Re: La seducción de una princesa (Nick y tu) TERMINADA

por **CariitoJonas15** Mar 24 Jul 2012, 8:25 pm

Capítulo 17

Era el sueño de cualquier hombre. Y la peor pesa¬dilla de Nick.
Acababa de volverse loco intentando decidir qué iba a hacer en su supuesta noche de bodas. ¿Cómo evitaba un hombre consumar un matrimonio que no debería haberse celebrado sin dar la impresión de rechazar a la mujer con la que se había casado y a la que ya había humillado una vez?
Al final, le había parecido que la mejor manera de actuar era también la más fácil: no hacer nada. Si se demoraba lo bastante, _________ se quedaría dormida bajo los efectos del jet lag. Entonces, podría entrar de puntillas, sacar su bolsa de viaje y dormir en la habitación de invitados. Su excusa sería que ella ne¬cesitaba descansar y que no había querido molestar¬la: era un tipo muy considerado. Al día siguiente por la mañana se iría a trabajar muy temprano y des¬pués... Bueno, tenía la excusa de un compromiso previo, un fin de semana de caza en el rancho con un cliente al que quería meterse en el bolsillo. Si el cliente estaba dispuesto, podría partir un día antes.
El domingo, cuando regresara, charlaría seriamente con _________ y entre los dos intentarían hallar una solu¬ción. Entonces ya estarían descansados y con las ideas claras, y entre ambos idearían la manera de escabullir¬se de aquella farsa con la mínima dosis de vergüenza.
Le había parecido muy razonable, sentado en su despacho tomando bourbon y disfrutando de un puro por el que Betsy le echaría la bronca a la maña¬na siguiente. Se había quedado dormido en la silla y se había despertado rígido y algo ebrio pasada la medianoche. Afortunadamente, era imposible que _________ estuviera despierta a esa hora. Podría entrar en su dormitorio sin riesgo alguno.
Estaba reparando en el acostumbrado silencio y vacío de su casa por la noche cuando giró el pomo y abrió la puerta. Después, su único pensamiento fue: «Dios mío, ¿y ahora qué?»
Allí estaba ella, no sólo despierta sino con aspec¬to de ser el comienzo de un sueño erótico, una figu¬ra envuelta en seda verde turquesa que la cubría por completo pero no camuflaba ni un solo centímetro de sus curvas, y con el pelo cayendo en cascada so¬bre sus hombros como lluvia de medianoche. El sue¬ño de cualquier hombre... y su peor pesadilla.
No sabía cuánto tiempo llevaba en el umbral, mi¬rándola y experimentando todo tipo de emociones, como si su cerebro se hubiera convertido en una ex¬hibición de fuegos artificiales.
—Sigues levantada —dijo por fin... una observa¬ción necia como ninguna.
—Te estaba esperando —repuso _________ sin rastro de seducción en la voz, encarándose con él osadamente a la luz de la mesilla de noche que hacía re¬fulgir su pelo y convertía sus ojos en hondos miste¬rios. Estaba increíblemente hermosa... y no se parecía en nada a la joven coqueta y alegre que recordaba de Tamir. En aquellos momentos, parecía una virgen dis¬puesta a ser sacrificada.
—No deberías haberlo hecho —dijo, pero en un tono suave para templar la brusquedad de la frase. Echó mano a las justificaciones ensayadas mientras entraba en la habitación, manteniéndose a una distan¬cia segura de ella—. Mira, _________. Ha sido un día muy largo, debes de estar cansada. Yo lo estoy —ahogó un bostezo ostentoso—. Eh...Tenía algunas cosas de que ocuparme... asuntos de negocios que no podían espe¬rar —las desechó con un ademán tímido—. Se me acumula el trabajo en mi ausencia. Voy a tener que re-cuperar el tiempo perdido en los próximos días.
—Sí —murmuró _________—. Lo entiendo.
Por algún motivo, su aceptación lo irritó, lo hizo sentirse fraudulento e indigno. Carraspeó y se aven¬turó a mirarla, parpadeando, como si fuera una luz demasiado brillante para sus ojos. Prosiguió en un tono casi desafiante:
—De hecho, hay algo... Este fin de semana tengo una cosa que hacer... Prometí a un cliente llevarlo de caza al rancho.
Apareció un ceño entre las cejas de _________.
—¿Al... al rancho?
—Sí, te hablé de él. En el oeste de Texas, ¿recuerdas?
—Sí, sí... me acuerdo —parecía ansiosa—. ¿Y via¬jarás en tu avioneta?
La culpa le retorcía las entrañas. Estaba furioso consigo mismo por ello, y con ella por hacerlo sen¬tirse así. Carraspeó.
—Partiré mañana mismo. Nada más salir del tra¬bajo, así que no...
—¿Mañana? —oía un jadeo distinto en su voz... inequívocos retazos de pánico.
—Oye, lo siento. Hacía tiempo que estaba progra¬mado. Es un cliente, no podía anularlo en el último minuto —Nick escogió aquel momento para huir al cuarto de baño, demasiado cobarde para arriesgarse a mirarla otra vez. No necesitaba ver la conmoción, la desolación y la decepción que vería escritas en su rostro... ese rostro increíblemente expresivo que a veces le parecía un vídeo a cámara rápida.
Nada más franquear el umbral, se detuvo en seco.
En cuestión de unas pocas horas, su cuarto de baño se había convertido en un lugar extraño. Un lu¬joso y humeante jardín de invernadero, lleno de todo tipo de aromas exóticos y florales, en los que frascos con colores de joyas brotaban como setas de los mostradores de mármol y un arco iris de telas florecía en tropical exuberancia sobre cada superfi¬cie disponible. Cerrando la mente al caos y a aque¬llos olores turbadoramente evocadores, Nick se dis¬puso a recoger sus artículos de aseo. Betsy se los había sacado del neceser y él volvía a guardarlos.
No todo estaba perdido. Podría salir de aquella si¬tuación. Podría recuperar su vida. Siempre que no consumara aquel matrimonio.

por **CariitoJonas15** Mar 24 Jul 2012, 8:28 pm

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por **chelis** Mar 24 Jul 2012, 8:38 pm

OOOOHHH!!!!
NOOO CREEOOO QUE NICK SE ASI DE MAALOO VERDAD????
AAAAAIII SIGUELAAAAA

por **aranzhitha** Mar 24 Jul 2012, 8:49 pm

oh que feo es Nick
Como piensa abandonar a la rayiz
Si llevan muy poco de casados
No se merece que le haga eso
Siguela!!!

por **chelis** Mar 24 Jul 2012, 9:08 pm

por **CariitoJonas15** Jue 26 Jul 2012, 7:48 pm

Capítulo 18

Ésa era la clave de su liberación. Porque, por lo que había averiguado sobre la cultura de _________ hasta aquel momento, en lo referente a un matrimonio, todo giraba en torno a la consumación. Incluso en el walima, el banquete matrimonial, se celebraba no la boda sino la consumación. Así que, mientras no hiciera el amor con su esposa, en realidad no estaría casado. ¿Y qué más daba que fuera una de las muje¬res más hermosas y seductoras que había visto en la vida? Tenía suficiente fuerza de voluntad para resis¬tirse a una princesita virgen de ojos negros.

Tomó el neceser y giró en redondo. Y allí estaba ella, la princesita virgen en persona, de pie en el um¬bral del cuarto de baño, ocupándolo. Nick dio un paso hacia ella. Cómo no, _________ no se inmutó. En cam¬bio, se quedó mirándolo con enormes ojos lumino¬sos, y Nick vio que entreabría lentamente los labios.
El recelo tembló en sus entrañas. Dio otro paso... y otro. Sólo los separaban unos centímetros. Enton¬ces ella se movió, pero no para apartarse. Levantó una suave mano aromática y se la puso en la mandí¬bula, un contacto tan fresco y ligero como el de una flor.A Nick empezó a latirle con fuerza el corazón.
—_________... —sin saliva en la boca, fue el único so¬nido que pudo emitir.
Ella no dijo una palabra, se limitó a ponerle un dedo cual pétalo en los labios y a mover la cabeza. Durante un largo momento aterrador, lo miró a los ojos, y Nick dejó de sentirse racional o sabio. Des¬pués, _________ se puso de puntillas y lo besó.
Nick sintió que el corazón y el estómago realiza¬ban imposibles maniobras acrobáticas. Su aplomo se había evaporado. Tomó aire mientras todos sus im¬pulsos y deseos le suplicaban que cediera... que la besara y siguiera haciéndolo. Que la llevara a su cama y le hiciera el amor durante lo que quedaba de noche y dejara que el mañana y el resto de su futu¬ro, y el de ella, se cuidaran solos.
Lo habría hecho. A decir verdad, no sabía lo que habría ocurrido si hubiera tenido las dos manos libres. En aquellos momentos, mientras una mano, an¬siosa por tocarla, se cernía con indecisión a varios centímetros del hombro de _________, la otra, ocupada con el neceser que contenía sus artículos de aseo, constituía una leve pero ostensible barrera entre su pecho y el de ella. Una barrera que ella no podía pa¬sar por alto.
_________ retrocedió, aun sin levantar la mano del hombro de Nick, y miró el neceser. Pasado un mo¬mento, volvió a mirar a su marido a los ojos.
—No lo entiendo —dijo con voz ronca—. Ésas son tus cosas de aseo. ¿Por qué las necesitas? ¿Adon¬de las llevas ahora, esta noche?
—Eh... Pensaba, ya sabes, dormir en la habitación de invitados. Está al otro lado del pasillo —¿por qué se sentía como un ladrón inepto intentando explicar los bienes que llevaba en la bolsa, o como un cole¬gial que no había hecho los deberes?
—Pero éste es tu dormitorio —no la estaba to¬cando, pero sabía que _________ estaba temblando—. Me lo dijo Betsy. Si no quieres... —se interrumpió brus¬camente, como si se hubiera quedado sin aire, y tra¬gó saliva varias veces. Después, con la cara pálida y el cuerpo inmóvil como una estatua, prosiguió en una voz orgullosa y queda que él no había oído an-tes—: Si no quieres que duerma aquí contigo, en tu dormitorio, debes decírmelo. Soy yo quien debería trasladarse a la habitación de invitados, no tú.
—Sólo es por esta noche —se oyó decir, mien¬tras la mano que tenía libre lo engañaba poniéndose en la mejilla de _________. La acarició con el dorso de los dedos, sintiendo una piel cálida y tersa, como la de un melocotón maduro. ¿Qué diablos estaba hacien¬do? ¿Y cómo había podido imaginar que aquello sería fácil?—. Los dos estamos muy cansados —le explicó con suavidad—,y estoy seguro de que si compartiéra¬mos cama esta noche, ninguno de los dos dormiría. Habrá otras noches... —¿era mentira? Ni siquiera lo sa¬bía con certeza. Y si lo era, ¿cómo era capaz de inven¬tarla tan fácilmente? Nunca había sido un mentiro¬so—.Tendremos tiempo de sobra. Cuando vuelva. Esta noche...Tú descansa, ¿de acuerdo? —bajó la ca¬beza y le plantó un beso en la frente. Nunca se había sentido tan confundido y avergonzado de sí mis¬mo—. Duerme un poco —añadió con voz ronca. Después, se marchó y la dejó allí.
_________ se despertó en una cama enorme y, durante un momento, no supo dónde estaba. Pero no tardó en recordar. Se encontraba en Texas, en Norteaméri¬ca, y era la esposa de un hombre llamado Nick Jonas, a quien no conocía. ¡Y no entendía en abso¬luto!
Pero apartó las sábanas con optimismo. Se sentía nuevamente boyante, como correspondía a su forma de ser. Era como Nick había dicho, los dos estaban muy cansados después del viaje y de la tensión emo¬cional de lo ocurrido en Tamir. Su marido tenía ra¬zón, y era sabio al posponer la consumación del matri¬monio hasta que los dos pudieran haber descansado.
La recorrían pequeños estremecimientos mien¬tras se ponía unos pantalones de color gris y una sencilla blusa blanca. «Es cierto, ha ocurrido de ver¬dad. ¡Estoy en Norteamérica, en Texas! Soy libre»
Se decía todas aquellas cosas en un estado de te¬meroso asombro, sin poder creer del todo que fuera cierto, como un pájaro enjaulado que no comprendía aún que la puerta se había quedado abierta. «Ésta es mi casa», pensó mientras descendía despacio por la escalera curva, deslizando los dedos por la baran¬dilla de madera. «Ésta es nuestra casa, mía y de Nick» La idea le produjo otros estremecimientos, y estaba mordiéndose el labio y sonriendo mientras bajaba a la cocina, como una niña con un secreto.
Betsy estaba de pie ante la pila, limpiando unas fresas y tarareando al ritmo de una melodía suave de la radio.

— ¡Buenos días! —exclamó _________, y la mujer se volvió con un gritito y una sonrisa de bienvenida que hicieron que sus mejillas parecieran redondas como dos granadas.
—¡Estás despierta! Apuesto a que tienes hambre. Siéntate, siéntate...Te prepararé algo de almorzar.
—¡De almorzar! —_________ buscó un reloj con la mira¬da—. ¿Qué hora es? —Betsy se inclinó para echar un vistazo al reloj digital de un reluciente horno blanco.
—Ya son casi las dos.
—¿Las dos? ¡Pero si nunca me levanto tan tarde!
—Es el jet lag —dijo Betsy con un ademán—.Tar¬darás un par de días en acostumbrarte. Ven, toma al¬gunas fresas. Ahora mismo están deliciosas... ni si¬quiera necesitan azúcar. Pensé en dejarte un cuenco en la nevera...También podrás tomarlas mañana de desayuno.
_________ tomó una fresa con los dedos y cerró los ojos mientras la mordía y se preguntaba cómo podía haber adivinado Betsy que era uno de sus alimentos preferidos.
—Imagino que Nick te habrá dicho que no esta¬rá en casa esta noche...Tiene un viaje de negocios este fin de semana —Betsy hablaba con recelo.
—Sí, lo sé —_________ tomó otra fresa—. Esta tarde saldré a ver el exterior... los caballos.
—¿Estás segura? —Betsy parecía aliviada al tiem¬po que enarcaba una ceja—. Hace calor ahí fuera a estas horas.
—No importa,- me gusta el calor —dijo _________, mos¬trando sus hoyuelos—. Hará que me sienta como si estuviera en casa.
Betsy le lanzó una dudosa mirada de soslayo mientras abría la nevera.
—Sí tú lo dices, cielo...
_________ tomó un delicioso almuerzo de fresas y en¬salada de pollo con tiras de pimiento asado y nueces pecanas sentada en el comedor, junto a los ventana¬les que daban a la piscina rodeada de césped y de flores. Al fondo, el muro de árboles impedía ver el resto. También tomó una deliciosa bebida de té con hielo muy dulce. «Si no tengo cuidado, engordaré aquí en Norteamérica», pensó.
Cuando terminó de almorzar, abrió la puerta y sa¬lió a un patio de baldosas. Una vez más, profirió una exclamación involuntaria al sentir la bofetada de aire caliente y húmedo y oyó que Betsy gritaba des¬de la cocina:
—¡Te lo dije!
«Me olvidaré de la humedad», pensó _________ mien¬tras se obligaba a inspirar aquel aire denso y cálido. Era un pequeño detalle y se acostumbraría a él.
Se detuvo un momento en la piscina para desli¬zar los dedos por el agua clara y tibia y oler unas ro¬sas que carecían de aroma. Después, echó a andar a paso enérgico, siguiendo una senda de piedra para¬lela a la casa y atravesando una verja de hierro. Ha¬bía llegado a la esquina de la casa, y allí terminaban los muros de vegetación. Interrumpida sólo por unos cuantos árboles enormes y seccionada por una sen¬da de grava serpenteante, la pradera se extendía has¬ta los establos, que eran de madera, con los marcos pintados de verde. Más allá, había más praderas y co¬rrales de verde esmeralda circundados por cercas blancas, y en los corrales podía ver caballos, yeguas con potros, y a Rueben, apoyado en la cerca, obser-vándolos.
El corazón empezó a latirle con emoción y ya no reparó en el calor ni en la humedad. Mientras apreta¬ba el paso por la senda de grava, pensaba: «Son los caballos de Nick, los caballos de mi marido» Y, con asombro: «También son míos»
Al acercarse al corral en que el hombre perma¬necía vigilante, vio que sólo contenía una yegua de cuerpo gris moteado, cabeza y piernas oscuras y crin y cola de color negro azabache.
—Es muy hermosa —dijo al reunirse con Rueben en la cerca, manteniendo una distancia respetuosa entre ellos. No preguntó lo que era obvio incluso para ella, pero no tardó en hacer un comentario—. Tendrá su potrillo muy pronto, creo.
Rueben le lanzó una mirada fugaz, como si lo hu¬biera sorprendido; después, volvió a mirar a la yegua y asintió:
—Quizá hoy... quizá esta noche. Quizá mañana.
_________ no dijo nada, pero volvía a sentir un tem¬blor gozoso en las entrañas. Nunca había presencia¬do el nacimiento de un potro. Debía de ser lo más maravilloso del mundo.
—De todos los caballos que veo... ¿hay alguno que pueda montarse?
Rueben le lanzó una mirada de sorpresa.

por **chelis** Jue 26 Jul 2012, 8:04 pm

NO LO PUUUEEDOO CREEERR QUE NICK SE HAYA IDO ASI NOMAASSS!!!
AAAIII
POBRE DE ____
SIIIGUELA PORFIISS

por **aranzhitha** Jue 26 Jul 2012, 8:36 pm

:caliente: hay Nick en serio?
La dejaste la noche de bodas :¬¬:
Que maldito te pasas :x
Pobre rayiz La seducción de una princesa (Nick y tu) TERMINADA - Página 8 2039594227

La seducción de una princesa (Nick y tu) TERMINADA - Página 8 2039594227

Siguela!!!

por **chelis** Jue 26 Jul 2012, 9:05 pm

por **CariitoJonas15** Dom 29 Jul 2012, 6:58 pm

Capítulo 19

—¿Te gusta montar a caballo?
—Mucho —susurró _________. Él encogió un hombro.
—Sí, claro...Tenemos alguno muy dócil... —_________ no le dijo que «dócil» era lo último que deseaba—. Pero ahora mismo, no —prosiguió Rueben—. Hace demasiado calor. Quizá esta tarde. O mañana por la mañana.
—Gracias —dijo _________—. Me encantaría. Y... ¿por dónde puedo montar? ¿Sólo aquí, en los pastos?
—En los pastos, claro —Rueben volvió a encoger un hombro—.También hay un camino a lo largo del arroyo. Cuando quieras cabalgar, dímelo —dijo Rue¬ben—.Te prepararé una montura.
—Gracias —respondió _________ con suavidad. Se apar¬tó de la cerca y regresó lentamente a la casa.
Se despertó en plena noche, extrañamente des¬pejada y descansada. El jet lag, pensó, estirando su cuerpo en la espaciosa cama que aún no había com¬partido con su marido. «Tengo las horas cambiadas»
Sabiendo que sería inútil intentar dormir un poco más, apartó las sábanas y se levantó de la cama. Sin encender la luz, se acercó a la ventana y se abruzó mientras contemplaba el paisaje oscuro y en som¬bras.
«¡Una luz! ¡Allí!» Escudriñó la densa oscuridad, in¬tentando vislumbrarla entre los árboles, recordando que había avistado los establos entre las hojas. La in¬vadió la emoción. Rueben le había dicho que la ye¬gua, Suki, no tardaría en tener a su potrillo. «Quizá hoy, quizá esta noche...»
Sin detenerse a pensar si debía hacerlo o no, _________ se apartó de la ventana sacándose el camisón por la cabeza. Se puso los mismos pantalones y la blusa que había llevado aquel día, se calzó y bajó corriendo las escaleras. En la puerta de atrás, se acordó justo a tiempo de desconectar el sistema de alarma antes de abrir la puerta.
En aquella ocasión, la bofetada de calor húmedo no la sorprendió. _________ inspiró hondo y, reuniendo va¬lor, recorrió la senda de piedra hasta la verja. Cuando la franqueó, sintió la presión de unos cuerpos cálidos y tibios que la olisqueaban y se movían en torno a ella.
—Ah... Los perros. Qué lindos...
La escoltaron hasta los establos como guardaes¬paldas, pero no hicieron ademán de entrar con ella. Era evidente que no lo tenían permitido.
Aunque la luz del establo estaba encendida, no había nadie dentro. Atravesando un cubículo lleno de paja limpia y dulce, _________ salió al corral donde ha¬bía visto a la yegua, Suki, aquella tarde. Allí, en un rin¬cón, iluminada por la luz que se derramaba del esta¬blo, vio la forma pálida de la yegua tumbada sobre la hierba. Rueben también estaba allí, con una rodilla hincada en el suelo y los dedos hundidos en la tie¬rra, como un corredor en la línea de salida.
_________ se acercó lo más silenciosamente posible. Rueben le lanzó una mirada mientras ella se ponía en cuclillas a su lado, pero sin mucha sorpresa, casi como si hubiera esperado que apareciera.
—No está yendo muy bien —dijo Rueben en voz baja.
—¿Qué ocurre? —susurró _________ casi sin aliento.
—Se ha quedado a medio camino. Ocurre algu¬nas veces. Pero creo que acabará bien... sólo hay que ayudarla un poco.
.
—¿Ayudarla?
—Sí, tirar un poco. Entonces, empezará a empu¬jar ella por su cuenta.
—¿No debería estar dentro, en el establo? —a _________ le latía con fuerza el corazón. Rueben encogió un hombro, como acostumbraba a hacer.
—Está donde quiere estar. Las yeguas deberían tener sus potrillos al aire libre. Es su naturaleza. Si el tiempo no acompaña, las llevo dentro. Cuando hace bueno como ahora, las dejo elegir —se incorporó y _________ hizo lo mismo.
—¿Cómo puedo ayudar? —susurró. Rueben seña¬ló con la cabeza a la yegua, que tenía la cabeza le¬vantada y los observaba en silencio.
—Puedes tranquilizarla, si quieres.Acaricíala... há-blale. Frótala debajo de la quijada, así...
_________ asintió y se acercó con cautela a la cabeza de la yegua, arrullándola suavemente en árabe, el idioma con el que su niñera solía arrullarla cuando era pequeña. El corazón le latía con fuerza y le ardían los pulmones al sentir la familiar piel resbaladiza y cálida del animal bajo los dedos e inspirar el familiar olor salado. La yegua emitió un pequeño relincho de incertidumbre mientras _________ le acariciaba el cuello empapado en sudor, pero no intentó levantarse.
—Hermosa, noble dama... —murmuró _________—. Debes ser fuerte... Debes ser valiente como una leo¬na.
La yegua gruñó. _________ sintió el movimiento de unos músculos poderosos y, después, un gemido que parecía brotar del vientre del animal.
—Eso es, ahora está empujando bien —dijo Rue¬ben pasado un momento, jadeando un poco—. Muy bien, muy bien. Suéltala.Ahora lo hará sola, creo.

_________ se apartó de la yegua y se acercó a Rueben a tiempo de ver cómo el cuerpo del potrillo se vertía sobre la hierba como un charco de tinta derramada.
—Bonita potrilla —dijo Rueben—. Bonita y grande.
—¿Se encuentra bien? —preguntó _________ temero¬samente, al ver que no se movía. Tenía el corazón en un puño, y se sentía incapaz de respirar—. ¿Estará... muerta? No respira.
—No le pasa nada —Rueben se sacó la camiseta blanca por la cabeza—.Toma, límpiale un poco la ca¬beza —dijo mientras se la arrojaba.
_________ se puso de rodillas sobre la hierba húmeda, intentando no temblar mientras limpiaba con frene¬sí la capa de mucosidad que envolvía la boca y la na¬riz de la potrilla. El sudor le caía por las mejillas y le escocían los ojos. No hacía más que emitir peque¬ños gemidos, pero no se daba cuenta de que estaba llorando. De pronto, la potrilla levantó bruscamente la cabeza y se la sacudió con fuerza, azotando el cue¬llo de _________ con las orejas.
—Ahora ya está bien —dijo Rueben, mientras _________ caía hacia atrás con un sonoro sollozo trémulo.
Pero también estaba riendo. Riendo y sollozando mientras rodeaba la cabeza de la potrilla recién naci¬da con los brazos y apretaba la mejilla contra su piel húmeda.

Betsy y Rueben estaban en la cocina cuando _________ bajó a desayunar a la mañana siguiente. Había oído sus voces y no pretendía escuchar, pero al oír su nombre, vaciló.
—Ojalá la hubieras visto, Bets. Esa melena negra que tiene... No podía saberse cuál era de ella y cuál de la potrilla.
La carcajada de Rueben se perdió en un sonoro golpe metálico.
—Ojalá él la hubiera visto. Debería haber estado aquí —Betsy parecía enojada—. ¡Ay!, algunas veces ese hombre...Trae a casa a su mujer y se va y la deja.
—Dijo que era por motivos de negocios —no po¬día verlo, pero _________ sabía que Rueben había encogi¬do un hombro como solía.
—Ya. ¿Y no podía haberlo anulado sólo por esta vez? ¿Cómo ha podido hacer algo así? Mira que mar¬charse y dejar sola a su mujer... Con lo agradable que es. Muy dulce, ¿sabes?

por **aranzhitha** Dom 29 Jul 2012, 7:38 pm

awww que lindo ver nacer a un potrillo :arre:
Nick se va a arrepentir de dejar a la rayiz sola :x
Despues vera su error y querra volver a empezar con ella
Siguela!!!

por **chelis** Dom 29 Jul 2012, 8:25 pm

SII ESE NIIIIIICCKK ES UN DESCONCIDERAAADOOOO!!!!!
COMO DEJAR A ____ ASIII SOLITAAAA!!!
AAAIII PERO DENLEEE UN ZAPE PARA QUE REAACCIIIIIOOONEEE!!!!!

por **CariitoJonas15** Mar 31 Jul 2012, 7:34 pm

Capítulo 20

_________ había entrado en la cocina en aquel mo¬mento, con las mejillas ardiendo y el corazón latién¬dole deprisa.
El domingo por la tarde, _________ reposaba sobre una tumbona junto a la piscina, recordando esa conversa¬ción de dos mañanas atrás. Como era domingo, Rueben y Betsy tenían el día libre. Rueben se había pasa¬do a primera hora a dar de comer a los caballos y, después, se había ido a su casa del otro lado del pas¬to, llevándose a los perros con él. Betsy había dejado una macedonia y unos panecillos de canela para que _________ desayunara, y un jugoso almuerzo para más tar¬de. Aquel día cocinaría en su casa, le había dicho a _________, porque esperaba la visita de sus hijos. Según Betsy, tendría la casa llena.
—Deberías venir— le había dicho a _________.
Pero _________ no había querido estorbar en el día li¬bre de la pareja, ni en su reunión familiar.
De pronto, se daba cuenta de que había sido una estúpida al decir que no. Orgullosa y estúpida. Por¬que no estaría estorbando. Si algo había aprendido en los últimos días era que Rueben y Betsy Flores te¬nían un corazón tan grande como los espacios in¬mensos que _________ había esperado encontrar en Texas. La acogerían con los brazos abiertos, estaba segura.
Se levantó y se vistió deprisa, poniéndose una falda de vivos colores que se enrollaba a la cintura y una ca¬miseta holgada sobre su modesto bañador de una sola pieza. Para nadar, se había recogido el pelo en una úni¬ca trenza que le caía por la espalda. No tendría que peinarse, aunque hundió las manos en la piscina y se peinó los mechones en torno al rostro. Después, se puso las sandalias y echó a andar con paso enér¬gico, siguiendo el camino que había visto recorrer a Rueben muchas veces, más allá del establo, junto a las cercas de los corrales, a través de una verja y cru¬zando un pasto.
El pasto descendía por la ladera. _________ no tardó en distinguir el tejado gris pálido de una casa baja y alargada de ladrillo rojo. Cerca de la casa, a la som¬bra de los árboles, vio una red de voleibol, una bar¬bacoa y mesas cargadas de comida. Y personas; ha¬bía personas por todas partes, reunidas en torno a la barbacoa, en las mesas, o sentadas en sillas bajo los árboles. Algunas sostenían bebés en brazos o veían ju¬gar a niños en la hierba, junto a sus pies. Niños de más edad corrían entre los adultos, y algunos golpeaban la pelota a un lado y a otro de la red.
Los cuatro perros corrieron a saludar a _________ cuan¬do franqueó la verja del pasto. Después, otra persona la vio y gritó:
— ¡Mamá, tienes compañía!
La puerta del porche acristalado se abrió y Betsy salió secándose los dedos en un enorme delantal. Al ver a _________ elevó las manos y profirió un chillido de bienvenida.
—¡Qué sorpresa! Has cambiado de idea. Me ale¬gro de que hayas venido. Ven, ven a conocer a mis hijos. ¡Eh, oídme todos, mirad quién está aquí! Es la esposa de Nick. Os presento a _________.
Hubo chillidos de sorpresa y de asombro.
—¿Qué? ¿Que Nick se ha casado? ¿Cuándo? ¡No me lo creo!
Y gritos de bienvenida.
— ¡Oye, _________! Llegas justo a tiempo, la comida ya está casi lista.
— ¡Oye, _________, acércate! Espero que te guste el chile...
—Ven a nadar con nosotros. Abuela, ¿podemos bajar al arroyo?
Betsy empezó a señalar a personas a izquierda y derecha y a pronunciar nombres. _________ se equivocó con algunos de los niños, y se llevó la mano a la frente mientras todos se reían y le tomaban el pelo diciendo que había perdido la memoria. A _________ le daba vueltas la cabeza. ¿Cuántos hijos tenían Rueben y Betsy? Había perdido la cuenta de quién estaba ca¬sado con quién, y sabía que no recordaría los nom-bres de todos, pero no parecía importar. Nadie espe¬raba que lo hiciera.
Nick no dejaba de sorprenderse. Desde que ha¬bía regresado de su viaje al rancho, varias horas an¬tes de lo esperado, había entrado en su casa y la ha¬bía encontrado vacía. Ésa había sido la primera sorpresa. La segunda había sido comprender lo mu¬cho que le importaba.
No era que no estuviera acostumbrado a llegar a una casa vacía; casi todos los días, cuando regresaba del trabajo, Rueben y Betsy ya se habían ido a su casa dejándole la cena preparada en el frigorífico, lista para meterla en el microondas.Y tampoco pensaba acostumbrarse a que su mujercita estuviera esperán¬dolo. Era una circunstancia temporal; ya había toma¬do esa decisión. Sólo debía encontrar el momento y el lugar apropiado para romper la relación con _________.
Entonces, ¿por qué aquel día el silencio parecía vibrar en toda la casa? ¿Qué era aquella extraña pre¬sión que sentía en el pecho mientras vagaba de habitacion en habitación, pronunciando el nombre de una persona a la que hacía diez días ni siquiera co¬nocía? ¿Podría ser... decepción? ¿De verdad le hacía ilusión volverla a ver?
Era absurdo. La negativa llegó tan deprisa que ra¬yaba el pánico. «Diablos», se dijo, contrariado. «Soy responsable de _________. Si se ha escapado o la han se¬cuestrado ... Absurdo»

Aun así, fue con gran alivio y exasperación como descubrió la tumbona envuelta en una toalla junto a la piscina y la verja de atrás abierta. Aquellos indi¬cios, junto a la música de salsa que llegaba de la casa de los Flores, le dieron la respuesta más obvia. Rue¬ben y Betsy estaban celebrando una de sus reunio¬nes familiares y Betsy, como madraza que era, habría insistido en invitar a _________. Misterio resuelto.
Lo que costaba más explicar era por qué no se había demorado dándose una ducha, afeitándose y cambiándose de ropa antes de echar a andar hacia la casa de los Flores. Antes de ir en busca de su esposa.
Nadie reparó en él cuando atravesó la verja del pasto. Todos los Flores estaban reunidos en torno a las mesas, llenándose los platos de perritos calien¬tes, hamburguesas, costillas y pollo, ensaladilla y, por supuesto, el chile especial de Rueben. Empezó a bus¬car a _________ con la mirada.
No era fácil de encontrar. Con su larga melena negra, se integraba entre los Flores como si fuera uno de ellos. Cuando por fin la divisó, entre el grupo más numeroso, fue porque oyó a alguien llamarla por su nombre.
—Oye, _________... ¿Alguna vez has tomado chile?
—¿Chile? —su voz era inconfundible y musical como una flauta, y Nick la reconoció al instante: otra sorpresa—. Creo que no. ¿No es un país suda¬mericano?
Se oyeron risas, y alguien gritó:
—¡No, no es eso!
Después, hubo un clamor de explicaciones, y vo¬ces animando a _________ a que probara el chile... otros a que no lo hiciera. Nick se había acercado incons¬cientemente, alerta como un perro cazador mientras intentaba ver lo que estaba ocurriendo en el centro del grupo de personas que circundaban la olla del chile con carne. También estaba un poco receloso... el chile de Rueben era célebre. Después de tomarse un cazo, Nick no dejaba de sudar durante horas. Y eso que estaba acostumbrado a él.
Se hizo un silencio expectante en la mesa. Nick se sorprendió al sentir que el corazón le latía más deprisa. Ojalá pudiera ver el rostro de _________ al probar el chile.
De pronto, el grupo de personas pareció abrirse y moverse, como si todo el mundo hubiera decidido darle más espacio a _________. Y, de improviso, pudo verle la cara, un óvalo perfecto, abrumadoramente hermo¬so, terso y fresco como el de una niña. _________ se estaba llevando una cucharada del gustoso chile marrón rojizo a la boca. Nick contuvo el aliento junto a to¬dos los demás mientras a _________ se le formaba un mi¬núsculo ceño. Después, levantó la cabeza y su voz levemente ronca llegó a los oídos de Nick.
—Está muy bueno... —dijo, todavía con ese pe¬queño ceño de incertidumbre, y volvió la cabeza, como si estuviera buscando algo en la mesa—. Pero creo que me gustaría... Sí, ahí, ¿cómo se llaman esos pequeños pimientos amarillos? Sí, jalapeños. Creo que me gustaría con algunos jalapeños más.

por **chelis** Mar 31 Jul 2012, 7:47 pm

GUUUAAUUU!!
A MIIIII SIEMPRE ME HACE SUUUDAAR EL CHILEEEE AUNQUE CAASII NO PIIIQUEEEEE!!!!!
AAAAAI MIS RESPETOOOSSS!!!!!
JEJEJE YY NIIICCKK YA SE ENAMOOROOOOO!!!!!

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