo para los hombres; de otro modo no me habría metido en la Cama contigo anoche.
Él cruzó la habitación tan deprisa, que ella no tuvo tiempo de apartarse.
—¡No me estás escuchando, maldita sea! —la agarró por los hombros, la zarandeó y la levantó hasta ponerla de puntillas—. Te estoy tratando de decir que es verdad, que no sabemos nada el uno del otro.
—Y yo te he dicho que tenías razón.
—No me has dejado terminar —aspiró hondo—. Tal vez, sólo tal vez, lo que pensamos ahora no es cierto.
¿Acaso Nick pensaba que todo mejoraría con sus juegos de palabras?
—Lo que yo sé de ti sí es verdad. Eres lo que acabas de decir que eres, un tipo frío, un canalla… él la silenció pegando sus labios a los suyos y agarrándole la cabeza al mismo tiempo para poder hacerlo. Ella trató de mover la cara a un lado o al otro, pero él le agarraba la cabeza con fuerza, y se negó a dejarla escapar.
—Canalla… —dijo ella en sus labios—. Sinvergüen…
—Cállate y bésame —le susurró él.
_______ le echó los brazos al cuello y lo besó con toda la pasión que durante tanto tiempo llevaba prisionera en su corazón.
Nick la levantó en brazos y la llevó a la cocina, donde la sentó en un taburete.
—¿Sabes lo que va a pasar ahora? —le dijo en voz baja después de volverla a besar.
Ella esbozó una sonrisa pícara.
—Todavía no. Primero tenemos que comer, o desayunar o lo que sea. Ninguno de los dos hemos comido en años.
_______ se echó a reír, y eso le gustó. Era la primera vez que la oía reírse, y le gustó.
—¿Sabes cocinar?
—Pues claro que sé cocinar. Soy soltero, ¿recuerdas? ¿Cómo crees que sobrevivo?
—Con un congelador lleno de platos precocinados.
—Bueno, a veces sí. Y también como fuera —abrió el frigorífico y echó un vistazo—. Y de sobras, gracias a una cuñada que cree que me moriría de hambre de no ser por su ayuda.
—¿Tienes hermanos?
—Sí —se volvió con una docena de huevos en la mano y medio kilo de bacon en la otra—. Dos. No pongas esa cara, querida. Soy tan humano como los demás.
_______ se sonrojó. —No quería decir…
—Sí. Sí que lo querías decir, y es lógico —abrió un armario, sacó dos sartenes y las colocó sobre una cocina que parecía más propia de un restaurante que de una casa—. De acuerdo —dijo mientras echaba el bacon a la sartén y subía la fuente de calor—. Estos son los detalles más importantes. Me llamo Nick Jonas, eso ya lo sabes. Tengo treinta años. Vivo en Dallas y soy socio propietario con mis dos hermanos en un negocio que llamamos Especialistas en Situaciones de Riesgo, pero hasta hará unos cuatro años trabajaba para la agencia federal que me ha pedido que te vigile.
—¿Y en tu mundo qué quiere decir eso exactamente? —dijo _______ con cautela.
Nick cascó todos los huevos en un bol enorme, añadió leche y empezó a batir.
—Quiere decir que haré lo que tenga que hacer para preservar tu vida.
—¿Y tratándose de mujeres, siempre…?
Él la besó antes de que pudiera terminar la frase.
—No —dijo él en tono brusco—. ¡Desde luego que no! He roto todas las reglas haciendo el amor contigo… pero no me importa —le trazó la silueta de los labios con la punta del dedo—. La verdad es que sabía que te deseaba desde el primer momento en que te vi.
_______ le agarró la mano y se la llevó a los labios.
—Creí que te habían enviado a matarme.
Hablaba tan bajo, que le costaba trabajo oírla bien.
—Ese hijo de perra de Gennaro —Nick torció el gesto—. Si le pongo la mano encima…
—Él nunca ordenaría…
Había metido la pata. Lo miró a los ojos y se dio cuenta.
—Nick. No quería decir que…
—Olvídalo.
—No, por favor. No me entiendes. Él se dio la vuelta y se encaró a ella con una expresión que aterrorizaba.
—Te entiendo perfectamente.
—¡No me entiendes!
—Tony Gennaro sigue siendo tu dueño.
—¡Eso no es cierto!
—¿Cómo que no?
Avanzó a grandes zancadas hacia la puerta de la cocina, con pasos firmes. _______ se quedó mirando su espalda rígida. Entonces, se bajó de un salto del taburete y lo siguió.
—Yo tenía razón —decía ella mientras le daba con un puño en el hombro—. ¡Eres un hijo de perra arrogante!
Nick se dio la vuelta para mirarla a la _______.
—Ten cuidado —le dijo en tono suave—. Recuerda lo que te dije de jugar con fuego.
—¡Anthony Gennaro nunca fue mi amante!
—¿Ah, no? —dijo en tono frío—. ¿Entonces qué era? ¿Tu Santa Claus particular?
Ella se quedó mirándolo, detestándolo por creer lo que creía, odiándose también a sí misma por dejar que eso le importara… y deseando poder contarle la verdad.
—¿No tienes respuesta? —esbozó una sonrisa breve—. No hay problema, es una casa muy grande. Hay tres suites para invitados. Con suerte, no tenemos por qué vernos apenas hasta que pase todo esto.
—¿Hasta que pase el qué? —dijo _______ furiosamente—. El FBI quiere que testifique con algo que no sé lo que es. Alguien quiere matarme y no sé quién es. Tú entras en mi vida, la vuelves del revés, me dices que Anthony Gennaro es mi dueño… y luego vas y me seduces de todos modos…
Su voz se fue apagando. Lo miró con desesperación antes de darse la vuelta.
—_______. —Déjame en paz, Nick. No quiero hablar más contigo.
Él tampoco quería hablar con ella. Lo único que había hecho había sido contradecir lo que él afirmaba, a saber, que Gennaro era un capo de la mafia que quería su cabeza. Si no era capaz de creerlo, Nick no podía echárselo en cara. Después de todo, había sido su amante…
Aunque ella negara también eso. Tal vez fuera cierto. O tal vez no. O tal vez no importaba. La noche anterior le había parecido tan maravillosa, tan inocente en su manera de responderle.
Su pasado no le había importado entonces. ¿Por qué importarle ahora?
Se aclaró la voz.
—¿_______?
—Vete.
Temblaba. No le gustaba verla así, dolida, sola y con miedo. Nick avanzó un paso hacia ella.
—_______.
Ella seguía sin contestar. Cuando llegó hasta ella, le puso las manos en los hombros.
—Nena, lo siento. No debería haberte dicho esas cosas.
—Las piensas, eso es lo que importa.
Le dio la vuelta hacia él despacio. Ella se resistió en un principio. Pero poco a poco sintió que cedía.
—Cariño. Mírame.
Ella levantó la cabeza. Y al ver que estaba llorando, a Nick se le encogió el corazón.
—Estaba celoso —dijo Nick sin más—. Defendiste a Gennaro, y pensé; maldita sea, pensé, incluso después de que pasaras todas esas horas entre mis brazos, que seguías pensando en otro hombre.
—Yo no soy así —levantó la barbilla y apretó los labios con determinación.
—No —dijo despacio—, no lo eres. Debería haberme dado cuenta de eso, pero no ha sido así —Nick vaciló—. Vamos a pasar aquí una temporada. ¿Podríamos…? ¿Crees que podríamos conocernos un poco?
—No tienes que conocerme para cuidar de mí.
Nick sabía que lo que escondían esas palabras era mucho más complicado.
—Sí —dijo en tono suave—. Sí que tengo que hacerlo.
—¿Por qué?
Él le rodeó los hombros con el brazo.
—Porque algo está pasando aquí, cariño. No sé lo que es, pero no voy a ignorarlo, ni dejar que tú lo ignores hasta que no lo hayamos averiguado.
No era un compromiso, en absoluto. Pero era lo más parecido a un compromiso que le había hecho a una mujer en su vida.
Era una locura.
No se conocían apenas. Se lo había dicho hacía un rato, y era verdad. Y sin embargo, todo le resultaba natural: sus labios dulces al besarla ardientemente, sus leves suspiros al mezclarse con su aliento.
Nick la levantó en brazos. Pasó por delante de la cocina, retiró la sartén con el beicon quemado y la echó al fregadero.
Si la casa iba a arder, no sería por una sartén de beicon; sino por lo que ocurriera cuando se la llevara a la Cama.
Mary_jonas_97
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Mensaje por xalejandra1 Sáb 11 Sep 2010, 6:31 pm

Me encanta esta nove :D
xalejandra1
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Mensaje por Faby Evans Jonas Sáb 11 Sep 2010, 11:22 pm

Me encanta!!!
Siguela
Faby Evans Jonas
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Mensaje por Mary_jonas_97 Dom 12 Sep 2010, 8:35 am

Buenoo aqii va el cap 8 :)
solo quedan 4 caps para terminar la novee :S
asiiqee...necesiitoo al menos 4 comentarios para poner cap!!
si no...naddap,,lo siientoo :(



Capítulo 8
Hicieron el amor de maneras que a _______ le habrían parecido imposibles de imaginar. Él era fuerte, viril; y al principio, cuando lo había visto a la clara luz de la mañana, se había preguntado si era posible que él entrara dentro de ella.
Sus pensamientos debían de haber sido visibles, porque él había sonreído con picardía, se había colocado encima de ella y le había recordado lo bien que se habían complementado la noche anterior.
Y se complementaban igual de bien en ese momento.
Cuando estaba debajo de él, encima de él, cuando él la agarraba de la cintura y la penetraba despacio, por detrás.
Tal vez fuera anticuado, pero la postura que más le gustaba a ella era cuando él estaba encima. Había tratado con hombres en el mundo real, se había encarado con agentes del FBI y con Anthony Gennaro…
Pero le encantaba la sensación de ser poseída por Nick. Que él la tomara.
Le encantaba todo lo que él le enseñaba del arte de hacer el amor; de amar, de amarlo a él.
Y cuando eso se coló en su pensamiento mientras, agotada tras hacer el amor, permanecía tumbada entre sus brazos, _______ trató de ignorar aquella idea tan peregrina. Nadie había hablado de amor. Nadie lo haría. Era ingenua con los hombres, con el sexo; pero no era tonta. Aquello no tenía nada que ver con el amor. Era demasiado precipitado, demasiado irreal. Además, un hombre como Nick no se enamoraría de una mujer como ella.
En otras circunstancias, sin los elementos añadidos del peligro, ni siquiera se habría vuelto a mirarla.
Eso lo sabía.
Además, ella apenas lo conocía. No se podía una enamorar de un extraño. ¿O sí?
El sol se hundía en el horizonte cuando Nick gimió. _______ levantó la cabeza y lo miró.
—¿Qué te ocurre?
—Estoy muriéndome —contestó con tanto dramatismo que ella supo que no era cierto.
_______ sonrió.
—¿De qué?
—De hambre —gimió él mientras le tomaba la mano y se la colocaba en su vientre duro—. ¿Ves, no tengo más que piel y huesos?
—¿Mmm, y esto qué es?
Pegó un chillido cuando él rodó y se colocó encima de ella.
—Si no sabes lo que es, Caperucita, tendré que demostrártelo, pero más tarde. Ahora me muero de hambre. Y si mi memoria no me falla, hay filetes en el congelador. Y seguro que John ha metido algo para preparar alguna ensalada en la nevera.
A _______ le sonaron las tripas. Nick se echó a reír, le dio otro beso y se levantó. Se puso los pantalones cortos, le dio la mano y tiró de ella para que se pusiera de pie.
—Eso ha sido un voto para cenar en casa en vez de salir a un restaurante —dijo él con humor.
—Yo haré la ensalada y tú los filetes. ¡Eh!
Se resistió al notar que él tiraba de ella hacia la puerta.
—¡No puedo bajar así!
Nick la miró. Estaba desnuda, con la piel rosada tras horas de hacer el amor, el cabello revuelto y despeinado e increíblemente sexy.
—¿Cómo? —estropeó su aire de inocencia con su mirada de lobo.
—Así…
Sonriendo, Nick la abrazó.
—Estás preciosa.
—Pero no puedo bajar así —ella se sonrojó—. Alguien podría verme…
—Yo. Yo te veré. Y me encanta lo que veo.
—Y John…
—Nunca viene a la casa cuando estoy aquí sin avisar. Y no pongas esa cara, nena. Es porque a mí me gusta la privacidad, no porque traiga a nadie —Nick vaciló, sin saber por qué quería decirle eso—. De todos modos, nunca he traído aquí a una mujer hasta ahora.
—Y los preservativos…
¿Era posible que una mujer se sonrojara tantas veces?
—Es por simple costumbre —dijo sin más—. Los guardo junto a la mesilla de noche para no olvidarme de ponérmelos… salvo anoche —vaciló—. Es la primera vez en la vida que se me olvida ponérmelo —le dijo con voz ronca, y al mismo tiempo tierna.
El instinto le decía que no acordarse del preservativo tenía menos que ver con el olvido y más con otra cosa. Había tratado de no razonar, pero no podía. Además, en ese momento, lo que debía era infundirle seguridad.
—Estoy sano, _______. Tienes todo el derecho a saber eso.
—Yo también estoy sana. Y… y este es mi momento seguro del mes —_______ soltó una pequeña risilla y apoyó la cara en su hombro—. ¡No me mires así!
—No puedo evitarlo. Pensaba que las mujeres habían dejado de sonrojarse hace cien años.
—Ojalá no me sonrojara. Es horrible.
—Es maravilloso —le agarró la cara entre sus manos, se la levantó y la besó, encantado con el modo en que ella se inclinaba hacia él, como si él fuera lo único que necesitaba en el mundo.
Al ver que el beso se prolongaba, se apartó de ella, sabiendo que si no lo hacía, no saldrían del cuarto en varias horas. Necesitaban comer, necesitaban energía. No sólo para hacerle el amor de nuevo, sino también por si acaso pasaba algo.
Maldita sea, tenía que dar una vuelta por la casa, ir a hablar con John. Casi se le había olvidado el peligro que corría ella. Y sin duda corría peligro; esos dos matones de Nueva York no habían ido a hacerle una visita de cortesía.
Ése era el problema de mezclar los negocios con el placer. Que uno perdía el norte. Que se le iba a uno la atención. Y si algo le pasaba a esa mujer, si dejaba que le pasara algo a ella…
—Bueno —dijo con brusquedad—, ponte mi albornoz y bajaremos a preparar la cena.
Y mientras preparaban la cena en lo que debería haber sido un silencio agradable, _______ sintió que ocurría algo. Una tensión repentina se había asentado. Algo iba mal, pero no entendía el qué.
Se había hecho de noche cuando terminaron de prepararlo todo. Salió con Nick a la terraza. El enorme espacio de suelos de baldosas azules que se extendía hasta la piscina, suavemente iluminada con luces bajo el agua, le pareció de una belleza increíble. Las plantas exuberantes cargaban el aire con el perfume de sus flores; el leve gorgoteo de una piscina de hidromasaje en un rincón se confundía con el susurro y el restallar de las olas.
_______ se volvió hacia Nick, deseando decirle lo mucho que le gustaba aquel lugar, pero él no la miraba en ese momento. Estaba ocupado tratando de encender el grill; más ocupado de lo que cualquier hombre pudiera estarlo haciendo algo tan sencillo.
Se le encogió el corazón. Quería preguntarle qué pasaba. ¿Le estaría pesando haber hecho el amor?
—¿Nick? —susurró.
Él se volvió hacia ella, con la cara desnuda de expresión.
—¿Te parece bien un merlot?
—¿Cómo?
—De beber. Pensé en abrir una botella.
El se quedó pensativo un momento, como si tuviera la cabeza en otro sitio.
—¿_______?
—Sí —dijo ella alegremente—. Me parece bien un merlot.
Nick entró en la casa, volvió con una botella, un sacacorchos y dos vasos. El vino brillaba como los granates cuando él sirvió las copas, y bajó por su garganta con suavidad, pero _______ no podría haber adivinado su sabor. Tampoco la ensalada le supo a nada, aunque Nick le dijo que el aliño era magnífico.
—¿Qué te pasa, por qué no estás comiendo? —dijo él después de un rato en silencio.
Ella alzó la vista.
—Supongo que no tengo tanta hambre como pensaba.
Él asintió.
—A mí me pasa lo mismo…
Su voz se fue apagando. _______ lo miraba con expresión sombría. Y sabía cuál era la razón; que la estaba tratando con la deferencia con que se trataba a un extraño. Y ellos dos no eran extraños; después de lo que habían compartido, el peligro, las discusiones, la rabia, las risas; después de todas las horas que habían pasado el uno en brazos del otro.
Tiró la servilleta en la mesa y retiró la silla. Su copa se cayó al suelo y se rompió. ¿Pero qué importaba una copa rota si acababa de romperle el corazón a _______?
—Cielo —dijo mientras la estrechaba entre sus brazos—. Cariño, perdóname.
Ella negó con la cabeza, y sus bucles sedosos le acariciaron los ojos.
—No hay nada que perdonar —le dijo ella, pero el temblor de su voz la delató.
—Sí, sí que hay algo que perdonar —la agarró del mentón—. Estoy tratando de… estoy intentando guardar una distancia profesional —le dijo con nerviosismo—. ¿Lo entiendes?
—No digas nada más, Nick. Sé que yo soy una… una misión. No tienes por qué…
Entonces él la besó. Fue un beso profundo, ardiente. Le agarró la cara con las manos para que ella no pudiera moverse; y abrió la boca y con gesto exigente quiso demostrarle lo mucho que deseaba besarla. Cuando finalmente ella emitió un leve sonido y le puso las manos en el pecho, él varió el ritmo del beso, lo hizo más suave y la tomó suavemente entre sus brazos.
—Sí —le dijo Nick—. Sí, eras una misión para mí. Mi cometido era y es protegerte. ¿Pero cómo voy a protegerte si me he olvidado de quién soy? Se supone que soy Nick Jonas. Especialista en riesgos, agente secreto, llámalo como quieras. Y jamás me he distraído de mis cometidos. Y así es cómo debe ser en este trabajo —su voz se suavizó y volvió a besarla—. Y entonces viniste tú y me convertí en otra persona.
_______ sonrió.
—Me gusta esa otra persona. Mucho.
—Sí. Y a mí también —torció la boca—. Pero si no estoy alerta, cariño, si pierdo concentración, se me podría pasar algo. Y te podría pasar algo a ti. Y si eso pasara, Dios, si pasara…
Ella le agarró la cara entre las manos, tiró de él y lo besó en los labios.
—No me pasará nada, Nick. Si tú estás conmigo para cuidar de mí, no me pasará nada.
Él apretó la mandíbula.
—No subestimes a Gennaro. El que me haya ocupado de esos tipos en Nueva York no significa…
Ella le agarró la cara con fuerza, como si él fuera a marcharse.
—Nick. Anthony Gennaro jamás me amenazó.
—¿Cómo que no? Por eso es por lo que el FBI quería meterte en el programa de protección de testigos.
—Los agentes federales que vinieron a verme insistieron en que yo sabía cosas de… de los negocios de Gennaro. Que él me mataría por eso.
—¿Es así como le llamas al crimen? ¿Un negocio?
—De acuerdo —_______ subió la voz—. Es un criminal. Pero yo no sé nada de esa parte de su vida. Y jamás me haría daño. Sé que no lo haría.
Nick se puso serio. Agarró a _______ de las muñecas y le bajó los brazos.
—No hablemos de él, ¿de acuerdo? Tu relación con él pertenece al pasado. Haznos un favor a los dos dejándola allí.
—Maldito seas —dijo ella, levantando la voz de rabia—. Escúchame. Yo no fui su amante. No fui su señorita de compañía, ni su novia. Yo era la librera que él contrató para catalogar una colección de libros que había comprado en una subasta de Sotheby's. Entró en mi despacho de la universidad y me ofreció el trabajo. Yo no sabía nada de él, sólo que me estaba ofreciendo una oportunidad única en la vida.
—De librera.
El desprecio en la voz de Nick le dolió, pero lo ignoró.
—Exactamente. Trabajaba para él. No me acostaba con él, por amor de Dios. No podría haberlo hecho. No quería, porque… porque…
—¿Por qué?
_______ aspiró hondo. El ser demasiado sincera era un peligro.
—Porque no era eso lo que él quería de mí. Porque no soy de esa clase de mujer. Hasta que te he conocido a ti, sólo había estado con un hombre, y aquello… aquello no se parece en nada a lo que siento contigo, a lo que tú me haces sentir…
Nick murmuró una imprecación entre dientes, la abrazó y la estrechó entre sus brazos. Pero ella volvió la cara.
—Si no me puedes aceptar como soy —susurró con emoción—, si voy a ver la duda en tus ojos cada vez que hagamos el amor, entonces lo que pasó anoche, lo que ha pasado hoy, fue y ha sido un error.
Jamás le habían dado un ultimátum con tanta dignidad. Y le encantaba. Le encantaba el ángulo de la barbilla de _______, el orgullo en sus ojos. Le encantaba…
—¿Nick?
—Tienes razón —respondió en tono suave—. No tenía derecho a cuestionar lo que digas ni a dudar de ti —sonrió—. Lo siento, cariño. No volverá a ocurrir.
Ella se relajó un poco.
—Jamás te mentiría, Nick. Sobre nada.
A Nick le encantaba su manera de pronunciar su nombre; o cómo lo miraba a los ojos.
—¿Entonces contestarás a cualquier pregunta que te haga? —le dijo él con dulzura—. ¿Me dirás la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad?
Él sonrió, para que ella entendiera que estaba de broma. Pasados unos segundos, ella sonrió también.
—Bueno…. —le metió las manos por debajo de la Camiseta y le acarició el pecho—. ¿Qué quieres saber?
Él bajó la cabeza y le mordisqueó el labio con delicadeza.
—Para empezar —le dijo él en tono suave—, ¿cómo es posible que seas tan preciosa? ¿Y tan valiente? —sonrió—. La mayoría de las mujeres se desmayarían si un extraño entrara en su ducha.
_______ se echó a reír.
—¿Lo has hecho antes?
—Confía en mí —dijo Nick con solemnidad—. Jamás he sacado a ninguna mujer de la ducha hasta que te conocí a ti —le puso las manos en la cintura—. Y cuando ese asesino entró por la puerta tan bruscamente, ni siquiera te inmutaste.
—Tú estabas allí conmigo.
Lo dijo con tanta convicción que se le llenó el corazón de orgullo.
—Lo siento —dijo él—. No por haber estado contigo. De eso me alegro mucho —la besó suavemente—. Siento haber sido tan brusco y duro contigo, cielo.
—Estabas haciendo tu trabajo.
—No —se aclaró la voz—. Te estaba juzgando. Y no tenía ningún derecho a hacer eso —vaciló—. He visto cosas horribles en esta vida, _______; hombres con las manos tan manchadas de sangre que no podían limpiárselas.
—¿Fuiste soldado?
—Sí —él vaciló.
Jamás hablaba de lo que consideraba su vida anterior, excepto con sus hermanos, que también habían vivido esa vida. —En las Fuerzas Especiales —añadió en tono brusco—. Así fue como nos conocimos John y yo. Nuestra unidad estaba en… en un sitio a miles de kilómetros de aquí.
—¿Y le salvaste la vida?
Maldición. ¿Por qué le habría contado eso? Sí, sólo para asegurarse de que ella entendía bien que no podía acudir a John para pedir ayuda; pero en ese momento no sabía qué explicación darle. Una corta, entonces. No quería asustarla, y no deseaba hablar de él ni de los días que había pasado aferrándose a la vida después de haber vuelto a por John…
—No fue nada de mucha importancia. Había puesto un explosivo en un edificio. Sólo teníamos unos segundos para salir y John, bueno, recibió un tiro. Cayó al suelo y…
—Y volviste por él —dijo _______ en voz baja.
Y también recibió otro tiro como John, fue capturado y se pasó diez días sufriendo torturas antes de cargarse a su guardián y salir de allí con John. Eso no se lo pensaba contar.
—Sí, así éramos todos en las Fuerzas Especiales de Seguridad. Después fui contratado por una agencia del gobierno. Estuve allí un par de años, y cuando lo dejé, no volví a mirar atrás, _______. Hasta ahora. Hasta que el tipo que lo dirige me pidió que aceptara esta misión.
—Soy yo —dijo en voz baja.
—Ya no. Tú ya no eres una misión, cielo. Eres…
Lo más importante de su vida. Eso era lo que había estado a punto de decir. Pero era una locura.
—Eres especial para mí —vaciló, sin saber si decirle lo que sentía pero no queriendo volver a hacerle daño—. _______, pasé mucho tiempo tratando con gentuza como Gennaro, con hombres que matan lo que no pueden corromper. Tal vez por eso es por lo que no soportaba pensar que tú fueras parte de su vida. ¿Lo entiendes? _______ asintió. Estaba pálida, ¿y cómo no iba a estarlo? ¡Era un imbécil! Esa mujer era su amante, sólo habían pasado dos noches juntos, y le estaba hablando en tono moralista.
—Cariño. Perdóname —soltó una leve risilla—. Menuda conversación para la cena…
—No. No te disculpes. Me alegro que me lo hayas explicado. Quiero saberlo todo de ti, Nick. Todo.
Él le sonrió.
—Sí —su voz se volvió ronca mientras le tiraba del cinturón del albornoz—. Yo también —paseó la mirada por su cuerpo y sintió que se excitaba al instante—. ¿Te he dicho alguna vez lo preciosa que eres?
Ella sonrió y pareció como si le volviera el color a las mejillas.
Suavemente, él la besó en el cuello.
—Preciosa. Y deliciosa… por todas partes —dijo mientras le acariciaba los pechos, para seguidamente succionárselos con fruición.
Ella soltó uno de esos gemidos de placer que tanto le gustaban a él.
—Esto no lo necesitas… —dijo Nick mientras le quitaba el albornoz.
—Nick…
—Chist, cariño. Deja que te haga el amor. No. No hagas nada. Sólo deja que te toque y que te mire a la cara. Quiero ver lo que te gusta.
Le gustaba todo de él, todo lo que le hacía.
—Abre las piernas para mí —añadió en tono ronco y sensual—. Sí, así…
Ella susurró su nombre, pero él no le contestó. La miraba fija, ardientemente; y sólo de verlo así ella temblaba ya de deseo.
—¿Te gusta esto? —le susurró él.
Le buscó el clítoris con los dedos y se lo acarició. Con la otra mano le acariciaba un pezón. Luego con la boca. Él estaba totalmente vestido, y ella desnuda, a su merced. Desnuda y encantada de lo que le estaba haciendo, de sentir sus manos, su boca…
Amándolo. Amando a aquel extraño apasionado y peligroso. «Te amo, Nick», pensaba alocadamente.
La levantó en brazos y la llevó hasta una tumbona que había junto a la piscina. Entonces, sin dejar de mirarla, se quitó la ropa y dejó al descubierto su cuerpo bien esculpido.
_______ le echó los brazos.
Él se colocó sobre ella, la cubrió con su cuerpo; entonces le tomó la mano y se la colocó sobre su sedosa erección. Aguantó la respiración cuando ella lo guió hacia ella, levantó las caderas y dejó que la penetrara.
—Nick —sollozó mientras empezaba a moverse—. Nick…
Las sensaciones se sucedieron como un torrente. Nick gimió y susurró su nombre mientras la llevaba con él a los fuegos nocturnos que abrasaban la noche tropical.
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Mensaje por Invitado Dom 12 Sep 2010, 1:23 pm

waaaaaaaaaaaaaa ak ami me da algo nena d mi corazon seguilaaaaa plizzzz por dios aki ase muxooo calor hahah dios e dixo k me encanta nick¿? no¿? bueno pos ya lo saveis xdd seguila k esto se pone comor d hormiga hahahah y falta poko para el final bueno pero pondras mas o si no t doy chacha jumm venga presiosa pon massssssssssssssss massssss sipp
tkmm
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Mensaje por Faby Evans Jonas Lun 13 Sep 2010, 6:31 pm

NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO MAS MAS MAS !!!
POR FAVORRR
Faby Evans Jonas
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