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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Luna de miel de un millonario (Nick y Tu)[TERMINADA]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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De quien quereis que sea la próxima novela?
Re: Luna de miel de un millonario (Nick y Tu)[TERMINADA]
Awww que bella Danielle! De verdad la amoo!
Jajajajajajaja! Me guataria saber que pasara en esa cena!
SIGUELAAAA :D Amooo esta noveeee!!
Jajajajajajaja! Me guataria saber que pasara en esa cena!
SIGUELAAAA :D Amooo esta noveeee!!
Dayi_JonasLove!*
Re: Luna de miel de un millonario (Nick y Tu)[TERMINADA]
malaaaaaaa como la dejas ahi :crybaby: :crybaby: :crybaby: :crybaby: :crybaby:
sigueeeeeeeeeeeeeee
sigueeeeeeeeeeeeeee
karliss_jonatiika <3
Re: Luna de miel de un millonario (Nick y Tu)[TERMINADA]
em.. ejeem.. NUEVA LECTTORAA.!
aaa lsiguel ame gustta mucho esta
novelaa! woow qiiero cap!
cuando lo0 pondras espero
qe prontto xq si no mee voy a suicidar
jaajaa es brooma o noo..? :face:
0okkk ya cap
aaa lsiguel ame gustta mucho esta
novelaa! woow qiiero cap!
cuando lo0 pondras espero
qe prontto xq si no mee voy a suicidar
jaajaa es brooma o noo..? :face:
0okkk ya cap
Invitado
Invitado
Re: Luna de miel de un millonario (Nick y Tu)[TERMINADA]
please siguel ame encanta tu nove
Invitado
Invitado
Re: Luna de miel de un millonario (Nick y Tu)[TERMINADA]
Capítulo 16
«Mejor me habría quedado en casa», pensó Nick, sombrío, a los pocos minutos de llegar a casa de Kevin. Antes habría soportado el frío menosprecio de Roberta que la penetrante mirada de Danielle.
Pero esa noche no le quedaba más remedio que aguantar aquella mirada. Y el interrogatorio nada sutil al que lo estaban sometiendo sobre lo que realmente había ocurrido en Dream Island.
—Lo siento, amigos —dijo nada más apurar su primera copa de vino, la del aperitivo—. Habéis sido muy amables al invitarme a venir esta noche, pero lo cierto es que no me apetece mucho hablar, y cenar tampoco, la verdad. Así que será mejor que me vaya a casa…
Bellevue Hill no quedaba lejos de la mansión que Kevin había adquirido en Bondi.
—No seas estúpido —protestó inmediatamente Kevin—. Mira, no vamos a continuar interrogándote, ¿verdad, Danielle? No te vayas. Tómate otra copa —y se la rellenó.
Nick suspiró.
—No sé si lo entiendes. Kevin.
—Yo sí —dijo Danielle, suavizando la expresión de su mirada por primera vez en toda la tarde—. Tú quieres a ___________, ¿verdad?
—Más de lo que nunca habría creído posible.
—Entonces tienes razón —repuso ella—. No deberías quedarte aquí esta noche. Debería ir buscarla a casa de sus padres y decírselo ya.
—¿Qué? Dios mío. Danielle. ¿Cómo podría hacer una cosa así? ___________ me odia.
—No, no te odia. Hoy estuve comiendo con ella y no te odia en absoluto. Es justo lo contrario, de hecho.
El corazón empezó a latirle tan rápidamente que hasta le martillearon los oídos.
—¿Todavía me quiere?
—Sí.
—¿Pero cómo es posible, después de todo lo que le he hecho?
—Porque es ___________, por eso. Porque es buena, amable y generosa. Ella no se venga, Nick. Nunca. Y tampoco es mentirosa. La única razón por la que continuó tomando la píldora fue porque no podía soportar la perspectiva de volver a tener otro hijo tan pronto. Después de todo, sólo han pasado tres meses. Probablemente tenía demasiado miedo de decírtelo. Tú puedes llegar a ser bastante intimidante, Nick, sobre todo para alguien como ___________.
Nick se la quedó mirando durante un buen rato, hasta que finalmente negó con la cabeza.
—Si lo que me estás diciendo es cierto, entonces es imposible que pueda seguir queriéndome. No después de la manera en que me he comportado.
—El amor no es algo que muera fácilmente. Al menos el verdadero amor.
—¡Pero ella no me creería si de repente le dijera que la amo! —gruñó—. Pensaría que se trataría de una mentira más.
Danielle se encogió de hombros.
—Entonces tendrás que convencerla. Al fin y al cabo, ¿qué tienes que perder?
Nick se volvió hacia Kevin, buscando su opinión.
—Kevin. ¿Qué dices tú?¿Crees que tengo alguna oportunidad?
—Yo nunca te he visto rechazar un desafío, amigo. Si realmente amas a ___________ como yo amo a Danielle, nada excepto la muerte podrá impedirte que intentes recuperarla.
—¡Dios mío, tienes razón! —exclamó Nick, saltando con un resorte de la silla.
—Entiendo que ya no vas a quedarte a cenar —dijo Kevin, irónico.
Nick ya se dirigía hacia la puerta.
—Lo siento, amigo —le dijo por encima del hombro, sin detenerse—. Tendremos que dejarlo para otra ocasión.
—¿Crees que debería haberle contado también lo de esas pinturas? —le preguntó Danielle a su marido, una vez que Nick se hubo marchado.
—¿No te parece que ya has hablado bastante por una noche?
Danielle se ruborizó.
—Tenía que hacer algo. Parecía tan triste, Kevin. Triste y derrotado. Nunca lo había visto así antes.
—Es que nunca antes había estado enamorado.
—Tú dijiste que había estado enamorado de Miley Foster.
—Bah, eso sólo fue deseo —de repente Kevin se acordó de la cita que Miley había concertado con Nick para ese miércoles. Confiaba en que no fuera a causarle problemas.
—¿Qué te pasa? —le preguntó Danielle, preocupada. Rusell pensó en contárselo, pero luego cambió de idea.
—Nada. Sólo espero que las cosas se solucionen para estos dos, eso es todo.
Nick se dirigió derecho a Woolahra. Para cuando aparcó frente a la casa de los Donnelly, un fuego le quemaba las entrañas. Lanzó una mirada nerviosa a la casa. Incluso aunque ___________ lo amara, algo que dudaba seriamente, estaba seguro de que ni ella ni sus padres lo recibirían con los brazos abiertos.
Una mirada al espejo retrovisor le descubrió unos ojos irritados y una barba de dos días. Esa mañana no había tenido fuerzas para afeitarse, después de unas pocas horas de sueño. Afortunadamente, llevaba la ropa limpia y sin arrugas. Apretando los dientes, bajó del coche y subió los escalones del portal. Había luz en el piso superior.
El timbre resonó en el silencio, pero no oyó pasos. A la segunda llamada, sí que oyó a alguien acercarse.
La puerta se abrió de golpe y allí estaba su ___________, radiante con aquel vestido amarillo que recordaba haberle comprado una vez, pero que ella nunca se había puesto. Llevaba el cabello recogido en un elegante moño francés y lucía unos pendientes de perla. Iba poco maquillada, con un toque de brillo en los labios.
Durante un instante que a Nick se le hizo eterno. ___________ no pronunció una sola palabra. Simplemente se lo quedó mirando.
Pero por lo menos no le había insultado. Eso le infundió una cierta confianza.
—Necesito hablar contigo, ___________ —le dijo al fin—. ¿Puedo entrar?
Un brillo de alarma asomó a sus enormes ojos castaños.
—Mis padres no están en casa.
Nick frunció el ceño, extrañado. Sonaba, y parecía, como si tuviera miedo. Seguro que no podía temer que fuera a cometer algún acto violento contra ella… Nunca le haría el menor daño. ¡Jamás!
___________ intentó tranquilizarse, pero fue imposible. No podía creer que Nick estuviera allí, delante de ella… Y tampoco podía dar crédito a la irracional alegría que había experimentado nada más verlo.
Había estado arriba, en su habitación, intentando trabajar con entusiasmo en lo que Nathan le había aconsejado: pintar más desnudos. Pero, para su sorpresa, había descubierto que no quería hacerlo. Aquellas dos obras habían sido auténticas excepciones, la expresión artística de un terrible sufrimiento. Algo extremadamente privado. Acababa de decidir que al día siguiente telefonearía a Nathan para que las retirara del escaparte cuando de repente sonó el timbre. Y ahora la razón de todo aquel sufrimiento estaba frente a ella, deseando hablar. El mismo hombre que le había impedido explicarse, que le había prohibido que le dirigiera siquiera la palabra. El mismo hombre que la había expulsado de la isla, de su casa, de su vida.
Una mirada a su expresión decidida le confirmó que había ido a buscarla para que volviera con él. Y lo más aterrador de todo era lo mucho que le entusiasmaba la perspectiva. «¿Es que nunca aprenderás?», le reprochó una voz interior.
—¿Qué demonios estás haciendo aquí?
—Vengo de casa de Kevin y de Danielle…
—¡Oh, no! —exclamó ___________, consternada—. Ella te lo dijo, ¿verdad? Lo de las pinturas.
—Yo sé nada de ninguna pintura —replicó—. Lo que me dijo Danielle es que todavía me amas.
—¿Qué? ¿Cómo se ha atrevido a decirte algo así?
—Pues porque te quiere. Como yo.
—Oh, sí, ya vi lo mucho que me querías cuando encontraste esas píldoras. Tuviste una manera muy extraña de demostrármelo, Nick Jonas.
—Te pido disculpas por mi comportamiento, ___________ —continuó con un tono sorprendentemente sincero.
Una vez más, ___________ se recordó lo hábil que era mintiendo…
—Debí haberte dejado que te explicaras.
«Desde luego», pronunció para sus adentros, furiosa.
—Mi única excusa es que cuando encontré esas píldoras, fue como si de repente me hubieran transportado al pasado…
Aquello sí que la sorprendió.
—¿Me estás diciendo que Miley Foster también estuvo tomando la píldora? ¿Qué habría podido tener hijos si hubiera querido?
—Peor que eso. Fingió que deseaba tener un bebé cuando, durante todo el tiempo, sabía que no podía. Incluso antes de casamos. Me enfurecí cuando lo descubrí. Yo creía que me amaba. Como yo la amaba a ella.
___________ se lo quedó mirando con la boca abierta.
—¿Qué tú la amabas? Pero yo creía que… —lo había creído incapaz de amar. Había pensado que sólo se había casado con aquella mujer para tener hijos al igual que había hecho con ella.
—Bueno, eso creía yo en aquel entonces. Ahora no, porque ahora sé lo que es el amor verdadero. Es lo que siento por ti. ___________. Por eso me puse hecho una furia cuando pensé que sólo habías aceptado mi propuesta de luna de miel para vengarte. Me dolió tanto, que me cegué.
___________ seguía desconfiando. Demasiadas veces le había dicho que la amaba.
—No te culparé si no me crees —continuó él—. O si aún me sigues odiando.
No lo odiaba. «Aunque debería», pensó, furiosa. Irguió los hombros. No iba a dejarse manipular esa vez. ¡Ya no!
—¿Vas a invitarme a entrar? Me estoy quedando frío aquí fuera.
—Está bien… —rezongó.
Lo llevó a la cocina-comedor de la parte trasera de la casa. No quiso llevarlo al salón, para no sentarse en el sofá con él. Todavía temía que Nick intentara aprovecharse de ella en el terreno sexual.
No podía permitirse confiar en él. Punto.
—Siéntate —le dijo, señalándole la mesa de la cocina—. ¿Te apetece té o café?
«Lo que quiero», pensó Nick, «es que dejes de comportarte como si fuera a abalanzarme sobre ti. El sexo es lo último que tengo en la cabeza en este momento».
—Un café estaría bien.
La observó mientras hacía el café y pensó en todas las otras ocasiones en que le había visto hacer lo mismo durante su corto matrimonio. Era una mujer muy casera. La clase de chica buena, dulce y hogareña que un hombre como él podría sentirse tentado de no valorar adecuadamente.
Eso era precisamente lo que había hecho con la mujer que amaba. Y no volvería a ocurrir.
—Gracias —le dijo cuando ella le puso la taza delante, junto con un pedazo de pastel de zanahoria.
—Mamá es una buena cocinera —comentó ___________ en respuesta al elogio que él le hizo sobre el pastel.
—¿Mamá? —alzó la mirada, frunciendo el ceño. Ella no se había sentado a la mesa, sino que se había quedado de pie, apoyada en la encimera, con los brazos cruzados—. Tú siempre la llamas «madre».
—Decidí de dejar de llamar «padre» y «madre» a mis padres de una vez. No después de lo buenos y cariñosos que han sido conmigo en mi situación actual. Así que ahora son «papá» y «mamá» —explicó—. Mamá se ha portado maravillosamente.
—Dudo que esté igual de contenta conmigo —murmuró Nick—. ¿Dónde están, por cierto?
—Ha salido a cenar. Una cita romántica.
—¿Una cita romántica? —Nick no podía estar más sorprendido. No era ningún secreto que la señora Donnelly llevaba los pantalones en la familia. No se los podía imaginar saliendo a cenar juntos en plan romántico.
—Ahora se llevan mucho mejor. Seguramente gracias a que papá ha demostrado una gran astucia en los negocios y ha conseguido hacer mucho dinero… —explicó con tono irónico.
—¿Tu padre? ¡Pero si siempre ha sido un hombre acaudalado! —Nick lo sabía porque había investigado el estatus financiero de Henry Donnelly antes de tomar la decisión de casarse con ___________.
Lo cual le provocó un remordimiento de conciencia… ¿Qué no se había rebajado a hacer con tal de proteger su patético orgullo herido?
—Bueno, ahora lo es mucho más —replicó ___________ con tono cortante—. Así que, si estás pensando en agitar tu chequera delante de las narices de mi madre, como hiciste la última vez… estás perdiendo el tiempo.
Nick encajó el golpe en silencio, porque tenía razón. Había intentado ganarse la aceptación de sus padres haciendo alarde de su riqueza.
—¿A qué hora llegarán a casa?
___________ miró el reloj de la cocina: eran las ocho y media.
—Todavía no llevan fuera ni dos horas. Para cuando vuelvan, ya hará rato que te habrás marchado.
Nick la miró; todavía no había pasado lo peor. El pensamiento de que ___________ nunca llegara a convencerse de que él realmente la amaba le resultaba insoportable. Tenía que hacer todo lo posible por recuperarla. Y para eso tendría que tener paciencia. Y tranquilidad. Aunque no se sintiera en absoluto tranquilo por dentro.
—¿Por qué no te sientas? —le sugirió—. Siéntate a tomar un café conmigo.
—No, gracias. No tomo café por las noches: algo que a estas alturas deberías saber.
Nick pensó que la situación era todavía más difícil de lo que había imaginado. El tono de ___________ sonaba amargo. Cínico.
Pero la culpa era solamente suya. Aquél no era el tono natural de ___________.
—Entonces tómate una copa de vino, un oporto. Sé que tu padre tiene. Me tomé una copa con él cuando le pedí tu mano.
—Preferiría mantener la cabeza despejada si no te importa. Sé lo muy inteligente que eres, Nick. Puedes convencer a cualquiera de lo que quieras. Pero esta vez no se servirá. Tendrás que demostrarme tu amor no con palabras, sino con actos.
Tardó unos segundos en tomar conciencia de la importancia de lo que ___________ acababa de decirle. Al pedirle que le demostrara su amor con actos, le había ofrecido una posibilidad… ¡una posibilidad que estaba decidido a aprovechar! Si Danielle tenía razón. ___________ todavía lo amaba. Y entonces todo lo que tenía que hacer era lo que ella acababa de pedirle.
___________, por su parte, deseó que Nick dejara de mirarla de aquella manera, como si no tuviera ninguna oportunidad de resistirse a él…
—En ese caso, si tú me lo permites… —empezó él— me gustaría volver a cortejarte. Y, esta vez, de la manera apropiada, dure lo que dure. Podremos salir juntos hasta que te convenzas de que te amo. No habrá sexo. Disfrutaremos simplemente de nuestra mutua compañía. Hablaremos.
—¿Sólo hablar? —inquirió, escéptica.
—¿Dudas que pueda pasarme sin sexo? Te recuerdo que estuve sin hacer el amor tres meses enteros.
—Eso fue porque yo no te lo permití.
—¿Me estás diciendo que me lo permitirías ahora? ¿Qué quieres que te haga el amor?
—No tergiverses mis palabras. Lo único que estoy diciendo es que no me fío que no vayas a usar el sexo en tu beneficio.
—Te prometo que no lo haré.
—Como si me prometes la luna. Eso no significa que no vayas a hacerlo.
Nick apretó los dientes: aquello se estaba complicando. Se estaba poniendo muy dura con él. Aquella expresión de desafío le sentaba bien, sin embargo. Le brillaban los ojos y tenía el labio inferior ligeramente avanzado, provocativamente. Unos pocos días atrás, no habría dudado en besarla hasta debilitar su voluntad. Esa vez, sin embargo, tendría que encontrar otra manera. Un solo movimiento físico por su parte y sería hombre muerto.
—Mira, eres tú la que ha dicho que tenía que demostrarte mi amor con actos y no con palabras —le recordó—. Pues entonces déjame hacerlo. Sal conmigo a ver lo que pasa. Si no lo consigo, si fracaso, siempre podrás pedir el divorcio.
Pero ___________ temía que quien al final terminara fracasando fuera ella, y no él. ¿Cómo podría soportar repetidamente su compañía y no ceder al constante anhelo que se había apoderado de ella en Dream Island, y que todavía no había olvidado? Incluso en aquel momento ansiaba decirle: «todo está perdonado, cariño», sólo para poder sentir su boca en sus labios una vez más.
Nunca antes había entendido realmente la expresión «estar locamente enamorada». Sería una locura volver a caer en sus brazos. ¡Una locura total! Y sin embargo… quería hacerlo.
Tenía que echarlo de allí. ¡Cuanto antes!
—Me gustaría acostarme temprano para poder pensar en todo esto —le dijo, orgullosa de la tranquilidad de su tono—. Así que, si no te importa, prefiero que te marches. No quiero que mis padres le vean aquí cuando vuelvan.
—¿Por qué no?
—No me gustaría tener que explicarles por qué te dejé entrar, en primer lugar.
Nick esbozó una mueca. Eso significaba que tenían una pésima opinión de él.
—Como quieras —se levantó—. ¿Cuándo podré llamarte?
—Yo te llamaré. Mañana.
Le lanzó una mirada que indicaba a las claras que no estaba nada contento con la manera en que habían ido las cosas. Pero… ¿qué había esperado? ¿Qué se arrojara a sus brazos sólo porque le había pedido perdón y le había dicho que la amaba? No le había pasado desapercibido que quizá Nick había podido esperar que, como resultado de haberle arrojado las píldoras al mar, ella se hubiera quedado embarazada. Ésa habría podido ser razón suficiente para que decidiera mentirle de nuevo.
—Buenas noches, Nick —se despidió con tono firme.
Cerró la puerta a su espalda y se apoyó en ella, cansada. Cerrando los ojos, suspiró profundamente. Sólo entonces oyó su coche alejándose por el sendero de entrada, y volvió a abrirla para cerciorarse de que realmente se había marchado.
Efectivamente.
Llegado ese momento se puso a temblar, como si su cuerpo se hubiera rendido al fin a la marea de emociones que la visita de Nick le había provocado.
La incredulidad y la duda habían batallado constantemente en su interior con la secreta esperanza de que quizá, sólo quizá, él la amara realmente. Había sonado tan sincero… Y le había prometido que mantendría las manos quietas. Y que la escucharía.
El Nick que había encontrado sus píldoras no había estado en absoluto dispuesto a escucharla. Sólo había dos razones posibles para aquel cambio de actitud. O finalmente había llegado a darse cuenta de que la amaba de verdad… o había calculado la posibilidad de que se hubiera quedado embarazada, después de todo.
De alguna manera, aquella última razón se le antojaba absurda. Esa noche no se había mostrado en absoluto duro o implacable con ella. Había derrochado sinceridad. No, no podía contemplar una posibilidad tan cínica. No era justo. No, seguramente la amaba.
Ese pensamiento bastó para hacerle llorar.
—Oh, Nick —sollozó, y enterró la cara entre las manos—. Oh, querido mío…
Para cuando regresaron sus padres, ___________ ya se había lavado la cara y recuperado lo suficiente para decirles con aparente tranquilidad que Nick se había presentado allí para declararle su amor. Lo habían hablado, les dijo, e iban a intentarlo de nuevo. Añadió también que no pensaba apresurarse en volver al hogar conyugal, sino que Nick pretendía cortejarla de nuevo, como cuando fueron novios.
Su padre se había quedado impresionado y su madre se había puesto a dar saltos de alegría.
—¡Qué maravillosa noticia, cariño! —había exclamado—. Quién sabe… ¡el próximo año a lo mejor hasta me haces abuela!
«Mejor me habría quedado en casa», pensó Nick, sombrío, a los pocos minutos de llegar a casa de Kevin. Antes habría soportado el frío menosprecio de Roberta que la penetrante mirada de Danielle.
Pero esa noche no le quedaba más remedio que aguantar aquella mirada. Y el interrogatorio nada sutil al que lo estaban sometiendo sobre lo que realmente había ocurrido en Dream Island.
—Lo siento, amigos —dijo nada más apurar su primera copa de vino, la del aperitivo—. Habéis sido muy amables al invitarme a venir esta noche, pero lo cierto es que no me apetece mucho hablar, y cenar tampoco, la verdad. Así que será mejor que me vaya a casa…
Bellevue Hill no quedaba lejos de la mansión que Kevin había adquirido en Bondi.
—No seas estúpido —protestó inmediatamente Kevin—. Mira, no vamos a continuar interrogándote, ¿verdad, Danielle? No te vayas. Tómate otra copa —y se la rellenó.
Nick suspiró.
—No sé si lo entiendes. Kevin.
—Yo sí —dijo Danielle, suavizando la expresión de su mirada por primera vez en toda la tarde—. Tú quieres a ___________, ¿verdad?
—Más de lo que nunca habría creído posible.
—Entonces tienes razón —repuso ella—. No deberías quedarte aquí esta noche. Debería ir buscarla a casa de sus padres y decírselo ya.
—¿Qué? Dios mío. Danielle. ¿Cómo podría hacer una cosa así? ___________ me odia.
—No, no te odia. Hoy estuve comiendo con ella y no te odia en absoluto. Es justo lo contrario, de hecho.
El corazón empezó a latirle tan rápidamente que hasta le martillearon los oídos.
—¿Todavía me quiere?
—Sí.
—¿Pero cómo es posible, después de todo lo que le he hecho?
—Porque es ___________, por eso. Porque es buena, amable y generosa. Ella no se venga, Nick. Nunca. Y tampoco es mentirosa. La única razón por la que continuó tomando la píldora fue porque no podía soportar la perspectiva de volver a tener otro hijo tan pronto. Después de todo, sólo han pasado tres meses. Probablemente tenía demasiado miedo de decírtelo. Tú puedes llegar a ser bastante intimidante, Nick, sobre todo para alguien como ___________.
Nick se la quedó mirando durante un buen rato, hasta que finalmente negó con la cabeza.
—Si lo que me estás diciendo es cierto, entonces es imposible que pueda seguir queriéndome. No después de la manera en que me he comportado.
—El amor no es algo que muera fácilmente. Al menos el verdadero amor.
—¡Pero ella no me creería si de repente le dijera que la amo! —gruñó—. Pensaría que se trataría de una mentira más.
Danielle se encogió de hombros.
—Entonces tendrás que convencerla. Al fin y al cabo, ¿qué tienes que perder?
Nick se volvió hacia Kevin, buscando su opinión.
—Kevin. ¿Qué dices tú?¿Crees que tengo alguna oportunidad?
—Yo nunca te he visto rechazar un desafío, amigo. Si realmente amas a ___________ como yo amo a Danielle, nada excepto la muerte podrá impedirte que intentes recuperarla.
—¡Dios mío, tienes razón! —exclamó Nick, saltando con un resorte de la silla.
—Entiendo que ya no vas a quedarte a cenar —dijo Kevin, irónico.
Nick ya se dirigía hacia la puerta.
—Lo siento, amigo —le dijo por encima del hombro, sin detenerse—. Tendremos que dejarlo para otra ocasión.
—¿Crees que debería haberle contado también lo de esas pinturas? —le preguntó Danielle a su marido, una vez que Nick se hubo marchado.
—¿No te parece que ya has hablado bastante por una noche?
Danielle se ruborizó.
—Tenía que hacer algo. Parecía tan triste, Kevin. Triste y derrotado. Nunca lo había visto así antes.
—Es que nunca antes había estado enamorado.
—Tú dijiste que había estado enamorado de Miley Foster.
—Bah, eso sólo fue deseo —de repente Kevin se acordó de la cita que Miley había concertado con Nick para ese miércoles. Confiaba en que no fuera a causarle problemas.
—¿Qué te pasa? —le preguntó Danielle, preocupada. Rusell pensó en contárselo, pero luego cambió de idea.
—Nada. Sólo espero que las cosas se solucionen para estos dos, eso es todo.
Nick se dirigió derecho a Woolahra. Para cuando aparcó frente a la casa de los Donnelly, un fuego le quemaba las entrañas. Lanzó una mirada nerviosa a la casa. Incluso aunque ___________ lo amara, algo que dudaba seriamente, estaba seguro de que ni ella ni sus padres lo recibirían con los brazos abiertos.
Una mirada al espejo retrovisor le descubrió unos ojos irritados y una barba de dos días. Esa mañana no había tenido fuerzas para afeitarse, después de unas pocas horas de sueño. Afortunadamente, llevaba la ropa limpia y sin arrugas. Apretando los dientes, bajó del coche y subió los escalones del portal. Había luz en el piso superior.
El timbre resonó en el silencio, pero no oyó pasos. A la segunda llamada, sí que oyó a alguien acercarse.
La puerta se abrió de golpe y allí estaba su ___________, radiante con aquel vestido amarillo que recordaba haberle comprado una vez, pero que ella nunca se había puesto. Llevaba el cabello recogido en un elegante moño francés y lucía unos pendientes de perla. Iba poco maquillada, con un toque de brillo en los labios.
Durante un instante que a Nick se le hizo eterno. ___________ no pronunció una sola palabra. Simplemente se lo quedó mirando.
Pero por lo menos no le había insultado. Eso le infundió una cierta confianza.
—Necesito hablar contigo, ___________ —le dijo al fin—. ¿Puedo entrar?
Un brillo de alarma asomó a sus enormes ojos castaños.
—Mis padres no están en casa.
Nick frunció el ceño, extrañado. Sonaba, y parecía, como si tuviera miedo. Seguro que no podía temer que fuera a cometer algún acto violento contra ella… Nunca le haría el menor daño. ¡Jamás!
___________ intentó tranquilizarse, pero fue imposible. No podía creer que Nick estuviera allí, delante de ella… Y tampoco podía dar crédito a la irracional alegría que había experimentado nada más verlo.
Había estado arriba, en su habitación, intentando trabajar con entusiasmo en lo que Nathan le había aconsejado: pintar más desnudos. Pero, para su sorpresa, había descubierto que no quería hacerlo. Aquellas dos obras habían sido auténticas excepciones, la expresión artística de un terrible sufrimiento. Algo extremadamente privado. Acababa de decidir que al día siguiente telefonearía a Nathan para que las retirara del escaparte cuando de repente sonó el timbre. Y ahora la razón de todo aquel sufrimiento estaba frente a ella, deseando hablar. El mismo hombre que le había impedido explicarse, que le había prohibido que le dirigiera siquiera la palabra. El mismo hombre que la había expulsado de la isla, de su casa, de su vida.
Una mirada a su expresión decidida le confirmó que había ido a buscarla para que volviera con él. Y lo más aterrador de todo era lo mucho que le entusiasmaba la perspectiva. «¿Es que nunca aprenderás?», le reprochó una voz interior.
—¿Qué demonios estás haciendo aquí?
—Vengo de casa de Kevin y de Danielle…
—¡Oh, no! —exclamó ___________, consternada—. Ella te lo dijo, ¿verdad? Lo de las pinturas.
—Yo sé nada de ninguna pintura —replicó—. Lo que me dijo Danielle es que todavía me amas.
—¿Qué? ¿Cómo se ha atrevido a decirte algo así?
—Pues porque te quiere. Como yo.
—Oh, sí, ya vi lo mucho que me querías cuando encontraste esas píldoras. Tuviste una manera muy extraña de demostrármelo, Nick Jonas.
—Te pido disculpas por mi comportamiento, ___________ —continuó con un tono sorprendentemente sincero.
Una vez más, ___________ se recordó lo hábil que era mintiendo…
—Debí haberte dejado que te explicaras.
«Desde luego», pronunció para sus adentros, furiosa.
—Mi única excusa es que cuando encontré esas píldoras, fue como si de repente me hubieran transportado al pasado…
Aquello sí que la sorprendió.
—¿Me estás diciendo que Miley Foster también estuvo tomando la píldora? ¿Qué habría podido tener hijos si hubiera querido?
—Peor que eso. Fingió que deseaba tener un bebé cuando, durante todo el tiempo, sabía que no podía. Incluso antes de casamos. Me enfurecí cuando lo descubrí. Yo creía que me amaba. Como yo la amaba a ella.
___________ se lo quedó mirando con la boca abierta.
—¿Qué tú la amabas? Pero yo creía que… —lo había creído incapaz de amar. Había pensado que sólo se había casado con aquella mujer para tener hijos al igual que había hecho con ella.
—Bueno, eso creía yo en aquel entonces. Ahora no, porque ahora sé lo que es el amor verdadero. Es lo que siento por ti. ___________. Por eso me puse hecho una furia cuando pensé que sólo habías aceptado mi propuesta de luna de miel para vengarte. Me dolió tanto, que me cegué.
___________ seguía desconfiando. Demasiadas veces le había dicho que la amaba.
—No te culparé si no me crees —continuó él—. O si aún me sigues odiando.
No lo odiaba. «Aunque debería», pensó, furiosa. Irguió los hombros. No iba a dejarse manipular esa vez. ¡Ya no!
—¿Vas a invitarme a entrar? Me estoy quedando frío aquí fuera.
—Está bien… —rezongó.
Lo llevó a la cocina-comedor de la parte trasera de la casa. No quiso llevarlo al salón, para no sentarse en el sofá con él. Todavía temía que Nick intentara aprovecharse de ella en el terreno sexual.
No podía permitirse confiar en él. Punto.
—Siéntate —le dijo, señalándole la mesa de la cocina—. ¿Te apetece té o café?
«Lo que quiero», pensó Nick, «es que dejes de comportarte como si fuera a abalanzarme sobre ti. El sexo es lo último que tengo en la cabeza en este momento».
—Un café estaría bien.
La observó mientras hacía el café y pensó en todas las otras ocasiones en que le había visto hacer lo mismo durante su corto matrimonio. Era una mujer muy casera. La clase de chica buena, dulce y hogareña que un hombre como él podría sentirse tentado de no valorar adecuadamente.
Eso era precisamente lo que había hecho con la mujer que amaba. Y no volvería a ocurrir.
—Gracias —le dijo cuando ella le puso la taza delante, junto con un pedazo de pastel de zanahoria.
—Mamá es una buena cocinera —comentó ___________ en respuesta al elogio que él le hizo sobre el pastel.
—¿Mamá? —alzó la mirada, frunciendo el ceño. Ella no se había sentado a la mesa, sino que se había quedado de pie, apoyada en la encimera, con los brazos cruzados—. Tú siempre la llamas «madre».
—Decidí de dejar de llamar «padre» y «madre» a mis padres de una vez. No después de lo buenos y cariñosos que han sido conmigo en mi situación actual. Así que ahora son «papá» y «mamá» —explicó—. Mamá se ha portado maravillosamente.
—Dudo que esté igual de contenta conmigo —murmuró Nick—. ¿Dónde están, por cierto?
—Ha salido a cenar. Una cita romántica.
—¿Una cita romántica? —Nick no podía estar más sorprendido. No era ningún secreto que la señora Donnelly llevaba los pantalones en la familia. No se los podía imaginar saliendo a cenar juntos en plan romántico.
—Ahora se llevan mucho mejor. Seguramente gracias a que papá ha demostrado una gran astucia en los negocios y ha conseguido hacer mucho dinero… —explicó con tono irónico.
—¿Tu padre? ¡Pero si siempre ha sido un hombre acaudalado! —Nick lo sabía porque había investigado el estatus financiero de Henry Donnelly antes de tomar la decisión de casarse con ___________.
Lo cual le provocó un remordimiento de conciencia… ¿Qué no se había rebajado a hacer con tal de proteger su patético orgullo herido?
—Bueno, ahora lo es mucho más —replicó ___________ con tono cortante—. Así que, si estás pensando en agitar tu chequera delante de las narices de mi madre, como hiciste la última vez… estás perdiendo el tiempo.
Nick encajó el golpe en silencio, porque tenía razón. Había intentado ganarse la aceptación de sus padres haciendo alarde de su riqueza.
—¿A qué hora llegarán a casa?
___________ miró el reloj de la cocina: eran las ocho y media.
—Todavía no llevan fuera ni dos horas. Para cuando vuelvan, ya hará rato que te habrás marchado.
Nick la miró; todavía no había pasado lo peor. El pensamiento de que ___________ nunca llegara a convencerse de que él realmente la amaba le resultaba insoportable. Tenía que hacer todo lo posible por recuperarla. Y para eso tendría que tener paciencia. Y tranquilidad. Aunque no se sintiera en absoluto tranquilo por dentro.
—¿Por qué no te sientas? —le sugirió—. Siéntate a tomar un café conmigo.
—No, gracias. No tomo café por las noches: algo que a estas alturas deberías saber.
Nick pensó que la situación era todavía más difícil de lo que había imaginado. El tono de ___________ sonaba amargo. Cínico.
Pero la culpa era solamente suya. Aquél no era el tono natural de ___________.
—Entonces tómate una copa de vino, un oporto. Sé que tu padre tiene. Me tomé una copa con él cuando le pedí tu mano.
—Preferiría mantener la cabeza despejada si no te importa. Sé lo muy inteligente que eres, Nick. Puedes convencer a cualquiera de lo que quieras. Pero esta vez no se servirá. Tendrás que demostrarme tu amor no con palabras, sino con actos.
Tardó unos segundos en tomar conciencia de la importancia de lo que ___________ acababa de decirle. Al pedirle que le demostrara su amor con actos, le había ofrecido una posibilidad… ¡una posibilidad que estaba decidido a aprovechar! Si Danielle tenía razón. ___________ todavía lo amaba. Y entonces todo lo que tenía que hacer era lo que ella acababa de pedirle.
___________, por su parte, deseó que Nick dejara de mirarla de aquella manera, como si no tuviera ninguna oportunidad de resistirse a él…
—En ese caso, si tú me lo permites… —empezó él— me gustaría volver a cortejarte. Y, esta vez, de la manera apropiada, dure lo que dure. Podremos salir juntos hasta que te convenzas de que te amo. No habrá sexo. Disfrutaremos simplemente de nuestra mutua compañía. Hablaremos.
—¿Sólo hablar? —inquirió, escéptica.
—¿Dudas que pueda pasarme sin sexo? Te recuerdo que estuve sin hacer el amor tres meses enteros.
—Eso fue porque yo no te lo permití.
—¿Me estás diciendo que me lo permitirías ahora? ¿Qué quieres que te haga el amor?
—No tergiverses mis palabras. Lo único que estoy diciendo es que no me fío que no vayas a usar el sexo en tu beneficio.
—Te prometo que no lo haré.
—Como si me prometes la luna. Eso no significa que no vayas a hacerlo.
Nick apretó los dientes: aquello se estaba complicando. Se estaba poniendo muy dura con él. Aquella expresión de desafío le sentaba bien, sin embargo. Le brillaban los ojos y tenía el labio inferior ligeramente avanzado, provocativamente. Unos pocos días atrás, no habría dudado en besarla hasta debilitar su voluntad. Esa vez, sin embargo, tendría que encontrar otra manera. Un solo movimiento físico por su parte y sería hombre muerto.
—Mira, eres tú la que ha dicho que tenía que demostrarte mi amor con actos y no con palabras —le recordó—. Pues entonces déjame hacerlo. Sal conmigo a ver lo que pasa. Si no lo consigo, si fracaso, siempre podrás pedir el divorcio.
Pero ___________ temía que quien al final terminara fracasando fuera ella, y no él. ¿Cómo podría soportar repetidamente su compañía y no ceder al constante anhelo que se había apoderado de ella en Dream Island, y que todavía no había olvidado? Incluso en aquel momento ansiaba decirle: «todo está perdonado, cariño», sólo para poder sentir su boca en sus labios una vez más.
Nunca antes había entendido realmente la expresión «estar locamente enamorada». Sería una locura volver a caer en sus brazos. ¡Una locura total! Y sin embargo… quería hacerlo.
Tenía que echarlo de allí. ¡Cuanto antes!
—Me gustaría acostarme temprano para poder pensar en todo esto —le dijo, orgullosa de la tranquilidad de su tono—. Así que, si no te importa, prefiero que te marches. No quiero que mis padres le vean aquí cuando vuelvan.
—¿Por qué no?
—No me gustaría tener que explicarles por qué te dejé entrar, en primer lugar.
Nick esbozó una mueca. Eso significaba que tenían una pésima opinión de él.
—Como quieras —se levantó—. ¿Cuándo podré llamarte?
—Yo te llamaré. Mañana.
Le lanzó una mirada que indicaba a las claras que no estaba nada contento con la manera en que habían ido las cosas. Pero… ¿qué había esperado? ¿Qué se arrojara a sus brazos sólo porque le había pedido perdón y le había dicho que la amaba? No le había pasado desapercibido que quizá Nick había podido esperar que, como resultado de haberle arrojado las píldoras al mar, ella se hubiera quedado embarazada. Ésa habría podido ser razón suficiente para que decidiera mentirle de nuevo.
—Buenas noches, Nick —se despidió con tono firme.
Cerró la puerta a su espalda y se apoyó en ella, cansada. Cerrando los ojos, suspiró profundamente. Sólo entonces oyó su coche alejándose por el sendero de entrada, y volvió a abrirla para cerciorarse de que realmente se había marchado.
Efectivamente.
Llegado ese momento se puso a temblar, como si su cuerpo se hubiera rendido al fin a la marea de emociones que la visita de Nick le había provocado.
La incredulidad y la duda habían batallado constantemente en su interior con la secreta esperanza de que quizá, sólo quizá, él la amara realmente. Había sonado tan sincero… Y le había prometido que mantendría las manos quietas. Y que la escucharía.
El Nick que había encontrado sus píldoras no había estado en absoluto dispuesto a escucharla. Sólo había dos razones posibles para aquel cambio de actitud. O finalmente había llegado a darse cuenta de que la amaba de verdad… o había calculado la posibilidad de que se hubiera quedado embarazada, después de todo.
De alguna manera, aquella última razón se le antojaba absurda. Esa noche no se había mostrado en absoluto duro o implacable con ella. Había derrochado sinceridad. No, no podía contemplar una posibilidad tan cínica. No era justo. No, seguramente la amaba.
Ese pensamiento bastó para hacerle llorar.
—Oh, Nick —sollozó, y enterró la cara entre las manos—. Oh, querido mío…
Para cuando regresaron sus padres, ___________ ya se había lavado la cara y recuperado lo suficiente para decirles con aparente tranquilidad que Nick se había presentado allí para declararle su amor. Lo habían hablado, les dijo, e iban a intentarlo de nuevo. Añadió también que no pensaba apresurarse en volver al hogar conyugal, sino que Nick pretendía cortejarla de nuevo, como cuando fueron novios.
Su padre se había quedado impresionado y su madre se había puesto a dar saltos de alegría.
—¡Qué maravillosa noticia, cariño! —había exclamado—. Quién sabe… ¡el próximo año a lo mejor hasta me haces abuela!
Invitado
Invitado
Re: Luna de miel de un millonario (Nick y Tu)[TERMINADA]
:L: :arre:!!!!!!111
porfin el tarado se dio cuenta de que me ama
siguela porfis
bye
katherine1211
Re: Luna de miel de un millonario (Nick y Tu)[TERMINADA]
Ohhh..
que maravillosoo
nick mee amaaaaaaaaaa
siiguelaaaaaaaaaaaaaaaa
que maravillosoo
nick mee amaaaaaaaaaa
siiguelaaaaaaaaaaaaaaaa
maiih* [:
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