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Power Play (Larry Stylinson)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Página 1 de 11. • 1, 2, 3 ... 9, 10, 11
Power Play (Larry Stylinson)
Nombre: Power Play
Autor: J.M Snyder.
Adaptación: Si, todos los créditos para el autor.
Género: Romance/Drama
Advertencias: Smut
Sinopsis:
Harry es un estudiante universitario de 19 años de edad y jugador de hockey sobre hielo que, durante un juego, resultó gravemente herido. Ahora él está en una silla de ruedas y por delante de él tiene muchos meses, quizás años, de terapia con la esperanza de caminar otra vez, pero aunque esto resultase no habrá más patinaje para él. Ha perdido todo: no es un chico sorprendente, no es un buen estudiante, es llano y simple y tal vez un poco rudo, y ser la estrella del equipo de hockey sobre hielo del colegio era su cambio a ser alguien en la Universidad. Ahora él es un chico que vive con sus padres y con ninguna posibilidad en frente de él. Y también es virgen, le gustan los chicos, pero nunca ha tenido la valentía de acercarse a alguien, sólo ha tenido un intento interrumpido de "mamadas" durante una fiesta de la fraternidad.
Louis es un chico de 18 años de edad proveniente del lado bajo de la ciudad. Después de la escuela secundaria él no irá a la Universidad, debido que no tiene el dinero necesario y, para ser honestos, ni la inclinación. Sólo ama el patinaje de velocidad, es muy bueno, y su sueño es llegar a los Juegos Olímpicos. Trabaja para pagar sus lecciones y el alquiler de la pista para los ensayos. Es un hermoso chico, el hombre del sueño de muchas niñas, pero él es gay. Él ha tenido sólo un amante, una muy mala experiencia con un compañero de escuela, pero no ha renunciado a la esperanza de encontrar un novio. Sí, un novio, pero Louis es sólo un chico de 18 años de edad y para él el amor es alguien para poseerlo y decir que es suyo, alguien para abrazarse de él, alguien que, como un caballero en brillante armadura, lo reclamase para él y lo protegiese de todo el mundo y sobre todo de los hombres que lo molestan, que diga que él es su novio y que ¡saquen las manos de él!
Autor: J.M Snyder.
Adaptación: Si, todos los créditos para el autor.
Género: Romance/Drama
Advertencias: Smut
Sinopsis:
Harry es un estudiante universitario de 19 años de edad y jugador de hockey sobre hielo que, durante un juego, resultó gravemente herido. Ahora él está en una silla de ruedas y por delante de él tiene muchos meses, quizás años, de terapia con la esperanza de caminar otra vez, pero aunque esto resultase no habrá más patinaje para él. Ha perdido todo: no es un chico sorprendente, no es un buen estudiante, es llano y simple y tal vez un poco rudo, y ser la estrella del equipo de hockey sobre hielo del colegio era su cambio a ser alguien en la Universidad. Ahora él es un chico que vive con sus padres y con ninguna posibilidad en frente de él. Y también es virgen, le gustan los chicos, pero nunca ha tenido la valentía de acercarse a alguien, sólo ha tenido un intento interrumpido de "mamadas" durante una fiesta de la fraternidad.
Louis es un chico de 18 años de edad proveniente del lado bajo de la ciudad. Después de la escuela secundaria él no irá a la Universidad, debido que no tiene el dinero necesario y, para ser honestos, ni la inclinación. Sólo ama el patinaje de velocidad, es muy bueno, y su sueño es llegar a los Juegos Olímpicos. Trabaja para pagar sus lecciones y el alquiler de la pista para los ensayos. Es un hermoso chico, el hombre del sueño de muchas niñas, pero él es gay. Él ha tenido sólo un amante, una muy mala experiencia con un compañero de escuela, pero no ha renunciado a la esperanza de encontrar un novio. Sí, un novio, pero Louis es sólo un chico de 18 años de edad y para él el amor es alguien para poseerlo y decir que es suyo, alguien para abrazarse de él, alguien que, como un caballero en brillante armadura, lo reclamase para él y lo protegiese de todo el mundo y sobre todo de los hombres que lo molestan, que diga que él es su novio y que ¡saquen las manos de él!
Invitado
Invitado
Re: Power Play (Larry Stylinson)
Hola
Me parese muy interazante.
Pero ahi algo que es muy importan para mi.
Lou sera Bottom...
Di que si
PLEASEEEEEE
Me gusta eso de que Lou quiera ser protegido
¡¡¡¡¡LOU BOTTOMMMM PLEASEEEE!!!!!
No puedo a Harry metiondola TT
Pleaseeeee
Bye Bye
Me parese muy interazante.
Pero ahi algo que es muy importan para mi.
Lou sera Bottom...
Di que si
PLEASEEEEEE
Me gusta eso de que Lou quiera ser protegido
¡¡¡¡¡LOU BOTTOMMMM PLEASEEEE!!!!!
No puedo a Harry metiondola TT
Pleaseeeee
Bye Bye
AlexaSwag.
Re: Power Play (Larry Stylinson)
Holaa soy Paz dime Pazza!! Soy de Mexico..
Tu Fic se oye tan asdfghjklñ enserio creo que lo amare :D
Harry Tops porfavor
Siguelaaa
Tu Fic se oye tan asdfghjklñ enserio creo que lo amare :D
Harry Tops porfavor
Siguelaaa
PastelitoDePazzaxD
Re: Power Play (Larry Stylinson)
c: la sinopsis me atrapo, es ta tan interesante, harry en sillas de ruedas? ... eso es bastante interesante...¡Comienza pronto! ^^
-Susy
Susy
Re: Power Play (Larry Stylinson)
Hola.Alexis4Life escribió:Hola
Me parese muy interazante.
Pero ahi algo que es muy importan para mi.
Lou sera Bottom...
Di que si
PLEASEEEEEE
Me gusta eso de que Lou quiera ser protegido
¡¡¡¡¡LOU BOTTOMMMM PLEASEEEE!!!!!
No puedo a Harry metiondola TT
Pleaseeeee
Bye Bye
Ah muchas gracias por darle una oportunidad.
Ahora la empiezo:)
Invitado
Invitado
Re: Power Play (Larry Stylinson)
Hola pazza!PastelitoDePazzaxD escribió:Holaa soy Paz dime Pazza!! Soy de Mexico..
Tu Fic se oye tan asdfghjklñ enserio creo que lo amare :D
Harry Tops porfavor
Siguelaaa
Muchas gracias por leerlo:)
La sigo
Invitado
Invitado
Re: Power Play (Larry Stylinson)
Hola.Susy escribió:c: la sinopsis me atrapo, es ta tan interesante, harry en sillas de ruedas? ... eso es bastante interesante...¡Comienza pronto! ^^-Susy
Espero que te guste el fic:)
La comienzo!
Invitado
Invitado
Capitulo 1.
El hielo estaba despejado hasta la portería, perfecto. Matt Jacoby estaba en el exterior por si necesitara abrirse pero Harry Styles no cree que eso ocurra. Siente el juego de una forma que otros no lo hacen, está en su sangre, respira y vive el hockey y reconoce un tiro certero cuando lo ve. Es sólo una práctica, una de las últimas veces que podrán juntarse antes de su primer partido del semestre de primavera, pero hace que cuente como uno de verdad. Para él todas las prácticas cuentan como un partido de verdad.
Hay cinco hombres en su camino, sus compañeros de equipo, sus amigos. Patina en línea recta manteniendo el disco pegado al stick y prestando atención a los chicos que lo están rodeando por cada lado. Jacoby pide el pase pero Harry no quiere la ayuda. Este es su disparo, su gol. Siente el golpe de aire helado en sus mejillas y un viento parecido a unos dedos fríos pasa por su cabello corto. No lleva casco, lo había perdido en algún momento y no se había detenido todavía para volver a ponérselo. Tampoco protecciones, es una práctica, sólo llevan unos pantalones largos y otros cortos atados en su sitio. Solamente eran él, el hielo y el disco, tal y como el hockey estaba hecho para ser jugado. El portero se agacha en su lugar, esperando el disparo.
Uno de los chicos que va detrás de él se acerca rápidamente, intenta quitarle el disco pero Harry bloquea su stick y lo aparta de su camino con un codazo en el estómago. Está acercándose muy rápido, demasiado, diría su entrenador, pero así es Hary. Es como jugar al juego del gallina con el portero, eso intimida al oponente y le permite marcar siempre. Siempre.
Se echa hacia atrás y golpea el disco dándole ese efecto suyo que lo manda girando por encima de la cabeza del portero acabando en la red. ¡Gol! Escucha a sus compañeros aplaudiendo y se imagina las gradas llenas de gente gritando su apodo. ¡Hazza! ¡Hazza! Imagina que hay reclutadores entre el gentío, de las ligas menores o de los Devils, o quizá alguien importante como Gretzky. Es su sueño, puede representarlo como él quiera.
Sólo que no es un sueño, es un recuerdo y la parte que sigue siempre se desarrolla en cámara lenta. La ha visto cientos, miles de veces, todas las noches desde que ocurrió. Se ve a sí mismo como está ahora, ve su nombre en la parte trasera de su camiseta y ve el polvo de hielo alrededor de sus cuchillas mientras empieza a patinar para detenerse. Ve al chico al que ha golpeado, un chico grande llamado Ashlin que nunca le había gustado demasiado a Harry, que tenía tan poca gracia como un camión con patines y que le estaba acorralando en ese momento, intentando parar el gol dos segundos demasiado tarde. Y el hielo ha empezado a derretirse un poco, llevan practicando casi una hora sin parar y el agua ha empezado a formar charcos en algunos sitios. Tendrán que encender la unidad de refrigeración cuando acaben, para que todo vuelva a estar en perfectas condiciones.
Y Ashlan está yendo malditamente rápido por el hielo medio derretido.
Harry ve a su compañero caer fuertemente. Siente el hielo temblar bajo sus pies cuando Ashlan golpea la superficie, así de cerca estaba. Harry empieza a girarse, deslizándose aún hacia la grieta mientras dos compañeros estaban ya patinando para ir a levantar al gran zoquete.
Pero Ashlan iba demasiado rápido y cuando cae sobre el hielo eso no lo detiene. Gira sobre su espalda abalanzándose directamente sobre los patines de Harry, el cual refleja incredulidad y sorpresa. ¡Hazza! Grita alguien. En esos sueños Harry cree que pudo haber sido su entrenador pero no está seguro.
Los patines de Ashlan se clavan en los pantalones largos de Harry, cortando el esparadrapo y la tela. Las cuchillas raspan su piel pero no lo siente, son demasiado afiladas. Se ve catapultado hacia la red, al mismo tiempo que el poste se desencaja de su lugar y cae. En ese momento Ashlan llega a su lado y Harry oye el crujido de un hueso cuando va a parar a los tablones. Su cabeza golpea contra el hielo y su pelo se moja, mientras arriba, ve la luz roja del marcador parpadear marcando otro gol, a pesar que es la pista de patinaje de práctica y aquí no hay alarmas, ni una sola luz intermitente. Él las ve de todas formas. Al fin y al cabo es su sueño y puede imaginárselo como quiera.
¡Punto!, piensa. Es su último pensamiento coherente en el hielo.
------
Sus piernas, destrozadas. Treinta y dos puntos en una y treinta y tres en la otra. El hueso de su pierna derecha había explotado en millones de pedazos igual que su sueño de ser algún día jugador profesional, ya que se ha quedado fuera del equipo lo que queda del semestre y, probablemente, lo que le queda de vida. Los médicos le han asegurado que algún día volverá a caminar e, incluso, quizá a patinar, aunque no con la seguridad y la velocidad de antes.
Cuatro semanas en el hospital y tres cirugías después su pierna izquierda estaba todavía curándose y su pierna derecha era sólo una burda mofa de lo que había sido antes. Tiene rehabilitación cada dos días. El dolor es tan intenso que ya ni siquiera siente salir sus lágrimas, le arden los ojos y caen por sus mejillas. Lo único que puede hacer es parpadear para contenerlas y seguir adelante. Con diecinueve años, se puede decir de Harry cualquier cosa, excepto que no es tenaz.
Patinará otra vez, se lo va a demostrar a todos. Volverá mejor que nunca, que esperen y verán.
Pero se había perdido demasiadas clases, demasiados partidos. Tuvo que dejar los estudios, sólo este semestre, le aseguró su madre, pero él ve su mirada angustiada y sabe que ella cree que estará confinado en esa silla de ruedas para siempre. Cuando le dan el alta en el hospital vuelve a casa, pero no a su habitación, aún no está preparado para eso. Sus padres han convertido el estudio en una especie de habitación. Está en la parte trasera de la casa y tiene su propia entrada, da mucha privacidad y está en la planta baja que es lo importante. No hay escaleras y el cuarto de baño está ahí mismo, perfecto. Su padre ha puesto una rampa de acero en el porche que Harry ve desde la furgoneta la primera vez que entra por la entrada de la casa desde el accidente.
Nadie lo menciona pero puede decir por la sonrisa forzada de su madre que está esperando ver su reacción. Se supone que le tiene que gustar.
No es el caso. Odia como suena la silla de ruedas mientras pasa por el acero, odia el desnivel, odia el aparato que mantiene su pierna derecha inmóvil y odia el hecho de no poder entrar caminando a su propia casa. Odia tener que dormir en el estudio en la cama de hospital que sus padres le han comprado. No escatiman en gastos, cualquier cosa para que se recupere antes. Odia no poder subir a su propia habitación. Odia las barras que han aparecido en el cuarto de baño como por arte de magia, parecen toalleros pero él sabe que no lo son. Odia tener que estar sentado siempre, en todos los lados, ya no se sienta. Odia eso.
El equipo le ha mandado flores. Se lo esperaba. Las cosas de su habitación están amontonadas en un rincón del estudio, esperando ser desempaquetadas. Sin embargo, cuando su madre se acerca a ellas Harry le dice —Deja eso, ya lo hago yo.
—Pero cielo…
Odia el tono de su voz.
—No soy un niño —le dice enfadado—. He dicho que yo lo hago.
Antes que ella pueda contestar, su padre llega para intentar calmar la situación.
—Seguro que lo harás, amigo. —„Amigo‟, como si todavía tuviera ocho años.
—Si necesitas algo nos lo dices, ¿de acuerdo?
Harry echa una mirada a las flores que hay en el escritorio. Es un vaso de crisantemos y claveles. Una tarjeta se asoma por entre el espeso ramo, en la que puede leerse “Recupérate pronto”. Como si fuera fácil. También hay un globo pero está girado así que todo lo que puede ver es el acabado plateado y de todos modos no le importa mucho lo que tenga escrito en la otra cara.
Ashlin salió del incidente con una rótula magullada y un nódulo en su trasero que le impedía estar sentado durante largos períodos de tiempo. ¿Y Harry? Bueno, le dijeron que algún día podría volver a andar. Hasta que llegue ese momento tiene que hacer rehabilitación tres veces por semana y algunos de sus profesores habían accedido a dejarle ver las clases por internet pero ya están a mediados de enero y desde la ventana que está encima de su escritorio puede ver hielo en la alberquilla de su madre, formando así una pequeña pista de hielo. Se acerca en su silla hasta la ventana y mira el hielo, imaginándose a sí mismo completo otra vez y patinando sobre la superficie.
Es su sueño y lo imagina como quiere.
El entrenador lo visita la primera semana que volvió del hospital. Jacoby está con él. El chico ha sido el compañero de cuarto de Harry los últimos tres semestres y más o menos su mejor amigo en el campus. Harry va con su silla de ruedas hasta el salón para unirse a ellos. Allí está su madre sonriendo, aunque ya no sonríe de verdad. Nadie mira hacia su silla de ruedas o al aparato de su pierna y cuando el entrenador habla, lo hace mirando a un punto situado por encima del hombro izquierdo de Harry. Tiene que resistir las ganas de girarse para ver quién está detrás de él.
—Lo siento mucho —dice el entrenador como si el accidente hubiera sido de alguna forma culpa suya. — Todo el equipo te echa de menos. Eres el mejor jugador que hemos tenido jamás.
—Esta temporada vamos mal —le dice Jacoby.— Nos vendría muy bien un poco de tu magia en el hielo.
—No hay más magia —murmura Harry. Estaban hablando como si hubiera decidido dejarlo pero esto no ha sido una decisión que ha tomado, no es como si tuvieran que convencerlo de que vuelva. Él quiere volver y los médicos le dicen que algún día lo hará pero Harry ha visto la piel llena de cicatrices de sus piernas, ha visto el hueso torcido. No va a aguantar la respiración hasta que suceda.
Su madre sonríe tan forzadamente que cree que su cara se va a desquebrajar.
—Gracias por las flores —dice sin mirarle. El entrenador asiente, agradecido porque ella esté ahí. Es como si Harry no estuviera. — Son preciosas, simplemente preciosas. A Harry le encantan, ¿verdad, cariño?
Él no contesta, sólo pasea su mirada por el entrenador y Jacoby, preguntándose cómo puede conseguir que le miren, que le vean de verdad. Si solamente alguien mencionara la silla de ruedas o le preguntaran cómo lo está llevando o si volverá a andar. Pero no lo hacen, temen las respuestas, tienen miedo de él, tienen miedo de lo que no saben y temen que no sea el mismo chico que solía ser. Incluso sus padres están asustados. No mencionan la lesión, usan eufemismos e indirectas cuando hablan de su minusvalía, y sólo en voz baja para que no les escuche, como si fuera un niño muriendo por una enfermedad espantosa y nadie quisiera que se enterara.
Quiere gritar: ¡Miradme! ¡Mirad!, pero también tiene miedo, miedo de lo que le dirán. Miedo de las miradas, de que quizás sus temores son verdaderos y nunca volverá a andar, y de que cuando ellos lo miren de verdad, lo verá en sus ojos, se verá reflejado en ellos, verá la silla de ruedas y el resto de su vida, sus piernas y sus esperanzas y sueños destruidos.
Así que no dice absolutamente nada.
Están sentados en un extraño silencio. Jacoby está arrastrando sus pies por la alfombra, su entrenador tiene el ceño fruncido y se está mirando las manos y su madre sonríe.
—¿Puedo ofrecerles algo de beber? —pregunta de repente. Qué idea tan buena, dice su sonrisa. Algo para beber, me alegro de haber pensado en ello.
Pero el entrenador niega con su cabeza y Jacoby imita su respuesta. Están intentando encontrar la forma de decir que tienen que irse sin parecer demasiado groseros y una bebida sólo prolongaría la agonía de esta visita. Finalmente el entrenador se aclara la garganta y habla mientras sus dedos, que están encima de su regazo, se retuercen.
—Estábamos pensando —empieza. Y entonces mira a Jacoby, quien asiente en confirmación— Los chicos y yo, de verdad queremos hacer algo…
—Eso no es necesario —dice su madre.
Cállate, piensa Harry. Cualquier cosa que les haga sentir tan incómodos como él en su silla de ruedas es necesario, cualquier cosa.
—Hemos juntado algo de dinero —les dice Jacoby— No es mucho, hemos subido un dólar más el precio de las entradas de los partidos en casa y los estudiantes están más que complacidos por pagarlo. Le llaman el fondo de Hazza. Está en un bote en nuestra habitación… —dice acabando lentamente—. Mi habitación ahora, supongo, aunque no creo que vayan a asignarme un nuevo compañero de habitación, ya que piensan que podrías volver pronto.
Es lo más cerca que ha estado nadie de decir que puede ser que no vuelva a la universidad. A las clases quizás pero su habitación está en el tercer piso y no hay ascensor así que no volverá a vivir ahí dentro de poco. Y como con la intención de arreglar el desliz de Jacoby, la madre de Harry dice, —Qué amable de vuestra parte chicos, de verdad. Cualquier cosa ayuda.
—En cierto modo, hemos quitado tu número —dice el entrenador.
—Styles veintiocho, está colgando en la pista de hielo, tendrías que verlo. —Se detiene cuando se da cuenta de que Harry probablemente no lo verá. No ha salido de casa en semanas y mucho menos puede hacerlo a la pista. ¿Qué? ¿Creen que sólo puede subirse al coche y conducir hasta allí? ¿Creen que es tan fácil?
—Los chicos tienen una camiseta para ti —continúa el entrenador, como si notara que Harry no va a contestar y quisiera llenar de alguna manera el silencio entre ellos. — La ha firmado todo el equipo. Está en los vestuarios pero la traeremos la próxima vez que vengamos, lo prometo.
Harry espera que no haya una próxima vez. Han retirado su número, así que ¿ahora qué?
—¿Qué pasará cuando vuelva? —pregunta.
El entrenador levanta la mirada, sorprendido y Jacoby mira furiosamente hacia el suelo como si éste tuviera la culpa de la pregunta de Harry.
—Aún soy parte del equipo, ¿verdad? —pregunta Harry—. ¿Qué pasará cuando vuelva al hielo? ¿Sacareis mi número del retiro o qué?
Confundido, el entrenador mira a la madre de Harry, cuya sonrisa amenaza con desaparecer bajo ese escrutinio.
—Pensé… —empieza.
Y entonces ella se ríe como si Harry hubiera contado un chiste —Harry, cariño, eso no va a…
—Todavía soy parte del equipo, ¿verdad? —pregunta Harry otra vez.
—Por supuesto —le asegura el entrenador. Pero hay algo tenso en su cara, algo que no le preocupa a Harry en absoluto, algo que sugiere que simplemente le está siguiendo la corriente al chico, todos saben que no va a volver al hielo, el pensamiento es absurdo. Como si quisiera convencerse a sí mismo, el entrenador dice — Por supuesto que lo eres.
Entonces se echa hacia delante, junta todas las puntas de sus dedos en frente de su pecho y, por primera vez desde que le dijo hola, mira a Harry a los ojos —Estábamos pensando —dice, bajando el tono de su voz— los chicos y yo. ¿Qué te parece si te encargas de la web oficial, hmm?
Mira a la madre de Harry y ve que le sonríe con alivio, así que sonríe ampliamente a Harry— ¿Qué dices Hazza? Tienes un ordenador, ¿verdad?
—Por supuesto que sí —responde su madre. Harry se pregunta qué está haciendo ahí cuando ellos pueden tener la conversación sin él.
—Tienes ese Dell nuevo que te compró tu padre, ¿te acuerdas, cariño? —le explica al entrenador—. Está en el escritorio del estudio, al lado de las flores. Es un detalle tan encantador, le encantará hacer la página web.
—¿Por qué no lo haces tú, madre? —le pregunta Harry. La página web. ¿Así él puede hacer el qué? ¿Actualizarla con la puntuación del equipo y con fotos, echar sal en sus heridas, restregándole por la cara que no es él el que está ahí fuera en el hielo? Empieza a marcharse ya que esta visita se ha acabado para él.— Gracias por la oferta, entrenador, pero no necesito vuestra compasión.
—Harry —empieza su madre, pero él no está escuchando. ¿Por qué debería? A él nadie le escucha. Odia el marco de la puerta que su padre ha quitado para que su silla de ruedas pueda más o menos pasar, odia los agujeros llenos de masilla que han dejado los clavos y odia la pintura fresca. Él no pidió esto, nada de esto. En realidad lo odia, todo.
Mientras se dirige por el pasillo hacia el estudio, escucha a su madre decirle al entrenador que hablará con él y que hará la página web, que no abandonará el equipo. Escucha al entrenador hablar en voz baja y a Jacoby decir —Gracias, señora Styles.
Escucha pasos cuando ella les acompaña a la puerta. Se pregunta si bajarán por la rampa, sólo por conveniencia, como alguna gente tiene la tendencia de hacer. Odia esa rampa.
Ya en el estudio, cierra la puerta y pone el seguro. Después va hacia la cama de hospital, la cual odia. Le pone el freno a la silla de ruedas, odiando el chirrido que hace la goma contra la rueda. Se sube a la cama con cuidado de no golpearse las rodillas con el borde la cama o de que el aparato de su pierna no se quede enganchado en el reposa piernas de la silla de ruedas.
Entierra su cara en la almohada y se dice a sí mismo que no está llorando, pero odia la imagen que está quemada a fuego en su mente. Su camiseta colgando encima de la portería con Styles impreso y debajo de eso, 28 retirado. Tiene diecinueve años y ya está retirado.
Cuando más tarde se despierta cree que debería al menos mirar la web del equipo. Se da cuenta que en el año y medio que ha estado en el equipo no ha visitado nunca la página, pero eso era porque pasaba la mayor parte de su tiempo libre entrenando, devoto al juego. Los estudios estaban en segundo puesto después del hockey y la fiesta estaba en tercer puesto. En realidad nunca encendía el ordenador si no tenía que hacer algún trabajo, y la única vez que usaba el internet de la universidad era para escuchar los partidos en directo de los Devil. Además, razona, mirar la página web no es aceptar trabajar en ella. Es curiosidad, eso es todo. Una leve curiosidad, eso es.
Su madre, siempre una mujer de recursos, no cree necesario poner una silla al lado del escritorio. ¿Para qué? Él está en una silla, aunque probablemente nunca se le ocurre que él lo odia. Lo mejor que el dinero podía comprar, le dijo ella llevando la silla a la habitación del hospital. No le importa lo que la maldita cosa cueste, sigue odiándola. Aunque fuera eléctrica, que no lo es, seguiría odiando cada pequeña parte de ella, desde las marcas de derrapado que deja en el piso de madera a la forma en que el asiento cruje cuando él se mueve, hasta la forma en que sus brazos se han musculado por ir en la silla a todos lados. Pero es la única silla en el estudio y su madre ha hecho sitio para ella en toda la casa, quitando una de las sillas del comedor para que él pudiese acercarse en la silla de ruedas hasta la mesa, sacando el sillón orejero extra que había en el salón, incluso había hecho que un fontanero cambiara de sitio el lavabo del cuarto de baño para que no tuviera que cambiar de silla para lavarse los dientes. Lo que daría por el lujoso confort de un sofá, o la madera dura de una silla de Adirondack o incluso el cojín de cuero de un taburete de bar. Cualquier cosa excepto esa tela puesta entre barras de metal a su espalda.
Aún así, es la única silla que tiene y sus padres han arreglado el estudio para que él pueda ir en silla de ruedas por todos lados. Cuando se pone en frente del ordenador tiene una gran vista del patio trasero de su casa y la alberquilla de su madre, toda congelada. Podría sentarse durante horas y mirar por la ventana el estanque en miniatura, donde se ve a sí mismo completo y patinando otra vez. Casi puede sentir el hielo bajo sus pies, escuchar el „shush‟ „shush‟ mientras se mueve por la superficie y escuchar a la multitud enloquecer cuando anota otro punto. Fantasías, eso es todo lo que son ahora, como las que solía tener cuando era niño, cuando veía el hockey por la tele. No volverá a jugar ¿a quién estaba engañando? Ni siquiera puede andar. Los médicos, sus padres, su entrenador y compañeros de equipo, todos le están siguiendo la corriente.
Mientras espera a que su ordenador se inicie, echa un vistazo a las flores de su escritorio. Ya se estaban marchitando, no durarían mucho. Así es como será en la mente de sus amigos, de otros estudiantes.
Claro, ahora todos están juntando dinero para él, su camiseta ondea por encima de la portería como recordatorio, pero, ¿cuánto durará? Llegará otro jugador, alguien que le robará la atención y él sólo será ese chico de la silla de ruedas que había echado a perder todo en una práctica. Alguien querrá su número y nadie recordará exactamente por qué se quitó en primer lugar. Ya no es Hazza, es sólo Harry Styles, quien solía jugar en el equipo.
Solía. Odia esa palabra.
Al lado de las flores hay una montaña de disquetes, un libro sobre código HTML y una cámara digital. Regalos del entrenador dados a la madre de Harry cuando ésta le aseguró que haría la página web. Parece que fue hace días. Se los dio a Harry, le dijo que al menos podía intentarlo para ayudar al equipo. No era como si tuviera algo más que hacer. Era lo que le faltaba, ¿verdad? No tiene nada que hacer. Sentarse en su silla, mirar la alberquilla, imaginarse patinando. Rehabilitación los lunes, miércoles y viernes. Y ahora esto.
No iba a hacer la página web, lo sabía en el fondo. Pero cuando se registra online y la página se carga en su explorador, se le corta la respiración. Se ve a sí mismo, es una de las fotografías que el equipo le había hecho en plena marcha: con el stick en mano, casco, protecciones, camiseta, todo. Está posando encima del hielo, el disco enfrente de él como si fuera a meterlo en la portería. Está sonriendo ampliamente a la cámara y tiene esa expresión arrogante en sus ojos que dice: Soy el mejor y lo sé. Hazza, soy este equipo.
O más bien, era.
Encima de la foto está su nombre. Pone las fechas como si estuviera muerto pero sólo son las temporadas que ha jugado. La dirección de su habitación donde los estudiantes preocupados pueden mandar sus donaciones. Se desplaza hacia abajo por la página.
Hay una fotografía de la pista con su camiseta colgada encima de la portería, pareciendo tan abandonada y fuera de lugar como se había imaginado. Otra foto, ésta del equipo entero, sacada poco después del primer partido de la nueva temporada. En ella los jugadores en primer plano sujetan una pancarta con su nombre, Harry Styles, aunque no está en cuerpo está en espíritu. Un anuncio corto de su accidente, el mismo que apareció en el periódico del campus. Unos pocos links al final de la página, la ubicación de la pista, horario de prácticas, una lista con los nombres de los jugadores y el calendario de partidos de esta temporada. Pero esos están escondidos, casi como una idea de última hora, como si alguien se hubiera dado cuenta que esa no era una página en tributo a Hazza y pensó que quizás deberían añadir también algún detalle sobre el resto del equipo. Harry vuelve al principio de la página, mira la fotografía donde sus piernas están cubiertas de protecciones, pero enteras. Está de pie y parece tan fuera de lugar, él ya no se tiene en pie, no desde hace casi un mes, no sin la ayuda de su terapeuta. No se tiene en pie. Esa fotografía está mal.
La página entera es una mierda. No es una página del equipo, está dedicada a él. Odia eso. Sus manos empiezan a temblar cuando mete el primer disquete en el ordenador, sólo para ver lo que tiene. Quizás pueda hacer un pequeño ajuste y quitar al menos esa fotografía suya de la página principal. Quizás…
Se necesita rehacer toda la maldita página, piensa.
---
En la cena les dice a sus padres que mañana irá a la pista de hielo. No les pregunta si lo pueden llevar. Ha visto todas las fotos de mierda que había en la cámara digital, ha mirado cada archivo que había en los disquetes que el entrenador le había dejado y tiene una idea de lo que quiere hacer con la página web si consigue algunas fotos decentes. El entrenamiento de la mañana empieza a las 8:30 entre semana. Irá hasta allí por sí mismo, de ser necesario.
Su madre empieza—Cariño, no creo que sea una…
—Buena idea, hijo —la interrumpe su padre silenciándola con una mirada. Síguele la corriente al chico, dice esa mirada.
Harry se siente como si le hubieran dicho que le quedan seis meses de vida y sus padres quisieran hacer que cada segundo que queda fuera importante. No me estoy muriendo, quiere decirles, pero si eso le ayuda a salir de casa debería tomar ventaja de ello.
La mañana siguiente está de pie a las siete, su cuerpo rebosante de energía. Salir, no ha salido desde que llegó del hospital y el amargo frío del aire de la mañana le mordisquea en la cara y en las manos como un cachorro ansioso, feliz de verle después de tanto tiempo. Su madre insiste en llevar la furgoneta, la cual ha sido provista de un elevador para su silla y abrazaderas para mantenerlo en su sitio. Dios no quiera que quiera ir en el asiento delantero, eso no podría ser. Pero está fuera de la casa, por fin. Desde la ventana lateral de la furgoneta puede ver los árboles cubiertos de nieve doblados hasta casi llegar al suelo, como si él fuera un dignatario extranjero y las ramas se inclinaran en señal de respeto mientras pasa. En la pista, el aparcamiento está medio vacío y el cielo está de un tono sonrosado que pronostica nieve.
Mientras espera a que el elevador baje su silla hasta el suelo resiste las ganas de reír. Se siente otra vez como un niño de seis años y rebosante de entusiasmo. Una de sus rodillas se menea nerviosamente haciendo vibrar toda la silla.
—¿Tienes el teléfono? —pregunta su madre agarrando la mochila—. Llámame cuando quieras volver, ¿de acuerdo? ¿Cuándo suele acabar la práctica?, ¿en una hora o así? Además, ¿estás seguro de que no quieres que me quede?
Harry toma la mochila y la envuelve en sus brazos protectoramente.
—Tengo el teléfono —dice.
Ella empieza a juguetear nerviosamente con las tiras del respaldo de su silla y él se aparta.
—Mamá, lo tengo. Estoy bien.
Cuando ella se acerca rodeándolo, la detiene.
—¿Cuántos años tengo? —pregunta.
Ella escucha el enfado en su voz y para.
—Lo siento.
Cruzando los brazos para protegerse contra el frío de la mañana, mira a todo el estacionamiento desierto y pregunta
—¿Quieres que vaya a buscar a alguno de tus amigos? ¿El entrenador, quizás? ¿Sólo para que sepan que estás aquí?
—Lo sabrán pronto —le asegura Harry. Hay una rampa que conduce a las puertas delanteras de la pista. Tiene una subida gradual que podrá subir fácilmente. No se da la vuelta para ver si ella le sigue porque sabe que no lo hace.
Aprieta el botón de la puerta automática y espera a que se abra.
—¡Llámame cuando quieras que venga a recogerte! —grita su madre. Él asiente, sí, lo hará. Pero esta es la primera vez que está solo, lejos de casa y de los constantes recordatorios de su accidente, de la cama de hospital y de la sonrisa tirante de su madre. Llamará cuando esté preparado y listo para volver.
Toma el ascensor de servicio para bajar al primer piso, donde está la pista. Pasa los vestuarios. Allí el olor penetrante de sudor rancio le golpea en el estómago con algo parecido a la nostalgia y tiene que parpadear para evitar las lágrimas que, de repente, emborronan su visión. Escucha el ruido que hacen los patines al raspar el hielo, escucha cómo la risa de sus compañeros de equipo resuena por los pasillos vacios y casi está en la entrada para jugadores cuando se da cuenta que no necesita bajar hasta allí. Él no juega, está aquí por las fotos y necesita estar en las gradas para obtener buenas tomas.
Además, las ruedas de su silla probablemente no le servirán de malditamente nada en el hielo. Reluctante se dirige de nuevo hacia el ascensor para ir un nivel más abajo.
A Harry le lleva un rato de forcejeo pasar por las pesadas puertas que llevan a las gradas. Tiene que forzar una de las puertas, meter el pie en la abertura y empujar la otra puerta mientras mete la silla de ruedas pulgada a pulgada. Cuando por fin pasa está sudando y le duele el pie izquierdo que ha golpeado la puerta. Si va a hacer esto a menudo tendrá que hablar con alguien para que mantengan esas puertas abiertas. No debería tener que pelear con ellas para poder entrar.
Debajo de él, el hielo se extiende como una promesa, limpio, brillante y ligeramente húmedo por donde el zamboni acababa de pasar. Un par de chicos aseguran la portería en la línea, unos pocos están dando vueltas de calentamiento alrededor de la pista y el entrenador se inclina desde el banquillo para recoger un stick que se ha caído al hielo. Harry ve su camiseta colgando justo donde habían dicho que estaría, sobre la portería, Styles 28. En un partido, las letras parecerán que arden con la luz estroboscópica roja que está debajo cada vez que marquen un gol.
Desde esta altura el equipo no lo ve. No está seguro de qué espera. Una recepción de bienvenida, golpecitos en la espalda, bromas, sonrisas y risas. Lo que sea, no lo obtiene.
Nadie nota que está aquí y fantasea con la idea de llamar a casa ahora mismo y dejarle un mensaje a su madre para que dé la vuelta y vuelva para recogerle porque está listo para irse. Así que no eres el único que está ahí en el hielo, piensa acechando entre las sombras que esconden las gradas. No era el que estaba al mando. Si ahora vuelves a casa, ¿qué harás? Mirar por la ventana a la maldita alberquilla y desear estar aquí.
Lentamente va hacia la última fila de las gradas, con cuidado de no darse en los pies con ninguno de los asientos. La última cosa que le hacía falta era gritar cuando el dolor le traspasara por sus maltrechas piernas, eso sí que llamaría la atención.
Todos se quedarían parados en el hielo, se cubrirían los ojos y mirarían hacia arriba para verle, y él no quiere eso, por mucho que pensara que sí. No quiere su lástima, su malestar o su silencio cuando no saben bien qué decir o hacer. Puede vivir sin nada de eso, muchas gracias.
En realidad no está muy lejos del hielo y cuando va hasta un pequeño descansillo arriba del banquillo, el entrenador le ve y le hace una seña con los dos pulgares hacia arriba pero no tan alentador como pretende. Asiente, se pone al final de la fila de asientos como si fuera otro fan más de la multitud, rebusca en su mochila la cámara y la libreta. Anoche empezó a hacer diseños para la página web. Después de la práctica sólo planea quedarse sentado aquí un rato, mirando el hielo, quizás garabatear algo más, cualquier cosa excepto volver corriendo a casa.
La práctica de la mañana no dura mucho. Su madre tenía razón, sólo ha sido poco más de una hora. Cuando los jugadores salen del hielo y se dirigen a los vestuarios, Jacoby pasa por encima de la valla y se desploma en el asiento que está a su lado.
—No pensábamos que vendrías —dice como saludo.
—Yo tampoco lo creía —admite Harry. Entonces, forzando una sonrisa, añade
—¿Has visto la página?
Cuando Jacoby asiente se ríe.
—Dios, es horrible. ¿Desde hace cuánto que es así? Jacoby se encoje de hombros.
—Desde el accidente.
Se queda mirando la camiseta de Harry que está encima de la portería y no dice nada más. Pregúntame algo —suplica Harry viendo cómo su amigo evita su mirada. Pregúntame si estoy cansado de estar sentado todo el tiempo. Pregúntame cómo me ducho. Pregúntame lo que sea para que sepa que me ves, que te preocupas.
Pero no lo hace. En vez de eso, le frunce el ceño a la camiseta y le dice a Harry —Ashlin estará en el banquillo toda la temporada. Se le salió la rodilla cuando se estampó contra ti, su juego no vale nada ahora.
Harry sonríe burlonamente —No valía nada antes.
—Tenemos un chico nuevo —continúa Jacoby. Harry tiene la idea de que su amigo no está de verdad hablando con él, sólo está sentado ahí hablando en voz alta, daría igual quién estuviera en el sitio de Harry.
—Su nombre es Clovsky, viene de Europa. Es de uno de esos programas de intercambio, no lo sé. Es nuestro nuevo sacador.
—¿Cuál es su media de goles? —le pregunta Harry. Intenta ignorar los celos que le queman el pecho. Él era el sacador hasta el accidente. El mejor maldito jugador del equipo. ¿Cuántos por partido?
Se vuelve a encoger de hombros.
—No estoy seguro —le dice Jacoby, pero Harry tiene la impresión que le está mintiendo. No quiere hacerle sentir mal, eso debe ser. Aún así, no se siente mucho mejor cuando su amigo dice —Sin embargo, mete cada disco que tira. Como tú… —se detiene y se corrige — como tú solías hacer.
Antes de que Harry pueda contestar, Jacoby se levanta, se estira y pasa la pierna por encima de la valla hasta ponerlo en el respaldo del asiento de abajo.
—Número 15 —dice como diciendo adiós—. Asegúrate de tomar algunas fotos buenas de él. El entrenador querrá verlo en la web, estoy seguro.
Entonces se va y las gradas se quedan vacías y también la pista. Harry frunce el ceño mirando la cámara en sus manos y piensa que siempre ha odiado el número quince. Espera no poder conseguir hoy ninguna foto del chico. Llamaría a su madre ahora pero le gusta el aire frío en la cara y en sus manos, las cuales congelan el momento en su memoria, tomándolo y guardándolo en su sitio. No cree que vuelva mañana.
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Jacoby se pasa otra vez después de cambiarse y se sienta con Harry un ratito, ninguno de ellos capaz de encontrar algo que decir para llenar ese hueco que se ha abierto entre ellos. Sólo vete, pide Harry mientras juguetea nerviosamente con la cámara. No quieres estar aquí, no necesito tu compañía. Has hecho tu buena acción del día así que invéntate cualquier excusa y esfúmate de una vez. Como si hubiera escuchado sus pensamientos, Jacoby se mueve a su lado y masculla —Tengo laboratorio de química en quince minutos. ¿Estarás bien quedándote aquí sólo?
Harry asiente demasiado rápido.
—Bien —dice, asintiendo otra vez—. Estaré bien, vete.
—¿Quieres que llame a tu madre o algo?
Debajo de ellos, algunas personas han aparecido en el hielo. Sus cuerpos están envueltos en maillots estrechos. Serán patinadores artísticos o quizás, un club de patinadores sobre hielo, una de las dos cosas. Unas pocas chicas, algunos chicos, adolescentes o un poco mayores. Probablemente chicos de la universidad, piensa Harry, si están aquí. Si fueran más pequeños a esta hora estarían en el colegio. Jacoby los ve estirar en el hielo y le dice —Patinadores de velocidad.
Tienen la pista después que nosotros.
Justo lo que Harry necesita, niños pasando como un rayo delante de él, un doloroso recuerdo de sus piernas dañadas y de la silla en la que está confinado. Quizás debería llamar a su madre ahora.
—Sería mejor que te fueras yendo.
Jacoby asiente —Estarás…
—Bien —dice Harry otra vez. Estaré bien.
Después de que Jacoby se fuera, más patinadores entran en la pista. Forman pequeños grupos, equipos de tres o cuatro con cascos forrados de color amarillo que destacan con su brillo en la oscuridad del estadio. Cada forro tiene tres números escritos, el más bajo es 152. Pertenece a una chica cuyo pelo está sujeto en una larga trenza que le cae por la espalda. Es bastante rápida. Patina en un estrecho círculo alrededor de sus amigas, que ríen tontamente, mira por encima de su hombro a Harry y se aleja. Las otras chicas le siguen, susurrando entre ellas. Harry está bastante seguro de que están hablando de él.
Las gradas inferiores empiezan a llenarse, principalmente de padres y de lo que parece una excursión de niños de jardín de infantes; dos profesores y una manada de enanos que no llegan ni a la rodilla que ríen y gritan mientras se tiran palomitas unos a otros. Harry mira a su alrededor. ¿Es un encuentro? ¿Pruebas? Se pregunta si alguien vendrá y le pedirá su entrada. No va a pagar para ver esto.
Un altavoz cobra vida cuando una joven y asexual voz pide silencio. Nadie le escucha, los patinadores parece que ni siquiera escuchan nada, están demasiado ocupados calentando. Imperturbable, el anunciador empieza a leer una lista de pruebas: quinientos metros, mil, cinco mil. Harry no tiene ningún conocimiento de estas competiciones ya que no son su deporte. Mientras se van diciendo los nombres, los patinadores se van alineando en el hielo y algunos gritos de ánimo salen de la multitud en las gradas.
—Primera eliminatoria. Hombres quinientos. Johnson…
Un leve aplauso para el patinador con el número 234 escrito en su casco.
—Dietrich.
Más aplausos y algunos silbidos se escuchan cuando el chico rompe a bailar improvisadamente en el hielo. Sigue girando para la multitud y Harry no puede ver su número.
—Pennock.
Alguien le abuchea de verdad. Es un patinador alto y delgado, de hecho demasiado grande para una carrera tan corta, en realidad es casi larguirucho. Levanta los brazos y sus dos dedos medios alzados a la gente. Harry gira sus ojos asqueado.
—Tomlinson.
La multitud se vuelve loca.
Interesado a pesar de sí mismo, Harry se inclina hacia delante en su silla intentando tener una mejor vista del último patinador. Es un chico bajo, con pelo castaño que sobre sale por fuera de su casco y piel bronceada y tersa. Sus ojos son grandes y parece casi desinteresado, a pesar de las fans que gritan su nombre. ¡Louis! ¡Louis! Harry no ha escuchado nada semejante antes, excepto quizás en alguno de sus partidos cuando la gente solía gritar su propio nombre.
Finalmente los gritos disminuyen y casi como un último pensamiento el anunciador dice —Todos los demás fuera de la pista.
Los cuatro patinadores se quedan, situados en la línea de salida. Una pierna detrás, un patín hacia afuera, los brazos y cuerpo inclinados y preparados. Esperando.
Inconscientemente, Harry contiene su aliento. Cuatro patinadores y quinientos metros por el hielo. No está seguro de qué esperar pero por la reacción de la gente iba a ser bueno. La pista entera, los fans, los padres, los niños de la excursión, los patinadores y Harry, todos esperan.
Un disparo y los patinadores salen.
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Hola!!
Hey, que tal?, bien, mi nombre es Lizeth, tengo 20 años y pues acá les vengo con otra adaptación, je, espero que les guste mucho.
Y muchas gracias por leerla!
Hay cinco hombres en su camino, sus compañeros de equipo, sus amigos. Patina en línea recta manteniendo el disco pegado al stick y prestando atención a los chicos que lo están rodeando por cada lado. Jacoby pide el pase pero Harry no quiere la ayuda. Este es su disparo, su gol. Siente el golpe de aire helado en sus mejillas y un viento parecido a unos dedos fríos pasa por su cabello corto. No lleva casco, lo había perdido en algún momento y no se había detenido todavía para volver a ponérselo. Tampoco protecciones, es una práctica, sólo llevan unos pantalones largos y otros cortos atados en su sitio. Solamente eran él, el hielo y el disco, tal y como el hockey estaba hecho para ser jugado. El portero se agacha en su lugar, esperando el disparo.
Uno de los chicos que va detrás de él se acerca rápidamente, intenta quitarle el disco pero Harry bloquea su stick y lo aparta de su camino con un codazo en el estómago. Está acercándose muy rápido, demasiado, diría su entrenador, pero así es Hary. Es como jugar al juego del gallina con el portero, eso intimida al oponente y le permite marcar siempre. Siempre.
Se echa hacia atrás y golpea el disco dándole ese efecto suyo que lo manda girando por encima de la cabeza del portero acabando en la red. ¡Gol! Escucha a sus compañeros aplaudiendo y se imagina las gradas llenas de gente gritando su apodo. ¡Hazza! ¡Hazza! Imagina que hay reclutadores entre el gentío, de las ligas menores o de los Devils, o quizá alguien importante como Gretzky. Es su sueño, puede representarlo como él quiera.
Sólo que no es un sueño, es un recuerdo y la parte que sigue siempre se desarrolla en cámara lenta. La ha visto cientos, miles de veces, todas las noches desde que ocurrió. Se ve a sí mismo como está ahora, ve su nombre en la parte trasera de su camiseta y ve el polvo de hielo alrededor de sus cuchillas mientras empieza a patinar para detenerse. Ve al chico al que ha golpeado, un chico grande llamado Ashlin que nunca le había gustado demasiado a Harry, que tenía tan poca gracia como un camión con patines y que le estaba acorralando en ese momento, intentando parar el gol dos segundos demasiado tarde. Y el hielo ha empezado a derretirse un poco, llevan practicando casi una hora sin parar y el agua ha empezado a formar charcos en algunos sitios. Tendrán que encender la unidad de refrigeración cuando acaben, para que todo vuelva a estar en perfectas condiciones.
Y Ashlan está yendo malditamente rápido por el hielo medio derretido.
Harry ve a su compañero caer fuertemente. Siente el hielo temblar bajo sus pies cuando Ashlan golpea la superficie, así de cerca estaba. Harry empieza a girarse, deslizándose aún hacia la grieta mientras dos compañeros estaban ya patinando para ir a levantar al gran zoquete.
Pero Ashlan iba demasiado rápido y cuando cae sobre el hielo eso no lo detiene. Gira sobre su espalda abalanzándose directamente sobre los patines de Harry, el cual refleja incredulidad y sorpresa. ¡Hazza! Grita alguien. En esos sueños Harry cree que pudo haber sido su entrenador pero no está seguro.
Los patines de Ashlan se clavan en los pantalones largos de Harry, cortando el esparadrapo y la tela. Las cuchillas raspan su piel pero no lo siente, son demasiado afiladas. Se ve catapultado hacia la red, al mismo tiempo que el poste se desencaja de su lugar y cae. En ese momento Ashlan llega a su lado y Harry oye el crujido de un hueso cuando va a parar a los tablones. Su cabeza golpea contra el hielo y su pelo se moja, mientras arriba, ve la luz roja del marcador parpadear marcando otro gol, a pesar que es la pista de patinaje de práctica y aquí no hay alarmas, ni una sola luz intermitente. Él las ve de todas formas. Al fin y al cabo es su sueño y puede imaginárselo como quiera.
¡Punto!, piensa. Es su último pensamiento coherente en el hielo.
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Sus piernas, destrozadas. Treinta y dos puntos en una y treinta y tres en la otra. El hueso de su pierna derecha había explotado en millones de pedazos igual que su sueño de ser algún día jugador profesional, ya que se ha quedado fuera del equipo lo que queda del semestre y, probablemente, lo que le queda de vida. Los médicos le han asegurado que algún día volverá a caminar e, incluso, quizá a patinar, aunque no con la seguridad y la velocidad de antes.
Cuatro semanas en el hospital y tres cirugías después su pierna izquierda estaba todavía curándose y su pierna derecha era sólo una burda mofa de lo que había sido antes. Tiene rehabilitación cada dos días. El dolor es tan intenso que ya ni siquiera siente salir sus lágrimas, le arden los ojos y caen por sus mejillas. Lo único que puede hacer es parpadear para contenerlas y seguir adelante. Con diecinueve años, se puede decir de Harry cualquier cosa, excepto que no es tenaz.
Patinará otra vez, se lo va a demostrar a todos. Volverá mejor que nunca, que esperen y verán.
Pero se había perdido demasiadas clases, demasiados partidos. Tuvo que dejar los estudios, sólo este semestre, le aseguró su madre, pero él ve su mirada angustiada y sabe que ella cree que estará confinado en esa silla de ruedas para siempre. Cuando le dan el alta en el hospital vuelve a casa, pero no a su habitación, aún no está preparado para eso. Sus padres han convertido el estudio en una especie de habitación. Está en la parte trasera de la casa y tiene su propia entrada, da mucha privacidad y está en la planta baja que es lo importante. No hay escaleras y el cuarto de baño está ahí mismo, perfecto. Su padre ha puesto una rampa de acero en el porche que Harry ve desde la furgoneta la primera vez que entra por la entrada de la casa desde el accidente.
Nadie lo menciona pero puede decir por la sonrisa forzada de su madre que está esperando ver su reacción. Se supone que le tiene que gustar.
No es el caso. Odia como suena la silla de ruedas mientras pasa por el acero, odia el desnivel, odia el aparato que mantiene su pierna derecha inmóvil y odia el hecho de no poder entrar caminando a su propia casa. Odia tener que dormir en el estudio en la cama de hospital que sus padres le han comprado. No escatiman en gastos, cualquier cosa para que se recupere antes. Odia no poder subir a su propia habitación. Odia las barras que han aparecido en el cuarto de baño como por arte de magia, parecen toalleros pero él sabe que no lo son. Odia tener que estar sentado siempre, en todos los lados, ya no se sienta. Odia eso.
El equipo le ha mandado flores. Se lo esperaba. Las cosas de su habitación están amontonadas en un rincón del estudio, esperando ser desempaquetadas. Sin embargo, cuando su madre se acerca a ellas Harry le dice —Deja eso, ya lo hago yo.
—Pero cielo…
Odia el tono de su voz.
—No soy un niño —le dice enfadado—. He dicho que yo lo hago.
Antes que ella pueda contestar, su padre llega para intentar calmar la situación.
—Seguro que lo harás, amigo. —„Amigo‟, como si todavía tuviera ocho años.
—Si necesitas algo nos lo dices, ¿de acuerdo?
Harry echa una mirada a las flores que hay en el escritorio. Es un vaso de crisantemos y claveles. Una tarjeta se asoma por entre el espeso ramo, en la que puede leerse “Recupérate pronto”. Como si fuera fácil. También hay un globo pero está girado así que todo lo que puede ver es el acabado plateado y de todos modos no le importa mucho lo que tenga escrito en la otra cara.
Ashlin salió del incidente con una rótula magullada y un nódulo en su trasero que le impedía estar sentado durante largos períodos de tiempo. ¿Y Harry? Bueno, le dijeron que algún día podría volver a andar. Hasta que llegue ese momento tiene que hacer rehabilitación tres veces por semana y algunos de sus profesores habían accedido a dejarle ver las clases por internet pero ya están a mediados de enero y desde la ventana que está encima de su escritorio puede ver hielo en la alberquilla de su madre, formando así una pequeña pista de hielo. Se acerca en su silla hasta la ventana y mira el hielo, imaginándose a sí mismo completo otra vez y patinando sobre la superficie.
Es su sueño y lo imagina como quiere.
El entrenador lo visita la primera semana que volvió del hospital. Jacoby está con él. El chico ha sido el compañero de cuarto de Harry los últimos tres semestres y más o menos su mejor amigo en el campus. Harry va con su silla de ruedas hasta el salón para unirse a ellos. Allí está su madre sonriendo, aunque ya no sonríe de verdad. Nadie mira hacia su silla de ruedas o al aparato de su pierna y cuando el entrenador habla, lo hace mirando a un punto situado por encima del hombro izquierdo de Harry. Tiene que resistir las ganas de girarse para ver quién está detrás de él.
—Lo siento mucho —dice el entrenador como si el accidente hubiera sido de alguna forma culpa suya. — Todo el equipo te echa de menos. Eres el mejor jugador que hemos tenido jamás.
—Esta temporada vamos mal —le dice Jacoby.— Nos vendría muy bien un poco de tu magia en el hielo.
—No hay más magia —murmura Harry. Estaban hablando como si hubiera decidido dejarlo pero esto no ha sido una decisión que ha tomado, no es como si tuvieran que convencerlo de que vuelva. Él quiere volver y los médicos le dicen que algún día lo hará pero Harry ha visto la piel llena de cicatrices de sus piernas, ha visto el hueso torcido. No va a aguantar la respiración hasta que suceda.
Su madre sonríe tan forzadamente que cree que su cara se va a desquebrajar.
—Gracias por las flores —dice sin mirarle. El entrenador asiente, agradecido porque ella esté ahí. Es como si Harry no estuviera. — Son preciosas, simplemente preciosas. A Harry le encantan, ¿verdad, cariño?
Él no contesta, sólo pasea su mirada por el entrenador y Jacoby, preguntándose cómo puede conseguir que le miren, que le vean de verdad. Si solamente alguien mencionara la silla de ruedas o le preguntaran cómo lo está llevando o si volverá a andar. Pero no lo hacen, temen las respuestas, tienen miedo de él, tienen miedo de lo que no saben y temen que no sea el mismo chico que solía ser. Incluso sus padres están asustados. No mencionan la lesión, usan eufemismos e indirectas cuando hablan de su minusvalía, y sólo en voz baja para que no les escuche, como si fuera un niño muriendo por una enfermedad espantosa y nadie quisiera que se enterara.
Quiere gritar: ¡Miradme! ¡Mirad!, pero también tiene miedo, miedo de lo que le dirán. Miedo de las miradas, de que quizás sus temores son verdaderos y nunca volverá a andar, y de que cuando ellos lo miren de verdad, lo verá en sus ojos, se verá reflejado en ellos, verá la silla de ruedas y el resto de su vida, sus piernas y sus esperanzas y sueños destruidos.
Así que no dice absolutamente nada.
Están sentados en un extraño silencio. Jacoby está arrastrando sus pies por la alfombra, su entrenador tiene el ceño fruncido y se está mirando las manos y su madre sonríe.
—¿Puedo ofrecerles algo de beber? —pregunta de repente. Qué idea tan buena, dice su sonrisa. Algo para beber, me alegro de haber pensado en ello.
Pero el entrenador niega con su cabeza y Jacoby imita su respuesta. Están intentando encontrar la forma de decir que tienen que irse sin parecer demasiado groseros y una bebida sólo prolongaría la agonía de esta visita. Finalmente el entrenador se aclara la garganta y habla mientras sus dedos, que están encima de su regazo, se retuercen.
—Estábamos pensando —empieza. Y entonces mira a Jacoby, quien asiente en confirmación— Los chicos y yo, de verdad queremos hacer algo…
—Eso no es necesario —dice su madre.
Cállate, piensa Harry. Cualquier cosa que les haga sentir tan incómodos como él en su silla de ruedas es necesario, cualquier cosa.
—Hemos juntado algo de dinero —les dice Jacoby— No es mucho, hemos subido un dólar más el precio de las entradas de los partidos en casa y los estudiantes están más que complacidos por pagarlo. Le llaman el fondo de Hazza. Está en un bote en nuestra habitación… —dice acabando lentamente—. Mi habitación ahora, supongo, aunque no creo que vayan a asignarme un nuevo compañero de habitación, ya que piensan que podrías volver pronto.
Es lo más cerca que ha estado nadie de decir que puede ser que no vuelva a la universidad. A las clases quizás pero su habitación está en el tercer piso y no hay ascensor así que no volverá a vivir ahí dentro de poco. Y como con la intención de arreglar el desliz de Jacoby, la madre de Harry dice, —Qué amable de vuestra parte chicos, de verdad. Cualquier cosa ayuda.
—En cierto modo, hemos quitado tu número —dice el entrenador.
—Styles veintiocho, está colgando en la pista de hielo, tendrías que verlo. —Se detiene cuando se da cuenta de que Harry probablemente no lo verá. No ha salido de casa en semanas y mucho menos puede hacerlo a la pista. ¿Qué? ¿Creen que sólo puede subirse al coche y conducir hasta allí? ¿Creen que es tan fácil?
—Los chicos tienen una camiseta para ti —continúa el entrenador, como si notara que Harry no va a contestar y quisiera llenar de alguna manera el silencio entre ellos. — La ha firmado todo el equipo. Está en los vestuarios pero la traeremos la próxima vez que vengamos, lo prometo.
Harry espera que no haya una próxima vez. Han retirado su número, así que ¿ahora qué?
—¿Qué pasará cuando vuelva? —pregunta.
El entrenador levanta la mirada, sorprendido y Jacoby mira furiosamente hacia el suelo como si éste tuviera la culpa de la pregunta de Harry.
—Aún soy parte del equipo, ¿verdad? —pregunta Harry—. ¿Qué pasará cuando vuelva al hielo? ¿Sacareis mi número del retiro o qué?
Confundido, el entrenador mira a la madre de Harry, cuya sonrisa amenaza con desaparecer bajo ese escrutinio.
—Pensé… —empieza.
Y entonces ella se ríe como si Harry hubiera contado un chiste —Harry, cariño, eso no va a…
—Todavía soy parte del equipo, ¿verdad? —pregunta Harry otra vez.
—Por supuesto —le asegura el entrenador. Pero hay algo tenso en su cara, algo que no le preocupa a Harry en absoluto, algo que sugiere que simplemente le está siguiendo la corriente al chico, todos saben que no va a volver al hielo, el pensamiento es absurdo. Como si quisiera convencerse a sí mismo, el entrenador dice — Por supuesto que lo eres.
Entonces se echa hacia delante, junta todas las puntas de sus dedos en frente de su pecho y, por primera vez desde que le dijo hola, mira a Harry a los ojos —Estábamos pensando —dice, bajando el tono de su voz— los chicos y yo. ¿Qué te parece si te encargas de la web oficial, hmm?
Mira a la madre de Harry y ve que le sonríe con alivio, así que sonríe ampliamente a Harry— ¿Qué dices Hazza? Tienes un ordenador, ¿verdad?
—Por supuesto que sí —responde su madre. Harry se pregunta qué está haciendo ahí cuando ellos pueden tener la conversación sin él.
—Tienes ese Dell nuevo que te compró tu padre, ¿te acuerdas, cariño? —le explica al entrenador—. Está en el escritorio del estudio, al lado de las flores. Es un detalle tan encantador, le encantará hacer la página web.
—¿Por qué no lo haces tú, madre? —le pregunta Harry. La página web. ¿Así él puede hacer el qué? ¿Actualizarla con la puntuación del equipo y con fotos, echar sal en sus heridas, restregándole por la cara que no es él el que está ahí fuera en el hielo? Empieza a marcharse ya que esta visita se ha acabado para él.— Gracias por la oferta, entrenador, pero no necesito vuestra compasión.
—Harry —empieza su madre, pero él no está escuchando. ¿Por qué debería? A él nadie le escucha. Odia el marco de la puerta que su padre ha quitado para que su silla de ruedas pueda más o menos pasar, odia los agujeros llenos de masilla que han dejado los clavos y odia la pintura fresca. Él no pidió esto, nada de esto. En realidad lo odia, todo.
Mientras se dirige por el pasillo hacia el estudio, escucha a su madre decirle al entrenador que hablará con él y que hará la página web, que no abandonará el equipo. Escucha al entrenador hablar en voz baja y a Jacoby decir —Gracias, señora Styles.
Escucha pasos cuando ella les acompaña a la puerta. Se pregunta si bajarán por la rampa, sólo por conveniencia, como alguna gente tiene la tendencia de hacer. Odia esa rampa.
Ya en el estudio, cierra la puerta y pone el seguro. Después va hacia la cama de hospital, la cual odia. Le pone el freno a la silla de ruedas, odiando el chirrido que hace la goma contra la rueda. Se sube a la cama con cuidado de no golpearse las rodillas con el borde la cama o de que el aparato de su pierna no se quede enganchado en el reposa piernas de la silla de ruedas.
Entierra su cara en la almohada y se dice a sí mismo que no está llorando, pero odia la imagen que está quemada a fuego en su mente. Su camiseta colgando encima de la portería con Styles impreso y debajo de eso, 28 retirado. Tiene diecinueve años y ya está retirado.
Cuando más tarde se despierta cree que debería al menos mirar la web del equipo. Se da cuenta que en el año y medio que ha estado en el equipo no ha visitado nunca la página, pero eso era porque pasaba la mayor parte de su tiempo libre entrenando, devoto al juego. Los estudios estaban en segundo puesto después del hockey y la fiesta estaba en tercer puesto. En realidad nunca encendía el ordenador si no tenía que hacer algún trabajo, y la única vez que usaba el internet de la universidad era para escuchar los partidos en directo de los Devil. Además, razona, mirar la página web no es aceptar trabajar en ella. Es curiosidad, eso es todo. Una leve curiosidad, eso es.
Su madre, siempre una mujer de recursos, no cree necesario poner una silla al lado del escritorio. ¿Para qué? Él está en una silla, aunque probablemente nunca se le ocurre que él lo odia. Lo mejor que el dinero podía comprar, le dijo ella llevando la silla a la habitación del hospital. No le importa lo que la maldita cosa cueste, sigue odiándola. Aunque fuera eléctrica, que no lo es, seguiría odiando cada pequeña parte de ella, desde las marcas de derrapado que deja en el piso de madera a la forma en que el asiento cruje cuando él se mueve, hasta la forma en que sus brazos se han musculado por ir en la silla a todos lados. Pero es la única silla en el estudio y su madre ha hecho sitio para ella en toda la casa, quitando una de las sillas del comedor para que él pudiese acercarse en la silla de ruedas hasta la mesa, sacando el sillón orejero extra que había en el salón, incluso había hecho que un fontanero cambiara de sitio el lavabo del cuarto de baño para que no tuviera que cambiar de silla para lavarse los dientes. Lo que daría por el lujoso confort de un sofá, o la madera dura de una silla de Adirondack o incluso el cojín de cuero de un taburete de bar. Cualquier cosa excepto esa tela puesta entre barras de metal a su espalda.
Aún así, es la única silla que tiene y sus padres han arreglado el estudio para que él pueda ir en silla de ruedas por todos lados. Cuando se pone en frente del ordenador tiene una gran vista del patio trasero de su casa y la alberquilla de su madre, toda congelada. Podría sentarse durante horas y mirar por la ventana el estanque en miniatura, donde se ve a sí mismo completo y patinando otra vez. Casi puede sentir el hielo bajo sus pies, escuchar el „shush‟ „shush‟ mientras se mueve por la superficie y escuchar a la multitud enloquecer cuando anota otro punto. Fantasías, eso es todo lo que son ahora, como las que solía tener cuando era niño, cuando veía el hockey por la tele. No volverá a jugar ¿a quién estaba engañando? Ni siquiera puede andar. Los médicos, sus padres, su entrenador y compañeros de equipo, todos le están siguiendo la corriente.
Mientras espera a que su ordenador se inicie, echa un vistazo a las flores de su escritorio. Ya se estaban marchitando, no durarían mucho. Así es como será en la mente de sus amigos, de otros estudiantes.
Claro, ahora todos están juntando dinero para él, su camiseta ondea por encima de la portería como recordatorio, pero, ¿cuánto durará? Llegará otro jugador, alguien que le robará la atención y él sólo será ese chico de la silla de ruedas que había echado a perder todo en una práctica. Alguien querrá su número y nadie recordará exactamente por qué se quitó en primer lugar. Ya no es Hazza, es sólo Harry Styles, quien solía jugar en el equipo.
Solía. Odia esa palabra.
Al lado de las flores hay una montaña de disquetes, un libro sobre código HTML y una cámara digital. Regalos del entrenador dados a la madre de Harry cuando ésta le aseguró que haría la página web. Parece que fue hace días. Se los dio a Harry, le dijo que al menos podía intentarlo para ayudar al equipo. No era como si tuviera algo más que hacer. Era lo que le faltaba, ¿verdad? No tiene nada que hacer. Sentarse en su silla, mirar la alberquilla, imaginarse patinando. Rehabilitación los lunes, miércoles y viernes. Y ahora esto.
No iba a hacer la página web, lo sabía en el fondo. Pero cuando se registra online y la página se carga en su explorador, se le corta la respiración. Se ve a sí mismo, es una de las fotografías que el equipo le había hecho en plena marcha: con el stick en mano, casco, protecciones, camiseta, todo. Está posando encima del hielo, el disco enfrente de él como si fuera a meterlo en la portería. Está sonriendo ampliamente a la cámara y tiene esa expresión arrogante en sus ojos que dice: Soy el mejor y lo sé. Hazza, soy este equipo.
O más bien, era.
Encima de la foto está su nombre. Pone las fechas como si estuviera muerto pero sólo son las temporadas que ha jugado. La dirección de su habitación donde los estudiantes preocupados pueden mandar sus donaciones. Se desplaza hacia abajo por la página.
Hay una fotografía de la pista con su camiseta colgada encima de la portería, pareciendo tan abandonada y fuera de lugar como se había imaginado. Otra foto, ésta del equipo entero, sacada poco después del primer partido de la nueva temporada. En ella los jugadores en primer plano sujetan una pancarta con su nombre, Harry Styles, aunque no está en cuerpo está en espíritu. Un anuncio corto de su accidente, el mismo que apareció en el periódico del campus. Unos pocos links al final de la página, la ubicación de la pista, horario de prácticas, una lista con los nombres de los jugadores y el calendario de partidos de esta temporada. Pero esos están escondidos, casi como una idea de última hora, como si alguien se hubiera dado cuenta que esa no era una página en tributo a Hazza y pensó que quizás deberían añadir también algún detalle sobre el resto del equipo. Harry vuelve al principio de la página, mira la fotografía donde sus piernas están cubiertas de protecciones, pero enteras. Está de pie y parece tan fuera de lugar, él ya no se tiene en pie, no desde hace casi un mes, no sin la ayuda de su terapeuta. No se tiene en pie. Esa fotografía está mal.
La página entera es una mierda. No es una página del equipo, está dedicada a él. Odia eso. Sus manos empiezan a temblar cuando mete el primer disquete en el ordenador, sólo para ver lo que tiene. Quizás pueda hacer un pequeño ajuste y quitar al menos esa fotografía suya de la página principal. Quizás…
Se necesita rehacer toda la maldita página, piensa.
---
En la cena les dice a sus padres que mañana irá a la pista de hielo. No les pregunta si lo pueden llevar. Ha visto todas las fotos de mierda que había en la cámara digital, ha mirado cada archivo que había en los disquetes que el entrenador le había dejado y tiene una idea de lo que quiere hacer con la página web si consigue algunas fotos decentes. El entrenamiento de la mañana empieza a las 8:30 entre semana. Irá hasta allí por sí mismo, de ser necesario.
Su madre empieza—Cariño, no creo que sea una…
—Buena idea, hijo —la interrumpe su padre silenciándola con una mirada. Síguele la corriente al chico, dice esa mirada.
Harry se siente como si le hubieran dicho que le quedan seis meses de vida y sus padres quisieran hacer que cada segundo que queda fuera importante. No me estoy muriendo, quiere decirles, pero si eso le ayuda a salir de casa debería tomar ventaja de ello.
La mañana siguiente está de pie a las siete, su cuerpo rebosante de energía. Salir, no ha salido desde que llegó del hospital y el amargo frío del aire de la mañana le mordisquea en la cara y en las manos como un cachorro ansioso, feliz de verle después de tanto tiempo. Su madre insiste en llevar la furgoneta, la cual ha sido provista de un elevador para su silla y abrazaderas para mantenerlo en su sitio. Dios no quiera que quiera ir en el asiento delantero, eso no podría ser. Pero está fuera de la casa, por fin. Desde la ventana lateral de la furgoneta puede ver los árboles cubiertos de nieve doblados hasta casi llegar al suelo, como si él fuera un dignatario extranjero y las ramas se inclinaran en señal de respeto mientras pasa. En la pista, el aparcamiento está medio vacío y el cielo está de un tono sonrosado que pronostica nieve.
Mientras espera a que el elevador baje su silla hasta el suelo resiste las ganas de reír. Se siente otra vez como un niño de seis años y rebosante de entusiasmo. Una de sus rodillas se menea nerviosamente haciendo vibrar toda la silla.
—¿Tienes el teléfono? —pregunta su madre agarrando la mochila—. Llámame cuando quieras volver, ¿de acuerdo? ¿Cuándo suele acabar la práctica?, ¿en una hora o así? Además, ¿estás seguro de que no quieres que me quede?
Harry toma la mochila y la envuelve en sus brazos protectoramente.
—Tengo el teléfono —dice.
Ella empieza a juguetear nerviosamente con las tiras del respaldo de su silla y él se aparta.
—Mamá, lo tengo. Estoy bien.
Cuando ella se acerca rodeándolo, la detiene.
—¿Cuántos años tengo? —pregunta.
Ella escucha el enfado en su voz y para.
—Lo siento.
Cruzando los brazos para protegerse contra el frío de la mañana, mira a todo el estacionamiento desierto y pregunta
—¿Quieres que vaya a buscar a alguno de tus amigos? ¿El entrenador, quizás? ¿Sólo para que sepan que estás aquí?
—Lo sabrán pronto —le asegura Harry. Hay una rampa que conduce a las puertas delanteras de la pista. Tiene una subida gradual que podrá subir fácilmente. No se da la vuelta para ver si ella le sigue porque sabe que no lo hace.
Aprieta el botón de la puerta automática y espera a que se abra.
—¡Llámame cuando quieras que venga a recogerte! —grita su madre. Él asiente, sí, lo hará. Pero esta es la primera vez que está solo, lejos de casa y de los constantes recordatorios de su accidente, de la cama de hospital y de la sonrisa tirante de su madre. Llamará cuando esté preparado y listo para volver.
Toma el ascensor de servicio para bajar al primer piso, donde está la pista. Pasa los vestuarios. Allí el olor penetrante de sudor rancio le golpea en el estómago con algo parecido a la nostalgia y tiene que parpadear para evitar las lágrimas que, de repente, emborronan su visión. Escucha el ruido que hacen los patines al raspar el hielo, escucha cómo la risa de sus compañeros de equipo resuena por los pasillos vacios y casi está en la entrada para jugadores cuando se da cuenta que no necesita bajar hasta allí. Él no juega, está aquí por las fotos y necesita estar en las gradas para obtener buenas tomas.
Además, las ruedas de su silla probablemente no le servirán de malditamente nada en el hielo. Reluctante se dirige de nuevo hacia el ascensor para ir un nivel más abajo.
A Harry le lleva un rato de forcejeo pasar por las pesadas puertas que llevan a las gradas. Tiene que forzar una de las puertas, meter el pie en la abertura y empujar la otra puerta mientras mete la silla de ruedas pulgada a pulgada. Cuando por fin pasa está sudando y le duele el pie izquierdo que ha golpeado la puerta. Si va a hacer esto a menudo tendrá que hablar con alguien para que mantengan esas puertas abiertas. No debería tener que pelear con ellas para poder entrar.
Debajo de él, el hielo se extiende como una promesa, limpio, brillante y ligeramente húmedo por donde el zamboni acababa de pasar. Un par de chicos aseguran la portería en la línea, unos pocos están dando vueltas de calentamiento alrededor de la pista y el entrenador se inclina desde el banquillo para recoger un stick que se ha caído al hielo. Harry ve su camiseta colgando justo donde habían dicho que estaría, sobre la portería, Styles 28. En un partido, las letras parecerán que arden con la luz estroboscópica roja que está debajo cada vez que marquen un gol.
Desde esta altura el equipo no lo ve. No está seguro de qué espera. Una recepción de bienvenida, golpecitos en la espalda, bromas, sonrisas y risas. Lo que sea, no lo obtiene.
Nadie nota que está aquí y fantasea con la idea de llamar a casa ahora mismo y dejarle un mensaje a su madre para que dé la vuelta y vuelva para recogerle porque está listo para irse. Así que no eres el único que está ahí en el hielo, piensa acechando entre las sombras que esconden las gradas. No era el que estaba al mando. Si ahora vuelves a casa, ¿qué harás? Mirar por la ventana a la maldita alberquilla y desear estar aquí.
Lentamente va hacia la última fila de las gradas, con cuidado de no darse en los pies con ninguno de los asientos. La última cosa que le hacía falta era gritar cuando el dolor le traspasara por sus maltrechas piernas, eso sí que llamaría la atención.
Todos se quedarían parados en el hielo, se cubrirían los ojos y mirarían hacia arriba para verle, y él no quiere eso, por mucho que pensara que sí. No quiere su lástima, su malestar o su silencio cuando no saben bien qué decir o hacer. Puede vivir sin nada de eso, muchas gracias.
En realidad no está muy lejos del hielo y cuando va hasta un pequeño descansillo arriba del banquillo, el entrenador le ve y le hace una seña con los dos pulgares hacia arriba pero no tan alentador como pretende. Asiente, se pone al final de la fila de asientos como si fuera otro fan más de la multitud, rebusca en su mochila la cámara y la libreta. Anoche empezó a hacer diseños para la página web. Después de la práctica sólo planea quedarse sentado aquí un rato, mirando el hielo, quizás garabatear algo más, cualquier cosa excepto volver corriendo a casa.
La práctica de la mañana no dura mucho. Su madre tenía razón, sólo ha sido poco más de una hora. Cuando los jugadores salen del hielo y se dirigen a los vestuarios, Jacoby pasa por encima de la valla y se desploma en el asiento que está a su lado.
—No pensábamos que vendrías —dice como saludo.
—Yo tampoco lo creía —admite Harry. Entonces, forzando una sonrisa, añade
—¿Has visto la página?
Cuando Jacoby asiente se ríe.
—Dios, es horrible. ¿Desde hace cuánto que es así? Jacoby se encoje de hombros.
—Desde el accidente.
Se queda mirando la camiseta de Harry que está encima de la portería y no dice nada más. Pregúntame algo —suplica Harry viendo cómo su amigo evita su mirada. Pregúntame si estoy cansado de estar sentado todo el tiempo. Pregúntame cómo me ducho. Pregúntame lo que sea para que sepa que me ves, que te preocupas.
Pero no lo hace. En vez de eso, le frunce el ceño a la camiseta y le dice a Harry —Ashlin estará en el banquillo toda la temporada. Se le salió la rodilla cuando se estampó contra ti, su juego no vale nada ahora.
Harry sonríe burlonamente —No valía nada antes.
—Tenemos un chico nuevo —continúa Jacoby. Harry tiene la idea de que su amigo no está de verdad hablando con él, sólo está sentado ahí hablando en voz alta, daría igual quién estuviera en el sitio de Harry.
—Su nombre es Clovsky, viene de Europa. Es de uno de esos programas de intercambio, no lo sé. Es nuestro nuevo sacador.
—¿Cuál es su media de goles? —le pregunta Harry. Intenta ignorar los celos que le queman el pecho. Él era el sacador hasta el accidente. El mejor maldito jugador del equipo. ¿Cuántos por partido?
Se vuelve a encoger de hombros.
—No estoy seguro —le dice Jacoby, pero Harry tiene la impresión que le está mintiendo. No quiere hacerle sentir mal, eso debe ser. Aún así, no se siente mucho mejor cuando su amigo dice —Sin embargo, mete cada disco que tira. Como tú… —se detiene y se corrige — como tú solías hacer.
Antes de que Harry pueda contestar, Jacoby se levanta, se estira y pasa la pierna por encima de la valla hasta ponerlo en el respaldo del asiento de abajo.
—Número 15 —dice como diciendo adiós—. Asegúrate de tomar algunas fotos buenas de él. El entrenador querrá verlo en la web, estoy seguro.
Entonces se va y las gradas se quedan vacías y también la pista. Harry frunce el ceño mirando la cámara en sus manos y piensa que siempre ha odiado el número quince. Espera no poder conseguir hoy ninguna foto del chico. Llamaría a su madre ahora pero le gusta el aire frío en la cara y en sus manos, las cuales congelan el momento en su memoria, tomándolo y guardándolo en su sitio. No cree que vuelva mañana.
--
Jacoby se pasa otra vez después de cambiarse y se sienta con Harry un ratito, ninguno de ellos capaz de encontrar algo que decir para llenar ese hueco que se ha abierto entre ellos. Sólo vete, pide Harry mientras juguetea nerviosamente con la cámara. No quieres estar aquí, no necesito tu compañía. Has hecho tu buena acción del día así que invéntate cualquier excusa y esfúmate de una vez. Como si hubiera escuchado sus pensamientos, Jacoby se mueve a su lado y masculla —Tengo laboratorio de química en quince minutos. ¿Estarás bien quedándote aquí sólo?
Harry asiente demasiado rápido.
—Bien —dice, asintiendo otra vez—. Estaré bien, vete.
—¿Quieres que llame a tu madre o algo?
Debajo de ellos, algunas personas han aparecido en el hielo. Sus cuerpos están envueltos en maillots estrechos. Serán patinadores artísticos o quizás, un club de patinadores sobre hielo, una de las dos cosas. Unas pocas chicas, algunos chicos, adolescentes o un poco mayores. Probablemente chicos de la universidad, piensa Harry, si están aquí. Si fueran más pequeños a esta hora estarían en el colegio. Jacoby los ve estirar en el hielo y le dice —Patinadores de velocidad.
Tienen la pista después que nosotros.
Justo lo que Harry necesita, niños pasando como un rayo delante de él, un doloroso recuerdo de sus piernas dañadas y de la silla en la que está confinado. Quizás debería llamar a su madre ahora.
—Sería mejor que te fueras yendo.
Jacoby asiente —Estarás…
—Bien —dice Harry otra vez. Estaré bien.
Después de que Jacoby se fuera, más patinadores entran en la pista. Forman pequeños grupos, equipos de tres o cuatro con cascos forrados de color amarillo que destacan con su brillo en la oscuridad del estadio. Cada forro tiene tres números escritos, el más bajo es 152. Pertenece a una chica cuyo pelo está sujeto en una larga trenza que le cae por la espalda. Es bastante rápida. Patina en un estrecho círculo alrededor de sus amigas, que ríen tontamente, mira por encima de su hombro a Harry y se aleja. Las otras chicas le siguen, susurrando entre ellas. Harry está bastante seguro de que están hablando de él.
Las gradas inferiores empiezan a llenarse, principalmente de padres y de lo que parece una excursión de niños de jardín de infantes; dos profesores y una manada de enanos que no llegan ni a la rodilla que ríen y gritan mientras se tiran palomitas unos a otros. Harry mira a su alrededor. ¿Es un encuentro? ¿Pruebas? Se pregunta si alguien vendrá y le pedirá su entrada. No va a pagar para ver esto.
Un altavoz cobra vida cuando una joven y asexual voz pide silencio. Nadie le escucha, los patinadores parece que ni siquiera escuchan nada, están demasiado ocupados calentando. Imperturbable, el anunciador empieza a leer una lista de pruebas: quinientos metros, mil, cinco mil. Harry no tiene ningún conocimiento de estas competiciones ya que no son su deporte. Mientras se van diciendo los nombres, los patinadores se van alineando en el hielo y algunos gritos de ánimo salen de la multitud en las gradas.
—Primera eliminatoria. Hombres quinientos. Johnson…
Un leve aplauso para el patinador con el número 234 escrito en su casco.
—Dietrich.
Más aplausos y algunos silbidos se escuchan cuando el chico rompe a bailar improvisadamente en el hielo. Sigue girando para la multitud y Harry no puede ver su número.
—Pennock.
Alguien le abuchea de verdad. Es un patinador alto y delgado, de hecho demasiado grande para una carrera tan corta, en realidad es casi larguirucho. Levanta los brazos y sus dos dedos medios alzados a la gente. Harry gira sus ojos asqueado.
—Tomlinson.
La multitud se vuelve loca.
Interesado a pesar de sí mismo, Harry se inclina hacia delante en su silla intentando tener una mejor vista del último patinador. Es un chico bajo, con pelo castaño que sobre sale por fuera de su casco y piel bronceada y tersa. Sus ojos son grandes y parece casi desinteresado, a pesar de las fans que gritan su nombre. ¡Louis! ¡Louis! Harry no ha escuchado nada semejante antes, excepto quizás en alguno de sus partidos cuando la gente solía gritar su propio nombre.
Finalmente los gritos disminuyen y casi como un último pensamiento el anunciador dice —Todos los demás fuera de la pista.
Los cuatro patinadores se quedan, situados en la línea de salida. Una pierna detrás, un patín hacia afuera, los brazos y cuerpo inclinados y preparados. Esperando.
Inconscientemente, Harry contiene su aliento. Cuatro patinadores y quinientos metros por el hielo. No está seguro de qué esperar pero por la reacción de la gente iba a ser bueno. La pista entera, los fans, los padres, los niños de la excursión, los patinadores y Harry, todos esperan.
Un disparo y los patinadores salen.
.........................
Hola!!
Hey, que tal?, bien, mi nombre es Lizeth, tengo 20 años y pues acá les vengo con otra adaptación, je, espero que les guste mucho.
Y muchas gracias por leerla!
Invitado
Invitado
Re: Power Play (Larry Stylinson)
Hola Lizeth...
Tienes 20 .-.
No importa el amor no tiene edad xD
Me llamo Rebeca y tengo 15 y vengo a joderte con mis comentarios :3
Sabes tu novela es demasiado interesante como para no leerla :)
Me quede con intriga !Rebe quiere saber que pasara! :)
Ok no te molesto mas.
Se despide Rebe.
Tienes 20 .-.
No importa el amor no tiene edad xD
Me llamo Rebeca y tengo 15 y vengo a joderte con mis comentarios :3
Sabes tu novela es demasiado interesante como para no leerla :)
Me quede con intriga !Rebe quiere saber que pasara! :)
Ok no te molesto mas.
Se despide Rebe.
Rebeca.
Re: Power Play (Larry Stylinson)
Hola, el primer capitulo, es, bueno, con decirte que aqui estare hasta que termine
que frustrante para harry, no lo entiendo del todo,pero si algo, a mi me paso algo,,parecido
síguela en cuento puedas, las cosas ya están interesantes.
Blue sky
Re: Power Play (Larry Stylinson)
Omaigash!!!
Desde ahora hasta que termine tendras que soportar mis comentarios... Lo lamento mucho.
Me encanto... Pobrecito Hazza!
Ya conocio a Louis!!!! O bueno algo asi...
Siguelaaa porfavor
Desde ahora hasta que termine tendras que soportar mis comentarios... Lo lamento mucho.
Me encanto... Pobrecito Hazza!
Ya conocio a Louis!!!! O bueno algo asi...
Siguelaaa porfavor
PastelitoDePazzaxD
Re: Power Play (Larry Stylinson)
Oh me eh quedado con la intriga!
Quiero saber que pasa, que sigue, que sucede... xD
Sentiría pena por Harry, pero a mi no me gustaría que sintieran pena por mi :c Ya que ah de ser frustrante que la gente te vea con pena. Ojala se recupere o se acostumbre, lo que tenga que pasar.
Me gusta mucho.
Nos leemos pronto. :D
Quiero saber que pasa, que sigue, que sucede... xD
Sentiría pena por Harry, pero a mi no me gustaría que sintieran pena por mi :c Ya que ah de ser frustrante que la gente te vea con pena. Ojala se recupere o se acostumbre, lo que tenga que pasar.
Me gusta mucho.
Nos leemos pronto. :D
BooBearGirl:3
Re: Power Play (Larry Stylinson)
No (: puedes (: dejarla (: ahí (:
Me (: va (: a (: dar (: algo (:
POR FAVOR SIGUELA, YO TE AMO MUCHO. A TI Y A TUS ADAPTACIONES. ESTOY ENAMORADA.
Aparte el prólogo me dejo ahdhshdshd porque Lou quiere así como tipo a su príncipe azul y se que Harry lo será para él :') que hermoso :')
Síguela pronto pls sabes ue yo sere fiel lectora forever, ah.
Me (: va (: a (: dar (: algo (:
POR FAVOR SIGUELA, YO TE AMO MUCHO. A TI Y A TUS ADAPTACIONES. ESTOY ENAMORADA.
Aparte el prólogo me dejo ahdhshdshd porque Lou quiere así como tipo a su príncipe azul y se que Harry lo será para él :') que hermoso :')
Síguela pronto pls sabes ue yo sere fiel lectora forever, ah.
bethlasforh0ran
Re: Power Play (Larry Stylinson)
¡Esta novela me impacto mucho! no va a ser nada color de rosa por lo que veo: harry sin poder caminar & louis un patinador artístico! oh god espero la continues pronto simplemente ¡me encanta!
julyALC
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