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La seducción de una princesa (Nick y tu) TERMINADA

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La seducción de una princesa (Nick y tu) TERMINADA - Página 10 Empty Re: La seducción de una princesa (Nick y tu) TERMINADA

Mensaje por MeliGarcia Jue 30 Ago 2012, 4:08 pm

HERMOSA!!! continua


MeliGarcia
MeliGarcia


https://twitter.com/MJGarcia14

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La seducción de una princesa (Nick y tu) TERMINADA - Página 10 Empty Re: La seducción de una princesa (Nick y tu) TERMINADA

Mensaje por chelis Jue 30 Ago 2012, 4:16 pm

:D
chelis
chelis


http://www.twitter.com/chelis960

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La seducción de una princesa (Nick y tu) TERMINADA - Página 10 Empty Re: La seducción de una princesa (Nick y tu) TERMINADA

Mensaje por CariitoJonas15 Jue 30 Ago 2012, 8:04 pm

Capitulo 23



_________ arrancó la mirada de él. Sosteniendo la tren¬za con una mano, tomó el lazo con la otra.
—¿Necesitas ayuda? —Nick sentía la lengua de trapo. _________ lo miró a los ojos cuando se sentó en la cama junto a ella y alargó la mano para tomar el lazo. Durante un momento, se quedó perpleja, mirándolo sin comprender. Después, movió la cabeza y murmuró:
—Sí, gracias... —y bajó el velo de pestañas para contemplar cómo Nick ataba con manos grandes el delicado lazo sobre la lustrosa cuerda de pelo. Des¬pués, entreabrió los labios. Parecía estar contenien¬do el aliento. Nick sabía que él estaba conteniéndo¬lo. Intentó carraspear.
—Sólo por curiosidad... ¿Cómo ibas a apañártelas antes de que viniera?
Lo miró de soslayo.
—Así —le mostró los hoyuelos mientras le en¬señaba, con los labios metidos hacia dentro, cómo habría sostenido la trenza en la boca para atar el lazo.
Nick terminó la lazada y se la enseñó.
—¿Qué tal?
—Muy bien, gracias.
Sin saber por qué, no soltó la trenza al momento, sino que la sostuvo un momento, mirándola fijamen¬te y midiendo el cálido peso húmedo en la mano. Tuvo el repentino impulso de soltar el lazo que aca¬baba de atar, deshacer la trenza y enterrar el rostro en la suave y fragante masa de pelo. «Tienes un pelo precioso» Quería decírselo, pero no lo hizo.
En cambio, mientras sentía cómo la mata de pelo resbalaba entre sus dedos, carraspeó y dijo:
—He estado pensando... —luchar contra el he¬chizo de aquellos ojos negros era como salir a nado de un remolino—.Ya hace casi una semana que sali¬mos de Tamir. Pensé que estarías sintiendo... ya sa¬bes, añoranza —ella se enderezó casi con culpa y movió la cabeza, dispuesta a negarlo, pero él se ade¬lantó con un gesto—. Oye, es natural que eches de menos a tu familia. Pensaba que te apetecería llamar¬los por teléfono.
_________ intentó detener el gemido con los dedos, pero fue demasiado rápido para ella. Por encima de la mano, sus ojos se llenaron repentinamente de lá¬grimas.
—Debería habérseme ocurrido antes —dijo Nick con voz ronca—. Supongo que estaba tan ocupado... con el trabajo... poniéndome al día —se sentía profun¬damente avergonzado de sí mismo—. De todas for¬mas, si quieres, podemos llamar ahora. Será... —consul¬tó el reloj con el ceño fruncido— primera hora de la mañana en Tamir.
—Me gustaría... mucho —_________ le había dado un poco la espalda e intentaba secarse una lágrima sin que él se diera cuenta. De pronto, se volvió hacia él, con los ojos muy abiertos y sorprendidos—. Pero no sé qué número es. ¿No es terrible? ¡Ni siquiera co¬nozco mi propio número de teléfono!
—Dudo que hayas tenido motivos para usarlo —re¬puso Nick con ironía.
—Desde el internado no, cierto. Y fue hace mu¬cho.
—No importa. Da la casualidad de que lo tengo aquí mismo —se metió la mano en el bolsillo de la ca¬misa, sacó el trozo de papel en el que había anotado el número y encontró allí el puro olvidado. Distraído, le pasó el puro a _________ mientras sacaba el papel y to-maba con la otra mano el teléfono inalámbrico de la mesilla de noche. Marcó el número y, mientras espera¬ba a que se estableciera la comunicación, miró a _________ y vio que seguía sosteniendo el cigarro. Lo estaba mo¬viendo entre los dedos con curiosidad, acercándoselo a la nariz y olisqueándolo.

Justo cuando iba a quitárselo de las manos, oyó el timbre del teléfono al otro lado y, al momento si¬guiente, una voz diciendo:
—Palacio real, residencia familiar, ¿en qué puedo ayudarlo?
Varios minutos después, _________ estaba riendo y so¬llozando alegremente y ni siquiera se dio cuenta de que Nick salía de la habitación. Éste tenía un nudo en el vientre y de lo último que se acordaba era del maldito cigarro.
Bajó directamente a su despacho y se sirvió un bourbon doble. No podría haberse sentido peor si hubiese estado torturando a _________. «¿Qué clase de hombre soy?», se preguntó mientras contemplaba las profundidades de color ámbar del vaso. «¿Cómo he podido ser tan estúpido para creer que podía casar¬me con una joven de una cultura completamente distinta, sacarla de su casa y de su familia, llevarla a miles de kilómetros de distancia y esperar que fuera feliz?» Lo atormentaba la mirada de puro júbilo de _________ cuando le había pasado el teléfono.
«Tengo que arreglar esto», pensó, «de alguna ma¬nera»
Media botella de whisky más tarde, la imagen de _________ seguía atormentándolo, pero de una manera completamente distinta. A medida que bajaba el ni¬vel de la botella, también lo hacía la nitidez de sus pensamientos. La imagen que no podía quitarse de la cabeza no eran los ojos, ni siquiera la sonrisa con hoyuelos, sino esas ojeadas de piel cremosa desvane-ciéndose bajo la bata, una entre sus senos, la otra en los muslos.Y no hacía más que pensar que era su es¬posa y que nunca la había visto desnuda.
«Es mi esposa, maldita sea. Y la deseo»

Sí, no hacía más que repetirlo, como un niño in¬sistente en una tienda de juguetes.
Unos cuantos sorbos más de bourbon y empe¬zó a razonar de manera muy efectiva, con el mis¬mo pensamiento creativo que recordaba haber empleado de adolescente. En aquella época había estado bajo la influencia de las hormonas, no del whisky, pero el efecto era el mismo. Empezó a convencerse de que _________ quería que le hiciera el amor. A fin de cuentas, en Tamir le había pedido que la besara, ¿no? Y había ido a su cuarto. Diablos, sí, lo había hecho. Ella lo deseaba, él la deseaba y estaban casados. Entonces, ¿por qué no podían ha¬cer el amor?
Empezaba a parecerle ridículo que llevaran casi una semana casados y que todavía no le hubiera he¬cho el amor a su esposa. Ni siquiera recordaba el motivo por el que no lo había hecho... ¿algo sobre que era virgen? Pero, fuera lo que fuera, no podía ser muy importante. Ni mucho menos tan importante como lo lleno, ardiente y duro que estaba en aque¬llos momentos, dominado por el deseo.
Pero, claro, víctima de sus hormonas, el adoles¬cente que había sido tampoco había pensado mu¬cho en el mañana.
«Ya basta de tonterías», pensó de repente. «Ya de¬bería haber hablado con ella para que se fuera, tu¬viera añoranza o no» Apuró el whisky, dejó el vaso sobre la mesa y salió del despacho en dirección a la escalera. Estuvo a punto de irrumpir en el dormito¬rio sin llamar, pero en el último momento se lo pen¬só mejor y llamó con suavidad con los nudillos. Al no oír respuesta, abrió la puerta y asomó la cabeza llamándola por su nombre. Después, se detuvo. Exhaló el aliento despacio, como un globo que estuvie¬ra desinflándose.
Su esposa y princesa estaba tumbada en la cama, de costado, con una mano debajo de la meji¬lla y la otra sosteniendo el teléfono contra su pe¬cho, profundamente dormida. Y esas huidizas pier¬nas suyas, ligeramente dobladas a la altura de la cadera y de la rodilla, habían escapado de los confí¬nes de la ropa a través de la abertura frontal y apa¬recían ante él en toda su gloria. Aquella imagen ha¬cía que a un hombre se le hiciera la boca agua irremediablemente.
Se acercó de puntillas a la cama y se quedó mi¬rándola. .. a aquella encantadora criatura exótica con la que se había casado. Se le estaba pasando el subi-dón de hormonas y whisky y sentía una extraña tris¬teza indefinible, un anhelo que ni le gustaba ni en¬tendía. De hecho, lo aterrorizaba. ¿Qué significaba? ¿Se estaría enamorando de aquella muchacha? En ese caso, que Dios lo ayudara, porque la situación ya era bastante complicada.
Le estaba quitando el teléfono de la mano cuan¬do hizo otro inquietante descubrimiento. A modo de almohada, su mano seguía cerrada en torno al puro olvidado. ¿Qué diablos significaba aquello? El corazón le daba brincos en el pecho como un cone¬jillo asustado. Cubrió con la colcha aquellas delicio¬sas piernas, apagó la lámpara, salió y cerró la puerta tras él, sintiéndose trémulo y con las piernas débi¬les.
Se despertó a la mañana siguiente con un fuerte dolor de cabeza y la sensación de haber escapado a un desastre inimaginable. No había duda, iba a resol¬ver aquel asunto del matrimonio rápidamente. Antes de caer tan dentro que no pudiera salir, al menos, no sin perjuicio permanente en el corazón. Mientras tanto, renegaría del bourbon.
Cuando _________ se despertó el lunes por la mañana, Nick ya se había ido... a sus oficinas de Houston, le dijo Betsy. Y, después, añadió, viajaría a Dallas para hablar con ciertas personas sobre una refinería que iba a reconstruir y modernizar en un lugar llamado Odessa. Tenían muchos planes que hacer, así que tar¬daría varios días y pasaría en Dallas casi toda la se¬mana. Betsy hablaba con severidad mientras se lo contaba, como si estuviera enfadada.
—Tú dale un poco de tiempo —le dijo finalmen¬te la mujer con un suspiro, como si estuviera hablan¬do de uno de sus hijos traviesos—.Ahora mismo está muy ocupado, pero recapacitará. Sólo tienes que darle tiempo.
«Sí», pensó _________, «pero no sé cuánto tiempo po¬dré soportar esta soledad»
Se mantenía ocupada durante el día trabajando con la potrilla, Sari, leyendo libros junto a la piscina y nadando. En una ocasión, dos de los nietos de Betsy llamaron a la puerta de atrás y dijeron:
—¿Puede venir _________ a jugar con nosotros? —así que pasó una tarde maravillosa nadando con ellos en el arroyo.
Pero lo que más le gustaba, aparte de trabajar con Sari, era seguir a Betsy por la casa y hacerle preguntas sobre Nick. Lo que más le gustaba eran los álbumes de fotografías que Betsy le enseñaba, y pasaba horas contemplando las fotografías en blan¬co y negro y en color desvaído de Nick cuando era niño y de las personas que lo habían hecho como era.
CariitoJonas15
CariitoJonas15


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Mensaje por chelis Jue 30 Ago 2012, 8:26 pm

aaaaaaaiii nick da tu brazoo a torceeerrr!!!
porfiiissss
te mueres por elllaa!!!
chelis
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La seducción de una princesa (Nick y tu) TERMINADA - Página 10 Empty Re: La seducción de una princesa (Nick y tu) TERMINADA

Mensaje por aranzhitha Jue 30 Ago 2012, 8:27 pm

awww Nick eres cruel
Como la dejas sola todo el tiempo
Estan reciem casados
Siguela!!!
aranzhitha
aranzhitha


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La seducción de una princesa (Nick y tu) TERMINADA - Página 10 Empty Re: La seducción de una princesa (Nick y tu) TERMINADA

Mensaje por chelis Vie 31 Ago 2012, 2:31 pm

OOOTRRROOOO CAAPIISS
chelis
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Mensaje por CariitoJonas15 Vie 31 Ago 2012, 9:27 pm

Capítulo 24


Betsy le había explicado que el padre de Nick había sido jugador y alcohólico, y que había perdido casi todo el dinero de su esposa antes de que ésta se divorciara de él, cuando Nick tenía doce años. Y ha¬bía muerto poco tiempo después. A _________ se le llena¬ron los ojos de lágrimas cuando Betsy le habló de la muerte de la madre de Nick, algunos años después, en un trágico accidente. Había algo en la bonita mu¬jer rubia de mirada amable y suave sonrisa que le re¬cordaba a su propia madre. _________ seguía sin imaginar su mundo sin su madre en él, y pensar que Nick sólo tenía quince años cuando la perdió... Las foto¬grafías de Nick a esa edad mostraban a un niño so¬lemne de hombros anchos que parecía soportar un gran peso, y por fin comprendía por qué.
Antes, sin embargo, había fotografías de un Nick más joven y más despreocupado junto a un apuesto hombre moreno con nariz de halcón y una niña que le resultaba familiar. _________ se fijó un poco más y ex¬clamó:
—¡Pero si es Elena!
—Sí —le dijo Betsy—, y ese hombre era el padre de Elena, Yusuf Rahman —la mujer apretó los labios al pronunciar aquel nombre.
—Entonces... ¿La madre de Nick y el padre de Elena eran amantes? —en las fotografías, parecían es¬tar unidos, como una familia, pensó _________. Pero Betsy movió la cabeza y dijo:
—Eso se lo tendrías que preguntar a Nick.
Y Betsy siguió quitando el polvo, con todo su cuerpo temblando de indignación y desaprobación, aunque no por la pregunta que _________ le había formulado. Ésta ya sabía, por lo que Elena le había conta¬do, que Yusuf Rahman había sido un hombre malva¬do, que incluso había matado a su esposa, la madre de Elena, y que habría matado a la propia Elena si Hassan no le hubiera disparado primero.
Nick regresó el viernes, justo cuando Rueben y Betsy se despedían hasta el lunes. Se encontraban en la cocina, con _________, cuando él entró. Betsy le esta¬ba enseñando a _________ la comida que había preparado para el fin de semana, y Rueben estaba sentado ante la pequeña mesa de la cocina, tomando un vaso de té con hielo. Nick saludó a Rueben con la cabeza y éste lo saludó a él.
—Vaya —dijo Betsy cerrando la puerta de la neve¬ra de un empujón—. ¿Qué haces en casa tan pronto?
Hasta _________ percibió el sarcasmo, y no por prime¬ra vez pensó en lo diferente que era la posición de Rueben y Betsy en aquella casa en comparación con los criados de su casa de Tamir.
Nick sacó una silla y se sentó a la mesa. «Tiene cara de cansado», pensó _________, mientras veía cómo se restregaba los ojos con la mano. El corazón le dio un pequeño vuelco cuando aquellos ojos cansados res¬balaron sobre ella... Pero cuando habló, sus palabras y su media sonrisa iban dirigidas a Betsy.
—¿Tienes algo más de té?
Betsy le lanzó una mirada, pero no dijo nada mien¬tras sacaba un vaso del armario y servía té de una ja¬rra de la nevera. Después, le pasó el vaso a _________. Ésta lo tomó sin comprender: ella no había pedido té. Betsy inclinó la cabeza hacia Nick e hizo un gesto con la mano que éste no pudo ver.

Entonces, lo comprendió. Por supuesto, debía servir a su marido. «¡Cuánto tengo que aprender so¬bre cómo ser una esposa!», pensó. En lo referente a comida y bebida, estaba acostumbrada a que la sir¬vieran a ella, no al revés. El corazón le latía con fuer¬za y las manos le temblaban mientras colocaba el vaso de té con hielo en la mesa, delante de su mari¬do. Éste le lanzó una mirada fugaz y balbució:
—Gracias.
Betsy volvió a preguntar por qué había vuelto tan pronto y qué planes tenía para el fin de semana. Nick tomó un largo sorbo de té antes de contestar.
—Pensaba ir al rancho a hacer algunas reparacio¬nes. Fue un poco bochornoso que se fuera la luz la semana pasada, con un cliente.
_________ se sentía extraña, como si estuviera de pie, completamente sola, en un enorme escenario, y mi¬les de personas la estuvieran mirando. Se oyó decir en voz alta y clara:
—Me gustaría acompañarte —la sensación de ex-trañeza se disolvió y vio que sólo había dos perso¬nas mirándola: Nick con silenciosa conmoción y Betsy con una sonrisa de aprobación. Rueben, de es¬paldas a ella, bebía té haciendo tintinear los hielos.
_________ dio un paso hacia delante, sintiendo un fuerte hormigueo en el estómago.
—Me gustaría ver ese rancho del que tanto he oído hablar —dijo, sin rastro de temblor en la voz—. Me gustaría conocer otros lugares de Texas.
Nick estaba abriendo la boca para replicar, para decirle que no podía ir. «No permitiré que me vuelva a dejar sola», pensó _________, temblando de enojo. De enojo y por causa de una nueva resolución. «No per¬mitiré que me vuelva a abandonar»
—Buena idea —dijo Betsy. Nick cerró la boca an¬tes de poder decir lo que pensaba y lanzó una mira¬da furibunda a la mujer morena de corta estatura. Ésta lo miró con idéntico enojo.Tenía los brazos cru¬zados sobre su generoso pecho, y su rostro redondo parecía labrado en madera—. Deberías llevar a tu es¬posa, enseñarle el rancho. Pasad un fin de semana agradable los dos solos.
El silencio era profundo, tanto, que podrían oírse los latidos de todos, pensó _________. Después, Rueben encogió un hombro y dijo:
—Sí, deberías llevarla.
Nick le lanzó una mirada de pura conmoción. _________ contuvo el aliento mientras pasaban los segun¬dos. Sabía que aquel momento era importante, quizá el momento más importante de su vida, un cruce de caminos. «Si me rechaza», pensó con fría resolu-ción... «Si vuelve a abandonarme...»
Nick volvió a mirarla. _________ sintió aquella mirada como un calor extraño, un fuego que se propagaba por su pecho.
—Es un lugar muy primitivo —dijo—, sin mu¬chas comodidades. ¿Estás segura de que quieres ir?
_________ supo que había ganado y exhaló un suspiro de felicidad.
—Segurísima.

—Bueno, ya hemos llegado —Nick se guardó la lla¬ve en el bolsillo y empujó la puerta; después, metió la mano para pulsar un interruptor—. Magnífico, al me¬nos, tenemos luz —miró de soslayo a _________ e hizo un movimiento con la cabeza—. Perdona el desorden. No esperaba traer compañía en este viaje, o le habría pe¬dido a la señora MacGruder, mi vecina, que cuida de la casa y de los caballos, que viniera a limpiar.
—Puedo limpiar yo —dijo _________ franqueando el umbral. Oyó que Nick resoplaba de incredulidad al tiempo que levantaba la nevera con la comida que Betsy les había preparado y la seguía al salón—. ¿Crees que no? Que no se me exija no significa que no pueda hacerlo.
—¿Ah, sí? —Nick enarcó una ceja con escepticis¬mo mientras pasaba junto a ella—. Pues dime, ¿dón¬de has aprendido a limpiar una casa?
—Bueno... Una casa propiamente dicha, no —su sonrisa fue breve y distraída; había muchas cosas que ver—. En el internado nos pedían que limpiára¬mos nuestras habitaciones e hiciéramos la cama, así que sé barrer y quitar el polvo. Sinceramente, no es tan difícil.
Nick gruñó. A través de unas puertas dobles abiertas, _________ lo vio dejar la nevera sobre una mesa que sólo podía ser de la cocina. , —Bueno, ya te dije que era primitivo.
—No me lo parece —_________ había visitado algunas de las zonas más pobres de Tamir con su madre y sus hermanas, y conocía el significado de aquella pa¬labra. Unió las manos para contener la emoción—.A mí me parece...perfecto.
De hecho, se había enamorado de la casa nada más verla. Estaba construida con piedras de color marrón amarillento, con una galería de madera en la fachada y un tejado de tablillas de metal que, según había dicho Nick, habían sustituido a las originales de madera. Y la habitación en la que se encontraba le resultaba tan familiar que estaba segura de haber visto una igual en las películas del Oeste. En el fon¬do había una enorme chimenea hecha de la misma piedra que el exterior, un sofá y varios sillones có¬modos dispuestos en semicírculo. Los suelos eran de madera, cubiertos de alfombras. Había unas astas, tal vez de ciervo, colgadas encima de la chimenea y, ex¬trañamente, una piel de vaca sobre uno de los sillo¬nes, como si fuera una colcha de punto. _________ exhaló un suspiro de felicidad. Era como debía ser un ran¬cho de Texas.
Entró en la cocina, donde Nick estaba vaciando el contenido de la nevera portátil y traspasándolo al frigorífico. Él miró detrás de ella o, más bien, a la bol¬sa que colgaba del hombro de _________.

—Te enseñaré dónde puedes guardar tus cosas y, después, si quieres, desayunamos.
_________ asintió. Una vez más, estaba demasiado ocu¬pada mirando para responder. La cocina tenía arma¬rios pintados de blanco, linóleo azul en el suelo y un hule amarillo con motivos de flores azules y blancas sobre la mesa. Justo enfrente de la puerta que comu-nicaba con el salón se abría otra de cristal que daba a un porche cerrado. A un lado de la puerta, la venta¬na de encima de la pila enmarcaba unos árboles pol¬vorientos y, más allá, se divisaban el granero y los co¬rrales que había visto desde la avioneta. El corazón se le aceleró al ver movimiento en los corrales. «Ca¬ballos»
—Los dormitorios están por aquí —Nick estaba esperándola en otro umbral de la cocina. Se apartó para dejarla pasar, y _________ se encontró en un peque¬ño pasillo con puertas en las cuatro paredes. Por una se veía el cuarto de baño, con una enorme bañe¬ra de acero con patas como garras. Las otras dos eran dormitorios.
—Escoge el que quieras —dijo, señalándolas—. Creo que son más o menos iguales.
_________ echó un vistazo a las dos y atravesó el um¬bral más próximo para dejar la bolsa sobre la cama. Advirtió que era una cama mucho más pequeña que la de la habitación de Nick en Houston, pero no se entretuvo a mirar como en las demás habita-ciones de la casa. Allí no había nada personal, nada que indicara qué habitación usaba Nick cuando dormía en el rancho. Se sentía extraña teniéndolo tan cerca y, al mismo tiempo, tan lejos. Con tantas cosas por aclarar entre ellos se palpaba tensión en el silencio.
«Pero», pensó, «por eso estoy aquí, porque hay co¬sas de que aclarar...Y las aclararemos. Pero no ahora. Éste no es el momento»
Dejando su bolsa sobre la cama, se plantó una sonrisa en el rostro y se dio la vuelta.
—¿Has dicho que podíamos desayunar? Estupen¬do, porque tengo hambre —había tomado unas tosta¬das con una taza de café antes de partir aquella ma¬ñana, pero parecía que hiciera siglos de eso—. ¿En qué puedo ayudar? —sentía pequeños escalofríos y se frotaba los brazos, aunque no tenía frío.
—¿Quieres ayudar? —Nick la miró, nuevamente con esa media sonrisa de superioridad que indicaba que no la creía capaz. A _________ empezaba a irritarla aquella sonrisa.
De vuelta en la cocina, Nick abrió un cajón y ex¬trajo una herramienta de metal que dejó en la encimera. Después, abrió un armario y sacó una enorme lata marrón.
—¿Si quieres ayudar, por qué no abres eso mien¬tras pongo en marcha la cafetera?
_________ tomó la herramienta, que no se parecía en nada a ningún utensilio que hubiera visto antes. Te¬nía dos patas que se abrían cuando tiraba de ellas, como unas tijeras. Era evidente que debía usarlo para abrir la lata, que contenía café. «No se lo pre-guntaré. No»
«Dios mío», pensó Nick, «ni siquiera sabe cómo usar un abrelatas» Se preguntó si habría visto uno antes.
—Es... un abrelatas —dijo con voz ronca, y se acercó a ella.
_________ lo miró... una mirada paciente, como si hu¬biera dicho una estupidez.
CariitoJonas15
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Mensaje por aranzhitha Vie 31 Ago 2012, 10:46 pm

awww pobre rayiz
Nick piensa que no sabe hacer nada
Pero si sabe
Siguela!!!
aranzhitha
aranzhitha


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Mensaje por chelis Sáb 01 Sep 2012, 8:23 pm

AAAAARRGG!!!
ODIOO LA ACTITUD DE NIICCKK!!!
YO CREO QUE SI SIGUE ASIIII!!!
_____ SE IRAAAA!!!
AAIII
PON OOOOTROOOO!!!... CAPIS
chelis
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Mensaje por CoteDreamer Lun 03 Sep 2012, 4:24 pm

hahahah la rayis no sabe hacer nada :D
CoteDreamer
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Mensaje por chelis Lun 03 Sep 2012, 5:10 pm

:D
chelis
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Mensaje por CoteDreamer Vie 07 Sep 2012, 7:40 pm

siguelaa
CoteDreamer
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Mensaje por CariitoJonas15 Lun 10 Sep 2012, 6:49 pm

Capítulo 25


—Lo sé. Es que nunca había visto uno... como éste... antes —tenía color en las mejillas, y Nick se preguntó si sería por orgullo o por vergüenza.
—Se parece mucho al clásico abrelatas —se acer¬có un poco más—. Es una herramienta básica en el rancho, ya que la única comida que podemos dejar son latas. La electricidad no es fiable, así que no po¬demos llenar el congelador. Además, hay ratones...
—¿Ratones? —lo miraba, no con el horror feme¬nino que él había esperado, sino con deleite infan¬til—.Vaya, ¿tenemos ratones? Me encantaría ver uno —ladeó la cabeza y sacó los hoyuelos pensativamen¬te—. Creo que nunca he visto un ratón de verdad.
«¿Por qué no me sorprende?», pensó Nick. En voz alta, masculló:
—Son un incordio.
—Deberías tener un gato.
—¿Y quién se ocuparía de él cuando no hay na¬die?
—Quizá... tu vecina, ¿cómo se llamaba? ¿La seño¬ra MacGruder? Como, de todas formas, viene a ocu¬parse de los caballos... —tenía la mirada enorme e ingenua. Nick se preguntó cómo había llegado a acercarse a ella lo bastante para verse reflejado en sus profundidades.
—¿Cuándo, una vez al día? No, los animales nece¬sitan atención. No se los puede dejar solos todo el tiempo.
—Sí —dijo _________ con suavidad—, es cierto —y lo miró el tiempo justo para que él sintiera una peque¬ña punzada de culpa.
—Oye, ¿por qué no dejas que lo haga yo? —dijo con brusquedad, y echó mano al abrelatas. Ella lo re¬tuvo fuera de su alcance.
—No. Me gustaría que me enseñaras a usarlo. Por favor —añadió.
Nick estaba inundado de sensaciones que no sa¬bía cómo abordar. Una parte era enojo, otra temor y otra, si era sincero consigo mismo, atracción sexual. Era el calor corporal de _________, o su fragancia, en parte familiar, en parte exótica. No debería haberse acerca¬do tanto a ella. Le costaba mantener la respiración si¬lenciosa para disimular su agitación. Confiaba en que _________ no pudiera oír los fuertes latidos de su co¬razón.
—Está bien, esto es lo que tienes que hacer. Mira, déjame que te enseñe —y de nuevo, ella retuvo el abrelatas fuera de su alcance.
—No, quiero hacerlo yo. Por favor, enséñame a usarlo.
¿Qué podía hacer? Con tanta delicadeza como un domador de caballos, cubrió las manos de _________ con las suyas.
—Primero tienes que abrir esto... —Dios, le cos¬taba trabajo respirar—. Después, lo clavas en el bor¬de de la lata. ¿Así, ves? Ese sonido de aire significa que has roto el sello. Después, giras esto...
Tenía la sensación de estar a punto de desmayar¬se, como cuando pasaba demasiado tiempo sin co¬mer. Sólo que nunca había conocido un ansia como aquélla, no recordaba haber deseado a una mujer como deseaba a _________. No, no era deseo sino anhelo. Como si, de no poder hacerla suya en aquel preciso momento, fuera a caerse de bruces al suelo.
Cayó en la cuenta de que las manos de _________ no se estaban moviendo.
—Creo que hemos terminado —susurró _________, y lo estaba mirando a él, no al abrelatas.

«Sí», pensó Nick, «y tanto que hemos terminado» Toda su resolución se estaba yendo al garete. Iba a ocurrir, y no podía hacer nada para evitarlo.
Todo había sucedido en cuestión de segundos... de latidos. Podía sentir el calor de _________ y su fragan¬cia traspasándole la camisa y la piel. Sus terminacio¬nes nerviosas estaban aprendiendo la forma de su pecho. Ella lo miró y él se quedó observando sus la-bios entreabiertos, ansioso por saborearla.
Saborearla. Recordó su sabor. Sí, estaba evocándo¬lo todo. Y supo en aquel momento que nunca había dejado de querer besarla.
Nick emitió un sonido, susurró algo, quizá su nombre. Bajó más la cabeza, salvando la tentadora distancia entre él mismo y aquello que tanto anhe¬laba.
Un estrépito lo hizo incorporarse de golpe, con la adrenalina recorriendo su organismo como fuego gélido. «Maldición, la puerta» Alguien estaba llaman¬do a la puerta del porche de atrás.
Un momento después, antes de que la conmo¬ción hubiera empezado a remitir, oyeron unos gol¬pes más suaves en la puerta de la cocina. Ésta se abrió, y un hombre patizambo de corta estatura, completamente calvo y con mejillas tan coloradas como las de Papá Noel, asomó la cabeza. Su vecino, por supuesto. Deb MacGruder.
—Eh, ¿qué tal? He oído la avioneta.
Era imposible enfadarse con el bueno de Deb, una de las personas más amables que existían sobre la tierra, y Nick ni siquiera lo intentó. Confiando en no parecer ni sonar tan agitado como se sentía, lo invitó a pasar, le presentó a _________ y le quitó las bolsas de la compra de las manos.

—Edna te envía huevos y leche fresca... Pensó que no te vendrían mal —Deb estaba tamborileando con los dedos, mirando de soslayo a _________ y sonroján¬dose como un adolescente tímido, y cuando Nick la miró, comprendió por qué. _________ estaba luciendo sus hoyuelos a máxima potencia, y se la veía tan encan¬tadora y preciosa como podía estarlo una mujer. Deb se frotó la calva tostada y tosió—. Eh... He insta¬lado algunas yeguas en el corral, por si acaso queréis dar un paseo a caballo mientras estáis aquí —pare¬cía considerar la posibilidad remota, dadas las cir¬cunstancias. Pero Nick oyó una exclamación a su es¬palda, y la voz de _________, emocionada.
—¡Sí, gracias!
Y comprendió que debería sentirse agradecido. Le habían dado un respiro. No todo estaba perdido.
Claro, pensó, lo que tenía que hacer era montar a caballo con su esposa todo el día hasta que los dos se quedaran tan exhaustos y doloridos que aquella noche sólo pudieran dormir.
Y al día siguiente... En fin. Ya cruzaría ese puente cuando llegara a él.
—Eh, ¿qué crees que haces? ¡Vuelve aquí!
La respuesta de _________ fueron unas carcajadas. Aga¬zapada sobre el cuello de su montura, hostigó a la ye¬gua para que cabalgara a galope tendido. Los cascos del animal parecían volar sobre la tierra dura. Las sombras oscuras de los árboles que Nick había llama¬do enebros pasaban como relámpagos a ambos lados de ella, y su olor intenso se elevaba en el aire denso.
En lo alto de la suave elevación, _________ se detuvo finalmente, con el viento sacudiéndole la melena y el paisaje extendiéndose ante ella hasta el horizonte cubierto de nubes negras. Riendo y sin aliento, espe¬ró a que Nick la alcanzara.
—¿Qué diablos estabas haciendo? —lo oyó rugir mientras la cabeza marrón rojiza de su caballo apa¬recía en lo alto de la colina. Un momento después, vio la cara de Nick, y estaba sombría y tormentosa como las nubes que llenaban el cielo por encima de sus cabezas—. ¿Qué intentabas, matarte?
Pero el brillo de sus ojos no era de enojo, y _________ se echó la melena hacia atrás y sonrió mientras re¬plicaba:
—¿Matarme? No, no. ¡Vivir!
—Ja! —murmurando palabras tranquilizadoras a su montura y dándole palmaditas en el cuello empa¬pado en sudor, Nick la hizo detenerse junto a la de _________—.¿Vivir?
—Sí, ¿no lo sabes? Estoy viviendo un sueño. Mi sueño —abrió los brazos de par en par y elevó el rostro al cielo—. He soñado con esto... con cabalgar como el viento por una tierra interminable.
—Bueno, quizá la tierra sea interminable, pero mi propiedad, no. ¿Ves eso de ahí abajo? —señaló con la cabeza el horizonte interminable, y pasó la pierna por encima de la silla para desmontar de una mane¬ra que sólo un hombre con piernas largas y el cuer¬po de un vaquero podía hacer airosamente—.Allí es donde acaba mi propiedad. Si hubieras querido se¬guir cabalgando hasta la siguiente colina, la yegua y tú os habríais estrellado contra una alambrada.
_________ estaba segura de que no habría ocurrido nada parecido, porque o habría visto la alambrada a tiempo de parar o la habría visto la yegua. Y, en ese caso, seguramente, se la habría saltado.

Pero una esposa no debía discutir con su marido.
—Por favor, no te enfades conmigo, Nick. Si su¬pieras...
—No estoy enfadado —masculló mientras pasa¬ba por debajo del cuello de la yegua y se colocaba entre los dos animales. Se echó hacia atrás el ala del sombrero y la miró con ojos entornados—. ¿Dónde has aprendido a montar así?
_________ experimentó una pequeña oleada de orgullo.
—Mi hermano tiene caballos...Te lo dije, ¿recuer¬das? En el partido de polo. Árabes, como los tuyos. Solía montar mucho cuando era más pequeña, antes de... —no dijo «Antes de hacerme mujer y perder la libertad de una niña»—.Antes de que otras cosas ocuparan todo mi tiempo.
—Vaya —Nick emitió un sonido pensativo y pro¬siguió a regañadientes—. Pues no parece que se te haya olvidado montar —la miró en silencio durante un largo momento, con una mano en el cuerno de la silla y el brazo apoyado en el cuello de su yegua. Mo¬vió la cabeza—.Vamos, desmonta. Daremos un respi¬ro a los caballos. Y después, volveremos. No me gus¬ta ese cielo.
_________ asintió y empezó a desmontar, aunque con dificultad. Tenía los estribos cortos y las piernas, tam¬bién.
—Espera...Te echaré una mano —Nick extendió los brazos hacia ella, dispuesto a ayudarla. Su rostro no reflejaba expresión alguna. Incluso sus ojos apa¬recían inexpresivos a la sombra del ala del sombre¬ro.
Con el corazón latiéndole con desenfreno, _________ le puso las manos en los hombros. Sintió las de él en la cintura, se le cerró la garganta y dejó de respirar.
CariitoJonas15
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Mensaje por aranzhitha Lun 10 Sep 2012, 7:15 pm

ahhh Nick es tan lindo
Lo amo
Aunque todavia no pasa nada :¬¬:
Ya quiero accion :twisted:
Siguela!!!
aranzhitha
aranzhitha


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La seducción de una princesa (Nick y tu) TERMINADA - Página 10 Empty Re: La seducción de una princesa (Nick y tu) TERMINADA

Mensaje por CariitoJonas15 Mar 11 Sep 2012, 4:51 pm

Capítulo 26

Nick pensó: «¿Qué estoy haciendo?» Sabía que debía ser más precavido, pero algo en su interior es¬taba disfrutando enormemente de aquel coqueteo con el desastre. Era como un niño jugando con ceri¬llas, lo bastante mayor para comprender el peligro y arrogantemente convencido de su habilidad para eludirlo.
Ah, pero ¡qué cintura tenía...! Esbelta y flexible en sus manos. No tan delicada y minúscula que pu¬diera rodearla con las manos, pero firme y fuerte, con músculos que se tensaban bajo las palmas mien¬tras la bajaba de la silla. Recordó aquella noche en la terraza que daba al Mediterráneo, su convicción de que era el fruto prohibido y su duda de si le parecía más deseable precisamente por eso. ¿Acaso él, Nick Jonas, que se enorgullecía de su honradez, de su sentido del honor y de la responsabilidad, no era más que un niño mimado que deseaba lo que no po¬día tener?
Un sonido irrumpió en sus reflexiones, un suave carraspeo. Entonces, el cielo pareció prolongarlo con el bramido de un trueno, mientras Nick con¬templaba el rostro sonrojado y los ojos luminosos de la mujer con quien se había casado, y sentía ese mismo fragor en el pecho, en el vientre.
«No es una fruta prohibida. Es mi esposa, ¡mi es¬posa!»
Se observó insertando un dedo por debajo del cordel que debía impedir que a _________ se le volara el sombrero y, despacio, muy despacio, se lo sacó de debajo de la barbilla. Las preguntas surgieron en los ojos de _________, pero las retenía mordiéndose el labio inferior con unos dientes blancos y fuertes. Nick se daba cuenta de que no adivinaba sus intenciones.

Ella no podía oír el fragor de la sangre que corría por sus venas, ni el sonido del viento dentro de su cabeza ni el despiadado bramido de su corazón.
Sin desviar la mirada del rostro de _________, engan¬chó el cordel en el cuerno de la silla, se quitó lenta¬mente el sombrero y lo colgó justo sobre el de ella. Respiraba con dificultad y sentía un nudo en el vien¬tre. Pero ella seguía sin adivinarlo.
Tomó el rostro de _________ entre las manos y le alisó el pelo húmedo de sudor con los pulgares. Unas arru¬gas minúsculas aparecieron en su frente inmaculada, como ondas en una tela de raso. Se quedó mirándo¬las, fascinado, mientras con los pulgares la acariciaba por encima de las orejas. Por fin, _________ se dio cuenta.
Un leve sonido, un pequeño movimiento atrajo la mirada de Nick, que vio que había abierto los la¬bios. Conocía la pregunta que debía de estar hacién¬dose, la había oído antes: «¿Quieres besarme?» Tam¬bién sabía que ella no volvería a hacérsela.
Recordando la dulzura de aquel momento, la ino¬cencia, sintió una puñalada de dolor brutal y despia¬dado. «¿Qué le he hecho?» Con un gemido gutural, bajó los labios hacia los de ella.
La primera sorpresa fue darse cuenta de lo fami¬liar que le resultaba. Como si, durante el tiempo que llevaba sin besarla, su inconsciente hubiera seguido aprendiendo las formas, las texturas, los sabores de _________. Se preguntaba si había soñado con ella duran¬te esas noches en la habitación de invitados o en la habitación de hotel de Dallas, cuando se había des¬pertado con las sábanas en una maraña y empapado en sudor, agonizando de deseo insatisfecho.
Qué increíblemente maravillosa sabía su boca... su comida favorita con el estómago vacío, agua pura y fresca para un muerto de sed. Como un hombre aquejado de hambruna, intentó recordar que debía ir despacio, no ser codicioso, para no abrumar a _________. Así que separó su boca de la de ella y se apartó un poco... pero sólo un poco, y sólo lo bastante para sentir las exhalaciones de _________, tan suaves y dulces que le pareció una flor respirando. Pensó en ello y, por propia voluntad, justo antes de que sus labios volvieran a entrar en contacto, sonrió.
Estaba tan absorto en sus propias sensaciones que, al principio, no advirtió que ella estaba temblando. Cuando lo hizo, sintió una punzada de angustia e, inme¬diatamente después, la pasión desinhibida e ineludible.
No tenía defensas contra aquello. La deseaba. De¬seaba tenerla bajo su cuerpo, con sus muslos en torno a él y sus senos como almohadas para su pecho. Ansiaba penetrarla, sentir su suave tibieza en torno a él. De¬seaba... La necesitaba más que su próximo aliento.
Se estremeció de la cabeza a los pies y un gemido retumbó en su pecho mientras le soltaba la cabeza y la envolvía con los brazos para apretarla contra él con toda la contención posible. Le costaba sobrema¬nera contenerse; estaba temblando. Pero ¡qué delicia era abrazar aquel maravilloso cuerpo que nunca ha¬bía visto, tan fuerte y ágil que podía sentir cada curva y cada línea incluso a través de las prendas que lleva¬ba! Con avidez, recorrió su cuerpo con las manos como un ciego que explorara un nuevo y maravillo¬so regalo. Con los ojos cerrados, se sumergió en el banquete sensual del cuerpo de _________, en su tibieza y sus texturas, incluso en los gemidos y susurros...
No, eso no era _________, sino las yeguas. Estaban ca¬beceando y moviéndose, inquietas. Un instante des¬pués, se oyó un trueno ensordecedor.

—¿Te encuentras bien? —Nick la sujetaba por los brazos, la miraba con ojos oscuros y candentes.
—Sí, por supuesto —pero _________ no entendía cómo su voz podía parecer normal cuando distaba de serlo. Estaba reviviendo la noche en la terraza, no podría mantenerse en pie ella sola si Nick la soltaba. Para no arriesgarse, alargó la mano con disimulo hacia atrás y se aferró a un estribo.
—Ese trueno ha estado cerca. Será mejor que ba¬jemos de esta colina antes de que estalle el siguiente.
_________ asintió. Sin más, le dio la espalda y echó mano al cuerno de la silla mientras él se inclinaba para hacerle un estribo con las manos. Un momento después, estaba sentada sobre la yegua, ajustándose el sombrero mientras los truenos retumbaban en el inmenso cielo. «Así es como me siento», pensó _________, contemplando las nubes. «Con mucha oscuridad, tensión y tumulto»
Se alegró de seguir a Nick colina abajo hacia el suelo arenoso, después, rápidamente hacia la si¬guiente elevación... y de lanzarse a galope con las primeras gotas. El día estaba oscuro, casi parecía de noche. Podía ver los relámpagos, no sólo oír los true¬nos que retumbaban a continuación, y se alegró de alcanzar los robles que indicaban la proximidad al rancho. Se quedó mirando la espalda de Nick mien¬tras atravesaban los árboles retorcidos de ramas ver¬de grisáceas, pensando en lo fuerte y poderoso que parecía, con sus hombros anchos y cuerpo delgado y largo, admirando la manera en que se sentaba, con la espalda muy recta, sobre la silla. Como un vaque-ro.Y el corazón empezó a latirle casi al mismo ritmo que los cascos de los caballos. «¿Qué me está pasan-do?», se preguntó. Le había ocurrido algo cuando Nick la había besado, algo maravilloso y temible. Ha¬bía temblado durante el beso.
Y después, con la rapidez de un relámpago, cayó en la cuenta. «A él también le ha pasado. Lo sé, por¬que noté que él también temblaba»
Poseída por un tremendo júbilo, apremió a su montura para que alcanzara a Nick. Apenas había es¬pacio en el camino para que dos jinetes cabalgaran a la par, pero hostigó a su yegua hasta que su pierna entró en contacto con la de Nick. Lo miró, sin son¬reír, con semblante intenso e inquisitivo. Él le devol¬vió la mirada...
Ocurrió casi sin previo aviso, sólo se oyó un chis¬porroteo. Un instante más tarde, se produjo un res¬plandor y un tremendo ¡crac!
La montura de _________ se puso tensa un instante y, acto seguido, se abalanzó hacia delante, desbocada. _________ tardó sólo unos segundos en recuperar el con¬trol de la yegua y, mientras la hacía dar vueltas en círculos tranquilizadores, consolándola en árabe y dándole palmaditas en el cuello empapado en sudor, la yegua castaña de Nick pasó al galope junto a ella, con la mirada frenética y asustada.
Sin Nick.

_________ se quedó mirando la yegua sin jinete, negán¬dose a aceptar la prueba que veía con sus propios ojos. Después, se le heló el corazón e hizo girar a la yegua ruana con brusquedad sobre la estrecha sen¬da para regresar al galope por el mismo camino. Mientras cabalgaba, llamaba a Nick por su nombre y rezaba en susurros. «Por favor, Señor, ten piedad. Por favor, que esté bien...»
Lo encontró sin dificultad. Nick se encontraba a corta distancia del camino, tumbado de espaldas sobre el suelo, con la parte superior de su cuerpo levantada y apoyándose en los codos. En cuanto tuvo la certeza, tanto por la posición como por la mirada de furia e impotencia de Nick, de que sus rezos habían sido es¬cuchados, el siguiente impulso de _________ fue reír. Pero ¡era su marido! ¡No podía reírse de su marido!
Horrorizada e incapaz de contenerse, _________ se lle¬vó una mano a la boca mientras tiraba de las rien¬das. La risa la hacía jadear mientras desmontaba.
—Nick, ¿qué ha pasado? ¿Estás bien?
—No... mucho —tenía la voz tensa y contenida, y _________ comprendió que intentaba ocultar una mueca de dolor. Echó a andar hacia él, sintiéndose aún peor por reírse cuando él debía de estar dolorido, pero Nick le¬vantó una mano a modo de advertencia—. No, no te acerques. Hay cactus por todas partes —apretó los dientes—. Creo que he aterrizado sobre ellos.
En aquella ocasión, _________ se llevó la mano a la boca para ahogar un gemido de horror.
—Ay, Nick, ¿qué puedo hacer? —estaba inclinán¬dose sobre él, pasando por alto su advertencia y sor¬teando los cactus hasta llegar a su lado. Nick se mo¬vió con cuidado y gruñó.
—No mucho. A no ser que puedas echarme so¬bre tu hombro y llevarme a casa —le lanzó una mi¬rada y una sonrisa torcida de vergüenza.
Nick Jonas, ¿avergonzado? Aquella mañana le habría parecido imposible pero, de pronto... Sí, _________ lo veía claramente. Su autoritario e imponente mari¬do estaba avergonzado. Humillado, de hecho. Al comprenderlo, experimentó una oleada de una sen¬sación tan extraña para ella que tardó un par de mi¬nutos en comprender lo que era. Poder. Por primera vez en la vida, _________ se sentía poderosa.
—No, dudo que pueda llevarte a la espalda —dijo mientras una extraña ternura protectora empezaba a mezclarse con aquella fortaleza recién descubierta—. Pero quizá la yegua...
Nick resopló con contrariedad.
—Dudo que pueda sentarme sobre un caballo, o sobre cualquier otra cosa, hasta que no me saque es¬tas condenadas espinas del trasero.
_________ sonrió, suavemente comprensiva.
—No estaba sugiriendo que lo hicieras. Pero creo que, si te tumbaras boca abajo sobre la silla...
—¡Maldita sea, no! —a _________ le recordaba a un niño contrariado—. No pienso dejar que me lleves a casa como si fuera un saco de avena... Ni hablar.
_________ bajó los ojos.
—Lo siento. Sólo intentaba...
—Oye —Nick le tocó la mejilla y, sintiendo un hormigueo de placer, comprendió entonces que sólo estaba brusco con ella porque se sentía frustrado—. Ya te lo he dicho, no puedes hacer nada —pero se contradijo al decir—: Sólo... ayúdame a levantarme.
—¡Ay! —exclamó _________, cuando Nick ya estaba otra vez en pie y estirándose centímetro a centíme¬tro—.Y tu pobre yegua, ¿estará bien? ¿No debería ir a buscarla?
Nick le lanzó una mirada de reproche.
—¿Mi pobre yegua? Diablos, hace tiempo que debe de estar en el granero. Bibi —resopló—. Nunca me gustó esa yegua.
—¿Qué le ha pasado? Oí un estruendo...
—Un rayo partió un árbol —dijo Nick con voz tensa por el dolor mientras cambiaba el peso de su cuerpo de un pie a otro—.Y muy cerca. ¿No lo sen¬tiste? —como para enfatizar la pregunta, se oyó otro trueno en los árboles que los rodeaban y las hojas se agitaron, movidas por el viento. Nick desplegó una media sonrisa que la conmovió—.Algún día recorda¬ré esto y me hará gracia, pero ahora mismo me due¬le demasiado para reír.
_________ tampoco sentía deseos de reír. Comprendió que lo que más deseaba en el mundo era rodear a Nick con los brazos o, al menos, tocarle la cara, aca¬riciarlo y consolarlo. Pero intuía que era lo último que él deseaba. Aun así, no pudo evitar preguntar, con voz ronca por la preocupación:
—¿Te duele mucho?
Pero, claro, como era un hombre, debía mostrar¬se heroico y comportarse como si no le doliera.
—Diablos, sobreviviré. Supongo que he estado en peor forma —se detuvo a medio camino hacia la senda para ladear la cabeza—.Aunque hacía tiempo que no me pasaba.
_________ emitió una pequeña exclamación.
—¿Quieres decir que no es la primera vez?
—No, no... —su risa era sombría más que cómi¬ca—. Estaba pensando en la última vez que mi padre me dio una paliza en el trasero con el cinturón. Yo debía de tener doce años.
—¿Quieres decir... que te pegaba? —_________ estaba horrorizada—. ¡Pero eso es terrible!
Nick se detuvo para mirarla.
—¿Qué puedo decir? —repuso con suavidad—. Era alcohólico. Supongo que no te lo había dicho, ¿eh?
«No», pensó _________. «Me lo contó Betsy, no tú. Y tampoco me has hablado mucho de ti» Y contuvo el aliento, rezando para que no se callara en aquellos momentos.
Nick levantó la cabeza para mirar hacia la lejanía.
—En realidad, era un buen tipo cuando no bebía. Claro que estaba borracho casi todo el tiempo. Aun¬que, para ser sincero, en aquella ocasión en particu¬lar, y desde su punto de vista, me lo merecía.
—¿Qué hiciste? —dijo _________ en voz queda; no po¬día creer que Nick hubiera hecho algo que merecie¬ra una paliza. Él rompió a reír y volvió a mirarla.
—Desmontar la bici. Recién comprada, acababan de regalármela por mi cumpleaños. No sé cuánto costó, pero debía de ser cara. Llevaba meses pidien¬do una, a sabiendas de que mis padres no podían permitírsela —movió la cabeza; sus ojos parecían resplandecer con los recuerdos—. No podía creerlo cuando salí aquella mañana y la encontré allí —hizo una pausa, pero _________ no lo interrumpió—. Cuando mi padre volvió a casa aquella noche, tenía la bici desmontada en mil pedazos, extendidos sobre una manta en el suelo del garaje. Pensé que iba a matar¬me. Estuvo a punto de hacerlo. Después, enrolló la manta con todas las piezas, la guardó en la camione¬ta y se marchó. No volví a ver la bici —tomó aire do-lorosamente—. Eso dolió más que la paliza.
—Pero, ¿por qué? —se atrevió a susurrar _________—. ¿Por qué hiciste eso con la bicicleta que tanto querías?
—Quería ver cómo funcionaba, cómo encajaban las piezas —Nick se encogió de hombros—. Pensa¬ba recomponerla. Es mi forma de ser... —frunció el ceño, mirando otra vez por encima de ella—. Mi ma¬dre lo comprendía pero papá, no sé por qué... —pa¬sado un momento, volvió a mirarla, y el sufrimiento que _________ vio en sus ojos la hizo gemir de manera instintiva. Porque sabía que no eran las espinas de cactus las que provocaban el dolor, sino los recuer¬dos que llevaba en el corazón—. La cuestión es que mis padres se separaron un par de meses después. Durante años pensé que se habían separado por mi culpa. Una tontería, ¿eh? —se rascó la cabeza.
Después, en un claro intento de escapar a aque¬llas emociones poco viriles, masculló con voz ronca:
—¿Dónde diablos está mi sombrero?
«No», pensó _________, «no creo que sea una tontería. Creo que eres un hombre muy fuerte e imponente con un niño pequeño dentro de ti. Y me encanta que me hayas contado estas cosas, incluso aquí, en medio de los cactus. Ojalá no te sintieras avergonzado por habérmelo contado. Y ojalá no dejaras de hablar»
Pero lo único que dijo en voz alta fue:
—Ahí está. Espera... iré por él —y corrió para re¬coger el sombrero texano del camino—.Ahora me toca a mí rescatar tu sombrero —dijo con voz acci¬dentada mientras se lo alargaba y, al hacerlo, unió su mirada a la de él. Y con esa mirada, le ofrecía toda su compasión de mujer hacia el niño que había visto en él. Le ofrecía su fuerza recién encontrada como podría haberle dado la mano a un niño. La mirada duró incontables segundos, en medio de un silencio que parecía chasquear de electricidad, retumbar de tensión como un trueno lejano.
_________ habló por fin, con un susurro ahogado.
—Parece que no tenemos mucha suerte con los sombreros.
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