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Primera tumba a la derecha Joseph & Tú
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Primera tumba a la derecha Joseph & Tú
Nombre: Primera Tumba a la Derecha.
Autor: Jones, Darynda.
Adaptación: Si, es la adaptación de un libro.
Género: Romance, misterio, policiales.
Advertencias: Ninguna.
Otras páginas: Hasta los momentos ninguna otra pagina.
Autor: Jones, Darynda.
Adaptación: Si, es la adaptación de un libro.
Género: Romance, misterio, policiales.
Advertencias: Ninguna.
Otras páginas: Hasta los momentos ninguna otra pagina.
A r g u m e n t o
_______ Davidson es detective privado ocasional y ángel de la muerte a tiempo completo. Es decir, ve a los muertos. En serio. Y su trabajo es convencerlos de que vayan hacia la luz. Pero cuando estos difuntos han muerto bajo circunstancias poco ideales -por ejemplo, asesinados-, en ocasiones quieren que _______enchirone a los malos.
Y luego están los sueños. Sí, esos sueños intensamente calientes que le han impedido dormir en semanas y que están protagonizados por un sujeto que la ha acompañado durante toda su vida y que parece que no está tan muerto después de todo. De hecho parece que es algo completamente diferente a lo que está acostumbrada a ver. Pero ¿qué es lo que quiere de ella? Y ¿por qué ella es incapaz de resistirse? Y sobre todo ¿qué puede llegar a perder si se rinde a su deseo?
Cargada de sensualidad y sentido del humor, "Primera tumba a la derecha" es una historia de suspense paranormal que te dejará... muerta.
Y luego están los sueños. Sí, esos sueños intensamente calientes que le han impedido dormir en semanas y que están protagonizados por un sujeto que la ha acompañado durante toda su vida y que parece que no está tan muerto después de todo. De hecho parece que es algo completamente diferente a lo que está acostumbrada a ver. Pero ¿qué es lo que quiere de ella? Y ¿por qué ella es incapaz de resistirse? Y sobre todo ¿qué puede llegar a perder si se rinde a su deseo?
Cargada de sensualidad y sentido del humor, "Primera tumba a la derecha" es una historia de suspense paranormal que te dejará... muerta.
REPOSHO *-*
Re: Primera tumba a la derecha Joseph & Tú
PRIMERA Y FIEL LECTORA!!!! :lol!:
siguela rapido por fa!!!!
ya quiero saber que pasa!!!!
siguela rapido por fa!!!!
ya quiero saber que pasa!!!!
Julieta♥
Re: Primera tumba a la derecha Joseph & Tú
wow e de confesar qe yo
no leo novelas de este tipo
pero esta me llama mucho la
antencion jajaja siguela
pronto plis
no leo novelas de este tipo
pero esta me llama mucho la
antencion jajaja siguela
pronto plis
Nani Jonas
Re: Primera tumba a la derecha Joseph & Tú
¡Bienvenida Julieta, gracias por pasarte por esta adaptación y declararte una de las fieles lectoras!
Y estoy de acuerdo contigo Nani, yo tampoco me sentía muy atraída por este tipo de libros hasta que me lo recomendaron y decidí darle una oportunidad a "Primera tumba a la derecha", espero que te guste tanto como a mi.
Y estoy de acuerdo contigo Nani, yo tampoco me sentía muy atraída por este tipo de libros hasta que me lo recomendaron y decidí darle una oportunidad a "Primera tumba a la derecha", espero que te guste tanto como a mi.
REPOSHO *-*
Re: Primera tumba a la derecha Joseph & Tú
Capítulo 1
Mejor ver muertos que estar muerto.
CHARLOTTE JEAN DAVIDSON, ÁNGEL DE LA MUERTE
CHARLOTTE JEAN DAVIDSON, ÁNGEL DE LA MUERTE
Tenía el mismo sueño desde hacía un mes: un sueño en el que un siniestro desconocido aparecía de la nada en medio de una nube de humo y sombras para jugar a los médicos conmigo. Empezaba a preguntarme si la exposición repetida a esas alucinaciones nocturnas que me provocaban orgasmos devastadores podría tener efectos secundarios a largo plazo. Morir a causa de un placer extremo era una posibilidad muy preocupante. Y esa perspectiva llevaba al siguiente dilema: ¿debía buscar ayuda o comprar bebida a diestro y siniestro?
Aquella noche no fue una excepción. Estaba inmersa en un magnífico sueño en el que aparecían un par de manos expertas, una boca tórrida y un empleo de lo más creativo de los pantalones cortos de cuero típicos de los Alpes, cuando dos fuerzas externas intentaron despertarme. Hice cuanto pude para resistirme, pero se trataba de dos fuerzas externas bastante persistentes.
Primero, una sensación fría como el hielo trepó por mi tobillo, y su gélida caricia me arrastró lejos de aquel sueño ardiente. Me estremecí y solté una patada, reacia a atender su llamada, antes de volver a meter la pierna bajo mi edredón de Bugs Bunny.
En segundo lugar, una suave aunque insistente melodía empezó a sonar en la periferia de mi conciencia, como una cancioncilla familiar que no lograba identificar. Después de un rato, comprendí que se trataba del tono de grillo de mi nuevo teléfono.
Con un profundo suspiro, abrí los ojos lo suficiente para enfocar los números que brillaban en mi mesilla. Eran las 4.34 de la madrugada. ¿Qué clase de sádico llama a otro ser humano a las 4.34 de la madrugada?
Alguien carraspeó a los pies de mi cama. Concentré mi atención en el tipo muerto que se encontraba allí y luego cerré los párpados.
—¿Puedes encargarte de eso? —le pregunté con voz ronca.
Él vaciló.
—¿Te refieres... al teléfono?
—Mmm.
—Bueno, yo...
—Déjalo, da igual.
Estiré la mano para coger el móvil y di un respingo cuando un latigazo de dolor me recorrió de arriba abajo. Un recordatorio de que la noche anterior me habían dado una paliza de aúpa.
Tipo Muerto se aclaró la garganta una vez más.
—Hola —grazné.
Era mi tío Bob, y empezó a bombardearme con palabras, nada más y nada menos. Al parecer, era ajeno al hecho de que durante las horas previas al alba me resultaba imposible hilar cualquier pensamiento coherente. Me concentré un montón en concentrarme y conseguí distinguir tres frases destacadas: «noche movidita», «dos homicidios» y «mueve el culo hasta aquí». Incluso conseguí responder algo parecido a: «¿De qué perla tempranera has salido?».
Él suspiró, a todas luces molesto, y luego colgó.
Yo colgué también pulsando el botón de mi nuevo teléfono que servía tanto para desconectar la llamada como para la marcación rápida del número del restaurante chino de comida para llevar que había a la vuelta de la esquina. Luego intenté incorporarme. Al igual que con el problema de los pensamientos coherentes, aquello era más fácil decirlo que hacerlo. Aunque por lo general mi peso rondaba los cincuenta y siete kilos, cuando todavía estaba medio dormida ascendía hasta doscientos quince.
Tras un breve y torpe forcejeo propio de una ballena varada en la playa, me rendí. Tomarme un litro de helado Chunky Monkey después de recibir una tunda no había sido una buena idea.
Demasiado dolorida para desperezarme, me permití un larguísimo bostezo, hice una mueca al sentir un aguijonazo de dolor en la mandíbula, y luego volví a echar un vistazo a Tipo Muerto. Estaba borroso. Pero no porque estuviera muerto, sino porque eran las 4.34 de la madrugada y me habían pateado el culo pocas horas antes.
—Hola —dijo, nervioso.
Llevaba un traje arrugado, unas gafas de cristales redondos y el cabello alborotado de un modo que le hacía parecer una mezcla entre ese-joven-mago-a-quien-todos-conocemos-y-adoramos y un científico chiflado. También tenía dos agujeros de bala en un lado de la cabeza, y la sangre chorreaba desde su sien derecha hasta la mejilla. Ninguno de esos detalles suponía un problema. El problema residía en el hecho de que el tipo estaba en mi habitación. De madrugada. Mirándome como uno de esos tíos que se dedican a observar a hurtadillas a las mujeres desnudas.
Le dirigí mi infame mirada mortal, superada tan solo por mi infame mirada abochornante, y obtuve una respuesta inmediata.
—Perdón, perdón —dijo de manera aturullada—, no pretendía asustarte.
¿Acaso parecía asustada? Era evidente que debía perfeccionar mi mirada mortal.
Pasé de él y me bajé de la cama poco a poco. Llevaba puesta la camiseta de hockey de los Scorpions que le había sisado a un portero, y unos bóxer a cuadros (mismo equipo, diferente puesto). Chihuahuas, tequila y strip póquer. Una noche que siempre encabezará mi lista de «Cosas que jamás volveré a hacer».
Con los dientes apretados para mantener a raya la agonía, arrastré mis doscientos quince kilos de peso hacia la cocina y, más importante aún, hacia la cafetera. La cafeína eliminaría el exceso de kilos y me haría recuperar el peso normal en cuestión de segundos.
Dado que mi apartamento tenía más o menos el tamaño de una caja de galletas, no tardé mucho en encontrar el camino a la cocina en la oscuridad. Tipo Muerto me siguió. Siempre me seguían. Solo cabía esperar que mantuviera la boca cerrada el tiempo suficiente para que la cafeína surtiera efecto.
Por desgracia, no tuve tanta suerte. Apenas había apretado el botón de encendido del aparato cuando empezó a hablar.
—Mmm... Bueno... —me dijo desde la puerta—, resulta que fui asesinado ayer, y me dijeron que debía verte.
—Eso te dijeron, ¿eh?
Me dio por pensar que si me cernía sobre la cafetera con aire amenazador, era posible que la máquina desarrollara una especie de complejo de inferioridad y preparara el café más rápido solo para demostrar que podía hacerlo.
—Aquel chico me dijo que resolvías crímenes.
—¿De verdad te dijo eso?
—Eres ______ Davidson, ¿no?
—Esa soy yo.
—¿Eres poli?
—Yo no diría eso.
—¿Ayudante del sheriff?
REPOSHO *-*
Re: Primera tumba a la derecha Joseph & Tú
aaaaaaaaaaaaaaa me encanto el primer cap
ese muerto era joe? siguela pronto plis
ese muerto era joe? siguela pronto plis
Nani Jonas
Re: Primera tumba a la derecha Joseph & Tú
jajaj es gracisoso
seria terrible despertarse a las 4 y 34 con un espiritu a tus pies jajaj yo moriria
me gusto mucho el cap
siguela pronto!!!!!
seria terrible despertarse a las 4 y 34 con un espiritu a tus pies jajaj yo moriria
me gusto mucho el cap
siguela pronto!!!!!
Julieta♥
Re: Primera tumba a la derecha Joseph & Tú
Hola Hola!!
nueva lectora!!! Sinceramente me parece bastante interesante la nove....
y quieor saber que pasa..so... siguela si?? :D
nueva lectora!!! Sinceramente me parece bastante interesante la nove....
y quieor saber que pasa..so... siguela si?? :D
helado00
Re: Primera tumba a la derecha Joseph & Tú
Aquí estoy denuevo, bievenida "Heladoo" :3 Disculpe la tardanza es que no me encontraba en casa. Ya les subo parte del capitulo.
REPOSHO *-*
Re: Primera tumba a la derecha Joseph & Tú
Capitulo Uno, parte dos.
—No.
—¿Te encargas de las multas de aparcamiento?
—Mira —le dije, volviéndome hacia él por fin—, no te ofendas, pero por lo que sé podrías haber muerto hace treinta años. Los difuntos no son conscientes del paso del tiempo. Cero. Nada. Niente.
—Ayer, dieciocho de octubre, a las cinco y media de la tarde, recibí dos tiros en la cabeza que me provocaron un traumatismo cerebral y la muerte.
—Vaya —repliqué al tiempo que tiraba de las riendas de mi escepticismo—. Vale, no soy poli. —Me volví hacia la cafetera, decidida a doblegar su voluntad de hierro con mi infame mirada mortal, superada tan solo por mí...
—Bueno, ¿qué eres entonces?
Me pregunté si la peor pesadilla de uno podía sonar estúpida.
—Soy detective privado. Doy caza a adúlteros y a perros perdidos. No resuelvo casos de asesinato.
En realidad sí lo hacía, pero él no tenía por qué saberlo. Acababa de cerrar un gran caso. Tenía la esperanza de poder disfrutar de unos días de descanso.
—Pero ese chico...
—Ángel —dije, arrepentida de no haber exorcizado a aquel diablillo cuando tuve la oportunidad.
—¿Era un ángel?
—No, su nombre es Ángel.
—¿Se llama Ángel?
—Sí. ¿Por qué? —pregunté, harta ya de aquel jueguecito de palabras.
—Pensé que podría haber sido un ángel.
—Es su nombre. Y, créeme, es cualquier cosa menos eso.
Cuando terminó la era geológica en la que los organismos unicelulares evolucionaron para convertirse en presentadores de programas de entrevistas, el señor Café aún seguía haciéndome esperar. Me rendí y decidí ir a hacer pis.
Tipo Muerto me siguió. Siempre me sig...
—Eres muy... brillante —dijo.
—Vaya, gracias.
—Y también chispeante.
—¿No me digas?
Aquello no era nada nuevo. Por lo que me habían contado, los fallecidos me veían como una especie de faro en la oscuridad, como una entidad brillante (con énfasis en lo de «brillante») que podían divisar incluso desde otros continentes. Cuanto más cerca estaban, más chispeante me veían, si «chispeante» podía considerarse una palabra adecuada. Siempre he considerado lo de las chispas como un plus a lo de ser el único ángel de la muerte a este lado de Marte. Y como tal, mi trabajo era guiar a la gente hacia la luz. También conocida como «el portal». Alias «yo». Sin embargo, las cosas no siempre resultaban sencillas. Algo parecido a lo de «puedes llevar a un burro al río, pero no puedes obligarlo a beber» y todo ese rollo.
—A propósito —añadí al tiempo que lo miraba por encima del hombro—, si ves a un ángel, a uno de verdad, corre. A toda velocidad. En la dirección opuesta. —No había ningún motivo para hacerlo, pero me divertía asustar a la gente.
—¿En serio?
—En serio. Por cierto... —Me quedé callada y me volví para enfrentarme a él—. ¿Me tocaste? —Algo había irritado mi tobillo derecho, algo frío, y puesto que él era el único muerto en la habitación...
—¿Qué? —replicó, indignado.
—Antes, cuando estaba en la cama.
—Por supuesto que no.
Entorné los párpados y lo miré con expresión amenazadora antes de continuar mi camino hacia el cuarto de baño.
Necesitaba una ducha. Con urgencia. Y no podía holgazanear todo el día. Al tío Bob le daría un infarto.
Sin embargo, mientras me acercaba al baño, me di cuenta de que lo peor de la mañana, esa parte de «¡Que se haga la luz!», estaba a punto de llegar. Solté un gemido y consideré la posibilidad de haraganear sin tener en cuenta el estado de las arterias del tío Bob.
Aguanta y punto, me dije. Había que hacerlo.
Apoyé una mano temblorosa en la pared, contuve el aliento y presioné el interruptor.
—¡Estoy ciega! —grité al tiempo que me protegía los ojos con los brazos.
Intenté concentrarme en el suelo, en el lavabo, en la escobilla mágica Clorox. En cualquier cosa que no fuera aquel brillante resplandor blanco.
Tenía que reducir la potencia eléctrica sin falta.
Trastabillé hacia atrás, recuperé el equilibrio y luego me obligué a poner un pie delante del otro. Me negaba a retroceder. No podía vencerme una bombilla. Tenía un trabajo que hacer, maldita sea.
—¿Sabes que tienes a un tío muerto en el salón? —preguntó.
Me volví hacia el tipo muerto y luego eché un vistazo a la estancia donde se encontraba el señor Wong. Estaba de espaldas a nosotros, con la nariz enterrada en el rincón. Volví a concentrarme en el tipo muerto número uno y le pregunté:
—¿Has oído el refrán de la sartén y la olla? ¿El de «aparta, que me tiznas»?
El señor Wong también era un tipo muerto. Uno diminuto. No mediría más de un metro y medio, y era gris. Todo él. Resultaba casi monocromo en su transparencia, con una especie de uniforme gris, cabello gris y piel gris. Parecía un prisionero de guerra chino. Y se quedaba en mi rincón un día tras otro, un año tras otro. Nunca se movía, nunca hablaba. Aunque no podía culparlo por no querer salir, dado su escaso colorido y todo eso, incluso yo pensaba que el señor Wong estaba como una cabra.
Por supuesto, el mero hecho de tener un fantasma en el rincón no era lo más espeluznante, y en el instante en el que Tipo Muerto descubriera que en realidad el señor Wong no estaba de pie en el rincón, sino que levitaba con los pies a varios centímetros del suelo, entraría en estado de pánico.
Uno de esos momentos que me alegraban la vida.
—¡Buenos días, señor Wong! —dije casi a voz en grito.
Tenía la corazonada de que el señor Wong no podía oír nada. Y mejor así, porque en realidad no tenía ni idea de cuál era su verdadero nombre. Me limitaba a llamarlo señor Wong hasta que dejara de ser el escalofriante fantasma del rincón para convertirse en el difunto normal y corriente que sería algún día, si yo tenía algo que decir en el asunto. Incluso la gente muerta necesitaba una saludable sensación de bienestar.
—¿Se está tomando un respiro o algo así?
Buena pregunta.
—No tengo ni idea de por qué está en ese rincón. Lleva ahí desde que alquilé el apartamento.
—¿Alquilaste el apartamento con un muerto en el rincón?
Me encogí de hombros.
—Quería el apartamento, y supuse que podría taparlo con una estantería o algo por el estilo. Pero la idea de tener a un difunto revoloteando sobre mi ejemplar de Torbellino de pasión me atormentaba. Además, no podía hacerle eso. Ni siquiera sé si le gustan las novelas románticas. —Volví la mirada hacia el nuevo ser incorpóreo que me había honrado con su presencia—. ¿Cómo te llamas tú, si puede saberse?
—Ay, qué grosería por mi parte —dijo al tiempo que se enderezaba y se acercaba para estrecharme la mano—. Soy Patrick. Patrick Sussman. Tercero. —Se quedó callado de pronto, contempló su mano y luego retrocedió con expresión avergonzada—. Supongo que en realidad no podemos...
Tomé su mano y le di un fuerte apretón.
—En realidad, Patrick, Patrick Sussman Tercero, sí que podemos.
Frunció el ceño.
—No lo entiendo.
—Ya, bueno —le dije mientras entraba en el cuarto de baño—, únete al club.
Justo cuando cerré la puerta, a Patrick Sussman Tercero le entró el pánico por fin.
—Ay, Dios mío. Ese hombre está... levitando.
Hay que disfrutar de las cosas sencillas de la vida, y todo ese rollo.
La ducha fue una especie de paraíso recubierto de sirope de chocolate caliente. Mientras el vapor y el agua se deslizaban sobre mí, realicé un repaso de cada músculo y le puse un asterisco mental a todos los que me dolían.
El bíceps izquierdo necesitaba un asterisco, y era de lo más lógico. La noche anterior, el imbécil del bar me había retorcido el brazo con la aparente intención de arrancármelo. Algunas veces, ser detective privado significaba tener que vérselas con los personajes menos considerados de la sociedad, como por ejemplo el marido maltratador de una clienta.
A continuación repasé todo el costado derecho. Sí, dolía. Asterisco. Lo más probable era que aquel dolor fuese resultado de la caída contra la gramola. Gracia y sigilo, cosas de las que carezco.
Cadera izquierda, asterisco. Ni idea de por qué.
Antebrazo izquierdo, doble asterisco. Posiblemente por intentar bloquear el puñetazo del imbécil.
Y luego, por supuesto, estaban mi mejilla izquierda y la mandíbula, con un cuádruple asterisco, ya que mi bloqueo demostró ser del todo inútil. El imbécil era demasiado fuerte y demasiado rápido, y el puñetazo había sido demasiado inesperado. Caí como una vaquera borracha intentando bailar en fila al compás de Metallica.
¿Embarazoso? Sí. Pero también esclarecedor, de algún extraño modo. Nunca antes me habían dejado sin sentido. Creía que dolería más. Cuando uno se queda inconsciente, el dolor no aparece hasta más tarde. Y entonces se convierte en una verdadera putada.
Aun así, había conseguido superar la noche sin daños permanentes. Y eso era de agradecer.
Mientras intentaba aliviar un poco el dolor del cuello, mis pensamientos regresaron al sueño que había tenido, el mismo sueño que tenía todas las noches desde hacía un mes. Cada vez me resultaba más y más difícil librarme de sus efectos al despertar, de los roces ardientes, de la neblina del deseo. Cada noche, en sueños, aparecía un hombre de los lugares más recónditos y oscuros de mi cerebro, como si hubiera estado esperando a que me quedara dormida. Su boca, grande y masculina, abrasaba mi carne. Su lengua, como una llama sobre mi piel, provocaba diminutas chispas que sacudían todo mi cuerpo. Y luego, cuando el tipo se deslizaba hacia abajo, los cielos se abrían y los coros empezaban a entonar aleluyas en perfecta armonía.
Al principio, los sueños empezaban con poca cosa. Un roce. Un beso suave como la brisa. Una sonrisa que solo podía llegar a atisbar y que poseía una belleza que jamás habría esperado. Luego evolucionaron; se volvieron más fuertes, y aterradoramente intensos. Por primera vez en toda mi vida, llegué al clímax mientras dormía. Y no solo una vez. En el último mes, había llegado al orgasmo a menudo; la mayoría de las noches, de hecho. Y todo a manos (y otras partes corporales) de un amante de ensueño a quien no podía ver bien. Con todo, sabía que era el epítome de la sensualidad, el magnetismo y el encanto masculino. Y también sabía que me recordaba a alguien.
Me daba la impresión de que alguien estaba invadiendo mis sueños, pero ¿quién? Siempre había podido ver a los muertos. Al fin y al cabo, había sido un ángel de la muerte desde el día en que nací. El único ángel de la muerte, mejor dicho, aunque no descubrí ese maravilloso detalle hasta que empecé el instituto. Aun así, los muertos nunca habían sido capaces de colarse en mis sueños, de estremecerme, de excitarme o de, debo admitirlo, hacerme suplicar.
Mi habilidad no tiene nada de especial. Los difuntos existen en un plano, la raza humana en otro, y de algún modo (ya sea por un extraño accidente, por intervención divina o por algún trastorno psicológico) yo existo en los dos. Un privilegio del angelmuertismo, supongo. Sin embargo, todo es bastante sencillo. Nada de trances. Nada de bolas de cristal. Nada de canales que llevan a los muertos de un plano al siguiente. Tan solo una chica, unos cuantos fantasmas y toda la raza humana. ¿Qué podría ser más fácil?
Pero él era algo más. Algo... no muerto. Al menos lo parecía. La persona de mis sueños irradiaba calor. La gente muerta está fría, igual que en las películas. Su presencia origina nubes de vaho, provoca escalofríos y pone la piel de gallina. Sin embargo, el hombre de mis sueños, aquel oscuro y seductor desconocido al que me había vuelto adicta, era un horno. Era como el agua caliente que se deslizaba sobre mi cuerpo en aquellos momentos: una presencia ardiente y sensual que estaba en todas partes a la vez.
Los sueños eran muy reales; los sentimientos y las respuestas a sus caricias, de lo más vívidos. Casi podía sentirlo también allí, bajo la ducha. Sentí sus manos ascendiendo por mis muslos, como si estuviera conmigo bajo el agua en aquel instante. Noté sus palmas sobre mis caderas, y su cuerpo tonificado apretado contra mi espalda. Eché la mano hacia atrás y deslicé los dedos sobre sus nalgas de acero cuando él me estrechó contra su torso. Sus músculos se contrajeron y se relajaron bajo mi palma, como los movimientos de la marea bajo el influjo de la luna. Cuando introduje una mano entre ambos y la deslicé por su abdomen para rodear su erección, él soltó un suspiro de placer y me abrazó con fuerza.
Sentí su boca en mi oreja, su aliento en mi mejilla.
Nunca habíamos hablado. La pasión y la intensidad de los sueños dejaban poco lugar para las conversaciones. Sin embargo, por primera vez, oí un susurro leve, casi imperceptible.
—Holandesa.
Los latidos de mi corazón se dispararon y empecé a mirar a mí alrededor en la ducha, buscando fantasmas en todas las grietas y hendiduras. Nada. ¿Me había quedado dormida? ¿En la ducha? No podía ser. Todavía estaba de pie. Aunque a duras penas. Me aferré a los grifos para mantenerme erguida mientras me preguntaba qué demonios acababa de suceder.
Una vez que conseguí tranquilizarme, cerré el grifo y cogí una toalla. Holandesa. Había oído claramente la palabra «Holandesa».
Tan solo una persona en el mundo me había llamado Holandesa. Una vez, hacía muchísimo tiempo.
REPOSHO *-*
Re: Primera tumba a la derecha Joseph & Tú
Dios!!
que?! osea como..quien rayos dijo eso??
Vamos Vamos siguela!!! :bounce:
tu nove cada vez me intriga más!! (:
que?! osea como..quien rayos dijo eso??
Vamos Vamos siguela!!! :bounce:
tu nove cada vez me intriga más!! (:
helado00
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