Hogwarts {Novela Colectiva}

Los mellizos Anderson iban caminando por la estación, dirigiéndose con dificultas, dada la cantidad de gente allí congregada, hacia el andén 9 ¾. Empujaba Sammuel el carrito en el cual llevaban los baúles y demás equipaje, ya que su hermana parecía estar demasiado ocupada admirando su manicura, lo que no hacía más que aumentar el enfado del chico.

- Realmente estás más loca de lo que creía, Charlie. – Le regañó su hermano, siguiendo con el sermón que había aplazado en casa. - ¿Cómo se te ocurre regalarle a la tía Anne una botella de whisky de fuego sabiendo que tiene ciertos problemas con el licor? ¿Quieres que termine siendo alcohólica? – Mientras su hermana rodaba los ojos, exasperada pensando que su hermano había sido poseído por McGonagall, él le dedicaba una mirada reprobatoria. – Eso sin contar que no sé de dónde demonios has sacado dicha botella, porque eres menor y no te la pueden vender.

- Un regalo de Filch. – Contestó la morena tan tranquila. Dicho así hasta parecía que el conserje de Hogwarts era un ser amigable.

- Charlotte… - El tono del chico demostraba que se estaba conteniendo como podía para no gritar de pura frustración en plena estación. Armándose de paciencia, respiró profundamente antes de aventurarse a preguntar algo que ya se imaginaba. - No le habrás robado el whisky a Filch, ¿verdad? – Se giró para mirar a su hermana fijamente, a la espera de la respuesta, y sin darse cuenta comenzó a desviarse del camino.

- No. – Respondió ella con tal seguridad que consiguió que Sammy se relajase soltando todo el aire que había contenido hasta el momento. – Ya te he dicho que fue un regalo. – Añadió la leona. – Solo que él no sabe que me lo ha dado. – Al oír aquello su hermano mellizo trastabilló y casi se estampa contra una de las columnas de la estación, gracias al cielo que sus reflejos eran impresionantes. Dios bendiga al quidditch.

- A eso, en Inglaterra (y en cualquier parte del mudo), se le llama robar, lerda. – Dijo el Ravenclaw antes de cruzar la pared que los llevaría al tren que buscaban, que estaba aguardando en un lugar muy particular de la estación.

- ¡Qué va! Lo he tomado como pago por todas las veces que me castigó el año pasado, sin motivo alguno. – Se apresuró a defenderse la chica, después de seguirle y atravesar al otro lado.

- Algo le harías… - Repuso su hermano en un murmullo, que ella no alcanzó a oír. – Pero cómo… ¿Sabes qué? Prefiero no conocer los detalles del asunto. Luego me culpan de cómplice y pago yo el pato. Si es que a este paso vas a acabar en Azkaban… - Siguió refunfuñando él solo un par de minutos antes de que su melliza, ya bastante ofendida, se hartara del sermón.

- Oh, sí. Disculpe usted. No me había dado cuenta de que hablaba con San Sammuel, patrón de los santos inocentes. – Ironizó la Gryffindor. – Vete a otra con ese cuento, bonito. Que Kay y tú juntos sois peores que los Weasley en sus días de felices de inspiración. Lo que pasa es que tenéis la maldita suerte de que nunca os han pillado con las manos en la masa. Pero ya verás…

- ¿Intentas amenazarme? – El moreno sonrió divertido, las discusiones con Charlie siempre terminaban haciéndole reír. – Además no nos pillan porque somos inteligentes. – Su sonrisa se volvió un tanto petulante, aunque lo hacía de broma. Se acercó al tren para dejar allí el equipaje. Una vez se libró de este, buscó con la vista entre las personas que allí se encontraban a Kay.

- Ya, claro. Lo que tú digas, pesado. Me voy por ahí, a ver si encuentro a alguien con tanto ego como tú y hacéis una competición a ver quién tiene la autoestima más elevada. – Se apresuró a darle un beso en la mejilla a su hermano y a desaparecer entre la multitud.

- ¡Por Merlín! ¡Qué paciencia hay que tener con esta chica! – Murmuró divertido el chico antes de partir en busca de su pequeña compañera de bromas a la que ya había localizado. Se posicionó detrás de ella, aprovechando que no lo había visto, y se aclaró la garganta.

- ¡Sammyyyyyyy! – Exclamó emocionada la joven a la vez que se apresuraba a estrecharlo en un cálido abrazo. - ¡NO SABES CUANTO TE EXTRAÑE! – Él no se quedó atrás y la achuchó.

- Yo también te he extrañado pequeña. – Afirmó el moreno con una amplia sonrisa.

¿Qué decir de Kay? A pesar de estar en quinto era como una segunda hermana para él, su compañera de travesuras pero sobre todo su mejor amiga. Era muy de sobreprotector con sus chicas, Charlotte y Daina, algún insensato de Sly ya había comprobado el mal humor que se gastaba el Ravenclaw cuando osaban perturbar la tranquilidad de sus chiquitinas. Pero volviendo al tema… Lo mejor de todo era que no había nadie que lo entendiese mejor que la castaña, ella también había perdido a sus padres y eso era algo que tenía en común. La diferencia era que Kay vivía con sus abuelos y no tenía una hermana zumbada a la que cuidar. Y hablando de hermanas piradas…

- ¿Dónde está Charlie? – Inquirió con curiosidad la chica.

- Por ahí, creo. – Fastidiando a algún podre desgraciado, añadió para sí mismo con sorna.

- ¡ESTOY AQUÍ! – Al oír el alarido de su melliza, el chico pegó un respingo. Sam cada día se convencía más de que su hermana era un ser enviado por algún ente maligno para conseguir que al muchacho se le cayese el pelo a los diecisiete años de la frustración. Luego la profesora de Transformaciones le preguntaba al Ravenclaw por qué no tenía mascotas, más de una vez se había tentado a contestar que su hermana valía por un zoológico entero, o más bien por toda la selva amazónica. - Espero que me des un abrazo. – Las chicas seguían a lo suyo mientras él único con un cromosoma Y en aquella singular reunión las miraba con una dulce sonrisa. Desde luego, aquello era lo más parecido a una reunión familiar que había presenciado en sus escasos dieciséis años.

¡Genial! Empezaban el curso con una buena ración de apuestas que cumplir. Ya que Fred, como siempre, estaba molestando a Kay y habían acabado con una apuesta sobre quién gastaría mejores bromas este año. No es que Sam detestara al pelirrojo, pero esa maldita manía de insistir en que ellos eran mejores y más que nada lo de llamarlo “el amiguito de Styngle” sacaban toda la mala leche que tenía dentro. Bueno, si ellos así lo querían… esperemos que no se arrepientan cuando acaben ridiculizados delante de todo Hogwarts. Alguien tenía que bajarles esos humos y Kay y él estaban más que dispuestos a darles un poco de su propia medicina, empezando por una pequeña broma “electrizante” made in Kaylandia. Al menos, una confrontación con los Gryffindor sería más estimulante intelectualmente que desquitarse con Draco. Por cierto el año pasado Daina y él habían apostado con unos Hufflepuff que Malfoy era así porque el quilo de gomina que se untaba en el pelo a diario hacía combustión con el reflejo del sol y le quemaba las neuronas, si es que tenía… nunca nadie averiguó si era cierto, que pena.

Estaba distraído pensando en sus cosas, pero un el brusco bamboleo del tren al parase lo devolvió a la realidad. ¿Qué demonios pasaba allí? El tren no había parado en ninguno de los otros cinco viajes que había hecho los años pasados. ¿Qué había de diferente en este? Todas las luces del tren comenzaron a parpadear para luego apagarse y dejarlos sumidos en una inquietante oscuridad. La temperatura bajaba cada vez más, incluso las ventanas empezaban a congelarse, y al respirar salía vaho. Uno extraño silencio reinó en los vagones, salvo una extraña respiración (parecida a la de Darth Vader) que era cuanto menos desconcertante. Esto desde luego que no era normal. Sammuel se posicionó delante de la puerta, fuera lo que fuera que ocurría allí prefería que lo atacara a él antes que a Kay. Mierda, ¿dónde está Charlie? Se asomó por la puerta y lo que vio no le gustó nada de nada.

- Oh, oh. – Murmuró.

- ¿Qué pasa, Sammy? ¿Por qué tienes esa cara? – Preguntó su amiga preocupada.

- Allí… fuera… hay… un… un… - Tragó la saliva con nerviosismo, aquello no era lo que se conocía como un viaje agradable. – Dementor.

- ¿Qué que hace eso aquí, no se supone que deberían estar en Azkaban vigilando a los presos?

- Tú lo has dicho… se supone. – Comentó él algo aturdido, más le valía a ese pedazo de tela chupa almas no tocarle ni un pelo a Charlie porque del escobazo que tenía pensado asestarle Sam se le quitarían las ganas de dar los “besos de Dementor” por un buen tiempo.




Los Ravenclaw se habían enterado de que el Dementor había hecho que Harry Potter se desmayase, convirtiéndolo así en el blanco de muchas pullas por parte de algunos Slytherin, y que solo andaba buscando a Sirius Black. Black era un supuesto mago muy peligroso que se había fugado de Azkaban y decían que andaba del lado de Lord MeSalióMalLaRinoplastia, quiero decir, Lord Voldemort. Supuestamente era el responsable de que Voldy encontrase a los padres de Harry Potter y a causa de esto murieron asesinados, además de haber matado a no sé quién del que solo había quedado un dedo y ahora iba a por Potter. Vaya drama familiar tiene montada esta gente… seguro que su tía Anne, que es una fan empedernida de los culebrones que pasan en la televisión, estaría más que enganchada con esta historia. La verdad es que todos estaban tan pendientes de chismosear sobre lo que había pasado en el tren que ni siquiera atendieron al ritual del Sombrero Seleccionador. Vaya manera de empezar en Hogwarts tuvieron los de primero de este año ¿eh? Seguro que alguno preferiría estar en Durmstrang o Beauxbatons. Bueno, el caso es que el trozo de tela mugrienta no se acercó ni a Charlie ni a Kay y con eso Sammy se daba por satisfecho.

A lo que si atendió todo el mundo fue al discurso del director, Dumbledore, que hablaba tan misteriosamente como siempre. Charlie solía decir que eso era porque leía libros de autoayuda durante las vacaciones de verano y plagiaba las frases de allí o sino que las leía en las galletaa de la suerte del restaurante chino que había cerca del Callejón Diagon. En fin…

- ¡Bienvenidos! Bienvenidos a un nuevo año en Hogwarts. Quiero decir unas palabras antes de que comiencen a comer nuestra fantástica comida. Primero de todo, quiero darle la bienvenida a nuestro nuevo maestro de Defensa Contra las Artes Oscuras, Remus Lupin, buena suerte profesor. – Al presentar al nuevo profesor de DCAO todos aplaudieron, incuso Snape aunque tenía más cara de preferir arrancarle los ojos al tal Lupin. - También debo decir que como nuestro anterior profesor de Cuidado de las Criaturas Mágicas se retiró, el nuevo maestro será el mismísimo Rubeus Hagrid. – El aludido se incorporó llevándose consigo la mesa y casi tirando toda la cubertería de los profesores que tenía al lado. Con ello hizo reír a casi todos y el sonido de los aplausos volvió a inundar la sala, especialmente en la mesa de Gryffindor. - Ahora la última noticia, como orden del Ministro de Magia, Hogwarts será custodiado por los Dementores de Azkaban, solo hasta que Sirius Black sea capturado. Lo que espero es que nadie se vea afectado por eso y que esto no afecte nuestras actividades del día a día. Los Dementores son criaturas temibles, espero que ninguno de los presentes les dé la posibilidad de lastimaros, no está en la naturaleza de un Dementor perdonar. Son seres que absorben la felicidad, todo lo que tenga que ver con ella, dejándote con todo lo malo. Pero, saben, la felicidad puede ser encontrada en los momentos más oscuros, solo si uno recuerda encender la luz. – Mientras decía eso se había puesto a jugar con una vela, apagándola y luego encendiéndola al pasar la mano por encima intentando así ilustrar con mayor efectividad las palabras que había dicho antes.

¡Genial! Este curso empezaba con buen pie: Una apuesta con los Weasley; un viaje en tren aterradoramente inolvidable, para algunos más que para otros y ahora además teníamos de niñeras a los trozos de tela ¡Oh! Y no olvidemos que estaban bajo amenaza de encontrarse con Sirius Black ¿Qué será lo próximo? Deberían dejar algo de emoción para el año que viene. Bah...