ϟ Alina Gray ϟ La niña que vivió || Saga || HP (Harry, Draco y tú)

Supo desde el momento en que su pie cruzó la línea hacia el exterior del orfanato que su vida jamás volvería a ser lo que hasta entonces había sido. ¿Cuántas veces no había soñado con eso? Con qué ansiedad no había visto a los niños que se llevaban luego que una familia los adoptaba. Posiblemente cuando tenía cinco o seis años, Alyna había guardado alguna esperanza remota que algún día alguien vendría por ella para llevarla a casa y criarla como propia y darle todo el amor que esa familia posiblemente no era capaz de darle a un hijo propio. Pero al pasar la barrera de los ocho años, Alyna sabía que sería cada vez más difícil que alguien viniera por ella pues era bien sabido que las pocas oportunidades que un huérfano tenía estaban entre los recién nacidos hasta los niños de cuatro años. Luego, entre cuatro y seis años eran los segundos en la lista de preferencia. Pasados los ocho años se convertía en una posibilidad cada vez más remota y ahora ella, al igual que Jacky Stevenson por ejemplo, que pasaban ya de los diez años, su único boleto de salida era al lograr la independencia ya fuera de manera legal a los dieciocho años o de la manera en que Alyna planeaba hacerlo, con una beca en la universidad.

Mientras montaban el taxi negro que los llevaba a la estación del tren, Alyna observó a su benefactora. El breve momento en que Alyna había pensado que por fin tendría a alguien a quien llamar "mamá" se había desvanecido momentos después cuando la mujer pidió un momento a solas con la niña para presentarse y saber si la niña la aceptaría o no como su nueva tutora.

"¿Tutora?" había pensado Alyna en ese momento. Pero había decidido no indagar demasiado en el aspecto pues tutora o no ella sería su boleto de salida. Posiblemente ella simplemente encontraba difícil manifestar cariño por alguien que nunca había conocido. Y Alyna mejor que nadie podía sentirse familiar con el sentimiento. Salvo Gafas, Alyna jamás se había interesado por nada ni nadie más salvo ella misma y mantenerse fuera de líos.

-No tenemos mucho tiempo,- le había dicho la dama en vestido verde y cabello negro en un moño apretado y gafas alargadas de carey,- así que tendrás que asimilar todo lo que te diga rápidamente. Señorita Gray, Mi nombre es Minerva McGonagall, usted es una bruja y ha sido elegida para asistir a la escuela de Magia y hechicería en Hogwarts. Asienta por favor cuando haya asimilado ésta noticia.

Alyna se quedó helada e inmóvil por varios segundos antes de reaccionar a la pregunta de la señora frente a ella. Ya antes había leído eso, nerviosamente buscó en el bolsillo secreto de su falda y extrajo la carta que minutos antes "Gafas" le había entregado.

-Señorita Gray,- insistió la mujer mirándola con severidad, la postura de la mujer era inquebrantable. A Alyna no le parecía que pudiera estar loca ¿Pero cómo podía estarle diciendo eso sin estarlo?,- ¿Me sigue o no me sigue?

Alyna fijó la mirada en la mujer buscando algún indicio de demencia aunque ella poco sabía de indicios psicológicos ¿Un pestañeo constante tal vez? Alyna no supo qué más hacer pues las madres estaban fuera del despacho y le aterrorizaba correr a la puerta y tocarla pidiendo ayuda ¿Qué se ganaría con eso? Confinarse al orfanato cinco años más no le parecía una opción más atractiva que seguir escuchando a la señora McGonagall. Y fue por eso que Alyna asintió esperando que la continuación de la explicación que acababa de escuchar mejorara de alguna manera.

-Sé que estás confundida,- le dijo la mujer relajando el semblante solo un poco y luego buscando algo dentro de su vestido que parecía una vara como de treinta o cuarenta centímetros, luego la apuntó al escritorio de la hermana Mary y lo hizo levitar como si…

-Como si fuera arte de magia,- pensó Alyna en voz alta.

-ES arte de magia,- la corrigió su interlocutora,- señorita Gray ¿No ha notado usted alguna vez que cosas raras suceden a su alrededor?

Alyna pensó entonces en el incidente con los platos y Jacky Stevenson, en su cabello que se volvía impecable cada que la hermana Mary estaba cerca y en la manera que muchas veces en el jardín, cuando no quería ser encontrada, por alguna extraña razón era como si se volviera invisible incluso para las personas que estaban más cerca de ella. Aun así miró a la mujer delante de sí como si la cuestionara más allá de lo que podía decir.

-¿Cómo es eso posible?

-Señorita Gray,- agregó la señora McGonagall,- no tenemos mucho tiempo. El director de Hogwarts me ha enviado a por ti. Puedo imaginar lo difícil que ha de ser para ti asimilar todo esto pero para sacarte de aquí necesito que consientas que sea tu tutora primero y luego…

-Está bien.

La señora McGonagall iba a continuar pero se detuvo en seco. A Alyna le pareció que por un instante ella reflejaba pena o cariño por ella pero prontamente se refugió de nuevo detrás de sus gafas alargadas mientras extraía un papel de su bolso y una pluma de ave que mojó en un tintero. Alyna solo había visto cosa igual en las películas ¿Pero qué tenía que perder? Después de todo, si la mujer resultaba ser una estafa, siempre podía escapar ¿Qué tan rápido podía correr una mujer de cuarenta años? Mientras estuviera fuera del orfanato podría encontrar una manera de seguir adelante.

Así que Alyna había firmado el papel amarillento que parecía pergamino y luego habían dejado entrar a la madre superiora de regreso a la oficina así como a la hermana Charlotte y a la hermana Martha. Al parecer, la señora McGonagall había estado en el orfanato antes pues cuando ellas terminaron de hablar, la madre superiora la mandó de regreso a su habitación por el resto de sus cosas.

Casi corriendo, Alyna había llegado a su habitación de donde había tomado solo un uniforme más, ropa interior y las hojas sueltas de libreta que tenía apiladas y envueltas en una vieja carpeta que había hecho con cartón. Eran dibujos y apuntes que había hecho en todos los años que había estado ahí desde que la habían puesto una crayola en la mano por primera vez. Era del tipo de trabajos que los padres cuelgan con orgullo en el refrigerador cuando el niño vuelve de la escuela. Alyna nunca había tenido nadie a quién mostrárselo antes pero ese era el único souvenir que tendría de su juventud cuando creciera. Y no es que a nadie le importara en ese momento ¿Pero qué tal si a alguien le importaba en el futuro? Y no es que guardara muchas esperanzas en ello pero por otro lado le gustaba saber que su vida tenía una bitácora. Algo de lo cual asirse en lo que encontraba su verdadero camino en la vida. Después de todo ¿Quién sabe? También era posible que la demente mujer en el despacho de la madre superiora estuviera diciendo la verdad.

Cuando Alyna dejó la casa hogar del Sagrado Corazón de Jesús no pensó en ninguna de las personas que dejaba detrás. Sí sintió un poco de pena por Jacky, pues sabía que la única razón por la que ella la odiaba era porque de alguna manera Alyna lograba permanecer fuera de problemas gracias a la suerte. Suerte que ella no tenía y que tanto anhelaba también ¿Y qué diría Jacky al saber que Alyna sería adoptada? En lugar de sentirse vengada por todas las travesuras que Jacky alguna vez le había hecho, Alyna volvió a sentir pena por ella esperando que en un futuro la vida le sonriera a ella también ¿Qué era ella después de todo? Solo una niña en infortunio. No era muy diferente de ella después de todo.

-¿A dónde vamos?- Inquirió Alyna mirando por la ventana. Pocas veces había hecho recorrido en Londres y las pocas veces había sido en dirección a Piccadilly Circus en compañía del coro.

-Charing Cross,- contestó la mujer con esa seriedad y frialdad que tanto la caracterizaba,- necesitamos deshacernos de ese horrendo uniforme de orfanato.

Alyna miró sus ropas y se sonrojó. Nunca en la vida había usado nada más que ese vestido o una versión más pequeña del mismo. ¿Sería posible que por fin usaría un vestido con lazos, moños y listones de colores? Recordaba que siempre que se dibujaba a sí misma ponía muchos colores. Los vestidos de arcoíris, como ella les llamaba, eran sus favoritos. Y entonces otro pensamiento se apoderó de ella impidiendo que cualquier sentimiento positivo saliera a flote.

-Pero…- dijo dubitativa apenas consiguiendo la atención de la señora,- yo no tengo dinero para comprar vestidos.

La mujer volvió la vista hacia ella. Algo muy cercano a una sonrisa amable se dibujó en su rostro antes de hablar.

-No te preocupes por eso,- le dijo volviendo a esa expresión seria de antes,- Hogwarts tiene un fondo monetario para casos especiales como el tuyo.

-¿Y quién paga ese fondo?- quiso saber Alyna con la curiosidad cada más acrecentada.

-La comunidad mágica, por supuesto.

Alyna arqueó una ceja.

-¿Existe una comunidad mágica?

McGonagall rió por primera vez.

-Claro que sí ¿Acaso creías que solo éramos tú y yo?

Alyna suspiró. No quiso hacer otra pregunta por miedo a sonar idiota. Y no había nada que ella odiara más que sonar idiota. Especialmente ante una persona de apariencia tan respetable como Minerva McGonagall.

Pararon en una tienda departamental llamada "United Colors of Bennetton" a la cual Alyna nunca antes había ingresado. Minerva tomó unos cuantos vestidos y se los dio para que se los probara. Todos bonitos y de diferentes colores aunque varios, según Alyna pensaba, poco apropiados para su edad. Al final, cuando iba a pagar, pareció tener problemas con los billetes y en eso ni Alyna pudo ayudarle pues nunca había tenido dinero en sus manos y solo conocía las monedas pues eso era lo que normalmente recolectaban con el coro cuando cantaban en Piccadilly Circus.

Apenas dejaron la tienda, Alyna tiró en la basura el vestido con el que había salido de la casa hogar sintiéndose como una princesa en un vestido blanco con flores pintadas de tantos colores como el mismo arcoíris y unas sandalias blancas con mariposas tecnicolores. Se sentía como en un sueño. Estaba segura que incluso McGonagall había sonreído al verla salir con el primer vestido del probador dando brinquitos como sin creer que trajera eso puesto y que se lo fuera a llevar.

Camino a Charing Cross, Alyna abrazó con todas sus fuerzas las bolsas repletas de ropa nueva y el folder de dibujos que era lo único que le quedaba del lugar que acababa de abandonar. Cuando salieron de la parada del metro en la parada de la calle que iban a visitar, solo caminaron escazas dos o tres cuadras hasta que vieron un letrero entre una librería y una tienda de viejos discos de acetato. El letrero leía.

"El caldero chorreante"

A Alyna le pareció un nombre curioso para un negocio en una de las principales de Londres. Sabía porque había estudiado geografía que esa calle iba a dar al río Támesis donde eventualmente podría ver uno de los tantos puentes de Londres. Miró a lo lejos y podía oler el agua cercas pero en lugar de seguir avanzando entraron en una vieja puerta al establecimiento con el letrero que había leído antes. Nunca había estado en un pub, así que miró atentamente a su alrededor en lo que se encaminaban a una de las mesas del establecimiento.

La gente en ese lugar usaba ropas extrañas. Trajes de una sola pueza como los que las monjas o los monjes usaban pero en varios colores extraños y con telas de diferentes tipos. Algunos con puños adornados, amplios, con bordados, con escote en el caso de las mujeres, con corset o con grandes moños que los hacían parecer vestidos sacados de la época victoriana ¿Era ese un bar temático?

-Buenos días, profesora McGonagall,- dijo el cantinero en cuanto la vio sentarse en una de las mesas cerca de la pared.

-Buenos días, Tom,- saludó ella seriamente y Alyna pudo notar que al hacerlo, su ropa cambiaba rápidamente simulando el estilo de las demás personas en el pub.

-El mundo mágico no puede ser conocido por los muggles y es por eso que cuando estamos en la calle, vestimos de la manera más similar a ellos,- explicó McGonagall al contemplar la expresión de asombro de Alyna.

-Pero…- dijo ella intentando asimilar lo que veía a su alrededor,- la puerta está ahí en Charing Cross… cualquiera podría entrar y verlos a todos con sus ropas y…

-No, no pueden,- atajó McGonagall,- hay un hechizo en la puerta que la hace invisible a los ojos muggles.

-Eso,- replicó Alyna como recordando su primera duda cuando McGonagall le había dado la primera explicación,- ¿Qué son los muggles?

-La gente sin poderes mágicos,- respondió la mujer como si fuera la cosa más lógica.

Y en ese establecimiento estuvieron Alyna y McGonagall hablando de lo que era el mundo mágico y cómo funcionaba en secreto de los muggles y que ella iría a Hogwarts donde ella enseñaba una de las materias y donde aprendería a ser una bruja apropiadamente y donde seguramente aprendería más de ese mundo de lo que ella le podía decir en el escaso tiempo que tenía para darle. Luego Alyna soltó la última pregunta que en realidad era la única que quería que le respondiera desde el principio.

-¿Y cómo supo usted que soy mágica? ¿Acaso usted… conoció a mis padres?

McGonagall no pudo ocultar lo conmovida que estaba ante la pregunta de Alyna. Se tocó el pecho como si temiera que el corazón se le fuera a salir y comenzó a hablar más lenta y ceremoniosamente que como lo había hecho antes.

-Yo no conocí a tus padres. Y tú…- hizo una larga pausa que fue entonada con un suspiro,-¿recuerdas a tus padres?

Alyna miró sus propias manos sobre la mesa; parecía como irreales, como si no fueran sus propias manos. Nadie nunca le había hablado de sus padres, todo lo que le habían dicho en la casa hogar la única vez que había preguntado era que no le quedaba nadie más en el mundo que quisiera hacerse cargo de ella y que debía aceptarlo porque solo así podía lograr ser algo bueno en la vida. Luego hurgó entre las bolsas que venía cargando desde la tienda de ropa y sacó la carpeta con viejas hojas coloreadas con crayola y acuarelas. Extrajo una de las hojas y se la mostró a la Profesora McGonagall.

-Siempre que pienso en ellos me imagino a una pareja que viste de blanco,- dijo como explicación al dibujo sobre la mesa que eran un hombre y una mujer vestidos de blanco en un fondo rojo. A un lado estaba la silueta de otra mujer en color gris,- sé que tenía otro pariente aparte de mis padres pero nunca he podido descifrar quién es. Solo se… que estaban ahí hace mucho tiempo pero no recuerdo nada de ellos. Ni siquiera su rostro…

Mientras decía eso, Alyna pasó el dedo índice sobre lo que debería ser el rostro de los que se suponía eran sus padres pero no tenían ojos y sus expresiones apenas eran unas rayitas hechas al azar. Mcgonagall se llevó la mano a la boca como para reprimir un sollozo.

-A veces me pregunto si murieron o me abandonaron,- agregó Alyna volviendo la atención en la profesora una vez más,- si murieron me da pena pensar que murieron tan jóvenes y si viven me pregunto por qué no me quisieron…

La mano de la profesora sobre la de Alyna la previno de seguir hablando.

-Tus padres no te habrían abandonado jamás, Alyna.

Y fue así que luego de muchos años de no haberlo hecho, Alyna sintió las lágrimas correr por sus mejillas ante el recuerdo de sus padres y la certeza que fue amada por ellos hasta su último respiro. ¿Sabía o no sabía esa mujer que sus padres habían muerto? Eso no importaba, en el fondo Alyna lo sabía también. Siempre lo había sospechado. Especialmente cuando soñaba con fogatas y con una oscuridad como de cenizas que la envolvía mientras unos gritos desgarradores acompañados de gruñidos como de bestia la despertaban bañada en sudor en medio de la noche. ¿Y por qué lloraba entonces? Era por la certeza, porque de alguna manera a veces le gustaba fantasear con que había ocurrido un error y ella se había perdido tal vez de la vista de sus padres mientras jugaba y había terminado en la casa hogar pero que no era su destino ahí. Ahora era un hecho, ella estaba sola en el mundo y tenía que arreglárselas por sí sola. Y no era como si hubiera sido distinto hasta ese momento de cualquier modo.

-¿Sabe cómo murieron mis padres?- inquirió Alyna de pronto al limpiarse las lágrimas que forzó por frenar.

La Profesora McGonagall la observó con un dejo de tristeza y admiración al verla hacer eso.

-Hay cosas…- empezó a decir como eligiendo cuidadosamente las palabras que estaba por decir,- hay cosas que no son buenas saberlas antes de tiempo.

Alyna iba a protestar pero luego recordó las pesadillas y pensó que posiblemente sí era tan terrible como a veces suponía. En efecto, era muy pronto para saberlo, pensó. Y luego hizo una nota mental para preguntar luego, cuando estuviera más relajada.

Cuando por fin terminaron esa bebida extraña que la profesora McGonagall llamó "Cerveza de mantequilla" le extendió un papel del mismo color amarillento que la carta que gafas le había dejado en la casa hogar. "Gafas" pensó Alyna recordándolo de pronto ¿Qué sería de él? ¿La seguiría buscando en el futuro? ¿Lo encontrarían las monjas en el patio y lo sacarían a escobazos? Pero su preocupación duró poco, Alyna sabía perfectamente que Gafas era un gato listo, casi tan listo como un humano.

-¿Qué es?- quiso saber Alyna desdoblando la hoja de papel.

-Es tu lista de útiles.

Cuando McGonagall y Hermione cruzaron la pared de Ladrillos y luego que Alyna tuviera que pellizcarse un par de veces para comprobar que no estaba soñando, por fin fueron en busca del caldero, los pergaminos, el tintero, las plumas, los libros, el baúl, y luego al pasar al lado de una vitrina con escobas, McGonagall se detuvo en seco.

-¿Cómo te sientan las alturas?

Alyna no entendió la razón por la que McGonagall le preguntaba eso pero frunció el entrecejo y negó con la cabeza.

-Una vez intenté escapar de la casa hogar trepando una enredadera para saltar la barda… no pude llegar más allá de medio metro.

Alyna nunca había confesado eso a nadie y se sintió ruborizar luego de haberlo hecho.

-No importa,- suspiró la profesora dándole una palmada en la espalda.- Ya he soportado suficiente de las burlas de Severus los pasados años desde que Charley terminó sus estudios en Hogwarts que…

Pero Alyna ya no escuchó más de las frustraciones de la profesora. Tan pronto llegaron a un negocio llamado "Madame Malkins", se detuvo en seco cuando alguien más gritó su nombre en la calle.

-¡Profesora McGonagall!- era un joven pelirrojo de unos quince años con cara de pedante que no podía con ella.

-Percy Weasley,- replicó la profesora como complacida de ver a un alumno favorito,- Alyna ¿Podrías entrar a esa tienda y decirle a Madame Malkin que vienes de mi parte? Entraré en unos momentos.

Alyna asintió al instante y entró a la tienda cargando consigo tantos paquetes como le fue posible llevar. Una vez adentro se dio cuenta que no había nadie mayor a quien preguntar si era o no Madame Malkin. Solo un chico de unos nueve o diez años de cabello largo y negro azabache estaba sentado en una silla como muriendo de aburrimiento. Meciendo los pies hacia adelante y hacia atrás con la cabeza recargada en el respaldo de la silla. A diferencia de la mayoría de los magos y brujas que Alyna había conocido ese día, el niño llevaba puestos unos pantalones que la profesora McGonagall hubiera descrito como "muggles" y una camisa deportiva color naranja chillón con las palabras "Chudley Cannons" escritas al frente. En cuanto Alyna hizo evidente su presencia, la miró de pies a cabeza como evaluando lo colorida de su vestimenta. Hasta entonces Alyna no había prestado demasiada atención a lo llamativo de su propio vestido. Los ojos del niño eran gris claro y se clavaron en sus ojos como si hubiera descubierto que Alyna lo miraba tan detenidamente como él la estaba observando.

-Hola…- dijo Alyna tímidamente poniendo los paquetes en el suelo mientras hablaba,- ¿Sabes a dónde ha ido Madame Malkin?

El chico se encogió de hombros y volvió a mirar al techo como retomando su aburrimiento. Alyna no estaba acostumbrada a ser desafiada por nadie salvo por Jacky. Pero claro, Jacky tenía razón para hacerlo, medía veinte centímetros más y pesaba por lo menos diez quilos más. Desaprobando la actitud del chico, refunfuñó y cruzó los brazos sobre el pecho.

-Por lo menos podrías decir que no lo sabes,- lo reprendió ella girándose para buscar con la mirada la presencia de otro adulto.

-Yo no haría eso si fuera tú,- advirtió la voz de otro chico que venía saliendo de un probador y se acomodaba una túnica negra que le quedaba un poco grande.- parece muy pacífica y pequeña ahí sentada pero si la provocas… no querrás ser tú.

Alyna buscó la mirada del chico, sí, le estaba hablando a ella ¿Pero a quién se refería en la advertencia?

-No necesito que la intimides por mí, puedo hacerlo yo sola, gracias,- hasta entonces fue que Alyna se dio cuenta que el chico de la silla no era un chico en realidad sino una chica.

-Pues no estaba intimidada,- espetó Alyna apretando los brazos sobre su pecho una vez más.

-Pues deberías,- rió el chico que se estaba midiendo la túnica asumiendo que la niña era pariente del otro ya que compartían esa cabellera negra azabache pero sus ojos eran distintos. Los ojos del chico de la túnica nueva eran verdes como los campos irlandeses. O por lo menos eso le parecía a ella aunque nunca hubiera estado en Irlanda. Y llevaba unas gafas rectangulares de moldura ligera.

Alyna observó su reflejo en el espejo como intuyendo a lo que el niño se refería. En efecto, a pesar de que Alyna tenía casi doce años ya, se veía más menuda que la niña en la silla. No era su culpa, en verdad. Estando en la casa hogar para ella era normal que todos y todas las demás personas fueran delgadas y menudas. Todos, salvo Jacky, compartían casi el mismo estado de desnutrición. Y ella se había salvado de eso solo porque era una brabucona que tomaba comida de más a la fuerza. Observó sus rodillas huesudas que sobresalían prominentemente debajo de la falda de su vestido y de pronto sintió pena que dos niños tan saludables la hubieran evaluado de tal manera apenas había entrado. Iba a decir algo pero fue interrumpida por una mujer que salía de detrás de una cortina que daba al fondo de la tienda.

-Puedo utilizar una tela especial, señor Potter,- le dijo la mujer mientras cargaba un rollo de tela,- y se les puede agregar bolsillos secretos como usted me pidió… eh ¡Hola pequeña! ¿Vienes acompañando al señor Potter?

Alyna no conocía a ningún señor Potter pero asumió que se refería al niño que estaba midiéndose la ropa y luego negó con la cabeza.

-La p-profesora McGonagall…- dijo nerviosamente,- ella me envió.

-Ah,- sonrió la mujer,- tú debes ser la niña Gray.

Alyna asintió con la cabeza y casi tan pronto como terminó de saludarla con la mano ya se encontraba frente a un espejo mientras que una cinta métrica volaba a su alrededor tomándole medidas. Alyna no estaba acostumbrada a objetos volando a su alrededor pero intentó actuar lo más naturalmente posible porque no quería verse como una boba ante ese par de niños que hablaba y hablaba de una cosa extraña llamada "quidditch" que ella no conocía. Miró a su alrededor y para su suerte la Profesora McGonagall venía entrando por fin.

-Disculpa,- le dijo caminando a su alrededor como comprobando que la túnica que Alyna se medía estuviera bien,- estaba hablando con mi nuevo prefecto.

-¿Piensa que debo dejar espacio por si crece?- inquirió Madame Malkin.

-Sí, sí, claro… usa pinzas mágicas para que crezca por lo menos dos tallas. El tiempo pasa volando en Hogwarts…

-¿Es usted profesora de Hogwarts?- quiso saber el niño al que Madame Malkin había llamado Potter.

-Así es,- replicó seriamente la profesora,- soy la jefa de la casa de Gryffindor. Y usted debe ser Potter. La misma cara y físico de su padre pero los ojos de su madre.

El niño sonrió como si le hubieran hecho un cumplido y a Alyna le pareció que de tener padres también se sentiría orgullosa que la compararan con ellos.

-Gusto en conocerla, profesora,- le dijo extendiéndole la mano para saludarla. Alyna nunca había visto a un niño tan seguro de sí mismo,- seré parte de la casa de Gryffindor muy pronto.

La profesora McGonagall lo miró con severidad pero aceptó el apretón de manos.

-No le toca a usted decidir a qué casa ir, señor Potter.

-Pues más me vale ir a Gryffindor,- replicó el niño,- mis padres me matarán si no soy león.

-Te matarán si vas a Slytherin,- agregó la niña que parecía niño.

Ambos niños soltaron una carcajada y la profesora los miró con severidad. Alyna no entendía nada.

-Todas las casas son buenas,- sentenció la profesora McGonagall.

-Todas excepto Slytherin.

La última frase fue dicha por una voz adulta y nueva en la sala. Alyna pudo ver por el espejo que se trataba de un nuevo cliente de la tienda. Aunque en cuanto la niña aburrida de la silla dio un salto y corrió a abrazarlo se dio cuenta que era también pariente de ellos.

-¡Papá!

-¡Addy!

-¿Tan pronto dando mal ejemplo a los niños?- inquirió la profesora al ver al hombre acercarse el niño Potter cargando a la otra aún en brazos.- no puedes influenciar a los niños para que le tengan buena idea o mala idea a las otras casas de Hogwarts.

-¿Por qué no? Todos los que se creen sangre pura lo hacen con sus hijos para ir a Slyhterin…

Alyna no entendía qué estaba pasando. ¿Casas? ¿Gryffindor? ¿Slytherin? ¿Sangre pura? ¿De qué estaban hablando todos? Todo era tan confuso que le parecía que nunca podría acostumbrarse a todo ello. Además ¿Qué estaba haciendo? Comprando calderos, pergaminos y túnicas. Eso era cosa de dementes ¿Es que acaso se había vuelto loca? Una vez había leído acerca de los esquizofrénicos que creaban sus propios mundos en su cabeza ¿Y si ella sufría de esa enfermedad? No pudo soportarlo más y corrió en dirección al vestidor donde cerró la puerta y comenzó a respirar agitadamente.

-¡Alyna! ¿Estás bien?- gritaba la profesora McGonagall del otro lado de la puerta.

Alyna no se atrevió a abrir la puerta, necesitaba ordenar su cabeza. Solo el día anterior el mundo era de una forma. Ella tenía sueños y aspiraciones. Pocas esperanzas, eso sí, pero a final de cuentas ¿Qué huérfano puede tener muchas? Y ahora era una bruja y tenía que ir a una escuela a aprender magia. Y todo mundo sabía más que ella y ella quedaría como una idiota frente a todos. No podía tolerarlo. Se imaginaba a sí misma en un patio escolar con todos los niños riéndose de ella porque no sabía lo que era "quidditch". Se sentó en el suelo y siguió respirando rápidamente.

-Alohamora,- la voz de la profesora fue serena y después de eso, la puerta cedió.

La profesora no dijo nada, en lugar de eso le tendió la mano y la levantó casi al vuelo. Alyna se apoyó en el cuello de la profesora y la dejó que la cargara fuera del vestidor. Luego la colocó sobre un banco alto y le dio un pañuelo. Alyna comprobó aliviada que tanto el hombre como los niños que antes habían estado ahí ya se habían ido.

-No puedes perder el control tan fácilmente, Alyna ,- le dijo esperando a que terminara de serenarse,- ser alumno es de por sí difícil, tu edad es difícil y ser nuevo en algo es aún más difícil. Pero no debes preocuparte. Conocerás a mucha gente que querrá ayudarte.

Alyna ya había cesado su llanto. Ahora miraba a la profesora desde lo alto del banco donde Madame Malkin terminaba de tomarle las medidas en silencio.

-¿Por qué habrían de ayudarme?- inquirió seriamente,- nadie me conoce, no tengo familia, no sé hacer nada…

La profesora dio un hondo suspiro y masajeó sus cienes con ambas manos.

-Me imagino por qué no confías en nadie, incluso puedo entender por qué a pesar de tener dudas casi no haces preguntas. Pero no puedes seguir con esa actitud. No te hará ningún bien, Alyna. Tampoco te comprará muchos amigos.

-Yo no necesito amigos,- repicó Alyna un poco desafiante,- nunca los he tenido y tampoco estoy en busca de ellos. Yo solo…

Apenas había empezado a hablar enérgicamente Alyna deseó no haberlo hecho. La profesora pareció notarlo y le dio una palmada en el hombro que la relajó de inmediato.

El resto del día Alyna compró la varita mágica en la tienda de Ollivander's y agregó en su baúl unos cuantos libros más acerca del mundo mágico que la profesora le regaló.

-No puedo dejar que vuelvas a la casa hogar,- le dijo la profesora,- pero faltan dos meses para el inicio de clases así que te dejaré a cargo de una escolta que te dictará nociones de cómo funciona el mundo mágico y las cosas básicas que debes saber hasta el último día de agosto cuando tendrás que tomar el tren a Hogwarts.

Luego de decirle eso, la profesora le dio un boleto que leía "Andén 9 ¾". Alyna se imaginó que el tres cuartos era por el vagón o el asiento ¿Cómo podía ella saber? Nunca había viajado en tren.

Se despidieron en la puerta de la casa de la Señora Figg quien según la profesora era una escolta confiable. Justo antes de verla partir, Alyna sintió que se apartaba de una vieja amiga de toda la vida aunque nunca antes hubiera tenido una y aunque hubiera compartido solo un día con ella. En ese momento más que nunca lamentaba haberle dicho eso acerca de las amistades. De todas las personas que había conocido en su vida, Minerva McGonagall era la primera que le hubiera gustado conocer mejor y poder llamar amiga.

La señora Figg era una mujer mayor de unos sesenta años de edad. Era menudita con cabello gris y vestía casi siempre un pañuelo en la cabeza, una bata floreada y unas pantuflas de tartán. Su casa olía mucho a comida para gatos pues tenía cuatro y aparte cinco cachorros que le pertenecían a una de las gatas más grandes. Desde que Minerva McGonagall se había despedido de ella en la estación del tren de Victoria, Alyna había tomado el tren con dirección a Amersham, un condado del distrito de Buckingham que pertenecía a Londres y que era tan pequeño que apenas contaba con una población de diez mil personas. Obviamente en términos mundiales ese pueblo era muy pequeño, pero para Alyna que había vivido la mayor parte de su vida dentro de una casa hogar con otros cien niños y niñas, Amersham era un nuevo mundo.

Pronto Alyna descubrió que la razón por la que Arabella Figg tenía tantos gatos era porque a eso se dedicaba para vivir. Criaba gatos y los vendía porque según ella eran una raza única, Alyna sabía poco de esa especie de animales porque el único que había visto en la vida real era a Gafas y no podía discernir si existían o no en el "mundo muggle", como la señora Figg constantemente decía.

Al principio a Alyna le pareció que la señora Figg era demasiado ordinaria para ser "una bruja" como McGonagall, por ejemplo. ¿No deberían los magos y brujas depender un poco más en la magia? ¿O es que estaba prohibido en ciertas circunstancias? Cuando por fin se atrevió a cuestionar esto a la señora Figg, recibió una respuesta que no se esperaba.

-Eso es porque yo soy una squib,- le dijo pacientemente. Y al notar que Alyna entornaba los ojos, agregó,- los squibs somos hijos de magos pero que nacemos sin poderes mágicos.

Alyna entrecerró los ojos, jamás se había cuestionado cómo es que la magia se transmitía de familia a familia o si era una regla que las personas con magia engendraran a más personas con magia. Fue ahí donde aprendió que hay personas que tienen padre muggles y aun así con magos o brujas y que hay personas que son hijos de magos pero no tienen magia pero se les permite pertenecer a ese mundo a diferencia de los que solo son muggles y están relacionados con magos o brujas.

-¿Y qué pasa con los padres muggles de los magos y brujas?

-Deben jurar bajo un hechizo irrompible el no revelar la existencia del mundo mágico hacia otros muggles.

-¿Un hechizo irrompible? ¿Cómo es que es irrompible? ¿Con magia?,- Alyna recordaba haber leído algo acerca de los hechizos de ese tipo luego que McGonagall le hubiera explicado cómo era que los muggles no podían descubrir el Caldero Chorreante.

-Así es,- sonrió Arabella Figg,- aunque quieran decirlo, no podrán… es como si lo olvidaran cuando pensaran en decirlo, se les olvidará lo que van a decir. Aunque aún no debemos preocuparnos por eso, no ha habido hijos de muggles entrando a Hogwarts en varios años y no los habrá hasta… bueno, varios años más.

Alyna asintió satisfecha con esa respuesta pero luego se le ocurrió otra pregunta.

-¿Y qué pasa si un mago se casa con una muggle? O una bruja con un muggle…

Parecía como si el rostro de la señora Figg se hubiera ensombrecido al escuchar la pregunta pero aun así logro serenarse al contestar.

-Hacen el mismo juramento pero el muggle no puede vivir en el mundo mágico. El mago o bruja que entra en ese contrato debe vivir entre los dos mundos o fuera de los que son como ellos.

Alyna pensó que eso sería algo muy triste de hacer. Renunciar a la gente que es como tú… dejarlo todo atrás por una persona. Había que ser muy tonto o estar muy enamorado y a los once años a Alyna la parecía más una estupidez que otra cosa.

Con su sed de conocimiento alentado por el miedo que tenía a ser tomada como idiota en su primer día de clases, Alyna comenzó a leer uno de los libros que McGonagall le había regalado a lo largo de las semanas siguientes. Era un libro bastante extenso pero estaba plagado de detalles, mismos que ella necesitaba para entender mejor a esa nueva sociedad a la que estaba por ingresar. El libro se llamaba "La Historia de Hogwarts" y mientras Alyna lo leía, la señora Figg le aclaraba cualquier duda que ella tuviera.

-Entonces es verdad,- dijo Alyna un día levantando la vista de su libro y mirando hacia el otro lado de la sala donde la señora Figg peinaba a uno de sus gatos,- la casa de Slytherin es la peor de todas.

-¿Quién te dijo eso?- quiso saber ella sin dejar de hacer su tarea.

-Escuché a unos niños decirlo en el callejón Diagón… luego lo dijo un adulto.

La señora Figg sus piró colocando al gato en el sillón y luego tomando otro del suelo para empezar a peinarlo también.

-La casa de Slytherin tiene mala fama porque ahí van a parar los magos ambiciosos y porque de ahí han salido muchos magos tenebrosos. Pero yo que no pude ir a Hogwarts como estudiante…- al decir eso dejó salir un hondo suspiro,- te puedo decir que Gryffindor ha engendrado tantos magos tenebrosos como Slytherin. Es solo era guerra de casas que continúa aún después de que los alumnos abandonan Hogwarts la que genera esos prejuicios.

Alyna asintió antes de volver a su libro pero entonces regresó la mirada a la mujer.

-¿Y qué es un mago tenebroso? ¿Un mago malo?

La señora Figg intentó esbozar una sonrisa pero solo consiguió una mueca extraña.

-Los magos tenebrosos son los que buscan poder sin importar los medios. Normalmente se valen de las peores formas para lograrlo y pronto descubren que siempre quieren más y más poder… a veces incluso asesinar a los suyos propios.

Alyna se llevó una mano al pecho.

-¿Existe alguno de esos hoy en día?

-¡No! ¡No! ¡Claro que no!,- se apresuró a aclarar Arabella,- el último murió hace casi diez años… fueron tiempos feos. Muy muy feos…

De pronto Alyna perdió interés en su lectura y colocó el libro a un lado.

-¡Cuénteme!

La señora Figg de pronto pareció con la vista perdida mientras acariciaba la cabeza del pobre gato que apretaba los ojitos cada que sentía la mano de su ama cerca.

-Lo siento, Alyna, pero no se puede hablar de eso,- dijo finalmente.- aunque han pasado diez años aún lo siento cerca…

Alyna se alarmó pues parecía que la señora Figg iba a llorar y si había algo con lo que Alyna no era buena era lidiar con las lágrimas. Nunca le había gustado cuando ella misma las derramaba y definitivamente si eran de un adulto le parecía una tarea imposible.

-Discúlpeme,- le dijo tomando el libro debajo de su brazo,- no volveré a preguntarle al respecto.

Y no lo hizo, pero encontró una pequeña reseña en uno de sus libros de historia. Según el libro el último mago tenebroso registrado en la historia era "Lord Voldemort" cuyo nombre nunca debe ser pronunciado en voz alta. Según la reseña el mago había desafiado a la muerte valiéndose de artes oscuras y había reclutado consigo a un grupo de magos que apoyaban la causa de Salazar Slytherin. La causa que decía que solo los magos de sangre pura debían existir y que toda sangre mezclada con muggles era sangre sucia. Cuando Voldemort había por fin reclutado suficientes seguidores y hombres lobo bajo su cargo, había iniciado la fase de la guerra denominada como "el exterminio" donde gran parte de la población mágica murió antes de ser detenido por Albus Dumbledore y sus seguidores denominados como La Orden del Fénix en una alianza con el ministerio de Magia.

Conforme Alyna leía se daba cuenta que términos como "ministerio de magia", "maldición", "hechizo" o "mago tenebroso" se volvían cada vez más claros en su cabeza. El problema era que tenía tan poco tiempo libre que no tuvo tiempo para abrir los libros de sus materias antes de que el verano estuviera por terminarse. Justo una semana antes de iniciar el curso en Hogwarts, Minerva McGonagall apareció en la chimenea de su sala.

Fue algo irreal para Alyna, estaba leyendo un libro que hablaba de heridas provocadas por la magia (y las cuales le preocupaban de sobremanera pues sabía que con su cuerpo subdesarrollado sería víctima de los abusones como Jacky) cuando de pronto la chimenea dejó salir una gran nube de humo verde y seguido de eso McGonagall estaba de pie frente a ella.

-¡Profesora!- exclamó Alyna colocando el libro sobre la mesita de café,- ¿Cómo hizo eso? ¡Señora Figg! ¡La Profesora McGonagall está aquí!

-Polvos flu,- señaló la mujer en su pose firme como de guardia del palacio real,- ¿No te lo ha explicado Arabella? ¿Entonces qué te ha enseñado? ¿Solo a criar gatos?

Y como si fuera una cruel broma del destino, la señora Figg entró abrazando a uno de su gatos.

-¡Minerva!- le dijo emulando una sonrisa,- no te esperaba hasta el treinta y uno de agosto.

-Cambio de planes,- le dijo sacudiéndose la ropa,- el profesor Dumbledore cree conveniente que ciertas medidas sean llevadas a cabo y es por eso que he venido a ponerlas sobre aviso

Alyna miró de reojo a la señora Figg y luego miró a la profesora McGonagall. Sabía que algo estaba ocurriendo pero esperó a escuchar las palabras de la profesora para formular una teoría.

-Alyna,- le dijo Minerva una vez las tres sentadas en la sala con una taza de té cada una,- el Director ha analizado tu caso y me ha mandado a pedirte un enorme favor en su nombre.

"Pues si quiere un enorme favor de mi parte ¿Por qué no viene él mismo?" pensó Alyna pero no se atrevió a decirlo, solo se limitó a asentir con la cabeza invitándola a que continuara.

-Cree que no es conveniente que te presentes en la escuela con tu nombre original.- al escuchar esas palabras tanto Alyna como Arabella fruncieron el entrecejo,- no lo tomes a mal, debes estar segura que lo dice con las mejores intenciones, pero cree que si te presentas con el apellido Gray… bueno, surjan demasiadas preguntas que tú no tienes por qué contestar.

-¿Y cómo podría yo contestar preguntas acerca de los Gray si no se nada acerca de ellos?

La profesora suspiró como si se esperara esa respuesta. Luego apretó los labios antes de empezar a hablar lenta y pausadamente como si estuviera rindiendo un informe.

-Alyna, hemos descubierto lo que ha sucedido con tus padres…- McGonagall miró el suelo como si le fuera imposible sostener la mirada inquisitiva de Alyna,- tus padres fueron asesinados hace casi diez años.

-El exterminio…- musitó Alyna con un hilo de voz que de no ser por el silencio que se había generado, nadie habría escuchado.

McGonagall miró a Arabella quien se cruzó de hombros. Era evidente que la retención de Alyna con los libros era magnífica. Así que asintió pesadamente.

-Alyna, no sabemos los motivos exactos por los que tus padres fueron asesinados. Es decir… durante esa guerra casi todo mundo tenía un motivo. Pero no podemos saber si tus padres tenían alguna deuda de algún tipo o si estaban en problemas… solo sabemos que tú sobreviviste y que no debió ser así.

Alyna ya había asimilado la muerte de sus padres desde que habían puesto ese hecho sobre la mesa y el no saber los motivos no cambiaba el hecho de que ya no volverían.

-Pero si la guerra terminó…- razonó Alyna de pronto,- ¿Qué diferencia hay? ¡Lord Voldemort está muerto!

-¡Niña! ¡No digas ese nombre!- exclamó la señora Figg temblando incontrolablemente.

-El líder ha muerto,- replicó McGonagall tragando la reacción que las palabras de Alyna había ocasionado en la señora Figg,- pero sus seguidores se ocultaron. Algunos se hicieron pasar como magos que actuaron bajo miedo o bajo la influencia de hechizos imperdonables… no podemos saber, no puedes saber… lo mejor es que nadie sepa que sobreviviste. Alyna, nosotros tampoco sabemos nada de los Gray pero si quien les hizo daño quería hacértelo a ti… es posible que se entere que has llegado a Hogwarts.

-¿No es Hogwarts un lugar seguro con encantamientos y magia y esas cosas?

Minerva no pudo ocultar su sorpresa una vez más, era evidente que Alyna había estado haciendo su tarea.

-Hogwarts es seguro hasta donde los profesores podamos controlar los eventos. Y eso no va más allá de las aulas de clases y disciplinar a los alumnos en los pasillos.- dicho eso, Minerva relajó el semblante,- no es mi intención asustarte, Alyna… incluso es posible que sea una medida innecesaria. Pero el Director es de las personas que cree que nunca se puede ser demasiado precavido ¿Entiendes a lo que me refiero?

Alyna asintió resignada.

-¿Y cuál es mi nombre a partir de ahora?

Minerva McGonagall volvió a erguirse en su asiento antes de replicar.

-Alyna Dumbledore.

-¿Qué?- en contraste a lo que Minerva esperaba, la primera en chistar fue la señora Figg,- pero…

-Ese es el nombre del hombre que venció a… a ese que no puedo nombrar,- repuso Alyna recordando de pronto la reacción de la señora Figg cuando dijo el nombre la primera vez- ¿No cree que será más peligroso llevar el nombre del hombre que mató a su jefe?

-Al contrario,- agregó Minerva sin inmutarse,- el apellido Dumbledore te protegerá de todo daño. Nadie se atreverá a atacar a un pariente del director. Si lo analizas detenidamente verás que te está haciendo un favor.

Alyna bufó.

-¿A cambio de qué es el favor?

McGonagall entrecerró los ojos. Luego comprendió.

-A cambio de que mientas,- replicó dándole un sorbo a su taza,- verás, al profesor Dumbledore no le gustan las mentiras. Es más, las detesta. La única razón que lo hace mentir es porque cree que está ayudando a una niña indefensa de once años y no a una cínica que le pone precio a sus favores.

Alyna observó a McGonagall con la misma severidad e imitando el gesto al tomar su taza de la mesita de café.

-No estoy acostumbrada a que la gente haga nada por mí.

-Pues es hora de que te acostumbres,- espetó la profesora en un tono que parecía más bien una orden… luego respiró hondamente y relajó el semblante,- ¿No ha hecho la señora Figg bastante por ti estos días? ¿No estás agradecida que te sacara del orfanato?

-Eso fue solo un protocolo,- desafió Alyna,- ¿Me habrían sacado de no ser yo una bruja elegida para ir a su escuela?

Por primera vez parecía como si McGonagall no tuviera qué decir. Luego se puso de pie de súbito y se acercó a la chimenea extrayendo unos polvos extraños de uno de sus bolsillos.

-Tu nombre es Alyna Dumbledore,- le dijo dándole la espalda,- eres hija de Brian Dumbledore, hijo de un hermano del director llamado Aberforth Dumbledore. Albus Dumbledore es tu tío abuelo pero no eres muy cercana a él. Tu madre se llama Sophie DeLioncourt y es de una familia muy respetable en Normandía ¿Está claro?

Alyna no respondió pero asintió con el rostro. Y como si McGonagall lo hubiera visto, entró a la chimenea y lanzó los polvos. Instantes después había desaparecido tras una nube de humo verde.

Lo que quedaba de la semana, Alyna intentó investigar acerca de Albus Dumbledore pero no encontró mucho acerca de su vida personal. Aunque su lista de logros era tan grande que era imposible no estar maravillada con sus hazañas. Empezando por el hecho de que Lord Voldemort no era el primer mago tenebroso que vencía sino que ya antes había derrotado a Grindewald y había contribuido a la elaboración de diferentes aparatos mágicos. Alyna cada vez dudaba más y más que el director le estuviera haciendo un favor al darle su apellido ¿No hacía eso acaso que las expectativas conforme a su comportamiento y desempeño subieran? ¿Y cómo iba Alyna a dar el ancho cuando todo lo que sabía del mundo mágico era lo que había pedido leer en siete semanas y no era más que la historia de Hogwarts y un poco acerca de magos tenebrosos?

El día que tomó el tren de Amersham a la estación de Victoria no paró de leer sus apuntes pues temía que por un descuido echara a perder lo que se le había pedido.

-Alyna Dumbledore… mi padres son Brian y Sophie Dumbledore antes Sophie de LionCourt… mi abuelo es Aberforth, hermano de Albus…

Alyna había repasado tanto esa hoja que había escrito tan pronto McGonagall se había ido que varias noches atrás había soñado que todo era real. Que los padres que nunca había conocido en su infancia eran en realidad Brian y Sophie Dumbledore, que de niña se les había perdido y que ahora que había aparecido como elegida para estudiar en Hogwarts por fin la habían encontrado. Entonces Alyna sabía que tenía una familia completa con muchos miembros. Que tenía un abuelo y un tío abuelo y dos padres que la amaban… era un sueño bueno, en realidad. La pesadilla solo sucedía cuando despertaba y recordaba lo que McGonagall le había dicho. Que sus padres habían sido asesinados durante el exterminio por motivos desconocidos y que se suponía que ella no debía sobrevivir. Un pequeño pensamiento fatalista a veces se colaba en su subconsciente ¿Y si en lugar de estar en ese lugar donde parecía no pertenecer hubiera partido mejor con sus padres? Todo habría sido tan sencillo de esa manera… pensaba.

Pero luego volvía a la realidad. No podía fantasear con que el pasado hubiera sido diferente. La vida la había tratado con la punta del pie tantas veces que hacía mucho había aprendido que esa era una de las cosas que menos valía la pena ¿Qué ganaba ella con pensar en cambiar el pasado?

En la estación Victoria cambiaron del tren al metro. Alyna y la señora Figg habían tenido que cargar el baúl durante todo ese tramo hasta que llegaron a la línea color azul cielo donde tomaron el metro directo a King's Cross. Una vez en la estación, Alyna encontró un carrito que usó para transportar el pesado baúl.

-Por aquí,- le dijo la señora Figg guiándola mientras caminaba lo más aprisa posible,- te va a encantar.

Alyna creyó que tomarían una de las plataformas normales cuando en lugar de eso su acompañante atravesó el concreto de uno de los pilares como si nada. Alyna miró alrededor creyendo que había sido algún engaño de su mente por lo cansada que estaba de tanto leer. Pero por más que buscó no encontró indicios de la señora Figg por ningún lado.

-¿Será posible?- pensó ella en voz alta. Luego, sin querer, se dio cuenta que otro joven de unos quince años atravesaba a toda velocidad el pilar mientras disimulaba solo ir pasando por ahí.

Alyna contuvo el aliento. Sujetó el carrito fuertemente de la manija y cerró los ojos mientras se apresuraba al pilar. Sabía que pasaría pero en ese micro segundo que esperaba el choque apretó los dientes.

-Ahí estás,- le dijo la señora Figg colocando su brazo alrededor de los hombros de Alyna,- será mejor que te apresures, apenas llegamos a tiempo para que subas.

Alyna miró a su alrededor. Decenas de niños con sus padres o abuelos siendo conducidos a las puertas de un tren escarlata con letras doradas que leía "Hogwarts". Por un momento sintió envidia de todos esos niños con sus familias mientras que ella era conducida por una anciana que se dedicaba a la cría de gatos y que en su juventud había sido tan infeliz como ella al no poder pertenecer al mundo que quería pertenecer. Por un momento Alyna se imaginó lo triste que era para esa mujer ver a todos esos niños en camino a la escuela a la que nunca fue aceptada solo porque había nacido diferente. Sabía que estaba mal sentirse mejor por eso pero en ese momento decidió dejar de lamentarse. Como ya había decidido antes, tenía que recordarse a sí misma que debía dejarlo todo atrás y mirar de frente ¿Y quién sabe? Tal vez en Hogwarts encontraría un lugar a donde pertenecer.

Se despidió de la señora Figg en la puerta del tren. Incluso le dio un abrazo agradeciéndole por cuidarla las pasadas semanas y le pidió que le saludara a sus gatitos a los cuales ya les había tomado cariño. Cuando empezó a caminar dentro del tren arrastrando consigo el baúl con sus túnicas, libros, pergaminos y demás útiles, iba decidida a encontrar un compartimento vacío para no tener que hablar con nadie. Quiso evitar a toda costa encontrarse con alguien que le preguntara su nombre y tener que empezar a mentir tan rápido.

Había pasado los compartimentos de los dos primeros vagones cuando se cansó de arrastrar sus cosas. Además, le pareció que el tren ya estaba por empezar a moverse pues escuchó a lo lejos que las puertas ya se estaban cerrando. Abrió la primera puerta que encontró y ahí estaban unos niños de unos quince años como viendo entretenidamente el contenido de una bolsita de papel. Dos de ellos eran pelirrojos e idénticos mientras que el que sostenía la bolsa era de piel negra y cabello oscuro en rastas explicaba que había adquirido el contenido esa mañana. Alyna cerró la puerta tan pronto como la abrió y siguió caminando.

Sabiendo que tendría que avanzar a pesar de que el tren ya estaba en marcha, Alyna se adelantó dos vagones más. Ésta vez antes de abrir las puertas se asomaba por la ventanilla para saber qué tan lleno estaba y siguió caminando si le parecía que había demasiadas personas. Finalmente, en el penúltimo vagón se encontró con un compartimento que parecía no resguardar a nadie. Tan pronto abrió la puerta se dio cuenta que no era así pero cuando el niño dentro la vio, la saludó y supo que no podía negarse a entrar a pesar de haberlo reconocido como el niño que había visto en la tienda de Madame Malkin.

-Hola…- musitó Alyna nerviosamente. El niño sonrió y le señaló el asiento frente a él.

Antes que Alyna o el niño pudieran decir algo más, alguien más abrió la puerta ahorrándoles cualquier conversación incómoda acerca de lo sucedido en la tienda de Madame Malkin. Hasta entonces a Alyna no se le había ocurrido que ese niño la había visto hacer una rabieta. La única en su vida pero había presenciado cómo perdía la cordura en cuestión de segundos y seguramente inexplicablemente en su punto de vista. Debía creer que era una demente, seguro.

-Hola,- dijo el niño pelirrojo que entraba. Parecía de la misma edad que Alyna y Potter,- ¿Les molesta si los acompaño? Todos los demás compartimentos están llenos o con niños mucho mayores…

-En lo absoluto,- contestó el niño de cabello negro casi mecánicamente como si los modales fueran un instinto.

Alyna lo miró seriamente insegura por interactuar con otro niño. Y al parecer captó el mensaje pues ocupó el espacio al lado del otro niño dejándola sola en el de enfrente.

-Me llamo Ron Weasley, por cierto,- dijo saludando primero al niño y luego a Alyna.

-Harry Potter,- respondió Harry al recibir su mano.

-Alyna… Dumbledore,- dijo Alyna recordando que debía cambiar el apellido en el último segundo.

-¿Dumbledore?- Al decir eso el niño pelirrojo arqueó la ceja y ella pudo notar que el otro niño de cabello oscuro lo hacía también,- ¿Así como el nombre de Albus Dumbledore?

Alyna tomó un largo suspiro, ya había practicado esa parte antes.

-Albus Dumbledore es mi tío abuelo, difícilmente puedes decir que es mi pariente ya que no somos muy cercanos,- Alyna fingió desarrugar su falda negra de lana y acomodar los puños de su sudadera lila mientras hablaba para fingir indiferencia a lo que decía,- a decir verdad tampoco soy muy familiar con mi propio abuelo Aberforth porque mi padre creció más bien con mi abuela lejos de él. Y luego vivió mucho tiempo en el sur donde conoció a mi madre quien pertenece a una muy respetable familia en Normandía.

El chico pelirrojo escuchó cada palabra que la niña castaña con la apretada coleta de caballo decía. Harry, por otro lado parecía observar atentamente pero no con el mismo ensimismamiento ¿Sería posible acaso que se hubiera dado cuenta que mentía? Y casi tan pronto como Alyna se hizo esa pregunta recordó que Madame Malkin la había nombrado "señorita Gray" cuando la recibió en la misma tienda donde lo había conocido ¿Lo recordaba? Alyna decidió cambiar abruptamente de tema.

-Háblenme de sus familias,- les dijo intentando emular una sonrisa que no salió del todo bien.

-Veamos…- respondió primero Ron,- tengo cinco hermanos y una hermana y vivimos en un área aledaña lejos de la civilización muggle.

-Yo vivo en Godryc's Hollow,- dijo Harry al fin,- soy hijo único.

Alyna arqueó la ceja. Harry entendió inmediatamente que ella se preguntaba acerca de la niña de la tienda.

-Hermione no es mi pariente,- agregó Harry rápidamente,- pero es como si fuera mi familia. Su padre y mi padre son mejores amigos desde que estudiaban en Hogwarts.

Alyna asintió lentamente. Debió imaginarlo, en realidad la niña se parecía mucho al hombre alto de cabellera negra y larga y ojos azules que había entrado a la tienda más de lo que Harry se parecía a ellos. Además, la Profesora McGonagall había enfatizado que Harry se parecía a su padre y ese señor no tenía mucha similitud con Harry salvo el color del cabello.

Durante el resto del viaje, Ron habló de sus hermanos pues era el único en ese compartimento que los tenía y expresaba en voz alta la envidia que les tenía a ellos dos por no tener ninguno. Especialmente a Alyna quien además de eso tenía sangre Dumbledore corriendo por sus venas y que eso seguramente era señal de grandeza aun cuando Albus fuera solo su tío abuelo. Todo el tiempo que hablaban Alyna se preguntaba si estaba bien seguir con esa farsa pues cada que Ron la veía parecía que estaba hablando con una leyenda ¿Se daría cuenta tan pronto abriera la boca que era un fraude? Cada vez que Ron quería ahondar en cómo era la vida de un Dumbledore, Alyna le preguntaba algo más de su familia hasta el punto que para cuando el tren se detuvo, Alyna sabía que uno de sus hermanos era el chico pelirrojo que había detenido a McGonagall en el callejón Diagón y que ese año era el prefecto; los gemelos que había visto en el primer compartimento al que había intentado entrar y que los mayores habían sido capitanes del equipo de Quidditch de Gryffindor. Luego de eso, Harry había empezado a hablar de Quidditch también y mencionaron su alineación favorita de los Chudley Cannons mientras Alyna se limitaba a sonreír y asentir. Por lo menos para entonces, Alyna ya se había enterado que el Quidditch era un deporte de magos y brujas y tenía nociones sobre las posiciones y las pelotas en el campo de juego.

En algún punto del trayecto se habían cambiado la ropa muggle por túnicas. Uno a uno habían ido al baño y regresado con una túnica negra y un sombrero puntiagudo del mismo color. Así que cuando el tren se paró, comenzaron a marchar en dirección a la estación sin poder distinguirse los unos de los otros.

-Primer año, por aquí,- dijo el joven pelirrojo que Alyna identificó como Percy Weasley.

Alyna había tomado la lancha con los chicos con los que había compartido el compartimento del tren además de una chica más que parecía demasiado preocupada de que su ropa se fuera a mojar al cruzar el lago. Alyna nunca había tenido mucha tolerancia para las niñas quejicas pero cuando vio el castillo iluminado a lo lejos de pronto todo a su alrededor perdió importancia.

-Hermoso ¿Verdad?- le dijo Ron levantando la lámpara para iluminarle el rostro.

Alyna no se dio cuenta pero estaba sonriendo.

Al salir del lago fueron conducidos hacia el castillo por un gigante de abundante barba y cabello. A Alyna le pareció intimidante al principio pero luego se dio cuenta que tenía una cara demasiado amable para ser malo. Harry pareció saludarlo y éste le regresó el saludo. Cuando por fin estuvieron ante la gigantesca puerta de la entrada, Alyna creyó que no podía sorprenderse más pero entre más se adentraba en el recinto más sentía que su quijada se iba a caer. Cuadros que se movían, fantasmas que pasaban por las paredes platicando de cualquier tontería como si fuera la cosa más normal. Velas flotando en el aire iluminando los pasillos… el broche de oro fue el gran comedor. Aly había tenido grandes expectativas pues había leído en la historia de Hogwarts que era un techo encantado para ver el cielo del exterior pero no importaba cuántas veces lo hubiera leído, la lectura jamás la iba a preparar para verlo en vivo y a todo color. Involuntariamente dejó escapar un suspiro mientras caminaba al fondo de la habitación como Hagrid, Percy y otros niños de su edad le indicaban.

Se quedaron de pie varios minutos entre cuatro mesas que estaban siendo ocupadas por varios niños de diferentes edades y la gran mesa de quienes parecían ser los profesores de Hogwarts. Alyna les daba una rápida mirada en busca de la única que conocía, a la profesora McGonagall pero observó desairada que no se encontraba entre ellos. Pero antes de que pudiera extrañarla la vio entrar por una pequeña puerta del fondo cargando un taburete y un viejo sombrero enmendado que colocó justo al centro para que todos pudieran verlo. Alyna reprimió el impulso de saludarla pues pensó que tal vez seguía enojada por lo que había sucedido la última vez que la había visto. Hizo una nota mental para disculparse tan pronto la viera a solas la próxima vez. Pero luego sus pensamientos fueron interrumpidos cuando el sombrero comenzó a moverse y a hablar.

Oh, podrás pensar que no soy bonito,
Pero no juzgues por lo que ves.
Me comeré a mí mismo si puedes encontrar
Un sombrero más inteligente que yo.
Puedes tener bombines negros,
Sombreros altos y elegantes.
Pero yo soy el Sombrero Seleccionador de Hogwarts
Y puedo superar a todos.
No hay nada escondido en tu cabeza
Que el Sombrero Seleccionador no pueda ver.
Así que pruébame y te diré
Dónde debes estar.
Puedes pertenecer a Gryffindor,
Donde habitan los valientes.
Su osadía, temple y caballerosidad
Ponen aparte a los de Gryffindor.
Puedes pertenecer a Hufflepuff,
Donde son justos y leales.
Esos perseverantes Hufflepuff
De verdad no temen el trabajo pesado.
O tal vez a la antigua sabiduría de Ravenclaw,
Si tienes una mente dispuesta,
Porque los de inteligencia y erudición
Siempre encontrarán allí a sus semejantes.
O tal vez en Slytherin
Harás tus verdaderos amigos.
Esa gente astuta utiliza cualquier medio
Para lograr sus fines.
¡Así que pruébame! ¡No tengas miedo!
¡Y no recibirás una bofetada!
Estás en buenas manos (aunque yo no las tenga).
Porque soy el Sombrero Pensante.

Entonces Alyna pensó que lo más probable era que la mandaran a Hufflepuff donde según recordaba iban a parar los que los otros fundadores no habían querido. Después de todo no iba mal. Contemplando la mesa de Slytherin pudo comprobar que no pertenecería ahí en lo absoluto. Además, si los mortífagos habían asesinado a su padre, seguramente los hijos de éstos estaban en esa casa.

-Hannah Abbot,- llamó la profesora McGonagall. A Alyna se le ocurrió que debía actuar su parte como una Dumbledore ¿A dónde querría ir una Dumbledore?

Harry había dicho en el tren que había familias como los Malfoy o los Parkinson que normalmente querían ir a Slytherin. Y estaban los Potter, como él mismo, que debían ir a Gryffindor. Incluso Ron había dicho que su familia entera había entrado a la casa de los leones y temía no ser sorteado ahí.

-¡Hufflepuff!- gritó el Sombrero Seleccionador.

-Desearía quedar en la misma casa que mi tío abuelo,- susurró Alyna en el oído de Ron esperando que tal vez él que sabía más de supuesta familia que ella misma pudiera darle un pista de cómo debía comportarse una Dumbledore.

-Por supuesto, ya te había dicho que yo también.

Así que Gryffindor, pensó Alyna. Luego escuchó a un niño de apellido Boot que fue seleccionado a Ravenclawy y una niña Bones para Hufflepuff otra vez. Lavender Brown fue la primera Gryffindor hasta que no mucho después fue nombrada.

-¡Alyna Dumbledore!

La sola mención del nombre despertó cuchicheos y exclamaciones de admiración. Alyna miró alrededor apenas percatándose que la profesora McGinagall ya había colocado el sombrero en su cabeza. Lo sintió moverse por un rato, Alyna pensaba con todas sus fuerzas "¡Gryffindor! ¡Gryffindor!" que cuando el sombrero en realidad dijo.

-¡Gryffindor!- apenas lo escuchó. Si no fuera porque los gemelos Weasley, quienes eran los que más alboroto hacían habían ido a cargarla desde el banco al comedor de la bandera escarlata, no se habría dado cuenta a dónde la había mandado.

Una vez en la mesa de Gryffindor, Alyna miró hacia la mesa de profesores. El hombre al centro de la barba blanca y el sombrero de lunas era evidentemente el director la miraba con una sonrisa ¿Así que ese era el hombre de quien se suponía que era pariente? Alyna levantó una mano como saludándolo y él le regresó el saludo. Si iba a pretender ser si pariente por lo menos debía empezar por aceptar la existencia de ese hombre en su mundo.

Minutos más tarde, cuando la selección hubo terminado, Alyna observó que los mismos chicos con los que había compartido el compartimento eran también sus compañeros de casa junto con la chica Brown que había sido elegida al principio, otra chica de apariencia india de apellido Patil y otra niña Granger. En cuanto a los chicos, aparte de Potter y Weasley, estaba un niño de apellido Finnigan y eso era todo. La casa Hufflepuff también parecía tener a pocos nuevos niños, apenas dos niñas y tres niños. Mientras que Slytherin y Ravenclaw habían logrado una decena cada uno. En realidad, ahora que lo pensaba, la única mesa que parecía completa era la de Slytherin mientras que la que menos poblada parecía era la de Hufflepuff.

-¿Es tu abuelo?- quiso saber una de las niñas sentada frente a ella. Parecía estar en tercer año.

-Mi tío,- la corrigió Alyna ya acostumbrándose a decir esa mentira,- mi tío abuelo…