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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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*...Placeres De La Noche...* ~Joe&Tú~
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Página 4 de 6. • 1, 2, 3, 4, 5, 6
Re: *...Placeres De La Noche...* ~Joe&Tú~
Te hago una pregunta !
Vos tenes la saga completa ?
Osea la saga Dark-Hunters?
La tenes?
PD: Ameeee los capitulos !
Menos mal que volviste! Ya me
estaba por morir!
Naa era tabitha ? No que loco !
Ahhh siguela
Vos tenes la saga completa ?
Osea la saga Dark-Hunters?
La tenes?
PD: Ameeee los capitulos !
Menos mal que volviste! Ya me
estaba por morir!
Naa era tabitha ? No que loco !
Ahhh siguela
# TeamBullshit
Re: *...Placeres De La Noche...* ~Joe&Tú~
jajjajajajajajja...ayy donde llegue la rayis y lo vea mordisqueando el cuello de la hermana jajajja
siguela porfis..nos dejaste mucho tiempo abandonadas y no e sjusto!!!!!!
quiero mas capssssss :D
siguela porfis..nos dejaste mucho tiempo abandonadas y no e sjusto!!!!!!
quiero mas capssssss :D
Julieta♥
Re: *...Placeres De La Noche...* ~Joe&Tú~
MeliDeJonas escribió:Te hago una pregunta !
Vos tenes la saga completa ?
Osea la saga Dark-Hunters?
La tenes?
PD: Ameeee los capitulos !
Menos mal que volviste! Ya me
estaba por morir!
Naa era tabitha ? No que loco !
Ahhh siguela
Hello princesa :)
me falta alguno, pero se podria decir que si... me encanta :$
y luego subo otro capi, que ahora no me da tiempo (K)
tianijonas
Re: *...Placeres De La Noche...* ~Joe&Tú~
Julieta escribió:jajjajajajajajja...ayy donde llegue la rayis y lo vea mordisqueando el cuello de la hermana jajajja
siguela porfis..nos dejaste mucho tiempo abandonadas y no e sjusto!!!!!!
quiero mas capssssss :D
JEJEJEJEJE ayy las confusionesss :P
jejeje en un ratito subo capi si? :) esque e estado liadilla estos dias y no he podido jejeje
sorry princess
tianijonas
Re: *...Placeres De La Noche...* ~Joe&Tú~
*Capitulo 14*
Joe retrocedió, alejándose de ella, mientras Tabitha se giraba para mirarlo frente a frente. Aún tenía la cara magullada por la paliza que le habían dado los secuaces de Desiderius y llevaba un apósito sobre los puntos de sutura. Se agachó, medio cojeando, y adoptó una postura de ataque.
Le dolió verla así.
No había sido capaz de proteger a una de las personas que _____ más quería y juró que jamás volvería a suceder.
–¿Quién eres? –exigió saber Tabitha–. ¿Dónde está Esmeralda?
Joe echó un vistazo al espejo y, al ver que no se reflejaba, retrocedió un paso más, antes de que ella lo notara.
–Se le estropeó el coche cuando regresaba y _____ fue a recogerla.
Se dio cuenta, demasiado tarde, de que debía haber mantenido la boca cerrada porque Tabitha lo reconoció en cuanto lo escuchó hablar; su acento era inconfundible.
–¡Tú! –chilló–. ¿Qué les has hecho a mis hermanas?
–Nada; están bien.
–¡Y una mierda! –exclamó al tiempo que se abalanzaba sobre él.
Joe se dio la vuelta y se alejó corriendo por el pasillo; no quería hacerle daño.
–¡Un vampiro! –gritó Tabitha.
Escuchó ruidos en la planta baja y se dio cuenta de que la hermana gemela de _____ no estaba sola.
–¡Abrid las cortinas! –Y mientras gritaba la orden agarró el cordón del riel de las cortinas del pasillo y tiró con fuerza.
Joe siseó cuando la luz del sol lo rozó. Saltó sobre la barandilla y aterrizó en la sala de estar del primer piso.
Dos pares de ojos lo miraron atónitos, observándolo de arriba abajo. El hombre de pelo oscuro se quedó muy pálido, pero la chica rubia reaccionó con rapidez y se acercó a la ventana sin perder tiempo para subir las persianas.
Antes de que pudiera moverse, Tabitha estaba sobre él, lanzándole un golpe con el pie que le dio en el costado, sobre la herida.
–¡Muere, hijo de puta!
Joe siseó, enseñándole los colmillos, y saltó hacia atrás girando en el aire, para escapar hacia la cocina. Pero tuvo que detenerse al llegar a la puerta y ver que la luz del sol entraba a raudales en la estancia. No había ni un solo sitio en todo el cuarto donde no corriera el riesgo de acabar frito.
En ese momento, algo duro y afilado lo golpeó en el hombro. Con un gruñido, se dio la vuelta y vio a Tabitha que empuñaba una daga alargada, dispuesta a hundírsela de nuevo. La sujetó por la muñeca en el mismo instante que sus dos amigos se abalanzaban sobre él. Los cuatro se tambalearon y, de un empujón, logró deshacerse de uno de ellos. Intentó regresar a la sala de estar pero, de algún modo, Tabitha se las arregló para interponerse en su camino.
Blandió la daga directa a su estómago; el odio que sentía por él se reflejaba de forma alarmante en sus ojos. Joe saltó hacia atrás y un rayo de sol le dio en la espalda. El dolor lo fulminó al instante. Siseando de nuevo, la esquivó y corrió de vuelta a la sala, intentando permanecer en las sombras.
Tabitha y sus dos amigos se arrojaron sobre él y lo lanzaron contra la puerta.
Mientras lo tiraban al suelo, las palabras de Desiderius resonaron en sus oídos.
Se echarán sobre ti como una manada de perros salvajes.
Tabitha se sentó sobre su pecho, rodeándole el cuello con una mano, y sus dos amigos lo agarraron por los brazos, extendiéndolos. Si lo hubiesen atacado de ese modo el día anterior, el pánico lo habría vuelto loco. Pero en ese momento recordó a _____ mientras lo ataba y sintió una extraña lucidez.
–¿Qué has hecho con mi hermana? –preguntó Tabitha.
–Nada.
–¡No me mientas! He visto las vendas manchadas de sangre en la papelera.
Intentando no hacerle daño, alzó las piernas y la agarró con ellas para lanzarla hacia atrás, en el mismo momento que intentaba hundirle la daga en la garganta. Falló por milímetros. Le dio un puñetazo en el estómago al tipo que estaba a su derecha y arrojó a la chica rubia sobre el sofá. Cuando sintió que Tabitha le mordía en el muslo soltó una maldición, le quitó la daga y la tiró al suelo, donde quedó clavada en uno de los listones del parqué.
–Escúchame.
–¡No! –gritó ella mientras se retorcía e intentaba golpearlo con los puños.
Joe giró en el suelo y se colocó sobre ella, inmovilizándola. Todos sus instintos le exigían que la dejara inconsciente, pero, al observar ese rostro tan parecido al de _____, se dio cuenta de que jamás podría hacerle daño.
Ese momento de incertidumbre le costó muy caro. Sus amigos volvieron a atraparlo de nuevo. Los cuatro rodaron por el suelo y Joe consiguió ponerse en pie al tiempo que la puerta de la calle se abría e inundaba de luz la habitación.
Soltando otro taco, logró llegar como pudo a un rincón oscuro.
El grito agudo de _____ resonó por toda la casa.
–¡Ya basta!
Tabitha y sus compañeros se quedaron inmóviles al escucharla y Joe aprovechó para recuperar el aliento. Sentía un dolor punzante en las nuevas heridas y la sangre le corría por la espalda. _____ se acercó corriendo a él y lo tocó, inspeccionando las heridas.
Su hermana arrancó la daga del suelo y se acercó a ellos con actitud decidida y furiosa, sin dejar de mirar a Joe a lo ojos.
–Apártate de mi camino, _____. Estoy a punto de matar a un vampiro.
–Te equivocas –la interrumpió Esmeralda, cerrando la puerta de la entrada y colocándose entre Tabitha y Joe–. Estás a punto de matar al novio de tu hermana gemela.
Tabitha la miró con la boca abierta y se detuvo al instante, mirando a Joe y a _____ alternativamente.
–¿Cómo has dicho?
_____ ignoró a su hermana.
–¿Estás bien?
Joe se pasó la mano por la herida abierta del brazo.
–Nunca he estado mejor.
–¿Y le preguntas a él? –masculló Tabitha con incredulidad–. Y los chicos y yo, ¿qué? No veo que estés muy preocupada por nosotros. Ha estado a punto de decapitarnos.
_____ lanzó una mirada furiosa a su gemela.
–Me parece que no estáis sangrando. Créeme, si hubiese querido haceros daño ninguno de vosotros estaría de pie ahora mismo.
Tabitha los observó atentamente y soltó un gruñido indignado.
–¿Estás defendiendo a un vampiro?
–Estoy defendiendo a Joe –le contestó _____ con énfasis.
Apretando los labios aún más, Tabitha miró al uno y al otro.
–¿Qué pasa contigo? ¿Es que estás loca? ¿Quieres un novio que bebe sangre, que va a vivir eternamente, que mata para divertirse y que no puede salir a la luz del día? Vaya, _____, veo que al final has encontrado al Rey de los Perdedores. Felicidades. Jamás me imaginé que existiera alguien peor que Cliff.
La parrafada de Tabitha era un torrente de insultos y de groserías.
–¿Y tú hablas de perdedores? La que sale con un hombre que no ha trabajado más de dos semanas seguidas en los últimos tres años…
–Por lo menos, Eric tiene alma.
–Joe tiene corazón.
–¡Venga, por favor! ¿Y tú crees que con eso se soluciona todo? Dime una cosa, _____, ¿estás dispuesta a renunciar a todo por él? ¿A tu vida, a tu futuro? ¿Qué puede ofrecerle un vampiro a una contable? Siempre has querido niños, ¿puede dártelos él?
Joe se hundía cada vez más en la desesperación mientras las escuchaba discutir. Cada palabra que salía de la boca de Tabitha confirmaba lo que él había pensado desde un principio. Tabitha tenía razón.
Echó un vistazo a la luz del sol que entraba por las ventanas. El sol era letal para él y vital para _____. Para los humanos resultaba tan necesario como el aire que respiraban. Y, mientras ella estuviese con él, no encontraría la paz porque tendría que sacrificar todos sus sueños.
Y no podía permitir eso.
Con el corazón encogido, se escabulló entre las sombras hasta llegar a la escalera.
–¡Dejad ya de discutir! –gritó Esmeralda.
Joe no volvió a prestarles atención mientras subía la escalera.
Pasaron varios minutos, y una nueva andanada de insultos, antes de que _____ se percatara de la ausencia de Joe.
–¿Joe?
–Está arriba –le contestó Esmeralda.
_____ hizo el gesto de marcharse pero Tabitha la detuvo.
–No puedes hacerte esto.
–No sabes nada de él, Tabby. Es un Cazador Oscuro, no un vampiro.
–Sí, claro. Y Julian Alexander me explicó que, en realidad, no hay ninguna diferencia entre ellos. Los dos tienen características animales y son asesinos.
–No me creo que Julian te dijera eso.
–Me da igual que lo creas o no, es la verdad. Y mientras reflexionas sobre eso, déjame decirte otra cosa que me contó Julian: Artemisa matará a tu novio antes de permitir que sea libre.
_____ se alejó de su hermana, pensando que no era cierto lo que decía.
Encontró a Joe en la habitación, recogiendo sus cosas.
–¿Qué estás haciendo?
–Me voy.
–No puedes salir. Es mediodía.
Su rostro tenía una expresión adusta y fría.
–He llamado a Tate.
–Joe… –lo llamó, acercándose para tocarlo.
–No me toques –masculló él, enseñándole los colmillos–. Ya has oído lo que te ha dicho tu hermana. Soy un animal, no un humano.
–Anoche no dormí con ningún animal.
–¿Ah, no?
–No –le contestó ella, poniéndole la mano en la mejilla.
No tardó más de un segundo en borrar la expresión de deleite que su caricia le producía, pero ella llegó a verla.
–Eso es lo que tú crees, _____. ¿Sabes cuántas veces he tenido que controlarme para no hundirte los dientes en el cuello? ¿Cuántas veces he sentido el flujo de tu sangre bajo la lengua y he deseado probarla?
Tragó saliva, espantada. Pero se negaba a creerlo. Sólo estaba intentando asustarla.
–Nunca me has hecho daño y sé que darías tu vida antes de hacerlo.
Joe cogió la maleta sin decir nada y se marchó. Ella lo siguió por el pasillo y se detuvo al llegar a las escaleras.
–No puedes marcharte así.
–Sí puedo.
Tiró de él para detenerlo antes de que bajara hasta el recibidor.
–No quiero que me dejes.
Joe se paró en seco al escucharla. Sus palabras lo estaban destrozando. Él tampoco quería dejarla; en realidad, lo que quería era echársela sobre el hombro, llevarla de vuelta a la habitación y hacerle el amor durante toda la eternidad. Quería hacerla suya de forma legítima y tener el derecho de gritar que le pertenecía. Pero no estaba escrito que sucediera. Él era un sirviente de Artemisa. Su vida pertenecía a la diosa.
–Vuelve a tu mundo, _____. Allí estarás a salvo.
Ella le tomó el rostro entre las manos. Esos brillantes ojos azules lo miraban con un anhelo y un dolor tan grandes que lo estaban desgarrando.
–No quiero estar a salvo, Joe. Te quiero a ti.
Él le apartó las manos, se alejó de sus tiernas caricias y bajó lo que quedaba de las escaleras.
–No digas eso.
–¿Por qué no? –le preguntó _____, bajando tras él–. Es la verdad.
–No puedes tenerme –le dijo entre dientes mientras giraba en mitad de las escaleras para mirarla a los ojos–. Ya tengo dueña.
–Entonces déjame amarte.
Su resolución se vino abajo al escuchar el ruego de _____. ¡Por todos los dioses! Qué sencillo sería confiar en ella. Tomarla entre sus brazos y… verla envejecer mientras él permanecía igual. Abrazarla cuando muriera, ya anciana, para dejarlo solo durante toda la eternidad. Solo.
La simple idea era suficiente para dejarlo paralizado. La vida sin ella no merecía la pena. Y si dejarla tras un par de días dolía tanto, ¿qué se sentiría al perderla después de unas cuantas décadas? Era mucho más de lo que su magullado corazón podía soportar.
–No puedes.
–¿Por qué? –preguntó ella.
–Algunas cosas son imposibles.
Le tocó el brazo, suplicándole con la mirada que viera las cosas tal y como ella las veía. Pero no podía hacerlo. No se atrevía.
–Quizás esto sí sea posible.
–Te equivocas.
En ese momento llamaron a la puerta.
_____ vio cómo Essie abría la puerta y Tate entraba con la camilla. La expresión resignada y atormentada de Joe al ver la bolsa negra se le quedaría grabada para siempre en la memoria.
–No te vayas, Joe –le pidió una vez más, rezando para que la escuchara.
–No tengo elección.
–Sí que la tienes. ¡Joder, joe! Eres demasiado testarudo. Tienes más opciones. No me dejes.
Él se frotó los ojos, como si le doliese la cabeza.
–¿Por qué quieres que me quede?
–Porque te amo.
La furiosa maldición de Tabitha se escuchó en el recibidor, procedente de la cocina, y el silencio que siguió resultó ensordecedor.
Joe cerró los ojos mientras la agonía lo consumía. Había esperado una eternidad para escuchar a una mujer decirle esas palabras de corazón.
Pero era demasiado tarde.
–La última vez que creí que una mujer me amaba, perdí un imperio y acabé crucificado mientras ella se reía de mí. No seas tonta, _____. El amor no existe. Es una ilusión. No me amas; no puedes amarme.
Antes de que ella pudiera protestar, saltó a la camilla y se metió en la bolsa, cerrando la cremallera desde dentro.
–¡No me dejes! –le gritó _____, agarrándolo por el brazo a través del plástico.
–Llévame a casa, Tate.
Tate le sonrió con tristeza y empujó la camilla para salir de la casa. _____ soltó un gruñido de frustración.
–Eres un gilipollas, Joe Hunter. Un gilipollas.
Joe la escuchó; su voz le llegaba amortiguada por el grosor de la bolsa. Sus palabras lo estaban matando. Estaba actuando como un imbécil.
No la dejes, le suplicaba su corazón.
Pero no tenía otra opción. Éste era el camino que había elegido. Había tomado esa decisión teniendo en cuenta las consecuencias y todos los sacrificios que tendría que hacer.
_____ era un ser de luz y él formaba parte de las tinieblas. De algún modo, hallaría la forma de recuperar su alma sin implicarla y, una vez lo hiciera, mataría a Desiderius.
_____ y Tabitha serían libres y él podría retomar su vida. La vida a la que estaba atado por un juramento. Pero, en lo más hondo de su corazón, sabía la verdad: la amaba. Más de lo que jamás había amado a nadie.
Y tenía que dejarla marchar.
Joe retrocedió, alejándose de ella, mientras Tabitha se giraba para mirarlo frente a frente. Aún tenía la cara magullada por la paliza que le habían dado los secuaces de Desiderius y llevaba un apósito sobre los puntos de sutura. Se agachó, medio cojeando, y adoptó una postura de ataque.
Le dolió verla así.
No había sido capaz de proteger a una de las personas que _____ más quería y juró que jamás volvería a suceder.
–¿Quién eres? –exigió saber Tabitha–. ¿Dónde está Esmeralda?
Joe echó un vistazo al espejo y, al ver que no se reflejaba, retrocedió un paso más, antes de que ella lo notara.
–Se le estropeó el coche cuando regresaba y _____ fue a recogerla.
Se dio cuenta, demasiado tarde, de que debía haber mantenido la boca cerrada porque Tabitha lo reconoció en cuanto lo escuchó hablar; su acento era inconfundible.
–¡Tú! –chilló–. ¿Qué les has hecho a mis hermanas?
–Nada; están bien.
–¡Y una mierda! –exclamó al tiempo que se abalanzaba sobre él.
Joe se dio la vuelta y se alejó corriendo por el pasillo; no quería hacerle daño.
–¡Un vampiro! –gritó Tabitha.
Escuchó ruidos en la planta baja y se dio cuenta de que la hermana gemela de _____ no estaba sola.
–¡Abrid las cortinas! –Y mientras gritaba la orden agarró el cordón del riel de las cortinas del pasillo y tiró con fuerza.
Joe siseó cuando la luz del sol lo rozó. Saltó sobre la barandilla y aterrizó en la sala de estar del primer piso.
Dos pares de ojos lo miraron atónitos, observándolo de arriba abajo. El hombre de pelo oscuro se quedó muy pálido, pero la chica rubia reaccionó con rapidez y se acercó a la ventana sin perder tiempo para subir las persianas.
Antes de que pudiera moverse, Tabitha estaba sobre él, lanzándole un golpe con el pie que le dio en el costado, sobre la herida.
–¡Muere, hijo de puta!
Joe siseó, enseñándole los colmillos, y saltó hacia atrás girando en el aire, para escapar hacia la cocina. Pero tuvo que detenerse al llegar a la puerta y ver que la luz del sol entraba a raudales en la estancia. No había ni un solo sitio en todo el cuarto donde no corriera el riesgo de acabar frito.
En ese momento, algo duro y afilado lo golpeó en el hombro. Con un gruñido, se dio la vuelta y vio a Tabitha que empuñaba una daga alargada, dispuesta a hundírsela de nuevo. La sujetó por la muñeca en el mismo instante que sus dos amigos se abalanzaban sobre él. Los cuatro se tambalearon y, de un empujón, logró deshacerse de uno de ellos. Intentó regresar a la sala de estar pero, de algún modo, Tabitha se las arregló para interponerse en su camino.
Blandió la daga directa a su estómago; el odio que sentía por él se reflejaba de forma alarmante en sus ojos. Joe saltó hacia atrás y un rayo de sol le dio en la espalda. El dolor lo fulminó al instante. Siseando de nuevo, la esquivó y corrió de vuelta a la sala, intentando permanecer en las sombras.
Tabitha y sus dos amigos se arrojaron sobre él y lo lanzaron contra la puerta.
Mientras lo tiraban al suelo, las palabras de Desiderius resonaron en sus oídos.
Se echarán sobre ti como una manada de perros salvajes.
Tabitha se sentó sobre su pecho, rodeándole el cuello con una mano, y sus dos amigos lo agarraron por los brazos, extendiéndolos. Si lo hubiesen atacado de ese modo el día anterior, el pánico lo habría vuelto loco. Pero en ese momento recordó a _____ mientras lo ataba y sintió una extraña lucidez.
–¿Qué has hecho con mi hermana? –preguntó Tabitha.
–Nada.
–¡No me mientas! He visto las vendas manchadas de sangre en la papelera.
Intentando no hacerle daño, alzó las piernas y la agarró con ellas para lanzarla hacia atrás, en el mismo momento que intentaba hundirle la daga en la garganta. Falló por milímetros. Le dio un puñetazo en el estómago al tipo que estaba a su derecha y arrojó a la chica rubia sobre el sofá. Cuando sintió que Tabitha le mordía en el muslo soltó una maldición, le quitó la daga y la tiró al suelo, donde quedó clavada en uno de los listones del parqué.
–Escúchame.
–¡No! –gritó ella mientras se retorcía e intentaba golpearlo con los puños.
Joe giró en el suelo y se colocó sobre ella, inmovilizándola. Todos sus instintos le exigían que la dejara inconsciente, pero, al observar ese rostro tan parecido al de _____, se dio cuenta de que jamás podría hacerle daño.
Ese momento de incertidumbre le costó muy caro. Sus amigos volvieron a atraparlo de nuevo. Los cuatro rodaron por el suelo y Joe consiguió ponerse en pie al tiempo que la puerta de la calle se abría e inundaba de luz la habitación.
Soltando otro taco, logró llegar como pudo a un rincón oscuro.
El grito agudo de _____ resonó por toda la casa.
–¡Ya basta!
Tabitha y sus compañeros se quedaron inmóviles al escucharla y Joe aprovechó para recuperar el aliento. Sentía un dolor punzante en las nuevas heridas y la sangre le corría por la espalda. _____ se acercó corriendo a él y lo tocó, inspeccionando las heridas.
Su hermana arrancó la daga del suelo y se acercó a ellos con actitud decidida y furiosa, sin dejar de mirar a Joe a lo ojos.
–Apártate de mi camino, _____. Estoy a punto de matar a un vampiro.
–Te equivocas –la interrumpió Esmeralda, cerrando la puerta de la entrada y colocándose entre Tabitha y Joe–. Estás a punto de matar al novio de tu hermana gemela.
Tabitha la miró con la boca abierta y se detuvo al instante, mirando a Joe y a _____ alternativamente.
–¿Cómo has dicho?
_____ ignoró a su hermana.
–¿Estás bien?
Joe se pasó la mano por la herida abierta del brazo.
–Nunca he estado mejor.
–¿Y le preguntas a él? –masculló Tabitha con incredulidad–. Y los chicos y yo, ¿qué? No veo que estés muy preocupada por nosotros. Ha estado a punto de decapitarnos.
_____ lanzó una mirada furiosa a su gemela.
–Me parece que no estáis sangrando. Créeme, si hubiese querido haceros daño ninguno de vosotros estaría de pie ahora mismo.
Tabitha los observó atentamente y soltó un gruñido indignado.
–¿Estás defendiendo a un vampiro?
–Estoy defendiendo a Joe –le contestó _____ con énfasis.
Apretando los labios aún más, Tabitha miró al uno y al otro.
–¿Qué pasa contigo? ¿Es que estás loca? ¿Quieres un novio que bebe sangre, que va a vivir eternamente, que mata para divertirse y que no puede salir a la luz del día? Vaya, _____, veo que al final has encontrado al Rey de los Perdedores. Felicidades. Jamás me imaginé que existiera alguien peor que Cliff.
La parrafada de Tabitha era un torrente de insultos y de groserías.
–¿Y tú hablas de perdedores? La que sale con un hombre que no ha trabajado más de dos semanas seguidas en los últimos tres años…
–Por lo menos, Eric tiene alma.
–Joe tiene corazón.
–¡Venga, por favor! ¿Y tú crees que con eso se soluciona todo? Dime una cosa, _____, ¿estás dispuesta a renunciar a todo por él? ¿A tu vida, a tu futuro? ¿Qué puede ofrecerle un vampiro a una contable? Siempre has querido niños, ¿puede dártelos él?
Joe se hundía cada vez más en la desesperación mientras las escuchaba discutir. Cada palabra que salía de la boca de Tabitha confirmaba lo que él había pensado desde un principio. Tabitha tenía razón.
Echó un vistazo a la luz del sol que entraba por las ventanas. El sol era letal para él y vital para _____. Para los humanos resultaba tan necesario como el aire que respiraban. Y, mientras ella estuviese con él, no encontraría la paz porque tendría que sacrificar todos sus sueños.
Y no podía permitir eso.
Con el corazón encogido, se escabulló entre las sombras hasta llegar a la escalera.
–¡Dejad ya de discutir! –gritó Esmeralda.
Joe no volvió a prestarles atención mientras subía la escalera.
Pasaron varios minutos, y una nueva andanada de insultos, antes de que _____ se percatara de la ausencia de Joe.
–¿Joe?
–Está arriba –le contestó Esmeralda.
_____ hizo el gesto de marcharse pero Tabitha la detuvo.
–No puedes hacerte esto.
–No sabes nada de él, Tabby. Es un Cazador Oscuro, no un vampiro.
–Sí, claro. Y Julian Alexander me explicó que, en realidad, no hay ninguna diferencia entre ellos. Los dos tienen características animales y son asesinos.
–No me creo que Julian te dijera eso.
–Me da igual que lo creas o no, es la verdad. Y mientras reflexionas sobre eso, déjame decirte otra cosa que me contó Julian: Artemisa matará a tu novio antes de permitir que sea libre.
_____ se alejó de su hermana, pensando que no era cierto lo que decía.
Encontró a Joe en la habitación, recogiendo sus cosas.
–¿Qué estás haciendo?
–Me voy.
–No puedes salir. Es mediodía.
Su rostro tenía una expresión adusta y fría.
–He llamado a Tate.
–Joe… –lo llamó, acercándose para tocarlo.
–No me toques –masculló él, enseñándole los colmillos–. Ya has oído lo que te ha dicho tu hermana. Soy un animal, no un humano.
–Anoche no dormí con ningún animal.
–¿Ah, no?
–No –le contestó ella, poniéndole la mano en la mejilla.
No tardó más de un segundo en borrar la expresión de deleite que su caricia le producía, pero ella llegó a verla.
–Eso es lo que tú crees, _____. ¿Sabes cuántas veces he tenido que controlarme para no hundirte los dientes en el cuello? ¿Cuántas veces he sentido el flujo de tu sangre bajo la lengua y he deseado probarla?
Tragó saliva, espantada. Pero se negaba a creerlo. Sólo estaba intentando asustarla.
–Nunca me has hecho daño y sé que darías tu vida antes de hacerlo.
Joe cogió la maleta sin decir nada y se marchó. Ella lo siguió por el pasillo y se detuvo al llegar a las escaleras.
–No puedes marcharte así.
–Sí puedo.
Tiró de él para detenerlo antes de que bajara hasta el recibidor.
–No quiero que me dejes.
Joe se paró en seco al escucharla. Sus palabras lo estaban destrozando. Él tampoco quería dejarla; en realidad, lo que quería era echársela sobre el hombro, llevarla de vuelta a la habitación y hacerle el amor durante toda la eternidad. Quería hacerla suya de forma legítima y tener el derecho de gritar que le pertenecía. Pero no estaba escrito que sucediera. Él era un sirviente de Artemisa. Su vida pertenecía a la diosa.
–Vuelve a tu mundo, _____. Allí estarás a salvo.
Ella le tomó el rostro entre las manos. Esos brillantes ojos azules lo miraban con un anhelo y un dolor tan grandes que lo estaban desgarrando.
–No quiero estar a salvo, Joe. Te quiero a ti.
Él le apartó las manos, se alejó de sus tiernas caricias y bajó lo que quedaba de las escaleras.
–No digas eso.
–¿Por qué no? –le preguntó _____, bajando tras él–. Es la verdad.
–No puedes tenerme –le dijo entre dientes mientras giraba en mitad de las escaleras para mirarla a los ojos–. Ya tengo dueña.
–Entonces déjame amarte.
Su resolución se vino abajo al escuchar el ruego de _____. ¡Por todos los dioses! Qué sencillo sería confiar en ella. Tomarla entre sus brazos y… verla envejecer mientras él permanecía igual. Abrazarla cuando muriera, ya anciana, para dejarlo solo durante toda la eternidad. Solo.
La simple idea era suficiente para dejarlo paralizado. La vida sin ella no merecía la pena. Y si dejarla tras un par de días dolía tanto, ¿qué se sentiría al perderla después de unas cuantas décadas? Era mucho más de lo que su magullado corazón podía soportar.
–No puedes.
–¿Por qué? –preguntó ella.
–Algunas cosas son imposibles.
Le tocó el brazo, suplicándole con la mirada que viera las cosas tal y como ella las veía. Pero no podía hacerlo. No se atrevía.
–Quizás esto sí sea posible.
–Te equivocas.
En ese momento llamaron a la puerta.
_____ vio cómo Essie abría la puerta y Tate entraba con la camilla. La expresión resignada y atormentada de Joe al ver la bolsa negra se le quedaría grabada para siempre en la memoria.
–No te vayas, Joe –le pidió una vez más, rezando para que la escuchara.
–No tengo elección.
–Sí que la tienes. ¡Joder, joe! Eres demasiado testarudo. Tienes más opciones. No me dejes.
Él se frotó los ojos, como si le doliese la cabeza.
–¿Por qué quieres que me quede?
–Porque te amo.
La furiosa maldición de Tabitha se escuchó en el recibidor, procedente de la cocina, y el silencio que siguió resultó ensordecedor.
Joe cerró los ojos mientras la agonía lo consumía. Había esperado una eternidad para escuchar a una mujer decirle esas palabras de corazón.
Pero era demasiado tarde.
–La última vez que creí que una mujer me amaba, perdí un imperio y acabé crucificado mientras ella se reía de mí. No seas tonta, _____. El amor no existe. Es una ilusión. No me amas; no puedes amarme.
Antes de que ella pudiera protestar, saltó a la camilla y se metió en la bolsa, cerrando la cremallera desde dentro.
–¡No me dejes! –le gritó _____, agarrándolo por el brazo a través del plástico.
–Llévame a casa, Tate.
Tate le sonrió con tristeza y empujó la camilla para salir de la casa. _____ soltó un gruñido de frustración.
–Eres un gilipollas, Joe Hunter. Un gilipollas.
Joe la escuchó; su voz le llegaba amortiguada por el grosor de la bolsa. Sus palabras lo estaban matando. Estaba actuando como un imbécil.
No la dejes, le suplicaba su corazón.
Pero no tenía otra opción. Éste era el camino que había elegido. Había tomado esa decisión teniendo en cuenta las consecuencias y todos los sacrificios que tendría que hacer.
_____ era un ser de luz y él formaba parte de las tinieblas. De algún modo, hallaría la forma de recuperar su alma sin implicarla y, una vez lo hiciera, mataría a Desiderius.
_____ y Tabitha serían libres y él podría retomar su vida. La vida a la que estaba atado por un juramento. Pero, en lo más hondo de su corazón, sabía la verdad: la amaba. Más de lo que jamás había amado a nadie.
Y tenía que dejarla marchar.
tianijonas
Re: *...Placeres De La Noche...* ~Joe&Tú~
nooooooooooo
llore!!!
odio a tabitha la odio es tan estupida q le importa a ella la vida d ela rayis..ademas si vio q la rayis estaba viva cual era el drama ..no queiro que deje ala rayis
tienes que seguirla!!!!
llore!!!
odio a tabitha la odio es tan estupida q le importa a ella la vida d ela rayis..ademas si vio q la rayis estaba viva cual era el drama ..no queiro que deje ala rayis
tienes que seguirla!!!!
Julieta♥
Re: *...Placeres De La Noche...* ~Joe&Tú~
*Capitulo 15*
Eran las cinco en punto de la tarde y comenzaba a oscurecer cuando _____ llegó a casa de Joe. Aparcó su Taurus azul delante de la mansión, caminó hasta la puerta principal y llamó.
Esperaba que Nick le contestara pero, en lugar de eso, la puerta se abrió, muy lentamente, y no vio a nadie en el recibidor. Frunciendo el ceño, entró. Al instante, la puerta se cerró dando un fuerte golpe a sus espaldas. El sobresalto hizo que soltara un jadeo. Acababa de darse cuenta de que la verja de la entrada también se había abierto sola; claro, que había supuesto que Joe había visto su coche en el monitor y había abierto la puerta antes de que tuviese la oportunidad de utilizar el portero automático.
Ya no estaba tan segura.
Cada vez más nerviosa, echó un vistazo sin ver a nadie. El silencio de la casa daba a entender que estaba vacía.
–¿Hola? –preguntó, avanzando muy despacio a través del recibidor–. ¿Nick? ¿Joe?
–Así que tú eres _____ Devereaux…
Al escuchar la voz procedente del salón se quedó helada. Era una voz grave e incitante, con un acento que no se parecía a ninguno que hubiese escuchado anteriormente. Le recordaba al sonido profundo y ronco del trueno.
Por un momento, temió que se tratara de un Daimon; hasta que los ojos se le adaptaron a la oscuridad y pudo distinguir al espléndido espécimen masculino tumbado en el sofá. Tendido de espaldas y con las piernas colgando sobre el brazo del sillón, tenía los brazos doblados bajo la cabeza y la observaba atentamente desde las sombras.
Estaba desnudo de cintura para arriba y descalzo. Llevaba unos ceñidos pantalones de piel y tenía una larga melena de color verde oscuro. En el hombro izquierdo, _____ distinguió el estilizado tatuaje de un pájaro, cuya cola descendía en espiral y se enrollaba alrededor del bíceps. Su piel era del mismo tono dorado que la de Joe y el bronceado resaltaba el pequeño colgante de oro que llevaba en el cuello.
–¿Y usted es…? –le preguntó ella.
–Acheron Parthenopaeus –le contestó con esa voz profunda y serena–. Encantado de conocerte. –Sus palabras carecían de cualquier signo de emoción o calidez.
Vale, no se parece en nada a Yoda. Bueno… los dos tienen el pelo verde.
El tipo del sofá no aparentaba más de veinticinco años, pero el aura de crueldad que lo rodeaba empañaba esa apariencia juvenil. Al mirarlo, daba la impresión de que había visto los fuegos del infierno de primera mano y que la experiencia lo había transformado en un ser mucho más sabio. Aun tumbado, le provocaba escalofríos de terror al tiempo que despertaba su curiosidad.
Había algo en el tal Acheron que resultaba espeluznante, aunque no era capaz de expresarlo con palabras.
La hacía sentirse muy incómoda.
–Así que usted es el infame Acheron…
El devastador rostro del hombre dibujó una sonrisa juguetona.
–Amo y señor de la horda de bárbaros que pululan por la noche.
–¿Usted los dirige?
Él se encogió de hombros con indiferencia.
–En realidad, no. Sería mucho más fácil gobernar al viento.
_____ soltó una risilla nerviosa.
Acheron se levantó muy despacio y se acercó a ella con todo el aspecto de una bestia al acecho. Según se aproximaba, el magnetismo de su presencia y su enorme altura la dejaron abrumada. Con sus buenos dos metros, se alzaba sobre ella como una torre y la diferencia de altura le daba una apariencia bastante poderosa.
–¡Por amor de Dios! –jadeó mientras doblaba el cuello para poder mirarlo a los ojos–. ¿Es que hay alguna ley tácita por la cual todos los Cazadores Oscuros tengan que ser gigantes?
Acheron rió, mostrándole un destello de sus colmillos.
–¿Qué puedo decir? Artemisa quiere que sus Cazadores sean altos. No se admiten solicitudes de hombres bajitos.
Justo cuando llegó frente a ella, _____ vio sus ojos con claridad.
Y se quedó boquiabierta.
A diferencia de los de Joe, éstos lanzaban destellos. No se podía describir de otra manera. Mientras los observaba, cambiaron de color; de un azul profundo a un matiz plateado. Como si estuviesen hechos de mercurio, los colores cambiaban y se mezclaban entre ellos en ambos iris. Le recordaban la superficie del mar, agitada por unas olas tranquilas.
–Desconcertantes, ¿verdad? –le preguntó él sin dejar de mirarla, consciente de que lo estaba observando.
–¿Se supone que es normal que hagan eso?
Él sonrió sin despegar los labios, pero no contestó. Sacó unas gafas oscuras del bolsillo trasero del pantalón y se las puso. Con los ojos cubiertos, _____ se fijó en la extraña cicatriz que tenía en el cuello. Parecía la huella de una mano, grabada a fuego. Como si hubiesen querido estrangularlo. Muy, muy extraño.
–¿Qué te trae por aquí, pequeña? –le preguntó Acheron.
–He venido a ver a Joe.
–No quiere que lo molesten.
–Bueno –dijo ella, enderezando la espalda para no dejarse amedrentar por un Cazador Oscuro que, estaba segura, podría destrozarla en un nanosegundo–. No siempre sabemos lo que nos conviene.
Acheron soltó una carcajada.
–Muy cierto. Entonces… ¿crees que puedes salvarlo?
–¿Es que duda de mí?
Él ladeó la cabeza, como si estuviese sopesando su temple, y caminó a su alrededor sin dejar de observarla. Cuando le dio la espalda, _____ vio que estaba cubierta de heridas, ya casi curadas. Daba la impresión de que lo hubiesen golpeado, superponiendo y entrecruzando los latigazos hasta formar un complicado dibujo, tan hermoso como macabro.
El estómago se le contrajo al pensar en las incontables horas de sufrimiento que debía haber soportado, dado el estado que presentaba.
Al descender la mirada por esa amplia y musculosa espalda, descubrió la marca de Artemisa, un arco doble idéntico al que Joe tenía en el hombro. La diferencia estribaba en que el de Acheron estaba localizado en la cadera derecha.
–Por si no lo sabe, señora –continuó hablando con ese tono funesto y grave–, llevo caminando por el mundo desde hace once mil años. –Se detuvo y se inclinó para seguir susurrándole al oído–. He visto cosas que jamás podría llegar a imaginarse, y ¿me pregunta si dudo de usted? –Retrocedió unos pasos para poder mirarla a la cara antes de acabar la frase–. Señora, dudo hasta del aire que respira.
–No le entiendo.
Él hizo caso omiso de su confusión.
–Quieres su alma.
–¿Cómo dice? –le preguntó mientras los nervios la hacían temblar.
–Puedo sentir sus emociones, señora. Escucharla. Su mente es un torbellino de sentimientos y temores: ¿Puede conseguir que sea suyo? ¿La ama? ¿Podrá amarla algún día? ¿Lo ama de verdad? ¿Hay la más mínima oportunidad de estar juntos o se está engañando a sí misma?
_____ tembló al escuchar sus dudas más íntimas en boca de Acheron.
Se detuvo al llegar frente a ella y le alzó la barbilla para mirarla a los ojos.
_____ sintió que esos ojos le taladraban el alma, mientras que ella era incapaz de ver un indicio de los sentimientos de Acheron en esas profundidades plateadas. Lo único que veía era su propio reflejo en los cristales oscuros de las gafas.
Cuando él volvió a hablar, _____ escuchó su voz directamente en la cabeza.
–Y la pregunta que más te inquieta es cómo salvarlo sin perder a tu hermana en el proceso.
–¿Cómo sabe todo eso?
Él le dedicó una extraña sonrisilla.
–No puedes imaginar hasta dónde llegan mis poderes.
–Y entonces, ¿por qué no mata a Desiderius antes de que vuelva a hacerle daño a Joe?
Él le soltó la barbilla.
–No puedo.
–¿Por qué no?
–Por la misma razón que Joe no puede: no tengo alma. Desiderius acabaría conmigo y, dados los pecados que cometí en el pasado, tiemblo con sólo pensar en el uso que podría hacer de ellos.
_____ reflexionó un instante. Desiderius había intentado matar a Joe recreando el modo en que murió cuando era humano, lo que significaba que la muerte de Acheron debía haber sido mucho más cruel que la crucifixión.
¿Cómo habría muerto este temible Cazador Oscuro?
Y, al hilo de ese pensamiento, le vino a la mente otra incógnita.
–¿Cómo recupera su alma un Cazador Oscuro?
Acheron la acorraló contra la pared, exactamente igual que un león haría con su presa. El aire de la habitación parecía restallar con la energía mística y el poder que exudaba.
–Las almas son entes muy extraños, señora. Sólo se trasladan por voluntad propia, siempre y cuando quienes las posean las dejen marchar.
–Según eso, tengo que convocar a Artemisa, ya que es ella la que posee el alma de Joe, ¿no es cierto?
La pregunta hizo que Acheron soltara una carcajada perversa.
–Te comería viva, pequeña.
El tono de ese hombre estaba comenzando a irritarla. Puede que estuviera frente al ser más malvado del universo, pero ella no era una cría.
–No me hable como si fuese una niña.
–¡Vaya! Si no lo estoy haciendo… sólo te estoy avisando. Eres incapaz de enfrentarte a la diosa. Ella es el viento; es la dueña de nuestros destinos y tú, pequeña, no eres más que un tierno bocadito al que le encantaría merendarse por pura diversión y luego, quizás, escupirlo de nuevo.
–Gracias por una descripción tan gráfica –le dijo ella con un nudo en el estómago tan sólo de pensarlo.
Él sonrió al escucharla y suavizó su expresión.
–Quieres salvarlo, ¿verdad?
De nuevo tuvo la sensación de que Acheron volvía a leerle el pensamiento.
–Por supuesto que quiero. Joe lo es todo para mí.
Él asintió.
–Tienes un corazón puro. Puede que esto funcione.
Ese comentario la asustó más que cualquier otra cosa de las que había dicho antes. El tono de voz que usó decía bien a las claras que lo que estaba pensando era bastante arriesgado.
–¿A qué te refieres?
Acheron se acercó hasta una mochila negra que estaba encima de la mesa-ataúd. Rebuscó en su interior y sacó una caja negra de madera tallada, cubierta por extraños símbolos de color plateado e inscripciones griegas.
–Aquí está lo que buscas.
Abrió la caja y le mostró el interior; estaba forrado de terciopelo negro y sobre el suntuoso tejido descansaba un medallón rojo. Brillaba exactamente igual que sus ojos. Pero el color de la piedra variaba del rojo al anaranjado, con matices de amarillo. Los colores parecían moverse en espiral desde la inscripción central del medallón hasta los bordes.
–Es precioso –jadeó, alargando la mano para tocarlo.
Acheron lo alejó.
–Tócalo y sentirás que te abrasan los fuegos del infierno.
Ella bajó la mano de inmediato.
–¿Qué es?
–El alma de Joe.
El corazón de _____ estuvo a punto de dejar de latir ante el tono hastiado de Acheron. Tragó saliva y miró fijamente el medallón. ¿Sería cierto?
No. Era imposible.
–Me estás mintiendo.
-Nunca miento –replicó él sucintamente–. No tengo necesidad de hacerlo.
Aun así, no estaba preparada para creer que Acheron tenía en sus manos lo que ella más ansiaba en el mundo.
–¿Y qué vas a hacer con ella?
–Tenía la esperanza de que me ayudaras a devolvérsela, para que pudiera acabar con Desiderius.
–Devolvérsela… ¿cómo?
Acheron cogió el medallón, cerró los dedos a su alrededor y dejó la caja a un lado.
–¿No te quema? –le preguntó ella.
Él le contestó con una taimada sonrisa.
–Ya te lo he dicho, mis poderes van más allá de tu imaginación.
–Y entonces, ¿por qué no se la devuelves tú?
–Porque no confía en mí y porque, al contrario de lo que ocurre contigo, yo no tengo corazón; ni puro ni de ninguna otra manera. –Giró el medallón en la palma de la mano, como si lo estuviera estudiando–. Ya ves, sólo existe un modo de que un Cazador Oscuro recupere su alma. Una persona de corazón puro y tierno debe sostener el medallón en la mano mientras el Cazador pierde sus poderes sobrenaturales. Sólo cuando la parte humana controle su cuerpo podrá morir de forma natural.
–¿Cómo dices?
Él alzo la cabeza y, aunque _____ seguía sin verle los ojos, supo que la estaba observando con intensidad.
–El único modo de devolver el alma a un Cazador Oscuro es haciendo que su corazón humano deje de latir. Durante el último latido, el medallón debe colocarse sobre la marca que indica el lugar donde el alma fue atrapada; una vez allí, el alma abandonará el medallón y volverá a entrar al cuerpo de donde salió.
_____ sentía un punzante dolor de cabeza mientras intentaba comprender las palabras de Acheron.
–No lo entiendo. ¿Cómo se detiene su corazón?
–Primero hay que conseguir que sus poderes de Cazador Oscuro desaparezcan y, después, se le atraviesa el corazón con un objeto punzante.
Ella retrocedió con la mente hecha un lío.
–¡No! Se evaporaría como un Daimon. Estás intentando que lo mate, ¿verdad?
–No –le contestó con brusquedad–. Todos los Cazadores Oscuros son mis niños y antes de hacer daño a cualquiera de ellos, me convertiría en una Sombra. Me has preguntado sobre el modo de devolverle su alma y te he contestado. Si quieres liberarlo, tienes que conseguir que pierda sus poderes y, después, matarlo.
Antes de que pudiera decir una sola palabra más, Acheron le cogió la mano y la puso sobre la que sostenía el medallón. El calor que desprendía era insoportable. Era como tocar un quemador de gas.
–Imagina que lo tocas directamente –le susurró–. Y ahora imagina que lo sostienes en la mano. Deberás tenerlo en la mano desde el momento en que le atravieses el corazón hasta que éste deje de latir y el alma pase de nuevo a su cuerpo.
La agarró con más fuerza de la muñeca y _____ sintió que esos ojos ocultos tras las gafas la perforaban.
–¿Lo amas lo suficiente?
–Yo… –dudó ella–. ¿Cuánto tiempo tendré que sostenerlo?
–Tanto tiempo como dure el proceso. No puedo decírtelo con exactitud. Es distinto para cada Cazador Oscuro.
–¿Y si lo suelto antes de que el alma se libere?
–Entonces Joe estará condenado a vagar durante toda la eternidad sin ser un Cazador Oscuro ni un humano. Será una Sombra, atrapada entre este mundo y el siguiente. Deseará comer y no podrá hacerlo. Tendrá sed y nunca podrá beber. Sufrirá durante toda la eternidad.
_____ contempló horrorizada el medallón.
–No puedo arriesgarme.
Acheron le soltó la mano y devolvió el medallón a la caja.
–De ese modo, también morirá cuando se enfrente a Desiderius.
–Tiene que haber otra salida –susurró ella.
–No la hay.
Con el corazón en un puño, imaginó que drenaba los poderes de Joe y lo dejaba vulnerable. ¿Sería capaz de hacerle eso?
Acheron se acercó a la mochila para volver a guardar la caja.
–Espera –lo increpó ella, deteniéndolo–. Has dicho que el medallón debe colocarse en el mismo lugar donde el alma fue capturada.
–Sí.
–¿Cómo sabré cuál es el sitio exacto?
Él señaló la marca que tenía en la cadera.
–El arco doble señala el lugar que Artemisa tocó mientras capturaba nuestras almas.
_____ abrió la boca para hablar pero una voz atronadora se lo impidió.
–¿Qué estás haciendo aquí?
Se giró y descubrió a Joe tras ella, mirando a Acheron.
–¿Por qué la has dejado entrar?
Acheron la miró con una silenciosa advertencia.
No digas nada, le susurró su voz en la mente.
–Me apetecía –le contestó a Joe, ya en voz alta.
El rostro de Joe adoptó una expresión crispada.
–Te dije que no lo hicieras.
Acheron sonrió, mostrando los colmillos por un instante.
–¿Y desde cuándo te hago caso?
Joe le lanzó una mirada furiosa.
_____ deslizó la mirada por el cuerpo de Joe y notó que había vuelto a vestirse de negro por completo: vaqueros, camisa y botas.
–No irás a salir esta noche a por él, ¿eh?
–No tengo otra alternativa.
Ella miró hacia atrás, buscando a su jefe.
–Acheron…
Éste se encogió de hombros despreocupadamente.
–Es su decisión.
–Está herido –insistió _____.
–Es un Cazador Oscuro. Conoce sus debilidades y su fuerza. Él es quién decide.
La frustración tomó por asalto a _____ y le entraron ganas de matar a los dos allí mismo.
–¿Vas a permitir que muera?
–Esto no tiene nada que ver con Acheron –la interrumpió Joe–. Como ya te ha dicho, soy yo quien decide.
–Sí, claro. Pues vaya porquería de decisión.
–Sí, claro… Tabitha dijo lo mismo de ti.
Ella lo miró, furiosa.
Él le devolvió la mirada hasta que ella apartó los ojos. Joe echó un vistazo a Acheron antes de hablar.
–Vigílala por mí.
–¿Eso es una orden? –le preguntó Acheron con incredulidad.
–No seas asno.
Él alzó una ceja con un gesto burlón.
–Perdón, Ash, no ash-no.
En la mandíbula de Joe empezó a palpitar un músculo.
–Tengo una cita. Hasta luego. –Y dándose la vuelta salió de la habitación con aire ofendido.
_____ se quedó paralizada en el salón. Y el corazón se le detuvo cuando escuchó que la puerta del garaje se abría para, segundos después, oír el motor del coche de Joe. ¡Ese hombre era más terco que una mula!
–Joe estaba equivocado, Acheron. Tú no eres el asno, él sí que lo es.
El hombre rió con ganas.
_____ se frotó los ojos mientras intentaba aclararse. En el fondo de su corazón, tenía muy claro lo que debía hacer. Joe iba a morir de un modo u otro. Al menos, si ella lo mataba tendría una oportunidad.
–Dame el medallón.
Acheron le ofreció la caja.
–¿Estás segura?
–Para nada.
Ella alargó la mano para coger la caja, pero Acheron se lo impidió.
–Hagas lo que hagas, no se te ocurra cambiar de opinión una vez tengas el
medallón en la mano. Es lo peor que puedes hacerle. En su lugar, yo preferiría mil veces morir a manos de Desiderius antes de hacerlo a manos de la mujer que amo. Por segunda vez.
La mano de _____ temblaba bajo la de él.
–Jamás podría hacerle daño.
–No te lo tomes a mal, pero la última vez que oí eso, la mujer tiró el medallón al suelo diez segundos después de cogerlo. No me decepciones.
–No lo haré.
Él asintió con una mirada severa y le entregó la caja.
–Recuerda, tienes que cogerlo en el mismo momento que le atravieses el corazón. Sostenlo hasta que muera y, entonces, lo colocas sobre la marca.
–¿Cómo sabré que todo ha acabado?
–Confía en mí; lo sabrás.
_____ guardó el medallón en uno de los bolsillos de su mochila, junto a la caja de la Barbie que Liza le había regalado. Había comenzado a llevar a Starla consigo la noche que Tabitha había sido atacada. Probablemente se tratara de una estupidez, pero se sentía más tranquila sabiendo que la muñeca estaba ahí en caso de necesidad. Además, era mejor que llevar una pistola, mucho más segura, aunque llevara esas cuchillas escondidas en las piernas.
Mientras cerraba el bolsillo, su móvil comenzó a sonar. Lo sacó y contestó.
– _____, ¿eres tú?
Ella arrugó la nariz al reconocer la voz nasal de Cliff.
–Creía que…
–Escúchame –la interrumpió–, ha sucedido algo horrible…
Daba la impresión de que había estado llorando. Y, aunque en el plano
sentimental habían acabado, no podía evitar preocuparse por él. Puede que fuese un imbécil, pero no hacía ni dos semanas que había estado pensando en casarse con él.
–¿Qué?
–Se trata de mi madre –le dijo con un sollozo–. Mira, ya sé que nuestra relación no es precisamente amistosa, pero no tengo a nadie más a quien acudir. ¿Puedes venir, por favor? No quiero estar solo.
Ella dudó. Sentía un nudo en el estómago; una sensación muy extraña. Lo atribuyó al hecho de tener que volver a verlo de nuevo y se dio cuenta de que negarse a ayudarlo sería muy egoísta de su parte. La necesitaba. Iría a su casa, estaría un rato con él y regresaría a esperar que Joe volviera.
–Muy bien, voy para allá.
–Gracias.
Acheron la miró y alzó una ceja.
–¿Pasa algo?
–Un amigo en apuros.
Él asintió.
–Ve; mientras tanto, me ocuparé de buscar a tu hermana para vigilarla. –Se puso una camiseta de manga corta negra antes de volver a hablar–. Por cierto… ten cuidado.
–¿Con qué?
–Es de noche y rondan muchas criaturas malignas por ahí afuera.
El miedo le produjo un escalofrío que la recorrió de arriba abajo.
–¿Debería estar asustada?
–Sigue tus instintos, pequeña. Haz lo que tengas que hacer.
Odiaba que la llamara pequeña todo el tiempo, pero no parecía muy apropiado echarle la bronca…
–Te gusta ser misterioso, ¿no es cierto?
–La cosa estaba entre ser Cazador Oscuro o profeta. Personalmente, me gusta mucho más lo de luchar y matar que lo de rezar en la posición del loto.
Sin duda ninguna, Acheron Parthenopaeus era un individuo muy extraño.
_____ cogió las llaves del coche y subió al Taurus. Mientras conducía por la carretera, camino de la autopista, cayó en la cuenta de lo raro que era que Acheron la dejara ir sola…
¿Por qué lo había permitido si Joe le había pedido que la vigilara?
Porque es más probable que Tabitha se meta en líos recorriendo las calles que tú yendo a casa de Cliff.
Sí, claro. Eso lo explicaba todo. El único peligro que podía correr en casa de su ex era morir de aburrimiento.
No tardó mucho en llegar. Subió al apartamento, situado en el primer piso, llamó a la puerta y esperó a que le abriera.
Su ex llevaba unos Levi’s y una camisa amarilla.
–Qué sorpresa –le dijo, mirando más allá del hombro de _____–, ¿hoy no te ha traído ningún amigo?
Ella lo miró, furiosa, al reconocer los celos implícitos en el comentario. ¡Cómo se atrevía!
–¿Y qué se supone que significa eso?
Cliff se encogió de hombros y abrió más la puerta.
–Nada. Es que esta noche estoy un poco nervioso. Gracias por venir tan rápido.
_____ volvió a escuchar la vocecilla interna que la instaba a marcharse, no obstante, cometió la estupidez de ignorar la advertencia y entró al apartamento.
Él cerró la puerta y echó la llave una vez _____ pasó al interior.
–Bueno, bueno –dijo una voz conocida desde la cocina–. ¿Qué tenemos aquí?
_____ se quedó petrificada cuando vio a Desiderius salir de entre las sombras.
Eran las cinco en punto de la tarde y comenzaba a oscurecer cuando _____ llegó a casa de Joe. Aparcó su Taurus azul delante de la mansión, caminó hasta la puerta principal y llamó.
Esperaba que Nick le contestara pero, en lugar de eso, la puerta se abrió, muy lentamente, y no vio a nadie en el recibidor. Frunciendo el ceño, entró. Al instante, la puerta se cerró dando un fuerte golpe a sus espaldas. El sobresalto hizo que soltara un jadeo. Acababa de darse cuenta de que la verja de la entrada también se había abierto sola; claro, que había supuesto que Joe había visto su coche en el monitor y había abierto la puerta antes de que tuviese la oportunidad de utilizar el portero automático.
Ya no estaba tan segura.
Cada vez más nerviosa, echó un vistazo sin ver a nadie. El silencio de la casa daba a entender que estaba vacía.
–¿Hola? –preguntó, avanzando muy despacio a través del recibidor–. ¿Nick? ¿Joe?
–Así que tú eres _____ Devereaux…
Al escuchar la voz procedente del salón se quedó helada. Era una voz grave e incitante, con un acento que no se parecía a ninguno que hubiese escuchado anteriormente. Le recordaba al sonido profundo y ronco del trueno.
Por un momento, temió que se tratara de un Daimon; hasta que los ojos se le adaptaron a la oscuridad y pudo distinguir al espléndido espécimen masculino tumbado en el sofá. Tendido de espaldas y con las piernas colgando sobre el brazo del sillón, tenía los brazos doblados bajo la cabeza y la observaba atentamente desde las sombras.
Estaba desnudo de cintura para arriba y descalzo. Llevaba unos ceñidos pantalones de piel y tenía una larga melena de color verde oscuro. En el hombro izquierdo, _____ distinguió el estilizado tatuaje de un pájaro, cuya cola descendía en espiral y se enrollaba alrededor del bíceps. Su piel era del mismo tono dorado que la de Joe y el bronceado resaltaba el pequeño colgante de oro que llevaba en el cuello.
–¿Y usted es…? –le preguntó ella.
–Acheron Parthenopaeus –le contestó con esa voz profunda y serena–. Encantado de conocerte. –Sus palabras carecían de cualquier signo de emoción o calidez.
Vale, no se parece en nada a Yoda. Bueno… los dos tienen el pelo verde.
El tipo del sofá no aparentaba más de veinticinco años, pero el aura de crueldad que lo rodeaba empañaba esa apariencia juvenil. Al mirarlo, daba la impresión de que había visto los fuegos del infierno de primera mano y que la experiencia lo había transformado en un ser mucho más sabio. Aun tumbado, le provocaba escalofríos de terror al tiempo que despertaba su curiosidad.
Había algo en el tal Acheron que resultaba espeluznante, aunque no era capaz de expresarlo con palabras.
La hacía sentirse muy incómoda.
–Así que usted es el infame Acheron…
El devastador rostro del hombre dibujó una sonrisa juguetona.
–Amo y señor de la horda de bárbaros que pululan por la noche.
–¿Usted los dirige?
Él se encogió de hombros con indiferencia.
–En realidad, no. Sería mucho más fácil gobernar al viento.
_____ soltó una risilla nerviosa.
Acheron se levantó muy despacio y se acercó a ella con todo el aspecto de una bestia al acecho. Según se aproximaba, el magnetismo de su presencia y su enorme altura la dejaron abrumada. Con sus buenos dos metros, se alzaba sobre ella como una torre y la diferencia de altura le daba una apariencia bastante poderosa.
–¡Por amor de Dios! –jadeó mientras doblaba el cuello para poder mirarlo a los ojos–. ¿Es que hay alguna ley tácita por la cual todos los Cazadores Oscuros tengan que ser gigantes?
Acheron rió, mostrándole un destello de sus colmillos.
–¿Qué puedo decir? Artemisa quiere que sus Cazadores sean altos. No se admiten solicitudes de hombres bajitos.
Justo cuando llegó frente a ella, _____ vio sus ojos con claridad.
Y se quedó boquiabierta.
A diferencia de los de Joe, éstos lanzaban destellos. No se podía describir de otra manera. Mientras los observaba, cambiaron de color; de un azul profundo a un matiz plateado. Como si estuviesen hechos de mercurio, los colores cambiaban y se mezclaban entre ellos en ambos iris. Le recordaban la superficie del mar, agitada por unas olas tranquilas.
–Desconcertantes, ¿verdad? –le preguntó él sin dejar de mirarla, consciente de que lo estaba observando.
–¿Se supone que es normal que hagan eso?
Él sonrió sin despegar los labios, pero no contestó. Sacó unas gafas oscuras del bolsillo trasero del pantalón y se las puso. Con los ojos cubiertos, _____ se fijó en la extraña cicatriz que tenía en el cuello. Parecía la huella de una mano, grabada a fuego. Como si hubiesen querido estrangularlo. Muy, muy extraño.
–¿Qué te trae por aquí, pequeña? –le preguntó Acheron.
–He venido a ver a Joe.
–No quiere que lo molesten.
–Bueno –dijo ella, enderezando la espalda para no dejarse amedrentar por un Cazador Oscuro que, estaba segura, podría destrozarla en un nanosegundo–. No siempre sabemos lo que nos conviene.
Acheron soltó una carcajada.
–Muy cierto. Entonces… ¿crees que puedes salvarlo?
–¿Es que duda de mí?
Él ladeó la cabeza, como si estuviese sopesando su temple, y caminó a su alrededor sin dejar de observarla. Cuando le dio la espalda, _____ vio que estaba cubierta de heridas, ya casi curadas. Daba la impresión de que lo hubiesen golpeado, superponiendo y entrecruzando los latigazos hasta formar un complicado dibujo, tan hermoso como macabro.
El estómago se le contrajo al pensar en las incontables horas de sufrimiento que debía haber soportado, dado el estado que presentaba.
Al descender la mirada por esa amplia y musculosa espalda, descubrió la marca de Artemisa, un arco doble idéntico al que Joe tenía en el hombro. La diferencia estribaba en que el de Acheron estaba localizado en la cadera derecha.
–Por si no lo sabe, señora –continuó hablando con ese tono funesto y grave–, llevo caminando por el mundo desde hace once mil años. –Se detuvo y se inclinó para seguir susurrándole al oído–. He visto cosas que jamás podría llegar a imaginarse, y ¿me pregunta si dudo de usted? –Retrocedió unos pasos para poder mirarla a la cara antes de acabar la frase–. Señora, dudo hasta del aire que respira.
–No le entiendo.
Él hizo caso omiso de su confusión.
–Quieres su alma.
–¿Cómo dice? –le preguntó mientras los nervios la hacían temblar.
–Puedo sentir sus emociones, señora. Escucharla. Su mente es un torbellino de sentimientos y temores: ¿Puede conseguir que sea suyo? ¿La ama? ¿Podrá amarla algún día? ¿Lo ama de verdad? ¿Hay la más mínima oportunidad de estar juntos o se está engañando a sí misma?
_____ tembló al escuchar sus dudas más íntimas en boca de Acheron.
Se detuvo al llegar frente a ella y le alzó la barbilla para mirarla a los ojos.
_____ sintió que esos ojos le taladraban el alma, mientras que ella era incapaz de ver un indicio de los sentimientos de Acheron en esas profundidades plateadas. Lo único que veía era su propio reflejo en los cristales oscuros de las gafas.
Cuando él volvió a hablar, _____ escuchó su voz directamente en la cabeza.
–Y la pregunta que más te inquieta es cómo salvarlo sin perder a tu hermana en el proceso.
–¿Cómo sabe todo eso?
Él le dedicó una extraña sonrisilla.
–No puedes imaginar hasta dónde llegan mis poderes.
–Y entonces, ¿por qué no mata a Desiderius antes de que vuelva a hacerle daño a Joe?
Él le soltó la barbilla.
–No puedo.
–¿Por qué no?
–Por la misma razón que Joe no puede: no tengo alma. Desiderius acabaría conmigo y, dados los pecados que cometí en el pasado, tiemblo con sólo pensar en el uso que podría hacer de ellos.
_____ reflexionó un instante. Desiderius había intentado matar a Joe recreando el modo en que murió cuando era humano, lo que significaba que la muerte de Acheron debía haber sido mucho más cruel que la crucifixión.
¿Cómo habría muerto este temible Cazador Oscuro?
Y, al hilo de ese pensamiento, le vino a la mente otra incógnita.
–¿Cómo recupera su alma un Cazador Oscuro?
Acheron la acorraló contra la pared, exactamente igual que un león haría con su presa. El aire de la habitación parecía restallar con la energía mística y el poder que exudaba.
–Las almas son entes muy extraños, señora. Sólo se trasladan por voluntad propia, siempre y cuando quienes las posean las dejen marchar.
–Según eso, tengo que convocar a Artemisa, ya que es ella la que posee el alma de Joe, ¿no es cierto?
La pregunta hizo que Acheron soltara una carcajada perversa.
–Te comería viva, pequeña.
El tono de ese hombre estaba comenzando a irritarla. Puede que estuviera frente al ser más malvado del universo, pero ella no era una cría.
–No me hable como si fuese una niña.
–¡Vaya! Si no lo estoy haciendo… sólo te estoy avisando. Eres incapaz de enfrentarte a la diosa. Ella es el viento; es la dueña de nuestros destinos y tú, pequeña, no eres más que un tierno bocadito al que le encantaría merendarse por pura diversión y luego, quizás, escupirlo de nuevo.
–Gracias por una descripción tan gráfica –le dijo ella con un nudo en el estómago tan sólo de pensarlo.
Él sonrió al escucharla y suavizó su expresión.
–Quieres salvarlo, ¿verdad?
De nuevo tuvo la sensación de que Acheron volvía a leerle el pensamiento.
–Por supuesto que quiero. Joe lo es todo para mí.
Él asintió.
–Tienes un corazón puro. Puede que esto funcione.
Ese comentario la asustó más que cualquier otra cosa de las que había dicho antes. El tono de voz que usó decía bien a las claras que lo que estaba pensando era bastante arriesgado.
–¿A qué te refieres?
Acheron se acercó hasta una mochila negra que estaba encima de la mesa-ataúd. Rebuscó en su interior y sacó una caja negra de madera tallada, cubierta por extraños símbolos de color plateado e inscripciones griegas.
–Aquí está lo que buscas.
Abrió la caja y le mostró el interior; estaba forrado de terciopelo negro y sobre el suntuoso tejido descansaba un medallón rojo. Brillaba exactamente igual que sus ojos. Pero el color de la piedra variaba del rojo al anaranjado, con matices de amarillo. Los colores parecían moverse en espiral desde la inscripción central del medallón hasta los bordes.
–Es precioso –jadeó, alargando la mano para tocarlo.
Acheron lo alejó.
–Tócalo y sentirás que te abrasan los fuegos del infierno.
Ella bajó la mano de inmediato.
–¿Qué es?
–El alma de Joe.
El corazón de _____ estuvo a punto de dejar de latir ante el tono hastiado de Acheron. Tragó saliva y miró fijamente el medallón. ¿Sería cierto?
No. Era imposible.
–Me estás mintiendo.
-Nunca miento –replicó él sucintamente–. No tengo necesidad de hacerlo.
Aun así, no estaba preparada para creer que Acheron tenía en sus manos lo que ella más ansiaba en el mundo.
–¿Y qué vas a hacer con ella?
–Tenía la esperanza de que me ayudaras a devolvérsela, para que pudiera acabar con Desiderius.
–Devolvérsela… ¿cómo?
Acheron cogió el medallón, cerró los dedos a su alrededor y dejó la caja a un lado.
–¿No te quema? –le preguntó ella.
Él le contestó con una taimada sonrisa.
–Ya te lo he dicho, mis poderes van más allá de tu imaginación.
–Y entonces, ¿por qué no se la devuelves tú?
–Porque no confía en mí y porque, al contrario de lo que ocurre contigo, yo no tengo corazón; ni puro ni de ninguna otra manera. –Giró el medallón en la palma de la mano, como si lo estuviera estudiando–. Ya ves, sólo existe un modo de que un Cazador Oscuro recupere su alma. Una persona de corazón puro y tierno debe sostener el medallón en la mano mientras el Cazador pierde sus poderes sobrenaturales. Sólo cuando la parte humana controle su cuerpo podrá morir de forma natural.
–¿Cómo dices?
Él alzo la cabeza y, aunque _____ seguía sin verle los ojos, supo que la estaba observando con intensidad.
–El único modo de devolver el alma a un Cazador Oscuro es haciendo que su corazón humano deje de latir. Durante el último latido, el medallón debe colocarse sobre la marca que indica el lugar donde el alma fue atrapada; una vez allí, el alma abandonará el medallón y volverá a entrar al cuerpo de donde salió.
_____ sentía un punzante dolor de cabeza mientras intentaba comprender las palabras de Acheron.
–No lo entiendo. ¿Cómo se detiene su corazón?
–Primero hay que conseguir que sus poderes de Cazador Oscuro desaparezcan y, después, se le atraviesa el corazón con un objeto punzante.
Ella retrocedió con la mente hecha un lío.
–¡No! Se evaporaría como un Daimon. Estás intentando que lo mate, ¿verdad?
–No –le contestó con brusquedad–. Todos los Cazadores Oscuros son mis niños y antes de hacer daño a cualquiera de ellos, me convertiría en una Sombra. Me has preguntado sobre el modo de devolverle su alma y te he contestado. Si quieres liberarlo, tienes que conseguir que pierda sus poderes y, después, matarlo.
Antes de que pudiera decir una sola palabra más, Acheron le cogió la mano y la puso sobre la que sostenía el medallón. El calor que desprendía era insoportable. Era como tocar un quemador de gas.
–Imagina que lo tocas directamente –le susurró–. Y ahora imagina que lo sostienes en la mano. Deberás tenerlo en la mano desde el momento en que le atravieses el corazón hasta que éste deje de latir y el alma pase de nuevo a su cuerpo.
La agarró con más fuerza de la muñeca y _____ sintió que esos ojos ocultos tras las gafas la perforaban.
–¿Lo amas lo suficiente?
–Yo… –dudó ella–. ¿Cuánto tiempo tendré que sostenerlo?
–Tanto tiempo como dure el proceso. No puedo decírtelo con exactitud. Es distinto para cada Cazador Oscuro.
–¿Y si lo suelto antes de que el alma se libere?
–Entonces Joe estará condenado a vagar durante toda la eternidad sin ser un Cazador Oscuro ni un humano. Será una Sombra, atrapada entre este mundo y el siguiente. Deseará comer y no podrá hacerlo. Tendrá sed y nunca podrá beber. Sufrirá durante toda la eternidad.
_____ contempló horrorizada el medallón.
–No puedo arriesgarme.
Acheron le soltó la mano y devolvió el medallón a la caja.
–De ese modo, también morirá cuando se enfrente a Desiderius.
–Tiene que haber otra salida –susurró ella.
–No la hay.
Con el corazón en un puño, imaginó que drenaba los poderes de Joe y lo dejaba vulnerable. ¿Sería capaz de hacerle eso?
Acheron se acercó a la mochila para volver a guardar la caja.
–Espera –lo increpó ella, deteniéndolo–. Has dicho que el medallón debe colocarse en el mismo lugar donde el alma fue capturada.
–Sí.
–¿Cómo sabré cuál es el sitio exacto?
Él señaló la marca que tenía en la cadera.
–El arco doble señala el lugar que Artemisa tocó mientras capturaba nuestras almas.
_____ abrió la boca para hablar pero una voz atronadora se lo impidió.
–¿Qué estás haciendo aquí?
Se giró y descubrió a Joe tras ella, mirando a Acheron.
–¿Por qué la has dejado entrar?
Acheron la miró con una silenciosa advertencia.
No digas nada, le susurró su voz en la mente.
–Me apetecía –le contestó a Joe, ya en voz alta.
El rostro de Joe adoptó una expresión crispada.
–Te dije que no lo hicieras.
Acheron sonrió, mostrando los colmillos por un instante.
–¿Y desde cuándo te hago caso?
Joe le lanzó una mirada furiosa.
_____ deslizó la mirada por el cuerpo de Joe y notó que había vuelto a vestirse de negro por completo: vaqueros, camisa y botas.
–No irás a salir esta noche a por él, ¿eh?
–No tengo otra alternativa.
Ella miró hacia atrás, buscando a su jefe.
–Acheron…
Éste se encogió de hombros despreocupadamente.
–Es su decisión.
–Está herido –insistió _____.
–Es un Cazador Oscuro. Conoce sus debilidades y su fuerza. Él es quién decide.
La frustración tomó por asalto a _____ y le entraron ganas de matar a los dos allí mismo.
–¿Vas a permitir que muera?
–Esto no tiene nada que ver con Acheron –la interrumpió Joe–. Como ya te ha dicho, soy yo quien decide.
–Sí, claro. Pues vaya porquería de decisión.
–Sí, claro… Tabitha dijo lo mismo de ti.
Ella lo miró, furiosa.
Él le devolvió la mirada hasta que ella apartó los ojos. Joe echó un vistazo a Acheron antes de hablar.
–Vigílala por mí.
–¿Eso es una orden? –le preguntó Acheron con incredulidad.
–No seas asno.
Él alzó una ceja con un gesto burlón.
–Perdón, Ash, no ash-no.
En la mandíbula de Joe empezó a palpitar un músculo.
–Tengo una cita. Hasta luego. –Y dándose la vuelta salió de la habitación con aire ofendido.
_____ se quedó paralizada en el salón. Y el corazón se le detuvo cuando escuchó que la puerta del garaje se abría para, segundos después, oír el motor del coche de Joe. ¡Ese hombre era más terco que una mula!
–Joe estaba equivocado, Acheron. Tú no eres el asno, él sí que lo es.
El hombre rió con ganas.
_____ se frotó los ojos mientras intentaba aclararse. En el fondo de su corazón, tenía muy claro lo que debía hacer. Joe iba a morir de un modo u otro. Al menos, si ella lo mataba tendría una oportunidad.
–Dame el medallón.
Acheron le ofreció la caja.
–¿Estás segura?
–Para nada.
Ella alargó la mano para coger la caja, pero Acheron se lo impidió.
–Hagas lo que hagas, no se te ocurra cambiar de opinión una vez tengas el
medallón en la mano. Es lo peor que puedes hacerle. En su lugar, yo preferiría mil veces morir a manos de Desiderius antes de hacerlo a manos de la mujer que amo. Por segunda vez.
La mano de _____ temblaba bajo la de él.
–Jamás podría hacerle daño.
–No te lo tomes a mal, pero la última vez que oí eso, la mujer tiró el medallón al suelo diez segundos después de cogerlo. No me decepciones.
–No lo haré.
Él asintió con una mirada severa y le entregó la caja.
–Recuerda, tienes que cogerlo en el mismo momento que le atravieses el corazón. Sostenlo hasta que muera y, entonces, lo colocas sobre la marca.
–¿Cómo sabré que todo ha acabado?
–Confía en mí; lo sabrás.
_____ guardó el medallón en uno de los bolsillos de su mochila, junto a la caja de la Barbie que Liza le había regalado. Había comenzado a llevar a Starla consigo la noche que Tabitha había sido atacada. Probablemente se tratara de una estupidez, pero se sentía más tranquila sabiendo que la muñeca estaba ahí en caso de necesidad. Además, era mejor que llevar una pistola, mucho más segura, aunque llevara esas cuchillas escondidas en las piernas.
Mientras cerraba el bolsillo, su móvil comenzó a sonar. Lo sacó y contestó.
– _____, ¿eres tú?
Ella arrugó la nariz al reconocer la voz nasal de Cliff.
–Creía que…
–Escúchame –la interrumpió–, ha sucedido algo horrible…
Daba la impresión de que había estado llorando. Y, aunque en el plano
sentimental habían acabado, no podía evitar preocuparse por él. Puede que fuese un imbécil, pero no hacía ni dos semanas que había estado pensando en casarse con él.
–¿Qué?
–Se trata de mi madre –le dijo con un sollozo–. Mira, ya sé que nuestra relación no es precisamente amistosa, pero no tengo a nadie más a quien acudir. ¿Puedes venir, por favor? No quiero estar solo.
Ella dudó. Sentía un nudo en el estómago; una sensación muy extraña. Lo atribuyó al hecho de tener que volver a verlo de nuevo y se dio cuenta de que negarse a ayudarlo sería muy egoísta de su parte. La necesitaba. Iría a su casa, estaría un rato con él y regresaría a esperar que Joe volviera.
–Muy bien, voy para allá.
–Gracias.
Acheron la miró y alzó una ceja.
–¿Pasa algo?
–Un amigo en apuros.
Él asintió.
–Ve; mientras tanto, me ocuparé de buscar a tu hermana para vigilarla. –Se puso una camiseta de manga corta negra antes de volver a hablar–. Por cierto… ten cuidado.
–¿Con qué?
–Es de noche y rondan muchas criaturas malignas por ahí afuera.
El miedo le produjo un escalofrío que la recorrió de arriba abajo.
–¿Debería estar asustada?
–Sigue tus instintos, pequeña. Haz lo que tengas que hacer.
Odiaba que la llamara pequeña todo el tiempo, pero no parecía muy apropiado echarle la bronca…
–Te gusta ser misterioso, ¿no es cierto?
–La cosa estaba entre ser Cazador Oscuro o profeta. Personalmente, me gusta mucho más lo de luchar y matar que lo de rezar en la posición del loto.
Sin duda ninguna, Acheron Parthenopaeus era un individuo muy extraño.
_____ cogió las llaves del coche y subió al Taurus. Mientras conducía por la carretera, camino de la autopista, cayó en la cuenta de lo raro que era que Acheron la dejara ir sola…
¿Por qué lo había permitido si Joe le había pedido que la vigilara?
Porque es más probable que Tabitha se meta en líos recorriendo las calles que tú yendo a casa de Cliff.
Sí, claro. Eso lo explicaba todo. El único peligro que podía correr en casa de su ex era morir de aburrimiento.
No tardó mucho en llegar. Subió al apartamento, situado en el primer piso, llamó a la puerta y esperó a que le abriera.
Su ex llevaba unos Levi’s y una camisa amarilla.
–Qué sorpresa –le dijo, mirando más allá del hombro de _____–, ¿hoy no te ha traído ningún amigo?
Ella lo miró, furiosa, al reconocer los celos implícitos en el comentario. ¡Cómo se atrevía!
–¿Y qué se supone que significa eso?
Cliff se encogió de hombros y abrió más la puerta.
–Nada. Es que esta noche estoy un poco nervioso. Gracias por venir tan rápido.
_____ volvió a escuchar la vocecilla interna que la instaba a marcharse, no obstante, cometió la estupidez de ignorar la advertencia y entró al apartamento.
Él cerró la puerta y echó la llave una vez _____ pasó al interior.
–Bueno, bueno –dijo una voz conocida desde la cocina–. ¿Qué tenemos aquí?
_____ se quedó petrificada cuando vio a Desiderius salir de entre las sombras.
tianijonas
Re: *...Placeres De La Noche...* ~Joe&Tú~
NOOOOOOOOOOO ME MUERO !
YO SABIA QUE ERA UNA TRAMPA !!!
LO PRESENTÍA !!! OKNO PERO SI LO
SENTÍA COMO QUE ESE DESIDERIUS LO ODIO !!
Nooooo la dejaste en la mejor parte !!!
Siguelaaaaa !
PD: Ahh te faltan algunos?
Por que yo quería leerlos viste,pero
con el tema este de que no puedo descargarmelos
por internet es que megaupload esta cerrado y algunos
tambien , no los puedo descargar y la verdad soy una fanatica
de las novelas asi , y queria leerla
Vos la tenes en libro o te las descargaste ? Por que si te las descargaste
me podrías pasar el link? por que la verdad me encantaría leerlas
y me salvarías de un ataque de ganas de leer la saga ajja
Bueno despues me avisas y mmm cualquier cosa me decís XD
YO SABIA QUE ERA UNA TRAMPA !!!
LO PRESENTÍA !!! OKNO PERO SI LO
SENTÍA COMO QUE ESE DESIDERIUS LO ODIO !!
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PD: Ahh te faltan algunos?
Por que yo quería leerlos viste,pero
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por internet es que megaupload esta cerrado y algunos
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Vos la tenes en libro o te las descargaste ? Por que si te las descargaste
me podrías pasar el link? por que la verdad me encantaría leerlas
y me salvarías de un ataque de ganas de leer la saga ajja
Bueno despues me avisas y mmm cualquier cosa me decís XD
# TeamBullshit
Re: *...Placeres De La Noche...* ~Joe&Tú~
MeliDeJonas escribió:NOOOOOOOOOOO ME MUERO !
YO SABIA QUE ERA UNA TRAMPA !!!
LO PRESENTÍA !!! OKNO PERO SI LO
SENTÍA COMO QUE ESE DESIDERIUS LO ODIO !!
Nooooo la dejaste en la mejor parte !!!
Siguelaaaaa !
PD: Ahh te faltan algunos?
Por que yo quería leerlos viste,pero
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por internet es que megaupload esta cerrado y algunos
tambien , no los puedo descargar y la verdad soy una fanatica
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Vos la tenes en libro o te las descargaste ? Por que si te las descargaste
me podrías pasar el link? por que la verdad me encantaría leerlas
y me salvarías de un ataque de ganas de leer la saga ajja
Bueno despues me avisas y mmm cualquier cosa me decís XD
JEJEEJE yo me lo descarge de internet :) pero no recuerdo la pagina, pero no era esa que tu dices...
si quieres, me dejas tu correo y te los paso ahi :P pero no estan todos, me faltan algunos... aah y en Ares
tambien salen pero no todos :( tu diras reina :)
PD: pero si te los paso, igual y tienes que seguir leyendo mis noves ehhh??? hehehe
muuakkk
tianijonas
Re: *...Placeres De La Noche...* ~Joe&Tú~
*Capitulo 16*
–¡¿Tú?! –gritó _____, al tiempo que corría hacia la puerta.
Cliff la atrapó.
–No tan rápido.
–¿Cómo has podido? –le preguntó a su ex, antes de girarse para lanzar una furiosa mirada a Desiderius–. No entiendo porqué estás aquí. ¿Cómo…?
El Daimon sonrió.
–Por favor, no conviertas la situación en un manido cliché. Ya es bastante odioso haber tenido que recurrir a un plan tan burdo para capturar a Joe. ¿Qué esperas, que ahora abandone el plan para que puedas escapar y matarme? –Meneó la cabeza–. Yo también veo películas malas, ¿sabes?
En ese mismo instante, sintió a Desiderius en sus pensamientos. Lo sintió hurgar y rebuscar entre sus recuerdos. La cabeza empezó a dolerle y todo comenzó a dar vueltas a su alrededor, mientras por su mente pasaban las imágenes más horribles. Imágenes de Desiderius abrazándola, acariciándola. Y de su aliento sobre el cuello…
Y, por si eso fuera poco, la cosa empeoró más. _____ sintió que las barreras que protegían su mente caían bajo la presión de su brutal asalto.
–Es tal y como me prometiste, Cliff. –Su voz sonaba lejana, como un débil susurro arrastrado por el viento–. Sus poderes son puros, inmaculados.
–Lo sé. Eso fue lo que me atrajo de ella la primera vez que la vi. –Cliff sonrió–. Y con la información que reunimos sobre la forma de luchar de Joe aquella noche en el callejón, no deberíamos tener ningún problema para vencerlo.
Desiderius se detuvo para contemplar a ese ser inferior. Consideraba a los humanos como las bestias más bajas de la creación. Eran, después de todo, alimento para los dioses. Sólo había una cosa inferior a un humano: los mestizos como Cliff. Medio apolita y medio humano, él se había aprovechado de semejante cobarde llorón para sus propios fines.
Con todo, debía estar agradecido al padre apolita de Cliff por haber muerto antes de poder explicarle la verdad sobre la mitad de su herencia genética.
Y con respecto a la madre de Cliff… bueno, había resultado ser un delicioso bocado.
Siempre había sabido que tener un mestizo como mascota resultaría útil algún día. Todos esos años obligado a criar a esa asquerosa criatura no le parecían tan repulsivos en esos momentos.
Y cuando Cliff descubrió a esa pequeña hechicera en su oficina, él se había limitado a esperar que su mascota destapara y desarrollara las habilidades psíquicas de la chica antes de que él tomara su alma junto con esos poderes.
Pero ella se había resistido.
¿Quién iba a imaginarse el resultado de todo esto? Tras el ataque de pánico de Cliff el día que conoció a la hermana de _____, y que lo llevó a romper con ella, supo que tenía que actuar con rapidez para reclamar a la bruja antes de que escapara de sus garras. Tan pronto como Cliff le contó lo unidas que estaban las gemelas y las frecuentes visitas que había hecho como novio de _____ a casa de Tabitha, su plan empezó a tomar forma.
Cuando encadenó a _____ y al Cazador Oscuro, esperando que él la confundiera con su gemela, pensaba que ella recurriría a sus poderes, presa del pánico, y los usaría para acabar con él y, de ese modo, proteger a su hermana. Jamás se le había pasado por la imaginación que ella usara sus poderes para proteger al Cazador.
Pero tampoco es que eso importara mucho. Ahora que había destapado por completo esos poderes, la chica estaba lista para el empujoncito.
–¿Lo harás ahora? –le preguntó Cliff–. ¿Me convertirás en inmortal?
–Por supuesto.
_____ apenas se dio cuenta que el Daimon se acercaba a Cliff y lo abrazaba. Vio el destello de sus colmillos décimas de segundo antes de que Desiderius los hundiera en el cuello de su ex.
La cabeza comenzó a darle aún más vueltas y sintió que se alzaba sobre el suelo. Demasiado tarde, comprendió que sus pensamientos ya no le pertenecían.
Joe se detuvo en el centro del Barrio Francés y miró a su alrededor; el largo abrigo de cuero negro se arremolinaba alrededor de sus piernas. Bourbon Street estaba plagado de turistas, totalmente ajenos al peligro. Algunos se detenían al verlo vestido de negro y con las gafas de sol que le protegían los ojos de las potentes luces.
A sus oídos llegaba la cacofonía provocada por la mezcla de jazz, rock y las risas que arrastraba el frío viento invernal.
Apartando la mente de esas distracciones, echó mano de sus poderes y de la tecnología para hallar a Desiderius, pero no había rastro de él.
–¡Joder! –masculló.
Se frotó el hombro, aún dolorido por el ataque de Tabitha. Mientras intentaba disminuir el dolor, la imagen de Tabitha fue reemplazada por la de su hermana. Vio a _____ con una sonrisa en los labios y tendida sobre él la noche anterior mientras le hacía el amor de la forma más tierna. Nunca había sentido por nadie lo que sentía por ella.
«Porque te amo.»
Esas tres palabras flotaban en su corazón. Sabía que eran ciertas porque los sentimientos de _____ se translucían en su voz. Había sido sincera con él como nadie lo había sido jamás.
Lo amaba.
Y él a ella.
La amaba tanto que quería morirse si no podía tenerla. Las Parcas eran unas putas retorcidas. Hacía siglos que lo sabía, no obstante, en mitad de la noche helada, ese hecho le quemaba las entrañas.
Ven por mí, _____, te necesito.
El rumbo de sus pensamientos hizo que pusiera una mueca de dolor.
–No pienses en eso –se dijo a sí mismo en un murmullo, sabiendo que era inútil.
Ojalá pudiera pedir un deseo…
Se obligó a pensar en otra cosa. Tenía una misión que cumplir. Debía detener a Desiderius. En ese momento, su móvil comenzó a sonar. Lo cogió de la funda que llevaba asegurada al cinturón y contestó. Era Talon.
–Ash quiere que te diga que se está cociendo algo raro. Los Daimons están atacando en grupos grandes esta noche. Yo he pulverizado ya a diez y él va tras cuatro ahora mismo. Quiere que estés alerta.
–Dile al abuelito que no se preocupe. Todo está tranquilo en el Barrio Francés.
–Vale, pero no te muevas de ahí.
–No te preocupes. Sé arreglármelas solo.
–Por cierto –le dijo Talon– Eric está con Tabitha. Dice que ha salido en busca de Desiderius.
–Me estás tomando el pelo.
–Ojalá. Ash iba tras ella en el Garden District, pero tuvo que dejar de seguirla al ver a un grupo de Daimons que perseguían a unos turistas.
Mientras colgaba, el localizador comenzó a sonar. Era la señal que avisaba de la presencia de Daimons en los alrededores. Sacó el dispositivo del bolsillo y siguió el rastro de la actividad neuronal de los vampiros hasta un callejón situado en la calle paralela a la que él estaba.
Al llegar a la zona, totalmente oscura, encontró seis Daimons atacando a cuatro humanos.
–¡Eh! –los llamó, distrayendo su atención de las víctimas. Hizo a un lado el abrigo y sacó la espada retráctil. Presionó el botón de la empuñadura y la hoja se extendió, alcanzado el metro y medio de longitud– Decidme –siguió hablando mientras blandía la espada a su alrededor– ¿alguna vez habéis visto a un general de la Antigua Grecia cabreado?
Los Daimons se miraron, cautelosos, entre sí.
Joe se agachó, sujetando la espada con ambas manos, sin dejar de observarlos.
–No es una imagen muy agradable, la verdad.
–¡Cogedlo! –gritó el líder.
Y, al unísono, todos se lanzaron a por él.
Desvió al primero con una estocada que acabó convirtiéndolo en una nube de polvo. Al instante, se giró con la habilidad de un felino y lanzó un golpe directo al estómago del segundo. El vampiro jadeó y se desintegró.
Antes de que pudiera recuperarse, uno de los vampiros lo cogió por el brazo herido y le quitó la espada. Joe se giró y lo golpeó con la punta de la bota.
También desapareció.
Otro lo agarró por la cintura y lo lanzó contra la pared mientras dos más se acercaban. Dio una patada en la cintura al primero de ellos, al mismo tiempo que los dos que se acercaban se convertían en polvo… y vio a Tabitha que se sostenía en pie a duras penas.
–Chuparos ésa, asquerosos vampiros –exclamó mientras le lanzaba un shuriken a Joe.
Perplejo ante el hecho de que Tabitha estuviera ayudándolo en lugar de atacarlo, cogió la estrella y la utilizó para acabar con el último vampiro.
Cuando llegó junto a ella, la encontró arrodillada en el suelo. Tenía una herida en el cuello que sangraba profusamente y apenas se veía color en su rostro. Joe se desgarró la camisa para hacer una compresa y llamó a una ambulancia.
–¿Eric? –preguntó ella con voz tensa, intentando distinguir entre la oscuridad a las otras víctimas que yacían en el suelo–. ¿Está muerto?
–Estoy aquí, nena.
Eric llegó a trompicones junto a ellos y se dejó caer junto a Tabitha, al tiempo que la abrazaba.
–No va a morir –le aseguró Joe.
El muchacho asintió con la cabeza.
–Intenté convencerla de que no saliera esta noche; le dije que las cosas iban a ponerse feas, pero no me escuchó.
–Es cosa de familia.
Tabitha rozó el brazo de Joe mientras él le daba la dirección al 911. Cuando acabó de hablar, la vio mirándolo fijamente. Tenía el ceño arrugado y sus ojos lo observaban incrédulos.
–¿Por qué me has salvado?
–Eso es lo que hace Joe, Tabby –susurró Eric.
Mientras Eric se ocupaba de su novia, Joe se acercó a los otros dos amigos que aún yacían en el suelo.
Eran los mismos que lo habían atacado en casa de Esmeralda. Por desgracia, no habían corrido la misma suerte que Tabitha y Eric.
–Eric –lo increpó, volviendo junto a ellos– ¿qué ha sucedido?
El muchacho se encogió de hombros.
–Los teníamos atrapados y, en un abrir de ojos, se abalanzaron sobre nosotros.
–¿Dijeron algo?
Eric se puso muy pálido y abrazó a Tabitha con más fuerza.
–«Voy a tragarme tu alma».
Joe lo miró fijamente un instante y apretó los dientes ante el retorcido sentido del humor de los vampiros.
–Los Daimons ven demasiadas películas de serie B.
Tabitha alargó un brazo y tocó la mano de Joe.
–Gracias.
Él asintió.
–No he hecho más que devolverte el favor.
–Joe, tío –jadeó Eric–. Tenías razón. Nunca he visto a ningún Daimon moverse como se movían éstos. Debería haber escuchado tu advertencia.
Frunciendo el ceño, Tabitha los miró alternativamente.
–¿Os conocéis?
–Mi padre trabajaba para Talon, el amigo de Joe. –Eric miró a Joe a los ojos–. He conocido a Joe durante toda mi vida, Tabby. Créeme, es uno de los buenos.
Antes de que ella pudiera contestar, llegó la ambulancia.
Joe esperó hasta que los dos estuvieron dentro, al cuidado de los sanitarios, y llamó a _____ para contarle lo sucedido.
No cogió el teléfono.
Llamó a su madre, a su hermana y marcó el teléfono de su propia casa. Nadie contestaba.
Con un nudo en el estómago provocado por el miedo, corrió hacia el coche.
Quizás _____ estaba todavía en su casa, esperándolo.
O quizás Desiderius la ha atrapado…
Se la imaginó siendo atacada como Tabitha. La vio muerta en un charco de sangre como los amigos de su hermana. El dolor y el pánico le retorcían las entrañas. _____ tenía que estar bien. No podría seguir viviendo si algo le sucedía.
Condujo como un poseso hacia su casa, tan rápido como el Lamborghini se lo permitió.
Temblando de angustia, atravesó el garaje a la carrera y entró en la casa, atento a cualquier sonido.
Por favor, Zeus, cualquier cosa menos que le hayan hecho daño.
La escuchó en la planta alta, tarareando la canción de Grieg en su habitación.
El alivio y la gratitud que sintió fueron tan intensos que estuvo a punto de tropezarse. Tenía que verla para saber que estaba bien. Inspiró hondo, aliviado, y subió las escaleras de dos en dos.
Al abrir la puerta de la habitación se quedó helado.
_____ había encendido todas las velas de los candelabros y llevaba el camisón blanco más corto y transparente que había visto en su vida. Sus largas piernas estaban cubiertas por unas medias, sujetas por un liguero de encaje blanco. Estaba de espaldas a él, inclinada sobre la cama, perfumando las sábanas con el aceite de aroma a rosas que solía usar después del baño. El contorno de su cuerpo alcanzaba la perfección bajo la luz de las velas.
Joe estalló en llamas mientras la observaba. Abrumado por sus emociones, se acercó a la cama y la abrazó por la espalda. La sujetó con fuerza y apoyó la cabeza sobre la de ella, temblando de alivio.
_____ estaba sana y salva.
Ella gimió de placer y Joe sintió que ese sonido le sacudía todo el cuerpo, intensificando el deseo.
–Tócame, Joe –jadeó ella, apartándole las manos de la cintura para llevárselas a los pechos–. Esta noche necesito sentirte.
Él también lo necesitaba. Después del miedo de pensar que la había perdido, necesitaba sentirla con tanta desesperación que la cabeza le daba vueltas si se paraba a pensarlo.
Bajó la cabeza para saborear la piel de ese cuello perfumado al tiempo que gruñía de satisfacción al sentir en las manos esos pezones erguidos, cubiertos por el camisón de gasa.
Ella se giró entre sus brazos, alzó las manos y le quitó las gafas de sol antes de reclamar sus labios.
–_____ –balbució él, mientras el aroma a rosas invadía sus sentidos, hechizándolo–. ¿Qué me has hecho?
Ella le contestó lamiéndole el mentón, descendiendo hasta la barbilla y de allí hasta el cuello. Miles de escalofríos le recorrieron el cuerpo mientras _____ le quitaba el abrigo, dejando que se deslizara por sus hombros y que cayera libremente al suelo. Tiró de la camisa para sacarla de debajo de la cinturilla del pantalón y metió la mano por debajo de ella, dejando un rastro de fuego en el torso de Joe.
Su instinto le decía que se alejara de ella, pero no podía hacerlo. Ni ahora, ni nunca.
Amaba a esa mujer. No había otro modo de explicarlo. Era la otra mitad de su alma; no podía seguir negándolo. Y, aunque sólo tuviera ese pequeño instante, disfrutaría del amor que sentía por ella. Disfrutaría del deseo que despertaba en él.
Con los ojos enfebrecidos por la pasión, _____ le desabrochó los pantalones y deslizó las manos por su endurecido miembro.
–Me encanta acariciarte –murmuró ella, comenzando a mover las manos–. Dime, Joe, ¿puedes leerme la mente?
Él cerró los ojos, extasiado ante sus caricias. Cuando sintió que _____ cubría los testículos con una mano se estremeció de la cabeza a los pies.
–No –jadeó–. Prescindí de ese poder cuando me pediste que no volviera a hacerlo.
La alzó y la sentó en el borde de la cama mientras él se quedaba de pie entre sus rodillas. Ella le sonrió de un modo que lo dejó flotando y comenzó a desabrocharse la parte delantera del camisón, ofreciéndole sus pechos desnudos.
Ardiendo de deseo, Joe le separó las piernas para poder mirarla. ¡Por los dioses! Cómo le gustaba contemplarla. Se puso de rodillas y la tomó con la boca.
Ella dejó escapar un grito ahogado al sentir la boca de Joe sobre su sexo. Él cerró los ojos, la acarició con la lengua y notó cómo le temblaban los muslos, a ambos lados de su cabeza, mientras la llevaba al orgasmo. Lo agarró del pelo y comenzó a mover las caderas, frotándose contra él.
–¡Oh, sí! –gimió.
Joe esperó hasta que pasó el último estremecimiento y, sólo entonces, se levantó.
_____ lo miraba con los ojos cargados de deseo. Se incorporó hasta quedar de rodillas en la cama y acabó de desvestirlo. Una vez estuvo desnudo, bajó del colchón y se colocó delante de él, dándole la espalda.
Sin necesidad de explicaciones, Joe supo lo que quería. De su garganta escapó un gruñido al tiempo que se introducía en ella desde atrás con un poderoso envite.
Ella gimió de placer, se alzó hasta quedar de puntillas y volvió a descender para recibir su verga hasta el fondo.
Joe temblaba de arriba abajo.
La besó en el hombro y deslizó la mano por la tersa piel de su vientre antes de buscar los rizos de su entrepierna para acariciarle el clítoris. Comenzó a mover la mano muy despacio y dejó las caderas inmóviles. Quería que fuese ella la que tomara el control de la situación.
Y ella se encargó de moverse hasta que volvió a correrse de nuevo, gritando
su nombre.
Joe salió de ella al sentir que sus poderes se desvanecían ante la proximidad de su orgasmo. El dolor del deseo insatisfecho era tan grande que tuvo que concentrarse en seguir respirando para no doblarse en dos.
Pero, por una vez, _____ no parecía estar dispuesta a compadecerse de él; al contrario, se dio la vuelta y lo besó con avidez.
–_____ –jadeó él, intentando alejarse.
–Shhh, Joe –murmuró sobre sus labios–. Confía en mí.
En contra de todos sus instintos, lo hizo. Dejó que lo tumbara en la cama, que se subiera sobre él y volvió a estremecerse cuando guió su pene de nuevo al interior de su cuerpo. Era tan maravilloso estar dentro de ella… sentir el placer de _____ mientras lo montaba.
Cuando sintió que su orgasmo era imparable, se dejó guiar por ella y dio la vuelta en el colchón hasta que la tuvo debajo, con sus piernas alrededor de la cintura. Sintiéndose un poco mejor en esa posición, comenzó a penetrarla con embestidas fuertes y rápidas.
Y, esta vez, cuando estaba a punto de retirarse, ella lo envolvió con todo su cuerpo y lo abrazó con fuerza. Joe frunció el ceño al sentir que _____ movía las caderas, introduciéndose su miembro hasta el fondo y gimiendo mientras su vagina se cerraba a su alrededor.
–_____, para –jadeó sin aliento. Si seguía haciendo eso, estaría perdido.
Intentó retirarse otra vez y, de nuevo, ella se lo impidió, frotándose contra él. Joe apretó los dientes intentando detener el orgasmo. Y lo consiguió hasta que sintió que ella se corría de nuevo. Los gritos de _____, combinados con los espasmos de su cuerpo, fueron más de lo que podía soportar.
Y, en contra de su voluntad, alcanzó el clímax. Echó la cabeza hacia atrás y gritó por la intensidad del placer. No había nada mejor que estar entre los brazos de _____. En su cuerpo.
Por primera vez en dos mil años, se sintió en casa.
Mientras esos sentimientos lo embargaban, notó que sus poderes de Cazador Oscuro se desvanecían.
¡No!
_____ le dio un beso ligero en los labios y se giró, con él en los brazos, hasta que lo dejó apoyado sobre el colchón, con ella encima. Estaba demasiado débil para protestar. Lo único que podía hacer era mirarla.
Ella salió de la cama y se puso una bata.
–¿_____? –la llamó.
Regresó al momento con una copa de vino.
–No pasa nada. Estoy aquí, amor mío –le dijo.
Le acercó la copa a los labios y él bebió, totalmente confiado. Tras unos minutos, la habitación comenzó a girar a su alrededor.
–¿Qué estás haciendo? –preguntó Joe, consumido por el terror.
Pero lo sabía. Como Theone hiciera, tantos siglos atrás, _____ lo había drogado.
Lo último que alcanzó a ver fue cómo ella abría la puerta de la habitación para dejar pasar a Desiderius.
–¡¿Tú?! –gritó _____, al tiempo que corría hacia la puerta.
Cliff la atrapó.
–No tan rápido.
–¿Cómo has podido? –le preguntó a su ex, antes de girarse para lanzar una furiosa mirada a Desiderius–. No entiendo porqué estás aquí. ¿Cómo…?
El Daimon sonrió.
–Por favor, no conviertas la situación en un manido cliché. Ya es bastante odioso haber tenido que recurrir a un plan tan burdo para capturar a Joe. ¿Qué esperas, que ahora abandone el plan para que puedas escapar y matarme? –Meneó la cabeza–. Yo también veo películas malas, ¿sabes?
En ese mismo instante, sintió a Desiderius en sus pensamientos. Lo sintió hurgar y rebuscar entre sus recuerdos. La cabeza empezó a dolerle y todo comenzó a dar vueltas a su alrededor, mientras por su mente pasaban las imágenes más horribles. Imágenes de Desiderius abrazándola, acariciándola. Y de su aliento sobre el cuello…
Y, por si eso fuera poco, la cosa empeoró más. _____ sintió que las barreras que protegían su mente caían bajo la presión de su brutal asalto.
–Es tal y como me prometiste, Cliff. –Su voz sonaba lejana, como un débil susurro arrastrado por el viento–. Sus poderes son puros, inmaculados.
–Lo sé. Eso fue lo que me atrajo de ella la primera vez que la vi. –Cliff sonrió–. Y con la información que reunimos sobre la forma de luchar de Joe aquella noche en el callejón, no deberíamos tener ningún problema para vencerlo.
Desiderius se detuvo para contemplar a ese ser inferior. Consideraba a los humanos como las bestias más bajas de la creación. Eran, después de todo, alimento para los dioses. Sólo había una cosa inferior a un humano: los mestizos como Cliff. Medio apolita y medio humano, él se había aprovechado de semejante cobarde llorón para sus propios fines.
Con todo, debía estar agradecido al padre apolita de Cliff por haber muerto antes de poder explicarle la verdad sobre la mitad de su herencia genética.
Y con respecto a la madre de Cliff… bueno, había resultado ser un delicioso bocado.
Siempre había sabido que tener un mestizo como mascota resultaría útil algún día. Todos esos años obligado a criar a esa asquerosa criatura no le parecían tan repulsivos en esos momentos.
Y cuando Cliff descubrió a esa pequeña hechicera en su oficina, él se había limitado a esperar que su mascota destapara y desarrollara las habilidades psíquicas de la chica antes de que él tomara su alma junto con esos poderes.
Pero ella se había resistido.
¿Quién iba a imaginarse el resultado de todo esto? Tras el ataque de pánico de Cliff el día que conoció a la hermana de _____, y que lo llevó a romper con ella, supo que tenía que actuar con rapidez para reclamar a la bruja antes de que escapara de sus garras. Tan pronto como Cliff le contó lo unidas que estaban las gemelas y las frecuentes visitas que había hecho como novio de _____ a casa de Tabitha, su plan empezó a tomar forma.
Cuando encadenó a _____ y al Cazador Oscuro, esperando que él la confundiera con su gemela, pensaba que ella recurriría a sus poderes, presa del pánico, y los usaría para acabar con él y, de ese modo, proteger a su hermana. Jamás se le había pasado por la imaginación que ella usara sus poderes para proteger al Cazador.
Pero tampoco es que eso importara mucho. Ahora que había destapado por completo esos poderes, la chica estaba lista para el empujoncito.
–¿Lo harás ahora? –le preguntó Cliff–. ¿Me convertirás en inmortal?
–Por supuesto.
_____ apenas se dio cuenta que el Daimon se acercaba a Cliff y lo abrazaba. Vio el destello de sus colmillos décimas de segundo antes de que Desiderius los hundiera en el cuello de su ex.
La cabeza comenzó a darle aún más vueltas y sintió que se alzaba sobre el suelo. Demasiado tarde, comprendió que sus pensamientos ya no le pertenecían.
Joe se detuvo en el centro del Barrio Francés y miró a su alrededor; el largo abrigo de cuero negro se arremolinaba alrededor de sus piernas. Bourbon Street estaba plagado de turistas, totalmente ajenos al peligro. Algunos se detenían al verlo vestido de negro y con las gafas de sol que le protegían los ojos de las potentes luces.
A sus oídos llegaba la cacofonía provocada por la mezcla de jazz, rock y las risas que arrastraba el frío viento invernal.
Apartando la mente de esas distracciones, echó mano de sus poderes y de la tecnología para hallar a Desiderius, pero no había rastro de él.
–¡Joder! –masculló.
Se frotó el hombro, aún dolorido por el ataque de Tabitha. Mientras intentaba disminuir el dolor, la imagen de Tabitha fue reemplazada por la de su hermana. Vio a _____ con una sonrisa en los labios y tendida sobre él la noche anterior mientras le hacía el amor de la forma más tierna. Nunca había sentido por nadie lo que sentía por ella.
«Porque te amo.»
Esas tres palabras flotaban en su corazón. Sabía que eran ciertas porque los sentimientos de _____ se translucían en su voz. Había sido sincera con él como nadie lo había sido jamás.
Lo amaba.
Y él a ella.
La amaba tanto que quería morirse si no podía tenerla. Las Parcas eran unas putas retorcidas. Hacía siglos que lo sabía, no obstante, en mitad de la noche helada, ese hecho le quemaba las entrañas.
Ven por mí, _____, te necesito.
El rumbo de sus pensamientos hizo que pusiera una mueca de dolor.
–No pienses en eso –se dijo a sí mismo en un murmullo, sabiendo que era inútil.
Ojalá pudiera pedir un deseo…
Se obligó a pensar en otra cosa. Tenía una misión que cumplir. Debía detener a Desiderius. En ese momento, su móvil comenzó a sonar. Lo cogió de la funda que llevaba asegurada al cinturón y contestó. Era Talon.
–Ash quiere que te diga que se está cociendo algo raro. Los Daimons están atacando en grupos grandes esta noche. Yo he pulverizado ya a diez y él va tras cuatro ahora mismo. Quiere que estés alerta.
–Dile al abuelito que no se preocupe. Todo está tranquilo en el Barrio Francés.
–Vale, pero no te muevas de ahí.
–No te preocupes. Sé arreglármelas solo.
–Por cierto –le dijo Talon– Eric está con Tabitha. Dice que ha salido en busca de Desiderius.
–Me estás tomando el pelo.
–Ojalá. Ash iba tras ella en el Garden District, pero tuvo que dejar de seguirla al ver a un grupo de Daimons que perseguían a unos turistas.
Mientras colgaba, el localizador comenzó a sonar. Era la señal que avisaba de la presencia de Daimons en los alrededores. Sacó el dispositivo del bolsillo y siguió el rastro de la actividad neuronal de los vampiros hasta un callejón situado en la calle paralela a la que él estaba.
Al llegar a la zona, totalmente oscura, encontró seis Daimons atacando a cuatro humanos.
–¡Eh! –los llamó, distrayendo su atención de las víctimas. Hizo a un lado el abrigo y sacó la espada retráctil. Presionó el botón de la empuñadura y la hoja se extendió, alcanzado el metro y medio de longitud– Decidme –siguió hablando mientras blandía la espada a su alrededor– ¿alguna vez habéis visto a un general de la Antigua Grecia cabreado?
Los Daimons se miraron, cautelosos, entre sí.
Joe se agachó, sujetando la espada con ambas manos, sin dejar de observarlos.
–No es una imagen muy agradable, la verdad.
–¡Cogedlo! –gritó el líder.
Y, al unísono, todos se lanzaron a por él.
Desvió al primero con una estocada que acabó convirtiéndolo en una nube de polvo. Al instante, se giró con la habilidad de un felino y lanzó un golpe directo al estómago del segundo. El vampiro jadeó y se desintegró.
Antes de que pudiera recuperarse, uno de los vampiros lo cogió por el brazo herido y le quitó la espada. Joe se giró y lo golpeó con la punta de la bota.
También desapareció.
Otro lo agarró por la cintura y lo lanzó contra la pared mientras dos más se acercaban. Dio una patada en la cintura al primero de ellos, al mismo tiempo que los dos que se acercaban se convertían en polvo… y vio a Tabitha que se sostenía en pie a duras penas.
–Chuparos ésa, asquerosos vampiros –exclamó mientras le lanzaba un shuriken a Joe.
Perplejo ante el hecho de que Tabitha estuviera ayudándolo en lugar de atacarlo, cogió la estrella y la utilizó para acabar con el último vampiro.
Cuando llegó junto a ella, la encontró arrodillada en el suelo. Tenía una herida en el cuello que sangraba profusamente y apenas se veía color en su rostro. Joe se desgarró la camisa para hacer una compresa y llamó a una ambulancia.
–¿Eric? –preguntó ella con voz tensa, intentando distinguir entre la oscuridad a las otras víctimas que yacían en el suelo–. ¿Está muerto?
–Estoy aquí, nena.
Eric llegó a trompicones junto a ellos y se dejó caer junto a Tabitha, al tiempo que la abrazaba.
–No va a morir –le aseguró Joe.
El muchacho asintió con la cabeza.
–Intenté convencerla de que no saliera esta noche; le dije que las cosas iban a ponerse feas, pero no me escuchó.
–Es cosa de familia.
Tabitha rozó el brazo de Joe mientras él le daba la dirección al 911. Cuando acabó de hablar, la vio mirándolo fijamente. Tenía el ceño arrugado y sus ojos lo observaban incrédulos.
–¿Por qué me has salvado?
–Eso es lo que hace Joe, Tabby –susurró Eric.
Mientras Eric se ocupaba de su novia, Joe se acercó a los otros dos amigos que aún yacían en el suelo.
Eran los mismos que lo habían atacado en casa de Esmeralda. Por desgracia, no habían corrido la misma suerte que Tabitha y Eric.
–Eric –lo increpó, volviendo junto a ellos– ¿qué ha sucedido?
El muchacho se encogió de hombros.
–Los teníamos atrapados y, en un abrir de ojos, se abalanzaron sobre nosotros.
–¿Dijeron algo?
Eric se puso muy pálido y abrazó a Tabitha con más fuerza.
–«Voy a tragarme tu alma».
Joe lo miró fijamente un instante y apretó los dientes ante el retorcido sentido del humor de los vampiros.
–Los Daimons ven demasiadas películas de serie B.
Tabitha alargó un brazo y tocó la mano de Joe.
–Gracias.
Él asintió.
–No he hecho más que devolverte el favor.
–Joe, tío –jadeó Eric–. Tenías razón. Nunca he visto a ningún Daimon moverse como se movían éstos. Debería haber escuchado tu advertencia.
Frunciendo el ceño, Tabitha los miró alternativamente.
–¿Os conocéis?
–Mi padre trabajaba para Talon, el amigo de Joe. –Eric miró a Joe a los ojos–. He conocido a Joe durante toda mi vida, Tabby. Créeme, es uno de los buenos.
Antes de que ella pudiera contestar, llegó la ambulancia.
Joe esperó hasta que los dos estuvieron dentro, al cuidado de los sanitarios, y llamó a _____ para contarle lo sucedido.
No cogió el teléfono.
Llamó a su madre, a su hermana y marcó el teléfono de su propia casa. Nadie contestaba.
Con un nudo en el estómago provocado por el miedo, corrió hacia el coche.
Quizás _____ estaba todavía en su casa, esperándolo.
O quizás Desiderius la ha atrapado…
Se la imaginó siendo atacada como Tabitha. La vio muerta en un charco de sangre como los amigos de su hermana. El dolor y el pánico le retorcían las entrañas. _____ tenía que estar bien. No podría seguir viviendo si algo le sucedía.
Condujo como un poseso hacia su casa, tan rápido como el Lamborghini se lo permitió.
Temblando de angustia, atravesó el garaje a la carrera y entró en la casa, atento a cualquier sonido.
Por favor, Zeus, cualquier cosa menos que le hayan hecho daño.
La escuchó en la planta alta, tarareando la canción de Grieg en su habitación.
El alivio y la gratitud que sintió fueron tan intensos que estuvo a punto de tropezarse. Tenía que verla para saber que estaba bien. Inspiró hondo, aliviado, y subió las escaleras de dos en dos.
Al abrir la puerta de la habitación se quedó helado.
_____ había encendido todas las velas de los candelabros y llevaba el camisón blanco más corto y transparente que había visto en su vida. Sus largas piernas estaban cubiertas por unas medias, sujetas por un liguero de encaje blanco. Estaba de espaldas a él, inclinada sobre la cama, perfumando las sábanas con el aceite de aroma a rosas que solía usar después del baño. El contorno de su cuerpo alcanzaba la perfección bajo la luz de las velas.
Joe estalló en llamas mientras la observaba. Abrumado por sus emociones, se acercó a la cama y la abrazó por la espalda. La sujetó con fuerza y apoyó la cabeza sobre la de ella, temblando de alivio.
_____ estaba sana y salva.
Ella gimió de placer y Joe sintió que ese sonido le sacudía todo el cuerpo, intensificando el deseo.
–Tócame, Joe –jadeó ella, apartándole las manos de la cintura para llevárselas a los pechos–. Esta noche necesito sentirte.
Él también lo necesitaba. Después del miedo de pensar que la había perdido, necesitaba sentirla con tanta desesperación que la cabeza le daba vueltas si se paraba a pensarlo.
Bajó la cabeza para saborear la piel de ese cuello perfumado al tiempo que gruñía de satisfacción al sentir en las manos esos pezones erguidos, cubiertos por el camisón de gasa.
Ella se giró entre sus brazos, alzó las manos y le quitó las gafas de sol antes de reclamar sus labios.
–_____ –balbució él, mientras el aroma a rosas invadía sus sentidos, hechizándolo–. ¿Qué me has hecho?
Ella le contestó lamiéndole el mentón, descendiendo hasta la barbilla y de allí hasta el cuello. Miles de escalofríos le recorrieron el cuerpo mientras _____ le quitaba el abrigo, dejando que se deslizara por sus hombros y que cayera libremente al suelo. Tiró de la camisa para sacarla de debajo de la cinturilla del pantalón y metió la mano por debajo de ella, dejando un rastro de fuego en el torso de Joe.
Su instinto le decía que se alejara de ella, pero no podía hacerlo. Ni ahora, ni nunca.
Amaba a esa mujer. No había otro modo de explicarlo. Era la otra mitad de su alma; no podía seguir negándolo. Y, aunque sólo tuviera ese pequeño instante, disfrutaría del amor que sentía por ella. Disfrutaría del deseo que despertaba en él.
Con los ojos enfebrecidos por la pasión, _____ le desabrochó los pantalones y deslizó las manos por su endurecido miembro.
–Me encanta acariciarte –murmuró ella, comenzando a mover las manos–. Dime, Joe, ¿puedes leerme la mente?
Él cerró los ojos, extasiado ante sus caricias. Cuando sintió que _____ cubría los testículos con una mano se estremeció de la cabeza a los pies.
–No –jadeó–. Prescindí de ese poder cuando me pediste que no volviera a hacerlo.
La alzó y la sentó en el borde de la cama mientras él se quedaba de pie entre sus rodillas. Ella le sonrió de un modo que lo dejó flotando y comenzó a desabrocharse la parte delantera del camisón, ofreciéndole sus pechos desnudos.
Ardiendo de deseo, Joe le separó las piernas para poder mirarla. ¡Por los dioses! Cómo le gustaba contemplarla. Se puso de rodillas y la tomó con la boca.
Ella dejó escapar un grito ahogado al sentir la boca de Joe sobre su sexo. Él cerró los ojos, la acarició con la lengua y notó cómo le temblaban los muslos, a ambos lados de su cabeza, mientras la llevaba al orgasmo. Lo agarró del pelo y comenzó a mover las caderas, frotándose contra él.
–¡Oh, sí! –gimió.
Joe esperó hasta que pasó el último estremecimiento y, sólo entonces, se levantó.
_____ lo miraba con los ojos cargados de deseo. Se incorporó hasta quedar de rodillas en la cama y acabó de desvestirlo. Una vez estuvo desnudo, bajó del colchón y se colocó delante de él, dándole la espalda.
Sin necesidad de explicaciones, Joe supo lo que quería. De su garganta escapó un gruñido al tiempo que se introducía en ella desde atrás con un poderoso envite.
Ella gimió de placer, se alzó hasta quedar de puntillas y volvió a descender para recibir su verga hasta el fondo.
Joe temblaba de arriba abajo.
La besó en el hombro y deslizó la mano por la tersa piel de su vientre antes de buscar los rizos de su entrepierna para acariciarle el clítoris. Comenzó a mover la mano muy despacio y dejó las caderas inmóviles. Quería que fuese ella la que tomara el control de la situación.
Y ella se encargó de moverse hasta que volvió a correrse de nuevo, gritando
su nombre.
Joe salió de ella al sentir que sus poderes se desvanecían ante la proximidad de su orgasmo. El dolor del deseo insatisfecho era tan grande que tuvo que concentrarse en seguir respirando para no doblarse en dos.
Pero, por una vez, _____ no parecía estar dispuesta a compadecerse de él; al contrario, se dio la vuelta y lo besó con avidez.
–_____ –jadeó él, intentando alejarse.
–Shhh, Joe –murmuró sobre sus labios–. Confía en mí.
En contra de todos sus instintos, lo hizo. Dejó que lo tumbara en la cama, que se subiera sobre él y volvió a estremecerse cuando guió su pene de nuevo al interior de su cuerpo. Era tan maravilloso estar dentro de ella… sentir el placer de _____ mientras lo montaba.
Cuando sintió que su orgasmo era imparable, se dejó guiar por ella y dio la vuelta en el colchón hasta que la tuvo debajo, con sus piernas alrededor de la cintura. Sintiéndose un poco mejor en esa posición, comenzó a penetrarla con embestidas fuertes y rápidas.
Y, esta vez, cuando estaba a punto de retirarse, ella lo envolvió con todo su cuerpo y lo abrazó con fuerza. Joe frunció el ceño al sentir que _____ movía las caderas, introduciéndose su miembro hasta el fondo y gimiendo mientras su vagina se cerraba a su alrededor.
–_____, para –jadeó sin aliento. Si seguía haciendo eso, estaría perdido.
Intentó retirarse otra vez y, de nuevo, ella se lo impidió, frotándose contra él. Joe apretó los dientes intentando detener el orgasmo. Y lo consiguió hasta que sintió que ella se corría de nuevo. Los gritos de _____, combinados con los espasmos de su cuerpo, fueron más de lo que podía soportar.
Y, en contra de su voluntad, alcanzó el clímax. Echó la cabeza hacia atrás y gritó por la intensidad del placer. No había nada mejor que estar entre los brazos de _____. En su cuerpo.
Por primera vez en dos mil años, se sintió en casa.
Mientras esos sentimientos lo embargaban, notó que sus poderes de Cazador Oscuro se desvanecían.
¡No!
_____ le dio un beso ligero en los labios y se giró, con él en los brazos, hasta que lo dejó apoyado sobre el colchón, con ella encima. Estaba demasiado débil para protestar. Lo único que podía hacer era mirarla.
Ella salió de la cama y se puso una bata.
–¿_____? –la llamó.
Regresó al momento con una copa de vino.
–No pasa nada. Estoy aquí, amor mío –le dijo.
Le acercó la copa a los labios y él bebió, totalmente confiado. Tras unos minutos, la habitación comenzó a girar a su alrededor.
–¿Qué estás haciendo? –preguntó Joe, consumido por el terror.
Pero lo sabía. Como Theone hiciera, tantos siglos atrás, _____ lo había drogado.
Lo último que alcanzó a ver fue cómo ella abría la puerta de la habitación para dejar pasar a Desiderius.
tianijonas
Re: *...Placeres De La Noche...* ~Joe&Tú~
nnnnnnnnnooooooooooooo
que carajos hizo la rayis!!!
como fue capaz de hacer eso....como es que dejo entrar a desiderius...usshhh tengo rabia, angustia preocupacion, tristeza
mujer quieres matarme o q???
sube mas capss por favor...jajja tengo hasta el corazon acelerado jajajja
sube mas plisssssssssss
que carajos hizo la rayis!!!
como fue capaz de hacer eso....como es que dejo entrar a desiderius...usshhh tengo rabia, angustia preocupacion, tristeza
mujer quieres matarme o q???
sube mas capss por favor...jajja tengo hasta el corazon acelerado jajajja
sube mas plisssssssssss
Julieta♥
Re: *...Placeres De La Noche...* ~Joe&Tú~
Julieta escribió:nnnnnnnnnooooooooooooo
que carajos hizo la rayis!!!
como fue capaz de hacer eso....como es que dejo entrar a desiderius...usshhh tengo rabia, angustia preocupacion, tristeza
mujer quieres matarme o q???
sube mas capss por favor...jajja tengo hasta el corazon acelerado jajajja
sube mas plisssssssssss
OhOh... tranqui pprincesa jajajajajja
ya llega el final... pero bueno...
te subo uno mas y te calmas? :) jejeje
tianijonas
Re: *...Placeres De La Noche...* ~Joe&Tú~
jejej obvio siii...es de la unica que vuelva a respirar normalmente jejejje
Julieta♥
Re: *...Placeres De La Noche...* ~Joe&Tú~
*Capitulo 17*
Joe se despertó maniatado, con las manos sobre la cabeza. Estaba de pie, sobre un muro oscuro y húmedo en una casa desconocida. La habitación, que parecía antigua, estaba iluminada por velas cuya luz proyectaba sombras danzarinas a su alrededor. Se escuchaban murmullos de voces. Por el aspecto del lugar, suponía que se trataba de una vieja mansión, probablemente no muy lejos de su propia casa, en el Garden District.
Al observar con más atención la estancia, se dio cuenta de que _____ y Desiderius estaban muy cerca de él. El Daimon la abrazaba por los hombros.
La incredulidad de la situación lo dejó abrumado.
Otra vez no. ¡Dioses del Olimpo! Otra vez no.
¿Cómo podía haber sido tan imbécil?
Su mente había intentado decirle que algo iba mal. Había sabido, desde un principio, que Desiderius sería capaz de atraparla. Pero no había hecho caso de sus instintos. Había dejado que su amor por ella, y la necesidad que despertaba en él, lo cegaran.
Cerró los ojos con fuerza.
Lo que más dolía era saber lo que el Daimon planeaba hacer con ella una vez acabara con él. Sin su protección, _____ estaba a merced del vampiro.
Le ocurriría lo mismo que a Theone. Cuando Valerius lo ejecutó, arrojó a su esposa a la calle diciéndole que no quería a una puta en la cama que, algún día, pudiera entregarlo impasiblemente a sus enemigos.
Puesto que Theone había traicionado al líder del ejército macedonio y había sido la causante de su derrota, le resultó imposible regresar a casa. La villa que tanto había amado había sido incendiada, sólo quedaron los cimientos.
Todas sus posesiones fueron confiscadas. Perseguida por sus compatriotas, huyó de Grecia a Roma y acabó como prostituta, cayendo cada vez más bajo.
Murió, de una enfermedad venérea, apenas dos años después que él. Al final, se enfrentó al destino que tanto había intentado evitar.
Al abrir los ojos, Joe miró a _____. Llevaba unos vaqueros y un jersey negro de cuello vuelto. El pelo peinado hacia atrás dejaba su perfil bien a la vista.
Agarraba con fuerza una muñeca.
¿Cómo había sido capaz de hacerle esto?
Pero, en ese momento, supo la verdad. Los poderes de Desiderius habían sido demasiado para ella. A pesar de los esfuerzos de D’Alerian, el Daimon había invadido sus sueños y ahora controlaba su mente.
La ira le oscureció la visión. No iba a permitir que la matara. Así no.
Olvidando la debilidad que lo invadía, agarró las cuerdas y tiró con toda la fuerza de la que fue capaz.
–Vaya, estás despierto.
Desiderius y _____ se acercaron hasta quedar frente a él. Con una mirada burlona, el Daimon colocó una mano sobre el hombro de _____.
–Duele, ¿no es cierto? Saber que voy a acostarme con ella antes de matarla, y que no podrás hacer nada para detenerme.
–Vete al infierno.
Desiderius rió.
–Tú primero, comandante; tú primero. –Pasó un dedo ahusado y de aspecto diabólico por el mentón de _____; no obstante, ella no reaccionó. Daba la sensación de estar sumida en una especie de trance–. La poseería delante de ti, aunque nunca me ha gustado tener espectadores. Nunca he sido tan retorcido. –Se rió de su propia broma.
Joe sintió que la cuerda cedía un tanto. Concentrándose en eso, se esforzó por soltarse.
Las ataduras volvieron a tensarse al instante.
Desiderius soltó otra carcajada.
–¿De verdad piensas que soy tan estúpido como para dejarte libre? –Dio un paso adelante y se colocó delante de él hasta quedar nariz con nariz–. Esta vez no correré el riesgo de que sobrevivas.
Joe lo miró con una sonrisa satisfecha, como si el vampiro no fuese más que un mosquito zumbando alrededor de su cabeza.
–¡Ooooh! Mira cómo tiemblo…
Desiderius lo observó con incredulidad.
–¿Es que no hay modo de asustarte?
Joe le lanzó una escueta mirada.
–Me he enfrentado a una legión romana con sólo una espada para protegerme. ¿Por qué iba a asustarme un Daimon de tres al cuarto, que no pasa de ser un semidiós con complejo de inferioridad?
Desiderius siseó y le enseñó los colmillos. Agarró una ballesta que había en la mesa y la cargó con una flecha de acero.
–Aprenderás a no burlarte de mí. Soy un enemigo demasiado poderoso.
–¿Y por qué? ¿Qué te hace tan especial?
–Mi padre es Baco. ¡Soy un dios!
Joe resopló. La primera regla de la guerra: haz que el enemigo pierda la paciencia. Las emociones nublan la razón y hacen que uno cometa estupideces. De ese modo, tendría la oportunidad de liberarse y salir de allí con _____.
Además, le gustaba el modo en que palpitaba esa vena en la sien de Desiderius. Era una forma de saber que no había perdido su «toque» a la hora de burlarse del enemigo.
–Eres patético; además de un psicópata y un matón. No me extraña que papaíto no quisiera ni verte.
Desiderius chilló de furia y golpeó el rostro de Joe con la ballesta. El golpe le provocó un terrible dolor. Sentía el sabor de la sangre en los labios. Se lamió el corte y chasqueó la lengua.
–No sabes nada de mi vida, Cazador Oscuro. No sabes lo que se siente cuando estás destinado a morir desde el día que naces.
–A todos nos ocurre eso.
–Sí, claro. A los humanos con sus vidas mortales, que son tres veces más extensas que las nuestras. ¡Cómo los compadezco! –Agarró a Joe por la garganta y le empujó la cabeza contra la pared–. ¿Sabes lo que se siente cuándo ves a la mujer que amas desintegrarse delante de tus narices? Eleanor sólo tenía veintisiete años. ¡Veintisiete! Hice todo lo que estuvo en mis manos para salvarla. Incluso le llevé un humano, pero se negó a quedarse con el alma que la hubiese salvado. Fue un ser puro hasta el final.
La mirada de Desiderius se ensombreció por los recuerdos.
–Era tan hermosa… tan dulce. Le supliqué a mi padre que me ayudara y él me dio la espalda. Así que vi cómo mi bella esposa se convertía en una anciana en unas cuantas horas. Vi cómo su cuerpo envejecía hasta que se desintegró entre mis brazos.
–Lo siento por ti –le dijo Joe en voz baja–. Pero eso no te exime de lo que has hecho.
Desiderius gritó, enfurecido.
–¿Y qué es lo que he hecho? No he hecho otra cosa que nacer dentro de una raza maldita y ver cómo los humanos malgastan el regalo que les ha sido concedido. Les hago un favor al matarlos. Los libero de sus insípidas y aburridas vidas. –Los ojos azules se oscurecieron peligrosamente.
»No sé si sabes que conseguí una copia de vuestro manual cuando maté a uno de tus compañeros, hace noventa años. Lo que más me sorprendió fue la recomendación de ir siempre a por el corazón de un Daimon; golpearlo en el lugar más vulnerable. –Apuntó a _____ con la ballesta–. Tu corazón es ella, ¿verdad?
Joe enmascaró el terror que sentía. Aunque estaba muy débil, se aferró a las cuerdas y alzó las piernas para golpear a Desiderius con las pocas fuerzas que le quedaban antes de que pudiera hacer daño a _____. El Daimon se tambaleó y la ballesta dejó de apuntarla.
–¡Corre, _____! –le gritó.
Ella no se movió.
Kyrian volvió a apoyarse en la pared.
–Joder, _____. Por favor, corre. Hazlo por mí.
Ella no parecía siquiera oírlo. Se limitaba a permanecer de pie, mirando al infinito mientras sostenía la muñeca y le tarareaba una canción.
Desiderius soltó una carcajada y se enderezó. Lamió la sangre que le corría por el labio y miró socarronamente a Joe.
–Es mía, Cazador. Puedes morir sabiendo que haré un buen uso de ella antes de quedarme con su alma y con sus poderes.
Compuso una diabólica sonrisa segundos antes de disparar la flecha directa a su corazón. La fuerza del golpe hizo que su cuerpo se aplastara contra el muro. Jadeó al sentir el dolor del acero que le desgarraba la carne.
El vampiro se acercó hasta que, de nuevo, estuvo delante de él. Con una mirada alegre, pasó el dedo sobre la sangre que rodeaba la herida.
–Una pena que la sangre de los Cazadores resulte venenosa. Estoy seguro de que es más sabrosa y espesa que la que tomo normalmente.
Joe apenas oía sus palabras; su corazón se esforzaba por seguir latiendo. Le zumbaban los oídos. Era el dolor más intenso que había sufrido jamás. Con la mirada borrosa, giró la cabeza para contemplar a _____ por última vez.
Parecía muy pálida mientras lo miraba y, por un momento, Joe imaginó que lo recordaba. Que sabía que estaba muriendo y que le importaba.
Si hubiese sido ella misma, habría corrido para estar a su lado. Al contrario que su esposa, habría llorado al saber que iba a morir. Y, de un modo extraño, saber eso lo reconfortaba.
Desiderius se apartó de él y se acercó a _____ para darle unos golpecitos en el hombro.
–Ve, _____. Dale un beso de tu despedida a tu amante.
Joe luchó por seguir respirando al tiempo que la veía aproximarse. Había tantas cosas que quería decirle… tantas cosas que deseaba haberle dicho mientras ella podía escucharlo…
Al menos no moriría solo.
–Te quiero, _____ –le susurró, deseando que, de algún modo, lo recordara más tarde y supiera que había sido sincero.
Ella se inclinó hacia delante, con una mirada perdida, y lo besó en los labios mientras presionaba una mano sobre su hombro. En ese momento sintió la proximidad de la muerte, la negrura que se cernía sobre él y, mientras moría, escuchó el murmullo de _____:
–Te amaré eternamente, mi guerrero oscuro.
Y, en ese instante, todo se desvaneció.
_____contuvo el aliento al sentir cómo el medallón se enfriaba encerrado en su mano, bajo el vestido de Starla, y el calor pasaba al cuerpo de Joe. Le temblaba la mano esperando a que él despertara. Con cada segundo que pasaba temblaba cada vez más.
No ocurre nada… ¡Dios, no!
¡Acheron le había mentido, después de todo!
Los ojos le escocían por las lágrimas y el medallón se había enfriado hasta parecer un trozo de hielo, antes de caer al suelo.
Y Joe seguía sin moverse. Seguía apoyado, inerte, sobre la pared, con el rostro ceniciento y el cuerpo frío.
¡No!
Todo había acabado. Joe estaba muerto.
¡No!
La perversa risa de Desiderius resonó en las paredes de la oscura habitación, e hizo que el alma de _____ sollozara de angustia.
Ella también quiso morirse en ese mismo instante. Era la culpable de todo lo que había sucedido. Se había limitado a permanecer allí quieta, viendo cómo Joe moría, sin hacer nada para salvarlo. Sentía cómo el dolor le cerraba la garganta y lo único que quería hacer era gritar.
«Te quiero, _____».
Las últimas palabras de Joe la perseguirían durante toda la vida.
Sollozando, pasó los brazos alrededor del cuerpo de Joe y lo abrazó con fuerza, deseando que despertara y le hablara.
Por favor, Dios mío, llévame a mí pero deja que él viva.
–¿_____? –la voz de Desiderius restalló con dureza, ordenándole que regresara a su lado.
Ella se aferró con más fuerza a Joe y apoyó la cabeza sobre su pecho, junto a la flecha, deseando poder darle su propia vida.
Se quedó helada al escuchar algo. Un sonido muy débil que la hizo volar.
Los latidos del corazón de Joe.
Se echó hacia atrás y vio cómo parpadeaba.
Joe contempló los ojos azul oscuro de _____, brillantes por las lágrimas. Ya no tenían una mirada vacía, al contrario, lo miraban fijamente con una expresión decidida. Y con amor.
Su rostro se suavizó mientras le pasaba una mano por el pecho y la flecha salía disparada.
Y, entonces, Joe supo que no lo había traicionado. Lo había liberado.
–Has recuperado tu alma, Joe de Tracia –murmuró, al tiempo que las cuerdas que le aprisionaban las muñecas se desataban–. Ahora, vamos a hacer que este cabrón pague por lo que ha hecho.
Desiderius gritó de furia al darse cuenta de lo que sucedía.
Joe ya no tenía sus poderes de Cazador Oscuro, pero le daba igual. Por primera vez en dos mil años, tenía su alma y esa sensación, sumada a la certeza de que _____ no lo había traicionado, le daba fuerzas.
Desiderius podía darse por muerto.
El vampiro corrió hacia la puerta pero, antes de que llegara, ésta se cerró con un portazo.
–No quiero que te vayas tan pronto de la fiesta –le dijo _____–. No después de todas las molestias que te has tomado para traernos aquí.
–¿_____? –la increpó Joe, inseguro.
Ella lo miró. Sus ojos lanzaban unos tenues destellos que le recordaban a los de Acheron.
–Desiderius ha liberado mis poderes –le dijo en voz baja–. Pensó en usar la telequinesia y la telepatía para sí mismo. –Miró al Daimon y le sonrió–. Sorpresa. Al liberarlos perdiste el control de mi mente.
Desiderius forcejeó para abrir la puerta.
Joe fue a por él, cual pantera hambrienta tras su presa.
–¿Qué te pasa, Desiderius? ¿Te asusta una simple mortal?
El vampiro se dio la vuelta con un gruñido.
–Puedo vencerte. Soy un dios.
–Entonces, hazlo.
Desiderius lanzó una maldición y se abalanzó sobre él. Lo cogió por la cintura y lo lanzó contra la pared antes de abrir la boca para morderle el cuello.
–¡Y una mierda! –masculló Joe–. No vayas a creer que he recuperado mi alma para que ahora te quedes con ella. –Y, acto seguido, le dio una patada en la ingle.
Desiderius se alejó de él, tambaleándose.
–¡Joe!
Al girarse, vio que _____ tenía su espada y se la lanzaba.
Extendió la hoja y fue tras Desiderius. El Daimon esquivó el ataque y alzó la mano para lanzarse una descarga astral. Joe soltó una maldición cuando la descarga lo hirió en el pecho, justo en el mismo lugar donde la flecha lo había atravesado. Retrocedió a punto de caer al suelo.
Vaya si dolía.
Atontado, se dio cuenta de que no sería capaz de defenderse del ataque de Desiderius. Lo único que hizo fue encogerse, en espera del golpe.
Pero éste no llegó.
_____ acababa de herir a Desiderius con una descarga de su propia cosecha.
Joe la miró con el ceño fruncido.
–Nena, ¿me dejas que me encargue de esto, por favor?
Ella lo miró, haciendo un mohín.
–Sólo intentaba ayudar. Además, ¿es que no estás ya lo bastante magullado?
_____ contuvo el aliento mientras los veía luchar. Aun débil, Joe era sorprendente. Saltó sobre Desiderius y volvió a coger la espada. El Daimon cogió una que había sobre la mesa y la blandió contra él. El sonido del acero reverberaba en la estancia cada vez que las espadas se encontraban.
–Vamos, cariño –susurró, agarrando la muñeca con fuerza.
Joe ganaría. Tenía que ganar. Ella no había pasado por semejante infierno como para verlo morir después.
Mientras los observaba luchar, se dio cuenta que el sol estaba saliendo. La luz comenzaba a filtrarse a través de las ventanas cerradas. Desiderius también se percató y soltó una maldición. Atacó a Joe con un movimiento ascendente de la espada que lo dejó desarmado.
_____ se quedó helada.
El Daimon sonrió y comenzó a alejar a Joe, muy despacio, del lugar donde había caído su espada.
–Sólo te diré una cosa –le dijo con entonación perversa–, ¿por qué no le das recuerdos a Hades de mi parte?
–¡Joe!
Se dio la vuelta y vio que _____ le lanzaba la muñeca. La cogió instintivamente y soltó un taco cuando las hojas ocultas en los pies de la Barbie le hirieron la mano.
En su rostro apareció una sonrisa.
Con una carcajada, se agachó para esquivar el golpe de Desiderius y hundió las hojas de la muñeca justo en el corazón del Daimon.
–Dáselos tú mismo –le contestó, observando a Desiderius, que lo miraba boquiabierto.
El tiempo se detuvo sin que ninguno de los dos desviara la mirada. Por el rostro del vampiro desfilaron multitud de emociones: incredulidad, miedo, ira… y dolor.
Y entonces, en un abrir y cerrar de ojos, Desiderius se desintegró.
Joe y _____ se quedaron petrificados al comprender la enormidad de lo sucedido.
Todo se había acabado. Desiderius estaba muerto. Tabitha y _____ estaban a salvo.
Joe tenía su alma.
Y la mujer que amaba le había salvado la vida.
Con el corazón en la garganta, Joe dejó caer la muñeca al suelo y se acercó a _____.
–Eres una actriz consumada.
–No. Estaba aterrorizada. –Le pasó la mano por el pecho sin poder evitar que temblara–. Estuve a punto de gritar cuando disparó la flecha. No puedes imaginarte lo duro que fue. Acheron me dijo que tenías que morir para poder ser libre y sabía que yo no sería capaz de matarte. Sabía que la única oportunidad que teníamos era dejar que Desiderius lo hiciera por mí.
Joe la tomó de la mano y, cuando sus dedos le acariciaron la palma, notó la quemadura. Le giró la mano y vio que tenía los símbolos del medallón grabados a fuego en la piel.
–Ha debido ser espantoso.
–Estoy bien.
Él se aclaró la garganta al escuchar el tono indiferente con el que lo había dicho. ¿Por qué le restaba importancia a lo que había hecho por él? Arqueó una ceja, sin poder creérselo. Se había destrozado la mano por salvarlo.
–Tendrás una cicatriz para toda la vida.
–No –le contestó con una sonrisa–. Creo que es lo más hermoso que he visto en la vida. –Se inclinó hacia delante y le susurró al oído–: Después de ti, claro.
Él le tomó el rostro con las manos y la besó.
–Gracias, _____.
Mientras lo miraba, la alegría se desvaneció de su rostro y, en su lugar, apareció una expresión temerosa.
–Julian y Acheron me dijeron que podías convocar a Artemisa y devolverle tu alma si querías.
–¿Y por qué iba a querer hacer eso?
Ella se encogió de hombros.
–Eres un Cazador Oscuro.
Él le dio un ligero beso en los labios.
–Lo que soy es un hombre enamorado de una mujer. Te quiero, _____. Para el resto de mi dichosamente corta vida como mortal. Quiero despertarme al amanecer contigo en los brazos y ver cómo nuestros hijos juegan y se pelean. ¡Coño! Hasta quiero ver cómo me replican.
Ella le sonrió.
–¿Estás seguro?
–Nunca he estado tan seguro de algo.
Ella lo cogió de la mano y lo guió hasta salir de la habitación.
Petrificado, se detuvo al contemplar los primeros rayos del sol iluminando la sala de estar. Por costumbre, retrocedió nada más verlos.
Pero la brillante luz no le hacía daño en los ojos. Ni le quemaba la piel.
Apretando con más fuerza la mano de _____, se obligó a seguir caminando hasta atravesar la puerta.
Y, por primera vez en dos mil años, caminó bajo la luz del día. La sensación del sol sobre la piel era increíble. La calidez; la brisa del amanecer provocándole un ligero escalofrío. Con el corazón latiéndole en los oídos, alzó la vista y contempló el cielo, de un azul pálido, surcado por unas nubecillas blancas.
Era un día glorioso.
Y se lo debía a _____.
Tiró de ella para estrecharla entre sus brazos y la apretó con fuerza.
–Salve Apolo –susurró.
_____ sonrió mientras lo abrazaba con ternura.
–No. ¡Salve Afrodita!
Joe se despertó maniatado, con las manos sobre la cabeza. Estaba de pie, sobre un muro oscuro y húmedo en una casa desconocida. La habitación, que parecía antigua, estaba iluminada por velas cuya luz proyectaba sombras danzarinas a su alrededor. Se escuchaban murmullos de voces. Por el aspecto del lugar, suponía que se trataba de una vieja mansión, probablemente no muy lejos de su propia casa, en el Garden District.
Al observar con más atención la estancia, se dio cuenta de que _____ y Desiderius estaban muy cerca de él. El Daimon la abrazaba por los hombros.
La incredulidad de la situación lo dejó abrumado.
Otra vez no. ¡Dioses del Olimpo! Otra vez no.
¿Cómo podía haber sido tan imbécil?
Su mente había intentado decirle que algo iba mal. Había sabido, desde un principio, que Desiderius sería capaz de atraparla. Pero no había hecho caso de sus instintos. Había dejado que su amor por ella, y la necesidad que despertaba en él, lo cegaran.
Cerró los ojos con fuerza.
Lo que más dolía era saber lo que el Daimon planeaba hacer con ella una vez acabara con él. Sin su protección, _____ estaba a merced del vampiro.
Le ocurriría lo mismo que a Theone. Cuando Valerius lo ejecutó, arrojó a su esposa a la calle diciéndole que no quería a una puta en la cama que, algún día, pudiera entregarlo impasiblemente a sus enemigos.
Puesto que Theone había traicionado al líder del ejército macedonio y había sido la causante de su derrota, le resultó imposible regresar a casa. La villa que tanto había amado había sido incendiada, sólo quedaron los cimientos.
Todas sus posesiones fueron confiscadas. Perseguida por sus compatriotas, huyó de Grecia a Roma y acabó como prostituta, cayendo cada vez más bajo.
Murió, de una enfermedad venérea, apenas dos años después que él. Al final, se enfrentó al destino que tanto había intentado evitar.
Al abrir los ojos, Joe miró a _____. Llevaba unos vaqueros y un jersey negro de cuello vuelto. El pelo peinado hacia atrás dejaba su perfil bien a la vista.
Agarraba con fuerza una muñeca.
¿Cómo había sido capaz de hacerle esto?
Pero, en ese momento, supo la verdad. Los poderes de Desiderius habían sido demasiado para ella. A pesar de los esfuerzos de D’Alerian, el Daimon había invadido sus sueños y ahora controlaba su mente.
La ira le oscureció la visión. No iba a permitir que la matara. Así no.
Olvidando la debilidad que lo invadía, agarró las cuerdas y tiró con toda la fuerza de la que fue capaz.
–Vaya, estás despierto.
Desiderius y _____ se acercaron hasta quedar frente a él. Con una mirada burlona, el Daimon colocó una mano sobre el hombro de _____.
–Duele, ¿no es cierto? Saber que voy a acostarme con ella antes de matarla, y que no podrás hacer nada para detenerme.
–Vete al infierno.
Desiderius rió.
–Tú primero, comandante; tú primero. –Pasó un dedo ahusado y de aspecto diabólico por el mentón de _____; no obstante, ella no reaccionó. Daba la sensación de estar sumida en una especie de trance–. La poseería delante de ti, aunque nunca me ha gustado tener espectadores. Nunca he sido tan retorcido. –Se rió de su propia broma.
Joe sintió que la cuerda cedía un tanto. Concentrándose en eso, se esforzó por soltarse.
Las ataduras volvieron a tensarse al instante.
Desiderius soltó otra carcajada.
–¿De verdad piensas que soy tan estúpido como para dejarte libre? –Dio un paso adelante y se colocó delante de él hasta quedar nariz con nariz–. Esta vez no correré el riesgo de que sobrevivas.
Joe lo miró con una sonrisa satisfecha, como si el vampiro no fuese más que un mosquito zumbando alrededor de su cabeza.
–¡Ooooh! Mira cómo tiemblo…
Desiderius lo observó con incredulidad.
–¿Es que no hay modo de asustarte?
Joe le lanzó una escueta mirada.
–Me he enfrentado a una legión romana con sólo una espada para protegerme. ¿Por qué iba a asustarme un Daimon de tres al cuarto, que no pasa de ser un semidiós con complejo de inferioridad?
Desiderius siseó y le enseñó los colmillos. Agarró una ballesta que había en la mesa y la cargó con una flecha de acero.
–Aprenderás a no burlarte de mí. Soy un enemigo demasiado poderoso.
–¿Y por qué? ¿Qué te hace tan especial?
–Mi padre es Baco. ¡Soy un dios!
Joe resopló. La primera regla de la guerra: haz que el enemigo pierda la paciencia. Las emociones nublan la razón y hacen que uno cometa estupideces. De ese modo, tendría la oportunidad de liberarse y salir de allí con _____.
Además, le gustaba el modo en que palpitaba esa vena en la sien de Desiderius. Era una forma de saber que no había perdido su «toque» a la hora de burlarse del enemigo.
–Eres patético; además de un psicópata y un matón. No me extraña que papaíto no quisiera ni verte.
Desiderius chilló de furia y golpeó el rostro de Joe con la ballesta. El golpe le provocó un terrible dolor. Sentía el sabor de la sangre en los labios. Se lamió el corte y chasqueó la lengua.
–No sabes nada de mi vida, Cazador Oscuro. No sabes lo que se siente cuando estás destinado a morir desde el día que naces.
–A todos nos ocurre eso.
–Sí, claro. A los humanos con sus vidas mortales, que son tres veces más extensas que las nuestras. ¡Cómo los compadezco! –Agarró a Joe por la garganta y le empujó la cabeza contra la pared–. ¿Sabes lo que se siente cuándo ves a la mujer que amas desintegrarse delante de tus narices? Eleanor sólo tenía veintisiete años. ¡Veintisiete! Hice todo lo que estuvo en mis manos para salvarla. Incluso le llevé un humano, pero se negó a quedarse con el alma que la hubiese salvado. Fue un ser puro hasta el final.
La mirada de Desiderius se ensombreció por los recuerdos.
–Era tan hermosa… tan dulce. Le supliqué a mi padre que me ayudara y él me dio la espalda. Así que vi cómo mi bella esposa se convertía en una anciana en unas cuantas horas. Vi cómo su cuerpo envejecía hasta que se desintegró entre mis brazos.
–Lo siento por ti –le dijo Joe en voz baja–. Pero eso no te exime de lo que has hecho.
Desiderius gritó, enfurecido.
–¿Y qué es lo que he hecho? No he hecho otra cosa que nacer dentro de una raza maldita y ver cómo los humanos malgastan el regalo que les ha sido concedido. Les hago un favor al matarlos. Los libero de sus insípidas y aburridas vidas. –Los ojos azules se oscurecieron peligrosamente.
»No sé si sabes que conseguí una copia de vuestro manual cuando maté a uno de tus compañeros, hace noventa años. Lo que más me sorprendió fue la recomendación de ir siempre a por el corazón de un Daimon; golpearlo en el lugar más vulnerable. –Apuntó a _____ con la ballesta–. Tu corazón es ella, ¿verdad?
Joe enmascaró el terror que sentía. Aunque estaba muy débil, se aferró a las cuerdas y alzó las piernas para golpear a Desiderius con las pocas fuerzas que le quedaban antes de que pudiera hacer daño a _____. El Daimon se tambaleó y la ballesta dejó de apuntarla.
–¡Corre, _____! –le gritó.
Ella no se movió.
Kyrian volvió a apoyarse en la pared.
–Joder, _____. Por favor, corre. Hazlo por mí.
Ella no parecía siquiera oírlo. Se limitaba a permanecer de pie, mirando al infinito mientras sostenía la muñeca y le tarareaba una canción.
Desiderius soltó una carcajada y se enderezó. Lamió la sangre que le corría por el labio y miró socarronamente a Joe.
–Es mía, Cazador. Puedes morir sabiendo que haré un buen uso de ella antes de quedarme con su alma y con sus poderes.
Compuso una diabólica sonrisa segundos antes de disparar la flecha directa a su corazón. La fuerza del golpe hizo que su cuerpo se aplastara contra el muro. Jadeó al sentir el dolor del acero que le desgarraba la carne.
El vampiro se acercó hasta que, de nuevo, estuvo delante de él. Con una mirada alegre, pasó el dedo sobre la sangre que rodeaba la herida.
–Una pena que la sangre de los Cazadores resulte venenosa. Estoy seguro de que es más sabrosa y espesa que la que tomo normalmente.
Joe apenas oía sus palabras; su corazón se esforzaba por seguir latiendo. Le zumbaban los oídos. Era el dolor más intenso que había sufrido jamás. Con la mirada borrosa, giró la cabeza para contemplar a _____ por última vez.
Parecía muy pálida mientras lo miraba y, por un momento, Joe imaginó que lo recordaba. Que sabía que estaba muriendo y que le importaba.
Si hubiese sido ella misma, habría corrido para estar a su lado. Al contrario que su esposa, habría llorado al saber que iba a morir. Y, de un modo extraño, saber eso lo reconfortaba.
Desiderius se apartó de él y se acercó a _____ para darle unos golpecitos en el hombro.
–Ve, _____. Dale un beso de tu despedida a tu amante.
Joe luchó por seguir respirando al tiempo que la veía aproximarse. Había tantas cosas que quería decirle… tantas cosas que deseaba haberle dicho mientras ella podía escucharlo…
Al menos no moriría solo.
–Te quiero, _____ –le susurró, deseando que, de algún modo, lo recordara más tarde y supiera que había sido sincero.
Ella se inclinó hacia delante, con una mirada perdida, y lo besó en los labios mientras presionaba una mano sobre su hombro. En ese momento sintió la proximidad de la muerte, la negrura que se cernía sobre él y, mientras moría, escuchó el murmullo de _____:
–Te amaré eternamente, mi guerrero oscuro.
Y, en ese instante, todo se desvaneció.
_____contuvo el aliento al sentir cómo el medallón se enfriaba encerrado en su mano, bajo el vestido de Starla, y el calor pasaba al cuerpo de Joe. Le temblaba la mano esperando a que él despertara. Con cada segundo que pasaba temblaba cada vez más.
No ocurre nada… ¡Dios, no!
¡Acheron le había mentido, después de todo!
Los ojos le escocían por las lágrimas y el medallón se había enfriado hasta parecer un trozo de hielo, antes de caer al suelo.
Y Joe seguía sin moverse. Seguía apoyado, inerte, sobre la pared, con el rostro ceniciento y el cuerpo frío.
¡No!
Todo había acabado. Joe estaba muerto.
¡No!
La perversa risa de Desiderius resonó en las paredes de la oscura habitación, e hizo que el alma de _____ sollozara de angustia.
Ella también quiso morirse en ese mismo instante. Era la culpable de todo lo que había sucedido. Se había limitado a permanecer allí quieta, viendo cómo Joe moría, sin hacer nada para salvarlo. Sentía cómo el dolor le cerraba la garganta y lo único que quería hacer era gritar.
«Te quiero, _____».
Las últimas palabras de Joe la perseguirían durante toda la vida.
Sollozando, pasó los brazos alrededor del cuerpo de Joe y lo abrazó con fuerza, deseando que despertara y le hablara.
Por favor, Dios mío, llévame a mí pero deja que él viva.
–¿_____? –la voz de Desiderius restalló con dureza, ordenándole que regresara a su lado.
Ella se aferró con más fuerza a Joe y apoyó la cabeza sobre su pecho, junto a la flecha, deseando poder darle su propia vida.
Se quedó helada al escuchar algo. Un sonido muy débil que la hizo volar.
Los latidos del corazón de Joe.
Se echó hacia atrás y vio cómo parpadeaba.
Joe contempló los ojos azul oscuro de _____, brillantes por las lágrimas. Ya no tenían una mirada vacía, al contrario, lo miraban fijamente con una expresión decidida. Y con amor.
Su rostro se suavizó mientras le pasaba una mano por el pecho y la flecha salía disparada.
Y, entonces, Joe supo que no lo había traicionado. Lo había liberado.
–Has recuperado tu alma, Joe de Tracia –murmuró, al tiempo que las cuerdas que le aprisionaban las muñecas se desataban–. Ahora, vamos a hacer que este cabrón pague por lo que ha hecho.
Desiderius gritó de furia al darse cuenta de lo que sucedía.
Joe ya no tenía sus poderes de Cazador Oscuro, pero le daba igual. Por primera vez en dos mil años, tenía su alma y esa sensación, sumada a la certeza de que _____ no lo había traicionado, le daba fuerzas.
Desiderius podía darse por muerto.
El vampiro corrió hacia la puerta pero, antes de que llegara, ésta se cerró con un portazo.
–No quiero que te vayas tan pronto de la fiesta –le dijo _____–. No después de todas las molestias que te has tomado para traernos aquí.
–¿_____? –la increpó Joe, inseguro.
Ella lo miró. Sus ojos lanzaban unos tenues destellos que le recordaban a los de Acheron.
–Desiderius ha liberado mis poderes –le dijo en voz baja–. Pensó en usar la telequinesia y la telepatía para sí mismo. –Miró al Daimon y le sonrió–. Sorpresa. Al liberarlos perdiste el control de mi mente.
Desiderius forcejeó para abrir la puerta.
Joe fue a por él, cual pantera hambrienta tras su presa.
–¿Qué te pasa, Desiderius? ¿Te asusta una simple mortal?
El vampiro se dio la vuelta con un gruñido.
–Puedo vencerte. Soy un dios.
–Entonces, hazlo.
Desiderius lanzó una maldición y se abalanzó sobre él. Lo cogió por la cintura y lo lanzó contra la pared antes de abrir la boca para morderle el cuello.
–¡Y una mierda! –masculló Joe–. No vayas a creer que he recuperado mi alma para que ahora te quedes con ella. –Y, acto seguido, le dio una patada en la ingle.
Desiderius se alejó de él, tambaleándose.
–¡Joe!
Al girarse, vio que _____ tenía su espada y se la lanzaba.
Extendió la hoja y fue tras Desiderius. El Daimon esquivó el ataque y alzó la mano para lanzarse una descarga astral. Joe soltó una maldición cuando la descarga lo hirió en el pecho, justo en el mismo lugar donde la flecha lo había atravesado. Retrocedió a punto de caer al suelo.
Vaya si dolía.
Atontado, se dio cuenta de que no sería capaz de defenderse del ataque de Desiderius. Lo único que hizo fue encogerse, en espera del golpe.
Pero éste no llegó.
_____ acababa de herir a Desiderius con una descarga de su propia cosecha.
Joe la miró con el ceño fruncido.
–Nena, ¿me dejas que me encargue de esto, por favor?
Ella lo miró, haciendo un mohín.
–Sólo intentaba ayudar. Además, ¿es que no estás ya lo bastante magullado?
_____ contuvo el aliento mientras los veía luchar. Aun débil, Joe era sorprendente. Saltó sobre Desiderius y volvió a coger la espada. El Daimon cogió una que había sobre la mesa y la blandió contra él. El sonido del acero reverberaba en la estancia cada vez que las espadas se encontraban.
–Vamos, cariño –susurró, agarrando la muñeca con fuerza.
Joe ganaría. Tenía que ganar. Ella no había pasado por semejante infierno como para verlo morir después.
Mientras los observaba luchar, se dio cuenta que el sol estaba saliendo. La luz comenzaba a filtrarse a través de las ventanas cerradas. Desiderius también se percató y soltó una maldición. Atacó a Joe con un movimiento ascendente de la espada que lo dejó desarmado.
_____ se quedó helada.
El Daimon sonrió y comenzó a alejar a Joe, muy despacio, del lugar donde había caído su espada.
–Sólo te diré una cosa –le dijo con entonación perversa–, ¿por qué no le das recuerdos a Hades de mi parte?
–¡Joe!
Se dio la vuelta y vio que _____ le lanzaba la muñeca. La cogió instintivamente y soltó un taco cuando las hojas ocultas en los pies de la Barbie le hirieron la mano.
En su rostro apareció una sonrisa.
Con una carcajada, se agachó para esquivar el golpe de Desiderius y hundió las hojas de la muñeca justo en el corazón del Daimon.
–Dáselos tú mismo –le contestó, observando a Desiderius, que lo miraba boquiabierto.
El tiempo se detuvo sin que ninguno de los dos desviara la mirada. Por el rostro del vampiro desfilaron multitud de emociones: incredulidad, miedo, ira… y dolor.
Y entonces, en un abrir y cerrar de ojos, Desiderius se desintegró.
Joe y _____ se quedaron petrificados al comprender la enormidad de lo sucedido.
Todo se había acabado. Desiderius estaba muerto. Tabitha y _____ estaban a salvo.
Joe tenía su alma.
Y la mujer que amaba le había salvado la vida.
Con el corazón en la garganta, Joe dejó caer la muñeca al suelo y se acercó a _____.
–Eres una actriz consumada.
–No. Estaba aterrorizada. –Le pasó la mano por el pecho sin poder evitar que temblara–. Estuve a punto de gritar cuando disparó la flecha. No puedes imaginarte lo duro que fue. Acheron me dijo que tenías que morir para poder ser libre y sabía que yo no sería capaz de matarte. Sabía que la única oportunidad que teníamos era dejar que Desiderius lo hiciera por mí.
Joe la tomó de la mano y, cuando sus dedos le acariciaron la palma, notó la quemadura. Le giró la mano y vio que tenía los símbolos del medallón grabados a fuego en la piel.
–Ha debido ser espantoso.
–Estoy bien.
Él se aclaró la garganta al escuchar el tono indiferente con el que lo había dicho. ¿Por qué le restaba importancia a lo que había hecho por él? Arqueó una ceja, sin poder creérselo. Se había destrozado la mano por salvarlo.
–Tendrás una cicatriz para toda la vida.
–No –le contestó con una sonrisa–. Creo que es lo más hermoso que he visto en la vida. –Se inclinó hacia delante y le susurró al oído–: Después de ti, claro.
Él le tomó el rostro con las manos y la besó.
–Gracias, _____.
Mientras lo miraba, la alegría se desvaneció de su rostro y, en su lugar, apareció una expresión temerosa.
–Julian y Acheron me dijeron que podías convocar a Artemisa y devolverle tu alma si querías.
–¿Y por qué iba a querer hacer eso?
Ella se encogió de hombros.
–Eres un Cazador Oscuro.
Él le dio un ligero beso en los labios.
–Lo que soy es un hombre enamorado de una mujer. Te quiero, _____. Para el resto de mi dichosamente corta vida como mortal. Quiero despertarme al amanecer contigo en los brazos y ver cómo nuestros hijos juegan y se pelean. ¡Coño! Hasta quiero ver cómo me replican.
Ella le sonrió.
–¿Estás seguro?
–Nunca he estado tan seguro de algo.
Ella lo cogió de la mano y lo guió hasta salir de la habitación.
Petrificado, se detuvo al contemplar los primeros rayos del sol iluminando la sala de estar. Por costumbre, retrocedió nada más verlos.
Pero la brillante luz no le hacía daño en los ojos. Ni le quemaba la piel.
Apretando con más fuerza la mano de _____, se obligó a seguir caminando hasta atravesar la puerta.
Y, por primera vez en dos mil años, caminó bajo la luz del día. La sensación del sol sobre la piel era increíble. La calidez; la brisa del amanecer provocándole un ligero escalofrío. Con el corazón latiéndole en los oídos, alzó la vista y contempló el cielo, de un azul pálido, surcado por unas nubecillas blancas.
Era un día glorioso.
Y se lo debía a _____.
Tiró de ella para estrecharla entre sus brazos y la apretó con fuerza.
–Salve Apolo –susurró.
_____ sonrió mientras lo abrazaba con ternura.
–No. ¡Salve Afrodita!
tianijonas
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