"It's cool because we're just friends" (Harry Styles)

Y no supe que decir.
Últimamente pensaba que la vida me estaba jugando una mala pasada. ¿Por qué todos opinaban sobre Harry? ¿Por qué yo estaba confundida? ¿Por qué Harry era tan…Harry?
Me pasaba las horas a pesar de estar en compañía de alguien, indagando en mi cabeza en busca de alguna respuesta coherente y, como era de esperarse, nunca obtenía nada. Si seguía así iba a terminar en un terapia, pagándole a un tipo para que escuchara mis problemas y los interpretara según los relativos postulados de la teoría psicoanalítica. Eso definitivamente no estaba en mis planes a futuro. La pregunta giraba entonces a otro tema: ¿Cuáles eran mis expectativas para el tiempo próximo? Quedaban tan solo unos días para que las vacaciones acabaran y debiera volver al colegio, a cursar los pocos meses que me separaban del verano, de la universidad, de mi partida a Londres.
Decidí que si quería evitar pagarle a un loquero, lo único que podía hacer, al menos temporalmente, era evitar pensar en todas aquellas cosas que me incomodaban. Muy típica de mí la ingenuidad de creer que apartar los conflictos era una solución efectiva. A lo único que conllevaba era a que el nudo se hiciese más fuerte, más difícil de desatarlo llegado el inminente momento de afrontarlo.
Como decía antes, no respondí al comentario de Gemma y ella pareció entender que no era mi intención hablar del tema. Y ahora me pregunto que se habrá cruzado por su mentecita ante mi reacción. Como sea, eso no era importante ahora, sigamos con el proyecto “Evitar es curar el alma”; así lo había titulado para mí misma, como si fuese uno de esos libros de autoayuda.
Seguimos hablando de música, esta vez revisando las fechas de las giras que pasarían por Inglaterra en los meses siguientes. Para mi suerte, mamá llamó confirmando que mi retorno a casa era factible, así que me evité verle la cara a ustedes ya saben quién cuando volviera…con los labios hinchados de hacer vaya uno a saber qué con la puta de la vecina.
Gemm me acompañó a la puerta, tomé mi abrigo que yacía colgado en el perchero desde hacía un par de días y, tras despedirme con un cálido abrazo y un “llamame si los Jonas confirman la fecha del concierto”, emprendí las diez cuadras a casa como si no hubiese visto a mi familia por meses.
Me agradaba estar sola, siempre me había gustado. Supongo que son las consecuencias de ser hija única. Pero ahora más que nunca necesitaba esa soledad. Para pensar. Para tomar decisiones. Para ver que haría con mi vida, que se había vuelto más complicada que la de Maya, uno de mis personajes de la literatura favoritos, compuesto por la brillante Isabel Allende.
Me puse mis auriculares para evitar que los fantasmas de mi mente salieran a molestar y me desvié hasta un Dunkin’ Donuts; Starbucks quedaba demasiado lejos y unas donas glaseadas como las de Homero Simpson no me vendrían mal. Después de todo, ¿qué mejor que ahogar las penas en comida, no?
A pesar de mi cambio de rumbo, llegué a casa más rápido de lo esperado. Papá aún no había regresado del trabajo mientras que mamá disfrutaba de su serie favorita, Criminal Minds y tomaba un humeante té con miel.
Me interesó el capítulo del programa, que afortunadamente recién comenzaba por lo que opté por prepararme una infusión al igual que mi madre y sentarme junto a ella a pasar lo que, como broma familiar llamábamos “tiempo de calidad”. La única charla momentánea tuvo que ver con la televisión, con comentarios como “que desgraciado sin corazón” hablando del asesino o algún que otro “ojalá la Justicia realmente interviniera así”.
En cuanto el programa finalizó, mamá preguntó por mis días anteriores, en vista de que me había ido de mi casa hacía ya 48 horas. Me limité a decirle que había ido a tomar un café con Harry, cosa que no le sorprendió y que, como hacía un tiempo que no nos veíamos decidimos ver una película en su casa y luego se desató al tormenta. Luego le conté que había tenido una tarde de “Fangirling” con Gemma y que a continuación había vuelto a casa.
Sin más que hacer ella fue a preparar la cena mientras que yo me encerré en mi cuarto a revisar las últimas actualizaciones de mis amigos en las redes sociales. En realidad no les presté mucha atención, no tenía ganas; solamente quería evitar que las notificaciones se acumularan.

Y el día terminó sin nada más que fuese digno de contar. Papá llegó del trabajo, cenamos y me fui a dormir. Mañana iba a ser un largo día según lo que había leído en Facebook. Al parecer Marina, la prima de Aldi se mudaba con ella para poder empezar la universidad, y esa era una muy buena noticia.
Conocer a Aldi de toda la vida hacía que, por consecuencia Marina, Maru como le decíamos también fuera nuestra amiga aunque sólo la viéramos una vez al año cuando venía de visita desde Argentina. Fue justamente porque la extrañábamos, que decidimos organizarle una fiesta sorpresa de bienvenida. Dividimos las tareas entre todos, ya que los chicos también quisieron colaborar. Zayn se encargaría de la música. Aldi, por su parte prepararía para el almuerzo sus famosas pechuguitas de pollo a la plancha y Male la ayudaría con el postre, brownie con Oreo. Liam y Niall decorarían la sala de la casa de Aldi para la fiesta y Clari contrataría a los mariachis. Bueno no, lo de los mariachis es una broma; ella debía ir a comprarle a Maru un regalo de bienvenida.
Para mi desgracia, me tocó compartir mi tarea con la persona a quien menos deseaba ver después de la tarde de ayer. Yo estaba encargada de distraer a Marina para que no pensara que su prima no iba a recibirla al aeropuerto. Y Harry, bueno, él era básicamente mi chofer, ya que yo no puedo manejar. Genial, una hora y media hasta el aeropuerto encerrada en un auto con él. Fabuloso.
Se suponía que el vuelo llegaría a las 6 de la tarde, por lo que si pretendíamos llegar con tiempo a nuestro favor tendríamos que salir a las 4. A esa hora yo ya estaba sentada en el hall de mi casa esperando a Voldemort, como había decidido llamarlo para no decir su nombre.
Y se hicieron las 4 y media.
Pasaron las 5 menos veinte.
Estaba marcando el número del la empresa de Taxis para irme sola cuando tocó bocina. Guardé mi teléfono y salí con la cara de perro más espantosa de la historia. Definitivamente un pitbull se veía más feliz que yo en ese momento. Subí a su auto y cerré la puerta de un golpe, cosa que obviamente le molestó
-¡Pará un poco flaca! Me vas a pagar vos el mecánico si la rompes!-
Indignada por su mala contestación le respondí peor.-¡Hubieses pensado en tu estúpido autito hace una hora cuando tenías que haber pasado por mí! ¡Ojalá no hubieses venido, ahora vamos a llegar tarde! ¡Arrancá idiota! ¿Qué esperás? ¿Qué el motor se encienda solo?- Supongo que sintió algo de culpa, porque no me respondió y por fin emprendimos el viaje. Por lo menos no había tanto tránsito….de lo contrario lo asesinaría.
-¿Podés bajar un poco la velocidad? Yo no tengo la culpa de que a vos se te haya hecho tarde. Nos vas a matar – le dije ya a la mitad del camino, después de haber permanecido en silencio por más de media hora. Esa fue la gota que derramó el vaso.
-A ver Mariana, ¿me querés decir qué carajo te pasa? Te debe haber venido, estás re histérica. –
¿Con qué derecho me decía eso? Ahí nomás le contesté - ¿Histérica yo? Solamente quiero cumplir con mi trabajo de ir a buscar a una de mis mejores amigas al aeropuerto, pero al parecer vos querés boicotear todo. Si vos estabas teniendo sexo con Stacy y se te hizo tarde yo no tengo la culpa, así que el histérica guárdatelo para ella por favor – Y el inútil lo único que hizo fue mirarme. Levantó una ceja, me dedicó una sonrisa torcida y negó con la cabeza.
Más molesta aún le volví a gritar.-¡¿Y a vos que mierda te pasa?! –
El solo se rió, volvió a negar y respondió – nada, nada –
Bufé y me di vuelta hacia la ventana para no verle más la cara. El resto del viaje fue en un completo silencio. Como era de esperarse llegamos tarde y tuvo que dejarme bajar antes de ir a buscar un lugar en el estacionamiento. Entré corriendo, rogando que Marina aún estuviera haciendo los trámites migratorios, no podía quedar como una irresponsable por culpa de Voldem…dijo Harry. Para mi bendición el vuelo estaba demorado 15 minutos.
En ese tiempo llegó el tarado con las llaves del auto en la mano, aunque no era eso lo que debería estar sujetando. Aquí vamos otra vez.
Traté de sonar lo más amable posible porque todavía tenía que aguantármelo un rato bastante largo - ¿Trajiste el cartel?- le pregunté y por su expresión estaba dicho que no tenía ni idea de a qué me refería. –El cartel Harry! El que tenía que decir “Bienvenida Marina” para que ella nos encontrara. Aldi te dijo hoy a la mañana –
Miró para todos lados como buscando ayuda de un amigo imaginario y se rascó la cabeza –yo….perdón, me olvidé – habló con la mirada perdida en la mugre de sus converse que alguna vez fueron blancas.
-Era obvio – le dije – Quedate acá por si dicen algo del vuelo de Maru, voy a ver si alguien me presta un papel y un fibrón. – y acto seguido me fui a un negocio de recuerdos y souvenirs y la empleada muy amablemente me prestó lo que necesitaba. Aproveché el mostrador para apoyar la hoja, le devolví el marcador y volví a mi asiento a esperar a mi amiga.