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Una noche magica - Nick&Tu (Adaptacion) Terminada
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Una noche magica - Nick&Tu (Adaptacion) Terminada
BUENOO SABES QUE JOEEE ES TAMBIEN GUAPO Y UN PAPI CHULO COMO NIICCKKK!!!!...... PERO EL QUE LE INTERESA A _______ ES NIICCKKK!!!!....
ASI QUE TIENNEES QUE LUUCHAARR POR NIIIICCKKK!!!!!
AAIIIII HOOLLLYY ES UNA TERNUURITAAAA ... ME ENCANTAAAAAA LA FORMA DE SER DE ELLLAAAA!!!!!!... Y COMO QUIERE A SUS TIIOOOOSSS!!!!
PERO A :wut: VECES ME DESESPERAAANN ESOOSSS DOOSSS!!!! :wut:
POR QUE NO SON MAAASS DIRECTOOOSSSSS!!!!!!
PORFIISS SIGUELA O SINO ME VOY :lloro: !!!!!!!!
ASI QUE TIENNEES QUE LUUCHAARR POR NIIIICCKKK!!!!!
AAIIIII HOOLLLYY ES UNA TERNUURITAAAA ... ME ENCANTAAAAAA LA FORMA DE SER DE ELLLAAAA!!!!!!... Y COMO QUIERE A SUS TIIOOOOSSS!!!!
PERO A :wut: VECES ME DESESPERAAANN ESOOSSS DOOSSS!!!! :wut:
POR QUE NO SON MAAASS DIRECTOOOSSSSS!!!!!!
PORFIISS SIGUELA O SINO ME VOY :lloro: !!!!!!!!
chelis
Re: Una noche magica - Nick&Tu (Adaptacion) Terminada
hola soy tu nueva lectora , por favor síguela !!!! me encanta !!!
margarita
Re: Una noche magica - Nick&Tu (Adaptacion) Terminada
¡Holaaaa! Nueva lectora... ¡Me he leído toda la nove sólo en dos horas!
¡Me fascinó, me declaro totalmente enamorada de esta novela!
¡Síguelaaa!
¡Me fascinó, me declaro totalmente enamorada de esta novela!
¡Síguelaaa!
ivashkova.
Re: Una noche magica - Nick&Tu (Adaptacion) Terminada
me encanta
sigue porfavor adoro cada vez mas a esa niña y x supuesto también al tio :)
nick como q estaba un poquito celosito x joe jeje sigueeeeeeee
sigue porfavor adoro cada vez mas a esa niña y x supuesto también al tio :)
nick como q estaba un poquito celosito x joe jeje sigueeeeeeee
ElitzJb
Re: Una noche magica - Nick&Tu (Adaptacion) Terminada
Lo que le faltaba un termo con cafe y caes rendida a sus pies hahhaha
Adoro a Nick
y la pequeña cuando quiere presentarle a su tio Joe hahha
en fin nos leemos pronto
xoxo
Adoro a Nick
y la pequeña cuando quiere presentarle a su tio Joe hahha
en fin nos leemos pronto
xoxo
Belencita
Re: Una noche magica - Nick&Tu (Adaptacion) Terminada
chelis escribió:BUENOO SABES QUE JOEEE ES TAMBIEN GUAPO Y UN PAPI CHULO COMO NIICCKKK!!!!...... PERO EL QUE LE INTERESA A _______ ES NIICCKKK!!!!....
ASI QUE TIENNEES QUE LUUCHAARR POR NIIIICCKKK!!!!!
AAIIIII HOOLLLYY ES UNA TERNUURITAAAA ... ME ENCANTAAAAAA LA FORMA DE SER DE ELLLAAAA!!!!!!... Y COMO QUIERE A SUS TIIOOOOSSS!!!!
PERO A :wut: VECES ME DESESPERAAANN ESOOSSS DOOSSS!!!! :wut:
POR QUE NO SON MAAASS DIRECTOOOSSSSS!!!!!!
PORFIISS SIGUELA O SINO ME VOY :lloro: !!!!!!!!
TRANQUILA!!, diosmio, a subo cap :D
MeliGarcia
Re: Una noche magica - Nick&Tu (Adaptacion) Terminada
margarita escribió:hola soy tu nueva lectora , por favor síguela !!!! me encanta !!!
Bienvenida linda :) Ya subo cap.
MeliGarcia
Re: Una noche magica - Nick&Tu (Adaptacion) Terminada
~Madness. escribió:¡Holaaaa! Nueva lectora... ¡Me he leído toda la nove sólo en dos horas!
¡Me fascinó, me declaro totalmente enamorada de esta novela!
¡Síguelaaa!
WOW! tu si que eres rapida :D. Bienvenida!
Gracias por leer, ya subo cap
MeliGarcia
Re: Una noche magica - Nick&Tu (Adaptacion) Terminada
ElitzJb escribió:mas sigue otro capitulo
YA, YA SUBO!!
DESESPERACION! :D
MeliGarcia
Una noche magica - Nick&Tu (Adaptacion)
Capitulo 8
En Halloween, Nick insistió en que Joe fuera el encargado de llevar a Holly a las actividades que tendrían lugar en Friday Harbor, entre las que se incluía una sesión cinematográfica en la biblioteca, la búsqueda de caramelos en las tiendas y una fiesta infantil en el parque.
—Asegúrate de pasarte por la juguetería para ver a ______ —añadió.
—¿Estás seguro? —le preguntó Joe, no muy convencido.
—Sí. Todo el mundo quiere que os conozcáis, ______ incluida. Así que ve. Invítala a salir si te gusta.
—No sé —dijo Joe—. Con la cara que has puesto...
—¿Qué cara?
—La que pones justo antes de darle una paliza a alguien.
—No voy a darle una paliza a nadie —replicó con calma—. No es mía. Estoy con Shelby.
—¿Y por qué tengo la sensación de que invitar a salir a ______ sería como quitarte la novia?
—Ni de coña. Estoy con Shelby.
Joe se echó a reír por lo bajo y se rascó la cabeza.
—Tu nuevo mantra. Vale, le echaré un ojo.
Más tarde Joe volvió a casa con Holly, que se lo había pasado en grande durante los festejos de Halloween y que había llenado una calabaza de plástico con caramelos. Con mucha ceremonia, extendieron los caramelos en la mesa, los admiraron y Holly escogió un par para comérselos en ese preciso momento.
—Vale, hora de bañarse —dijo Nick, que se agachó para que Holly se le subiera a la espalda—. Creo que eres el hada más sucia y pegajosa que he visto en la vida.
—Tú no crees en las hadas —replicó Holly con una risilla mientras la llevaba a cuestas a la planta superior.
—Claro que sí. Tengo una aquí mismo.
Después de llenar la bañera y dejarle un camisón limpio y una toalla sobre la tapa del inodoro, Nick volvió a bajar.
Joe había terminado de guardar los caramelos en una bolsa enorme y estaba recogiendo la cocina.
—¿Y bien? —preguntó Nick con voz gruñona—. ¿Os pasasteis por la tienda?
—Nos hemos pasado por una veintena de tiendas. El pueblo era un hervidero de gente.
—Me refiero a la juguetería —puntualizó Nick entre dientes.
—Ah, que me preguntabas por ______. —Joe sacó una cerveza del frigorífico—. Sí, y es un bombón. Y Holly está loca por ella. Se sentó en el mostrador y ayudó a ______ a dar caramelos a los niños. Creo que se habría quedado toda la noche si la dejo. —Se detuvo con la cerveza a medio camino—. Pero no voy a invitarla a salir.
Nick lo miró con expresión alerta.
—¿Por qué no?
—Me hizo el Heisman.
—¿El qué?
—Ya sabes... —Joe imitó la pose, con un brazo extendido y listo para bloquear a un rival, del trofeo Heisman que todos los años se otorgaba al mejor jugador de fútbol americano—. Fue muy simpática, pero no estaba interesada.
—Pues debería estarlo —replicó Nick, molesto—. Estás soltero, no tienes mala planta... ¿Qué problema tiene?
Joe se encogió de hombros.
—Es viuda. A lo mejor sigue echando de menos a su marido.
—Ya es hora de que lo olvide —protestó—. Han pasado dos años. Tiene que empezar a vivir de nuevo. Tiene que arriesgarse con otra persona.
—¿Como tú? —preguntó Joe con sagacidad.
Nick lo fulminó con la mirada.
—Estoy con Shelby.
—Sí, ya me lo has dicho —repuso su hermano con una carcajada—. Sigue repitiéndolo, que a lo mejor hasta te lo crees al final.
Nick subió de nuevo, contrariado. Se había dicho que no era asunto suyo si ______volvía a salir con alguien, si acaso lo hacía. Entonces, ¿por qué le molestaba tanto la situación?
Holly ya estaba en su dormitorio, con su camisón rosa puesto y tumbada en la cama, a la espera de que la arropase. La lamparita estaba encendida y su cálida luz se filtraba a través de la pantalla rosa. Holly miraba fijamente las alas de su disfraz, que estaban colgadas del respaldo de una silla. Su cara, de piel sedosa y blanca, estaba enrojecida. A Nick se le encogió el corazón al darse cuenta de que la niña tenía los ojos llenos de lágrimas.
Se sentó en la cama y la estrechó entre sus brazos.
—¿Qué pasa? —susurró—. ¿Por qué lloras?
Holly le respondió con voz entrecortada:
—Me gustaría que mamá pudiera verme con mi disfraz.
Nick besó esa melena rubia y la delicada curva de una oreja. Se limitó a abrazarla con fuerza un buen rato.
—Yo también la echo de menos —dijo al final—. Creo que te está observando, aunque tú no puedas verla ni oírla.
—¿Como un ángel?
—Sí.
—¿Crees en los ángeles?
—Sí —contestó sin vacilar, a pesar de que siempre había dicho y pensado todo lo contrario. Porque no tenía motivos para cerrarse a la posibilidad, sobre todo si la idea consolaba a Holly.
La niña se apartó un poco para mirarlo a la cara.
—No sabía que creías en los ángeles.
—Pues lo hago —le aseguró—. La fe es una elección personal. Puedo creer en los ángeles si quiero.
—Yo también creo en los ángeles.
Nick le acarició el pelo.
—Nadie podrá reemplazar jamás a tu madre. Pero yo te quiero tanto como ella y siempre te cuidaré. Y Joe también.
—Y el tío Kevin.
—Y el tío Kevin. Pero estaba pensando una cosa... ¿Y si me caso con alguien para que me ayude a cuidarte, alguien que te quiera como una madre? ¿Te gustaría?
—Mmmm.
—¿Qué te parece Shelby? Te cae bien, ¿verdad?
Holly meditó la respuesta.
—¿Te has enamorado de ella?
—Le tengo cariño. Mucho.
—Se supone que no debes casarte con alguien si no estás enamorado.
—Bueno, el amor es otra elección personal.
Holly meneó la cabeza.
—Pues yo creo que es algo que te pasa.
Nick sonrió al ver esa carita ansiosa.
—A lo mejor es las dos cosas —replicó antes de arroparla.
El fin de semana siguiente Nick fue a Seattle para ver a Shelby. La fiesta de compromiso de su prima se celebraría el viernes por la noche en el Club Náutico de Seattle, en Portage Bay. Era otro paso en su progresiva relación: asistir a un evento familiar y conocer a los padres de Shelby. Esperaba llevarse bien con ellos. Por la descripción de Shelby, parecían personas decentes y muy normales.
—Los vas a querer, ya lo verás —le dijo ella—. Y ellos te van a querer muchísimo.
El uso del verbo «querer» hizo que Nick se tensara. De momento, ni Shelby ni él habían llegado a decirse «Te quiero», pero estaba seguro de que ella se moría por hacerlo. Y eso hacía que se sintiera muy culpable, porque no estaba esperando ansioso el momento. Por supuesto, respondería en consonancia. Y lo diría en serio, pero seguramente no con el sentido con el que ella soñaba.
Unos pocos meses antes habría dicho que era incapaz de sentir amor. Sin embargo, Holly le había demostrado todo lo contrario. Porque el sentimiento de querer proteger a Holly, de querer dárselo todo, y ese atávico impulso de hacerla feliz... Era amor, no le cabía la menor duda. Nada de lo que hubiera sentido hasta ese momento podía comparársele.
El viernes por la tarde, embarcó en un vuelo hacia Seattle, preocupadísimo porque Holly había vuelto del colegio con un poco de fiebre. Treinta y siete con siete, para ser exactos.
—Debería cancelarlo —le dijo a Joe.
—Estás de coña, ¿verdad? Shelby te mataría. Lo tengo todo bajo control. Holly estará bien.
—No dejes que se acueste tarde —le ordenó con severidad—. No dejes que coma porquerías. Y como se salte la siguiente dosis de ibuprofeno, te voy a...
—Que sí, que ya lo sé. No va a pasar nada.
—Si Holly sigue mal mañana, el pediatra pasa consulta los sábados hasta el mediodía...
—Lo sé. Sé todo lo que tú sabes. Si no te vas ahora mismo, perderás el vuelo.
Se marchó a regañadientes después de darle una dosis de ibuprofeno a Holly. La dejó tumbada en el sofá, viendo una película. Parecía muy pequeña y frágil, con la cara muy blanca. Le preocupaba dejarla, aunque Joe le había asegurado que no pasaría nada.
—No voy a separarme del móvil —le dijo a Holly—. Si quieres hablar conmigo o me necesitas, llámame cuando quieras. ¿Vale, cariño?
—Vale. —Y Holly le regaló esa sonrisa mellada que siempre le derretía el corazón.
Se inclinó sobre ella, le dio un beso en la frente y luego se frotaron la nariz.
Le sentaba mal salir de la casa y dirigirse al aeropuerto. Su instinto le gritaba que se quedase. Pero sabía lo importante que era ese fin de semana para Shelby y no quería hacerle daño ni avergonzarla al no acudir a un evento familiar.
Una vez en Seattle, Shelby fue a recogerlo al aeropuerto en su BMW Z4. Llevaba un vestido negro muy elegante, tacones negros y el pelo rubio suelto. Una mujer guapa y elegante. Cualquier hombre tendría suerte de estar con ella, pensó. Le gustaba Shelby. La admiraba. Disfrutaba de su compañía. Pero la falta de discordia y de intensidad entre ellos, que hasta ese momento le parecía estupenda, había comenzado a preocuparlo.
—Vamos a cenar con Bill y Allison antes de la fiesta —dijo ella.
Allison era la mejor amiga de Shelby desde la universidad y en ese momento era la madre de tres niños.
—Estupendo. —Nick esperaba poder olvidarse de Holly lo suficiente como para disfrutar de la cena. Se sacó el móvil del bolsillo para comprobar si tenía mensajes de Joe.
Nada.
Al percatarse de que tenía el ceño fruncido, Shelby le preguntó:
—¿Cómo está Holly? ¿Sigue pachucha?
Nick asintió con la cabeza.
—Hasta ahora nunca se había puesto enferma. Al menos, no desde que está conmigo. Tenía fiebre cuando salí de casa.
—Se le pasará —fue la respuesta tranquilizadora de Shelby. Tenía una sonrisa en los labios ligeramente maquillados—. Me resulta enternecedor que estés tan preocupado por ella.
Se dirigieron a un restaurante minimalista del centro de Seattle, cuya estancia principal estaba dominada por una pirámide de botellas de vino de seis metros de alto. Pidieron un excelente pinot noir y Nick apuró su copa a toda prisa con la esperanza de que lo ayudara a relajarse.
Había comenzado a llover y el agua golpeaba los ventanales. La lluvia caía con tranquilidad, pero de forma continua, y las nubes se movían por el cielo como si fueran sábanas recién sacadas de la secadora. Los edificios aguardaban pacientes a que terminase el azote de los elementos, dejando que la tormenta formara cascadas sobre el pavimento, las cunetas cubiertas de vegetación y las zonas ajardinadas.
Seattle era una ciudad que sabía qué hacer con el agua.
Mientras observaba los dibujos que creaban los chorros de agua que se deslizaban por las fachadas de piedra y cristal de los edificios, Nick no dejaba de pensar en la noche lluviosa de hacía menos de un año que lo había cambiado todo. Comprendió que antes de que Holly llegara a su vida, había medido sus emociones como si fueran una sustancia finita. En ese momento no tenía posibilidad alguna de contenerlas. ¿Lo de ser padre mejoraba con el tiempo? ¿Llegaba un momento en el que uno dejaba de preocuparse?
—Es una faceta nueva —dijo Shelby con una sonrisa curiosa cuando lo vio comprobar su móvil por enésima vez durante la cena—. Cariño, si Joe no te ha llamado, quiere decir que todo está bien.
—A lo mejor quiere decir que algo va mal y que no ha tenido tiempo para llamarme —replicó.
Allison y Bill, la otra pareja, se miraron con la sonrisa y la expresión de superioridad de los padres experimentados.
—Es más duro con el primero —afirmó Allison—. Te llevas un susto de muerte cada vez que les da fiebre... pero con el segundo o el tercero ya dejas de preocuparte tanto.
—Los niños son muy resistentes —añadió Bill.
Aunque sabía que esas palabras estaban pensadas para tranquilizarlo, no le sirvieron de nada.
—Será un buen padre algún día —le dijo Shelby a Allison con una sonrisa.
Ese halago, que seguramente había pronunciado para complacerlo, sólo consiguió despertar su irritación.
¿Algún día? Ya era padre.
Ser padre implicaba algo más que la mera contribución biológica... De hecho, eso era lo de menos.
—Tengo que llamar a Joe, ahora vuelvo —le dijo a Shelby—. Sólo quiero saber si le ha bajado la fiebre.
—Vale, si así dejas de preocuparte... —replicó Shelby—. A ver si podemos disfrutar del resto de la noche. —Le lanzó una mirada elocuente—. ¿Te parece?
—Por supuesto. —Se inclinó sobre ella y le dio un beso en la mejilla—. Perdonadme. —Se levantó de la mesa, salió al vestíbulo del restaurante y sacó el móvil. Sabía que Shelby y la otra pareja creían que se estaba pasando, pero le importaba una mierda. Tenía que averiguar si Holly se encontraba bien.
Su hermano cogió el teléfono.
—¿Nick?
—Sí. ¿Cómo está?
Su pregunta fue recibida con un silencio enervante.
—Pues no muy bien, la verdad.
Se quedó helado al escucharlo.
—¿Cómo que «no muy bien»?
—Empezó a vomitar poco después de que te fueras. Ha estado vomitando desde entonces. Te juro que es increíble que un cuerpo tan pequeño pueda soltar tanto vómito.
—¿Qué has hecho? ¿Has llamado al médico?
—Claro que lo he llamado.
—¿Y qué te ha dicho?
—Que probablemente sea la gripe y que le diera de beber líquidos en pequeños sorbos para rehidratarla. Me ha dicho que es posible que el ibuprofeno le haya sentado mal, de modo que ahora nos hemos pasado al paracetamol.
—¿Sigue con fiebre?
—Tenía casi treinta y nueve la última vez que le puse el termómetro. El problema es que no aguanta el medicamento lo suficiente como para que le haga efecto.
Nick apretó con fuerza el móvil. Nunca había deseado algo con tanta intensidad como deseaba en ese momento estar de regreso en la isla para poder cuidar de Holly.
—¿Tienes todo lo que necesitas?
—La verdad es que tengo que pasarme por una tienda para comprar algunas cosas que necesito como gelatina y caldo de pollo, así que voy a llamar a alguien para que la cuide mientras estoy fuera.
—Ahora mismo me vuelvo a casa.
—No, de eso nada. Tengo una lista larguísima de gente a la que puedo llamar. Y... Dios, otra vez está vomitando. Te dejo.
La llamada se cortó. Nick intentó pensar pese al pánico que lo atenazaba. Llamó a la compañía aérea para reservar un asiento en el próximo vuelo de vuelta a Friday Harbor, pidió un taxi por teléfono y regresó a la mesa.
—¡Gracias a Dios! —exclamó Shelby con una sonrisa tensa—. Ya me estaba preguntando por qué tardabas tanto.
—Lo siento. Pero Holly está muy enferma. Tengo que regresar a casa.
—¿Esta noche? —preguntó Shelby con el ceño fruncido—. ¿Ahora?
Nick asintió con la cabeza y describió la situación. Allison y Bill parecían entender el problema, pero
Shelby parecía cada vez más preocupada. Esa muestra de preocupación por Holly hizo que experimentara una nueva conexión con ella. Se preguntó si consideraría la posibilidad de viajar con él. No se lo pediría, pero si ella se ofrecía...
Shelby se puso en pie y le tocó el brazo ligeramente.
—Vamos a hablar un momento en privado. —Le regaló una sonrisa forzada a Allison—. Ahora mismo volvemos.
—Claro. —Y las dos intercambiaron una de esas insondables miradas femeninas que anunciaba que algo se estaba barruntando.
Shelby lo acompañó hasta la entrada del restaurante y lo llevó a un rincón, donde nadie los molestaría.
—Shelby... —le dijo.
—Mira —lo interrumpió ella con suavidad—, no quiero ponerte en la tesitura de tener que elegir entre Holly y yo... pero ella estará bien sin ti. Yo, no. Quiero que me acompañes a la fiesta de esta noche y conozcas a mi familia. No vas a hacer nada por Holly que Joe no esté haciendo ya.
Cuando por fin terminó de hablar, la sensación de calidez y de conexión que había sentido Nick había desaparecido por completo. Por mucho que hubiera afirmado lo contrario, quería que escogiera entre Holly y ella.
—Lo sé —repuso—. Pero quiero ser yo quien la cuide. Además, es imposible que me lo pase bien sabiendo que mi niña está enferma. Me pasaría todo el tiempo en un rincón con el móvil en la mano.
—Pero Holly no es tuya. No es tu hija.
Nick la miró como si no la hubiera visto en la vida. ¿Qué estaba insinuando? ¿Que la preocupación que sentía por Holly no era legítima porque no se trataba de su hija biológica? ¿Que no tenía derecho a preocuparse por ella hasta ese punto?
En ocasiones, las cosas más importantes se revelaban en los momentos más inesperados. Y con esas palabras, la relación entre Shelby y él acababa de sufrir un cambio radical. ¿Estaba siendo irracional? ¿Estaba exagerando? Le importaba una mierda. Su prioridad era Holly.
Cuando Shelby vio la expresión de Nick, alzó la vista con impaciencia.
—No quería decirlo de esa manera.
Nick reorganizó metódicamente las palabras para extraer una verdad mucho más certera. Shelby había querido decir lo que había dicho, sonara como sonase.
—No pasa nada. —Hizo una pausa mientras sentía que los lazos de su relación iban cayendo durante la conversación, cortados por el hachazo que había significado cada una de esas palabras—. Pero es mía, Shelby. Es mi responsabilidad.
—También la de Joe.
Meneó la cabeza al escucharla.
—Joe me está echando una mano. Pero yo soy su tutor legal.
—¿Me estás diciendo que necesita a dos adultos revoloteando a su alrededor?
Nick respondió con mucha delicadeza:
—Tengo que estar allí.
Shelby asintió con la cabeza.
—Vale. Salta a la vista que es una tontería discutir sobre el asunto ahora mismo. ¿Quieres que te lleve al aeropuerto?
—He llamado a un taxi.
—Me ofrecería para acompañarte, pero quiero estar con mi prima esta noche.
—Lo entiendo perfectamente. —Le colocó una mano en la base de la espalda en un gesto pensado para calmarla. Tenía la espalda muy tiesa y fría, como si estuviera hecha de hielo—. Yo me hago cargo de la cena. Le dejaré mi número de tarjeta de crédito a la maître.
—Gracias. Estoy segura de que Bill y Allison apreciarán el gesto. —Shelby parecía abatida—. Llámame más tarde para decirme qué tal está Holly. Aunque estoy segura de que estará perfectamente.
—De acuerdo.
Se inclinó para besarla y Shelby volvió la cara, de modo que acabó besándole la mejilla.
—Asegúrate de pasarte por la juguetería para ver a ______ —añadió.
—¿Estás seguro? —le preguntó Joe, no muy convencido.
—Sí. Todo el mundo quiere que os conozcáis, ______ incluida. Así que ve. Invítala a salir si te gusta.
—No sé —dijo Joe—. Con la cara que has puesto...
—¿Qué cara?
—La que pones justo antes de darle una paliza a alguien.
—No voy a darle una paliza a nadie —replicó con calma—. No es mía. Estoy con Shelby.
—¿Y por qué tengo la sensación de que invitar a salir a ______ sería como quitarte la novia?
—Ni de coña. Estoy con Shelby.
Joe se echó a reír por lo bajo y se rascó la cabeza.
—Tu nuevo mantra. Vale, le echaré un ojo.
Más tarde Joe volvió a casa con Holly, que se lo había pasado en grande durante los festejos de Halloween y que había llenado una calabaza de plástico con caramelos. Con mucha ceremonia, extendieron los caramelos en la mesa, los admiraron y Holly escogió un par para comérselos en ese preciso momento.
—Vale, hora de bañarse —dijo Nick, que se agachó para que Holly se le subiera a la espalda—. Creo que eres el hada más sucia y pegajosa que he visto en la vida.
—Tú no crees en las hadas —replicó Holly con una risilla mientras la llevaba a cuestas a la planta superior.
—Claro que sí. Tengo una aquí mismo.
Después de llenar la bañera y dejarle un camisón limpio y una toalla sobre la tapa del inodoro, Nick volvió a bajar.
Joe había terminado de guardar los caramelos en una bolsa enorme y estaba recogiendo la cocina.
—¿Y bien? —preguntó Nick con voz gruñona—. ¿Os pasasteis por la tienda?
—Nos hemos pasado por una veintena de tiendas. El pueblo era un hervidero de gente.
—Me refiero a la juguetería —puntualizó Nick entre dientes.
—Ah, que me preguntabas por ______. —Joe sacó una cerveza del frigorífico—. Sí, y es un bombón. Y Holly está loca por ella. Se sentó en el mostrador y ayudó a ______ a dar caramelos a los niños. Creo que se habría quedado toda la noche si la dejo. —Se detuvo con la cerveza a medio camino—. Pero no voy a invitarla a salir.
Nick lo miró con expresión alerta.
—¿Por qué no?
—Me hizo el Heisman.
—¿El qué?
—Ya sabes... —Joe imitó la pose, con un brazo extendido y listo para bloquear a un rival, del trofeo Heisman que todos los años se otorgaba al mejor jugador de fútbol americano—. Fue muy simpática, pero no estaba interesada.
—Pues debería estarlo —replicó Nick, molesto—. Estás soltero, no tienes mala planta... ¿Qué problema tiene?
Joe se encogió de hombros.
—Es viuda. A lo mejor sigue echando de menos a su marido.
—Ya es hora de que lo olvide —protestó—. Han pasado dos años. Tiene que empezar a vivir de nuevo. Tiene que arriesgarse con otra persona.
—¿Como tú? —preguntó Joe con sagacidad.
Nick lo fulminó con la mirada.
—Estoy con Shelby.
—Sí, ya me lo has dicho —repuso su hermano con una carcajada—. Sigue repitiéndolo, que a lo mejor hasta te lo crees al final.
Nick subió de nuevo, contrariado. Se había dicho que no era asunto suyo si ______volvía a salir con alguien, si acaso lo hacía. Entonces, ¿por qué le molestaba tanto la situación?
Holly ya estaba en su dormitorio, con su camisón rosa puesto y tumbada en la cama, a la espera de que la arropase. La lamparita estaba encendida y su cálida luz se filtraba a través de la pantalla rosa. Holly miraba fijamente las alas de su disfraz, que estaban colgadas del respaldo de una silla. Su cara, de piel sedosa y blanca, estaba enrojecida. A Nick se le encogió el corazón al darse cuenta de que la niña tenía los ojos llenos de lágrimas.
Se sentó en la cama y la estrechó entre sus brazos.
—¿Qué pasa? —susurró—. ¿Por qué lloras?
Holly le respondió con voz entrecortada:
—Me gustaría que mamá pudiera verme con mi disfraz.
Nick besó esa melena rubia y la delicada curva de una oreja. Se limitó a abrazarla con fuerza un buen rato.
—Yo también la echo de menos —dijo al final—. Creo que te está observando, aunque tú no puedas verla ni oírla.
—¿Como un ángel?
—Sí.
—¿Crees en los ángeles?
—Sí —contestó sin vacilar, a pesar de que siempre había dicho y pensado todo lo contrario. Porque no tenía motivos para cerrarse a la posibilidad, sobre todo si la idea consolaba a Holly.
La niña se apartó un poco para mirarlo a la cara.
—No sabía que creías en los ángeles.
—Pues lo hago —le aseguró—. La fe es una elección personal. Puedo creer en los ángeles si quiero.
—Yo también creo en los ángeles.
Nick le acarició el pelo.
—Nadie podrá reemplazar jamás a tu madre. Pero yo te quiero tanto como ella y siempre te cuidaré. Y Joe también.
—Y el tío Kevin.
—Y el tío Kevin. Pero estaba pensando una cosa... ¿Y si me caso con alguien para que me ayude a cuidarte, alguien que te quiera como una madre? ¿Te gustaría?
—Mmmm.
—¿Qué te parece Shelby? Te cae bien, ¿verdad?
Holly meditó la respuesta.
—¿Te has enamorado de ella?
—Le tengo cariño. Mucho.
—Se supone que no debes casarte con alguien si no estás enamorado.
—Bueno, el amor es otra elección personal.
Holly meneó la cabeza.
—Pues yo creo que es algo que te pasa.
Nick sonrió al ver esa carita ansiosa.
—A lo mejor es las dos cosas —replicó antes de arroparla.
El fin de semana siguiente Nick fue a Seattle para ver a Shelby. La fiesta de compromiso de su prima se celebraría el viernes por la noche en el Club Náutico de Seattle, en Portage Bay. Era otro paso en su progresiva relación: asistir a un evento familiar y conocer a los padres de Shelby. Esperaba llevarse bien con ellos. Por la descripción de Shelby, parecían personas decentes y muy normales.
—Los vas a querer, ya lo verás —le dijo ella—. Y ellos te van a querer muchísimo.
El uso del verbo «querer» hizo que Nick se tensara. De momento, ni Shelby ni él habían llegado a decirse «Te quiero», pero estaba seguro de que ella se moría por hacerlo. Y eso hacía que se sintiera muy culpable, porque no estaba esperando ansioso el momento. Por supuesto, respondería en consonancia. Y lo diría en serio, pero seguramente no con el sentido con el que ella soñaba.
Unos pocos meses antes habría dicho que era incapaz de sentir amor. Sin embargo, Holly le había demostrado todo lo contrario. Porque el sentimiento de querer proteger a Holly, de querer dárselo todo, y ese atávico impulso de hacerla feliz... Era amor, no le cabía la menor duda. Nada de lo que hubiera sentido hasta ese momento podía comparársele.
El viernes por la tarde, embarcó en un vuelo hacia Seattle, preocupadísimo porque Holly había vuelto del colegio con un poco de fiebre. Treinta y siete con siete, para ser exactos.
—Debería cancelarlo —le dijo a Joe.
—Estás de coña, ¿verdad? Shelby te mataría. Lo tengo todo bajo control. Holly estará bien.
—No dejes que se acueste tarde —le ordenó con severidad—. No dejes que coma porquerías. Y como se salte la siguiente dosis de ibuprofeno, te voy a...
—Que sí, que ya lo sé. No va a pasar nada.
—Si Holly sigue mal mañana, el pediatra pasa consulta los sábados hasta el mediodía...
—Lo sé. Sé todo lo que tú sabes. Si no te vas ahora mismo, perderás el vuelo.
Se marchó a regañadientes después de darle una dosis de ibuprofeno a Holly. La dejó tumbada en el sofá, viendo una película. Parecía muy pequeña y frágil, con la cara muy blanca. Le preocupaba dejarla, aunque Joe le había asegurado que no pasaría nada.
—No voy a separarme del móvil —le dijo a Holly—. Si quieres hablar conmigo o me necesitas, llámame cuando quieras. ¿Vale, cariño?
—Vale. —Y Holly le regaló esa sonrisa mellada que siempre le derretía el corazón.
Se inclinó sobre ella, le dio un beso en la frente y luego se frotaron la nariz.
Le sentaba mal salir de la casa y dirigirse al aeropuerto. Su instinto le gritaba que se quedase. Pero sabía lo importante que era ese fin de semana para Shelby y no quería hacerle daño ni avergonzarla al no acudir a un evento familiar.
Una vez en Seattle, Shelby fue a recogerlo al aeropuerto en su BMW Z4. Llevaba un vestido negro muy elegante, tacones negros y el pelo rubio suelto. Una mujer guapa y elegante. Cualquier hombre tendría suerte de estar con ella, pensó. Le gustaba Shelby. La admiraba. Disfrutaba de su compañía. Pero la falta de discordia y de intensidad entre ellos, que hasta ese momento le parecía estupenda, había comenzado a preocuparlo.
—Vamos a cenar con Bill y Allison antes de la fiesta —dijo ella.
Allison era la mejor amiga de Shelby desde la universidad y en ese momento era la madre de tres niños.
—Estupendo. —Nick esperaba poder olvidarse de Holly lo suficiente como para disfrutar de la cena. Se sacó el móvil del bolsillo para comprobar si tenía mensajes de Joe.
Nada.
Al percatarse de que tenía el ceño fruncido, Shelby le preguntó:
—¿Cómo está Holly? ¿Sigue pachucha?
Nick asintió con la cabeza.
—Hasta ahora nunca se había puesto enferma. Al menos, no desde que está conmigo. Tenía fiebre cuando salí de casa.
—Se le pasará —fue la respuesta tranquilizadora de Shelby. Tenía una sonrisa en los labios ligeramente maquillados—. Me resulta enternecedor que estés tan preocupado por ella.
Se dirigieron a un restaurante minimalista del centro de Seattle, cuya estancia principal estaba dominada por una pirámide de botellas de vino de seis metros de alto. Pidieron un excelente pinot noir y Nick apuró su copa a toda prisa con la esperanza de que lo ayudara a relajarse.
Había comenzado a llover y el agua golpeaba los ventanales. La lluvia caía con tranquilidad, pero de forma continua, y las nubes se movían por el cielo como si fueran sábanas recién sacadas de la secadora. Los edificios aguardaban pacientes a que terminase el azote de los elementos, dejando que la tormenta formara cascadas sobre el pavimento, las cunetas cubiertas de vegetación y las zonas ajardinadas.
Seattle era una ciudad que sabía qué hacer con el agua.
Mientras observaba los dibujos que creaban los chorros de agua que se deslizaban por las fachadas de piedra y cristal de los edificios, Nick no dejaba de pensar en la noche lluviosa de hacía menos de un año que lo había cambiado todo. Comprendió que antes de que Holly llegara a su vida, había medido sus emociones como si fueran una sustancia finita. En ese momento no tenía posibilidad alguna de contenerlas. ¿Lo de ser padre mejoraba con el tiempo? ¿Llegaba un momento en el que uno dejaba de preocuparse?
—Es una faceta nueva —dijo Shelby con una sonrisa curiosa cuando lo vio comprobar su móvil por enésima vez durante la cena—. Cariño, si Joe no te ha llamado, quiere decir que todo está bien.
—A lo mejor quiere decir que algo va mal y que no ha tenido tiempo para llamarme —replicó.
Allison y Bill, la otra pareja, se miraron con la sonrisa y la expresión de superioridad de los padres experimentados.
—Es más duro con el primero —afirmó Allison—. Te llevas un susto de muerte cada vez que les da fiebre... pero con el segundo o el tercero ya dejas de preocuparte tanto.
—Los niños son muy resistentes —añadió Bill.
Aunque sabía que esas palabras estaban pensadas para tranquilizarlo, no le sirvieron de nada.
—Será un buen padre algún día —le dijo Shelby a Allison con una sonrisa.
Ese halago, que seguramente había pronunciado para complacerlo, sólo consiguió despertar su irritación.
¿Algún día? Ya era padre.
Ser padre implicaba algo más que la mera contribución biológica... De hecho, eso era lo de menos.
—Tengo que llamar a Joe, ahora vuelvo —le dijo a Shelby—. Sólo quiero saber si le ha bajado la fiebre.
—Vale, si así dejas de preocuparte... —replicó Shelby—. A ver si podemos disfrutar del resto de la noche. —Le lanzó una mirada elocuente—. ¿Te parece?
—Por supuesto. —Se inclinó sobre ella y le dio un beso en la mejilla—. Perdonadme. —Se levantó de la mesa, salió al vestíbulo del restaurante y sacó el móvil. Sabía que Shelby y la otra pareja creían que se estaba pasando, pero le importaba una mierda. Tenía que averiguar si Holly se encontraba bien.
Su hermano cogió el teléfono.
—¿Nick?
—Sí. ¿Cómo está?
Su pregunta fue recibida con un silencio enervante.
—Pues no muy bien, la verdad.
Se quedó helado al escucharlo.
—¿Cómo que «no muy bien»?
—Empezó a vomitar poco después de que te fueras. Ha estado vomitando desde entonces. Te juro que es increíble que un cuerpo tan pequeño pueda soltar tanto vómito.
—¿Qué has hecho? ¿Has llamado al médico?
—Claro que lo he llamado.
—¿Y qué te ha dicho?
—Que probablemente sea la gripe y que le diera de beber líquidos en pequeños sorbos para rehidratarla. Me ha dicho que es posible que el ibuprofeno le haya sentado mal, de modo que ahora nos hemos pasado al paracetamol.
—¿Sigue con fiebre?
—Tenía casi treinta y nueve la última vez que le puse el termómetro. El problema es que no aguanta el medicamento lo suficiente como para que le haga efecto.
Nick apretó con fuerza el móvil. Nunca había deseado algo con tanta intensidad como deseaba en ese momento estar de regreso en la isla para poder cuidar de Holly.
—¿Tienes todo lo que necesitas?
—La verdad es que tengo que pasarme por una tienda para comprar algunas cosas que necesito como gelatina y caldo de pollo, así que voy a llamar a alguien para que la cuide mientras estoy fuera.
—Ahora mismo me vuelvo a casa.
—No, de eso nada. Tengo una lista larguísima de gente a la que puedo llamar. Y... Dios, otra vez está vomitando. Te dejo.
La llamada se cortó. Nick intentó pensar pese al pánico que lo atenazaba. Llamó a la compañía aérea para reservar un asiento en el próximo vuelo de vuelta a Friday Harbor, pidió un taxi por teléfono y regresó a la mesa.
—¡Gracias a Dios! —exclamó Shelby con una sonrisa tensa—. Ya me estaba preguntando por qué tardabas tanto.
—Lo siento. Pero Holly está muy enferma. Tengo que regresar a casa.
—¿Esta noche? —preguntó Shelby con el ceño fruncido—. ¿Ahora?
Nick asintió con la cabeza y describió la situación. Allison y Bill parecían entender el problema, pero
Shelby parecía cada vez más preocupada. Esa muestra de preocupación por Holly hizo que experimentara una nueva conexión con ella. Se preguntó si consideraría la posibilidad de viajar con él. No se lo pediría, pero si ella se ofrecía...
Shelby se puso en pie y le tocó el brazo ligeramente.
—Vamos a hablar un momento en privado. —Le regaló una sonrisa forzada a Allison—. Ahora mismo volvemos.
—Claro. —Y las dos intercambiaron una de esas insondables miradas femeninas que anunciaba que algo se estaba barruntando.
Shelby lo acompañó hasta la entrada del restaurante y lo llevó a un rincón, donde nadie los molestaría.
—Shelby... —le dijo.
—Mira —lo interrumpió ella con suavidad—, no quiero ponerte en la tesitura de tener que elegir entre Holly y yo... pero ella estará bien sin ti. Yo, no. Quiero que me acompañes a la fiesta de esta noche y conozcas a mi familia. No vas a hacer nada por Holly que Joe no esté haciendo ya.
Cuando por fin terminó de hablar, la sensación de calidez y de conexión que había sentido Nick había desaparecido por completo. Por mucho que hubiera afirmado lo contrario, quería que escogiera entre Holly y ella.
—Lo sé —repuso—. Pero quiero ser yo quien la cuide. Además, es imposible que me lo pase bien sabiendo que mi niña está enferma. Me pasaría todo el tiempo en un rincón con el móvil en la mano.
—Pero Holly no es tuya. No es tu hija.
Nick la miró como si no la hubiera visto en la vida. ¿Qué estaba insinuando? ¿Que la preocupación que sentía por Holly no era legítima porque no se trataba de su hija biológica? ¿Que no tenía derecho a preocuparse por ella hasta ese punto?
En ocasiones, las cosas más importantes se revelaban en los momentos más inesperados. Y con esas palabras, la relación entre Shelby y él acababa de sufrir un cambio radical. ¿Estaba siendo irracional? ¿Estaba exagerando? Le importaba una mierda. Su prioridad era Holly.
Cuando Shelby vio la expresión de Nick, alzó la vista con impaciencia.
—No quería decirlo de esa manera.
Nick reorganizó metódicamente las palabras para extraer una verdad mucho más certera. Shelby había querido decir lo que había dicho, sonara como sonase.
—No pasa nada. —Hizo una pausa mientras sentía que los lazos de su relación iban cayendo durante la conversación, cortados por el hachazo que había significado cada una de esas palabras—. Pero es mía, Shelby. Es mi responsabilidad.
—También la de Joe.
Meneó la cabeza al escucharla.
—Joe me está echando una mano. Pero yo soy su tutor legal.
—¿Me estás diciendo que necesita a dos adultos revoloteando a su alrededor?
Nick respondió con mucha delicadeza:
—Tengo que estar allí.
Shelby asintió con la cabeza.
—Vale. Salta a la vista que es una tontería discutir sobre el asunto ahora mismo. ¿Quieres que te lleve al aeropuerto?
—He llamado a un taxi.
—Me ofrecería para acompañarte, pero quiero estar con mi prima esta noche.
—Lo entiendo perfectamente. —Le colocó una mano en la base de la espalda en un gesto pensado para calmarla. Tenía la espalda muy tiesa y fría, como si estuviera hecha de hielo—. Yo me hago cargo de la cena. Le dejaré mi número de tarjeta de crédito a la maître.
—Gracias. Estoy segura de que Bill y Allison apreciarán el gesto. —Shelby parecía abatida—. Llámame más tarde para decirme qué tal está Holly. Aunque estoy segura de que estará perfectamente.
—De acuerdo.
Se inclinó para besarla y Shelby volvió la cara, de modo que acabó besándole la mejilla.
BITCH!!! Nose por que Nick sigue con ella!!
Ay dios! yo le ubiera dicho.. hasta de lo que se iba a morir!
Uff, espero les guste chicas, Gracias por leer y Bienvenidas las nueva lectoras:)
Solo quedan 6 capitulos u.u
MeliGarcia
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