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Mensaje por Julieta♥ Miér 09 Mayo 2012, 10:08 pm

yuju!!!!!!!!!!!!
pase de pagina jejejje
Julieta♥
Julieta♥


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Mensaje por tianijonas Jue 10 Mayo 2012, 7:44 am

MeliDeJonas escribió:Nueva Lectora !
Te digo la verdad
yo estoy estudiando esto
de los dioses en el colegio y
la novela me encanta
Acá tenes otra fiel lectora XD





Hoolaaaa Bienvenidaa :D
sii? y que tal lo llevas, bieen? :P ahora subire capi :P
espero que te siga gstando :P

Muuaaakkk :hug:
tianijonas
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Mensaje por tianijonas Jue 10 Mayo 2012, 7:46 am

Julieta♥️ escribió:joe e sun divino
esta realmente enamorado dela rayis...es hermoso
y la rayis es la unica qu elo puede ayudar a romper esa maldicion!!!
tienes que seguirla!!!!!
pronto!!!!
es mas
quiero un maraton!!! jejjejeje
sigue!!
amo esta nove :D :D





mmm... siii es un tierno, muy tierno, pero tiene mucho miedo...
y le costara un poco, pero ya veras que es un pedazo de lindo increible :P
ok ok... maraton? :P venga valee jejjejejeje :hug:
tianijonas
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Mensaje por tianijonas Jue 10 Mayo 2012, 8:46 am

*Capitulo 7*



–¡Ah, no! –exclamó _____, poniéndose de puntillas para quedar nariz con nariz frente a Joe. Arqueó una ceja y lo desafió con la mirada a que negara sus palabras. Cuando habló, hizo hincapié en cada palabra–. Estás muy equivocado. Quiero volver a mi vida anterior. Quiero una vida aburrida y quiero que sea larga.

A Joe le hizo gracia el énfasis que dio a la última palabra. Estaba espectacular cuando se enfadaba y él no podía evitar preguntarse cuánto tiempo podría mantenerla con ese rubor en las mejillas y echando fuego por esos increíbles ojos azules.

Mejor aún… mientras sus pechos subían y bajaban debido a la respiración agitada, se le ocurrieron unas cuantas cosas más que podrían causarle aún más dificultades para respirar. Quería dejarla sin aliento. Quería comprobar la fuerza de su pasión. Le dolían los labios por el deseo de besarla y las manos por el ansia de acariciar su cuerpo hasta hacerla gritar de placer.

¡Por los todos los dioses! Esa mujer era la mayor tentación que había sentido jamás. Y menuda paradoja, porque hubo una época en la que adoraba las tentaciones más allá de lo racional. A lo largo de los siglos, había olvidado ese pequeño defecto de su carácter pero, desde que despertara con ella al lado, había ido recordando, dolorosamente, al hombre que una vez fue. Podía sentir cómo _____ iba derribando, poco a poco, cada una de las barreras que él había construido durante los años, poniendo fin al entumecimiento en el que se refugiaba. Había conseguido mantenerse alejado de sus propios sentimientos durante siglos y, aunque había conocido a muchos mortales por los que había sentido cierto cariño, ninguno de ellos había conseguido afectarlo como ella.

Era algo muy extraño. ¿Por qué _____? ¿Y por qué ahora? Ahora que necesitaba de toda su lucidez para enfrentarse a Desiderius.

Las Parcas estaban jugando de nuevo con él y eso no le gustaba en absoluto.

Sentía cómo la sangre corría con fuerza por sus venas mientras contemplaba los labios húmedos y llenos de _____. Casi podía saborearlos. Sentirlos. Que los dioses se apiadasen de él, porque la deseaba con desesperación. Sólo ella era capaz de despertar a la bestia hambrienta que moraba en su interior. Esa parte de él que quería rugir y devorar todo su cuerpo, centímetro a centímetro, durante toda la noche. Pero ella era humana y él no tenía nada que ofrecerle. Su alma y su lealtad pertenecían a Artemisa. Además, _____ tenía todo el derecho a soñar con una vida normal; con una familia y un hogar al lado de un hombre común y corriente.

Después de haber visto cómo sus propios sueños habían sido destrozados de un modo cruel y vengativo, se negaba a que _____ pasara por el mismo trance. Ella se merecía tener una vida larga, dichosa y aburrida. Todo el mundo merecía la oportunidad de cumplir sus deseos.

Se tragó el nudo que le obstruía la garganta, dolorido aún por el deseo insatisfecho y supo, en ese mismo instante, que tenía que alejarla de sus pensamientos.

Jamás podría ser suya.

Su destino era regresar junto a una familia que la amaba y encontrar un hombre que la ayudara a…

No pudo acabar. Le dolía tan sólo de pensarlo.

–Por tu bien –le susurró, luchando contra el impulso de acariciarle el pelo– espero que sea verdad, pero me temo que con los poderes que mantienes ocultos y la caza de vampiros que está llevando a cabo Tabitha, no va a ser posible que regreses a tu aburrida vida durante los próximos días.

_____ apartó la mirada.

–No tengo poderes –dijo con voz afilada, pero sin la convicción de antes.

Joe alargó la mano y con un dedo le alzó la barbilla; quería ayudarla a aliviar la preocupación que veía en su rostro. _____ tenía miedo y él no entendía la causa. ¿Por qué no era capaz de reconocer los dones con los que había nacido?

–Puede que no quieras utilizarlos, _____, pero están ahí. Tienes premoniciones y eres telépata, empática y además puedes proyectarte fuera de tu cuerpo. Tus poderes son muy parecidos a los de tu hermana pero mucho más fuertes.

El brillo intenso del color zafiro volvió a sus ojos.

–Estás mintiéndome.

La acusación lo sorprendió.

–¿Por qué iba a hacerlo?

Ella se aclaró la garganta.

–No lo sé. Sólo sé que no tengo poderes.

–¿Por qué tienes tanto miedo de ellos?

–Porque…

Él ladeó la cabeza cuando la voz de _____ se desvaneció y dejó la frase sin acabar.

–¿Por qué? –la instó.

Ella alzó la mirada y el dolor que se reflejó en sus ojos lo dejó sin aliento.

–Cuando tenía quince años –comenzó casi en un susurro– tuve un sueño. –Parpadeó para apartar las lágrimas mientras se agarraba a la encimera que estaba justo a su lado–. En aquella época solía tener muchos. Y siempre se hacían realidad. En éste del que te hablo, mi mejor amiga moría en un accidente de coche. La vi. Sentí su miedo y escuché los últimos pensamientos que cruzaron por su mente antes de morir.

Joe apretó la mandíbula al percibir el dolor que transmitía su voz. Alargó el brazo y la tomó de la mano. Estaba helada y temblaba.

–Cuando la vi en el instituto hice todo lo que estuvo en mis manos para que no se fuese ese día a casa con Bobby Thibideaux. Incluso le conté lo del sueño. –Las lágrimas empezaron a caer por sus mejillas–. No me escuchó. Me dijo que era una imbécil y que lo que me ocurría era que tenía celos porque Bobby estaba con ella y no conmigo. –Sacudió la cabeza mientras recordaba lo sucedido aquel día–. No estaba celosa, Hunter; lo único que quería era evitar su muerte.

Joe le acarició los dedos, intentando que entrara en calor.

–Lo sé, _____.

–Se metió en el coche gritándome que la dejara en paz. Todo el instituto me estaba mirando, pero me daba igual. Tabitha me apartó para que pudieran marcharse y la gente empezó a reírse. –Se humedeció los labios resecos–. No se rieron a la mañana siguiente, cuando se enteraron de que los dos habían muerto camino de casa. Empezaron a llamarme monstruo. Durante los tres años siguientes nadie quiso acercarse a mí. Para ellos yo era esa chica rara que veía cosas.

La ira brilló en los ojos de _____ cuando lo miró.

–Dime, ¿qué hay de bueno en esos poderes cuando hacen que la gente se asuste de mí? ¿Por qué veo cosas si no las puedo cambiar? ¿Qué tiene eso de bueno?

Joe no supo qué contestarle. Percibía el torbellino de sus emociones y su angustia.

–¿No lo entiendes? –prosiguió ella–. No quiero conocer el futuro si no puedo detenerlo. Quiero ser normal –insistió con la voz rota al pronunciar la última palabra–. No quiero ser como Talon ni como mi abuela y tener a los muertos hablándome a todas horas. No quiero saber lo que estás sintiendo. Sólo quiero vivir mi vida como el resto de la gente ¿Nunca has deseado eso mismo?

Cerrando los ojos ante la absurda agonía que le atenazaba el corazón, Joe dejó de acariciar la suave piel de _____ y se alejó de ella.

–Qué más da lo que yo desee.

Ella se sorprendió cuando lo miró a los ojos. Lo había herido de algún modo.

–Lo siento, Hunter. No pretendía…

–No pasa nada –le contestó lentamente. Se acercó a una silla y _____ observó la fuerza con que se agarraba al respaldo. Aunque luchaba por ocultar su dolor, _____ lo distinguía con claridad.

–Tienes razón –le dijo por fin–. Hay ocasiones en las que echo de menos la sensación del sol en la cara. He aprendido que lo mejor que puedo hacer es no torturarme con esos recuerdos. –La miró con tal pasión que su cuerpo se incendió–. Pero los que tenemos dones especiales no podemos ser normales.

_____ no quería oír esas palabras. Su corazón no podía resistirlo.

–Quizás tú no puedas serlo. Pero yo sí. No permitiré que esos poderes regresen. Están muertos para mí.

Joe soltó una risa amarga.

–Y tú me llamas testarudo.

–Hunter, por favor –le rogó ella, odiándose por el dolor que oía en su propia voz–. Lo único que deseo es volver hacia atrás, despertarme por la mañana y descubrir que todo ha sido una pesadilla.

En ese momento sintió algo que la asustó. Un pequeño estremecimiento provocado por los poderes que él había mencionado. La sensación la recorrió de arriba abajo mientras escuchaba los pensamientos de Hunter.

Quieres decir que desearías no haberme conocido jamás.

Amanda se acercó a él.

–Hunter…

Él eludió su contacto y se acercó a la encimera, donde había dejado el teléfono. Lo cogió y se lo ofreció.

–Llama a Tabitha y dile que se quede con tu madre hasta el viernes. Puede entrar y salir durante el día, pero una vez el sol se ponga, es esencial que permanezca en casa.

–No le va a gustar nada.

Una furia intensa hizo brillar esos ojos negros.

–Entonces que tu madre la ate. No estamos hablando de vampiros normales. Estos Daimons han desatado algún tipo de poder extremadamente peligroso y, hasta que Talon y yo descubramos de qué se trata, necesita ocultarse.

–Vale, haré lo que pueda.

Él asintió.

–Mientras hablas con ella voy a cambiarme de ropa.

_____ lo observó, apesadumbrada, mientras salía de la cocina. No quería separarse de él, ni siquiera el breve lapso de tiempo necesario para cambiarse. Sentía un peculiar impulso de seguirlo y ayudarlo a quitarse la ropa… en lugar de hacerlo, marcó el número del móvil de Tabitha.

–¡Gracias a Dios que estás bien! –le dijo su hermana con voz llorosa–. La policía acaba de contarme lo de los incendios y sé que a esa hora sueles estar en casa.

Los ojos de _____ volvieron a llenarse de lágrimas, pero se sobrepuso. Llorar no iba a solucionar nada. Las casas habían desaparecido y todas las lágrimas del mundo no iban a traerlas de vuelta. Ahora necesitaba concentrarse para que todos consiguieran sobrevivir a la ira de Desiderius.

–¿Cómo está Allison? –le preguntó en un intento de sofocar el miedo.

–Está bien. Su madre ya está en el hospital con ella. Yo voy de camino para verla. Nadie sabe qué ocurrió con Terminator.

–Está conmigo.

Tabitha suspiró, aliviada.

–Gracias, hermanita. Te debo una. ¿Dónde estas?

Ésa era la pregunta que _____ tenía miedo de responder. A su hermana le iba a dar un ataque cuando se enterara.

–Mejor no te lo digo –contestó de forma evasiva.

Silencio. Tabitha permaneció callada durante unos minutos. Hasta _____ sólo llegaba el ruido del tráfico desde el otro lado de la línea. ¡Estaba intentando leerle la mente!

Joder.

Tabitha dijo la misma palabra en el instante que _____ lo pensó.

–Estás otra vez con el vampiro, ¿verdad?

_____ hizo una mueca. ¿Cómo le decía una a su hermana –una cazadora de vampiros– que había perdido la cabeza por uno de ellos y que pensaba pasar la noche en su casa? No había modo de suavizarlo. Suspirando, intentó buscar una explicación.

–No es un vampiro… exactamente. Se parece a ti.

–¡Vaya, vaya! –exclamó Tabitha–. ¿En qué sentido? ¿Tiene tetas? ¿Tiene novio? ¿O le gusta matar cosas porque sí?

_____ apretó los dientes.

–Tabitha Lane Devereaux, deja de hacer el gilipollas. Sé que te gusta matar cosas y no quiero jugar a Verdad, beso o atrevimiento contigo. El tío que me atacó en tu casa es aterrador y no creas que se parece a esos tipos con los que soléis jugar. Esto es diferente. Hunter quiere que te quedes en casa y yo estoy de acuerdo con él.

–¿Hunter? ¿Es el mismo demonio chupasangre que me amenazó con matarte?

–No lo decía en serio.

–¿Ah, no? ¿Apostarías tu vida?

–Apuesto la tuya y la mía.

–Estás como una puta cabra, ¿lo sabes?

–Esa boca, señorita. Al contrario que tú, sé lo que estoy haciendo. Confío en Hunter. Y el tal Desiderius es un demonio. Es tan malo como Hannibal Lecter.

_____ podía ver a su hermana poniendo los ojos en blanco mientras bufaba de indignación.

–Ninguno de los dos me da miedo.

–Quizás te vendría bien que alguien te asustara un poco. Yo estoy aterrorizada.

–¿Y entonces por qué no vienes a casa donde podemos protegerte?

Porque quiero quedarme con Hunter.

No supo muy bien de dónde había salido esa idea. Pero tampoco iba a negarlo. Con él se sentía segura y protegida. Ya se había ofrecido a llevarla a cualquier otro sitio. Y sabía que, si se lo pedía, la dejaría marchar, pero… No quería hacerlo.

No obstante, no se atrevía a decírselo a Tabitha. Las cosas ya estaban bastante tensas entre ellas, así que le ofreció la única excusa que le vino a la cabeza.

–No puedo ir a casa. No mientras esta criatura vaya detrás de mí.

Tabitha volvió a maldecir.

–¿Cómo sabes que el tal Hunter no te mantiene a su lado con algún tipo de control mental?

_____ se rió al recordar lo que Hunter le dijo en la fábrica.

–Porque, al igual que tú, soy demasiado obstinada para que funcione. Además, es amigo de Julian Alexander. Confías en Julian y Grace, ¿no es cierto?

–Sí, claro, cómo no.

–Entonces confía en su amigo.

–Vale –concedió Tabitha de mala gana–. Pero mi confianza pende de un hilo. No quiero que te pase nada.

–Lo mismo digo. Hunter dice que estarás a salvo mientras haya luz, pero debes asegurarte de estar en casa de mamá al atardecer y quedarte allí. De hecho, no creo que debas ir al hospital. Tendrías que ir directamente a casa de mamá ya.

–Allison es mi mejor amiga, tengo que ir a verla.

–¿Y si los llevas hasta ella? Por lo que sabemos también te vigilan a ti.

Tabitha gruñó.

–No me gusta esto. No me gusta nada, pero bueno. Tienes razón. No quiero conducirlos hasta Allison. Mamá puede hacerse cargo de cualquier cosa. Daré la vuelta en la siguiente calle y me iré a pasar la noche a su casa. Llámame si necesitas algo.

–Lo haré.

_____ colgó el teléfono y cogió el plato de la encimera, donde Hunter lo había dejado. Lo llevó hasta la mesita situada delante del enorme ventanal y echó un vistazo al hermoso patio de estilo antiguo que se abría en la parte trasera de la casa. No le faltaba ningún detalle: el enrejado para los rosales trepadores, las estatuas griegas y los setos podados de forma artística. Unos antiguos candiles inundaban el lugar con una luz espectral que hacía bailar las sombras sobre las paredes de estuco blanco.

Estuvo sentada unos minutos a solas hasta que Hunter regresó. Se había puesto una camiseta negra de manga larga que le marcaba los anchos hombros. Como llevaba las mangas alzadas, _____ pudo echar un vistazo al feo corte que tenía en el antebrazo.

–¿Eso es un mordisco del Daimon o un corte?

Hunter miró la herida mientras se sentaba en frente de ella.

–Un mordisco.

_____ se quedó helada.

–Tienes que curártelo, ¿no?

–No. Para mañana por la noche habrá sanado por completo.

–Sí, pero ¿no se supone que así te conviertes en vampiro, con un mordisco?

A Joe le hizo gracia y se rió a carcajadas.

–Técnicamente, ya soy un vampiro. Y, con respecto a la transformación, es imposible a menos que seas un apolita.

–Entonces, ¿no pueden convertir a los humanos mediante un mordisco?

–Eso es un cuento de niños.

_____ reflexionó unos instantes.

–¿Y de dónde provienen todas estas nociones infundadas acerca de los vampiros?

Joe dio un sorbo a la bebida y tragó la comida antes de responderle.

–Mayormente, de gente asustada. Desde el día en que la Atlántida desapareció bajo las aguas del océano, los apolitas y los Daimons han sido perseguidos. Hubo una época en la que todas las ciudades-estado de Grecia conocían y reverenciaban a los Cazadores Oscuros. Pero, según pasó el tiempo, nos hicimos cada vez más solitarios y nos olvidaron; nos convertimos en los protagonistas de mitos y leyendas. A Acheron y al resto les pareció mejor así. Ash incluso llegó al extremo de localizar y reunir todos los escritos de la Antigüedad en los que se hacía mención de nuestro nombre, para ocultarlos.

–¿Acheron? –preguntó ella mientras cortaba un trozo de pollo–. Es la segunda vez que lo mencionas. ¿Quién es?

–El primer Cazador Oscuro elegido por Artemisa.

–¿Y aún está vivo?

–Claro. Creo que esta semana está en California.

_____ lo miró y alzó una ceja. Hunter sonrió.

–Cambia de residencia cada pocos días.

–¿Cómo? ¿Por qué?

Él se encogió de hombros.

–Supongo que cuando se tienen once mil años todo acaba por aburrirte. Y con respecto al cómo, tiene un helicóptero fabricado especialmente para él, que puede romper la barrera del sonido.

_____ asimiló las noticias e intentó imaginarse el aspecto del Cazador Oscuro más antiguo. Por algún motivo, Yoda le vino a la mente. Un anciano pequeño, de piel gris verdosa, que caminaba encorvado y que iluminaba con su sabiduría a todos los demás, hablando incansablemente con palabras inconexas.

–¿Lo conoces? –le preguntó ella.

Joe asintió.

–Todos lo conocemos. Él entrena a todos los nuevos Cazadores Oscuros y podría decirse que es nuestro líder no oficial. También existe la teoría de que es el ejecutor a quien los dioses acuden cuando uno de nosotros cruza la línea.

A _____ no le gustó nada aquello.

–¿Cruzar la línea en qué sentido?

–Pues, en primer lugar, atacar a los humanos. Tenemos un Código de Conducta que debemos seguir a rajatabla; no podemos utilizar nuestros poderes en mitad de una aglomeración de personas, no podemos asociarnos ni con los apolitas ni con los Daimons, etcétera, etcétera.

Era extrañamente alentador saber que tenían tal cosa, pero también asustaba bastante pensar que uno de estos chicos se pasara al otro bando con los poderes que poseían.

–Si os está prohibido haceros daño y cada vez que os reunís vuestros poderes se debilitan, ¿cómo puede Acheron ser un ejecutor?

–Él no debilita nuestros poderes –le explicó antes de dar un sorbo al vino–. Ash fue el conejillo de indias de los Cazadores Oscuros. Puesto que fue el primero, los dioses no habían perfeccionado mucho el sistema y por eso sufrió… digamos… unos efectos secundarios peculiares.

Definitivamente, después de lo que acababa de oír, se imaginaba una forma de vida mutante. Un Cazador Oscuro diminuto, jorobado y que ceceaba al hablar.

–¿Y cuántos Cazadores Oscuros hay? –preguntó.

–Miles.

_____ se quedó boquiabierta.

–¿En serio? –por la forma en que Hunter la miró, supo que era verdad–. Y ¿cada cuánto se crea uno nuevo?

–No muy a menudo –le dijo en voz baja–. La mayoría llevamos por aquí un tiempecillo…

–¡Vaya! –exclamó–. Entonces, si Acheron es el más viejo, ¿quién es el más joven?

Joe frunció el ceño mientras pensaba la respuesta.

–Sin comprobarlo diría que Tristan, Diana o Sundown, pero tendría que consultarlo con Acheron.

–¿Sundown? ¿Eso es un apodo o es que su madre no lo quería mucho?

Joe soltó una carcajada.

–Era un pistolero y ése era el nombre con el que se le conocía en los carteles de búsqueda. Las autoridades afirmaban que sus mejores trabajos los hacía de noche.

–Vale –dijo _____ despacio. Ahora se imaginaba a un personaje del estilo de Wild Bill Hickok, con las piernas arqueadas, barba desaseada y mascando tabaco–. Ya veo que los Cazadores Oscuros no erais precisamente comerciantes ni…

–¿Tipos decentes que acataran la ley?

Ella sonrió.

–No quería insinuar que fueses indecente; ya sabes a qué me refería.

Joe le devolvió la sonrisa. «Indecente» era un término que se ajustaba a la perfección al tipo de pensamientos que cruzaban por su mente cada vez que miraba a su invitada.

–Para ser un Cazador Oscuro hay que tener un cierto tipo de comportamiento y una naturaleza exaltada. Artemisa no quiere malgastar su tiempo, ni el nuestro, eligiendo a alguien que sea incapaz de matar. Supongo que podría decirse que somos malos, locos e inmortales.

La sonrisa de _____ se ensanchó y mostró un hoyuelo en su mejilla derecha.

Qué extraño que no lo hubiese notado antes.

–Malos e inmortales no te lo discuto pero, ¿de verdad os comportáis como locos?

–Si te refieres a que somos unos chiflados, ¿tú qué opinas al respecto?

Los ojos de _____ brillaron con picardía.

–Que es completamente cierto en tu caso. Pero ¿sabes lo que te digo? Que me gusta eso de ti. Tu forma de ser, tan impredecible, me encanta.

Joe no estaba muy seguro de quién de los dos se había sorprendido más a causa de la inesperada confesión. _____ apartó rápidamente la mirada con las mejillas arreboladas.

Le gustas…

Esas palabras le hacían regresar a sus años de juventud; sentía el extraño impulso de salir corriendo y gritarle al primero que se encontrara: «Le gusto, le gusto».

¡Por todos los dioses del Olimpo! ¿Qué le estaba pasando?

Tenía dos mil años; hacía mucho que dejó atrás la edad propia de semejante comportamiento. Aunque era inútil negar la satisfacción y la felicidad que lo embargaban.

Un incómodo silencio cayó entre ellos mientras acababan la cena. _____ se esforzó por no pensar en su hogar. En todo lo que había perdido. Ya se enfrentaría a eso por la mañana. De momento, tenía que pensar en sobrevivir a la noche.

–Tabitha va a quedarse en casa –le dijo a Hunter mientras observaba cómo él llevaba su plato al fregadero y lo enjuagaba.

–Bien.

–¿Sabes? –le dijo en voz baja–. Aún no me has contado cómo es que sabías tantas cosas sobre mi hermana la noche que nos conocimos.

Él dejó el plato y los cubiertos en el lavavajillas.

–Talon y Tabitha tienen un amigo en común.

_____ abrió los ojos de par en par. Un topo… quién lo habría imaginado.

–¿Uno de los integrantes del Circo de Tabitha?

Él asintió.

–¿Quién?

–Puesto que espía para nosotros, no tengo intención de decirte quién es.

_____ se rió, entrecerró los ojos e intentó imaginarse quién podía ser.

–Apuesto lo que quieras a que es Gary.

–No voy a soltar nada.

Era un asunto fascinante, pero no tanto como el Cazador Oscuro que tenía delante. Con un suspiro, continuó comiendo y echó un vistazo a la cocina, a la que no le faltaba detalle, mientras Joe guardaba la comida. Había una encimera de mármol, para desayunar, que recordaba vagamente a un templo griego y que servía para separar la mesa donde ella estaba sentada del resto de la estancia. A lo largo de la encimera se habían dispuesto tres taburetes altos.

Todo estaba nuevo, limpio y resultaba enorme.

–Es una casa muy grande para una persona. ¿Hace mucho que vives aquí?

–Poco más de cien años.

_____ estuvo a punto de atragantarse.

–¿Lo dices en serio?

–No me apetece mudarme; me gusta Nueva Orleáns.

Ella se puso en pie y le dio el plato.

–Has echado raíces, ¿verdad? ¿Dónde viviste antes?

–En París una temporada –le contestó, dejando el plato en la encimera–. Génova, Londres, Barcelona, Hamburgo y Atenas. Y antes de establecerme en esos lugares me dedicaba a vagar por ahí.

_____ observó el rostro de Hunter mientras hablaba. No había modo de saber lo que estaba pensando. Estaba ocultando sus sentimientos y se preguntaba si existiría alguna forma de resquebrajar su coraza.

–Me da la sensación de que estuviste muy solo.

–No fue tan malo. –Ni una mueca.

–¿Hiciste amigos en esos lugares?

–En realidad, no. He tenido unos cuantos Escuderos a lo largo de los siglos pero, por lo general, prefiero la soledad.

–¿Escuderos? –le preguntó–. Qué raro. ¿Cómo los que había en la Edad Media?

–Algo parecido. –La miró pero no explicó nada más–. ¿Y tú? ¿Has vivido aquí toda tu vida?

–Nacida y crecida aquí. Mis abuelos maternos eran emigrantes rumanos que escaparon de la Depresión y la familia de mi padre era de origen Cajun y se dedicaba a la agricultura.

Él se rió al escucharla.

–He conocido a un montón de ésos.

–Supongo que es normal si llevas más de cien años viviendo aquí.

_____ reflexionó acerca de la vida que Hunter habría llevado. Todos esos siglos de soledad, siendo testigo de las muertes de las personas a la que apreciaba, viéndolos envejecer mientras él permanecía igual. Debía haber sido muy duro. Pero a la par, seguro que había tenido momentos estupendos.

–¿Qué se siente sabiendo que vas vivir eternamente?

Él se encogió de hombros.

–Si te soy sincero, hace mucho tiempo que dejé de pensar en eso. Supongo que, como el resto de la humanidad, me limito a levantarme, hacer mi trabajo y volver a la cama.

Qué sencillo. Sin embargo, percibía algo más; una profunda tristeza. Vivir sin sueños debía ser muy doloroso. El espíritu humano necesita objetivos por los que luchar, y a ella no le parecía que matar Daimons fuese un verdadero objetivo.

Desvió la mirada hasta la encimera e intentó imaginarse al hombre que una vez fue Hunter. Julian le había dicho que solían beber hasta emborracharse después de una batalla y que siempre había deseado tener hijos.

Sí, recordaba el modo en que había abrazado a Vanessa y la expresión de su rostro mientras la sostenía.

–¿Has tenido algún hijo?

Sus ojos reflejaron un intenso dolor un instante antes de volver a mostrarse impasible.

–No, los Cazadores Oscuros somos estériles.

–Así que eres impotente…

–Claro que no. Puedo mantener relaciones sexuales, pero no puedo tener descendencia.

–¡Ah! –exclamó _____, haciendo un mohín con la nariz que confirió a su rostro una apariencia traviesa y, al instante, intentó aligerar la conversación–. Estoy siendo muy entrometida, no debería haber preguntado eso. Lo siento.

–No pasa nada. –Mientras ponía en marcha el lavavajillas le preguntó–: ¿Te gustaría dar una vuelta por la casa?

–¿Casa? –preguntó ella, alzando una ceja con incredulidad–. Si esto es una casa, yo vivo en una choza. –Al instante recordó que ya no tenía un hogar donde vivir y jadeó. Se aclaró la garganta e intentó alejar esos pensamientos–. Sí –dijo en voz baja–. Me encantaría verla.

Hunter la guió hasta la puerta situada a la izquierda de la cocina y entraron en un gigantesco salón. Las paredes estaban decoradas con molduras y medallones, con un estilo elegante y maravillosamente neoclásico, pero los muebles eran actuales y muy modernos. La estancia estaba decorada para resultar cómoda, no para impresionar a las visitas. Pero claro, se suponía que los vampiros no tenían muchos invitados a los que agasajar.

En una de las paredes se había instalado un equipo completo de imagen y sonido JVC, con una enorme pantalla de televisión, un sistema de video y un reproductor de DVD.

Aunque había lámparas por toda la estancia, la luz provenía de las velas de tres vistosos candelabros.

–Parece que no te gustan las bombillas, ¿eh? –le preguntó a Hunter mientras lo observaba encender más velas.

–No –le contestó–. La luz es demasiado brillante para mis ojos.

–¿Te hace daño?

Él asintió.

–Los ojos de los Cazadores Oscuros están especialmente creados para ver en la oscuridad. Nuestras pupilas son más grandes que las de los humanos y no se dilatan del mismo modo. Como resultado, dejan pasar mucha más luz.

A la par que lo escuchaba, _____ observó que las ventanas que se alzaban desde el suelo hasta el techo estaban cubiertas con cortinas negras que debían resguardar la casa de la luz del sol.

Rodeó un sofá de piel negra y se quedó plantada en el sitio. ¡Había un ataúd delante de los sillones!

–¿Eso es…? –fue incapaz de acabar la frase. No mientras se imaginaba la siniestra imagen de Hunter durmiendo ahí dentro todos los días.

Él le echó un vistazo y la miró sin parpadear. _____ parecía realmente atónita.

–Sí –contestó con voz neutra– es un ataúd. Es mi… mesita de café. –Se acercó a ella, levantó la tapa y cogió un mando a distancia–. Ten, por si te apetece ver la televisión mañana.

_____ meneó la cabeza. Una vez recuperada de la impresión, reconoció unos cuantos objetos típicamente vampíricos colocados por la habitación.

Miniaturas, pequeñas ballestas e incluso una baraja de tarot encima de una repisa.

–Nick cree que es gracioso –le explicó Hunter mientras ella cogía la baraja–. Cada vez que encuentra algo relacionado con vampiros, lo trae y lo deja aquí para que yo lo vea.

–¿Te molesta?

–No, es un buen chico… casi siempre.

A medida que él la conducía a través de las dependencias de la antigua mansión, llegó un momento en que _____ se sintió perdida.

–¿Pero cuántas habitaciones hay en este lugar? –preguntó al entrar a una sala de juegos.

–Hay doce dormitorios y tiene más o menos unos dos mil metros cuadrados.

–¡Jesús! He estado en centros comerciales más pequeños.

Él soltó una carcajada.

En el centro de la habitación había una mesa de billar tallada, y en uno de los laterales podían verse unas cuantas máquinas de videojuegos, sacadas de algún salón recreativo, y una gran pantalla de televisión a cuyos pies se alineaba una colección de videoconsolas, sobre una mesita de café. Pero lo que le resultó más sorprendente, fueron unos guantes de béisbol y una pelota que estaban sobre una mesita plegable en un rincón. _____ se acercó a la mesa.

–Algunas noches Nick y yo nos lanzamos unas cuantas bolas –le explicó.

–¿Por qué?

Hunter se encogió de hombros.

–Es una forma de aclararme las ideas cuando estoy en un aprieto.

–¿Y a Nick no le importa?

Él se rió.

–A Nick le importa todo. No recuerdo ni una sola ocasión en la que le haya pedido algo sin tener que escuchar sus quejas después.

–Y entonces, ¿por qué dejas que siga trabajando para ti?

–Soy masoquista.

En esta ocasión le tocó reír a _____.

–Me encantaría conocer al tal Nick.

–Sin duda, lo harás mañana.

–¿De verdad?

Él asintió.

–Cualquier cosa que necesites pídesela y él te la conseguirá. Si te ofende en lo más mínimo, házmelo saber y lo mataré en cuanto me levante.

_____ percibió algo en su tono de voz que le hizo pensar que, posiblemente, no se tratara de una falsa amenaza.

Hunter abrió las enormes puertas francesas y entró en un atrio acristalado. El techo estaba muy limpio y dejaba ver las miles de estrellas que brillaban en el cielo mientras los pasos de ambos resonaban sobre las baldosas del suelo.

–Es precioso.

-Gracias.

_____ se acercó a una gran escultura, en el centro de la estancia, que mostraba a tres mujeres jóvenes. La pieza era extraordinaria. La más joven de las tres estaba tumbada de costado con un pergamino entre las manos, mientras las otras dos se sentaban de espaldas la una a la otra. Una sostenía una lira y la otra parecía estar cantando. El modo en que estaban pintadas resultaba muy extraño. Las tres parecían reales y todas ellas tenían un asombroso parecido con Hunter.

–¿Es griega? –le preguntó.

Una mirada apenada ensombreció su rostro y asintió.

–Eran mis hermanas.

Con el corazón en un puño, _____ las observó con más atención.

Hunter acarició con ternura el brazo de la chica que sostenía el pergamino.

Había fruncido ligeramente el ceño mientras estudiaba la estatua a tamaño real de la joven, que no tendría más de dieciocho años. El peplo azul hacía juego con sus ojos.

–Althea era la más pequeña de los cuatro –le explicó con voz ronca–. Era callada, tímida y tartamudeaba de un modo muy gracioso cuando se ponía nerviosa. ¡Por los dioses! Ella lo odiaba pero a mí me parecía muy tierno. Diana –siguió con la explicación, señalando la chica que portaba la lira y que iba vestida de rojo– era dos años mayor que yo y tenía el carácter de una arpía. Mi padre solía decir que nos parecíamos demasiado y que por eso no nos llevábamos bien. Y Phaedra era un año más joven que yo y cantaba como los ángeles.

_____ observó a la muchacha vestida de amarillo.

Las tres compartían una dulzura muy especial. El escultor las había representado como si estuviesen en movimiento, incluso los pliegues de los peplos parecían reales y delicados. Nunca había visto una maestría igual en una escultura. Parecían tan reales que casi esperaba que una de ellas empezara a hablar en cualquier momento.

No era de extrañar que Hunter estuviera tan afectado.

–Las querías mucho.

Él asintió.

–¿Qué les sucedió?

Antes de contestar, Hunter se alejó un poco.

–Se casaron y tuvieron unas vidas largas y felices. Diana le puso mi nombre a su primer hijo.

Una débil sonrisa se dibujó en los labios de _____ al pensar que la hermana que peor se había llevado con él hubiese hecho tal cosa. Decía mucho de la relación que habían compartido. Observando a las jóvenes, recordó lo que él le había contado sobre Althea en el coche: la muchacha de largo cabello rubio ondulado se había rapado la cabeza al enterarse de la muerte de su hermano. Debían haberlo amado tanto como él a ellas.

–¿Qué pensaron sobre tu transformación en Cazador Oscuro?

Él se aclaró la garganta.

–Nunca lo supieron. Para ellas, yo estaba muerto.

–Entonces, ¿cómo sabes tanto sobre…?

–Podía escucharlas mientras vivieron. Sentirlas; del mismo modo en que tú puedes abrir tu corazón a Tabitha y saber si está preocupada.

Ella se tensó al escucharlo.

–¿Cómo lo sabes?

–Ya te lo he dicho, puedo percibir tus poderes.

Un escalofrío le recorrió la espalda y _____ se preguntó si podría ocultarle algo.

–Eres un hombre aterrador.

Una extraña luz brilló en los ojos oscuros.

–No soy un hombre. Dejé atrás mi humanidad al morir.

Quizás él lo creyera así, pero _____ sabía que no era cierto. Puede que no tuviese alma, pero era un hombre de buen corazón y era humano.

–¿Por qué accediste a convertirte en Cazador Oscuro a pesar de que nunca te vengaste de Theone?

–En ese momento me pareció una buena idea.

Con esas palabras, _____ sintió que algo se derretía en su interior. Quizás fuese la soledad que se filtraba en su voz o la resignación que mostraban sus ojos. No podía decirlo con certeza, pero sabía que sería incapaz de regresar a su antigua vida y olvidar a este hombre. Había sido testigo de su bondad. De su dolor. Y, que Dios la ayudara, cuanto más sabía de él más lo deseaba. Lo deseaba de un modo que iba más allá de todo razonamiento. Apenas se conocían y aún así había un vínculo entre ellos.

Observó los atormentados ojos oscuros que la miraban con pasión y deseo. Él era lo que su madre llamaba «la otra mitad». Ésa era la expresión que su madre usaba para describir a su padre, y Selena para referirse a Bill.

Por primera vez en su vida, _____ comprendía su significado. No podía dejarlo escapar ahora que lo había encontrado.

No sin luchar.

Ajeno a los pensamientos de _____, Hunter se dio la vuelta y la instó a regresar a la casa. La acompañó a una suite situada en la planta baja.

–Puedes pasar la noche aquí. Te traeré algo más cómodo para dormir.

_____ vagó alrededor de la suntuosa habitación. La enorme cama tallada parecía recién sacada de una antigua película. El color verde oscuro que decoraba las paredes habría hecho parecer diminuta cualquier habitación pero, en un lugar tan espacioso, el efecto era sorprendente; le daba una apariencia cálida y acogedora.

Hunter regresó al instante con una camiseta negra y unos pantalones de deporte que se la tragarían entera.

–Gracias –le dijo mientras cogía la ropa.

Él se quedó frente a ella, inmóvil, mirándola a los ojos.

Para sorpresa de _____, alzó la mano y le recorrió el mentón con un dedo, erizándole la piel con el suave roce de la uña. Intuyó que deseaba besarla y se quedó sorprendida al comprender lo mucho que ella deseaba que lo hiciera.

Pero no la besó. Se limitó a observarla con esos voraces ojos oscuros antes de pasar el pulgar por sus labios, obligando a _____ a reprimir un gemido ante la arrolladora sensación que despertaban sus caricias. Y su olor. La atmósfera entre ellos estaba cargada de tensión; el deseo y la necesidad eran recíprocos y su intensidad la debilitaba y a la vez la hacía sentirse más fuerte que nunca.

Justo cuando pensaba que iba a besarla, Hunter se alejó.

–Buenas noches, _____.

Ella observó cómo se marchaba con el corazón en un puño.

Joe se maldijo a sí mismo con cada paso que lo acercaba a su despacho.

Debería haberla besado. Debería…

No. Había hecho lo correcto. No podría haber nada entre ellos. Los Cazadores Oscuros podían tener una aventura de unas cuantas noches con una mujer, pero les estaba prohibido involucrarse en una relación seria. Era demasiado arriesgado. Las mujeres se convertían, de ese modo, en objetivo de los Daimons y debilitaban a los Cazadores, que se volvían más prudentes. Y en este trabajo, la prudencia conducía a la muerte.

El tema nunca le había preocupado con anterioridad. Pero esa noche, el dolor era tan fuerte que casi estaba acabando con él. Odiaba los sentimientos que estaban creciendo en su interior. Odiaba la necesidad que _____ despertaba en él. Hacía mucho tiempo que había desterrado todas sus emociones y prefería vivir de ese modo. Era una especie de capullo que lo mantenía libre de cualquier tipo de confusión.

–Tengo que sacármela de la cabeza.

Entró en el despacho, y se conectó a la web de los Cazadores Oscuros, Dark-Hunter.com. Al instante, otros Cazadores Oscuros le abrieron unas cuantas ventanas y el icono del correo comenzó a parpadear. La tecnología era algo maravilloso. Poder comunicarse de ese modo era un regalo de los dioses. Hacía que las largas noches fuesen más soportables y les permitía intercambiar información importante.

Se sentó en el sillón de cuero negro y abrió una de las ventanas. Era Acheron.
«Nick ha llamado. Dice que Desiderius te ha pateado el culo. ¿Estás bien?»

Joe apretó los dientes y tecleó la respuesta.

–Voy a matarlo por esto. Estoy bien. Desiderius se ha escondido en un refugio. ¿Qué sabes de él?

«Fue el que eliminó a Cromley hace unos años, así que te estás enfrentando a unos poderes nada despreciables. He hablado con el Escudero de Cromley y me ha dicho que Desiderius se lo pasó en grande volviéndolo loco. Mejor no comentar cómo lo mató. Personalmente, me gustaría que el tal D. viniera a por mí. Necesito una buena pareja de baile. Mis Daimons cojean.»

Joe se echó a reír ante el despliegue de humor de Ash. El hombre verdaderamente no tenía paciencia con los Daimons lerdos.

–Talon dice que usan descargas astrales. ¿Te has encontrado con algo así alguna vez?

«Si te soy sincero, en mis once mil años… joder, no. Es la primera vez. He hablado con los Oráculos y ahora mismo están consultando a las Parcas. Pero ya sabes cómo son. Estoy seguro de que nos saldrán con algo como: “Cuando el cielo verde esté y el negro cubra de la tierra su faz, un ataque de los Daimons os sorprenderá. Si queréis al que tiene el poder capturar, algo especial tenéis que hallar” o una porquería por el estilo. Odio a los Oráculos. Si quisiera ejercitar la mente, me compraría un Cubo de Rubik.»

–Yo no lo veo tan claro, Ash, eres un especialista en esas adivinanzas. ¿Estás seguro de que no quieres convertirte en Oráculo?

«Apúntate esto, General: que te jodan. Ahora, déjame trabajar. Tengo Daimons que perseguir, Cazadores con los que pelearme y mujeres que seducir. Luego hablamos.»

Sin muchas ganas de mantener otra conversación, Joe abandonó la web y abrió el correo, pero tampoco le apetecía leer los mensajes.

Lo que quería estaba más allá de su alcance.

En contra de su voluntad, cruzó lentamente el pasillo y descendió las escaleras. Antes de ser consciente de lo que estaba haciendo, se descubrió junto a la habitación de _____. Apoyó la mano sobre la oscura madera de la puerta y extendió los dedos mientras cerraba los ojos. Podía verla sentada en la cama. Se había puesto su camiseta negra, que dejaba a la vista esas largas piernas desnudas.

El fuego incendió su cuerpo, recorriéndole las venas. Sentía el dolor de _____ por la pérdida de su hogar; el miedo a la posibilidad de que Desiderius hiciera daño a su hermana; la preocupación por la compañera de Tabitha, Allison.

Y, lo que era peor, percibía las lágrimas que se esforzaba por contener. Era tan fuerte, tan resuelta... Jamás había conocido a una mujer igual.

El sueño que lo había despertado esa mañana le volvió a la mente. Aún podía sentirla entre sus brazos.

«Te deseo»

Daría cualquier cosa porque esas mismas palabras fuesen una realidad y _____ lo mirara con ganas de devorarlo. En ese preciso momento, lo único que quería era tirar la puerta abajo de una patada y hacerle el amor. Sentir sus caricias. Dejar que lo abrazara.

Que le diera la bienvenida.

Pero no podía ser.

Con el corazón encogido, se obligó a marcharse. Tenía trabajo que hacer.

_____ miró el reloj. Las doce y media. Por regla general, a esa hora estaba profundamente dormida. Pero para Hunter la noche aún sería joven.

Comenzó a preguntarse qué haría él a esa hora tan temprana. Con toda seguridad, no se dedicaría todas las noches a matar Daimons. No podría haber tantos… ¿o sí?

Antes de darse cuenta de lo que hacía, salió de la cama y comenzó a vagar por la enorme casa. No sabía dónde estaba Hunter. No se había molestado en mostrarle su habitación cuando le enseñó la casa. Pero el instinto le decía que debía estar en la planta alta. Probablemente, tan lejos de la suya como fuese posible.

Estaba a mitad de la escalera cuando escuchó un ruido extraño en el patio. Una especie de silbido. Dio la vuelta y se encaminó hacia la sala de juegos. No había ninguna luz encendida, pero la luna y las estrellas eran tan brillantes que podía distinguir una figura oscura en el atrio. Su primer impulso fue llamar a Hunter pero, antes de hacerlo, se detuvo.

Había algo familiar en ese perfil. Se acercó un poco más a las puertas francesas y reconoció a Hunter y a Terminator. Llevaba una camiseta de manga corta y unos pantalones de deporte y estaba lanzando la pelota de béisbol a una especie de red que se la devolvía. En cuanto tiraba la bola, Terminator comenzaba a correr, persiguiéndola, para volver al instante junto a él. La escena le arrancó una sonrisa. Hunter daba unas palmaditas al perro y volvía a lanzar la bola.

Comenzó a alejarse de allí, pero se detuvo. No podía hacerlo. En lugar de regresar a la habitación abrió las cristaleras.

Hunter se giró de inmediato. La bola, que había olvidado al escuchar sus pasos, rebotó en la red y le dio en la cabeza. Soltó un siseo de dolor mientras se frotaba el lugar del impacto y Terminator se marchaba en persecución de la pelota.

–¿Necesitas algo? –le preguntó con brusquedad.

Que me beses.

_____ tragó saliva.

–Nada; no sabía dónde estabas.

–Pues ya lo sabes.

Su voz volvía a ser gélida. Éste no era el Hunter que la había acompañado hacía poco rato. El que tenía delante era el Cazador Oscuro que había despertado en la fábrica encadenado a ella. En guardia y distante.

Y le estaba rompiendo el corazón. No se trataba de que estuviera molesto por el golpe de la bola en la cabeza, no. Ella sabía que había vuelto a alzar las barreras. Quería mantenerla alejada.

Captando la indirecta, asintió.

–Sí, ya. Buenas noches.

Joe la observó mientras se alejaba. Le había hecho daño. Lo sabía, lo sentía y se odiaba a sí mismo por ello.

Llámala.

¿Para qué?

Jamás podría haber algo entre ellos. Ni siquiera una simple amistad.

Apretando la mandíbula, regresó al ejercicio. Intentaría concentrarse en Desiderius. Intentaría atraer al Daimon hasta que estuviese a su alcance.

Era inútil.

_____ seguía con él. Era su rostro lo que veía si cerraba los ojos. Era su olor lo que respiraba. Si no se la sacaba de la cabeza iba a acabar muerto. Y si él moría, Desiderius iría tras ella.

Volvió a arrojar la bola contra la red con un gruñido. Saltó y alzó el brazo para cogerla de nuevo pero, antes de rozarla, sintió un dolor intenso y agudo en la cabeza. Lanzó una maldición e intentó aliviar el dolor presionando la palma de la mano sobre el ojo derecho. Mientras se esforzaba por recuperarse, lo asaltó una visión.

Desiderius.

Mientras la imagen cobraba fuerza, se quedó petrificado. Con una sorprende nitidez vio cómo Desiderius lo mataba.

Y escuchó los sollozos de _____.
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*...Placeres De La Noche...*  ~Joe&Tú~ - Página 2 Empty Re: *...Placeres De La Noche...* ~Joe&Tú~

Mensaje por tianijonas Jue 10 Mayo 2012, 1:53 pm

*Capitulo 8*




Cuando consiguió dormirse, sus sueños se convirtieron en un calidoscopio de imágenes confusas sin orden ni concierto. Rostros y lugares giraban y desaparecían en su mente, hasta que sintió que el torbellino la arrastraba.

Pasaron unos minutos hasta que todo se tranquilizó y _____ consiguió ver las imágenes con claridad. Unas personas desconocidas la saludaban al pasar junto a ellas. Todo era increíblemente real; parecía un recuerdo olvidado, más que un simple sueño. Incluso conocía los nombres de todos esos hombres sin haberlos visto antes. Sabía cosas sobre ellos de las que sólo un amigo podría estar al tanto.

Escuchó las risas de los soldados entregados a la celebración de la victoria y sintió una curiosa mezcla de alegría y tristeza cuando llegó a una tienda de color rojo desvaído, donde estaban reunidos un buen número de ellos, pertrechados con antiguas armaduras.

–Has estado brillante –le dijo un veterano soldado dándole una palmada en la espalda.

Ella lo reconoció como su lugarteniente. Un hombre en el que podía confiar y que la idolatraba. Dimitri siempre había buscado su consejo y su fuerza. Tenía una herida abierta en el lado izquierdo de la cara, pero los cansados ojos grises resplandecían. Aunque tenía la armadura cubierta de sangre, no parecía estar herido de gravedad.

–Es una lástima que Julian no esté aquí para ver esta victoria. Habría estado muy orgulloso de ti, comandante. Toda Roma debe estar llorando.

En ese momento _____ se dio cuenta de que no era ella la que estaba soñando. Era Joe…

El rostro de Joe estaba manchado de sangre, sudor y polvo; el cabello, largo y sujeto con una tira de cuero, no tenía mejor aspecto. De la sien izquierda caían tres finas trenzas hasta la mitad del pecho. Era un hombre absolutamente devastador y completamente humano. Sus ojos, de un profundo color verde, resplandecían por la victoria. Su porte era el de un hombre sin igual, un hombre cuyo destino era la gloria.

Joe alzó la copa de vino y se dirigió a los hombres reunidos en su tienda.

–Dedico esta victoria a Julian de Macedonia. Donde quiera que se encuentre, sé que, en estos momentos, se estará riendo por la derrota de Escipión.

Los hombres le respondieron con un clamoroso rugido.

Joe dio un sorbo al vino y miró al veterano soldado que estaba a su lado.

–Es una pena que Valerius no estuviese con Escipión. Estaba deseando enfrentarme con él. Pero no importa. –Alzando la voz para que todos los presentes pudieran escucharlo continuó–: Mañana marcharemos sobre Roma y pondremos a esa puta de rodillas.

Todos gritaron su aprobación.

–En el campo de batalla, con la espada en la mano, eres invencible –le dijo su lugarteniente, con un tono de voz que delataba su admiración–. Mañana a esta hora serás el gobernador del mundo conocido.

Kyrian meneó la cabeza, expresando su negativa.

–Andriscus será mañana el gobernador de Roma, no yo.

El hombre pareció horrorizado; se inclinó hacia Joe y le habló en voz baja, de modo que nadie más lo escuchara.

–Hay quienes piensan que es débil; los mismos que te apoyarían si…

–No, Dimitri –lo interrumpió de forma educada–. Aprecio el gesto, pero he jurado poner mi ejército a disposición de Andriscus y así será hasta el día que muera. Jamás lo traicionaré.

La expresión del rostro de Dimitri dejó clara la confusión que sentía. No estaba muy seguro de si debía aplaudir la lealtad de su Comandante o maldecirlo por ella.

–No conozco a ningún otro hombre que dejase pasar la oportunidad de gobernar el mundo.

Joe soltó una carcajada.

–Los reinos y los imperios no dan la felicidad, Dimitri. Es el amor de una buena mujer y de unos hijos lo que hacen a un hombre feliz.

–Y la victoria –añadió Dimitri.

La sonrisa de Joe se ensanchó.

–Esta noche, al menos, parece que es cierto.

–¿Comandante?

Joe se giró al escuchar que alguien lo llamaba y vio a un hombre que se abría camino entre los congregados en la tienda. El soldado le tendió un pergamino sellado.

–Un correo trajo esto. Lo llevaba un mensajero romano que fue apresado esta mañana.

Al cogerlo, Joe observó el sello de Valerius el Joven. Lo abrió con curiosidad y lo leyó. Con cada nueva palabra, sentía que su pánico aumentaba. El corazón comenzó a latirle con más fuerza.

–¡Mi caballo! –gritó mientras salía corriendo de la atestada tienda–. Traed mi caballo.

–¿Comandante?
Joe se dio la vuelta para mirar a su lugarteniente, que lo había seguido. El hombre fruncía el ceño, visiblemente preocupado.

–Dimitri, quédate al mando hasta que regrese. Que el ejército se repliegue de nuevo hacia las colinas, lejos de los romanos, hasta nueva orden. Si no estoy de regreso en una semana, dirígete con todo el grueso de la tropa a Punjara y únete a Jasón.

–¿Estás seguro?

–Sí.

En ese momento llegó un muchacho, tirando de las riendas del semental negro de Joe. Con el corazón desbocado, lo montó de un salto.

–¿Dónde vas? –le preguntó Dimitri.

–Valerius se dirige a mi villa. Tengo que llegar antes que él.

El hombre agarró las riendas, horrorizado.

–No puedes enfrentarte a él tú solo.

–No puedo perder tiempo esperando a que alguien me acompañe. Mi esposa está en peligro. No vacilaré. –Y dándole la orden a su montura, atravesó el campamento a todo galope.

_____ se agitaba en la cama al tiempo que sentía el creciente pánico de Joe.

Necesitaba proteger a su esposa a toda costa. Los días pasaban uno tras otro y él seguía cabalgando velozmente, cambiando de montura cada vez que llegaba a un pueblo. No se detuvo a comer ni a dormir. Parecía que un demonio lo hubiese poseído y un solo pensamiento ocupaba su mente: Theone. Theone. Theone.

Llegó a su casa en mitad de la noche. Exhausto y aterrorizado, bajó de un salto del caballo y golpeó con fuerza las puertas de la villa para que lo dejaran entrar.

Un hombre mayor abrió las pesadas puertas de madera.

–¿Su Alteza? –preguntó el sirviente, incrédulo.

Joe entró, dejando atrás al hombre mientras recorría con la mirada el vestíbulo, en busca de alguna señal del enemigo. No encontró nada fuera de lo normal. Pero seguía intranquilo. Aún no podía relajarse. No se calmaría hasta que no viese a su esposa con sus propios ojos.

–¿Dónde está mi esposa?

El viejo sirviente pareció confundido por la pregunta. Abrió y cerró la boca, como un pez fuera del agua, antes de hablar.

–En el lecho, Alteza.

Cansado, débil y muerto de hambre, Joe se apresuró a cruzar el largo pasillo porticado que conducía a la parte trasera de la villa.

–¿Theone? –la llamó mientras corría, desesperado por verla.

Una puerta se abrió al final del pasillo. Una mujer rubia y menuda, increíblemente hermosa, salió de la habitación, cerró la puerta a sus espaldas y miró a Joe de arriba abajo con una mirada gélida, estudiando su desaliño.

Estaba sana y salva. Y era la imagen más hermosa que sus ojos habían contemplado jamás. Las mejillas le brillaban con un rubor rosado y sus largos mechones rubios caían desordenados a ambos lados del rostro. Había envuelto su cuerpo desnudo con una fina sábana blanca que sujetaba con las manos.

–¿Joe? –preguntó, con voz airada.

El alivio lo inundó a la vez que se le llenaban los ojos de lágrimas. ¡Estaba viva! Gracias a los dioses. Parpadeando para evitar el llanto, la estrechó entre sus brazos y la sostuvo con fuerza. Jamás había estado más agradecido a las Parcas por su misericordia.

–Joe –masculló ella, forcejeando para librarse de su abrazo–. Bájame. Hueles tan mal que apenas puedo respirar. ¿Tienes la más ligera idea de lo tarde que es?

–Sí –le contestó, intentando aflojar el nudo que sentía en la garganta y dejando que la alegría lo inundara. La dejó en el suelo y le tomó el rostro entre las manos. Estaba tan cansado que apenas si podía mantenerse en pie ni pensar, pero no pensaba dormir. No hasta que ella estuviese a salvo–. Y debo llevarte lejos de aquí. Vístete.

Ella lo miró, frunciendo el ceño.

–¿Llevarme a dónde?

–A Tracia.

–¿A Tracia? –repitió, incrédula–. ¿Te has vuelto loco?

–No. Me ha llegado la información de que los romanos se encaminan hacia aquí. Voy a llevarte a casa de mi padre para ponerte a salvo. ¡Apresúrate!

Pero no se movió. En lugar de hacerlo, su rostro se ensombreció y los ojos grises chispearon de furia.

–¿Con tu padre? Hace siete años que no hablas con él, ¿qué te hace pensar que va a acogerme ahora?

–Mi padre me perdonará si se lo pido.

–Tu padre nos echará de su casa a los dos; lo dijo de un modo bastante público. Ya me han avergonzado demasiadas veces en mi vida; no necesito oír cómo me llaman puta en mi propia cara. Además, no quiero abandonar mi villa. Me gusta vivir aquí.

Joe hizo oído sordos a sus palabras.

–Mi padre me quiere y hará lo que yo le pida. Ya lo verás. Ahora, vístete.

Ella miró detrás de Joe.

–¿Polydus? –llamó al anciano sirviente que había estado esperando tras Joe todo el tiempo–. Prepara un baño para el señor y tráele comida y vino.

–Theone…

Ella lo detuvo, tapándole la boca con la palma de la mano.

–Shhh, mi señor. Es más de medianoche. Tienes un aspecto espantoso y hueles aún peor. Déjame lavarte, alimentarte y prepararlo todo para que duermas y, después, por la mañana, discutiremos lo que es preciso hacer para protegerme.

–Pero los romanos…

–¿Te has cruzado con alguno de camino hacia aquí?

–Bueno… no.

–Entonces, de momento no hay peligro, ¿o sí?

Demasiado cansado para discutir, le dio la razón.

–Supongo que no.

–Ven, acompáñame. –Lo tomó de la mano y lo llevó hasta una pequeña estancia situada a un lado del pasillo principal.

_____ vio una habitación iluminada por la luz de las velas y con una pequeña chimenea. Joe estaba recostado en una bañera dorada mientras su esposa lo bañaba.

Atrapó una de las manos de Theone y la acercó a su mejilla, ensombrecida por la barba.

–No sabes cuánto te he echado de menos. Nada me reconforta más que tus caricias.

Ella le ofreció una copa de vino con una sonrisa que no le llegó a los ojos.

–He oído que has arrebatado Tesalia a los romanos.

–Sí. Valerius estaba furioso. Estoy impaciente por marchar sobre Roma. Y lo conseguiré, recuerda lo que te digo.

Vació la copa de un trago y la dejó a un lado. Con el cuerpo enfebrecido, atrapó a su mujer y la metió en la bañera con él.

–¡Joe! –jadeó ella.

–Shhh –susurró él sobre sus labios–. ¿No vas a darme un beso?

Ella consintió, pero sin mostrarse muy receptiva. Joe lo notó de inmediato.

–¿Qué ocurre, amor mío? –le preguntó, echándose hacia atrás–. Esta noche pareces muy distante, como si tus pensamientos estuvieran en otro lugar.

El rostro de Theone se suavizó antes de colocarse a horcajadas sobre él e introducirse su miembro.

–No estoy distante. Estoy cansada.

Él sonrió y gimió cuando ella comenzó a moverse.

–Perdóname por haberte despertado. Sólo quería saber que estabas bien. No podría seguir viviendo si algo te sucediera –le dijo tomándole el rostro con ambas manos y acariciándole las mejillas con los pulgares–. Siempre te amaré, Theone. Eres el aire que respiro.

La besó para saborearla por completo.

Ella pareció relajarse un poco entre sus brazos mientras seguía montándolo.

Su mirada jamás se apartaba de él, como si estuviese esperando algo…

Tan pronto como alcanzó el clímax, Joe se echó hacia atrás y la observó. Se sentía tan débil como un recién nacido, pero estaba en casa y su esposa le daba fuerzas. Estaba a salvo. En cuanto ese pensamiento cruzó su mente comenzó a escuchar un extraño zumbido y todo empezó a darle vueltas.

Comprendió al instante lo que su esposa había hecho.

–¿Veneno? –masculló.

Theone se apartó de él y salió de la bañera. Se envolvió con rapidez en una toalla y le contestó.

–No.

Intentó salir de la bañera, pero estaba demasiado mareado y volvió a caer al agua. Le costaba trabajo respirar y apenas si podía hilar dos pensamientos seguidos con la mente tan embotada. Lo único que tenía claro era que la mujer que amaba lo había traicionado. La misma mujer a cuyos pies había puesto el mundo.

–Theone, ¿qué me has hecho?

Ella alzó la barbilla y lo contempló con frialdad.

–Lo que tú no eres capaz de hacer. Asegurar mi porvenir. Roma es el futuro, Joe, no Andriscus. Jamás sobrevivirá para ascender al trono de Macedonia.

La oscuridad lo engulló.

_____ gruñó al sentir un lacerante dolor en la cabeza. Cuando la luz regresó, encontró a Joe tumbado desnudo sobre una fría losa de piedra, inclinada en un ángulo de cuarenta y cinco grados.

Tenía los brazos y las piernas atados con cuerdas a unos tornos. Estaba observando una vieja mesa, dispuesta al otro lado de la habitación, sobre la que se habían desplegado toda clase de instrumentos de tortura. Dándole la espalda a Joe y estudiando con atención los artefactos, había un hombre alto, de pelo oscuro.

Se sentía solo, indefenso y traicionado. Sentimientos aterradores para alguien que jamás había sido vulnerable.

La temperatura de la habitación era sofocante debido al fuego que crepitaba en la chimenea. De algún modo, _____ supo que era verano. Las ventanas estaban abiertas y la suave brisa del Mediterráneo refrescaba la habitación y traía el aroma del mar y de las flores. Joe escuchó las risas en el exterior y se le hizo un nudo en el estómago.

Era un día demasiado hermoso para morir.

El hombre que estaba junto a la mesa ladeó la cabeza. Se giró abruptamente y lo miró con furia. Aunque era increíblemente apuesto, su rostro estaba contorsionado por la ira, restándole parte de su belleza. Sus ojos eran crueles y brillantes, semejantes a los de una víbora. Vacíos, calculadores y carentes de compasión.

–Joe de Tracia –dijo con una perversa sonrisa–. Por fin nos conocemos. Aunque supongo que esto no cuadra exactamente con tus planes, ¿no es cierto?

–Valerius –masculló tan pronto como vio el emblema que colgaba de la pared, sobre el hombro de su captor. Reconocería el águila en cualquier parte.

La sonrisa del romano se ensanchó mientras cruzaba la habitación. Su rostro no mostraba el más mínimo asomo de respeto. Sólo presunción. Sin pronunciar una sola palabra más, comenzó a girar la manivela de los tornos a los que estaban unidas las cuerdas. Al estirarse, los músculos de Joe se tensaron también y los tendones comenzaron a desgarrase al mismo tiempo que las articulaciones se desencajaban.

Joe apretó los dientes y cerró los ojos ante la agonía que su cuerpo padecía.

Valerius soltó una carcajada y volvió a girar la manivela.

–Eso está bien, eres fuerte. Me resulta odioso torturar a esos jovenzuelos que no paran de llorar y de gritar. Le resta diversión.

Joe no contestó.

Tras asegurar la manivela de modo que el cuerpo de Joe se mantuviera dolorosamente estirado, Valerius se acercó a la mesa de los artilugios y cogió una pesada maza de hierro.

–Puesto que eres nuevo en estos lares, permíteme que te muestre cómo tratamos los romanos a nuestros enemigos… –regresó junto a él con una insultante sonrisa de satisfacción en el rostro–. En primer lugar, les rompemos las rodillas. De este modo, sé que no cederán a la tentación de escapar a mi hospitalidad hasta que sea yo quien decida si están preparados para marcharse.

Con esas palabras, golpeó la rodilla izquierda de Joe, destrozando la articulación al instante. Un dolor inimaginable lo recorrió. Mordiéndose los labios para no gritar, se sujetó con fuerza a las cuerdas que le rodeaban las muñecas. La sangre se deslizaba, en un cálido reguero, por sus antebrazos.

Una vez hubo roto la otra rodilla, Valerius cogió un hierro candente del fuego y se lo acercó.

–Sólo tengo una pregunta que hacerte. ¿Dónde está tu ejército?

Joe lo miró con los ojos entrecerrados, pero no le dijo nada.

El romano le colocó el hierro sobre la cara interna del muslo.

_____ perdió la cuenta de todas las heridas que Joe sufrió a manos del tal Valerius. Hora tras hora, día tras día, la tortura continuaba con renovado vigor. Resultaba increíble que una persona pudiera continuar viviendo entre tanto sufrimiento. Jadeó al sentir que arrojaban agua fría al rostro de Joe.

–No creas que voy a permitir que pierdas el conocimiento para escapar de mí. Y tampoco voy a dejarte morir de hambre hasta que me venga en gana.

Valerius lo agarró del pelo y le echó la cabeza hacia atrás con crueldad para meterle algo líquido en la boca. Joe siseó cuando el caldo salado cayó sobre las heridas que tenía en las mejillas y en los labios. Estuvo a punto de ahogarse, pero su captor continuó haciéndolo tragar.

–Bebe, maldito seas –masculló Valerius–. ¡Bebe!

Joe volvió a desmayarse y de nuevo el agua fría lo despertó.

Días y noches se mezclaban al tiempo que el romano continuaba con la tortura sin la más mínima compasión. Y siempre la misma pregunta.

–¿Dónde está tu ejército?
Joe jamás pronunciaba una sola palabra. Tampoco gritaba. Mantenía las mandíbulas apretadas con tanta fuerza que Valerius tenía que abrirle la boca a la fuerza para darle de comer.

–Comandante Valerius –lo llamó un soldado, entrando a la estancia mientras el general tensaba las cuerdas de nuevo–. Perdón por la interrupción, señor, pero ha llegado un emisario de Tracia que pide audiencia.

El corazón de Joe estuvo a punto de dejar de latir. Por primera vez desde hacía semanas sintió un rayo de esperanza y la alegría lo traspasó.

Su padre…

Valerius arqueó una ceja y miró con curiosidad a su subordinado.

–Esto va a ser muy entretenido. ¡Claro que sí! Lo atenderé.

El soldado se esfumó.

Unos minutos después, un hombre mayor, muy bien vestido, entró en la habitación tras dos soldados romanos. El recién llegado se parecía tanto a Joe que, por un momento, _____ creyó que se trataba de su padre.

No bien el hombre estuvo lo suficientemente cerca como para reconocer a un sangriento y destrozado Joe, soltó un jadeo de incredulidad. Olvidando toda dignidad, su tío corrió a su lado.

–¿Joe? –balbució, aún incrédulo, tocando con precaución el brazo roto de su sobrino. Los ojos azules mostraban su dolor y su preocupación–. ¡Por Zeus! ¿Qué te han hecho?

_____ sintió la vergüenza de Joe y el dolor que le producía ser testigo del sufrimiento de Zetes. Sintió la necesidad de aliviar la culpa que reflejaban los ojos del anciano y el impulso de suplicarle el perdón de su padre.

Pero cuando abrió la boca, tan sólo salió un gemido ronco. Estaba tan malherido que los dientes le castañeteaban debido a la intensidad del dolor que padecía. Tenía la garganta tan dolorida y seca que le costaba trabajo respirar pero, por pura fuerza de voluntad, consiguió hablar con voz trémula.

–Tío.

–Vaya, ¿será posible que realmente pueda hablar? –preguntó Valerius acercándose a ellos–. No ha dicho nada en cuatro semanas. Nada más que esto…

Y acercó de nuevo el hierro candente al muslo. Apretando los dientes, Joe siseó y dio un respingo.

–¡Basta! –gritó Zetes, apartando al romano de un empujón.

Con mucho cuidado, tomó el rostro de su sobrino en las manos mientras las lágrimas le caían por las mejillas al intentar limpiar la sangre de los labios hinchados de Joe.

Alzó la mirada hacia Valerius.

–Tengo diez carros de oro y joyas. Su padre promete aún más si lo liberas. Estoy autorizado a presentarte la rendición de Tracia. Y su hermana, la princesa Althea, se ofrece como tu esclava personal. Lo único que tienes que hacer es dejar que me lo lleve a casa.

¡No!

_____ escuchó el gritó de Joe, pero en realidad ningún sonido había salido de su garganta.

–Es posible que permita que te lo lleves a casa… una vez lo ejecute.

–¡No! –exclamó Zetes–. Es un príncipe y tú…

–No es ningún príncipe. Todo el mundo sabe que fue desheredado. Su padre hizo pública su decisión.

–La ha revocado –insistió Zetes, antes de volver a mirar aJoe con cariño–. Quiere que sepas que nada de lo que te dijo era cierto, que debería haberte escuchado y confiado en ti en lugar de actuar como un imbécil, tonto y ciego. Tu padre te ama, Joe. Lo único que quiere es que regreses a casa para poder daros la bienvenida, a ti y a Theone, con los brazos abiertos. Te pide que lo perdones.

Las últimas palabras le quemaron más que los hierros candentes de Valerius.

No era su padre el que debía implorar perdón. No era su padre el único que había actuado como un imbécil. Había sido él quien se había mostrado cruel con un hombre que jamás había hecho otra cosa más que amarlo. Era tan doloroso que no podía pensarlo. Que los dioses se apiadaran de ambos, porque los argumentos de su padre habían resultado ser ciertos.

Zetes echó un vistazo a Valerius.

–Te dará cualquier cosa a cambio de la vida de su hijo. ¡Cualquier cosa!

–Cualquier cosa… –repitió el romano–. Una oferta muy tentadora, pero ¿no sería muy estúpido de mi parte liberar al hombre que ha estado a punto de derrotarnos? –preguntó mirando con furia a Zetes–. Jamás. –Sacó la daga de su cinturón, agarró con rudeza las tres trenzas que proclamaban que Joe era comandante y las cortó–. Aquí tienes –dijo ofreciéndoselas a Zetes–. Llévaselas a su padre y dile que eso es lo único que le devolveré de su hijo.

–¡No!

–Guardias, aseguraos de que Su Alteza se marcha.

Joe observó como agarraban a su tío y lo sacaban a la fuerza de la habitación.

–¡Joe!

Joe forcejeó contra las cuerdas, pero estaba tan malherido y mutilado que lo único que consiguió fue hacerse aún más daño. Quería llamar a Zetes para que regresara, tenía que decirle lo arrepentido que estaba por todo lo que les había dicho a sus padres.

No permitas que muera sin que lo sepan.

–¡No puedes hacer esto! –gritó Zetes un momento antes de que las puertas se cerraran con un golpe seco, sofocando su voz.

Valerius llamó a su sirviente.

–Trae a mi concubina.

Tan pronto el criado se marchó, el romano se acercó a Joe y suspiró, como si estuviese muy desilusionado.

–Parece que nuestro tiempo de compañía llega a su fin. Si tu padre está tan desesperado por tu regreso, es tan sólo cuestión de tiempo que reúna su ejército para marchar contra mí. Obviamente, no puedo permitir que tenga oportunidad de rescatarte, ¿no crees?

Joe cerró los ojos y apartó la cabeza para no ver la expresión triunfal de Valerius. En su mente volvió a contemplar a su padre, aquel último y aciago día, cuando los dos se enfrentaron en la sala del trono. Julian había bautizado aquel momento como «el día del Duelo de los Titanes». Ninguno de los dos, ni él ni su padre, habían estado dispuestos a escuchar al otro, ni a ceder.

Escuchó de nuevo las palabras que dijera a su padre. Palabras que ningún hijo debía decirle a un padre. El sufrimiento era mil veces más intenso que el que provocaban las torturas de Valerius.

Mientras recordaba con pesar sus pasadas acciones, las puertas de la estancia se abrieron y entró Theone. Cruzó la habitación con la cabeza bien alta, como una reina ante su corte, y se detuvo junto a Valerius, mirándolo con una sonrisa cálida e incitante.

Joe la contempló mientras la magnitud de la traición de su mujer se abría camino en su mente.

Que sea una pesadilla. Por favor, Zeus, no permitas que esto sea real. Era más de lo que su mutilado cuerpo y su alma podían soportar.

–¿Sabes Joe? –le dijo el romano, con un brazo sobre los hombros de Theone al tiempo que le mordisqueaba el cuello–. Alabo tu gusto para elegir esposa. Es excepcional en la cama, ¿verdad?

Era el peor golpe que le podía infligir.

Theone lo miró a los ojos, sin asomo de pudor, y dejó que Valerius se colocara a su espalda y le tocara los pechos, alzándolos. No había rastro de amor en el rostro de su esposa. Ni remordimiento. Nada. Lo miraba como si fuese un extraño.

Joe sintió que se le desgarraba el alma.

–Vamos, Theone, mostrémosle a tu marido lo que interrumpió la noche que llegó a casa.

El romano desprendió el broche del peplo de Theone, que cayó al suelo.

Tomando su cuerpo desnudo en brazos, la besó.

El corazón de Joe se hizo pedazos al ver cómo su esposa despojaba a Valerius de la armadura, al ser testigo de que ansiaba sus caricias con vehemencia.

Incapaz de soportarlo, cerró lo ojos y volvió la cabeza. Pero siguió escuchándolos. Escuchó cómo su mujer suplicaba a Valerius que la poseyera.

La escuchó gemir de placer. Y, cuando alcanzó el clímax en brazos de su enemigo, sintió que su corazón se marchitaba y moría.

Al fin, Valerius había acabado con él.

Dejó que el dolor lo inundara. Dejó que lo traspasara hasta que sólo fue capaz de sentir una desolación atroz y absoluta.

Cuando acabaron, el romano se acercó a él y le restregó la mano, aún húmeda, por el rostro. Joe maldijo ese olor que le resultaba tan familiar.

–¿Tienes alguna idea de lo mucho que me gusta el olor de tu mujer sobre mi cuerpo?

Joe le escupió en la cara.

Enfurecido, Valerius cogió una daga de la mesa y se la clavó con saña en el vientre. Él jadeó al sentir cómo el frío metal desgarraba su cuerpo. Con malicia, el romano giró la muñeca e hizo rodar la hoja, introduciéndola aún más profundamente.

–Dime, Theone –dijo Valerius sin dejar de mirar a Joe mientras sacaba la daga y lo dejaba tembloroso y débil–. ¿Cómo debería matar a tu esposo? ¿Debería decapitarlo, como corresponde a un príncipe?

–No –contestó ella, arreglándose el peplo y asegurándolo sobre el hombro con el broche que Joe le había regalado el día de su boda–. Es el espíritu y la espina dorsal de los rebeldes macedonios. No permitas que se convierta en un mártir. Si la decisión estuviese en mis manos, lo crucificaría como a un vulgar ladrón. Deja que sea un ejemplo para los enemigos de Roma; deja que sepan que no hay honor ni gloria enfrentándose a Roma.

Valerius sonrió con crueldad y se dio la vuelta para mirarla de frente.

–Me gusta cómo trabaja tu mente. –Le dio un casto beso en la mejilla y comenzó a vestirse–. Despídete de tu esposo mientras lo arreglo todo –le dijo antes de marcharse.

Joe luchaba por seguir respirando entre tanto dolor cuando, por fin, Theone se acercó. El sufrimiento y la ira lo hacían temblar de la cabeza a los pies. No obstante, la mirada de su esposa seguía siendo vacía. Helada.

–¿Por qué? –le preguntó.

–¿Por qué? –repitió ella–. ¿Tú qué crees? Fui la hija de una prostituta. Crecí pasando hambre y sin dinero, sin otro remedio que dejar que cualquier hombre usara mi cuerpo cómo le diera la gana.

–Yo te protegí –dijo con aspereza, moviendo apenas los labios partidos y ensangrentados–. Te amé. Te mantuve a salvo de todo aquél que pudiera hacerte daño.

Ella lo miró con los ojos entrecerrados.

–No iba a permitir que te fueras a luchar contra Roma mientras yo me quedaba en casa, temiendo que echaran mi villa abajo cualquier día. No quería acabar como la mujer de Julian, asesinada en mi propia cama, o vendida como esclava. He llegado demasiado lejos como para volver a vender mi cuerpo o suplicar por unas sobras. Quiero conservar mi seguridad y haré todo lo que sea preciso para que así sea.

No podía haber encontrado palabras que lo hirieran más. Jamás lo había considerado otra cosa que un abultado saco de oro. No, no podía creerlo. Se negaba a creerlo. Tenía que haber un momento, uno solo en el que ella lo hubiese amado. ¿De verdad había estado tan ciego?

–¿Alguna vez me amaste?

Ella se encogió de hombros.

–Si te sirve de consuelo, has sido el mejor amante que jamás he tenido.
Ciertamente, te voy a echar de menos en la cama.

Joe dejó escapar un agónico rugido de rabia.

–Maldición, Theone –dijo Valerius al regresar–. Debería haber dejado que lo torturaras tú. Yo no he conseguido hacerle tanto daño.

Los soldados llegaron en aquel momento con una cruz enorme. La dejaron en el suelo, junto a la mesa, y cortaron las cuerdas que mantenían atrapado a Joe. Al tener las piernas rotas cayó de bruces al suelo.

Lo levantaron sin muchos miramientos y lo tumbaron sobre el madero.

Joe continuó mirando a Theone; ni siquiera sentía lástima. Los ojos de su mujer reflejaban una fascinación morbosa.

De nuevo, volvió a recordar los rostros de sus padres. Volvió a verlos aquel día que abandonó su hogar, el día de su boda. Y escuchó otra vez la oferta que Zetes le había hecho a Valerius.

Los había traicionado a todos por ella. Y, a cambio, Theone ni siquiera fingía sentirse apenada por lo que le había hecho. Lo que le había hecho a su familia y a su país.

Él era la última esperanza que tenía Macedonia para librarse del yugo romano. Era lo único que se interponía entre su gente y la esclavitud. Con un solo acto de traición, Theone había echado por tierra todos sus sueños de libertad.

Y todo porque él había sido un estúpido…

Las últimas palabras de su padre resonaron en su cabeza.

''Ella no te ama, Joe. Ninguna mujer te amará jamás y ¡eres un maldito imbécil si no lo ves así!''

Uno de los soldados sostuvo un clavo de hierro sobre su muñeca al tiempo que otro alzaba un pesado mazo.

El soldado romano golpeó con fuerza el clavo…

_____ despertó con un grito, alarmada al sentir el dolor que le atravesaba el brazo. Se sentó y se agarró la muñeca para asegurarse de que todo había sido un sueño. Se frotó el brazo mientras lo miraba fijamente. No había ninguna herida pero…

El sueño había sido real. Lo sabía.

Empujada por una fuerza que no acababa de entender, salió de su habitación en busca de Joe. Atravesó a la carrera la casa, sin encender ninguna luz. Estaba a punto de amanecer. Subió las escaleras de caoba y atravesó un largo pasillo. Siguiendo sus instintos, se acercó a unas puertas dobles en el ala oeste de la casa. Sin dudarlo, las abrió y entró en una habitación dos veces más amplia que la suya.

Junto a la antigua cama con dosel había una vela encendida que proyectaba sombras extrañas sobre la pared. Las cortinas doradas y marrones estaban sujetas a los postes; sólo unos diáfanos visillos de color crema protegían el lecho. A través de ellos, veía a Hunter agitándose entre las sábanas rojizas, como si estuviese en mitad de la misma pesadilla de la que ella había sido testigo.

Con el corazón atronándole los oídos, corrió hacia la cama.

Joe se despertó en el mismo instante que sintió la mano de _____, tibia y suave, sobre el pecho. Abrió los ojos y la encontró sentada a su lado, con los ojos oscurecidos por el horror y examinándolo con el ceño fruncido.

Él también frunció el ceño al sentir cómo le acariciaba el pecho, como si no pudiese verle y se encontrara perdida en una especie de trance. Esperó en silencio, tumbado, asombrado por su presencia.

_____ apartó la sábana de seda que lo cubría y tocó la cicatriz que tenía en el vientre, justo al lado del ombligo.

–Te clavó la daga aquí –susurró, acariciando la delgada cicatriz. Al instante lo cogió de las muñecas y siguió las líneas blanquecinas que las cruzaban–. Aquí te hundieron los clavos. –Sujetando las manos, le pasó el pulgar sobre las uñas–. Te arrancaron las uñas.

Alargando el brazo, le acarició la mejilla con la palma de la mano. En sus ojos se leían miles de emociones y a Joe esas profundidades de azul cristalino le estaban robando el aliento. Ninguna mujer lo había mirado así jamás.

–Mi pobre Hunter –murmuró. Las lágrimas le bañaban las mejillas y, antes de saber lo que estaba haciendo, apartó la sábana por completo, dejando a Joe desnudo, sometido a su escrutinio.

Su miembro respondió al instante, endureciéndose y palpitando ante la preocupación que ella demostraba. _____ le tocó el muslo donde Valerius lo había marcado con el hierro candente.

–¡Dios mío! –jadeó mientras sus dedos trazaban la piel rugosa–. Era real. Te lo hicieron de verdad… –lo miró con los ojos bañados de lágrimas–. Te vi. Te sentí.

Joe la miró frunciendo aún más el ceño. ¿Cómo era posible? Había estado soñando con su ejecución hasta que ella lo despertó. ¿Se habrían fusionado los poderes de ambos de modo que, de forma inconsciente, sus mentes se unieran mientras dormían? Era una idea aterradora. Si resultaba ser cierto, la única explicación posible era que estaban unidos a un nivel mucho más profundo, más allá del mero plano físico.

Y eso significaba que…

No pudo terminar el razonamiento. No existía esa otra persona a la que llamaban «la otra mitad del alma», especialmente si uno no tenía alma. No era posible.

_____ se sentía embargada por un profundo dolor mientras observaba al hombre que tenía delante. ¿Cómo podía haber sobrevivido a una tortura y a una traición semejantes? Y había cargado con ese fardo durante siglos. Solo. Siempre solo. Sin nada que aliviara su dolor ni su desdicha.

Sin esperanza.

–Tanto dolor –susurró _____.

Deseaba con toda su alma la cabeza de Theone en una bandeja por lo que le había hecho. Pero sobre todo, deseaba reconfortarlo. Quería aliviar el tormento que habitaba en su corazón. Borrar el dolor de su pasado. Quería darle esperanza. Quería devolverle su sueño: una mujer y unos hijos que lo amaran.

Y que Dios se apiadara de ella, porque deseaba ser esa mujer.

Antes de poder detenerse, se inclinó y atrapó sus labios. Él gimió ante el contacto y le rodeó la cara con las manos para devolverle el beso.

_____ lo saboreó como jamás lo había hecho con ningún hombre. Podía sentir cómo Hunter le llegaba al alma mientras sus lenguas se rozaban. Nunca había sido audaz en la cama, pero es que nunca había deseado a un hombre como ahora lo deseaba a él.

Con todo su ser.

Enterró los labios en el hueco de su hombro y los ojos se le llenaron de lágrimas de nuevo al encontrar el lugar donde Valerius le había clavado el anillo, haciéndolo sangrar y dejándole otra cicatriz.

Tanto coraje. Tanto amor.

Ella daría cualquier cosa por encontrar a un hombre que la amara como él había amado a su esposa. Pero no a cualquier hombre. Sus deseos iban más allá; quería que Hunter la amara. Quería su corazón. Quería a este hombre que sabía lo que significaba el amor, que entendía lo que era un compromiso y que era capaz de mostrar compasión.

Y estuviese dispuesto a admitirlo o no, él la necesitaba a ella.

Ningún hombre debería vagar solo eternamente. Ninguno debería soportar las heridas que él había soportado; no cuando su único crimen había sido amar a alguien más que a sí mismo.

Su aliento se mezcló con el de Hunter mientras se tumbaba sobre él, a horcajadas sobre su cintura.

Él gruñó al darse cuenta de que no llevaba nada bajo la camiseta. Sentía la piel caliente y húmeda de los muslos de _____ mientras se deslizaba sobre su vientre desnudo, encendiendo una hoguera en su interior que lo aterrorizaba.

Apártala.

No podía. Esa noche no. No con la pesadilla aún tan fresca en su memoria. Estuviese bien o no, necesitaba consuelo. Quería volver a sentirse amado. Quería sentir la suavidad de unas manos femeninas sobre su cuerpo. Deseaba que el aroma de _____ quedase impregnado sobre su piel.

No pudo evitar dar un respingo cuando _____ tomó su miembro con la mano.

–Por todos los dioses –balbuceó sin aliento. Nadie lo había tocado de ese modo en dos mil años.

Todo su cuerpo empezó a temblar de deseo mientras ella acariciaba su ardiente y rígido pene.

Hoy sería suya. Ya no había modo de apartarse de ella.

El movimiento de la mano de _____, que aferraba su miembro con delicadeza deslizándose arriba y abajo, desde la punta hasta la base, le erizaba la piel y hacía que le resultase muy difícil respirar. Sus dedos le rozaron los testículos, endureciéndolo tanto que pensó que estallaría allí mismo.

Mientras tanto, él recorría el cuerpo femenino con las manos, disfrutando de cada curva y cada hueco. Disfrutando del tacto suave de su piel bajo la camiseta. Le mordisqueó el cuello y, por primera vez desde que se convirtiera en Cazador Oscuro, sintió un sobrecogedor deseo de alimentarse de un humano. El sonido de su sangre latiendo por las venas le rugía en los oídos. La energía de _____ lo tentaba, atrayendo al Cazador Oscuro que ansiaba probarla. Pero estaba prohibido. No les estaba permitido morder el cuello de un humano. No obstante, mientras pasaba la lengua por el hueco de la garganta de _____, ese profundo deseo se agitaba sin remedio. Sus colmillos la rozaron sin querer y tuvo que emplear todo su autocontrol para no tomar un sorbo de esa sangre que corría bajo sus labios. La piel de _____ se erizó ante el contacto y el pezón que Joe acariciaba se endureció aún más bajo su mano.

Abandonando su cuello con un gruñido, asaltó sus labios y la besó con ansia mientras deslizaba la mano bajo la camiseta, buscando los oscuros rizos de su entrepierna. Cuando sintió el roce del vello sobre los dedos al apartar los húmedos labios y tocarla allí por primera vez, no pudo reprimir un gemido.

_____ se sobresaltó y dejó escapar un murmullo de satisfacción, aumentando el ritmo de las caricias sobre su miembro.

Joe no podía creer que estuviese tan preparada. Por los dioses, cómo la deseaba. Quería saborear cada centímetro de su cuerpo. Quería hundirse profundamente en ella y comprobar su salvaje pasión. Pero reprimió esos deseos para saborear el momento. Para explorarla lentamente y con ternura.

Deseaba que ese amanecer durara una eternidad.

–Sabes tan bien… –le susurró al tiempo que desgarraba la camiseta tirando del cuello y se la arrancaba para arrojarla al suelo. Al instante, trazó un sendero de pequeños besos desde el cuello hasta el pecho.

_____ se arqueó hacia él cuando la lengua y los colmillos de Hunter le acariciaron el pezón. La sensación de esos afilados colmillos rozándole la piel la hacía derretirse como lava ardiente.

De nuevo, Hunter volvió a introducir la mano entre sus cuerpos y la acarició donde más lo deseaba. Sus dedos comenzaron a trazar lentos círculos, enardeciéndola para al instante reconfortarla, presionando para después acariciarla levemente, hundiéndose en ella profundamente para que el fuego la consumiera aún más mientras él le hacía el amor con la mano.

–Te deseo, Hunter –le murmuró sin aliento al oído–. Nunca he sentido algo así por nadie.

Él sonrió, dejando a la vista los colmillos y girando a la vez sobre el colchón para quedar sobre ella con una facilidad que sorprendió a _____. Dejó escapar un gemido al sentir ese cuerpo ágil y duro sobre ella. Su peso la dejaba sin aliento. Le rodeó las caderas con las piernas. Hunter irradiaba fuerza, poder. Esos músculos fuertes y definidos se contraían a su alrededor con cada pequeño movimiento que realizaba. Pero lo que más la cautivaba era la contención que demostraba, todo ese poder sujeto bajo control que le hacía recordar a un león preparado para atacar.

Quería más. Quería sentirlo dentro. Quería hacerlo suyo como ninguna mujer lo había hecho en más de dos mil años. Quería su corazón. No, más aún. Quería hacerlo suyo como ninguna mujer lo había hecho jamás. Quería ser todo lo que él necesitaba. Su aliento, su corazón y, sobre todo, su alma.
Ansiaba devolverle su alma. Rescatarlo de su sufrimiento. Liberarlo de su pasado.

Alzándose un poco, le dio un profundo beso antes de confesar involuntariamente sus pensamientos. Si Hunter lo descubriera, se alejaría de ella sin ninguna duda. No podía permitir que algo así sucediera; por eso, invocó los poderes que había reprimido durante más de diez años y los utilizó para resguardar sus pensamientos en lo más profundo de su mente y de su corazón, por si él aún podía leer en su interior.

Hoy, ella sería su consuelo.

Joe gruñó al sentir a _____ bajo su cuerpo. Había pasado una eternidad desde que se permitiera confiar en una mujer de ese modo. Una capa de sudor cubría su cuerpo mientras abandonaba sus pechos para descender por su torso, hasta las caderas y volver a ascender. La deseaba con una intensidad sobrehumana. Deseaba cosas de ella que no se atrevía a nombrar. No debería pensar en hacerla suya y en mantenerla a su lado. Pero no podía evitarlo.

_____ enterró la mano en su cabello y lo acercó aún más mientras él descendía, mordisqueándola desde los labios hasta la garganta y de allí hasta el pecho, donde se entretuvo en saborearla a conciencia. Su lengua se movía en círculos alrededor del endurecido pezón, acariciando y atormentando. Parecía devorarla con un ansia insaciable, como un hambriento que festejara un banquete.

Muy lentamente, descendió dejando que los colmillos la arañaran suavemente, con tanta delicadeza que _____ no pudo más que sorprenderse. Su cuerpo ardía en cada lugar donde él posaba las manos en su camino de descenso hacia las caderas. Allí deslizó la lengua, pasándola por encima de la pelvis hasta llegar al muslo. Le separó las piernas muy lentamente y siguió lamiéndole la cara interna del muslo.

_____ contuvo el aliento, estremeciéndose ante lo que estaba por venir. Al percibir su vacilación, alzó la cabeza para mirarlo y lo descubrió mirándola.

La observaba de un modo posesivo e intenso que la dejó sin respiración. En una especie de trance, observándolo mientras él la sometía a un intenso escrutinio, vio cómo, muy lentamente y con mucho cuidado, deslizaba un dedo sobre su sexo y lo retiraba. Ella se estremeció en respuesta a su caricia.

Hunter le separó los labios y la tomó en la boca sin dejar de mirarla a los ojos.

_____ gritó ante el salvaje éxtasis que la inundó. Ningún hombre le había hecho eso antes.

Él cerró los ojos y gimió, haciendo que todo el cuerpo de _____ temblara por la vibración. Deslizó la lengua dentro y fuera de su vagina trazando lentos círculos; _____ se revolvía y se agitaba con cada húmeda caricia.

Joe se sobresaltó al paladear su sabor. Nunca había sentido un deseo tan intenso como el que sentía por esa mujer. Algo en ella sacaba a la superficie su lado más salvaje; estimulaba sus poderes de Cazador Oscuro y hacía que el animal que habitaba en él comenzara a despertarse. Esos poderes eran los que utilizaba cuando luchaba o perseguía a un objetivo. Gracias a ellos, percibía todo lo que ocurría a su alrededor a un nivel mucho más profundo.

Era consciente de los frenéticos latidos del corazón de _____, de los pequeños temblores que sacudían su cuerpo como respuesta a las caricias de sus labios y su lengua. Sentía el placer que le estaba proporcionando; sentía en las mejillas cómo corría la sangre de _____ a través de los muslos y su miembro latía al ritmo de esa marea. Cerró los ojos, luchando de nuevo contra el impulso de hundir los colmillos en su carne y dejar que el sabor de su sangre se deslizara por la lengua.

_____ se aferró a él mientras Hunter seguía haciendo que se estremeciese de placer. El roce de los colmillos le erizaba la piel. Abrió los ojos y lo contempló, inmerso en lo que estaba haciendo, ajeno a cualquier otra cosa que no fuese ella. Hunter era la personificación del sexo, pensó ella. Todo su ser estaba entregado a darle placer con la misma energía, presumía, que utilizaba para perseguir a los Daimons.

Cuando alcanzó el orgasmo, resultó tan salvaje y sobrecogedor que echó la cabeza hacia atrás y dejó escapar un grito.

Pero aún no había acabado con ella. Hunter gruñó al sentir su satisfacción, pero no detuvo las caricias de su lengua. Al contrario, aumentó el ritmo y la fricción, como si estuviese degustando un festín.

_____ siseó de placer.

No se detuvo hasta que ella se corrió dos veces más, apartándose tan sólo cuando dejó de estremecerse. Se incorporó entre las piernas de _____ y avanzó sobre ella muy lentamente, como un animal hambriento y poderoso a punto de zamparse la cena. Le brillaban los ojos y los colmillos quedaban claramente a la vista con cada respiración entrecortada.

–Mírame, _____ –le ordenó mientras le pasaba la mano por el muslo–. Quiero ver tus ojos cuando te haga mía.

Tragando saliva, ella cedió a sus deseos.

Hunter acunó su rostro entre las manos y le dio un beso profundo al tiempo que la tomaba de la mano y la guiaba hacia su hinchado pene.

Sin más palabras, ella comprendió lo que quería. Alzó las caderas y lo guió hasta su interior, despacio, centímetro a centímetro, hasta que todo su miembro la llenó por completo. Un gemido escapó de su garganta al sentirlo dentro y observar el deseo voraz que reflejaban sus ojos.

Hizo un intento de separar la mano pero él la detuvo cubriéndola con la suya. La pasión de su mirada se hizo más patente.

–Quiero que me toques mientras estamos unidos, quiero que lo sientas –le dijo sin aliento.

_____ volvió a tragar mientras Hunter comenzaba a moverse entre sus dedos y la penetraba aún más. Dentro y fuera. Era la experiencia más erótica e increíble que había sentido jamás.

Gimieron al unísono.

Vio la expresión satisfecha en el rostro de él mientras la embestía con toda la fuerza de sus caderas.

–Oh, Hunter –balbuceó.

Deteniéndose, la miró a los ojos.

–No es el Cazador Oscuro el que está dentro de ti, _____. Soy yo, Joe.

Cuando comprendió lo que le estaba ofreciendo, se sintió en las nubes. La había dejado penetrar en su coraza, del mismo modo que ella le había permitido que penetrara su cuerpo. Alzando los brazos, le acarició las mejillas.

–Joe –dijo, con un suspiro.

Él sonrió.

–Estar dentro de ti es mucho mejor de lo que había imaginado –le confesó.

_____ notaba los estremecimientos que sacudían el cuerpo de Joe.

Él bajó la cabeza y la besó con ternura mientras la penetraba con envites salvajes, a un ritmo frenético. Con fuerza y hasta el fondo. Sacando su pene para volver a penetrarla una y otra vez. Cada una de sus embestidas proporcionaban una oleada de puro placer.

–Oh, Joe –gimió bajo sus labios al sentir que otro nuevo orgasmo se acercaba.

Tan pronto como dijo su nombre, sucedió algo extraño; algo despertó en su interior y de repente se sintió sacudida por una descarga erótica.

–¡Dios mío! –jadeó.

¡Podía sentir el placer de Joe! podía sentir cómo su vagina lo rodeaba. Como si fuesen un solo ser, lo sentía dentro y, al mismo, tiempo alrededor.

Él se esforzó por respirar, sobrecogido ante la experiencia y sosteniéndole la mirada. _____ le acarició la espalda y sintió el roce de su mano en su propia carne. Era lo más increíble que había experimentado jamás.

Joe aumentó el rimo de sus caderas mientras ella se aferraba a sus hombros, ambos perdiendo todo rastro de cordura, inmersos en un estallido de deseo.

Se corrieron a la vez, compartiendo un sublime a la par que violento placer.

Joe echó la cabeza hacia atrás y rugió mientras la penetraba una última vez.

Ella gritó, agitándose entre sus brazos.

Cuando él se derrumbó sobre su cuerpo, _____ lo abrazó con fuerza, acunándolo mientras se recuperaba. Sin muchos deseos de separarse de él, sintió cómo Joe salía de ella.

–¿Qué ha sucedido? –preguntó él en voz baja.

–No lo sé, pero ha sido maravilloso. Increíble. Grandioso.

Soltando una breve carcajada, alzó la cabeza y ella frunció el ceño al ver sus ojos a la suave luz de las velas. Ya no era negros, sino de un peculiar verde azulado.

–¿Joe?
Él recorrió la habitación con la mirada e hizo un gesto de dolor.

–Mis poderes han desaparecido –susurró.

Y en ese momento, con él al lado, _____ lo sintió debilitarse.

Apenas si podía moverse. Su agonía era casi palpable para ella. Joe se llevó una mano al rostro e hizo presión con la palma sobre el ojo derecho, siseando de dolor.

–¡Dios mío! –exclamó _____ mientras lo veía tendido a su lado, sufriendo–. ¿Qué puedo hacer?

–Llama a Talon –le contestó entre dientes–. Marca el dos y después la almohadilla.

Giró sobre el colchón y se acercó a la mesita de noche para coger el teléfono y marcar sin perder un instante.

Talon contestó al segundo tono. Por el sonido de su voz, estaba claro que acaba de despertarse.

–¿Qué pasa? –preguntó tranquilamente una vez que _____ se identificó.

–No lo sé. Le he hecho algo a Joe.

–¿Qué quieres decir? –preguntó él, dando a entender que le resultaba muy difícil creer que pudiese hacerle algo a su amigo.

–No estoy segura. Sus ojos son de un color diferente y está doblado por el dolor.

–¿De qué color son sus ojos?

–Verdes.

Talon permaneció unos segundos en silencio antes de volver a hablar.

–Pásamelo.

Ella le ofreció el teléfono a Joe.

Al coger el auricular, una nueva oleada de dolor lo atravesó. Nunca había sentido nada parecido. Era como si sus dos mitades, el Cazador Oscuro y el hombre, estuviesen luchando la una contra la otra.

–Talon –jadeó.

–Hola, colega –lo saludó Talon–. ¿Estás bien?

–Joder, no. ¿Qué me está pasando?

–Así de repente, se me ocurre que acabas de encontrar el modo de deshacerte de tus poderes de Cazador Oscuro. Felicidades, tío, acabas de encontrar tu vía de escape.

–Sí, yo también estoy que me salgo de contento.

–No seas imbécil. Recuerda que es temporal… Creo.

Percibiendo la duda en la voz de Talon, Joe le preguntó intranquilo:

–¿Cuánto tiempo?

–Ni idea. Nunca he perdido mis poderes.

Joe siseó ante otra oleada de dolor.

–Deja de rebelarte, no luches –masculló Talon–. Estás empeorándolo. Relájate.

–Sí, claro. Como si fuese tan fácil.

Talon resopló.

–Confía en mí; hay ocasiones en la que es necesario rebelarse, pero ésta no es una de ellas. Acéptalo.

–Que lo acepte… y una mierda. No es tan fácil. Da la casualidad de que me siento como si me estuviesen partiendo en dos.

–Ya lo sé –le dijo Talon, con la voz ronca por la preocupación–. ¿Qué estabas haciendo cuando perdiste los poderes?

Joe se aclaró la garganta y echó una tímida mirada a _____.

–Yo… esto… –dudó, sin saber cómo explicarlo. Lo último que quería era avergonzarla.

Pero no tuvo porque explicar nada.

Diarmuid Ua Duibhne –rugió Talon en gaélico– te acostaste con ella y por eso se esfumaron, ¿no es cierto?

Joe volvió a aclararse la garganta y se dio cuenta de lo inútil que sería ocultar algo a un Cazador Oscuro capaz de averiguar casi todo lo que se le antojaba.

–No ocurrió nada hasta justo el final.

–¡Aaaaaah! Ya entiendo –le dijo Talon, arrastrando las palabras como si hubiese entendido perfectamente. Cuando volvió a hablar, su voz sonó muy parecida a la de la doctora Ruth –. Ese momento justo después de correrte, cuando estás exhausto, saciado e indefenso, ¿me sigues? ¿Te apuestas algo a que fue por eso por lo que desaparecieron tus poderes?

Pero Joe seguía sin entender nada.

–Todos vosotros os acostáis con mujeres cada dos por tres y no os sucede esto.

–Sí, pero cada uno aguanta la presión de un modo distinto y tú lo sabes. En tu mente, debes haber equiparado ese momento álgido al instante en que te convertiste en Cazador Oscuro. O eso, o fueron los poderes de _____. Quizás se mezclaron con los tuyos hasta absorberlos.

–Eso es una locura.

–Sí, claro. Exactamente igual que el dolor de cabeza que tienes y que, de paso, me está afectando a mí también. Pásame a _____.

Joe le hizo caso.

–Quiere hablar contigo.

Ella cogió el teléfono.

–Escucha –comenzó Talon con voz afilada y desagradable–. Tenemos un problema serio. Joe está perdido hasta que sus poderes regresen.

–¿Cuánto tardarán?

–Ni idea. Pero supongo que pasará bastante y, hasta entonces, es humano y, puesto que hace más de dos mil años que dejó de serlo, está débil. Es vulnerable.

El pánico la atenazó mientras giraba la cabeza para mirar a Joe. Aún tenía una mano sobre los ojos y, por la rigidez de su postura, estaba claro que le dolía bastante.

–¿Volverá a la normalidad con la puesta del sol?

–Eso espero. Porque si no es así, los Daimons lo tendrán muy fácil.

_____ sintió que se le cerraba la garganta por el pánico. Lo último que quería era que Joe acabara herido por su culpa.

–¿No puedes ayudarlo?

–No. Va en contra del Código. Cazamos solos. No puedo ir tras Desiderius hasta que Joe esté muerto.

–¿Qué clase de Código es ése? –gritó ella.

–Uno que normalmente no me perfora el tímpano –siseó Talon–. Joder, nena, con esos pulmones tendrías un brillante futuro como soprano.

–No tiene gracia.

–Lo sé. Nada de esto la tiene. Ahora, escúchame un segundo. Esto va a ser embarazoso, ¿lo soportarás?

El tono funesto de su voz hizo que _____ se detuviera a pensar un instante. ¿Qué iba a decirle?

–Creo que sí.

–Bien. Veamos, creo que nuestro problema empieza en el momento en que Joe se corre. Es imperativo que no dejes que suceda de nuevo. Porque hay bastantes posibilidades de que vuelva a quedarse sin sus poderes si ocurre otra vez. Tienes que mantenerte alejada de él.

_____ sintió que el corazón se le encogía al escucharlo. Alargando una mano, acarició a Joe.

–Vale –le contestó en voz baja.

–Bien. Son las siete de la mañana. Haznos un favor a los dos y vigílalo hasta que Nick llegue.

–Lo haré.

Talon se despidió y ella colgó antes de devolver el teléfono a la mesita de noche.
Joe la miró y el sufrimiento que reflejaban esos ojos verdes la partió en dos.

–Sólo quería que te sintieras mejor. No fue mi intención hacerte daño.

Él la cogió de la mano y la sostuvo con ternura.

–Lo sé.

Le dio un pequeño tirón para acercarla y la abrazó con fuerza, aunque _____ aún podía sentir la rigidez de su cuerpo.

–Me ayudaste, _____ –le murmuró al oído–. No eches a perder lo que me has entregado por sentirte culpable.

–¿Puedo hacer algo por ti?

–Déjame que te abrace un poco más.

Al escucharlo, el corazón se le subió a la garganta. Se quedó tumbada entre sus brazos, sintiendo el cálido aliento de él sobre la garganta.

Joe enterró el rostro en su pelo y aspiró el ligero aroma que desprendía.

Jamás se había sentido tan débil como en esos momentos; no obstante, había algo en la presencia de _____ que le daba fuerzas.

Has encontrado tu vía de escape.

Las palabras de Talon no dejaban de dar vueltas en su cabeza. Cuando un Cazador Oscuro encontraba el modo de deshacerse de sus poderes, podía volver a reclamar su alma. Era una opción que nunca antes había considerado. Algo que jamás se había atrevido a soñar.

Podía volver a ser humano. De modo definitivo.

¿Pero para qué? Era lo que era. Un guerrero inmortal. Amaba su estilo de vida. Amaba la libertad y el poder que le otorgaba.

Pero aun así, allí tumbado con _____ entre sus brazos, piel contra piel, comenzó a recordar otras cosas olvidadas hacía siglos. Cosas que había enterrado en lo más profundo del corazón.

Cerró los ojos y rememoró la imagen de _____ con Niklos en los brazos. Sería una madre estupenda. Y, mientras se dejaba vencer por el sueño, una parte de él supo que también sería una esposa maravillosa.

_____ se despertó al sentir que alguien la acariciaba, dejando un rastro abrasador alrededor de sus pechos. Abrió los ojos y bajó la mirada para descubrir la mano de Joe tocándola con ternura mientras uno de sus muslos descansaba enterrado entre sus piernas. El corazón comenzó a latirle con rapidez al ver que la mano descendía hasta su estómago al tiempo que le mordisqueaba el cuello con los afilados colmillos.

–¿Vas a morderme? –le preguntó.

La risa de Joe reverberó por su garganta.

–No, amor. Voy a devorarte.

Girando hasta quedar de espaldas sobre el colchón, lo miró a los ojos y descubrió que el verde era aún más intenso que antes. Un verde claro y devastador. Alzó la mano y le acarició la mejilla derecha con un dedo.

–¿Por qué han cambiado de color?

–Al perder mis poderes de Cazador Oscuro, mis ojos volvieron a ser humanos.

Lo miró con el ceño fruncido e intentó recordar el color de sus ojos durante el sueño.

–¿Éste era su color antes de que perdieras el alma?

Él asintió y bajó la cabeza para darle un lametón en el hueco de la garganta.

–Se supone que no deberías estar haciendo esto –lo reprendió, pasándole la mano por la espalda–. Talon dijo que tenías que descansar.

–Estoy descansando.

_____ contuvo el aliento, sobresaltada al sentir que Joe separaba los tiernos pliegues de su sexo y la acariciaba con los dedos, largos y fuertes.

–No estás descansando. Estás jugando.

La buscó con la mirada.

–Quiero jugar contigo.

–¿Y si te debilitas más?

–No veo cómo.

–Pero, ¿y si…?

La hizo callar con un beso tórrido y abrasador y, al instante, los pensamientos de _____ perdieron toda cordura.

Joe le mordisqueó los labios y tironeó de ellos con suavidad mientras sus ojos verdes buceaban en el cuerpo de _____, tratando de llegar a su corazón.

–Ya no puedo sentir lo que hay en tu interior, _____. Dime que no me deseas y te dejaré ir.

–Te deseo Joe. Ni te imaginas cuánto.

Él le sonrió y se hundió en ella, que gimió al sentir cómo la llenaba por completo.

Para Joe, todo comenzó a dar vueltas, allí, inmerso en la calidez del cuerpo de _____. ¿Cómo era posible que fuese aún mejor que horas antes? La miró fijamente y le encantó ver sus ojos nublados por el deseo y las mejillas cubiertas por el rubor. Era realmente hermosa.

Lo asaltó una oleada de posesividad; un sentimiento intenso que había olvidado hacía siglos. No acababa de entender de dónde había salido, pero le estaba retorciendo las entrañas. Y, en comparación, dejaba a la altura del betún lo que una vez sintiera por Theone. No lo comprendía y, si era sincero consigo mismo, no se atrevía a profundizar en las razones. Saber con exactitud cuáles eran sus sentimientos sólo le haría más daño.

_____ entrelazó las piernas con las de Joe mientras saboreaba cada una de sus profundas y delirantes embestidas. Ni en sus sueños más atrevidos se había imaginado que hacer el amor pudiese ser algo así. Jamás había soñado con experimentar un placer tan intenso.

Gritó cuando alcanzó el orgasmo.

Joe cubrió sus labios con los suyos y con tres poderosos envites se unió a ella.

La miró, con la respiración agitada.

–Creo que soy un adicto a tu cuerpo.

Ella sonrió y el corazón de Joe dio un respingo.

–¡Oye, Joe!

Sin apenas tiempo para alzar las sábanas y cubrirse, la puerta de la habitación se abrió de par en par y un hombre alto y apuesto, de no más de veinticinco años, entró en la estancia. _____ se quedó helada al encontrarse con la atónita mirada azul-verdosa de Nick. Llevaba el pelo, de color castaño oscuro, recogido en una coleta y, cuando sonreía, aparecían un par de hoyuelos en sus mejillas.

–Joder, ¿no me digas que te he pillado en la cama?

–Nick –rugió Joe–. Sal de aquí.

–Vale, pero las noticias que tengo sobre Desiderius te van a encantar. ¿Por qué no te pones algo de ropa y te reúnes conmigo en el despacho dentro de unos minutos? –Con actitud desvergonzada, los miró de arriba abajo sin ocultar lo divertida que le resultaba la escena, y salió rápidamente de la habitación.

–Recuérdame luego que es urgente que lo mate.

_____ se rió hasta que se encontró con sus ojos.

–Pareces muy distinto con los ojos verdes –susurró mientras le colocaba la mano sobre la mejilla, áspera por la barba.

Como respuesta, Joe volvió a capturar sus labios para entregarse a otro tórrido beso. Su lengua la atormentaba con burlonas caricias, pero de forma tan posesiva que la dejaba débil y casi sin aliento.

–¿Qué es lo que tienes que me resulta imposible resistirme a ti?

–¿Mi encantadora personalidad? –bromeó ella.

Riéndose, Joe depositó un ligero beso sobre su nariz. _____ lo observó mientras salía de la cama y se dio un festín con esa espalda desnuda mientras atravesaba la habitación, camino del cuarto de baño.

Se acurrucó en la cama y escuchó cómo caía el agua de la ducha. No dejaba de recordar lo bien que se había sentido entre los brazos de Joe. Le había dejado su olor impregnado en el cuerpo y la sensación era fascinante, como si ella le perteneciera por completo… aunque sabía que eso jamás podría suceder.

Él era un Cazador Oscuro y ella era una simple contable. Jamás habían nacido dos personas más dispares. Pero su corazón se negaba a escuchar. Una parte de ella lo deseaba a un nivel que no había conocido hasta entonces.

Y, en el fondo de su mente, no podía evitar pensar en lo maravilloso que sería poder liberarlo del juramento que lo había convertido en Cazador Oscuro.
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*...Placeres De La Noche...*  ~Joe&Tú~ - Página 2 Empty Re: *...Placeres De La Noche...* ~Joe&Tú~

Mensaje por tianijonas Jue 10 Mayo 2012, 2:33 pm

*Capitulo 9*


Joe atravesó el pasillo, abrió la puerta de su despacho y se encontró a Nick sentado tras el antiguo escritorio de caoba, de espaldas a la puerta. El sillón reclinable de cuero negro crujió cuando se movió su Escudero, cuyos dedos volaban sobre el teclado del ordenador.

Era una imagen cotidiana.

Nick era un dios en Internet, lo que en terminología hacker significaba que podía entrar en cualquier sitio, sin importar lo seguro que fuese el servidor.
Gracias a sus habilidades, Nick, junto a Chris Eriksson y Daphne Addams habían sido encargados del diseño y mantenimiento la web de los Cazadores Oscuros, lugar utilizado por los Cazadores y por los Escuderos para guardar todos sus archivos y comunicarse unos con otros.

Era bueno saber que a Nick le servía la Universidad para algo más que para conocer a mujeres de moral cuestionable.

–Dime, ¿por qué has entrado a mi habitación sin permiso?

Nick lo miró de soslayo con una sonrisa maliciosa.

–Tío, te habías quedado dormido. Era tarde.

–¡Vamos, hombre!

Con un bufido, Nick volvió a prestar atención al ordenador, ya que acababa de recibir un mensaje.

–Eres el único hombre que conozco que puede tener un humor tan desagradable diez minutos después de haber echado un polvo con una mujer tan estupenda. Joder, ¿no sabes que el sexo sirve para que te sientas mejor?

Joe puso los ojos en blanco ante los comentarios de su insolente Escudero; las normas e instrucciones le resbalaban y jamás había logrado intimidarlo. Ni siquiera la noche que le confesó qué tipo de criatura era en realidad.

–Nick… –lo increpó a modo de advertencia.

El Escudero abrió el correo.

–Vale, vale. Aquí está el mensaje de los Oráculos:

«De apolita y Daimon nacido será el que os mantenga en vilo. Sangre de dioses corre por sus venas y la ira es su mejor compañera. Si queréis a este ser controlar, un Cazador Oscuro con alma debéis encontrar.»

Joe frunció el ceño al escuchar el acertijo; la típica basura de los Oráculos.

Por los dioses, cómo los odiaba. ¿Es que no podían, por una sola vez, decir lo que tuvieran que decir hablando en cristiano? Claro que no. No quisiera Zeus que los Oráculos los ayudaran de verdad a proteger a los humanos…

–¿Qué coño significa eso? –le preguntó a Nick.

Su Escudero giró el sillón para quedar de frente.

–Según Acheron, lo que quiere decir es que sólo un Cazador Oscuro con alma puede acabar con Desiderius. Por eso ninguno de vosotros ha logrado matarlo antes. Es una simple profecía, ya sabes cómo funciona esto.

–No existe ningún Cazador Oscuro con alma. Al menos, no con el alma en el cuerpo.

–Entonces, de acuerdo con los Oráculos y con Acheron, Desiderius es invencible.

Joe dejó escapar un profundo suspiro.

–Eso no es lo que quería oír esta mañana.

–Sí; lo único que tengo que decir es que me alegro de no estar en tu pellejo. –Nick frunció el ceño–. Tienes los ojos verdes. ¿Qué te ha pasado?

–Nada.

Nick ladeó la cabeza y lo miró con suspicacia.

–Algo sucede –dijo antes de coger el móvil–. ¿Tengo que llamar otra vez a Acheron?

Joe le quitó el teléfono de las manos y lo miró con una furia asesina.

–No metas a Acheron en esto. Puedo arreglármelas solo.

–Más te vale. Eres un coñazo, pero no me gustaría nada tener que empezar a trabajar para otro Cazador Oscuro.

Joe soltó un bufido.

–¿Y eso qué significa? ¿Es una declaración de amor?

–No, de lealtad. No quiero verte caer como le sucedió a Streigar.

La idea hizo que Joe dejara las bromas a un lado. Streigar había sido un implacable Cazador Oscuro al que atraparon unos humanos, fanáticos de la caza de vampiros, que lo expusieron a la luz del sol. Su muerte había sobrecogido a Cazadores Oscuros y a Escuderos por igual.

–No te preocupes –le dijo a Nick para tranquilizarlo– no voy a acabar dándole los buenos días al sol. Sé cómo arreglármelas.

–¿Qué te apuestas a que ésas fueron las mismas palabras de Streigar?

Joe dejó escapar un gruñido.

–¿No tienes clase hoy?

Nick soltó una carcajada.

–Tío, soy un Cajun de los pantanos, no necesito ir a clase, cher. –Se aclaró la garganta y dejó de utilizar el acento cajun–. Y no, hoy hay que hacer la matrícula. Tengo que pensar las asignaturas que voy a coger el próximo semestre.

–Genial, pero necesito que hagas unas cuantas cosas.

–¿Y qué tiene eso de nuevo?

Sarcasmo, tu nombre es Nick Gautier.

–Quiero que lleves de compras a _____; necesita ropa. Los Daimons quemaron su casa y no tiene nada, excepto lo puesto.

Nick alzó una ceja.

–En ese caso, sus pertenencias son escasas porque me ha parecido que puesto, puesto… llevaba más bien poco.

Joe miró a su Escudero con los ojos entrecerrados.

–No te pongas histérico –dijo Nick, alzando las manos en señal de fingida rendición–. Ya sé que es tuya y jamás se me ocurría invadir tu terreno, pero tío, tampoco soy ciego.

–Un día de éstos… te convertiré en aperitivos para caimanes…

–Ya, ya. La amenaza tendría más peso si no supiera lo mucho que te gusta darme órdenes. Si no pudieses mangonearme a cualquier hora de la noche, te volverías loco.

No podía negarlo. Las noches se hacían especialmente tediosas y largas cuando no había Daimons que perseguir, y fastidiar a Nick a las tres de la mañana hacía que fuesen algo más entretenidas.

El Escudero sacó su Palm Pilot y comenzó a tomar notas.

–Vale. Misión secreta: llevar a la chica de compras. –Cuando acabó de escribir alzó la cabeza y miró a Joe–. Por cierto, quiero un plus de peligrosidad este mes. Odio los centros comerciales.

Joe se rió.

–No hay más que mirarte para darse cuenta.

Nick fingió que el comentario le había dolido y lo miró simuladamente ofendido.

–Perdóneme, señor Armani. Es que me gusta la moda grunge.

–Lo siento, siempre se me olvida que ahora está de moda vestirse como si acabases de salir de debajo de un contenedor de basura.

Nick continuó haciéndose el ofendido y le contestó con un fingido tartamudeo.

–¿Por qué no te vuelves a la cama de una puñetera vez y utilizas todo ese encanto con tu mujer? Porque si sigues fastidiándome voy a acabar clavándote una estaca… –y en voz muy baja añadió–…mientras duermes.

Joe cruzó los brazos delante del pecho.

–Vale, te daré una paga extra, pero no te pases con _____. Los comentarios sarcásticos los reduces al mínimo.

–Sí, ¡oh gran Amo y Señor! –dijo al tiempo que añadía otra nota–: Ser agradable con la chica; mantener la boca cerrada. –Y volvió a mirarlo–. Por cierto, ¿algún límite de dinero para las compras?

–No. Todo lo que ella quiera gastar.

–Visitar tiendas pijas y Lord and Taylor . Muy bien, ¿algo más?

–Tráela de vuelta antes de que oscurezca o voy a usar tu pellejo cajun para dar de comer a los caimanes de Talon.

El miedo chispeó en los ojos de Nick. El muchacho odiaba a los caimanes, aunque Joe no sabía por qué.

–Vale, eso sí me ha asustado.

–También quiero que vayas a casa de Talon y recojas un srad. Desiderius no se imagina la sorpresa que vamos a darle.

Nick tembló ante la mención de las dagas circulares de Talon. Eran armas muy antiguas y, a su lado, un Ginsu parecía un simple cuchillo para untar mantequilla.

–¿Sabes cómo usar esas cosas?

–Sí –le contestó Joe, respirando hondo–. Necesito dormir. Nick, lo más importante es que cuides de _____.

Nick apagó la Palm Pilot y la colocó en la funda del cinturón.

–Te gusta, ¿verdad?

Joe no contestó; no se atrevía. Ninguno de los dos necesitaba saber la respuesta. Dándole la espalda a su Escudero, salió del despacho y se dirigió al dormitorio.

Tras darse una ducha rápida, _____ regresó en silencio a la habitación para vestirse, mientras Joe dormía en la enorme cama con dosel. El lugar estaba completamente a oscuras, la única luz provenía del baño. Resultaba imposible saber si era de día o de noche, aunque Joe siempre parecía saber el momento exacto en que salía el sol.

Se acercó a la cama para observarlo; la sábana le tapaba hasta la cintura, ocultando su desnudez. Ufffff, ese hombre tenía un cuerpo… Podría pasarse todo el día mirándolo, sin cansarse de observar esa piel bronceada y exquisita que ansiaba explorar con los labios y las manos. ¿Qué había en él que le resultaba tan adictivo?

Estaba deseando volver a besar esos labios exuberantes y enterrar las manos en ese pelo rubio, pero no quería perturbar su sueño. Joe necesitaba recuperar fuerzas.

Salió de puntillas de la habitación y bajó las escaleras, camino de la cocina.

La luz del día se reflejaba sobre las superficies de mármol blanco, dando a la estancia un aspecto alegre y luminoso. Rosa estaba friendo beicon y Nick ojeaba unos folletos informativos de la universidad, sentado en un taburete.

De cuerpo esbelto y muy apuesto, el muchacho no aparentaba tener más de veinticuatro años. No le vendría nada mal un corte de pelo, pero había que reconocer que la melena a la altura de los hombros le sentaba muy bien a ese rostro de rasgos cincelados. Llevaba una sudadera ancha que había visto mejores días y unos vaqueros desgastados con un agujero en la rodilla.

–Oye, Rosa –increpó a la mujer sin levantar la vista del folleto– si cojo español para el próximo semestre, ¿me ayudarás a estudiar?

–Sí , e imagino que Joe también te echará una mano.

–Genial –dijo con ironía–. Entre eso y la Historia de la Antigua Grecia me lo voy a pasar de puta madre.

–¡Nick! –lo reprendió Rosa–. Ese lenguaje no es propio de un caballero.

–Lo siento.

La mujer puso un plato con beicon, huevos y tostadas delante de Nick y, al darse la vuelta, vio a _____ de pie en la puerta.

–Aquí está, señorita. ¿Tiene hambre?

–Un poco.

–Venga –le dijo, señalándole el taburete vacío junto a Nick–. Siéntese y le prepararé el desayuno.

–Gracias, Rosa.

La mujer le contestó con una sonrisa.

_____ se sentó junto al Escudero, que se limpió la mano en los pantalones y se la ofreció.

–Nick Gautier –se presentó, con una sonrisa encantadora y llena de hoyuelos–. Más conocido como Nick-mueve-el-culo-necesito-que-hagas… y ahí es donde la cosa varía.

_____ soltó una carcajada.

–Es un poco mandón, ¿verdad?

–No lo sabes muy bien. –Nick cogió el móvil, que llevaba en una funda sujeta al cinturón, y se lo ofreció–. Y hablando de él, me ha dicho que tienes que llamar al trabajo.

–Gracias.

Mientras Rosa le preparaba el desayuno, _____ llamó a su jefe y le explicó lo ocurrido. Afortunadamente, el director se mostró muy comprensivo y le dio dos semanas libres para que se hiciera cargo de la situación.

Tan pronto como colgó, comenzó a sentirse mal por la pérdida de su hogar.

–No puedo creer que incendiaran mi casa.

–¿Su casa? –preguntó Rosa–. ¿Quién ha hecho eso?

–Las autoridades lo están investigando –contestó Joe desde el salón.

_____ se giró y lo vio de pie en la puerta. Estaba muy pálido y parecía incómodo.

Rosa le sonrió.

–M'ijo, estás en casa. Nick me dijo que ibas a salir.

–No me encuentro muy bien. –Aunque la expresión de su rostro era amable, miró a Rosa con los ojos entrecerrados–. Esta mañana llegaste a tu hora, ¿no es cierto?

Rosa hizo caso omiso de su pregunta.

–Ven y siéntate. Te prepararé algo de comer.

Joe observó la luz que entraba a través de las ventanas abiertas con una mirada cautelosa y retrocedió, internándose en la oscuridad del salón.

–Gracias, Rosa, pero no tengo hambre. Nick, necesito hablar contigo. Sólo será un minuto.

El muchacho miró a _____ con una sonrisa satisfecha.

–Por lo menos no me ha dicho que mueva el culo.

–Nick –lo llamó Joe–. Mueve el culo, chico.

Mientras Nick salía de la cocina para hablar con Joe, Rosa colocó un plato delante de _____.

–Pobrecita, ¿qué vas a hacer sin tu casa?

–No lo sé. Supongo que tendré que llamar a la compañía aseguradora; encontrar un lugar donde vivir… –su voz se desvaneció al pensar en todas las cosas que tenía que hacer.

Tendría que reemplazar toda su vida. Todo: el cepillo de dientes, los zapatos, los libros… hasta los teléfonos. ¡Ni siquiera tenía ropa interior!

Abrumada, perdió el apetito.

¿Qué iba a hacer?

Nick regresó y cogió el folleto informativo para mostrárselo a Joe, que esperaba en la puerta.

–Necesito que me hagas un favor. Tengo que matricularme a la una; si no estamos de regreso para esa hora, ¿podrías rellenar el formulario en la página web? Sé que necesitas dormir, pero tengo muchas ganas de coger Historia Griega el próximo semestre.

–¿Por qué?

–Las clases las dará el profesor Alexander y, según dicen, es muy bueno.

–¿Julian Alexander? –le preguntó _____.

–Sí –le contestó, Nick, mirándola sobre el hombro–. ¿Lo conoces?

Ella intercambió una mirada con Joe.

–Ni la mitad de bien que Joe.

Nick fingió un escalofrío.

–¡Ja! Tío, otro de los vuestros no. Genial. Mátame ahora mismo y así me ahorrarás el sufrimiento.

–No me tientes –le dijo Joe cogiendo el folleto–. A la una en punto. ¿Algo más?

–Sí; haz algo con esos ojos, me ponen la carne de gallina.

Joe alzó una ceja en señal de advertencia ante el tono altanero de su Escudero.

–Pasadlo bien.

–¿A qué se refiere? –preguntó _____ a Nick en cuanto Joe se hubo marchado.

Él se sentó de nuevo en el taburete antes de contestarle.

–Vamos de compras –le dijo, haciendo un mohín y temblando teatralmente al pronunciar la palabra.

–¿Qué tenemos que comprar?

Nick tomó un sorbo de zumo de naranja.

–Cualquier cosa que usted necesite, señora. Abrigos de piel, diamantes… lo que sea.

–¿Diamantes? –repitió _____, riéndose ante la escandalosa idea.

–Paga Joe, así es que te aconsejo que vayas a por todas. Literalmente hablando.

Ella sonrió.

–No puedo permitir eso. Pagaré con mi propio dinero.

–¿Y para qué vas a gastarlo? No tienes ni idea de lo forrado que está. Te aseguro que si compras todo el centro comercial, ni siquiera lo notará.

_____ no tenía la intención de seguir los consejos del Escudero pero, de cualquier forma, necesitaba algo de ropa.

–De acuerdo, ¿podemos parar un momento en casa de mi madre?

–Claro. Mi misión de hoy es complacerte… en todo lo que me pidas.

Ella meneó la cabeza al ver la pícara sonrisa en el rostro de Nick.

Se marcharon después de hacer una llamada a la compañía aseguradora para informarles del incendio.

_____ no pudo evitar sentirse más y más frustrada cada vez que Nick pagaba las facturas sin dejar que ella se gastase nada.

–Cumplo órdenes –le dijo el Escudero por quinta vez–. Tú compras, yo pago.

Ella le contestó con un gruñido amistoso.

–¿Siempre obedeces sus órdenes?

–Siempre… pero sin dejar de quejarme.

_____ soltó una carcajada mientras salían de la tienda y continuaban caminando por los pasillos del centro comercial. Nick cargaba con todas las bolsas.

–¿Cuánto hace que trabajas para Joe? –le preguntó cuando llegaron a las escaleras mecánicas.

–Ocho años.

Ella lo miró con la boca abierta.

–Pues no pareces tan mayor.

–Sí, bueno. Es que tenía sólo dieciséis años cuando empecé.

–¿Se puede ser un Escudero a esa edad?

Nick volvió la cabeza para echar un vistazo a una joven muy atractiva, vestida con una estrecha minifalda, que bajaba junto a ellos y le dedicó su típica sonrisa plagada de hoyuelos antes de contestar a _____.

–No me enteré de lo que era Joe hasta mucho después. Al principio, creía que no era más que un tío podrido de dinero con el complejo de «vamos a ayudar al chico pobre».

_____ lo miró con el ceño fruncido al tiempo que llegaban a la planta baja y se encaminaban por el pasillo.

–¿Y por qué te dio esa impresión?

Nick acomodó las bolsas que sujetaba.

–Señora, tiene junto a usted al hijo de un criminal reincidente. Mi padre murió en Angola, hace ya once años, durante un motín en la prisión.

_____ hizo una mueca al pensar en lo doloroso que debía ser perder a un padre de esa manera.

–¿Y tu madre?

–Era una bailarina exótica en uno de los garitos de Bourbon Street. Crecí en la parte trasera del club donde trabajaba, ayudando a los gorilas a echar a los clientes.

Ella sintió una punzada de dolor ante el panorama que Nick describía.

–Lo siento.

Él se encogió de hombros, como si no le diera mucha importancia.

–No te preocupes. Puede que mi madre haya cometido errores, pero es una madre estupenda; una señora de armas tomar. Hizo todo lo que pudo con lo que teníamos. Mi padre la abandonó cuando sólo tenía quince años y mi abuelo la echó de casa. Así es que nos quedamos ella y yo y, mientras tanto, mi padre se dedicaba a entrar y salir de la prisión. Nunca tuvimos gran cosa, pero siempre me ha querido mucho.

_____ sonrió al percibir el amor que destilaba la voz de Nick. Era obvio que adoraba a su madre.

–¿Y cómo conociste a Joe?

Nick se detuvo unos instantes, como si estuviese sopesando el mejor modo de contarlo.

–Cuando llegué a la adolescencia, estaba ya harto de ver a mi madre agachar la cabeza, avergonzada; de ver cómo se quedaba sin comer para que yo tuviese un poco más. Recuerdo que la acompañaba al trabajo y veía el hambre que se reflejaba en su rostro cada vez que miraba los escaparates de las tiendas –dijo, suspirando–. Esa mirada hambrienta nunca la abandonaba.

El rostro de Nick adoptó una expresión dura antes de continuar.

–Mi madre es la mujer más dulce y con mejor corazón que Dios ha puesto en este mundo y no podía soportar ver cómo se degradaba para que yo tuviese un plato de comida; ni cómo los hombres la buscaban a todas horas; ni la expresión de sus ojos cada vez que deseaba algo que jamás podría tener. A los trece años, decidí que no podía más y comencé a robar.

_____ sintió que el corazón se le encogía. No podía felicitarlo por lo que había hecho, pero tampoco iba a condenarlo.

–Una noche, los chicos de la pandilla con la que me movía decidieron asaltar a una pareja de turistas y me negué. Una cosa era robar en las tiendas y entrar en las casas de los ricos, y otra muy diferente hacer daño a la gente. No estaba dispuesto a hacerlo.

Así que, aunque fuese un ladrón, Nick había conservado su sentido del honor, pensó _____.

–¿Qué sucedió? –le preguntó.

–Los chicos se enfadaron y decidieron que no les iría mal practicar unos cuantos golpes conmigo. Me tumbaron en el suelo y comenzaron a aporrearme; pensé que iba a morir allí mismo pero, no sé cómo, de repente, lo único que vi fue la mano de un tío que me ayudaba a levantarme y me preguntaba si estaba bien.

–¿Era Joe?

Nick asintió.

–Me llevó al hospital y pagó la factura. Me cosieron las heridas de los navajazos y las brechas de la cabeza. Se quedó conmigo hasta que llegó mi madre y, mientras la esperábamos, me preguntó si quería trabajar para él, haciendo encargos después de las clases.

A _____ le resultaba muy fácil imaginarse al adolescente enterado y sabelotodo que había sido Nick. Haber sido capaz de penetrar en esa personalidad tan cáustica y ver lo bueno que había debajo, decía mucho a favor de Joe.

–¿Y accediste?

–Al principio no. No estaba muy seguro de querer estar cerca de un tío que tenía todo el dinero del mundo. Además, mi madre sospechaba de él. Aún lo hace, de hecho. No le entra en la cabeza por qué me paga tanto por hacer prácticamente nada –dijo con una carcajada–. Todavía cree que nos dedicamos al tráfico de drogas.

Ella resopló por la ocurrencia. Pobre mujer.

–¿Y qué le has dicho?

–QueJoe es un Howard Hughes con complejo de Dios. –Al instante se puso serio y la miró con gravedad–. Le debo la vida. No sé dónde estaría ahora mismo si no me hubiese encontrado aquella noche. Bueno, seguro que no sería un estudiante de derecho de la universidad de Loyola ni conduciría un Jaguar. Puede que Joe sea un capullo de primera, pero debajo de esa fachada hay un tío decente.

_____ reflexionó sobre las palabras de Nick mientras salían del centro comercial y colocaban las bolsas en el maletero de su flamante Jaguar negro.

Nada más sentarse en el asiento, se colocó el cinturón de seguridad antes de seguir con la conversación.

–¿Cuándo te dijo Joe la verdad?

Nick puso en marcha el coche y salió del estacionamiento.

–Cuando me gradué en el instituto y me hizo la oferta de ser su Escudero de forma permanente.

–¿Qué es exactamente un Escudero?

Nick se incorporó al tráfico y, al cambiar de marcha, _____ vio en su mano derecha un curioso tatuaje, con una extraña inscripción en griego que se asemejaba a una tela de araña, y comenzó a preguntarse si todos los Escuderos tendrían la misma marca.

–Nuestro trabajo consiste en proteger a los Cazadores Oscuros durante el día y en proporcionarles cualquier cosa que necesiten: comida, ropa, coches, mantenimiento de sus hogares… lo que sea. En una época montábamos guardia, literalmente hablando, delante de las criptas donde dormían; y de ahí proviene el mito de que los vampiros duermen en ataúdes. Como la luz del sol es su mayor enemigo, solían dormir en cuevas o en cámaras ocultas que no tuvieran el más mínimo resquicio por donde pudiera pasar la luz. Como recompensa por nuestros servicios, ellos nos proporcionan apoyo financiero.

–Entonces, ¿cada Cazador Oscuro tiene un Escudero?

–No. Algunos prefieren estar solos. Yo soy el primero que Joe ha tenido en los últimos trescientos años.

_____ se encogió al pensar en la soledad que debía haber sufrido Joe durante todo ese tiempo. Se lo imaginaba vagando por su mansión, como un espíritu incapaz de encontrar el descanso, buscando un consuelo que nunca llegaba.

–¿Y si quisieras abandonarlo? –le preguntó ella.

Nick tomó una profunda bocanada de aire y apretó con fuerza la mandíbula.

–No es tan sencillo. Hay una organización muy compleja alrededor de los Escuderos; como la del Hotel California… puedes entrar cuando quieras, pero no puedes marcharte jamás. Si alguien abandona su puesto, es sometido a vigilancia durante toda su vida y si traiciona a los Cazadores Oscuros o a los mismos Escuderos, no vivirá mucho para arrepentirse.

La funesta declaración consiguió que a _____ se le pusiera la carne de gallina.

–¿En serio?

–Sí, claro. Algunos de mis compañeros provienen de familias cuya antigüedad como Escuderos se remonta a miles de años atrás.

–Pues a mí me parece una especie de esclavitud –dijo _____.

–No. Si quiero puedo dejarlo en cualquier momento, pero no puedo romper el juramento que he hecho como Escudero. Una vez se hace, es inquebrantable y eterno. El día que me case mi esposa no sabrá nada de la verdadera naturaleza de Joe ni de lo que hago para él, a menos que ella también haya hecho el juramento. Cuando mis hijos se conviertan en adultos, tendré que decidir si entran a formar parte de esto o no. Si elijo contarles todo, tendrán que presentarse ante Acheron y Artemisa; ellos estudiarán las solicitudes y decidirán si sirven o no.

Eso sí que resultaba aterrador ya que, mientras lo escuchaba, se le ocurrió algo espantoso.

–¿Y qué pasa conmigo? No irán a pensar que soy una amenaza, ¿verdad?

El rostro de Nick adoptó una expresión mortalmente seria cuando la miró, tras detenerse en un semáforo.

–Si así lo consideraran, uno de los Escuderos acabaría contigo.

_____ tragó saliva.

–Eso no es muy reconfortante.

–No pretendo que lo sea. Nos tomamos nuestras obligaciones muy en serio. Los Cazadores Oscuros son los únicos que garantizan que la humanidad no sea esclavizada o extinguida. Sin ellos, los apolitas o los Daimons acabarían dominándonos.


Joe estaba tumbado en la cama, haciendo todo lo posible para conciliar el sueño pero, una y otra vez, sentía a _____ en su interior. Estaba viendo los restos de su casa. Lo sabía. Sentía sus lágrimas, su ira y su desesperación.

Cómo la deseaba.

Cómo deseaba poder estar junto a ella en esos momentos para consolarla.

Nunca antes le había molestado el hecho de no poder salir a la luz del día, pero ahora lo fastidiaba. Si no fuese un Cazador Oscuro podría estar con ella y ofrecerle su fuerza y su apoyo.

Cerrando los ojos, respiró hondo e intentó alejar el dolor. Había elegido su destino en un momento en que se encontraba cegado por la rabia y la angustia, y ahora no podía escapar a él. Artemisa guardaba su ejército celosamente y había puesto tan alto el listón que sólo se sabía de tres Cazadores Oscuros que hubieran recuperado su alma en todos esos años.

El resto había muerto en el intento.

–¿Y, de todos modos, para qué necesito el alma? –se preguntó en voz baja al tiempo que abría los ojos y fijaba la mirada en el dosel de tonos dorados y marrones que cubría la cama–. Lo único que hace es debilitar a un hombre.

Su vida tenía una razón de ser. Un propósito.

¿Y entonces por qué deseaba a _____ en lo más profundo de su ser y tan desesperadamente?

Era una sensación que no había experimentado desde hacía siglos y, en la única ocasión en la que había sentido algo así, acabó traicionando a todos los que le habían amado.

–No volveré a ser débil –susurró. No es que es pensara que _____ pudiera hacerle daño intencionadamente, no. Lo que temía es que una vez le entregara su corazón y su lealtad, para él no habría marcha atrás. La cosa era bien simple: estaba asustado de sí mismo y de lo que estaba dispuesto a hacer para mantenerla a salvo.

Tras visitar los restos de la casa de _____ y detenerse unos momentos en casa de su madre, Nick condujo hasta el corazón del Barrio Francés y aparcó en una calle lateral, cerca de Chartres, hacia donde se dirigieron a pie. El Escudero guió a _____ través de la concurrida zona comercial y se detuvo frente a una tiendecita llamada Dream Dolls and Accesories.

_____ lo miró con el ceño fruncido. ¿Por qué se detenían en una tienda de muñecas?

–¿Qué hacemos aquí? –le preguntó mientras él le abría la puerta para dejarla pasar.

–Vamos a ver a la señora que hace las muñecas.

Normal, si haces una pregunta estúpida…

Ella lo miró con escepticismo.

–¿Sabes una cosa? No creo que haga Barbies de tamaño real.

Nick resopló y la dejó pasar delante de él.

–No estoy buscando ninguna Barbie y este encargo no es para mí. Es para Joe.

Ahora sí que estaba preocupada.

–¿Por qué?

Antes de que el Escudero contestara, una señora mayor que estaba sentada en un banco de trabajo situado junto a la puerta, llamó la atención de _____. Sostenía una Barbie a la que estaba retocando el rostro. La mujer llevaba un extraño artefacto de color naranja en la cabeza, con un pequeño reflector y una lente bifocal. El artilugio le cubría el pelo, totalmente blanco, que llevaba recogido en un apretado moño. Sus ojos marrones eran alegres y brillantes.

–Nicky, chiquitín –le dijo con tono maternal–. ¿Qué te trae por aquí en una tarde como ésta y con una acompañante tan hermosa? Espera, creo que es la primera vez que te veo con una chica. –Mientras hablaba lo señalaba con un diminuto pincel–. Una chica que bien merece la pena llevar al lado. Es guapísima, y no me refiero a su aspecto físico; tú ya me entiendes.

Nick se mesó el cabello y, avergonzado, miró a _____.

–Liza, amor mío –le dijo casi a gritos, dedicándole su pícara y encantadora sonrisa–. ¿Es que necesito una razón para venir a ver tu encantador rostro?

La anciana rió ante el comentario.

–Puede que sea vieja, Nicholas Gautier, pero no soy estúpida –dijo dándose unos golpecitos en la cabeza que hicieron que el artefacto se agitara–. Mi vieja antena aún funciona y, si mal no recuerdo, hace ya más de un siglo que un hombre como tú vino a hacerme una visita por gusto. Ahora, acércate y dime al oído lo que necesitas.

Nick la obedeció y _____ comprendió que la señora estaba sorda. De hecho, el Escudero le hablaba tan alto que podía escuchar todas y cada una de las palabras.

Hasta escuchó cómo le pedía explosivos plásticos.

–Recuerda –le dijo él–. Joe quiere uno exactamente igual al de Talon.

–Ya te he oído, Nicky –le contestó Liza pacientemente–. ¿Acaso crees que estoy sorda? –le preguntó mientras miraba a _____ y le guiñaba un ojo.

–¿Cuándo vengo a por todo? –le preguntó Nick.

Liza hizo un mohín con los labios.

–Dame un día o dos, ¿vale? –Alzó la muñeca que tenía en las manos y lo amonestó–: Una Barbie no espera, ni siquiera por un Cazador Oscuro.

Nick soltó una carcajada.

–Claro Liza, gracias.

Camino de la puerta, la anciana los detuvo.

–¿Sabes, querida? –le dijo a _____, acercándose a ella. La señora apenas medía metro y medio. Le dio unas palmaditas en el brazo y continuó–: Tienes un aura muy especial. Como la de un angelito.

_____ sonrió, agradecida.

–Gracias.

Liza se alzó las lentes y se acercó a una estantería colocada junto a la puerta. Se puso de puntillas y cogió una Barbie que había restaurado ella misma. La muñeca tenía el pelo largo, rizado y negro, unas diáfanas alitas de ángel e iba vestida con un hermoso vestido blanco bordado con perlas.

_____ jamás había visto nada tan hermoso y delicado.

Liza se la ofreció.

–Se llama Starla. Le pinté el rostro como el de una señora que viene muy a menudo por aquí. –Se acercó la muñeca al oído, como si la Barbie le estuviera hablando; asintió y se la dio a _____–. Dice que quiere irse a casa contigo.

_____ la miró boquiabierta. Más aún al ver el precio en la etiqueta que colgaba de la muñeca: cuatrocientos dólares.

–Gracias, Liza, pero no puedo aceptarla –rehusó, intentando devolvérsela.

Liza hizo un gesto con la mano, negándose a aceptar la muñeca de nuevo.

–Es tuya, cariño. Necesitas un ángel que cuide de ti.

–Pero…

–Está bien… –le dijo Nick, indicándole con un gesto que saliera de la tienda. En voz baja añadió–: Si la rechazas herirás sus sentimientos. Le encanta regalarlas.

Amanda le dio un abrazo a la señora.

–Gracias, Liza. La guardaré como un tesoro.

Estaban ya en la puerta cuando Liza los detuvo de nuevo y cogió a Starla de los brazos de _____.

–Se me olvidaba una cosa –les dijo–. Starla es muy especial. –La anciana sujetó a la muñeca por las piernas y presionó la cabeza hacia abajo. De los pies de la Barbie surgieron dos finas hojas metálicas de unos ocho centímetros de largo.

–Especialmente diseñadas para los Daimons –anunció Lisa, tirando de la cabeza de la muñeca para que las hojas volvieran a ocultarse–. La belleza, si es letal, resulta mucho más práctica.

Estupendo, pensó _____. No estaba muy segura de cómo manejar la situación.

La anciana le devolvió la muñeca de nuevo y le dio unas palmaditas en el brazo.

–Tened mucho cuidado.

–Lo tendremos –le contestó Nick y, en esta ocasión, consiguieron llegar a la calle.

_____ no podía dejar de mirar la muñeca, sin saber muy bien qué pensar.

Nick se estuvo riendo de ella todo el camino de regreso al coche.

–Liza es una Escudera, ¿verdad? –le preguntó _____, al tiempo que entraba en el Jaguar y colocaba a Starla, con mucho cuidado, en su regazo.

–Está retirada, pero sí. Ha sido Escudera y uno de los Oráculos durante treinta y cinco años, hasta que dejó el cuidado de Xander a manos de Brynna.

–¿Liza es quien fabrica las botas de Joe?

Él negó con la cabeza mientras ponía en marcha el motor.

–Las armas más grandes las fabrica otro Cazador Oscuro; las espadas, las botas y ese tipo de material. Liza hace armas pequeñas, como colgantes con explosivos. Es una artista consumada a la que le encanta transformar joyas y otros objetos de aspecto inofensivo en armas letales.

_____ soltó el aire lentamente.

–En serio, dais mucho miedo.

El comentario hizo que Nick soltara una carcajada antes de mirar el reloj.

–Son casi las tres. Aún tenemos que ir a casa de Talon y tengo que llevarte de vuelta antes de que oscurezca, así es que hay que darse prisa.

–Vale.

Salieron de la ciudad y tardaron unos cuarenta minutos en llegar a los pantanos.

Tras descender por un largo y sinuoso camino sin asfaltar, llegaron a una enorme y vieja construcción que se asemejaba a un cobertizo. Si no hubiera sido por las cerraduras que aseguraban las puertas, _____ habría creído que hacía por lo menos un siglo que no se utilizaba. Bueno, por eso y por el extraño buzón que había en frente; negro y atravesado horizontal y verticalmente por lo que parecían ser unos gigantescos clavos plateados.

–Talon es raro –le dijo Nick al ver cómo ella miraba fijamente el buzón–. Cree que tener un buzón atravesado con clavos es divertido.

Abrió la puerta del cobertizo con el mando a distancia y, cuando entraron para aparcar el Jaguar, _____ se quedó boquiabierta. El interior, hecho de ladrillos y vigas de acero, albergaba un Viper, una colección de cinco Harley Davidsons y un pequeño catamarán, amarrado en el muelle que había en la parte trasera del edificio.

–¡Guau! –balbució al fijarse en una Harley que estaba apartada del resto, negra y reluciente bajo la tenue luz. Obviamente, era una preciada posesión y recordó que era la moto que Talon montaba la noche anterior.

Nick ignoró tanto el descapotable como las motos y se fue directo al catamarán.

–¿Es que vive en el interior del pantano? –preguntó _____ a Nick al acercarse al pequeño embarcadero, limpio y despejado, con espacio de sobra como para albergar otra embarcación más.

Nick la ayudó a subir al catamarán y fue a abrir la puerta que daba al pantano.

–Sí, siendo un antiguo celta, le encanta la naturaleza. Aunque sea espantosa.

_____ alzó una ceja.

–¿De verdad es un antiguo celta?

–Ajá. Del siglo V o VI d.C. Era jefe de un clan. Su padre era un Sumo Sacerdote Druida y su madre lideró al clan antes que él.

–¿En serio?

Asintió mientras soltaba las amarras del bote y saltaba a su interior. Una vez _____ se acomodó, Nick arrancó la embarcación.

–¿Cómo se convirtió en Cazador Oscuro? –le preguntó ella a voz en grito para hacerse oír sobre el ruido del motor.

–Los miembros del clan lo traicionaron –le contó Nick al tiempo que salían del cobertizo y se internaban en el pantano–. Le dijeron que necesitaban sacrificar a alguien de su sangre. La elección estaba entre él o su hermana. Él se ofreció pero, tan pronto como lo tuvieron atado, mataron a su hermana delante de sus narices. Se volvió loco pero, puesto que estaba atado, no podía hacer nada. Cuando se acercaron a él para matarlo juró vengarse de todos ellos.

¡Jesús!, ¿es que ninguno de ellos había tenido una vida feliz?

–¿Mató a todos los miembros del clan? –le preguntó.

–Supongo.

_____ permaneció en silencio, pensando en lo que acababa de escuchar. Pobre Talon. Ni siquiera podía imaginar lo horrible que sería ver cómo asesinaban a una de sus queridas hermanas delante de sus ojos. Puede que estuvieran todo el día fastidiándola, pero lo eran todo para ella y mataría a cualquiera que les hiciese daño.

El horror que ese hombre debía haber presenciado aquel día… Aún debía torturarlo.

Nick siguió internándose en el pantano hasta que llegaron a una cabaña increíblemente pequeña. _____ dudaba que llegara a los doscientos cuarenta metros cuadrados. El exterior parecía aún más destartalado que el cobertizo donde habían dejado el coche de Nick. Los toscos tablones de madera eran de un color grisáceo y daba la sensación de que podía derrumbarse al soplo de la más ligera brisa.

Según se aproximaban, vio un embarcadero detrás de la cabaña, con dos generadores enormes y otro catamarán.

–¿Cómo se las apaña en la época de los huracanes? –preguntó _____ a Nick mientras éste apagaba el motor.

–Pues muy bien. Como uno de sus poderes es el de controlar el clima, no corre peligro alguno. Pero siempre existe la posibilidad de que el lugar se desplome a la luz del día, mientras él está desprevenido, durmiendo… y acabe frito.

–Les gusta el peligro, ¿no es cierto?

Nick soltó una carcajada.

–Sí, hay que tener bastante coraje para hacer lo que ellos hacen. Y coquetear con la muerte es un requisito básico.

El Escudero salió del catamarán y le advirtió que no se moviera. Caminó con mucha precaución a lo largo de un antiguo y estrecho sendero que llevaba desde el embarcadero hasta la puerta de la cabaña , y luego le hizo un gesto para que se reuniera con él.

–Atrás, Beth –le espetó a un caimán que había comenzado a acercarse a _____.

Ella regresó al bote de un salto.

–No pasa nada –la tranquilizo Nick–. Protegen a Talon durante el día. Mientras estés conmigo no te harán nada.

–No estoy muy segura –le dijo mientras bajaba otra vez de la embarcación sin muchas ganas.

Cuatro gigantescos caimanes le lanzaron malévolas miradas y empezaron a seguirla de camino a la puerta. _____ sintió que el miedo le impedía respirar cuando vio al más grande de los cuatro reptiles subir al porche tras ella y comenzar a agitar la cola con fuerza.

El animal lanzó un temible siseo.

–Cállate Beth –lo reprendió Nick– o te juro que me haré unas maletas muy bonitas contigo. –Se dio la vuelta y llamó a la puerta.

–Todavía no ha oscurecido, Nick –se escuchó la voz de Talon, con ese acento tan marcado, del otro lado de la puerta; Amanda no pudo evitar preguntarse cómo sabía que eran ellos–. ¿Qué quieres?

–Necesito tu srad para Joe antes de que se ponga el sol.

_____ escuchó unos ruidos en el interior de la cabina. Segundos después, sonó la cerradura y la puerta se movió, dejando una estrecha abertura. Nick la abrió del todo e invitó a _____ a entrar.

Ella intentó ver algo en la oscuridad que reinaba en la estancia, pero no lo consiguió hasta Nick encendió una lamparita de escritorio. Cuando vio la habitación, se quedó helada. Las paredes estaban pintadas de negro y aquello parecía el centro de control de una instalación militar. Había ordenadores y equipos electrónicos por todos lados. Aunque el lugar y el aspecto externo del edificio no dieran muestras de ello, ese tipo era un adicto a la tecnología.
Al mirar a Talon, su mandíbula estuvo a punto de desencajarse. El tío estaba completamente desnudo.

Y tenía un cuerpo increíble.

Tenía tatuada toda la parte izquierda del torso –por delante y por detrás– y todo el brazo con unos extraños símbolos celtas en color rojo y negro. El enorme colgante, que representaba una cabeza de dragón, brillaba en la pálida luz. Y, aunque el hombre era pecaminosamente apuesto, de algún modo extraño, no se sentía atraída por él.

Obviamente, disfrutaba del fantástico espectáculo que tenía delante pero se dio cuenta de que no lograba acelerarle el corazón como Joe. Ni siquiera le despertaba el más leve deseo sexual.

Por otra parte, Talon no parecía sentirse avergonzado por su desnudez.

Nick la miró con una sonrisa jocosa.

–Debería haberte advertido que los guerreros de la antigüedad ven el nudismo como algo natural. El hecho de llevar ropa es una costumbre moderna que ninguno de ellos parece haber adoptado del todo –dijo mirando a Talon–. Celta, ponte algo antes de que le dé un pasmo.

La respuesta de Talon consistió en un gruñido.

–¿Para qué? Me vuelvo a la cama. Coge lo que necesites y cierra con llave cuando os marchéis. –Se detuvo junto al futón, situado en la pared del fondo de la estancia, y echó una mirada hambrienta a Amanda–. Claro que, si quieres dejar aquí a _____, es posible que hasta me quede levantado y me muestre sociable.

Nick resopló.

–Joder, Talon ¿es que no puedes estar una hora sin una mujer?

–Una hora no es problema, pero cuando pasan dos o tres empiezo a ponerme nervioso. –Se recostó en el futón negro, se dio la vuelta hasta quedar de costado y cerró los ojos.

Por lo menos hasta que sonó el teléfono. Lanzando una maldición, Talon salió de la cama y contestó mientras Nick se acercaba al enorme armario donde estaban las armas y cogía dos dagas de forma circular y aspecto letal.

–Wulf, ni siquiera estoy despierto todavía –masculló Talon–. Me da igual. Y además, ¿para qué me preguntas a mí sobre la antigua Grecia? ¿Viví yo allí, acaso? Coño, la respuesta es no… no lo sé; no me importa… Cuelga. –Se dio la vuelta y miró a Nick–. Nick, ¿sabes algo del culto de Pólux?

Nick lo miró por encima del hombro.

–Deberías llamar a Joe o a cualquiera de los griegos.

–¿Lo has oído? –Talon escuchó a su interlocutor un segundo antes de volver a hablar con Nick–. Ash está de paseo, Brax, Jayce y Kyros están desaparecidos en combate y Joe no contesta al teléfono. Wulf dice que es muy importante.

Ambos comprendieron a la vez la relevancia de lo que Talon acababa de decir.

Talon volvió a hablar con Wulf:

–¿Cuándo llamaste a Joe por última vez?

Entretanto, Nick cogió el móvil y marcó el número de Joe.

–Puede que esté en la ducha –sugirió _____.

Nick meneó la cabeza en forma de negativa.

–Aunque lo estuviera, Rosa contestaría al teléfono.

Tras un minuto de espera, Nick soltó el móvil.

–Algo va muy mal.
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Mensaje por Julieta♥ Jue 10 Mayo 2012, 4:00 pm

pobrecito de mi joe...llore con un cap te lo juro....odio a esa pe&%#&$ de theone como fue capaz de hacerle eso!!!!
el se va librar de ser el cazador oscuro verdad??
tiene que ser asi...y la rayis lo va ayudar por q son almas gemelas!!!!
estan enamorados nada que hacer :D
pero y que le paso a joe!!!..acaso lo atraparon???..noooooo que no le pase nada!!!!
siguela pronto!!!!
y gracias por subir maraton...te adoro!! eres mi heroina por subir esta nove jejejjeje
Julieta♥
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Mensaje por # TeamBullshit Jue 10 Mayo 2012, 6:05 pm

QUE MALDITA ESA DMSKAJDAKDJ DE THEONE !!!
LA ODIO , TE JURO QUE LA ODIO !!! LLORE COMO PARA
LLENAR UNA LAGUNA ! ASHHH
Menos mal que después Joe y la rayis estuvieron juntos
fue un momento super tierno,y Joe es kcjasijdaskda me encanta
su personaje en la novela jajaj
Nick es un cago de risa , me mata ,de verdad jajaj
CUIDADO !!! SI LE PASO O LE PASA ALGO A JOE VOY Y MATO
A LA PERSONA O DEMONIO O LO QUE SEA QUE LE HAYA HECHO
ALGO !

Siguelaaaaa !

PD: Soy muy dramatica jajaj,
PD2: Si me encanta este tema, aunque si fuera como en la novela
así con vampiros, y con Joe sería mas divertido jajaj
# TeamBullshit
# TeamBullshit


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Mensaje por tianijonas Vie 11 Mayo 2012, 7:39 am

Julieta♥️ escribió:pobrecito de mi joe...llore con un cap te lo juro....odio a esa pe&%#&$ de theone como fue capaz de hacerle eso!!!!
el se va librar de ser el cazador oscuro verdad??
tiene que ser asi...y la rayis lo va ayudar por q son almas gemelas!!!!
estan enamorados nada que hacer :D
pero y que le paso a joe!!!..acaso lo atraparon???..noooooo que no le pase nada!!!!
siguela pronto!!!!
y gracias por subir maraton...te adoro!! eres mi heroina por subir esta nove jejejjeje




Esa &%&$%$ de Theone no lo queria... fuck ella... pero bueno, todo pasa por una razon.. ya veraS :P
jeje y bueno, no te puedo adelantar los capis priinces... ya veras ya.. pero seguro que te gusta :D
y tu eres mi heroina por seguirla siempre *...Placeres De La Noche...*  ~Joe&Tú~ - Página 2 1477071114
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Mensaje por tianijonas Vie 11 Mayo 2012, 7:42 am

MeliDeJonas escribió:QUE MALDITA ESA DMSKAJDAKDJ DE THEONE !!!
LA ODIO , TE JURO QUE LA ODIO !!! LLORE COMO PARA
LLENAR UNA LAGUNA ! ASHHH
Menos mal que después Joe y la rayis estuvieron juntos
fue un momento super tierno,y Joe es kcjasijdaskda me encanta
su personaje en la novela jajaj
Nick es un cago de risa , me mata ,de verdad jajaj
CUIDADO !!! SI LE PASO O LE PASA ALGO A JOE VOY Y MATO
A LA PERSONA O DEMONIO O LO QUE SEA QUE LE HAYA HECHO
ALGO !

Siguelaaaaa !

PD: Soy muy dramatica jajaj,
PD2: Si me encanta este tema, aunque si fuera como en la novela
así con vampiros, y con Joe sería mas divertido jajaj




Noo lloreesss jajajaja que el es un valiente :P y si, muy muy tierno y entregado pero tiene miedo por culpa de la bitch de theone... uuuuuuuhhhh pero bueno... se arreglara :P
a mi nick tambien me encanta me rio muchisimo jajaja yo aqui sola, uhh parezco una loca pero bueno, me lo paso bien :lol!:
disfrutala mucho ahora subire capi :D

PD: no pasa nada señora dramatica *...Placeres De La Noche...*  ~Joe&Tú~ - Página 2 88550944

PD2; no lo entendi :scratch:
tianijonas
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Mensaje por # TeamBullshit Vie 11 Mayo 2012, 8:17 am

tianijonas escribió:
MeliDeJonas escribió:QUE MALDITA ESA DMSKAJDAKDJ DE THEONE !!!
LA ODIO , TE JURO QUE LA ODIO !!! LLORE COMO PARA
LLENAR UNA LAGUNA ! ASHHH
Menos mal que después Joe y la rayis estuvieron juntos
fue un momento super tierno,y Joe es kcjasijdaskda me encanta
su personaje en la novela jajaj
Nick es un cago de risa , me mata ,de verdad jajaj
CUIDADO !!! SI LE PASO O LE PASA ALGO A JOE VOY Y MATO
A LA PERSONA O DEMONIO O LO QUE SEA QUE LE HAYA HECHO
ALGO !

Siguelaaaaa !

PD: Soy muy dramatica jajaj,
PD2: Si me encanta este tema, aunque si fuera como en la novela
así con vampiros, y con Joe sería mas divertido jajaj




Noo lloreesss jajajaja que el es un valiente :P y si, muy muy tierno y entregado pero tiene miedo por culpa de la bitch de theone... uuuuuuuhhhh pero bueno... se arreglara :P
a mi nick tambien me encanta me rio muchisimo jajaja yo aqui sola, uhh parezco una loca pero bueno, me lo paso bien :lol!:
disfrutala mucho ahora subire capi :D

PD: no pasa nada señora dramatica *...Placeres De La Noche...*  ~Joe&Tú~ - Página 2 88550944

PD2; no lo entendi :scratch:

Acerca del "PD2" Te respondí lo que me habías preguntado
de como me iba en el colegio con la materia y bueno te puse
eso jajaja XD
# TeamBullshit
# TeamBullshit


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*...Placeres De La Noche...*  ~Joe&Tú~ - Página 2 Empty Re: *...Placeres De La Noche...* ~Joe&Tú~

Mensaje por tianijonas Vie 11 Mayo 2012, 8:24 am

*Capitulo 10*



Joe se despertó en cuanto se abrió la puerta de su habitación. Adormilado, notó cómo Rosa entraba al dormitorio y se preguntó el motivo, ya que la anciana jamás lo había hecho antes.

Se dio la vuelta hasta quedar de espaldas sobre el colchón.

–¿Qué pas…?

Su voz se desvaneció al tiempo que una red ligera y brillante lo inmovilizaba en la cama. La furia lo dejó petrificado. No podía soportar que lo mantuvieran atrapado, especialmente si estaba tumbado de espaldas. Una locura asesina se apoderó de él, exigiéndole la sangre de su captor.

Hasta que vio a Rosa.

La mujer estaba junto a la cama, con la frente cubierta de sudor, mirándolo con los ojos vacíos e inexpresivos. Murmuraba la misma letanía en español una y otra vez:

–Tienes que matarlo, tienes que matarlo.

Muy lentamente, alzó el cuchillo que llevaba en la mano.

–Rosa –la llamó Joe con la voz más tranquila de la que fue capaz–. Baja el cuchillo.

–Tienes que matarlo… –la anciana dio un paso hacia la cama.

–Rosa, no lo hagas. Deja que me levante, por favor.

La mujer temblaba tanto que Joe temía que sufriera un infarto en cualquier momento. Ese frágil cuerpo no podría soportar la presión a la que lo estaban sometiendo.

–Desiderius dice que eres malo, m'ijo. Debes morir.

Intentó pensar en algún modo de alcanzar la mente de Rosa, confundida por toda esa locura, y traerla de vuelta a la realidad.

–Rosa, tú me conoces y sabes que eso no es cierto.

La anciana alzó el cuchillo aún más.

Totalmente indefenso bajo la red, miró la brillante hoja metálica, esperando que cayera sobre él. Quería suplicar a Rosa que se detuviera, gritarle hasta que lograra escucharlo, pero no se atrevía por temor a lo que le pudiera suceder. Rosa estaba sometida a una enorme presión y él no quería empeorar la situación. Moriría antes de hacerle daño a la anciana.

En ese momento su móvil sonó.

–Lo sé, Desiderius –susurró en español–. Lo sé. Debe morir. –Le colocó una mano sobre el pecho, como si de ese modo pudiera inmovilizarlo aunque, de todos modos no podía moverse; la red lo tenía totalmente atrapado–. Debo despedazarlo.

Joe se puso rígido en el instante en que el cuchillo descendió.

Se clavó en el colchón, a escasos centímetros de él.

–M'ijo –susurró Rosa. Sus ojos recobraron la expresión habitual, un segundo antes de quedarse en blanco y caer al suelo.

Aterrorizado por el estado de la mujer y frenético por su propia vulnerabilidad, Joe forcejeó para librarse de la red, pero fue inútil. Era una de las redes de Artemisa y ninguna presa escapaba una vez capturada bajo ellas.

¡Por todos lo dioses! ¿Cómo había llegado a manos de Rosa semejante arma? Ni siquiera Desiderius debería tener acceso a ella. Sólo un dios o un semidiós podían reclamar el uso de un arma inmortal y sacarla del lugar donde se custodiaba. Y Artemisa, en particular, se encargaba de que sus armas estuvieran a buen recaudo.

¿Y cómo podía el Daimon haber controlado la mente de Rosa desde un refugio? Ninguno de ellos era tan poderoso.

¿Qué coño estaba pasando?

Aunque sabía que era inútil, siguió forcejeando para liberarse de su confinamiento. Con cada minuto que pasaba los recuerdos afloraban a su mente.

«¿Qué se siente, comandante?» La voz de Valerius se burlaba de él desde el pasado. «Estás totalmente sometido a mi voluntad. Indefenso.» Todavía podía ver con nitidez la sonrisa burlona del romano, y sentir la agonía de la tortura. «Voy a disfrutar viendo cómo te retuerces de dolor y me pides clemencia.»

La realidad comenzó a difuminarse para Joe. Luchó para respirar con normalidad. No volverían a atraparlo, no así. Comenzó a luchar como un poseso para librarse de la red, utilizando toda la fuerza de la que era capaz.

Una hora después del anochecer, Nick entró en la casa seguido de _____ y Talon.

–¿Rosa? –gritó mientras atravesaba a la carrera la cocina y el salón, de camino hacia las escaleras–. ¿Joe?

No hubo respuesta. El extraño silencio resonaba en los oídos de _____ mientras seguía al Escudero hasta la habitación de Joe.

Nick abrió las puertas con tanto ímpetu que las cortinas que rodeaban la cama se agitaron por el aire.

La habitación estaba vacía.

_____ se detuvo, temerosa, en la puerta mientras echaba un vistazo a su alrededor. No había nada fuera de lo normal, excepto las sábanas.

Aunque… Sentía que algo iba mal. Los poderes que tanto tiempo había mantenido a buen recaudo comenzaron a agitarse en su interior y conectó con Joe sin esfuerzo. Estaba preocupado y furioso.

Talon se acercó a la cama y lanzó una maldición al coger una red plateada.

–Esto es increíble –masculló mientras arrugaba la malla hasta reducirla a una bola que cabía perfectamente en un puño.

–¿Qué es eso? –preguntó _____.

–Una diktyon. Una de las redes de Artemisa.

No tenía ni idea de lo que significaba pero, por la expresión del celta, supo que aquello no era normal. Intuyó que la red no debería estar en la cama de Joe cuando él no aparecía por ningún lado. Una oleada de pánico, más fuerte que la anterior, comenzó a apoderarse de ella.

–¿Y qué hace en la cama de Joe?

–No lo sé, pero si él estaba debajo, me temo que quienquiera que lo atrapara se lo ha llevado. –Talon se inclinó y recogió un cuchillo del suelo.

_____ sintió que el pánico aumentaba y, en contra de su voluntad, sus poderes se despertaron por completo y conectaron con Joe. No le gustaba en absoluto dejar que sus habilidades psíquicas tomaran el control de su mente, pero necesitaba saber si él estaba bien. Necesitaba saber algo, cualquier cosa.

Cerró los ojos y lo vio en una estancia de aspecto aséptico. Estaba preocupado, pero no se detectaba ninguna amenaza a su alrededor.

–Llámalo al móvil –le dijo a Talon.

Él la miró con una expresión que decía a las claras: «¿Otra vez?».

–Ya lo hecho una docena de veces.

–Pues que sean doce y una más.

A Talon no le gustó ni un pelo ese tono tan autoritario y así se lo hizo saber con la mirada.

–Vale –le concedió de mala gana–. ¿Qué más da? En ocasiones hasta las cosas más inútiles tienen un propósito en la vida. –Sacó el móvil del bolsillo de la chaqueta y marcó.

–No hay indicios de lucha –dijo Nick, que estaba echando un vistazo por la habitación.

–Joe –espetó el celta, mirando a _____ de forma extraña–. ¿Dónde coño estás?

Ella se acercó un poco más mientras el corazón le latía con fuerza al darse cuenta de que sus poderes no se habían equivocado.

–No te muevas hasta que lleguemos. –Talon colgó y miró a Nick–. Está en el hospital. Rosa ha sufrido un infarto.

–¡Dios mío! –jadeó Nick–. ¿Cómo se encuentra?

–No me ha dicho nada más, porque no está permitido usar el móvil allí dentro. Dice que nos lo contará todo cuando lleguemos.

Joe se paseaba nervioso por la habitación, mitad furioso y mitad asustado.

Quería la cabeza de Desiderius por lo que acababa de hacer. De un modo u otro, iba a conseguir hacerle pagar por todo.

–Por favor, que no le pase nada a Rosa –balbuceó por enésima vez.

–¿Joe?

Al escuchar la voz de _____ se dio la vuelta y se sintió extrañamente feliz y aliviado cuando la vio acercarse.

Antes de ser consciente de lo que hacía, la atrajo hasta sus brazos y la sostuvo con tanta fuerza que ella protestó. Pero no podía evitarlo. El alivio que había sentido al verla sana y salva era demasiado intenso. Ahora que sabía lo fácil que le resultaba a Desiderius penetrar en cualquier casa, no estaba segura en ningún sitio. El Daimon podía llegar hasta ella en cualquier lado. Podía usar a cualquier persona para matarla.

La idea lo aterrorizaba y, para empeorarlo todo, en el fondo de su mente, una vocecita le dijo que Desiderius también podía usarla contra él.

Si le daban la oportunidad.

Le tomó el rostro entre las manos y la besó con ansia. Iba a matar a ese Daimon. En cuanto Desiderius saliera de su refugio, acabaría con él. Y, por primera vez en toda su vida, no se arrepentiría de darle muerte a otro ser.

Al levantar la cabeza vio la censura en los ojos de Talon. Sabía exactamente lo que pasaba por la mente del celta en esos momentos. Los Cazadores Oscuros tenían prohibido involucrarse en una relación sentimental. Era la primera norma del Código, y la más necesaria. Nadie podía pensar con claridad si interferían los sentimientos, y él lo sabía de primera mano.

Aún así, la existencia de esa norma no cambiaba lo que sentía por _____.

–Necesito que la protejas –le dijo al celta.

Talon lo miró con los ojos entrecerrados.

–Dime qué ha sucedido.

–Desiderius utilizó a Rosa para atraparme. La controló por completo. Si ha podido lograrlo con ella, puede hacerlo con cualquiera.

Sorprendido, Talon soltó un pequeño silbido.

–Y tú me preguntas que por qué vivo solo…

Ignoró la advertencia que yacía tras las palabras de su amigo, así como la mirada cargada de significado que lanzó a la mujer que estrechaba entre sus brazos.

Joe miró a _____ a los ojos y comenzó a acariciarle la mejilla con el pulgar.

–_____, necesito que hables con tu hermana. Dile que tenga mucho cuidado y que nunca se quede sola. Que una de tus hermanas prepare un hechizo de protección, o lo que quiera que sea que hagan, para que Desiderius no llegue hasta ella. No tenemos ni idea de los poderes que puede tener.

–Supongo que no nos enfrentamos a un Daimon normal, ¿no? –le preguntó ella.
–No. Jamás nos hemos encontrado con algo así. –Volvió a mirar a Talon–. He hablado con D’Alerian y me ha dicho que Desiderius es capaz de entrar en el subconsciente de los humanos para debilitar cualquier tipo de resistencia a sus poderes. La ayuda de D’Alerian debería ser suficiente, pero no nos garantiza protección absoluta. Llama a Acheron y dile que creo que tenemos a un dios haciendo travesuras. Alguno de ellos tiene que estar ayudando a Desiderius; no hay otra explicación posible. Y nos resultaría de gran ayuda si supiésemos quién es y por qué.

Talon asintió con la cabeza.

–¿Qué vas a hacer?

–Todo lo que pueda para poner fin a esto hoy mismo. Si consigo encontrar su refugio, voy a entrar.

Talon lo miró disgustado.

–Joe, no eres un Cazador Arcadio, ni un Katagari. Si entras, no serás capaz de regresar. Morirás en el intento o te quedarás atrapado para siempre entre dos dimensiones. Déjame llamar a Kattalakis…

–Ya te he dicho que no podemos poner a un Cazador Katagari cerca de este tío. Ahora lo tengo más claro que antes. Que Zeus nos ayude a todos si Desiderius consigue una de sus almas. No podemos asumir ese riesgo. –Miró a _____ de soslayo y captó la preocupación que se reflejaba en su rostro. La protegería, sin importar lo que tuviese que hacer–. Segunda regla del Código: haz lo que tengas que hacer. Si muero, tú eres el siguiente. Y si llegamos a ese punto, no falles.

El celta asintió mientras _____ agarraba a Joe del brazo.

–Joe –murmuró– no quiero que salgas solo.

–Lo sé, _____. Pero Desiderius es demasiado poderoso y peligroso para dejar que campe a sus anchas. Ha estado a punto de matar a Rosa. –No quiso mencionar que también había estado a punto de matarlo a él. Ninguno de ellos necesitaba saberlo.

Gracias a los dioses que D’Alerian había sentido la confusión del subconsciente de Rosa y había llegado a punto. Si no hubiese sido por la intervención del Guardián de los Sueños, aún estaría atrapado en la cama.

Y estar atrapado en la cama sin _____ era algo que no le apetecía demasiado.

–Nick –lo llamó. El Escudero estaba junto a Talon–. Llámame en cuanto el médico te diga algo. –Hizo el intento de marcharse, pero _____ lo detuvo.

Antes de darse cuenta de sus intenciones, _____ tiró de él hasta que sus labios quedaron a la misma altura y lo besó apasionadamente. Le abrió la boca con los labios para poder alcanzar su lengua. Joe sentía sus manos aferrando las solapas del abrigo. Sentía la preocupación por él y eso inundó de puro gozo su malherido corazón.

–Ten cuidado –le dijo ella con brusquedad.

Él le acarició la barbilla con ternura.

–Lo tendré.

Lo vio marcharse con una extraña sensación en el estómago.

–Talon, ¿estás seguro de que no puedes ayudarlo?

–Créeme, odio la regla de «nada de ayuda» tanto como tú. Pero si intento echarle una mano, sólo conseguiré debilitar sus poderes.

Nick le ofreció el móvil.

–Llama a Tabitha y avísala.

Al marcar el primer número, la asaltó otra duda.

–¿Quién es el tal D’Alerian y cómo puede proteger nuestro subconsciente?

–Es uno de los Guardianes de los Sueños de los que te hablamos –le contestó Talon.

_____ frunció el ceño.

–¿Podéis elegir a qué categoría queréis pertenecer?

Talon negó con la cabeza.

–Los Guardianes de los Sueños son una raza diferente. Son hijos de los dioses; no hay una gota de sangre humana en sus venas.

–¿Y los Cazadores Arcadios?, ¿de dónde vienen?

–Son mitad humanos, mitad apolitas. Hay Cazadores Arcadios y Cazadores Katagaria. Algunos de ellos utilizan sus poderes para fines no muy altruistas.

_____ intentó contener el miedo que la atenazaba en esos momentos. Lo que Talon contaba parecía ser bastante serio.

–Pensaba que eran de los buenos.

–Algunos sí lo son, pero otros son asesinos.

–… con los poderes de un hechicero que puede viajar en el tiempo y en el espacio –siguió ella, sintiendo que se le hacía un nudo en el estómago.

–Y, en ocasiones, también penetran en los sueños –añadió Nick.

_____ soltó una risa nerviosa.

–¿Sabéis una cosa? Era mucho más feliz cuando no sabía nada de todo esto.

–Precisamente por eso hacemos todo lo que podemos para que nada de esto salga a la luz –le dijo Talon–. Créeme, los humanos no volverían a dormir por las noches si supiesen lo que los acecha en la oscuridad.

Aterrorizada, le dio razón con un ligero movimiento de cabeza mientras pensaba si sería capaz de volver a dormir algún día.

Acabó de marcar el número de Tabitha. Ahora que sabía con qué se estaban enfrentando necesitaba que su hermana se cuidara del Malvado Señor de los Daimons y vigilara al Cazador Oscuro que se había convertido en su única esperanza.

Joe pasó gran parte de la noche rastreando las calles de Nueva Orleáns sin encontrar nada. Desiderius aún estaba en su refugio y no había ni rastro de él ni de ningún otro Daimon en las cercanías. Posiblemente se debiera a que sus poderes aún no estaban del todo bien o a que Desiderius era capaz de ocultar su presencia. Fuera lo que fuese, no encontró ni una sola pista del Daimon. Ni siquiera con la ayuda del rastreador electrónico.

Menuda suerte la suya. Jamás se había sentido tan inseguro desde que se convirtiera en Cazador Oscuro. Y no le gustaba nada la sensación. No cuando la vida de _____ dependía de que él encontrara a su enemigo y le parara los pies.

Asqueado y exhausto, regresó a casa. Todo estaba oscuro y silencioso.

_____ estaba en el segundo piso. Sentía su presencia como si fuera una caricia y saber que estaba allí lo reconfortaba de un modo que no se atrevía a analizar en profundidad.

Con sólo sentirla en su casa… lo invadía la felicidad.

Pero no fue a buscarla. Tenía demasiadas cosas en la mente. Asuntos que necesitaba meditar. Incógnitas que resolver.

Entró en la sala de juegos y cogió el guante y la pelota de béisbol. Acto seguido, salió al atrio para lanzar unos tiros. Se concentró en la pelota y dejó que su mente vagara a través del doloroso pasado y de las dudas que aún lo asaltaban.

¿Por qué no lo había amado su esposa?

Desde el día en que Theone lo traicionó, había sospechado de todo aquél que se acercaba a él. Se había entregado en cuerpo y alma a su esposa, pero aun así no había sido suficiente. Si no había sido capaz de ganar el amor de su mujer, no podría ganar el de nadie más. Lo tenía muy claro; había asimilado ese hecho con el paso de los siglos. Al igual que se había convencido de que no necesitaba a nadie.

Hasta que apareció _____.

La chica había resquebrajado sus defensas y ahora se sentía desnudo frente a ella. Tenía el poder de abrir su corazón y llegar hasta lo más hondo. La deseaba en cuerpo, mente y alma. Quería reclamarla por entero.

Un movimiento a su izquierda le llamó la atención. Giró la cabeza y vio cómo _____ entraba al atrio vestida con un chándal. Llevaba el pelo recogido en dos trenzas que le caían a ambos lados del rostro. La indumentaria le confería un aura inocente y casi infantil, pero no había nada que recordara a una niña en la mujer que se aproximaba a él en esos momentos.

Y esa mujer causaba una verdadera conmoción en el hombre que había en él.

–¿Hace mucho que has vuelto? –le preguntó.

Estaba a punto de contestar la pregunta cuando ella se acercó y le dio un beso en la mejilla, haciendo que una extraña sensación se adueñase de él. Todos sus gestos eran cariñosos.

–¿Qué haces levantada? –le preguntó él a su vez–. Son más de la cuatro de la madrugada.

–No podía dormir –contestó mientras caminaba hacia el otro extremo del atrio.

Cuando se dio la vuelta, Joe se dio cuenta de que llevaba el guante de Nick.

Hizo el gesto de los jugadores profesionales: alzar la mano enfundada en el guante para indicar que estaba lista.

Sonriendo, él le lanzó la bola con suavidad.

Ella la cogió y se la devolvió con tanta fuerza que, al chocar con su guante, el golpe resonó en las paredes del atrio y la palma de la mano comenzó a picarle.

–¡Uf! –jadeó, exagerando el dolor. Lanzaba mejor que Nick–. Estoy impresionado.

Ella le guiñó un ojo.

–Soy lo más parecido a un hijo que mi pobre padre ha tenido. Él me enseñó a jugar.

Joe le lanzó de nuevo la bola.

–Pues lo hizo bien.

La sonrisa de _____ se ensanchó.

Estuvieron varios minutos lanzándose la pelota en silencio.

¡Por los dioses! Nunca se había imaginado que pudiese encontrar a una mujer dispuesta a hacer esto con él a semejante hora de la madrugada. Nick se quejaba, pero ella parecía estar contenta por el simple hecho de pasar un rato con él.

–¿Qué tal te ha ido? –le preguntó ella–. ¿Lo has encontrado?

–No –contestó con un suspiro–. No puedo descubrir su escondite.

–Ya lo harás.

La absoluta seguridad que transmitía la voz de _____ le resultó extraña.

–¿Tanto confías en mis habilidades?

–No tengo ninguna duda. No dejarás que nos haga daño.

–No pude ayudar a Rosa.

–Lo siento –le dijo ella mientras cogía la pelota y se la devolvía–. Debe ser duro para ti aceptar lo ocurrido, pero tú no tuviste la culpa. Hiciste todo lo que estuvo en tu mano para protegerla.

Joe apretó la mandíbula.

–Pero duele. Más de lo que creía. Aún no puedo creer que lograra controlarla.

_____ le sonrió débilmente; sus ojos tenían una mirada cálida y afectuosa.

–Supongo que eso explica cómo entró en mi casa y en la de mi hermana.

Joe asintió.

–Lo más probable es que utilizase a Allison. La encontré desmayada en su habitación, igual que le ocurrió a Rosa. Supongo que la mente humana no puede soportar esa presión durante mucho tiempo.

–Si te sirve de consuelo, Tabitha me dijo que Allison está muy bien y que pronto estará en casa, así que Rosa se curará y volverá a la normalidad sin ningún tipo de secuelas.

–Es bueno saberlo.

No podía dejar de observarla mientras jugaba con él. Con cada lanzamiento, sentía como caía más y más. Sabía que se estaba enamorando de ella y no podía evitarlo. No podía luchar contra ese sentimiento.

Y, según el juego se fue alargando, su deseo se intensificó. Cada vez que _____ echaba el brazo hacia atrás y cogía impulso para lanzar la pelota, la camiseta se le ceñía al pecho. Le encantaba la forma en que se apartaba de la cara los mechones que habían quedado sueltos con el ejercicio. Y el modo en sus labios se separaban para respirar entre jadeos, cansada por el esfuerzo.

Comenzó a arrojarle la pelota por encima de la cabeza, de forma intencionada, para que tuviera que estirar el brazo al recogerla. Cada vez que lo hacía, la sudadera se alzaba y dejaba al aire una pequeña porción de su vientre que él se encargaba de devorar con los ojos. Y, cuando no lograba cogerla y tenía que ir corriendo tras ella, el movimiento hacía que sus pechos botaran y que sus caderas se balanceasen de un lado a otro. Pero lo mejor de todo era cuando se agachaba para recoger la bola y dejaba bien a la vista ese proporcionado trasero. ¡Por los dioses! Esa mujer tenía el mejor culo…

Incapaz de soportarlo durante más tiempo, se quitó el guante y lo arrojó al suelo.

_____ se quedó helada al ver cómo Joe se acercaba con pasos largos y decididos. Antes de poder imaginarse lo que sucedía, la cogió en brazos y la besó ferozmente.

Esos maravillosos músculos la alejaron del suelo mientras se contraían a su alrededor. Debido a su altura, ningún hombre había sido capaz de alzarla antes, pero Joe parecía hacerlo sin que le costara ningún esfuerzo. El corazón le latía frenético; al lado de él se sentía tan femenina… tan pequeña… y eso le encantaba.

Le rodeó la cintura con las piernas al tiempo que él la devoraba con la lengua. Sentir esos duros abdominales contrayéndose bajo los muslos era como alcanzar el cielo… Ese hombre era la perfección personificada.

Joe le mordisqueó los labios y ahuecó las manos en torno a su trasero. Gruñendo, abandonó los labios y bajó hasta el cuello, no sin antes depositar un húmedo beso en su barbilla.

_____ se derretía cada vez que sentía el cálido aliento de Joe sobre la piel. ¡Dios, sí! Esto era lo que había estado deseando durante todo el día: estar encerrada entre sus brazos, rodearlo con su cuerpo y demostrarle todo el amor que sentía por él. La necesidad de sentirlo de nuevo dentro de ella hizo que se estremeciera.

Joe también temblaba por la intensidad del deseo. No podía evitar recordar la noche anterior, cuando se había hundido en ella, o la expresión de su rostro cuando se corrió entre sus brazos. Estaba ardiendo, pero no se atrevía a hacerle el amor. No ahora. No cuando más necesitaba toda su fuerza para acabar con Desiderius. Pero su cuerpo no entendía de razones. Tenía que acariciarla, tenía que sentir el roce de su piel.

Antes de poder detenerse, cayó de rodillas y la tumbó en el suelo, sobre las frías baldosas.

_____ tragó saliva al ver esa hambrienta mirada. Joe le estaba quitando la ropa con tanta rapidez que apenas si sentía sus manos. Pero, una vez que la tuvo totalmente desnuda, la cosa cambió. Sus caricias se hicieron más lentas. Completamente vestido, observaba su cuerpo desnudo a la luz de la luna mientras le acariciaba los pechos, trazando su redondeado contorno y atormentando los pezones con las palmas de las manos.

–Eres la mujer más hermosa que he visto jamás –le dijo en voz baja.

_____ sabía que no era cierto. Ella conocía la belleza de Theone; pero, de todos modos, saber que él lo sentía de aquel modo le provocó un delicioso escalofrío. Él sí que era el hombre más apuesto que ella había visto jamás.

Punto.

Cuando Joe se inclinó para besarla, ella alzó los brazos y comenzó a desabrocharle la camisa, pero él la sujetó por las muñecas y negó con la cabeza. Si dejaba que esas delicadas manos lo tocaran, estaba perdido. En lugar de decir nada, se las llevó a la boca y besó las palmas antes de volver a prestar atención a su garganta y sus pechos.

Saboreó todo ese cuerpo con los labios, la lengua y los colmillos. Y, mientras lo hacía, notó cómo despertaban sus poderes. Desesperado y consumido por el deseo, descendió depositando un reguero de besos desde sus pechos hasta la suave piel del vientre y, desde allí, siguió bajando hasta llegar a los muslos. Al instante, escuchó el jadeo de _____ que, de forma instintiva, separó las piernas, quedando totalmente expuesta a él. En ese momento, el deseo se intensificó de tal modo que se sintió sobrecogido. Era una sensación primitiva y arrolladora. El mundo se reducía a ella. Lo único que escuchaba eran los latidos del corazón de _____ resonando en sus oídos. Temblando a causa de la fuerza de la pasión que lo consumía, cerró los ojos y la tomó con la boca, saboreando la dulzura de ese cuerpo que tanto anhelaba.

_____ gimió al sentir cómo la lengua de Joe la penetraba. Enterró las manos en su cabello y alzó las caderas, acercándose aún más a sus labios, estremecida por la ferocidad de sus caricias. No pudo evitar sisear ante la increíble experiencia de sentir a Joe haciéndole el amor con la boca de un modo tan voraz y desesperado. Se mostraba implacable, moviendo la lengua sobre su sexo hasta que _____ se corrió y gritó, sin poder dejar de agitarse, mientras experimentaba el orgasmo más intenso de su vida.

Pero Joe no se apartó. Siguió atormentándola, besándola, trazando pequeños círculos con la lengua y con los labios, sin apenas rozarla, e intensificando sus caricias después para llevarla de nuevo a las puertas de otro orgasmo que prometía ser más devastador que el anterior.

Y así fue.

Cuando se relajó, todo daba vueltas a su alrededor y las terminaciones nerviosas de su cuerpo reaccionaban al más mínimo estímulo, sobrecargadas por las sensaciones.

Con la respiración agitada, Joe se apartó en ese momento y, gateando al estilo de un felino, se acercó hasta cubrirla por completo. Sus ojos eran aún más oscuros que antes. Separó los labios y se quedó mirando fijamente el cuello de _____ con un deseo tan voraz que ella se quedó perpleja.

–¿Joe? –lo llamó.

Apenas la escuchó a través de la neblina que le embotaba la mente. Lo único que percibía en esos momentos era su aroma, y ese cuerpo presionado bajo el suyo mientras el fuego lo consumía, exigiéndole más y más.

Tómala. Pruébala. Reclámala.

Hazla tuya…

Apretó los dientes mientras contemplaba la vena que latía en el cuello de
_____.

Sólo una vez…

Una vez…

Pero ella no lo consentiría, la estaría forzando.

–¿Te pasa algo? –le preguntó _____.

Luchó contra la parte de sí mismo que le exigía tomarla sin miramientos. La entrepierna le ardía por el deseo. Estaba fuera de control.

El aroma de _____ lo rodeaba; no había nada más. No existía nada que no fuese ella. Y eso lo hacía muy peligroso.

Letal.

Con un gruñido, echó mano de la poca fuerza de voluntad que le quedaba y se obligó a apartarse de ella.

–Corre, _____ –masculló.

Ella no dudó ni un instante. Algo iba muy mal. Agarró la ropa y salió corriendo hacia su habitación.

Joe escuchó, tendido en el frío suelo, cómo los pasos se alejaban. Rodeó su miembro con una mano y notó cómo se agitaba, dolorido, bajo la palma.

Nunca había experimentado algo parecido a lo que le estaba sucediendo. ¡Por Zeus! Un minuto más y le habría hundido los colmillos en el cuello.

Cerró los ojos y siguió temblando mientras luchaba por dominarse. Por someter a esa bestia que le exigía tomar a _____ una y otra vez, sin importar las consecuencias.

_____ no dejó de temblar hasta que llegó a su habitación. Nunca podría olvidar la expresión animal del rostro de Joe cuando le había ordenado que huyera. No había tenido miedo de él antes pero, ahora que había visto claramente al Cazador Oscuro, comprendía por qué los Daimons se meaban encima cuando se topaban con él.

Intentó calmarse respirando profundamente. Lo único que siempre había deseado era una relación normal.

Pero claro, pedir normalidad a un vampiro era excederse…

Con el corazón desbocado, se miró al espejo. Tenía los labios hinchados por sus besos y el cuello enrojecido allí donde la barba de Joe la había rozado.

–¿_____?

Se quedó petrificada al oír su voz al otro lado de la puerta.

–¿Qué? –le contestó, insegura.

Él abrió la puerta pero no entró.

–¿Te he asustado?

–¿Quieres que sea sincera?

Él asintió con la cabeza.

–Sí.

Esa mirada ardiente se clavó con más intensidad en ella.

–Lo siento.

_____ supo que era verdad. Joe se sentía culpable y sus ojos lo decían con claridad.

–Si es así, ¿por qué no me has pedido que te lleve a casa? –le preguntó él.

Aunque hablaba casi en un susurro, su voz resonó en el pesado silencio de la habitación.

Ella se puso nerviosa.

–¿Quieres que me vaya?

Joe tardó tanto en contestar que pensó que no diría nada. Finalmente, murmuró:

–No.

La sinceridad de la respuesta la dejó atónita. Ni una declaración de amor en toda regla habría conseguido sorprenderla tanto como esa escueta respuesta.

Estaba a punto de acercarse a él cuando Joe retrocedió y ella se dio cuenta de que aún no debía haber recuperado del todo el control de sus acciones. Pero aún así lo deseaba.

–Entonces no me iré hasta que me eches.

Se quedó helado. El mundo dejaría de existir antes de que él la apartara de su lado. Y, al instante, lo asaltó otra idea: cuando el mundo dejara de existir, él aún estaría vivo, mientras que ella… se estremeció al recordar el significado de la palabra «inmortal». Era muy consciente de que para ellos dos no habría un «y vivieron felices para siempre».
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Mensaje por tianijonas Vie 11 Mayo 2012, 8:25 am

MeliDeJonas escribió:
tianijonas escribió:
MeliDeJonas escribió:QUE MALDITA ESA DMSKAJDAKDJ DE THEONE !!!
LA ODIO , TE JURO QUE LA ODIO !!! LLORE COMO PARA
LLENAR UNA LAGUNA ! ASHHH
Menos mal que después Joe y la rayis estuvieron juntos
fue un momento super tierno,y Joe es kcjasijdaskda me encanta
su personaje en la novela jajaj
Nick es un cago de risa , me mata ,de verdad jajaj
CUIDADO !!! SI LE PASO O LE PASA ALGO A JOE VOY Y MATO
A LA PERSONA O DEMONIO O LO QUE SEA QUE LE HAYA HECHO
ALGO !

Siguelaaaaa !

PD: Soy muy dramatica jajaj,
PD2: Si me encanta este tema, aunque si fuera como en la novela
así con vampiros, y con Joe sería mas divertido jajaj




Noo lloreesss jajajaja que el es un valiente :P y si, muy muy tierno y entregado pero tiene miedo por culpa de la bitch de theone... uuuuuuuhhhh pero bueno... se arreglara :P
a mi nick tambien me encanta me rio muchisimo jajaja yo aqui sola, uhh parezco una loca pero bueno, me lo paso bien :lol!:
disfrutala mucho ahora subire capi :D

PD: no pasa nada señora dramatica *...Placeres De La Noche...*  ~Joe&Tú~ - Página 2 88550944

PD2; no lo entendi :scratch:

Acerca del "PD2" Te respondí lo que me habías preguntado
de como me iba en el colegio con la materia y bueno te puse
eso jajaja XD



AAAAAAAAAAAHHHHHHHHHH, no se en que mundo vivooooo.... jajajajajaja no lo relacionaba con eso.. aiinss... pues bueno, si estaria muy guay, pero ami me gustaba esa materia, y con la nove ya me cago :p jejeje disfruta el capi princes :D
tianijonas
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Mensaje por # TeamBullshit Vie 11 Mayo 2012, 4:59 pm

Waaaaa yo quiero un y vivieron felices por
y para toda la eternidad !!!
Me dio miedito Joe okno, yo le digo " Dale guacho ! Clávame los
dientes de una vez !" Jjajaja
Me encanto el capitulo ... aunque quiero otro !

PD: Es larga la novela ? Osea ... son muchos caps ?
# TeamBullshit
# TeamBullshit


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Mensaje por Julieta♥ Vie 11 Mayo 2012, 10:09 pm

yo quiero cappppppppppppp
Julieta♥
Julieta♥


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