{♔} Mean Girls Are Back |Novela Colectiva|

Había dos cosas que a Vanity Landgrave no le agradaban, una de ellas era su hermana y la otra, despertarse temprano por las mañanas. El despertador marcaba las seis en punto, era el primer día de clases para las hermanas Landgrave y Vanity ya había comenzado todo con el pie izquierdo. ¿La razón? La noche anterior se había desvelado hablando con un amigo de ella al que consideraba como un hermano –aún más que su propia hermana- llamado Shellen. Toda la noche se enviaron mensajes de texto, hablando de lo divertido que sería comenzar su último año de escuela juntos, rodeados de las personas que más les cayesen bien, de fiestas y de diversión por extremos. Además, este año era la graduación de ambos y sería fantástico para ellos pasarla bien y recordar esto por siempre.
Vanna se levantó de la cama, debajo de su almohada de plumas yacía el teléfono, con la batería baja. Aún así, no le importó. Seguramente, utilizaría alguno de los enchufes del colegio para poner a cargar el celular, a nadie le importaría que hiciese eso. Ella era Vanna Landgrave, popular, hermosa y exitosa en lo que hacía, y nadie le negaría hacer lo que ella quisiese. Caminó hacia el baño, entró allí y se dio una ducha de diez minutos. Aún faltaba para que Charity corriera hasta su puerta y gritase: “Llegamos tarde, Vanity” como cada año, cada día del año lectivo.
La chica rubia y paliducha salió del baño, envuelta en una toalla de color salmón, su cabello rubio platinado caía en cascada por su espalda y no pudo evitar sonreír al ver su reflejo en el espejo: aún así, despeinada y sin maquillaje, se veía bonita y eso le enorgullecía. Vanna tenía un nombre que iba perfectamente con ella: Vanidad. Porque curiosamente Vanity era vanidosa, y orgullosa… y de esas personas que viven pendientes de cómo se ven, sin importarles lo que hay alrededor.
Predeciblemente, Charity golpeó la puerta del cuarto de su gemela y, con un bufido, Vanity abrió. No le importaba que su hermana la viese con una toalla y recién salida del baño, eran hermanas, mujeres y se conocían desde el útero. Vanna rodó los ojos al ver que Charity no hablaba.
— ¿Vas a decir algo o te vas a quedar parada, inútil? –era normal ese tipo de trato en las hermanas, en especial de Vanna para Char. Casi nunca se hablaban, ni siquiera mantenían otra relación que no fuese de parentesco. Ni eran amigas, ni conocidas, ni confidentes… sólo eran dos personas que habían nacido el mismo día, a la misma hora y que compartían lazos de sangre y características físicas.
— Sólo venía a decirte que ya está el desayuno. –aclaró la otra gemela, cuyas esperanzas de entablar algún día una buena relación con su hermana eran vanas, casi nulas. No había caso, Vanna y Char nunca, nunca se llevarían bien. Ni siquiera podían estar cinco minutos juntas sin terminar insultándose, y así había sido por diecisiete años. Charity se fue de allí y se perdió entre las largas escaleras de madera.
Para alegría de Vanna, Char estaba haciendo papeles para conseguir una beca en una universidad lo suficientemente lejos de la ciudad, por lo que sólo iría a casa durante las vacaciones de Navidad, y como era supuesto, Charity se encerraría en su habitación a estudiar por los exámenes, por lo aplicada que era… pero aún faltaba mucho para eso, faltaba un año y tal vez, las cosas se dieran vuelta un poco.
Vanna volvió a su tarea rutinaria: vestirse y maquillarse de infarto. Era del grupo de las plásticas y como siempre, debía estar bien presentable y bonita para todo. Debía fingir una sonrisa siempre y aparentar que todo era perfecto en su vida, que ella no tenía problemas para alcanzar su objetivo y que podía hacer lo que se propusiese sin pensar en los demás. Y vuelvo a repetir, Vanity era Vanity Landgrave, vanidosa, bonita y exitosa en todo, absolutamente todo, lo que hiciese.

***

En otra parte de la casa se encontraba Charity, estaba desayunando jugo de naranjas con tostadas. Había al frente de ella lo mismo, pero era el desayuno de su gemela y era mejor no tocarlo o si no, se enfadaría y ardería Troya. Y no era algo que presumiblemente le gustase.
Char no era como ella, definitivamente, no se parecían en nada más que en lo físico. Charity era una persona dulce y amable, aunque tímida y bastante cerrada, pero siempre dispuesta a ayudar a quien sea, sin importarle nada. Le dolía saber que su hermana era un monstruo, aunque siempre lo había sido puesto que… desde su primer año de secundaria demostró tener las características de líder para aparentar ser mejor que los demás. Incluso mejor que su hermana.
La joven del cabello claro y los ojos azules había ido a vestirse, si bien no era del tipo de chica que usase ropa de Alta Costura –no le gustaba, tampoco- todo el tiempo, debía parecer decente al menos, y era algo de lo que su hermana se había encargado. Uno de los pocos momentos de gemelas que habían tenido se remonta a unos años atrás, cuando las dos tenían catorce y debían asistir a una fiesta, mientras el vestuario de Vanna rebosaba de vestidos preciosos de todos colores, estilos y épocas –algunos habían sido comprados en ferias y esos tenían mucha historia- el pequeño armario de Charity sólo tenía algunas cuantas camisetas de Queen o de los Beatles, dos grandes bandas que Char amaba con todo el corazón. Continuando, aquella noche, Vanna dijo:
— No puedo creer que no tengas nada decente, ven… te prestaré algo.
Y ese día, ambas habían estado escarbando entre el vestidor de Vanna, que tenía tantas cosas… Finalmente, después de horas, Vanna se había preparado con un hermoso vestido negro de tirantes y unos tacos –no muy altos, ya que tenía sólo catorce- rosa pálido. La combinación era extraña, pero quedaba bien en una adicta a la moda y a las revistas Vogue como Vanity. Entonces, Charity vio el vestido que más atención le había llamado después de revisar cada uno de los vestidos que su hermana tenía, éste era de un turquesa claro, con piedras y escote corazón, le llegaba hasta la rodilla y era del tipo de vestimenta que Charity usaría, su hermana al verla con emoción sólo suspiró. Ese vestido le gustaba, aunque no para usarlo en una fiesta…
— Quédatelo, espero que lo uses.
Y después, prácticamente había echado a su hermana de la habitación y se dispuso a terminar de ordenar todo hasta que su madre la llamó, diciéndole que ya era hora de partir. Vanna había demostrado que podía ser humana ese día, y además, había quedado encantada por cómo le había quedado el vestido a su hermana, confiaba que Charity le daría un mejor uso y que no lo tendría guardado al final del vestidor como ella.
Charity sonrió al recordar eso, habían pasado unos cuantos minutos y ya debía haber terminado de vestirse, de lo contrario, su madre le reclamaría. Yvette prefería más a Vanna que a Charity y eso se notaba a lo lejos.
La chica se puso lo primero que encontró y no arregló su cabello, ya que estaba –gracias al Cielo- lacio y sin ninguna marca de estar mal cuidado. Tal vez deba pedirle a Vanna su shampoo especial… pensó mientras tomaba su mochila y agarraba sus auriculares. Iba a ir escuchando música todo el camino a la escuela… eso le evadiría un poco de la realidad. Y la realidad era a lo que más temía…

***

— ¡Mathilde Scorsese! –el grito resonó por toda la casa de los Scorsese. Shellen estaba un poco rojo, su hermana había estado leyendo sus mensajes de texto con una de sus amigas, Vanna. -¡Te dije que no leyeras nada!
— No había nada malo allí, así que no había problema…
La inocencia de su hermana lo desconcertaba. Odiaba como se ponía, así de inocente y dulce, pero él sabía que era sólo una faceta para que luego tuviese problemas. Los padres de Shellen y Mathilde, Adrien y Lettice, llegaron a la escena algo desconcertados por el grito. La señora Scorsese echó una mirada furtiva a su hijo mayor, ya tenía diecisiete y seguía comportándose como un niño molesto de trece, igual que Mathilde, a diferencia que ésta sí tenía trece. El señor Scorsese frunció el ceño, no le gustaban estas cosas y menos a las seis y media de la mañana. Él ya estaba despierto, pero no quería escuchar griteríos ni nada de eso.
— ¿Qué sucede aquí?
— Ella leyó mis mensajes de texto. –Shellen señaló a su hermana, de verdad parecía un niño pequeño y no un adolescente casi adulto. –Podían tener cosas… para personas más grandes que un engendro de doce años.
— Trece. –murmuró Mathilde, sólo para fastidiarlo.
— Bueno, de trece años.
— ¿Y qué tenían esos mensajes? –el señor Scorsese masculló, con los ojos fijos en el rostro de su hijo mayor.
— Nada importante.
— ¿Y por eso tanto escándalo?
El chico solo asintió y todos se fueron de allí, dejándolo sólo. No era que le gustase la compañía de sus familiares, pero tampoco quería estar sólo en la cocina de la casa, ese lugar siempre le daba miedo. Tal vez, sería por la antigua cocinera, que hacía bromas pesadas por las cuales el chico no podía dormir ni comer por días.
Shellen sólo comenzó a prepararse el desayuno. Se había vestido antes de todo el escándalo y tenía mucho tiempo aún para desayunar. Por lo que tardó bastante haciéndose su café, lo bebió como era debido: sin tomarlo de un sorbo y de a poco, disfrutando. Cuando ya se hizo la hora, tanto Mathilde como Shellen se encaminaron hacia el auto de su padre, que los llevaría a la escuela… otro año comenzaría. ¿Sería éste mejor que el anterior?

***

Asher no tenía ganas de levantarse. Se quedó en la cama hasta que sintió como su abuela le golpeaba la puerta de su habitación. Viró los ojos, no le gustaba levantarse temprano y menos ir al colegio para ser tratado como el bicho raro, el loco, el extraño, el hijo de la prostituta, el abandonado… y un montón de apodos más que no le gustaban para nada. Él era igual que los demás, con costumbres más extrañas y una vida nada fácil. ¿Qué sabían los demás de él, sí él nunca les había contado nada?
El chico se levantó de la cama, peinó su cabello y se vistió. No tenía ganas de desayunar, así que preparó su mochila con sus útiles y salió de casa, sin despedirse de nadie.
Vagó por las calles hasta llegar a su escuela... y ahí la pesadilla comenzaría cuando vio estacionado el auto de la chica más desagradable de la tierra: Vanna Landgrave.