Change my world {HS}

5. No es coincidencia.

-¿Entonces… te gusta? –preguntó Alex, al otro lado del teléfono.
-Ya te dije que no, simplemente me intriga el porqué se adaptó tan rápidamente a nosotros, y quiero conocerlo más, quizá podemos llegar a ser buenos amigos –le respondió por cuarta vez Paulette.
-Claro, amigos. Escucha, debo irme, unos chicos que conocí aquí me invitaron a cenar y bueno, debo prepararme. Te Quiero mocosa. Eres la mejor.
-Sí, claro. Ya me cambiaste. Esto es terrible, te succionaron el cerebro esos ricos.
-Paulette… -dijo con un tono de advertencia. –Me tengo que ir. Te Quiero. –y colgó, sin dar tiempo a su amiga para responder.
La chica se recostó en su cama y comenzó a pensar en todo lo que hicieron ese día. Lo había pasado muy bien, e incluso se había olvidado un poco de la situación y del hecho de que su mejor amigo este lejos. Pero algo no salía de su cabeza.
Harry.
Era como si el ruloso hubiera decidido quedarse a vivir en su cerebro, pues no salía. Extraño, porque no habían tenido ningún tipo de conversación en la que estuvieran solos, siempre había alguien más, pero de igual forma había algo en Harry que le producía mucha curiosidad. Y como buena Horan, decidió que lo averiguaría.

***

-Harry, ¿estás listo? –gritó Gemma desde el primer piso.
-Si… -dijo bajando las escaleras –solo, necesito ayuda con la corbata.
-Ven acá –Gemma se acerco al ruloso y comenzó a hacerle el nudo de la corbata. –Creí que todos los ricos usaban todo el tiempo estas cosas.
-Pues, digamos que no soy el típico rico.
-Ya lo veremos. –dijo Gemma con una expresión divertida en el rostro, pues sabía perfectamente que Harry estaba acostumbrado a cenar en lugares muy caros, y esa no era precisamente la descripción del lugar al que irían con Des.
Cuando llegó Des, los tres se dirigieron a la bahía de Londres. Una zona mercante, donde vendían productos marinos y cosas por el estilo. Harry jamás, en toda su vida había estado por esa zona, la parte más sur de la ciudad, y que daba directamente al puerto. Se sorprendió mucho al ver que, a pesar de ser muy tarde en la noche, había varios locales donde vendían comida y productos del mar.
-Bien, muero de hambre –dijo Des cuando ya se habían instalado en una mesa.
El lugar era el típico restaurante de los puertos, pequeño y acogedor, con un impregnan te aroma a comida. Las paredes estaban decoradas con un color azul claro, acompañadas de pequeños cuadros con imágenes de barcos en medio del océano o puestas de sol. Todas las mesas estaban decoradas de la misma forma, un mantel blanco, simple y sencillo, y sobre este había un pequeño canasto que contenía sal, aceite y vinagreta.
-Harry –comenzó hablando el señor Styles, luego de haber ordenado. –Bueno, esto es extraño, tanto para ti como para nosotros. Y la verdad… me gustaría saber de ti. –concluyó bastante nervioso.
-Bueno, em… tengo 17 años, el próximo año planeo entrar a Cambridge u Oxford a estudiar economía o leyes, aun no lo decido. Emm… me gusta jugar al golf, em… ¿Por qué no me hacen ustedes las preguntas y yo las respondo? –dijo bastante nervioso, lo que menos le gustaba es hablar de él.
-Bien yo quiero saber si tienes novia –dijo Gemma, mirándolo pícaramente.
-No, mi última novia fue hace cuatro meses, y terminamos porque me engañó
-Lo siento.
-No importa –dijo Harry, quitándole importancia al asunto, pues para él eso ya había sido superado.
Siguieron conversando tranquilamente como si se conocieran de toda la vida. Des y Gemma llenaban de preguntas a Harry, y este las respondía tranquilamente. Cualquiera que los hubiera visto sin saber nada de su situación diría que eran una familia unida.
-No puedo creer que te hicieran actuar de hada –dijo Gemma entre risas- es lo más divertido que jamás escuche ¡Puedo imaginarte vestido como una! –gritó.
-¿Y porque no hiciste nada por impedirlo? –le preguntó Des un poco más calmado, pero aun así riéndose del ruloso.
-No lo sé –dijo Harry, mientras se limpiaba las pequeñas lágrimas que salían de sus ojos.
-Jamás me había reído tanto.
-Ni yo.
-Claro, ustedes se ríen de mí. Pero ni se imaginan que fui el hada más linda de la obra.
Todos comenzaron a reír nuevamente. Se sentían a gusto y cómodos los unos con los otros. Ya habían terminado de comer, y mientras esperaban el postre Des dirigió su mirada a la puerta de entrada mientras la familia Horan entraba al restaurante.
-¡Horans! –gritó Gemma para así llamar la atención de los mellizos. Harry al escuchar ese apellido se giró rápidamente y observó como la familia se acercaba lentamente.
-¡Que sorpresa! –dijo Maura, la madre de Niall y Paulette.
-¿Cómo estás? –preguntó Des cortésmente.
-Pues bien, decidí sacar a estos chicos a cenar mientras que Greg y su padre están de campamento. –dijo la mujer mientras tomaba asiento a un lado de Des. Niall se ubicó al lado de Gemma y Paulette al de Harry. –Tu debes ser el hijo de la familia Kessel ¿no?
-Styles –dijo Des, interrumpiendo la auto presentación de Harry. –Es un Styles, Maura.
-Claro, cierto, lo siento. A veces soy un poco despistada.
Mientras todos comenzaban animadamente, Harry comenzó a analizar las palabras de Des. Estaba claro que él no es un Styles, sino un Kessel. Pero increíblemente sintió una calidez en el estomago cuando su padre biológico dijo eso.
-Disculpa a mama –dijo Paulette en un susurro. –A veces no sabe lo que dice.
-No te preocupes –susurró Harry. –De hecho… nada, olvídalo.
-A no, ahora me dices, Hazza.
Harry simplemente la miró con curiosidad. Gemma había inventado ese apodo la noche anterior, y nadie más que ella lo había usado, solo esa vez. Pero no dijo nada.
-Me gustó que Des dijera que soy un Styles –dijo susurrando aun más bajo, y acercándose mucho más a la chica –Me sentí aceptado.
Paulette simplemente le sonrió, y le tomo la mano levemente por debajo de la mesa. Lo que dijo el ruloso le produjo mucha ternura.
Harry comenzó a sonrojarse levemente al sentir el tacto de la castaña sobre su mano. Jamás creyó posible que ella hiciera algo así pues no habían hablado nunca a solas. No creyó tener ese tipo de confianza con ella, pero aun así no retiro la mano, pues se sentía bastante a gusto y mucho más relajado. Siguieron conversando como si nada pasara. La sesión de preguntas hacia Harry fue retomada, y ahora se les habían unido tres nuevos participantes.
El ruloso respondía absolutamente todo, y con el paso de los minutos, y sin darse cuenta, comenzó a acariciar levemente la mano de Paulette. Lo que produjo en la castaña una ola de nuevas sensaciones, que no había experimentado nunca antes.
Quizá Alex tenía razón, y si le gustaba un poco el ruloso.