{·} Dreams (él y yo).

Me acuerdo que hacía lo imposible por un poco de tu atención, que lo único que quería era… que todas las mañanas me recibieras con un beso, un “Hola, ¿todo bien?” y yo con eso iba a ser la ‘casi-adolescente’ más feliz del mundo. Pero no siempre fue más difícil. A vos te importaba el qué dirán que a mi me dolía. Te gustaba otra cuando me moría por vos.
Siempre te creí no correspondido y así era.
Pasaba noches completas llorando, o lamentándome por… por no hacer nada cuando podía acercarme y saludarte con una sonrisa. No lo hice. Pero no porque no quisiera, sino porque me ganaba la vergüenza y mi cara era un arco iris. Sabía que te… perdón se iban a reír de mi si parecía un tomate. Por eso… intentaba evitarte.
La vez que te tiré café en la campera… yo creo que no me mandaste a pasear porque sabias que sentía por vos y lo tuviste en cuenta.

Después de casi dos meses de ‘intentar’, me enteré de que tenías/tenes novia. Y bueno, en ese momento yo creo que no me morí porque todavía tenía la posibilidad de ver tu sonrisa todas las mañanas. De reírme de las pelotudeces que hacías con tus amigos. De esa vez que, en plena primavera, después de festejar el día del estudiante me mojaste de pie a cabeza. Mi reacción fue largar un: —‘Nah, me jodes’—, te juro que me salió del alma. Ese mismo día me retaron por entrar así a la sala de computación. Bueno, ese día me retaron por muchas cosas. Pero no me voy a poner a contar cada una de ellas.

Sé que no signifique nada para vos, y puedo asegurarlo. Es más que seguro que ya no te acordas de mi, y ¿qué más da? Yo sí me acuerdo de vos, y… te sigo queriendo. Sé que te voy a seguir queriendo toda mi vida.
¿Sabes que te sueño? Creo que no… pero… te voy a contar uno de ellos.

Volvía del recreo, llorando… había discutido con una amiga. Pasé por el pasillo que compartíamos el año anterior, vos ya habías egresado y a mi me cambiaron a otro.
Tenía la vista casi nula, borrosa por las lágrimas.
Choque con un chico de buzo blanco, ignorándolo por completo.
—Angie, eh, Angie —escuché que decían, y la voz me sonó completamente conocida pero tampoco hice caso.
En ese momento choque con otro chico, este de buzo azul. En el momento que chocamos sentí cómo un par de brazos me rodeaban, y no dejaban que me separara. Él comenzó a dar vueltas ignorando mis quejas. Giró y giró.
Cuando, por fin, se quedó quieto alce la cabeza y te vi. Puedo asegurar que casi me desmayo.
—Pe… Pedro —logré murmurar con un hilo de voz, riendo nerviosamente.
—Sí, el mismo —sonreíste. Aquella sonrisa que iluminaba mis mañanas.
—¡Te extrañé! —solté sin pensar en las consecuencias, aferrándome a vos una vez más.

Yo… sinceramente consideré olvidarte pero… me parece totalmente imposible.

¿Será a propósito?
Esta vez no lo soñé. Esta vez pasó de verdad.

Caminaba por la vereda, debajo de la lluvia. Había caminado unos cuatro, cinco pasos fuera del colegio y ya estaba totalmente mojada.
—Angie —me llamaron. Giré sobre mis talones, teniendo cuidado de no caerme, sonreí al verte.
—Hola, ¿todo bien? —dije sorprendida.
—Seh —soltaste igual de simple que siempre—. Que día de mierda —reíste.
—Sí —reí con vos.
Te pusiste la capucha de la campera que llevabas. El buzo del colegio no tiene capucha.
—Vamos —anunciaste—. Te acompaño —y sabia perfectamente que no ibas a aceptar un ‘no’ como respuesta.
Comencé a caminar al lado tuyo.
—¿Cómo vas? —te miré—, con el colegio.
—Bien, mejor que el año pasado seguro…
Enarcaste las cejas y me devolviste la mirada.
—¿Por?
—Creo que es porque empecé mejor este año… con toda la pila —enfaticé.
—Ah. La Uni es difícil —dijiste sin ánimos—. Un toco así de hojas me mandaron a estudiar —al tiempo que me mostrabas el tamaño de ese toco con los dedos.
—¡Uh! —reí.
No entendía cómo era que hablaba con vos sin ponerme nerviosa. ¿Será porque este año no te veo todos los días? ¿Por qué en serio te extrañaba? O… ¿por qué no están tus amigos? Supongo que la tercera opción es la ganadora.
Llegamos a casa, me habías contado dos millones de cosas… y yo había escuchado todo interrumpir. Daba alguna opinión debes en cuando, pero nada irrelevante.
—Bueno —te rascaste la cabeza después de sacarte la capucha—. ¿Nos vemos?
—Dale, nos vemos —te di un beso en el cachete.
Nos despedimos y entré a casa. Caminé hasta mi habitación y pegué un grito.

Estaba feliz… y así estuve el resto de la semana.

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