Butterfly (Zayn Malik y Astrid)

—¡Espera, Zayn! —gritó Liam, pero fue demasiado tarde, porque lo agarré del cuello de la camisa y lo elevé unos centímetros en el aire—. No es lo que piensas…

—¿Qué es lo que pienso, ah? ¿Qué eres un estúpido? No, no eres más que un sucio y asqueroso sapo… —le gruñí y lo dejé en el suelo. No malgastaría mi paciencia con él, no desperdiciaría más mi tiempo con personas así, con sapos y libélulas.


Liam se frotó el cuello y tosió un poco, pero a pesar de eso, intentó sonreír.

—Astrid me dijo algo parecido… —tensé la mandíbula, irritado. No me gustaba que hablara de ella porque por un tiempo le gustó a Astrid, y tampoco me agradaban estos celos, pero era inevitable al ser un ser humano en plena adolescencia.

—¿De qué eres un estúpido? —le espeté.

—No, de que soy un sapo —inmediatamente sentí un peso menos sobre mis hombros. Incluso me relajé un poco y la rabia descendió los niveles. Pero, ¿cuándo Liam habló con Astrid? —. Me lo dijo hace unas semanas, la última vez que nos encontramos, quería pedirle un consejo, ya que sabía que Lauren me engañaba…

Y la rabia volvió de a poco. ¿Cómo se le ocurría preguntarle semejante cosa a alguien tan especial como Astrid? ¿Acaso no se dio cuenta de que le gustaba y que su pregunta pudo haberle hecho daño?

—Pues tenía razón, eres un sapo, y el peor de todos…

—Sí, lo sé, me lo dijo mil veces, también dijo que jamás me igualaría a los hechiceros, ni a los sapos originales, ni a las bestias come-mariposas… ¿Acaso eso te suena conocido, Zayn?

Era increíble cómo Liam me hacía odiarlo y amarlo al mismo tiempo.

Volví frustrado al salón de clases, tenía suerte de que ningún profesor me había visto cómo casi asesinaba a Liam.

Aún lo odiaba, aunque ya no por celos, sino por idiota. Pero eso era algo que sólo él podía solucionar, yo tenía asuntos más importantes. Como el que necesitaba dinero para mis ahorros del viaje.

Todavía seguía decidido a ir sea como sea, tenía que vivir mi aventura o después me arrepentiría por el resto de mi vida. Pero Astrid…

No podía dejarla sola en un lugar cómo éste, mas tampoco podía llevarla conmigo. No sólo por el dinero, sino porque a pesar de ser quien más la entendía, había estado ignorando todo este tiempo que ella tenía una enfermedad psicológica que la hacía ser tan especial.

Sólo recuerdo que el día pasó como una mancha, de esas borrosas y sucias que uno quiere limpiar pero que no puede. No dejé de quejarme durante todo el día, y más encima, el rumor de Astrid con Liam seguía difundiéndose como el fuego y todas las miradas quedaban posadas en mí, el chico que se atrevió a hablar con “la loca” y que seguramente sentía celos en esos momentos.

No les presté atención ni respondí sus estúpidas preguntas, pero me puse a pensar en las palabras de Astrid, y ella tenía razón. Si ella estuviera aquí, el más dañado de todos sería yo, no ella, porque Astrid en serio que no le importaba en lo absoluto el mundo de los demás, ella tenía asuntos más importantes que los rumores y chismes de una escuela.

Lo único que quería era tirarme a mi cama y descansar toda la tarde, pero no podía. Esta sería mi última semana libre, mi madre me había conseguido un trabajo en un supermercado y comenzaría el próximo lunes, así que la quería pasar con Astrid. Eran estos momentos en los que la idea de que fuera a la escuela resultaba tentadora, pero yo ya había dicho mi última palabra y no cambiaría de parecer.

Me desvié del camino a casa y fui al parque, dónde Astrid me esperaba sentada en los columpios y con una carpeta roja en las manos. Me sorprendió bastante, y lucía muy animada, más de lo normal.

—¿A qué se debe tanta alegría en el aire? —le pregunté cuando estuve lo suficientemente cerca para no gritar.

—La próxima semana haré un examen para quedar en una escuela —me dijo. Debí haber supuesto que no se daría por vencida tan fácilmente, pero fue lindo tener la ilusión de que me haría caso.

—No creo que sea lo correcto, Astrid…

—Oh, vamos, Zayn, será perfecto. Si logro quedar, puede que cambie un poco, mi psicólogo dice que…

—¡No me importa lo que diga tu psicólogo, lo que digan tus padres, mis padres, Louis, Harry, el papa ni los marcianos! —exclamé irritado. No perdí tiempo regañándome, Astrid no quería entender, así que debía sacar mis mejores argumentos—. Tú no necesitas cambiar, estás bien cómo estás, yo no dejaré que nadie te cambie.

—Pero, Zayn, creí que tú… —balbuceó. Debí detenerme, tenía los ojos cristalizados y sabía que se pondría a llorar, ya sea por gritarle o por comportarme así. Recordé la primera vez que le hablé, sentí que algo se rompía dentro de mí con sólo verla así. No soportaría saber que esta vez yo la había hecho llorar.

—Creíste mal, Astrid. A mí no me interesa que seas una mariposa, ni una vulgar libélula, a mí me gusta que seas Astrid, tal cual como tú me dijiste que preferías a Zayn. Yo no quiero metáforas, yo te quiero a ti…

Y resultó, los ojos de Astrid se secaron y sonrió como siempre. No, como siempre no, esta vez era más hermoso.

—Bien… entonces, ¿quieres leer lo que preparo para mi examen?

La miré, resignado, no, había cosas que no comprendería jamás. Como el que me confesaba de la manera más sensible posible y ella lo pasaba por alto como si nada.

—De acuerdo… déjame ver… —agarré la carpeta roja y la abrí, estaba llena de dibujos y notas sueltas. A veces me seguía preguntando de dónde había aprendido a leer y escribir Astrid, cuando ella jamás fue a la escuela, pero esos eran misterios como los que habían en su cabeza.

Comencé a leer algunas cosas, pero no entendí nada. No quise hacerla sentir mal, así que le pregunté:

—¿De qué se trata todo esto?

—A la escuela a la que quiero ir, me pidieron que escribiera algo, lo que más me gustara, así que escribí cosas que me recuerdan a… más cosas, pero de las importantes —me explicó.

Seguía sin entender del todo, pero tomé una hoja de papel con muchos rayones y la leí en voz alta;

—“Si alguien ama una flor de la que no existe más que un sólo ejemplar entre los millones y millones de estrellas, es bastante para que sea feliz cuando mira las estrellas. Esa persona dice:

‘Mi flor está ahí, en alguna parte’… Y si el cordero se come la flor, para esa persona será como si bruscamente todas las estrellas se apagan… Y, ¿esto no es importante?”

Guardé silencio, me pareció vagamente familiar, pero no podía recordar de dónde.

—¿Esto lo escribiste tú?

—No, es de un libro, “El Principito”. Me recuerda a muchas cosas, y es muy divertido, así que lo elegí para hacer mi tarea —nunca dejaba de sonreír, pero ahora estaba seria y eso me causó mucha gracia—. Dice muchas verdades, así que es perfecto.

El fragmento del libro se me quedó pegado por mucho tiempo, debo admitir, incluso después de que las cosas se complicaron, seguía rodando por mi cabeza, como si fuera algún mensaje oculto que no podía descifrar. Pero en esos momentos no le di mucha relevancia, seguí revisando la carpeta roja de Astrid mientras ella me hablaba emocionada de lo que esperaba de la escuela.