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La vida siempre te marcará objetivos para que los vayas cumpliendo. Tú eres quien decide si quedarte sentado esperando que llegue tu oportunidad o salir a conseguirlo. Yo soy de las personas de la segunda opción, ¿El inconveniente? Las oportunidades no llegan a fluir a mi alrededor.

                                           
-¿Podrías hacerme un favor y darte más prisa? -Era él, mi hermano tan comprensible como siempre.
-No seas tan molesto, ya casi estoy. -Bajaba las escaleras dando trotes, llevando en mi mano la mochila para el día de clases. Llegué a la entrada, giré mi cabeza a mis dos costados para luego fijar mi mirada en Thomas.
-¿Y papá? -Pregunté temiendo la respuesta.
-Mejor no preguntes. Vamos. -Hizo una señal con su cabeza para ya salir de casa y adentrarnos en su coche rumbo a nuestra rutina de cada mañana.
Hosttins no era un lugar del cual caían muchas críticas es una ciudad pequeña donde cualquier pandilla urbana escondida en algún callejón sale a la luz por la madrugada. Conozco a todos, exacto, no soy una niña de papá, ni una  delincuente perdida en el abismo, pertenezco a mi mundo, a mis pensamientos, a mí misma. Cómo definiría yo, una chica de paso por esta vida.

                           
-Cien años de soledad. -comienzó a explicar la profesora con aquel libro en la mano.- Es una obra de Gabriel García Márquez, el cual narra la historia de una familia los Buendía, que a través de los siglos han vivido en una aldea que ellos mismos fundaron llamado Macondo, ubicada en un sitio geográfico perdido en el tiempo y el espacio. -Sus charlas de cada clase eran las que más me hacían reflexionar o lograr un día en mis pensamientos.-¿Qué opina usted señorita Williams? - Parpadee levantando mi mirada hacia ella.
-¿Perdón?
-Cien años de soledad, ¿cuál es su opinión? -Dijo mostrando el libro. Notaba todas las miradas de la clase puestas en mí esperando una respuesta razonable de las mías. Por eso lograba destacar en los frecuentes debates contra la profesora. Carraspeé mi garganta mientras separaba lentamente mis labios.
-Es una obra fantástica y compleja, sacada de la realidad. El fundador del realismo mágico hace la obra del ciclo repetitivo de la costumbre de poner a los hijos el mismo nombre de los padres, de las condenas...etc. Además es la misma historia de muchos pueblos que en la realidad están sumergidos en el olvido y condenados a sobrevivir con sus propias normas, así como los Buendía o incluso gente atrapada en su brutal rutina... -Terminé por decir. El rostro de la profesora se encontraba pensativo, nada nuevo, mientras que la clase se llena de ciertos murmullos. Nuevamente una guerra entre nosotras había comenzado.

El timbre sonó dejándolos los siguientes 20 minutos libres. Me reuní con Dan, una vecina mía, suele ser criticada por tener un nombre de chico y quizás, es por eso que sea una culebra con dientes, pero, es mi transporte para llegar a casa.

-¿Hoy te espero a la salida?
-Claro, como siempre. -Le sonreí mientras guardaba mis libros en mi taquilla.
-Hasta luego. -Me despedí de ella para que luego se alejara.
-Hombre pero mira quién tenemos aquí. - Gire sobre mis tobillos para encontrarme con una melena pelirroja y dos púrpuras a sus costados, las llamaban las tricolores.
-Clarie, chicas, un gusto veros. -Cerré mi taquilla apoyándome sobre ella con mis brazos cruzados.
-Dile a tu hermano que está invitado a la fiesta del sábado. -Pasó por mi lado seguido de las púrpura. Volví a girar sobre mis tobillos observándola detenidamente. -Si quieres tú también puedes venir, pero por favor. -Me miró de arriba abajo.-Controlate.
-¿Perdón? -Apreté ligeramente mis puños.
-Ya sabes Williams, no me dejes en evidencia. No me gustan mucho los bichos en mis fiestas, controlate. -Comenzó a reír mientras sus amigas la seguían. Apreté más fuerte mis puños, había llegado demasiado lejos con sus malditas burlas. Di un paso hacia ella agarrando fuertemente su brazo. Pude notar su mirada aturdida pero a la vez furiosa sobre mí. Hizo fuerza para poder soltarse de mí pero enseguida me coloqué encima de ella sobre el suelo. Arañazos sin marca aparecian sobre mis brazos mientras yo intentaba darle un puñetazo, que logre darle en la puntiaguda nariz que tenía. Cuando los profesores no se pararon su nariz no paraba de sangrar al igual que mi labio.
-¿Qué demonios está pasando aquí? -Gritó al profesor que me sujetaba.
-Ella fue quien empezó.
-Tú fuiste que me provocaste. -Grité de furia.
-Srta Hall, vaya  a la enfermería a que le miren esa nariz. -Ella asintió alejándose junto con las púrpuras. El profesor me agarró del brazo para sacarme del coro de multitud que se había formado a nuestro alrededor.

-¿Se puede saber qué haces Williams? -Me soltó cuando nos alejamos del grupo.
-Ha sido ella Robert, de nuevo con sus estúpidos comentarios.-Este se llevó sus manos a su cintura negando con su cabeza.-Pero claro, es lo que más dará, si llegara su papá con su dinero para este colegio. El dinero lo maneja todo aquí ¿verdad?
-No quiero oír más, por el momento, te quedarás después de clases en  la sala de castigados. -Mi mandíbula cayó sola ante aquello. Antes de que pudiera protestar este ya se había marchado.
-Mierda..


-Qué gusto tenerla aquí, señorita Williams. -Mostró una sonrisa mi profesora de literatura nada más que entré en la sala. Hoy estaba vacía.
-No se ilusione profesora, es un error que esté yo aquí. -Ocupe una mesa en la segunda fila.
-Y eso es porque.. -Cuando estuve a punto de hablar, se escucharon unos golpecitos en la puerta que hicieron que llevarámos nuestras miradas hacia allí.
-Profesora, ¿recuerda de lo que teníamos pendiente? -Dijo aquel chico tatuado.
-Ahora no Zayn, estoy ocupada.
-¿Esta niña no debería estar en su casa? - Se refería a mí. Perfecto.
-Esta niña tiene que estar aquí ahora mismo.
-¿Hola? Esta niña tiene nombre. -Interrumpí.
-¿A quién le importa? -Contestó él.
-A mí, imbécil. -Le miré retandole. En mirada cambió rápidamente, algo que me hizo sonreír al instante.
-Muy bien Spears, puedes irte. -Asentí levantándome mientras llevaba mi mochila a uno de mis hombros.
-Adiós Pear.. - Dijo el chico tatuado mientras pasaba por su lado.


-¿Qué haces aquí? -Pregunté sorprendida de encontrarme a mi hermano sentado en el porche de nuestra casa.
-No tengo llaves, ¿y tú?
-Me acaba de traer Michael, nunca traigo llaves.
-Pues deberías. - solte un suspiro cansado mientras me sentaba a su lado.
-¿Y papá? -Me dedicó una mirada, la cual me decía todo, bajé mi mirada. -¿Piensas que algún día todo esto acabará?
-No soy yo quién tiene la respuesta a eso.