Dime quién eres. (Harry Styles)

Rascaba nerviosamente el cuero del asiento del coche con la uña, para centrarme en otra cosa que el dolor de mi brazo, y el de que Harry estaba a mi lado conduciendo.

El hecho de que Emmi me mandara a casa de Harry, ya que ella se había de ir a prácticas de piano y no quería dejarme sola, me había herido mi orgullo. O al menos el poco que quedaba. Pero aparte, estaba bastante nerviosa por ir a casa de Harry.

El resto del viaje fue silencioso, incómodamente silencioso.

Harry se bajó del coche para abrirme la puerta, con una sonrisa en la cara, aunque tampoco sabía porqué.

-Ya hemos llegado. Esta es mi humilde morada señorita.- Abrí los ojos como platos. Una casa immensa, tintada de blanco con grandes porticones de estilo victoriano, estaba enfrente de un gran jardín verde, ques se notaba a kilómetros que había estado recientemente cortado.
El gran terreno privado de los Styles me había chocado bastante. Vale que mi casa era grande y acogedora, pero comparado con esta era una chabola.

Saqué mi BlackBerry negra de mi bolsillo para escribir un mensaje a mis padres, diciendo que llegaría un poco tarde a casa, y que no se preucuparan por mí, que estaba en buenas manos.
"Si, ya. Buenas manos..."
Guardé mi móvil en el bolsillo trasero y me apresuré a pensar una cosa ingeniosa pero a la vez culto, para decirle a Harry sobre su casa.

-¿A esto lo llamas humilde morada? Chico, creo que habrías de ir al oculista si tan mal ves.

Él solo rió, dispuesto a abrir la puerta.

-Primero las damas.- me dijo divertido. Yo me reí mentalmente, porque si realmente fuera yo, estaríamos en una situación bastante diferente.

Pasé por el interior de la casa, mirando al suelo para intentar no intimidarme demasiado al levantar la mirada.
Cuando lo hice, me arrepentí con todas mis fuerzas.
La casa era aún más bonita por dentro.
Muebles clásicos de colores crema, blancos y marrones, que contrastaban a la perfección con las paredes y el suelo.
El suelo era de madera oscura, pero estaba tan pulido, que hasta se reflejaban las luces del techo.
La construcción de la casa estaba milimétricamente calculada para que todo encajase y le dieran un espacio cálido.

Harry cerró la puerta detrás suyo y me sentó en uno de los sillones mullidos de la sala.
Solo al notar sus fuertes manos sujetar mi cintura, sentía mis piernas desfallecer y la sensación de que de un momento al otro vomitaría encima suyo.
Ugh, las bacterias del mundo "cursilandia" ya me estaban empezando a afectar.

Él se fue un momento a lo que parecía ser el baño y volvió con muchas vendas y gasas blancas, además de desinfectante para la herida.

Le miré asombrada. Tenía casi una farmacia en su casa.

-No sabría decir las veces que me he herido en algún partido de fútbol, y aquí tengo todo lo que necesito.- me sonrió, amable, mientras me bajaba lentamente la manga del jersey.
Intentaba mirar hacía otro lado, nervioso, pero tanto yo como él, sabíamos que había de mirar para curarme la herida.
Maldecí a todo el mundo cuando la manga ya no bajaba más y estábamos a media herida.
Me miró con sus ojos verdes brillando divertidos.

-Habrás de quitarte el jersey si quieres que te cure.- murmuró mirándome fijamente. Su voz había pasado a un tono más grave, lo que me pareció una bomba afrodisiaca. Hasta me dí cuenta de que estábamos a una distáncia bastante peligrosa.
¿Con que quiere jugar? Toma juego.
Me quité el jersey delante suyo, dándole a entender que no me intimidaba en absoluto.
Tiré la prenda hacía el otro sillón, quedando solo con el sujetador negro de encaje.
Puse mis brazos debajo del pecho, cruzados. Harry me miró sorprendido, bueno, a mí no, a mis pechos.

-Harry, cariño, ya sé que tengo buena delantera, pero como siga así, se me podrirá el brazo.- le hice ojitos tiernos, a lo que él rió nerviosamente. ¿Acaso lo estaba incomodando?

-No eres tan inocente como pareces ser.- dijo mientras ponía alcohol en un algodón, para luego aplicarlo en la herida.

-Auuu.-chillé de dolor ante la picor del desinfectante. él me sonrió cálidamente para reconfortarme y bufó suavemente en mi herida.

Una punzada en el estómago, del más puro nerviosismo, se expandió por todo mi cuerpo al momento en que levantó la mirada y sus ojos conectaron con los míos.

-¿Como estás? ¿mejor?- susurró él sin apartar la mirada. Quería decir "No estoy bien, ya que unos ojos esmeralda me están volviendo loca y si no aparta la mirada lo besaré" en cambio, solo me salió un, apenas audible "Si, bien".

Él me envendó el brazo, quedando con un aspecto mucho más estético.

-Esto tiene mejor pinta.- dijo sonriendo de lado. Hizo el gesto de irse hasta el sillón de mi lado, pero yo no quería que se fuera, me gustaba que estuviera muy cerca de mí, que me transmetiese su calor, que me diese seguridad y confortabilidad.
Antes de que me diese cuenta, lo estaba agarrando de la mano.

-Quédate aquí.- dí unas palmaditas al sillón, a lo que él sonrió afectuosamente.

-¿Que quieres que me vaya?-dijo acercándose hacía mí. Noté su sarcasmo en la voz, pero sabía que era capaz de irse si no se lo ruegaba.

- ¡No!- le agarré más fuerte del brazo, a lo que yo misma me hice daño. Pero valió la pena. Harry ya estaba a mi lado. Me acurruqué en su pecho, notando sus abdominales y pectorales marcados.
Noté como sus manos se iban envolviendo lentamente en mi cintura, cayendo los dos, en un dulce sueño.