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Los millonarios no cuentan. Nicholas Jonas.
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Los millonarios no cuentan. Nicholas Jonas.
Titulo: Los millonarios no cuentan.
Autor: Sophie Weston.
Adaptación: Sí.
Genero: Romance.
Advertencias: No.
Otras páginas: De mi parte, no.
_________, experta en Relaciones Públicas, no ha tenido mucha suerte a la hora de encontrar a su hombre ideal. En cuestión de hombres, ______ dice tener criterios muy exigentes y pocas expectativas. Odia a los aficionados… y a los millonarios. Así que, para ella, Nicholas Jonas es un cliente infernal. Pero su jefe insiste, y Nicholas es sin duda todo un desafío…
Nicholas es un seductor y, posiblemente, un genio. Su compañía de software da empleo a ocho mil personas en todo el mundo y él diseña coches en su tiempo libre. Con su acento de caballero del sur y el brillo malévolo de su mirada, George atrae a las chicas como un imán. Le gustan las mujeres sin complicaciones… y pasajeras. Siempre ha pensado que las relaciones públicas son pura palabrería. Pero entonces aparece _________ y pone a prueba todas sus convicciones… y mucho más que eso...
Autor: Sophie Weston.
Adaptación: Sí.
Genero: Romance.
Advertencias: No.
Otras páginas: De mi parte, no.
- Prólogo.
_________, experta en Relaciones Públicas, no ha tenido mucha suerte a la hora de encontrar a su hombre ideal. En cuestión de hombres, ______ dice tener criterios muy exigentes y pocas expectativas. Odia a los aficionados… y a los millonarios. Así que, para ella, Nicholas Jonas es un cliente infernal. Pero su jefe insiste, y Nicholas es sin duda todo un desafío…
Nicholas es un seductor y, posiblemente, un genio. Su compañía de software da empleo a ocho mil personas en todo el mundo y él diseña coches en su tiempo libre. Con su acento de caballero del sur y el brillo malévolo de su mirada, George atrae a las chicas como un imán. Le gustan las mujeres sin complicaciones… y pasajeras. Siempre ha pensado que las relaciones públicas son pura palabrería. Pero entonces aparece _________ y pone a prueba todas sus convicciones… y mucho más que eso...
like a skyscraper
Capitulo 1.
Capítulo 1
Fue odio a primera vista. Bueno, lo fue __________. Para Nicholas Jonas, parecía más bien un juego. A Nicholas, razonaba ella, le gustaban los juegos. ___________ era la consultora joven más brillante de Culp & Christopher, la agencia de relaciones públicas de moda en Londres. Y Nicholas Jonas era el cliente infernal con el que ________ nunca había querido trabajar. Por desgracia, él lo sabía. Lo sabía porque se lo había oído decir a la propia __________. Fue culpa suya. _________ no sabía que estaba allí. En Culp & Christopher, los clientes nunca bajaban a la oficina. Ésa era una de las razones por las que era tan divertido trabajar allí. Uno podía desahogarse sin tener que preocuparse de quién estuviera escuchando. Y __________ se desahogaba a menudo. Así que aquel día no estaba siendo precisamente discreta. Golpeaba con los talones el taburete de bar negro y plateado que, según decía, le servía de inspiración y hablaba por teléfono a gritos, con la función de manos libres conectada.
–No quiero hacerlo. Odio a los millonarios. No se puede hacer nada con ellos. Al otro lado del teléfono, Jay Christopher, propietario de la agencia, no estaba de acuerdo.
–Está bien –dijo _________ con gran ecuanimidad–. Yo no puedo hacer nada con ellos. Soy demasiado joven, demasiado creativa, y estoy demasiado a la moda. Jay protestó. ________ hizo caso omiso.
–Los millonarios no quieren estar a la moda. Quieren caer simpáticos y divertirse. En primer lugar, la única razón por la que contratan a un relaciones públicas es para que la gente olvide cómo han hecho sus millones. Sentada en la mesa, frente a ella, la rubia Sam Smith hizo una mueca. Sam era, teóricamente, su jefa. Pero en C&C, la jerarquía era sólo hipotética. A Sam simplemente se le daba mejor refrenar su temperamento. Ahora dijo esbozando las palabras sin emitir sonido:
–Es amigo de Jay. Molly levantó los ojos hacia el techo y dijo: –Oh, genial. Así que es amigo tuyo, ¿eh, Jay? ¿Y qué más le pasa? No, no me lo digas. ¿Se dedica a destrozar el medio ambiente? ¿Emplea a niños en Asia en régimen de esclavitud? ¿Fuma?
–Nada de lo susodicho –dijo arrastrando una voz parecida al sonido de un saxofón en un tugurio de Nueva Orleans lleno de humo. ________ se volvió tan bruscamente que estuvo a punto de caerse del taburete. Él la agarró a tiempo y la enderezó como si tuviera cuatros años. Lo cual no era fácil. ________ medía un metro setenta y siete y no era precisamente un insecto palo. De hecho, él se detuvo un momento para admirar su canalillo mientras la ponía en posición vertical. El resto de la oficina contuvo el aliento. _______________i tenía fama de ser un genio en lo suyo. Pero también se sabía que había tirado una taza llena de café en la camisa de seda de un cliente que se le insinuó. Y en ese momento estaba que echaba chispas. Pero el recién llegado conservó la calma. –Nicholas Jonasr –dijo mientras le tendía la mano–. De Orun Software. __________ le estrechó la mano automáticamente. Parecía atónita. Lo cual era comprensible. No sólo estaba aquel hombre donde ningún cliente debía estar, sino que además era guapísimo. Hombros anchos, caderas estrechas, una boca que parecía saber todo cuanto había que saber sobre el arte de besar… y que parecía dispuesta a compartir sus conocimientos, si una se lo pedía amablemente. Aunque, por otra parte, todos sabían que esas cosas no impresionaban a _______.
–Jay me dijo que podía dar una vuelta por aquí –dijo Nicholas con su encanto de caballero sureño. La cabeza futurista de ________, teñida de naranja fluorescente, parecía burbujear de indignación.
–Quieres decir que Jay te dijo que vinieras a ablandarme –dijo en tono cortante. Se dio la vuelta y gritó al teléfono–: La respuesta sigue siendo no, Jay. Eres maquiavélico. Los millonarios son clientes infernales. Y además... Nicholas Jonas se acercó a ella y cortó la llamada. Sin vacilar. Simplemente echó un vistazo al teléfono de última generación y marcó un par de teclas. Abby y Sam se miraron con sorpresa. Pero él no hacía caso de nadie en la oficina; salvo de _________.
–Creo que tenemos que hablar –dijo con aquel acento irresistible–. Vamos a tomar un café. Dime una cosa, sólo por discutir: si te lo pidiera, ¿cómo convertirías a este millonario tan viejo y aburrido en un tipo a la moda? ¿Viejo? ¿Aburrido? __________ tragó saliva. Percibía claramente su tono burlón y no estaba acostumbrada a aquello. Para enfado suyo y asombro de todos los demás, se sonrojó a hasta las cejas. Nicholas Jonas sonrió. La tomó del brazo con anticuado encanto. Y la sacó de la oficina. Y __________ (_________, nada menos) se fue con él como una sonámbula.[b]
Fue odio a primera vista. Bueno, lo fue __________. Para Nicholas Jonas, parecía más bien un juego. A Nicholas, razonaba ella, le gustaban los juegos. ___________ era la consultora joven más brillante de Culp & Christopher, la agencia de relaciones públicas de moda en Londres. Y Nicholas Jonas era el cliente infernal con el que ________ nunca había querido trabajar. Por desgracia, él lo sabía. Lo sabía porque se lo había oído decir a la propia __________. Fue culpa suya. _________ no sabía que estaba allí. En Culp & Christopher, los clientes nunca bajaban a la oficina. Ésa era una de las razones por las que era tan divertido trabajar allí. Uno podía desahogarse sin tener que preocuparse de quién estuviera escuchando. Y __________ se desahogaba a menudo. Así que aquel día no estaba siendo precisamente discreta. Golpeaba con los talones el taburete de bar negro y plateado que, según decía, le servía de inspiración y hablaba por teléfono a gritos, con la función de manos libres conectada.
–No quiero hacerlo. Odio a los millonarios. No se puede hacer nada con ellos. Al otro lado del teléfono, Jay Christopher, propietario de la agencia, no estaba de acuerdo.
–Está bien –dijo _________ con gran ecuanimidad–. Yo no puedo hacer nada con ellos. Soy demasiado joven, demasiado creativa, y estoy demasiado a la moda. Jay protestó. ________ hizo caso omiso.
–Los millonarios no quieren estar a la moda. Quieren caer simpáticos y divertirse. En primer lugar, la única razón por la que contratan a un relaciones públicas es para que la gente olvide cómo han hecho sus millones. Sentada en la mesa, frente a ella, la rubia Sam Smith hizo una mueca. Sam era, teóricamente, su jefa. Pero en C&C, la jerarquía era sólo hipotética. A Sam simplemente se le daba mejor refrenar su temperamento. Ahora dijo esbozando las palabras sin emitir sonido:
–Es amigo de Jay. Molly levantó los ojos hacia el techo y dijo: –Oh, genial. Así que es amigo tuyo, ¿eh, Jay? ¿Y qué más le pasa? No, no me lo digas. ¿Se dedica a destrozar el medio ambiente? ¿Emplea a niños en Asia en régimen de esclavitud? ¿Fuma?
–Nada de lo susodicho –dijo arrastrando una voz parecida al sonido de un saxofón en un tugurio de Nueva Orleans lleno de humo. ________ se volvió tan bruscamente que estuvo a punto de caerse del taburete. Él la agarró a tiempo y la enderezó como si tuviera cuatros años. Lo cual no era fácil. ________ medía un metro setenta y siete y no era precisamente un insecto palo. De hecho, él se detuvo un momento para admirar su canalillo mientras la ponía en posición vertical. El resto de la oficina contuvo el aliento. _______________i tenía fama de ser un genio en lo suyo. Pero también se sabía que había tirado una taza llena de café en la camisa de seda de un cliente que se le insinuó. Y en ese momento estaba que echaba chispas. Pero el recién llegado conservó la calma. –Nicholas Jonasr –dijo mientras le tendía la mano–. De Orun Software. __________ le estrechó la mano automáticamente. Parecía atónita. Lo cual era comprensible. No sólo estaba aquel hombre donde ningún cliente debía estar, sino que además era guapísimo. Hombros anchos, caderas estrechas, una boca que parecía saber todo cuanto había que saber sobre el arte de besar… y que parecía dispuesta a compartir sus conocimientos, si una se lo pedía amablemente. Aunque, por otra parte, todos sabían que esas cosas no impresionaban a _______.
–Jay me dijo que podía dar una vuelta por aquí –dijo Nicholas con su encanto de caballero sureño. La cabeza futurista de ________, teñida de naranja fluorescente, parecía burbujear de indignación.
–Quieres decir que Jay te dijo que vinieras a ablandarme –dijo en tono cortante. Se dio la vuelta y gritó al teléfono–: La respuesta sigue siendo no, Jay. Eres maquiavélico. Los millonarios son clientes infernales. Y además... Nicholas Jonas se acercó a ella y cortó la llamada. Sin vacilar. Simplemente echó un vistazo al teléfono de última generación y marcó un par de teclas. Abby y Sam se miraron con sorpresa. Pero él no hacía caso de nadie en la oficina; salvo de _________.
–Creo que tenemos que hablar –dijo con aquel acento irresistible–. Vamos a tomar un café. Dime una cosa, sólo por discutir: si te lo pidiera, ¿cómo convertirías a este millonario tan viejo y aburrido en un tipo a la moda? ¿Viejo? ¿Aburrido? __________ tragó saliva. Percibía claramente su tono burlón y no estaba acostumbrada a aquello. Para enfado suyo y asombro de todos los demás, se sonrojó a hasta las cejas. Nicholas Jonas sonrió. La tomó del brazo con anticuado encanto. Y la sacó de la oficina. Y __________ (_________, nada menos) se fue con él como una sonámbula.[b]
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Capitulo 2.
Capitulo II
Nicholas Jonas era un extranjero en aquella ciudad. Pero no le preguntó a _______ dónde podían ir. La llevó sin titubear más allá de las cafeterías de las grandes cadenas, hasta un pequeño café con cortinas de encaje, propiedad de dos hermanas polacas que hacían el mejor café del barrio de Kensington, el corazón de la parte oeste de Londres, la más elegante y exclusiva de la ciudad.
Atrajo a una camarera por puro magnetismo animal, al menos que _______ pudiera ver.
–¿Cómo tomas el café?
–So–solo.
Ella rehusó los pastelillos de nata y él pidió por los dos. Luego se recostó en la silla y se quedó mirándola pensativamente.
–Así que no te gustan los millonarios.
________ se rehizo. Le costó algún trabajo, con aquellos ojos castaños y cálidos que se paseaban sobre su cuerpo con parsimoniosa admiración, pero lo logró.
–¿Y por qué habrían de gustarme?
Los ojos de él relucieron con malevolencia.
–¿Eso es un desafío?
Ella no había pretendido que lo fuera. Pero tenía una norma: no huir nunca. Levantó la barbilla.
–Tómatelo como quieras.
Él asintió con la cabeza.
–¿Sabes?, me interesas.
–¡Oh, vaya! Tú sí que sabes halagar a una chica.
________ lo miró con los ojos muy abiertos. Eran verdes como el mar y elocuentes, con pestañas asombrosamente largas. Se sabía de publicistas enamorados que habían compuesto odas en su honor.
Pero Nicholas no parecía muy inclinado a la poesía. Parecía más bien divertido, entretenido, y levemente receloso.
–Eso no sirve de nada. Lo que necesito saber es cómo hacer que te intereses por mí –dijo tranquilamente.
_________ se sentó muy derecha.
–Estamos hablando desde un punto de vista profesional, naturalmente.
Él bajó los párpados.
–Tómatelo como quieras –replicó, imitándola.
Por suerte, la camarera les llevó en ese momento el café, así que _______ no tuvo que responder.
Cuando la camarera se hubo ido, él dijo:
–Admito que estoy muy decepcionado.
________ se envaró.
–¿Cómo dices?
–Bueno, no me has preguntado para qué quiero un consultor en relaciones públicas.
–Quieres que todos te quieran. Ése es el motivo por el que todo el mundo quiere un consultor en relaciones públicas.
–Eres rápida como un látigo, ¿eh? –la irritación asomó por un instante en aquella voz dulce como la melaza–. ¿Por qué iba que desear que la gente me quisiera?
Ella se encogió de hombros.
–No sé. Quizá quieras presentarte a presidente algún día.
Nick dijo lisa y llanamente:
–Quiero vender un coche.
_________ se quedó tan sorprendida que dejó de aparentar indiferencia.
–¿Un coche? Pero yo creía que habías fundado una empresa de software.
–Me he diversificado.
–Pero... ¡un coche!
–Estudié ingeniería. Y me gusta resolver problemas –sí, estaba decididamente molesto.
–¿Qué problemas?
–Ahora pareces mucho más profesional –contestó él con tanta aprobación que a _______ le dieron ganas de abofetearlo–. Es revolucionario. Es más ligero, tiene menos piezas móviles, funciona con residuos de caña de azúcar. Una fuente de energía renovable.
Ella bebió de su café con el ceño fruncido. Aquello no era lo que esperaba de un amigo millonario de Jay Christopher.
–Si es tan bueno, no necesitas un relaciones públicas –dijo–. Todo el mundo se muere por un coche ecológico.
–Sí, pero aquí nadie me conoce. Y tengo que lanzarlo en Europa. En mi país no nos desvivimos por ahorrar combustible.
–Ya... veo.
Él se inclinó hacia delante.
–No quiero que me hagas parecer simpático. Ni siquiera que hagas que parezca que estoy a la última. Sólo quiero parecer un hombre razonable con una buena idea.
Dicho así, resultaba difícil rechazarlo. Que era sin duda lo que él pretendía. _________ lo miró reflexivamente.
–No es mi campo habitual, pero...
–Vamos a formar un gran equipo.
Ella miró sus ojos, que eran demasiado cálidos, y sintió que un estremecimiento de advertencia le subía por la espalda.
–De equipo, nada –dijo con firmeza–. Tú informas. Yo pongo las cosas en marcha. Así es como funciona.
–Pero a mí me gusta trabajar codo con codo con mis consultores.
–Pues lo siento. A mí no.
Él levantó una ceja. Aquello le hacía parecer el Dios del Averno. Relajado y divertido, pero aun así, decididamente, un Señor de la Oscuridad.
_________ dijo tanto para sí misma como para él:
–No hagas eso.
Él pareció aún más divertido.
–¿El qué?
–Ronronearme.
Nicholas se echó a reír.
–Eres muy suspicaz.
_________ dijo entre dientes:
–No soy suspicaz. Sencillamente, no me van los tipos altos, morenos y guapos.
Él se quedó pensando.
–Es una pena –murmuró al fin.
Ella dejó escapar un gemido de sorpresa. Luego se echó a reír con desgana.
–No tienes ni pizca de falsa modestia, ¿verdad?
–No tengo nada falso. Lo que ves es lo que hay.
Fijó los ojos en los de ella. ___________ se sintió acalorada de repente.
–Espero que no –masculló.
Nicholas se quedó pensando un momento. El Señor del Averno sopesaba el destino de un mortal. Luego inclinó la cabeza un poco.
–Creo que tal vez tenga que hacer algo al respecto.
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Capitulo 3.
Capitulo III
–¿Y bien? –dijo Sam.
Hacía una hora que ______ había vuelto de tomar su café con el millonario, y aún no había dicho nada. Salió de su ensimismamiento con un sobresalto.
–¿Qué?
–El de la sonrisa de caerse muerta y las cejas de diablo. ¿Vas a aceptarlo o no?
–Ni pensarlo. Desde luego que no. Imposible.
Sam esperó.
–Cree que soy muy suspicaz –estalló ________–. Y le gusta trabajar en equipo.
–Qué pena –dijo Sam mientras sacudía la cabeza.
–¡Y ese coche suyo! ¡Impulsado con caña de azúcar! Pura ciencia-ficción.
–Lo sé –dijo Sam–. Jay dice que es un tipo brillante, pero que nadie se tomará en serio su invento.
–Vaya, menuda sorpresa –masculló __________.
–No te preocupes. Jonas llamó a Jay después de que hablarais. Dijo que le parecía que la idea era demasiado avanzada para nosotros.
_________ se puso rígida al oír aquello.
–Quiere decir que es demasiado avanzada para mí.
–Bueno, no dijo eso...
–Sólo porque no coqueteé con él –Sam empezaba a parecer alarmada–. ¿Cómo se atreve? ¿Demasiado avanzado para mí? Para mí no hay nada demasiado avanzado –__________ parpadeó rápidamente–. ¿Dónde está ese informe? Tráelo aquí.
El informe estaba en la mesa de Sam, donde Jay Christopher lo había dejado en ausencia de _______. Sam lo recogió, pero no se lo dio.
–Este asunto requiere mucho tacto –le dijo a modo de advertencia.
–Yo tengo más tacto que nadie –contestó _________ con una sonrisa malévola–. Dámelo.
• * *
•
Jay Christopher llamó a su amigo para decírselo.
–Enhorabuena. Ni siquiera voy a preguntarte cómo te las arreglaste. Pero lo has conseguido. _________ __________ es la número uno.
–Hmm –dijo Nicholas–. A mí me parece un poco estrecha de miras. Me dijo que no le gustaban los millonarios.
A Jay todo aquello le hacía gracia.
–__________ es única. Simplemente, tendrás que hacerla cambiar de opinión.
–Eso pienso hacer –contestó Nicholas tranquilamente.
* * *
Desde el momento en que __________ aceptó el encargo, Nicholas Jonas se convirtió en un auténtico cliente de pesadilla. No era ningún consuelo que ___________ lo hubiera sospechado desde el principio. Ni que las demás chicas de la oficina se escondieran en los armarios de las escobas para echarle un vistazo cuando iba a hacer alguna consulta.
___________ había descubierto lo que Nicholas quería decir con “trabajo en equipo”. Ella proponía una estrategia. Él sólo se mostraba de acuerdo con las cosas que le parecían divertidas y obviaba sus consejos. Y luego cambiaba de idea cuando ____________ ya había organizado las entrevistas con los medios de comunicación.
Al final, _____________ dio un golpe sobre la mesa con su libreta y se levantó delante de él con las manos en las caderas.
–Estás haciendo trizas mi reputación.
Él usó aquellos maravillosos ojos castaños para hacerse el dolido.
–Nunca has dejado que me acercara a tu reputación.
–A mi reputación profesional. Esta semana te he organizado dos entrevistas en televisión, y las dos veces les has dejado plantados.
Él se encogió de hombros.
–Sigo viviendo con la hora de la costa este. No puedo levantarme a las cinco de la mañana para ir a un programa matinal. Me quedaría dormido.
Ella suspiró, exasperada.
–Quieres decir que necesitas que alguien vaya detrás de ti.
–¿Te estás ofreciendo para el puesto? –dijo él, esperanzado.
______________ lo miró con los ojos entornados.
–Yo –dijo con énfasis– soy candidata a un premio de este negocio. No voy a dejar que lo estropees porque no puedes levantarte de la cama por las mañanas.
–Eso suena prometedor –dijo él alegremente.
_____________ no hizo caso.
–Voy a organizar una ronda más de entrevistas. Podemos recorrernos todas las cadenas locales si hacemos una gira de un par de días.
–¿Podemos? –él pareció sorprendido por un momento; luego disimuló hábilmente su sorpresa–. Eso suena muy agradable.
–No, no es cierto. Suena a trabajo duro.
–Vas a conseguir otro de esos premios si sigues cuidándome tan bien, chère –su voz tenía cierto filo.
___________ le lanzó una mirada larga y fija. Empezaba a aprender cómo tratar con Nicholas Jonas.
–Nada de eso. Cualquier idiota puede vender a la gente rica.
Nicholas levantó las cejas.
–¿Perdona? ¿Cómo dices?
–Digo –respondió _________con delectación– que los millonarios no cuentan.
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Capitulo 4.
Capitulo IV
Nicholas no estaba acostumbrado a disculparse por ser millonario. Y no iba a empezar ahora. Sobre todo, delante de una mujer que se teñía el pelo de naranja y se pintaba las uñas de negro. Y que tenía un cuerpo que empezaba a figurar entre sus sueños. Aunque en ese instante Nicholas no estaba pensando en eso.
–¿Cuántos años tienes? –preguntó.
________ parpadeó. Tenía unos ojos verde azulados asombrosos. A veces, cuando Nicholas la sobresaltaba, parecían neblinosos y vulnerables. Nada propios de la chica de lengua afilada como una cuchilla y siempre a la última que _______ aparentaba ser.
–Veintitrés. ¿Por qué?
–Veintitrés. Eres muy joven para ser tan inflexible.
Ella se envaró y sus ojos dejaron de parecer neblinosos.
–¿Inflexible? –repitió, perpleja.
–Ese prejuicio contra los millonarios –contestó él arrastrando las palabras–. ¿Se puede saber qué te hemos hecho?
Ella entornó los ojos hasta convertirlos en ranuras.
–Darme trabajo –dijo literalmente–. Y ser un auténtico incordio.
Nicholas se quedó pensativo.
–¿Eso es todo? ¿O es que algún magnate te dejó plantada hace tiempo y te estás tomando la revancha con los demás?
_________ dio un respingo. Por un instante, Nicholas pensó que iba a ponerse a bailar una pequeña danza de guerra.
Pero no lo hizo. Apretó los dientes tan fuertemente que él vio cómo vibraba el músculo de su mandíbula.
–A mí nadie me deja plantada –dijo altivamente.
Nicholas puso cara de escéptico.
–Mira –dijo _________–, hay dos tipos de millonario. Los que han tenido suerte. Que son un tostón. Y los que han trabajado para conseguir lo que tienen. Que están obsesionados. Profesionalmente, yo no tengo mucho que hacer con ninguno de los dos.
Nicholas reflexionó sobre aquello. Había más verdad en sus palabras de lo que le gustaba admitir. Empezó a comprender que tal vez no ganara aquella batalla.
–¿Y personalmente? –murmuró con aquel cálido acento sureño que sabía la hacía estremecerse, por más que ella se resistiera.
________ se estremeció. Y se detuvo. Y lo miró con enojo.
–Eso no es asunto tuyo –dijo en tono cortante.
Nicholas le lanzó la mirada lenta e intensa, de pies a cabeza, que había hecho sudar frío a mujeres mucho más experimentadas que ____________ ____________.
–¿Y si hago que lo sea? –ronroneó.
Ella lo miró a los ojos. No sudaba frío. Ni nada. Nicholas tuvo la sensación de haber abierto la puerta de una inmensa cámara frigorífica.
–Entonces, me despido.
Él frunció los labios y dejó escapar un silbido mudo.
–Hablas en serio.
–Puedes creerlo –dijo ___________, que de pronto parecía tener muchos más de veintitrés años.
Él se quedó callado un momento. Luego dijo bruscamente:
–Está bien. Tú ganas. Pero tienes que darle una oportunidad al coche. Ódiame todo lo que quieras… pero no odies el coche. De hecho, será mejor que vengas a que te lo presente.
* * *
Así fue como la llevó a su mansión en las riberas del Támesis, uno de los días más perfectos de la primavera. La visita no tuvo, sin embargo, el éxito que esperaba. Ella miró el paseo de cerezos en flor sin gran entusiasmo.
–¿No te gusta el campo?
–Nací en Milán, me crié en Glasglow. Lo más cerca que estuve del campo fue en Bolonia, cuando… –se interrumpió.
–¿Cuando qué? –preguntó él.
Pero ____________ movió la cabeza de un lado a otro.
–¿Dónde está el coche?
Nicholas se dio por vencido y la llevó a su taller.
Para su sorpresa, _____________ no se quedó en la puerta para no mancharse el elegante traje gris de grasa y aceite. Curioseaba por las estanterías, recogía piezas de metal y las observaba detenidamente.
–¡Es como un decorado de Mad Max!
Nicholas se sintió curiosamente dolido.
–Soy un inventor. ¿Qué esperabas?
–Esto no –ella lo miró con curiosidad–. Creía que el coche era el capricho de un ricachón –parecía tensa–. Te pido disculpas.
Él se rió.
–Bueno, soy el Profesor Chiflado en persona.
Y ella le sonrió. Le sonrió.
Súbita y cegadoramente. Sin reservas. Sin claroscuros. Nicholas vio a la chiquilla curiosa que había sido y a la mujer competente en la que se había convertido. Vio buen humor y vulnerabilidad, inteligencia y soledad. Y pasión.
Y él lo quería todo. Lo deseaba tanto, que se quedó sin aliento.
–Está bien, lo has conseguido –dijo ella, riendo–. Te perdono por ser millonario. ¿Satisfecho?
“Ni en un millón de años”, se dijo Nicholas para sus adentros.
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Capitulo 5.
Capitulo V
Su armonía no duró. Un cliente de pesadilla era siempre un cliente de pesadilla. Llevaban menos de una hora de viaje cuando _______ se dio cuenta.
–Tu itinerario –le dijo Nicholas. Circulaban por la autopista en su potente deportivo rojo. Él había cancelado los billetes de tren que ella había reservado–. He hecho unos cuantos cambios.
–¿Ah, sí? –preguntó __________ con frialdad.
–Sí, no me gusta alojarme en el centro de las ciudades. El tráfico no me deja dormir.
Ella miró sus anchos hombros y sus manos fuertes y relajadas, que descansaban sobre el volante.
–Ya veo que eres un manojo de nervios.
Él juntó las cejas, irritado.
–No. Si no queda más remedio, puedo soportarlo. Pero ¿para qué estar incómodo? He reservado habitaciones en hoteles rurales.
____________ suspiró.
–Pues no te dejarán dormir los búhos.
Él le lanzó una rápida mirada de soslayo.
–Estoy acostumbrado a los grillos de los pantanos de Luisiana –dijo con intensidad–. Es mucho más romántico, ¿no crees?
Ella miraba rígidamente de frente.
–El cliente eres tú –dijo secamente–. Haz lo que quieras.
–¿Para ti qué es romántico, _______ ________? Dime con qué sueñas.
–Con dormir en mi propia cama –dijo ella, espoleada. Y enseguida pensó: “No debería hacer dicho eso”.
La atmósfera del coche no podría haber sido más sofocante ni aunque hubieran estado en el porche de una casa, en una de esas tórridas noches de verano de Luisiana. ________ sintió que se le erizaba la piel, llena de turbación, y pensó con desánimo: “¿Qué me está pasando?”.
Por fin él dijo:
–Eso podría arreglarse, chère –y ella advirtió una sonrisa en su voz.
Aquel hombre era puro sexo sobre ruedas. El solo hecho de ir sentada a su lado en un espacio tan reducido hacía que la tensión sexual fuera densa como la mantequilla. Sin embargo, Nicholas no había dicho ni una sola cosa a la que ___________ pudiera poner objeciones. Ni siquiera le había preguntado si tenía novio. Todos los clientes que habían coqueteado con ella le preguntaban si tenía novio.
Él dijo con indolencia:
–¿Vives sola?
____________ sabía que sólo pretendía trabar conversación, pero no por ello carecía de importancia. Había llegado a una especie de punto de no retorno en su programa de autocontrol. Se volvió bruscamente en el asiento del coche y lo miró con irritación.
–Oye, mira, yo no salgo con clientes –anunció tajantemente–. Y, de todos modos, aparte del asunto de los millonarios, odio los coches y los ordenadores. Tengo una vida social plena y satisfactoria y el cómo viva no es asunto tuyo.
La sonrisa de Nicholas se hizo más amplia.
–Eso me parecía.
No se podía abofetear a un hombre que iba conduciendo, pensó __________ melancólicamente. Se hundió en el asiento y deseó que su pulso galopante se debiera únicamente a su enfado. Ningún hombre debía adivinar sus pensamientos tan claramente.
Y luego pensó: “Ninguno lo ha hecho hasta ahora”0.
Asombrada, sintió que su pulso se frenaba en seco.
Él preguntó, todavía con indolencia:
–¿Qué hacías en Bolonia?
–Estuve seis meses en la universidad –contestó ella. Estaba tan aturdida que ni siquiera pudo mentir, como solía.
“Tampoco se ha sentado nunca a mi lado un hombre que me haya hecho estremecerme de deseo con sólo reírse”.
–Fue un curso corto.
–No, nada de eso. Me escapé con una banda de rock –“qué más da que lo sepa. Quizás así deje de insistir”.
Pero él no le preguntó por la banda de rock.
–¿Y por qué en Bolonia?
–Mis abuelos viven allí. En Italia, se va a la universidad donde uno vive.
–¿Y no te gustó?
–Claro que sí. Estaba muy bien. Es una auténtica ciudad de estudiantes. Hay muchos clubes, bares estupendos, una música genial y librerías fantásticas.
–¿Y aun así te escapaste?
Sin darse cuenta, _____________ había agarrado con fuerza las solapas de su pulcra chaqueta gris. Relajó los dedos cuidadosamente.
–Me enamoré.
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Capitulo 6.
Capitulo VI
–¿Sabes? –dijo Nicholas al cabo de un momento–, tengo una teoría.
____________ luchó por ahuyentar el horror de sus recuerdos y procuró reponerse. A fin de cuentas, en un viaje largo había que hablar con el conductor, ¿no?
Así que intentó parecer interesada, incluso entusiasta.
–¿Ah, sí? ¿Qué clase de teoría?
–Que no tienes un problema con los millonarios. Tienes un problema con el amor.
–Ah –dijo ___________ con una voz muy distinta.
–Crees que sólo es para los jóvenes y los idiotas.
Ella se quedó sin habla.
–Sólo es una hipótesis –añadió su torturador–. Habrá que hacer un estudio de campo.
Ella se quedó mirando fijamente el asfalto, que refulgía al sol de la primavera. Los coches se sucedían en fila a lo largo de la gran curva que había frente a ellos, como un collar de perlas desiguales con muchas vueltas.
“Concéntrate en los coches. No dejes que te afecte”.
–Ni lo sueñes –dijo a través de unos labios helados.
–Yo tenía razón. Eres muy suspicaz –Nicholas parecía intrigado de nuevo.
–No, no lo soy. Pero no pienso discutir mi vida amorosa contigo.
–Me parece muy bien –contestó Nicholas con odiosa amabilidad–. De todos modos, prefiero investigar por mi cuenta.
__________ bajó la cabeza teñida de color naranja y comenzó a darse rítmicamente golpes contra el salpicadero.
Nicholas dejó escapar un sonido de preocupación.
–¿Te encuentras mal? ¿Quieres que paremos?
Ella dejó de darse golpes.
–¿Por qué a mí? –preguntó a los dioses.
–Bueno, la verdad es...
–Ni se te ocurre –replicó ella.
–¿El qué?
Los labios de _________ se deshelaron.
–Contestar. No digas nada en lo que queda de viaje. Eres el hombre más exasperante que he conocido nunca y ahora mismo preferiría estar en cualquier otra parte del mundo. Pero soy una profesional y durante los tres próximos días cumpliré con mi trabajo. Siempre y cuando no digas ni una palabra más.
Nicholas se echó a reír.
–Trato hecho.
Cumplió su palabra. Guardó silencio hasta que llegaron a Leeds.
Y, una vez allí, en el estudio de televisión, _________ comenzó a comprender exactamente qué clase de cliente de pesadilla tenía entre las manos.
Después de aquello, fue igual en todas partes. En cada programa de televisión, en cada emisora de radio. Siempre lo mismo. Ella escribía cuidadosamente un guión. Él lo ignoraba. Para las entrevistas por teléfono, ella preparaba los típicos cuestionarios. Incluso los revisaba por las noches, dependiendo de cómo hubiera ido el día. Pero, que ella supiera, Nicholas ni siquiera los leía.
Nicholas Jonas hacía las cosas a su modo.
Cierto, era bueno. Incluso bajo las luces de estudio, tan poco favorecedoras, seguía pareciendo un dios del averno. Y aquel encanto suyo, peligroso e indolente, traspasaba la cámara y clavaba sus colmillos. Incluso _________, que echaba humo, podía verlo.
Pero, al final, incluso la gente a la que Nicholas cautivaba comenzaba a escuchar lo que decía. Y no era nada diplomático con la gente que llamaba. Era preciso, entusiasta y divertido. Y muy, muy descortés
Sentada en el despacho del director de una cadena de televisión local, el penúltimo día de su viaje, _____________ dejó caer la cabeza entre las manos.
–Por favor, no dejes que diga eso –gimió.
–Crea polémica. Es bueno para los índices de audiencia –dijo un ayudante de producción, sonriendo–. Sobre todo, tratándose de un producto tan apetecible como éste.
–Se supone que tiene que convencer a alguien para que fabrique su coche, no desencadenar la Tercera Guerra Mundial.
El ayudante de producción prestó atención un momento a sus auriculares.
–Bien, los teléfonos están que arden. Tienes a toda a una celebridad en ciernes.
_____________ dio un respingo como si se hubiera quemado. Menos mal que Nicholas no estaba allí para verla, pensó. Habría olfateado algún misterio. Y desarrollado una de sus teorías. Y habría querido ponerla a prueba.
–Tengo más que una celebridad. Tengo un auténtico incordio.
Hablaba en serio. La cuestión era qué iba a hacer al respecto.
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Re: Los millonarios no cuentan. Nicholas Jonas.
Hola Nueva y Fiel Lectora!!
awww esta nove ya la he leido y fue con Joe
y ahhh ahora con Nick es tan genial!!
plis siguelaaaaaaa!!!
awww esta nove ya la he leido y fue con Joe
y ahhh ahora con Nick es tan genial!!
plis siguelaaaaaaa!!!
Karli Jonas
Capitulo 7.
Capitulo VII
__________ apenas podía contenerse cuando salieron a la cálida tarde de primavera.
“No hables enfadada. Piensa en el sol sobre los narcisos. Mantén la calma”, se decía.
–Creo que ha ido de maravilla –dijo alegremente el cliente de pesadilla mientras caminaban. Parecía que acababa de conquistar el planeta.
A su lado, ___________ apretó los dientes y contó hasta diez.
“No es posible que todo en él sea malo. Piensa en sus cualidades. Cuéntalas”.
Había muchas. Unos ojos castaños y enigmáticos que parecían danzar en los momentos más embarazosos. Unos hombros de ensueño. Ah, y era muy amigo del jefe. “Acuérdate de eso, ____________”.
Ahora, aquellos ojos castaños la miraban de soslayo.
–Evidentemente, no estás de acuerdo.
Ella contó de nuevo hasta diez. Pero no sirvió de nada.
–No, no ha ido de maravilla –su voz era tan comedida que vibraba–. Ha sido un desastre.
Él sonrió. __________ estaba furiosa.
Cualquier otro hombre se habría enfadado. A fin de cuentas, Nicholas estaba pagando mucho dinero por sus servicios. Los clientes esperaban que sus consultores en relaciones públicas fueran… en fin, buenos en las relaciones públicas. Lo cual incluía dar coba al cliente y a todo el que se pusiera por delante. Aquélla no era, sin embargo, la faceta de su trabajo que mejor se le daba a ___________, ni siquiera en las circunstancias ideales.
Y aquéllas distaban mucho de ser ideales. Llevaba tres días de gira con Nicholas Jonas, el guapo, el inventor, el millonario y (tal y como había aprendido a su propia costa) el inconformista. En toda su vida había hecho tantos esfuerzos por contenerse.
–Eres una perfeccionista –dijo él en tono conciliador. ¡En tono conciliador!
Se suponía que era ella la que tenía que mostrarse conciliadora. Y animosa. Y la que estaba al mando de la dichosa gira promocional.
Sin embargo, Nicholas Jonas, a pesar de sus dulces modales sureños, le había arrebatado el control. Y parecía estar pasándoselo en grande.
____________ procuró refrenar su ira. Fue un esfuerzo sobrehumano, pero lo consiguió. “Soy una profesional. Aunque Nicholas no lo sea”.
Él suspiró.
–¿Qué ha salido mal esta vez? Yo me he divertido.
______________ se paró en seco. El viento arrastraba las flores caídas de los cerezos por la calle del siglo XVIII. El cielo se había nublado. Gruesas gotas de lluvia se estrellaban sobre los adoquines de color miel, delante de ella. Pronto llovería con fuerza.
Pero a _______________ no le importaba. Estaba a punto de perder los estribos y lo sabía.
Clavó en Nicholas una mirada fija.
–Ya lo sé.
Él ladeó una ceja. Aquello le daba un aire asombrosamente sexy.
–¿Y bien? ¿Es que las relaciones públicas no pueden ser divertidas?
Ella respiró cuidadosamente.
–A la primera señora que llamó le dijiste que tenía que pedirle a su marido que le explicara el funcionamiento del motor de combustión –dijo con su voz más neutra–. Y al segundo le dijiste que era un tonto avaricioso.
Él no se inmutó.
–Lo conocía. Y es un tonto avaricioso.
____________ contó un poco más.
–Puede ser –aún parecía calmada. ¡Era asombroso!–. Pero insultar al público no es una buena política de relaciones públicas.
Él le lanzó su sonrisa cálida y maravillosa. Una sonrisa capaz de convertir a cualquier mujer por debajo de noventa años en un juguete mimoso. Un juguete mimoso y hambriento con la leyenda “Quiéreme, por favor” bordada en la camiseta.
_______________ ya había sido el juguete mimoso de un hombre, aunque no de Nicholas Jonas, naturalmente. Tenía tantas ganas de abofetearlo que se le transparentaban los nudillos de la mano con que agarraba su elegante maletín.
–Para eso te necesito –dijo con vehemencia el cliente de pesadilla–. Para que me des estos empujoncitos en la dirección adecuada.
Cualquiera que intentara desviar a Nicholas Jonas del camino que había elegido, pensó ____________, corría el riesgo de verse arrojado al espacio exterior.
–¿Que me necesitas? –preguntó con amargura–. Ignoras mis informes. Te ríes de mis propuestas. Y tiras por tierra todos mis planes. ¿Cómo puedes decir que me necesitas?
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Capitulo 8.
Capitulo VIII
–Claro que te necesito –dijo Nicholas con calma–. ¿Por qué, si no, iba a contratarte? Culp & Christopher es la agencia de relaciones públicas más cara de Londres.
________ lo miró con los ojos entornados.
–Y también la que está más de moda. Y la mejor.
Sus ojos chocaron.
Los labios de Nicholas se tensaron.
–Claro. Yo siempre compro lo mejor.
Había una prueba palpable de ello al otro lado del aparcamiento de la ciudad histórica, rodeado por un discreto seto. Destacaba incluso entre los aristocráticos Mercedes y los Land Rover. Era el Ferrari de Nicholas.
Era el único que había allí, desde luego. Y tan rojo que hacía daño a la vista.
Él siguió su mirada entrecerrada.
–Sólo las cosas de primera clase se hacen de encargo –dijo como si le diera la razón. Parecía divertido.
___________ levantó sus cejas elegantes. Eran muy finas y excelentes para aplastar a la gente.
–¿Se supone que eso es un cumplido?
–Es la pura verdad –le aseguró él, tan tranquilo–. Cuando gané mi primer millón, me hice una promesa. A partir de ahora, sólo comprarás lo mejor, Nicholas.
Hizo una pausa expectante.
__________ perdió los nervios. No pudo evitarlo. Él llevaba tres días provocándola sin descanso.
–A mí –dijo entre dientes– no me has comprado.
Él pareció sobresaltarse. Sólo por un instante, pero ya era algo.
Sin embargo, cambió las tornas de inmediato. ____________ ya debería haberse acostumbrado a ello. ¿Por qué siempre la pillaba por sorpresa?
–Claro que no –sus ojos castaños brillaban–. Sólo he comprado tu… eh… experiencia.
De algún modo se las ingenió para que aquello sonara ligeramente procaz. _________ estaba segura de que lo había hecho a propósito. Pero no podía hacer absolutamente nada por impedirlo.
El cliente siempre tenía razón. Al menos, eso era lo que le decía su jefe. Su jefe, el mejor amigo de Nicholas Jonas. La única razón por la que no podía dejarlo plantado, a pesar de aquella ofensa injustificada.
Bueno, no, no era la única razón. También había que tener en cuenta el respeto hacia una misma. Y la reputación profesional. Y la dificultad de hacer una buena campaña de relaciones públicas para publicitar un coche cuyo inventor, un donjuán, no se tomaba nada en serio, y menos aún su propia campaña promocional.
No, no podía desertar.
__________ se irguió en toda su estatura.
–¿Nos vamos? –dijo con frialdad.
–Claro.
Nicholas parecía casi desilusionado. Ella sabía que le gustaban las peleas. Otra razón para no marcharse.
Se acercaron al coche en silencio, en parte porque ____________ casi tenía que correr para mantenerse a su paso. Nicholas Jonas tenía unas piernas muy largas y no hacía concesiones a mujeres con tacones de aguja.
_________ apretó los dientes y no se quejó. Por orgullo, desde luego. Pero el orgullo era la única cosa que la hacía seguir adelante.
El cliente de pesadilla le abrió la puerta del coche y se retiró para dejarla subir. Ella le dedicó su sonrisa más profesional (la que iba a acompañada de luces de advertencia que parecían decir: “No te confundas conmigo”) y montó en el coche.
“Allá vamos, a por el siguiente viaje de pesadilla, camino de la siguiente ciudad”, pensó. “Nicholas (para sus adentros lo llamaba Nicholas; en voz alta, le costaba un arduo esfuerzo no llamarlo otras cosas) conducirá a mil por hora y se pasará todo el trayecto hablando de ahorrar combustibles fósiles. ¡Y luego dice que las mujeres somos unas inconsecuentes!”.
”Sigue siendo una profesional, ___________. Sigue siendo una profesional. Mañana volverás a Londres. Se acabaron los hombros anchos, los seductores ojos castaños y el empeño de torpedear tu campaña promocional”.
Tampoco pasaría más noches en vela. Esa noche, diría adiós a Nicholas Jonas para siempre. Y volvería a respirar.
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Capitulo 9.
Capitulo IX
Nicholas se montó en el Ferrari, a su lado. Pero tardó un momento en encender el motor.
__________ respiraba trabajosamente. El esfuerzo de mantener un silencio digno la hacía clavar las uñas en el cuero de su costoso maletín.
–¿Sabes que estás muy guapa cuando resoplas así? –dijo él pensativamente–. ¿Había algún dragón entre tus ancestros?
__________ se dio por vencida. A veces, no se podía ser profesional. Echó la cabeza hacia atrás y soltó un grito.
El cliente de pesadilla sonrió.
–Me gustan las mujeres capaces de liberarse.
Aquello era una provocación premeditada y __________ lo sabía. Intentó no replicar.
Al final, dijo con su voz más crispada:
–¿Quieres que ponga eso en las notas de prensa de mañana?
Vio con satisfacción que a él no le gustaba aquello. Nicholas no perdía la concentración. Durante aquellos tres días de forzosa intimidad, ___________ había aprendido que Nicholas Jonas jamás se distraía. Pero levantó una ceja.
–¿Para qué decírselo a la prensa?
–Porque a eso me dedico –________ tenía una paciencia infinita. Disfrutaba teniéndola–. Las relaciones públicas consisten en un noventa por ciento en informar a la prensa, de un modo u otro.
–En informarles sobre el coche –puntualizó él, inquieto–. No sobre mí.
Ella le lanzó una sonrisa astuta.
–Oh, pero tú eres mucho más interesante.
Aquello lo pondría nervioso, pensó. Borraría aquella media sonrisa de superioridad de su hermosa cara. Y ella podría anotarse un tanto en aquel juego endiablado al que la obligaba Nicholas.
Pero se equivocaba.
Hubo una pausa. Luego él dijo, pensativo:
–Tú no crees eso.
Y se recostó tranquilamente en su asiento, esperando a que ella se sonrojara.
___________ rechinó los dientes. ¿Qué podía hacer? Si decía que no, que no creía que fuera interesante, le daría la razón. Y si decía que sí, que lo encontraba más interesante que el dichoso coche, abriría la puerta a Dios sabía qué.
Quizás __________ se negara a admitirlo en ese instante, pero sabía que entre Nicholas Jonas y ella había una intensa atracción. Durante los tres días anteriores, él no había dicho ni una sola cosa a la que la mujer más pudorosa pudiera poner reparos. Pero ella reaccionaba a la mitad de las cosas que decía como si fueran invitaciones a llevársela a la cama.
Así que no, no iba a decir en voz alta que lo encontraba interesante. Lo cual suponía otra fácil victoria para Nicholas Jonas. De nuevo.
Pero tampoco iba a sonrojarse.
–Arranca –le aconsejó–. Tenemos sitios a los que ir. Gente a la que ver.
Él suspiró. Luego puso el Ferreri en marcha.
–Supongo que algún día me dirás la verdad, chère.
Ella se estremeció al pensarlo. La verdad, según su experiencia, era una bomba esperando a estallar. Sobre todo, en lo que se refería al sexo.
“Olvídalo. Hace años que no piensas en eso”.
Pero iban atravesando el suave paisaje de Somerset. Exactamente el lugar donde había descubierto el incendio que provocaban la verdad y el sexo cuando se mezclaban. Un incendio que había hecho arder su vida entera.
Procuraba no pensar nunca en aquello. Pero lo cierto era que la había cambiado para siempre. Y no quería, desde luego, que el astuto y juguetón Nicholas Jonas hurgara en lo que le había sucedido cinco años atrás.
Así que dijo:
–Está bien. Creo que eres un fenómeno. De veras –mostró los dientes en una sonrisa que era cien por cien hostilidad–. ¡Frikis del mundo, uníos!
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Capitulo 10.
Capitulo X
–¿Friki? –preguntó Nicholas. No parecía ofendido. Parecía intrigado.
Y era natural, ¿no? Seguramente nadie le había dicho antes que era aburrido, pensó _________. Y menos aún se lo habría dicho un empleado. Especialmente, si se trataba de una mujer.
Y de una mujer que iba a su lado en el coche, circulando por calles llenas de hojas primaverales y espinos en flor, en un deportivo rojo brillante que costaba muchos cientos de miles de dólares.
Era hora de que Nicholas Jonas aprendiera una lección o dos.
–Perdona –dijo __________ educadamente–. ¿Debería haber dicho “superfriki”?
La hermosa boca de Nicholas se tensó. Sólo un poco. Pero ___________ lo notó y sintió una pequeña satisfacción. Él llevaba días provocándola. Aquélla era la primera vez que lograba tomarse la revancha.
–Depende de lo que signifique exactamente ser un friki. A veces me pierdo con esas expresiones inglesas.
–Entonces, permíteme que te lo explique –dijo _________ con delectación–. Un friki no tiene tiempo para la gente. Está enamorado de su ordenador.
–Ya... veo –contestó él lentamente y con cierta frialdad.
No parecía muy contentó, pensó ___________. Y se dio un abrazo imaginario.
–¿Y un superfriki? –el parsimonioso acento de Nicholas se extendió como una hamaca al sol.
–En el caso de un superfriki, es el ordenador el que está enamorado de él –contestó ella, triunfante.
Él dio un respingo teatral.
–Sí, ya me habías dicho que no te gustan los ordenadores. No iba en broma, ¿no?
–Desde luego que no.
–¿Y dices que sólo tienes veintitrés años? –preguntó él, pensativo.
_________ no se inmutó.
–Yo también tuve mi época friki. Pero la superé.
–Eres tan inflexible... –dijo Nicholas, muy serio–. La gente necesita los ordenadores. Yo dirijo una compañía global y fabrico millones porque son necesarios.
–Yo los uso. Pero también tengo una vida.
Las hojas nuevas y brillantes se juntaban sobre sus cabezas. Iban atravesando un túnel de color verde dorado. Un encaje de sombras moteaba la carretera ante ellos. Nicholas aminoró la velocidad para concentrarse.
Quizá por eso parecía más irritable que de costumbre.
–Yo también tengo una vida. Soy un ciudadano del mundo.
–No, no lo eres – _____________ estaba lanzada.
–Te aseguro que lo soy –de pronto parecía haber acero en la voz suave de Nicholas–. Puedo sentirme cómodo en cualquier parte del mundo.
–Quieres decir que te sientes a tus anchas en cualquier parte del mundo donde haya un hotel internacional. Lo único que necesitas es un ordenador portátil y unas persianas que no dejen entrar la luz.
Salieron de las sombras entretejidas de los árboles a una extensa llanura. El coche cobró velocidad.
–Y un regulador de flujo eléctrico, no te olvides de eso –dijo Nicholas suavemente. Pero un músculo vibraba en su mejilla y sus manos se habían crispado sobre el volante–. ¿No crees que tu imagen de un fabricante de ordenadores está un poco anticuada? Es una sarta de tópicos.
____________ se estiró cómodamente.
–Lo que ocurre con los tópicos es que son tan ciertos que todo el mundo los utiliza constantemente.
Había hecho enfadar a Nicholas. No había duda de ello. Puso las manos detrás de la cabeza y empezó a silbar.
Y, por un delicioso instante, se dejó llevar.
–Los frikis –dijo pensativamente– son una especie interesante. Están encorvados por pasarse dieciocho horas al día inclinados sobre la pantalla del ordenador. Son muy pálidos, porque nunca salen a la calle. Y los que tienen éxito (y tú tienes mucho, ¿no?) tienen una mirada de locos obsesivos.
Hubo una pausa.
_________ pensó de repente: “Me he pasado”.
Nicholas no dijo nada. Pero detuvo el monstruo rojo delante de la cerca de entrada a una granja y se volvió hacia ella.
–Conque una mirada de locos obsesivos, ¿eh?
Los suyos no eran en absoluto de loco. Eran castaños, de densas pestañas y cálidos. Demasiado cálidos.
Durante los tres días anteriores,___________ los había visto reír. Los había visto derretirse. Incluso se había persuadido de que no la hacían derretirse a ella.
Pero nunca los había visto como en ese instante. Tan oscuros que eran casi negros. No había en ellos ni un destello de humor. Ni un asomo de seducción. Pero eran... intensos.
Muy, muy intensos. Demasiado intensos.
–Quizá no he debido decir eso –comenzó a decir–. Quiero decir que eres mi cliente. Yo… eh… mira, ¿me quieres…? –iba a decir “disculpar”, pero no tuvo ocasión.
Nicholas Jonas se inclinó hacia ella, la agarró de la barbilla con firmeza y le volvió la cabeza hacia él.
–Me alegra que me lo preguntes –murmuró.
Y la besó.
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Re: Los millonarios no cuentan. Nicholas Jonas.
OMJ!! tienes que seguirla plis!!
me encanta la nove!!
me encanta la nove!!
Karli Jonas
Re: Los millonarios no cuentan. Nicholas Jonas.
NUEVA LECTORA
SIGUELAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
SIGUELAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
yamijonas
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